Cuando llegó Jesús a las regiones de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos diciendo: —¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
16:13 — Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? — Esta es la pregunta de las edades. ¿Quién es Jesús? 14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista (pura superstición, véase 14:2, notas) ; otros, Elías (Mal 4:5; creían que tal vez Jesús era el precursor del Mesías) ; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. — Algunos libros apócrifos (p. ej., 2Es 2:18; 2Ma 2:4-7) decían que algún profeta vendría antes de llegar el Mesías. 15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? — Esto es lo más importante de todo, porque estos apóstoles serían sus testigos, sus representantes, sus embajadores; por eso, era imprescindible que ellos tuvieran el concepto correcto en cuanto a la identidad de Jesús. Ellos habían estado con El, vivían con El, le escuchaban diariamente en conversaciones privadas como en los discursos públicos; por eso, deberían conocerle. 16 Respondiendo Simón Pedro, Jua 6:68-69, todos dijeron lo mismo) . dijo: Tú eres el Cristo (el Mesías, el “que había de venir”) , el Hijo del Dios viviente — Hch 14:1-28, “15 y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay”. Desde luego, “Hijo de Dios” significa “igual a Dios”, Jua 5:18, porque varios textos dicen que Cristo es Dios (Jua 1:1; Rom 9:5; Tit 2:13; 2Pe 1:1; 1Jn 5:20); por eso, si Cristo es Dios y también es Hijo de Dios, entonces Hijo de Dios tiene que significar lo mismo que Dios; Jua 10:1-42, “33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios ”; Heb 1:1-14, “3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”; Col 2:1-23, “9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Natanael, Jua 1:1-51, “49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”; Jua 4:1-54, “41 sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”; Jua 11:1-57, “27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”; Hch 8:1-40, “36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Véanse 10:32,33; Rom 10:10.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
viniendo Jesús. Mat 15:21; Hch 10:38.
a la región de Cesarea de Filipo. Mar 8:27.
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Mat 8:20; Mat 9:6; Mat 12:8, Mat 12:32, Mat 12:40; Mat 13:37, Mat 13:41; Mat 25:31; Dan 7:13; Mar 8:38; Mar 10:45; Luc 9:18; Jua 1:51; Jua 3:14; Jua 5:27; Jua 12:34; Hch 7:56; Heb 2:14-18.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Cesarea de Filipos estaba ubicada al norte del Mar de Galilea, en la pendiente sur occidental del Monte Hermón. El lugar había sido asociado por largo tiempo con la adoración de ídolos. El sitio para el culto pagano se centraba sobre una fachada de piedra, a la cual Jesús aludió cuando habló de la «roca» en el v. Mat 16:18.
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?: En un entorno de ídolos, Cristo guió a sus discípulos en la proclamación de su deidad, al hacerles la pregunta sobre lo que la gente decía de Él. Finalmente, sin embargo, lo que importaba era la creencia de los apóstoles mismos acerca de Jesús.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Cesarea de Filipo. Un distrito ubicado a unos 40 km al N de Galilea, a las faldas del Monte Hermón. Este era diferente de la ciudad de Cesarea, construida por Herodes el Grande en la costa del Mediterráneo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
16:13 — Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? — Esta es la pregunta de las edades. ¿Quién es Jesús? 14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista (pura superstición, véase 14:2, notas) ; otros, Elías (Mal 4:5; creían que tal vez Jesús era el precursor del Mesías) ; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. – Algunos libros apócrifos (p. ej., 2Es 2:18; 2Ma 2:4-7) decían que algún profeta vendría antes de llegar el Mesías.
15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? – Esto es lo más importante de todo, porque estos apóstoles serían sus testigos, sus representantes, sus embajadores; por eso, era imprescindible que ellos tuvieran el concepto correcto en cuanto a la identidad de Jesús. Ellos habían estado con El, vivían con El, le escuchaban diariamente en conversaciones privadas como en los discursos públicos; por eso, deberían conocerle. 16 Respondiendo Simón Pedro, Jua 6:68-69, todos dijeron lo mismo) . dijo: Tú eres el Cristo (el Mesías, el “que había de venir”) , el Hijo del Dios viviente — Hch 14:1-28, “15 y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay”. Desde luego, “Hijo de Dios” significa “igual a Dios”, Jua 5:18, porque varios textos dicen que Cristo es Dios (Jua 1:1; Rom 9:5; Tit 2:13; 2Pe 1:1; 1Jn 5:20); por eso, si Cristo es Dios y también es Hijo de Dios, entonces Hijo de Dios tiene que significar lo mismo que Dios; Jua 10:1-42, “33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios ”; Heb 1:1-14, “3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”; Col 2:1-23, “9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Natanael, Jua 1:1-51, “49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”; Jua 4:1-54, “41 sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”; Jua 11:1-57, “27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”; Hch 8:1-40, “36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Véanse 10:32,33; Rom 10:10.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA ESCENA DEL GRAN DESCUBRIMIENTO
Mateo 16:13-16
Cuando Jesús Se dirigió a la región de Cesarea de Filipo, les preguntó a Sus discípulos: -¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?` Y ellos Le contestaron:
-Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún otro antiguo profeta.
Entonces Jesús les preguntó a ellos:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy?
Simón Pedro Le contestó:
-¡Tú eres el Ungido, el Hijo del Dios viviente!
Aquí tenemos el relato de otra vez que Jesús Se apartó de la gente. Su fin estaba muy próximo, y Jesús necesitaba todo el tiempo con que pudiera contar para estar a solas con Sus discípulos. Le quedaba mucho qué decirles y que enseñarles, aunque todavía ellos no parecían estar preparados para recibirlo o entenderlo.
Con ese fin Se retiró con ellos a la región de Cesarea de Filipo. Cesarea estaba a unos cuarenta kilómetros al Nordeste del Mar de Galilea. Estaba fuera del dominio de Herodes Antipas, que era el gobernador de Galilea, y dentro del área del tetrarca Felipe. La población era principalmente gentil, así es que Jesús podría tener allí paz para enseñar a los Doce.
Jesús se enfrentaba entonces con un problema supremo y perentorio. Le quedaba poco tiempo; Sus días en la carne estaban contados. El problema era: ¿Había alguien que Le hubiera entendido? ¿Alguien que Le hubiera reconocido como el Que era? ¿Había personas que, cuando Él ya no estuviera en la carne, pudieran continuar Su obra, y trabajar para Su Reino? No cabe la menor duda de que ese era un problema crucial, que implicaba la supervivencia de la fe cristiana. Si no había nadie que hubiera captado, ni siquiera intuido, la verdad, entonces toda Su obra se había perdido; si había algunos pocos que se daban cuenta de la verdad, Su obra estaba a salvo. Así es que Jesús decidió hacer la prueba en intensidad, y preguntarles a Sus seguidores quién creían que era Él.
Es del máximo interés dramático ver dónde escogió Jesús hacerles la pregunta clave. Puede que hubiera pocos lugares en Palestina que tuvieran más asociaciones religiosas que Cesarea de Filipo.
(i) Toda la zona estaba jalonada con templos del dios sirio Baal. Thomson, en La Tierra y el Libro, enumera no menos de catorce tales templos que había en los alrededores. Aquella era una zona cuya atmósfera era el aliento de la antigua religión, que estaba toda ella a la sombra de los dioses antiguos.
(ii) Pero no eran los dioses de Siria los únicos que se adoraban allí. En las proximidades de Cesarea de Filipo se erguía una gran colina en la que había una profunda caverna que se decía que había sido el lugar de nacimiento del gran dios Pan, el dios de la naturaleza. Hasta tal punto estaba identificada Cesarea de Filipo con ese dios que su nombre original había sido Paneas, y hasta hoy en día se la conoce como Bániyás. Las leyendas de los dioses de Grecia se concentraban en torno a Cesarea de Filipo.
(iii) Además, esa cueva se decía que era donde nacía el río Jordán. Josefo escribió: «Hay una cueva muy hermosa en la montaña bajo la cual hay una gran cavidad en la tierra; y la caverna es abrupta, y prodigiosamente honda, y llena de agua en calma. Sobre ella se eleva una gran montaña, y por debajo de la caverna surge el río Jordán.» La sola idea de que ese era el nacimiento del río Jordán haría que rezumara todas las memorias de la historia de Israel. La antigua fe del judaísmo estaría en el aire para cualquier judío devoto y piadoso.
(iv) Pero había allí algo más. En Cesarea de Filipo había un gran templo de mármol blanco dedicado a la divinidad del césar. Lo había construido Herodes el Grande. Josefo dice: «Herodes decoró el lugar, que ya era sobresaliente, aún más con la edificación de este templo dedicado a César.» En otro lugar, Josefo describe la cueva y el templo: «Y cuando César le concedió a Herodes otro país más, construyó también allí un templo de mármol blanco, cerca de las fuentes del Jordán. El lugar se llama Panium, donde hay una montaña de altura inmensa, en cuya ladera, por debajo de ella o en su base, se abre una cueva oscura; allí hay un horrible precipicio que se proyecta abruptamente a una gran profundidad. Contiene una inmensa cantidad de agua estable; y cuando se hace bajar algo para medir a qué profundidad está el fondo, no se puede alcanzar este.» Más tarde Felipe, el hijo de Herodes, hermoseó y enriqueció aún más el templo, cambiándole el nombre al lugar por el de Cesarea -es decir, la Ciudad de César-, y añadiéndole su propio nombre Philippi, que quiere decir de Felipe-, para distinguirla de la Cesarea que está en la costa del Mediterráneo. Aún más tarde, Herodes Agripa había de llamar al lugar Neroneas, en honor del emperador Nerón. Cuando se miraba Cesarea, aun desde una distancia considerable, se veía la mole de mármol reluciente y se pensaba en el poder y en la divinidad de Roma.
Este fue el dramático escenario. En él se encuentra un Carpintero galileo sin dinero y sin hogar, con doce hombres corrientes a Su alrededor. Ya entonces, los judíos ortodoxos están programando y conspirando para destruirle como hereje peligroso. Se encuentra en un área jalonada de templos de dioses sirios, en un lugar bajo la sombra de los dioses griegos, en el que también se daba cita toda la historia de Israel, en el que el esplendor de mármol blanco de la sede del culto al césar dominaba el paisaje y sojuzgaba la vista. Y allí, tenía que ser precisamente allí, ese extraordinario Carpintero se dirige a los otros hombres y les pregunta quién creen que es Él, esperando la respuesta: «¡El Hijo de Dios!» Es como si Jesús Se colocara contra el trasfondo de las religiones del mundo con toda su historia y esplendor, y demandara que se Le comparara con ellas y recibir un veredicto a Su favor. Habrá pocas escenas en las que brille con luz más deslumbradora la conciencia que Jesús tenía de Su propia divinidad.
INSUFICIENCIA DE
LAS CATEGORÍAS HUMANAS
Mateo 16:13-16 (conclusión)
Así es que en Cesarea de Filipo Jesús decidió demandar el veredicto de Sus discípulos. Tenía que saber, antes de ponerse en camino a Jerusalén y a la Cruz, si alguien había captado, aunque fuera ligeramente, Quién y qué era él. No hizo la pregunta directamente; la fue delineando. Empezó por preguntar lo que la gente decía de Él y por quién Le tomaban.
(i) Algunos decían que era Juan el Bautista. Herodes Antipas no era el único que creía que Juan el Bautista era una figura tan extraordinaria que bien podía haber vuelto a la vida.
(ii) Otros decían que era Elías. De esa manera estaban diciendo dos cosas acerca de Jesús: Que era tan grande como el mayor de los profetas, porque consideraban a Elías la cima y el príncipe de la línea profética; y también que Jesús era el precursor del Mesías. Según Malaquías, Dios había prometido: «Yo os envío al profeta Elías antes que venga el día grande y terrible del Señor» (Mal 4:5 ). Hasta hoy día los judíos siguen esperando la vuelta de Elías antes de la venida del Mesías, y dejan una silla vacante para él cuando celebran la Pascua. Así es que algunos veían en Jesús al heraldo del Mesías y el precursor de la directa intervención de Dios.
(iii) Otros decían que Jesús era Jeremías. El profeta Jeremías ocupaba un lugar importante y curioso en: las. expectaciones del pueblo de Israel. Se creía que, antes de que el pueblo fuera al exilio, Jeremías había tomado el arca y eL altar del incienso del templo y los había escondido en una cueva solitaria del monte Nebo; y que, antes que viniera.
Mesías, volvería a recuperarlos, para que volviera a brillar l gloria de Dios sobre Su pueblo otra vez (2 Macabeos 2:1-12),1 En 2 Esd 2:17 se presenta otra promesa de Dios: «En tu ayuda mandaré a mis siervos Isaías y Jeremías.»
Hay una extraña leyenda de los días de las guerras de los. Macabeos. Antes de la batalla con Nicanor, en la que el general judío fue el gran Judas Macabeo, Onías, el hombre bueno que -había sido sumo sacerdote, tuvo una visión cuando estaba orando por la victoria: «Hecho esto, se le apareció la semblanza de un hombre de pelo blanco y sumamente glorioso, de excelente y extraordinaria majestad. Entonces Onías se dijo: «Este es uno que ama a los hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la santa ciudad, es decir, Jeremías, el profeta de Dios.»A lo cual Jeremías, tendiéndole la mano, le dio a Judas una espada de oro, y al dársela le dijo: «Toma esta espada santa, un don de Dios, con la que herirás a los enemigos de Mi pueblo Israel»» (2 Macabeos 15:1-14). Jeremías había de ser también el precursor de la venida del Mesías, y el ayudador del pueblo de Israel en tiempos de angustia.
Cuando la gente identificaba a Jesús con Elías y con Jeremías, según la luz que habían recibido, estaban haciéndole un gran elogio y colocándole en un nivel muy alto, porque Jeremías y Elías eran nada menos que los esperados precursores del Ungido de Dios. Cuando ellos se presentaran, el Reino de Dios había de estar ya muy cerca.
Cuando Jesús oyó los veredictos de la multitud, les dirigió a Sus discípulos la preguntó:-más importante: «Y vosotros, quién decís que soy?» Puede que se produjera un instante de silencio, mientras pasaban por las mentes de los discípulos pensamientos que casi les daba miedo expresar en palabras; y entonces Pedro hizo el gran descubrimiento y la gran confesión; y Jesús supo que Su obra estaba a salvo, porque había por lo menos uno que comprendía.
Es interesante comprobar que cada uno de los evangelios sinópticos nos da su versión particular del dicho de Pedro. Mateo dice: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» Marcos es el más breve: «Tú eres el Cristo» (Mr 8:29 ). Y Lucas, el más claro: «Tú eres el Cristo de Dios» Lc 9:20 ).
Jesús sabía entonces que había por lo menos alguien que Le había reconocido como el Mesías, el Ungido de Dios, el Hijo del Dios viviente. Las palabras Mesías, en hebreo, y Cristo, en griego, quieren decir lo mismo, Ungido. Los reyes empezaban a reinar cuando eran ungidos, como aún sucede en muchos países. El Mesías, el Cristo, el Ungido, es el Rey de Dios sobre la humanidad.
En este pasaje hay dos grandes verdades.
(i) En esencia, el descubrimiento de Pedro fue que las categorías humanas, hasta las más elevadas, son inadecuadas para describir a Jesucristo. Cuando la gente describía a Jesús como Elías o Jeremías u otro profeta creían que estaban colocándole en la más alta categoría que existe. Los judíos creían que hacía cuatrocientos años que la voz de la profecía estaba callada; pero que en Jesús se había vuelto a escuchar la voz directa y auténtica de Dios. Estos eran grandes elogios; pero no bastaban para contener toda la verdad, porque no hay categorías humanas que sean adecuadas para describir a Jesucristo.
Una vez Napoleón dio su veredicto acerca de Jesús: «Yo conozco a los hombres, y Jesucristo es más que un hombre.» Sin duda Pedro no sabía exponer teológicamente ni expresar filosóficamente lo que quería decir cuando dijo que Jesús era el Hijo del Dios viviente; de lo único que Pedro estaba completamente seguro era que ninguna descripción puramente humana era adecuada para aplicarse a Jesús.
(ii) Este pasaje enseña que el descubrimiento de Jesucristo tiene que ser un descubrimiento personal. La pregunta de Jesús fue: «Vosotros, ¿qué pensáis vosotros de Mí?» Cuando Pilato le preguntó a Jesús si era el rey de los judíos, Jesús le contestó: » ¿Dices eso por ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí?» (Jn 18:33 s).
Nuestro conocimiento de Jesús no debe ser de segunda mano. Puede que uno sepa todo lo que se ha dicho acerca de Jesús, que conozca todas las cristologías que se han enseñado y que sea capaz de hacer un resumen de lo que han dicho los grandes teólogos acerca de Jesús… y, sin embargo, no ser cristiano. El Cristianismo no consiste en saber acerca de Jesús, sino en conocer a Jesús. Jesucristo demanda un veredicto personal. No solo a Pedro, sino igualmente a cada uno de nosotros: «Tú, ¿qué piensas tú de Mí?»
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
— Cesarea de Filipo: Ciudad situada al norte del lago de Tiberíades, casi en las mismas fuentes del Jordán, y de población mayoritariamente pagana. Fue fundada por Herodes Filipo en honor de Augusto hacia el año 32 a. C.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— Hijo del hombre: Ver nota a Mat 8:20, Mat 16:14.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La confesión de Pedro (ver Mar. 8:27-30; Luc. 9:18-21). Aquí llegamos al clímax de la primera parte del Evangelio, donde hemos visto muy variadas reacciones al ministerio y autoridad de Jesús. Se resumen los puntos de vista de otras personas en el v. 14, donde a Jesús se le coloca en la categoría de profeta. Pedro hace la declaración definitiva por la cual todo el relato se ha estado dirigiendo: Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios viviente.
La sorprendente reacción de Jesús en los tres Evangelios sinópticos era decir a sus discípulos que guardaran su identidad en secreto. La razón queda clara en los vv. 22 y ss. Sólo Mateo incluye en los vv. 17-19 una respuesta más positiva, que aclara que lo que Pedro había dicho era verdad, a pesar de lo abierto que estaba a la mala interpretación. En realidad era una revelación de Dios, y el hecho de que fuera Pedro la persona que la había recibido indicaba el importante papel que éste iba a desempeñar en el desarrollo de la misión del Mesías.
El nombre Pedro significa “roca”, y Jesús usó esta semejanza para designar a Pedro como fundamento del nuevo pueblo de Dios. Su liderazgo involucraría autoridad como la de un mayordomo, cuyas llaves simbolizarían su responsabilidad de administrar los asuntos de toda la casa. Pedro ejercería su liderazgo con su autoridad para declarar lo que se permite y no se permite en el reino de los cielos (atar y desatar tienen este significado en los escritos rabínicos). El relato de los primeros años de la iglesia en Hech. hace ver que Pedro cumplió su papel. Pero la misma autoridad la compartieron los demás discípulos en 18:18 (donde es plural; aquí está en singular). Por lo tanto, Pedro era un dirigente representativo en vez de tener un mando supremo.
La iglesia sería edificada por Jesús, no por Pedro. ¡Hacer alusión a ella como mi iglesia era reclamar algo extraordinario, ya que el gr. ekklesé a (“iglesia”) es la palabra del AT para el pueblo de Dios! Las puertas del Hades es una expresión poética para muerte; esta nueva comunidad de los que siguen a Jesús nunca morirá.
Notas. 16 Esta es la primera vez que, en el relato de Mat., alguien haya dado a Jesús el título de Cristo (“el Mesías”), aunque Mateo mismo ha usado este término en 1:1, 16-18; 2:4; 11:2. 18 Se sugiere a veces que por el hecho de que la palabra para “roca” (petra) difiere del nombre Petros, que la “roca” a la que se refiere no es Pedro propiamente, sino que es la confesión que él acaba de hacer de Jesús como el Mesías. En arameo, sin embargo, el mismo término kefa aparecería en ambos lugares; el cambio en gr. se debe a que petra, la palabra normal para piedra, es de género femenino, y por lo tanto, ¡no es un nombre adecuado para Simón! El eco del nombre de Pedro permanece obvio, aun en gr.; él es la roca, en el sentido bosquejado más arriba. El texto, naturalmente, no dice nada acerca de la iglesia en Roma, ni de ninguna sucesión del papel fundamental único de Pedro mismo. Los verbos en el futuro perfecto (“habrán sido atados”, “habrán sido desatados”; véase la versión Bover Cantera) sugieren que la decisión celestial precedió a la declaración de Pedro sobre la tierra.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
n 757 Mar 8:27; Luc 9:18
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Cesarea de Filipo. Antes llamada Paneas, esta ciudad estaba situada en las laderas sudoccidentales del monte Hermón y cerca de una de las fuentes del río Jordán. Esta ciudad había sido un centro de adoración a Baal (Jue 3:3; I Cr 5:23). Fue reconstruida por Herodes Filipo quien la nombró en honor de Tiberio César y de sí mismo; el nombre Filipo la diferenciaba de Cesarea del mar, en la costa del mar Mediterráneo.
Fuente: La Biblia de las Américas
13 (1) Al norte de la Tierra Santa, cerca de la frontera, al pie del monte Hermón, donde el Señor se transfiguró (17:1-2). Estaba lejos de la ciudad santa y el templo santo, donde el medio ambiente de la vieja religión judía llenaba el pensamiento de todo hombre, sin dejar lugar para Cristo, el nuevo Rey. El Señor llevó a Sus discípulos intencionalmente a un lugar donde El tenía un ambiente despejado, para que el pensamiento de ellos estuviera libre de los efectos del ambiente religioso de la ciudad santa y del templo santo, y para revelarles algo nuevo con respecto a Sí mismo y a la iglesia, que son el pulso vital de Su reinó celestial. Fue en Cesarea de Filipo donde Pedro recibió la visión de que El era el Cristo, el Hijo del Dios viviente (vs.16-17). Fue allí también donde la iglesia fue revelada y mencionada por primera vez como el medio para traer el reino de los cielos (vs.18-19).
13 (2) Como hombre, Cristo era un misterio para aquella generación, tal como lo es para la gente hoy en día.
13 (a) vs.13-16: Mar_8:27-29 ; Luc_9:18-20
13 (b) Mat_8:20
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
región. Esta Cesarea estaba en la tetrarquía de Herodes Filipo, como a unos 39 km. al norte del mar de Galilea.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
En este pasaje hay palabras que han motivado divergencias y discordias en medio de los cristianos. Se ha disputado y debatido tanto acerca de su significado que se han olvidado las máximas de la caridad cristiana, sin lograrse al fin un acuerdo entre los bandos opuestos. Examinaremos las palabras que han ocasionado la controversia, y luego pasaremos á enumerar las verdades de práctica aplicación que del pasaje se desprenden.
¿Cómo, pues, deben entenderse las siguientes palabras que nuestro Señor pronunció: «Tú eres Pedro; y sobre esta roca edificaré mi iglesia»? ¿Quieren decir que Pedro mismo había de ser el cimiento sobre el cual se había de edificar la iglesia de Cristo? Por poco que se diga en contra de esa interpretación no se puede menos que calificarla de forzada. Decir que un hombre falible es la base de un templo espiritual no está en consonancia con el lenguaje empleado en la Biblia. Aun más, si ese es el significado verdadero, no es posible explicar por qué razón nuestro Señor no dijo más bien: » Y edificaré mi iglesia sobre ti..
En nuestro concepto la palabra «roca» se refiere, no á Pedro, Uno á la gran verdad de la misión y divinidad de nuestro Señor, que Pedro acababa de declarar.
Es como si nuestro Señor hubiera dicho: » Con razón tienes el nombre de Pedro, ó piedra, pues acabas de confesar esa sublime verdad sobre la cual, como sobre una roca, edificaré mi iglesia.»* (* Esta opinión no es nueva ó peculiar de la iglesia protestante. Muchos siglos ha fue emitida y defendida por Crisóstomo. También lo fue por Tero, célebre orador católico romano de la orden de franciscanos, en Maguncia, en el siglo 16. Será bueno, además, observar en este lugar, que es un error el suponer que puedan interpretarse las Escrituras en armonía con lo que se llama «el acuerdo unánime de los Padres.» Tal acuerdo no existe; y la frase con que se le designa no pasa de ser una combinación de palabras altisonantes que no estriba en hechos verdaderos.) Mas, ¿cómo debe entenderse la promesa que nuestro Señor hizo á Pedro: » Á tí daré las llaves del reino de los cielos?» ¿Quiere decir que Pedro había de tener el derecho de admitir las almas en el cielo? Esa idea es absurda: tal atribución pertenece solo al Redentor. Rev 1:18. ¿Ó significa, acaso, que Pedro había de ejercer cierto primado ó superioridad respecto de los demás apóstoles? No existe la menor prueba de que diese á las palabras semejante significado en la época de los apóstoles, ó que Pedro ocupase un rango más elevado que los otros discípulos.
A nuestro ver, el verdadero significado de la promesa en cuestión es que Pedro había de tener el privilegio especial de abrir la puerta de la salvación á Judíos y Gentiles, lo cual se cumplió al pié de la letra cuando predicó á los Judíos el día de Pentecostés, y cuando visito á Cornelio en su casa. En ambos casos hizo uso de las llaves y abrió la puerta de la fe. Y él misino parece haber reconocido esto. «Dios,» dijo, » escogió de entre nosotros, que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del Evangelio, y creyesen.» Act 15:7.
Finalmente, ¿cómo hemos de entender las siguientes palabras: » Todo lo que ligares en la tierra, será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra, será desatado en el cielo»? ¿Quieren decir que Pedro había de tener la facultad de perdonar pecados y absolver á los pecadores? Semejante idea tiende á menguar la dignidad de Cristo como Sumo Sacerdote del género humano. Ni Pedro ni ningún otro de los apóstoles ejerció jamás esa facultad; más bien al contrario, exhortaron á los hombres á que confiasen en Jesús.
El verdadero significado de esas palabras es, según opinamos, que Pedro y sus hermanos, los apóstoles, iban á recibir la misión especial de enseñar con autoridad cuál era el camino de la salvación. Así como los sacerdotes del Antiguo Testamento declaraban con autoridad quiénes eran limpiados de la lepra, así se nombraron á los apóstoles para que declarasen con autoridad á quiénes se les perdonaban los pecados. Además de esto, habían de ser inspirados de una manera especial para que estableciesen reglas que sirviesen de guía á la iglesia en aquellas cuestiones sobre las cuales los creyentes no estuviesen de acuerdo.
Tendrían, pues, el derecho de «ligar» ó prohibir algunas cosas; y de «desatar» ó permitir otras. La resolución del concilio de Jerusalén por medio de la cual se absolvió á los Gentiles de la necesidad de la circuncisión, es un ejemplo del ejercicio de esa atribución. Act 16:19. Mas la atribución fue concedida á los apóstoles solamente, y en términos que no tuvieron sucesores en el desempeño de ella: con ellos empezó y con ellos terminó.
Fijemos ahora la atención en puntos que conciernen más de cerca al bienestar de nuestras almas.
En primer lugar, es de advertirse cuan noble fue la manifestación que hizo el apóstol San Pedro. Cuando nuestro Señor le preguntó quién decían los hombres que El era, el apóstol contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente..
Lo gallardo de dicha manifestación consistió en esto: que fue hecha cuando los que estaban á favor de Cristo eran pocos y los que estaban en contra eran muchos. Cuando los gobernantes de su nación, los escribas, los sacerdotes y los fariseos estaban opuestos á su Maestro ; cuando nuestro Señor se hallaba revestido del parecer de un siervo, y no tenia ni riqueza, ni dignidad de monarca, ni autoridad real. Para hacer semejante manifestación en aquel entonces era preciso tener gran firmeza de carácter.
A pesar de todas sus faltas, Pedro fue para con Jesucristo un siervo sincero, fervoroso y fiel. A despecho de sus defectos ha dejado un dechado que muchos cristianos harían bien en imitar. Un hombre de celo como el suyo tiene sus flujos y reflujos, mas siempre continúa obrando en prosecución de su fin. Un hombre de celo como el suyo se desvía á veces del camino recto é incurre en muchos desatinos, mas no por eso deben despreciarse sus esfuerzos, pues tienden á despertar á los demás hombres de su indiferencia é indolencia, y á estimularlos á que se pongan en actividad. En la iglesia de Cristo cualquier cosa es preferible á la tibieza y la apatía.
En segundo lugar, examinemos que quiso decir nuestro Señor cuando aludió á su iglesia.
La iglesia que Jesús prometió edificar sobre una roca fue el gremio bendito de los fieles. No fue la iglesia visible de una nación ó lugar particular, sino el cuerpo de los creyentes de todos los siglos, todos los climas, todas las razas; y como tal, se compone de todos los que se purifican en la sangre de Cristo, todos los que se revisten de su justicia, se unen á El por medio de la fe y son sus epístolas vivientes. Es una iglesia que forma una sola entidad, y cuyos miembros son todos bautizados y santificados por el Espíritu Santo. Todos los que pertenecen á ella son de una misma opinión, de un mismo modo de pensar; defienden las mismas verdades, y creen en las mismas doctrinas como necesarias para la salvación. Esa iglesia tiene una sola cabeza, la cual es Cristo. Col. 1.18.
Es de notarse, en tercer lugar, la gloriosa promesa que nuestro Señor hizo á su iglesia. Dijo El: «Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella..
El significado de esas palabras es que Satanás con todo su poder no logrará destruir al pueblo de Jesucristo. Aquel que, tentando á Eva, trajo á la primera creación el pecado y la muerte, no podrá causar la ruina de la segunda creación venciendo á los creyentes. La verdadera iglesia, aunque se verá perseguida, oprimida y debilitada, no morirá jamás. Á semejanza del arbusto que contempló Moisés, arde á veces, pero nunca se consume.
Fuente: Los Evangelios Explicados
¡Acuciante pregunta de decisiva respuesta!
Fuente: Biblia Textual IV Edición
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