Comentario de Mateo 11:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Aconteció que, cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.

11:1 — Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos 2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3 para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir (Gén 49:10; Deu 18:18-19; Isa 9:6; Isa 11:1-5; Isa 35:4-6; Isa 53:1-12; Dan 9:24-27), o esperaremos a otro? — (Véase también Luc 7:18-35). “Aquel que había de venir” era el Mesías. Después de haber proclamado que Jesús era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jua 1:29), nos sorprende que Juan haya hecho esta pregunta. La Biblia no revela la razón por la cual la hizo, pero el lenguaje mismo indica que él había comenzado a tener dudas acerca de Jesús, porque aun pregunta, “¿o esperaremos a otro?” Si no tenía dudas acerca de Jesús, estas preguntas no tienen sentido.

¿Cómo podría Juan dudar? Algunos, queriendo defender a Juan, suponen que Juan solamente quería que Jesús declarara más abiertamente que en realidad El era el Mesías para acabar con las dudas e inquietudes del pueblo acerca de su identidad (compárese 16:14), pero si eso hubiera sido su pensamiento o motivación, habría enviado discípulos a Jesús animándole a hacerlo, pero simplemente no fue así.

Recordemos que aunque Juan era profeta y el gran precursor del Mesías, la inspiración de ciertos hombres no evitó que tuvieran flaquezas y faltas. Este texto ilustra otra vez que la Biblia habla con toda franqueza de las flaquezas de sus más grandes héroes, y la explicación más razonable de esta pregunta es que Juan tenía dudas acerca de Jesús de Nazaret. Por lo menos quería tener su confianza reafirmada (ATR).

Cuando Dios llamó a Moisés, éste le resistió con excusas, indicando su falta de fe en Dios (lo hizo otra vez en Núm 20:12). Solamente con milagros se convenció Gedeón. La confianza que Elías tenía en Dios prácticamente desapareció y él se escondió en una cueva. Jeremías y Job denunciaron el día de su nacimiento. El ejemplo “clásico” de esto era Pedro quien, después de andar con Jesús por más de tres años, lo negó con juramentos.

Sin duda el estar confinado en la cárcel tuvo algo que ver con su flaqueza, porque cuando él estaba predicando y bautizando a mucha gente, su fe era muy viva y fuerte. Sea lo haya sido el caso de Juan, aquí cabe una advertencia para nosotros. Recuérdese que Juan estaba encarcelado. Esta puede ser aun para los más fuertes una experiencia deprimente. Juan ya no estaba en el sol del desierto, sino que su vida había pasado por debajo de una nube obscura. La advertencia para nosotros es esta: tengamos cuidado de no perder la fe o caer en dudas cuando estamos afligidos y angustiados. Hay toda clase de experiencia que deprime y debilita.

Al volver a leer Mat 3:10, “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”, tenemos que preguntar, ¿está mostrando algo de impaciencia ahora porque Jesús no había cortado el árbol corrupto? ¿No habría compartido el concepto de los otros judíos y aun de los apóstoles que el Mesías había de establecer un reino terrenal? Y ¿dónde estaba ese reino? ¿Por qué no lo había establecido? Jesús enseñaba y hacía milagros, pero aparentemente no había hecho nada para establecer tal reino.

No estamos afirmando que Juan tenía tales pensamientos. La verdad es que no sabemos por qué él hizo esta pregunta. Sin embargo, podemos tomar en cuenta todo lo que está revelado acerca de Juan y Jesús y por lo menos tratar de entender algo de los pensamientos o dudas de Juan.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

cuando Jesús terminó de dar instrucciones. Mat 28:20; Jua 15:10, Jua 15:14; Hch 1:2; Hch 10:42; 1Ts 4:2; 2Ts 3:6, 2Ts 3:10; 1Ti 6:14.

se fue de allí a enseñar y a predicar. Mat 4:23; Mat 9:35; Isa 61:1-3; Mar 1:38, Mar 1:39; Luc 4:15-21; Luc 8:1; Hch 10:38.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Juan envía a sus discípulos a Cristo, Mat 11:1-6.

Jesús habla acerca de Juan, Mat 11:7-15.

El juicio perverso de la gente, Mat 11:16-19.

Jesús reprende a las ciudades de Corazín, Betsaida, and Capernaum, Mat 11:20-24;

y ora y alaba al Padre por la estrecha relación que tienen, Mat 11:25-27,

llama a sí mismo a todos los que sienten la carga de su pecado, Mat 11:28-30.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El versículo Mat 11:2 retrocede al Mat 4:12 y anticipa la muerte de Juan registrada en el Mat 14:1-12. Probablemente Juan había esperado que el Mesías viniera e inmediatamente juzgara a Israel y estableciera su Reino terrenal (cfMat 3:2-12). El hecho que Cristo no actuara de la manera que su antecesor esperaba comenzó a crear dudas en la mente de Juan. Juan esperaba un juicio inmediato sobre la infidelidad de Israel y posiblemente la derrota de los enemigos de Israel ya que ellos merecían esto. Cristo venía con misericordia. Nosotros debemos ser cuidadosos y no suponer lo que el Señor desea para nosotros. Esto podría causar dudas que se levantarían en nuestro corazón cuando nosotros determinemos un camino para la obra de Cristo en nuestra vida y que Él no nos ha propuesto.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 11.
E n el evangelio de Mt, después de exponerse la doctrina de Cristo en el sermón de la Montaña, y después de rubricárselo con los capítulos de milagros, viene lógica la pregunta, en la estructura del evangelio, como un día surgió en las turbas: ¿no será éste el Mesías?

Introducción.
Con la fórmula vaga y usual de “entonces,” lo que le dispensa de matices, introduce a Cristo predicando.

1 Cuando hubo Jesús acabado de instruir a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

El Bautista provoca ante sus discípulos una declaración mesiánica de Cristo, 11:2-6 (Luc 7:18-23).
2 Habiendo oído Juan en la cárcel las obras de Cristo, envió por sus discípulos 3 a decirle: ¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro? 4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y referid a Juan lo que habéis oído y visto: s los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; 6 y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí.

El Bautista está en prisión (cf. Mt c.4 y 14). Esta estaba en Maqueronte, el palacio-fortaleza de Herodes Antipas, en el mar Muerto 2. Allí debió de tener una prisión atenuada (Mar 6:20), y en donde recibía la visita de sus discípulos. Allí “oyó,” precisamente por sus “discípulos,” lo que se decía de “todas estas cosas” (Luc 7:18). En la perspectiva de Mt deben de ser los milagros relatados (Luc 7:18) y sus enseñanzas. Y por dos de sus discípulos envió a Cristo un mensaje: que dijese si El era el que viene” (¿ ερχόμενος), en participio de presente, como equivalente a un futuro inminente: si El es “el que vendrá” 3. La fórmula era técnica (Gen 49:10) y en el ambiente de entonces era una de las expresiones para denominar al Mesías (Luc 7:19; Jua 6:14). El Talmud la emplea más de cien veces. También la usaban los samaritanos: el Ta’eb, “el que vuelve” (Jua 4:25). La pregunta, pues, era que dijese si era el Mesías. Sin embargo, es rara en los evangelios como nombre de Cristo. Se supone tomada aquí de época cristiana.
La respuesta de Cristo en Mt dice implícitamente – decid a Juan lo que “habéis oído y visto” (v.4) – lo que Lc especifica: que “en aquella hora,” delante de ellos, curó a muchos (Luc 7:21). Acaso Mt abre a los lectores una mayor perspectiva con todas las curaciones narradas antes. Pues no se buscaba sólo presentar un taumaturgo, sino, por estas curaciones concretas, hacer ver que era la obra del Mesías, tal como la describía Isaías (Isa 35:5.6; Isa 29:18; Isa 61:1.2). Era un procedimiento bíblico por “alusión” a las profecías mesiánicas de Isaías. El mismo Cristo se había aplicado a sí mismo el último texto profético citado en la sinagoga de Nazaret (Luc 4:17-21). Los escritos rabínicos y los apócrifos reflejan esta misma creencia milagrosa por obra del Mesías 4. Y precisamente en el Midrash Tan. 24.a se dirá que “se hará todo esto por el Mesías, pues está dicho en Isa 35:5.” 5
Esta era la respuesta que Cristo daba, más que al Bautista, a los enviados y, por medio de ellos, al círculo de celosos adeptos del mismo. Por eso les añadió: Y bienaventurado “el que no se escandaliza de mí.” Pues no respondía la figura de Cristo al concepto ambiental farisaico deformado sobre el Mesías.
Como lo fueron para los fariseos (Mat 12:22v). Estos discípulos, ¿van convencidos? En el evangelio se ven resistencias de discípulos del Bautista a incorporarse a Cristo (Mat 9:14; Jua 3:23-26). Y en la Iglesia primitiva aparecen agrupaciones que sólo recibirán el bautismo de Juan (Hec 18:25; Hec 19:3.4).
¿Por qué motivo envió el Bautista estos discípulos suyos con este mensaje a Cristo?
Una suposición fue que el Bautista, en el agotamiento de su prisión, al ver la tardanza de Cristo en presentarse y actuar como Mesías, comenzó a dudar de El. Ya aparece esta hipótesis sostenida en la antigüedad 6, y modernamente ha sido compartida por otros críticos 7. Pero la prisión del Bautista en Maqueronte no debió de ser una prisión con absoluto aislamiento en marmorras lúgubres, sino una prisión atenuada. Otros ven la extrañeza del Bautista en el modo de conducirse Cristo, contrario al mesianismo nacionalista que se esperaba del Mesías. Sin embargo, la pregunta no versa sobre el modo, sino sobre el hecho mismo de si El es el Mesías. ¿O es que bastaría el que surgiese en él la extrañeza sobre el modo de conducirse el Mesías, para enviar a consultárselo? ¿Sería creíble que, si dudase de verdad, se conformase con la respuesta verbal que le diese El mismo? Parecería que no es fácil compaginar esto con la presentación del Bautista hecha por Mt y los demás evangelios, en que éste bautiza y reconoce a Cristo como Mesías. Una forma especial de esta duda es, v.gr., la siguiente. El Bautista oye los prodigios de Cristo. Aquél esperaba la temible manifestación escatológica-apocalíptica ambiental (Mat 3:10-12). Pudo pensar que Cristo retardase algo su triunfal manifestación. Pero, a estas alturas, ¿por qué no actuaba en forma triunfal? Y si debía liberar a los prisioneros, con más motivo lo debía hacer con los prisioneros de la fe como lo era él 7. Brunec, basándose en el análisis filológico, cree que la pregunta del Bautista significaría: “¿Eres ya reconocido por el Mesías, o el pueblo aún lo sigue esperando?” 8. Esta hipótesis es del todo improbable.
La solución generalmente adoptada por los autores católicos es otra. El Bautista no envía sus discípulos a Cristo para que le responda a él, quitándole su hipotética duda, sino para que la haga desaparecer a sus discípulos, y pese con su influjo sobre el “círculo” del Bautista, que no acaba de incorporarse al Mesías, máxime cuando el Sanedrín llegó a pensar en la posibilidad de que el Bautista fuese el Mesías (Luc 3:15; Jua 1:12.20.25). En dos pasajes evangélicos se acusan los celos de los discípulos de Juan ante ese prestigio y obra de Cristo (Mat 9:14-17; Jua 3:23-26). Ya en otras dos ocasiones el Evangelio muestra al Bautista encaminando a sus discípulos a Cristo (Jua 1:29-36; Jua 3:30).
Sin embargo, frente a esto hay un hecho que obliga a interpretar la “duda” del Bautista sobre el mesianismo de Cristo como real. Y es que ni el Bautista ni su “grupo” de discípulos se pasó al grupo de Cristo, cuando su “misión” era preparar al pueblo a “recibir” al Mesías, sin excluirse él. Y en lugar de pasar a Cristo, él y sus discípulos siguen con su bautismo propio (Jn 3:Jua 3:25ss; 4:l-2), y quejándose, además, de que los discípulos de Cristo bautizan, con otro bautismo, más que ellos 9. De ahí la necesidad de valorar en su justo punto – su género literario – las diversas escenas del Bautista presentando algunos discípulos suyos a Cristo como Mesías e Hijo de Dios (Jua 50:29ss), el “diálogo” de Mt (Jua 3:13-15), y los fenómenos que suceden al Bautista con motivo del bautismo de Jesús; lo mismo que las escenas del “Evangelio de la infancia,” de Lc (cap. 1), pues de haber sido historias, y no un midrash “post facta,” el Bautista tenía ya que saber por su misma familia esto y que Cristo, su “familiar,” era el Mesías y haberse pasado a él. Pero, a pesar de todos los milagros de Cristo en vida, no lo reconoció. ¿Acaso por su concepto de un Mesías terrible y apocalíptico? Por eso Cristo añadió a los enviados del Bautista: “Y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí.”

Cristo confirma la grandeza y misión del Bautista,Jua 11:7-15 (Luc 7:24-30; Luc 16:16).
7 Cuando éstos se hubieron ido, comenzó Jesús a hablar de Juan a la muchedumbre: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8 ¿Qué habéis ido a ver? ¿A un hombre vestido pobremente? Mas los que visten con molicie están en las moradas de los reyes. 9 ¿Pues a qué habéis ido? ¿A ver un profeta? Sí, yo os digo que más que un profeta. 10 Este es de quien está escrito: “He aquí que yo envío a mi mensajero delante de tu faz. Que preparará tus caminos delante de ti.” 1′ En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha aparecido uno más grande que el Bautista. Pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el Reino de los cielos es forzado, y los violentos lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan. 14 Y si queréis oírlo, él es Elias, que ha de venir. 15 El que tiene oídos, que oiga.

Este pasaje sigue lógica y cronológicamente al anterior. Cristo hace el elogio del Bautista, prisionero por testimoniar la verdad. Es el modelo de la fidelidad a su misión y de su dignidad. En las masas, que valoraban el premio y castigo con mentalidad del A.T., podía esta prisión venir en desmedro del Bautista y de su misión de precursor de Cristo.

La Expectación Creada en Israel por el Bautista (v.7-9).
Los evangelistas transmiten con una viveza extraordinaria las palabras de Jesucristo sobre el Bautista. Este había creado una gran expectación cuando apareció anunciando el bautismo de penitencia (Mat 3:5). Hasta el historiador judío Josefo se hace cargo de aquel movimiento 10, y las autoridades judías de Jerusalén enviaron una legación a preguntarle si él era el Mesías (Jua 1:19-27). Seguramente, a muchos de los que fueron oyentes del Bautista se dirigieron ahora las palabras de Cristo. El Bautista, “en el desierto,” no era una “caña agitada por el viento.” Estas, que nacen en abundancia junto al Jordán, escenario bautismal de Juan, fueron siempre símbolo de vacuidad, de ligereza, de falta de consistencia (1Re 14:15; 2Re 18:21). Pero el Bautista tenía la reciedumbre moral para enfrentarse contra el escandaloso adulterio de Antipas y Herodías. No era el Bautista la figura muelle de los cortesanos de Tiberias, que vestían delicadamente y vivían placenteramente. Juan tenía la vestimenta y la austeridad de los profetas. Por eso el “crescendo” de inquisición sigue: salieron no sólo a ver a un profeta, “sino a más que profeta.”

El Bautista es el precursor anunciado por Malaquías (v. 10).
Malaquías había profetizado una visita de Yahvé a su templo para hacer juicio a sus sacerdotes y purificarlo. Pero antes enviaría delante de El (de Dios) un mensajero que preparase esta visita (Mal 3:1). Versículos más adelante, Malaquías habla, en un contexto impreciso, antes del “Día del Señor,” de un juicio sobre Israel, y que enviaría a preparar al pueblo al profeta Elias (Mal 3:23.24). De todo esto vino a crearse un ambiente en la tradición judía en el que se esperaba que Elias, personalmente, sería el que vendría a preparar el pueblo a recibir al Mesías, anunciaría su venida e incluso sería quien lo ungiese 11.
Este texto se aplica al Bautista. Pero esta aplicación está, literariamente, muy acusada en los evangelistas, al cambiar los pronombres personales de la profecía para aplicarla al Bautista y a Cristo. “Tenemos, pues, a la vez una argumentación y una interpretación de esta profecía.” 12 Al menos una utilización oportuna.
Si el precursor de Malaquías es ahora el Bautista, Cristo es Dios, que viene tras el mismo. Juan fue Elías, que, en la perspectiva ya elaborada del Evangelio, “ungió” en el bautismo y presentó “oficialmente” a Cristo a Israel, proclamándolo el verdadero Mesías, “Siervo de Yahvé.” El evangelio de Mt vuelca los textos del A.T. sobre Cristo.

Cristo da la Valoración Exacta de la Misión del Bautista (v.11-15).
Si la grandeza del Bautista queda ya expresada con la aplicación de esta cita de Malaquías, aún se resaltará terminantemente con las palabras de Cristo. Es el mayor entre los nacidos de mujer. En la redacción casi idéntica del lugar paralelo en Lc se dice que no hubo “profeta mayor” que el Bautista. Sin embargo, esta adición falta en varios códices y versiones 13, y los autores se dividen en considerarla como auténtica o como una glosa explicativa. Pero el texto de Mt da suficientemente el pensamiento al decir que es “más que un profeta” (v.9). Los profetas hablaban del Mesías “desde lejos,” Juan lo ve y lo presenta a Israel. Lo hace por su dignidad profética de precursor.
Así, Juan es, metafóricamente, el Elias que ha de venir (v.14).
Por eso “todos los profetas y la Ley han profetizado hasta Juan” (v.13). Con él termina la preparación, y con Cristo comienza el ingreso en el reino.
Pero se diría que el pensamiento polémico-apologético sobre la dignidad de Cristo y su obra se vuelve a acusar. Si el Bautista es el “mayor” profeta por su dignidad de precursor, el ingreso y pertenencia del “menor” en el reino es “mayor que Juan Bautista”; pues entre una función carismático-profética y preparatoria para el reino y la incorporación al mismo, la superioridad está por éste. Era Elias por su papel, conforme a la profecía de Malaquías, y lo era porque tenía “el espíritu y el poder de Elias” (Luc 1:17).
A este ingreso en el reino, preparativamente contribuyó el Bautista. Sin embargo, el pensamiento de Mt resulta abigarrado y, probablemente, fuera de su lugar. Lc cita esto mismo en otro contexto (Luc 16:16) y en forma más clara. Debe de ponerse aquí por la temática del Bautista.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia (βιάζεται), y los violentos (¡ϊασταί) lo arrebatan (v.12). La palabra βιάζομαι, “hacer fuerza,” puede ser susceptible de diversas formas. La media es clara en Lc (Luc 16:16), aunque el verbo aparece con un complemento 11. En cambio, en Mt la forma sin complemento aparece en pasiva. El “Reino de los cielos es violentado” (experimenta violencia); por eso, “sólo los esforzados (βιάσταί) lo “arrebatan” (άρπάζουσιν). Esta violencia, ¿de quién procede? ¿De la misma naturaleza del Reino? ¿O de los fariseos contra los fieles que quieren ingresar en él? Esta última interpretación parece ser la interpretación más plausible, si no de modo exclusivo, sí preferentemente. Si la primera tendría a su favor el aviso de Cristo de que hay que entrar por la “puerta estrecha” (Mat 7:13-14), la segunda tiene a su favor las tremendas palabras de Cristo a los fariseos: “Cerráis a los hombres el reino de los cielos. Ni entráis vosotros ni permitís entrar a los que querían entrar” (Mat 23:1; Luc 11:52). Era toda una estrategia de coacción y persecuciones contra los fieles de Cristo (Jua 9:22), más a la hora de la composición evangélica.
El elogio e identificación del Bautista con Elias, como se ha visto, termina con una frase excitante para saber captar el sentido intencionado de su afirmación: “El que tenga oídos, que oiga.” Expresiones que para lo mismo usaban los rabinos, v.gr., inclinar el oído, abrir la oreja, etc. 15
Puede haber en todo este panegírico sobre el Bautista sentencias de Cristo dichas en ocasiones diversas, e incluso alguna apreciación de la Iglesia primitiva palestina, que se unen, temáticamente, tanto para situar la personalidad del Bautista, como para relacionarlo en su misión de “siervo” ante Cristo, ante polémicas ambientales, aun persistentes, como antes se ha visto. Sobre todo, con el hecho de ser Cristo bautizado por Juan, ya conectaba con su valor de Precursor. Pero era necesario autorizar, en pleno cristianismo, la relación de “misiones” Cristo-Bautista, ante posibles-probables-polémicas contemporáneas aludidas. Por eso, la frase inicial (v.7) no exige, en estos métodos, una apología instantánea. Puede ser un cuadro sintético de elogios diversos.

Censura a la generación contemporánea,Jua 11:16-19 (Luc 7:31-35).
Cristo, al decir ante la misma experiencia de los hechos que sólo los “esforzados” alcanzan ingresar en el reino, va a exponer la estampa de la veleidad de la generación en que vive, y a la que el Bautista trató de “preparar” para recibir al Mesías. Es una crítica al Israel “materializado” por el fariseísmo.

16 ¿A quién compararé yo esta generación? Es semejante a niños sentados en la plaza, que se gritan unos a otros I7 diciendo: “Os tocamos la flauta, y no habéis bailado; hemos endechado, y no os habéis golpeado el pecho.” 18 Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Está poseído del demonio. 19 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de publícanos y pecadores. Y la Sabiduría se justifica por sus obras.

“¿A quién compararé esta generación?” La escena se describe con un gran realismo. Se trata de una parábola, pues los elementos se toman en su sentido directo, y Cristo no los alegoriza. En el Talmud se menciona la “flauta de los muertos” y “la flauta de las bodas” 16. La escena es la de dos grupos de chicos en una plaza, que siempre están dotados de un instintivo recurso para imaginar las escenas que ven. Pero otro grupo de ellos no quiso jugar con éstos, en ninguna de las formas que le brindaban, ni con cantos de alegría ni de tristeza.
Así compara al Bautista con Cristo. El primero no tomaba “pan ni vino,” vivía, con austeridad de todo, en el desierto, e Israel, de hecho, no le hizo caso (Luc 7:30); viene Cristo, asistiendo misioneramente a banquetes con publícanos y pecadores, lo desprecian y hasta le acusan de estar poseído por el demonio (Luc 7:33). Para un oriental es normal atribuir los actos no normales a la presencia de malos espíritus. Hoy mismo los árabes llaman a un hombre así magnúm, es decir, hombre poseído por el gínn, espíritu de locura. En el Corán se dice que Mahoma fue llamado magnúm por sus adversarios l7.
La doctrina que se desprende es clara. La culpabilidad de los fariseos, que cierran los ojos a la luz a causa de sus prejuicios, queda al desnudo y censurada 18.
Pero “la Sabiduría se ha justificado con sus obras” (Mt). La mayor parte de los códices pone “por sus hijos,” como en Lc. Pero en otros varios códices, entre ellos B, ponen por sus obras. Se sospecha que la primera lectura de Mt sea corrección por el influjo del lugar paralelo de Lc.
En contraste con esta actitud judía antes descrita, la obra de Cristo fue justificada y reconocida. El mismo Lc dirá del Bautista: “Y todo el pueblo, aun los publícanos, después de oírle, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan” (Luc 7:29). Y Lc, en lugar paralelo de Mt, dice: “Mas sus hijos han hecho justicia a la Sabiduría” (Luc 7:35). Las obras de Cristo, que producen la conversión de las gentes e incorporación al Reino, son las que hicieron reconocer la “justicia de Dios” (Lc), es decir, el plan de Dios; o, como dice Mt, “con sus obras se justifica la Sabiduría.”
¿Qué Sabiduría es ésta? Se propuso que fuese Cristo, la Sabiduría encarnada19. Pero Cristo no se designa nunca así en el Evangelio. En cambio, resulta más natural y lógico entenderlo de la providencia de Dios, ya que en todo esto está actuando la Sabiduría, como se expresa en los libros sapienciales (Sab 8:4b; Eco 15:7a; 1Co 1:21.24). Esta es, pues, la Sabiduría de Dios, conduciendo las almas al Reino, y que fue glorificada por los que reconocieron la verdad de Cristo e ingresaron en él. Así la Sabiduría “ha sido justificada por todos sus hijos” (Luc 7:35) 20.

Se anuncia el castigo de varias ciudades,Luc 11:20-24 (Luc 10:13-15).
20 Comenzó entonces a increpar a las ciudades en que había hecho muchos milagros porque no habían hecho penitencia: 21 ¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! porque, si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros hechos en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. 22 Así, pues, os digo que Tiro y Sidón serán tratadas con menos rigor que vosotras en el día del juicio. 23 Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás precipitada. Porque, si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistiría. 24 Así, pues, os digo que el país de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio.

Mt une este pasaje con el anterior por la incolora soldadura de “entonces.” Lc lo pone en otro contexto. Pero hay unión lógica, tan propia de Mt. Ante la actitud hostil de los fariseos, acabada de describir, yuxtapone otra actitud semejante de algunas ciudades en las que él predicó. Literariamente usa el estilo “ paralelístico” en la descripción doctrinal de las ciudades.
Cristo increpa a las ciudades – Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm – porque en ellas había hecho muchos milagros, y, sin embargo, no se habían convertido a El. Todas están situadas en la ribera NO. del lago Tiberíades. Corozaín es, probablemente, el actual Khirbet Kerazeth, a cuatro kilómetros al norte de Tell Hum, con el que se identifica Cafarnaúm. Sólo se discute sobre la existencia de una o dos Betsaidas21.
La doctrina que tantas veces había enseñado allí Jesús, rubricada con milagros, les hacía ver que El era el Mesías. Pero no respondieron a esta misión privilegiada que les dispensó; no cambiaron su modo de ser, su judaismo rabínico; no se “convirtieron” (μετενόησαν).
Pero Cristo va a decir la culpabilidad que por ello tuvieron, al compararlas con las antiguas ciudades malditas: Tiro, Sidón, Sodoma. Estas no fueron escenario de la predicación de Cristo. Mas les dice, hipotéticamente, que si en ellas se hubieran hecho los “milagros” que se hicieron en Corozaín, Cafarnaúm y Betsaida, aquéllas hubieran cambiado su modo de ser (μετενόησαν), llorando, amargamente, su pasado en “saco y ceniza.” Esta era la costumbre que se usaba en los días de penitencia y gran ayuno (Jua 3:5-8; Jer 6:26). Las ciudades, clásicamente malas, no tuvieron la Luz como la tuvieron éstas.
El ingreso de estas gentes en el reino, después de tantos milagros, fue, cuantitativamente, mínimo. Y, en el fondo, era debido a que, ambientados y extraviados por el rabinismo, el Mesías no se presentaba con los rasgos deformados con que éste lo interpretaba y presentaba. Mas por ello tendría castigo. ¿Cuándo? “En el día del juicio.” Este día y este juicio, formulado en absoluto, es un termino clásico y técnico de referencia como algo sabido de todos (Mat 24:26; Lc 21-34, etc.); era el juicio final admitido en la literatura judía 22.
Si se apostrofa especialmente a Cafarnaúm, es que Cafarnaúm fue la patria adoptiva de Cristo (Mat 4:13). Allí moró con cierta permanencia, allí hizo más milagros, allí hubo más luz (Mar 1:22-34; Mar 1:21-27). La fórmula “por ventura te levantarás hasta el cielo,” es el modo con el que se expresa el orgullo o el tiempo de prosperidad de una ciudad o un pueblo (Isa 14:13). Y como la respuesta fue el desprecio a su Mesías, el castigo se expresa con la forma tradicional: “Bajarás hasta el Infierno”, será su humillación por castigo (Isa 14:15) 23.

Cristo proclama la fe como don del Padre y revela Su Naturaleza,Isa 11:25-27
(Luc 10:21-22).
25 Por aquel tiempo tomó Jesús la palabra y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. 26 Sí, Padre, porque así lo has querido. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo.

Este pasaje lo traen Mt y Lc. La fórmula vaga con que lo citan ambos no permite fijar su cronología (εν εχεί’νω τω χαφω). En ambos se ve una unión lógica con el distinto pasaje anterior que citan, como clave de explicación última del rechazo del misterio de Cristo en las ciudades citadas (Mt), o del verdadero motivo por qué alegrarse los setenta y dos discípulos al retorno de su misión (Lc).
Este pasaje es, doctrinalmente, de un gran valor.”La perla más preciosa de Mateo,” lo llama Lagrange 24. Es una revelación o sugerencia fortísima de la divinidad de Cristo. Se ha dicho de él que es “un aerolito caído del cielo de Juan.” 25 Conceptualmente, se entronca con Juan. Sin embargo, Cerfaux, reaccionando contra la opinión corriente, ha hecho ver que es un logion que utiliza un vocabulario ajeno a Juan, y que presenta una teología que no tiene su equivalente exacto en el cuarto evangelio, sino que, por el contrario, encuentra buenos paralelos en los Sinópticos y en la literatura judía 26.
Mt dice que “entonces” Jesús “habló” (άποκρθε’ς). El término que usa parecería que responde a una pregunta, pero no es más que la traducción material de un término hebreo («anah), que lo mismo significa “responder” que “tomar la palabra,” “hablar.” Lc, en el lugar paralelo, matiza el estado en que Cristo se encontraba. Por acción del Espíritu Santo “se llenó” de gozo y exclamó: “Es un hecho único en lo que se conoce, evangélicamente, de la historia de Cristo.” 27
Los “sabios” de que habla (σοφών) son los que poseen la sabiduría (hakan), y los “prudentes” (συνετών = ‘arum) son los que poseen la habilidad de conducirse en los negocios de la vicia. Ambos tienen valor pleonástico por el ser humano de valer en la vida (Isa 29:14-19). Aquí se refiere a los fariseos – “sabios” – ν a los dirigentes judíos – “prudentes” -. A éstos ocultó el Padre el misterio del reino (ταύτα) que reveló a los “pequeños” (νηπίοις), a los que culturalmente podían no ser más que niños, y a los que se equiparaban a ellos por su simplicidad y por ser considerados en la antigüedad casi como sin valor. Y el reino es don del Padre y no exigencia de clases. Probablemente aquí se refiere a los apóstoles. En el contexto, Lc se dirigía a los “discípulos” (Luc 10:23). Sin embargo, el contexto es incierto, pues Mt trae esta segunda parte en otro contexto (Mat 13:16.17).
Luego se goza en la libérrima voluntad de esta economía divina del Padre: “Porque te plugo,” expresión frecuente en los escritos talmúdicos. El gozo de Cristo no es por la ceguera de ellos, sino porque la causa de todo esto es el plan inescrutable de la voluntad de Dios 28.
El v.27 es de una importancia muy grande. Se pueden distinguir en él tres ideas:
a) “Todo me ha sido entregado por mi Padre.”
b) “Y nadie conoce al Hijo sino el Padre.” “Y nadie conoce al Padre sino el Hijo.”
c) “Y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo.”

a) Primeramente, Jesucristo dice que el Padre “le dio todas las cosas” (πάντα μοι παρεδόθη). Conceptualmente tiene su entronque con Jn: “El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas” (πάντα δέδωχεν) (Jua 3:35). El Padre le dio todas las cosas (πάντα εδωχεν) (Jua 13:3). Los pasajes de Jn hablan no de la naturaleza divina, sino del poder incomparable que el Padre confiere a Cristo por razón de su unión hipostática. También se pensó por algún autor si este “todas las cosas” no se referirá sólo a su función mesiánica 29. Pero todo depende del valor que se dé a la otra parte del versículo b).
b) La segunda afirmación de Cristo es que “nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo.” ¿Qué valor tiene esta afirmación tan exclusiva y excepcional?
La afirmación es correlativa. Pero en el texto se refiere al conocimiento. Filológicamente, el verbo que usa (επιγινώσχει) había de traducirse, por su estructura, por un sobreconocimiento. Pero en la koiné se prefieren los verbos compuestos, sin que ello incluya, de suyo, un matiz especial. Lc en el mismo pasaje usa el verbo simple (ΐνώσχε)·
En esta enseñanza de Cristo, ¿se pretende sólo enseñar el hecho de su mesianidad? ¿O enseñar o sugerir fuertemente además su filiación divina? Las razones que llevan a esto son las siguientes: 1) Extraña el énfasis que se pone en este conocimiento que existe entre el Padre y el Hijo. Era tema demasiado evidente en la Escritura el conocimiento que Dios tiene de todas las cosas. Se lo caracteriza como un atributo suyo propio, llamándole el “Conocedor de los corazones” (Hec 1:24). Por eso este conocimiento del que aquí se trata debe de ser algo profundísimo, ya que invoca el atributo divino de la sabiduría como el único que puede comprender este mutuo “conocimiento” de quién sea el Padre y el Hijo.
2) Este conocimiento es trascendente. Es algo reservado al Padre y al Hijo. Por eso, si los hombres lo saben, es debido a una “revelación del Hijo” (v.27). Y esta revelación es la obra de Cristo.
3) Esta “revelación” es ciertamente que El es el Mesías, el Hijo de Dios; pero no sólo en lo que tiene de hecho ser el Mesías, sino que ha de ser en cuanto va descubriendo su verdadera naturaleza divina con palabras y obras.
J. Jeremías piensa que la frase fuese, primitivamente, de “estilo parabólico” y usada por Cristo en forma “adaptada”: el conocimiento que se tienen un padre y su hijo. Que un padre y su hijo se conozcan íntima y perfectamente no es verdad; es, en realidad, una familiaridad muy relativa. Aparte que otras personas pueden conocer a otro “padre” mucho mejor que sus mismos hijos, sin falta de que el “hijo” se lo “revele”: único modo, aquí, de conocerle (v.27d). Se quería decir, en la hipótesis parabólica, que el artículo de el Hijo correspondería al hijo determinado de la parábola 29. Todo esto es muy hipotético, y en este contexto no interesa, pues está perfectamente explicado – incluso a pesar de su “adaptación” a Cristo como Hijo – que recibe “todo,” incluido el “conocimiento” excepcional, de “mi Padre” (υπό του πατρός μου) (ν.27) que es el “Padre” celestial del v.25. “Abba” es el substractum arameo de la pal abra “Padre” o”w¿ Padre.” Si Mt en el v.27bc no pone la forma “mi Padre,” y lo pone en el v.27a, es que respeta el original de Cristo, llamando al Padre (Dios) “mi Padre.”
En las concepciones judías, el Mesías era calificado como Hijo de Dios por excelencia. Pero no pasaba de un sentido moral de adopción y especial providencia sobre él, ya que éste había de proceder por sola vía humana de la casa de David.
Como se está en una línea de “conocimiento” de Padre-Hijo, si esta filiación y paternidad no es metafórica, ha de ser real.
Pero es difícil pensar que aquí no trascienda el sentido metafórico de simple mesianismo humano, y no ya por el intento de los evangelistas de este logion, que lo presentan en varios pasajes evangélicos como Dios, sino por algún hecho concreto en su momento histórico. Tal es el pasaje, que traen los tres sinópticos, sobre la pregunta que hace Cristo a los fariseos sobre el origen del Mesías, para sugerir que éste no es solamente de origen davídico, sino también de origen “daniélico” – trascendente: divino (cf. Comentario a Mat 22:41-46). Por eso, en el contexto del evangelio total de Mt, esta enseñanza de Cristo se refiere a un “conocimiento” no sólo muy superior al de los profetas, sino a un conocimiento que corresponde al alma de Cristo por ser él de naturaleza divina: el Hijo de Dios.
4) A esto mismo lleva el que este pasaje de Mt-Lc se entronca, por semejanza conceptual, con otros pasajes del evangelio de Jn, en los que se habla claramente de la divinidad de Cristo como Verbo encarnado (Jua 5:10-40; Jua 7:25-29), sólo que la formulación de este pasaje Mt-Lc es aún más vigorosa que la que tiene en los mismos pasajes aludidos de Jn.
Un autor resume así el valor de este texto: “Pasaje de tono joánico, pero bien atestiguado en Mateo, lo mismo que en Lucas, y de primera importancia, porque se manifiesta, con el más primitivo fondo de la tradición sinóptica, una conciencia clara de la filiación divina de Jesús.” 30
5) A la hora de la composición de los evangelios, este lenguaje difícilmente podría entenderse de otra manera que de la divinidad de Cristo (cf. Mat 12:6.8). Tal era, al menos, su valoración por la Iglesia de los evangelios. El tema de la revelación de “más que Mesías,” es el que éste es el Hijo de Dios.
Cristo, al hablar de este conocimiento, para algunos, lo hace como Verbo divino. Esta posibilidad no puede negarse. Sería un caso de “communicatio idiomatum.” 31 Pero no parece probable. A Cristo en los evangelios, incluido Jn, se le presenta hablando y obrando como Verbo encarnado. Y por razón de la persona divina es y puede llamarse en verdad Hijo de Dios 32.
Y en cuanto a ese conocimiento excepcional que Cristo tiene de su Padre, puede muy bien ser el conocimiento, no solamente el sobrenatural, sino el absolutamente único que el alma humana de Cristo tiene por su “visión beatífica” 33. Así ve su filiación divina y la correlativa paternidad divina de Dios.
c) La última parte del versículo enseña que, si este conocimiento es absolutamente trascendental a los seres humanos, el Hijo encarnado es el que puede revelarlo (v.27c; Jua 1:18).

Invitación a venir a El,Jua 11:28-30.
28 Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, 30 pues mi yugo es blando, y mi carga, ligera.

Perícopa propia de Mt. Su situación histórica es discutida. Por eso este logion se considera separadamente.
Cristo hace una invitación a “todos” los que trabajan “con cansancio” y están “cargados.” Son dos expresiones sinónimas, sobre todo en la estructura binaria de estas sentencias del Salvador, lo mismo que frecuentemente en otras expresiones “sapienciales.” Estos trabajos no deben de ser los trabajos y labores físicos, aunque se pueda pensar en ellos, en este evangelio “etizado” de Mt adaptado y extendido a la vida cotidiana.
“Tomar el yugo” de la Thorah, del cielo, de los preceptos, era una expresión usual en el rabinismo y que aparece en el A.T. Significa que el hombre está sometido a ellos como el esclavo a su trabajo (cf. Jer c.28; Isa 58:6; etc.).
Como van a ser aliviados por la doctrina de Cristo (v.30), se trata del fariseísmo y de sus prácticas y leyes. Su doctrina era “formulista” e “insoportable” por sus infinitos preceptos y una minuciosa reglamentación asfixiante (Luc 11:46).
“El judío estaba envuelto en 613 prescripciones del código mosaico, reforzadas de tradiciones sin número; la vida del fariseo era una intolerable servidumbre. El último libro de la Mishna, que comprende doce tratados, está todo entero consagrado a estas prescripciones minuciosas. Imposible dejar su casa, tomar alimento, hacer una acción cualquiera sin exponerse a mil infracciones. El temor de caer en ellas paralizaba el espíritu y anulaba el sentido superior de la moral natural. Toda la religión degeneraba en un formalismo mezquino.” 34 Están “fatigados” y “cargados” de toda esa seca e insoportable reglamentación. A todos ésos les dice que “vengan a El,” y El, con su doctrina de amor, les “aliviará,” literalmente os “descansará” (αναπαύσω), lo que es un descanso “restaurador” 35.
Frente a este hastío, Cristo les invita a tomar “su yugo.” Este era usual entre los judíos como sinónimo de la Ley 36. El yugo de Cristo es su doctrina. Paralelísticamente les dice algo que suele traducirse por “aprended de mí” (μάθετε απ’ εμού). Pero esta traducción no es ambiental. Usada frecuentemente en el Talmud, dice: “Entrad en mi escuela,” aproximándose a “sed instruidos por mí.” Frente al aprendizaje del rabinismo, Cristo se proclama Maestro, y frente a las prescripciones rabínicas “insoportables” – ”importabilia” -, El les ofrece unas prescripciones únicas: “porque soy manso y humilde de corazón.” El corazón es para los semitas la sede de los afectos y conducta. Tal es la actitud del espiritu de Cristo. A la mansedumbre se opone la ira, el ser áspero; a la humildad, la soberbia. El magisterio de los fariseos y doctores de la Ley era soberbio y buscaban con ello “la gloria unos de otros” (Jua 5:44). De ahí, fácilmente, el tono áspero e iracundo contra todo el que no se sometiera a sus lecciones. Prueba de ello es su odio a Cristo. Mas todo lo opuesto es el magisterio de él.
En el tercer miembro de este logion, a los que vengan a su magisterio, tomen su yugo, les promete que “hallaréis descanso para vuestras almas.” “Alma” (ψυχή) está por persona (Jer 6:16). Porque no sólo su “yugo es blando” y su “carga ligera,” sino que da “vida abundante” (Jua 10:10), y, con ella – la gracia -, la vida se restaura, se expansiona, se hace sobrenaturalmente gozosa. No en vano las palabras de Cristo – su doctrina – son “espíritu y vida” (Jua 6:33). Esta dulzura estaba profetizada del Mesías (Zac 1:9ss;cf. Mat 5:11).

1 Lagrange, évangile s. St. Matthieu (1927) p.216-217. – 2 Josefo, Antiq. XVII 5:2. – 3 Joüon, L’évang. (1930) p.69. – 4 ocalipsis de Bar 73:2v.; Libro de Henoc 25:5v.; Libro de los Jubileos 23:26v.; 4 Esdias 8:52v. – 5 Strack-B Kommentar. I p.593-596. – 6 Mg 6:1284; cf. 87:1329. – 7 Reuss, Theol. Chret. t.l p. 143-145. – 7 Bonnard, L’évang. s. Sí. Matth. (1963) p.161. – 8 Brunec, en VD (1957) 193-203.262-270.321-331. – 9 Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) 140-141; Saint Jean Baptiste (1922) 280-306; R. Groehl, Die Gesandtschaft Johannes des Taufers an Christus (1932); J. Dupont, L’ambassade de Jean Baptiste (Mat 11:2-6; Luc 7:18-23); Nouv. Rev. Théol. (1961) p.805-821.943-959; M. Brunec, De kgatwne Johannis Baptistae (Mat 11:2-24): VD (1957) p. 193-203.262-270.321 -331. – 10 Antiq. XVIII 5:2. – 11 Strack-B., Kammentar. I p.779-798; Bonsirven, // Giudaismo palestinese ai lempo di Gesü Cristo (1950) p. 126-127. – 12 Lagrange, évang. s. Sí. Lúe (1927) 219. – 13 Nestlé, N.T. graece et latine, ap. crít. Luc 7:28. – 14 Pero, según el vocabulario de los papiros, esto no excluiría la voz media. Cf. Moulton-Milligan, Vocabulary of de Greek Testamentfrom the Papyri. (1915-1929) t.2 p.109. – 15 Strack-B., Kommentar. I p.604. – 17 Vi Mezia VI 1; – 16 cf. Kethuboth IV 4. rán 15:6; 68:51. – 18 Vosté,ParabolaeSelectaeD. N.J.-Ch. (1933) vol.l p.310-322; Buzy, Lc parábales p.109. – 19 Rendel harris, The origen of the Prologue to St. John’s Cospel p.59-62. – 20 F. Mussner, Der nicht erkannte Kairos (Mat 11:16-19; Luc 7:31-35): Bíblica (1959) 599-612. – 21 Buzy, La Bethsaide de Galilée: Rech. Se. Relig. (1938) 570-579; Prat,/¿ms-Christ (1947) I p.466. – 22 Bonsirven, Le Juda’isme (1934) I p.286ss. – 23 J. Huby et X. Léon-Dufour, L’évangile et les evangiles (1954). – 24 ‘évangile s. St. Matthieu (1927) p.226. – 25 Karl Hase, Geschichte Jesu p.527. – 26 L. Cerfaux, L’évangile de Jean et le “logion johannique” des Sinoptiques, en L’Evangik de Jean. études et problemes (1938) 147-160. Jornadas Bíblicas de Lovaina; Les sources scnpturaires de Mat 11:26-27 = Lc 10.21-22: Etud. Théol. Lov. (1955) 331- 342. – 27 Fillion, Vida de X.S. Jesucristo, vers. esp. (1942) II p.288. – 28 S. TH., In evang. Matth. comm. c.ll. – 29 Schanz, Kommentar über das Evangelium des heilig. Lucas (1883) h.l. – 29 J. Jeremías, -Abba.” El Mensaje central del N.T. (v. esp.). – 30 benoit, L’évangile s. St. Matth., en La Sainte Bible de Jérusalem (1950) p.80 nota e; H. Mertens, L’Hymme de jubilation chez les Synoptiques Mat 11:25-30; Le’Mat 10:21-22 (1957); Charlier, L’action de gráees de Jesús’Luc 10:17-24 : Bible et Vie Chrétienne (1957) 87-99; L. Cerfaux, Les sources scñpturaires de Mat 11:25-30 : Ephem. Theol. Lov. (1954) 740-746; (1955) 331-343; Rec. Cerfaux (Gembloux 1963) 139-160. – 31 San Cirilo De A.: MG 72:672-673. – 32 S. TH., Summa Theol. 3 q.16 a.2.4.5. – 33 S. TH., Summa Theol. 3 q.10; Pío XII, Mystíci corporis Christi: AAS (1943) 230; A. Feuillet, Jesús et la Sagesse divine d’apres les évangiles synoptiques: Rev. Bibl. (1955) p. 161-196; Braun, L’etude du quatrieme évangile: Ephem. Theolog. Lovan. (1956) p.538-359. – 34 Prat, La théologie de St. Paul (1938) vol.l p.28. – 35 Zorell, Lexicón col. 102. – 36 Jer 5:5; Hec 15:10; Bonsirven, Textes n.404; Strack-B., I 608-610; J. B. Bauer, Das milde Joch una die Ruhe (Mat 21:28-30): Theol. Zeitschrift (Basel); G. Lambert, Mon joug est aise et mon fardeau leger, en N.R.T.N. (1955) p.963-969.

Fuente: Biblia Comentada

Este es el segundo de los cinco mayores discursos registrados en el libro de Mateo (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

las ciudades de ellos. Es decir, en Galilea. Entretanto, los discípulos ministraban en los poblados judíos y alrededor de Galilea (Mat 10:5-6).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

11:1 — Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos 2 Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, 3 para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir (Gén 49:10; Deu 18:18-19; Isa 9:6; Isa 11:1-5; Isa 35:4-6; Isa 53:1-12; Dan 9:24-27), o esperaremos a otro? – (Véase también Luc 7:18-35). “Aquel que había de venir” era el Mesías. Después de haber proclamado que Jesús era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jua 1:29), nos sorprende que Juan haya hecho esta pregunta. La Biblia no revela la razón por la cual la hizo, pero el lenguaje mismo indica que él había comenzado a tener dudas acerca de Jesús, porque aun pregunta, “¿o esperaremos a otro?” Si no tenía dudas acerca de Jesús, estas preguntas no tienen sentido.
¿Cómo podría Juan dudar? Algunos, queriendo defender a Juan, suponen que Juan solamente quería que Jesús declarara más abiertamente que en realidad El era el Mesías para acabar con las dudas e inquietudes del pueblo acerca de su identidad (compárese 16:14), pero si eso hubiera sido su pensamiento o motivación, habría enviado discípulos a Jesús animándole a hacerlo, pero simplemente no fue así.
Recordemos que aunque Juan era profeta y el gran precursor del Mesías, la inspiración de ciertos hombres no evitó que tuvieran flaquezas y faltas. Este texto ilustra otra vez que la Biblia habla con toda franqueza de las flaquezas de sus más grandes héroes, y la explicación más razonable de esta pregunta es que Juan tenía dudas acerca de Jesús de Nazaret. Por lo menos quería tener su confianza reafirmada (ATR).
Cuando Dios llamó a Moisés, éste le resistió con excusas, indicando su falta de fe en Dios (lo hizo otra vez en Núm 20:12). Solamente con milagros se convenció Gedeón. La confianza que Elías tenía en Dios prácticamente desapareció y él se escondió en una cueva. Jeremías y Job denunciaron el día de su nacimiento. El ejemplo “clásico” de esto era Pedro quien, después de andar con Jesús por más de tres años, lo negó con juramentos.
Sin duda el estar confinado en la cárcel tuvo algo que ver con su flaqueza, porque cuando él estaba predicando y bautizando a mucha gente, su fe era muy viva y fuerte. Sea lo haya sido el caso de Juan, aquí cabe una advertencia para nosotros. Recuérdese que Juan estaba encarcelado. Esta puede ser aun para los más fuertes una experiencia deprimente. Juan ya no estaba en el sol del desierto, sino que su vida había pasado por debajo de una nube obscura. La advertencia para nosotros es esta: tengamos cuidado de no perder la fe o caer en dudas cuando estamos afligidos y angustiados. Hay toda clase de experiencia que deprime y debilita.
Al volver a leer Mat 3:10, “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”, tenemos que preguntar, ¿está mostrando algo de impaciencia ahora porque Jesús no había cortado el árbol corrupto? ¿No habría compartido el concepto de los otros judíos y aun de los apóstoles que el Mesías había de establecer un reino terrenal? Y ¿dónde estaba ese reino? ¿Por qué no lo había establecido? Jesús enseñaba y hacía milagros, pero aparentemente no había hecho nada para establecer tal reino.
No estamos afirmando que Juan tenía tales pensamientos. La verdad es que no sabemos por qué él hizo esta pregunta. Sin embargo, podemos tomar en cuenta todo lo que está revelado acerca de Juan y Jesús y por lo menos tratar de entender algo de los pensamientos o dudas de Juan.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL ACENTO DE LA CONFIANZA

Mateo 11:1-6

Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a Sus doce discípulos, Se marchó de allí para seguir enseñando y predicando en las ciudades de ellos.
Cuando Juan se enteró en la prisión de las cosas que estaba haciendo el Ungido de Dios, Le envió a sus discípulos a preguntarle:
-¿Eres Tú el Que ha de venir, o tenemos que seguir esperando a otro?
-Volved a Juan -les dijo Jesús- y contadle lo que estáis oyendo y viendo: los ciegos recuperan la vista, y los cojos vuelven a andar; los leprosos se encuentran limpios, y los sordos pueden oír; los muertos resucitan, y los pobres reciben la Buena Noticia. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de Mí!

La carrera de Juan el Bautista había acabado en tragedia. Juan no tenía por cos dorarle la píldora a nadie; y no podía ver el mal sin den darlo. En muchas ocasiones, y en una especialmente, había hablado demasiado atrevidamente y demasiado claro para su propia seguridad.

Herodes Antipas de Galilea le había hecho una visita a su hermano en Roma. Durante esa visita había seducido a la mujer de su hermano. Cuando volvió a su casa, despidió a su mujer y se casó con su cuñada, a la que había apartado de su marido. Juan reprendió a Herodes pública e inflexiblemente. Nunca fue sin riesgo el reprender a un déspota oriental, y Herodes se vengó; metió a Juan en la mazmorra del castillo de Maqueronte, en las montañas cerca del Mar Muerto.
Para cualquier hombre aquello habría sido una suerte terrible; pero era incalculablemente peor para Juan el Bautista. Él era un hijo del desierto; había vivido siempre en los amplios espacios abiertos, con el viento limpio en el rostro y la espacíosa bóveda del cielo por techo. Y ahora estaba confinado en una mazmorra pequeña y subterránea entre recios muros. Para un hombre como Juan, que tal vez no había vivido nunca en una casa, esto debe de haber sido agonía.
En el castillo escocés de Carlisle hay una pequeña celda. Una vez hace mucho tuvieron allí encerrado durante añosa un jefe de las tribus fronterizas. En esa celda no hay más que una ventana pequeña, situada demasiado arriba para que una persona pudiera mirar por ella poniéndose en pie. En el alféizar de la ventana hay dos depresiones desgastadas en la piedra. Son las huellas de las manos del jefe prisionero, los lugares donde, día tras día, se encaramaba para mirar con ansia los verdes valles que no volvería a cabalgar ya nunca.
Juan debe de haber sufrido una experiencia semejante; y no debe sorprendernos, y menos debemos criticarlo, el que surgieran en su mente ciertos interrogantes. Había estado seguro de que Jesús era el Que había de venir. Ese era uno de los nombres más corrientes del Mesías que los judíos esperaban con tan ansiosa expectación (Mr 11:9 ; Lc 13:35 ; Lc 19:38 ; He 10:37 ; Sal 118:26 ). Un condenado a muerte no puede permitirse tus dudas; tiene que estar seguro; así que Juan Le envió sus discípulos a Jesús con la pregunta: «¿Eres Tú el Que ha de venir, o tenemos que seguir esperando a otro?» Esa pregunta podía encerrar muchas cosas.

(i) Algunos piensan que aquella pregunta se hizo, no por causa de Juan, sino por causa de sus discípulos. Puede ser que cuando Juan y sus discípulos hablaran en la prisión, los discípulos le preguntaran si Jesús era de veras el Que había de venir, y que la respuesta de Juan fuera: «Si tenéis alguna duda, id a ver lo que está haciendo Jesús.» En ese caso, fue una buena respuesta. Si alguien se pone a discutir con nosotros sobre Jesús, y a poner en duda Su supremacía, la mejor de todas las respuestas no sería contestar a unos argumentos con otros, sino decir: «Dale tu vida, y verás lo que El puede hacer con ella.» La suprema demostración de Quién es Cristo no se alcanza en el debate intelectual, sino se experimenta en Su poder transformador.

(ii) Puede que la pregunta de Juan surgiera de su impaciencia. Su mensaje había sido un mensaje de juicio Mt 3:7-12 ). El hacha estaba a la raíz del árbol; el proceso de aventar había comenzado; el fuego divino del juicio purificador había empezado a arder. Puede que Juan estuviera preguntándose: «¿Cuándo va a empezar Jesús Su obra? ¿Cuándo va a barrer a Sus enemigos? ¿Cuándo va a empezar el día de la santa destrucción?» Bien puede ser que Juan estuviera impaciente con Jesús porque no actuaba de la manera que él esperaba. Los que esperen una ira salvaje siempre se llevarán el chasco con Jesús; pero los que esperen el amor nunca serán defraudados.

(iii) Unos pocos han pensado que esta pregunta era nada menos que la del amanecer de una fe y esperanza. Juan había visto a Jesús en Su bautismo; en la prisión había pensado más y más en Él; y cuanto más pensaba, tanto más seguro estaba de que Jesús era el Que había de venir; y ahora ponía a prueba todas sus esperanzas en esta única pregunta. Puede que ésta no sea la pregunta de un hombre impaciente y desesperanzado, sino la de uno que empieza a vislumbrar la luz de la esperanza, y que pregunta exclusivamente para confirmarla.

Y entonces vino la respuesta de Jesús; y en ella oímos el acento de la confianza. La respuesta de Jesús a los discípulos de Juan fue: «Volved, y no le digáis a Juan lo que Yo digo; decidle la que está sucediendo.» Jesús demandaba que se le sometiera a la más dura de las pruebas: la de las obras. Jesús es la única Persona que ha demandado nunca el ser juzgado sin paliativos, no por lo que decía, sino por lo que hacía. El desafío de Jesús sigue en pie. Él no dice tanto: » Escucha lo que tengo que decirte,» como: «Mira lo que puedo hacer por ti; mira lo que he hecho por otros.»

Las cosas que Jesús hizo en Galilea las sigue haciendo. En Él se les abren los ojos a los que están ciegos a la verdad acerca de sí mismos, acerca de sus semejantes y acerca de Dios; en Él se les afirman los pies a los que nunca fueron suficientemente fuertes para mantenerse en el buen camino; en Él quedan limpios los contaminados con la enfermedad del pecado; en Él empiezan a oír los que eran sordos a la voz de la conciencia y de Dios; en Él resucitan a una vida nueva y hermosa los que estaban muertos e impotentes en las garras del pecado; en Él los más pobres heredan las riquezas del amor de Dios.
Por último, aparece la advertencia: «Bienaventurado el que no se escandaliza de Mí.» Esto se refería a Juan, porque había captado sólo media verdad. Juan predicó el evangelio de la santidad divina con la destrucción divina. Jesús predicó el Evangelio de la santidad divina con el amor divino. Así que Jesús le dice: «Puede que no esté haciendo las cosas que tú esperabas; pero los poderes del mal están siendo derrotados, no por un poder irresistible, sino por un amor inalterable.» Algunos pueden escandalizarse de Jesús porque Jesús parece violar las ideas que ellos tienen de lo que debe ser la religión.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 11

CONCLUSIÓN (Mt/11/01).

1 Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí, para enseñar y predicar en sus ciudades.

De nuevo el evangelista concluye como en el sermón de la montaña, es decir con una frase formularia. La palabra «instrucciones» es sorprendente y sólo se encuentra aquí. San Mateo quiere insistir una vez más en que este discurso es una enseñanza oficial y pública del Señor. Es el documento fundamental de la misión y de la vida apostólica para todos los tiempos futuros.

V. ENTRE LA FE Y LA INCREDULIDAD (11,2-12,45).

Al discurso dirigido a los discípulos le sigue una sección bastante extensa sobre la actividad de Jesús. En esta sección se cuentan pocos milagros. Ante todo debe exponerse la polémica con los adversarios. Todos los fragmentos contribuyen algo a este tema: el pro y el contra de Jesús, la crisis en que incurre su obra, la enemistad enconada del judaísmo oficial. La primera parte de considerable extensión trata de Juan el Bautista (11, 2-19). El segundo fragmento refiere dos sentencias bastante largas de Jesús, que dilucidan las oposiciones (11, 20-30). La tercera sección contiene renovadas acusaciones de los adversarios con motivo de distintos acontecimientos (12, 1-45).

1. JESÚS Y EL BAUTISTA (11,2-19).

a) Pregunta del Bautista (Mt/11/02-06).

2 Cuando Juan oyó en la cárcel las obras de Cristo, mandó unos discípulos suyos 3 para preguntarle. ¿Eres tú el que tiene que venir o hemos de esperar a otro? 4 Y Jesús les respondió: Id a contar a Juan lo que estáis oyendo y viendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el Evangelio a los pobres; 6 y bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo.

Desde 4,12 no hemos leído nada más de Juan. Está en la cárcel. Más tarde se informa sobre los pormenores más circunstanciados que le llevaron a la cárcel (14,3-12). La primera frase en el fondo ya anticipa la respuesta, cuando habla de las obras de Cristo. «El que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y ni siquiera soy digno de llevarle las sandalias» (3,11). Ahora le vienen dudas de si Jesús realmente es quien «tiene el bieldo en la mano» (3,12) y no otro alguno. La pregunta que el Bautista hace por medio de sus discípulos es una auténtica pregunta y está tomada en serio. San Mateo la explica por el hecho de que Juan en la prisión y aislado del ambiente. Ha oído hablar de las obras, pero no puede interpretarlas. ¿Ha esperado Juan obras muy distintas?, ¿un movimiento espontáneo del pueblo?, ¿el juicio tremendo contra los enemigos de Dios? No había llegado el fragor de la tempestad del juicio, cuyas primeras ráfagas habían sacudido a Juan. Jesús no contesta directamente confesando quién es. Hubiese podido contestar como ante el sumo sacerdote con una clara respuesta afirmativa. Pero en este tiempo aún evita esta contestación, y también muestra a Juan el camino por el que los discípulos y todos nosotros tenemos que andar: ver señales e interpretarlas debidamente, concebir las obras que hace Jesús como obras del Mesías. Es el camino de la fe, que arranca de los resultados visibles y conduce al conocimiento de Jesús. Es el camino que va de la obscuridad a la luz, del signo a la realidad. No puede incurrir en dudas quien comprende bien las obras y sobre todo las ve en conjunto. Jesús construye el puente que conduce a la fe, porque la enumeración «los ciegos ven…» se enlaza estrechamente con la promesa del profeta Isaías (Isa 35:5 s; Isa 61:1).

El Espíritu que ungió al elegido, le hizo apto para todas estas acciones gloriosas. No es posible detenerse en una sola cosa, no se pueden ver solamente ciertos milagros y dejar de ver otros, solamente escuchar las palabras y no atender a las obras. Todo junto forma el debido cuadro. Jesús no solamente es un predicador del pueblo o un taumaturgo. Y no solamente ha curado como un médico, sino que también ha resucitado muertos. Todo junto deja reconocer que aquí está actuando el ungido de Dios, que vio Isaías. También la Iglesia sólo es conocida como signo de Dios, si se ven juntos todos sus distintivos: la Iglesia es una, santa, universal (católica) y conserva su primitiva historicidad (es apostólica).

b) Testimonio de Jesús sobre el Bautista (Mt/11/07-15).

Jesús no ha hablado tan detenidamente de ningún hombre como del Bautista. El discurso emocionado con sus preguntas breves, que siguen unas a otras como por sacudidas, nos muestra de nuevo a Jesús como gran orador profético. Estas palabras no solamente revelan la importancia de Juan en la historia de la salvación, sino que al mismo tiempo son un testimonio de la profunda impresión que el Bautista incluso como hombre ha causado en Jesús.

7 Al irse ellos, comenzó Jesús a hablar de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto: una caña agitada por el viento? 8 Si no, ¿qué salisteis a ver: un hombre vestido con refinamiento? Bien sabéis que los que visten con refinamiento están en los palacios de los reyes. 9 Entonces, ¿a qué salisteis: a ver a un profeta? Pues sí, ciertamente, y mucho más que un profeta.

Jesús con sus preguntas hace reflexionar al pueblo sobre lo que buscaban, cuando acudían en masa al Jordán. Aquella gran peregrinación parece haber cesado. Con todo, el recuerdo se había grabado profundamente en todos. Jesús con sus preguntas señala una vez más la figura de aquel hombre adusto: no era como una caña, que el viento mueve de un lado a otro. Un hombre que se mueve al compás del viento, hoy defiende esta opinión, mañana defenderá otra. Sin hipocresía y con franqueza ha dado a conocer Juan su mensaje, y ha apelado a la conciencia de cada uno, de la condición social que sea, incluso a la conciencia del rey. No era un hombre con vestidos suntuosos y refinados, como los que se encuentran en los palacios de los grandes, de los poderosos y de los ricos. Juan está ante ellos como un robusto árbol silvestre. Los israelitas han buscado un profeta y también lo han encontrado. La cadena rota de los profetas se soldó de nuevo con Juan.

En último término esto es lo que atraía a los hombres hacia él: Dios volvía a hablar con las palabras proféticas que habían conmovido a Israel a través de los siglos. Todo eso lo sabe la gente, y las palabras de Jesús habrán encontrado un fuerte eco en sus corazones. Sin embargo, Jesús dice todavía más. Juan es más que un profeta. No sólo es el portavoz de Dios, el medianero del mensaje de Dios para el pueblo. Es, además, portador y figura de la salvación. No por sí mismo ni por razón de su vida ascética, sino porque su actuación desde un principio es mayor que la de los otros profetas. Su actuación le otorga una importancia única. él solo fue llamado para conducir y preparar al pueblo para aquel que es más fuerte que él y ha de venir después de él (Isa 3:11).

10 Este es aquel de quien está escrito: Mira que envío ante ti mi mensajero, el cual preparará tu camino delante de ti.

La proclamación mesiánica del Bautista y su proximidad inmediata a Jesús le convierten en el precursor. Isaías ya había hablado de la preparación del camino: Dios hace volver jubilosamente del cautiverio a su pueblo, que debe recorrer para ello un camino llano y recto. El pueblo va de la servidumbre a la libertad (Isa 40:4 s; Mat 3:3). Todavía más dice el profeta Malaquías. Trata del camino de Dios a su pueblo. Pero no ya para liberarlo del cautiverio de Babilonia, sino para redimirlo al fin del tiempo. Vendrá el mismo Dios. Le precede un heraldo: «Mira que envío ante ti mi mensajero, el cual preparará tu camino delante de ti» (Mal 3:1). Estas palabras proféticas dan la luz, con que hay que ver la figura del Bautista desde el punto de vista del plan salvífico de Dios. Aquí lo hace el mismo Jesús. Indirectamente atestigua que él es el Mesías del tiempo final, para el que Juan ha desbrozado el camino.

11 Os lo aseguro: entre los nacidos de mujer, no ha surgido uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.

«Más que un profeta» todavía significa otra cosa. Juan no solamente es un gran personaje como precursor en el ejercicio de su cargo, sino también como ser humano: entre los nacidos de mujer no hay uno mayor. Es una frase asombrosa. Parece como si hubiese sido formada en un delirio y sin embargo está concebida como una alabanza personal a este hombre. Realza a Juan entre sus contemporáneos, más aún entre la gran multitud de hombres de Dios del tiempo pasado. «Entre los nacidos de mujer», esta frase es en primer lugar una perífrasis al gusto de los orientales, pero, cuando Jesús la usa, también resuena el misterio de su propia procedencia. También él ha nacido de mujer, pero sólo «según la carne» (Rom 1:3). Su origen como hombre-Dios está más allá de la procreación humana, ha sido engendrado por Dios (Cf. Hab 1:5; Hab 5:5).

La frase siguiente vuelve a delimitar lo que se acaba de decir. Muy grande es Juan el Bautista, y sin embargo es muy pequeño, si se le mide en la nueva edad, en el reino de los cielos. El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Ya ha empezado la nueva época. El reino de Dios se abre paso. El que se encuentra en esta nueva edad, aún es mayor que cualquiera que haya vivido antes, incluso que el Bautista. éste es un nuevo pensamiento: Junto a la alta categoría asignada a Juan se coloca la valoración del tiempo nuevo, la época del reino de Dios. Está en una etapa superior el hombre de esta edad, el hombre en gracia, el hombre redimido. Lo antiguo y lo nuevo se relacionan mutuamente como la imagen con la realidad misma…

12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la ley cumplieron su misión profética hasta Juan.

Se formula la pregunta: ¿En qué parte precisa de la historia de la salvación se encuentra el Bautista? Es una figura de transición, medio en la sombra y medio en la luz, profeta del tiempo futuro y, al mismo tiempo, precursor. ¿Está más allá o más acá de la linde que separa los dos períodos? Hasta ahora hemos oído palabras en que podían suponerse las dos cosas: Juan se halla en la parte de allá, ya que el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Pero también podría estar en la de acá, ya que es más que un profeta, a saber, es el precursor del Mesías. El evangelista aquí no prosigue el pensamiento de que Juan sea menor que cualquiera en el reino de los cielos, sino que prosigue el otro pensamiento que incluye a Juan en la nueva era.

Desde los días de Juan el Bautista en adelante, es decir empezando con Juan, con su actuación y sus sermones; desde esta hora, el reino de los cielos está presente, porque es acosado (Mat 11:12 = Luc 16:16 es uno de los versículos más difíciles del Evangelio y es objeto de controversia en la interpretación. Puede ser una queja («el reino de los cielos es acosado») o un grito de júbilo («el reino de los cielos se abre paso victoriosamente»). Aquí se toma por base el primer modo de ver, sin que por ello se rechace el segundo. Hasta hoy día no hay una interpretación plenamente satisfactoria). Aquí llegamos a conocer el otro aspecto, el aspecto sombrío de la venida del reino. Hasta ahora casi sólo hemos oído hablar del aspecto brillante, del avance victorioso, de la virtud vital y curativa. Con todo las muchas impugnaciones de los adversarios (la peor de las cuales es el reproche de que Jesús trabaja aliado con el demonio) mostraron el otro aspecto. Al reino se oponen duras resistencias. Su avance es obstaculizado, más aún, detenido violentamente. Y esta oposición significa en último término que se ponen impedimentos al paso de Dios, que se frustra su actuación. Eso lo ve Jesús tan perspicazmente que habla de los violentos que quieren arrebatar el reino. Según esto, el reino no solamente es debilitado y frenado en su curso, sino que se intenta privarle directamente de su fuerza. Es un pasaje oscuro. La historia de las tentaciones quizás ayude un poco a comprender este difícil versículo. Satán lucha por conseguirlo todo, quiere usurpar el dominio y arrebatarlo. En la continuación de la obra de Jesús, se escuda detrás de todos los adversarios e intenta de diversos modos disputar a Dios el dominio y establecer el suyo propio en su lugar. Una nueva ojeada a los abismos del acontecer, que siempre estará impulsado por estos poderes, mientras dure el tiempo final… Puede aplicarse a Juan que desde él en adelante el reino de los cielos está de algún modo presente, principalmente por medio de todo lo que Jesús hace y predica. La ley y los profetas tienen un alcance que se extiende hasta él. Su tarea fue la conducción, la indicación previa de lo venidero. Con el Bautista ya ha empezado lo venidero. Ha pasado el tiempo del vaticinio, ha llegado el tiempo de la realización.

14 Y si queréis aceptarlo, éste es Elías, el que tenía que venir. 15 El que tenga oídos, que oiga.

Hemos oído decir que Juan era el precursor, como dijo Malaquías (Luc 11:10). En el mismo profeta, algunos versículos después, se anuncia otro mensaje: «Mirad, os envío al profeta Elías antes que llegue el gran y temible día del Señor» (/Ml/03/23). Según la fe de aquel tiempo debía venir Elías antes que el Mesías, debía preparar la venida de éste. Aquí se reúnen las dos predicciones: el (anónimo) mensajero de Mal 3:1 es el Elías de 3,23. Y ambos son Juan el Bautista. No se puede creer que Elías apareciera corporalmente en Juan, que el Bautista sea, en algún modo, un Elías encarnado, sino que Juan «irá delante de él con el espíritu y poder de Elías» (Luc 1:17). Si Juan fuese el verdadero Mesías, entonces se tendría que poder comprobar quién es el precursor. A los judíos que decían: Jesús no puede ser el Mesías, porque Elías aún no ha aparecido, a éstos se tuvo que poder decir: Elías ya estaba presente en Juan, pero vosotros no lo habéis conocido. El último breve versículo: El que tenga oídos, que oiga, quiere decir que solamente se puede comprender con la fe esta presencia de Elías en Juan. Sólo quien abre su oído y está dispuesto a entender bien y aceptar en su corazón lo que ha oído, conoce lo que aquí se dice: Así pasa con todos los misterios de la fe: hay indicaciones auxiliares, puentes que Dios construye. Pero la aceptación es de la incumbencia de nuestra fe diligente.

c) Acusación contra «esta generación» (Mt/11/16-19).

16 ¿A quién compararé esta generación? Se parece a los niños sentados en las plazas, que gritan a sus compañeros: 17 Os tocamos la flauta y no habéis bailado; entonamos cantos lúgubres y no os habéis lamentado.

Aún continúa el tema: Juan el Bautista y su rango en los sucesos de la salvación. Con todo ahora el tema prosigue con una invectiva contra esta generación. Es caprichosa y versátil, más aún, directamente irresponsable, como niños que juegan en el mercado a «bodas» y «entierro». Uno de los grupos tiene aspecto jovial, pero el otro grupo está descontento. Hacen un ensayo con un canto triste y fúnebre, pero tampoco les satisface el ensayo. Nada les sienta bien, son caprichosos aguafiestas. ¿Cómo os va a vosotros, a esta generación, los contemporáneos de Juan y de Jesús? Como a estos niños, con la única diferencia de que aquí no se trata de un juego, sino de la vida…

18 Porque llegó Juan, que ni come ni bebe, y dicen: Está endemoniado. 19a Llegó el Hijo del hombre, que come y que bebe, y dicen: éste es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores.

Para ellos Juan no lo ha hecho bien, vivió una vida rigurosa de penitencia. Entonces dijeron: Está endemoniado. No se acomodaba a ellos, y no podía hacerlo bien para ellos, no bailaba según su antojo y sin más ni más le dieron la culpa de su fracaso: es un desatinado. Algo semejante se ha dicho también de Jesús (9, 32-34; 12,22-24). Es el medio más sencillo de rehuir el llamamiento: atribuir al demonio lo que Dios hace. Entonces vino Jesús. que no vivía como un áspero asceta. Trae el tiempo de la alegría, el tiempo de la plenitud, en que no debe haber ayunos (9,14s). Jesús se compadece de los desechados, se sienta voluntariamente en la mesa con publicanos y pecadores (9,10-12). Esta conducta de Jesús les parece demasiado mundana. Por esta causa le hacen reproches espantosos y ofensivos, que en ningún pasaje de los Evangelios se expresan con palabras tan ásperas como aquí. ¿Quién procederá bien para vosotros? ¿En quién queréis creer?

19b Pero la sabiduría fue reconocida por sus obras.

El juicio de los hombres no acierta, sino que pasa sin hacer caso de ninguno de los dos. En cada uno de ellos actuaba la sabiduría de Dios, la cual a uno le ha constituido riguroso predicador de la penitencia, a otro portador de alegría y esposo celestial. Lo que han hecho los dos, son obras de la sabiduría de Dios, ideadas en las profundidades divinas y hechas en el Espíritu Santo. Reconoce el carácter divino el que tiene oídos para oir y ojos para ver, el que tiene afición a lo sobrenatural y lo sabe percibir. Por tanto, se justifica la sabiduría, cuando hay hombres que creen en las obras. Todas las falsas interpretaciones humanas enmudecen ante esta justificación. Todo lo que Dios obra, en último término sólo es asequible al ojo de la fe. Pero el que ve con este ojo, reconoce en todas partes la sabiduría de Dios, incluso en la figura visible de la Iglesia. Tenemos que esforzarnos -como los contemporáneos del Bautista y de Jesús-, a ver con una mirada sobrenatural, a reconocer en las señales patentes del Dios invisible las obras de su sabiduría.

2. JUICIO Y SALVACIÓN (11,20-30).

a) Amenaza a las ciudades de Galilea (Mt/11/20-24).

20 Entonces comenzó a increpar a las ciudades en que se habían realizado la mayoría de sus milagros, por no haberse convertido.

El discurso de Jesús se va elevando hasta convertirse en palabra conminatoria. No es un juego como en el caso de los niños en el mercado, sino que se trata de la muerte y de la vida. La veleidad caprichosa de los habitantes de dichas ciudades en último término es incredulidad, la recusación de Dios. Si no creyeron ya en las palabras de Jesús, las obras hubiesen tenido que convencerles. Estas ciudades, en las que Jesús había hecho muchos milagros, no se han convertido. Las ciudades que aquí nombra el Señor: Corazaín, Betsaida, Cafarnaúm, todas ellas son ciudades de Galilea, situadas alrededor del lago de Genesaret.

21 ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque, si en Tiro y Sidón se hubieran realizado los mismos milagros que en vosotras, ya hace tiempo que, cubiertas de saco y ceniza, se habrían convertido. 22 Por eso, os digo: en el día del juicio, habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. 23 Y tú, Cafarnaúm, ¿es que te van a encumbrar hasta el cielo? ¡Hasta el infierno bajarás! Porque, si en Sodoma se hubieran realizado los mismos milagros que en ti, todavía hoy estaría en pie. 24 Por eso os digo: en el día del juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti.

¡Ay de ti! es el llamamiento de la desventura, la contraparte de la exclamación profética «bienaventurados» (Cf. 5,3 ss; 23, 13 ss.). La interjección «¡ay!» amenaza con la desventura y la llama eficazmente, así como también la bienaventuranza llama la salvación. En la Escritura hay ejemplos típicos de ciudades impenitentes: es proverbial que los profetas nombren las ciudades paganas de Tiro y de Sidón en el norte de Palestina como ejemplos de altiva arrogancia y copiosa riqueza (Cf. Isa 23:4; Ez 26-28). Sodoma (y Gomorra), las ciudades del libertinaje y del vicio, fueron destruidas (Cf. Gen 18:16-19, Gen 18:29 y el comentario a Mat 10:15). Así como el centurión pagano encontró el camino que conduce a la fe, así también las ciudades paganas se hubieran convertido, si hubiesen visto los milagros de Jesús. Y Sodoma actualmente aún estaría en pie, si hubiese llegado a ser testigo de las gloriosas pruebas de su poder. Todo eso lo hará ostensible el día del juicio. Entonces estas ciudades quedarán en mejores condiciones que los lugares cercanos, que han rehusado el ofrecimiento de la gracia y han pasado jugando el tiempo de la decisión. La oferta se hizo a todos, a toda la población de una ciudad. Jesús los ve a todos implicados en un destino común. En el encuentro personal Jesús siempre llama al individuo, y éste adquiere la fe. Pero todos concurren y son responsables unos de otros. La llegada del reino de Dios es un acontecimiento público, más aún, político, que a todos atañe. Dios puede dar una señal a una comunidad, a una ciudad, a un pueblo, y hacer una oferta que obligue a todos. Así sucedió siempre hasta nuestros días. Eso significa que debemos estar atentos al llamamiento que exhorta a la conversión…

b) Se revela la salvación (Mt/11/25-27).

A continuación siguen tres versículos de gran alcance sobre la gloria de Dios. El evangelista los hace resaltar con la frase introductoria «en aquel tiempo». Los dos primeros versículos son una alabanza al gran Dios, que se ha revelado a los pequeños y a la gente sencilla (Mat 11:25 s). El tercer versículo da una profunda visión del íntimo misterio de Jesús (Mat 11:27).

25 En aquel tiempo tomó Jesús la palabra y exclamó: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra; porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. 26 Sí, Padre; así lo has querido tú.

En el evangelio solamente aquí encontramos el solemne tratamiento: Padre, Señor del cielo y de la tierra. Antes Jesús hablaba del Padre, de su Padre o de nuestro Padre, con el íntimo acento familiar que tiene este tratamiento. Aquí ahora se dice expresamente que el Padre también es el Creador omnipotente y el Señor del mundo. Es el Dios que «al principio creó» (Gen 1:1) el mundo, el cielo y la tierra, y ahora los conserva en su subsistencia. Fuera de él no hay otro Dios. Todo lo que todavía existe en el mundo universo, está subordinado a él, como a Señor supremo. El solemne tratamiento aquí muy significativo, porque nos hace apreciar en lo justo las siguientes palabras. En efecto, este Dios grande, que todo lo conserva, ha ofrecido su revelación a la gente sencilla. Dios no ha elegido la gente entendida y prudente. Jesús no dice lo que Dios ha dado a conocer, sino solamente «estas cosas». Por el Evangelio que hemos leído hasta ahora, sabemos que refiere todo el mensaje de Jesús anunciado con palabras y con milagros. Jesús ha dedicado la primera bienaventuranza a los pobres en el espíritu (5,3), ha buscado a los pequeños, a los desechados y despreciados, sobre todo a los incultos. A éstos ha llamado para ser sus discípulos, éstos han creído en él y le han rogado que hiciera milagros, como la mujer que padecía flujo de sangre, o los dos ciegos. Parece casi como una predilección de Dios, como una debilidad por los que no valen nada en el mundo.

Los sabios y entendidos se marchan vacíos. Ante ellos se oculta el misterio de Dios, de tal forma que no lo ven ni conocen, no lo oyen ni creen. Como en el Antiguo Testamento, así también aquí la aceptación o repudio se adjudica solamente a Dios. él es quien abre el corazón o bien lo endurece, como el caso del faraón. Pero eso no sucede sin la propia decisión del hombre, sino que en cierto modo es tan sólo la respuesta de Dios a su alma, ya cerrada, que se ha vuelto impenetrable para la palabra de Dios. Aunque por razón de sus dones espirituales, de sus conocimientos y de su inteligencia tendrían que ser especialmente adecuados para entender el lenguaje de Dios, se cierran ante este lenguaje, que permanece oculto para ellos. Jesús sobre todo ha de pensar en los escribas. Han utilizado su entendimiento para formarse una idea cerrada de Dios y del mundo, y no están dispuestos a oir y aprender de nuevo. Creen que conocen bien a Dios y que poseen la verdadera doctrina. Esta es la eterna tentación del espíritu humano desde el momento en que el tentador insinuó a Eva que se les abrirían los ojos y serían semejantes a Dios, si comieren del árbol del conocimiento… Así pues, Dios sólo puede contar con los sencillos que se descubren y creen con llaneza. ¡Qué singular trastorno del orden! Y sin embargo Dios elige este camino, porque es el único por el que puede llegar su mensaje. Este camino corresponde a su voluntad, le es muy agradable. ¡Cuántas cosas se entienden en el mundo, si se tienen en cuenta estas palabras!

21 Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo.

Aquí se habla del conocimiento. No es una ciencia del entendimiento, una comprensión con sus ideas y consecuencias. Conocer en la Biblia tiene un significado mucho más extenso. La imagen del «árbol de la ciencia del bien y del mal» en el paraíso del Edén designaba unos conocimientos amplios, una inteligencia inmediata de las razones y causas de las cosas. Además el verbo conocer indica que se está familiarizado con otra cosa, designa la aceptación juiciosa y la apropiación amante de una cosa. Participan por igual en la acción de conocer la voluntad, los sentimientos y la inteligencia. Por eso la Escritura puede designar con el verbo «conocer» el encuentro más íntimo del hombre y de la mujer en el matrimonio. Si Dios conoce al hombre, lo penetra por completo con su espíritu y al mismo tiempo le abraza con amorosa propensión. Conocer y amar son entonces una misma cosa.

Dice Jesús: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, el mismo Padre, que acaba de ser ensalzado como Señor del cielo y de la tierra (11,25). El Hijo es el mismo Jesús, ya que llama a Dios su Padre. Aquí por primera vez nos enteramos de esta profunda relación entre Dios y Jesús, que aquí habla como un hombre entre los hombres. Las imágenes Padre e Hijo, tomadas de nuestra experiencia en el orden natural, soportan el misterio que hay en Dios. Sólo un ser comprende por completo al Hijo con un conocimiento amoroso, de tal forma que no quede nada por explorar: el Padre. Aún es más asombrosa la oración inversa: Y nadie conoce al Padre sino el Hijo. Jesús hasta ahora siempre había hablado de Dios con reverencia y humilde devoción, y así también lo continúa haciendo en adelante. También para él, que aquí habita como un hombre entre los hombres, Dios es el gran Dios y Padre bondadoso. Pero en la profundidad de su ser Jesús es igual al Padre, también le conoce plena y totalmente. Más aún, ni hubo ni hay nadie más en el mundo que tenga tales conocimientos, sino él. Jesús es Dios. Es el único pasaje en los evangelios sinópticos, en que esté tan claramente expresada la filiación divina del Mesías. Estas palabras están solitarias y grandiosas en este pasaje. Como a través de una rendija en las nubes estas palabras nos dejan dirigir la mirada a las profundidades del misterio de Dios. Debemos aceptar estas palabras respetuosamente y como «gente sencilla». Pero el Hijo no posee este conocimiento para sí solo, sino que debe retransmitirlo. Su misión es revelar el reino de Dios. Lo que se acaba de decir de Dios, también es la obra del Hijo: Y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo. Se le ha encomendado esta revelación, ya que el Padre se lo ha confiado todo. En último término parece ser indiferente que se declare algo del Padre o del Hijo. El Padre se lo ha encomendado todo, toda la revelación, luego el Hijo puede disponer libremente de ello, y comunicarlo a quien lo quiera comunicar. Y no obstante sigue siendo siempre la palabra y la obra del Padre. Porque ellos son un solo ser en su recíproco conocimiento y amor. Lo que dice Jesús, incluso de sí mismo, es como un obsequio que viene a nosotros de las profundidades de Dios. No es fácil penetrar en ellas. Entonces los judíos se escandalizan. Este escándalo también está al acecho en nosotros. ¿Cómo puede hablar así un hombre? ¿No es el hijo del carpintero? No se entiende nada, si se procede en este particular con la comprensión crítica, como ya hicieron los adversarios en el primer tiempo del cristianismo. Se entiende tan poco como entendió aquella «generación», que no pudo emprender nada ni con Juan el Bautista ni con Jesús. Aquí sólo viene a propósito la abierta disposición de la «gente sencilla». no la arrogante seguridad de un «sabio» y «entendido». «Quien no recibe como un niño el reino de Dios, no entrará en él» (/Mc/10/15).

c) El yugo llevadero (Mt/11/28-30).

28 Venid a mí todos los que estáis rendidos y agobiados por el trabajo, que yo os daré descanso. 29 Cargad con mi yugo y aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vosotros; 30 porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

De nuevo Jesús tiene ante su vista las mismas personas a que estaba dedicado con todo el amor: los pobres y hambrientos, los ignorantes y la gente sencilla, los apenados y enfermos. Siempre le han rodeado, le han llevado sus enfermos, han escuchado sus palabras, y también han procurado tocar aunque sólo fuera una borla de su vestido. También ha ido a ellos por propio impulso y ha comido con los desechados. Ahora llama a sí a todos ellos y les promete aliviarlos. Son como ovejas sin pastor, están abatidos y desfallecidos (9,36). Están abrumados y gimen bajo el yugo. Esta es la carga de su vida agobiada y penosa, pero sobre todo la carga de una interpretación insoportable de la ley. Esta doble carga les cansa y les deja embotados. En cambio Jesús los quiere aligerar y darles alegría. Los escribas les imponen como yugo cruel y áspero las prescripciones de la ley, como un campesino impone el yugo al animal de tiro. Los escribas convierten en una carga insoportable de centenares de distintas prescripciones la ley que fue dada para la salvación y la vida (Eze 20:13). Nadie podía cumplir tantas prescripciones; ni ellos mismos eran capaces de cumplirlas. Jesús tiene un yugo llevadero. Es un yugo que se adapta bien, se ciñe ajustado y se amolda fácilmente alrededor de la nuca. Aunque tiene exigencias duras, y enseña la ley de una forma mucho más radical (sermón de la montaña), este yugo de Jesús es provechoso al hombre. No le causa heridas con el roce, y el hombre no se desuella sangrando. «Sus mandamientos no son pesados» (/1Jn/05/03) porque son sencillos y sólo exigen entrega y amor. No obstante la voluntad de Dios es un yugo y una carga. Pero se vuelven ligeros si se hace lo que dice Jesús: Aprended de mí. Jesús también lleva las dos cosas: su misión para él es yugo y peso: Con todo, él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha hecho inferior y cumple con toda sumisión lo que Dios le ha encargado, se hace servidor de todos. Aunque el Padre se lo ha entregado todo, se ha hecho como el ínfimo esclavo. Si se acepta así el yugo de la nueva doctrina, entonces se cumple la promesa: y hallaréis descanso para vosotros. Este descanso no es la tranquilidad adormecedora del bienestar burgués o la paz fétida con el mal (Jesús ha hablado de la espada [Eze 10:34]). Jesús promete el descanso para el lastre abrumador de la vida cotidiana, para el cumplimiento de la voluntad de Dios en todas las cosas pequeñas. El que vive entregándose a Dios, y ejercita incesantemente el amor, es levantado interiormente y se serena. Nuestra fe nunca puede convertirse en carga agobiante, en el yugo que nos cause heridas con el roce. Entonces se apreciaría la fe de una forma falsa. Si se procura realmente cumplir los mandamientos de Dios, entonces el yugo de Jesús nunca es una fuente menguante de consuelo y de apacible serenidad. En esto tendría que ser posible conocer al discípulo de Jesús.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Mat 7:28; Luc 7:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Juan el Bautista y Jesús (ver Luc. 7:18-35). La última referencia a Juan el Bautista fue su encarcelamiento (4:12). Parece que desde la prisión él seguía el progreso de aquél para quien él había preparado el camino. En esta sección no sólo vemos el veredicto de Juan acerca del ministerio de Jesús (2-6), sino también el veredicto de Jesús acerca de Juan (7-15) y sus comentarios acerca de cómo ambos habían sido recibidos por la población en general (16-19).

La pregunta de Juan (3) sugiere que éste estaba sorprendido por el estilo del ministerio de Jesús. El juicio feroz que Juan mismo había predicado (3:11, 12) todavía no era obvio, y el interés de Jesús por los destituidos y los no importantes resultaba en una figura “menos ostentosa” de la que hubiera previsto Juan. Como respuesta, el Señor entretejió textos del AT (mayormente Isa. 35:5, 6 y 61:1, 2), que se vieron cumplidos clara y visiblemente en sus acciones escritas en los caps. 8 y 9 de Mat. Por más que a Juan le hubiera parecido inesperado, estos actos de misericordia eran en verdad los “actos del Mesías” (el significado lit. de esta expresión es los hechos de Cristo; v. 2). Aquellos que no los reconocen como tales siempre han tenido problema para aceptar a Jesús (6; no toma ofensa en mí, lit., significa “no ser escandalizados por”).

A pesar de este reproche inferido, sin embargo, Jesús prosiguió a felicitar a Juan como un verdadero profeta, y más. A su manera tosca, no convencional de predicación, las gentes mismas habían reconocido la voz auténtica del mensajero de Dios. Pero, por más grande que fuera, Juan seguía siendo el precursor (10, citando Mal. 3:10), el último y mayor de los profetas, el Elías que volvía para inaugurar los últimos días (Mal. 4:5, 6). La nueva iniciativa decisiva de Dios, el reino de los cielos, se había iniciado con Jesús, y Juan sólo estaba sobre el umbral (como su respuesta ambivalente al Señor lo indicaba). Nótese en el v. 13 el sentido fuerte de toda la revelación del AT, la Ley, y no menos los Profetas, como apuntando hacia adelante a Jesús y encontrando el cumplimiento en él (cf. 5:17).

Pero, diferentes como Juan y Jesús eran en su estilo y mensaje, no había forma de complacer a algunas personas, como la parábola juguetona de los vv. 16-19 señala. Por el estilo ascético de vida de Juan lo denominaban fanático, y la manera de compartir de Jesús se calificaba de escandalosa. Pero la sabiduría de Dios es mayor que el prejuicio humano y es justificada (queda vindicado) por los mismos hechos que esta generación aborrece.

Notas. 7 La caña sacudida por el viento puede referirse sencillamente a la escena en el desierto, ¡pero es más probable que sea una figura de la persona acomodadiza que Juan enfáticamente no era! 12 Algunos dicen que esto se parece a Luc. 16:16. Pero el lenguaje es muy diferente y significa más naturalmente “el reino de los cielos ha sido sometido a la violencia, y los hombres violentos lo atacan”. La referencia aquí es a la oposición violenta que siempre ha despertado la obra verdadera de Dios, vista ya en la prisión de Juan y pronto por verse en el rechazo oficial y la ejecución de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

11.2, 3 Juan fue encarcelado por Herodes, el que se había casado en forma ilegal con su cuñada. Juan criticó en público su pecado flagrante (14.3-5). El perfil de Juan se halla en Juan 1; el de Herodes, en Marcos 6.11.4-6 Al ser encarcelado, Juan tuvo algunas dudas acerca de si Jesús era el Mesías. Si el propósito de Juan era preparar a la gente para la venida del Mesías (3.3), y si Jesús lo era en realidad, ¿por qué Juan estaba en prisión, ya que él podía haber seguido predicando a las multitudes y preparando corazones?Jesús contestó las preguntas de Juan refiriéndose a sus actos de sanidad en favor de ciegos, paralíticos, sordos y leprosos, y a la resurrección de muertos y el anuncio de las buenas nuevas acerca de Dios. Con estas evidencias, la identidad de Jesús quedó aclarada. Si alguna vez usted duda de su salvación, el perdón de sus pecados o la obra de Dios en su vida, piense en las evidencias que se hallan en las Escrituras y los cambios que han tenido lugar en usted. Cuando dude, no se aleje de Cristo, acuda a El.11.11 Jesús hizo un contraste entre la vida espiritual y física de Juan. De todas las personas, ningún hombre cumplió el propósito de Dios mejor que Juan. Sin embargo, en el reino venidero de Dios todos los presentes tendrán una herencia espiritual mayor que la de Juan porque habrán visto y conocido a Cristo y la obra que consumó en la cruz.11.12 Hay tres puntos de vista comunes en relación con el significado de este versículo. (1) Jesús pudo estar refiriéndose a un gran movimiento hacia Dios, que quizás comenzó cuando Juan empezó a predicar. (2) Quizás se refería al hecho de que la mayoría de los judíos esperaban que el Reino de Dios viniera por medio de un derrocamiento violento del gobierno romano. (3) O quizás quiso decir que para ingresar en el Reino se requiere coraje, fe resuelta, determinación y tolerancia debido a la persecución que se desataría contra los seguidores de Cristo.11.14 Juan no era un Elías resucitado, pero cumplió con su rol profético con firmeza, combatió el pecado y guió a la gente hacia Dios (Mal 3:1). Véase el perfil de Elías en 1 Reyes 18.11.16-19 Jesús condenó la actitud de su generación. Dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera, siempre tomaban la contraria. Eran cínicos y escépticos porque Jesús condenaba su estilo de vida cómodo, seguro y egocéntrico. Nosotros también con frecuencia buscamos justificar nuestras fluctuaciones. Tememos que hacerle caso a Dios implique cambiar la forma de vida que llevamos.11.21-24 Tiro, Sidón y Sodoma eran ciudades antiguas con reputación de inicuas (Génesis 18-19; Ezequiel 27-28). Dios las destruyó por su maldad. Los habitantes de Betsaida, Corazín y Capernaum vieron a Jesús en persona y con todo no quisieron arrepentirse de sus pecados ni creer en El. Jesús dijo que si alguna de aquellas famosas ciudades pecadoras lo hubieran visto, se hubieran arrepentido. Por el hecho de que Betsaida, Corazín y Capernaum vieron a Jesús y no creyeron en El, sufrirían un mayor castigo que las ciudades malvadas que no lo vieron. En forma similar, aquellas naciones y ciudades que tienen iglesias en cada esquina y Biblias en cada hogar no tendrán excusa en el día del juicio si no se arrepienten y creen.11.25 Jesús menciona dos tipos de personas en su oración: los «sabios», orgullosos de su conocimiento; y los «niños», humildemente receptivos a la verdad de la Palabra de Dios. ¿Se cree usted sabio o busca la verdad con la fe de un niño, sabiendo que Dios tiene todas las respuestas?11.27 En el Antiguo Testamento «saber» significa más que conocer. Implica una relación íntima. La comunión entre Dios Padre y Dios Hijo es fundamental en sus relaciones. Para que otra persona pueda conocerle, Dios tiene que revelársele a través del Hijo. ¡Cuán afortunados somos de que Jesús nos ha revelado con claridad a Dios, su verdad y cómo conocerle!11.28-30 Un yugo es un pesado aparejo de madera que se pone sobre dos o más bueyes. Se ata a cualquier cosa que se quiere que los bueyes arrastren. El «yugo pesado» que Jesús menciona aquí puede significar (1) la carga del pecado, (2) la carga de las demandas excesivas de los líderes religiosos (23.4; Act 15:10), (3) la tiranía de los gobernantes, (4) fatiga en la búsqueda de Dios. Jesús libra a las personas de estas cargas. El descanso que Jesús promete es paz con Dios, no el que uno tenga que dejar todo esfuerzo. Una relación con Dios transforma un trabajo cansador y sin sentido en productividad espiritual con propósito.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 482 Mat 4:23; Mat 19:1; Luc 9:6

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 (a) Mat_9:35

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

73 (V) Rechazo por esta generación (11,1-12,50).
(A) Juan el Bautista y Jesús (11,1-19).
Esta sección y la siguiente proceden totalmen­te de Q; cf. Lc 7,18-35; 10-12-15. Los vv. 1 y 20 son puras costuras redaccionales; los vv. 14-15 pueden ser redaccionales o, bien, proceder de la tradición oral. 1. cuando Jesús acabó: Véase el comentario sobre 7,28a. 2-6. Estos versícu­los contienen un debate de escuela, probable­mente de origen pospascual, sobre la natura­leza de la misión de Jesús, desarrollado entre los discípulos del Bautista y los cristianos. 2. las obras del Mesías: Esta sorprendente frase, creada por Mateo, dirige el debate hacia la na­turaleza del mesianismo de Jesús, pero en su origen podría haber tratado de si él era un mensajero divino como Elías (cf. B. V. Malchov, «The Messenger of the Covenant in Mal 3,1», JBL 103 [1984] 252-55; y el reciente de­bate entre M. M. Faierstein, D. C. Allison y J. A. Fitzmyer, JBL 100 [1981] 75-86; 103 [1984] 256-58; 104 [1985] 295-96). 5. los ciegos ven: Esta frase resume la respuesta de Jesús en los w. 4-6, es decir, constituye la idea principal del pasaje. Jesús define su función no como sobe­ranía o juicio, tal y como se esperaba, sino co­mo bendición para el necesitado. El v. 5 se construye en parte sobre Is 28,18-19; 35,5-6; 42,18; 61,1: pero estos pasajes no mencionan a los leprosos o a los muertos. Puesto que se per­cibe un nuevo modelo del personaje salvífico, el v. 6 presenta una bendición para todo el que no se decepcione con el nuevo modelo. 7. ¿qué salisteis a ver en el desierto?: Los vv. 7-10 pre­sentan el testimonio de Jesús a favor de Juan Bautista, el primero en una serie de seis pre­guntas retóricas, y después en tres afirmacio­nes positivas sobre él. El es mucho más que un profeta; es el mensajero de Dios (Mal 3,1; Éx 23,20) y el más grande entre los seres huma­nos (pero sin explicar el porqué). El v. 11b puede ser una glosa cristiana primitiva. En cuanto mensajero, el Bautista se identifica im­plícitamente con Elías; el v. 14 hará explícita esta identificación. 12. los violentos lo toman por la fuerza: Dicho enigmático, quizá referido a la ocupación romana de Israel por la fuerza y al maltrato del Bautista, que predica el rei­no. 13. profetizaron hasta Juan: Contiene una aclaración sobre los períodos de la historia de la salvación. El tiempo de la promesa proféti­ca llega hasta el Bautista; pero ahora ya ha comenzado el tiempo del cumplimiento. 14. Cf. Mal 3,23. 16-19. El juicio de Jesús sobre esta generación está formado por una breve parábola (vv. 16-17), su explicación (vv. 18.19a) y un dicho sapiencial (v. 19b), que, probablemente, se añadió posteriormente. Es difícil interpretar el sentido de la parábola. La explicación más probable puede ser la si­guiente: Los niños son Juan y Jesús; primero se llama a participar en una boda, luego en un funeral; los «otros» son los palestinos contemporáneos, que rechazan tanto el pro­ceder severo de Juan como el suave yugo de Jesús. 19. la sabiduría es justificada: La ver­sión lucana que dice «por sus hijos» es pro­bablemente la original; así, se presenta a Juan y Jesús como los hijos de la sabiduría. El cambio de Mateo «por sus obras» forma una inclusión con el v. 2.
(Linton, O., «The Parable of the Children’s Game», NTS 22 [1975-76] 159-79. Meier, J. P„ «John the Baptist in Matts Gospel», JBL 99 [1980] 383-405. Schónle, V., Johannes, Jesús und die Juden [Francfort 1982], Suggs, M. J., Wisdom, Chris­tology, and Law in Matthew’s Gospel [Cambridge, MA, 1970] 33-61.)

74 (B) Lamentaciones sobre las ciuda­des (11,20-24). Cf. Lc 10,13-15. 20. entonces se puso a increpar a las ciudades: Mateo crea un título para los vv. 21-24, que le llegan de Q, acentuando las «acciones poderosas» y el «arrepentimiento». 21. ay de ti, Corozaín: Es la primera de una serie de dos unidades que es­tán estructuradas del siguiente modo: juicio, explicación y comparación. Las ciudades se mencionan en aposiciones, como si fueran personas. Las dos ciudades están cerca del mar de Galilea y actualmente sólo podemos ver sus ruinas; todavía pueden verse los restos arqueológicos de la sinagoga de Corozaín. Ti­ro y Sidón eran ciudades gentiles de Fenicia, condenadas por los profetas (Is 23,1-18; Ez 26-28). 23. y tú, Cafarnaún: La estructura se pa­rece a la de los vv. 21.22, pero sube el tono emocional. Cafarnaún era el lugar donde resi­día Jesús (4,13); se dirige a ella directamente, aludiendo a Is 14,13-15 y Ez 26,20. El destino de Sodoma se cuenta en Gn 19,24-28. El obje­tivo de los milagros era provocar la conversión nacional, pero al no lograrla se crean las bases de la tragedia (cf. J. A. Comber, CBQ 39 [1977] 497-504).

75 (C) Grito de júbilo y llamada del Salvador (11,25-30). Cf. Lc 10,21-22 para el paralelo Q de los vv. 25-27. El pasaje consiste en un discurso de revelación en el que Jesús aparece como revelador de la sabiduría divina. Podemos dividir la unidad estructuralmente en tres partes: (a) vv. 25.26, acción de gracias por la revelación; (b) v. 27, contenido de la re­velación; (c) vv. 28-30, invitación a la revela­ción. Se parece a Eclo 51,1-12.13-22.23-30, pe­ro solamente la unidad 51,22-30 está realmen­te cerpa de los vv. 28-30. A menudo, se pone en cuestión su autenticidad argumentando desde la perspectiva de la crítica de las fuentes. ¿Se hallaban los vv. 28-30 en Q? Se podría afirmar que sí, puesto que son necesarios para la es­tructura; la omisión de Lucas podría explicar­se por el simbolismo judío, que sería ininteli­gible a los lectores gentiles. Pero es más probable que sean una adición mateana, aun cuando el vocabulario no sea típicamente su­yo. Si el crucial v. 27 es auténtico, como pare­ce serlo, nos encontraríamos con la clave más importante para acceder al modo en que Jesús se entendió a sí mismo como Hijo absoluto del Padre absoluto. Hay en esta expresión un so­lapamiento de Mc y Q; cf. Mc 13,32. 25. yo te alabo, Padre: Es una típica fórmula judía de bendición, a la que se añade la íntima referen­cia de Jesús a Dios como Abba-Padre (5 veces en tres versículos), pequeños: Lit., «simples», «analfabetos», revelado: La comunicación divi­na es un poderoso misterio religioso irreduci­ble. 26. te ha parecido bien: E.d., la decisión de Dios de elegir a algunos para la salvación. 27. todo me ha sido entregado: Jesús es la tradición personal de Dios, nadie conoce: Se afirma en este versículo el exclusivo acceso al conoci­miento y amor del Padre. Jesús es la revela­ción exclusiva del Padre (cf. 1,23; 28,18; Jn 3,35; 10,15; 13,3). Harnack consideró este ver­sículo como el germen histórico de toda la cristología posterior. 28. venid a mí: Jesús ha­bla aquí como la Sabiduría personificada de Prov 28, con las características femeninas pro­pias de quien otorga el descanso y el relax, y extiende a todos la gran invitación, todos los que trabajáis: Originalmente, tanto la gente ex­cluida por los fariseos (el ‘am ha-ares) como también los mismos fariseos. 29. cargad con mi yugo: Los rabinos hablaban del yugo de la Torá y del yugo del reino. Aquí se refiere a la interpretación que Jesús hace de la ley. apren­ded de mí: El discípulo es un aprendiz de por vida. El Jesús humilde es tanto el maestro mo­delo como la materia ideal de aprendizaje, puesto que él es la Torá personificada (cf. co­mentario sobre 18,20). descanso: El descanso sabático es un símbolo del reino de Dios (Jr 6,16) . 30. mi yugo es suave: En comparación con la halaká de los fariseos, la enseñanza de Jesús es cuantitativamente más fácil por su brevedad y por centrarse en lo esencial. Pero, teniendo en cuenta la mayor justicia exigida en 5,20, es cualitativamente más difícil, por­que las exigencias del amor a Dios y al próji­mo son inagotables (cf. Suggs, Wisdom [→73 supra] 71-97; Viviano, Study 183-92).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Lo primero que en este pasaje llama nuestra atención, es el mensaje que Juan el Bautista envió á nuestro Señor Jesucristo. Es este: «¿Eres tú aquel que había de venir, ó esperaremos á otro?.
La pregunta no fue motivada por duda alguna ó incredulidad de parte de Juan. Este la hizo para provecho de sus discípulos: para presentarles la oportunidad de que oyeran de los labios del mismo Jesús las pruebas de que su misión era divina. Sin duda Juan se había apercibido de que su ministerio había llegado á su fin. Una voz interior debió de haberle dicho que jamás saldría vivo de la cárcel en que lo encerrara Herodes; y aun no se le había olvidado la necia envidia que sus discípulos habían manifestado hacia los discípulos de Jesús, Por lo tanto, tomó aquellas medidas que podrían para siempre desvanecer esa envidia: envió á sus discípulos á que oyesen y viesen por sí mismos.
Cuando los padres de familia, los ministros, ó los maestros se acercan al fin de sus días, deben principalmente pensar en el bien de las almas de los que van á dejar atrás, y su deseo más ardiente debe ser él de persuadirlos á que no se aparten del Salvador.
Lo segundo que llama nuestra atención en este pasaje es el elevado encomio que nuestro Señor hizo de Juan. Helo aquí: «No se levantó entre los que nacen de mujeres otro mayor que Juan el Bautista.» Anteriormente Juan había reconocido á Jesús delante de los hombres como el Cordero de Dios: Jesús declara ahora que Juan es más que profeta.
Sin duda existían personas que estaban inclinadas á mirar con menosprecio al Bautista, en parte porque ignoraban la naturaleza de su ministerio, en parte porque no habían comprendido la pregunta que había mandado hacer. Nuestro Señor reduce al silencio á tales personas por medio del encomio que queda citado. Les dice que no vayan á suponer que Juan es tímido, vacilante, ó veleidoso como una caña agitada por el viento; que, por el contrario, él no se intimidaba ni cejaba cuando la verdad estaba de por medio. Les dice también que no vayan á suponer que Juan era de corazón un hombre mundano y amigo del fausto y de la corte; que por el contrario era un abnegado predicador que anunciaba el arrepentimiento, y que se exponía á la ira del rey más bien que dejar de amonestarlo por sus pecados. Les hace saber, en una palabra, que Juan era más que profeta. Los otros profetas habían profetizado acerca del Mesías, pero no lo habían visto: Juan no solo profetizó acerca de El, sino lo vio cara á cara. Á ellos fue dado predecir que el Mesías seria conducido como un cordero al matadero: á Juan fue dado señalarlo y decir: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo..
Para los cristianos el encomio que nuestro Señor hizo de Juan tiene mucho de bello y de consolador, por cuanto manifiesta cuanto interés siente el Jefe de la iglesia en la vida y la conducta de sus miembros, y cuanto se complace en todos los esfuerzos que hacen en favor de su causa. Es una dulce anticipación del reconocimiento que de ellos hará en presencia del mundo congregado, cuando los presente sin mancilla ante el trono de su Padre.

Fuente: Los Evangelios Explicados

B459 El participio διατάσσων se usa como el complemento directo del verbo ἐτέλεσεν: Cuando Jesús hubo terminado de instruir a sus discípulos.

TGr150 Se omite el antecedente del pronombre αὐτῶν: sus ciudades (es decir, en las ciudades de otras personas).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

O, proclamar

Fuente: La Biblia de las Américas

Envía el Bautista dos de sus discípulos a preguntar al Señor, si era él el Mesías; y el Señor les manda que consideren sus obras, y que hagan relación de ellas al Bautista. Testimonio que da el Señor de su Precursor. Adora la providencia de su Padre, que negándose a los soberbios, se descubre y comunica a los humildes. Exhorta a todos a que le imiten y sigan.

1 a. De ellos; esto es, de los discípulos, que eran las ciudades de Galilea, puesto que acababa de instruir a sus discípulos en el monte entre Cafarnaúm y Betsaida.

3 b. El Griego: erjómenos (el que viene). El que ha de venir, y todos esperamos el Mesías prometido a nuestros padres. Y todo esto comprendían los judíos bajo aquella palabra.

c. ¿Eres tú el Mesías? Bien sabía Juan que lo era, cuando dijo: Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo; pero para que los demás lo supiesen, toma ocasión de enviar sus discípulos al Señor, para que viesen y oyesen sus milagros; y por ellos conociesen como testigos oculares que era el verdadero Mesías.

4 d. El Griego: há akóuete, kái blépete (lo que oís y veis).

5 e. Parece que en estas palabras les da a entender que reflexionen y vean el cumplimiento de las profecías (Is 35,5; 61,1), pues en ellas estaban prometidas a la Iglesia todas estas gracias en la venida del Mesías.

6 f. Viéndole morir en una cruz, que, según San Pablo (1Cor 1,23), sería un escándalo para los judíos, y una locura para los gentiles.

7 g. Un hombre inconstante y mudable, que comenzase a dudar de la venida del Mesías, después de haberla anunciado tan claramente.

8 h. MS. ¿De blanduras?

i. ¿No es Juan este, que se contenta para vestirse con pelo de camellos, y que para su alimento se sirve de langostas y de miel silvestre? Los que visten delicadamente habitan en los palacios; y Juan, como predicador de la verdad, mora en el desierto.

9 j. Quiere esto decir, que sobrepujaría a los profetas que habían vaticinado la venida del Mesías, puesto que le mostraría con el dedo, diciendo: Este es el Cordero, etc.

10 k. Son palabras del profeta Malaquías (3,1), que el Hijo de Dios aplica al Bautista. Allí se lee ante faciem meam; pero el sentido es el mismo; porque el Padre apareció al mundo en la persona de su Hijo.

11 l. San Juan es preferido, dice San Jerónimo, a los que habían nacido naturalmente de mujeres, no a aquel que nació de la Virgen por operación del Espíritu Santo; y esto no obstante, cuando habla Jesucristo del Bautista de esta suerte, aunque no le prefiere absolutamente a todos los profetas, patriarcas, y demás hombres que vivieron en el mundo, por lo menos le iguala a los más grandes que hubo entre ellos.

m. Todo aquel que está gozando de Dios, es mayor que el que se halla todavía empeñado en el combate; porque es una cosa muy diferente, gozar ya del fruto de la victoria, o combatir por ella. San Jerónimo. Otros intérpretes por Reino de los Cielos entienden la Iglesia, y quieren que la comparación sea entre la ley de Moisés, y la de Jesucristo. Un simple fiel en el estado de la Iglesia renovada por el Mesías, tendrá la ventaja sobre el Bautista; porque verá cumplido en mi persona el misterio de la redención del mundo, y gozará de su fruto con mayor virtud y abundancia, que derramará sobre ella mi divino Espíritu.

12 n. Porque han de hacerse una grande fuerza los que habiendo nacido sobre la tierra aspiran a las cosas del cielo, debiendo trabajar con el mayor empeño para adquirir por fuerza y virtud lo que no poseen por naturaleza. San Jerónimo.

13 o. Todas las profecías, que había en los libros de los profetas y de la ley miraban a la persona del Mesías; y así todas tuvieron su cumplimiento en el tiempo en que San Juan Bautista declaró que había ya venido; y en esto consiste la prerrogativa del Bautista sobre los otros profetas que le precedieron. Aquellos anunciaron las cosas que estaban por venir; el Bautista señaló y declaró la salud presente; en él comenzó el ministerio evangélico, cesando el figurativo y legal. San Jerónimo.

14 p. Si queréis recibir, lo que os digo, si lo queréis entender, él es Elías; porque tendrá el mismo espíritu y virtud que Elías. La primera parte del periodo se puede también trasladar: Y si queréis comprenderlo. Elías y el Bautista fueron muy semejantes en la austeridad de vida, y en la virtud y fuerza del espíritu: los dos vivieron en el desierto: los dos usaban un ceñidor de piel. Elías tuvo que huir por haber reprendido a Ajab y a Jezabel por su impiedad. El Bautista perdió la cabeza por haber hablado contra el matrimonio incestuoso de Herodías con Herodes. Algunos con San Jerónimo son de sentir, que el Señor dio al Bautista el nombre de Elías, porque así como este en la segunda venida de Jesucristo vendrá a anunciar que este Señor ha de venir como Juez; del mismo modo en la primera San Juan fue el precursor, que anunció que debía venir en calidad de Redentor (véase Mal 4,5-6).

15 q. Las palabras del Señor eran misteriosas, y se necesitaba de particular luz para entenderlas en el sentido que llevamos explicado, no en el extravagante y ridículo de los filósofos y herejes que, pretenden la metempsicosis, o transmigración de las almas en otros cuerpos. Hieron. in hunc locum.

17 r. Esto parece tener alusión a alguna canción popular, o juego de muchachos, que se usase entonces.

18 s. Los escribas y fariseos principalmente (Lc 7,30).

19 t. MS. Gargantero.

u. Estas dos proposiciones son una explicación de lo que antes les había dicho por medio de una parábola. Les da a entender que no había omitido medio alguno para atraerlos a sí, y hacerles conocer que él era el verdadero Mesías. ¿Qué debía hacer yo por mi viña, que no lo haya hecho? (Is 5,4). Juan y yo hemos venido por dos caminos diferentes. Si la austeridad y el ayuno os parecen dignos de admiración, ¿por qué no creeis a Juan de una vida tan austera, y que da testimonio de mí, diciendo que yo soy el Mesías? Y si el ayuno os parece una cosa muy austera, ¿por qué no me creeis a mí, que hago una vida común entre vosotros? Pero la economía, que ha usado la divina Sabiduría y su admirable doctrina, han sido reconocidas por los que son verdaderamente del número de los hijos de la Sabiduría, por los Apóstoles y discípulos, que siendo los hijos de Dios están convencidos de la justicia con que yo me he portado con vosotros (San Jerónimo).

21 v. El Griego: Jorazín, Corazin.

w. MS. Pieça á.

x. Eran señales de penitencia, usadas entre los judíos y los gentiles. El cilicio era un vestido de tela o paño grosero, y de color oscuro, estrecho y sin pliegues; por lo cual los hebreos le llaman saco, y así se llama en los originales del Viejo Testamento. Lo usaban los hebreos en tiempo de luto y de calamidades públicas, y para muestra de mayor sentimiento ponían ceniza en la cabeza.

22 y. MS. Que mas afloxo deuen auer Tyro é Sidón.

z. Si se pregunta ¿por qué el Evangelio no había sido predicado, y ni se habían obrado todos estos milagros en Tiro y en Sidón, puesto que Jesucristo declara que hubieran creído y hecho penitencia? San Agustín responde, que Jesucristo Nuestro Señor, nos descubrió en estas palabras, que son de la misma verdad, la profundidad del misterio de la predestinación. Y San Jerónimo nos dice, que los juicios de Dios nos son desconocidos; y que los misterios de la conducta que guarda con cada uno de los hombres, son verdaderamente impenetrables a nuestra corta y limitada capacidad. San Pablo, hablando de estos profundos arcanos en su carta a los romanos exclama, y dice: ¡O alteza de las riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inapeables sus caminos! ¿No será temeridad y presunción querer nosotros escudriñarlos y comprenderlos?

23 a. En el texto Griego se lee: émeinan án méjri tés sémeron (hubieran permanecido hasta este día). La partícula án, forte, es de afirmar y no de dudar; y así muchas veces se traslada en la Vulgata por utique. Por manera, que cuando se halla trasladada forte o forsitan, se debe entender en el mismo sentido. Por esta razón en muchas traslaciones se omite enteramente, y se dice absoluta o afirmativamente: hubieran permanecido, o hubieran sin duda permanecido hasta el día de hoy.

25 b. Los misterios celestiales.

c. Estos eran entonces los fariseos y los doctores de la ley, que se creían sabios y prudentes.

d. A los humildes, como fueron los Apóstoles; Dios resiste a los soberbios, y da su gracia a los humildes (Stgo 4,6). Y esto ¿por qué? porque así fue de su agrado. Y porque, como dice San Pablo (Rom 9,18): Usa de misericordia con quien quiere, y endurece al que le place.

27 e. Para que, como Salvador del mundo, reparase las ruinas del pecado; como Médico soberano, curase los perniciosos efectos de la picadura de la serpiente; como vida esencial resucitase a los que estaban muertos; y, como luz y resplandor del Padre, disipase las tinieblas que reinaban entre los hombres.

f. Porque solamente Dios puede conocerse a sí mismo. Lo que aquí se dice, se debe entender por respeto a las criaturas, y no por respeto al Espíritu Santo, que procediendo del Hijo, recibe esencialmente de él toda la plenitud del conocimiento del Padre.

28 g. Del peso de vuestros pecados.

29 h. El yugo de mis preceptos y de mi cruz.

i. MS. Umildoso.

30 j. Los preceptos de la ley nueva y la perfecta imitación de Jesucristo, son una cosa penosa para la naturaleza; pero la gracia de Dios lo vence todo, y lo hace muy fácil y llevadero. Sobre lo cual dice San Agustín estas admirables palabras: Cualquiera otra carga te oprime y abruma; mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquiera otra carga tiene peso, mas la de Cristo tiene alas. Si a una ave quitas las alas, parece que la alivias del peso; mas cuanto más la alivies de este peso, tanto más quedará cosida con la tierra. Ves en tierra a la que quisisteis aliviar de su peso: restitúyeselo, y verás cómo vuela.
El Griego: elafrón (lisa, no áspera).

Fuente: Notas Bíblicas

[6] Simbólico de indagar a Judah y Efrayím.

[7] Referencia Shem Tov.

[1] No regenerado.

[2] Shem Tov y la Peshitta, con esta posible referencia al gobierno de los Fariseos bajo Roma.

[3] Observe, que de acuerdo a Shem Tov hablaban “en relación a a no “hasta” Juan el Inmersor.

[4] Referencia Shem Tov.

[5] En la Judea del primer siglo.

[6] Países de la dispersion Efrayimita.

[7] Referencia Shem Tov.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[10] Mal 3, 1; 4, 8.[11] El elogio de Juan el Bautista unifica este capítulo y exalta al Precursor del Mesías como punto de llegada del antiguo testamento e inicio de la nueva alianza. Luc 7, 28.[12] Desde la predicación de Juan Bautista hasta hoy, el reino de los cielos o el Evangelio es arrebatado con ímpetu por los hombres que vienen en tropel a oír el mensaje de salvación, que ya no pertenece exclusivamente a los judíos.[19] No aprobáis la aspereza del Bautista ni la vida regular del Hijo del hombre.

Fuente: Notas Torres Amat