Comentario de Marcos 9:38 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Juan le dijo: —Maestro, vimos a alguien que echaba fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
9:38 — Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía — Parece que Juan relata este suceso en vista de lo que Jesús acabó de enseñar sobre el recibir a otros. En lugar de recibir a esa persona, los doce apóstoles le prohibían (estorbaban), porque no era de su compañía particular. Esta persona no sencillamente reclamaba echar fuera demonios, sino en realidad lo hacía, como lo indica el versículo siguiente. Jesús había comisionado a otros a salir a obrar milagros (Luc 10:1; Luc 10:9) que no eran de los doce apóstoles. La persona referida en este caso seguramente había sido investida de poder (compárese Luc 24:49) para echar fuera demonios. (Nadie podía hacer tal cosa de por sí). Los doce sentían celos a ver a uno que no era de su grupo haciendo lo que podían hacer ellos solamente por delegado poder sobrenatural.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Maestro. Núm 11:26-29; Luc 9:49, Luc 9:50; Luc 11:19.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Juan le respondió. El único momento registrado en los Evangelios sinópticos en que Juan haya hablado solo. Tomando en cuenta lo dicho por Jesús (vv. Mar 9:35-37), la conciencia de Juan lo estaba molestando con respecto a un incidente ocurrido momentos antes. Es claro que el exorcista no identificado no era un fraude porque echaba fuera demonios. Aparentemente se trataba de un verdadero creyente en Cristo. Juan y los otros se habían opuesto a él, porque no era un aliado oficialmente abierto de Jesús, como lo eran ellos.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
9:38 — Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía — Parece que Juan relata este suceso en vista de lo que Jesús acabó de enseñar sobre el recibir a otros. En lugar de recibir a esa persona, los doce apóstoles le prohibían (estorbaban), porque no era de su compañía particular.
Esta persona no sencillamente reclamaba echar fuera demonios, sino en realidad lo hacía, como lo indica el versículo siguiente. Jesús había comisionado a otros a salir a obrar milagros (Luc 10:1; Luc 10:9) que no eran de los doce apóstoles. La persona referida en este caso seguramente había sido investida de poder (compárese Luc 24:49) para echar fuera demonios. (Nadie podía hacer tal cosa de por sí). Los doce sentían celos a ver a uno que no era de su grupo haciendo lo que podían hacer ellos solamente por delegado poder sobrenatural.
Este pasaje ha sido abusado por sectarios para afirmar que hay cristianos en diversas iglesias denominacionales y que en lugar de prohibir algunos a otros, más bien debe cada cual dejar que los demás vayan al cielo “por su propio camino”. ¡Pero este pasaje no justifica el denominacionalismo! No se trata de cosas no autorizadas por Cristo, sino de lo que Cristo ha autorizada para los suyos, no importando en dado caso cierta compañía o círculo de discípulos involucrado.
Fuente: Notas Reeves-Partain
UNA LECCIÓN DE TOLERANCIA
Marcos 9:38-40
Juan Le dijo a Jesús:
Maestro, hemos visto a uno que estaba echando demonios usando Tu nombre, e hicimos lo posible por impedírselo, porque no pertenece a nuestra compañía.
No debisteis impedírselo -dijo Jesús-. No hay nadie que pueda realizar una obra importante por la fuerza de Mi nombre que pueda hablar con ligereza mal de Mí. El que no está contra nosotros está a favor de nosotros.
Como hemos visto una y otra vez, en los tiempos de Jesús todo el mundo creía en los demonios. Se creía que tanto la enfermedad mental como la física eran causadas por la influencia maligna de los espíritus malos. Ahora bien: había una manera muy corriente de exorcizarlos. Si uno podía llegar a saber el nombre de un espíritu todavía más fuerte, y le mandaba al demonio en ese nombre que saliera de -la persona, se suponía que el demonio era impotente contra el poder del nombre más poderoso. Esta es la clase de escena que se nos presenta aquí. Juan había visto a uno que usaba el nombre todopoderoso de Jesús para derrotar a los demonios, y había tratado de impedírselo, porque no pertenecía al grupo íntimo de los discípulos. Pero Jesús declaró que nadie podía realizar una acción benéfica de poder en Su nombre y ser Su enemigo. Entonces Jesús estableció el gran principio de que «el que no está en contra de nosotros está a favor de nosotros.»
Aquí tenemos una lección de tolerancia, y es una lección que casi todos nosotros tenemos que aprender.
(i) Cada cual tiene derecho a tener sus propias ideas, a pensarse las cosas por sí y a fondo hasta llegar a sus propias conclusiones y creencias. Y ese es un derecho que debemos respetar. Algunas veces estamos demasiado dispuestos a condenar lo que no entendemos. William Penn, el emigrante ortodoxo de dio su nombre a Pensilvania, dijo una vez: «Tampoco desprecies ni te opongas a lo que no entiendes.» Kingsley Williams, en El Nuevo Testamento en inglés corriente, traduce la frase de Jud 1:10 así: «Los que hablan en contra de todo lo que no entienden.»
Hay dos cosas que debemos recordar.
(a) Hay muchas más que una sola manera de llegar a Dios. «Dios -como decía Tennyson- Se hace real de muchas maneras.» Y Cervantes dijo en algún sitio: «Dios conduce a los Suyos al Cielo por muchos caminos.» El mundo es redondo, y dos personas pueden llegar al mismo sitio siguiendo diferentes direcciones, y hasta sentidos opuestos. Todas las carreteras, si las recorremos lo suficiente, conducen a Dios. Es algo terrible el que alguno o alguna iglesia crean que tienen el monopolio de la salvación.
(b) Es necesario recordar que la verdad siempre es mayor que la persona que la capta o proclama. No hay nadie que pueda aprehender toda la verdad. El fundamento de la tolerancia no es la perezosa aceptación de todo lo que sea. No es el sentimiento de que no podemos estar seguros de nada. El fundamento básico de la tolerancia es sencillamente el reconocimiento de la magnitud del orbe de la verdad. John Morley escribió: «La tolerancia quiere decir el respeto a todas las posibilidades de la verdad; el reconocimiento de que mora en diversas mansiones, se viste de muchos colores y habla distintas lenguas. Quiere decir respeto a la libertad de la conciencia interior frente a las formas mecánicas, los convencionalismos oficiales y la fuerza social. Quiere decir la caridad que. es mayor que la fe y la esperanza.» La intolerancia es señal tanto de arrogancia como de ignorancia, porque es señal de que se cree que no hay más verdad que la que uno abarca.
(ii) No solamente debemos conceder a todas las personas el derecho de pensar; también debemos concederles el derecho a expresarse. De todos los derechos democráticos, el más querido es la libertad de palabra. Ha de haber ciertos limites, por supuesto. Si uno está tratando de inculcar doctrinas calculadas para destruir la moralidad y destruir los cimientos de toda sociedad civilizada, hay que oponerse; pero la manera de oponerse no puede ser tratar de eliminarle por la fuerza, sino de demostrar que está equivocado. Una vez Voltaire estableció la concepción de la libertad de palabra en una sentencia emblemática: «Odio lo que dices -dijo-, pero daría la vida por defender tu derecho a decirlo.»
(iii) Debemos tener presente que cualquier doctrina o creencia se juzga a fin de cuentas por la clase de personas que produce. El doctor Chalmers lo expresó una vez concisamente: «¿A quién le importa lo más mínimo una iglesia si no es como instrumento de la bondad cristiana?» La cuestión tiene que ser siempre a fin de cuentas, no «¿Cómo se gobierna una iglesia?» sino: «¿Qué clase de personas produce?»
Hay una vieja fábula oriental, de un hombre que tenía un anillo mágico con un ópalo maravilloso, que hacía que el que lo llevaba puesto adquiriera un carácter tan dulce y sincero que todo el mundo le amaba. El anillo siempre se pasaba de padre a hijo, y siempre funcionaba. Con el paso del tiempo llegó a un padre que tenía tres hijos a los que amaba con un amor igual. ¿Qué podría hacer cuando llegara el momento de darle a uno solo el anillo? El padre hizo otros dos anillos exactamente iguales que el mágico de forma que nadie pudiera notar la diferencia. En su lecho de muerte llamó a cada uno de sus hijos, le dirigió unas palabras de amor y le entregó un anillo sin que los otros lo supieran. Cuando los tres hijos descubrieron que cada uno tenía un anillo surgió entre ellos una gran disputa en cuanto a cuál era el auténtico que podía hacer tanto por su dueño. Llevaron el caso a un juez sabio, que examinó los anillos y dijo: «No puedo decir cuál es el anillo mágico; pero vosotros mismos lo podéis comprobar.» «¿Nosotros?» -preguntaron los tres, sorprendidos. » Sí -dijo el juez-, porque, si el anillo verdadero produce un carácter dulce al hombre que lo lleva puesto, entonces yo y toda la gente de la ciudad sabremos quién es el que posee el verdadero anillo por la bondad de su vida. Así que, marchaos cada uno a lo vuestro, y sed amables, sinceros, valientes, justos en vuestro trato, y el que viva así será el propietario del anillo verdadero.»
Aquí terminaba probablemente el cuento oriental; pero yo lo concluiría diciendo que los tres fueron tan igualmente sinceros y honrados y nobles que nadie supo nunca cuál era el que tenía el anillo original.
Nadie puede condenar creencias que le hacen a uno una buena persona. Si tenemos esto presente, seremos menos intolerantes.
(iv) Puede que odiemos las creencias de una persona, pero no debemos nunca odiar a la persona. Puede que quisiéramos eliminar lo que enseña, pero no debemos nunca querer eliminar al que lo enseña.
El trazó un círculo que me dejaba fuera y se puso a llamarme: » ¡Malvado, hereje, infiel!» Pero el amor y yo tuvimos la habilidad de ganar y trazamos un círculo que le incluyó a él.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Jesús habla en contra del exclusivismo religioso (Mar 9:38-41)
Análisis de discurso
Nuevamente la construcción del discurso es quiásmica, es decir, en forma de quiasmo. Veámosla:
A. Juan le dijo (v. Mar 9:38):
a. Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre
b. echaba fuera demonios
c. y se lo prohibimos porque no nos seguía
A’. Jesús dijo (v. Mar 9:39):
c’. No se lo prohíban
b’. porque ninguno hay que haga milagro
a’. en mi nombre que luego pueda hablar mal de mí
Luego, viene el quiasmo que analizaremos en el versículo Mar 9:40 (ver Mar 9:40). Finalmente, en el versículo Mar 9:41, tenemos otro quiasmo que se forma de la siguiente manera:
a. Cualquiera
b. que dé un vaso de agua (al discípulo necesitado)
a’. Dios (implícito aquí)
b’. le dará una recompensa (a dicha persona)
La gran diferencia entre un vaso de agua y una recompensa, y entre cualquiera y Dios, acentúa cuáles acciones valora Dios. Esta magnífica construcción retórica cumplía la función de ayudar a la memorización, ya que estas tradiciones fueron transmitidas primeramente en forma oral. Luego, cuando fueron escritas, muchas de las características del código oral fueron transmitidas al texto, y aquí tenemos un excelente ejemplo de ello.
TÍTULO: Un título que expresa bien el mensaje principal de esta perícopa es “Jesús habla en contra del exclusivismo religioso”.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Pero él no nos sigue, y se lo prohibimos porque no nos seguía: Esta traducción se apoya en una variante textual que no tiene mucha aceptación. La mayoría de las versiones modernas, entre ellas TLA, evita incluir la frase pero él no nos sigue, pues ésta no se encuentra en una gran cantidad de manuscritos. En tu nombre presenta también algunos problemas, ya que aquí significa algo distinto que en Mar 9:37, esto es, que la persona está usando el nombre de Jesús como una herramienta de exorcismo, está invocando el poder de Jesús para expulsar demonios. Proponemos, entonces, la siguiente traducción, muy similar a la de TLA: “Maestro, vimos a alguien que echaba fuera demonios invocando tu poder, pero se lo prohibimos porque no pertenece a nuestro grupo”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
REFERENCIAS CRUZADAS
n 441 Núm 11:28; Hch 19:13
ñ 442 Luc 9:49
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
tratamos de impedírselo, porque no nos seguía. Aunque es posible que el hombre echando fuera demonios tuviera fe en Cristo, los doce creían que sólo ellos tenían el derecho exclusivo de ministrar en el nombre de Jesús.
Fuente: La Biblia de las Américas
38 (1) Este fue un acto impetuoso de parte de Juan, hijo del trueno; era contrario a la virtud del Salvador-Esclavo, a quien acompañaba (véase la nota 17 (1) del cap.3). La actitud de Juan fue como la de Josué en Núm_11:28 .
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Tenemos en estos versículos la opinión de Cristo respecto á la gran cuestión de tolerancia religiosa. El apóstol Juan le dijo, «Maestro, vimos á uno que lanzaba demonios en tu nombre, y no nos sigue: y se lo vedamos, porque no nos sigue.» Esa persona estaba sin duda haciendo una buena obra; es incuestionable que militaba bajo la misma bandera de los apóstoles; pero eso no satisfacía á Juan, porque no trabajaba en su compañía, ni combatía con ellos en el mismo cuerpo de ejército; por tanto, Juan se lo prohibió. Escuchemos ahora lo que decide sobre este particular la gran Cabeza de la iglesia. «Jesús le dijo, No se lo impidas; porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre que pueda hablar mal de mí. Pues que el que no está contra nosotros, con nosotros está..
Esta es una regla preciosa, de que está en mucha necesidad la humana naturaleza, y que con harta frecuencia se olvida. Muy dispuestos están á imaginarse los miembros de las diferentes ramificaciones de la iglesia de Cristo que ningún bien puede hacerse en el mundo, si no lo hace su propio partido ó su denominación especial. Tienen miras tan estrechas, que no pueden concebir ni aun la posibilidad de trabajar de otra manera sino siguiendo el modelo ó el sistema que se han trazado. Convierten en un ídolo la organización eclesiástica á que pertenecen, y no pueden encontrar ningún mérito en otra alguna. Son como el que clamaba cuando El-dad y Medad profetizaban en el campamento, «Señor Moisés, prohíbeselos..
Debemos á este espíritu intolerante algunas de las páginas más negras de la historia de la iglesia. Cristianos han perseguido repetidamente á otros cristianos por ninguna otra razón más fuerte que la que aquí da Juan. Han dicho en realidad á sus hermanos, «nos seguís, ó no trabajáis por Cristo de ninguna manera..
Guardémonos de este sentimiento, pues está muy cerca de la superficie de nuestros corazones. Empeñémonos en practicar el espíritu liberal y tolerante que Jesús nos recomienda en este pasaje, y agradezcamos toda buena obra cualquiera que sea la persona que la haga y el lugar en que se realiza. Espiemos en nosotros mismos la más ligera inclinación á paralizar y detener á otros en sus trabajos, tan solo porque no han preferido adoptar nuestros planes, ni trabajar con nosotros. Permitido nos es considerarlos errados en algunos particulares; creer que mucho más podría hacerse por Cristo, si se hubieran unido á nosotros, y todos trabajáramos de consuno; lamentar los males que ocasionan las luchas y divisiones religiosas; pero esto no debe ser un obstáculo á que nos regocijemos de que las obras del demonio sean destruidas y de que las almas se salven. ¿Está mi prójimo guerreando contra Satanás? ¿Está realmente trabajando por Cristo? Esta es la gran cuestión. Mejor es cien mil veces que otras manos hagan el trabajo antes que quede por hacer. Feliz aquel que siente en sí el espíritu de Moisés cuando dijo: » Ojalá que todos los miembros del pueblo de Dios fueran profetas,» Núm. 11.29; y el de Pablo cuando este dice: «Si Cristo es predicado, me regocijo, sí, y me regocijaré.» Filip. 1:16.
Vemos además en estos versículos la necesidad en que estamos de renunciar á todo lo que se atraviesa entre nosotros y la salvación de nuestras almas. La «mano» y el «pié» deben ser cortados y el » ojo » sacado, si ofenden, ó son ocasiones de pecar. Debemos renunciar á todo lo que nos es querido, como los ojos, los pies y las manos, y alejarlo de nosotros si daña nuestras almas, cualquiera que sea el sacrificio ó el dolor que nos cause.
Es una ley esta que parece á primera vista dura y severa en extremo, pero no sin causa la promulga nuestro amoroso Maestro. Cumplir con ella es absolutamente necesario, puesto que el infringirla es caminar de seguro al infierno. Nuestros sentidos corporales son los canales por donde se introducen en nosotros las tentaciones más formidables. Nuestros miembros son instrumentos dispuestos al mal, aunque lentos para el bien. El ojo, el pié, y la mano son siervos buenos cuando están bien dirigidos, pero preciso es vigilarlos de continuo, pues si no, nos conducen al pecado.
Decidámonos con la gracia de Dios á hacer uso práctico de la orden solemne que en este pasaje nos da nuestro Señor. Considerémosla como la prescripción de un médico sabio, el consejo de un padre tierno, o el apercibimiento de un amigo. Aunque los hombres nos ridiculicen por lo estricto y cumplidos que seamos, sea en nosotros un hábito «crucificar nuestra carne con sus afectos y concupiscencias.» Neguémonos todo goce antes de exponernos al peligro de pecar contra Dios. Sigamos las huellas de Job, cuando dice: «He hecho un pacto con mis ojos.» Job 31.1. Recordemos a Pablo; dice, «Sujeto mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que predicando á los otros, no me vea yo mismo reprobado.» 1 Cor. 9.27.
Vemos, finalmente, en estos versículos, la realidad, el horror, y la eternidad del castigo futuro. El Señor Jesús habla tres veces del «infierno.» Menciona tres veces el «gusano que nunca muere.» Tres veces dice que » el fuego no se apagará.» Estas son expresiones terribles, que invitan á reflexionar más que á explicar. Medítenlas, considérenlas y recuérdenlas todos los que profesan ser cristianos.
Poca diferencia hace que las tomemos por figuradas ó emblemáticas; si lo son, una cosa por lo menos es muy clara, que el gusano y el fuego son emblemas de realidades; que hay un infierno verdadero, y un infierno que es eterno. No es mostrar misericordia el no tocar ante los hombres la cuestión del infierno; por lo mismo que es tan horrible y tan tremendo, debemos imprimirla en todas las almas como una de las grandes verdades del Cristianismo. Nuestro Salvador que es tan amoroso habla frecuentemente de él, y el apóstol Juan lo describe más de una vez en el libro de la Revelación; así es que los siervos de Dios no deben en nuestros días avergonzarse de confesar que en él creen. Si no hubiera en Cristo una misericordia infinita para todos los que en El creen, podríamos con razón evitar la consideración de tan horrible idea. Si no tuviéramos la sangre preciosa de Cristo que lava todos nuestros pecados, bien podríamos guardar silencio respecto á la ira venidera. Pero hay misericordia para todo el que la pide en nombre de Cristo; hay una fuente abierta para todo pecado. Aseguremos pues franca y decididamente que hay infierno, y supliquemos á los hombres que huyan de él, antes que sea muy tarde. «Conociendo los terrores del Señor,» el gusano, y el fuego, «persuadamos á los hombres.» 2 Cor. 5.11. Posible es que no se hable bastante de Cristo, pero sí es posible qua se diga poco del infierno.
Que las palabras con que terminó su discurso nuestro Señor resuenen en nuestros oídos, al concluir este pasaje. «Tened sal en vosotros mismos, y paz unos con otros.» Tengamos la seguridad de poseer en nuestros corazones la gracia salvadora del Espíritu Santo, que santifica, purifica y preserva todo el hombre interno le la corrupción. Conservemos vigilantes la gracia que diariamente se nos otorga, y pidamos á Dios que nos salve del descuido y del pecado, no sea que incurramos en faltas que manchen nuestras conciencias y desacrediten nuestra profesión cristiana. Vivamos sobre todo en paz con los demás, no buscando grandes cosas, ni intrigando por preeminencia, sino revestidos de humildad, y amando sinceramente á todos los que aman á Cristo. Todo esto es muy sencillo, pero su cumplimiento acarrea grandes mercedes.
Fuente: Los Evangelios Explicados
M9 Ἐκωλύομεν probablemente se usa como un imperfecto de increso y significa: tratamos de impedírselo (comp. TGr41; el hombre rehusó ser detenido en su buen trabajo -MT129).