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Comentario de Mateo 16:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 16:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Se acercaron los fariseos y los saduceos, y para probarle le pidieron que les mostrase una señal del cielo.

En este capítulo podemos observar algunas características importantes de la Deidad de Jesucristo: (1) Legislador, 1-14; (2) Conquistador (echó fuera el demonio) 21-28; (3) el Buen Médico, sanando a muchos enfermos, 30, 31; y (4) el Sostenedor, proveyendo alimento para cuatro mil hombres, 32-38. (HF).

16:1

— Vinieron los fariseos y los saduceos, — Estos dos grupos no eran amigos. “Estaban mutuamente enemistados hasta la acerbidad” (ATR). Sin embargo, tenían algo en común. Los dos odiaban a Jesús; por eso, se unieron para tentarle. Compárese el caso de Pilato y Herodes (Luc 23:12) para tentarle — La palabra tentar viene del vocablo griego PEIRAZO, que significa tanto probar como tentar. Véase también 19, “3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole”. También 22, “17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? 18 Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?” En estos y otros textos es obvio que cuando los fariseos y otros “tentaron” a Cristo no le presentaban algo atractivo y deseable. Lamentablemente hay hermanos que creen que si Jesús era tentado, la tentación tenía que ser algo atractivo y deseable, pero las tentaciones de estos textos no tienen nada que ver con esa clase de tentación. La Biblia de las Américas dice correctamente, “para ponerle a prueba” aunque literalmente la palabra griega es “tentándole” (lo mismo en 19:3, “para probarle”). Ellos querían atraparle en sus palabras para que perdiera su influencia con la gente.

— y le pidieron que les mostrase señal del cielo. — En 12:38 piden señal, pero aquí agregan “del cielo” (Luc 11:16), por ejemplo, como el maná del cielo (Éxo 16:1-36), pero lo que no entendían era que Jesús mismo era la señal del cielo (el pan del cielo, Jua 6:35), o como las señales de Jos 10:12-14; 1Sa 7:10; 1Re 18:30-40; Isa 38:8. Creían que Jesús no podía obrar ninguna señal del cielo y que, de esa manera, El quedaría avergonzado delante de sus seguidores. La señal que piden es semejante a lo que Satanás propuso (“échate abajo …”, 4:7). La reacción de Jesús a su petición se ve en Mar 8:12, “gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación?” Jesús ya había hecho muchas señales pero ellos no querían creer. Aun Nicodemo reconoció que Jesús había venido de Dios. Jua 3:1-36, “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. ¿Por qué no hablaban así estos fariseos y saduceos? Porque de ninguna manera querían convencerse de esta verdad. Esto nos recuerda de lo que Abraham dijo al rico. Luc 16:1-31, “31 Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

vinieron los fariseos. Mat 5:20; Mat 9:11; Mat 12:14; Mat 15:1; Mat 22:15, Mat 22:34; Mat 23:2; Mat 27:62.

y los saduceos. Mat 16:6, Mat 16:11; Mat 3:7, Mat 3:8; Mat 22:23; Mar 12:18; Luc 20:27; Hch 4:1; Hch 5:17; Hch 23:6-8.

para tentarle. Mat 19:3; Mat 22:18, Mat 22:35; Mar 10:2; Mar 12:15; Luc 10:25; Luc 11:16, Luc 11:53, Luc 11:54; Luc 20:23; Jua 8:6.

le pedían … señal del cielo. Mat 12:38, Mat 12:39; Mar 8:11-13; Luc 11:16, Luc 11:29, Luc 11:30; Luc 12:54-56; Jua 6:30, Jua 6:31; 1Co 1:22.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los fariseos requieren una señal, Mat 16:1-4.

Jesús advierte a sus discípulos de la levadura de los fariseos y los saduceos, Mat 16:5-12.

Lo que la gente decía de Jesús, Mat 16:13-15;

y la confesión de Pedro, Mat 16:16-20.

Jesús predice su muerte, Mat 16:21, Mat 16:22;

reprende a Pedro por disuadirlo, Mat 16:23;

y anima a los que le van a seguir que carguen su cruz, Mat 16:24-28.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

señal del cielo tal vez los escribas y fariseos pensaban en señales como fuego del cielo que respondía a la oración de Elías (1Re 18:36-38), las plagas de Egipto (Éxo 7:1-25; Éxo 8:1-32; Éxo 9:1-35; Éxo 10:1-29; Éxo 11:1-10; Éxo 12:1-51), o el sol (Jos 10:12-14).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 16.

Petición de los fariseos de una señal del Cielo, 16:1-4 (Mar 8:11-13).
1 Se le acercaron fariseos y saduceos para tentarle, y le rogaron que les mostrara una señal del cielo. 2 El, respondiendo, les dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo, si el cielo está arrebolado. 3 Y a la mañana: Hoy habrá tempestad, si en el cielo hay arreboles oscuros. Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no sabéis discernir las señales de los tiempos. 4 La generación mala y adúltera busca una señal, mas no se le dará sino la señal de Jonas. Y, dejándolos, se fue.

Este pasaje es, fundamentalmente, un “duplicado” del mismo Mt (Mar 12:38-42). Aunque derivado literariamente, por razón de otras “fuentes,” a otro aspecto que fundamentalmente es el mismo: Cristo Mesías presente. Ante el rechazo de Cristo en los relatos anteriores se le pide un nuevo “signo.”
El complot de los fariseos contra Cristo l sigue en aumento. Ahora se unen a sus enemigos mortales, los saduceos, para perder a Cristo, para insidiosamente “tentarle.” Determinado de antes perderle, ahora buscan un signo especial, un milagro celeste.
Ellos admitían sus “prodigios,” pero lo atribuían a poder de Beel-zebul, “príncipe de los demonios” (Mat 12:24). Como insidia, buscan comprometerle, al hacerle fracasar con un prodigio de este tipo. No llegan a la pretensión de ciertos grupos de gentes que en San Juan le piden un “signo” mayor que la multiplicación de los panes, al exigir Cristo la entrega a El (Jua 6:30).
Era creencia popular en Israel que el Mesías haría prodigios sorprendentes, v.gr., que, cual otro Moisés, prodigase una lluvia de “maná” 2, que cambiaría el agua en sangre, que conocería por su olfato cualquier cosa, etc. 3 Por eso, en este ambiente de convencionalismo le piden astutamente “una señal del cielo.” No les vale un prodigio cualquiera al alcance de la mano; ha de ser una “señal” que no estaría al alcance de sus manos, v.gr., una lluvia de “maná,” un fenómeno al estilo de Josué, pero “venido” del cielo.
La respuesta de Cristo no es una capitulación a un capricho insidioso, pero sí es una ironía celeste tomada de los “signos de los tiempos.” Es la experiencia cotidiana meteorológica según esté el color del cielo. El Talmud está lleno de normas para indicar a los labradores palestinos las señales climatológicas 4. Jesús les cita lo que debía de ser para ellos un proverbio 5. El v.2b y el 3 faltan en importantes manuscritos, v.gr., el Sinaítico y Vaticano.
Estas gentes que saben distinguir “el aspecto del cielo” no pasan de ser meteorólogos. ¡Pero no disciernen los signos de los tiempos mesiánicos, ellos, tan versados en las Escrituras! Ya no estaba el cetro en manos de Judá. La expectación mesiánica era universal. El Bautista, con su valor profético, anunciaba tras él al Mesías. Los milagros acompañaban por doquier a Cristo. Pero ellos no discernían, no querían discernir, “los signos de los tiempos” mesiánicos, entre ellos especialmente los milagros de Jesús (Mat 11:2-5; Mat 12:1-28). ¡Entendían de lo que no eran especialistas, y, en su oficio de doctores, no discernían la hora mesiánica en que estaban! Por eso no se les dará ningún prodigio (Mc) de los que piden. Sólo se dará el de Jonas.
Cristo los califica “generación mala y adúltera.” La expresión de “esta generación” sobrepasa los interlocutores inmediatos y se refiere a la generación judía 6.
Las otras expresiones – ”mala y adúltera” – están imbuidas de sentido bíblico: generación “mala,” pues estaba en la creencia popular que tal sería la generación que recibiera al Mesías 7, y “adúltera,” en el sentido del A.T., calificativo del pueblo judío, cuando era infiel a la Ley y a Yahvé, que era su “esposo.” Ambas expresiones orientan marcadamente al mesianismo. Son las calificaciones que el Deuteronomio da a la “generación” del éxodo (Deu 32:5; Sal 95:10; Hec 2:40). No en vano se esperaba que en los días mesiánicos hubiese en el pueblo una renovación de las experiencias que se leían en el éxodo.
Cristo da un signo, pero no el que ellos piden, ni para cuando ellos lo piden, sino el que está en el plan del Padre, y el supremo “signo” que da es la “señal de Jonas.” Como seguramente es un “duplicado” de Mt, en el anterior pasaje (Mat 12:39-40), esta señal de Jonas es “tipológica” de Cristo: los tres días que Cristo estuvo en el sepulcro esperando la resurrección. El gran milagro, más sorprendente que los espectaculares e infantiles prodigios rabíni-cos que se esperaban para acreditar al Mesías. ¿Podría pensarse acaso que Cristo sólo respondió que no se daría más que la “señal de Jonas” y que cada “fuente” buscó completar su sentido? En este caso, ¿habría que sobrentender el aspecto de arrepentimiento que hubo en Nínive a causa de la predicación de Jonas? Vendría bien en contraste con esta incredulidad farisaica ante la predicación milagrosa de Cristo. En todo caso, esta posibilidad es hipótesis.

El “fermento” de los fariseos y saduceos,Mat 16:5-12 (Mar 8:14-21).
5 Yendo los discípulos a la otra ribera, se olvidaron de tomar pan. 6 Jesús les dijo: Ved bien de guardaros del fermento de los fariseos y saduceos. 7 Ellos pensaban entre sí y se decían: Es porque no hemos traído pan. 8 Conociéndolo Jesús, dijo: ¿Que pensamientos son los vuestros, hombres de poca fe? ¿Que no tenéis pan? 9 ¿Aún no habéis entendido ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres, y cuántos canastos recogisteis? 10¿Ni de los siete panes para los cuatro mil hombres, y cuántos canastos recogisteis? 11 ¿Cómo no habéis entendido que no hablaba del pan? Guardaos, os digo, del fermento de los fariseos y saduceos. 12 Entonces cayeron en la cuenta de que no les había dicho que se guardasen del fermento del pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

Después de abandonar la disputa con aquel grupo de fariseos y saduceos. Cristo se embarca “a la otra orilla” (Mt), la oriental, pues desembarcará en Betsaida (Mar 8:22). El tema viene sugerido por la “tentación” de la señal pedida.
Los dos sinópticos destacan que los apóstoles se habían olvidado de llevar con ellos las provisiones necesarias, que Mt lo sintetiza en haberse olvidado “de llevar pan,” aunque Mc precisa que es que sólo habían llevado consigo “un pan.” Acaso fue debido a lo imprevisto de aquel viaje.
Jesús les hace esta recomendación inesperada. ¡Atención! “Guardaos de la levadura (del fermento) de los fariseos y saduceos (Mt).
Pues así como la levadura hace fermentar la masa (Mat 13:33), lo que también es corromperla (1Co 5:6; Gal 5:9) – altera la masa para hacerla a toda fermentar -, así era la acción disolvente de los fariseos en las masas. En este sentido también la usaban los rabinos 8. Ya Lc cita estas palabras de Cristo en otro contexto: “Guardaos del fermento de los fariseos, que es la hipocresía” (Luc 12:1). Y en otro contexto de Mt, Cristo dice a los fariseos: “¡Ay de vosotros, fariseos, hipócritas., que ni entráis vosotros (en el reino) ni permitís entrar a los que quieren entrar!” (Mat 23:13). Con su conducta y con sus doctrinas corrompían la masa de Israel. Son los ciegos guías de otros ciegos, que caerán en la fosa (Mat 15:44). Hasta aquí era ponerlos en guardia contra la enemistad declarada hacia El. Pues tan “corruptora” era su doctrina y su actitud frente a El, el Mesías, que buscaban destruir su obra: desacreditarle, boicotearle, impedir que el pueblo fuese tras del Mesías, su Salvador.
Ante esta observación de Jesús, los apóstoles no comprenden el propósito por que lo dice. Y lo relacionan, ingenuamente, con su falta de provisiones de pan. Lo cuchicheaban “entre ellos” (Mc). Aunque Jesús, probablemente, se dio cuenta que rumoreabanMc), Mt presenta el conocimiento sobrenatural de Jesús: “¿Por qué pensáis. dentro de vosotros mismos?” (cf. Mat 9:34).
Y recordándoles la doble multiplicación de los panes, les hace ver que no son sus preocupaciones lo que le inquieta – milagrosamente lo había solucionado antes, por eso les llama “hombres de poca fe” -, sino que les hablaba del peligro corruptor antimesiánico de los fariseos.
Mc pone de la “levadura de los fariseos y Herodes.” A la hora de la composición de Mtg, a Herodes, ya desaparecido y olvidado, se lo sustituye por el equivalente enemigo hostil del reino de Cristo, los ”saduceos.”
Los apóstoles aparecen frecuentemente en los evangelios como hombres rudos que no acaban de sacar las consecuencias de los “signos” de Cristo, de sus milagros. Están demasiado inclinados todavía a las preocupaciones materiales y demasiado despreocupados con una actitud poco propensa a la comprensión espiritual de todo lo que atañe al reino y a la persona de Cristo (Jua 14:9; Hec 1:6, etcétera). La alusión a la multiplicación de los panes era remitirles a la prueba milagrosa de su mesianismo frente al peligro del “fermento” de moledor antimesiánico de los fariseos 8. Si la segunda multiplicación de los panes es un “duplicado,” la redacción plural literaria se impone.

La confesión de Pedro en Cesárea,Hec 16:13-20 (Mar 8:27-30; Luc 9:18-21).
13 Viniendo Jesús a los términos de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? 14 Ellos contestaron: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elias; otros, que Jeremías u otro de los profetas. 15 Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? 16 Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. 17 Y Jesús, respondiendo, dijo: Bienaventurado tú, Simón Bar Yona, porque no es la carne ni la sangre quien eso e ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. 18 Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. 19 Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos. 20 Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que El era el Mesías.

Los tres sinópticos colocan este episodio encuadrado en otros hechos históricos bastante aproximados. Después de su llegada a Dalmanuta-Magadán, Jesús va a seguir por la Galilea del Norte, para internarse en los dominios de la tetrarquía de Filipo.
Dada la importancia de este pasaje, se va a dividir la exposición en dos partes: 1) exégesis del pasaje; 2) el problema crítico de su autencidad en Mc-Lc.
Jesús, en su ruta por la región de la tetrarquía de Filipo, probablemente siguió el curso del Jordán, atravesándolo, verosímilmente en su curso anterior, junto al pequeño lago Houleh. Es una llanura de singular fertilidad. La capital de esta tetrarquía era Cesárea. Había construido esta ciudad el tetrarca Filipo, dándole el nombre de Cesárea en honor de Augusto. Distaba de Betsaida 40 kilómetros, lo que significa un largo día de camino. Sobre una gran rocosidad de Cesárea, Herodes el Grande había ya levantado un espléndido templo de mármol blanco en honor de Augusto 9. Se ha descrito a los apóstoles “allí en medio del camino, mudos de un silencio elocuente, con los ojos fijos en el templo de Augusto, que dominaba sobre la ciudad y la campiña, desde lo alto de la roca.” 10 Si estaban en la proximidad de la ciudad, sería muy probable que Jesús hubiese utilizado aquella vista de la roca-templo para exponer la nueva roca sobre la que edificaría su Iglesia. Era el estilo pedagógico de Jesús (Mat 4:18-19).
Evangélicamente, la escena es localizada en “el camino” (Mc), cuando se dirige Jesús con los suyos a la región y aldeas (Mc) de
Cesárea de Filipo, y en un lugar “solitario” (Lc), cuando, “estando con él los discípulos” (Lc), El “hacía oración” (Lc). Lc gusta destacar la oración de Cristo en otras escenas de su vida: bautismo (Mat 3:21), vocación de los apóstoles (Mat 6:12).

La interrogación y respuesta de Pedro.
Es en este lugar y momento cuando Jesús, dirigiéndose a los discípulos, les hace abiertamente esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Jesús no lo ignoraba por su conocimiento sobrenatural, pero también lo que pensaba la “gente” de El lo sabía, como los apóstoles, por el rumor popular. ¿Por qué les pregunta primeramente a ellos lo que piensan de El las “gentes”?
Probablemente es un procedimiento redaccional para dejar destacada, por reflexión y contraste, la pregunta y respuesta de ellos11.
El contacto de los apóstoles con las muchedumbres a causa de la predicación y milagros de Jesús les había hecho recibir toda clase de impresiones en torno a esto. Las que recogieron eran éstas: Jesús, para unos, era Juan Bautista, sin duda “resucitado,” como sostenía el mismo Antipas. Pues esta opinión había cobrado cuerpo entre el pueblo, ya que Lc mismo dice que Antipas estaba preocupado con la presencia de Jesús, puesto que “algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muertos” (Luc 9:7).
Para otros, Jesús era Elias. Lc recoge en otro lugar esta creencia popular. Jesús era, para diversos grupos, “Elias, que había aparecido” (Luc 9:8). Según la estimación popular, Elias no había muerto, y debía venir para manifestar y ungir al Mesías 12.
Otros piensan que fuese Jeremías (Mt). El profeta Jeremías era considerado como uno de los grandes protectores del pueblo judío, sobre todo por influjo del libro II de los Macabeos (Luc 2:1-12). También en el apócrifo libro IV de Esdras se considera que será enviado como protector del pueblo judío 13. Sin embargo, esta obra es de origen cristiano 14. Pero no pasaba por un “precursor” del Mesías. Mt ya hizo referencia a él (Luc 2:17). Acaso se lo cita por el simple prestigio que tenía en el judaísmo, y del que se podrían esperar cosas extraordinarias.
Por último, sin saber a ciencia cierta quién sea, para muchos era “algún” profeta de los antiguos, que ha resucitado (Lc). Era el poder milagroso de Cristo el que los hacía creer en la resurrección de un muerto (Mat 14:2; Mar 6:14).
No deja de extrañar el que los apóstoles no citen, tomado de la opinión de las gentes, el que El fuese o pudiese ser el Mesías.
Pues las gentes habían ya sospechado y aceptado que El lo fuese. (Mat 9:27; Mat 12:23; Mat 15:22; Jua 6:14.15). Probablemente el motivo de esta omisión sea debido a la estructura literaria: se quiere destacar la mesianidad de Cristo en un capítulo y confesión aparte, reservado a los apóstoles.
Por eso, después de oír lo que las gentes pensaban de El, se dirige a los apóstoles para preguntarles abiertamente qué es lo que, a estas alturas de su vida y de su contacto de dos años con El, han captado a través de su doctrina, de su conducta, de sus milagros. Era un momento sumamente trascendental. Si no fuera que Jesucristo tenía un conocimiento de todo por su ciencia sobrenatural, se diría que esperaba impaciente la respuesta de sus apóstoles.
Los tres sinópticos no dicen la respuesta que hayan podido tener éstos. Sólo recogen la respuesta que le dirigió Pedro. Todos los detalles se acumulan en la narración de Mt para indicar no sólo la precisión que interesa destacar, sino con ella acusar la solemnidad del momento y la trascendencia del acto.
Mientras Mc-Lc presentan sin más a Pedro, Mt lo precisa ya de antemano como Simón Pedro. En efecto, Pedro tenía por nombre Simón (Mat 4:18 y par.). En Juan se lee que Jesús, al ver por vez primera a Simón, le anunció que “será llamado Pedro” (Jua 1:42). Ya desde un principio, Jesús puso en Simón la elección para Pedro, para ser “piedra” 15. El conservar aquí los dos nombres es sumamente oportuno.
La confesión de Simón Pedro es expresada así por los tres evangelistas sinópticos:

“Tú eres el Cristo” (ó χριστός) (Mc).
El Cristo (τον χριστό ν) de Dios” (Lc).
Tú eres el Cristo (ó χριστός), el Hijo (b υιός) del Dios viviente” (Mt).

Manifiestamente la fórmula transcrita por Mt es más completa, explicitando toda la gran portada divina de la persona de Jesús. La fórmula de Mc-Lc confiesa la mesianidad de Jesús. En ello también coincide la primera parte de la fórmula de Mt. Esta primera parte, en la que aquí se confiesa por Pedro la mesianidad de Jesús, es admitida por todos en virtud de la explicitud de las palabras. Su confesión en aquella región, y solos, no tenía el peligro de entusiasmos revolucionarios.
Pero la segunda parte de Mt, en que Pedro proclama que Jesús “es el Hijo de Dios viviente,” ¿qué valor tiene? ¿Es un caso de aposición a la primera parte, y con la que se proclama sólo la mesianidad de Jesús? ¿Se proclama en un crescendo la filiación divina? (Jua 1:49). ¿Es una adición o interpretación posterior del evangelista? ¿Por qué, en todo caso, no aparece en Mc-Lc?
Son varios los autores católicos que no admiten aquí más que la confesión de la mesianidad de Jesús. Para ello alegan varias razones.
En primer lugar, Mc-Lc sólo traen la profesión mesiánica de Pedro. Si allí se hubiese proclamado la divinidad de Cristo, ¿por qué no transmitirla también? Aparte que esta explicitud se admite después de Pentecostés (Jua 14:9).
Igualmente, Mc-Lc consignan la prohibición que les hace Cristo de que “no digan a nadie” la confesión que Pedro acababa de hacer, compartida por todos, de la mesianidad, que es sólo lo que consignan (Mar 8:30; Luc 9:21; Mat 8:29).
Más aún: en Mateo mismo, después de relatar esta doble confesión de Pedro – el Cristo y el Hijo de Dios -, se dice: “Después encargó a los discípulos que no dijesen a nadie que El era el Cristo.” ¿Por qué la prohibición no afecta también explícitamente a la divinidad si es que había sido proclamada? (Mat 16:20).
Dalman piensa que la expresión original aramaica de Pedro fue ésta: “Tú eres el Hijo del Viviente,” omitiendo, conforme a la veneración judía, el pronunciar el nombre inefable de Dios 16. Sin embargo, el sentido, en orden a la valoración del contenido, sería el mismo. El “Viviente” no puede ser otro que Dios, cuyo nombre, por respeto, se omitía.
Las razones fundamentales que hacen ver que aquí se trata de la divinidad de Cristo, son las siguientes:
La valoración de esta frase exige un doble estadio: 1) en su momento histórico; y 2) en la perspectiva redaccional de Mt.
1) Momento histórico de la frase: “Tú eres el Hijo de Dios viviente.” La ausencia de ella en Mc-Lc es decisiva. Si en Mt hubiese sido primitiva, de seguro que no faltaba en Mc-Lc. Sería increíble la supresión de la misma, a no ser que la quisiesen considerar como sinónima de la primera, del χριστός. Lagrange escribió: “No se probó que Hijo de Dios sea sinónimo de Mesías, ni incluso en el IV de Esdras” 17. Sin embargo, algunos pasajes evangélicos podrían hacer suponer esto (Mat 4:6; Luc 4:3; Mar 3:11.12; Jua 1:41), pero parecen “interpretaciones” posteriores del mesianismo o incluso de la divinidad de Cristo 18. El mismo pasaje de Jua 14:9, en donde se dice que después de tanto tiempo no le conocieron, que es como verdadero Hijo de Dios, no deja de ser muy importante. Además, la divinidad de Cristo, que está en su enseñanza histórica, es tesis común que no se percibió entonces con claridad hasta después de Pentecostés. Lo que no es admisible es decir que esta segunda frase es equivalente a la primera, y con la que se indica – la segunda – la “su pe re mínente autoridad de Jesús en términos de relación con su Padre” (Bonnard, o. y 1. c). Pues la primera, que es el Mesías, indica su relación “supereminente” de autoridad con Dios – el Padre – que lo “envía.” También se puede añadir que, si esta segunda frase es sinónima de la primera, se va a una tautología: “el Cristo, Hijo de Dios,” sería igual a “el Cristo, el Cristo.”
Esta es la interpretación – con apreciaciones diversas – de Padres de la Iglesia y de la generalidad de los autores católicos anteriores 19.
2) La frase en la perspectiva redaccional de Mt. Si la frase no es primitiva, es añadida por Mt y, probablemente, por el Mtg! Pero con el sentido de proclamar la divinidad de Cristo, al recoger los diversos títulos mesiánicos ambientales, v.gr., hijo de David, etc. Pero en otros pasajes – cf. Comentario a los pasajes correspondientes – aparece Cristo “mayor” (μείζον) que Salomón (realeza), que Jonas (profetismo), que el templo, es “Señor del sábado” (de institución divina), y perdona pecados; todo esto lo sitúa en una esfera trascendente. La frase, pues, de Mt tiene, en su perspectiva, la confesión de la divinidad de Cristo, acaso frente a alguna polémica de su ambiente, o por provecho de su catequesis. Aparte que Mt tiene una tendencia didáctica a la “paráfrasis litúrgica y edificante.” 20 Ni en este contexto, proclamado ya el mesianismo, podría ser comprendida por los cristianos de otra manera.
La respuesta de Cristo tiene dos partes bien marcadas: la primera es una felicitación a Pedro por la “revelación” tenida.
Luego le da la precisión de su nombre y su filiación. Es uso muy judío dar después del nombre de las personas, máxime cuando se quiere fijar bien la precisión y exactitud de la misma, el nombre de su padre, expresado por la palabra ben, hijo de, o en la forma aramaica, como aquí, bar (Isa 1:1; Jer 1:1; Eze 1:1, etc.).
El nombre primitivo de Pedro era Simón, abreviatura de Simeón, como aparece en numerosos pasajes (Mat 4:18; Mar 1:16; Luc 5:3.8.10; Jua 21:2.3.15-17; Hec 15:7.14), y nombre, por otra parte, usual.
La expresión “hijo de Jonas” responde a la forma aramea bar Yonah, hijo de Yóna (paloma), nombre no raro en Israel (2Re 14:25; Jon 1:1). Se pensó por Klostermann, siguiendo a San Jerónimo, si la forma Yonah no sería diminutivo del nombre Yohanan (Juan), ya que, posteriormente, Pedro aparece citado como “Simón, hijo de Juan” (Jua 21:15). Sin embargo, los estudiosos semitas no suelen admitir este diminutivo del nombre Juan, pues no se encuentra usado como tal2I. Se piensa que el nombre de “Juan,” patronímico de Simón, siendo filológicamente distinto, pudiera ser “un sobrenombre griego escogido por su semejanza con el verdadero nombre hebreo” 22.
La felicitación de Jesús a Simón es porque esta confesión no se la “reveló” ni “la carne ni la sangre,” expresión sumamente frecuente que responde a la forma basar wadam, y con la que se expresa, por circunloquio, el ser humano, pero en su aspecto de debilidad inherente a su condición humana, máxime en su contraposición a Dios, como en este caso. No fue, pues, comunicación que le hizo ningún hombre (Gal 1:16-17).
Tal era la grandeza de este misterio, que su “revelación” se la hizo su “Padre celestial.” Se trata, pues, de un misterio desconocido a Pedro, y un misterio que no podía, sin revelación, ser alcanzado por la “carne y sangre” – el hombre – 22.
En este pasaje de Mt se incluye la certeza de la revelación del mesianismo-divinidad. ¿Cuándo? ¿En qué forma? No se dice. Pudo haber sido a través de todo un proceso – obras y enseñanzas del Cristo – y ser proclamado aquí, o haber tenido entonces una manifestación sobrenatural. Mt toca este tema de la “revelación” divina a los “pequeños” (Mat 11:25.26). Mas dado que después de la confesión de Pedro reconociendo a Cristo sólo como Mesías en Mc-Lc, y no recogerse en sus pasajes ninguna felicitación de Cristo a Pedro, podría pensarse si acaso no hay aquí una elaboración literaria de Mt – o “fuentes” – de esta felicitación a Pedro.
Jesús, volviéndose a Simón, le dice: “Tú eres Pedro.” El texto griego de Mt transcribe Pétros. Pero el nombre de “Pétros no existía como nombre propio ni en griego ni en latín. Es, pues, un nombre nuevo que aparece en la historia.” 23 Pero Jesús habló en arameo. Y Pétros es palabra griega. Algún autor sostiene que Jesús, aun hablando en arameo, llamó a Simón Pétros 24. Pero no es creíble que una palabra griega figurase en un original arameo. Y la tradición primitiva prueba lo contrario, pues llama frecuentemente a Pedro Kefas (1Co 1:12; 1Co 2:22; 1Co 9:5; 1Co 15:5; Gal 1:18; Gal 2:9; Gal 11:14), forma aramaica de su nuevo nombre. Pétros convenía mejor al nombre de un hombre, y pétra al fundamento de una Iglesia.
Y en Gálatas se dice de Santiago, Pedro y Juan que son “columnas de la Iglesia” (Gal 2:9). Pero se trata de fundamentos secundarios. Así, en la cita de Efesios se dice que la Iglesia está fundada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,” que son probablemente los predicadores del ν.Τ. (Efe 4:11). Y, sin embargo, nadie diría que estos “profetas” sean el verdadero fundamento de la Iglesia. Lo son en el sentido de que la fe y los creyentes no pueden tener otra fe que la de los “apóstoles y profetas,” que son los que enseñan esa verdad, que está construida sobre la “piedra angular de Jesucristo” (Efe 2:20). Es lo mismo que se dice en Galatas: San Pablo reconoce que estaba en la verdad porque los apóstoles le aprobaron su doctrina.
Promete también la impotencia de las “puertas del infierno” contra ella.
Puerta es figura retórica bíblica bien conocida. Es una metonimia con la que se expresa el edificio o casa a que la puerta afecta. Así, unas veces significa el palacio real, y otras está expresando una ciudad. Los autores hacen ver cómo se perpetúa aún esta mentalidad al llamarse el imperio otomano la “Sublime Puerta.”
Estas “puertas” dice Jesucristo que son las puertas del infierno (αδου). Este hades es la traducción griega del hebreo sheol, partes inferiores de la tierra donde se localizaba la morada de los muertos. En este sentido, las “puertas del hades” serían las “puertas (o reino) de la muerte.” Como se promete que este reino no vencerá a la Iglesia, se anunciaría con ello la inmortalidad de la Iglesia. Y así se pueden citar algunos textos del A.T. En este sentido, Ezequías dice que va “a las puertas del hades” para indicar su muerte (Isa 38:10; cf. Sal 16:13). El concepto judío primero de este hades (sheol) era una concepción negativa: se creía que las almas estaban allí con una vida amortiguada, debilitada, como en un eterno sopor.
Sin embargo, el concepto de la vida en este hades (sheol) fue evolucionando. Ese mismo reino de la muerte se fue clareando, y se vio que en él había una región o lugar de castigos y otro de premios; un lugar para los justos y otro para los pecadores. Hasta tal punto fue evolucionando y precisándose esta idea, que “en el N.T., lo mismo que en el lenguaje judío del siglo I, el hades vino a ser el infierno: morada de condenados y demonios.” 25
Por eso, situada esta interpretación en el medio histórico, estas “puertas del hades” vienen a significar el reino del mal, no en lo que tiene de reino de muerte en el otro mundo, sino en lo que tiene este reino de actividad hostil. Es el aspecto que mejor se compagina con lo que dice Jesucristo: que estas “puertas” no “prevalecerán” contra la Iglesia. Este verbo (χατισχυσουσιν) indica actividad, lucha hostil (Col 1:13; Efe 6:12). Son dos reinos en lucha, pero anunciándose la victoria definitiva del primero. Pues estas “puertas” no podrán “prevalecer” contra la Iglesia.
El verbo griego aquí usado para indicar “prevalecer” (χατισχύω) puede significar ser más fuerte que., sin idea de ataque, o puede significar, además de esta fortaleza o predominio, el ser vencedor por ataque y lucha 26, máxime con la partícula αυτής que entra en la composición del verbo, y este segundo sentido es el que aquí se impone por razón, sobre todo, del contexto. Ya que el concepto del hades en esta época era considerado como morada de las potestades del mal, las cuales, como tales, aparecen en su obra de lucha y ataque contra la obra de Dios y de Cristo (Efe 6:12).
“Las puertas del hades” no “superarán en su lucha” contra. El texto griego pone αυτής. ¿α quién se refiere? San Efrén pensaba pudiese concordar con “piedra,” y así no podía esta lucha superar a Pedro. Pero la regla de sintaxis exige que la concordancia se haga con el sustantivo más próximo. Por eso se refiere a la Iglesia. La lucha de este reino infernal no podrá vencer a la Iglesia, pues ésta está firme y estable, porque está construida sobre la roca firme, que es Jesucristo.
La promesa es que ese “atar” (δήσης) y “desatar” (λυσβς) sobre la tierra tendrá su automática ratificación en el cielo. Estas expresiones “atar” y “desatar,” que ya se usan en el A.T., aparecen como términos técnicos en la literatura rabínica, ambiente neo testamentario. Significan declarar lícita o ilícita una cosa.
Son los verbos ‘asar, atar, y natar (heb.) o sherá (aram.), desatar. Así, v.gr., sobre el 70, rabí Jeconías comenzó su escuela con esta oración: “Yahvé, Dios mío y Dios de mis padres (concédeme), que no suceda, ni a mí ni a mis colegas, declarar impuro lo que es puro, ni puro lo que es impuro; de no prohibir (atar) lo que está permitido (desatar), ni permitir (desatar) lo que está prohibido (atado).” De éstos son numerosos los ejemplos que se alegan 28. Con estas expresiones se expresan “los plenos poderes judiciales de absolver o condenar” 28. Pero dentro del amplio contexto de estar la Iglesia construida sobre Jesucristo. Implícitamente están incluidos en la primera enseñanza.
Todo – o = lo que, = todo lo relacionado con esta misión – cuanto “permita” o “prohiba” en el reino, todo eso será también ratificado en el cielo. Y eso garantizado por Cristo. Los rabinos pretendían esto mismo. Decían que sus decisiones – de rabinos, del sanedrín – eran aprobadas por “el cielo,” por “el Señor,” por la “corte de lo alto.” Buscaban con ello autorizarse y dar valor a sus decisiones 29.
Los tres sinópticos añadirán, después de esto, que Jesús prohibió a los discípulos que a nadie dijesen que El “era el Cristo” (Mt). Dada la efervescencia mesiánica que había, y que se había ya manifestado en orden a Cristo, hasta querer las turbas “arrebatarlo” para llevarlo a Jerusalén y proclamarle, sin duda en el templo, “Rey,” Mesías (Jua 6:15), se imponía no contribuir a excitar a las turbas ni precipitar los acontecimientos. Había que esperar la hora de Dios.

El apóstol Pedro confiesa en nombre de todos los apóstoles que Jesucristo es el Hijo de Dios (explicación por Arzobispo Averkio).
(Mat 16:13-20, Mar 8:27-30 y Luc 9:18-21)
Nuestro Señor y sus discìpulos se dirigieron desde Betsaida hacia los límites de Cesárea de Filipo.Esta ciudad, antes llamada Paneas, se hallaba en la frontera norte de la tribu de Neftalì, en el origen del Jordán, al pie del monte Líbano. Fue ampliada y embellecida por el tetrarca Filipo quien le dio el nombre de Cesárea en honor del Cesar (el emperador romano Tiberio).Esta Cesárea de Filipo debe diferenciarse de otra ciudad llamada Cesárea, situada en Palestina sobre la costa del mar Mediterráneo.
Se aproximaban los ùltimos días de la vida de Nuestro Señor sobre la tierra y los discípulos elegidos por él para difundir sus enseñanzas aun no estaban preparados para llevar a cabo su gran misión. Por ese motivo, Nuestro Señor buscaba frecuentemente la manera de quedarse a solas con ellos para conversar y acostumbrarlos a la idea de que el Mesías no era como ellos suponían un rey terrenal que someterá para Israel a todas las naciones de la tierra. Por el contrario, este rey cuyo reino no pertenece a este mundo, será crucificado y luego resucitará. Este lejano viaje en companìa de sus discìpulos sirvió de ocasión para conversar a solas con los apóstoles. Nuestro Señor les preguntó “¿Quién dice la gente que soy Yo?” Los discìpulos respondieron que el pueblo tenía distintas opiniones sobre él. Así, en la corte de Herodes Antipas creían que Jesús era Juan el Bautista resucitado. El pueblo sostenía que Èl era uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento. Mientras unos decían que se trataba de Elías, otros opinaban que Jesús era Jeremías u otro profeta. Existía la creencia popular, que la venida del Mesías debía ser preparada por un profeta del Antiguo Testamento. Para muchos Jesús era tan solo el precursor del Mesías. Entonces Jesús preguntó “Y vosotros, ¿Quién decís que soy?” La respuesta partió del “muy ferviente Pedro,” al que san Juan Crisòstomo llama “la boca de los Apóstoles.” “¡Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo!” Los Evangelistas Marcos y Lucas se limitan a transcribir esta respuesta agregando tan solo que Jesús prohibió a sus discípulos hablar sobre este tema con alguien. San Mateo es más explícito y añade que el Señor elogió a Pedro diciendo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonàs, porque eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre que está en los cielos.” Esto quiere decir “no creas que tu fe es fruto de la contemplación de tu mente. Por el contrario, considera tu fe como un precioso don de Dios.” El Señor le dijo: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” porque Pedro había dicho antes: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” Y por eso le dijo el Señor: “sobre esta piedra que acabas de confesar edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” Desde su primer encuentro con Simón, Nuestro Señor lo llamó con el nombre griego “Pedro” o “Khefas” en sirio-caldeo, que quiere decir piedra (Jua 1:42). ¿Acaso pueden entenderse las palabras del Señor como una promesa fundacional de su Iglesia sobre la persona de Pedro como lo hace la Iglesia romana para justificar su falsa doctrina sobre la supremacìa del Papa como sucesor apostólico y primado de la Iglesia Universal? ¡Claro que no! Si Nuestro Señor hubiese querido presentar a Pedro como el fundamento de la Iglesia entonces hubiera dicho: “Tú eres Pedro y sobre ti edificaré mi Iglesia.” Sin embargo, lo dicho por el Señor difiere absolutamente. Esto se aprecia en el texto griego del Evangelio al que es necesario recurrir siempre que surja una duda. La palabra “Petros,” aunque significa piedra es reemplazada luego por “petra” que quiere decir roca. Es evidente que en las palabras del Señor que van dirigidas a Pedro existe la promesa de fundar su Iglesia, pero no sobre la persona de Pedro sino sobre la confesión de su fe, es decir, sobre la sublime verdad de que “Cristo es el Hijo de Dios vivo.” Así comprendieron este párrafo san Juan Crisòstomo y otros célebres padres de la Iglesia, entendiendo por “piedra” a la confesión de la fe en Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios. Dicho mas simplemente, esa “piedra” es Nuestro Señor, quien en las Sagradas Escrituras con frecuencia se aplica ese término a sí mismo (Ver Exo 28:16, Hec 4:11, Rom 9:33, 1Co 10:14).
Es digno de destacar que el mismo apóstol Pedro en su Primera Epístola Universal utiliza el vocablo “piedra,” no para referirse a sí mismo, sino para nombrar a Nuestro Señor con la finalidad de que los fieles se acerquen a Jesucristo como a la “piedra viva que los hombres rechazaron, pero que para Dios es preciosa y selecta,” y se edifiquen en la casa espiritual. San Pedro enseña a los fieles a recorrer el mismo camino que él transitó siendo “Petros,” luego de confesar a Jesucristo como la “Piedra de la fe.”
Así el significado de esta maravillosa y profunda frase de Cristo es el siguiente: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonàs, porque has conocido esto no con instrumentos humanos sino a través de la revelación que te hizo mi Padre celestial. Y ahora yo te digo que no en vano te llamé Pedro, pues aquello que tu confesaste es el fundamento de mi Iglesia que será invencible y ninguna fuerza hostil del infierno prevalecerá contra Ella.”
La expresión “puertas del infierno” es característica del uso oriental de la época. Las puertas de las ciudades eran especialmente fortificadas frente a cualquier invasión; allí ocurrían los grandes acontecimientos comunitarios, allí por ejemplo, se reunían los dirigentes para tomar las decisiones, se castigaba a los criminales, etc.
“Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desates aquí en la tierra será desatado en el cielo.” Esta promesa hecha solo en apariencia a Pedro mas tarde se hizo efectiva a todos los apóstoles. Consiste en la prerrogativa que tienen todos los apóstoles y sus sucesores, los obispos de la Iglesia, de asumir la responsabilidad de juzgar a los pecadores y castigarlos, incluso separàndolos de la Iglesia. El poder de desatar significa el poder de perdonar los pecados, y admitir en la Iglesia por medio del Bautismo y el Arrepentimiento.
Todos los apóstoles por igual recibieron esta gracia del Señor luego de su Resurrección (Jua 20:22-23).

Primer anuncio de la pasión,Jua 16:21-23 (Mar 8:31-33; Luc 9:22).
21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar. 22 Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: No quiera Dios, Señor, que esto suceda. 23 Pero El, volviéndose, dijo a Pedro: Retírate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres.

“Desde entonces” no significa en Mt una contigüidad inmediata; es por esta época cuando Cristo comienza a anunciarles su muerte. Era un momento ya oportuno. Había que corregirles el concepto erróneo del medio ambiente. No era el Mesías político nacionalista que los judíos y ellos esperaban (Hec 1:6). Era el Mesías profético del dolor: el “Siervo de Yahvé” de Isaías. Por eso les anuncia:
1) Que éste es el plan de Dios: “conviene” (δει) (Mc-Lc; cf. Mat 26:54).
2) Para esto ha de ir a Jerusalén: “No puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Luc 13:33).
3) Allí será condenado por “los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mt): el sanedrín con sus tres clases componentes. Los que habían sido sumos sacerdotes seguían siendo miembros del sanedrín y gozando honoríficamente de este título 38, y se los llama también “príncipes de los sacerdotes” (Hec 4:5.8). Podría ser ésta una acepción popular. Entre éstos figuraban también miembros de familias de las que se habían elegido miembros para el sumo sacerdocio 39.
4) Allí “sufrirá mucho” y será “entregado a la muerte.” Pero “al tercer día resucitará.” Mientras Mt-Lc ponen la resurrección “en el tercer día,” Mc, con redacción más primitiva, pone “después de tres días,” que en la apreciación judía, como ya se expresó, no exige tres días completos. Aparte que en los LXX (Gen 42:17.18) y en los autores más tardíos, ambas expresiones parecen sinónimas.
Mc añadirá que Cristo, sobre este anuncio, “se lo decía claramente.” Sin embargo, es interesante resaltar que estas predicciones, tal como están redactadas, parecen tener en cuenta los hechos ya realizados; de ahí su matización. Lo cual no es quitar nada al conocimiento de Cristo, sino que éste, que se amolda al modo ambiental de hablar, seguramente se amoldó, en este caso, al “género profético.” Y éste tiene sus leyes. La principal de las cuales suele ser el estilo vago con vaticinio nuclear claro. Lo otro pueden ser matices “post eventum” 40. Lo confirmaría el hecho de otras frases evangélicas de Cristo de este tipo (Mat 12:40; par.; Jua 2:19). E incluso el hecho de que los apóstoles no lo entendían (Luc 18:34).
En cambio, es improbable el pensar que las tres profecías de la pasión serían una triple incorporación del credo de los primitivos cristianos. La triple insistencia prueba la historicidad del hecho, que en la última cena también les anuncia. Sería increíble que no les hubiese preparado para un choque tan fuerte, lo mismo que no les hubiese enseñado un tema base de redención y la autenticidad del verdadero mesianismo. Otra cosa es que en la redacción haya influido la fe cristiana.
Ante este anuncio y ante la creencia en que está imbuido Pedro por el medio ambiente de un Mesías que no es el que Cristo les anunció, Mc dice simplemente que “comenzó a increparle”; pero Mt pone: ‘ίλεως σοι, χύριε.
En hebreo se usaba halil li: que esto sea profano para mí. En griego se usaba la forma hilaos, lo mismo que en su forma ática, que aparece en el texto como interjección, para desear que Dios fuese favorable, o en el sentido de que Dios apartase algo malo de uno 41. La segunda expresión: “no te sucederá esto,” es sinónimo de la anterior y se la usa pleonásticamente.
La respuesta de Cristo a Pedro es que no sea para El un Satanás, el gran enemigo del reino 42. Por eso, la proposición de Pedro, nacida de ignorancia y de afecto, era “escándalo,” obstáculo, de seguirla, para no cumplir el mesianismo de dolor, que era el plan del Padre. Pedro habla al modo humano, que rehuye el dolor. Habla según el mesianismo ambiental esperado.

Condiciones para seguir a Cristo, 16:24-27 (Mar 8:34-35; Luc 9:23-26).
24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame. 2S Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará. 26 Y ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde el alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma? 27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.

Los tres sinópticos sitúan este pasaje inmediatamente a continuación del anterior relato. Sin embargo, el “entonces” de Mt no tiene más valor que el de simple unión literaria paratáctica. Por eso no se puede precisar que estas enseñanzas hayan tenido lugar en la región de Cesárea de Filipo. Probablemente este “bloque” tiene, en el intento de los evangelistas, un contexto lógico con lo anterior. Expuesto el anuncio de la pasión y muerte de Cristo, se le advierte al discípulo que ha de imitarle, y que se le anuncian así las persecuciones que le aguardan. En Mt-Lc, Cristo se dirige a los discípulos; en Mc, además de los discípulos, convoca a la multitud. Probablemente es para indicar la universalidad de la enseñanza. Parte de los dichos aquí insertados, Mt los trae en el discurso de “misión” (Mat 10:38-39). También Lc pone en otro contexto algunas de las sentencias de Mc.
La primera enseñanza es que el hombre ha de “negarse a sí mismo,” y esto “cualquiera que quiera venir en pos de mí.” Y, además, “tomar su cruz,” que Lc matizará “de cada día”; y llevar esta cruz y “seguir” a Cristo. La sentencia está vista con la portada de las experiencias contra los discípulos del reino – primitivamente debió de ser un anuncio más general para el ingreso en el reino – y que además Lc le da también un sentido más “moral,” al hacer ver la cruz de “cada día.” Las persecuciones contra la Iglesia naciente ya se habían desatado a la hora de la composición de los evangelios, y a estos nuevos “discípulos” apunta el evangelista.
Estas las sintetizaron en la cruz. Aunque la cruz era de uso penal romano, los judíos habían visto ya estos cortejos ir a la muerte. Al morir Herodes el Grande, Varo había hecho crucificar a 2.000 judíos 43. Y desde el tiempo del procurador Cuadrato hasta el asedio se citan numerosos casos de crucifixión 44. El mismo hecho de la crucifixión de Cristo con “dos ladrones” no era más que un episodio usual de estos procedimientos romanos. La entrega a Cristo en las persecuciones podía llegar a la muerte.
En el ambiente judío contemporáneo de Cristo no se conocía en su medio ortodoxo, aunque parece que algunas fracciones lo admitían, la idea de un Mesías paciente, menos aún que hubiese de morir en cruz. De ahí la extrañeza de Pedro. Y una buena sugerencia de la historicidad de las predicciones de Cristo sobre su muerte 45.
Y se le exigía esto al discípulo de Cristo. Era oportuno recordarlo en época de persecuciones. Al fin, no era más que ir con la cruz al Calvario “siguiendo” a Cristo. Para la redacción se pensó en el Cirineo llevando la cruz “detrás” de Cristo (Luc 23:26). Este es su sentido primitivo. Analógicamente, y en un orden “etizado” y cotidiano, ha de tomársela “cada día” (Luc 9:23; 1Co 15:31). Mc insistirá en que esta persecución y pérdida de la vida es “por mi causa y por el Evangelio,” palabra ésta que proviene del uso de la Iglesia primitiva.
A esto se añade una comparación: “¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?” “Alma,” conforme al uso semita, está por “vida.” La comparación era proverbial. Sobre el 90 (a.C), Simeón bar Schatach gozaba al oír en boca de los paganos: “Alabado sea el Dios de los judíos, más que ganarse el universo entero.” 46
Esta “vida” del hombre del texto evangélico no se refiere a la simple pérdida de la vida física, sino de la “vida” eterna. Si aisladamente fuese un proverbio en el que se comparase la pérdida de la simple vida física con el universo, en este contexto no lo es. Pues se trata de “perder la vida por mí” (Mt), “por mi causa.” (Mc).
Como término de esta actitud que se adopte, el juicio final dará la sanción oportuna. Era una convicción firme esa hora “escatológica” final en Israel.
Este juicio final va a ser ejercido por el Mesías. La literatura rabínica no admite esto; sólo a título muy excepcional aparece en algunos apocalipsis apócrifos 48. En esta hora, El mismo, el “Hijo del hombre,” vendrá a ejercitar este juicio “en la gloria de su Padre” (Mt-Mc), y que Lc dirá que es “su gloria,” además de la del Padre, que cita. Y los tres resaltan el elemento angélico apocalíptico que le acompaña: vendrá también acompañado de “sus” (Mt) santos “ángeles.”
Jesús se presenta aquí como dueño de la humanidad, como Señor de los ángeles, y viniendo en la “gloria de su Padre.” Con todo lo cual se acusa su grandeza, su trascendencia divina: “su gloria.” Aquella “gloria” de Yahvé que ahora a El se aplica (Jua 1:14).
En esa hora “retribuirá a cada uno según sus obras” (Mt). Es la responsabilidad personal la que entra en juego.
Y será, expresado en paralelismo literario, un avergonzarse de aquellos que se avergonzaron – que no se “negaron” – de “mí y de mi doctrina” (Mc-Lc). Y Mc añade que Jesús se avergonzará de los que tuvieron esa actitud de desprecio a El “ante esta generación adúltera y pecadora.” Dos expresiones cargadas de sentido bíblico y que orientaban, como antes se dijo, al mesianismo 49.

Anuncio de la venida del Reino,Jua 16:28 (Mar 9:1; Luc 9:27).
En los tres sinópticos se incluye a continuación una enseñanza de Cristo sobre la venida de su reino. Pero no es fácil saber su situación histórica. Probablemente está en un contexto lógico con el v.27.

28 En verdad os digo que hay algunos entre los presentes que no gustarán la muerte antes de haber visto al Hijo del hombre venir en su Reino.

La enseñanza que aquí se hace es una afirmación muy solemne. Jesús, lo recogen los tres evangelistas, antepone la expresión “amén,” traducción literal del hebreo, con lo que resalta la verdad de lo que enseña.
Y ésta es: que “no gustarán la muerte.” “Gustar la muerte” es fórmula no usada en el A.T., pero muy usual en los escritos rabínicos para indicar el experimentar algo. ¿Es, sencillamente, que “algunos de los aquí presentes” no morirán sin que vean “al Hijo del hombre venir en su reino”? (Mt). Pero manifiestamente no se puede referir esto a la parusía. Y esto no sólo porque supondría error “escatologista” en Cristo, sino también porque El mismo dijo que de esa hora ni El lo sabía para comunicarlo (Mat 24:36; Mar 13:32). De ahí el que fije ese fin para “esta generación.” En el lugar paralelo de Mt, Mc lo dice: será el “reino de Dios que viene en poder.” Será, pues, una manifestación “de poder” que hará ver a “algunos” de la misma generación contemporánea de Cristo la presencia del reino de Dios, y, en consecuencia, verán en ese “poder” la mano y la obra del “Hijo del hombre,” que así viene con esa manifestación de su reino. Lc omite lo de “poder,” y lo redacta así:.”. hasta que vean el reino de Dios” (Mar 9:27). ¿Lo omite deliberadamente, para evitar dificultad? ¿Lo recoge así en la “fuente”? ¿O es una frase elíptica, que supone lo mismo de Mt-Mc? ¿O acaso es por su genérica tendencia a ”desescatologizar”?
Esta “visión” y presencia de poder no requiere una presencia sensible, sino “moral.” Se expone esto en el “discurso escatológico” (Mt c.24).
Cuál haya sido esa manifestación concreta del “poder,” es discutido. Los autores han propuesto:
a) Se realizó en el triunfo suyo en la resurrección (Boismard) o en Pentecostés (Calvino). Pero esta posición parece requerir una mayor perspectiva de tiempo, en función de esa generación presente, ya que, de hecho, no sólo “algunos,” sino “toda esa generación” lo presenciaría.
b) Otros piensan en el hecho de la difusión del Evangelio y el establecimiento de la Iglesia, sobre todo teniendo en cuenta las manifestaciones carismáticas del Espíritu Santo y de los milagros frecuentes en la primitiva Iglesia (Bonslrven, Wettstein, Bleck).
c) Generalmente se piensa en la destrucción de Jerusalén el año 70, profetizada por el mismo Cristo, y que traerá la dispersión judaica durante veinte siglos, estableciéndose, en cambio, por todo el mundo el reino anunciado por Cristo 50. (cf. Mat 10:23b). Pues el término bíblico de una generación son 40 años. Lo que lleva a esto.
d) O. Cullmann. O. Cullmann da una interpretación distinta. “Lo que importa teológicamente en la predicación de la proximidad del reino. es la afirmación implícita que, después de la venida de Cristo, nosotros vivimos ya una era nueva y que, por consiguiente, el/m se acercó. Ciertamente los primeros cristianos han medido esta proximidad pensando en algunas decenas de años. El error se explica, psicológicamente, de la misma manera que se fijan datos prematuros para el fin de una guerra, una vez que se está persuadido que la batalla decisiva tuvo lugar.” 51
¿Por qué los cristianos se equivocaron al citar – o interpretar – unas palabras de Cristo? De haber visto su no, o improbable, cumplimiento no las hubiesen puesto en el evangelio de Mtg-Lc.
Un dato sobre esto se ve en la segunda epístola de San Pedro, cuya composición debe ser muy cercana al Mtg – sobre el a. 80 -, y en la que algunos se quejan, diciendo: “¿Dónde está la promesa de su venida” – parusía – ? “Porque desde que murieron los padres” – la primera generación cristiana – “todo sigue igual” (2Pe 3:4; cf. 2Pe 3:16). Es una valoración aquí, en la que, probablemente, habiéndose separado ya – ante los hechos – el deseo de los cristianos de una parusía inminente, se podía ver la referencia de esas palabras a la destrucción de Jerusalén (cf. Comentario a Mt c.24 y 25).

1 Mt 9:3.11; 12:1-14; 9:34; 12:22-30.38; 15:1-3; 12:14. – 2 Apocalipsis de Baruk 29:8; Midrasch Qphelet 1:9 (9b); Filón, De prodigiis 25. – 3 Strack-B., Kommentar. I p.640-641. – 4 Llghtfoot, Horae hebraicae et talmúdica in IV evangelia, ad. n.l. – 5 Plinio, Hist. natur. XVIII 78. – 6 Prat, en Recher. Se. Relig. Scien. (1927) p.316-324; P. Seidelin, The Jonas-zeichen, Studia Theol. (1952) p.129; A. Vógtle, Der Spruch vomfonaszeichen: Synop-tische Studien (1953) p.230-277. – 7 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p. 186-190. – 8 Windisch, Theol. Wórt. N.T. U 908:17ss. – 8 Lebreton, Lavie et l’enseignement deJ.-Ch., vers. esp. (1942) I p.330-331. – 9 Josefo, Antiq. XV 10:30; BI II 10:7. – 10 Ricciotti, Vita di Cristo I (1941) p.469. – 11 San Juan crisóstomo, Hom. 54 in Matth.; cf. Obras de San Juan Crisóstomo: Bac (1956) II p. 137-138. – 12 Cf. Lagrange, Le Messianisme chez les juifs (1909) p.210-213. – 13 4 Esd 2:18. – 14 Rev. Bib. (1905) 486-501 – 15 Lagrange, évang. s. Sí. Matth. (1927) p.322. – 16 Dalman, Die Worte Jesu. (1930) p.224. – 17 évang. s. St. Matth. (1927) p.322; Bonsirvex, Le judaisme pdestinien au temps deJ.-Ch. (1934) I p.361-362; Bonnard, o.c., p.244. – 18 Bonsirven, Salmos de Salomón XVII 23; Le juda’isme palestinien au temps de J.-Ch. (1934) I p.361; Strack-B., Kommentar. I p.640. – 19 Simón-Dorado, Praelectiones biblicae N.T. (1947) p.669; Mal 54:150. – 20 O. Cullmann, Saint Fierre P.155. – 21 Strack-B., Kommentar. I p.730; Dalman, Grammatik des jüdisch-palestinischen Arama’isch 2.a ed. p.179 n.5. – 22 Buzy, évang. s. St. ‘Matth. (1946) p.216. – 22 A. Vógtle, Messiasbekenntnis und Petrusverheissung: Biblische Zeitschrift (1957) p.252-272; (1958) p.85-102; cf. Divas Thom. Pl. (1960) p.242-243. – 23 Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p. 32 3-324. – 24 F. Delitzsch, en su versión hebrea del N.T., h.l.; Strack-B., Kommentar. I p.731ss. – 25 Dict. Bib. Suppl. II col.575. – 26 Zorell, Lexicum graecum N.T. (1931) col.693. – 27 Strack-B., Kommentar. I p.732. – 28 Strack-B., Kommentar. I p.741.783-847; Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.l 191.624.831.842.1984.423. – 28 J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, o.c. (1970) p.268 nt.540; cf. A. Schlatter, Der Evangelist Matthaus (1929) p.Sllss. – 29 Dict. Bib. Suppl. II col.781-782. – 30 Harnack, Tatiarís Diatessaron. bei Ephraem Syrus, en Zeitsch, für Kirchenges-chichte (1881) p.471-505; Der Spruch über Petrus ais den Felsen de.r Kirche, en Sitzung. der Preussischen Akad. der Wissen. (1918) p.637-654; Schnitzer, Hat Jesús das Papst-tum gestiftet? Das Papsttum eine Stiftumjesu? (1910); Resch, Aussercanonische Parallel-texte zu den Evangeaen, en Texte una Untersuchungen zur Geschichte der altchristl. Litera-tur (1896); Grill, Der Pñmat des Petras (1904). – 31 Bultmann, Die Frage nach dem messianischen Bewusstsein., en Zeitschrift für neutestamentlichen Wissenschaft 1.19 p. 170. – 32 MG 22:217. – 33 Prat, Jésus-Christ (1947) I p.432. – 34 O. Cullmann, Saint Fierre disciple, apotre, martyr (1952) p. 154-166; ID., f apotre Fierre instrument du Diable et instrument de Dieu. La place de Mat 16:16-19 dans la traditbn pnmitive, New Testament Essavs Studies in Memory of T. W. Manson (1959) p.94-105. – 35 Benoit, en Rev. Bibl. (1953) 171. – 36 Braun, L’Apdtre Fierre devant l’exegese et fhistoire: Rev. Thom. – 37 Graber, Petrus der Fels (1949) p. 16-36. – 37 O. Cullmann, Petrus Jungar-Apostel-Martyrer (1952); A. Vótgle, Messiasbe-kenntnis und Petrusverheissung: Bibl. Zeitsch. (1957) p.252-272, y (1958) p.85-103; J. Rledl, Reflexiones sobre la historia de las formas y la redacción de la promesa del Primado de Cristo (Mat 16:17v): Rev. Bib. (1961) p.61-73; M. Brandle, Nene Diskussion und das Felsenwort: Mat 16:18.19: Orientg. (1963) 172-176; J. J. Weber, Tu es Petrus. Notes exegétiques (sur Mat 16:18v); E. F. Sutcliffe, Sí. Peter’s Double confession in Mat 16:16-19 : Heythrop Journal (1962) p.31-41; B. Alfrink, en Bibl. (1962) p.258-259″ P. Milward, The Rock of the N.T. (Mat 16:17-19): The American Ecclesiast. Review (1963) 72-97. – 38 Holzmeister, Christus passionem suam discipulis saepius praedicit: VD (1933) 3-41; Wlllaert, La connexion litteraire entre la premtere prédiction de la passion et la confession de Pierre: Etud. Théol. Lov. (1956) 24-45; Josefo, BI II 12:6; IV 3 7· 9:10; Vita 38. – 39 Felten, Storia dei tempi del N.T. (1932) II p. 19-22. – 40 J. Schmid, Das Evangelium nach Markus (1958) p.40. – 40 Bultmann, Theol. des N.T. (1948) p.30; J. Klausner, Jesús de Nazareth (1933) p.437ss. En el mismo sentido, cf. J. Héring, Le royanme de Dieu et sa venue (1959) p.98ss; th. Preiss, Le fus de Phomme (1951) p.46; G. Barnkamm,/”us von Nazareth (1946) p.!42ss. – 41 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.611; D. Tabachowitz, Mt 16:22 “íleos soi,” en éranos (1963) p.25-28. – 42 Bonsirven, Le judaisme palestinien au temps de J.-Ch. (1934) I p.244-246. – 43 Josefo, Antiq. XVIII 10:10. – 44 Josefo, BI II 12:6; 14:9; V 11:1. – 45 Strack-B., o.c., II p.273-299. – 46 Strack-B., Kommentar. I p.749; J. B. Bauer, Wer sein Leben retten wül. (Mar 8:35 par.) (cf. Ilías V 529-532): Fs. J. Smid (Rg. 1963) 7-10. – 47 Ench. Bib. n.530; – 48 Βεα , Lucrari mundum-perdere animam: Bíblica (1933) 435-447; – 49 Kümmel, Das Büd des Menschen im N.T. (1948) p.llss. – Bonsirven, Le judaisme palestinien. (1934) I p.494-495. Cf. Comentario a Mat 16:4. – 50 Cf. Comentario a Mat 24:29ss. Para la historia de este pasaje, cf. Segarra en Estudios Eclesiásticos (1931) 471-499; (1932) 83-94. – 51 O. Cullmann, Christ et le temps (1947) p.61.

Fuente: Biblia Comentada

señal del cielo. Vea la nota sobre Mat 12:38. Esta vez Jesús les reprochó por estar tan pendientes de las señales celestiales que ni siquiera pudieron interpretar las señales de los tiempos que estaban alrededor de ellos. Luego los apunta a la misma señal que les había dado antes, la señal del profeta Jonás (v. Mat 16:4, cp. Mat 12:39).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

En este capítulo podemos observar algunas características importantes de la Deidad de Jesucristo: (1) Legislador, 1-14; (2) Conquistador (echó fuera el demonio) 21-28; (3) el Buen Médico, sanando a muchos enfermos, 30, 31; y (4) el Sostenedor, proveyendo alimento para cuatro mil hombres, 32-38. (HF).

16:1 — Vinieron los fariseos y los saduceos, — Estos dos grupos no eran amigos. “Estaban mutuamente enemistados hasta la acerbidad” (ATR). Sin embargo, tenían algo en común. Los dos odiaban a Jesús; por eso, se unieron para tentarle. Compárese el caso de Pilato y Herodes (Luc 23:12) para tentarle — La palabra tentar viene del vocablo griego PEIRAZO, que significa tanto probar como tentar. Véase también 19, “3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole”. También 22, “17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? 18 Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?” En estos y otros textos es obvio que cuando los fariseos y otros “tentaron” a Cristo no le presentaban algo atractivo y deseable. Lamentablemente hay hermanos que creen que si Jesús era tentado, la tentación tenía que ser algo atractivo y deseable, pero las tentaciones de estos textos no tienen nada que ver con esa clase de tentación. La Biblia de las Américas dice correctamente, “para ponerle a prueba” aunque literalmente la palabra griega es “tentándole” (lo mismo en 19:3, “para probarle”). Ellos querían atraparle en sus palabras para que perdiera su influencia con la gente.
— y le pidieron que les mostrase señal del cielo. – En 12:38 piden señal, pero aquí agregan “del cielo” (Luc 11:16), por ejemplo, como el maná del cielo (Éxo 16:1-36), pero lo que no entendían era que Jesús mismo era la señal del cielo (el pan del cielo, Jua 6:35), o como las señales de Jos 10:12-14; 1Sa 7:10; 1Re 18:30-40; Isa 38:8. Creían que Jesús no podía obrar ninguna señal del cielo y que, de esa manera, El quedaría avergonzado delante de sus seguidores. La señal que piden es semejante a lo que Satanás propuso (“échate abajo …”, 4:7). La reacción de Jesús a su petición se ve en Mar 8:12, “gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación?” Jesús ya había hecho muchas señales pero ellos no querían creer. Aun Nicodemo reconoció que Jesús había venido de Dios. Jua 3:1-36, “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. ¿Por qué no hablaban así estos fariseos y saduceos? Porque de ninguna manera querían convencerse de esta verdad. Esto nos recuerda de lo que Abraham dijo al rico. Luc 16:1-31, “31 Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”.

Fuente: Notas Reeves-Partain

CIEGOS A LAS SEÑALES

Mateo 16:1-4

Los fariseos y los saduceos se Le acercaron a Jesús para tentarle, y Le pidieron que les diera una señal del Cielo. Jesús les contestó:

-Cuando está anocheciendo decís: » Hará buen tiempo, porque los cielos están rojos.» Y de madrugada decís: » Hoy habrá tormenta, porque los cielos están rojos y nubosos.» Sabéis interpretar el aspecto de los cielos, ¿y no sabéis distinguir las señales de los tiempos?

Esta generación malvada y apóstata anda buscando una señal; pero no se le dará más señal que la de Jonás.

Y los dejó, y Se marchó.

La hostilidad, como la necesidad, se asocia con lo que sea. Es de lo más extraño el descubrir una coalición de fariseos y saduceos. Representaban creencias y políticas que eran diametralmente opuestas. Los fariseos vivían pendientes de los detallitos más insignificantes de la ley oral de los escribas; los saduceos rechazaban totalmente esa ley, y no reconocían más autoridad que la ley escrita en el Antiguo Testamento como su única norma de fe y de conducta. (Mal comparado, en este aspecto sus posturas nos hacen pensar en las diferencias entre católicos y protestantes.) Los fariseos creían en los ángeles y en la resurrección del cuerpo y los saduceos no, cosa que aprovechó Pablo cuando se presentó a juicio ante el sanedrín (Hch 23:6-10 ). Y -en este caso lo más importante- los fariseos no eran un partido político y estaban dispuestos a vivir bajo cualquier gobierno que les permitiera vivir conforme a sus principios religiosos, mientras que los saduceos eran los aristócratas ricos que estaban dispuestos a someterse y a colaborar con el gobierno romano para conservar su posición y sus privilegios. Además, los fariseos esperaban y anhelaban la venida del Mesías, mientras que los saduceos no creían en esas cosas. Habría sido punto menos que imposible encontrar dos sectas o partidos más diferentes; y sin embargo se unieron en el deseo hediondo de eliminar a Jesús. Todos los errores tienen esto en común: el ser hostiles a Jesucristo.

Lo que pedían los fariseos y los saduceos era una señal. Como ya hemos visto, los judíos esperaban que un profeta o un mensajero de Dios acreditaran su misión con alguna señal extraordinaria (Mt 12:38-40 ). Jesús les dice en Su respuesta que la señal ya está presente para los que tienen ojos para ver. Eran expertos en el pronóstico del tiempo. Sabían muy bien lo que dicen los del campo: » El cielo rojo por la noche es señal de bonanza, y por la mañana de destemplanza.» Sabían muy bien que los cielos rojos por la tarde presagian tiempo agradable, mientras que los cielos rojos al romper el día advierten que se acerca la tormenta. Pero estaban ciegos a las señales de los tiempos.

Jesús les dijo que la única señal que se les daría sería la señal de Jonás. Ya hemos visto lo que era la señal de Jonás (Mt 12:38-40 ). Jonás fue el profeta que logró que se convirtieran los habitantes de Nínive y los hizo volver de sus malos caminos al de Dios. Ahora bien: la señal que hizo que se convirtieran los habitantes de Nínive no fue el hecho de que se le tragara un gran monstruo marino. De eso no sabían nada, y Jonás no lo usó nunca para demostrar la autenticidad de su ministerio. La señal de Jonás fue Jonás mismo, y el mensaje que daba de parte de Dios. Fue el que surgiera un profeta y el mensaje que traía lo que cambió la vida del pueblo de Nínive.

Así que lo que estaba diciendo Jesús era que la señal de Dios era el mismo Jesús y Su mensaje. Es como si les dijera: » En Mi Persona os encontráis cara a cara con Dios y con Su verdad. ¿Qué más podéis necesitar? Pero sois tan ciegos que no lo podéis ver.» Aquí hay una gran verdad, y también una seria advertencia. Jesucristo es la última Palabra de Dios. La Revelación de Dios no puede llegar más allá. Aquí tenemos a Dios haciéndose visible para todo el mundo. Aquí está el mensaje de Dios para todos los que lo quieran oír. Aquí está la señal que Dios da a la humanidad. Aquí tenemos la seria advertencia de que, si Cristo no les dice nada a las personas, nada les sonará a Dios. Si Jesús no les convence a los hombres, nada los satisfará. Los que no pueden ver a Dios en Jesús, menos Le verán en ninguna otra parte o persona. Cuando nos encontramos cara a cara con Jesús, nos encontramos cara a cara con la última Palabra de Dios y con Su invitación final. Y en este caso, ¿qué esperanza le quedará al que rechace esta última oportunidad, al que se niegue a prestar atención a ese último mensaje, al que rechace esta última invitación?

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 16

j) Los fariseos piden una señal (Mt/16/01-04) (*).

1 Luego se le acercaron los fariseos y saduceos, y, para tentarlo, le pidieron que les hiciera ver alguna señal venida del cielo. 2 El les respondió: 4 ¡Generación perversa y adúltera que reclama una señal! Pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Y volviéndoles la espalda, se fue.

…………..

(*) Los versículos 2b-3 dicen así: «Al caer de la tarde, decís: Hará buen tiempo, porque el cielo está arrebolado; 3 y por la mañana: Hoy habrá tormenta, porque el cielo está de un rojizo sombrío. ¿Conque sabéis interpretar el aspecto del cielo y no podéis interpretar las señales de los tiempos?» Estos versículos faltan en importantes manuscritos antiguos, pero representan un paralelismo algo cambiado con respecto a Luc 12:54b-56. Sin la interpolación, el texto de san Mateo resulta más redondeado y vigoroso.

…………

Esta vez son los fariseos los que se han aliado con los saduceos y se acercan a Jesús. En realidad, son hostiles entre sí, pero están unidos en la enemistad contra Jesús. Le piden una señal venida del cielo para confirmar la misión de Jesús y su derecho. Dichas señales las da Dios por iniciativa propia para ayudar. Fueron dadas a casi todos los grandes personajes del tiempo pasado. Los hombres, de quienes aquí se habla, piden una señal para ellos personalmente, ya sea como un desafío, porque no creen que Jesús pueda obrar por sí mismo una señal ni que la pueda solicitar «del cielo» (es decir de Dios), ya sea como condición: sólo estarían dispuestos a creer, si se otorgara la señal. El mismo Dios debe manifestarse y precisamente ahora en este momento que ellos determinan y de un modo que les convenza. El hombre quiere dominar a Dios y prescribirle lo que tiene que hacer. Como dice el evangelista, ésta es realmente una «tentación» y puede compararse con las tentaciones llevadas a cabo por Satán en el desierto. O determina y reina Dios o bien el hombre. Son como sus padres una generación perversa y adúltera. La viña que Dios ha plantado, en vez de las esperadas uvas de mesa. sólo da agraces (cf. Isa 5:4). En vez de la fidelidad al esposo Yahveh se vuelven infieles y corren tras los dioses extranjeros (cf. Ose 2:2-13), más aún, tras sí mismos en sus «preceptos humanos» (Ose 15:9). A esta generación sólo se le dará una señal, que se hace a la hora señalada por Dios, la señal de Jonás. Para la ciudad pagana de Nínive el profeta Jonás se convirtió en la señal del castigo de Dios. Dios le envió allí para anunciar la destrucción (cf. Jon 3:1 ss). ésta será la última señal, y después de ella no puede haber ninguna más. Para la nación incrédula de Israel el Mesías se convierte en el castigo (*). En su muerte Dios pronunciará la sentencia, que estará en vigor de forma inapelable. Jesús los deja estar y prosigue. Ya no se continúa discutiendo ni se sostienen más controversias, no se hacen indicaciones a la adecuada comprensión de las señales ni se construye otro puente. Aquí ya hay claros frentes. Apartarse de Jesús ya es como una expresión de la señal del castigo anunciado por él. ¡Con qué aspereza están contiguas las dos escenas! Inmediatamente antes, la prodigiosa distribución de alimentos en su atmósfera de paz y de unidad; ahora, la radical separación. Las dos pertenecen a la vocación, al destino del Mesías de ser causa de la misericordia de Dios y del castigo de Dios. Mientras perdure el poder del malo y trabaje contra la unión de los hombres con Dios, también está presente sin cesar el castigo de Dios, pero la verdadera finalidad es el reinado del amor.

…………..

(*) Ya en 12,38-42 había informado san Mateo sobre la petición de una señal. Allí se explicó la «señal de Jonás» como la única señal que debe darse, de tal forma que en ella se debía reconocer la muerte y resurrección de Jesús. Aquí en 16,4 no se da ninguna explicación de la «señal de Jonás». Se puede entender este pasaje en el sentido de 12,38-42. Pero también se da la otra posibilidad, tal como se declara en el párrafo que corresponde a esta nota. Así como Jonás se convirtió para Nínive en señal de castigo, así Jesús se convertirá para «esta generación» en la señal de castigo. Cf. lo que se dice a propósito de 12, 38-42.

………….

k) Prevención contra la doctrina de los fariseos (Mt/16/05-12).

5 Al pasar a la otra orilla, los discípulos se olvidaron de llevar panes. 6 Jesús les dijo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. 7 Ellos comentaban entre si: Eso es porque no hemos traído pan.

Ha terminado la travesía. A la llegada los discípulos notan que se han olvidado de tomar pan consigo. A continuación está la frase del Señor colocada de una forma que en apariencia es incoherente: «Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos». ¿Cómo ha de entenderse esta yuxtaposición? La explicación se infiere de lo que sigue, pero aquí ya puede decirse que se trata de la dirección con la que los discípulos deben tener solicitud, de una manera semejante como en el pasaje del sermón de la montaña sobre los afanes (6,25-34). Su preocupación no debe ser que no tengan nada para comer, sino que no sean víctimas de la levadura de los fariseos y saduceos. Triste es el verdadero afán, el afán por el reino de Dios y su justicia. De lo precedente aquí se siguen sacando dos hilos. Por una parte la experiencia que los discípulos tenían que adquirir en la doble distribución de panes, a cuya más profunda comprensión ahora son llevados. Por otra parte la petición de una señal, petición que hicieron los fariseos y saduceos, y que se ve en relación con su «doctrina» (16,12), es decir con la levadura. Es un breve pasaje didáctico, que trata de estos dos acontecimientos y los aplica a la comprensión de la fe. Sigamos esta catequesis de los discípulos.

8 Al darse cuenta de ello Jesús, dijo: ¡Hombres de poca fe! ¿Por qué estáis comentando entre vosotros que no tenéis pan? 9 ¿Todavía no entendéis ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres y de cuántos canastos recogisteis? 10 ¿Ni de los siete panes para cuatro mil hombres y de cuántas cestas recogisteis? 11 ¿Cómo no entendéis que no os hablé de panes? Guardaos, pues, de la levadura de los fariseos y saduceos. 12 Entonces comprendieron que no les había dicho que se guardaran de la levadura de pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

Ahora se ve claramente que los discípulos están preocupados por la falta de comida. Quizás incluso unos han reprochado a otros no haber pensado en ello. En todo caso, es una preocupación que les atañe. No es preciso que Jesús sea preguntado ni que él mismo pregunte. Jesús conoce dónde se detienen sus pensamientos. Se repiten las palabras características de Jesús: Hombres de poca fe. La fe es todavía escasa, porque los discípulos no han entendido plenamente. ¿No estaban presentes cuando Jesús les partió el pan la primera y la segunda vez? ¿No han ido buscando los panes y los peces y se los han traído? ¿No lo han repartido y han recogido los restos? ¿Cómo pueden temer que hayan de pasar hambre cerca de quien puede saciar a tan grandes multitudes? ésta es una inteligencia insuficiente y. por tanto, son hombres de poca fe. Los discípulos hubiesen entendido de veras, si hubiesen aplicado a sí mismos la experiencia que entonces tenían. Saben que no han de temer ninguna necesidad, si permanecen en la pura confianza. Así pues, el afán tiene dormido el corazón de los discípulos y ha hecho menguar la fe, como en san Pedro, que se sobresalta ante la fuerza del viento (14,30). La catequesis todavía recorre otra etapa. Se trata además de la adecuada inteligencia, que es una condición para la fe. Al oír hablar de la levadura de los fariseos y saduceos, los discípulos quizás habían pensado que Jesús también habla de cómo se podría ir a buscar pan. Pero no debían comprar a los fariseos. Es un pensamiento infantil pensar que no pueden comer el pan cocido por los fariseos y saduceos, pensar que hay que guardarse de este pan. Ellos usan una mala levadura para cocer. Jesús quiere decir que el hecho de que no le hayan entendido muestra que todavía tienen que aprender como niños. Lo que es realmente peligroso y es motivo para tener precaución y cuidado, es la doctrina de los fariseos y saduceos. Esta doctrina echa a perder la harina, inhabilita al pueblo para Dios. El que es ciego, no puede conducir a otro ciego (15,14). La buena levadura son las fuerzas del reino de Dios, es el mensaje del Evangelio, que debe hacer fermentar a la humanidad. Vuestra alma debe estar dirigida a este mensaje. Entonces se vuelve accesoria la solicitud por el pan terrenal. Porque todo lo demás se dará por añadidura a quien hace lo primero (cf. 6,33). Es una preciosa catequesis. A quienes están dispuestos a oír y aprender Jesús les abre con prontitud el camino a la inteligencia, tanto en las explicaciones de las parábolas (capítulo 13) como también en los acontecimientos de su propia actividad. Pero a quienes no oyen ni entienden, se les quita lo que tienen, sólo les queda la señal de Jonás.

2. ANUNCIOS DE LA PASIÓN (16,13-17,27).

a) Profesión de fe de Pedro (Mt/16/13-20).

13 Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? 14 Ellos respondieron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o uno de los profetas.

Ahora llega un momento importante en la vida de Jesús. Los evangelistas pueden indicar el lugar en que ocurrió la siguiente escena, es decir, Cesarea-de-Filipo. Filipo, un hijo de Herodes, hizo construir esta Cesarea en el monte Hermón, al norte de Palestina. A esta ciudad se la llamó Cesarea de Filipo para distinguirla de la más antigua Cesarea, que estaba junto al mar. Jesús pregunta a los discípulos quién opina la gente que es él. El Hijo del hombre también se emplea en arameo como circunlocución para expresar la idea de «hombre», por tanto aquí sustituye el pronombre «yo». Naturalmente la pregunta en labios de Jesús no es una encuesta efectuada por interés. La pregunta pretende lograr que respondan los discípulos; según la intención del evangelista pretende, sobre todo, destacar de las falsas apreciaciones esta acertada comprensión de la persona de Jesús. La gente son todavía de los que están «fuera» (Mar 4:11), los discípulos deberían haber «comprendido» (Mar 16:12). Ya hemos oído de labios de Herodes que Jesús era tenido por Juan el Bautista resucitado (cf. 14,2). Elías era muy venerado en el pueblo, se esperaba su regreso como precursor del Mesías (cf. Mal 4:5 s), ya que fue arrebatado de una manera prodigiosa para ir a Dios. El profeta Jeremías también gozó de gran reputación; se formó una corona de leyendas alrededor de su figura y de su vida. O uno de los profetas. Esta enumeración muestra en qué categoría se incluía a Jesús. Casi es la categoría más excelsa que se podía tener según la manera de pensar de Israel. Sólo era posible una elevación, a saber la persona y la llegada del mismo Mesías de Dios. Todas las personas nombradas son premesiánicas y submesiánicas. Incluso Juan el Bautista, que pertenece al tiempo presente, fue considerado como profeta (cf. 14,5; 21,26). Los tres primeros evangelios no dejan reconocer que se haya tenido a Juan por el Mesías. Los discípulos sólo deben decir la opinión de la gente, no lo que piensan los enemigos declarados de Jesús. Ya hemos oído lo que éstos pensaban: «éste no arroja los demonios sino por arte de Beelzebul, príncipe de los demonios» (12,24s). En la pregunta ya no se trata de comprender una señal, una frase o parábola. En esta pregunta sobre quién es él, recae la decisión en favor o en contra del reino de Dios. Es una pregunta decisiva de extrema gravedad.

15 Díceles él: Y vosotros, ¿quién decís que soy? 16 Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.

No es una novedad que Pedro actúe como portavoz. Aquí se pregunta a todos los discípulos, pero sólo uno responde. En esta contestación no debe manifestarse el conocimiento personal y la confesión propia de Pedro (a pesar de 16,17), sino la opinión de los discípulos en total. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías. Eso es lo propio y decisivo, y es lo único que se dice en san Marcos (cf /Mc/08/29b). El Mesías es el plenipotenciario de Dios, el último enviado después de todos los profetas. Después de él no puede venir nadie más que le supere. Su palabra es la última palabra de Dios, el Mesías según la fe de los rabinos trae la válida interpretación de la torah. La presentación del Mesías determina el tiempo de empezar el último tiempo. Es la gran y concluyente señal que Dios pone en el mundo. A la confesión se añade: el Hijo del Dios viviente. Eso también lo hemos oído antes (14,33), no nos sorprende en el Evangelio de san Mateo. Lo que allí resplandeció súbitamente durante la noche y lo que se dijo a propósito de la sujeción de los elementos, ahora es de dominio público y viene a ser como una confesión oficial de los discípulos. Por esta profundidad de las relaciones con el Padre, Jesús ya había dicho: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo» (11,27). Ahora se da la respuesta desde fuera: Tú eres el Hijo del Dios viviente.

17 Jesús le respondió: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque ni la carne ni la sangre te lo han revelado, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Pero yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi lglesia, y las puertas del reino de la muerte no podrán contra ella.

Aunque Pedro ha hablado en nombre de los discípulos, Jesús ahora dirige la palabra a él personalmente. Su confesión podía aplicarse a todos, la siguiente distinción sólo puede aplicarse a él. Jesús empieza con una bienaventuranza. Ya hemos oído decir: «Bienaventurados los pobres en el espíritu» (5,3); «bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo» (11,6); «dichosos vuestros ojos, porque ven» (13,16). Ahora Jesús llama bienaventurado a uno solo, al primero de los apóstoles, por las palabras que acaba de pronunciar. El conocimiento de la verdadera dignidad de Jesús y del misterio de su persona no procede de abajo, sino de lo alto. «La carne y la sangre», es decir la capacidad terrena del hombre débil no ha dado origen a este conocimiento (1). El mismo Dios se lo ha inspirado desde lo alto. A quien tiene, aún se le añade más (d. 13,12). Pedro había dado el paso desde la audición a la fe, se había atrevido a ir sobre las aguas. Aunque su fe fuera «pequeña», estaba en el camino que lleva a la plenitud de la fe. A quien se encuentra en este camino, se le añade el pleno conocimiento y la verdadera ciencia. Es realmente bienaventurado quien anda por este sendero, porque conoce el misterio más íntimo del reino de Dios (cf. 13,11). La bienaventuranza también es una glorificación de Dios, que ha dado a conocer sus misterios a la gente sencilla, y los ha ocultado a sabios y entendidos (cf. 11,25). Así es como Dios quiso hacerlo, como se prueba en esta ocasión. Jesús llama Pedro a Simón. Petros es la traducción griega de la voz aramea Cefas y significa «piedra», «roca». En otros pasajes del Nuevo Testamento también se encuentra este nombre arameo Cefas, que hace referencia al cargo que desempeñó Pedro (2). San Mateo prefiere usar el vocablo Pedro, a menudo también se encuentra la doble forma Simón Pedro, un enlace del nombre personal con la designación de su función, como el nombre «Jesucristo». D/ROCA «Tú eres Pedro» no significa en primer término que Pedro adquiera este nombre, sino que él es o debe ser piedra; esta frase significa que la función de Pedro, el encargo que se le confió es ser piedra. Al Antiguo Testamento, especialmente al libro de los salmos (3), le gusta llamar roca al mismo Dios. Dios es la roca de Israel, su castillo roquero, el apoyo seguro, el fundamento permanente, garantía de fidelidad y firmeza. Nos podemos refugiar en la roca, cuando irrumpe súbitamente la tormenta y el agua se precipita en el valle, o cuando el enemigo ha ocupado los valles y sólo queda la posibilidad de huir al castillo roquero situado en la cumbre. Roca es una expresión corriente, como «pastor y rebaño», «cosecha» y «alianza». La seguridad y consistencia de un fundamento rocoso deben ser representadas por este hombre Simón. La próxima frase dice para qué Símón debe ser una roca. Jesús quiere edificar su Iglesia sobre esta roca o sobre esta piedra. También está transmitida la metáfora de construir y edificar. En efecto, Dios promete por medio del profeta que restaurará la cabaña de David que está por tierra (Amo 9:11); el salmista confiesa que los albañiles trabajarán en vano, si el Señor no edifica la casa (Sal 126:1). Ante todo había elegido Dios una roca y un edificio para residir allí y estar cerca del pueblo: el monte de Sión y sobre éste el santo templo. Así como Dios se hizo construir en este monte una santa casa, así también Jesús quiere edificar en el tiempo futuro sobre la roca de Simón la casa de su Iglesia. No será una casa de piedras y vigas, sino de hombres vivos (4). La voz Ekklesia (Iglesia) dice que se trata de hombres vivos. Ekklesia es traducción del vocablo hebreo kahal, que en primer lugar significa «asamblea», luego en particular la comunidad reunida para el culto divino y, en general, la comunidad de Dios. Jesús quiere construir esta comunidad. Las imágenes no coinciden, ya que con el verbo «edificar» hace juego otro complemento, como «casa» o «torre» o «templo». Y viceversa: con el sustantivo ekklesia (=asamblea) enlaza mejor un verbo como «juntar», «reunir» u otros semejantes. La palabra ekklesia quiere decir que se trata de una comunidad, se trata de seres humanos, quiere decir que se debe edificar la comunidad de Dios en Israel, aunque de una forma completamente nueva (5).

Este nuevo modo de edificar se expresa con el posesivo mi. No será la antigua comunidad de Yahveh, sino la nueva comunidad del Mesías. La diferencia entre la nueva y la antigua ha de consistir en que la comunidad nueva hace profesión de fe en Jesús el Mesías y mediante esta confesión está unida. En él y en su persona, en su dignidad como Hijo de Dios recaerá la decisión de quién pertenece y quién no pertenece a esta comunidad. Jesús también es y sigue siendo el Mesías de Israel y no revoca la antigua ley, sin embargo su obra mesiánica será la fundación de algo nuevo, que se diferencia claramente de la antigua comunidad. No obstante no se coloca lo nuevo al lado de lo antiguo dejando entre los dos una separación radical, sino que en la nueva fundación se perfecciona la antigua alianza de Dios. Porque en la Iglesia vive y gobierna el Dios de Israel y de todos los pueblos, que es «Dios con nosotros» (cf. 1,23). Jesús es la verdadera habitación de Dios en su pueblo, mucho más próxima y real que la que antes había tenido Dios incluso en los momentos más propicios. A esta fundación Jesús le promete una duración estable. Las puertas del reino de la muerte (6) están abiertas de par en par para los que son devorados por la muerte, están cerradas con cerrojo y definitivamente para los que ya están en el reino de la muerte y no pueden salir. Por tanto las puertas son la imagen más vigorosa del poder invencible de la muerte, del que todos son víctimas. Pero el poder de la muerte no tendrá ningún dominio sobre la institución de Jesús. Así como la «muerte ya no tiene dominio sobre él» (Rom 6:9), tampoco lo tiene sobre la comunidad.

La muerte es una consecuencia del pecado (Rom 5:12), pero Jesús vencerá el pecado, dará su sangre como rescate del género humano para perdón de los pecados (cf. 20,28; 26,28). El fundamento rocoso sobrevivirá a la muerte, las energías vitales del resucitado ya no pueden ser superadas por la muerte. Son unas palabras victoriosas de Jesús. No son las únicas palabras de Jesús en el Evangelio, pero también están en él. En esta promesa la Iglesia no tienen ningún motivo para hacer ostentación de una supremacía triunfalista, pero en cambio tiene motivo para sentir una confianza ilimitada en Dios, la roca fiel y acreditada de Israel, y en su Cristo «primicias de los que están muertos» (1Co 15:20)…

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1. Es un modismo estereotipado, Cf. «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios» (1Co 15:50). Después que san Pablo recibió la vocación de apóstol, no acudió en seguida a «la carne y la sangre», es decir «a los apóstoles, mis predecesores» (Gal 1:16 s). Se necesita la armadura de Dios, porque no es una lucha contra «carne y sangre», es decir, contra hombres, sino contra potestades celestes (Efe 6:12).

2. Especialmente importante es aquí el testimonio del apóstol san Pablo, sobre todo en sus primeras cartas: Gal 1:18; Gal 2:9.11.14; 1Co 1:12; 1Co 3:22, etc.

3. Por ejemplo Sal 18:3; Sal 31:4; Sal 71:3.

4. Cf. Amo 9:11; Sal 127:1; Sal 68:17, etc.

5. La imagen de la construcción se extiende por todo el Nuevo Testamento; cf. un «sagrado templo» (Efe 2:21). una «casa espiritual» (1Pe 2:5); en la última perfección «la ciudad santa, Jerusalén» (Rev 21:10), el templo que Jesús quiere levantar de nuevo en tres días en lugar del antiguo (Jua 2:19).

6. Las «puertas del reino de la muerte» también es una expresión corriente en la Biblia: cf. Isa 38:10; Job 38:17; Sal 9a(9) 14.

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19 Te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra, atado será en los cielos; y todo lo que desates en la tierra, desatado será en los cielos.

La segunda parte de la promesa que Jesús hizo a Pedro, habla de las «llaves del reino de los cielos» y de «atar y desatar». Con ello acude a nuestra consideración el tema principal del mensaje de Jesús, el reino de Dios. Aquí parece que se lo compare con una ciudad, que se cierra por medio de portones, o con una casa, en la que se tiene que entrar por las puertas. Se necesita una llave para abrir o para cerrar. Un portero o mayordomo es quien se encarga de la llave. Este mayordomo debe ser Pedro. Dios o el Mesías ¿pueden desprenderse de este cargo? Y si Dios o el Mesías así lo hacen, ¡qué poder se confiere a un hombre! Empezamos a estremecernos ante estas palabras. Ha de ser un profundo misterio el que hace hablar así a Jesús, un nuevo orden de la salvación que toma al hombre todavía mucho más en serio.

Las expresiones atar y desatar provienen de la terminología rabínica (*). Con ellas se entendía que alguien tiene el poder de declarar verdadera o falsa una doctrina. Un segundo significado alude al poder de excluir a alguien de la comunidad de Israel (de excomulgar) o de acogerlo en la misma. La excomunión podría ser fulminada como medida disciplinar por algún tiempo o como exclusión total para siempre. Los dos significados guardan una relación interna entre sí, porque este poder está derivado de la Sagrada Escritura, que es proclamada con autoridad y se emplea con valor discriminatorio. Con tales palabras se abría o se cerraba a la comunidad de Israel el acceso al reino de Dios. Es de suponer que en las palabras de Jesús también tienen validez los dos significados en su relación interna. Pedro debe tener el poder de decidir qué ha de estar en vigor como verdadera doctrina y quién puede participar en la salvación del reino de Dios siendo recibido en la Iglesia de Cristo. Hay, pues, que concebir la facultad de atar y desatar como amplia facultad para comunicar la salvación en sus más distintas modalidades. Este veredicto de Pedro tiene ahora validez en el cielo, es decir, ante Dios. Esta sentencia es confirmada por Dios, más aún, está en vigor ante él desde el momento en que se dicta, exactamente igual como si él mismo la hubiese dictado. Se confía a Pedro una tarea realmente divina. Su veredicto tiene esta fuerza y validez divinas. Entonces ¿qué son las llaves del reino de los cielos? Tienen que ser una imagen de este santo poder judicial del apóstol, que se ejerce aquí en este mundo, pero que está en vigor ante Dios «en los cielos». Al juez del tiempo final está reservada la última y definitiva decisión de quién entra en este reino de Dios. Este juez ha de separar los cabritos de las ovejas (25,32). Pero durante el tiempo anterior al juicio final hay decisiones previas en virtud de un poder judicial ejercido en la Iglesia. Permanece oculto en los decretos de Dios quién pertenece al número de los predestinados para el reino consumado de Dios. Pero se deja en manos de Pedro quién pertenece ahora o no pertenece a la comunidad de salvación que se prepara para este reino de Dios y a él se dirige. Esta sentencia se repite más tarde casi con las mismas palabras (18,18). Allí se confiere el poder de atar y desatar a los apóstoles en conjunto. Hemos observado reiteradas veces que Pedro no está ni habla como particular, sino como miembro y portavoz de los doce. Ciertamente es el primero, pero es el primero entre los otros. Es apóstol elegido por Jesús como también todos los demás, pero por ser el «primero» (10,2) recibe la promesa. Y así la carta a los Efesios no dice que la Iglesia esté fundada sobre Pedro como fundamento, sino que los cristianos están «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas» (Efe 2:20).

El poder de atar y desatar es transferido a todos, así como también personalmente a Pedro, como primero de los apóstoles. Si el cargo apostólico sigue ejerciéndose en la Iglesia, también tiene que seguir ejerciéndose en ella el cargo de Pedro. De lo contrario la Iglesia no hubiese permanecido fiel al orden que Jesús dio a la Iglesia. Hasta la parusía del Señor no caducará la Iglesia, que entre tanto ejercer el oficio de los apóstoles de atar y desatar y el oficio de Pedro. Ninguno de los dos es institución humana proveniente de aquí abajo, sino fundación divina procedente de lo alto. Ambos oficios forman parte de los dones salvíficos de la nueva alianza…

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* Acerca de los dos verbos, cf. J.B. BAUER, Atar y desatar, en Diccionario de teología bíblica, Herder, Barcelona 1967, col. 120-121, con bibliografía.

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20 Entonces advirtió severamente a sus discípulos que a nadie dijeran que él era el Mesías.

Los discípulos deben mantener oculto el misterio de la mesianidad de Jesús. Este misterio les fue revelado sólo como creyentes; así también tiene que suceder en todos los demás. Es el objetivo y el fin del camino de la fe, no es su principio. Primero es preciso entender las señales del tiempo, oír con prontitud la palabra, luego se da como fruto el misterio de Jesús. Eso también tiene validez hoy día…

b) Primer anuncio de la pasión (Mt/16/21-23).

21 Desde entonces comenzó Jesucristo a declarar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, que había de padecer mucho de parte de los ancianos y de los sumos sacerdotes y de los escribas, que sería llevado a la muerte, pero que al tercer día había de resucitar.

TENER-QUE Aquí están en un lugar destacado las palabras desde entonces. Ahora ha llegado el tiempo y la madurez para algo nuevo, para el misterio de la pasión. Hasta este momento no se ha hablado de ella. Jesús ha dejado entrever a los apóstoles persecuciones y ha remitido a su ejemplo. A ellos no les irá de otra manera que a él mismo (10,24s). Pero estas palabras podían permanecer obscuras, en ningún caso no tenían un contenido concreto. Ahora cambia la situación. Jesús habla con claridad y abiertamente de los acontecimientos que se aproximan. Al principio está el verbo tenía. Todo eso tiene que suceder así, porque está establecido en el orden de la salvación. El término «tenía» procede de Dios. Por así decir, no tiene Dios otro camino, ni siquiera puede dejar de exponer a su propio Hijo, sino que tiene que entregarlo. Es un «tener» divino, es una presión del amor, la cual nos infunde profundo respeto y nos impone un silencio admirativo. Se enumeran brevemente los acontecimientos más importantes. El lugar de la pasión será Jerusalén, porque no cabe que un profeta pierda la vida fuera de Jerusalén (cf. Luc 13:33). Jerusalén es la notoria asesina de los profetas, y está madura para el castigo (cf. 23,29 ss). Los ejecutores serán los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, los que forman el sanedrín, el supremo tribunal en Israel. El Mesías tendrá que sufrir mucho de parte de ellos, incluso la muerte. Pero Jesús resucitará al tercer día. Nos quedamos sorprendidos de que aquí se mencione la resurrección. El principio suena como una introducción cautelosa en el misterio de la pasión: «Comenzó Jesucristo a declarar a sus discípulos…», es decir, a hacerles advertencias e indicaciones. En esta primera introducción y sin hacer pausa alguna ¿les habló de su resurrección? Lo mismo da, porque la historia siguiente muestra que los discípulos oyeron las palabras, pero no las entendieron. Desde aquí empieza en el Evangelio una nueva sección, y al mismo tiempo una nueva tarea de la inteligencia. En estas palabras sobre la pasión se reconoce por primera vez el terror que causan y su contrasentido, si se tiene conocimiento de la mesianidad y de la filiación divina. ¿Cómo concuerdan las dos cosas? Ya era difícil la tarea realizada hasta el presente: reconocer en las señales, palabras y acciones la actuación divina y mesiánica; todavía será más difícil la tarea futura. Así lo muestra inmediatamente después la reacción de Pedro.

22 Pedro, llevándoselo aparte, se puso a reprenderlo, diciéndole: ¡Dios te libre, Señor! No te sucederá tal cosa. 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: Quítate de mi presencia, Satán; eres un escándalo para mí, porque no piensas a lo divino, sino a lo humano.

No contradice a lo precedente que Pedro aquí proteste tan enérgicamente y que sea reprendido todavía con más energía. Se trata de este nuevo grado de inteligencia, en el que se tiene que volver a empezar completamente por abajo y desde el principio. Eso debe expresarse por medio de la brusquedad de las expresiones. ¡Jamás, por ningún precio debe suceder algo semejante!, dice Pedro. Es el Mesías y el Hijo del Dios viviente, y ¿le ha de matar el sanedrín? Eso es inconcebible y no puede suceder. Así pensamos todos nosotros, si somos sinceros. Aquí está el escándalo, la necedad de la cruz, como dice san Pablo (1Co 1:23). Jesús tiene que volverse contra Pedro. Es un pequeño pormenor, quizás intencionado. No es una conversación cara a cara ni frente a frente sino que ambos se dan mutuamente las espaldas. La pregunta y la contestación muestran esta distancia, los interlocutores están separados y piensan en distintos planos. Las palabras de Jesús suenan con una dureza increíble. Quítate de mi presencia, Satán; eres un tropiezo para mí. El tropiezo ocurre siempre en los límites, allí donde lo divino hace irrupción en lo humano. Si el hombre no se aparta de sí mismo y se queda en sus pensamientos, está separado de los pensamientos de Dios. Si el hombre se abre al malo, a Satán, el abismo se vuelve insuperable. Apártate de mí, ha dicho Jesús al seductor (cf. 4,10). Es la misma impugnación pero en un plano superior. Así como la tentación en el desierto está al principio de la actividad mesiánica, así esta conversación está al comienzo del camino de la pasión. No es fortuito, sino intencionado que Pedro sea el portavoz. No puede mostrarse con más vigor cómo los pensamientos de Dios están muy por encima de los pensamientos de los hombres, así como el cielo se aboveda muy por en cima de la tierra. «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos» (Isa 55:8). Pedro y todos nosotros tenemos que empezar desde el principio y totalmente por abajo, para comprender fatigosamente algo de los pensamientos de Dios. Pero el Señor también es el guía para lograr esta comprensión, desde ahora en adelante somos instruidos y se nos introduce gradualmente en el misterio. Ya las próximas palabras hablan de él.

c) El seguimiento de Cristo (Mt/16/24-28).

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame.

Jesús había llamado en particular a los discípulos con la orden: «Sígueme.» En esta palabras se fundó la solidaridad, la unión personal de los discípulos con él. En el sentido literal los discípulos le habían seguido a donde él iba, y habían compartido su vida. Este seguimiento exterior, la acción de ir literalmente en pos de él tiene que convertirse en seguimiento interior. El seguimiento interior requiere otras condiciones distintas del abandono de casa y hogar, familia y profesión. Es el estado del alma dispuesta para sufrir la pasión. Sólo entonces el seguimiento pasa a ser seguimiento en sentido propio, y se llega a ser verdadero discípulo.

Negarse a sí mismo significa no conocerse ya en cierto modo a sí mismo, renunciar a sí mismo. No es una renuncia con resignación, cansancio de vivir o con indiferencia, dado que en la propia vida ya no se encuentra ningún sentido, sino como libre acción dirigida hacia un objetivo, como renuncia de algo que tiene menos valor para lograr una cosa más elevada, tal como Jesús ha renunciado a sí mismo. Porque él «siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios, sino que se despojó a sí mismo, tomando condición de esclavo… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2:6-8).

La segunda condición es cargar con la cruz. Esta es una expresión para indicar que se está dispuesto a morir. El condenado tenía que llevar su cruz hasta el sitio de la ejecución. El que coge el madero y lo pone sobre sus hombros, ha aceptado su destino. Sabe que está condenado y que terminará en este madero. En esta expresión el tono principal está en la decisión, en la acción resuelta de coger el madero. El verdadero discípulo tiene que estar dispuesto a esta acción, si quiere seguir a su Maestro. Dado que es un modismo, no tiene que aludirse necesariamente a la disposición para sufrir la muerte física. La verdadera decisión que importa tomar, es la misma que en la negación de sí mismo. Las dos expresiones se complementan mutuamente y se refieren a lo mismo: la firme voluntad y resolución de renunciar a sí mismo y desasirse de sí, posiblemente -si tal fuera la voluntad de Dios- hasta la muerte real, hasta la renuncia de la vida corporal ¡Qué norma para seguir a Jesús!

25 Pues quien quiera poner a salvo su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.

Se eligen dos nuevos vocablos opuestos entre sí, para expresar el mismo pensamiento: poner a salvo y perder. En último término se trata de las dos acciones, o de conservar, recoger y asegurar definitivamente la vida, o de perder; de la completa destrucción, de la vaciedad y falta de sentido. El hombre tiene ante sí las dos posibilidades. Uno de los caminos es el que conduce a la vida, y el otro el que conduce a la perdición (cf. 7,13s). Las palabras de Jesús suenan a modo de paradoja y difícilmente calan en nuestra vida. Aquí se habla desde un plano distinto y con una lógica distinta de la humana. Todos aspiran a poner a salvo su vida, a conservarla. Quien así procede, dice Jesús, en realidad la perderá. Consigue lo contrario de lo que quiere. Y viceversa, consigue la vida el que la había perdido, es decir el que había renunciado a ella. ¿Es un trueque misterioso? La verdad de estas palabras se muestra solamente a quien intenta vivir de ellas. Los discípulos ya las han oído antes en la gran instrucción dirigida a ellos (10,39). Aquí, en la nueva situación del camino de Jesús, se exige un nuevo grado de ejecución. Lo que allí estaba en el fragmento didáctico acerca de los discípulos, tiene que hacerse aquí en el camino hacia Jerusalén. La vida de todo discípulo conoce estos diferentes grados. A un conocimiento más profundo corresponde una exigencia superior en la vida, así como a la inversa una realización más profunda ofrece nueva comprensión.

26 Porque ¿qué provecho sacará un hombre con ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué dará un hombre a cambio de su vida?

¿Qué es lo que propiamente interesa? Tener la verdadera vida y no ser víctimas de la muerte, salvarse y no ser castigado eternamente. En relación con este objetivo de la vida humana todos los demás objetivos son de segundo orden. Más aún, si alguien pudiera llamar suyo al «mundo entero», no sacaría ningún provecho, si su vida quedara perdida. En la sentencia del juicio el hombre no puede sustituir la vida con nada como contrapeso ni pagar nada como precio de ella. No se trata del «alma» en oposición al cuerpo. El Antiguo Testamento y los contemporáneos de Jesús ven juntos el alma y el cuerpo. Hacen distinción entre el ser humano vivo o muerto. Lo que otorga valor al hombre, lo que le hace hombre, es la vida. Pero al concepto de vida contradice la realidad de la muerte. El hombre anhela tener siempre la vida, vivir eternamente. Eso ocurre por el poder y la misericordia de Dios. Dios puede asegurar la vida del hombre, incluso más allá de la muerte, otorgándosela de nuevo. Este versículo apunta a esta vida eterna, que procede de Dios y es revelación de su amor. Si el hombre se ha hecho indigno de esta vida, de ningún modo la puede conseguir. Es el bien más excelso, no se puede contrapesar con nada. Nuestro anhelo debe estar dirigido a conseguir esta verdadera vida. Jesús ha desechado todos los reinos del mundo «con su esplendor» (cf. 4,8), obedeciendo a Dios hasta la renuncia de su vida terrena.

27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno conforme a su conducta. 28 Os lo aseguro: Hay algunos de los aquí presentes que no experimentarán la muerte sin que vean al Hijo del hombre venir en su reino.

En el juicio se decide acerca de cada cual si obtiene la vida. El Hijo del hombre vendrá a juzgar en la gloria de su Padre. Sólo el creyente sabe que Jesús habla de sí mismo. ¿No podría ser otro el Hijo del hombre? ¿Cómo se debe pensar en su venida, cuando él ya está presente, y por cierto, como se dice a menudo con la misma expresión, «ha venido» (por ejemplo 9,13b)? La plenitud del tiempo ¿no sería aún la plenitud total que contiene la obra del Mesías, la definitiva manifestación de Dios en el mundo? Jesús habla con deliberación de una manera velada. Toca un ulterior misterio del orden de la salvación. Aquí es poco lo que llegamos a conocer sobre este misterio y tenemos que esperar hasta el capítulo 24. En este pasaje las palabras deben ayudar a comprender la pasión del discípulo. Recuerdan el juicio del cuaI tienen conocimiento todos los judíos creyentes. Allí se recompensa según el valor de cada uno. Se da la sentencia según como se haya vivido. Los unos alcanzan la vida, los otros incurren en la perdición. La obra o el hecho que puede llevarse a cabo con la mayor seguridad de la vida es la renuncia a la propia vida por amor de Jesús (cf. 16,25).

Es especialmente difícil de entender la segunda afirmación de Jesús. Dice que algunos de los que están aquí, es decir, de los presentes, no morirán hasta que vean venir al Hijo del hombre en su reino. La comprensión nos resultaría más fácil, si no se dijera que el Hijo del hombre viene. Entonces podríamos traducir «en su gloria real», y podríamos pensar en el tiempo posterior a la resurrección, cuando Jesús estará revestido de la gloria de Dios. Pero la venida se refiere a una única venida, la misma de la que se acaba de hablar, o sea la venida para el juicio (16,27). Estas palabras no logramos descifrarlas. Como 10,23 contienen la idea de que la conclusión de la historia está cerca y hay que esperarla pronto. Algunos contemporáneos la presenciarán, así como san Pablo al principio también pensaba que podría presenciar personalmente la segunda venida de Cristo (Cf. 1Te 4:15; 1Co 15:51; etc.). El Evangelio contiene misterios que no comprendemos. San Mateo respeta las palabras en su tenor, porque habían sido transmitidas. Es tan leal y fiel que no suprime nada ni da ninguna interpretación nueva. ¿O es que acaso contiene realmente el recuerdo de un tiempo en que el mismo Jesús creía que el reino consumado de Dios sobrevendría en breve, sería implantado por él en su calidad de Hijo del hombre? «En cuanto al día aquel y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre sólo» (1Co 24:36). Incluso estas palabras del Evangelio han de tomarse en serio. No podemos decir con seguridad si el mismo Jesús pensaba tal como indican las palabras de la llegada del Hijo del hombre (1Co 16:28). ¿Habría, pues, Dios llevado al Mesías despacio y gradualmente al conocimiento de su plan por medio del gran modelo del siervo paciente de Dios en el libro de Isaías, por medio de la creciente hostilidad de los jefes del pueblo y por medio de la exigua fe del pueblo? Jesús como verdadero hombre también tuvo que aprender de una manera humana y le tuvo que ser posible crecer en «sabiduría y estatura» (Luc 2:52). ¿Quizás para él sólo más tarde ha resplandecido la cruz como «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1Co 1:24)?

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Mat 12:38; (ver Jua 6:30; 1Co 1:22); Mat 19:3; Mat 22:15; Mat 22:34-35.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Los fariseos y los saduceos (ver Mar. 8:11-21; cf. Luc. 11:16; 12:1, 54-56). Durante una breve vuelta al territorio judío, Jesús se encontró otra vez con la oposición oficial. En cuanto al pedido de una señal del cielo y la negación de todas excepto la señal de Jonás véase más arriba sobre 12:38-42. El contraste entre el escepticismo judío y la respuesta entusiasta de la multitud gentil es notable.

Los que hacían las preguntas eran una combinación extraña de fariseos y saduceos. Los puntos de vista teológicos y normas de estos grupos eran radicalmente diferentes entre sí, pero tenían que cooperar como miembros de la corte suprema judía, el Sanedrín. Esta combinación de partidos en oposición a Jesús llegaría a conocerse claramente más adelante (ver sobre 16:21), pero ya estaba lo suficientemente marcado como para que Jesús haya comentado sobre los dos grupos como una oposición unida en los vv. 15-21.

Aunque Jesús anteriormente había usado la levadura como símbolo de crecimiento del reino de Dios (13:33), era también una metáfora del poder del mal para extender su influencia (1 Cor. 5:6-8; Gál. 5:9). Aquí la petición de una señal indicaba una resistencia insidiosa a la misión de Jesús, y éste no quería que sus discípulos fueran contagiados con el escepticismo de sus opositores.

Los pensamientos de los discípulos, sin embargo, estaban fijos sobre cosas más materiales, ¡ellos pensaban que hablaba acerca de pan propiamente! Tener esta clase de interés era señal de poca fe (cf. 6:25-34), especialmente ya que sus propios ojos habían sido testigos de cómo Jesús podía suplir sus necesidades físicas.

Notas. 2, 3 El pasaje acerca de las señales del clima no aparece en muchos de los primeros textos, y puede haber sido un agregado posterior basado en Luc. 12:54-56.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

16.1 Los fariseos y saduceos eran líderes religiosos judíos de dos diferentes partidos y sus puntos de vista eran diametralmente opuestos en muchos aspectos. Los fariseos seguían con cuidado sus normas y tradiciones religiosas, creyendo que ese era el camino a Dios. También creían en la autoridad de todas las Escrituras y en la resurrección. Los saduceos sólo aceptaban los libros de Moisés como Escrituras y no creían en la vida después de la muerte. En Jesús, sin embargo, los dos grupos tenían un enemigo común y unieron fuerzas para darle muerte. Si desea mayor información ellos, véase la información en Mateo 3 y Marcos 2.16.1 Los fariseos y saduceos demandaban señales en el cielo. Intentaban explicar los milagros de Jesús como experta manipulación, casualidad o uso de poderes malignos, pero creían que sólo Dios podría hacer señales en los cielos. Estaban seguros que esa sería una proeza que Jesús no podría realizar. A pesar de que Jesús pudo impresionarlos con facilidad, no quiso hacerlo. Sabía que ni un milagro en el cielo lograría convencerlos de que era el Mesías. Ya de antemano habían decidido no creer en El.16.4 En respuesta a la demanda de una señal del cielo, alguna acción milagrosa que probara su autoridad divina, Jesús respondió que no le será dada, sino la señal de Jonás. En Luk 11:29-32, se dice que así como Jonás había sido señal de destrucción para la gente de Nínive si no se arrepentían, el Hijo del Hombre era señal a su generación. En Mat 12:39-40, la señal de Jonás se explica como referencia a los días y noches que Cristo pasó en la tumba. En Mar 8:11-13, Jesús se niega a dar señal alguna (no se dará señal a esta generación).16.4 Mucha gente, como estos líderes judíos, quieren ver un milagro para creer. Pero Jesús sabía que los milagros no los convencerían. Jesús había sanado, resucitado personas y alimentado a miles, y todavía demandaban que probara su identidad. ¿Duda usted de Jesús porque no ha visto un milagro? ¿Espera que Jesús le dé pruebas de su identidad para creer en El? Jesús dice: «¡Bienaventurados los que no vieron, y creyeron!» (Joh 20:29). Tenemos registrados todos los milagros en el Antiguo y Nuevo Testamento, dos mil años de historia de la Iglesia y el testimonio de miles. Con toda esta evidencia, los que no creen son orgullosos o tercos. ¡Si usted da un simple paso de fe y cree, empezará a notar los milagros que tienen lugar en su propia vida!16.12 La levadura se usa para hacer crecer la masa de pan. Con sólo una pequeña cantidad de la misma se leuda la totalidad de la masa. Jesús usó la levadura como ejemplo de cómo una pequeña cantidad de maldad puede afectar a una multitud. Las enseñanzas erróneas de los fariseos y saduceos desviaban a muchas personas. Tenga cuidado con decir: «¿Cómo puede esta falta insignificante afectar a alguien?»16.13 Cesarea de Filipo se hallaba varios kilómetros al norte del Mar de Galilea, en el territorio gobernado por el tetrarca Felipe. La influencia de las culturas griega y romana se notaba por todas partes, y los templos e ídolos romanos abundaban por doquier. Cuando Felipe llegó al poder, reconstruyó y renombró la ciudad en honor del emperador (César) y él mismo. La ciudad primero se llamó Cesarea, como la capital del territorio de su hermano Herodes.VIAJE A CESAREA DE FILIPO : Jesús dejó Magdala, cruzó el lago, y arribó a Betsaida. Allí sanó a un hombre que había nacido ciego. A continuación, El y sus discípulos fueron a Cesarea de Filipo donde Pedro confesó que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios.16.13-17 Los discípulos contestaron la pregunta de Jesús desde el punto de vista común de la gente: que Jesús era uno de los grandes profetas que había resucitado. Esta creencia pudo haber tenido su raíz en Deu 18:18, donde dice que Dios iba a levantar un profeta de entre la gente. (El perfil de Juan el Bautista se halla en Juan 1; el de Elías está en 1 Reyes 18 y el de Jeremías en Jeremías 1.) Pedro, sin embargo, confesó que Jesús era divino y el prometido y tan esperado Mesías. Si Jesús le hubiera hecho la misma pregunta, ¿qué hubiera usted respondido? ¿Es El su Señor y Mesías?16.18 La roca sobre la cual Jesús construiría su Iglesia pudiera ser una alusión a (1) Jesús mismo (su obra de salvación al morir por nosotros en la cruz); (2) a Pedro (el primer gran líder de la iglesia en Jerusalén); (3) la confesión de fe que Pedro hizo y que todos los verdaderos creyentes posteriores deberían hacer. Lo más probable es que la roca se refiera a Pedro como líder de la Iglesia (por su función y no necesariamente por su carácter). Así como Pedro había revelado la verdadera identidad de Cristo, Jesús revelaba la identidad y el rol de Pedro. Pedro más tarde recuerda a los cristianos que son la Iglesia construida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas con Jesucristo como la piedra angular (1Pe 2:4-6). Todos los cristianos se unen en la Iglesia por la fe en Cristo Jesús como Salvador, tal como Pedro lo expresa aquí (véase también Eph 2:20-21). Jesús alabó a Pedro por su confesión de fe. Es fe, como la de Pedro, la que viene a ser el fundamento del Reino de Dios.16.19 Este versículo ha sido motivo de discusión por siglos. Algunos dicen que las llaves significan la autoridad que se requiere para llevar a cabo la disciplina, la legislación y la administración en la Iglesia (18.15-18), mientras otros aseveran que las llaves dan la autoridad para anunciar el perdón de los pecados (Joh 20:23). Otros aún manifiestan que las llaves pueden entenderse como la oportunidad de traer gente al reino de los cielos por medio de la presentación del mensaje de salvación que se encuentra en la Palabra de Dios (Act 15:7-9). Los líderes religiosos pensaban que tenían las llaves del Reino e intentaron excluir a algunos. No podemos abrir o cerrar el reino de los cielos para otros, pero Dios nos usa para ayudarles a encontrar la puerta de entrada. Para todos los que creen en Cristo y obedecen sus palabras, las puertas del Reino están totalmente abiertas.16.20 Jesús pidió a los discípulos que no dieran a conocer la confesión de Pedro, porque estos no habían entendido por completo el tipo de Mesías que era. Jesús no era un paladín militar, sino un siervo sufriente. Primero debían tener un pleno conocimiento de Jesús y de su misión como discípulos antes de darlo a conocer a otros en una manera que no originara una rebelión. Les iba a estar costando muchísimo trabajo entender la razón de su venida hasta que su misión terrenal terminara.16.21 «Desde entonces» marca un punto decisivo. En 4.17 señala el anuncio de Jesús acerca del reino de los cielos. Aquí se refiere a su nuevo énfasis sobre su muerte y resurrección. Sin embargo, los discípulos no captaron el verdadero propósito de Jesús por causa de las ideas preconcebidas que tenían del Mesías. Esta es la primera de tres veces en que Jesús predijo su muerte (véase en 17.22, 23; 20.18 las restantes).16.21-28 Este pasaje corresponde a las profecías de Daniel: el Mesías sería quitado (Dan 9:26); vendría un período de crisis (Dan 9:27); y luego el Rey vendría en gloria (Dan 7:13-14). Los discípulos enfrentarían el mismo sufrimiento de su Rey y, como El, serían premiados al final.16.22 Pedro, amigo de Jesús y seguidor devoto, el que acababa de proclamar en forma elocuente su identidad verdadera, procuró protegerlo del sufrimiento que profetizó. Pero si Jesús no hubiese sufrido y muerto, Pedro (y nosotros) hubiese muerto en sus pecados. Los que nos aman y buscan protegernos pueden presentarnos tentaciones grandes. Tenga cuidado con el consejo del amigo que le dice: «Te aseguro que Dios no quiere que hagas frente a esto». Con frecuencia nuestras tentaciones más difíciles vienen de parte de aquellos que sólo procuran protegernos de dificultades.16.23 El mismo mensaje que Jesús oyó en las tentaciones del desierto (que no tendría que morir, 4.6) las escucha ahora de Pedro. Este acababa de reconocer a Jesús como el Mesías; ahora, sin embargo, desecha la perspectiva de Dios y evalúa la situación desde el aspecto humano. Satanás siempre intenta que pongamos a Dios a un lado. Jesús reprendió a Pedro por esta actitud.16.24 Cuando Jesús usó esta figura de sus seguidores, «tome su cruz, y sígame», los discípulos sabían lo que significaba. La crucifixión era un método romano común de ejecución y los criminales condenados tenían que llevar su cruz por las calles rumbo al sitio donde cumplían su sentencia. Seguir a Jesús, por lo tanto, implica una entrega verdadera, con riesgo de muerte y sin posibilidad de retroceso (véase 10.39).16.25 La posibilidad de perder la vida era muy real tanto para los discípulos como para Jesús. El discipulado verdadero implica compromiso real y arriesgar toda nuestra existencia a su servicio. Si uno trata de librar su vida física de la muerte, el dolor o la incomodidad, puede terminar arriesgando la vida eterna. Si nos protegemos del dolor, empezamos a morir en lo espiritual y emotivo. Nuestra vida se reenfoca en sí misma y perdemos nuestros propósito. En cambio, cuando damos nuestra vida en servicio a Cristo descubrimos el verdadero propósito de la vida.16.26 Cuando no conocemos a Cristo, tomamos decisiones con la idea de que esta vida es todo lo que tenemos. En realidad, esta vida es sólo la introducción a la eternidad. La forma cómo vivimos este breve lapso, no obstante, determina nuestro estado eterno. Lo que acumulemos en la tierra no vale en la obtención de la vida eterna. Aun los honores sociales o cívicos más elevados no pueden hacernos ganar la vida eterna. Evalúe todo lo que sucede desde una perspectiva eterna.16.27 Jesús tiene poder para juzgar toda la tierra (Rom 14:9-11; Phi 2:9-11). No obstante de que su juicio ya está manifestándose en nuestra vida, habrá un juicio final cuando Cristo vuelva (Phi 25:31-46) y la vida de cada uno será examinada y evaluada. Esto no se confinará a los incrédulos: los cristianos también serán juzgados. Su destino eterno es seguro, pero Jesús analizará la forma como se emplearon los dones, oportunidades y responsabilidades, a fin de determinar recompensas celestiales. En el juicio, Dios salvará a los rectos y condenará a los que no lo son. No debiéramos poner en tela de juicio la salvación de otros; eso le corresponde a Dios.16.28 Tomando en cuenta que todos los discípulos murieron antes del regreso de Cristo, muchos creen que las palabras de Jesús aquí se cumplieron en la transfiguración cuando Pedro, Santiago y Juan vieron su gloria (17.1-3). Otros manifiestan que se refiere al Pentecostés (Hechos 2) y al comienzo de la Iglesia. En uno y otro caso, ciertos discípulos fueron testigos del poder y la gloria del reino de Cristo.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 744 Mat 12:38

b 745 Mar 8:11; Luc 11:16; 1Co 1:22

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

fariseos…saduceos. Véase coment. en 3:7.

pidieron…una señal. Jesús ya había comprobado su divinidad con varios milagros, y es probable que los fariseos y saduceos oyeran de la alimentación de los 4,000 (15:36); pero pidieron que hiciera un milagro para ellos porque se consideraban ser los jueces finales de que sí había ocurrido un milagro de parte de Dios.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Véase la nota 38 (1) del cap. 12. Así también en los versículos siguientes.

1 (a) vs.1-12: Mar_8:11-21

1 (b) Mat_22:18 , Mat_22:35 ; Luc_11:16 ; Jua_8:6

1 (C) Mat_12:38 ; 1Co_1:22

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

103 (J) La petición de un signo (16,1-4) . Cf. Mc 8,11-13; Lc 12,54-56. Hay también un paralelo interno en Mt 12,38-39. Desde la crítica textual, no hay seguridad sobre la lec­tura de los vv. 2-3. Sólo el primero y último versículo son paralelos de Mc 8,11-12. Mateo parece haber mezclado aquí diferentes fuen­tes. Son dichos de advertencia o amenaza. 1. fariseos y saduceos: Es una extraña combina­ción de dos partidos hostiles que no se en­cuentra en las fuentes de Mateo. Los saduceos habían dejado de existir en los días de Mateo. Los dos nombres juntos simbolizan el lideraz­go judío en oposición a Jesús, un signo: Véase el comentario sobre 12,38: cf. 1 Cor 1,22: «los judíos piden un signo». 2. buen tiempo: El dis­cernimiento agrícola sobre el clima debería conducir o ser un modelo para el discerni­miento sobre la acción de Dios en la historia a través de su agente Jesús, pero, de hecho, no lo es. 3. los signos de los tiempos: Dios ofrece in­dicios de su voluntad en cada época, y los cre­yentes deben estar atentos a ellos. El dicho es una invitación a la hermenéutica de la historia y, como tal, un desafío permanente para la Iglesia. 4. el signo de Jonás: Referencia crucial mateana (a 12,39), añadida a la fuente marca­na; el signo es, probablemente, el ministerio de Jesús (véase comentario sobre 12,39).

104 (K) La levadura de los fariseos y saduceos (16,5-12). Cf. Mc 8,14-21. Como ocurre en el dicho anterior, Mateo de nuevo mezcla sus fuentes, eliminando en su redac­ción lo que considera una excesiva dureza de Marcos en el asunto de la falta de compren­sión de los discípulos, y añadiendo el v. 12 pa­ra polemizar contra sus rivales de Yamnia. En todas las versiones del Evangelio se trata de advertencias. Mateo advierte contra la falsa enseñanza. Lucas contra la hipocresía. El nú­cleo original de Marcos parece ser la preocu­pación por la comensalía común entre judíos y gentiles, en donde «un solo pan» sería sufi­ciente (así N. A. Beck, CBQ 43 [1981] 49-56). 6. levadura de los fariseos y saduceos: Sobre la levadura como símbolo de la corrupción, véa­se el comentario a 13,33. Sobre los dos parti­dos, véase el comentario sobre el v. 1. 9. ¿no entendéis?: Mateo abrevia el texto marcano, porque en el v. 12 afirmará que los discípulos realmente comprenden. 12. ellos comprendie­ron: Para Mateo, un buen discípulo es aquel que comprende y permanece fiel a la enseñan­za de Jesús, en cuanto opuesta a la del rabinato emergente y también a toda nostalgia por el templo, representado por los saduceos.

105 (L) La confesión de Pedro (16,13-20). Cf. Mc 8,27-30; Lc 9,18-21. Esta unidad constituye la cima del evangelio de Marcos, junto con 8,31-9,13. Mateo añade los vv. 16b-19, que vienen a ser un famoso complemento eclesiológico a la confesión de Pedro. 13-16. Sobre estos versículos, que contienen la im­portante confesión de fe de Pedro en Jesús, véase el comentario sobre Mc 8,27-30 (-Mc, 41:55). Pero tengamos en cuenta los siguientes elementos característicos de Mateo. 13. el Hi­jo del hombre: Sustituye al pronombre «yo» que encontramos en Marcos. Mateo ha here­dado de Q la identificación del Jesús terreno con el Hijo del hombre (cf. Dn 7,13). 14. Jere­mías: Mateo menciona a este profeta porque, por su rechazo y sufrimiento, anunciaba el re­chazo y sufrimiento del Mesías (M. J. J. Menken, ETL 60 [1984] 5-24). 16. el Hijo del Dios vivo: Mateo añade esta frase (cf. 14,33) al es­cueto «el Cristo» que hallamos en Marcos, in­terpretándolo en el sentido de la consciencia de filiación exclusiva de Jesús (11,27). Al invo­car la relación Padre-Hijo, Mateo aleja nuestra atención de las connotaciones político-militares del título «mesías». 17-19. La versión marcana no presenta una respuesta satisfactoria de Jesús a la confesión de Pedro, sino sola­mente un mandato de silencio. Mateo intenta dar una respuesta que procede, probablemen­te, de una fuente anterior. Desde el punto de vista de su forma literaria, el v. 17 es un macarismo, mientras que los vv. 18.19 podrían con­siderarse como una leyenda etiológica que explica el cambio de nombre de Pedro. Con­juntamente, los vv. 17-19 ofrecen un relato del fundamento de la autoridad pospascual en la Iglesia y del encargo del liderazgo. 17. te lo ha revelado: Posiblemente contra la afirmación de Pablo en Gál 1,15.16 (J. Dupont, RSR 52 [1964] 411-20). 18. piedra: Juego de palabras con el nombre de Pedro (Petros, petra): en arameo ambos se dicen képa (cf. Is 28,14-22; 51,1.2; 1QH 3,13-18; 6,:25-27; cf. J. A. Fitzmyer, TAG 112-24). Iglesia: El término ekklésia se en­cuentra solamente aquí y en 18,17 en los cua­tros evangelios. Se refiere a la asamblea del pueblo de Dios. Las puertas del infierno: cf. Is 38,10; Job 38,17; Sal 9,14; Sab 16,13. 19. lla­ves: Is 22,22.23: Job 12,14; 1 Hen 1-16 (G. W. E. Nickelsburg, JBL 100 [1981] 575-600). rei­no: Mateo relaciona aquí a la Iglesia con el reino: la Iglesia es una disposición interina que media la salvación en el tiempo entre el ministerio terreno de Jesús y la futura llegada del reino, será atado: Este verbo y su paralelo «será desatado» son pasivos teológicos (ZBG § 236); Dios atará y desatará lo que Pedro ate y desate. Este versículo da una enorme autori­dad a Pedro. ¿Cuál es la naturaleza de esta au­toridad? Atar y desatar son términos técnicos rabínicos que pueden referirse a atar al diablo en un exorcismo (R. H. Hiers, JBL 104 [1985] 233-50), a los actos jurídicos de excomunión o de la toma de una decisión definitiva (una forma de enseñanza a través de la legislación en el ámbito político). Cf. J. Jeremias, TDNT 3.744-53. La autoridad de atar y desatar se da a los discípulos en 18,18, pero es solamente a Pedro a quien se concede la revelación, la función de roca-fundamento (Ef 2,20) y, espe­cialmente, las llaves. En EvTom 12, la función clave se concede a Santiago, el dirigente de los judeocristianos. Para los cristianos genti­les, el candidato preferido habría sido Pablo. Pedro representa de este modo un compromi­so que puede sostener, en difícil síntesis, las dos tendencias de la Iglesia primitiva. Mateo muestra aquí su buen sentido ecuménico. Pue­de también estar implícito el recuerdo históri­co de la función de Pedro como portavoz de los discípulos durante el ministerio de Jesús. En su conjunto, los vv. 17-19 representan una mezcla de imágenes poéticas del AT y de legis­lación institucional. Tal combinación no es ra­ra en la literatura rabínica, pero aquí adquiere una notable densidad. 20. que él era el Cristo: Mateo resume la principal revelación al final, para unificar todo el conjunto. Véase además PNT 83-107.

106 (M) Primera predicción de la pa­sión y dichos sobre el discipulado (16,21-28) . Cf. Mc 8,31-9,1; Lc 9,22-27. Las otras dos predicciones se harán en 17,22-23; 20,17-19; cf. 26,1-2. 21. desde entonces: Con esta frase, Ma­teo, a diferencia de Marcos, separa la predic­ción de la pasión de la confesión. Jerusalén: Ciu­dad donde mueren los profetas (23,29-39). ancianos, jefes de los sacerdotes, escribas: Estos tres grupos de dirigentes componen el sanedrín; los ancianos eran dirigentes laicos. Notemos que no se menciona a los fariseos, el día tercero: Alusión a Os 6,2. Es improbable que Jesús ha­blase en términos tan precisos de su destino (aunque no dice nada sobre la crucifixión y los gentiles). En este sentido, es una profecía ex eventu. Pero sí es altamente probable que Jesús reflexionara sobre su futura muerte a manos de las autoridades y sobre el significado que ten­dría en el plan salvífico de Dios (H. Schürmann, Jesu ureigener Tod [Friburgo 1975]). 22. repren­der: Pedro quiere únicamente una teología de la gracia y de la gloria, es decir, separar a Cris­to de su cruz. 23. Satanás: A esta dura apela­ción añade Mateo «eres para mí un obstáculo», que resulta claramente irónico tras 16,18. 24-28. Cf. paralelos en 10,38-39.33. Los cinco di­chos se dirigen solamente a los discípulos. Los tres primeros, sobre el coste del discipulado, pueden entenderse como un comentario sobre el gran mandamiento de amar a Dios con el corazón, el alma y la fuerza (Dt 6,5; véase co­mentario sobre Mt 4,1-11). 24. La abnegación significa someterse a la voluntad de Dios, car­gue con su cruz: No se refiere a la crucifixión de Jesús. En la antigüedad era común ejecutar de esta forma tan horrible a la gente, por lo que la cruz se convirtió en un término proverbial para expresar el sufrimiento y el dolor. 25. sal­var su alma (vida): Evitando el martirio. 26.ga­nar el mundo entero: Es decir, adquirir gran riqueza. Resulta sorprendente la transferencia del mandamiento del amor a Dios al man­damiento del amor (seguimiento) a Jesús. Los dichos expresan una verdad psicológica pro­funda: la felicidad esquiva a quienes la buscan directamente en lugar de buscar primero la vo­luntad de Dios, es decir, lo que es justo. 27-28. Los dos últimos dichos implican una represen­tación apocalíptica de la recompensa del disci­pulado. El Hijo del hombre actúa como juez y el reino es suyo. 27. recompensar: Alusión al Sal 62,13. 28. no gustará la muerte: El marco temporal es incorrecto si se refiere a la llegada del reino en plenitud (cf. Mc 13,32). Pero algu­nos han visto el cumplimiento de la promesa en la transfiguración (17,1-9, que se describe como visión en el v. 9).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Nuestro Señor se vio otra vez víctima del incesante encono de los fariseos y saduceos. Por lo general esas dos sectas estaban enemistadas entre sí; mas se unían para perseguir á Jesucristo. Aquella era una liga impía. Sin embargo lo mismo se observa con mucha frecuencia en nuestros días. Hombres de las opiniones más divergentes convienen en su repugnancia por el Evangelio, y obran de consuno á fin de oponerse á su progreso. «Nada hay nuevo debajo del sol.» Ecl. 1.9.
Lo primero que en este pasaje merece atención especial, es que nuestro Señor repitió palabras que, ya había empleado en otra ocasión. Fueron estas: » La generación mala y adulterina demanda señal; mas señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta.» Si volvemos al versículo 39 del capítulo 12 de este Evangelio, encontraremos allí las mismas palabras.
A algunos les parecerá dicha repetición un asunto insignificante, que á nada conduce. Mas, viéndolo bien, no es así, por cuanto aclara una cuestión que ha confundido á muchos de los que sinceramente veneran la Biblia.
La repetición demuestra que nuestro Señor acostumbraba decir las mismas palabras más de una vez. Es evidente á todas luces, que solía presentar la misma verdad repetidas veces, á fin de imprimirla marcadamente en la mente de sus discípulos, sabiendo como sabia que, en lo que respecta á las cosas espirituales, la memoria del hombre es sumamente débil.
Ahora bien, ¿qué se desprende de todo esto? Se desprende que no debemos afanarnos tanto como lo hacen algunos por armonizar las narraciones contenidas en los cuatro Evangelios. No puede probarse que los dichos que se encuentran en San Mateo y San Lucas, por ejemplo, fueran pronunciados en la misma ocasión, ó que los sucesos con que están ligados fueran necesariamente idénticos. San Mateo puede haber descrito un suceso y San Lucas otro; y sin embargo las palabras que nuestro Señor empleaba pueden haber sido las mismas. El empeñarse en probar que ambos sucesos son uno solo, porque las palabras son idénticas, ha enmarañado á los que estudian la Biblia en grandes dificultades.
El segundo punto que llama la atención, es la amonestación que, con motivo de lo que acababa de tener lugar, nuestro Señor dirigió á sus discípulos. Nuestro Señor se había apesarado, sin duda, al percibir las falsas doctrinas que prevalecían en medio de los judíos, y el influjo pernicioso que estaban ejerciendo; y por esa razón aprovechó la oportunidad para hacer una advertencia. «Mirad,» dijo, » y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.» Examinemos detenidamente esas palabras. ¿A quiénes fueron dirigidas? Á los doce apóstoles, á los primeros ministros de la iglesia de Jesucristo, á los hombres que lo habían abandonado todo por el Evangelio. ¡Aun á ellos hubo necesidad de amonestarlos! Los hombres más sanos y rectos no son sino meras criaturas humanas y están expuestos á caer en tentación.
¿Contra qué cosa fue que nuestro Señor previno á sus apóstoles? Contra la doctrina de los fariseos y saduceos. Según se nos dice con frecuencia en los Evangelios, los fariseos eran hipócritas y gazmoños. Los saduceos, por otra parte, eran escépticos, incrédulos y demasiado libres en su modo de pensar. Más aun Pedro, Santiago y Juan tenían que guardarse de su doctrina.
Nuestro Señor se valió de una metáfora para calificar las falsas doctrinas respecto de las cuales previno á sus discípulos: las llamó levadura. Como levadura respecto de la masa, parecían pequeñas comparadas con ese gran todo que se llama la verdad; más, también como esa sustancia, obrarían secreta y silenciosamente hasta cambiar la naturaleza entera de la religión con la cual se las mezclase.
Este asunto merece la seria atención de los cristianos. La advertencia que nuestro Señor hizo ha sido desacatada de una manera indigna. Menester es tener presente que no fue pronunciada tan solo para provecho de la generación de entonces, sino de la iglesia cristiana en todos los siglos, todas las edades. Bueno seria si las amonestaciones que el Evangelio contiene hubieran sido estudiadas tan cuidadosamente como las promesas.

Fuente: Los Evangelios Explicados

señal…Mat 12:38; Luc 11:16.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

B121 El participio πειράζοντες expresa la idea de propósito: con el propósito de probarle.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., tentándole

O, un milagro

Fuente: La Biblia de las Américas

g 12.38; Luc 11:16.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Los fariseos piden otra vez al Señor que haga un milagro, y él les responde lo mismo que antes, capítulo XII, 39. Advierte a sus discípulos que se guarden de su doctrina. San Pedro hace una pública confesión de la divinidad de Jesucristo, y en premio de ella le promete el Señor que sería la piedra fundamental de su Iglesia. Revela el misterio de su muerte, y reprende a Pedro que se le oponía. Exhorta a todos a que tomen su cruz, y le sigan.

4 a. En el Griego se lee: hupokritái, hipócritas; y así los llama también San Lucas (12,56).

b. El estar el cielo rojo, no es causa de serenidad, sino señal; y lo mismo se debe entender en el v. 3. Hipócritas, les dice el Señor, vosotros sabéis conocer por las disposiciones y señales que veis en el cielo, si el tiempo será sereno o tempestuoso; mas aunque tenéis la infalibilidad de las Escrituras, no podéis, ni os permite vuestra malicia discernir las señales y prodigios que os han sido anunciados y prometidos, para entender que se ha cumplido ya el tiempo; que os ha venido ya el Mesías; y que este soy yo mismo. San Jerónimo.

c. En el cap. 12,38 se puede ver otra igual pretensión de los fariseos, y respuesta del Señor.

5 d. Echaron de ver que se habían olvidado. Esto sucedió en el mismo tiempo en que estaban pasando a la otra ribera; y así se debe entender este lugar, como se colige claramente de San Marcos (8,14): Olvidáronse de tomar panes, y no tenían sino un pan consigo en el barco.

6 e. En Mc 8,15 les dice el Señor que se guarden de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. El sentido es el mismo; porque esta era una secta que atribuía a Herodes el Grande las profecías del restablecimiento del reino de Israel, dichas del Mesías: favorecía la dominación de los romanos: mezclaba las supersticiones e idolatrías paganas del judaísmo; y sobre todo abrazaba los errores y profanidad de los saduceos, de quienes eran compañeros inseparables. Esta secta duró aun algunos años después de la muerte de Herodes, siguiendo y enseñando sus máximas, celebrando el día de su nacimiento, y haciendo muchas cosas en honor de su memoria.

7 f. Se ha de suplir o sobrentender aquí: Esto sin duda lo dice, porque no tomamos panes.

12 g. La reprensión que el Señor dio a sus discípulos les abrió los ojos, para que entendiesen que hablaba de la doctrina de los fariseos; la cual siendo en sí corrompida, porque solamente se fundaba en máximas y tradiciones humanas, contrarias a la verdad de las Escrituras, corrompía e inficionaba todo lo que tocaba. En el capítulo 33,2-3, dice Jesucristo a sus discípulos: Los doctores de la ley y los fariseos están sentados sobre la cátedra de Moisés: Observad, pues, y haced todo lo que os dicen; pero no hagáis, según sus obras. Las cuales palabras parecen contrarias a lo que aquí les manda, que se guarden de su doctrina; mas no lo son; porque en aquel lugar enseña, que debían ser creídos, cuando enseñaban la ley de Moisés; pero no imitados, por cuanto ellos no la observaban. Y en el presente declara que estos mismos fariseos habían alterado la ley de Moisés, mezclándola con la perniciosa levadura de sus tradiciones particulares, lo cual era capaz de comunicar a los otros su propia corrupción. Y de esta levadura es, de la que ordena a sus discípulos que se guarden.

h. MS. Del castigamiento.

13 i. Esta ciudad, según San Jerónimo, estaba situada al pie del monte Líbano, junto al nacimiento del Jordán; se llama Cesarea de Filipo, tetrarca de la Iturea o de la Traconitis, e hijo de Herodes el Grande, que la engrandeció, y mudó el nombre de Páneas, que antes tenía, en el de Cesarea, en honor de Tiberio César. Josefo, Antiq. Jud. lib. XVIII, cap. III.

16 j. Como si dijera: Vos sois el Cristo, y el Ungido del Señor por excelencia. Vos sois el verdadero Mesías prometido y deseado después de tantos siglos. Vos sois el Hijo verdadero, y único del Dios viviente. Esta es la célebre confesión que hizo San Pedro en nombre de todos los Apóstoles; y esto explica el artículo que en el texto Griego se junta a cada una de las cuatro palabras: sú éi ho jristós, ho huiós tóu theóu tóu zóntos, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios el vivo. San Juan Crisóstomo.

17 k. Bienaventurado, porque este conocimiento lo has tenido por sola revelación de mi Padre celestial: no la carne, ni la sangre; esto es, no tus padres, ni algún otro hombre te lo ha enseñado ni persuadido, sino sólo mi Padre es el que te lo ha revelado. El nombre Barjona consta de dos dicciones, de las cuales Bar es caldea, y significa hijo, lo mismo que Ben en hebreo; y Jona, por Johhana: Juan.

18 l. Tú eres real y efectivamente una piedra, según el nombre que ya te he dado (Jn 1,42-43): añadiendo al de Simón el de Cefas, que quiere decir piedra, ó Pedro: y sobre la firmeza de esta piedra fabricaré yo mi Iglesia. Por estas palabras, dice San Juan Crisóstomo, le anunciaba, que muchos abrazarían la misma fe que acaba de confesar; y constituyéndole pastor de su Iglesia, le aseguró, que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella; esto es, que aunque todo el poder del infierno se reuniese, no podrían derribarla. Por estas palabras se prueba el primado de San Pedro, y de todos sus sucesores sobre toda la Iglesia.

19 m. Esta es una locución metafórica; y el sentido es éste: Dios solo es el que puede perdonar los pecados, y así te doy esta potestad; y para esto puedes exhortar, corregir y castigar a los rebeldes, usando de toda la autoridad del mismo Dios, para concederles o negarles la absolución, según las reglas del Evangelio, y la luz del Espíritu Santo. Y esto es lo que generalmente se entiende por estos términos figurados, atar y desatar. Y añade el Señor, que todo sería confirmado por él, que es la cabeza suprema de toda la Iglesia, y está en el cielo sentado a la derecha del Padre.

22 n. MS. E compeçol Pedro de estultar.

o. Oyendo esto San Pedro, le tomó aparte: que esto significa el participio proslabómenos, como lo acostumbra hacer un amigo con otro, cuando le quiere advertir alguna cosa importante; y le empezó a reprender, no movido de indignación, sino de afecto; y como quien no tenía corazón para ver padecer a aquel a quien tanto amaba, le dijo: Sea esto lejos de ti. El texto Griego con mayor expresión, híleós soi, kúrie, ten piedad, Señor, de ti, como entienden San Jerónimo y San Agustín.

23 p. Satanás, como dejamos explicado (4,10) significa contrario: y le llama así, porque se oponía a la voluntad del Padre, y a la de Jesucristo, que era redimir al hombre por medio de su pasión y muerte. Se pueden cotejar estas palabras del Señor a San Pedro, con las que le dijo cuando confesó su divinidad; y se verá la diferencia que hay de un hombre dejado en manos de su consejo, a él mismo asistido de la divina gracia.

q. Esto es, huir de padecer y de sufrir ignominias, tormentos y la muerte.

27 r. No se contentó el Señor con reprender a Pedro, sino que quiso enseñar a todos la necesidad que tenían de conformarse con Jesucristo en los trabajos y sufrimientos, si habían de llamarse verdaderos discípulos suyos; y si querían en el día del juicio recibir de su mano el premio y recompensa de sus trabajos.

28 s. Unos intérpretes entienden estas palabras de la transfiguración del Señor. Otros de su gloriosa resurrección, de su ascensión a los cielos, y de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.

Fuente: Notas Bíblicas

[8] Referencia Shem Tov.

[9] Referencia Shem Tov.

[10] Referencia Shem Tov, y Luca/Luc 9:31.

[11] Basado en la comprensión que Pedro tenía sobre Zac 14:16-21.

[12] Referencia Shem Tov.

[1] Referencia Shem Tov.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[20] Pues debía antes padecer la muerte y así entrar en su gloria.[28] Se puede referir a la Transfiguración, la Resurrección, la Ascensión, o la Venida del Espíritu Santo.

Fuente: Notas Torres Amat

* Puesto que la prueba era una tentativa para desacreditar a Jesús, esto también podría traducirse como “vinieron a ponerle una trampa a Jesús.”

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento