Comentario de Mateo 13:10 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: —¿Por qué les hablas por parábolas?

13:10 — Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Matthew 25.29; Mark 4.25; Luke 8.18; 19.26. 13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis 15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. Isa 6:9-10. — En este párrafo Jesús explica el propósito de las parábolas (compárense Mar 4:10-12; Luc 8:9-10). Hay parábolas en el Antiguo Testamento (p. ej., Isa 5:1-7, la parábola de la viña). Un dicho común entre rabinos judíos era «¿A qué lo compararé?» (Mat 11:16). Jesús las usaba más que nadie. Ni antes ni después ha habido otro maestro que tanto haya enseñado en parábolas. Mar 4:33-34, «Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo».

¿Qué es una «parábola»? ‘PARABOLE’ denota lit., un poner al lado (relacionado con ‘PARABALLO’, arrojar o depositar al lado, comparar). Significa la puesta de una cosa al lado de otra con el propósito de comparar… Por lo general se usa de un relato algo largo sacado de la naturaleza o de circunstancias humanas, siendo su objeto la enseñanza de una lección espiritual» (WEV).

No es «fábula» (véase Jue 9:14-15). Las fábulas quebrantan las reglas de la naturaleza, dando a los árboles y animales poderes humanos. Las fábulas no podrían servir el propósito de Jesús. Las fábulas enseñan lecciones prácticas pero tienen que ver solamente con relaciones humanas. Las parábolas tratan de nuestras relaciones con Dios; tienen significado celestial y eterno.

No es «alegoría» (véase Gál 4:21-26), porque cada detalle de una alegoría representa algo o alguien. Es verdad que a veces los elementos particulares de una parábola tienen significado (como en la parábola del sembrador), pero comúnmente cada parábola tiene una sola lección central. Un error que se comete en el uso de las parábolas es el de buscar el significado de cada detalle de la parábola, aunque Jesús no lo haga. Por ejemplo, cierto predicador presentó un sermón sobre «El Buen Samaritano», y dijo que el viajero representa la raza humana; el dejar Jerusalén representa el apartarse de Dios; Jericó representa la tentación; los ladrones, el diablo y sus ángeles; el sacerdote, el Antiguo Testamento; los levitas, la ley de Moisés; y el samaritano, el Salvador del mundo, pero ¿qué enseñó Jesús en esta parábola? La lección de usar de misericordia con todos, sin acepción de personas, una sola lección muy sencilla y muy preciosa.

Es verdad que puede haber en algunas de las parábolas más de una lección. Por ejemplo, la parábola de los talentos (Mat 25:14-30) tiene que ver con la responsabilidad individual, pero también se refiere claramente al juicio final, de recompensa para los fieles y castigo para los infieles.

Los detalles o circunstancias de la parábola no necesariamente tienen importancia. Esta regla es importante. En la mayoría de las parábolas las circunstancias no tienen significado. Por ejemplo, Mat 13:44, el pensamiento principal es el gozo del hombre que halló un tesoro. En seguida, Mat 13:45-46, habla de la perla de gran precio, y el pensamiento principal es el valor del reino.

Una parábola es una ilustración basada en eventos comunes, las actividades diarias de la gente. Jesús conoce al hombre, y conocía a la gente de Palestina, todo aspecto y detalle de su vida diaria. Leemos sus parábolas y los hogares de aquel tiempo se nos abren. Vemos una mujer haciendo pan; a otra en la costura; la emergencia de aquel que pide pan a media noche para la visita; los ricos con bodegas llenas; el trabajador que no se atreve a comer hasta que el patrón haya comido. Hay contrastes (p. ej., judíos escogidos y samaritanos aborrecidos). Todo el panorama se presenta: el agricultor arando, el pescador con sus redes, la alegría de los que se recibían en las bodas y la tristeza de los que no podían entrar, el edificador construyendo una torre, la viuda ante el juez pidiendo justicia.

¿Por qué habló Jesús en parábolas? (1) Para revelar la verdad. Las parábolas son «ventanas» que dejan entrar la luz. Nos ayudan mucho en nuestro entendimiento de verdades celestiales. Jesús podía «colgar la verdad» sobre las cosas y actividades más comunes para que la veamos y entendamos mejor. Por ejemplo, en este capítulo (Mat 13:1-58) Jesús dice varias veces, «El reino de los cielos es semejante a» y luego sigue la comparación. Jesús habla de «Los misterios del reino de los cielos». La palabra «misterio» se usa en el Nuevo Testamento en un sentido especial. No significa algo misterioso, oscuro y difícil o imposible de entender, sino algo que no se podía saber sin revelación de Dios (1Co 2:9-13; Efe 3:3-6). Así Jesús explica con parábolas la naturaleza verdadera del reino. Vemos la armonía entre las parábolas de Jesús y las enseñanza apostólica que se registra en los Hechos y en los otros libros del Nuevo Testamento.

(2) Para conservar la verdad. Las parábolas nos ayudan mucho para recordar la enseñanza. ¿Quién no se acuerda del «Hijo Pródigo»? Es fácil recordar las parábolas. Cada una es una «obra maestra», sin igual en los escritos y discursos de los más destacados autores, filósofos, estadistas, etc. del mundo entero. Los nombres de Sócrates y Platón son muy reconocidos, pero ¿qué enseñaron?

(3) Para dejar que sus enemigos se condenaran solos. De esta manera Jesús despertó la conciencia de la gente para que pudiera ver su propia rebeldía. Natán usó este medio (2Sa 12:1-7), dejando que David pronunciara su propio castigo por haber adulterado con Betsabé y por haber muerto a Urías. Jesús usó este medio. La parábola de los labradores malvados (Mat 21:33-46). Dice el v 45, «Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos». Sin embargo, éstos estaban endurecidos en su rebelión y tales parábolas no les detuvieron en su plan de matar a Jesús.

(4) Para esconder la verdad. Parece que esto contradice lo que ya se afirmó, pero es cierto. Jesús habló por parábolas para ilustrar la verdad para los sinceros y al mismo tiempo para ocultar la verdad de los insinceros. Siempre ha habido personas insinceras que no quieren la verdad, y no la aceptarán cuando se les presente. Al hablar en parábolas Jesús dejó a éstos en oscuridad.

— Viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. — Jesús explica por qué les habla por parábolas. Uno de los propósitos principales era para esconder la verdad de los insinceros. Muchos de los judíos de aquel tiempo abusaron de su privilegio de aprender la verdad de Dios. Jesús «a lo suyo (su universo, creado por El) vino, y los suyos (los judíos) no le recibieron» (Jua 1:11). A consecuencia de esto quedaron aun más confirmados en su desobediencia a pesar de haber escuchado estas enseñanzas divinas.

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mat 5:6). Lamentablemente estos no tenían hambre y sed de justicia. Más bien, tenían sus ojos, oídos y corazones cerrados. Eran como Balaam (Núm 22:19) cuando Balac, rey de Moab, ofreció dinero a Balaam para que maldijera a Israel. Dios le dijo, «No vaya con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es» (v 12), pero Balaam dice a los siervos de Balac, «reposéis aquí esta noche, para que sepa qué me vuelve a decir Jehová». No le gustó lo que Dios le dijo y esperaba que cambiara su palabra. 2Ts 2:10-12, «no recibieron el amor de la verdad». Este texto nos debe asustar. Pablo dice, «Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira»; es decir, si nosotros no amamos la verdad sobre cualquier asunto, y si queremos creer algo que no es la verdad, estamos en gran peligro de creer una mentira y perder el alma.

Los judíos vieron los milagros y oyeron la enseñanza, pero su corazón era perverso. Debido a esto los milagros no produjeron en ellos la fe (Jua 20:30-31). No apreciaron la enseñanza, porque Jesús no enfatizó lo material sino lo espiritual. Jesús es la luz del mundo, pero éstos cerraron sus ojos para no verla.

Jesús habló en parábolas para que sus enseñanzas fueran más claras y efectivas. El quiere que todos entiendan y se conviertan, pero es imposible entender y recibir el beneficio de Su enseñanza si cerramos los ojos. Es importante recordar que estos judíos ya tenían sus ojos y oídos cerrados antes de oír a Jesús. Llegaron a escucharle con sus ojos y oídos cerrados. Por eso les habló en parábolas. Ya hemos visto la hostilidad de ellos (9:11,34; 11:20-24; 12:2,14,24). El reaccionó a ellos de acuerdo a su reacción a El. «Y no hizo allí (Nazaret) muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos» (13:58). Cuando Faraón endureció su corazón, Dios endureció su corazón.

Los que predicamos y enseñamos la palabra comprendemos perfectamente lo que Jesús dice en este texto. Por más que prediquemos con convicción y fervor, los oyentes a veces se ven congelados en su indiferencia hacia el mensaje. Como dice el comentarista Barclay, «Nuestras palabras se van con el viento; nuestro mensaje choca con la barrera impenetrable de la indiferencia de los hombres». Con estas palabras este autor se condena solo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

¿Por qué les hablas por parábolas? Mar 4:10, Mar 4:33, Mar 4:34.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

a vosotros os es dado: El propósito de esta parábola era para revelar (v. Mat 13:11) y ocultar la verdad (v. Mat 13:13). Este esconder la verdad era un juicio a la incredulidad, como ocurrió durante el ministerio de Isaías (Isa 6:9, Isa 6:10).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

13:10 — Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Matthew 25.29; Mark 4.25; Luke 8.18; 19.26. 13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis 15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. Isa 6:9-10. — En este párrafo Jesús explica el propósito de las parábolas (compárense Mar 4:10-12; Luc 8:9-10). Hay parábolas en el Antiguo Testamento (p. ej., Isa 5:1-7, la parábola de la viña). Un dicho común entre rabinos judíos era «¿A qué lo compararé?» (Mat 11:16). Jesús las usaba más que nadie. Ni antes ni después ha habido otro maestro que tanto haya enseñado en parábolas. Mar 4:33-34, «Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en particular les declaraba todo».
¿Qué es una «parábola»? ‘PARABOLE’ denota lit., un poner al lado (relacionado con ‘PARABALLO’, arrojar o depositar al lado, comparar). Significa la puesta de una cosa al lado de otra con el propósito de comparar… Por lo general se usa de un relato algo largo sacado de la naturaleza o de circunstancias humanas, siendo su objeto la enseñanza de una lección espiritual» (WEV).
No es «fábula» (véase Jue 9:14-15). Las fábulas quebrantan las reglas de la naturaleza, dando a los árboles y animales poderes humanos. Las fábulas no podrían servir el propósito de Jesús. Las fábulas enseñan lecciones prácticas pero tienen que ver solamente con relaciones humanas. Las parábolas tratan de nuestras relaciones con Dios; tienen significado celestial y eterno.
No es «alegoría» (véase Gál 4:21-26), porque cada detalle de una alegoría representa algo o alguien. Es verdad que a veces los elementos particulares de una parábola tienen significado (como en la parábola del sembrador), pero comúnmente cada parábola tiene una sola lección central. Un error que se comete en el uso de las parábolas es el de buscar el significado de cada detalle de la parábola, aunque Jesús no lo haga. Por ejemplo, cierto predicador presentó un sermón sobre «El Buen Samaritano», y dijo que el viajero representa la raza humana; el dejar Jerusalén representa el apartarse de Dios; Jericó representa la tentación; los ladrones, el diablo y sus ángeles; el sacerdote, el Antiguo Testamento; los levitas, la ley de Moisés; y el samaritano, el Salvador del mundo, pero ¿qué enseñó Jesús en esta parábola? La lección de usar de misericordia con todos, sin acepción de personas, una sola lección muy sencilla y muy preciosa.
Es verdad que puede haber en algunas de las parábolas más de una lección. Por ejemplo, la parábola de los talentos (Mat 25:14-30) tiene que ver con la responsabilidad individual, pero también se refiere claramente al juicio final, de recompensa para los fieles y castigo para los infieles.
Los detalles o circunstancias de la parábola no necesariamente tienen importancia. Esta regla es importante. En la mayoría de las parábolas las circunstancias no tienen significado. Por ejemplo, Mat 13:44, el pensamiento principal es el gozo del hombre que halló un tesoro. En seguida, Mat 13:45-46, habla de la perla de gran precio, y el pensamiento principal es el valor del reino.
Una parábola es una ilustración basada en eventos comunes, las actividades diarias de la gente. Jesús conoce al hombre, y conocía a la gente de Palestina, todo aspecto y detalle de su vida diaria. Leemos sus parábolas y los hogares de aquel tiempo se nos abren. Vemos una mujer haciendo pan; a otra en la costura; la emergencia de aquel que pide pan a media noche para la visita; los ricos con bodegas llenas; el trabajador que no se atreve a comer hasta que el patrón haya comido. Hay contrastes (p. ej., judíos escogidos y samaritanos aborrecidos). Todo el panorama se presenta: el agricultor arando, el pescador con sus redes, la alegría de los que se recibían en las bodas y la tristeza de los que no podían entrar, el edificador construyendo una torre, la viuda ante el juez pidiendo justicia.
¿Por qué habló Jesús en parábolas? (1) Para revelar la verdad. Las parábolas son «ventanas» que dejan entrar la luz. Nos ayudan mucho en nuestro entendimiento de verdades celestiales. Jesús podía «colgar la verdad» sobre las cosas y actividades más comunes para que la veamos y entendamos mejor. Por ejemplo, en este capítulo (Mat 13:1-58) Jesús dice varias veces, «El reino de los cielos es semejante a» y luego sigue la comparación. Jesús habla de «Los misterios del reino de los cielos». La palabra «misterio» se usa en el Nuevo Testamento en un sentido especial. No significa algo misterioso, oscuro y difícil o imposible de entender, sino algo que no se podía saber sin revelación de Dios (1Co 2:9-13; Efe 3:3-6). Así Jesús explica con parábolas la naturaleza verdadera del reino. Vemos la armonía entre las parábolas de Jesús y las enseñanza apostólica que se registra en los Hechos y en los otros libros del Nuevo Testamento.
(2) Para conservar la verdad. Las parábolas nos ayudan mucho para recordar la enseñanza. ¿Quién no se acuerda del «Hijo Pródigo»? Es fácil recordar las parábolas. Cada una es una «obra maestra», sin igual en los escritos y discursos de los más destacados autores, filósofos, estadistas, etc. del mundo entero. Los nombres de Sócrates y Platón son muy reconocidos, pero ¿qué enseñaron?
(3) Para dejar que sus enemigos se condenaran solos. De esta manera Jesús despertó la conciencia de la gente para que pudiera ver su propia rebeldía. Natán usó este medio (2Sa 12:1-7), dejando que David pronunciara su propio castigo por haber adulterado con Betsabé y por haber muerto a Urías. Jesús usó este medio. La parábola de los labradores malvados (Mat 21:33-46). Dice el v 45, «Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos». Sin embargo, éstos estaban endurecidos en su rebelión y tales parábolas no les detuvieron en su plan de matar a Jesús.
(4) Para esconder la verdad. Parece que esto contradice lo que ya se afirmó, pero es cierto. Jesús habló por parábolas para ilustrar la verdad para los sinceros y al mismo tiempo para ocultar la verdad de los insinceros. Siempre ha habido personas insinceras que no quieren la verdad, y no la aceptarán cuando se les presente. Al hablar en parábolas Jesús dejó a éstos en oscuridad.
— Viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. — Jesús explica por qué les habla por parábolas. Uno de los propósitos principales era para esconder la verdad de los insinceros. Muchos de los judíos de aquel tiempo abusaron de su privilegio de aprender la verdad de Dios. Jesús «a lo suyo (su universo, creado por El) vino, y los suyos (los judíos) no le recibieron» (Jua 1:11). A consecuencia de esto quedaron aun más confirmados en su desobediencia a pesar de haber escuchado estas enseñanzas divinas.
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mat 5:6). Lamentablemente estos no tenían hambre y sed de justicia. Más bien, tenían sus ojos, oídos y corazones cerrados. Eran como Balaam (Núm 22:19) cuando Balac, rey de Moab, ofreció dinero a Balaam para que maldijera a Israel. Dios le dijo, «No vaya con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es» (v 12), pero Balaam dice a los siervos de Balac, «reposéis aquí esta noche, para que sepa qué me vuelve a decir Jehová». No le gustó lo que Dios le dijo y esperaba que cambiara su palabra. 2Ts 2:10-12, «no recibieron el amor de la verdad». Este texto nos debe asustar. Pablo dice, «Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira»; es decir, si nosotros no amamos la verdad sobre cualquier asunto, y si queremos creer algo que no es la verdad, estamos en gran peligro de creer una mentira y perder el alma.
Los judíos vieron los milagros y oyeron la enseñanza, pero su corazón era perverso. Debido a esto los milagros no produjeron en ellos la fe (Jua 20:30-31). No apreciaron la enseñanza, porque Jesús no enfatizó lo material sino lo espiritual. Jesús es la luz del mundo, pero éstos cerraron sus ojos para no verla.
Jesús habló en parábolas para que sus enseñanzas fueran más claras y efectivas. El quiere que todos entiendan y se conviertan, pero es imposible entender y recibir el beneficio de Su enseñanza si cerramos los ojos. Es importante recordar que estos judíos ya tenían sus ojos y oídos cerrados antes de oír a Jesús. Llegaron a escucharle con sus ojos y oídos cerrados. Por eso les habló en parábolas. Ya hemos visto la hostilidad de ellos (9:11,34; 11:20-24; 12:2,14,24). El reaccionó a ellos de acuerdo a su reacción a El. «Y no hizo allí (Nazaret) muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos» (13:58). Cuando Faraón endureció su corazón, Dios endureció su corazón.
Los que predicamos y enseñamos la palabra comprendemos perfectamente lo que Jesús dice en este texto. Por más que prediquemos con convicción y fervor, los oyentes a veces se ven congelados en su indiferencia hacia el mensaje. Como dice el comentarista Barclay, «Nuestras palabras se van con el viento; nuestro mensaje choca con la barrera impenetrable de la indiferencia de los hombres». Con estas palabras este autor se condena solo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA VERDAD Y EL OIDOR

Mateo 13:10-17, 34-35

Entonces los discípulos de Jesús se Le acercaron y Le preguntaron:

-¿Por qué les hablas por medio de parábolas?

A vosotros -les contestó Jesús- se os ha concedido conocer los secretos del Reino que solamente un discípulo puede entender; pero a ellos no se les ha concedido; porque se le dará al que ya tiene, para que tenga conocimiento hasta desbordar. Pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso es por lo que les hablo por parábolas; porque, aunque pueden ver, no ven; y aunque pueden oír, ni oyen ni entienden. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías que dice: » Oiréis de seguro, pero no entenderéis; y seguro que miraréis, pero no veréis; porque el corazón de este pueblo se ha entorpecido, de forma que oyen torpemente con sus oídos, y tienen los ojos legañosos, no sea que lleguen a ver con los ojos, y oír con los oídos, y entender con el corazón, y volver, y que Yo los sane. Pero, benditos vuestros ojos, porque veis; y vuestros oídos, porque oís. » Os digo la pura verdad: Muchos profetas y justos anhelaron ver lo que vosotros estáis viendo, y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo, y no lo oyeron.
Jesús decía todas estas cosas a la gente por medio de parábolas, y no acostumbraba decirles nada sino por parábolas. Lo hacía así para que se cumpliera lo que Dios dijo por medio del profeta: «Hablaré en público por medio de parábolas, proclamaré cosas que han estado ocultas desde la creación del mundo.»

Este es un pasaje que está lleno de dificultades, y tendremos que tomarnos el tiempo necesario para solventarlas. En primer lugar, hay dos cosas generales al principio que, si las entendemos bien, ayudarán a iluminar todo el pasaje.
La palabra griega que se usa en el versículo 11, que he traducido por secretos (como muchas traducciones), es en el original mysteria, misterios, como dice la Reina-Valera. En los tiempos del Nuevo Testamento, la palabra misterio se usaba con un sentido técnico especial. Para nosotros quiere decir sencillamente algo oscuro, difícil o imposible de entender, a veces misterioso. Pero en los tiempos del Nuevo Testamento era el nombre técnico de algo que era ininteligible para el de fuera, pero claro como el agua para el iniciado.

En el tiempo de Jesús, tanto en Grecia como en Roma, las religiones más intensas y reales eran las que se llamaban religiones misteriosas o misterios. Estas religiones tenían todas un cierto carácter en común. Eran en esencia dramas o autos de pasión en los que se representaba la historia de algún dios o diosa que había vivido y sufrido y muerto y resucitado gloriosamente. Al iniciado se le daba un largo curso de instrucción en el que se le explicaba el sentido íntimo del drama; ese curso de instrucción duraba muchos meses o hasta años. Antes que se le llegara a permitir ver el drama tenía que pasar un período de ayunos y abstinencias. Todo conducía a un estado de emoción y de expectación. Entonces se le llevaba a ver el drama; el ambiente estaba cuidadosamente preparado: iluminación sugestiva, inciensos y perfumes, música sensual y en muchos casos una liturgia exquisita. Entonces se representaba el drama, que se pretendía que produjera en el adorador una identificación total con el dios cuya historia se representaba en el escenario. Se pretendía que el adorador participara en la vida y sufrimientos y muerte y resurrección de la divinidad, y participara así de la inmortalidad. El adorador clamaba al final: «¡yo soy Tú, y Tú eres yo!»

Vamos a poner un ejemplo concreto. Uno de los misterios más famosos era el de Isis. Osiris era un rey sabio y bueno. Set, su malvado hermano, le odiaba, y con setenta y dos conspiradores le indujo a acudir a un banquete. Allí le persuadió a entrar en un ataúd astutamente diseñado que tenía sus mismas medidas. Cuando Osiris estaba en el ataúd, se le cerró la tapa y se arrojó al Nilo. Tras larga y fatigosa búsqueda, Isis, la fiel esposa de Osiris, encontró el ataúd y se lo llevó a su casa con duelo. Pero cuando ella estaba ausente de su casa, el malvado Set volvió y robó el cuerpo de Osiris, lo cortó en catorce piezas y las distribuyó por todo Egipto. De nuevo Isis inició su búsqueda agotadora y dolorida. Después de mucho consiguió todas las piezas; por un poder maravilloso los trozos se ensamblaron entre sí, y Osiris resucitó, y llegó a ser desde entonces y para siempre el rey inmortal de los vivos y los muertos.
Es fácil comprender lo conmovedora que podía hacérsele esta historia a uno que hubiera recibido la larga enseñanza y que entonces la contemplaba en un ambiente cuidadosamente calculado. Estaba la historia del buen rey; el ataque del pecado; la búsqueda ansiosa del amor; el hallazgo triunfante; la resurrección a una vida que había conquistado la muerte. Con todo eso se pretendía que se identificara el adorador, y que surgiera de ello, según una frase famosa de las religiones misteriosas, «nacido de nuevo para la eternidad.»
Eso era un misterio: algo sin sentido para el que estaba fuera, pero supremamente precioso para el iniciado. De hecho, algo así es la Santa Cena. Para el que no la hubiera visto nunca, parecería una compañía de gente que toma un trocito de pan y bebe un sorbito de vino, y puede que hasta le pareciera algo ridículo. Pero para la persona que sabe lo que está haciendo, que ha sido iniciada en su sentido, es el acto de culto más precioso y conmovedor de la Iglesia Cristiana.

Así es que Jesús les dijo a Sus discípulos: » Los que están fuera no pueden entender lo que Yo digo; pero vosotros Me conocéis; sois Mis discípulos; podéis entender.» El Evangelio sólo se puede entender desde dentro. Sólo se puede entender después de un encuentro personal con Jesucristo. Criticarlo desde fuera es criticar en ignorancia. Sólo la persona que está dispuesta a entrar en el discipulado tiene acceso a las cosas más preciosas de la fe cristiana.

Adolfo Araujo, al final de su libro Cristianidad, aplica al Evangelio el romance del encuentro del Conde Amaldos con aquel misterioso Marinero que cantaba una canción tan maravillosa que hacía posarse las aves en el mástil y salir a la superficie a los peces; y que, cuando el Conde le pide que le diga ese cantar, le contesta:

Yo no digo esa canción sino a quien conmigo va.

«Conde Arnaldos, si quieres embelesarte con el cántico sublime, tienes que embarcarte con el Marinero que te viene a buscar, y, dejando la tierra de tu extrañamiento, volver a tu patria. Y así, lector, si quieres sentir lo inefable del cantar cristiano, entra en el barco de la fe. O, puesto de otro modo, encuéntrate dentro, aunque sea sin saber cómo.»

LA DURA LEY DE LA VIDA

Mateo 13:10-17, 34-35 (continuación)

La segunda cosa generales el dicho del versículo 12 de que todavía se le dará más al que tenga, y al que no tenga se le quitará aun lo que tenga. A primera vista parece cruel; pero lejos de ser cruel, expresa una indiscutible ley de la vida.

En todas las esferas de la vida se le da más al que tiene, y se le quita lo que tiene al que no tiene. Como decía Calderón:

En fin, que este mundo triste al que está vestido viste, y al desnudo le desnuda.

En el mundo de la investigación, el estudiante que se esfuerza por adquirir conocimientos adquiere más conocimientos. Es a él al que se le ofrecen cursos avanzados, investigación, y las cosas más interesantes; y es así porque con su tenacidad y fidelidad se ha capacitado para recibirlos y usarlos. Por otra parte, el estudiante perezoso que hace lo menos posible pierde hasta los conocimientos que tuviera.
Muchas personas llegan a saber algo de latín, inglés u otra lengua, pero con el paso del tiempo pierden lo que sabían porque no procuran desarrollarlo y usarlo. Muchas personas tenían habilidad en algún arte o juego y la perdieron porque lo abandonaron; el vago acaba perdiendo hasta lo que tenía. Todos los dones se pueden desarrollar; pero, como nada permanece inmóvil en la vida, lo que no se desarrolla se pierde.
Así sucede también con la bondad. Cada tentación que vencemos nos hace más fácil vencer la siguiente, y cada tentación a la que sucumbimos nos hace menos capaces de vencer la siguiente. Siempre que hacemos una buena obra, un acto de autodisciplina o de servicio, nos capacitamos más para hacer el siguiente; y cada vez que desperdiciamos una oportunidad nos hacemos menos capaces de aprovechar la siguiente que se nos presente.
La vida es un constante proceso en el que se gana más o se pierde más. Jesús estableció la verdad de que cuanto más cerca vivamos de Él más creceremos hacia el ideal de la vida cristiana. Y cuanto más se aleje una persona de Cristo o deje que le alejen las circunstancias, menos capacitada estará para alcanzar la bondad; porque la debilidad, como la fuerza, crece.

CEGUERA HUMANA Y PROPÓSITO DIVINO

Mateo 13:10-17, 34, 35 (conclusión)

Los versículos 13-17 de este pasaje son de los más difíciles de los evangelios. Y el hecho de aparecer en diferente forma en los diferentes evangelios muestra hasta qué punto se reconocía su dificultad en la Iglesia Primitiva. Por ser el primero de los evangelios que se escribió, esperaríamos que Marcos fuera el que más se aproximara a las palabras originales de Jesús. Así nos las presenta (4:11,12, R-V):

A vosotros os es dado saber el misterio del Reino de Dios; pero a los que están fuera, por parábolas todas las cosas, para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados.

Si se toman estos versículos por su valor facial sin intentar entender su sentido real, hacen la extraordinaria afirmación de que Jesús hablaba a la gente por parábolas para que no entendieran, y para impedir que se arrepintieran y se les perdonaran los pecados.

Mateo es posterior a Marcos, e introduce un cambio importante:

Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden (13, R-V).

Según Mateo, Jesús hablaba en parábolas porque la gente era demasiado ciega y sorda para entender la verdad de ninguna otra manera.

Hay que notar que este dicho de Jesús da paso a la cita de Isa 6:9-10 . Ese era otro pasaje que provocaba mucha inquietud angustiosa. Veámoslo en la versión Reina-Valera:

Anda, y dile a este pueblo: «Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, pero no comprendáis.» Embota el corazón de este pueblo, endurece sus oídos y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos ni oiga con sus oídos ni su corazón entienda, ni se convierta y haya para él sanidad.

De nuevo parece que Dios hubiera cegado los ojos y ensordecido los oídos y endurecido los corazones del pueblo intencionadamente para que no pudieran entender. La falta de comprensión del pueblo de Israel se atribuye a la acción deliberada de Dios.
Exactamente como Mateo suavizó Marcos, la Septuaginta -la traducción griega del Antiguo Testamento que usaban casi todos los judíos de la Diáspora en los tiempos de Jesús suavizó el original hebreo:

Ve, dile a este pueblo: «De veras oiréis, pero no entenderéis; y viendo veréis y no percibiréis.» Porque el corazón de este pueblo se ha insensibilizado, y oyen torpemente con sus oídos, y han cerrado sus ojos no sea que alguna vez vean con sus ojos, y oigan con sus oídos, y entiendan con sus corazones, y se conviertan, y Yo los sane.

La Septuaginta, por. así decirlo, descarga a Dios de la responsabilidad y se la impone claramente al pueblo.

¿Cómo se puede explicar todo esto? De una cosa podemos estar seguros: sea lo que sea lo que quiera decir este pasaje, no puede querer decir que Jesús comunicó intencionadamente Su mensaje de forma que la gente no pudiera entenderlo. Jesús no vino para ocultarle la verdad al mundo, sino para revelársela. Y sin duda hubo momentos cuando la gente la entendía.
Cuando los dirigentes judíos ortodoxos oyeron la amenaza de la parábola de los Viñadores Malvados, la entendieron muy bien, y recularon aterrados diciendo: «¡No lo quiera Dios!» (Lc 20:16 ). Y en los versículos 34 y 35 de este mismo pasaje, Jesús cita el dicho del salmista:

Presta oído, oh pueblo Mío, a Mi enseñanza; aplica tus oídos a las palabras de Mi boca. Enseñaré públicamente por medio de parábolas, comunicaré antiguos dichos misteriosos, cosas que hemos oído y que sabemos, porque nos las dijeron nuestros padres.

Es una cita del Sal 78:1-3 , en el que el salmista sabe que lo que está diciendo se entenderá, y que está recordándole al pueblo verdades que tanto ellos como sus padres ya conocían.

La verdad es que las palabras de Isaías, y el uso que Jesús hizo de ellas, han de leerse con intuición, y tratando de ponernos en la situación en que se encontraban tanto Isaías como Jesús. Estas palabras nos dicen tres cosas.
(i) Nos hablan de la perplejidad del profeta. El profeta le traía al pueblo un mensaje que estaba para él tan claro como el agua; y le alucinaba el que no lo pudieran entender. Esta es frecuentemente la experiencia del maestro y del predicador. A menudo, cuando predicamos o enseñamos o discutimos cosas con la gente, tratamos de decirles algo que consideramos que tiene sentido y que es pertinente y de un interés absorbente y de una importancia suprema; y nos oyen como el que oye llover, sin el menor interés, o comprensión, o urgencia. Y nos maravilla y alucina el que, lo que quiere decir tanto para nosotros, al parecer no les dice nada a ellos; que lo que nos provoca un incendio en los huesos, como decía Jeremías (20:9), los deja fríos, y que lo que nos entusiasma y conmueve las entrañas les provoca solo una gélida indiferencia. Esa es la experiencia de todo maestro y predicador y evangelista.

(ii) Nos hablan de la desesperación del profeta. El sentimiento de Isaías era que su predicación parecía hacer más daño que bien, que sería lo mismo si estuviera hablando a un muro de piedra, que no había acceso a las mentes y los corazones de esos sordos y ciegos que, a juzgar por los resultados, parecían ir a peor en vez de a mejor. De nuevo, esta es la experiencia de todo maestro o predicador. Hay veces que los que tratamos de ganar, a pesar de todos nuestros esfuerzos, parece que cada vez están más lejos, en lugar de más cerca, del Evangelio. Nuestras palabras se las lleva silbando el viento; nuestro mensaje choca con una barrera impenetrable de indiferencia; el resultado de todo nuestro trabajo parece menos que nada, porque al final parece que la gente está más lejos de Dios de lo que estaban al principio.

(iii) Pero estas palabras nos dicen más que la perplejidad y la desesperación del profeta; también nos hablan de la fe a ultranza del profeta. Aquí nos encontramos cara a cara con una convicción judía sin la que mucho de lo que decían el profeta, o Jesús, o la Iglesia Primitiva no nos resultaría inteligible.

Para decirlo sencillamente, era uno de los primeros artículos de fe judíos que nada sucede en este mundo fuera de la voluntad de Dios; y cuando decían nada querían decir absolutamente nada. Era tanto la voluntad de Dios cuando la gente prestaba oído como cuando no; cuando se negaban a entender la verdad como cuando la recibían. El judío se arrojaba pronto a la convicción de que todo ocupaba su lugar en el propósito de Dios y que, de alguna manera, Dios tejía juntamente fracasos y éxitos, bien y mal, en la trama de Su diseño.

El propósito final de Dios en todo era siempre bueno. Este es el pensamiento que expresa Pablo en Romanos, capítulos 9 al 11, en los que nos habla de cómo fue que los judíos, el pueblo escogido de Dios, rechazó de hecho la verdad de Dios y crucificó al Hijo de Dios cuando vino a ellos. Parecía absurdo; pero, ¿cuál fue la consecuencia? Que el Evangelio salió al mundo gentil; y el resultado final será que los gentiles introducirán algún día a los judíos. Lo que parecía ser un mal y una tragedia se incorpora en un bien más amplio, porque todo está en el plan de Dios.

Ese era el sentir de Isaías. En un principio estaba perplejo y desesperado; luego, se le hizo la luz y dijo en efecto: «No puedo entender el comportamiento de este pueblo, pero sé que todo este fracaso está incluido de alguna manera en el plan de Dios, y Él lo usará para Su gloria y para el bien final de la humanidad.» Jesús tomó estas palabras de Isaías y las usó para animar a Sus discípulos; y en efecto les dijo: «Sé que esto parece descorazonador; sé cómo os sentís cuando las mentes y los corazones de la gente se niegan a recibir la verdad y cuando sus ojos se cierran a verla; pero también en esto hay un propósito, y algún día lo veréis.»
La actitud que tenían en relación con esta doctrina, la de la predestinación, ha separado a teólogos e iglesias en la historia de la Iglesia; pero lo que a fin de cuentas hace que los cristianos aceptemos con gozo los designios de la voluntad omnímoda de Dios es la Revelación de Su carácter en Jesucristo que los judíos no habían recibido en el Antiguo Testamento. Si Dios es como Le vemos en Su Hijo, y esa es la Revelación suprema del Nuevo Testamento, podemos estar seguros de que a los que Le aman todas las cosas los conducen a bien.
Aquí encontramos nosotros también estímulo y aliento. A veces contemplamos nuestra cosecha, y estamos contentos; pero otras veces no vemos más que terreno estéril, nada más que una falta absoluta de interés, nada más que fracaso. Así puede que parezca a mentes y sentidos humanos; pero detrás de todo y en todo está Dios, incluyendo hasta ese fracaso en el plan divino de Su mente omnisciente y de Su poder omnipotente. No hay fracasos ni cabos sueltos en el propósito eterno de Dios.
«Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1Co 15:58 ).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

REFERENCIAS CRUZADAS

j 608 Mat 13:34; Mar 4:10; Luc 8:9

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

10 (a) vs.10-15: Mar_4:10-12 ; Luc_8:9-10

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro