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Comentario de Mateo 14:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 14:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

En aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús

14:1 — En aquel tiempo Herodes (Antipas, hijo de Herodes el Grande) el tetrarca (gobernador de Galilea y Perea) oyó la fama de Jesús, 2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. — Otros decían, “Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado”, Luc 9:8; no se podía decir que Elías había resucitado, pues no murió, 2Re 2:11. Durante su ministerio Juan no había hecho milagros (Mat 10:41), pero atormentado por su conciencia el supersticioso Herodes creía que Juan había resucitado y que ahora, en la persona de Jesús, sí los hacía. Luc 9:1-62, “9 Y procuraba verle”, pero que sepamos no logró su propósito de verle hasta el día de la crucifixión de Cristo, Luc 23:1-12.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Herodes. Mar 6:14-16; Mar 8:15; Luc 9:7-9; Luc 13:31, Luc 13:32; Luc 23:8-12, Luc 23:15; Hch 4:27.

el tetrarca. Luc 3:1.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La preocupación de Herodes, Mat 14:1, Mat 14:2.

porqué Juan el Bautista fue decapitado, Mat 14:3-12.

Jesús se aparta a un lugar desierto, Mat 14:13, Mat 14:14,

donde alimenta a cinco mil hombres con cinco panes y dos peces, Mat 14:15-21.

Camina sobre el agua hacia a sus discípulos, Mat 14:22-33;

Y llegando a Genesaret, sana a los enfermos cuando tocan el borde de su manto, Mat 14:34-36.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Juan el Bautista ya había sido asesinado (cómo ocurrió, es registrado en los siguientes versículos). Según Herodes, los milagros de Cristo eran tan sorprendentes que ellos sólo podían ser explicados como la obra de un profeta resucitado, tal vez Juan el Bautista.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 14.

Juicio de Herodes sobre la fama que tiene de Jesús, 14:1-2
(Mar 6:14-16; Luc 9:7-9).
1 Por aquel tiempo llegaron a Herodes el tetrarca noticias acerca de Jesús, 2 y dijo a sus servidores: Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso obra en él un poder milagroso.

El Herodes del que se habla es Antipas, hijo de Herodes el Grande. Se le da el título oficial de “tetrarca,” concedido por Augusto. Herodes es la forma que sólo aparece en las monedas. Su gran ambición era el título de rey, y a este fin se encaminó a Roma. A veces se le da el título genérico de “rey” (Mc), o por halago, como lo hacen sus súbditos.
Le llegaron noticias de la fama de Jesús, pues “su nombre se había hecho famoso” (Mar 6:14) y la conmoción era grande en las multitudes 2. Esto produjo un fuerte impacto en Antipas, “estando dudoso a causa de lo que algunos decían” de Jesús (Mc-Lc). Ante “las fuerzas milagrosas que obraban en El,” las gentes lo identificaban con uno de los “antiguos profetas” (Lc) o con Elias, que se le suponía vivo y se le esperaba en los días mismos del Mesías 3.
Antipas era un claro y agudo neurótico. Tenía la obsesión por el Bautista, al que había hecho degollar. Y ante la duda que las gentes tenían para identificar a Cristo y ante los milagros que hacía, no se le ocurrió más que pensar en un muerto resucitado, que tendría poderes preternaturales. No es que Antipas creyese en una transmigración de almas. San Jerónimo observaba ya que, cuando esto sucede, Cristo tenía más de treinta años 4. Pero, en su neurosis, lo identificó con el Bautista, sobre todo por “milagros” 5. Y Lc añade que desde entonces deseaba “verle” (Luc 23:8). Pero Antipas “temía” al Bautista (Mar 6:19). La frase tan rotunda de “éste es el Bautista resucitado,” admitiría la traducción de “debe de ser” 6. Pero su neurosis también admite su aturdida identificación. Y era afirmación reiterada: “decía” (έλεγεν).

La muerte del Bautista,Mar 14:3-12 (Mar 6:17-29; Luc 3:19-20).
3 Pues Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano; 4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. 5 Quiso matarle, pero tuvo miedo de la muchedumbre, que le tenía por profeta. 6 Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos, 7 y tanto le gustó a Herodes, que con juramento le prometió darle cuanto le pidiera, 8 y ella inducida por su madre: Dame – le dijo -, aquí, en la bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. 9 El rey se entristeció, mas por el juramento hecho y por la presencia de los convidados ordenó dársela, 10 y mandó degollar en la cárcel a Juan el Bautista, 11 cuya cabeza fue traída en una bandeja y dada a la joven, que se la llevó a su madre. 12 Vinieron sus discípulos, tomaron el cadáver y lo sepultaron, yendo luego a anunciárselo a Jesús.

Herodes Antipas era hijo de Herodes el Grande y su mujer samaritana Malthake 7. A la muerte de su padre, Augusto le nombra tetrarca de Galilea y Perca, aunque parece que su influjo llegase también a la Decápolis (Mar 5:20; Mar 7:31; Mat 4:25). Se posesionó de su tetrarquía a los diecisiete años. Su carácter era apático, falto de energía 8, sensual y lleno de doblez. Jesucristo mismo le llamará “zorra” (Luc 13:32). Era además adulador con Roma, pues en honor de Tiberio levantó la ciudad de Tiberíades, lo mismo que la de Livia-Julia en honor de la mujer de Tiberio. De los mismos relatos evangélicos sobre que Cristo fuese el Bautista resucitado, da la impresión de haber sido un hombre de fuerte fondo neurótico. “Parece que tenía una buena parte de temperamento supersticioso y fantástico” 9. Por razones políticas, para garantizar sus fronteras de las incursiones de los nabateos, se casó con la hija del rey de los mismos, Aretas IV.
Pero el año 28 Antipas hace un viaje a Roma para ver a Tiberio; ante el que gozaba de prestigio, por ser su espía confidencial de los magistrados romanos en Oriente. Allí conoció a Herodías. Esta era hija del asmoneo Aristóbulo y de ”Marianme, la hija del sumo sacerdote Simón.” 10 Herodías estaba casada con un hijo de Herodes el Grande, llamado Filipo, distinto del otro homónimo que recibió la tetrarquía de Traconítide e Iturea 11.
Este Herodes-Filipo vivía una vida oscura y sin aspiraciones en las cercanías de Roma, ya que Antipas lo visita, cuando va a Roma, en el camino 12. Josefo dice de él que era hombre “amante de la tranquilidad” 13. Antipas conoció allí a Herodías, mujer de Filipo. Y uniéndose la ambición en ella, que no soportaba la vida oculta de su marido, y la pasión en Antipas por Herodías, se acordó la unión ilegal y el llevar con ellos a la hija de Herodías, llamada Salomé 14. Para esto se puso como condición a Herodes repudiar a su mujer legítima, la hija de Aretas IV, rey de los nabateos I5.
La presencia de Antipas y Herodías en la tetrarquía trajo el escándalo. El adulterio de Antipas iba abiertamente contra la Ley, que prohibía estas uniones incestuosas (Lev 18:16; Lev 20:21).
El rumor popular encontró una voz especialmente representativa. Si éste temía a la policía de Herodes, la voz apostólica del Bautista sonó repetidas veces (ελεγεν) contra aquel adulterio. Antipas temía un levantamiento popular, pero también temía el gran prestigio del Bautista, que incluso recoge el historiador judío Josefo 16. En los manejos de primera hora contra el Bautista estaba ya Herodías, “que le odiaba y quería matarle, pero no podía” (Mc) por temor al pueblo.
Hubo una segunda fase, que no se matiza en los evangelios, en la que fue encarcelado. El Bautista fue encarcelado, precisa Lc, “por lo de Herodías. y por todo lo malo que había hecho” Antipas, y que el Bautista censuraba. Esta prisión fue en el palacio-fortaleza que tenían los Herodes en Maqueronte, en la Transjordania, sobre el mar Muerto 17. Sus ruinas se conservan actualmente bajo el nombre de Mekawer 18.
No se dice el tiempo que haya durado esta prisión, que debió de ser relativamente atenuada. Mc (Lev 6:20) tiene un pasaje propio y con especial dificultad, y para él se remite al lugar correspondiente del Comentario 19.
Pero la oportunidad para la muerte del Bautista fue bien calculada por Herodías. Llegó el día natalicio – ¿aniversario de él o de exaltación al trono? -. Es sabido que los príncipes herodianos celebraban estos aniversarios 20. Debe de ser el de su nacimiento 21.
Fue en un suntuoso banquete al oscurecer (δεiπνον) 22, al que fueron invitados los “notables” de sus estados. En él bailó la hija de Herodías, Salomé 23. La expresión bailó “en medio” (εν τφ μέσιη) de la concurrencia 24 es una fórmula griega que indica públicamente 25. Si es en la sala del convite, no se dice. No era desconocido en Oriente, al final de los banquetes, las presencia de bailarinas de profesión, en ocasiones con bailes licenciosos. San Ambrosio, basándose en estas costumbres, piensa que tal sería este baile 26. En la antigüedad semita no eran bailes de sociedad, sino representaciones coreográficas de situaciones, que, en principio, podían ser muy dignas 27. Pero en este ambiente es muy fácil suponer la licencia. Un caso semejante, actual, presenciado por él mismo en la región de Merdj Ayun, lo cuenta Dalman. Después del banquete, en el que comieron separados hombres y mujeres, se reunieron todos en una sala, en la que la joven hija de la casa realizó una serie de danzas dignas 28.
La escena agradó a todos, máxime en aquel ambiente, y Antipas, en la euforia del mismo, “juró” dar a Salomé lo que le pidiese. “Salió” a consultar con su madre, indicio acaso de la separación en salas de hombres y mujeres. Y ésta le manda pedir la cabeza del Bautista. El juramento de Antipas, “aunque sea la mitad de mi reino,” es frase bíblica (Est 5:3; cf. 1Re 13:8). La frase de “Juan el Bautista” en labios de Salomé no es improbable. Así habla de él Josefo 29. Antipas se “entristeció,” pero cedió al “juramento” 30 ante los convidados. Se cumplió la sentencia. Josefo dice que “fue muerto” en Maqueronte 31.
Se mandó traer la cabeza del Bautista. ¿Se la trajo a la misma sala para que se viese el cumplimiento de la orden? Salomé la llevó a su madre. San Jerónimo recoge que Herodías le sacó la lengua y la pinchaba con aguijón 32, como hizo Fulvia con la lengua de Cicerón. Para unos es una leyenda, para otros una realidad calcada en el ambiente romano en el que había vivido Herodías. Ni son desconocidos casos semejantes de pedir en banquetes la venganza de alguna víctima. A Jerjes, el día que celebraba el aniversario de su nacimiento, la reina Amestris le pidió la cabeza de su rival, que era su misma cuñada, y el rey accedió 33. Casos semejantes se cuentan de Catón por Cicerón 34 y Plutarco 35. Esta escena para Antipas y Herodías, que habían vivido en Roma 36, no debió de ser desconocida.
La psicología de maldad de Herodías contra el Bautista recuerda y es explicada por la conducta y odio feroz de Jezabel contra el profeta Elias (1Re 18:2v) y contra Nabot (1 Re 21, Iv). Acaso la tradición quiso subrayar este paralelo.
Contra el valor histórico de este pasaje se ha hecho ver la discrepancia de motivos que sobre la muerte del Bautista alegan los evangelistas y Josefo. Mientras los evangelistas alegan el “incesto” y la acusación del Bautista por “todo lo malo que había hecho” Antipas (Lc), Josefo alega un motivo político: temía que el prestigio del Bautista pudiese provocar una insurrección, con las consecuencias a derivarse para él; por eso quiso “prevenir” 37.
Sin embargo, un crítico de la categoría de Shürer reconoce que, entre estos motivos alegados, “ambos datos no se excluyen” 38. Si en el ánimo de Herodías tuvo que pesar la censura de su adulterio, en el de Antipas hubo de pesar fundamentalmente el aspecto político, que podía venir sobre él del influjo del Bautista sobre las turbas. Y si a Josefo, como historiador de un pueblo, le interesa más este aspecto político, al enfoque religioso de los evangelios le interesaba más destacar el aspecto moral. Aspecto que, por otra parte, era el único que podía alegarse ante el pueblo para justificar su conducta. Si este aspecto más personal del adulterio pareciera sospechoso, entonces, “según este criterio, sería preciso suprimir la mayor parte de las historias herodianas que relata Josefo, ya que en ellas las mujeres y sus intrigas juegan un papel tan activo.” 39
Cuando se enteraron los “discípulos” del Bautista (cf. Mat 11:2.7; Luc 7:18; Jua 1:53), recogieron el cadáver y lo pusieron en un sepulcro. Según costumbre judía, los cuerpos de los ajusticiados por las autoridades judías debían ser colocados en fosas comunes, propiedad de los tribunales 40. Pero no era éste el caso del Bautista. Y la autoridad romana, y Antipas era príncipe vasallo de Roma, solía conceder los cadáveres de los ajusticiados a sus familiares para su enterramiento 41. El mismo afecto paradójico de Antipas por el Bautista justificará este favor postumo. Tampoco Pilato negó a José de Arimatea el cuerpo de Cristo para enterrarlo. Una tradición recogida por San Jerónimo dice que sus reliquias fueron primeramente sepultadas en Sebastie, Samaría 42, y en donde, según Teodoreto, habrían sido arrojadas al fuego por los paganos 43. La historicidad del hecho es incuestionable. El pueblo consideró castigo de Dios la destrucción del ejército de Antipas por las tropas de Aretas, el 36 d.C., por esta muerte. La razón político-religiosa que dice Josefo 43 es previsoramente lógica en Antipas. Aparte de que el hecho había de trascender, se cita en Lc a “Juana, mujer de Juza, administrador” (επιτρόπου) de Antipas (Luc 8:3). Sin duda, una posible “fuente” más de los hechos.

c) Primera multiplicación de los panes,Luc 14:13-21 (Mar 6:30-46; Luc 10:17;
Jua 6:1-15). Cf. Comentario a Jua 6:1-15.
13 A esta noticia Jesús se alejó de allí en una barca a un lugar desierto, y, habiéndolo oído las muchedumbres, le siguieron a pie desde las ciudades. 14 Al desembarcar vio una gran muchedumbre, y se compadeció de ella, y curó a todos sus enfermos. 15 Llegada la tarde, se le acercaron los discípulos diciéndole: Despide, pues, a la muchedumbre para que vayan a las aldeas y se compren alimentos. 16 Jesús les dijo: No hay por qué se vayan; dadles vosotros de comer. ! 7 Pero ellos le respondieron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. ! 8 El les dijo: Traédmelos acá. 19 Y, mandando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces y, alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes y se los dio a los discípulos, y éstos a la muchedumbre. 20 Y comieron todos y se saciaron, y recogieron de los fragmentos sobrantes doce cestos llenos, 21 siendo los que habían comido unos cinco mil, sin contar las mujeres y los niños.

Los cuatro evangelistas dan este relato. Se estudia en Jn. Aquí se destacan algunos elementos.
Mc-Lc lo vinculan a la vuelta de los discípulos de su misión y muerte del Bautista; Mt, a la muerte de éste; Jn lo inserta en la actividad galilaica de Cristo. Mc-Lc acaso lo sitúan evocado por un mayor agudizamiento de la fama de Jesús con la misión de los discípulos.
En la perspectiva literaria de Mt, Cristo se retira en barca a un lugar desierto a causa de la noticia de la muerte del Bautista; Mc-Lc se fijan más en otro aspecto, sin excluir éste: un descanso después de la actividad en la que debieron de tener un éxito de cierto volumen; reactivándose la fama de Cristo misional, van a un lugar desierto, cerca de Betsaida (Lc).
Betsaida Julias había sido embellecida por el tetrarca Filipo 44 y pertenecía a su territorio de la Gaulanítide (el actual Dejaulam). El intento de Lc es citar la ciudad más destacada como punto de orientación para sus lectores étnico-cristianos, ya que Cristo iba buscando “un lugar desierto” (Mt-Mc) – y los alrededores de Betsaida son región desértica 45 -, pues buscaba un lugar de reposo para sus discípulos.
La “multitud” que oyó esto y que le iba a buscar debía de ser en gran parte de gentes que se iban concentrando allí para ir a la muy cercana Pascua, en caravanas, a Jerusalén. Acaso estas gentes se encontraron en Cafarnaúm, centro caravanero para ir a Jerusalén por el valle del Jordán, evitando así las molestias de ir por Samaría. De Cafarnaúm a Betsaida hay a pie 10 kilómetros.
Se explica. Cristo iba en barca. Un retraso por coloquio o con viento en contra permitió a las gentes llegar a aquella zona antes que El.
Hubo curaciones. Mc dirá que se compadeció de ellos porque “estaban como ovejas sin pastor,” frase de evocación bíblica (Eze 34:5), que aquí tiene su aplicación por estar a merced del fariseísmo y sin la enseñanza del verdadero Pastor (Ez c.34).
Mt pone “hecha la tarde,” mientras Lc dice que el “día comenzaba a declinar.” Esto parecería indicar el momento preciso de la hora, pero posiblemente no es más que un modismo aramaico (natah hayyon). Es el substrato que le da F. Delitzsch en su ν. Τ. hebreo, y que no significa más que el espacio que va desde el medio día hasta la puesta del sol (Jer 6:4) 46. Aquí está en función del tiempo necesario para poder ir a proveerse de víveres y alojamientos (Mc). Lo que no se dice ni se niega es que pudiesen quedar, en algunos, pequeñas provisiones de repuesto, de lo que hubiesen llevado, pero que era insuficiente en absoluto para resolver el problema de su abastecimiento. Lo improvisado de la ida y la prolongación de la enseñanza había terminado con unos víveres o totalmente en muchos, o con lo elemental en casi todos. La expresión que Mc-Lc usan: para que puedan ir a proveerse a “los campos.,” tiene frecuentemente, en el A.T. y en los LXX, el sentido de pequeños villorrios, en contraposición a las ciudades (Mar 5:14; Mar 6:56).
Este es el momento elegido por Cristo para la multiplicación de los panes. Su comentario se hace en Jua 6:1-15.
Una indicación cronológica complementaria a la Pascua es que Jesús manda que se “sentasen” sobre la “hierba” “verde” (Mc), y que Jn matiza aún más, “mucha hierba verde.” “Estas condiciones no se realizan en la ribera del Lago más que desde la mitad de marzo hasta abril.” 47 Estaban recostados en grupos de 50 y 100; la frase usada por Mc evoca los arriates de un jardín 48 y podía ser una buena base de recuento.
Se destaca en los tres sinópticos que Cristo “elevó los ojos al cielo.” Lo omite Juan, probablemente por razón tipológica. Este gesto de Cristo era frecuente en su oración (Jua 11:41.42; Jua 17:1). En cambio, no era usual en las costumbres rabínicas. Rabí Ismael bar José (c.180) decía: “La regla es que el que ora ha de tener los ojos bajos y el corazón elevado al cielo.” 49
Los tres sinópticos ponen por “bendecir” la palabra propia (εύλογέω), pero Jn, en este mismo lugar, pone, para lo mismo, “dar gracias” (εύχαριστέω). En cambio, los sinópticos en la segunda multiplicación de los panes ponen “dar gracias.” Esto hace ver que lo usan como sinónimo, sin que haya que suponerse con ellas una previa acción de gracias a la bendición, o ésta hecha en forma de acción de gracias. La costumbre rabínica había establecido que no se comiese o bebiese sin bendecir los alimentos, pues equivalía a un pecado de infidelidad 50. Las fórmulas solían comenzar: “Alabado seáis, Yahvé, nuestro Dios, rey del mundo.” 51. Y El mismo lo “partió” y se lo “dio” a los discípulos para repartirlo a la muchedumbre. ¿El milagro se hizo en las manos de Cristo o en la de los discípulos? Acaso lo primero supusiese un incesante e inacabable ir y venir a Cristo.
El milagro fue tan abundante, que todos se “saciaron” (έχορτάσθησα). Υ “recogieron” doce cestos sobrantes. Era uso judío recoger, después de las comidas, los trozos de comida caídos a tierra 52. El “cesto” (χόφίνος) era el que usaban las gentes rústicas 53. Estaban hechos de pequeñas ramas de sauce 54. Este era el tipo de bagaje ordinario judío en sus desplazamientos. Juvenal decía de ellos que su ajuar era el “cófino” y el heno 55. Y por su uso habitual, Marcial los llama “cistíferos” 56. En estos “cófinos” de las gentes o de los apóstoles se recogió el sobrante. El milagro se constataba bien: las sobras eran más que la materia de cinco panes para el milagro.
En el trasfondo de este hecho está la evocación de Moisés, viniendo a ser ello una “tipología” de esta obra de Cristo. A las gentes que no tienen qué comer en el desierto (Num 11:13.14), Moisés, con su oración, logra el maná. En esta época se esperaba que el Mesías saliese del “desierto,” y aparecieron por entonces varios pseudomesías, que llevaban las gentes al desierto, donde las prometían señales prodigiosas y de donde saldrían triunfadores. Josefo cuenta estos casos, sus nombres y su fin desastrado 57.
Igualmente, en los días mesiánicos, como renovación de los días del desierto, se esperaba una lluvia perpetua de maná 58.
Todo esto podía provocar una explosión de entusiasmo mesiánico en torno a Cristo, y que Jn relata; quisieron proclamarle rey: el Mesías-Rey que por entonces se esperaba 59. La Pascua estaba próxima, las caravanas a la Ciudad Santa a punto. Quisieron venir para, seguramente, llevarle a su frente a Jerusalén y proclamarle Rey-Mesías en el templo, como se lee en algunos escritos rabínicos que había de ser 60. Pero Cristo despachó a las turbas y discípulos, para que no se dejasen contagiar de aquel mesianismo político, que no era el auténtico, ni la hora de su plena proclamación, y El mismo se marchó “solo” a un monte a hacer oración” (Mt-Mc). La oración de Cristo se registra varias veces en los evangelios 61.
De una manera sencilla se cuenta uno de los portentos de Cristo. Las teorías racionalistas se desbaratan unas a otras para explicarlo 62.
“Aunque aún no sea la Eucaristía, este pan milagroso es evidentemente su figura y preparación, como lo han pensado los Padres y también los mismos evangelistas. Tal se ve al comparar los términos con los que describen esta distribución solemne y los de la Cena (Mat 26:26) y Jn (c.6), que une a este milagro el discurso sobre el “Pan de vida” 63. Donde esta tipología está más acusada es en Jn.
Autores modernos han presentado a propósito de este milagro un problema que es interesante registrar. En el tema de la multiplicación de los panes se quiere ver un trasfondo, que sería un movimiento político para proclamar rey a Cristo.
Esto en Jn es claro (Jua 6:14.15). Como efecto del milagro – y probablemente de toda la fama de Cristo -, surgió este movimiento del milagro de Cristo multiplicador del pan -“maná” – y en un lugar “desierto,” lo que evocaba sobre El no sólo ser otro Moisés, sino el Mesías esperado. Pero todo está en cómo se plantee esto. Se alegan, entre otras, las siguientes y principales razones.
En Mc (Jua 6:31), que es el relato inmediatamente anterior a la multiplicación de los panes, Cristo se retira a un lugar solitario con los discípulos, “para descansar un poco” (Mar 6:31a), y, en el segundo hemistiquio, se lee: “pues eran muchos los que iban y venían” (Mar 6:31) a donde estaban antes del retiro (Mar 9:32). Pero la gente se dio cuenta de su marcha y les “siguieron” (Mt-Lc), incluso se les “adelantaron” (Mc) cuando iban a este lugar de descanso. ¿A qué iba esta gente? ¿A qué se debía esta concentración? Se piensa por autores recientes que en un posible movimiento político en torno a Cristo. Se habría visto en El, a través de su fama, un posible caudillo mesiánico. Que algo de esto podía estar latente es posible, pues la resolución de hacerlo rey, que se lee en Jn (Mar 6:14.15), fue el chispazo final de un ambiente ante aquel milagro. Pero pensar en que iban allí en plan de tramar esta conspiración, no parece lo más probable. Pues Cristo, al ver a las multitudes, “se conmovió por ellos” (Mt-Mc), y “curó a sus enfermos” (Mt), y “comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mc), que fue hablarles del reino de Dios (Lc). Si Cristo supusiese que en las visitas anteriores – ”iban y venían y ni para comer tenían tiempo” (Mar 6:3Ib) – se tratase de hablar acaso con los apóstoles o de ir a verle para, con las impresiones recogidas, armar un complot político-mesiánico, El, que para evitar esto después de la multiplicación de los panes, aleja a las turbas y apóstoles, y marcha El solo a un monte, no parece que se les hubiese puesto de antemano a tiro, sobre todo con un milagro tan llamativo. Otra cosa es que, a causa de su fama, hubiese pasado esto por la mente de muchas gentes, como en otras ocasiones pasó (Mat 12:23), y precisamente a causa de un milagro (Mat 12:23), y otra muy distinta el que esas idas y venidas supusiesen una ida en plan de complot político. Su ida se explica muy bien, como en otras ocasiones, más que por oír la doctrina, por la esperanza y provecho de sus milagros, que es precisamente lo que se dice en Juan a estas gentes que buscan a Cristo después de la multiplicación de los panes (Jua 6:26.28).
Para sostener esta hipótesis se trata de confirmarla con otros datos. En Mc se dice que el número de personas alimentadas era de “5.000 hombres.” De donde se deduce que eran precisamente sólo hombres los que iban para un complot, ya que en Mt (Jua 14:21), pues Lc tiene una frase genérica, se añade: “sin mujeres y niños.” Para eliminar esto se puede decir que la frase podría, en absoluto, querer decir que eran sólo hombres. Podría encontrar esto aparente apoyo en Jn, en donde se dice que, para el milagro, se acomodaron los hombres (Jua 6:10). Y luego del milagro se dice: “viendo los hombres el milagro que había hecho” (v.14), quieren venir para hacerle rey. Si la segunda vez es lógico que fuesen los hombres solos, la primera vez “hombres” puede ser un nombre genérico por gentes, o porque, conforme a las costumbres orientales, estaban separados hombres y mujeres con niños. Pues al desembarcar vio “mucha gente” (Mc) y “curó a sus enfermos,” y “gentes” está normalmente por una multitud de todo tipo de personas de ambos sexos. Ni es creíble que fuesen para ser curados sólo los “hombres.”
También, para esto, se interpreta la frase que al verlos los acogió, porque “estaban como ovejas sin pastor,” en el sentido de que necesitaban un jefe o general, sentido que, en ocasiones, tiene la frase (Num 27:16v). Pero es increíble que los evangelistas la utilicen en este sentido aplicándola al reino espiritual de Cristo. Y Lc, que es el que la cita, la interpreta, precisamente, por hablarles del reino de Dios (Luc 9:11). Estaban desamparadas de la verdadera doctrina del Buen Pastor (Eze 34:5v; Jn 10, Iv).
En cambio, es probable que Cristo despidió a las turbas y “forzó” (Mt-Mc) a embarcarse a los apóstoles porque debían de estar a punto de unirse al movimiento político-mesiánico, pero que se produjo después de la multiplicación, y que relata Jn (Eze 6:14.15). No parece, pues, que se trate de una trama previa, sino de un ambiente propicio – por la fama de Cristo -, lo que hizo estallar, con toda la evocación mosaica que había en aquel milagro y en aquella topografía desértica, el movimiento de entusiasmo para hacer a Cristo rey 63.

Jesús camina sobre las aguas,Eze 14:22-33 (Mar 6:45-52; Jua 6:16-21).
22 Luego mandó a los discípulos subir en la barca y precederle a la otra orilla, mientras El despedía a la muchedumbre. 23 Una vez que la despidió, subió a un monte apartado para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. 24 La barca estaba ya en medio del mar, agitada por las olas, pues el viento le era contrario. 25 En la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar. 26 En viéndole ellos andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma. Y de miedo comenzaron a gritar. 27 Pero al instante les habló, diciendo: Tened confianza, soy yo; no temáis. 28 Tomando Pedro la palabra, dijo: Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas. 29 El dijo: Ven. Bajando de la barca, anduvo Pedro sobre las aguas y vino hacia Jesús. 30 Pero, viendo el viento fuerte, temió, y, comenzando a hundirse, gritó: Señor, sálvame. 31 Al instante Jesús le tendió la mano y le cogió, diciéndole: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? 32 Y en subiendo a la barca se calmó el viento. 33 Los que en ella estaban se postraron ante El, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios.

Para evitar aquellos entusiasmos, prematuros y erróneos, mesiánicos, Cristo “forzó” a los apóstoles a separarse de las turbas, haciéndoles ir en barca a “la otra orilla” 64, que es “hacia Betsaida,” en Mc, o “hacia Cafarnaúm,” según Jn. Se proponen diversas soluciones 65. Pero en Mt no hay problema topográfico 66. Acaso se trata de factores redaccionales orientadores de los diversos lectores a quienes van destinados los evangelios, por conocer mejor estos puntos de referencia que se les hacen. Otras soluciones son más o menos viables 67.
“Ya tarde,” los apóstoles embarcaron. Se habían alejado varios “estadios” de la costa, pues “la barca estaba ya en medio del mar” (v.24). El “estadio” era una medida griega de longitud, equivalente a unos 185 metros. Ya en la “noche” (Jn), Cristo los ve bregar, luchando por avanzar, pues se “levantó un gran viento,” que les “era contrario” (Mt-Mc), por lo que el mar “tenía gran oleaje” (Jn). La depresión de la cuenca del Jordán en 200 metros bajo el nivel del Mediterráneo fácilmente trae estas marejadas y tormentas. Cristo, desde el montículo en que oró, los veía. Esta visión es perfectamente natural, pues a la luz de la luna – acaso estaba en el cuarto creciente de la luna del 15 de Nisán (Pascua) – podía divisarlo bien.
Cuando los apóstoles habían avanzado sólo unos 25 ó 30 “estadios,” que son unos cuatro y medio o cinco kilómetros, y el lago tenía en su dirección de este-oeste unos 11 kilómetros, vino Cristo a ellos “caminando sobre las aguas” cuando era “sobre (Mc) la cuarta vigilia de la noche.” Los judíos de la época de Cristo habían aceptado la división de la noche en cuatro “vigilias,” aunque los antiguos judíos sólo conocían tres. Comenzaban en la puesta del sol, sobre las seis de la tarde, nueve de la noche, medianoche y tres de la mañana; a ésta llamaban “mañana,” que se extendía hasta el orto 68.
Fue en esta cuarta vigilia cuando vieron a Jesús “caminando sobre el mar” y que “venía hacia ellos” (Mc), se “aproximaba a la barca” (Jn), pero “hizo ademán de pasar de largo” (Mc).
En un primer momento pensaron en un fantasma. ¿Cómo pensar que una persona humana caminase sobre el agua? Ellos gritaron por el miedo. Los apóstoles se muestran fáciles a estas creencias (Luc 24:37; Hec 12:15) en casos de apariciones de Cristo; no son espíritus crédulos ni sugestivos a creaciones alucinantes del mismo. Además, la creencia popular era rica en estas historias 69, y hasta eran consideradas de mal agüero (Sab 17:4.14).
Pero Cristo se da a conocer y los tranquiliza. A esto Pedro “respondió” (αποκριθείς); es la forma griega que responde al verbo hebreo ‘anah, que significa “responder” o “tomar la palabra,” “hablar” 70. Pedro le pide, se diría que aturdidamente, por el paso del miedo al gozo, que si en verdad es El, que le mande ir caminando sobre las aguas a El. Es notable esta transformación. Y ¿por qué no aguardar a ir con todos en la barca o esperar que El se subiese, pues “querían recibirlo en la barca”? (Jn). ¿Por qué aquel ímpetu suyo? ¡Pedro! Es el Pedro de siempre: el del ímpetu, el del amor, el de la flaqueza.
A la orden de Cristo va, pero ante el oleaje teme y comienza a hundirse. Es fácil figurarse la escena de Pedro medio hundiéndose ante aquel oleaje. Pero recurre a Cristo, que, dándole la mano, le dice: “¡Poca fe! (οληγοπιστε). ¿Por qué dudaste?” El hundimiento de Pedro estaba vinculado a su desconfianza. Y también fue prueba y enseñanza para quien sería pastor 71. Se ve en esta escena un “tipismo,” acaso querido por Mt, relacionado con la hora de las pruebas de la Iglesia naciente. Es en la confianza en Cristo y en su poder como los hundimientos se superan. Pero en el intento de Mt parece estar, primordialmente, el querer destacar la preeminencia de Pedro sobre los discípulos, puesto que es tema que tiene Mt, especialmente, en esta parte del evangelio (Benoit).
“Y en cuanto subieron (Cristo y Pedro) a la barca, cesó el viento,” destaca con intención Mt. Para Jη sucede esto “en seguida” (ευθέως), “llegando a donde iban” (Jua 6:21). ¿Es simple coincidencia este cesar del viento? ¿O es un nuevo milagro? En la perspectiva de los evangelistas, estos hechos se los suele ver como una prueba del poder de Cristo (Mat 13:27; Mar 4:41; Luc 8:25).
Cabría pensar que al cesar el viento se facilitó el remar y así llegar muy pronto a la orilla. La forma ευθέως no tiene valor inflexible 72 ni por necesidad de inmediato 73. Si esto se interpreta de una proximidad de Betsaida, situada en la costa oriental, acaso fuera posible. Pero si se pone en la ribera occidental, como estaban en medio del lago, y éste tiene de ancho unos once kilómetros, les faltarían sobre unos cinco o seis kilómetros. En este caso, el milagro se impone.
Mc tiene un pasaje propio que se estudia en el Comentario a Mar 6:51-52. En Jn, al decirles no temáis, “yo soy” (εγώ ειμί), puede también tener, se estudia en otros pasajes de Jn, el valor deliberado de evocar a Yahvé: Cristo-Yahvé.
Los discípulos, impresionados, se “postraron” (προσεκύνησαν) para decirle: “Verdaderamente eres Hijo de Dios.” El término primero no significa, de suyo, una verdadera “adoración” cultual; – es una forma de mostrar inferioridad y respeto a superiores, verbigracia, reyes o jerarquías.
El uso de “Hijo de Dios,” φεου υιός ι) sin artículo, no es obstáculo para que se identifique con el Mesías o con el verdadero Hijo de Dios. En Mt ya se había hablado antes de la divinidad de Cristo en varios pasajes (dueño del sábado, superior al templo, etcétera). En Job, Dios aparece como dueño que “camina sobre las crestas del mar” (Job 9:8). Y en aquel ambiente, caminar sobre algo, v.gr., sobre un país, era dominarlo, ser dueño del mismo 74. Aquí caminar sobre el mar era dominarlo, ser dueño del mismo. Pero como en Jn llaman a Cristo, después de la multiplicación de los panes, “el Santo de Dios” (Jua 6:69; Mar 1:24), con sentido mesiánico, la expresión de Mt aquí debe de ser una interpretación posterior, pero con el sentido de proclamar la divinidad de Cristo. Como era la fe de la Iglesia y el sentido en que habían de interpretarlo los lectores a quienes iba destinado, y por la proclamación que se hace en la frase.

Jesús hace curaciones en la región de Genesaret,Mar 14:34-36 (Mar 6:53-56).
34 Terminada la travesía, vinieron a la región de Genesaret, 35y, reconociéndole los hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le presentaron todos los enfermos, 36 y le suplicaban que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido, y todos los que le tocaban quedaban sanos.

El desembarco se hace en Genesaret. Generalmente se admite que se refiere a la región galilea llamada así, extensión denominada hoy el-Guweir, y que ocupa una superficie de cinco kilómetros de ancho y dos de largo, entre Megdel y Tel! el-Oreimé 75. Era una región de gran fertilidad, poblada de villas. Josefo la llama un “paraíso.” 76
Cristo no debía de venir a predicar, sino a descansar con sus discípulos, ya que no pudo antes a causa de las turbas. Pero pronto fue reconocido. La noticia se extendió y le trajeron enfermos de toda aquella región. Cristo, el tiempo que estuvo allí, que debió de ser de breves días (Jua 6:22-25), no residió en un solo lugar, pues le traían enfermos “a donde creían que estaba” (Mar 6:55.56). Era en su ruta hacia Cafarnaúm.
La expresión “plazas” (Mar 6:56), en donde también los curaba 76 en su ruta, pues allí le ponen también a los enfermos, puede tener un significado amplio. Pues dyopá significa generalmente un lugar público y espacioso 77, que es el significado que conviene aquí.
Le suplicaban “tocar solamente el ruedo (χρασπέδου) de su manto” (Mt-Mc) y se “curaban.” Este ruego de los enfermos, ¿está acaso influenciado, real o literariamente, por el anterior prodigio de la hemorroísa? (Mat 9:21 par.) 78. Este sentido de creencia un poco mágico puede ser sentir primitivo de las turbas.

1 Josefo, Antiq. XVIII 7:2.3. – 2 Mt 4:23-25; 9:35-36; Mar 1:39; Mar 3:7-8; Luc 4:42-44; Luc 6:17-19. – 3 Lagrange, Le Messianisme chez les fuifs (1909) ρ 210-213 – 4 Mal 26:16. – 5 Apocalip. Baruc 1.10. – 6 Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p.191; J. B. Tyson, Jesús and Herod Antipas: Journ. of Bibl. Liter. and Exeg. (1960) p.239-246. – 7 Josefo, Antiq. XVII 10:1; BI I 28:4. – 8 Josefo, Antiq. XVIII 7:2. – 9 Ricciotti, Storia d’Israele (1934) II p.424. – 10 Josefo, Antiq. XVIII 5:1.4. – 11 Wixer, artículo “Philippus” en Biblische Realworterbuch 3.a ed. – 12 Josefo, Antiq. XVIII 5:1. – 13 Antiq. XVIII 7:2. – 14 Josefo, Antiq. XVIII 5:4. – 15 Antiq. XVIII 5:1- – 16 Antiq. XVIII 5:2. – 17 Antiq. XVIII 5:2. – 18 Rev. Bib. (1900) p.386-468. – 19 Pirot, évang. s. St. Marc (1946) p.468. – 20 Josefo, Antiq. XIX 7:1. – 21 lagrange, Evang. s. St. Marc (1929) p.159-160; STRACK-B., Kommentar. I h.L; Schürer, Geschichte des jüdischen Volkes. 4.a ed. I p.441-442. – 22 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.276. – 23 Josefo, Antiq. XVII 5:4. – 24 Jo ü on, L’évangile. compte tenu du substract se’mitique (1930) h.l. – 25 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.822; Bauer, Griechische-deutsches Warterbuch (1937) col.839-840. – 26 De virgin. 3:6: Mal 16:228. – 27 Reuss, Histoire évangélique p.368. – 28 Palástinajahrbuch (1918) p.44-46. – 29 Antiq. XVIII 5:2; J. Duncan – M. Derret, Herod’s Oath and the Baptist’s Mead: Bibl. Zeitschrift (1965) p.49-58. – 30 Literalmente “juramentos” (horkous), pero es un caso de plural de generalización. JOÜON, L’évangile. compte tenu du substract semitique (1930) p.95. – 31 Antiq. XVIII 5:2. – 32 ML 23:488. – 33 Herodoto, IX 108-113. – 34 Cicerón, De senectute 12:42. – 35 Plut., Vita Flaminii; H. Wlndichs, Zuñí Gastmahl des Antipas, en Zeitschrift der neuentestamenüichen Wissenschaft t.18 p.73-81; Westteix, I 413ss. – 36 Josefo, Antiq. XVII 1:3. – 37 Antiq . XVIII 5:2. – 38 Schürer, Geschichte des jüdischen Volkes ira Zeitalter J.-Ch. I p.437-438. – 39 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.163. – 40 Buchler, L’enterrement des criminéis d’apres le Talmud et le Midrasch: Rev. étud. juifs (1903) 74-88. – 41 Filón, In Flacc. X 78:299; Ulpiano, Digest. XLVIII 24:1. – 42 Epist. 46.12; 108:13: Mal 22:491.889; cf. Pirot, évang. s. St. Marc (1946). – 43 schuster-holzammer, Hist. Bib., vers. esp. (1936) Π p.217-218. – 43 Josefo, Antiq. XVIII 5:2. – 44 Josefo, Antiq. CVIII 2:2. – 45 Sobre la localización de una o dos Betsaidas, cf. A. Fernández, Vida de Jesucristo (1954) p.338-341;Perrella, / luoghi santi (1936) p.164-175; Holzmeister, Venite seorsum in desertum locum et requiescite pmillum: VD (1942) 161-165. – 46 Jue 19:9; Josefo, Antiq. V 2:8. – 47 Prat, Jesus-Christ (1947) I p.381 n.l. – 48 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col. 1113. – 49 Strack-B., Kommentar. II p.246. – 50 Strack-B., Kommentar. I p.685. – 51 Talmud Berachoth 44a. – 52 Wünsche, Neue Beitrage zur Erlauterung der Evangelien aus Talmud una MidroseA(1878)p.520. – 53 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.732. – 54 Edersheim, The Life and Times of Jesu the Messiah (1901) I p.648. – 55 «Quorum cophinus foenumque suppellex” (Sat. III 55). – 56 Epigr. V 17. – 57 Josefo, ΒΙ II 13:4-5. – 58 Strack-B., Kommentar. II p.481; Patr. syr. II col.1117. – 59 San Justino, Diálogo 32 y 68; cf. Lagraxge, Le Messianisme. (1909) p.228-235. – 60 Strack-B., Kommentar. I p.641. – 61 S. TH., In evang. S. Matth. comm. c.2 lect.3:2. – 62 Cf. L. Fonck, / miracoli del Signore(l9l4) I p.478-492; Teoría de Bultmann; Joh.- evang. (1941) h.l.; sobre ciertas semejanzas judías, cf. Strack-B., Kommentar. p.687; sobre semejanzas étnicas, cf. Clemen, Religionsgeschichtliche Erklarung p.227. Con lo que No tiene relación es con 2Re 4:42-44. – 63 Benolt,L’évang. s. Sí. Matth., en Lo Sainte Bible dejérusalem (1950) p.95 nt.f; Fonck,/ miracoli del Signore nel Vangelo (1914) I p.494-496; L. Cerfaux, La section des pains ( :26; Mat 14:13-16); H. Clavier, La multiplication des pains dans le ministere de Jesús: Stud. Evang. (1959) p.441-457. – 63 H. Montefiore, Revolt in the Desert (Mar 6:30ss): New Test. Studies (1961) p.135-141. – 64 Fonck,/ miracoli del Signare nel Vangelo (1914) I p.391-393; A. Fernández, Vida de Jesucristo (1954) p.338-341; Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.172; Evang. s. St. Jean (1927) p.168; Váganay, Essai de critique textuelle: Rev. Bib. (1940). – 65 Sobre el problema de divergencia topográfica entre Mc-Jn, cf. comentario en los lugares respectivos. – 66 Benoit, L’évangile s. St. Matth., en La Sainte Bible de Jérusalem (1950) p.95 nt.b y p.96 nt.a. – 67 Simón-Dorado, Praelectiones bibl. N.T. (1947) p.642. – 68 Strack-B., Kommentar. I p.688-691. – 69 Strack-B., Kommtiitar,. I ρ,691, donde se recogen muchas de estas leyendas. – 70 Zorelj-, Uxicon,u.t.um N.T. (1931) col. 155. – 71 S. TH., In evang. Matth. comm. c.14 h.l. – 72 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.530. – 73 Braun, évang. s. St. Jean (1946) p.361; E. Lóvestam, Wunder und Symbol-handlung. Eine studie über Mat 14:28-31 : Kerygma und Dogma (1962) p. 124-135. – 74 Odas de Salomón c.39; Sal 107. – 75 Abel, Geographie de la Palestine (1933) I p.93. – 76 De bello iudaico III 10,8. – 76 Sasse, Die erste Erscheinung des Auferstandenen: Theol. Blátter (1922) p.59ss. – 77 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col. 18; Bauer, Gñechisch-deutsches Wó’r-terbuch zu. N.T. (1937) col.20. – 78 Jenkins, Markan Doblet (1942); Rénie, Une antologie evangelique: Bíblica (1955) 23-226.

Fuente: Biblia Comentada

Herodes. Vea la nota sobre Mat 2:22. Este era Herodes Antipas, regente de Galilea. tetrarca. Uno de los cuatro gobernantes de una región dividida. Después de la muerte de Herodes el Grande, Palestina fue dividida entre sus hijos. En alguna ocasión, Mateo se refiere a Herodes como «rey» (v. Mat 14:9) porque este era el título con el cual era conocido entre los galileos.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

14:1 — En aquel tiempo Herodes (Antipas, hijo de Herodes el Grande) el tetrarca (gobernador de Galilea y Perea) oyó la fama de Jesús, 2 y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. — Otros decían, “Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado”, Luc 9:8; no se podía decir que Elías había resucitado, pues no murió, 2Re 2:11. Durante su ministerio Juan no había hecho milagros (Mat 10:41), pero atormentado por su conciencia el supersticioso Herodes creía que Juan había resucitado y que ahora, en la persona de Jesús, sí los hacía. Luc 9:1-62, “9 Y procuraba verle”, pero que sepamos no logró su propósito de verle hasta el día de la crucifixión de Cristo, Luc 23:1-12.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA TRAGEDIA DE JUAN EL BAUTISTA

Mateo 14:1-12

Por aquel tiempo el tetrarca Herodes tuvo noticias de la fama de Jesús, y les dijo a sus siervos:
-Ese es Juan el Bautista que ha resucitado, y por eso realiza esas obras de poder.
Herodes había detenido a Juan el Bautista, le había encadenado y metido en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le denunciaba insistentemente:

-No tienes derecho a estar casado con ella.

Herodes quería matar a Juan; pero tenía miedo a la reacción de la gente, porque consideraban que Juan era un profeta.
Con ocasión de la fiesta de cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías en medio de la compañía, y a Herodes le cayó muy bien. De ahí que le prometiera con juramento que le daría lo que pidiera. Aconsejada por su madre, dijo:
-Dame aquí y ahora la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.
El rey se encontró en un compromiso por el juramento que había hecho a oídos de todos sus invitados; así es que dio orden de que se concediera la petición; y mandó a algunos a que decapitaran a Juan en la cárcel. Luego trajeron la cabeza en una bandeja, y se la dieron a la joven, que se la llevó a su madre.
Los discípulos de Juan fueron a recoger su cuerpo y lo enterraron. Seguidamente fueron a Jesús y se lo contaron todo.

En este drama trágico de la muerte de Juan el Bautista se nos delinean clara y vivamente los diferentes personajes.
(i) Tenemos al mismo Juan. Por lo que respectaba a Herodes, Juan había cometido dos faltas.

(a) Era demasiado popular. Josefo también nos cuenta la historia de la muerte de Juan, y lo hace desde este punto de vista: » Ahora bien: cuando muchos otros venían a Juan en multitud, porque se conmovían profundamente al oír sus palabras, Herodes, que temía que la gran influencia que Juan tenía sobre la gente le pudiera poner en posición e inclinación de hacer un levantamiento (porque la gente parecía dispuesta a hacer todo lo que él le aconsejara), pensó que lo mejor sería matarle para prevenir cualquier conflicto que pudiera causar, y no meterse en dificultades perdonándole la vida, de lo que podría ser que se arrepintiera cuando fuera demasiado tarde. De acuerdo con esto, ante las sospechas de Herodes, este mandó a Juan prisionero a Maqueronte… y allí le hizo ajusticiar.» (Antigüedades de los judíos, 18.5.2). Según Josefo fueron los celos suspicaces de Herodes los que le hicieron dar muerte a Juan. A Herodes, como a cualquier otro tirano débil, suspicaz y timorato, no se le podía ocurrir otra manera de resolver la presencia de un posible rival que matándole.

(b) Pero los evangelistas vieron la historia desde otro punto de vista. Para ellos, Herodes mandó matar a Juan porque este era un hombre que decía la verdad. Siempre es peligroso denunciar a un tirano, y eso fue precisamente lo que hizo Juan.

Los Hechos eran bien sencillos. Herodes Antipas estaba casado con una hija de los árabes nabateos. Tenía un hermano en Roma que se llamaba igual que él; los evangelistas llaman a ese Herodes de Roma Felipe; su nombre completo puede que fuera Herodes Felipe, o puede que se confundieran en la maraña de las relaciones matrimoniales de los Herodes. El Herodes que residía en Roma era un individuo adinerado que no tenía reino propio. En una visita a Roma, Herodes Antipas sedujo a su cuñada y la convenció para que abandonara a su marido y se casara con él. Para eso tenía que repudiar a su anterior mujer, lo que le trajo unas consecuencias desastrosas. Al dar ese paso, aparte del aspecto moral de la cuestión, Herodes quebrantó dos leyes: se divorció sin causa de su mujer, y se casó con su cuñada en vida del marido de esta, que era un matrimonio prohibido en la ley judía. Juan no dudó en reprochárselo.
Siempre es peligroso enfrentarse con un déspota oriental, y Juan firmó su propia sentencia de muerte cuando reprendió a Herodes. Juan era un hombre que denunciaba intrépidamente el mal cuando lo veía. Cuando el reformador escocés John Knox estaba defendiendo sus principios ante la reina Mary, ella le preguntó si creía que se podía resistir la autoridad de los gobernantes. Su respuesta fue: » Si los príncipes se exceden de sus atribuciones, señora, es lícito resistirlos, y hasta deponerlos.» El mundo les debe mucho a los grandes hombres que arriesgaron sus vidas y tuvieron el valor de decirles aun a los reyes y las reinas que hay una ley moral que quebrantan a riesgo propio.
(ii) Tenemos a Herodías. Como veremos, fue la ruina de Herodes en todos los sentidos, aunque no carecía del sentido de la grandeza. De momento advertimos que tenía un. triple delito: era una mujer inmoral e infiel; vengativa, que abrigaba los rencores para mantenerlos calentits, y que procuraba vengarse hasta cuando se la condenara justamente; y probablemente lo peor de todo era capaz de utilizar hasta a su propia hija para llevar a cabo sus planes de venganza. -Ya habría sido suficientemente malo el que se hubiera buscado los medios para vengarse del hombre de Dios que la hizo enfrentarse con su propia vergüenza; pero fue infinitamente peor el usar a, su hija para su funesto propósito haciéndola -cómplice del delito más horrible. Hay poco que decir del progenitor que mancha su progenie de delito con el fin de obtener algún propósito personal malvado.
(iii) Tenemos a la hija de Herodías, Salomé. Sería entonces joven, tal vez de dieciséis o diecisiete años: Aunque después. llegara a ser lo que fuera, no cabe duda de que en esta ocasión fue más utilizada que culpable. Probablemente ya tenía una raíz, de desvergüenza en su carácter: toda una princesa haciendo de bailarina solo para hombres. Las danzas en tales ocasiones eran sugestivas e inmorales. Para una princesa real ya era bastante deshonroso el bailar en público. Herodías no le daba ninguna importancia a la falta de pudor y dignidad de su hija con tal de obtener su venganza del hombre que la había reprendido tan justamente.

LA CAÍDA DE HERODES

Mateo 14:1-12 (conclusión)

(iv) Tenemos al mismo Herodes. Sé le llama el tetrarca, que quiere decir literalmente gobernador de la cuarta parte; pero llegó a usarse en sentido general, como aquí, de gobernador subordinado de una parte de un país. Herodes el Grande tuvo muchos hijos. Antes de morir dividió su territorio en tres partes y, con el consentimiento de Roma, se las legó a tres de sus hijos. A Arquelao le dejó Judasa y Samaria; a Felipe, el territorio septentrional de Traconítide e Iturea, y a Herodes Antipas -el de esta historia-, Galilea y Perea. Herodes Antipas no fue un rey extremadamente malo, pero aquí le vemos iniciar el descenso hacia la ruina total. Podemos notar especialmente tres cosas acerca de él.

(a) Tenía conciencia de su culpabilidad. Cuando Jesús llegó a tener cierta importancia en el pueblo, Herodes llegó inmediatamente a la conclusión de que era Juan que había vuelto a la vida. Orígenes hace una sugerencia muy interesante acerca de esto: recuerda que María, la madre de Jesús, e Isabel, la madre de Juan, eran parientes próximas (Lc 1:36 ). Y Orígenes cita una tradición que decía que Jesús y Juan se parecían físicamente. En ese caso, la conciencia culpable de Herodes tendría aún más razones para su sospecha. Es la gran prueba de que nadie se puede librar definitivamente de un pecado librándose de la persona que se lo denuncia. Existe tal cosa como la conciencia; y, aunque se elimine al acusador de una persona, no se silencia al Acusador divino.

(b) La acción de Herodes fue típica de un hombre débil. Mantuvo un juramento insensato, y quebrantó una gran ley. Había prometido a Salomé darle lo que le pidiera, sin prever lo que pudiera ser. Sabía muy bien que concederle su petición para cumplir su juramento era quebrantar una ley mucho más importante; y sin embargo eligió hacerlo porque era demasiado débil para reconocer su error. Le tenía más respeto a las rencillas de una mujer que a la ley moral. Le tenía más miedo a la critica, o a las burlas, de sus invitados, que a la voz de la conciencia. Herodes era un hombre que podía mantenerse firme en cosas equivocadas hasta cuando sabía que eran otras las verdaderas; y tal firmeza es señal, no de fuerza, sino de debilidad.

(c) Ya hemos dicho que la acción de Herodes en este pasaje fue el principio de su ruina. Las consecuencias de seducir a Herodías y divorciarse de su anterior mujer fueron, muy naturalmente, que Aretas, el padre de esta y gobernador de los nabateos, se sintió normal y personalmente resentido por el insulto que se le había perpetrado a su hija. Le hizo la guerra a Herodes y le infligió una seria derrota. Josefo comenta:

«Algunos de los judíos creyeron que la detracción del ejército de Herodes había sido cosa de Dios, y muy justa, en castigo por lo que había hecho con Juan, llamado el Bautista» (Antigüedades de los judíos, 18.5.2). Herodes tuvo que ser rescatado por los Romanos, a los que apeló para que le ayudaran.

Desde el principio, la relación ilegal e inmoral con Herodías no le trajo a Herodes más que disgustos. Pero la influencia de Herodías no acabó ahí. Pasaron los años, y Calígula llegó al trono de Roma. El Felipe que había sido tetrarca de Traconítide e Iturea murió, y Calígula le dio la provincia a otro de la familia de los Herodes que se llamaba Agripa; y con la provincia le otorgó el título de rey. El hecho de que Agripa fuera rey llenó de envidia a Herodías. Josefo dice: «Ella no podía ocultar lo desgraciada que se sentía por la envidia que le tenía» (Antigüedades de los judíos, 18.7.1). Como consecuencia de su envidia incitó a Herodes a ir a Roma para pedirle a Calígula que le concediera también a él el título de rey, porque Herodías estaba decidida a ser reina. «Vamos a Roma -le dijo-; y no ahorremos molestias ni gastos, ni plata ni oro, que no se pueden emplear en nada mejor que en obtener un reino.»

Herodes se resistía a tomar medidas; era naturalmente perezoso, y también preveía serios problemas; pero su testaruda mujer se salió con la suya. Herodes se preparó para ir a Roma; pero Agripa mandó mensajeros para advertir a Calígula que Herodes estaba preparándose para rebelarse contra Roma. Caligula dio crédito a las acusaciones de Agripa, despojó a Herodes de su posición y de su dinero y le desterró a la lejana Galia, donde se fue consumiendo en el exilio hasta que le llegó la hora de la muerte.
Herodes acabó por perder la fortuna y el reino, arrastrando una vida miserable en algún lugar remoto de Galia, por culpa de Herodías. Y fue entonces cuando Herodías dio muestra de grandeza y de magnanimidad. -Era en realidad la hermana de Agripa, y Calígula le dijo que no pretendía privarla de su fortuna particular, y que, por consideración a Agripa, ella no estaba obligada -‘a acompañar a su marido al destierro. Herodías respondió: «Sin duda tú, oh Emperador, actúas de forma magnánima y como corresponde a tu dignidad en lo que me ofreces; pero el amor que le tengo a mi parido me impide aceptar el favor que me otorgas; porque no es justo que yo, que he participado de su prosperidad, le abandone en su desgracia» (Antigüedades de los judíos, 18.7.2). Así es que Herodías acompañó a Herodes al destierro, y eso es lo último que sabemos de ella.

Si ha habido alguna vez una prueba de que el pecado atrae su propio castigo, esa prueba es evidente en la historia de Herodes. Fue un día aciago cuando Herodes sedujo a Herodías. A aquel acto de infidelidad siguió el asesinato de Juan, y por último el desastre en el que lo perdió todo excepto la mujer que le amó y le arruinó.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 14

b) Degollación del Bautista (Mt/14/01-12).

1 En aquel tiempo llegó a oídos del tetrarca Herodes la fama de Jesús, 2 y dijo a sus cortesanos: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y de aquí que por él se realizan esos milagros.

Con escasa conexión se menciona una observación del príncipe reinante, Herodes-Antipas. Ha oído hablar del movimiento que había surgido en torno a Jesús y le da una notable explicación. Debe haber resucitado Juan el Bautista y debe haber reanudado sus actividades en Jesús. Las energías de Juan actúan en Jesús. Estas afirmaciones atestiguan el gran prestigio que entonces tenía Juan en general, y en particular en la opinión de Herodes. Al mismo tiempo se da a entender aquí el temor ante el juicio de Dios, que experimenta el que hizo dar muerte a Juan. Herodes se había apoderado del hombre de Dios, y ¿Dios ahora triunfaba sobre la malicia y violencia humanas mediante la resurrección de los muertos? ¿Le amenazará también a él algún mal? Herodes da una opinión, que puede haber sido compartida por otros (Cf. 16,14; Mar 8:28; Luc 9:19; cf.también Mar 9:9-13 y Mat 17:9-13). Aún se conservaba un recuerdo demasiado fresco de la actuación enérgica de Juan, la semejanza entre la proclamación de Juan y la de Jesús podía llevar a esta confusión. En Juan y en Jesús se perciben fuerzas prodigiosas de arriba, pruebas de poder divino. Ni siquiera Herodes puede hacerse sordo ante ellas. Aquí Herodes está más cerca de Jesús que los mismos paisanos de Nazaret, que no perciben nada divino, sino solamente lo humano.

3 Efectivamente, Herodes había arrestado a Juan y lo había encadenado y metido en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 4 pues Juan le decía: ¡No te es lícito tenerla! 5 Y aunque quería matarlo, tuvo miedo al pueblo, porque lo tenían por profeta. 6 Pero en el cumpleaños de Herodes, salió a bailar la hija de Herodías delante de todos, y le agradó tanto a Herodes, 7 que le prometió bajo juramento darle cuanto le pidiera. 8 Ella, instigada por su madre, le dijo: Dame aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. 9 El rey se puso muy triste; pero, por los juramentos y por los comensales, ordenó que se la dieran, 10 y envió a decapitar a Juan en la cárcel. 11 Trajeron su cabeza en una bandeja y se la entregaron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre. 12 Acudieron luego sus discípulos a recoger el cadáver y lo enterraron. Después fueron a contárselo a Jesús.

En este pasaje el evangelista inserta el relato sobre el fin del Bautista, como también lo había hecho san Marcos ( Mar 6:17-29). Este relato en ambos evangelistas está preparado por la referencia del juicio de Herodes sobre Jesús (Mar 14:1 s = Mar 6:14-16). El fin del Bautista y la primera actuación de Jesús ya los enlazó san Marcos con una mutua relación al principio del Evangelio. Jesús empezó a proclamar su mensaje, después que había oído la noticia del fin del Bautista (Mar 1:14). El más fuerte releva al que no se creyó digno de desatarle la correa de las sandalias (cf. Mar 1:7). Aquí se añade cómo se dio muerte a Juan. El relato es mucho más corto que el de san Marcos. Sólo se informa lo esencial en un compendio conciso. En san Mateo este compendio se incorpora a la tesis del evangelista de que Israel había rechazado a todos los profetas sin excepción, y de este modo se había puesto contra Dios y sus mensajeros. Herodes creyó justificado que el Bautista no se metiese en sus asuntos privados. Ofendido en su orgullo reaccionó contra el reproche de Juan y le hizo encarcelar. Así se redujo al silencio al inoportuno amonestador.

Como ocurre frecuentemente con los tiranos, Herodes se arredra ante el último recurso por temor ante el pueblo. En cambio el pueblo lo tuvo por profeta, como más tarde también se dice de Jesús (cf. 21,46). Tal es la índole de los tiranos. Fácilmente maltratan al individuo, pero se arredran ante las medidas antipopulares. Lo único que temen es perder el favor del pueblo. Con motivo de un banquete para celebrar el cumpleaños baila la hija de Herodías y causa la complacencia del rey. Entusiasmado por el espectáculo del baile, Herodes hace un juramento imprudente. Herodías, la madre, lo aprovecha con astucia, llena de odio mortal contra Juan. No solamente hace pedir la muerte del Bautista, sino la horrible ceremonia de traer en una bandeja al salón de fiestas la cabeza cercenada de Juan. Por causa del juramento y por temor a los huéspedes Herodes manda ejecutar la orden. ¡Otra vez ha sucumbido un profeta en Israel! Pero esta vez no fue porque el pueblo no creyera a Juan o no soportara su mensaje, sino por el antojo de un rey altanero y al mismo tiempo débil. Los miembros de la familia de Herodes siguen pareciéndose. Herodes, el padre, había atentado contra la vida de Jesús y había matado a los niños de Belén (2,16). Su hijo asesina al Bautista. ¿Cómo debe establecerse el reino de Dios, si los reyes de la nación se convierten en el enemigo mortal de los mensajeros de Dios? Los discípulos del Bautista logran sepultar decorosamente el cadáver. Hicieron causa común con su maestro, incluso en la muerte. Luego fueron a contárselo a Jesús (14,12). Cronológicamente es difícil explicar este dato, puesto que según 14,2 ya ha ocurrido la muerte del Bautista, y en 14,3-12 aparece como trasladada.

San Mateo ya no dirige ninguna otra mirada retrospectiva, porque pretende otra finalidad. Quiere indicar la íntima unión entre las dos personas y su obra. Los dos hombres no concurren juntos, sino que su actividad se funda en el mismo plan de Dios. Jesús debe ser informado para que note la señal y adapte a ella su propia conducta. Y así oímos decir inmediatamente después (14,13) que Jesús huyó. Es, pues, evidente que abandonó el territorio de la jurisdicción de Herodes Antipas para no exponerse al peligro antes que llegara su hora. Están profunda y mutuamente relacionadas la vida y actividad de Jesús y las del Bautista. Sólo Dios tiene los hilos en la mano, su sabiduría se atestigua en las obras de ambos (cf. 11,l9c). La muerte del Bautista también debe ser significativa para Jesús a manera de una señal. Jesús recorre el mismo sendero y es entregado al mismo destino de muerte de los profetas. No se rompen los hilos de la historia de Dios. Lo que el Bautista ha empezado, Jesús lo acogerá y lo conducirá a la última perfección. Sobre la muerte y la tumba de Juan reposa esta esperanza de la última perfección. Una esperanza mucho mayor reposará sobre la tumba de Jesús.

c) Primera multiplicación de panes (Mt/14/13-21).

13 Cuando Jesús recibió esta noticia, se alejó de allí a solas en una barca a un lugar desierto. Pero, al enterarse la gente, lo siguieron por tierra desde las ciudades. 14 Al desembarcar y ver a tanta gente, sintió gran compasión por ellos y curó a sus enfermos.

Jesús sube a una barca en el lago de Genesaret y se dirige solo a un lugar solitario. No permanece mucho tiempo así, porque la gente se entera y le siguen a pie por la orilla del lago. Vienen juntos de todas las poblaciones circundantes, por tanto también de los pueblos situados a la orilla del lago. Cuando Jesús baja de la barca, ve la gran multitud. ¡Qué escena! Jesús siente gran compasión por ellos y cura a sus enfermos. Lo que impulsa así a la gente hacia Jesús no es sólo el afecto humano, el entusiasmo que suscita un gran orador, los sentimientos de gratitud por los beneficios logrados. Lo que impulsa a la gente es la percepción de lo sobrehumano, que faltó a los paisanos de Nazaret, el anhelo oculto del bien y de la rectitud, de la verdadera vida. Jesús no puede responder de otra manera, contestó como hizo Dios a través de los siglos, a saber con su misericordia. Dios se compadece del hombre. El estado del hombre afecta su corazón, la indigencia le conmueve.

15 Llegada la tarde, se le acercaron los discípulos, y le dijeron: Esto es un despoblado, y la hora ya avanzó; despide, pues, a la gente, que vayan a las aldeas a comprarse alimentos. 16 Pero Jesús les dijo: No tienen por qué irse; dadles vosotros de comer. 17 Ellos le replican: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces. 18 él contestó: Traédmelos aquí.

Entre tanto llega la tarde, y los discípulos lo indican al Maestro. La hora es avanzada y el lugar es solitario. Sobre todo aquí no se puede comprar nada para comer. La conversación entre Jesús y los discípulos resulta algo artificiosa. Desde el principio Jesús sabe lo que quiere hacer, y el lector lo nota. Pero los discípulos deben aprender algo, sus pensamientos dirigidos a las cosas terrenas deben ampliarse y crecer en el conocimiento del Maestro. Ha pasado ya mucho tiempo y todavía no saben a quién tienen consigo. Desorientados, hacen la observación de que solamente hay cinco panes y dos peces para comer. Eso resulta muy infantil. ¿Qué significa la ridícula cantidad ante el poder que tiene Jesús? Naturalmente los discípulos no pueden saciar al pueblo, como les encarga Jesús: «Dadles vosotros de comer.» Muy poco es lo que pueden hacer los discípulos, de una forma semejante a lo que más tarde se dice de la fe, en la curación del muchacho lunático (cf. 17,16 ss). La mirada debe dirigirse a Jesús. Los discípulos están ante el pueblo con las manos vacías, pero Jesús puede alimentar a la multitud. Así también están los maestros y pastores delante del pueblo con las manos vacías, sólo pueden entregar el pan que Jesús les ofrece.

19 Y mandando a la gente sentarse sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos, y los discípulos al pueblo. 20 Todos comieron hasta quedar saciados; y recogieron, de los pedazos sobrantes, doce canastos llenos. 21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

El pueblo se coloca sobre el césped. Ahora Jesús está en el centro, todos los ojos parecen estar dirigidos a él. En el círculo más reducido alrededor de él están los discípulos, que han traído los panes y los peces, a continuación el pueblo se ha colocado por doquier. Jesús toma los alimentos, mira al Padre que está en el cielo y le alaba. Así como el padre de una familia judía antes de la comida da la bendición sobre los manjares y da gracias a Dios por sus dones, así hace aquí Jesús como padre de todo el pueblo: «Alabado seas, Yahveh, nuestro Dios, rey del mundo, que haces que el pan se forme de la tierra.» Jesús parte el pan y los peces, y los da a los discípulos para que los repartan. Los discípulos a su vez lo entregan a las multitudes. Todos comen y quedan saciados, más aún, incluso se reúne una gran cantidad de restos, que muestra que se ha distribuido con superabundancia, y que en realidad todos quedaron saciados. Esto es una bendición realmente divina. Ha resultado más bien fortuito que Jesús hiciera este gran signo. Se trata, en efecto, de un gran signo.

Jesús no ha eliminado la necesidad del hambre ni ha quitado a los hombres la preocupación por el pan cotidiano. Pero una vez tuvo lugar: todos quedaron saciados, más aún, tuvieron superabundantemente. Cuando Jesús estaba entre ellos, no les faltaba nada y todos estaban contentos. La misericordia de Dios descendió sobre ellos, y todos eran uno en sus comidas en común y no sufrían penuria. Pero este signo no fue dado para aturdir o subyugar a los hombres a manera de los prodigios espectaculares que el espíritu maligno había reclamado a Jesús (cf. 4,1 ss). Fue resultado de la situación. Así como Jesús concede su misericordia al individuo que se adhiere a él con fidelidad, así también a la gran muchedumbre que está necesitada. Así procede Dios siempre con el hombre. En el desierto Dios había alimentado al pueblo de una manera prodigiosa y los había preservado de perecer. «Llegada, pues, la tarde, vinieron codornices, que cubrieron todo el campamento, y por la mañana se halló esparcido también un rocío alrededor de él, y cuando el rocío se evaporó, había sobre la superficie de la tierra una cosa fina, como granos, fina como la escarcha en el suelo. Lo que visto por los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? Porque no sabían lo que era. A los cuales dijo Moisés: éste es el pan que el Señor os ha dado para comer» (Exo 16:13-15). Las proezas que hizo Dios en el tiempo glorioso de Israel ¿resurgen ahora en la primavera del pueblo? ¿Está Dios de nuevo cerca de su pueblo como en el gran tiempo pasado? ¡Qué sensación de dicha y nueva confianza tienen que haber sentido aquellos hombres! Este acontecimiento también es una imagen de la Iglesia y así debe ser considerado. Jesús está en el centro como el dador de todos los dones buenos, el dador del pan y de la palabra. Luego viene el grupo de los discípulos. Están muy cerca de él y entregan sus dones, son su brazo extendido. El pueblo está situado alrededor de él y puede disfrutar de su presencia. Jesús alza la vista al cielo, cuando da la bendición. Jesús hace «las obras que el Padre le ha encomendado» (Jua 5:36). Ya no es el mediador, como era Moisés. él mismo es el dador y fuente de la vida. Tal es la experiencia de sí misma que tiene la Iglesia, cuando se reúne para celebrar la eucaristía. Así vivirán solidariamente con Dios y no tendrán penuria todos los que están elegidos para las bodas regias en el reino de Dios. En Dios está la superabundancia y la plenitud de la misericordia. Solamente en él se sacia todo el hambre que pueda sentir el hombre.

d) Jesús camina sobre las aguas (Mt/14/22-33).

Pedro por primera vez desempeña en este pasaje un papel independiente (Jua 14:28-31). De forma semejante, ocupará el primer plano en la confesión de la mesianidad de Jesús (Jua 16:17-19) y al final de toda esta sección se encuentra un pasaje que evoca una conversación entre él y Jesús (Jua 17:24-27). Estos tres pasajes sólo se hallan en san Mateo y demuestran que este evangelista puede inspirarse en una más amplia tradición petrina. Se descubren análogos reflejos en otros pasajes del mismo Evangelio, por ejemplo, en 10,2, donde se designa a Pedro como «primero», y sobre todo en varios pasajes, donde actúa como portavoz de los apóstoles (15,15; 17,4; 18,21; 19,27). A pesar de que el Evangelio de san Mateo imprime su acento en el apóstol, no cabe afirmar que su figura quede idealizada o indebidamente enaltecida. En la conversación entre Jesús y Pedro después de la confesión de la mesianidad, san Mateo más subrayó lo menos grato para el apóstol (16,22s), y no disimula tampoco el papel desairado de Pedro durante el proceso de Jesús (26,69-75).

22 Mandó a sus discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía al pueblo. 23 Después de despedirlo, subió al monte para orar a solas. Al anochecer, estaba él allí solo.

Jesús manda a los discípulos subir a la barca. ¿Por qué se usa esta enérgica frase? ¿Necesitaban este apremio, porque querían permanecer cerca de Jesús o no le querían dejar solo? Les da el encargo de partir antes que él a la orilla opuesta, de recorrer el trayecto que ya habían recorrido de día (14,13). Quiere quedarse solo con la gente y «despedirla». Pero además busca una mayor soledad. En cuanto la muchedumbre se ha dispersado, se va al monte, para orar solo. En un lugar elevado, en el monte se experimenta la proximidad de Dios, de forma más inmediata. Jesús busca la quietud de la oración, de aquella oración que sólo puede fluir entre él y el Padre. Ningún ser humano puede entrometerse en ella ni tampoco ser testigo de ella. Es una oración distinta de la que Jesús había pronunciado antes sobre los panes y los peces. Aquella fue la bendición oficial de la mesa y la oración usada para bendecir que tiene que rezar el padre de familia para el pueblo y en su nombre. En esta oración solitaria, se efectuaría un trueque vital inefable. Jesús es impulsado a la soledad, tiene que forzar a los discípulos a subir a la barca. Basta quedarse absorto en esta escena: Jesús unido con Dios en la obscuridad de la noche, en el monte, en la soledad. Allí está el puente entre Dios y los hombres. El mediador es «Cristo Jesús hombre» (1Ti 2:5).

24 Entretanto, la barca se había alejado ya muchos estadios de la costa y se encontraba combatida por las olas, pues el viento era contrario. 25 A la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos caminando sobre el mar. 26 Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se sobresaltaron y dijeron: ¡Es un fantasma! Y se pusieron a gritar por el miedo. 27 Pero Jesús les habló en seguida: ¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!

Entretanto la barca en que van los discípulos, va siguiendo su rumbo, pero el viento que sopla en dirección contraria, dificulta su navegación y por eso adelantan penosamente. Notan cuán escasas son sus fuerzas y cuán difícilmente pueden luchar con la fuerte tormenta que se avecina. Es una tortura fatigosa. Entonces sucede que Jesús va al encuentro de ellos sobre las aguas hacia el amanecer. Los discípulos son presa de espanto y creen ver un fantasma. Aunque son hombres duros y han soportado muchas horas difíciles en el lago, echan a gritar. El evangelista no teme decirlo abiertamente. Jesús les da voces: «¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!» Siempre sucede lo mismo. El hombre siente su debilidad, cuando se encuentra con Dios o con las cosas divinas. El ánimo decae y el temor hace que el corazón quede oprimido. Jesús no da ninguna señal para ser reconocido ni menciona ningún nombre. Sólo dice llanamente: Soy yo. Con estas dos palabras está todo dicho, porque sólo hay un hombre que pueda hablar así, de modo tan incondicional y absoluto, sin identificar su personalidad ni presentarse con pormenores. Los discípulos no debían conocerle ni por su voz ni por su figura ni por un ademán. Sólo deben saber que quien puede decir: «Soy yo», tiene que ser él. Entonces el hombre no pide una legitimación, no pide señales ni prodigios que lo atestigüen, no pregunta por el nombre, identidad y origen («Sabemos de dónde es éste»). Todos esos detalles se vuelven accesorios ya que Jesús sabe que ante él solamente existe la confianza sin reservas y la entrega total, que desvanecen el temor…

28 Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas. 29 Ven, le respondió. Pedro entonces saltó de la barca y, caminando sobre las aguas, fue hacia Jesús. 30 Pero, viendo el viento que había, tuvo miedo, y al comenzar a hundirse, lanzó un grito: ¡Señor, sálvame! 31 Inmediatamente Jesús extendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?

Este pasaje, que sólo trata de Pedro y de Jesús, únicamente está en san Mateo. Pedro dirige la palabra a Jesús con el título soberano dei Señor. Pedro ha entendido. Si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas. «Nada será imposible» al que cree (17,20b). Si es Jesús, no sólo carece de peligro el abismo del mar, sino que también se despierta el ansia de ir a Jesús. Pedro se deja llevar por este anhelo. El Señor le contesta lacónicamente: «Ven». La confianza audaz perdura, Pedro salta de la barca, corre con una efectiva seguridad sobre el agua y va hasta Jesús. Entonces Pedro nota de repente el fuerte viento y se estremece. Su corazón de nuevo se atemoriza, y al instante empieza a hundirse. Invoca por segunda vez a Jesús: «¡Señor, sálvame!» Jesús le alza y le pregunta en son de reproche: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?» Cuando se está próximo a Jesús, no se puede perder la firmeza ni dudar. El conocimiento de la presencia de Jesús sostiene sobre el agua y refrena la fuerza del viento.

32 Y cuando subieron los dos a la barca, el viento se calmó. 33 Los que estaban en la barca se postraron ante él, exclamando: Realmente, eres Hijo de Dios.

Jesús sube a la barca y en el acto el viento se calma. No se requiere una orden peculiar como antes (cf. 8,26). La presencia sola de Jesús sosiega y reprime los elementos excitados. Los discípulos quedan subyugados y postrándose rinden homenaje al Maestro con la siguiente confesión: Realmente, eres Hijo de Dios. Son unas palabras gran diosas. Así pues, ¿han entendido los discípulos el misterioso milagro de los panes en un lugar solitario, el poder de Jesús para caminar sin riesgo sobre el lago, sus palabras excelsas: «soy yo» y la fácil salvación de Pedro, cuando empezaba a hundirse? Aquí se ha llegado a un punto culminante. En la noche sobre la superficie del lago reconocen repentinamente a quién tienen ante sí. Vino a ser como una iluminación del conocimiento, la esplendorosa figura del maestro brillando súbitamente ante ellos en la obscuridad. Más allá de las reflexiones de la inteligencia, de la ponderación de los argumentos, de la interrogación crítica y de la confianza irresoluta, brota lo más profundo que los discípulos pueden llegar a experimentar: el Hijo de Dios está entre ellos.

Aquí los sucesos se concentran por completo en Pedro. Es el primer apóstol (cf. 10,2), habla y procede en representación de los demás (Cf. 15, 15; 16,16; 17,24; 18,21s.). Aquí Pedro todavía es más, a saber el primero de los creyentes y el modelo de todos ellos. En esta escena se hace patente de una manera dramática lo que significa creer. La percepción de la frase soberana: «Soy yo», llama al hombre y lo atrae. Luego el ansia de ir a él y estar con él. Los pasos sin riesgo, sostenidos por la confianza y el amor, sobre los abismos. También el desfallecimiento de la confianza y el decaimiento momentáneo de la fuerza. Si desfallece la confianza, aunque solamente sea un poco, el hombre tiene súbitamente la sensación del peligro de fuera. También se puede decir a la inversa: si el hombre se deja impresionar por los peligros, inmediatamente se desmorona la confianza. Se convierte en presa de fuerzas que amenazan, si no recurre a la única mano salvadora, la del maestro. Aquí hay confianza y fe, pero todavía son «pequeñas». No puede quedar ni reservarse ningún residuo, sólo sostiene la fe incondicional. Así pues, lo que aconteció a Pedro es un modelo para los creyentes. Pedro representa la Iglesia, más tarde se le constituye en piedra fundamental de la misma (cf. 16,18). Así está toda la Iglesia ante su maestro. Sabe que en último término está sustraída a todo peligro y preservada del total hundimiento en la historia, si tiene esta fe. «Si no creéis, no subsistiréis» (Isa 7:9b). Esto puede aplicarse tanto al pueblo de la antigua alianza como al de la nueva. Pero el pueblo de la nueva alianza tiene a Jesús en el centro, y a él puede decirle: «Realmente, eres Hijo de Dios.» Oye la voz alentadora de Jesús: ¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!

e) Curaciones en Genesaret (Mt/14/34-36).

34 Terminada la travesía, arribaron a la costa de Genesaret. 35 Apenas lo reconocieron los hombres de aquel lugar, divulgaron la noticia por toda aquella comarca, y le presentaron todos los enfermos, 36 y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y todos los que tocaron, quedaron completamente sanos.

Una vez concluido el viaje, los discípulos desembarcan con Jesús en la costa. Aquí sucede lo mismo que antes. Se acude en masa, se difunde la noticia a todos los pueblos circundantes, se trae a los enfermos y la multitud se apiña en torno a él. El lector sabe los sucesos misteriosos de la noche. Ha oído la confesión: Realmente, eres Hijo de Dios. No le llama la atención que la gente procure tocarle, aunque sólo sea el ribete de su vestido. Tampoco le sorprende que crean recibir algo de la corriente de fuerza y de vida por el contacto. También ellos son curados. Su fe puede ser infantil y sencilla, pero la misericordia de Jesús tampoco retrocede ante ella. Esta fe para Jesús no es demasiado exigua ni falta de iluminación, para que no sea obsequiada con el mismo regalo. Esta fe no se manifiesta en la súplica explícita de ser curado, ni en una confesión de la confianza en el poder prodigioso de Jesús. Es una fe sencilla y sin palabras. Le gusta el ademán externo, el contacto con el vestido, y en ellos esta fe expresa todo lo que siente el corazón. Jesús no ha censurado a la gente y tampoco reprendió a la mujer que padecía flujo de sangre (cf. 9,20-22). Jesús puede oir y entender el lenguaje del corazón. No debemos pensar ni juzgar con altivez los ademanes de la fe sencilla, con tal que no sean supersticiosos, sino veraces y sinceros.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— Herodes: Lit. el tetrarca Herodes. Se trata de Herodes Antipas que gobernó Galilea y Perea desde el año 4 a. C. hasta el 39 d. C. Ver VOCABULARIO BÍBLICO y nota a Mat 4:12.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La reacción de Herodes Antipas (ver Mar. 6:14-29; Luc. 9:7-9; 3:19, 20). Herodes el tetrarca es Herodes Antipas, gobernador de Galilea e hijo del Herodes que era rey cuando Jesús nació (cap. 2). Los informes acerca de los milagros de Je-sús, junto con los remordimientos de conciencia por la ejecución de Juan el Bautista, que hubiera querido evitar, lo condujeron a la idea extraña de que Jesús era Juan resucitado de los muertos.

Habíamos oído acerca de Juan cuando estaba en la prisión (4:12; 11:2) y Mateo ahora completa la información. No solamente el casarse con la esposa de un [medio] hermano era en contra de la ley judía (Lev. 18:6), sino que Herodes y Herodía se habían divorciado de sus cónyuges anteriores con el fin de casarse. No sólo fue un casamiento políticamente imprudente, sino que religiosamente era un escándalo, y la condenación en voz alta de Juan habría sido dañina para la reputación de Herodes entre sus súbditos judíos. Juan, por ello, no sólo puso en vergüenza a Herodes (como lo confirma Josefo en su historia), sino que también era una amenaza para su seguridad política.

Al informar a Jesús de la muerte de Juan, los discípulos de Juan mostraron que en Jesús reconocían al verdadero “sucesor” como 11:7-19 ya ha indicado y como lo reafirmaría Jesús en 21:23-32. La retirada subsecuente de Jesús (13) sugiere que él se daba cuenta del peligro de esta asociación a los ojos de Herodes.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

14.1 Herodes fue un «tetrarca», uno de los cuatro gobernadores que tenían bajo su responsabilidad igual número de distritos en Palestina. Su territorio incluía las regiones de Galilea y Perea. Fue hijo de Herodes el Grande, el que ordenó dar muerte a los infantes en Belén (2.16). También es conocido como Herodes Antipas, y juzgó a Jesús antes de que fuera crucificado (Luk 23:6-12). Su perfil se halla en Marcos 6.14.2 Si desea más información sobre Juan el Bautista, véase su perfil en Juan 1.14.3 Felipe, medio hermano de Herodes, era uno de los cuatro gobernadores de Palestina. Sus territorios eran Iturea y Tracónites, al nordeste del Mar de Galilea (Luk 3:1). Su esposa, Herodías, lo abandonó para vivir con Herodes Antipas. Juan el Bautista condenó a los dos por vivir en inmoralidad (véase Mar 6:17-18).14.9 Herodes no quería matar a Juan el Bautista pero tuvo que dar la orden para no quedar mal delante de sus invitados. ¡Cuán fácil es ceder a la presión de la gente y dejarse arrastrar a hacer lo malo! No permita que lo ubiquen donde sea vergonzoso hacer lo bueno. Haga lo que es correcto sin importar cuán vergonzoso o doloroso sea.14.13, 14 Jesús buscó la soledad luego de recibir la noticia de que Juan había muerto. Algunas veces debemos enfrentarnos a nuestro dolor solos. Jesús, sin embargo, no se entregó al pesar, volvió a su ministerio.14.14 Jesús realizó algunos milagros como señal de su identidad. Otros milagros sirvieron para enseñarnos importantes verdades. Pero aquí leemos que sanó porque «tuvo compasión de ellos». Jesús fue, y es, una persona amorosa, sensible y que se preocupa por los demás. Cuando esté sufriendo, recuerde que Jesús sufre junto con usted y se compadece.14.19-21 Jesús multiplicó cinco panes y dos peces para alimentar a más de cinco mil personas. Lo que al principio se ofrecía parecía insuficiente pero en sus manos fue más que suficiente. Con frecuencia sentimos que nuestra contribución a Jesús es muy pequeña, pero El puede multiplicar y usar lo que podamos darle, sea en talento, tiempo o riqueza. Es cuando lo damos a Jesús que nuestros recursos se multiplican.14.21 El texto indica que estuvieron presentes cinco mil hombres, más mujeres y niños. Por ello, el total de personas que Jesús alimentó pudo ser de diez mil a quince mil. El número de hombres se especifica en forma separada porque en la cultura judía de ese entonces, hombres y mujeres comían aparte. Los niños comían con las mujeres.14.23 Estar un tiempo a solas con Dios era prioritario para Jesús (véase también 14.13). Dejaba tiempo en su horario recargado para estar a solas con el Padre. Cuando pasamos tiempo a solas en oración, nuestra relación vital con Dios se nutre y nos fortalecemos para enfrentar los problemas y desafíos de la vida. Desarrolle la disciplina de buscar a Dios a solas. Le ayudará a crecer espiritualmente y llegará a ser cada vez más y más como Cristo.14.28 Pedro no estaba probando a Jesús, pues es algo que se nos dijo que no hiciéramos (4.7). A pesar de que fue el único en la barca que reaccionó con fe, su pedido impulsivo lo condujo a experimentar una demostración poco común del poder de Dios. Pedro comenzó a hundirse porque no siguió mirando a Jesús sino que miró las olas gigantes que se levantaban a su alrededor. Luego su fe fluctuó cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Quizá no caminemos sobre las aguas pero sí caminaremos a través de situaciones adversas. Si nos concentramos en las olas de las circunstancias difíciles que se levantan cerca de nosotros sin buscar la ayuda de Dios, también terminaremos desesperados y hundiéndonos. A fin de mantener su fe en medio de las tormentas, mantenga los ojos en el poder de Cristo y no en su incapacidad.14.30, 31 A pesar de que empezamos con buenas intenciones, algunas veces nuestra fe decae. Esto no significa necesariamente que hemos fallado. Cuando la fe de Pedro decayó, buscó a Cristo, la única persona que podría ayudarle. Estaba temeroso pero aún así miró a Cristo. Cuando estamos recelosos de los problemas que nos rodean y dudamos de la presencia o capacidad de Cristo para ayudarnos, debemos recordar que es el único que en realidad puede ayudarnos.14.34 Genesaret se hallaba localizada en el lado oeste del Mar de Galilea en una zona fértil y con abundante agua.14.35, 36 La gente reconocía en Jesús a un gran sanador, pero ¿cuántos comprendieron quién era en realidad? Buscaban a Jesús para alcanzar sanidad física, pero ¿se acercaron a El deseando la sanidad espiritual? Iban anhelando prolongar sus vidas en la tierra, pero ¿fueron también para obtener la seguridad de la vida eterna? La gente puede buscar a Jesús para aprender lecciones valiosas de su vida o en la esperanza de conseguir remedio para su dolor. Pero habremos perdido la totalidad del mensaje de Jesús si lo buscamos sólo para que cure nuestros cuerpos y no nuestras almas, si buscamos su ayuda sólo en esta vida y pasamos por alto su plan eterno para nosotros. Sólo cuando lleguemos a entender al Cristo verdadero podremos apreciar cómo puede cambiar de veras nuestras vidas.14.36 Los hombres judíos tenían flecos en el borde inferior de sus mantos conforme al mandato de Dios (Deu 22:12). En el tiempo de Jesús, esto era visto como señal de santidad (Deu 23:5). Era natural que la gente que buscaba sanidad se acercara para tocar estos flecos; pero como una mujer enferma aprendió, la curación es producto de la fe y no de la túnica de Jesús (Deu 9:19-22).

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) Lit.: “el tetrarca”, el príncipe territorial del emperador.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 672 Mar 6:14; Luc 9:7; Hch 4:27

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

el tetrarca. Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande y gobernador (tetrarca) de Galilea y Perea (4 a.C.- 39 d.C.). Aunque fue popular en Roma, el esfuerzo que él hizo para ser nombrado rey como su padre, resultó en su exilio en el año 39 d.C.

Juan…ha resucitado. Por la influencia del carácter de Juan (Mr 6:20) y su ministerio (vers. 5; 3:5), muchos asociaban a Jesús con Juan.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (a) vs.1-12: Mar_6:14-29 ; Luc_9:7-9

1 (b) Luc_3:1 ; Hch_13:1

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Herodes el tetrarca. Herodes Antipas, que gobernó de 4 a .C . – 39 d.C., hijo de Herodes el Grande y hermano de Arquelao (cp. Mat 2:1; Mat 2:22).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

95 (B) La muerte de Juan Bautista (14,1-12). Cf. Mc 6,14-29; Lc 9,7-9. Mateo abrevia el relato de Marcos, como también lo hace con los milagros. Josefo nos cuenta esta misma historia, pero desde un punto de vista menos íntimo y moral que político (Ant. 18.5.2 § 116-19). 1. Él tetrarca Herodes: Antipas, hijo de Herodes el Grande y de Maltace (-Histo­ria, 75:165). 3. Herodías: Sobrina de Herodes el Grande e hija de Aristóbulo IV, se casó con su tío Filipo, un hijo de Herodes que vivía sin relieve alguno en Roma. Josefo llama a su pri­mer marido Herodes Boethus. Su única hija conocida era Salomé. Tras conocer Herodías a Antipas, y siendo tan ambiciosa como él, abandonó a su marido y se unió a él. Herodes Antipas se divorció de su mujer, la hija de Aretas IV, rey de los nabateos, para casarse con ella (- Historia, 75:165). 4. no te es lícito: El Bautista juzgaba que Herodes había pecado al casarse con la mujer de su hermano mientras éste aún vivía, cometiendo, por tanto, adulte­rio e incesto, prohibidos por el Lv 20,10.21. 5. temía al pueblo: Mateo retoca aquí bastante el relato de Mc, suprimiendo la intriga femenina y cambiando el objeto de temor hacia Juan Bautista por causa del pueblo, como en la ver­sión de Josefo. 7. prometió con juramento: Es­te juramento puede haber sido de obligatorie­dad jurídica. Romperlo hubiera significado cometer perjurio o algo políticamente inco­rrecto. Mateo minimiza la extravagancia de Herodes, pero lo presenta como ligero de men­te y fácil presa de las intrigas. Percibamos los ecos de Est 5,3.6; 7,2; 1 Re 13,8; 19,2.10.14. 10. decapitado en la cárcel: Josefo nos dice que fue encarcelado en Maqueronte, una fortaleza que estaba situada en la Transjordania. 12. se lo dijeron a Jesús: Añadiendo esta oración, Ma­teo relaciona todo el episodio con su persona­je central. El Bautista fue decapitado sin ni si­quiera un proceso fingido.
(Derrett, J. D. M., Law in the New Testament [Londres 1970] 339-58.)

96 (C) Alimentación de cinco mil per­sonas (14,13-21). Cf. Mc 6,30-44; Lc 9,10-17. Encontramos otro milagro de alimentación en 15,32-39. 13. al enterarse Jesús de lo sucedido: La muerte del Bautista es la causa del retiro de Jesús; cf. Mc 6,30.31. 14. curó a los enfermos: La compasión de Jesús conduce a la curación, no a la enseñanza como en Marcos. 16. Dadles vosotros de comer: Jesús forma a sus discípulos en la autoconfianza, para que tomen la iniciativa y sean dirigentes (cf. v. 19). 17. dos peces: Dado que el pescado no se ajusta al trasfondo eucarístico, Mateo sólo lo mencionará una vez más, mientras que Marcos lo menciona tres veces. 19. bendijo, partió, dio: Ritual cotidiano de la comida judía; pero la fórmula apunta hacia la última cena (26,26). Los discípulos actúan como mediadores entre Jesús y la gente. 20. todos comieron: La gente representa a todo Israel reunido por Jesús. Doce cestos: Los Doce representan a las doce tribus bajo los doce discípulos (cf. 19,28). 21. sin contar mujeres y niños: El añadido de Mateo es muy importante, porque el número total po­dría muy bien rondar los 20 ó 30 mil; ocurrirá de nuevo lo mismo en 15,38. Puesto que la po­blación total de Palestina, en esta época, se es­timaba en torno al medio millón de personas, a Jesús se le presenta como aquel que da co­mida a un diez por ciento del total. Esta pers­pectiva le da a los dos relatos de alimentación un carácter social que los hace diferentes de los relatos de curación. Además del milagro de naturaleza y el moral (la gente compartió sus provisiones y así todos tuvieron más que sufi­ciente), debemos ver también el milagro so­cial. Los acontecimientos se describen como evocación de Éx 16, Nm 11 (el maná y las co­dornices), así como también 2 Re 4,1-7.42-44 (Elíseo multiplicando el aceite y el pan). Mien­tras que en nuestro texto es Israel el destinata­rio del milagro, el duplicado del cap. 15 se considera, frecuentemente, como representa­tivo de la alimentación de los gentiles. Así co­mo esta alimentación anticipa la eucaristía, ésta, a su vez, anticipa también el banquete mesiánico del reino.
(Fowler, R. M., Loaves and Fishes [Chico 1981], Masuda, S., «The Good News of the Miracle of the Bread», NTS 28 [1982] 191-219.)

97 (D) Caminando sobre el agua (14,22-23). Cf. Mc 6,45-52; Jn 6,15-21. 22. ir delante de él a la otra orilla: Los discípulos cru­zan hacia el territorio gentil. 23. para orar a solas: La oración nocturna solitaria de Jesús es modelo para los cristianos, que, junto a la oración en común, en ocasiones necesitan también períodos de silenciosa oración perso­nal en contacto con la naturaleza. 24. el viento estaba contra ellos: En esta escena idealizada, el viento representa las fuerzas hostiles del mundo. 25. caminando sobre el mar: En los mitos cananeos y en el AT, el Señor domina las olas de la muerte (Sal 77,19; Job 9,8; 38,16a; Is 43,16; Eclo 24,5-6). 27. soy yo: Jesús comparte el poder divino de salvar (Sal 18,17-18; 144,7; Éx 3,14; Is 43,10; 51,12). 29. Pedro… caminaba sobre las aguas: Mateo inserta cuatro versícu­los (28-31) en su fuente marcana para dar un puesto de relieve a la figura de Pedro, como también lo hacen sus otras dos tradiciones es­peciales (16,17-19; 17,24-27). El comporta­miento de Pedro no tiene sentido sino como combinación de un amor impulsivo y una fe debilitada por la duda. Se interconectan aquí elementos típicos de una personalidad singu­lar (cf. Jn 20,28.29). 33. tú eres el Hijo de Dios: En contraste con la conclusión marcana, los discípulos, en este caso, comprenden y creen; anticipan en parte la confesión de Pedro en 16,16. El relato en su conjunto narra un mila­gro de la naturaleza, clasificado en el género de las epifanías de salvación marítima. Tiene similitudes con 8,18-27, la tempestad calma­da, en cuanto parábola de la Iglesia asediada y símbolo de una fe valiente que avanza hacia lo desconocido, aunque es vulnerable.
(Heil, J. P., Jesús Walking on the Sea [AnBib 87, Roma 1981].)

98 (E) Curación de enfermos en Genesaret (14,34-36). Cf. Mc 6,35-56. Se trata de un sumario que Mateo resume a partir del ori­ginal marcano. Es una breve perícopa que ge­neraliza la actividad curativa de Jesús como acontecimiento social y ofrece una transición a la posterior discusión sobre la pureza ritual. 34. Genesaret: La fértil llanura entre Cafarna­ún y Tiberias. 36. tocar la orla: cf. 9,20. Las or­las del manto de oración de Jesús. Al tocarlas, la gente realizaba un acto implícito de fe, pero al mismo tiempo, desde una perspectiva fari­sea, transferían su impureza a Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

En este pasaje se nos presenta una página del libro de los mártires de Dios: la triste historia de Juan Bautista. El crimen del rey Herodes, la decidida amonestación que Juan le hizo, el aprisionamiento de este y la muerte ignominiosa que se le dio–todo esto ha sido historiado para que nos sirva de ejemplo.
«Estimada es á los ojos de Jehová la muerte de sus piadosos.» Salmo 116.15.
San Marcos narra la muerte de Juan Bautista de una manera más detallada que San Mateo. Por ahora basta apenas fijar la atención en dos puntos cardinales de la narración de San Mateo.
Notemos primeramente cuan grande es el influjo de la conciencia.
Cuando la faina de Jesús llegó á oídos de Herodes, éste dijo: «Este es Juan el Bautista que ha resucitado de entre los muertos.» Se acordó de sus actos criminales con ese hombre santo, y no pudo menos que sobrecogerse de temor. Su corazón lo acusaba de haber despreciado sus consejos y de haber cometido un asesinato atroz y abominable, y le decía que aunque había logrado dar muerte á Juan, algún día tendría que dar cuenta de ese hecho. La víctima y el victimario se verían entonces cara á cara. La conciencia hace sufrir aun á los reyes cuando desoyen su voz. Es más fácil degollar al predicador, que destruir el sermón ó acallar en el corazón la voz de reconvención. Los malos pueden dar muerte á los enviados de Dios, mas el mensaje que estos trasmiten permanece y obra mucho después de su muerte. Los profetas de Dios no viven para siempre, mas sus palabras permanecen largo tiempo después de que ellos hayan dejado de existir. 2 Tim. 2.9; Zac. 1.5.
Que los ministros y los maestros tengan presente que aun los hombres más degradados tienen conciencia, y no desmayen en su noble tarea. De que la enseñanza moral y religiosa no produzca frutos en el momento mismo en que se comunique, no debe inferirse que es estéril. Tanto los que asisten á la predicación como los niños que concurren á las escuelas tienen conciencia. Muchos sermones y muchas lecciones vendrán de nuevo á la memoria cuando el orador ó el maestro yazcan ya en el sepulcro.
El segundo punto es este: los siervos de Dios no deben esperar el obtener su galardón en este mundo.
La historia de Juan Bautista nos presenta un ejemplo que demuestra claramente que no siempre ha sido premiada la rectitud acá en la tierra. Observad qué hombre tan piadoso fue durante su corta carrera, y luego notad el fin que tuvo. Ved aprisionado como malhechor á aquel que fue profeta del Altísimo. Ved como fue arrebatado por medio de una muerte cruel, antes de que llegase á la edad de treinta y cuatro años. Apagado fue ese brillante faro, así fue asesinado ese fiel predicador por cumplir con su deber; y todo esto á manos de un tirano caprichoso, y solo por satisfacer el odio de una mujer adúltera. En vista de este acontecimiento muchos ignorantes preguntarían: «¿Qué provecho resulta de servir al Señor?.
Mas tales sucesos nos demuestran que algún día se verificará un juicio universal en el cual cada uno será premiado de acuerdo con sus obras. Entonces se pedirá cuenta de la sangre de Juan Bautista, del apóstol Santiago, de Esteban, Policarpo, Huss, Eid-ley y Latimer. Escrito está en el libro de Dios: » La tierra descubrirá sus sangres, y no encubrirá más sus muertos.» Isa. 26.21. Y el mundo sabrá que existe un Dios que juzgará la tierra. «Si violencias de pobres y extorsión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de esta licencia ; porque hay Otro más alto mirando sobre el alto.» Ecles. 5.8

Fuente: Los Evangelios Explicados

O, aquella ocasión

Fuente: La Biblia de las Américas

Muerte del Bautista. Cristo en el desierto da de comer a una multitud de pueblo con cinco panes y dos peces. En una tormenta de la mar va hacia sus discípulos andando sobre las aguas; y San Pedro, viniendo también hacia él sobre las aguas, se ve en peligro de anegarse por faltarle la fe.

1 a. Es palabra griega tetrárjes y significa el gobernador, o príncipe de la cuarta parte de un reino. Después se tomó por un gobernador, o príncipe de dignidad inferior a la del rey. Herodes, según San Lucas (3,1), era tetrarca de la Galilea.

2 b. Otros trasladan: Y por esto se obran por él tantos milagros: tomando pasivamente el verbo operantur; pero el Griego energóusin, es activo y significa algo más que operari. Por esto virtudes, esto es, espíritus poderosos, o virtudes angélicas obran en Juan, o por Juan estos milagros.

3 c. Este se llamaba Filipo, como se expresa en el texto Griego: era su hermano de padre, aunque de otra madre. Véase en Josefo, Antiq. lib. XVIII, cap. V.

4 d. Herodes, habiendo repudiado su legítima mujer, y usando de medios violentos, tomó la de su hermano, que vivía aún, y había tenido hijos de ella. Por estas razones era ilícito e incestuoso este matrimonio; lo que movió al Bautista a reprenderle con libertad y celo, pero al mismo tiempo con prudencia y circunspección. Los vicios de los grandes son otro tanto más perniciosos, porque dan el ejemplo a los pequeños, para que los imiten sin escrúpulo. El ministro del Evangelio no debe excomulgar públicamente a su príncipe y su rey, ni declamar contra su conducta y desarreglo, antes bien, debe ocultarlos y disimularlos cuanto esté de su parte; porque es cosa muy peligrosa para la tranquilidad de los Estados exponer al odio y desprecio de los súbditos a los príncipes que la Providencia estableció para gobernarlos; pero está obligado a declararles con toda libertad, que si no se arrepienten y corrigen, no pueden participar del Sacramento de nuestra reconciliación sin profanarle y sin agravar su propia condenación. Al paso mismo que debe abstenerse en público de todo lo que pueda servir para desacreditarlos, en secreto, armado de un celo prudente y de una caridad magnánima, representarles en su cara y decirles, como hizo el Bautista: No te es lícito tener esta mujer.

5 e. Como a verdadero profeta.

6 f. Esta se llamaba Salomé, y era hija de Filipo.

g. La palabra griega orjésato, saltó, danzó, explica que lo hizo con menos modestia de la que convenía a una doncella.

7 h. Pocas palabras cuesta a Herodes el sacrificar y dejar a la disposición y antojo de una danzarina, sin otro mérito que el haber sabido darle gusto, lo que había costado mucha sangre a su padre para adquirirlo o para conservarlo. No se han visto en todos tiempos sino funestos y repetidos ejemplos de príncipes, que concedieron a un lisonjero, a un vil ministro de sus deleites, a una danzarina o cantora, lo que negaban a sus más fieles consejeros, y a los que los habían defendido a ellos y a sus Estados con peligro de sus vidas.

8 i. Temió ésta que volviendo Herodes sobre sí por la reprensión del Bautista, tomase otra vez su primera mujer, y la desechase a ella. Por esto le tenía un odio implacable, y se aprovechó de esta ocasión para hacerle morir. Y no contenta con esto, cuando le presentó su hija la cabeza del Bautista, le picó la lengua con la aguja que tenía en la cabeza, como queriendo vengarse de aquella lengua que había osado decirle la verdad. San Jerónimo. Josefo, Antiq. lib. XVIII, cap. VII, refiere, que Herodes tenía preso a Juan en Maquerunte, que distaba no poco de Tiberíade, donde el tirano tenía su palacio. Y así la cabeza del Bautista no pudo ser presentada a la moza, sino algunos días después de celebrado el cumpleaños de Herodes.

j. MS. En un taiador.

9 k. MS. E fue el rey corroçado.

l. Esta tristeza que muestra Herodes, no nace de haber de faltar a la religión de un juramento, a cuyo cumplimiento no estaba obligado por ser de una cosa tan inicua; sino porque lo había hecho delante de un grande número de testigos, que en su concepto podrían despreciarle, si faltaba a él, como a un hombre perjuro, ligero y pusilánime. La honra es en general el ídolo de los hombres, y sobre todo de los grandes: ídolo, que el orgullo ha consagrado y puesto en el lugar de la virtud, y al que frecuentemente como en el caso que tratamos, se sacrifican la religión y la humanidad: el mismo orgullo ha sustituido a la verdadera gloria, la vanidad, que solamente tiene la apariencia.

13 m. Huyendo del furor de Herodes, porque su hora no era aun llegada. Se retiró a un lugar cerca de Betsaida en la Galilea superior de la tetrarquía de Filipo.

n. Pedestres, a pié, y por tierra, y no en barco, como iba Jesús.

15 o. Lo que se debe entender de las primeras vísperas, o tres horas después de mediodía (véase 27,57).

19 p. Bendecir y dar gracias son expresiones sinónimas en la Escritura (Jn 6,11). Esta bendición santifica lo que comemos, después de haber reconocido que es Dios quien nos lo da, y de haberle dado gracias por ello.

20 q. MS. E fincáron de las remasaias.

22 r. Este era el de Genesaret; quiere decir, a un lugar algo apartado de la otra ribera, esto es, a Betsaida, como lo explica San Marcos (6,45).

23 s. MS. Sennero; y más abajo, solo.

t. Esto se debe entender de las segundas vísperas, o después de puesto el sol, cuando ya era oscuro.

24 u. Del lago.

25 v. Casi al rayar del alba. Dividían la noche en cuatro partes, que llamaban vigilias, porque, según la disciplina militar, se mudaban las centinelas cuatro veces en el discurso de la noche. Estas eran más largas o más cortas, según variaba la estación del año. La cuarta vigilia era la última; como si dijéramos, al apuntar del día, o rayar del alba (Mc 13,35). Esta costumbre la tomaron de los romanos, porque antes de estar bajo de su dominio, la dividían en tres vigilias: por esto en los Evangelios se hace mención de la cuarta vigilia de la noche, expresión que no se halla en todo el Antiguo Testamento.

30 w. MS. E quando compeçó de sumurguiar.

31 x. Jesucristo concedió a San Pedro lo que le pedía, para hacerle conocer por propia experiencia, que toda su fortaleza le venía del Señor, siendo flaco y miserable por sí mismo. Y así fue; porque aunque caminaba seguramente sobre el agua por la virtud del que le sostenía, desde el momento mismo en que empezó a temer y dudar, puesto en las manos de su desconfianza, empezó también a anegarse. Todo lo cual nos representa al vivo la verdadera disposición del espíritu del hombre, y lo que es por sí, si Dios aparta de él sus socorros. San Juan Crisóstomo.

34 y. En el texto Griego, es llamada Genesaret. Su territorio se extendía lo largo del lago que tenía el mismo nombre.

36 z. Se descubre la fe de estos pueblos, pues creyeron que sólo con tocar la orla del manto de Jesucristo quedarían sanos de todas sus enfermedades.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] Los cinco panes representan a la Torah que las 12 tribus reciben en su regreso.

[2] Las instrucciones de la Torah, para ambas casas de Israel.

[3] Observa que el verdadero maná y la sustancia de el Adon fue colocada a salvo en 12 cestas, una por cada una de las 12 tribus que El vino a restaurar.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[1] Los romanos habían dividido esos dominios en cuatro partes y a los soberanos que ponían allí como feudatarios no les permitían el nombre de rey, sino que les daban el de tetrarca, palabra griega que significa príncipe de una cuarta parte o virrey.[33] El título Hijo de Dios es una proclamación de fe en la mesianidad de Jesús y expresa la causa de la adhesión de los apóstoles a la revelación recibida en él.

Fuente: Notas Torres Amat

* “Tetrarca” quiere decir que era gobernante de una cuarta parte. En este caso, de la región de Galilea.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento