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Comentario de Mateo 13:44 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 13:44 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre descubrió y luego escondió. Y con regocijo va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

13:44 — Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo 45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, 46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. — Hay dos pensamientos principales en estas dos par bolas: el valor del reino y el gozo de encontrarlo. La parábola de cosas perdidas (la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido) dan énfasis al valor de los perdidos y el gozo de hallarlos. Estas dos parábolas hablan del valor del reino y el gozo de hallarlo. En estas dos parábolas se ve cómo el reino afecta al individuo. El hallar este tesoro es asunto individual. La relación con Dios es asunto individual.

— tesoro escondido … el cual un hombre halla. Muchos atesoraban bajo tierra (Mat 25:25) sus posesiones valiosas por temor de ladrones, invasiones, revoluciones, etc. No había bancos. Consistía de oro, plata, varias clases de monedas, joyas, y otras cosas valiosas. Muchos tesoros fueron perdidos debido a guerras, cambio de gobierno, la muerte del dueño (por ejemplo, en batalla), etc., y nadie sabía de ellos.

Fue hallado por los que buscaban tales tesoros (Job 3:21; Pro 2:4), o tal vez más comúnmente fue hallado por los que trabajaban la tierra. La ley judaica (tradicional) era de que tales hallazgos pertenecían a quien los descubriera.

El evangelio es un verdadero tesoro. En la carta de Pablo a los Efesios hallamos la palabra «riquezas» cuatro veces. Dice Efe 3:5 que «en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de hombres». Así es que la idea de tesoro «escondido» es apropiado. Pablo emplea la palabra «riquezas» en sus cartas. Dice en 2Co 4:7, «tenemos este tesoro en vasos de barro». En Efe 3:8 habla de «las inescrutables riquezas de Cristo» porque el evangelio revela a Cristo (su vida, crucifixión, resurrección y ascensión) y la salvación que recibimos a través de El. El evangelio nos salva de la culpa del pecado, nos limpia de la contaminación del pecado, y nos entrega de las consecuencias del pecado. La obediencia al evangelio nos pone en Cristo y recibimos todas las bendiciones espirituales (Efe 1:3).

La parábola ilustra el gozo de hallar el reino. (1) «Hemos hallado al Mesías» (Jua 1:40-46). Este texto habla de dos hermanos que «hallaron» al Mesías y luego «hallaron» a sus hermanos (en la carne) para compartir con ellos las buenas noticias. (2) La mujer samaritana, cuando «halló» al Mesías, «dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?» (Jua 4:28-29). (3) El eunuco etíope leía Isaías 53 sin entendimiento, pero «halló» al Mesías cuando Felipe, comenzando en esa misma Escritura, le predicó el evangelio. En ese mismo día el eunuco fue bautizado. Cuando subió del agua «siguió su camino gozoso» (Hch 8:35-39). (4) Saulo, Cornelio, Lidia, el carcelero «hallaron» este mismo tesoro. El libro de Hechos nos habla de estos y otros casos y cada uno indica un gran interés en hallar este tesoro. Hch 16:33-34 dice que el carcelero y su casa fueron bautizados en aquella misma hora de la noche (a medianoche), «Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios».

Los conversos mencionados en Hechos aceptaron el evangelio como buenas nuevas. Se compara no con un funeral sino con una celebración de bodas. No somos invitados a una vida triste, sino a una vida bendecida y feliz.

— vende todo lo que tiene. — Dice Cristo que cuando el hombre halló el tesoro, «gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo». Dice Jesús, «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame» (Mat 16:24).

Para ser cristiano es necesario que cada persona venda «lo que tiene»; es decir, hacer todo lo necesario, cueste lo que cueste, para ser obediente y cumplido en el servicio de Cristo.

— La perla de gran precio — El valor del reino. Esta parábola enseña el gran valor del reino. Jesús habla del «mercader que busca buenas perlas». El las busca. Jesús había dicho, «buscad y hallaréis… el que busca halla» (Mat 7:7-8). ¿Por qué halló este hombre la perla de gran precio? Porque la buscó. Fueron recompensados sus esfuerzos. Dice Hch 17:11, «Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así».

Era perla única. Este hombre que ya tenía perlas buscó y halló otra perla, una perla muy especial, una de gran precio, una que valía más que todas las demás. También nosotros debemos buscar la perla única. Hay solamente una perla «de gran precio». Hay un solo Salvador. Hay un solo evangelio. Hay una sola iglesia. Hay una sola esperanza. Dice Efe 4:4-6, «un cuerpo, y un Espíritu… una misma esperanza… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre». Hoy en día hay varios dioses, cristos, evangelios, iglesias, esperanzas, etc. Dicen algunos maestros religiosos que hay muchos caminos al cielo, y que cada persona puede escoger el camino que le convenga. Pero como vemos en esta parábola que había una sola perla de gran precio, así también la Biblia enseña que hay un solo camino al cielo (Jua 14:6; Hch 24:14).

Reconocieron el valor del tesoro y de la perla. Lo reconocieron y lo apreciaban. Lo estimaban. Los que rechazan el evangelio no reconocen su valor. Para ellos no tiene valor. Otras muchas cosas sí tienen valor, pero el evangelio no. Todo el mundo busca lo que considera de valor, lo que vale la pena. El evangelio trae salvación del alma, reconciliación con Dios, el gozo verdadero, paz y contentamiento en cualquier circunstancia de la vida, y la esperanza de vida eterna, pero estas cosas no tienen valor para la mayoría de la gente. Para ellos solamente las cosas de esta vida (cosas materiales, placeres, honores humanos, etc.) tienen valor.

— vendió todo — En las dos parábolas dice Cristo que vendieron todo. El que halló el tesoro vendió todo con gozo. Nadie le obligó a vender todo. Lo hizo voluntariamente. También el que compró la perla de gran precio estaba dispuesto a vender todo. ¿Qué se vende? ¿Qué significa esto para nosotros? ¿En qué sentido debemos «vender todo»? En el sentido de Mat 10:37-38; Mat 16:24; Luc 14:33; 1Co 9:27. Es lo que el joven rico no quería hacer (Mat 19:21-22). Hay que “vender” placeres, honores (Flp 3:3-8), posesiones, cultura y costumbres, hábitos, lazos familiares, en fin, todo aquello que se pudiera apreciar más que Cristo, cualquier cosa que pudiera estar en conflicto con nuestra lealtad a El.

— y la compró — Debemos aprovechar la salvación que Dios nos ofrece. Cada quien debe apropiarse de ella. Debe adueñarse de ella. De otro modo esta gran bendición no es bendición para nosotros. El evangelio no fue revelado solamente para ser admirado por la gente. Dice Pro 23:23, «Compra la verdad, y no la vendas». En cuanto a la salud de la familia muchos hombres buscan atención médica «cueste lo que cueste». En cuanto a la educación, muchos pagarán casi cualquier precio para obtenerla. Así son muchos con respecto a sus propósitos serios. Se cree que cualquier precio, por exagerado que sea, es justo y razonable y no demasiado caro.

¿Qué buscamos nosotros? Muchos buscan el «tesoro» y «la perla» de ganancias materiales, o de placeres, o de influencia mundana, o de educación, etc. Se engañan a sí mismos creyendo que estas cosas son las más importantes. El verdadero tesoro, la perla más valiosa, es el evangelio del reino. Debemos obtener esta riqueza «cueste lo que cueste». Si sabemos apreciar «las inescrutables riquezas de Cristo», haremos cualquier sacrificio con gozo para obtenerlas. Muchas personas, al oír el evangelio puro, han dicho, «Es lo que yo buscaba». Esto ocurre continuamente cuando los cristianos enseñan el evangelio a otros. Entonces hay mucho gozo no solamente en el corazón de la persona que halle el tesoro, sino también en el corazón de la persona que le enseñe.

Gracias a Dios, todos pueden hallarlo. «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado» (Isaías 55:6). Ahora mismo El puede ser hallado por los que le buscan. Rom 10:20 dice, «Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí». Esto se refiere a los gentiles quienes por tantos siglos se habían hundido en idolatría e ignorancia. Cuando se les predicó el evangelio, muchos de ellos quebraron sus ídolos, quemaron sus libros de artes mágicas, confesaron a Cristo y comenzaron a andar en vida nueva. Ahora todos pueden hallar a Dios a través de Cristo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

es semejante al tesoro escondido. Mat 6:21; Pro 2:2-5; Pro 16:16; Pro 17:16; Pro 18:1; Jua 6:35; Rom 15:4; 1Co 2:9, 1Co 2:10; Col 2:3; Col 3:3, Col 3:4, Col 3:16.

y de gozo de ello va. Mat 19:21, Mat 19:27, Mat 19:29; Luc 14:33; Luc 18:23, Luc 18:24; Luc 19:6-8; Hch 2:44-47; Hch 4:32-35; Flp 3:7-9; Heb 10:34; Heb 11:24-26.

y compra aquel campo. Pro 23:23; Isa 55:1; Apo 3:18.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo: Las parábolas de los versículos Mat 13:44-52 atañen a los valores y responsabilidades del Reino. Están especialmente dirigidas a los creyentes. Las primeras dos son registradas por Mateo solamente y al parecer deben ir juntas. Despojados de sus grandes sueños de un inmediato y poderoso reino de David, y enfrentados a la perspectiva de mucha oposición de todos lados, los discípulos estaban forzados a calcular el costo. En la primera historia un hombre encuentra un tesoro, por el cual él hace todos los esfuerzos para obtenerlo. La verdad central es el valor inmenso del Reino, que vale más que cualquier sacrificio o inconveniente que uno pudiera encontrar en la tierra para poseerlo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EL REINO… UN TESORO. Las parábolas del tesoro escondido y de la perla (vv. Mat 13:44-46) enseñan dos verdades:

(1) El reino es un tesoro inapreciable que ha de ser deseado sobre todas las cosas.

(2) Se ha de adquirir el reino al abandonar todo lo que impida formar parte de él. «Venderlo todo» significa que hay que quitar el corazón de otros intereses y ponerlo en el único interés supremo, Cristo (Rom 12:1).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Estas dos parábolas tienen el mismo significado. Ambas presentan la salvación como algo escondido de la mayoría de las personas (vea la nota sobre el v.Mat 13:11), pero tan valiosa que a las personas que le ha sido revelada están deseosas de renunciar a todo lo que tienen para poseerla.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

13:44 — Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo 45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, 46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. — Hay dos pensamientos principales en estas dos par bolas: el valor del reino y el gozo de encontrarlo. La parábola de cosas perdidas (la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido) dan énfasis al valor de los perdidos y el gozo de hallarlos. Estas dos parábolas hablan del valor del reino y el gozo de hallarlo. En estas dos parábolas se ve cómo el reino afecta al individuo. El hallar este tesoro es asunto individual. La relación con Dios es asunto individual.
— tesoro escondido … el cual un hombre halla. Muchos atesoraban bajo tierra (Mat 25:25) sus posesiones valiosas por temor de ladrones, invasiones, revoluciones, etc. No había bancos. Consistía de oro, plata, varias clases de monedas, joyas, y otras cosas valiosas. Muchos tesoros fueron perdidos debido a guerras, cambio de gobierno, la muerte del dueño (por ejemplo, en batalla), etc., y nadie sabía de ellos.
Fue hallado por los que buscaban tales tesoros (Job 3:21; Pro 2:4), o tal vez más comúnmente fue hallado por los que trabajaban la tierra. La ley judaica (tradicional) era de que tales hallazgos pertenecían a quien los descubriera.
El evangelio es un verdadero tesoro. En la carta de Pablo a los Efesios hallamos la palabra «riquezas» cuatro veces. Dice Efe 3:5 que «en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de hombres». Así es que la idea de tesoro «escondido» es apropiado. Pablo emplea la palabra «riquezas» en sus cartas. Dice en 2Co 4:7, «tenemos este tesoro en vasos de barro». En Efe 3:8 habla de «las inescrutables riquezas de Cristo» porque el evangelio revela a Cristo (su vida, crucifixión, resurrección y ascensión) y la salvación que recibimos a través de El. El evangelio nos salva de la culpa del pecado, nos limpia de la contaminación del pecado, y nos entrega de las consecuencias del pecado. La obediencia al evangelio nos pone en Cristo y recibimos todas las bendiciones espirituales (Efe 1:3).
La parábola ilustra el gozo de hallar el reino. (1) «Hemos hallado al Mesías» (Jua 1:40-46). Este texto habla de dos hermanos que «hallaron» al Mesías y luego «hallaron» a sus hermanos (en la carne) para compartir con ellos las buenas noticias. (2) La mujer samaritana, cuando «halló» al Mesías, «dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?» (Jua 4:28-29). (3) El eunuco etíope leía Isaías 53 sin entendimiento, pero «halló» al Mesías cuando Felipe, comenzando en esa misma Escritura, le predicó el evangelio. En ese mismo día el eunuco fue bautizado. Cuando subió del agua «siguió su camino gozoso» (Hch 8:35-39). (4) Saulo, Cornelio, Lidia, el carcelero «hallaron» este mismo tesoro. El libro de Hechos nos habla de estos y otros casos y cada uno indica un gran interés en hallar este tesoro. Hch 16:33-34 dice que el carcelero y su casa fueron bautizados en aquella misma hora de la noche (a medianoche), «Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios».
Los conversos mencionados en Hechos aceptaron el evangelio como buenas nuevas. Se compara no con un funeral sino con una celebración de bodas. No somos invitados a una vida triste, sino a una vida bendecida y feliz.
— vende todo lo que tiene. — Dice Cristo que cuando el hombre halló el tesoro, «gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo». Dice Jesús, «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame» (Mat 16:24).
Para ser cristiano es necesario que cada persona venda «lo que tiene»; es decir, hacer todo lo necesario, cueste lo que cueste, para ser obediente y cumplido en el servicio de Cristo.
— La perla de gran precio — El valor del reino. Esta parábola enseña el gran valor del reino. Jesús habla del «mercader que busca buenas perlas». El las busca. Jesús había dicho, «buscad y hallaréis… el que busca halla» (Mat 7:7-8). ¿Por qué halló este hombre la perla de gran precio? Porque la buscó. Fueron recompensados sus esfuerzos. Dice Hch 17:11, «Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así».
Era perla única. Este hombre que ya tenía perlas buscó y halló otra perla, una perla muy especial, una de gran precio, una que valía más que todas las demás. También nosotros debemos buscar la perla única. Hay solamente una perla «de gran precio». Hay un solo Salvador. Hay un solo evangelio. Hay una sola iglesia. Hay una sola esperanza. Dice Efe 4:4-6, «un cuerpo, y un Espíritu… una misma esperanza… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre». Hoy en día hay varios dioses, cristos, evangelios, iglesias, esperanzas, etc. Dicen algunos maestros religiosos que hay muchos caminos al cielo, y que cada persona puede escoger el camino que le convenga. Pero como vemos en esta parábola que había una sola perla de gran precio, así también la Biblia enseña que hay un solo camino al cielo (Jua 14:6; Hch 24:14).
Reconocieron el valor del tesoro y de la perla. Lo reconocieron y lo apreciaban. Lo estimaban. Los que rechazan el evangelio no reconocen su valor. Para ellos no tiene valor. Otras muchas cosas sí tienen valor, pero el evangelio no. Todo el mundo busca lo que considera de valor, lo que vale la pena. El evangelio trae salvación del alma, reconciliación con Dios, el gozo verdadero, paz y contentamiento en cualquier circunstancia de la vida, y la esperanza de vida eterna, pero estas cosas no tienen valor para la mayoría de la gente. Para ellos solamente las cosas de esta vida (cosas materiales, placeres, honores humanos, etc.) tienen valor.
— vendió todo– En las dos parábolas dice Cristo que vendieron todo. El que halló el tesoro vendió todo con gozo. Nadie le obligó a vender todo. Lo hizo voluntariamente. También el que compró la perla de gran precio estaba dispuesto a vender todo. ¿Qué se vende? ¿Qué significa esto para nosotros? ¿En qué sentido debemos «vender todo»? En el sentido de Mat 10:37-38; Mat 16:24; Luc 14:33; 1Co 9:27. Es lo que el joven rico no quería hacer (Mat 19:21-22). Hay que “vender” placeres, honores (Flp 3:3-8), posesiones, cultura y costumbres, hábitos, lazos familiares, en fin, todo aquello que se pudiera apreciar más que Cristo, cualquier cosa que pudiera estar en conflicto con nuestra lealtad a El.
— y la compró — Debemos aprovechar la salvación que Dios nos ofrece. Cada quien debe apropiarse de ella. Debe adueñarse de ella. De otro modo esta gran bendición no es bendición para nosotros. El evangelio no fue revelado solamente para ser admirado por la gente. Dice Pro 23:23, «Compra la verdad, y no la vendas». En cuanto a la salud de la familia muchos hombres buscan atención médica «cueste lo que cueste». En cuanto a la educación, muchos pagarán casi cualquier precio para obtenerla. Así son muchos con respecto a sus propósitos serios. Se cree que cualquier precio, por exagerado que sea, es justo y razonable y no demasiado caro.
¿Qué buscamos nosotros? Muchos buscan el «tesoro» y «la perla» de ganancias materiales, o de placeres, o de influencia mundana, o de educación, etc. Se engañan a sí mismos creyendo que estas cosas son las más importantes. El verdadero tesoro, la perla más valiosa, es el evangelio del reino. Debemos obtener esta riqueza «cueste lo que cueste». Si sabemos apreciar «las inescrutables riquezas de Cristo», haremos cualquier sacrificio con gozo para obtenerlas. Muchas personas, al oír el evangelio puro, han dicho, «Es lo que yo buscaba». Esto ocurre continuamente cuando los cristianos enseñan el evangelio a otros. Entonces hay mucho gozo no solamente en el corazón de la persona que halle el tesoro, sino también en el corazón de la persona que le enseñe.
Gracias a Dios, todos pueden hallarlo. «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado» (Isaías 55:6). Ahora mismo El puede ser hallado por los que le buscan. Rom 10:20 dice, «Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí». Esto se refiere a los gentiles quienes por tantos siglos se habían hundido en idolatría e ignorancia. Cuando se les predicó el evangelio, muchos de ellos quebraron sus ídolos, quemaron sus libros de artes mágicas, confesaron a Cristo y comenzaron a andar en vida nueva. Ahora todos pueden hallar a Dios a través de Cristo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

TODO EN LA LABOR DIARIA

Mateo 13:44

También se parece el Reino del Cielo a un tesoro que estuviera escondido en un campo. Va uno, y lo descubre, y lo oculta otra vez; y de la alegría que tiene, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.

Aunque esta parábola nos suena extraña, les sonaría perfectamente natural a los que vivían en Palestina en tiempos de Jesús; y aun en nuestro tiempo, a las gentes del Oriente les parecerá un tema muy actual.
En el mundo antiguo había bancos, pero la gente comente no los podía usar. Lo más frecuente era que usara el campo como el lugar más seguro para guardar sus más preciadas posesiones. En la Parábola de los Talentos, el siervo inútil escondió su talento en la tierra para no perderlo (Mt 25:25 ). Los rabinos tenían un dicho proverbial de que no había más que un lugar seguro para guardar el dinero: la tierra.

Esto era todavía más real en una tierra en la que el jardín de cualquiera podía convertirse en un campo de batalla de la noche a la mañana. Palestina fue probablemente el país en que se dieron más batallas en el mundo antiguo; y, cuando la marea de la guerra amenazaba con anegarla, lo que casi todo el mundo hacía era esconder lo que tuviera de valor en la tierra antes de emprender la huida, con la esperanza de volver algún día y recuperarlo. Josefo menciona «el oro y la plata y todos los muebles valiosos que tenían los judíos, y que depositaron bajo tierra ante las fortunas inciertas de la guerra.»
Thomson nos cuenta en La tierra y el libro, que se publicó por primera vez en 1876, el caso del descubrimiento de un tesoro que él conoció personalmente en Sidón. Había en aquella ciudad una famosa avenida con acacias. Unos obreros, cavando en uno de los jardines de dicha avenida, descubrieron varios cacharros de cobre llenos de monedas de oro. Tenían la intención de quedárselas; pero eran tantos los que se creían con derecho a una parte, y estaban tan indeciblemente emocionados que se descubrió su secreto y el gobierno local se hizo cargo. Todas las monedas eran del tiempo de Alejandro Magno y de su padre Felipe. Thomson sugiere que, cuando Alejandro murió inesperadamente en Babilonia, se recibió la noticia en Sidón, y algún gobernador macedonio enterró aquellas monedas con la intención de apropiárselas en el caos que sin duda seguiría a la muerte de Alejandro. Thomson añade que hay personas que se dedican al negocio de buscar tesoros escondidos; y que viven en una tensión tan constante que se da el caso de que se desmayan cuando encuentran una sola moneda. Cuando Jesús refirió esta parábola hablaba de algo que les sonaría muy familiar e interesante a los habitantes de Palestina y del Oriente en general.

Se podría pensar que Jesús pone como ejemplo en esta parábola a un hombre culpable de una práctica más que dudosa, porque escondió otra vez su hallazgo en vez de dar parte al dueño de la finca o a las autoridades, y dio pasos para quedárselo él. A eso se pueden decir dos cosas. La primera que, aunque Palestina estaba en tiempos de,1esús bajo el dominio de Roma y sus leyes, en las cosas ordinarias, menudas y cotidianas era la ley tradicional judía laque se aplicaba; y, en cuanto a los tesoros escondidos, la ley rabínica judía era muy clara: «¿Qué hallazgos pertenecen al que los encuentre, y de cuáles tiene éste que dar parte? Estos son los que pertenecen al que los encuentra. Si uno encuentra fruta caída, o dinero caído… eso le pertenece al que lo encuentre.» Así que, legalmente, este hombre tenía derecho a lo que se había encontrad.

Y segunda: hasta aparte de eso, cuando se trata de una parábola, no hay que fijarse tanto en los detalles; las parábolas tienen una lección especial, y todo lo demás es secundario. En esta parábola, el tema es el gozo del descubrimiento, que hace que el hombre esté dispuesto a renunciar a todo lo demás para que el tesoro le pertenezca sin lugar a dudas. Ningún otro detalle de la parábola tiene importancia.
(i) La lección de esta parábola es, primero, que el hombre se encontró con algo de valor inmenso, no tanto por casualidad, sino en medio de su trabajo cotidiano. Es verdad que dio con ello inesperadamente, pero fue cuando estaba ocupado en sus quehaceres habituales. Y es legítimo deducir que estaba cumpliendo con su deber con diligencia y eficacia, porque tiene que haber estado cavando bien hondo, y no meramente arañando la superficie, para haberse encontrado con aquel tesoro. Sería una pena que fuera solo en las iglesias, en los lugares que se consideran santos y en las ocasiones que se tienen por religiosas, donde pudiéramos encontrarnos con Dios y sentirnos cerca de Él.

Hay un dicho de Jesús que no se encuentra en los evangelios pero que suena a auténtico: «Levanta la piedra, y Me encontrarás; tala la madera, y estaré en ella.» Cuando el albañil está trabajando la piedra o el carpintero la madera, allí está Jesucristo con ellos. La verdadera felicidad y satisfacción, el sentir a Dios y la presencia de Cristo se han de encontrar en el trabajo cotidiano hecho con honradez y a conciencia. El hermano Lorenzo, gran santo y místico, pasó la mayor parte de su vida laboral en la cocina del monasterio entre cacharros, y pudo decir: «Sentía a Jesucristo tan cerca de mí en la cocina como en el santísimo sacramento.» Y Teresa de Jesús, si no citaba al hermano Lorenzo por lo menos coincidía totalmente con él cuando decía, animando a sus monjas a las labores cotidianas: «También entre los pucheros anda el Señor.»
(ii) La lección de esta parábola es, segundo, que merece la pena cualquier sacrificio para entrar en el Reino. ¿Qué quiere decir entrar en él Reino? Cuando estudiamos la Oración Dominical (Mt 6:10 ), encontramos que podíamos decir que el Reino de Dios es un estado social en la Tierra en el que la voluntad de Dios se hace tan perfectamente como en el Cielo. Por tanto, entrar en el Reino es aceptar y hacer la voluntad de Dios. Así que vale la pena, cualquier pena, hacer la voluntad de Dios. De pronto, como el que descubre un tesoro escondido, puede que se nos presente, en algún momento de iluminación, la convicción de cuál es la voluntad de Dios para nosotros. Aceptarla puede suponer renunciar a algunos objetivos y ambiciones que apreciamos mucho, abandonar ciertos hábitos y maneras de vivir que son difíciles de renunciar, asumir una disciplina y una autonegación que no son fáciles ni mucho menos; en una palabra: tomar nuestra cruz y seguir a Jesús. Pero no hay otra manera de conseguir la paz en la mente y en el corazón en esta vida y la gloria en la vida por venir. Sin duda vale la pena renunciar a todo para aceptar y hacer la voluntad de Dios.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— el reino de los cielos: Ver nota a Mat 3:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Más parábolas. Las parábolas del tesoro y de la perla están estrechamente relacionadas, e ilustran la respuesta de todo corazón que el reino de los cielos requiere; ningún sacrificio es demasiado grande, y ningún otro asunto debe interponerse. Pero el énfasis no es negativo, el privarse de algo, sino el tener el regocijo del cumplimiento. El reino de los cielos tiene algo que hace que una acción extravagante sea la única respuesta aceptable.

La parábola de la red se acerca mucho a la de la cizaña, y se explica en palabras similares (compárense los vv. 49, 50 con los vv. 40-42).

El v. 51 muestra que, como Jesús lo había prometido (11), los discípulos comprendieron el propósito de las parábolas (cf. vv. 13-15, 19, 23 con relación a la importancia del “entendimiento”). En ese caso, ellos eran para el reino de los cielos lo que los escribas eran para Israel: capacitados para enseñar a otros el camino de Dios. La parábola del “amo de casa” los retó a cumplir esta responsabilidad. Las verdades que enseñarían incluían tanto los nuevos tesoros de las enseñanzas de Jesús y las verdades antiguas que los escribas judíos podían ofrecer; las mismas enseñanzas “nuevas” de Jesús se remontan a “la fundación del mundo” (35), trayendo las verdades eternas de Dios a la luz.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

z 652 Flp 3:7

a 653 Isa 55:1; Rev 3:18

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Lo que significa el tesoro en esta parábola ha sido muy discutido. Algunos dicen que el tesoro es Israel o el mundo por los que Jesús (el hombre que encuentra el tesoro) pagó el precio máximo al dar su vida por ellos. El tesoro también pudiera ser el obtener ciudadanía en el reino de Dios o la salvación. El que encuentra el tesoro es el individuo que entrega su vida a Cristo para obtener la salvación y la ciudadanía en el reino de Dios.

Fuente: La Biblia de las Américas

44 (1) Las tres parábolas anteriores acerca de la apariencia del reino fueron pronunciadas públicamente a las multitudes por el Rey celestial desde una barca (vs.2,34), mientras que las tres parábolas siguientes fueron dadas en privado a los discípulos en una casa (v. 36). Esto indica que los temas tratados en estas tres parábolas están más ocultos. La primera parábola trata de un tesoro escondido en el campo. El tesoro escondido en el campo debe de estar constituido de oro o piedras preciosas, los materiales usados para la edificación de la iglesia y de la Nueva Jerusalén ( 1Co_3:12 ; Rev_21:18-20). Puesto que la iglesia es el reino práctico hoy en día, y que la Nueva Jerusalén será el reino en manifestación en la era venidera, el tesoro escondido en el campo debe de representar el reino escondido en la tierra creada por Dios.

44 (2) El campo es la tierra creada por Dios para Su reino ( Gén_1:26-28).

44 (3) Este hombre es Cristo, quien encontró el reino de los cielos en 4:12- 12:23, lo escondió en 12:24-13:43, y gozoso por ello fue a la cruz en 16:21; 17:22-23; 20:18-19; y 26:1-27:52 para vender todo lo que tenía y comprar el campo, es decir, redimir la tierra creada que se había perdido, para el reino.

44 (a) Mat_13:38

44 (b) Mat_11:25

44 (c) Col_1:20

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Las parábolas del tesoro y de la perla indican el valor incomparable del reino, que inducirá a un hombre a que haga todo lo posible para poseerlo. Otra interpretación posible identifica al hombre con Cristo (como en v. Mat 13:37) quien sacrifica Su todo para comprar a Su pueblo.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Según parece, la parábola del tesoro escondido en un campo, y la del comerciante en busca de buenas perlas, enseñan una misma verdad. Cierto es que se diferencian en un punto muy importante: el tesoro fue hallado por uno que no lo buscaba, en tanto que la perla fue encontrada por uno que andaba en demanda de ellas. Más en ambos casos los que hicieron el hallazgo se condujeron de una misma manera: uno y otro vendieron todo lo que habían encontrado. Y este es precisamente el hecho principal.
Estas dos parábolas nos enseñan que tos hombres que realmente se persuaden de la importancia de la salvación dan lodo lo que poseen con tal de hacerse discípulos de Jesucristo y obtener la vida eterna.
¿Qué hicieron los dos hombres que describió nuestro Señor? Uno de ellos tenia persuasión de que en el campo había un tesoro escondido de tal valor que le tendría cuenta comprar el campo por grande que fuera el precio que tuviese que pagar. El otro estaba convencido de que la perla que había encontrado era de tal valor, que le convendría comprarla á cualquier costo. Ambos, pues, sabían que habían encontrado un objeto valiosísimo, y que valía la pena de hacer grandes sacrificios para posesionarse de él. Acaso los demás hombres se sorprenderían y los tendrían por necios; mas ellos sabían lo que estaban haciendo y tenían seguridad de que el cambio era bueno.
He aquí como se explica la conducta del verdadero cristiano. Lo que es y lo que hace en materias religiosas es debido á la persuasión íntima que tiene de que vale la pena ser y obrar así. Sale del mundo; se-despoja de su naturaleza corrompida; deja á sus antiguos camaradas: á semejanza de Mateo, lo abandona todo, y como Pablo cuenta todo como pérdida por amor de Cristo. Y ¿por qué? Porque sabe que en Jesucristo encontrará algo que vale más de lo que haya perdido.
He aquí también como se explica la conducta de muchas impenitentes. Lo que motiva su indiferencia en materias religiosas es la falta de una convicción íntima de que vale la pena cambiar de vida. En el momento de elegir un partido los abandonan las fuerzas; no se atreven á tomar sobre sí la cruz; no dan paso alguno decisivo; no se declaran abiertamente discípulos de Jesucristo. Y ¿por qué? Porque no están íntimamente convencidos de que es para su bien. Ignoran que ante ellos hay «un tesoro;» dudan que la perla sea de gran valor; les es imposible aún venderlo todo á fin de hacerse discípulos de Jesucristo. Así es que muy á menudo perecen eternamente. Cuando un hombre no arriesga nada por amor de Cristo, fuerza es inferir, por triste que ello sea, que no posee la gracia divina.
La parábola de la red arrojada en el mar es semejante en algunos puntos á la del trigo y la cizaña. Tiene por objeto darnos á conocer un asunto de grande importancia, es á saber: la verdadera naturaleza de la iglesia visible de Cristo.
La predicación fue el arrojar de una gran red en medio del mar. Las congregaciones que había de reunir serian cuerpos mixtos. Dentro de las mallas de la red se encontrarían peces de todas especies, buenos y malos: dentro del gremio de la iglesia se encontrarían cristianos de diversas clases, impenitentes y convertidos, falsos y verdaderos; y la separación de los buenos y los malos habría de tener lugar algún día; pero no antes del fin del mundo. Tal fue el bosquejo que el Maestro hizo ante sus discípulos de las iglesias que estos habían de fundar.
En esta parábola se nos enseña, pues, que las iglesias son cuerpos mixtos. Decirles, en vista de ella á todos los que han sido bautizados, que poseen el Espíritu y han nacido de nuevo, es cometer un desatino. Con semejantes palabras se agrada y se lisonjea, mas no se produce bien á nadie, á nadie se salva.
Finalmente, no nos contentemos con ser miembros de la iglesia de una manera externa. No todos los que están dentro de la red son verdaderos discípulos de Jesucristo. Muchas personas que reciben las aguas del bautismo jamás reciben las de la vida. Muchos que participan del pan y el vino en la Cena del Señor jamás se alimentan del cuerpo de Cristo por medio de la fe. ¿Os habéis convertido, amados lectores? ¿Os contáis en el número de los peces buenos? Esta es una cuestión de grande trascendencia, pues pronto se sacará la red á la playa y se efectuará la separación de los peces.

Fuente: Los Evangelios Explicados

El reino… M↓ añaden además; tesoro… El premio es tal, que merece el desprendimiento de todo lo demás para conseguirlo → 2Co 8:9; el gozo de él… Esto es, del tesoro.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R580 La preposición ἀπό tiene una idea causal (comp. H461).

R837 Los verbos ἔκρυψεν (aquí), ἠγόρασεν (en el v. 46), συνέλεξαν y ἔβαλον (en el v. 48) se usan como aoristos gnómicos que se refieren a una verdad acostumbrada o conocida (los aoristos pueden ser sencillamente narrativos -M13). [Editor. El hecho de que estos aoristos son de naturaleza atemporal no prueba necesariamente que son gnómicos como Robertson supone. Al contrario, parecen ser simples aoristos narrativos (históricos), que sólo declaran los eventos de la narración.]

R868 El presente histórico aparece a menudo en las parábolas (como ὑπάγει, πωλεῖ, ἔχει y ἀγοράζει en este versículo; simplemente para relatar la narración).

BD255(1) En ἐν τῷ ἀγρῷ, el artículo es incorrecto (los manuscritos D y Crisóstomo omiten τῷ), donde la traducción deber ser: un campo. [Editor. A veces, Blass usa un método raro para determinar el texto original. El texto que omite el artículo tiene muy poco apoyo; en consecuencia, en este caso es necesario explicar el texto que lo incluye. El artículo es aparentemente genérico, para indicar el campo como la localidad, que se distingue de otros lugares donde se guardaban tesoros.]

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

M i añaden además.

13.44 El premio es tal, que merece el desprendimiento de todo lo demás para conseguirlo g 2Co 8:9.

13.44 Esto es, de su hallazgo.

Fuente: La Biblia Textual III Edición