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Comentario de Marcos 9:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Marcos 9:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

También les dijo: —De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder.

9:1 — También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder — Ya que Jesús se llega a Jerusalén, comienza a hablar mucho acerca del reino venidero que se estableciera en esa misma generación. Véase 1:14,15, comentarios.

Es importante notar la diferencia de pronombres en estas palabras de Jesús. Dice, “os digo”. Con eso se dirige a los apóstoles. Luego habla acerca de “algunos que no gustarán la muerte”. Ellos son otros aparte. Son de la multitud (8:34). De ellos son los que no van a morir antes de ver la venida del reino. Es decir, el reino ya pronto se establecería. Un Testigo de Jehová, (pues ellos niegan que el reino fue establecido el día de Pentecostés, en el siglo primero, sino según ellos fue establecido en 1914 d. C.), me trató de argumentar que Cristo está diciendo que los apóstoles no morirían hasta ver la transfiguración de ese momento a seis días (ver. 2). Pero Jesús dijo a los apóstoles (“os”, a vosotros) que de la multitud que estuvo presente “algunos” (de ellos) no morirían hasta que vieran la venida del reino, cosa que sucedió poco tiempo después, el día de Pentecostés. ¿Estuvo Jesús diciendo a sus apóstoles que algunos de la multitud presente no morirían hasta el año 1914?

El reino vendría con poder. Los apóstoles habían de ser investidos de poder en la ciudad de Jerusalén (Luc 24:49). Aquel poder les vino el día de Pentecostés (Hch 1:8; Hch 2:1-4; Rom 1:16). Aquel día el reino fue establecido.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

que hay algunos de los que están aquí. Mat 16:28; Luc 9:27.

no gustarán la muerte. Luc 2:26; Jua 8:51, Jua 8:52; Heb 2:9.

hayan visto el reino de Dios. Mat 24:30; Mat 25:31; Luc 22:18, Luc 22:30; Jua 21:23; Hch 1:6, Hch 1:7.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús es transfigurado, Mar 9:1-10.

Instruye a sus discípulos con respecto a la venida de Elías, Mar 9:11-13;

echa fuera un demonio sordo y mudo, Mar 9:14-29;

predice su muerte y resurrección, Mar 9:30-32;

exhorta a sus discípulos a humildad, Mar 9:33-37;

mandándolos no prohibir a los que están en su contra, ni ofender a los fieles, Mar 9:38-50.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Después que Jesús predijo su propia muerte, Pedro y los otros discípulos necesitaban la seguridad de que Jesús triunfaría finalmente. Su predicción de que alguno de ellos vería el reino de Dios venido con poder debe haber aliviado sus temores.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EL REINO DE DIOS… CON PODER. Véase Mat 16:28, nota.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 9.

La Transfiguración. 9:1-13 (Mat 17:1-13; Luc 9:28-36).
Cf. Comentario a Mat 17:1-13.
1 Y les dijo: En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que vean venir en poder el reino de Dios. 2 Pasados seis días, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte alto y apartado y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como no los puede blanquear lavandero sobre la tierra. 4 Y se les aparecieron Elias y Moisés, que hablaban con Jesús.5 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Rabí, bueno es estar aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, una para Moisés y una para Elias. 6 No sabía lo que decía, porque estaban aterrados. 7 Se formó una nube que los cubrió con su sombra, y se dejó oír desde la nube una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle. 8 Luego mirando en derredor, no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo. 9 Bajando del monte, les prohibió contar a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitase de entre los muertos. 10 Guardaron aquella orden, y se preguntaban qué era aquello de “cuando resucitase de entre los muertos.” 11 Le preguntaron diciendo: ¿cómo dicen los escribas que primero ha de venir Elias? 12 El les dijo: Cierto que Elías, viniendo primero, restablecerá todas las cosas; pero ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que padecerá mucho y se verá despreciado? 13 Yo os digo que Elías ha venido ya y que hicieron con él lo que quisieron, como de él está escrito.

V.l. Se afirma que algunos de los “aquí presentes” que “no gustarán la muerte hasta que vean venir en poder el reino de Dios.” Sólo Mt trae esta frase, más suavizada. Aquí, para los “es-catologistas” (Manson, Dodd), habría un error de Cristo, que creía en una inmediata consumación del reino, que no se realizó. Esta venida “en poder” es discutida. Probablemente se refiere a la destrucción de Jerusalén el año 70. Este versículo, lo mismo que el paralelo Mt-Lc, forma parte, por contexto lógico, con el último versículo de la sección anterior. Se estudia en Comentario a Mat 17:28.
Mc pone la escena “seis días después”; Lc “unos ocho días después de la confesión de Cesárea. 2.
V.3. Mc habla de la transfiguración de Cristo, diciendo que sus vestidos quedaron con una blancura que no podría darles ningún lavandero. No obstante, lo describe con vestidos “brillantes.” En cambio, omite la descripción del rostro, que Mt relata con elementos apocalípticos, y Mc con una sobriedad notable, dejándose percibir la redacción más primitiva.
V.4. No deja de extrañar que se cite primero a Elías que a Moisés. No se ve una razón positiva que lo justifique si no es por el tema de Elías que va a recogerse en el v.l 1.
V.6. Cuando Pedro propone hacer los tres tabernáculos, destaca el estado de “estupor” en que se hallaban. Es lo que dice Lc. Acaso pensaba en la inauguración del reino mesiánico, o que se planea allí, entre Cristo, Moisés y Elías este tema, y quiere contribuir a ello. La sugerencia de los tres tabernáculos puede aludir a la festividad de la “escenopegía,” que no estaba ya lejana.
V. 11. En este versículo se introduce como cosa natural que se trataba del Mesías. Es que todo el contexto literario lo presupone. En el v.9 reciben la prohibición de no hablar nada de ello hasta después de la resurrección, pero la ignorancia de ellos se acusa, pues no sabían qué quería decir “cuando resucitase de entre los muertos.” No compaginaban el Mesías triunfante y el Mesías doliente. Se diría que en la profecía de la pasión no había explicitado su resurrección.
V.l3. Elías ya vino, e hicieron con él “como está escrito.” Así como Elías sufrió por la justicia a causa de Acab, así el Bautista fue muerto por Antipas, y ambos instigados por sus mujeres: Jezabel y Herodías. Así lo que estaba “escrito” del primero se cumplió “típicamente” en el segundo 1.

La Curación de un epiléptico. 9:14-29 (Mat 17:14-20; Luc 9:37-43).
Cf. Comentario a Mt 17:14-2c.
14 Viniendo a los discípulos, vio a una gran muchedumbre en torno a ellos y a escribas que con ellos disputaban. 15 Luego, toda la muchedumbre, al verle, se quedó sorprendida, y, corriendo hacia El, le saludaban. 16 Les preguntó: ¿Qué disputabais con ellos? 17 Uno de la muchedumbre le dijo: Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo, 18 y dondequiera que se apodera de él, le derriba y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes, y se queda rígido; dije a tus discípulos que lo arrojasen, pero no han podido. 19 Les contestó, diciendo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmele. 20 Y se lo llevaron. En cuanto lo vio, le agitó el espíritu, y, arrojado en tierra, se revolvía y echaba espumarajos. 21 Preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? El contestó: Desde la infancia. 22 Muchas veces le arroja en el fuego y en el agua para hacerle perecer; pero, si algo puedes, ayúdanos por compasión hacia nosotros. 23 Díjole Jesús: ¡Si puedes! Todo es posible al que cree. 24 Al instante dijo el padre del niño: ¡Creo! Ayuda a mi incredulidad. 25 Viendo Jesús que se reunía mucha gente, mandó al espíritu impuro, diciendo: Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando, sal de él y no vuelvas a entrar más en él. 26 Dando un grito y agitándole violentamente, salió; y quedó como muerto, de suerte que muchos decían: Está muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y se mantuvo en pie. 28 Entrando en casa a solas, le preguntaban los discípulos: ¿Por qué no hemos podido echarle nosotros? 29 Les contestó: Esta especie no puede ser expulsada por ningún medio si no es por la oración.

En la curación, este muchacho es descrito como teniendo un “espíritu mudo,” es decir, como poseído del demonio, que le producía, entre otros síntomas, éste. Mt lo describe como un “lunático.”
La descripción de Mc es la más viva. Los síntomas parecen acusar un epiléptico, aunque, conforme a las ideas de entonces, se atribuían estas enfermedades al demonio.
V.22. Mc destaca la súplica del padre á Cristo, para que, “si algo puede,” los ayude, curándole. Cristo destacará aquí el gran poder de la fe confiada. Tema ordinario en los evangelios antes de los milagros de Cristo. El milagro evangélico pide “expectación” ante Cristo.
V.29. Esta “especie” de demonios no puede ser echada si no es por la “oración.” La adición de “ayuno” que se lee en algunos códices parece ser interpolación, debida acaso a lo unido que estaban en la primitiva Iglesia oración y ayuno, como se ve en los Hechos (13:2), en la Didajé (c.7 y 8) en la / Apología de San Justino. La oración es necesaria para toda intervención sobrenatural. Los apóstoles no habían podido exorcizarle porque probablemente pensaron en el poder que tenían conferido como si ya fuese algo propio. “Todo es posible al que cree.” La lucha entre Cristo y Satán, éste en sentido amplio, que es vencido por la entrega a la fe, es el centro propio de este episodio común a los sinópticos 2.

Segunda Predicción de Su muerte. 9:30-32 (Mat 17:21-31; Luc 9:44-45).
Cf. Comentario a Mat 17:21-31.
30 Saliendo de allí, atravesaban de largo la Galilea, queriendo que no se supiese. 31 Porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres y le darán muerte, y, muerto, resucitará después de tres días. 32 Y ellos no entendían estas cosas.

Por segunda vez Cristo habla a los apóstoles de su muerte y de su resurrección. Van camino de Jerusalén, y quiere pasar inadvertido en su travesía por Galilea. Posiblemente quiere dedicar este viaje a la instrucción de los apóstoles, por lo que deseaba evitar manifestaciones tumultuosas de la turba. Pero, aunque les habla de esto, ellos “no entendían estas cosas, pero temían preguntarle.” La no comprensión de ellos se explica porque no sabían compaginar a Cristo Mesías doliente con un Mesías triunfante y victorioso en conquistas, conforme estaba en el medio ambiente. Buena prueba histórica de la necesidad de reiterarles esta predicción. Pero ¿por qué “temían preguntarle? Ellos saben que las predicciones del Maestro se cumplen, y tienen un presentimiento de aquel programa sombrío – sobre El y sobre ellos – y evitan el insistir sobre él. Sobre el valor de la redacción literaria véase lo dicho en la primera predicción.

Quién sea el mayor. 9:33-37 (Mat 18:1-5; Luc 9:46-48).
Cf. Comentario a Mat 18:1-5.
33 Vinieron a Cafarnaúm, y, estando en casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais en el camino? 34 Ellos se callaron, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. 35 Sentándose, llamó a los Doce, y así les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. 36 Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, y, abrazándole, les dijo: 37 Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, no es a mí a quien recibe, sino al que me ha enviado.

Entrando en Cafarnaúm, probablemente en casa de Pedro (Mat 1:29), les pregunta sobre las discusiones que los apóstoles traían entre sí en el camino. A su pregunta se callaron. Pues hablaban sobre “quién sería el mayor” en los puestos “del reino” (Mt). Era un tema de ambición, acaso por exigencia familiar, tan del estilo oriental (cf. Mar 10:35-45).
Y la enseñanza que les hace es doble. Con una sentencia: el primero, que sea el último, naturalmente por la actitud de su espíritu. Pero también se hace la enseñanza con una parábola en acción. La grandeza a la que ha de aspirarse es a hacer las cosas por Dios. Así, abrazó a un niño, poniéndolo “en medio de ellos” como símbolo de lo pequeño y desvalido. Pero eso que es pequeño, si se lo protege en su nombre, se le hace a El y al Padre que lo envió 3.
Posiblemente estas enseñanzas estén respondiendo a un simple contexto lógico, ya que la de los niños no tiene aquí una vinculación perfecta. En Lc la formulación está más lógicamente hecha.

La Invocación del nombre de Jesús. 9:38-40 (Mat 12:30; Luc 9:49-50).
38 Dijóle Juan: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba los demonios y no está con nosotros; se lo hemos prohibido. 39 Jesús les dijo: No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí. 40 El que no está contra nosotros, está con nosotros.

Juan le comunica que han visto una persona que exorcizaba los demonios, y se lo habían prohibido porque no estaba con ellos 4, es decir, no pertenecía a los Doce, a quienes se les había conferido este poder (Mat 10:1). Más tardíamente se cita el caso de exorcistas judíos no cristianos que expulsaban demonios en el nombre de Jesús (Hec 19:13-17).
Pero Cristo no autoriza esa prohibición. Si hay una delegación suya para ello en los apóstoles, también otros pueden invocar su nombre, con reverencia, apelando a su poder, lo que no es estar lejos de su discipulado, pues, al menos, está con él. Que no se lo prohiban. Quien así obró, no sólo no hablará mal de El, sino que se aproximará cada vez más a su reino, al ver el gran signo del mesianismo y del Mesías: la expulsión y triunfo sobre Satán.
Y concluye con un dicho, probablemente un proverbio popular, en el que ya se agrupa en una unidad con los suyos, que continuarán su obra. El que no está contra ellos, está con ellos. Si la frase es un poco extremada, oriental, en aquel mundo hostil contra Cristo, el que no estaba contra El (Mt-Lc), ni contra ellos (Mc), venía a estar con ellos. Había la perspectiva de unírseles otros muchos discípulos 5.
En Mc se dice que “quien no está contra nosotros, está con nosotros.” En cambio, en Mt se dice que “quien no está conmigo, está contra mí” (Mat 12:30). Pero responde esta variante a situaciones temáticas distintas. En Mt, el texto se refiere a los exorcismos judíos; campos irreductibles. En cambio, en Mc, esta irreductibilidad no existe.

Caridad y escándalo. 9:41-50 (Mat 18:6-9).
Cf. Comentario a Mat 18:6-9.
41 Pues el que os diere un vaso de agua en razón de discípulos de Cristo, os digo en verdad que no perderá su recompensa; 42 y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen, mejor le sería que le echasen al cuello una muela asnal y le arrojasen al mar. 43 Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible, 44 donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 45 Y si tu pie te escandaliza, córtatelo; mejor te es entrar en la vida cojo que con ambos pies ser arrojado en la gehenna, 46 donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 47 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo; mejor te es entrar tuerto en el reino de Dios que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna, 48 donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. 49 Porque todos han de ser salados al fuego. 50 Buena es la sal; pero, si la sal se hace sosa, ¿con qué se salará? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros.

El amor a Cristo trae premio en las acciones más pequeñas hechas a uno “porque sois de Cristo,” es decir “discípulos de Cristo.”
Pero, si la caridad hecha por Cristo trae premio, este amor al prójimo que “cree” en El, en su misión y en su reino, exige evitar el escándalo. Estos pequeñuelos (των μικρών), no es preciso que sean los niños (cf. v.36-37), sino los desvalidos o humildes. Puede ser un superlativo aramaico para indicar lo menor. La formulación es hiperbólica, y sólo quiere indicar la gravedad del escándalo.
V.49-50. Estos versículos, propios de Mc, presentan dificultad 6. En Mt (Mat 5:13), los discípulos son “sal de la tierra” por el condimento que van a aportar con la doctrina de Cristo. Pero aquí el sentido es distinto.
No se puede pensar en un sentido peyorativo, que “todos han de ser salados al fuego,” como castigo en el infierno, porque en lo que sigue se habla bien de esta sal: “buena es la sal.”
“Salar por fuego” es purificar. Puestos estos versículos en función del contexto que terminan, indican una prolongación, un poco sapiencial, de evitar el escándalo. Posiblemente esta sal y fuego evoquen los elementos sacrificiales complementarios del templo, que se ofrecían a Yahvé, entre ellos la sal (Lev 2:73). Así preparados los sacrificios, eran gratos a Dios. Así, el discípulo de Cristo ha de saber ofrecer su sacrificio en sí mismo – ”sal de la tierra” -, con mortificación, renunciamiento, que es lo que les hará tener paz entre ellos. Paz, en el sentido semita, es sinónimo de todos los bienes, que aquí es el gran bien mesiánico. Todo es poco para no impedir la entrada o la estancia en el reino 7. O acaso tenga un sentido más amplio y menos alusivo: como la sal hace agradable la comida, se exige del discípulo de Cristo, en su vida social, tener todo eso que sea necesario para tener la paz.

1 Feuillet, Les perspectives propres a chaqué evangeliste dans les re’cits de la transfigu-ration: Bíblica (1958) 281-301; Boobyer, Sí. Mark and the Tramfiguration Storv (1942). – 2 Léon-Dufour, L’épisode de l’enfant épileptique. Laformation des évangiles (1957) p.85-116. – 3 Descames, Du discours de Marc 9:33-50 aux paroles de Jesús: Form. des évang. (1957) p. 152-177; Black, The Markan Parable of the child in the Midst: Expository τί™: HQ47-1948) 14-16. – 4 Sobre las tres lecturas de este versículo, cf. Nestlé, Ν . Τ . graece et latine, ap. crít. a Mar 9:38. – 5 Garó Falo, Marco 9:40: “Apertura ecuménica”: Eunt. Doc. (1956) 343-349. – 6 Sobre las variantes, cf. Nestlé, Ν . Τ . graece et latine, ap. crít. a Mar 9:49. – 7 Hutton, The Salt Lections (Mar 9:49-50): Expósitory Times (1946-1947); O. Cullmann, Que signifie la sal dans la parábale de Jesús?: Hist. Phil. Relig. (1957); Vaganay, Car chacun doit etre salie au feu: Memorial J. Chaine (1950); Tlmmer-Man, “Mit Feuer gesalzen werden.” Eine Studie zu Mar 9:49 : Teologische Quartalschrift (1959) 28-39.

Fuente: Biblia Comentada

De cierto os digo. Una afirmación solemne que aparece solo en los Evangelios y de labios de Jesús. Sirve de introducción para temas de suma importancia (vea la nota sobre Mar 3:28). no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino. El suceso que Jesús tenía en mente ha sido interpretado de diversas formas, como su resurrección y ascensión, como la venida del Espíritu Santo en el Pentecostés, la expansión de la cristiandad o la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. La más exacta interpretación, sin embargo, sería relacionar la promesa de Cristo con la transfiguración en el contexto (vv. Mar 9:2-8), la cual es una prefiguración de su Segunda Venida. Los tres Evangelios sinópticos enuncian esta promesa inmediatamente antes de la transfiguración apoyando esta interpretación, así como el hecho de que «reino» puede referirse a esplendor real.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

En esta sección, a medida que viajaban a Jerusalén, Jesús preparó a sus discípulos para su muerte.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

9:1 — También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder — Ya que Jesús se llega a Jerusalén, comienza a hablar mucho acerca del reino venidero que se estableciera en esa misma generación. Véase 1:14,15, comentarios.
Es importante notar la diferencia de pronombres en estas palabras de Jesús. Dice, “os digo”. Con eso se dirige a los apóstoles. Luego habla acerca de “algunos que no gustarán la muerte”. Ellos son otros aparte. Son de la multitud (8:34). De ellos son los que no van a morir antes de ver la venida del reino. Es decir, el reino ya pronto se establecería. Un Testigo de Jehová, (pues ellos niegan que el reino fue establecido el día de Pentecostés, en el siglo primero, sino según ellos fue establecido en 1914 d. C.), me trató de argumentar que Cristo está diciendo que los apóstoles no morirían hasta ver la transfiguración de ese momento a seis días (ver. 2). Pero Jesús dijo a los apóstoles (“os”, a vosotros) que de la multitud que estuvo presente “algunos” (de ellos) no morirían hasta que vieran la venida del reino, cosa que sucedió poco tiempo después, el día de Pentecostés. ¿Estuvo Jesús diciendo a sus apóstoles que algunos de la multitud presente no morirían hasta el año 1914?
El reino vendría con poder. Los apóstoles habían de ser investidos de poder en la ciudad de Jerusalén (Luc 24:49). Aquel poder les vino el día de Pentecostés (Hch 1:8; Hch 2:1-4; Rom 1:16). Aquel día el reino fue establecido.

Fuente: Notas Reeves-Partain

CAPÍTULO 09

NOTA: El versículo 1 se encuentra al final del capítulo 8

c) La transfiguración de Jesús (Mc/09/02-08).

2 Seis días después toma Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, y los conduce a un monte alto, aparte, a ellos solos. Y se transfiguró delante de ellos, 3 de forma que sus vestidos se volvieron tan resplandecientes por su blancura, como ningún batanero en el mundo podría blanquearlos. 4 Entonces se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. 5 Tomando Pedro la palabra, dice a Jesús: «¡Rabbí! ¡Qué bueno sería quedarnos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 6 Es que no sabía qué decir, porque estaban llenos de estupor. 7 Se formó entonces una nube que los envolvió, y de la nube salió una voz: «Este es mi Hijo amado; escuchadle.» 8 De pronto, miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

La transfiguración de Jesús sobre un monte elevado, es, como el acontecimiento de después del bautismo y el paseo de Jesús sobre las aguas del lago, la historia de una teofanía que escapa a la consideración crítica de un historiador y que sólo descubre su sentido a la fe. Pero, dada la multitud de motivos que en ella resuenan y en razón de sus posibles relaciones, presenta grandes dificultades incluso para determinar de forma inequívoca ese sentido creyente. Sin duda alguna que la transfiguración de Jesús se narraba ya en la comunidad pospascual antes de que Marcos escribiese; él la ha tomado insertándola en su Evangelio con determinadas miras. Cada evangelista ha puesto su propio acento. Por lo que a Marcos se refiere, hemos de preguntarnos qué le ha inducido a colocarla en este lugar y presentarla de esta forma. ¿Acaso la voz divina pretende confirmar, corregir y ahondar la confesión de Pedro afirmando que Jesús no es el Mesías en sentido judío, sino el Hijo amado y único de Dios? ¿Hay que contemplar la dura enseñanza de que el Hijo del hombre debe padecer y morir a la luz esclarecedora de la resurrección y de la gloria celestial que esperan a Jesús? ¿Deben cobrar ánimo y fuerza los discípulos destinados al mismo camino doloroso de la cruz y la muerte por amor de Jesús? ¿Acaso la certeza de la inminente parusía (9,1) debe robustecer y hasta proclamar incluso un cumplimiento anticipado para los tres discípulos? Todas estas preguntas se justifican en cierto modo después de cuanto llevamos dicho. Si el sentido principal de toda la sección desde 8,31 tiende a la revelación del misterio de la muerte de Jesús, ahí debemos buscar la motivación del pensamiento del evangelista, cosa que nos confirmaría el diálogo sostenido por Jesús y sus discípulos «mientras iban bajando» (v. 9-13). Estos versículos finales no pertenecen en su tenor actual al relato de la tradición, sino que reflejan las ideas de la comunidad que Marcos ha recogido intencionadamente. Con ello se subraya una vez más el hecho y necesidad de la muerte del Hijo del hombre. Para el evangelista la importancia de la transfiguración sobre el monte radica en que empieza por desvelar el misterio mesiánico de Jesús a los tres discípulos, y que después de la resurrección (9,9) también podrá iluminárselo a toda la comunidad. Durante la misma vida terrena de Jesús, y precisamente en su camino hacia la pasión, la transfiguración descubre su gloria oculta, y lo hace de un modo que puede servir de exhortación, amonestación y consuelo para la comunidad.

El acontecimiento no está delimitado en el tiempo y el espacio, pese a que la indicación precisa de «seis días después» y la señalización del lugar como «un monte alto» pudieran dar esa impresión. Pues, los «seis días» no pueden contarse desde la conversación en Cesarea de Filipo, ya que entre ambos sucesos media la llamada, temporalmente imprecisa, del pueblo con los discípulos (8, 34). El monte Tabor, en Galilea, venerado tradicionalmente como el monte de la transfiguración, es desde luego un lugar maravilloso en el que hoy podemos imaginar perfectamente el acontecimiento teofánico, la revelación del mundo de Dios en medio de la realidad terrestre. El monte, que se alza de un modo impresionante (562 m) sobre una vasta llanura, conduce a los que ascienden a su cumbre, desde las bajezas de la vida y anhelos terrenos hasta la proximidad del cielo, a la soledad, luminosidad y apertura de horizontes que predisponen a semejante revelación del mundo celestial. Pero en tiempos de Jesús había tal vez hasta fortificaciones militares en aquel monte, y sólo a partir del siglo IV se centra la tradición en dicho monte Tabor. Es inútil buscar otros montes altos en el Norte; aquí se habla de un «monte alto», desde un punto de vista exclusivamente teológico. También en 3,13 sube Jesús «al monte» para llamar a sí a los hombres que se había elegido; y en 6,46 se reitera «al monte» para orar. La soledad del monte significaba en aquellos tiempos el alejamiento del resto de los hombres y la proximidad a Dios. Pero el «monte alto» y los «seis días» sugieren además que la tradición anterior a Marcos probablemente había tenido en cuenta ciertos motivos de la historia de Moisés. «Y la gloria del Señor se manifestó sobre el monte Sinaí, cubriéndolo con la nube durante seis días; y al séptimo llamó Dios a Moisés de en medio de la nube obscura» (Exo 24:16). También en la historia de Moisés hay un dato relacionado con la transfiguración y es que con la proximidad de Dios y de su gloria el rostro de Moisés se puso resplandeciente (Exo 34:29-35). Pero Marcos no habla de la faz luminosa; el primero que lo hace es Mateo, el cual subraya con mayor fuerza aún la tipología mosaica. Marcos describe la blancura de los vestidos de Jesús «tan resplandecientes por su blancura, como ningún batanero en el mundo podría blanquearlos»; lo cual constituye más bien un rasgo de las descripciones apocalípticas de la resurrección. Los justos y elegidos «serán revestidos de las vestiduras de gloria, y esto son los vestidos de la vida del Señor de los espíritus» (Henoc etiópico 62,16). También en el Apocalipsis de Juan los que han sido salvados llevan vestiduras blancas (7,9) y a los que hayan vencido en la batalla de la vida terrena se promete que serán revestidos de ropas blancas (3,5). La blancura resplandeciente es un símbolo de la gloria del cielo, del fulgor divino, que, por lo demás, no son capaces de contemplar los ojos terrenos. El totalmente otro del mundo transcendente divino se desvela, se hace visible por unos momentos; se trata de una teofanía. Para indicar este cambio de la figura y rostro de Jesús, emplea el evangelista un término -«se transfiguró»- que también se utilizaba en los cultos mistéricos para indicar la divinización del hombre consecuente a la consagración mistérica. Pero la transfiguración de Jesús no es un proceso que alcanza gradualmente su plenitud, no es un acontecimiento simbólico espectacular, sino la irrupción de la realidad divina escatológica, un acontecimiento operado por Dios, como indican la forma pasiva (literalmente «fue transfigurado») y la imagen del batanero. No es una revelación que el hombre pueda provocar y manipular a su antojo, sino una revelación que Dios otorga. Después aparecen dos personajes celestes, «Elías y Moisés», dos varones de Dios, bien conocidos en el Antiguo Testamento y en torno a los cuales giraban muchas ideas del judaísmo. ¿Cuál es su significado en esta escena? ¿Son simples acompañantes para hacer más impresionante el acontecimiento teofánico? Para eso también podían haber servido unos ángeles. Los dos varones de Dios han sido elegidos de un modo particular. ¿Son testigos en favor de Jesús? Pero resulta que sólo hablan con él, no con los discípulos. Su testimonio queda limitado a su aparición y a la importancia de sus personas. ¿Encarnan la ley y los profetas, como se ha pensado con frecuencia? Pero Elías no es un profeta escritor y, además, el orden que Marcos -y sólo él- ha escogido habla en contra de semejante interpretación. ¿Aparecen como precursores del Mesías? Pero si bien a Elías se le ha visto bajo esa función (cf. v. 11s), resulta muy dudoso que el judaísmo atribuyese entonces ese papel a Moisés. ¿Se les nombra por haber sido varones piadosos que fueron arrebatados hasta Dios sin pasar por la muerte corporal? Además de Henoc y Elías, de quienes lo testifica el Antiguo Testamento, el judaísmo atribuía también a Moisés semejante asunción al cielo. Si hablan con Jesús proclamando así su comunión con él, el dato tal vez podría significar que también Jesús pertenece a su grupo. Ciertamente que no será arrebatado al cielo sin pasar por la muerte corporal, pero sí que será resucitado después de su muerte. Seguramente que su función es la de señalar a Jesús como el más grande, el esperado que colma todas las esperanzas. A estos testigos mudos, pero elocuentes para oídos judíos, sigue el testimonio de Dios que declara a Jesús su Hijo amado y exhorta a los discípulos a que le escuchen. Es aquí donde el acontecimiento teofánico alcanza su cumbre más alta. Pero entre tanto hay una interpelación de Pedro. Este discípulo está tan fascinado por la maravillosa escena, que quiere levantar tres tiendas: una para Jesús, una para Moisés y otra para Elías. Querría invitar a aquellos personajes gloriosos a que se quedasen, porque querría asir la felicidad del momento aportando para ello su esfuerzo con el de sus compañeros.

Las tres «tiendas» recuerdan la fiesta de los tabernáculos, a la que iban vinculadas fuertes esperanzas mesiánicas y escatológicas; en la semana festiva se anticipaba el júbilo del tiempo de la salvación. Mas Pedro no desea levantar las tres tiendas para sí y sus compañeros, sino para Jesús y los personajes celestes. Es una réplica de su postura después del anuncio de la muerte de Jesús (8,32): allí conjuró al Maestro para que abandonase su camino y proyectos; aquí intenta convencer a los personajes glorificados para que prolonguen su permanencia. Marcos considera también este lenguaje como carente de sentido, y lo explica en razón del temor religioso que había invadido a los discípulos. La doble y contraria intervención de Pedro presenta para el evangelista una indudable trabazón interna. También ahora podría responderle Jesús: «No piensas a lo divino, sino a lo humano.» En este punto de la incomprensión humana, que también resultaba evidente para los lectores, interviene el mismo Dios. La nube que cae sobre los discípulos es el signo de la presencia divina (cf. Exo 24:15-18), de una presencia benéfica que es revelación, promesa y exhortación. La voz de Dios (cf. 1,11) revela a Jesús como a su Hijo amado, mayor que Elías y que Moisés, y diferente del Mesías esperado por los judíos. A diferencia también de la voz que se escuchó en el bautismo, esta vez la palabra no se dirige a Jesús sino a los discípulos, y para éstos se agrega este importante inciso: «Escuchadle.» El tenor literal recuerda la profecía de Moisés sobre el profeta que había de venir: «El Señor tu Dios te suscitará un profeta de tu nación y de entre tus hermanos, como yo; a él deberéis escuchar» (Deu 18:15); exhortación que viene refrendada poco después: «Mas el que no quisiere escuchar las palabras que hablará en mi nombre, experimentará mi venganza» (Deu 18:19). La alusión al Mesías profeta, que el propio Moisés había prometido, da a la aparición del legislador acentos nuevos. Mas para el evangelista esta exhortación tiene un sentido muy concreto: también las palabras, difíciles de comprender, que Jesús ha pronunciado acerca de su camino doloroso y del seguimiento de sus discípulos con la cruz, se presentan a los discípulos y a la comunidad posterior como palabras de Dios a las que es preciso obedecer. Inmediatamente después el acontecimiento celestial desaparece de la vista de los discípulos. Cuando miran en derredor no ven a nadie más que a Jesús… en su figura habitual. Ha vuelto para ellos a su proximidad terrestre. Esta repentina desaparición del fenómeno sobrenatural después de escucharse la voz de Dios tiene también un sentido profundo: el objetivo de la revelación se ha alcanzado, ha resonado la exhortación divina: «Escuchadle.» Como la revelación del cielo después del bautismo de Jesús, todo ello no ha sido sino un rayo de luz que llega de arriba y que por unos instantes iluminó las obscuridades terrenas. Lo que queda es la dura realidad terrena. Todavía no ha llegado el tiempo de la consumación y de la gloria; antes hay que recorrer el camino de los padecimientos y de la muerte. Junto con los discípulos, la comunidad recibe la enseñanza de que el Hijo del hombre debe padecer mucho, ser rechazado y muerto. En el horizonte brilla sólo, como una cinta de plata, la promesa de que después de tres días resucitará. Jesús es el Hijo amado de Dios que no permanece en la muerte, sino que está llamado a la gloria del cielo, a la culminación de su camino junto a Dios. ¿Cuál es, pues, para Marcos el provecho de este relato numinoso? Una revelación inicial del secreto mesiánico de Jesús, el desvelamiento de su gloria oculta pese a la presencia de la muerte; más aún: ¡es la justificación del camino fatídico de Jesús y la confirmación divina de sus palabras! Esto constituye a su vez una llamada a la comunidad para que no rechace la cruz de Jesús y le siga por su camino. Los tres discípulos son los testigos privilegiados de esta revelación, como serán más tarde los testigos de la agonía de Jesús en el monte de los Olivos (Deu 14:33s). Como la promesa de la venida del Hijo del hombre en la gloria (Deu 8:38), de la llegada del reino de Dios con poder (Deu 9:1), se encuentra al final de la serie de sentencias sobre el seguimiento de Jesús hasta la muerte, así la transfiguración en el monte no hace sino confirmar aquella promesa. Abre los ojos a la justificación de Jesús y a su investidura de poderes por parte de Dios, sin suprimir el anuncio de su pasión y muerte. Por ello se encuentra este relato en el centro de la vida de Jesús en la tierra, en agudo contraste con la profecía de su muerte. ¿Se trata de un episodio pospascual anticipado, como se ha pensado a menudo? No, porque la propia estructura es distinta. Después de los acontecimientos pascuales el Resucitado no se aparece a los discípulos rodeado de un fulgor supraterreno, ni llega acompañado de personajes del cielo. La tradición tampoco conoce ninguna aparición a tres discípulos. La voz de Dios, que confirma al Hijo y exhorta a los discípulos a escucharle, pertenece, como la voz del bautismo, al tiempo del ministerio de Jesús en este mundo, aunque sólo resulte inteligible a la luz de la pascua. Sólo después de los acontecimientos pascuales narró la comunidad la transfiguración del monte de este modo; pero, desde el punto de vista de la «historia de las formas» y de la «historia de la tradición», no cabe deducirla de la pascua. Tampoco es un episodio de parusía ni un acontecimiento referido directamente a la venida de Jesús en gloria. Pero en cuanto que ilumina la gloria pascual, lo hace también sin duda respecto a la venida de Jesús en gloria; para Marcos y su comunidad una y otra están estrechamente ligadas. La enseñanza permanente para la comunidad no es la de refugiarse anhelante en el mundo celestial, ni desear visiones que anticipen la felicidad del mundo futuro. El evangelista, de un modo harto evidente, pone en guardia frente a esta tentación al presentar la pretensión de Pedro como absurda y necia. Lo que la comunidad debe tener ante sus ojos es más bien la necesidad de seguir a Jesús por el camino de los sufrimientos y de la muerte. La mirada al transfigurado es sólo una incitación a creer en el crucificado y a seguirle; es sólo un estímulo a mantenerse fuerte en las penalidades y persecuciones. No es tiempo todavía de levantar unos pabellones en el cielo, sino de afrontar la lucha sobre la tierra. Pero todo se puede superar con la obediencia al Hijo amado de Dios que nos ha precedido en el camino que a través de los padecimientos y la muerte conduce hasta la gloria de Dios.

d) El diálogo al bajar del monte (Mc/09/09-13).

9 Y mientras iban bajando del monte, les prohibió referir a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Y ellos guardaron el secreto, aunque preguntándose a sí mismos qué era eso de «resucitar de entre los muertos». 11 Le propusieron, pues, esta cuestión: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?» 12 éI les contestó: «Elías, desde luego, ha de venir antes, para restablecerlo todo; pero ¿no está escrito acerca del Hijo del hombre que habrá de padecer mucho y ser menospreciado? 13 Pues bien; yo os lo aseguro: Elías ya vino, e hicieron con él cuanto se les antojó, conforme está escrito acerca de él.»

El diálogo que Jesús mantiene con los tres discípulos al bajar del monte presenta unos rasgos redaccionales más acusados aún que la misma perícopa de la transfiguración; con lo que nos permite también una penetración más profunda en el pensamiento del evangelista. La temática no está ligada directamente con la teofanía del monte, sino que vuelve a conectar con 8,31. Las palabras no advertidas por los discípulos en la profecía de Jesús sobre su muerte, respecto a la necesidad de que el Hijo del hombre resucitase después de tres días, vuelve ahora al primer plano. La orden de Jesús imponiendo silencio «hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos» (9,9), contribuye a ello suscitando de momento en los discípulos las reflexiones de qué querría decir lo de «resucitar de entre los muertos». Después esgrimen una objeción que reincide sobre la necesidad de los padecimientos y vilipendio del Hijo del hombre. La alusión a las esperanzas judías de que primero debía venir Elías, la relaciona sin duda el evangelista con la aparición del gran profeta en la transfiguración de Jesús. De haber estado la perícopa de la transfiguración íntimamente ligada con el diálogo que se desarrolla al bajar del monte, el lector cristiano tal vez se habría esperado que Jesús dijese: «Elías acaba de aparecer, con lo que esa esperanza se ha cumplido.» Pero la dogmática mesiánica del judaísmo se presentaba de otro modo: de acuerdo con Mal 3:23s se esperaba que el profeta Elías apareciera sobre la tierra antes del «día del Señor» estableciendo en Israel la paz y la unión del pueblo: «Y él reunirá el corazón de los padres con el corazón de los hijos, y el de los hijos con el de los padres.» La Biblia griega emplea ahí la expresión «restablecer», que Jesús emplea también en su respuesta. «El restablecimiento de todas las cosas» (cf. Hec 3:21 y también 1,6), el establecimiento de la paz en Israel y el orden pacífico sobre la tierra era la función que el judaísmo atribuía al regresado Elías. Difícilmente puede Jesús haber confirmado esta esperanza conforme al texto griego. En este diálogo el evangelista ha tenido en cuenta las discusiones que habían surgido en la comunidad, como réplica al judaísmo sin duda, acerca de tales esperanzas sobre la venida y actividad de Elías. De ser así ¿cómo se compagina la necesidad impuesta por Dios a los padecimientos y muerte de Jesús, el Hijo del hombre? Penetramos así en las dificultades surgidas del duro hecho de la muerte en cruz de Jesús; lo que nos conviene también a nosotros, pues nos hemos habituado demasiado a este obscuro acontecimiento, realmente incomprensible para la fe en el Hijo de Dios. La orden de silencio a los tres discípulos -que Lucas no ha consignado- se acomoda tan poco a la situación histórica, como las precedentes órdenes de silencio. Pues, si la profecía de Jesús sobre su muerte -que estos tres discípulos y los otros habían escuchado- debía iluminarles este hecho obscuro y alentarles para emprender ellos mismos su camino doloroso, ¿por qué los tres testigos de la transfiguración no habían de hablar de la misma al menos a sus compañeros? Pero la alusión a la resurrección le interesa al evangelista por múltiples motivos: la transfiguración de Jesús anticipa su resurrección y, de hecho, sólo se comprende junto con ésta. La elección de estos tres discípulos como testigos de la resurrección de la hija de Jairo (5,37), de la transfiguración de Jesús y de su agonía en Getsemaní (14,33), está en relación con los misterios de la vida y ministerio terrenos de Jesús, que después de su resurrección no debían permanecer ocultos y que además proporcionaban una clave para la comprensión de su persona. El que opera en forma velada es el mismo Hijo de Dios dotado de plenos poderes, a quien corresponden la gloria y autoridad divinas, aunque todavía deba atravesar la noche obscura de la pasión. Al menos tres de los compañeros más antiguos y más íntimos de Jesús deberán atestiguarlo más tarde, cuando la comunidad ya pueda comprenderlo gracias a la resurrección de Jesús. Incluso en el momento en que los discípulos descienden del monte de la transfiguración, la palabra de Jesús acerca de la resurrección del Hijo del hombre de entre los muertos les está cerrada (*). La guardan en su pecho, pero discuten acerca de lo que pueda significar eso de «resucitar de entre los muertos». Aquí, a diferencia de 8,31, se ha introducido intencionadamente el «de entre los muertos» para expresar todavía con más fuerza la penetración real de Jesús en el reino de la muerte y su salida del mismo, su resurrección, por obra de Dios. Es la esperanza escatológica que el judaísmo alimentaba para el fin de los tiempos, y que debía cumplirse en Jesús, pero inmediatamente después de su muerte. Esta es precisamente la grande y asombrosa experiencia de la comunidad de los discípulos que inflamó su fe y alegría pascuales. Cuando el acontecimiento se realizó y los discípulos lo experimentaron mediante las apariciones del resucitado -y la confirmación del sepulcro vacío-, la «resurrección de entre los muertos», la resurrección de la muerte, por obra del poder divino, fue la afirmación que se les impuso a los discípulos y que les reveló la inteligencia del acontecimiento y toda su importancia: este resucitado es el signo de que Dios confirma y justifica a Jesús crucificado, de que con él irrumpe la era definitiva de la salvación, lleva la historia a su consumación y da a los hombres la certeza de su propia liberación. Tras las discusiones entre sí, los tres discípulos se acercan a Jesús con un problema. Los doctores judíos de la ley dicen que, según la Escritura, primero debe venir Elías. ¿Qué fuerza tiene este argumento si Jesús habla de la resurrección del Hijo del hombre sin referirse a la venida de Elías? Los discípulos han entendido, pues -y aquí se vislumbra el horizonte de después de pascua- que se trata de una afirmación relativa al tiempo de la salvación escatológica. Jesús empieza por ratificar la concepción judía que se apoyaba en la Escritura. Cabría esperar que hubiese añadido inmediatamente: «Mas yo os digo que Elías ha venido ya… » (así ordenará después Mateo el curso de las ideas). Pero, tras la ratificación de las ideas judías por parte de Jesús, Marcos presenta la objeción de un modo tajante: en tal caso ¿cómo se ha podido escribir sobre el Hijo del hombre que debía padecer mucho y ser despreciado? Presenta las dificultades de la comunidad cristiana en un lenguaje que aparece ya en la propia afirmación de Jesús (8,31). Después la comunidad escucha la respuesta de labios de Jesús: Elías ya ha venido y los hombres hicieron con él cuanto quisieron… Es evidente (evidencia que Mateo pone aún más de relieve mediante la observación aclaradora de 17,13) que aquí se está pensando en Juan Bautista. Para los cristianos él era realmente el precursor del Mesías Jesús y podía por ello vérsele en la función que el judaísmo atribuía a Elías, después de su segunda venida (cf. Mat 11:14; también Luc 1:17, aunque en forma menos explícita) (**). La interpretación cristiana va incluso más allá de la judía por cuanto que incorpora la muerte del Bautista en su función de precursor. El argumento fluye, pues así: Si incluso hubo de sufrir el precursor, que fue perseguido y asesinado por los hombres ¿cuánto más no habrá de sufrir aquél cuyo camino preparó Juan? Difícil resulta la adición «conforme está escrito acerca de él», pues no se encuentran esas palabras bíblicas sobre Elías. Se ha pensado en la persecución del Elías histórico por parte de la reina Jezabel (lRe 19,1-3); pero en nuestro pasaje se trata del Elías que ha de volver al fin de los tiempos. Tal vez el texto relativo al Elías histórico «quede aplicado tipológicamente al Bautista, que encontró su Jezabel en Herodías». Como quiera que sea, la Iglesia primitiva ha establecido un paralelismo y trabazón estrecha entre el destino del Bautista y el destino de Jesús, y ha considerado esa relación como querida por Dios y testificada en la Escritura. Se reconoce la controversia en torno al hecho obscuro de que las personas elegidas por Dios para promover la salvación deben recorrer el camino de los padecimientos y de la muerte. Hay otras palabras que hablan asimismo del repudio y persecución de los profetas (Mar 6:4 y par; Mat 5:12; Mat 23:31.35.37; Hec 7:52). Existía toda una tradición sobre las amargas experiencias de los hombres enviados por Dios, y a su luz entendió mejor la Iglesia primitiva el destino de Jesús y de sus propios mensajeros de la fe. Injusticias y persecuciones, padecimientos y muerte no han desaparecido tampoco en esta época del mundo. La palabra de que Dios «todo lo ha hecho perfectamente», (Mar 7:37) es una promesa que sólo encuentra su pleno cumplimiento en el mundo futuro. Una teología optimista de la creación pierde de vista la situación del mundo histórico. No todo ha sido aún restablecido; todavía la cruz es el signo de la existencia cristiana, todavía se impone a la Iglesia la necesidad de seguir a Jesús por el camino de los padecimientos y de la muerte. Eso es lo que Marcos ha dicho de manera inequívoca a su comunidad con la mirada puesta en el camino de Jesús y en el propio camino de ella.

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(*) También aquí vuelve a influir el «secreto mesiánico»: durante e] tiempo del ministerio de Jesús en la tierra, los discípulos carecen de una verdadera comprensión de la persona de Jesús. Por ello los tres discípulos escogidos sólo podrán hablar de esto después de la resurrección de Jesús.

(**) Los evangelistas han dado diversas respuestas al problema de si Juan Bautista debía considerarse como Elías. Marcos y Mateo lo han afirmado teniendo en cuenta su misión de precursor. Lucas sitúa al Bautista todavía en la era de los profetas abriendo la nueva era con el anuncio de la salvación por Jesús (Mar 16:16). En Juan se rechaza que el Bautista sea Elías mediante la pregunta sobre su ministerio mesiánico (1.21.25).

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e) Curación de un muchacho endemoniado (Mc/09/14-29).

14 Al volver a donde estaban los discípulos, los vieron rodeados de una gran multitud, y a unos escribas que discutían con ellos. 15 Toda aquella multitud, al verlo venir, quedó pasmada y corrió en seguida a saludarlo. 16 El les preguntó: «¿De qué estabais discutiendo con ellos?» 17 Y uno de la multitud le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo; 18 y cuando se apodera de él, lo tira por tierra, y el niño echa espumarajos y rechina los dientes, y se queda rígido. Dije a tus discípulos que lo arrojaran, pero ellos no han podido.» 19 Entonces él responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo.» 20 Y se lo trajeron. Y apenas vio a Jesús inmediatamente el espíritu agitó al muchacho con violentas convulsiones, el cual, cayendo por tierra, se revolcaba echando espumarajos. 21 Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?» él le respondió: «Desde la infancia; 22 y muchas veces también lo arroja al fuego y al agua, para hacerlo perecer. Pero, si tú puedes algo, ten compasión de nosotros y socórrenos.» 23 Replicó Jesús: «En cuanto a eso de si puedes, todo es posible para el que cree.» 24 Al momento, el padre del niño exclamó: «¡Creo! ¡Ayúdame tú en mi falta de fe!» 25 Viendo Jesús que aumentaba el concurso del pueblo, increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Sal de él y no vuelvas a entrar en él jamás.» 26 Y gritando y agitándolo con muchas convulsiones, salió de él. El joven quedó como muerto, tanto que muchos decían: «Ya murió.» 27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el muchacho se puso en pie. 28 Cuando Jesús entró en casa, sus discípulos le preguntaban aparte: «¿Por qué nosotros no hemos podido arroJarlo?» 29 Y les contestó: «Esta clase de demonios sólo puede ser expulsada por la oración.»

El largo episodio, narrado de un modo gráfico y un tanto prolijo, lo ha puesto Marcos intencionadamente en este lugar de su Evangelio. Por su estilo pertenece a los grandes milagros de curación, y en parte sobre todo se relaciona con la curación del poseso de Gerasa (5,1-20): allí se trataba de locura furiosa, aquí de epilepsia. Estos extraños casos clínicos, que provocaban horror, se atribuían frecuentemente en aquel tiempo a posesión diabólica. Pero al evangelista no le interesa este relato antiguo como tal -en la segunda parte de su Evangelio no trae más episodios de curación, con la sola excepción del Bartimeo, el ciego de Jericó (10,46-52)-; le interesan las enseñanzas que de El se desprenden para la comunidad. Si expone la incapacidad de los discípulos para terminar con aquel caso de posesión diabólica y al final, en su conversación privada con Jesús, alude una vez más al problema, bien pueden esconderse detrás las dificultades y discusiones suscitadas en la comunidad acerca de cómo se había de administrar el carisma de la curación de enfermos y de expulsión de los demonios. Parece también que el evangelista elabora diversas tradiciones (*). La solución final, de que para casos especialmente difíciles es necesaria la oración, no se aviene con la amonestación a avivar la fe confiada en la fuerza de Dios, presente en Jesús. Pero en este contexto de su exposición algo que interesa decir sobre todo al evangelista es esto: el Hijo del hombre que se encamina hacia la muerte sigue siendo el que actúa con los plenos poderes de Dios, y en él debe alimentar la comunidad una fe inconmovible. No debe conformarse con la «generación incrédula», sino que en medio del mundo que la rodea debe hacer frente a los ataques contra la fe. Con Jesús y por Jesús la Iglesia supera las peores fuerzas del maligno. Los que bajaban del monte de la transfiguración se encuentran con una gran muchedumbre del pueblo y con los escribas que sostienen una disputa con los otros discípulos de Jesús… en agudo contraste. No se dice el motivo de la discusión; los doctores de la ley aparecen simplemente porque se trata de una disputa. Por lo que sigue podemos inferir que se hablaba sobre el poder para expulsar los demonios y sobre si Jesús podría curar aquel grave caso de posesión. El padre quería presentar su infortunado hijo a Jesús; pero se encontró sólo con los discípulos que nada pudieron hacer contra aquella enfermedad. La gente esperaba ahora a Jesús; pero al verle «quedó pasmada». La fuerte expresión griega indica un terror religioso, como el que invadió a las mujeres cuando vieron al ángel junto al sepulcro vacío (16,5s). El evangelista no pretende sugerir con ello que todavía se percibiese en el rostro de Jesús el resplandor de la transfiguración; se trata más bien de la impresión que la presencia de Jesús produce otras veces en el pueblo, y precisamente en los casos de expulsiones demoníacas (1,27; cf. 5,15). Corren, pues, a su encuentro y le saludan. Con esta escena, que él mismo ha elaborado, Marcos quiere preparar a los lectores para lo que sigue. El padre expone a Jesús la enfermedad de su hijo. El muchacho está poseído por un espíritu inmundo, que le invade repentinamente y le tira contra el suelo; la descripción de cómo el muchacho echa espuma, le crujen los dientes y acaba totalmente rígido y agotado, presenta un ataque de epilepsia. Al espíritu se le llama «mundo» -y «sordo» también, según el v. 25-, porque el mozo sólo podía hablar con grandes dificultades, y los síntomas de la enfermedad en el paciente se atribuían por entero al demonio. La conmoción de aquella gente, por el horror que le causaban tales manifestaciones, apunta aquí a la posibilidad de la expulsión o lanzamiento del demonio y en definitiva a la curación del muchacho. Los discípulos no lo consiguieron, y late también ahí un reproche contra Jesús. Jesús se queja contra la «generación incrédula», expresión que recuerda su respuesta a la petición incrédula de un signo por parte de los judíos: «Esta generación perversa y adúltera reclama una señal» ( Mat 12:39 y par Luc 11:29). Jesús condena la postura del pueblo como simple afán de milagros y como una acogida meramente externa que sólo busca ayuda para las necesidades materiales. La queja contra la generación incrédula e inconstante no ha cesado de resonar en boca de los profetas desde los tiempos de Moisés. Dios es un Dios fiel, pero «sus hijos, que él ha engendrado, han prevaricado contra él; una generación depravada y perversa» (9t 32,5). «Y dijo:* Yo esconderé de ellos mi rostro, y estaré mirando el fin que les espera; porque es una raza perversa, son hijos infieles» (Deu 32:20). Parece como si Jesús quisiera huir de los hombres, como si estuviera cansado; al igual que se quejaban los profetas y estaban cansados por tener que cumplir su misión divina en medio de un pueblo rebelde (cf. Jer 5:23; Jer 9:1, etc.). El juicio pesimista de Jesús sobre sus coetáneos, sobre «esta generación» que no quiere convertirse (Mat 12:41s y par), que amontona sobre sí culpas y más culpas ( Luc 11:49 ss), explica a la comunidad sus propias y tristes experiencias; pero es también una amonestación para ella a fin de que no se hunda en la misma actitud depravada y cerril. Pero Jesús, que se ve frente a esta mezquindad y obstinación humanas, no se deja arrastrar a la resignación, sino que permanece fiel a la misión que Dios le ha confiado de anunciar y realizar la salvación. No es más que un lamento humano el que se escapa de su corazón; sufre entre los hombres y, no obstante, se vuelve una vez más hacia ellos con amor y compasión… Es una llamada a los predicadores y a todos los creyentes a no capitular ante las contrariedades del mundo que les rodea y de su propio corazón. Jesús manda, pues, que le traigan al muchacho, que ante sus mismos ojos sufre un nuevo ataque. La pregunta de Jesús acerca del tiempo que padecía tales accesos permite al padre exponer una vez más lo grave del caso. Su hijo tiene este mal desde su infancia, y la epilepsia ha puesto con frecuencia en peligro la vida del muchacho que se lanzaba al fuego o al agua. Mateo ha relacionado por ello la enfermedad con el sonambulismo; para Marcos, en cambio, todo se debe a la maldad del demonio que quiere acabar con el muchacho. Frente a la violencia destructora del maligno, la fe no puede sino afianzarse más. Tras la queja contra la generación incrédula, la fe se convierte en el tema central. La observación del padre desesperanzado: «pero si tú puedes algo…» la recoge Jesús que advierte: «Todo es posible para el que cree.» En la súplica del hombre latía una duda acerca del poder de Jesús para liberar al muchacho de sus padecimientos. De acuerdo con ello, la respuesta de Jesús parece afirmar que El mismo quiere realizar la expulsión por la fuerza de la fe. ¿Actúa Jesús por su propia fe, carismáticamente fuerte? De suyo la idea de la fe de Jesús no es absurda, si se piensa en su sumisión humana a Dios, en su entrega a la tarea salvadora que Dios le ha confiado (cf. 6,5), en su conciencia profética. Pero esa fe no encaja en la imagen que el evangelista presenta de Cristo, sin que en ninguna otra parte se hable de la fe de Jesús. La sentencia «todo es posible para el que cree» es más bien una advertencia al padre del muchacho y a la comunidad cristiana (cf. 11,22s). El hombre lo ha entendido así, pues exclama inmediatamente: «¡Creo! ¡Ayúdame tú en mi falta de fe!»

FE/PEDIRLA: Son éstas unas frases existenciales del Evangelio, de singular actualidad para todo hombre y que habla a los creyentes precisamente en su situación. Este hombre tiene un deseo ardiente de creer, aunque es consciente de su debilidad; más aún, sabe que en él en cuanto hombre anida más bien la incredulidad y que la fe sólo puede ser un regalo del poder de Dios. Por ello su respuesta se convierte en una oración fervorosa. No existe fe alguna, aunque proceda de la gracia de Dios, que no conozca los quebrantos y desfallecimientos. Sólo Dios puede convertir la fe humana en una certeza indefectible e inconmovible. En la realidad de este mundo, en medio de lo enigmático de sus fenómenos, en las obscuridades de la pasión y de la maldad, en medio de la incredulidad de los otros hombres que impugnan la verdadera fe, ni siquiera el hombre creyente está a resguardo de la inseguridad y de la duda. En su posición existencial, al lado de la fe que mantiene y quiere mantener, siempre habitará también una buena parte de incredulidad. La llamada angustiosa de aquel hombre es también el grito del hombre moderno, el llanto y plegaria que brota de su corazón son también la oración del hombre creyente de nuestro tiempo. Una oración sincera que Dios escuchará, como Jesús se compadece de la necesidad de aquel padre profundamente atribulado. Al ver Jesús que la gente afluye y se agolpa en derredor realiza la expulsión sin pérdida de tiempo. Evidentemente quiere evitar un mayor alboroto. El acontecimiento viene presentado de modo parecido a los casos anteriores. A la voz poderosa de mando el demonio debe obedecer, aunque salga a regañadientes, con un grito agudo y entre violentas sacudidas del muchacho. Se consigna luego el resultado de todo ello: el paciente yace completamente exhausto, como muerto. Es curiosa la reacción de la multitud; la mayoría dice: Está muerto; nada de elogios clamorosos hacia la acción taumatúrgica (cf. 1,27). Esta reacción negativa sin duda que no le ha pasado por alto al evangelista: la gente no da muestras de mayor fe por esta maravillosa expulsión del demonio que, habida cuenta de la impotencia de los discípulos, debiera haberla impresionado más; sigue siendo la generación incrédula. Mas para los lectores creyentes el hecho es una confirmación de la grandeza y poder de Jesús. Su palabra de mando viene subrayada por un elocuente «yo»; a diferencia de los discípulos, Jesús ordena al espíritu inmundo en tono soberano que salga del muchacho y que no vuelva más. Cuando el demonio ha sido expulsado, Jesús toma por la mano al muchacho que yacía inerte -como hizo con la hija de Jairo, a la que despertó del sueño de la muerte (5,41)- y la hizo levantar. Se dice luego que el muchacho «se puso en pie», también al igual que respecto a la niña resucitada (5,42). De este modo quiso evidentemente el evangelista describir la curación al igual que la resurrección de un muerto… Para el lector avisado esto era una alusión al poder de Jesús sobre las fuerzas de la muerte. El diálogo, que sostienen después los discípulos con Jesús, es un indicio elocuente de que el evangelista aún quería dar una enseñanza particular a la comunidad. La «casa» y la anotación «aparte» son recursos estilísticos del evangelista para reclamar la escucha atenta de la comunidad a la respuesta de Jesús con la que concluye todo el relato (cf. 4,34; 7,17; 9,33; 10,10s; 13,3s). A la pregunta de los discípulos de porqué ellos no habían podido curar al muchacho poseso, responde Jesús: «Esta clase de demonios sólo puede ser expulsada por la oración.» Puesto que los lectores nada saben de una oración de Jesús en aquella circunstancia, la respuesta está claramente destinada a la comunidad. A la fe, a la que todo le es posible, debe seguir la oración que pone asedio al poder de Dios, no ciertamente como un medio para disponer de él, sino como una llamada humilde y apremiante que espera de Dios, con fe, lo que es humanamente imposible. El emparejamiento de la fe libre de dudas y de la oración consciente de ser escuchada se encuentra también en una pequeña colección de logia de Jesús, que Marcos ha reunido después de la maldición de la higuera (11,23 ss). Aquel pasaje confirma que se trata de una fe carismática («capaz de trasladar montañas»), que los discípulos de Jesús deben conseguir a través de la oración. Prueba asimismo que no se trata -o al menos no sólo- de una indicación para el exorcismo de los demonios practicado con éxito, sino que en el fondo se trata de una enseñanza profunda de cómo la comunidad debe confiar únicamente en Dios en medio de las dificultades y tribulaciones. Justo cuando adquiere conciencia de la debilidad de su fe y de sus propios fallos, encontrará en la oración la fe adecuada. Visto así, la adición de un copista posterior «y por el ayuno» resulta una grave equivocación. Mas si se entiende el ayuno como expresión de la debilidad humana, como participación en los padecimientos de Jesús y, en consecuencia, como una oración más intensa, como una llamada de socorro más fervorosa a Dios, entonces también esta adición está justificada. Puede incluso avivar más aún la conciencia sobre el poder del maligno y sobre la necesidad del hombre creyente. Lo decisivo es la actitud fundamental que el hombre adopta frente a Dios: si quiere hacerse valer o si busca su refugio en el poder de Dios cuando le oprimen las tribulaciones y necesidades. En su amor misericordioso Dios no abandonará a los corazones atribulados: eso lo sabe la comunidad que contempla el camino de Jesús hacia la muerte y su resurrección.

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* Muchos suponen que Marcos reelaboró dos historias milagrosas o que conocía la historia en dos formas: la primera centraba su interés en los discípulos (v. 14-19; cf. 28s); la segunda en el padre y en su postura de fe (v. 20-27).

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2. SEGUNDO ANUNCIO DE LA PASIÓN (9, 30-50). El segundo vaticinio de los padecimientos y muerte de Jesús señala una nueva sección, cuyo destino a la comunidad resulta aún más claro. La conversación con los discípulos «en la casa» (9,33) viene a establecer el marco para una especie de catecismo comunitario, que contiene algunas sentencias de Jesús, diversas por su contenido pero homogéneas por su destino a la comunidad. Los pequeños fragmentos están eslabonados mediante ciertas palabras nexo, procedimiento antiguo para recordar las sentencias de Jesús y transmitirlas a otros. Esta peculiar composición formada mediante palabras nexo (9,33-50), ciertamente anterior a Marcos, muestra cómo la comunidad recordaba «las palabras del Señor» (cf. Hec 20:35) y las aplicaba a su propia situación. Mateo dispone en parte del mismo material -aunque utiliza una fuente más amplia de sentencias- para redactar una «regla de la comunidad», una instrucción sobre la conducta fraterna en la comunidad de los discípulos (c. 18). La última disposición es ciertamente obra del evangelista. A través de estas antiguas colecciones de sentencias y de su elaboración por parte de los evangelistas, logramos indirectamente ciertos atisbos sobre la vida de las primitivas comunidades cristianas y observamos cómo los predicadores y maestros -entre los que hay que contar también a los evangelistas- instruían y aconsejaban con palabras del Señor. Se podría estudiar la composición así formada, como un todo o en cada uno de sus elementos particulares; vamos a intentar un resumen con fines de meditación.

a) El segundo anuncio (Mc/09/30-32).

30 Habiendo salido de allí, atravesaban Galilea, y él no quería que lo supiera nadie; 31 porque iba enseñando a sus discípulos, diciéndoles: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, y le darán muerte; pero, después de muerto, resucitará a los tres días.» 32 Pero ellos no comprendían tales palabras; y sin embargo, les daba miedo de preguntarle.

Con la frase introductoria quiere el evangelista hacer el tránsito de los fragmentos que acaba de presentar a un nuevo material de tradición y anunciar la marcha de Jesús hacia Jerusalén. Pues en los capítulos siguientes acentúa la impresión, de una manera planificada, de que Jesús está en camino hacia la ciudad santa. Según 10,1, llega a la región de Judea y al Este del Jordán; en 10,17 continúa su camino; en 10,32 ya se dice expresamente que la meta es Jerusalén; en 10,46 llega a Jericó; en 11-1 se aproxima a la capital a través de Betfagé y de Betania, y finalmente penetra en Jerusalén y en el templo (11,1). Los datos geográficos son poco precisos, a veces obscuros y hasta equívocos. Muchas piezas, como la instrucción a las turbas en 10,1, el diálogo con los fariseos en 10,2 ss, la bendición de los niños en 10,13 ss, no encajan en este cuadro; y el cambio de auditorio -el pueblo, los discípulos- confirma la impresión de que las perícopas más bien se han reunido desde unos puntos de vista teológicos. La subida a Jerusalén tiene un significado teológico porque allí debe cumplirse para Jesús el destino de muerte que Dios ha dispuesto sobre él. Los discípulos entran también en ese camino, «Jesús caminaba delante de ellos» (10,32); y la comunidad debe saber que todo esto se lo dice también a ella su Señor mientras se encamina hacia la cruz. Lo cual da a sus palabras una suma gravedad, especialmente si la comunidad debe reconocer en la incomprensión de los discípulos y en su actitud contraria al Espíritu su propia imagen.

Lucas ha dispuesto esta marcha de Jesús a Jerusalén, que el Señor emprende con plena conciencia y santa decisión (Luc 9:51), con una estructuración más vigorosa y mayor carga teológica, bajo la idea dominante de que en Jerusalén se ha cumplido el destino de los profetas y allí debe cumplirse también el del Mesías (cf. 13,32-35). En el texto presente Marcos hace pasar a Jesús por Galilea, la patria del Evangelio y el escenario de sus obras poderosas, sin detenerse y procurando a toda costa no ser reconocido. Es el abandono definitivo de los lugares en que desarrolló su actividad, la interrupción de su proclama de la salvación, porque ha sonado la hora de que el Hijo del hombre sea entregado y muerto. «Y él no quería que lo supiera nadie.» Nadie puede impedir la marcha de Jesús, nadie puede hacerle volver atrás. A diferencia de lo que ocurría cuando imponía las órdenes de silencio, aquí no oímos nada sobre que se difunda la fama de sus propósitos. Si en los últimos capítulos se vuelve a mencionar o a presentar al pueblo repetidas veces, ello se debe a otras razones expositivas.

Comparado con el primero, sorprende que en este segundo anuncio de la pasión no se mencione el «es necesario», reflejo de la disposición divina. En lugar de eso, se dice categóricamente: «será entregado». El obscuro suceso se ha convertido en una realidad y empieza ahora a verificarse. Jesús ha tomado una decisión y se pone inmediatamente en camino. Pero el misterio, humanamente incomprensible, persiste en toda su dureza opresiva: el Hijo del hombre «será entregado en manos de los hombres». En 8,31 se dijo que sería rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; es decir, por las autoridades teocráticas del judaísmo. Ahora la forma de expresión es todavía más radical: el Hijo del hombre, llamado por Dios a la gloria (8,38), es entregado a los hombres. El verbo griego no indica aquí expresamente la traición que llevó a cabo uno de los discípulos de Jesús -acción que describe el mismo verbo-, ni la simple entrega a un tribunal humano, sino algo más profundo y vasto: la entrega del Hijo del hombre a la violencia de los hombres… porque Dios lo permite y quiere. Eso es lo que indican la expresión semitizante «en manos de los hombres» y la forma pasiva. Es una fórmula preferida por la primitiva teología cristiana para expresar la muerte expiatoria que Dios dispuso para su Hijo. «Fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación» (/Rm/04/25). Entregado por Dios, Jesús se entrega personalmente a la muerte (cf. Rom 8:32; Gal 2:20; Efe 5:2). En estos textos late seguramente la idea de la muerte expiatoria y vicaria del siervo de Yahveh, del que se dice en Isa 53:6 : «El Señor le ha cargado sobre las espaldas la iniquidad de todos nosotros», y más adelante: «Su vida fue entregada a la muerte» (Isa 53:12 según la versión de los LXX). En los anuncios de la pasión todavía no se encuentra el «por nosotros» o «por nuestros pecados»; estos anuncios gravitan por completo en torno a la idea del «rechazado y vilipendiado por los hombres», «entregado en manos de los hombres», lo que equivale a decir en manos de los pecadores (cf. Mar 14:41). La total impotencia del Hijo del hombre, el poder de la maldad humana sobre él, eso es lo que indica el «ser entregado», con alusión clara desde luego al cántico del siervo de Yahveh (cf. también 1Co 11:23). Los hombres matarán al Hijo del hombre, pero cuando le hayan matado, Dios introducirá un cambio inmediato: le resucitará. La indicación temporal «a los tres días» expresa esta intervención inmediata de Dios (véase el comentario a 8,31). De nuevo los discípulos no comprenden absolutamente nada. Ya no contradicen a Jesús, ni siquiera se atreven a preguntarle, víctimas como son del terror y del pasmo. Sus palabras -el anuncio completo de la muerte por obra de los hombres y de la resurrección- es tan grande e incomprensible, que les invade el asombro, como les había ocurrido después del apaciguamiento de la tempestad (4,41). La palabra de Jesús es intangible, inevitable, como aquella otra que precedió a la negación de Pedro, y que este discípulo recordará amargamente después de su defección (14,72). La comunidad debe saber que Jesús la ha pronunciado refrendando el designio de Dios y descubriendo los pensamientos divinos. Según esta palabra, la muerte de Jesús es un recuerdo indeleble de la malicia de los hombres, y también del poder de Dios.

b) Discusión sobre el primer puesto (Mc/09/33-37).

33 Llegaron a Cafarnaúm. Y estando ya él en la casa, les preguntaba. «¿De qué veníais discutiendo en el camino?» 34 Pero ellos guardaban silencio; porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién era el mayor. 35 Y sentándose, llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser primero, que sea último de todos y servidor de todos.» 36 Luego tomó a un niño y lo puso delante de ellos y, abrazándolo, les dijo: 37 «Todo el que acoge a uno de estos niños en mi nombre, es a mí a quien acoge; y quien me acoge a mí, no me acoge a mí» sino a aquel que me envió.»

A pesar de la subida a Jerusalén (cf. v. 30), nos encontramos de nuevo en Cafarnaúm, al Norte de Galilea. Pero el evangelista ha creado este marco para su colección de sentencias, porque Cafarnaúm es la ciudad en que Jesús se halla «en casa» (cf. 2,1), es decir, en la casa de Simón y de Andrés (1,29). Aquí la idea es también ésta: Jesús, en el viaje que ha emprendido hacia el lugar de su pasión y muerte, vuelve una vez más a la «casa» e imparte a sus discípulos nuevas e importantes enseñanzas. La comunidad sabe que es ella también la destinataria de estas palabras de Jesús a los doce. De camino, mientras el pensamiento de Jesús se sumergía por completo en su pasión, los discípulos han discutido entre sí sobre quién era el mayor; tan lejos estaban del Maestro, tan poco habían comprendido lo que significaba el seguimiento de Jesús. Es el mismo contraste que media entre el primer anuncio de la pasión que hace Jesús y la oposición de Pedro (8,31 ss). Todos los discípulos son presa de la ideología humana llegando incluso a disputarse el primer puesto. Pero Jesús -eso es lo que indica el evangelista con la pregunta que les dirige- los conoce, y ellos permanecen callados. También la observación inmediata de que se sentó -postura propia del maestro (cf. 4,1s; 13,3)- y llamó a los doce, es aportación redaccional del evangelista. Indica así que tiene algo especial que decir (cf. 6,7) a los representantes del pueblo de Dios (3,13 ss). Los doce aparecen varias veces como sus campañeros en el camino que le lleva a la muerte (10,32; 11,11; 14,17). Jesús los introduce espiritualmente -y con ellos la comunidad- en ese camino. Se crea así el marco para las palabras que siguen, que el evangelista toma de la tradición.

La sentencia de que el discípulo de Jesús que aspire al primer puesto debe ser justamente el último y el servidor de todos, nos la transmiten los Evangelios en una quíntuple redacción; tan importante era para la Iglesia primitiva. En Marcos presenta aún otro tenor literal (grande-servidor, primero-esclavo de todos) después del anuncio tercero de la pasión, cuando los hijos de Zebedeo solicitan de Jesús los primeros puestos en su reino (10,43). Allí presenta un cierto clímax: todavía los discípulos no han aprendido nada, sino que se irritan por la pretensión de sus compañeros (10,41). El logion se repite en aquel pasaje -escogido también con particular intención- de una forma más explícita y fuerte, adquiriendo una motivación más grave al remitirse al ejemplo del Hijo del hombre que ha venido para servir y dar su vida en rescate (10,45). Mateo ha comentado la palabra a su manera (18, 14) (*), mientras que Lucas traslada la disputa sobre la primacía al lugar de la última cena (/Lc/22/24-27), con lo que la comunidad puede comprender mejor que esta ley del servicio mira a su propia vida, y muy concretamente a sus reuniones, al banquete del amor con el servicio de la mesa. En el pasaje que nos ocupa la sentencia no presenta una construcción totalmente regular. «Primero» y «último» ofrece el máximo contraste; pero todavía se añade, a modo de aclaración, «y servidor de todos». Este motivo del servicio aparece en todos los textos, exceptuando Luc 9:48c. La exigencia que Jesús presenta de este modo a cuantos quieran pertenecer a la comunidad de sus discípulos y pertenecerle a él, ataca en lo más profundo el afán de orgullo y poder en el hombre, y trastorna el orden que tantas veces prevalece entre los hombres (cf. 10,42).

Por provocante que pueda resultar la palabra de Jesús, no pretende desencadenar una revolución contra los gobernantes terrenos, sino crear un orden nuevo que refleje el dominio de Dios y permita entrever su reino venidero. Pues, Dios domina por medio de su amor misericordioso, y Jesús ejerce el poder que Dios le ha confiado mediante su servicio. La sociedad de los discípulos y la comunidad futura quedan puestas así bajo una nueva ley, que parece contradecir los hechos de la convivencia humana tal como los presenta a menudo la historia; pero que, sin embargo, constituye la auténtica liberación en la lucha incesante de los hombres entre sí, en la batalla de los intereses de grupo, en la guerra por el dominio y el poder. En las instituciones terrenas, en el Estado y en la sociedad no se impondrá semejante orden, o sólo de un modo incompleto. Los jefes de Estado como los primeros servidores del mismo y los ministros como encargados responsables del pueblo, pueden demostrar buena voluntad y hacer mucho bien; pero no pueden ejercer sus cargos del modo radicalmente servicial que piden las palabras de Jesús a sus discípulos. Es una admonición a la comunidad que, mediante su entrega suprema al servicio, debe mostrar su carácter ajeno al mundo y escatológico; cuanto más se aleje de la palabra y ejemplo de Jesús, menos reflejará ese carácter y con mayor fuerza se enredará en la forma humana de pensar y en su acomodación al «mundo presente» (Rom 12:2). En esa culpa incurre la Iglesia, y cualquier abuso del ministerio eclesiástico, cualquier afán de dominio sobre otros grupos, todo espíritu de contradicción y de arrogancia en sus filas no hacen sino hundirla más…

Jesús toma a un niño y le pone en medio de los discípulos; le abraza y le acaricia, detalle que Marcos también anota en la otra escena de niños, cuando Jesús los bendice (Rom 10:16). Es evidente que el evangelista ha asimilado ambas escenas. Lo que conocía por la tradición eran diversas palabras sobre los niños, que él ha dispuesto en sendas escenas, como mejor le ha parecido. A ello tal vez contribuyó también una temprana confusión de las palabras «pequeños» y «niños». Cabe suponer que en la sentencia del v. 37 originariamente no se hablaba de «uno de estos niños» sino de «uno de estos pequeños». Esta última expresión se encuentra en otras palabras de Jesús (Mat 10:42; Mar 9:42 par Mat 18:6; Luc 17:2; además de Mat 18:10.14) indicando a los sencillos discípulos de Jesús, que en la comunidad primitiva eran los predicadores cristianos (Mat 10:42; Mar 9:42 o los miembros de la comunidad (Mat 18:10). Frente al lenguaje denigrante y los ataques contra sus discípulos, Jesús toma la defensa de aquellos a quienes ha hecho partícipes de sus tareas; Jesús los consideraba como a enviados suyos, que según un antiguo axioma judío merecían exactamente el mismo honor que quien les enviaba. Los discípulos están en la línea de la misión de Jesús que, en último término, arranca de Dios; por ello, un ataque a los discípulos equivale a un ataque a Dios mismo. Ya en la tradición, latente en la antigua colección de sentencias que Marcos encontró recopilada, estos «pequeños» se habían convertido en «niños», y Marcos muy en su estilo habría rodeado esa sentencia con una escena infantil. Llama especialmente la atención en nuestro pasaje que un niño sea el representante de Jesús (v. 37b). Atendiendo al verdadero sentido, la escena presentaría una estrecha semejanza con la del juicio final en que Jesús se identifica con los atribulados y los que padecen necesidad (Mat 25:31-46). La Iglesia primitiva ha debido entenderlo así, siendo esto un testimonio en favor de cómo había juzgado la acogida de un niño indefenso y necesitado de protección. En el contexto actual, creado por Marcos, en que se pone a un niño ante los ojos de los discípulos, no como símbolo de la pequeñez y humildad cual ocurre en Mateo (18,3s), sino como objeto de sus cuidados, la sentencia adquiere un significado distinto. Jesús quiere y acaricia a dicho niño y se declara en favor suyo, cual si quisiera decir a los discípulos: Vosotros aspiráis al primer puesto, pero quien desea pertenecerme debe respetar lo pequeño e insignificante, pues, en un niño así encuentro yo al hombre mismo. Jesús es amigo de los hombres pequeños y despreciados, para quienes el niño es como un símbolo. En consecuencia, Jesús habría puesto aquí ante los ojos de los discípulos de un modo indirecto su propio ejemplo, su propia postura y sus sentimientos personales (de modo parecido a como lo hace en 10,45). El ejemplo es instructivo porque muestra cómo la Iglesia primitiva aceptó y meditó las palabras de Jesús y cómo las aplicó a su propia situación. Una palabra de Jesús, originariamente situada en otras circunstancias y con distinto propósito, ha sido ya reinterpretada en la tradición más antigua -leyendo «uno de estos niños» en lugar de «uno de estos pequeños»- y tomada después por el evangelista que la inserta en un contexto distinto. Siempre, sin embargo, el logion tiene un significado profundo que permanece cercano al espíritu de Jesús.

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* Mateo habla a su comunidad de una forma nueva; para él el «reino de los cielos» tal vez está ya referido a la Iglesia, al menos en el sentido de que ella es la imagen presente y el campo de operaciones del reino futuro. Al niño se le presentó ya como símbolo del sentimiento humilde (v. 4).

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c) Uso del nombre de Jesús (Mc/09/38-41).

38 Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que estaba expulsando demonios en tu nombre -uno que no anda con nosotros-, y queríamos impedírselo, porque no andaba con nosotros.» 39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis; pues no hay quien haga un milagro en mi nombre y pueda luego hablar mal de mí: 40 que quien no está contra nosotros, en favor nuestro está.» 41 «Quien os da de beber un vaso de agua a título de que pertenecéis a Cristo, os lo aseguro: no se quedará sin recompensa.»

En la serie de sentencias que Marcos ha encontrado es posible que siguiera inmediatamente la del v. 41 con la fórmula de enlace de «en mi nombre». También ideológicamente casa mejor con la hipótesis de «uno de estos pequeños» -en lugar de «niño» del texto actual-, pues, probablemente, la sentencia sobre el ofrecimiento de un vaso de agua mencionaba en su origen a «uno de estos pequeños» como objeto de tal cuidado, según puede inferirse de Mat 10:42. Con ello en la antigua serie de sentencias se daba una progresión: quien acoge con hospitalidad en su casa a «uno de estos pequeños», es decir, a un discípulo de Jesús, acoge al propio Jesús y, por lo mismo, a aquel que le ha enviado; pero incluso quien sólo le da a beber un vaso de agua, recibirá su recompensa. En la última sentencia Marcos ha reconocido atinadamente que se trata de los discípulos de Jesús, y lo ha señalado inmediatamente mediante el pronombre personal «os». Es posible que después se haya insertado aquí toda la escena del exorcista ajeno al grupo, al que Juan se refiere, y que procedería de una tradición particular. La fórmula introductoria del v. 38 delata la mano del evangelista, al tiempo que sorprende la interrupción de la serie de sentencias mediante la inesperada observación del discípulo. Al evangelista le gustan estos rasgos de vivacidad, como ya hemos visto en el marco por él creado -«en la casa»- y en la escena con el niño. La palabra nexo «en mi nombre» podría haberle movido a esta inserción. De todos modos también sería posible que ya la vieja colección de sentencias hubiese reunido varias sentencias de Jesús bajo esta expresión nexo. Con el exorcista desconocido Marcos ofrece una tradición propia (1). Juan, el hijo de Zebedeo, no es mencionado aquí al acaso o de un modo caprichoso. En una tradición peculiar de Lucas aparecen él y su hermano Santiago con rasgos de parecida impaciencia: querían que bajase fuego del cielo sobre una aldea samaritana que denegó la hospitalidad a Jesús y sus discípulos (Luc 9:54s). El suceso a que Juan se refiere no es impensable en tiempos de Jesús, pues sabemos por otras fuentes de exorcistas judíos que empleaban ciertas prácticas mágicas (2). Claramente se trasluce también cierto interés de la comunidad. Por los Hechos de los apóstoles sabemos que el samaritano Simón el Mago quería comprar, con dinero contante, al apóstol Pedro la facultad de hacer milagros (Hec 8:18s). Semejante ideología mágica estaba muy extendida en aquel tiempo y es posible que se haya afianzado al margen del cristianismo naciente. Sorprende la expresión de que el exorcista extraño «no anda con nosotros» -literalmente «no nos sigue»-, pues en los Evangelios sólo se habla del seguimiento de Jesús. Así pensará después la comunidad sobre los sucesos de su tiempo. Pero la enseñanza, que Jesús imparte a sus discípulos, responde a su espíritu, como la reprimenda de Luc 9:55. Es una palabra de tolerancia y magnanimidad que apuntaba a la comunidad cristiana. A primera vista la razón que Jesús aduce suena a oportunista: quien se apropia algo de la fuerza de Jesús, luego no podrá hablar mal de él; con ello parece como si Jesús se preocupase de ganar partidarios y amigos. Pero esta argumentación «razonable» -Lucas la suprime- sólo debe llevar a la conciencia de los discípulos lo necio de su conducta. La argumentación culmina en una sentencia que interesaba a la comunidad: «Quien no está contra nosotros, en favor nuestro está.» Palabra de tolerancia en la que se manifiesta una amplitud de espíritu que se alza por encima de las ideologías de grupo. Pero, desde el punto de vista de la historia de la tradición, la frase constituye un enigma (3), pues que dice justamente lo contrario de otras palabras de Jesús, contenidas en la tradición de las sentencias que han conservado Mateo y Lucas: «Quien no está conmigo está contra mí, y quien conmigo no recoge, desparrama» (/Mt/12/30 = /Lc/11/23). En otro contexto, en el que Jesús habla de su batalla contra el mal, estas palabras tienen también su justificación y sentido perfecto. Es preciso afinar y reflexionar para ver estos aspectos contrarios del ministerio de Jesús. Mientras subsista este mundo histórico con sus manifestaciones perversas y a menudo «demoníacas», es necesaria la lucha contra el mal. Por otra parte, sin embargo, Jesús ha venido con amor y paciencia ilimitados a buscar el bien, doquiera se encuentre. Así descubrimos en la aparición de Jesús junto a unos rasgos combativos su esfuerzo por «salvar lo que estaba perdido» (Luc 19:10). La postura que debemos adoptar en cada caso sólo podemos saberlo por las circunstancias y situaciones concretas; de todos modos las palabras de Mar 9:40 nos exhortan a que superemos la mezquindad humana y nos abramos a todos los hombres que defiendan una causa buena, aunque no estén inscritos en la comunidad de Cristo. La tolerancia de Jesús prohíbe toda cerrazón ortodoxa. Mateo ha pasado por alto la tradición del exorcista extraño al grupo de los discípulos, no por estrechez mental eclesiástica -véase en contra de tal hipótesis su cuadro del juicio final, 25,31-46-, sino porque habría tenido que abordar la cuestión de los taumaturgos de las propias filas, que obraban la maldad (7,22s; 13,41s). Es preciso, pues, meditar las palabras de Jesús en cada una de las situaciones. Mas, en caso de duda, debemos recordar que lo que a Jesús le interesa sobre todo es la unión de los hombres de buena voluntad. La exclusión sectaria, la retirada al ghetto eclesiástico, la mirada introvertida, son extrañas a su espíritu. ¿Quién es el hombre al que se le promete una recompensa hasta por el vaso de agua que ofrece a los discípulos de Jesús? Para Marcos y su comunidad en este contexto sólo puede ser alguien que está fuera, que está frente a Cristo y sus seguidores, aunque no de un modo hostil. Presta ese servicio por causa de Cristo. Marcos -o un copista anterior- lo ha explicado mediante el giro «a título de que pertenecéis a Cristo» -Jesús no ha podido hablar así-; pero la antigua fórmula semítica «a título de que…» apunta a una frase antigua, que Jesús podría haber pronunciado con ocasión, por ejemplo, del envío de los discípulos a misionar (cf. Mat 6:7-13; Luc 10:5-11). La Iglesia primitiva lo ha aplicado a su situación misionera, para la cual también Mateo lo aclara a su modo (Luc 10:42). Es una palabra que tiene en cuenta las dificultades de los discípulos, pero que también debe alentarlos. Existen hombres buenos que ayudan a los otros por motivos de humanidad, aunque no conozcan a Cristo; en el juicio esos hombres experimentarán la misericordia de Dios. Como en el caso del samaritano compasivo y en la escena del juicio final, Jesús alaba aquí un sentimiento humanitario que en ocasiones avergüenza a los cristianos. Es en esos hombres en los que piensa cuando dice: Quien no está contra nosotros, en favor nuestro está.

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1. El pasaje tal vez pueda aparecer como una formación de la comunidad, pues sólo dentro de la comunidad se podía hablar del ministerio «en nombre» de Jesús (v. 39) y del seguimiento «con nosotros». No obstante el episodio de Mar 9:16-20 conserva un recuerdo de que los discípulos también intentaron la expulsión de los demonios en ausencia de Jesús, y puesto que la fama de las obras de Jesús se extendía por todas partes, bien pudo un exorcista extraño haber intentado la empresa. La fórmula actualizada para la situación posterior de la comunidad no excluye un episodio histórico.

2. Es interesante la expulsión demoníaca de un cierto Eleazar, referida por FLAVIO JOSEFO (Antigüedades VIII, 46s): «Puso bajo la nariz del poseso un anillo, en el que iba metida una de las raíces que Salomón había recetado, hizo que el enfermo la oliese y así expulsó al espíritu malo por la nariz. El poseso se desplomó inmediatamente y Eleazar conjuró entonces al espíritu, por cuanto recitó el nombre de Salomón y las sentencias que él compuso, para que no volviera más a aquel hombre.» p. 139-150.

3. Podría tratarse de una forma proverbial de expresión. De Julio César se ha conservado esta sentencia: «Te oímos decir que tenemos por enemigos a todos cuantos no están con nosotros; pero tú consideraste partidarios tuyos a cuantos no están contra ti»; véase en E. KLOSTERMANN, Das Markusevangelium Tubinga 4, 1950, a propósito de este pasaje. Sentencias parecidas perviven en boca del pueblo; también Jesús se ha servido de tales refranes populares. Muchos intérpretes creen que se trata de un proverbio introducido posteriormente; pero responde al espíritu de Jesús.

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d) Palabras sobre el escándalo (Mc/09/42-48).

42 «Si alguno es ocasión de tropiezo para cualquiera de estos pequeños que creen, mejor sería para él que le ataran alrededor del cuello una rueda de molino de las que mueven los asnos, y fuera echado al mar. 43 Y si tu mano es para ti ocasión de tropiezo, córtatela; mejor es para ti entrar manco en la vida que, conservando las dos manos, ir a la gehenna, al fuego inextinguible. 45 Y si tu pie es para ti ocasión de tropiezo, córtatelo; mejor es para ti entrar cojo en la vida que, conservando los dos pies, ser arrojado a la gehenna. 47 Y si tu ojo es para ti ocasión de tropiezo, sácatelo; mejor es para ti entrar tuerto en el reino de Dios que, conservando los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, 48 donde su gusano no muere y el fuego no se extingue».

La nueva unidad sentencial está formada mediante la palabra nexo a scandalon («tropiezo»). Enlaza con lo que antecede a través de la palabra nexo «pequeños»; el versículo 42 forma contraste con el v. 41: al anuncio de una recompensa por el buen comportamiento en favor de los «pequeños» (los discípulos), sigue ahora una terrible amenaza para cuantos den ocasión de tropiezo a «cualquiera de estos pequeños». El enlace está, pues, justificado desde el punto de vista del contenido; pero la nueva trilogía acerca de los miembros del cuerpo que ocasionan tropiezo sólo tiene una vinculación externa con esa sentencia. Con el «tropiezo» que cualquiera ocasiona a un discípulo de Jesús, se trata de una sacudida a la fe, de un poner en peligro la salvación de otro, cosa que atraen sobre el autor el castigo más severo en el tribunal divino; de ahí la imagen drástica del anegamiento en el mar. Con el tropiezo que procede de los miembros corporales, se piensa en las tentaciones de tipo moral que le vienen al hombre de su misma naturaleza y que debe superar radicalmente de raíz, mediante la «mutilación» de los miembros, a fin de no incurrir en la condenación. La palabra griega, que ha entrado en nuestra lengua bajo la forma de «escándalo», no tiene la resonancia sensacionalista que ha adquirido entre nosotros. No se trata de la conmoción que provoca en la opinión pública sino de un peligro interno que corre la persona a la que se escandaliza. El vocablo, cuyos orígenes no se han esclarecido plenamente, hace pensar en la caída ocasionada por un tropiezo o una trampa en el camino. En el contexto de la sagrada escritura, ese «tropiezo», cualquiera que sea su origen, representa un peligro para la salvación. En el entorno de Jesús había seguramente hombres que disuadían su seguimiento a los «pequeños», los discípulos sencillos, y querían destruir su fe y lealtad a Jesús. El Maestro ha observado lleno de cólera tales manejos y ha pronunciado esa terrible amenaza. La «piedra de molino de las que mueven los asnos» era una piedra notablemente grande que -a diferencia del molino de mano-, en el tipo de molino fijo, descansaba sobre otra piedra y tenía un agujero en el centro. Esa clase de molino se llamaba «molino de asno», o bien porque era movido por un asno o bien porque la piedra inferior se llamaba «asno» a causa de su forma. Para un hombre que extravía a los otros en la fe sería preferible, según la palabra de Jesús, que le colgasen al cuello una de esas grandes piedras y lo hundiesen en lo profundo del mar. Es una imagen muy conforme al lenguaje vigoroso de Jesús y cuyo sentido es éste: mejor es la muerte y el exterminio que robar la fe a otro. La forma de expresión recuerda las palabras de Jesús acerca del hombre que iba a traicionarle: «más le valiera a tal hombre no haber nacido» (Mar 14:21). No se trata de sentencias condenatorias inapelables, pero son palabras que pintan a la perfección la terrible realidad de un hecho. La imagen y el arcaísmo de la forma lingüística señalan su origen en el pensamiento judío y no permiten dudar de que bajo las mismas se esconde una palabra personal de Jesús. La comunidad ha acomodado la palabra a su situación y entiende, bajo aquéllos cuya fe sufrirá quebranto, a todos los creyentes que forman parte de la misma, y no o no exclusivamente a los niños, y de un modo muy especial a los mensajeros de la fe. La frase aclaratoria «que creen en mí» -y que falta en Lc 17,2- se debe seguramente al evangelista. Siempre será algo terriblemente grave poner en peligro y destruir la fe en el corazón de los hombres sencillos. En la tradición sentencial de Mateo y Lucas se agrega: «es imposible que no haya escándalos, ¡pero ay de aquel por quien vienen (los escándalos)!». Jesús contempla de un modo realista la situación del mundo; pero advierte a los seductores y está decidido a proteger a quienes creen en él. La fe de la gente sencilla -cf. los infantes de Mt 10,25- es un bien que ningún hombre puede robar sacrílegamente. En ningún caso hay que entender las palabras de Jesús como si uno no hubiese de reflexionar sobre la fe y solucionar sus problemas. Se piensa en los seductores malintencionados o irresponsables.

El grupo de sentencias relativas a los miembros del cuerpo que pueden convertirse en causa de ruina moral, muestra el carácter radical de las exigencias éticas de Jesús. Hablaba en serio cuando quería que se hiciese todo lo imaginable con tal de tener parte en el reino de Dios (cf. Luc 13:24). Cuando está de por medio el objetivo final no cabe indecisión alguna. En nuestro texto Jesús habla de «la vida» como el objetivo del hombre, que le proporciona la verdadera salvación, y después habla en el mismo sentido del «reino de Dios». El lenguaje es figurativo como lo demuestran las expresiones «entrar», «ser arrojado» y sobre todo la descripción del lugar de castigo. El «fuego» que «no se extingue» es una imagen como «el gusano» que «no muere»; en realidad se trata de dos imágenes incompatibles, pero que ya estaban unidas en un pasaje del Antiguo Testamento que se cita en este v. 48 (Isa 66:24). Allí se trata de los hombres ajusticiados por Dios, cuyos cadáveres se amontonan en el valle de Hinnom, junto a Jerusalén. Yacen insepultos, expuestos a la corrupción -¡el gusano!- o al fuego aniquilador. Del valle de Hinnom, en hebreo gehinnom, que desde tiempos antiguos en Israel pasaba por ser el lugar del juicio, se ha derivado la expresión griega gehenna para indicar el infierno. Del lugar histórico de castigo se ha forjado ya en Isa 66:24 el lugar de castigo escatológico; del fin temporal de los malvados, el tormento eterno. Conviene tener idea clara de este lenguaje figurado de la Biblia, a fin de no sacar falsas conclusiones respecto de la «condenación eterna». Las imágenes, que copistas posteriores introdujeron también después de la primera y segunda sentencias -los v. 44 y 46 que hemos suprimido en la traducción- no pretenden expresar otra cosa que el juicio condenatorio de Dios. No «entrar en la vida», en la vida eterna de Dios, no tener parte en su reino futuro, equivale para el hombre a fallar el objetivo transcendente que se le ha señalado, y esto es la pérdida más espantosa que puede sucederle a un hombre. Su vida terrena no tuvo sentido y con la muerte corporal cae para siempre en el absurdo, en la «muerte eterna», en la aniquilación de su humanidad que estaba destinada a la vida eterna. No se dice en qué consisten las tentaciones de la «mano», el «pie» y el «ojo». Basta saber que el hombre encuentra ocasiones de pecar en su propia constitución psicofísica. Los miembros externos sólo se consideran como ocasión de pecado. En otro pasaje dice Jesús que los malos pensamientos y deseos nacen de dentro, del corazón del hombre (Mar 7:21 ss). En las palabras sobre los miembros corporales que son ocasión de pecado, se contiene la experiencia de que también en el hombre que aspira al bien surgen tentaciones que pueden llevarle a la caída en razón precisamente de su capacidad de ser tentado. Es una advertencia a no sobrevalorar las propias fuerzas y una amonestación a resistir inmediatamente y con decisión el ataque del mal. En el sermón de la montaña, Mateo ha relacionado el ojo que extravía y la mano que induce al pecado con el adulterio (Mar 5:29s). Muestra así cómo la Iglesia primitiva interpretaba de un modo concreto y aplicaba las palabras de Jesús. De manera similar cada cristiano debe preguntarse dónde están para él las posibles ocasiones de caída en el pecado y los peligros para su salvación. La palabra del Señor le invita a una renuncia radical a las seducciones del pecado y al corte inmediato, y a menudo doloroso, cuando está amenazada la salvación de toda su persona.

e) Palabras sobre la sal (Mc/09/49-50).

49 »Porque todos serán salados al fuego. 50 Buena es la sal; pero, si la sal se vuelve insípida, ¿con qué le devolveréis su sabor? Tened sal en vosotros, y estad unos con otros en paz.»

Tenemos aquí un nuevo grupo de sentencias, unido al anterior por la palabra nexo «fuego». Este elemento resulta enigmático en su brevedad dentro de lo que sigue, pero un análisis más detenido demuestra que esta palabra extraordinariamente vigorosa está empleada en un sentido distinto que en la imagen del infierno. Probablemente se piensa en el rito de los sacrificios: según la ley mosaica toda ofrenda sacrificial debía ser salada; por lo que la sal encarnaba la alianza con Dios (Lev 2:13). En la oblación incruenta el trigo molido se mezclaba con aceite e incienso y después se entregaba al fuego (Lev 2:14-16). También en los sacrificios expiatorios los animales eran rociados con sal antes de ser quemados (Eze 43:24). En la presente sentencia el recuerdo de estos ritos sacrificiales es sólo lejano y simbólico; no es la salazón lo que se entrega al fuego, sino que es el fuego mismo el que se convierte en «sal». Fuego y sal han pasado a ser palabras simbólicas. De ahí que no pueda establecerse con precisión el sentido del «fuego». Por lo general designa el juicio divino; pero, según Luc 12:49, Jesús ha venido a «echar fuego sobre la tierra», y esto parece estar en relación con la separación escatológica (cf. v. 51). El discípulo viene invitado a seguir a Jesús con su cruz (Mar 8:34), a perder su vida por amor de Jesús (Mar 8:35), a dejarse destruir como una ofrenda sacrificial. Sólo así podrá mostrarse como «sal», como alguien que tiene las disposiciones propias del discípulo. No escapará a la prueba de los más duros padecimientos y persecuciones, que llegan hasta la misma muerte. Tal parece ser. al menos para Marcos, el sentido de esta imagen. La frase inmediata sobre la sal tiene un paralelo en la tradición de los logia que han conservado Lucas y Mateo, pero en una forma distinta y más ampliada: la sal inútil es arrojada fuera. La redacción de Marcos habla sin duda de la sal que sirve para el condimento; si pierde su fuerza, si se hace «insípida» no hay forma de devolverle su fuerza específica. Si no se trata simplemente de expresar una imposibilidad bajo una forma de proverbio popular -químicamente la sal nunca puede perder su fuerza, cosa que ya sabían los antiguos-, hay que pensar en la sal obtenida de la naturaleza, por ejemplo del mar Muerto, que por la acumulación de impurezas se hace inútil para el condimento. No se especifica ninguna aplicación del proverbio. Mateo ha enlazado la palabra sobre la sal con la palabra sobre la luz, aplicando esta unidad sentencial directamente a la comunidad de los discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra… la luz del mundo…» (Mar 5:13-16). Que se hable a los discípulos -a todos los discípulos de Jesús que vendrían después- resulta evidente también en el contexto de Marcos; pero ¿qué se les quiere decir en concreto con la sentencia de la sal? Lucas trae la sentencia al final de una composición que invita al seguimiento radical, en conexión directa con otra palabra que reclama el abandono de todas las riquezas (14,34s). Entiende, pues, la palabra como expresión de las disposiciones propias del discípulo, e incluye la negación de sí mismo y las más duras renuncias. También en el grupo de sentencias de Marcos debería tener este sentido la palabra de la sal, si hemos interpretado debidamente el v. 49. La disposición del discípulo al sacrificio, el servicio personal y lleno de renunciamientos que asume sobre sí al disponerse a seguir a Jesús, es algo insoslayable y que con nada puede sustituirse. Otras interpretaciones de la sal, como equivalente a sabiduría o doctrina, hay que dejarlas de lado, aun cuando no se pueda establecer con certeza cómo entendió Jesús la sentencia originariamente. La última palabra sobre la sal, en que ésta se interpreta como algo que debe hallarse en los discípulos, y precisamente como una fuerza que habita dentro de ellos, puede confirmar la exposición que acabamos de hacer. La exhortación: «Tened sal en vosotros», tal vez sea la aplicación del proverbio. No hay que dejarse extraviar por la amonestación inmediata: «¡Y estad unos con otros en paz!», pues ha debido ser añadida por el evangelista a fin de redondear la serie de sentencias y volver así al principio, a la disputa entre los discípulos. Si los discípulos toman a pecho todo esto que se les ha dicho, deberán superar también la manía de discutir entre sí. Se trata de algo más: el seguimiento de Jesús que reclama todas las fuerzas, las pruebas del discípulo en el mundo ¿permiten que haya aún entre ellos celos y discusiones? Se trata de una palabra grave para todos los tiempos en los que la comunidad de Cristo debe afianzarse y cumplir su misión en un ambiente que piensa de distinta forma. Sólo la entrega suprema al servicio de Cristo y la armonía fraterna pueden hacerla fuerte en el camino de su seguimiento de Cristo.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Jesús predice su pasión y muerte (Mar 8:31-38; Mar 9:1)

Análisis de discurso

Esta sección se encuentra en lo que consideramos ser el centro teológico y retórico del Evangelio de Marcos. En términos de la retórica del Evangelio, todo parecería apuntar hacia aquí. En términos de la teología, todo parecería emerger de aquí (Vena 2000, 341). Retóricamente, el lector ha arribado, tomado de la mano experta del evangelista, al centro de un quiasmo que abarca el Evangelio entero. Teológicamente, estamos en el punto en el que Jesús revela no sólo su propia vocación sino también la de sus seguidores, a saber, la de estar dispuesto a tomar la cruz y realizar el sacrificio supremo por el reino de Dios y el evangelio.

Proponemos la siguiente forma de analizar esta sección:

A. Se describen los sufrimientos del Hijo del hombre a manos de los ancianos, de los sacerdotes y de los escribas (Mar 8:31)

B. Pedro trata de salvarle la vida a Jesús y es reprendido (Mar 8:32-33)

C. Jesús llama a la gente y a sus discípulos a un discipulado sufriente (Mar 8:34)

B’. Jesús afirma que para salvar la vida es preciso perderla por causa de él y del evangelio (Mar 8:35-37)

A’. Se describe la venida del Hijo del hombre en gloria y con poder, y la vergüenza que sufrirán los que se hayan avergonzado de él (Mar 8:38; Mar 9:1)

El centro de la estructura apunta a aquello que Jesús quiere enfatizar: el discipulado y su costo. El Evangelio de Marcos nos pinta un Jesús que viene a llamar a la gente a asumir un seguimiento concreto, que puede llegar a ser sumamente costoso. Él mismo dará el ejemplo supremo, al llevar el mensaje hasta las entrañas mismas de la ciudad santa, pagando con su vida por su valiente proclamación del reino de Dios. Los extremos A y A’ del quiasmo nos muestran también dos extremos en el ministerio de Jesús. Por un lado, su sufrimiento, muerte y resurrección; y por otro lado, su venida en gloria al final de los tiempos, según era la creencia de los apocalípticos de ese entonces. Los lectores originales, al igual que los contemporáneos, se sitúan entre esos dos extremos, es decir, entre la resurrección y la parusía.

TÍTULO: ¿Está Jesús prediciendo su muerte o simplemente está hablando de ella? La respuesta que demos a esta pregunta decidirá el título que le pondremos a esta sección. Es obvio que Jesús, como personaje de la historia del Evangelio de Marcos, está prediciendo su pasión y muerte. En Mar 6:4 Jesús se había autodenominado profeta y aquí está actuando como uno, al predecir su destino como tal. De manera que nos inclinamos por un título que capte esta idea. Una posibilidad es “Jesús predice su pasión y muerte”. NVI sugiere «Jesús predice su muerte», y RV95, Jesús anuncia su muerte. Ambas nos parecen más adecuadas que TLA, «Jesús habla de su muerte».

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Algunos de los que están aquí: También se puede decir «algunos de los aquí presentes» (NVI). Recordemos que Jesús no les está hablando solamente a sus discípulos sino también a la gente allí reunida (Mar 8:34), lo cual significa que tiene en mente un cierto grupo. ¿De qué grupo se trata? Lo veremos enseguida.

No gustarán la muerte: Significa que estarán vivos. La construcción tiene, en el griego, dos negativos, lo cual hace que una negación común se transforme en una afirmación enfática. Se debería traducir “ciertamente estarán todavía con vida”.

Hasta que hayan visto: Otra forma de decir lo mismo es «sin antes haber visto» (NVI). La idea no es que estas personas morirían ni bien vieran el reino de Dios. Nida sugiere que la frase se refiere a que dichas personas verán el reino durante el curso de su vida, mientras estén con vida (Bratcher y Nida, 270). Que el reino de Dios ha venido con poder: La forma gramatical de ha venido es un participio pasivo perfecto, que debe traducirse “habiendo venido”. Esto significa que el reino está presente, ha llegado. NIV traduce: «Sin antes haber visto el reino de Dios llegar con poder». Aunque todas las versiones consultadas traducen «poder», también se podría traducir “gran autoridad”.

Reflexión bíblica y pastoral

Posiblemente los lectores originales del Evangelio estaban sufriendo persecución y hostigamiento por ser seguidores de Jesús de Nazaret. Como vimos en la Introducción, una de las posibles localidades para ubicar la comunidad de Marcos es Roma, durante los últimos años del reinado de Nerón, de 64 a 68 d.C. En esos años los cristianos fueron acusados de causar el incendio de Roma, perpetrado por el mismo Nerón. Recordar lo dicho por Jesús, de que la vida se salva cuando la misma se pierde por causa del evangelio, habrá servido de consuelo, aliento y esperanza para ellos. Lo mismo podría decirse en caso que los lectores vivieran en Palestina, durante el tiempo de la revuelta judía de los años 66-70 d.C. Perder la vida bien podía venir como consecuencia de no plegarse al movimiento revolucionario. Las comunidades cristianas de este tiempo sufrieron el hostigamiento de las fuerzas zelotas, pero también de los romanos, que, desde el norte, comenzaron a aplacar la revuelta hasta que finalmente, en el año 70 d.C., destruyeron Jerusalén. Permanecer neutral en esta situación de guerra seguramente le habrá costado la vida a más de un cristiano. Este pasaje, al ser leído en los cultos celebrados en casas de familia, daría a los cristianos el coraje para seguir siendo fieles al evangelio y a la causa de Jesús, que siempre fue una causa de liberación no violenta.

Tomar la cruz y seguir a Jesús encuentra su aplicación original en estos dos escenarios. Al relacionar este pasaje con situaciones contemporáneas, debemos aclarar que la única aplicación hermenéuticamente válida se refiere a situaciones en que la vida está en real peligro por causa de la fidelidad al evangelio. Muchas comunidades cristianas en nuestro continente han pasado y pasan por situaciones así, porque han elegido solidarizarse con el oprimido y hacer frente a gobiernos totalitarios, a grupos paramilitares o a gobernantes corruptos para defender el derecho a la vida de todas las personas. Al poner su vida en peligro por vivir el evangelio plenamente, estas comunidades están obedeciendo el mandato de Jesús de negarse a uno mismo. Como dijimos arriba, esto significa estar dispuestos a abandonar la propia posición en la sociedad para identificarse con los valores del reino de Dios y con el evangelio. Esta actitud hace de la comunidad cristiana un espacio contracultural, un germen revolucionario no violento. De ahí que someter este pasaje a interpretaciones individualistas y espiritualistas —como tanto se ha hecho y se sigue haciendo—no tiene justificación exegética.

Cabe entonces una pregunta de carácter hermenéutico: ¿tiene relevancia este pasaje sólo en situaciones de inestabilidad social y política? ¿Cómo interpretar este texto en situaciones sociales pacíficas, cuando se percibe el ser cristiano más como una virtud que como una amenaza para la sociedad? En primer lugar, debemos decir que semejante situación no estaba en el horizonte de posibilidades de Jesús o del evangelista. Es algo que jamás se les hubiera ocurrido. Jesús estaba anunciando la llegada del reino de Dios, que vendría a sustituir el sistema social imperante, y veía en su ministerio el instrumento para su realización. Marcos, unos cuarenta años después, expresa la esperanza de la pronta llegada del reino, pero insta a su congregación a una vida de seguimiento, predicando el evangelio aun a costa de la propia vida. En ambos casos la sociedad es un ambiente hostil al evangelio, pues éste revela las estructuras de injusticia y de pecado, y las denuncia proféticamente en nombre de Dios. Es quizás con este tipo de denuncia profética que las comunidades contemporáneas de los países llamados “cristianos” pueden llegar a encontrar una forma de contextualizar este pasaje. En toda sociedad o cultura, por más civilizada que parezca, existen áreas en las que abunda la injusticia y la corrupción. Seguir a Jesús hoy significaría, entonces, levantar una voz audible en contra de situaciones o contextos así; desarrollar ministerios proféticos, orientados a mejorar la calidad de vida de los más necesitados; hacer uso de los canales que ofrece el sistema democrático para insertarse activamente en la vida del país, etcétera. Esto puede no llevar a la persecución, pero debemos recordar que ésta es la consecuencia de una vida vivida en fidelidad al evangelio, no su propósito principal. Si el ser fieles al evangelio resulta en persecución, pues debemos aceptarlo. Si no, debemos dar gracias a Dios. Nadie quiere transformarse en mártir por el solo hecho del martirio. El evangelio es un mensaje de vida, no de muerte. Jesús no tenía vocación de mártir ni enseñó a sus seguidores sobre la importancia de convertirse en uno, pero sí dijo que para ser discípulos del reino de Dios había que estar dispuestos a tomar la cruz. Este estar dispuestos, este aceptar la voluntad de Dios —como hará Jesús en Getsemaní—es lo que define al verdadero discípulo.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Mar 13:30.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Sin embargo, hay una gran promesa ligada a estas palabras severas: aquellos que transitan por esta senda verán realizado, aun en esta vida, el poder del reino de Dios (9:1). Para el futuro inmediato, esto sería sobre el monte de la transfiguración (que se verá en el capítulo siguiente); para el futuro lejano, hace alusión a la resurrección y la ascensión de Cristo y al derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés; y finalmente, sin duda se refiere a la maravilla de la segunda venida del Señor. Como la mayoría de las profecías ésta tiene varios y diferentes “niveles” de cumplimiento.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

9.1 ¿Qué quiso decir Jesús cuando afirmó que algunos de sus discípulos verían el advenimiento del Reino? Hay varias posibilidades. Quizás predecían su transfiguración, resurrección y ascensión, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés o su Segunda Venida. La transfiguración es una buena posibilidad porque es el acontecimiento que sigue en el relato del texto. En la transfiguración (9.2-8), Pedro, Jacobo y Juan vieron la verdadera identidad y el poder de Jesús como Hijo de Dios (2Pe 1:16).9.2 No sabemos por qué escogió a Pedro, Jacobo y Juan para esta extraordinaria revelación. Quizás eran los mejor preparados para entender y aceptar la gran verdad que se les reveló. Constituían el círculo íntimo del grupo de los doce. Estaban entre los que primero oyeron el llamado de Jesús (1.16-19). Encabezaban la lista de los discípulos en los Evangelios (3.16). Y estuvieron presentes en ciertas sanidades en las que otros se excluyeron (Luk 8:51).9.2 Jesús llevó a los discípulos al monte Hermón o al monte Tabor. A menudo una montaña se asociaba con cercanía a Dios y mejor disposición a recibir sus palabras. Dios les apareció a Moisés (Exo 24:12-18) y a Elías (1Ki 19:8-18) en una montaña.9.3ss La transfiguración reveló la verdadera naturaleza de Cristo como Hijo de Dios. La voz de Dios separó a Jesús de Moisés y Elías presentándolo como el esperado Mesías con la más completa autoridad divina. Moisés representaba la Ley y Elías a los profetas. Su aparición junto a Jesús simbolizaba el cumplimiento tanto de la Ley del Antiguo Testamento como de las promesas de los profetas.Jesús no era una reencarnación de Elías ni de Moisés. No era uno de los profetas. Como el unigénito Hijo de Dios, los superaba en mucho su autoridad y poder. Muchas voces tratan de decirnos cómo vivir y conocer a Dios personalmente. Algunas de esas sugerencias ayudan; otras, no. Primero debemos oír a Jesús y luego evaluemos esas voces a la luz de la revelación de Jesús.9.9, 10 Jesús pidió a Pedro, a Jacobo y a Juan que no dijeran nada acerca de lo presenciado porque no los comprenderían hasta que El resucitara. Entonces se darían cuenta que solo muriendo podía resucitar, mostrando su poder sobre la muerte y su autoridad para ser Rey de todo. Los discípulos no serían testigos poderosos de Dios mientras no captaran por completo esa verdad.Era natural que los discípulos se sintieran confundidos acerca de la muerte y resurrección de Jesús, pues no podían ver el futuro. Por otro lado, tenemos la Biblia, que es la verdad total revelada por Dios. La Biblia nos da el significado completo de la muerte y resurrección de Jesús. No tenemos, entonces, excusa para nuestra incredulidad.9.11-13 Cuando Jesús dijo que Elías sin duda ya había venido, se refería a Juan el Bautista (Mat 17:11-13), quien desempeñó el rol que Elías profetizó.9.12, 13 A los discípulos les fue difícil entender que su Mesías tendría que sufrir. Los judíos que estudiaban las profecías del Antiguo Testamento esperaban que el Mesías sería un gran rey, como David, que aplastaría al enemigo: Roma. Su visión se limitaba a su tiempo y experiencia.No lograban captar que los valores del Reino eterno de Dios eran diferentes a los valores del mundo. Querían alivio para sus problemas, pero la liberación del pecado es más importante que la del sufrimiento físico y de la opresión política. Nuestra comprensión y apreciación de Jesús debe ir más allá de lo que El puede hacer por nosotros aquí y ahora.9.18 ¿Por qué los discípulos no pudieron echar fuera al demonio? En Mar 6:13 leemos que salieron en misión a las aldeas y echaban fuera demonios. Quizás recibieron una autoridad especial solo para ese viaje; o tal vez su fe decayó. Marcos cuenta esta historia para mostrar que la batalla con Satanás es difícil y creciente en conflictos. La victoria sobre el pecado y la tentación viene a través de la fe en Jesucristo, no mediante nuestro esfuerzo.9.23 Estas palabras de Jesús no significan que podemos obtener automáticamente cualquier cosa que deseamos si pensamos en forma positiva. El dice que cualquier cosa es posible con fe porque nada es demasiado difícil para Dios. No podemos obtener por arte de magia cada cosa que pedimos en oración; pero con fe, podemos tener cualquier cosa que necesitamos para servirle.9.24 La actitud de confiar que la Biblia llama creencia o fe (Heb 11:6), no es algo que podamos obtener sin ayuda. Fe es un don de Dios (Eph 2:8-9). No importa cuanta fe tengamos, nunca alcanzaremos el punto de autosuficiencia. La fe no se almacena como se guarda el dinero en el banco. Crecer en la fe es un proceso constante de renovación diaria de nuestra confianza en Jesús.9.29 Jesús dijo a sus discípulos que tendrían que enfrentar situaciones difíciles que resolverían únicamente a través de la oración. La oración es la llave que destraba la fe en nuestras vidas. La oración eficaz requiere de una actitud (completa dependencia) y una acción (pedir). La oración demuestra nuestra confianza en Dios cuando con humildad le invitamos a que nos llene de poder. No hay sustituto para la oración, sobre todo en circunstancias que parecen imposibles.9.30, 31 A veces Jesús limitaba su ministerio público en preparar bien a sus discípulos. Reconocía la importancia de equiparlos para que siguieran adelante cuando El regresara al cielo. Toma tiempo aprender. El crecimiento espiritual profundo no se consigue en un instante, no importa la calidad de la experiencia ni la enseñanza. Si los discípulos necesitaban periódicamente separarse del trabajo para aprender del Maestro, cuánto más nosotros necesitamos alternar el trabajo con el aprendizaje.9.30, 31 Al salir de Cesarea de Filipo, Jesús inició su último recorrido a través de la región de Galilea.9.32 ¿Por qué los discípulos temían preguntar a Jesús acerca de su muerte? Quizás porque los amonestaron la última vez que reaccionaron ante las palabras de Jesús (8.32, 33). Para ellos, Jesús estaba obsesionado con la muerte. Pero la verdad era que los discípulos estaban mal orientados, pues no hacían más que pensar en el reino que creían que Jesús fundaría y en las posiciones que ocuparían en el mismo. Les preocupaba lo que les ocurriría si Jesús moría y, por consiguiente, preferían no hablar de sus profecías.9.34 A los discípulos los sorprendieron en sus constantes discusiones acerca de logros personales y los conminaron a contestar la pregunta de Jesús. Es siempre doloroso comparar nuestros motivos con los de Cristo. No es malo que los creyentes tengan aspiraciones ni que sean laboriosos, pero es pecado tener aspiraciones inapropiadas. El orgullo o la inseguridad pueden llevarnos a valorar más la posición o el prestigio que el servicio. En el Reino de Dios, tales motivos son destructivos. Debemos luchar por el Reino de Cristo y no para nuestro beneficio.9.36, 37 Jesús enseñó a sus discípulos a recibir a los niños. Esto fue algo nuevo en una sociedad donde los niños por lo general se trataban como ciudadanos de segunda clase. Es importante no solo tratar bien a los niños, sino enseñarles acerca de Jesús. La Escuela Dominical para niños nunca debe considerarse menos importante que el estudio bíblico de los adultos.9.38 Más preocupados por la posición en su grupo que por liberar a los atormentados por los demonios, los discípulos sintieron celos de un hombre que sanaba en el nombre de Jesús. Hoy en día, muchas veces hacemos lo mismo al no participar en causas dignas porque: (1) no son miembros de nuestra denominación, (2) no se relacionan con la clase de gente con la que nos sentiríamos bien, (3) no hacen las cosas como nosotros las haríamos, (4) nuestros esfuerzos no reciben suficiente reconocimiento. La buena teología es importante, pero eso nunca será excusa para evitar ayudar a los que padecen necesidad.9.40 Jesús no dice que ser indiferente o neutral respecto a El es tan bueno como entregarnos a El. Como lo explicó en Mat 12:30 : «El que no es conmigo, contra mí es». No obstante, sus seguidores no se parecerían ni pertenecerían al mismo grupo. La gente que está del mismo lado que Jesús posee la misma meta de edificar el Reino de Dios y no debería permitir que sus diferencias interfieran en alcanzar la meta. Jesús enseñó que gente muy diversa le seguiría y haría obras en su nombre. Todos los que tienen fe en Cristo están en condiciones de cooperar. La gente no tiene que ser igual a nosotros para seguir a Jesús.9.41, 42 Luk 9:48 enseña que nuestra preocupación por otros es la medida de nuestra grandeza. A los ojos de Jesús, quienquiera que reciba a un niño recibe a Jesús; dar un vaso de agua a alguien en necesidad es lo mismo que dar una ofrenda a Dios. Por contraste, causar daño a otros o no interesarnos en los demás es pecado. Es posible que descuidados y egoístas logren un grado de grandeza a los ojos del mundo, pero la grandeza permanente solo se mide por las normas de Dios. ¿Qué usamos como medida de grandeza: realización personal o servicio desinteresado?9.42 Esta advertencia contra causar daño a los pequeñitos en la fe se aplica tanto a lo que hacemos personalmente como maestros y ejemplos como a lo que permitimos en nuestro compañerismo cristiano. Nuestros pensamientos y acciones deben motivarlos el amor (1 Corintios 13) y debemos ser cuidadosos cuando de juzgar a otros se trata (Mat 7:1-5; Romanos 14.1-15.4). Sin embargo, tenemos el deber de enfrentar los pecados flagrantes en la iglesia (1Co 5:12-13).9.43ss Jesús usó un lenguaje bastante fuerte para ilustrar la importancia de quitar el pecado de nuestras vidas. La disciplina que duele es necesaria en los verdaderos seguidores. Ceder a una relación, trabajo o hábito contrario a la voluntad de Dios pudiera ser tan doloroso como cortarse una mano. Nuestra meta máxima, sin embargo, vale todo sacrificio, Cristo es más importante que cualquier pérdida. Nada debe interponerse en el camino de la fe. Debemos ser despiadados en remover el pecado de nuestras vidas para evitar sufrir por toda la eternidad. Hagamos nuestra decisión desde una perspectiva eterna.9.48, 49 Con estas extrañas palabras, Jesús quiso señalar las consecuencias serias y eternas del pecado. Para los judíos, gusanos y fuego representaban los dolores internos y externos. ¿Qué sería peor?9.50 Jesús usó la sal para ilustrar tres cualidades que deben hallarse en la vida de su pueblo:(1) Deberíamos recordar siempre la fidelidad de Dios; la sal se usaba en los sacrificios para recordar el pacto de Dios con su pueblo (Lev 2:13).(2) Deberíamos ser eficaces en sazonar el mundo en que vivimos, así como la sal lo es en dar sabor a la comida (véase Mat 5:13).(3) Deberíamos neutralizar la moral decadente de la sociedad, así como la sal preserva los alimentos de la descomposición. Cuando perdemos el deseo de «dar sabor» a la tierra con el amor y el mensaje de Dios, nos volvemos inservibles para El.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 401 Mat 16:28; Luc 9:27; 1Co 4:20

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

En verdad. Esta es una traducción de la palabra hebrea amén. Jesús la usó para enfatizar la solemnidad y veracidad de sus afirmaciones (3:28; 8:12; 9:41; 10:15, 29; 11:23; 12:43; 13:30; 14:9, 18, 25, 30).

reino de Dios…haya venido con poder. Véase coment. en Mt 16:28.

Fuente: La Biblia de las Américas

hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder. Véase nota en Mat 16:28.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

58 (b) La transfiguración de Jesús y la cuestión de Elías (9,1-13). El primer suceso (9,1-8) establece la identidad gloriosa de Jesús como el Hijo amado de Dios, y el segundo (9,9-13) coloca su filiación divina en el contexto de la expectación judía sobre el reino y la resu­rrección. La discusión sobre la venida de Elías (9,9-13) está conectada al relato de la transfi­guración a través de la referencia que en am­bos se hace a Elías. Este nexo externo permite a Marcos equilibrar los aspectos gloriosos de Jesús en la transfiguración con las referencias a su muerte y resurrección, especialmente cuando el destino de Jesús se conecta con el del Bautista. Una vez más, la implicación para sus discípulos es que, así como procede el Maestro, de igual modo también tendrán que hacer ellos. 1. hasta que vean venir con poder el reino de Dios: El significado más obvio de la promesa de Jesús es la referencia al floreci­miento pleno del reino de Dios al final de la historia humana. El reino vendrá antes de que algunos de los presentes mueran. En el con­texto actual, el dicho puede referirse a la anti­cipación del reino en la muerte y resurrección de Jesús (cf. 8,31), el juicio (cf. 8,33) o la trans­figuración (cf. 9,2-8). La explicación más con­vincente es que Marcos presenta la transfigu­ración como previsión o anticipación de la llegada final del reino de Dios, y, en esta pers­pectiva, como un comentario sobre 9,1 (M. Künzi, Das Naherwartungslogion Markus 9,1 par [BGBE 21, Tubinga 1977]). 2. seis días des­pués: La referencia temporal puede haber for­mado parte del relato tradicional. Puede haber alguna conexión con la preparación y purifica­ción de Israel en el Sinaí (cf. Éx 24,15-16). O bien, puesto que el día séptimo viene tras los seis días previos, puede tratarse de una antici­pación a la semana de pasión en Jerusalén. Pe­dro, Santiago y Juan: Cf. el comentario sobre 5,37. Lc 9,28 dice que Jesús subió a la monta­ña a orar; Marcos no nos dice para qué subió. un monte alto: Entre las identificaciones tradi­cionales del monte se encuentran el Tabor y el Hermón. Las montañas son los espacios nor­males para las revelaciones y teofanías sobre­naturales. se transfiguró ante ellos: El término metamorphóté indica que la forma de Jesús ha­bía cambiado. A los discípulos se les concede vislumbrarlo en su estado glorioso, que será su estado eterno tras la muerte y resurrección (cf. 2 Cor 3,18). Puede haber una conexión con la glorificación de Moisés (cf. Éx 34,29). 4. Elías con Moisés: Si los dos personajes del AT repre­sentan la ley y los profetas, el orden en que se mencionan parece extraño (cf. Mt 17,3). Puede referirse a que ambos ascendieron al cielo (cf. 2 Re 2,11; Dt 34,6) o a la función que se espe­raba que desarrollaran cuando llegase el reino (cf. Mal 3,23-24; Dt 18,15.18). 5. Rabí, ¡qué bien estamos aquí!: Resulta extraño la denomi­nación de Jesús como «Rabí»; Mt 17,4 em­plea el término «Señor», y Lc 9,33 «Maestro». La razón por la que se estaba bien era el ca­rácter único y glorioso de la experiencia. La sugerencia de Pedro de construir tres tiendas intenta prolongar la experiencia; hay proba­blemente una referencia a la fiesta de los Ta­bernáculos o Chozas (cf. Lv 23,39-43). 7. una nube los cubrió: Dadas las alusiones al Exodo en este relato, es mejor considerar la nube co­mo instrumento de la presencia de Dios, al igual que en Éx 16,10; 19,9; 24,15-16; 33,9. La voz desde la nube es una voz divina, éste es mi Hijo amado: La voz divina corrige la confesión de Pedro (cf. 8,29) y alude a la identificación de Jesús en el bautismo (cf. 1,11). El mandato de escuchar a Jesús puede referirse a las pre­dicciones de la pasión (8,31; 9,31; 10,33-34). 8. Jesús sólo con ellos: La experiencia termina de forma abrupta. Su carácter visionario la con­vierte en una anticipación de la gloria eterna de Jesús. Pero, antes de que ese estado pueda comenzar, debe continuar su viaje a Jerusalén. 9. cuando bajaban del monte: Esta frase rela­ciona la conversación sobre la llegada de Elías con el relato de la transfiguración, dando así a este último una conexión más obvia con la pa­sión de Jesús, hasta que el Hijo del hombre re­sucite de entre los muertos: A diferencia de otros mandatos de silencio, éste goza de una mejor posibilidad de ser obedecido (porque sólo están implicados los tres discípulos) y tie­ne un límite temporal determinado. 10. discu­tían entre sí qué significaría aquello de resucitar de entre los muertos-. El problema de los discí­pulos era cómo Jesús podría resucitar antes y de forma independiente a la resurrección ge­neral que acontecería con la llegada del reino de Dios. 11. los escribas dicen que Elías tiene que venir primero: Según Mal 3,23-24, el regre­so de Elías precedería a la llegada del impo­nente y grandioso día del Señor. La perpleji­dad de los discípulos se debe al problema de cómo sería posible que Jesús resucitara de en­tre los muertos sin que Elías hubiera llegado anteriormente. 12. tiene que padecer mucho y ser despreciado: Admitiendo que Elías tiene que venir antes, Jesús insiste en que su pasión y muerte precederán a su resurrección. 13. Elías ya ha venido: La afirmación identifica indirec­tamente a Elías con el Bautista. El destino del Bautista (cf. 6,14-29) prefigura el de Jesús, el Hijo del hombre.

(Nardoni, E., La transfiguración de Jesús y el diá­logo sobre Elías… [Buenos Aires 1977]. Nützel, J. M., Die Verklárungserzáhlung im Markusevangelium [FB 6, Wurzburgo 1973].)
59 (c) Curación de un niño poseído (9,14-29). Este relato de curación es llamativo por su extensión y sus gráficos detalles (cf. Mt 17,14-21 y Lc 9,37-43a). Comienza (9,14-19) y termina (9,28-29) centrándose en la incapaci­dad de los discípulos para curar al niño; en medio del relato (9,20-27), el padre y el niño son personajes centrales. El núcleo del relato es el diálogo entre el padre y Jesús (9,21-24), que es exclusivo de Marcos. La profesión de fe del padre emerge como elemento necesario en el proceso de curación. La incapacidad para realizar la curación se explica finalmente con referencia a la confianza exclusiva en el poder de Dios (9,29). 14. cuando llegaron a donde es­taban los otros discípulos, vieron: Los verbos en plural no encajan bien con el relato pre­cedente; algunos importantes manuscritos los han cambiando al singular, mucha gente: Mientras que la presencia de la muchedumbre se afirma desde el comienzo (cf. 9,15.17), es en el centro del relato (cf. 9,25) cuando empieza a formarse o, al menos, a aglomerarse, unos escribas discutiendo con ellos: En el contexto presente, imaginamos a los nueve discípulos (aparte de Pedro, Santiago y Juan) polemizan­do con los escribas. Así la escena se ambienta para la acción poderosa de Jesús, que única­mente él puede realizar. 18. lo tira por tierra, le hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse rígido: La descripción de lo que ocurre cuando el «espíritu mudo» (pneuma alalon) se apodera del niño se interpreta como un ataque epiléptico. La incapacidad de los discípulos para tratar este caso es de algún modo sorprendente a la luz del éxito previo (cf. 6,7.13.30). 19. ¡Generación incrédula!: El comentario de Jesús tiene el tono del que se siente rendido ante la inadecuada respuesta a sus enseñanzas y actividad; lo dirige contra to­da su generación, no simplemente contra la muchedumbre, sino también contra los es­cribas y los discípulos. Puede haber también en el comentario una indicación velada a la muerte. 20. el espíritu lo vio y sacudió violen­tamente al muchacho: Al ver a Jesús, el espíri­tu convulsionó al chico, ilustrando de este modo los síntomas descritos en 9,18. Notemos que el relato asume que se trataba de una po­sesión demoníaca, no sólo de un problema médico. 23. ¡Si tú puedes! Todo es posible para quien cree: Én la primera parte de la afirma­ción, Jesús repite las palabras que el padre ha­bía dicho en 9,22, pero desfiándolas. La se­gunda parte presupone que la fe del padre constituye una parte esencial en la curación que Jesús realizará. 24. ¡creo, ayuda a mi poca fe!: La elocuente petición del padre afirma su fe en el poder curativo de Jesús y admite que todavía su fe está mezclada con ciertas dudas. Según sigue el relato, se hace evidente que esta declaración de fe era suficiente para que aconteciera la curación. 25. espíritu mudo y sordo: Antes de esta invocación, se descri­be también al espíritu como «impuro», mien­tras que en 9,17 es calificado simplemente co­mo «espíritu mudo». 26. el niño quedó como muerto: El estado de reposo provocado en el niño por el exorcismo conduce a la gente a pensar que estaba muerto. Esta suposición crea el contexto necesario para la utilización de la terminología de resurrección en el si­guiente versículo. No se atribuye a la gente ninguna reacción de maravilla o asombro. 27. él lo levantó y se puso de pie: Los dos verbos griegos égeiren y anesté son los términos técni­cos que el NT utiliza para expresar la resu­rrección. Así, pues, la curación se nos presen­ta como preanuncio de la resurrección de Jesús, o, al menos, como su trasfondo. 28. sus discípulos le preguntaron en privado: El centro de atención se desplaza a los discípulos, como en 9,14-19. En la estructura marcana, la per­plejidad sobre su incapacidad para curar al ni­ño procede de su primera misión (6,7) y del éxito inicial (6,13.30). 29. sino con la oración: La explicación de Jesús sugiere que los discí­pulos deben confiar en el poder de Dios sim­bolizado en la oración. La frase «y con ayu­no», que se encuentra en algunos manuscritos, es una adición posterior.

60 (D) Segunda instrucción sobre cris­tología y discipulado (9,30-10,31). El víncu­lo que une a todas estas diferentes enseñanzas es el tema del reino de Dios y las exigencias para entrar en él. Muchas de las exigencias son totalmente radicales, y parecen tener su fundamento en la experiencia de Jesús con sus primeros discípulos y en el esfuerzo de la Igle­sia primitiva para continuar este estilo de vida de renuncia como forma de contribuir a la proclamación del reino de Dios.

61 (a) Segunda predicción de la pasión y sus consecuencias para el discipulado (9,30-50). La segunda explicación del mesianismo de Jesús comienza con una predicción de la pa­sión (9,30-32), corrige otra falsa comprensión de los discípulos (9,33-37), cuenta el relato del exorcista desconocido (9,38-40) y concluye con varios dichos (9,41-50). El verdadero dis­cípulo de Jesús debe ser el último y el servidor de todos (9,35). El carácter artificioso de las palabras gancho («en mi nombre», «escandali­zar» y «fuego») sugiere que estos dichos ya se habían unido en una fase premarcana para ser memorizados y para su utilización en la cate­quesis. 30. atravesaron Galilea, y Jesús no que­ría que nadie lo supiera: La razón de este viaje secreto a través de Galilea parece responder al deseo que tenía Jesús de instruir a sus discípu­los sobre su pasión y resurrección (9,31). El ministerio público en Galilea ha concluido (cf. 10,1). 31. el Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres: El verbo paradidotai, «ser entregado», se hará más presente confor­me avance el relato de la pasión (cf. 14,21.41; 15,1.10.15) . Aunque puede haber alusiones a la traición de Jesús por Judas, el significado pri­mero se refiere al plan divino de salvación en el que la muerte de Jesús ocupa un lugar cen­tral. le darán muerte: En ninguna de las pre­dicciones de la pasión (8,31; 9,31; 10,33-34) se hace explícito el modo preciso de la muerte de Jesús. 32. pero no entendían lo que decía: A la luz de la primera predicción de la pasión (8,31) y las explicaciones en tomo a ella, cues­ta trabajo pensar que los discípulos fueran tan duros en comprenderlo. La insistencia de Mar­cos sobre este punto sugiere un desarrollo pau­latinamente negativo del retrato de los dis­cípulos. 33. llegaron a Cafarnaún, y cuando estaba en casa: Como parte del viaje desde Ce­sarea de Filipo (8,27) a Jerusalén, Jesús y sus discípulos paran en Cafarnaún (cf. 1,21; 2,1), presumiblemente en casa de Pedro (1,29). 34. quién era el más importante: Mt 18,1 añade «en el reino de los cielos», y la misma perspectiva se sugiere en Mc 10,37. Pero aquí el énfasis re­cae en el grupo presente de los discípulos. No hay ningún elemento en el resto del relato que exija una ambientación escatológica. 35. el que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos: Sobre una enseñanza si­milar, cf. 10,43-44. El ideal de liderazgo como servicio será ejemplificado por Jesús en el de­sarrollo del relato evangélico. 36. tomó a un ni­ño: En este contexto, el niño no es el símbolo de la inocencia o la humildad sino alguien que carece de un status legal y, por consiguiente, se encuentra desvalido. El niño no puede hacer nada por el discípulo; acoger a un niño es rea­lizar una acción buena por una persona insig­nificante sin esperar recompensa terrena. Puesto que el arameo talya puede significar tanto «siervo» como «niño», la demostración de 9,36 puede ser la mejor interpretación de la enseñanza de 9,35 que cualquier traducción pudiera lograr. 37. el que acoge a un niño como éste en mi nombre: La idea que está detrás del dicho es que quien recibe al enviado de al­guien recibe también al que lo envía. Así que quien acoge a un niño acoge a Jesús, y quien acoge a Jesús, acoge a Dios, que envió a Jesús. La palabra clave en el dicho es «en mi nom­bre», que evoca el siguiente episodio (cf. 9,38-39) sobre el exorcismo realizado en el nombre de Jesús (cf. también 9,41). 38. se lo hemos prohibido porque no es de nuestro grupo: Un texto paralelo del AT a este relato del exorcis­ta anónimo es la historia de Eldad y Medad, que profetizaron sin ser autorizados para ello (Nm 11,26-30; cf. Hch 8,18; 19,13-14); Moisés responde tolerando su acción. El exorcista usaba el nombre de Jesús como instrumento de poder (cf. Mc 1,24; 5,7). 39. no se lo prohi­báis: La actitud tolerante de Jesús se apoyaba en la idea de que nadie que practique el exor­cismo en su nombre hablaría mal de él. El ejemplo de tolerancia puede haber sido em­pleado para criticar ciertas tendencias hacia el exclusivismo y elitismo que se daban en la Iglesia primitiva, aunque esta utilización no explica la creación del relato. El dicho de 9,40 es una generalización en forma proverbial de la enseñanza más concreta que se encuentra en 9,39. 41. porque sois de Cristo: La conexión de este dicho con el material precedente está fundamentada en el «nombre» (cf. 9,37.38-39) más que en el contenido. La situación es la opuesta a la de 9,37, porque en este caso se tra­ta de alguien que hace un favor a los discípulos en el nombre de Jesús. 42. el que escandalice a uno de estos pequeños: El verbo «escandalizar» («hacer pecar», «poner un obstáculo») es la pa­labra gancho que une a todo el grupo de dichos de 9,42-48 (cf. 9,42.43.45.47). Los pequeños, a los que se alude en este dicho, pueden referirse a los miembros de la comunidad de los discí­pulos (cf. Mc 9,37). 43. si tu mano te escandali­za: La estructura de los dichos de 9,43.45.47 es la misma: si una parte del cuerpo te hace pecar, córtala para que puedas entrar en la vida/reino y evitar la gehenna. Es plausible, desde la vi­sión grecorromana antigua del cuerpo como metáfora comunitaria, que estos dichos tuvie­sen una dimensión comunitaria y sirviesen pa­ra excluir a miembros de la iglesia que habían cometido pecados graves, gehenna: Según 2 Re 23,10, el valle del Hinón (hebreo ge hinnóm) había sido utilizado para el sacrificio de niños (cf. Jr 7,31; 19,5-6). Aunque originalmente el término «gehenna» designaba al valle situado al sudoeste de Jerusalén, llegó a usarse como nombre del lugar del castigo eterno (cf. 1 Hen 27,2; 4 Esd 7,36). el fuego que no se extingue: Esta descripción que se añade a la idea de la gehenna se basa, probablemente, en Is 66,24 (cf. 9,44.46.48). 44. donde su gusano no mue­re…: En algunos manuscritos, 9,44.46.48 ofre­cen una cita de Is 62,24. Mientras que la evi­dencia textual de su presencia en 9,48 es buena, los manuscritos más antiguos y mejores la omi­ten en 9,44.46. 47. entrar en el reino de Dios: En la estructura de estos tres dichos sobre el es­cándalo, entrar en el reino (cf. 10,15.23-25) sig­nifica entrar en la vida. 48. donde su gusano no muere…: Esta descripción de la gehenna proce­de de Is 66,24. Su oración final sobre el fuego inextinguible atrajo los dichos de 9,49-50 sobre la base de la palabra gancho «fuego». 49. todos serán salados con fuego: Las imágenes de la sal y del fuego tenían probablemente algo que ver con la purificación durante el período de sufri­miento (los «dolores del Mesías») antes de la llegada final del reino de Dios. 50. pero si la sal se vuelve insípida: Aquí la sal es un condimen­to más que un agente de purificación; la metá­fora de la sal probablemente se refiere a la fun­ción de los discípulos como «sal de la tierra» (Mt 5,13) y agentes de la sabiduría espiritual (Col 4,16). tened sal en vosotros: Esta tercera mención de la sal alude a la hospitalidad y amistad entre los seguidores de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

No debe perderse de vista el enlace de este pasaje con el fin del último capítulo. Nuestro Señor había estado hablando de su próxima muerte y pasión, de la necesidad de abnegación en los que quisieran ser sus discípulos, de la precisión de perder nuestras vidas si es que deseamos salvarlas; pero seguidamente pasa á hablar de su reino futuro y de su gloria. Suaviza la «dureza de sus palabras,» prometiendo la contemplación de esa gloria a algunos de los que lo escuchaban; y en la historia de la transfiguración, que en este lugar se relata, vemos esa promesa cumplida.
Lo primero que debe fijar nuestra atención en estos versículos es la maravillosa visión que contienen de la gloria, que Cristo y su pueblo obtendrán en su segunda venida.
No hay duda que este fue uno de los principales objetos de la transfiguración. Se propuso con ella enseñar á sus discípulos, quo aunque su Señor era ahora de apariencia pobre y humilde, aparecería un día con la majestad real que convenía al Hijo de Dios. Se propuso con ella enseñarles que cuando su Maestro viniera por segunda vez, sus santos, como Moisés y Elías, aparecerían con El. Fue su objeto recordarles que aunque vilipendiados y perseguidos ahora, porque seguían á Cristo, día llegaría en que se verían revestidos de honor, y participando de la gloria de su Maestro.
Razón tenemos de dar gracias á Dios por esta visión. Nos vemos á menudo tentados á abandonar el servicio de Cristo por causa de la cruz y de las aflicciones que trae consigo. Vemos a pocos con nosotros, y á muchos en contra nuestra; nuestros nombres despreciados como algo malo, y toda clase de calumnias dirigidas contra nosotros, tan solo porque creemos y amamos el Evangelio. Vemos en el transcurso de los años á nuestros compañeros en el servicio de Cristo arrebatados por la muerte, y respecto á ellos no sabemos sino que han partido para un mundo desconocido y que hemos quedado solos. Todas estas cosas son pruebas muy duras para la carne y la sangre. No es de admirarse que la fe de los creyentes desfallezca algunas veces, y que su vista se oscurezca sin descubrir un vestigio de esperanza.
Veamos en la historia de la transfiguración un remedio para esas dudas. La visión en el santo monte es una prenda que Dios graciosamente ha querido darnos de las glorias que tiene reservadas á su pueblo. Sus santos vendrán todos con El, y permanecen seguros y resguardados hasta ese día feliz. Podemos esperar pacientemente. «Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, vosotros también apareceréis entonces con El.» Colos. 3:4.
Lo que debe, en segundo lugar, fijar nuestra atención en este pasaje, es la fuerza con que se expresó el apóstol Pedro, al ver á su Señor transfigurado.
«Maestro,» le dijo, «que bueno es para nosotros estar aquí..
No hay duda que hay mucho en esas palabras que no puede recomendarse. Muestran la ignorancia en que estaba del verdadero objeto de la venida de Jesús á la tierra, que era sufrir y morir. Muestran que se olvidaba de aquellos hermanos suyos que no estaban con él, así como del mundo aun cubierto de tinieblas y que tanto necesitaba de la presencia del Maestro. Sobre todo, la proposición que hizo al mismo tiempo de » edificar tres tabernáculos,» para Moisés, Elías y Cristo, mostraba la opinión tan elevada que tenia de la dignidad de su Maestro, pero implicaba que no sabia que allí estaba uno que era, más grande que Moisés y Elías. Bajo todos estos respectos la exclamación del apóstol es de criticarse y no alabarse.
Pero habiendo hecho estas salvedades, no dejemos de notar la alegría y la felicidad que esta visión gloriosa despertó en el corazón ardiente del discípulo.
Veamos en su fervorosa exclamación, » Que bueno es estar aquí,» el consuelo y el refrigerio que la contemplación de la gloria puede proporcionar á un creyente verdadero. Fijemos la vista en el porvenir, y procuremos formarnos una idea del placer que los santos experimentarán, cuando al fin se reúnan con el Señor Jesús en su segunda venida, y se unan á El para no volverse á separar. Una visión de pocos minutos fue suficiente para mover y encender el corazón, de El espectáculo de dos santos en la gloria lo vivificaba y regocijaba de tal manera, que hubiera querido continuar gozándolo. ¿Qué diremos pues cuando veamos á nuestro Señor aparecerse en el último día con ‘todos sus santos? ¿Qué diremos cuando se nos permita á todos nosotros ser partícipes de su gloria, reunimos á esa turba feliz, y tener la convicción de que nunca más nos apartaremos del gozo de nuestro Señor? Estas son preguntas que no pueden contestarse.
La felicidad que sentiremos ese gran día en que todos nos reuniremos es tal, que no puede concebirse. Los sentimientos de que tuvo Pedro una ligera idea anticipada, los experimentaremos entonces por completo. Cuando veamos á Cristo y á sus santos, entonces diremos todos con un corazón y con una voz, «Que bueno es estar aquí..
Lo que debe finalmente fijar nuestra atención en este pasaje es el testimonio que en él se da al oficio y ala dignidad de Cristo, como el Mesías prometido.
Descubrimos ese testimonio primeramente en la aparición de Moisés y de Elías, representantes de la ley y de los profetas. Se presentaron como testigos de que Jesús es Aquel de quien se habló en los tiempos antiguos, y de quien escribieron que debía venir. Desaparecieron pocos minutos después, y dejaron solo á Jesús, como si con ello quisieran probar que no eran sino testigos, y que habiendo venido nuestro Maestro, los siervos debían cederle el principal lugar.
Vemos ese testimonio, en segundo lugar, en la voz milagrosa que del cielo se oyó, y que decía, «Este es mi amado Hijo; escuchadle.»La misma voz de Dios Padre, que se oyó en el bautismo de nuestro Señor, se volvió á oír en su transfiguración. En ambas ocasiones tuvo lugar la misma declaración solemne, «Este es mi Hijo amado.» En esta última ocasión, hubo una adición de una palabra muy importante, «Escachadlo..
Los incidentes todos que tuvieron lugar al fin de la visión fueron muy apropiados para producir una impresión duradera en el espíritu de los tres discípulos.
Les mostraron de la manera más vivida, que su Señor estaba muy por encima de ellos y de los profetas, como el amo de la casa lo está sobre sus siervos; y que debían en todo creerlo, seguirlo, obedecerlo, confiar en El y escucharlo.
Finalmente, las últimas palabras de la voz que se oyó del cielo deben estar siempre presentes á la memoria de todos los cristianos verdaderos. Deben » oír á Cristo.» Es el gran Maestro; los que desean ser sabios deben aprender de El. Es la luz del mundo; los que desean no equivocarse deben seguirlo. Es la cabeza de la iglesia; los que desean ser miembros vivos de su cuerpo místico deben siempre tener la vista fija en EL La gran cuestión que á todos nos interesa más no es tanto averiguar lo que los hombres dicen, ó los ministros, lo que la iglesia, ó los concilios dicen, sino lo que Cristo dice.
Escuchémoslo. Moremos en EL Apoyémonos en El. Fijemos nuestros ojos en El. El y solo El no nos faltará nunca, nunca nos chasqueará, nunca nos extraviará. Felices los que saben de una manera práctica lo que significa este texto, «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen; y Yo les doy la vida eterna ; y nunca perecerán, ni ningún hombre las arrebatará de mis manos.» Juan 10 2Sa 27:28.

Fuente: Los Evangelios Explicados

el reino de DIOS…2Pe 1:17-18.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

TGr42 y sig. La última parte de este versículo debe traducirse: hasta que vean el reino de Dios ya establecido (participio perfecto) con poder. Sus palabras parecen haber sido dichas inmediatamente antes de la transfiguración y en ese hecho se basa el significado. O la transfiguración misma era el reino ya establecido o ésta provee la clave para entenderlo.

T82 El participio perfecto ἐστηκότων se usa como un participio de presente (a menudo en el N.T.): estar en pie.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. han estado.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Transfiguración del Señor. Cura a un endemoniado. Enseña a sus discípulos quien es verdaderamente el mayor. Les da una instrucción sobre uno que lanzaba al demonio y no seguía a Cristo. Dice que debe cortarse el escándalo y la causa de él.

2 a. MS. Ningún tintor. Otros: lavador de paños.

9 b. Porque no comprendían aun, que Jesús, siendo Dios, había de morir y resucitar.

11 c. Elías al fin del mundo ejercerá el ministerio de Apóstol, y hará que los Judíos, que hubiesen quedado, reconozcan y adoren a Jesucristo, como al verdadero Mesías, que esperaban después de tantos siglos. El profeta Malaquías (4,6) dice, hablando de esta venida de Elías: Que convertirá el corazón de los padres a sus hijos, y el de los hijos a sus padres. En este lugar en vez del verbo convertet ponen los LXX: apokatastései, restituirá, restablecerá: que es el mismo, que usa San Mateo, y también San Marcos.

d. Algunos refieren estos sufrimientos al Hijo de Dios: otros, a Elías, explicándolo de este modo: Es verdad, que Elías vendrá primero, y que padecerá mucho, y será despreciado del mismo modo que el Hijo del hombre; de quien está escrito, que también padecerá, etc. En el texto griego se lee la palabra exoudenothé, sea anonadado, tomada, al parecer, de Daniel (9,26), para significar el último grado de abatimiento y humillación, a que había de ser reducido el Señor (Flp 2,7).

12 e. Este es San Juan Bautista, que había venido en la virtud y espíritu de Elías (véase Mt 17,10-11). Las palabras del texto se refieren a la venida del Bautista, que anunciaron los profetas; y no a sus persecuciones, de las que nada dijeron.

13 f. MS. Que les estaban pesquiriendo.

15 g. El Griego: kái eperótese tóus grammatéis. Y preguntó a los escribas.

16 h. El espíritu, que le poseía, le tenía impedido el uso de la lengua y de los oídos. Este endemoniado es una viva imagen del estado en que se halla un alma poseída del demonio. Está muda, porque su orgullo la impide reconocer y confesar su pecado. Tiene cerrados los oídos a las inspiraciones del cielo: asida a los objetos de la tierra, y agitada violentamente de un extraordinario furor, se revuelca en el cieno de diferentes pasiones y vicios, que el demonio le sugiere. Por último se seca toda, y queda sin jugo; porque por puntos se va apartando más y más del divino rocío de la gracia, que es la que la ha de mantener en vida. Y este género de demonios no se echa fuera, como dice después el Señor, v. 28, sino con mucha oración y ayuno.

17 i. MS. Espumear.

21 j. Por estas palabras se echa bien de ver, que el padre tenía una fe muy flaca, pues dudaba del poder de Jesucristo, y por consiguiente no reconocía aún su divinidad.

22 k. Para Dios no hay cosa imposible. Mas Dios no quiere todo lo que puede. Hubiera podido curar al hijo, aunque el padre no tuviese fe; pero quiso que la curación del hijo fuese efecto de la fe del padre. El Señor le inspiró la que era necesaria, cuando le dijo: Si puedes creer. Y nos enseñó también al mismo tiempo como hemos de acudir a Dios, de quien depende todo nuestro bien, para que avive la nuestra, cuando le pidamos la salud y curación de nuestras almas.

23 l. Supla tu bondad lo que falta a mi fe.

24 m. Sordo y mudo, por los efectos que causaba.

26 n. Otros: Embestólo, y se levantó.

27 o. MS. Sos discíplos en poridat.

28 p. De demonios.

29 q. Lo conociese.

31 r. Porque no podían comprender, cómo la salvación de los hombres dependía de un medio tan extraordinario: ni sabían concertar los oprobios de la cruz con la gloria del que venía a redimir a Israel.

32 s. El Griego: élthen, vino.

37 t. Núm 11,28. Semejante al de los Apóstoles fue el celo de Josué, cuando rogaba a Moisés que prohibiese profetizar a Eldad y Medad. Y la respuesta de Moisés: ¡Quién diese, que todos los del pueblo de Dios fuesen profetas, y que Dios derramase su espíritu sobre ellos! parece también muy conforme a lo que el Señor respondió a San Juan. Como los Apóstoles eran aun imperfectos, es creíble que hacían estas preguntas al Señor, movidos de un celo falso e interesado, debiendo más bien alegrarse de que fuese glorificado por estos efectos milagrosos de su poder, con sola la invocación de su nombre por una persona que no le seguía. Se ve también que ni el don de profecía, ni el de hacer milagros, es prueba infalible de santidad.

38 u. Como si dijera: Esa obra prodigiosa que ha hecho en mi nombre le infundirá una cierta veneración, y le hará respetar el poder supremo de aquel que la ha obrado, y así de ningún modo podrá hablar mal de él.

39 v. Porque contribuyendo esta maravilla del mismo modo que las que obraban los Apóstoles al acrecentamiento del reino de Jesucristo, aunque el que la hizo no estuviese unido con ellos en lo exterior, lo estaba en lo principal; porque contribuía a un mismo fin y designio, que era el de su gloria. El texto Griego en lugar de vosotros pone nosotros.

40 w. Porque sois de la grey y rebaño del Mesías, y pertenecéis a su redil.

41 x. El Griego: líthos mulikós, piedra de molino.

43 y. Por nombre de gusano entienden los Padres la conciencia del pecado, que atormentará y remorderá sin cesar a los condenados.

44 z. No porque en el cielo hayan de durar estos defectos o imperfecciones, ni otra alguna, en los que las hubieren tenido en esta vida; sino para significar, que vale más salvarse sufriendo acá cualquier trabajo o desgracia, que condenarse disfrutando acá todas las comodidades imaginables.

47 a. Este castigo tan espantoso se verificará infaliblemente en los réprobos. ¿Quién no se aterrará, exclama San Agustín, oyendo esta triple repetición de una pena tan terrible, siendo el mismo Dios el que nos amenaza con tanta vehemencia? Y ¿quién no separará de sí luego aun aquellas cosas que más estima, cuando le son ocasión de ofender al Señor?

48 b. Todos; esto es, los condenados, para quienes el fuego será como una sal que los hará incorruptibles en los tormentos.

c. Y toda víctima, Aquí el y está en lugar de sicut, como. Lo que alude a lo que el Señor ordenó en el Lev 2,13, que se sazonase con sal todo lo que se le debía ofrecer. Los condenados son otras tantas víctimas de la justicia divina.

49 d. El doctor o maestro, que se aparta de la doctrina del Evangelio y de la disciplina saludable de la Iglesia católica, de ningún modo podrá recobrar su virtud estando fuera de ella. Asimismo los que abusan de las gracias que Dios les hace, son como la sal desabrida, que para nada valen, sino para ser arrojados en el fuego.

e. Esta sal representa una sabiduría que sea de lo alto y según Dios, y que se encamine a la caridad y a la conservación de la paz de unos con otros.

Fuente: Notas Bíblicas

[4] El trono de David, de regreso en la tierra y restaurado, gobernando a todas las 12 tribus.

[5] Habla de un tiempo justo seis días después, cuando los discípulos ven el reino venir en una visión antes de que ellos prueben la muerte. Ellos ven ésto en el séptimo día después de la profecía de Yahshua, un tipo del milenio, o la era por venir.

[1] De acuerdo con Lucas y Mateo sobre Su cercana expiación en Jerusaleñ, eso abre el camino para entrar al reino.

[2] Ellos pensaban que el reino había llegado, sin darse cuenta de que sólo era una visión del reino, y por eso se sentían requeridos a construir tiendas y celebrar Tabernáculos de acuerdo con Zajariah 14:16-21. Así que de hecho, Pedro hace un discernimiento de responsabilidad para el reino.

[3] La shejinah, o presencia del reino.

[4] Notese este es Mi Hijo, no el Nombre de El Padre del Nuevo Pacto.

[5] Al regreso de Moshiaj el literal Elijah aparecerá. Mal 4:5-6.

[6] Juan el Inmersor vino para el primer advenimiento de Yahshua, en el espíritu y poder de Elijah.

[1] Un principio para la vida Israelita. El servicio es el camino a la grandeza. Entre gentiles un puesto de autoridad conduce a la dominación.

[2] Los niños pequeños son los hijos de Israel.

[3] Todos los sacrificios en la Torah eran sazonados con sal como conservador. “Tengan sal en ustedes mismos” es una expresión idiomática Hebraíca, diciendo en esencia “ustedes son los nuevos sacrificios vivos Israelitas, y como tales deben sazonar todo lo que hacen en el reino con sal.”

[4] “Uno con el otro” es una referencia a las dos casas.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[12] Reuniendo a judíos y gentiles en una misma fe. Is 53, 3-4.[44] Jer 66, 24.[49] Lev 2, 13.

Fuente: Notas Torres Amat