Comentario de Mateo 18:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Jesús diciendo: —¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?

18:1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (Mar 9:1-50, “en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor; Luc 22:24) — ¡Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos? (LBLA). Al agregar la palabra “entonces” quieren saber cuál sería el mayor ahora, en vista de la situación actual (MRV). Sin duda los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos (compárese 20:21). Jesús les había dicho (16:24) que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”, pero ellos no están pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado, Luc 22:24-27.

“La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma. (Pro 16:32; Pro 25:28)” (HF).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

en aquel tiempo. Mar 9:33.

quién es el mayor. Mat 20:20-28; Mat 23:11; Mar 9:34; Mar 10:35-45; Luc 9:46-48; Luc 22:24-27; Rom 12:10; Flp 2:3.

en el reino de los cielos. Mat 3:2; Mat 5:19, Mat 5:20; Mat 7:21; Mar 10:14, Mar 10:15.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús advierte a sus discípulos que sean humildes y sencillos como niños, Mat 18:1-6,

evitar ofender, Mat 18:7-9,

y no despreciar a los pequeños, Mat 18:10-14;

enseña como debemos de tratar a nuestros hermanos cuando nos ofenden, Mat 18:15-20,

y cuantas veces debemos de perdonarlos, Mat 18:21, Mat 18:22;

y lo ilustra con una parábola del rey que llevó a cuentas a sus siervos, Mat 18:23-31,

y castigó a aquel que no tuvo misericordia de su prójimo, Mat 18:32-35.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

(Mar 9:33-37Luc 9:46-48) Este capítulo forma la más larga declaración registrada de Jesús acerca del principio del perdón. El perdonar a otros es una de las actividades espirituales de mayor responsabilidad en nuestra vida y debe ser repetida continuamente a través de nuestra vida. Este es el último gran discurso antes del viaje de Jesús a Jerusalén, y se entrega en respuesta a los celos que los discípulos tenían entre ellos para prepararlos para la crucifixión, era un hecho que ellos tenían que aprender a perdonar. Mar 9:33 indica que el mensaje estaba siendo entregado «en una casa», probablemente la de Pedro.

 PARA VIVIRLO

Compromiso

Algunos llaman a esto la palabra «C», como si tuvieran vergüenza de decir «Consagración». Las demandas y costos del compromiso parecen demasiado grandes para muchas personas, y la conveniencia suele ganarle al sacrificio que involucra la consagración a algo o a alguien.

Era lo mismo en los días de Jesús. Cuando comenzó a impartir una nueva manera de vivir, los críticos le presentaron la dificultad de cumplir el compromiso del matrimonio (Mat 19:3, Mat 19:7). Más tarde, aun sus propios discípulos deseaban separarlo de algunos «niños fastidiosos» para tratar cosas más «importantes» (Mat 19:13). Pero Jesús siguió preocupado de los niños.

La discusión sobre el divorcio siguió inmediatamente las observaciones de Jesús acerca de los méritos del perdón sin límites (Mat 18:21-35). ¿Qué mejor camino para llevar al tema de la consagración? Jesús no ignoraba los problemas y fallas de las relaciones humanas. Esas deficiencias son las que provocan el perdón, el cual es un tipo especial de consagración a los demás.

La necesidad vital de la consagración es reforzada, además, en el siguiente encuentro de Jesús, con un hombre rico que deseaba asegurarse de la posesión de la vida eterna (Mat 19:16-30). El hombre propuso normas a guardar como el modelo por el cual él debería ser juzgado, pero Jesús le responde con una apelación al servicio (Mat 19:21). La verdadera riqueza involucra un gran compromiso. El servir al Señor y a los demás y no al ídolo de las ganancias materiales (Mat 19:23, Mat 19:29).

Los seguidores de Cristo son conocidos por sus compromisos hacia el matrimonio, la familia, la comunidad, el trabajo, y sobre todo a Jesucristo. Tal lealtad hoy en día es muy necesaria cuando la gente hace votos de conveniencia y no de consagración.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Mat 18:1-35 contiene cuatro de los cinco discursos del Evangelio de Mateo (Mat 5:1-48 al Mat 7:1-27; Mat 10:1-42; Mat 13:1-53; Mat 24:1-51 al Mat 25:1-46). El tema de este discurso es la humildad. Jesús resume cinco razones en que la humildad es esencial.

(1) Para entrar en el reino (vv. Mat 18:2, Mat 18:3);

(2) para ser el mayor en el reino (v. Mat 18:4);

(3) para evitar ofensas (vv. Mat 18:5-11);

(4) llevar apropiada disciplina en la iglesia (vv. Mat 18:5-20); y

(5) para perdonar a otros (vv. Mat 18:21-35).

el mayor en el reino de los cielos implica rango, un concepto implícito en Jesús mismo en Mat 5:19.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

¿QUIÉN ES EL MAYOR…? Véase Luc 22:24-30, nota.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 18.
C on este capítulo comienza la sección del “cuarto gran discurso” del evangelio de Mt. En él se agrupan, artificiosamente, una serie de consignas, en parte morales, a sus discípulos, aunque en parte tiene un marcado carácter eclesial. Mc y Lc refieren, a veces, estos temas en otro contexto 1.

El más grande en el Reino de los cielos, 18:1-5 (Mar 9:33-37; Luc 9:46-48).
1 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién será el más grande en el reino de los cielos? 2 El, llamando a sí a un niño, le puso en medio de ellos, 3 y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos será el más grande en el reino de los cielos, 5 y el que por mí recibiere a un niño como éste, a mí me recibe.

Son recogidos varias veces en el evangelio estos celos y ambiciones de los apóstoles por los primeros puestos en el reino. Son todavía los “hombres” galileos y “judíos” que se figuran a su modo lo que será el Reino.
Por otra parte, aparecían especiales elecciones y distinciones entre algunos discípulos: Pedro, Juan y Santiago habían sido testigos de la transfiguración, lo mismo que en la resurrección de la hija de Jairo (Mar 5:37). Abiertamente, un día la madre de Juan y Santiago le pedirá a Jesús los dos primeros puestos en su reino (Mat 20:20-21; Mar 10:35-37), lo que produjo una serie de protestas en “los diez [apóstoles] que oyeron esto” (Mat 20:24; Mar 10:41). Todavía a la hora de la última cena se producen estos altercados de ambición en ellos (Luc 22:24); lo que hizo a Cristo darles una lección “teórica” sobre esto (Luc 22:25-27) y otra “práctica” con el lavatorio de los pies (Jua 13:6-17).
Con esta psicología aún ambiciosa, se suscitó un día en Cafarnaúm, en el “camino” (Mc v.33.34), una de estas discusiones sobre quién de ellos es el “mayor” en el reino de los cielos.
La pregunta responde a una pretensión, y ésta, en aquella mentalidad, no es de quién de ellos será más “santo” en el reino, sino quién de ellos tendrá una mayor dignidad de puesto o de mando; imbuidos del ambiente nacionalista judío lo conciben a su modo como temporal.
La respuesta de Cristo es una “parábola en acto.” Se “sentó” (Mc), más que para descansar, pues venían de camino, para expresar con un signo más su lección magisterial. Llama a un niño y lo “puso junto a sí” (Lc), pero “en medio de ellos”; la expresión griega “en medio” (εν μέσω) es equivalente a “delante” de ellos 2. La expresión: “si no os volvéis y hacéis como niños.,” discutida por los autores, “no es más que la manera hebraica y aramaica de expresar nuestra idea compleja de venir a ser” 3. El pensamiento de Cristo se sintetiza en tres ideas.
a) El que se haga pequeño como niño – que podrían ser también los desestimados en la comunidad eclesiástica -, ése es el más grande en el reino de los cielos. Mc lo expresa con fórmula más primitiva: el que “quiera ser el primero,” ése ha de ser el “último de todos,” el “servidor de todos.” Es la gran lección cristiana sobre la ambición y los honores. Los puestos de mando, en el plan de Dios, son para servicio de la sociedad, que es el modo de servir a Dios. Naturalmente, no quiere decirse que de hecho vaya a haber una escala social en proporción a la humildad; aquí se habla, “sapiencialmente,” de la actitud cristiana a tenerse en este asunto. El complemento de comprensión de esta enseñanza está en lo que dice a continuación.
b) “Si no os volvéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos.”
Los fariseos se creían con derecho al reino (Mat 3:9). Pero éste – y ésta es la lección – se da como puro don gratuito de Dios. Lo mismo que los “puestos” en él. Se lo ha de recibir con la actitud de los niños. Acaso más que por sus condiciones morales – inocencia, simplicidad -, por la valoración social en que se los tenía en aquel ambiente: el niño era considerado como sin valor. En el tratado Shabbat, después de analizar el poco valor social que tiene el niño, se dice esto: “He aquí el principio: todo el tiempo que vive no es tenido ni como vivo ni como muerto; si muere, es considerado muerto a todos los efectos.” 4 Hay que tener, pues, esta actitud moral para recibir el reino: no como exigencia, sino como don gratuito de Dios.
c) El tercer pensamiento es una consecuencia de lo dicho: el que recibe a un niño, sin aquel valor social, sólo por amor a Cristo, recibe a Cristo y a quien lo envió (cf. Mat 25:40) 4. Pero este versículo parece formar parte estructural del pasaje siguiente.
A la comunidad cristiana primitiva le era útil retener esta lección, pues en ella, para tener paz, no podía haber rivalidades. San Pablo alude en ocasiones a estos fallos.

Gravedad del escándalo,Mat 18:6-9 (Mar 9:42-48; Luc 9:49-50).
6 Y al que escandalizase a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar. 7 ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque no puede menos de haber escándalos; pero ¡ay de aquel por quien viniere el escándalo! 8 Si tu mano o tu pie te escandaliza, sácatelo y échalo de ti: que más te vale entrar manco o cojo en la Vida, que con dos manos o con dos pies ser arrojado al fuego eterno. 9 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y échalo de ti: que más te vale entrar con un solo ojo en la Vida que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna de fuego.

Concatenado – parataxis – y evocado por los “pequeños,” y “en una arquitectura de carácter muy semita,” se expone el tema del escándalo. Los tres sinópticos recogen la misma doctrina, pero en contextos distintos, aunque suponen el contexto doctrinal de Mt, pues en los tres, el escándalo es censurado en función de “uno de estos pequeños.”
Habrá escándalos siempre. Dada la condición de los hombres, es inevitable. Se decía en un caso más concreto: “Desgraciado el mundo por sus juicios.” 5
Estos “pequeños que creen en mí,” no debe referirse a “niños” casi inconscientes de su hipotética fe, sino ser equivalente a “discípulos” o gentes sencillas, que creen en El5. Parecía pertenecer a otro contexto, unido aquí por su unión lógica con lo anterior. El sentido original de la frase, probablemente, se refería al reino y a las luchas farisaicas contra él. En el Mtg parece tener una mayor amplitud “moralizadora” todo este pasaje, incluso polémico.
La gravedad del escándalo se expone con el grafismo oriental. El amor al prójimo exige desearle el bien, y el escandaloso lo empuja al mal. Sapiencialmente hablando, esto le condena. Por eso, le valía más que lo arrojaran al mar – con el grafismo descriptivo que utiliza, y que eran formas usuales de decir 6 – que no a la gehenna (infierno)7.
Dada la enorme gravedad del escándalo, se expone la necesidad de prevenirse contra él. Lo que se expone con unas hipérboles que sugieren, con su extremismo didáctico, el verdadero pensamiento.
Si a una persona la escandaliza el “pie,” la “mano” o el “ojo,” vale más cortarlos y echarlos de sí que entrar con todos los miembros en el infierno. En varios códices se añade al v.44 de Mt, y al v.43 de Mc: “donde el gusano no muere ni el fuego se apaga”; pero no parecen ser genuinos, y son suprimidos por las mejores ediciones críticas 8.
Naturalmente, no quiere decirse que esto se realice materialmente. Si escandaliza un ojo y se lo corta, queda el otro para seguir escandalizando. La comparación está hecha sobre un principio de la ley natural: hay que sacrificar la parte por el todo. Aquí, con este aviso, se alerta sobre la gravedad del escándalo, y el castigo que le corresponde en orden a evitarlo.
El lugar del castigo es el infierno o “gehenna de fuego.” Era el concepto judío del lugar y castigo de los pecados. Designaba originariamente el “valle de Hinnón” (ge-Hinnon), y en arameo con la vocalización en a, que es la que aparece en gehenna. Era un lugar de Jerusalén que se extendía por el noroeste hasta el sudoeste, y en el que se cometieron grandes idolatrías. En tiempo de Acaz (733-727) y Manases (696-641) se habían quemado niños a Moloc (2Re 23:10; Jua 32:35; 2Cr 33:6). Para hacer aquel lugar execrable para siempre impuro, el rey Josías (639-608) lo había hecho llenar, profanándolo, con inmundicias. Un fuego, siempre mantenido vivo, quemaba constantemente todos los detritus y basuras. Isaías muestra los cadáveres de los impíos arrojados de la nueva Jerusalén, parte descompuestos y comidos por “el gusano que nunca morirá” y parte quemados en el fuego de la gehenna, “cuyo fuego no se apagará” (Isa 66:24). La literatura apocalíptica hace de él el lugar del suplicio de los malos 9. En el lenguaje evangélico, la gehenna vino a ser el símbolo del infierno de los condenados 10.

Dignidad de los niños,Isa 18:10-11.
10 Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos. !! Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo perdido.

Otro tema concatenado al modo semita con la temática de los “pequeñuelos.” Estos versos de Mt 10-11, se unirían mejor con el v.6 que con el 9. Podría ser una “inclusión semita” l0, o efecto de las “fuentes.” Los “pequeños” aquí no parecen exigir ser sinónimos de “niños,” pueden referirse a “discípulos” o partidarios, social y culturalmente sencillos, frente a escribas y fariseos. En Mtg tiene amplitud “ética,” al menos no hay matiz de limitación temática específica.
Un motivo más para no despreciarlos es el que tienen ángeles “custodios” (Sal 91:11), los cuales ven siempre la faz de Dios. Es una enseñanza contra la concepción rabínica, muy oscura, sobre los ángeles custodios 11 y especialmente sobre su protección sobre los despreciados (Hec 12:15). Si Dios se ocupa de ellos, poniéndoles la privilegiada “custodia” de sus ángeles, merecen, por esto mismo, gran estima y acusan gran dignidad. Hay también una enseñanza teológica de importancia. Según la concepción judía, sólo los ángeles superiores eran admitidos a contemplar la “majestad” de Dios; los otros recibían sus órdenes “detrás de una cortina” 12. Quitada la metáfora, aquí todos los ángeles, incluso los “custodios” de estos “pequeños,” gozan de la presencia de Dios, señal de que protectores y protegidos tienen la benevolencia celeste.
El v.11 es críticamente muy discutido en este lugar, y se supone sea una interpolación proveniente de Luc 19:10 13.

El amor salvífico del Padre por los pequeños,Luc 18:12-14 (Luc 15:3-7).
12 ¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se le extravía una, ¿no dejará en el monte las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada. 13 Y si logra hallarla, cierto que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. 14 Así os digo: En verdad que no es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos.

Esta parábola la trae también Lc, aunque en contexto y con una matización distinta 14. En Mt el pensamiento es claro. La parábola va a ilustrar el gran amor del Padre por estos “pequeños.” La solicitud pastoral por una sola oveja hace ver la estima que por ella tiene el pastor. En su sentido histórico debe de referirse a la defensa de Cristo contra los fariseos por sus contactos salvadores con publícanos y pecadores, e incluso con llamar a El a todos estos “pequeños.” Mtg la utiliza para sacar de ella una comparación sobre estos “pequeños” despreciados: un aspecto parcial de su posible amplitud originaria. Si el pastor tiene una solicitud extrema por que no se pierda ni una sola oveja de su rebaño, hasta ir en busca de una que se extraviase, es ello señal de su amor por la misma. No se ha de perder ni una. Así es el amor y solicitud del Padre por es tos “pequeños,” por muy desestimados y despreciados que se los considerase socialmente. Las gentes así despreciadas tienen el amor del Padre, hasta tal punto, que el reino también es para ellos. Y el Padre tendrá la máxima solicitud por que ninguno se pierda. No se trata de la cooperación de la oveja perdida; se destaca solo la iniciativa del Buen Pastor 14.
Sobre el sentido del gozo de recuperarla, aunque no se aplica a la conclusión, está basado en un hecho de experiencia ante una pérdida, y expresado con una hipérbole oriental.
La Iglesia primitiva tenía en ella una enseñanza de solicitud del pastor – jerarquía – frente a los apóstatas y a los expuestos – catecúmenos – a errores ambientales. Aunque la amplitud “moralizadora” de Mtg se acusa. Pero es, sobre todo, regla para los jefes de la comunidad: maestros, catequistas, etc. 15

La corrección fraterna,Luc 18:15-17 (Luc 17:3).
15 Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. 16 Si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que por la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio. 17 Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano.

Lc lo trae en otro contexto. En él, “hermano” es equivalente a hombre; en Mt “hermano” es, por el contexto (v.17), equivalente a cristiano. Se parte de una falta del prójimo para exponerse la actitud cristiana ante la misma. La expresión “contra ti” es lección críticamente muy discutida 15.
Si se trata de una verdadera falta, se ha de buscar el bien del “hermano”; por eso, lo primero es hacérselo notar para remediarlo. Pero “a solas,” por justicia, caridad y actitud pedagógica. Si “oye,” se habrá ganado un hombre para Dios.
Si no hace caso, queda la prueba testifical, que ya exigía la Ley (Deu 17:6; Deu 19:17). Pero en esta perspectiva cristiana no excluye, sino destaca preferentemente, la testificación privada, no jurídica. Naturalmente que no se condena ni excluye ésta. Es otra la perspectiva. Es la benevolencia en el castigo (1Co 6:1-8).
Si tampoco es eficaz, queda el recurso a la Iglesia, probablemente jerárquica (v.18), aunque alguno piensa en el influjo benéfico que puede recibir de la “asamblea,” sentido que quieren dar a εκκλησία Ι6.
Si no oye, es ya mala voluntad o cerrazón, y puede considerarlo “como gentil o publicano.” Parece ser esto ya redacción de alguna Iglesia con necesidades especiales. Lo que ya aparece es la Iglesia constituida, por lo que su redacción refleja este estadio. Aparte de la testificación judicial, se decía en la Torah: “El que reprende a su prójimo (judío) por amor a Dios, tendrá parte con Dios.” 17
No se trata, desde luego, de establecer una reglamentación jurídica; se supone la Iglesia ya constituida, y se da una instrucción sobre el buen uso de la misma en la comunidad. Cristo no estableció reglas, sino principios.
En el momento histórico en que Cristo pronuncia la sentencia, acaso pudo ser una censura sobre el rigorismo juridicista de la sinagoga, y que se aplicaría ahora a los usos disciplinarios de una comunidad eclesial, posiblemente siro-palestinense.
¿Exige esta enseñanza de Jesucristo la realización sistemática de ese triple estadio de recursos? Los incluirá en ocasiones. Pero la enseñanza directa de Jesucristo es el celo y discreción en el ejercicio de la caridad. Puede ser una argumentación por “acumulación” y analógica a otra enseñanza sobre la caridad, dada por Jesucristo, en la que aparece un triple estadio ante el “juicio,” el “sanedrín” y la “gehenna de fuego” (Mat 5:21-22).

Los poderes de la Iglesia,Mat 18:18.
El final del verso 17 lleva lógicamente a explicar – justificar – el porqué de remitir al que no se enmienda al juicio de la Iglesia.

18 En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo.

En esta forma “acumulativa” se somete, por último, al que no reconoce su “pecado,” al juicio de la Iglesia. La doctrina que se enseña es de importancia capital. La Iglesia se halla dotada de verdaderos poderes judiciales: puede castigar, y esto supone que puede juzgar. No es más que la enseñanza de la Iglesia como sociedad perfecta, dotada de todos los medios – poderes – para poder realizar su fin. Por eso se dirá expresamente que todo lo que atareis en la tierra quedará atado en el cielo, y viceversa. Las expresiones “atar” y “desatar,” conforme a la literatura rabínica, significan “permitir” o “prohibir” 18. La Iglesia, por tanto, está dotada de estos plenos poderes. En el contexto se refiere a los apóstoles – μαθηται – (Mat 18:1). Si el recurso a la Iglesia supone en ésta tal tipo de poderes, el destacarse aquí el poder de los apóstoles hace ver que se pone en cuanto eran “jefes” de la Iglesia.
Este poder conferido a la Iglesia en nada va contra el pleno poder personal conferido a Pedro, y que relata el mismo Mt (Mat 16:13-19). Pero este poder conferido a la Iglesia, en el contexto es a los apóstoles (v.18:1), y lo exige aquí el mismo texto: “Cuanto atareis. (vosotros).” No es, pues, poder conferido al laicado ni a cada uno de los fieles. Porque el poder que tiene la Iglesia – sociedad – supone una jerarquía, que es la que formalmente está dotada de tales poderes. Y si el v. 18 estuviese desplazado de su propio lugar, habría que reconocer que su inserción aquí sería una interpretación de Mt al v.17, y siempre quedaría el “poder” que se concede a la Iglesia, sin decirse que se concede a cada uno de los fieles, lo que tiene que ser, además, interpretado en función de esta jerarquía, pues el “díselo a la Iglesia” supone el decírselo al que tiene el “poder,” que es la jerarquía. Lo contrario sería, sencillamente, imposibilitar el recurso al “poder” de la Iglesia. A lo que se une, con valor interpretativo, a la hora de la composición de los evagelios, la enseñanza y vida práctica de la misma.
Acaso podría sugerir el tenerlo como “un pagano y un publicano”19, el que estaban separados, no pertenecientes a la Iglesia, o que ésta lo hubiese separado oficialmente de la misma – ”excomunión” (1 Coro 5:4-5) -, por lo que se le podría tener por todos, sin escándalo, como a “un pagano y a un publicano.” Eran, por otra parte, los poderes que ya existían en la Sinagoga – el herem -, y que eran eficazmente ejercidos por la jerarquía, como aparece incluso en el Evangelio (Jua 9:22) 20. Sin embargo, el texto no pone expresamente una excomunión oficial, sino sólo “sea para ti” como un separado. Acaso sea un modo de suponerla o de advertir que es digno de ella.
Bonnard piensa que atar y desatar, en este contexto, no significa, probablemente, prohibir o permitir, sentido corriente en la casuística rabínica, sino pronunciarse contra una medida disciplinar propuesta en la Iglesia contra un hermano.” 20 El v.18 tiene todo el aspecto de estar fuera de su propio contexto, pues no tiene una conexión literaria inmediata con el v.17. Lo tendría mejor con el v.14; cf. Mat 18:12 (“vosotros”). Por tanto, permanece con la amplitud de poderes que requiere la misión de la jerarquía de la Iglesia (cf. Hec 15:6.23.28; comp. Hec 15:22).

La oración colectiva,Hec 18:19-20.
19 Aún más: os digo en verdad que, si dos de vosotros conviniereis sobre la tierra en pedir cualquier cosa, os lo otorgará mi Padre, que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Este tema debe de ser evocado por la palabra Iglesia. Esta presencia de Cristo haría ver la rectitud de sus juicios.
Si dos o más oran juntos al Padre celestial, “lo conseguirán.” En la perspectiva se supone que no pedirán nada al margen de lo que deba pedirse. Aparte que aquí en lo que principalmente se insiste es en la eficacia de la oración en común. ¿Por qué esta eficacia? Porque, cuando éstos están reunidos “en mi nombre” – conforme al sentido rabínico, “por causa de él.,” “en nombre de él.” 21 -, “allí estoy yo en medio de ellos.” Era ya creencia en Israel la fuerza religiosa de la oración hecha en reunión, en sinagoga. Así decía un rabino “que las oraciones hechas en las sinagogas, al momento en que la comunidad ora, son oídas.” Esto se deduce del midrasch de Job (Hec 36:5): Dios no desprecia la multitud. 22
Pero Jesús potencializa esta oración cristiana por tres motivos: a) por no exigir la oración en “sinagoga,” sino que le basta la reunión de “dos o tres”; b) porque han de estar reunidos en su “nombre”; c) por la garantía de estar El mismo presente entre los que oran así. Esta reunión con Cristo, que no les hará pedir nada al margen de su voluntad (Jua 15:7.17), les hará recibir, además de la fuerza de su vinculación (Jua 15:5; Jua 14:13.14; Jua 15:16; Jua 16:23.24), la presencia mística y complacida de Jesucristo “en medio de ellos.” El tono “sapiencial” con que está formulada la concesión de lo que se pida, indica el poder de Cristo.
Se defiende, por razones filológicas y alguna otra observación, que esta reunión de “dos o tres” se refiere a un acto litúrgico, y que precisamente estos “dos o tres” son los oficiantes 22. Sus razones, de interés algunas, no son decisivas. Aunque la redacción acuse un tono eclesial, el núcleo fundamental es de Cristo. Acaso, primitivamente, Cristo habló de la presencia de Yahvé en las reuniones religiosas ambientales, que, naturalmente, se identificaron con Cristo al saberle Dios. Aunque también es muy probable que Cristo animase a los suyos con la promesa de su presencia entre ellos (cf. Mat 28:20), y que, conocida plenamente su divinidad, se identificase con la presencia de Yahvé entre los suyos.
Buzy ha hecho a este propósito una consideración sumamente sugestiva. Dice así:
“Los judíos creían en la presencia de la Shekina entre ellos; en suma, en la presencia de Dios.” Rabí Ranina bar Teradjon (sobre 135) decía: “Si dos personas están reunidas y hablan de la Torah (la Ley), La Shekina mora entre ellos.” La Shekina era la sensibilización de la presencia de Dios. “Cuando los fieles se ocupan uno con otro, Yahvé los oye y los escucha. ¿Por qué Dios se llama maqom, “El Lugar”? Porque, en todo lugar donde se encuentran los justos, allí también se encuentra Dios entre ellos.” Pero después que Jesús habita entre los hombres, El es entre ellos una Shekina, una habitación concreta y viva de Dios. Hoy estamos acostumbrados a esta afirmación y a todas las afirmaciones semejantes. Pero es preciso que la costumbre (en su sentido ambiental) no nos vele el sentido y la fuerte intención de tales palabras. Ellas equivalen a una nueva afirmación de la divinidad. Todos los textos que mencionan una presencia misteriosa en el seno de una comunidad dicen que es la de Dios. Pero ahora Jesús sustituye a La Shekina, a la “Piedra,” al “Lugar.” El reivindica para sí el tributo de la presencia y de la omnipresencia. ¿Quién osaría hablar así? Una criatura no podría, sin sacrilegio, sustituir a Dios. Aquel que osa compararse a Dios lo hace en un tono el más seguro y tranquilo. La sola explicación plausible es que Jesús se considera Dios.” 23

El perdón de las ofensas,Mat 18:21-35.
21 Entonces se le acercó Pedro y le preguntó: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si peca contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 Dícele Jesús: No digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23 Por eso se asemeja el Reino de los cielos a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos. 24 Al comenzar a tomarlas, se le presentó uno que le debía diez mil talentos. 25 Como no tenía con qué pagar, mandó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía y saldar la deuda. 26 Entonces el siervo, cayendo de hinojos, dijo: Señor, dame espera y te lo pagaré todo. 27 Compadecido el señor del siervo aquel, le despidió, condonándole la deuda. 28 En saliendo de allí, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándole, le ahogaba diciendo: Paga lo que debes. 29 De hinojos le suplicaba a su compañero, diciendo: Dame espera y te pagaré. 30 Pero él se negó, y le hizo encerrar en la prisión hasta que pagara ¡a deuda. 31 Viendo esto sus compañeros, les desagradó mucho, y fueron a contar a su señor todo lo que pasaba. 32 Entonces hízole llamar el señor, y le dijo: Mal siervo, te condoné yo toda la deuda porque me lo suplicaste.33 ¿No era, pues, justo que tuvieses tú compasión de tu compañero, como la tuve yo de ti? 34 E irritado, le entregó a los torturadores hasta que pagase toda la deuda. 3S Así hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonare cada uno a su hermano de todo corazón.

Acaso sugerido por el tema de los ”pequeñuelos” y pecadores, se trata aquí este tema de caridad. ¿Cuál había de ser la actitud cristiana ante las faltas reiteradas del prójimo?
La vida está llena de reincidencias en culpas perdonadas, y la vida social, ¿va a estar sometida al juego de indefinidos perdones? Tampoco el perdón social externo debe ir contra la prudencia y el honor. Pero aquí se trata de la actitud sincera de perdón ante Dios (Mat 5:38-45).
Pedro, que plantea el problema, lo lleva al extremo de preguntar si incluso ha de perdonar “siete veces,” número muchas veces simbólico de lo universal (Gen 4:24). La pregunta de Pedro es equivalente a saber si tiene que perdonar siempre. El judaísmo discutía el número legal de veces a perdonar; generalmente eran cuatro. Pero era un perdón externo 23. La respuesta de Cristo es afirmativa, con el grafismo oriental, de perdonar no sólo “siete veces,” sino “setenta veces siete.” Y para hacer más gráfica la enseñanza se expone una parábola de Cristo.
El “talento” era una unidad fundamental de peso; indicaba un peso determinado de dinero. El “talento” comprendía 60 “minas” = 6.000 “dracmas áticas.” La “dracma ática” era equivalente al “denario.” Y éste era la paga diaria de un jornalero (Mat 20:1). Por eso la deuda de 10.000 “talentos” era equivalente a 60 millones de ”denarios.” La deuda era, pues, fabulosa.
La escena, como parabólica, utiliza deliberadamente datos artificiosos por su exclusiva finalidad pedagógica. Por ejemplo, Perea y Galilea daban anualmente a Antipas 200 “talentos”; Idumea, Judea y Samaría daban anualmente a Arquelao 600 “talentos” 24. El servidor podría haber sido un valido que había defraudado la confianza del dueño.
Se manda, para compensar en parte, vender a su mujer, hijos y propiedades. En los contratos de entonces entraba la responsabilidad familiar (2Re 4:1; Dan 6:24; Est l6:18). Mas el análisis de los datos hace ver que se trata de la pintura de una corte oriental, pero no judía 25. Con ello se ve lo inverosímil de poder, con esta venta, lograr ni una cantidad respetable ante la deuda de los 10.000 “talentos.” Es un dato más alegorizante en la parábola para acusar la misericordia de su señor con él. Por lo que, no pudiendo pagar, el dueño se lo perdona todo.
Pero se contrapone la conducta de este siervo perdonado con lo que exige a otro consiervo para que le pague, inmediatamente, una pequeña deuda: 100 ”denarios.” Y al no pagarlos, lo mete en la cárcel. Enterado el rey, lo manda encarcelar hasta que pague la deuda.
La parábola se alegoriza en parte. Son varios los puntos doctrinales que se destacan.
a) El motivo por el que el consiervo debía haber perdonado: el que el rey – Dios – le había perdonado a él. “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mat 5:43-48; cf. Col 3:12-15; Stg 2:13).
b) También se percibe, alegorizada, la distancia entre el perdón del rey al siervo (60.000.000 de denarios”) y lo que no quería perdonar aquel otro siervo (100 “denarios”). Esto habla de la deuda infinita del perdón de Dios a los seres humanos, y la pequeñez de perdón de los seres humanos entre sí26.
c) Pero el punto central es la necesidad de perdonar para que Dios perdone. Es el Paternóster (cf. 1Jn 4:20).
A la hora de esta redacción evangélica se refleja los problemas internos eclesiales, que exigían resolverlos – lo que no es destruir la justicia – con la caridad y el perdón.

1 L. Vaganay, Le schematisme du discours communautaire a la lumiere de la critique des sources (Mat 18:1-35, par.): Rev. Bib. (1953) 203-244. – 2 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col. 822. – 3 Joüon, L’évangüe., compte tenu du substract se’mitique (1930) p.112. – 4 Bonsirven, Textes. n.757. – 4 Strack-B., o.c., I p.591; M. Black, The Marcan Parable of the Child in the Midst: Exp. Tim. (1947-48) 14-16; G. Vaimar, Jesús und die Kinder. über Mat 18:1-7 (Diss. Wien 1952). Una triple hipótesis sobre el logion de Mat 18:3 que ha sido transmitido originalmente aislado y situado en este contexto por la tradición, la expone J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, o.c. (1970) p.231-233. – 5 Strack-B., Kommentar. I p.729. – 5 Michel, en Theol. Wórt. Ν . Τ . IV, 650-661. – 6 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.249. Para más datos, cf. Strack-B., Kommentar. I p.775-778. – 7 S. TH., In evang. Matth. comm. c.18 h.l. – 8 Nestlé, N.T. graece et latine (1928) ap. crít. a Mar 9:43.44.46. – 9 Henoc 27:1-3; Salmos de Salomón 12:5; 156:4; Esd 2:29; Oráculos sibilinos 1:103; 3:761; artículo Gehínne, en Dict. Bib. Suppl.; Bonsirven, Le judaisme palestinien. (1934) I p.327-340. – 10 Cf. Lagrange, évang. s. Matth. (1927) p.340-348. – 10 J. Dupont, Les Beatitudes (1951) p.49 nota 5. – 11 Bonsirven, Le juda’isme palestinien. (1934) I p.232-233. – 12 Strack-B., Kommentar. I p.783-784. – 13 Nestlé, N.T. graece et latine (1928) ap. crít. a Mat 18:11. 14 Una comparación de esta parábola entre Mt y Lc, cf. Buzy, en Revue Bibli-que (1930) 47-61; E. F. F. Bishop, The Parable of the Lost or Wandering Sheep (Mat 18:10-14; Luc 15:3-7): Angl. Theol. Review (1962) p.44-57; J. Dupont. La brevis perdue.: Lum. et Vie (1957) p.15-23. – 14 Bonsirven, Le regne de Dieu (1957) p.73 nota 60; – 15 Bonnard, o.c., p.372-273. – 15 Nestlé, N.T. graece et latine (1928) ap. crít. a Mat 18:15. – 16 Strack-B., Commentar. I p.788 ν 739-740. – 17 Reuss, citado por Lebreton en La vie et l’enseignement. vers. esp. (1942) I – 18 Strack-B., K’ommentar. I p.379-740; cf. Comentario a Mat 16:18.19. – 19 Rev. Bib. (1924) 82ss. – 20 Strack-B., Kommentar. I p.792-793. – 20 Bonnard, L’évangiU selon St. Matth. (1963) p.275. – 21 Strack-B., Kommentar. I p.591. – 22 Strack-B., Kommentar I p.793. – 22 P. Bonnard, L’évangüe selon St. Matthieu (1963) p.275-276. – 23 Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p.241-242; G. Marchand, Mat 18:20 dans la tradition des six premiers sudes (198s). – 23 Y orna 5:13; Baba gamma 8:7. – 24 Josefo, Antiq. XVII 11:4; M. Borda, Lares: la vita familiar e romana (1947) p. 79-80. – 25 J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, o.c. (1970) p.254-259. – 26 VOSTé, Parabolae selectae. (1933) II p.636-652; LAGRAqNGE, évangile s. Sí. Matth. (1927) p.357-364; Buzy, Parábales (1932) p.629-651; E. Fuchs, TheParableof the Ummerciful Servant (Mat 18:23ss): Stud. Evang. (1958) p.487-494.

Fuente: Biblia Comentada

Este es el cuarto de cinco discursos alrededor de los cuales Mateo centra su narración (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos). El tema de esta sección es el creyente como un niño.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

18:1 En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (Mar 9:1-50, “en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor; Luc 22:24) – ¡Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos? (LBLA). Al agregar la palabra “entonces” quieren saber cuál sería el mayor ahora, en vista de la situación actual (MRV). Sin duda los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos (compárese 20:21). Jesús les había dicho (16:24) que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”, pero ellos no están pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado, Luc 22:24-27.
“La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma. (Pro 16:32; Pro 25:28)” (HF).

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA ACTITUD DE UN NIÑO

Mateo 18:1-4

Aquel día los discípulos se Le acercaron a Jesús, y Le dijeron: Entonces, ¿quién es el más grande en el Reino delCielo?

Jesús llamó a un chiquillo, y le puso en medio de ellos, diciéndoles:
-Os diré la pura verdad: A menos que os volváis y os hagáis como niños, no entraréis en el Reino del Cielo. El que sea tan humilde como este chiquillo, ese es el más grande en el Reino del Cielo.

Aquí tenemos una pregunta muy reveladora, seguida de una respuesta muy reveladora. Los discípulos Le preguntaron a Jesús quién era el más grande en el Reino del Cielo. Jesús tomó a un chico y dijo que a menos que ellos se volvieran y llegaran a ser como ese chiquillo, no entrarían en el Reino de ninguna manera.
La pregunta de los discípulos era: «¿Quién será -el más grande en el Reino del Cielo?» Y el mismo hecho de que hicieran esa pregunta mostraba que no tenían ni idea de lo que era el Reino del Cielo. Jesús dijo: «A menos que os volváis.» Estaba advirtiéndoles que iban en un sentido totalmente equivocado, alejándose en lugar de acercarse al Reino del Cielo. En la vida, todo depende de lo que una persona se proponga; si su meta es el cumplimiento de una ambición personal, la adquisición de poder personal, el disfrutar de prestigio personal, la exaltación del yo, se está proponiendo lo contrario del Reino del Cielo; porque ser ciudadano del Reino quiere decir olvidarse completamente de uno mismo, borrar el yo, consumir el yo en una vida que se propone el servicio y no el poder. Mientras uno considere su persona como la cosa más importante del mundo, está de espaldas al Reino; si quiere alcanzar el Reino debe darse la vuelta y encaminarse en sentido opuesto.
Jesús tomó a un chiquillo. Según una tradición, el chiquillo era Ignacio de Antioquia, que llegaría a ser una gran figura de la Iglesia, un gran escritor y finalmente un mártir de Cristo: Ignacio recibió el apodo de Theóforos, que quiere decir llevado por Dios, y la tradición desarrolló la idea de que había sido porque Jesús le había llevado en brazos o puesto sobre Sus rodillas. Puede que fuera así. Pero puede que sea más probable que fuera Pedro el que hiciera la pregunta, y que fuera su hijo el que Jesús tomó y puso en medio, porque sabemos que Pedro estaba casado (Mt 8:14 ; 1Co 9:5 ).

Así es que Jesús dijo que en un niño vemos las cualidades que deben caracterizar a los del Reino. Un niño tiene muchas cualidades encantadoras: la capacidad de maravillarse, hasta que llega a dar por sentada la maravilla del mundo; la capacidad de perdonar y olvidar, hasta cuando los mayores y aun sus padres le tratan injustamente, como sucede con tanta frecuencia; la inocencia, que, como dice hermosamente Richard Glover, lleva consigo el que un niño no tiene más que aprender, y no que desaprender; solo que hacer, no que deshacer. Sin duda Jesús estaba pensando en estas cosas; pero, con ser tan maravillosas, no eran las principales en Su mente. El niño tiene tres grandes cualidades que le hacen el símbolo de los ciudadanos del Reino.
(i) Lo primero y principales la cualidad que es la clave de todo el pasaje: la humildad del niño. Un niño no quiere pretender; más bien prefiere pasar inadvertido. No desea ser prominente; prefiere más bien quedar en la sombra. Solo cuando ya va creciendo y empieza a iniciarse en un mundo competitoivo, con su lucha feroz y competencia por premios y primeros lugares, es cuando deja atrás su humildad instintiva.

(ii) Tenemos la dependencia del niño. Para el niño, un estado de dependencia es completamente natural. Nunca cree que puede enfrentarse solo con la vida. Está contento con ser totalmente dependiente de los que le quieren y cuidan. Si aceptáramos el hecho de nuestra dependencia de Dios, entrarían en nuestras vidas una nueva fuerza y una nueva paz.

(iii) Está la confianza del niño. El niño es instintivamente dependiente, y instintivamente también confía en sus padres para la provisión de sus necesidades. Cuando éramos niños, no podíamos comprar nuestros alimentos ni nuestra ropa, ni mantener nuestra casa; sin embargo, nunca dudábamos de que podríamos vestirnos y alimentarnos, y que encontraríamos protección y calor y comodidad esperándonos cuando volviéramos a casa. Cuando éramos niños, salíamos de viaje sin dinero para pagar el billete, sin idea de cómo llegaríamos a nuestro destino; y sin embargo nunca se nos ocurría dudar de que nuestros padres nos llevaran y nos trajeran de vuelta a salvo.

La humildad de un niño es el dechado del comportamiento del cristiano con sus semejantes, y la dependencia y la confianza del niño son el dechado de la actitud del cristiano para con Dios, el Padre de todos.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 18

VIII. EL DlSCURSO SOBRE LA FRATERNIDAD (18,1-35).

Este discurso, el cuarto de los grandes discursos del Evangelio de san Mateo, trata de la fraternidad que debe reinar en la comunidad cristiana. Este discurso está más adaptado que los otros a la situación de la comunidad y a las cuestiones de su vida interna. Como composición es asimismo una obra del evangelista sacada por él de las palabras del Señor transmitidas por tradición. La base de este fragmento instructivo lo forman los versículos 18,1-5 con la pregunta sobre la verdadera grandeza en el reino de los cielos y la respuesta que le dio Jesús. Todas las partes siguientes y las distintas instrucciones han de ser juzgadas sobre esta base. En todas ellas repercute esta ley fundamental de la verdadera grandeza.

1. LA VERDADERA GRANDEZA (Mt/18/01-05).

a) El mayor en el reino de los cielos (18,1).

1 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús para preguntarle: ¿Quién es mayor en el reino de los cielos?

El discurso empieza así: «En aquel momento». Esta expresión indica un nuevo principio y al mismo tiempo la trascendencia de lo que se va a decir. Los discípulos se acercan al maestro y le proponen una pregunta, tal como los discípulos de los rabinos hacen ante su maestro. La pregunta parece muy sencilla, pero inmediatamente plantea un problema: ¿Se debe entender la expresión «en el reino de los cielos» como alusiva a la futura configuración del reino de Dios (esperada al fin del tiempo) o como alusiva a su realización actual? ¿Significa la pregunta: quién será un día el mayor en el reino consumado de Dios? o ¿quién es aquí y ahora el mayor entre los discípulos? En nuestra pregunta no se habla de atribuir, de prometer el reino de Dios a determinados grupos de hombres, como por ejemplo en las bienaventuranzas (5,3-12), sino de un orden en el reino de los cielos. Mateo en otro lugar también habla del «cielo» simplemente, como sustituto del nombre de Dios (5,34; 16,19). La pregunta, pues, apunta a los órdenes de grandeza que están en vigor aquí y ahora, entre nosotros, con respecto a Dios. San Mateo leyó en el texto de san Marcos una breve escena, que se designa como disputa sobre la precedencia: «Llegaron a Cafarnaúm. Y estando él en la casa, les preguntaba: ¿De qué veníais discutiendo en el camino? Pero ellos guardaban silencio; porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién era el mayor» (Mar 9:33 s). Este incidente humillante no lo ha adaptado Mateo, sino que solamente ha hecho destacar el núcleo, la pregunta sobre el mayor. De este modo esta pregunta está desconectada de la situación histórica y se ha hecho de ella un problema fundamental. La pregunta se refiere al orden interno del reino de Dios, proclamado y traído por Jesús, con absoluta independencia del sentido en que esta pregunta es actual y del grado en que ha sido realizada. En el fondo esta pregunta quiere decir: ¿Quién es el mayor ante Dios?, ¿quién es apreciado en general por él?

b) Respuesta de Jesús (Mar 18:2-5).

2 Y llamando junto a sí a un niño, lo puso delante de ellos 3 y les dijo: Os aseguro que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

La respuesta del Señor tiene una doble forma: se da con el signo y con la palabra. Ambos se explican mutuamente. El signo es lo que acontece con el niño, las palabras en primer lugar abarcan el versículo tercero, al que se añade el versículo cuarto como explicación. El signo fija el sentido de las palabras: en medio de los hombres altos, adultos, fornidos, está el niño. Se toma la figura niño como prototipo. Hay que procurar representarse la escena en forma viva, para captar el contraste y significado de este signo: de un lado, el grupo de hombres prudentes y seguros de sí mismos, y de otro, perdido en medio de ellos y, tal vez, mirando en torno con angustia, la pequeña criatura de la calle; el grupo de los elegidos, que se dan muy bien cuenta de su rango, y entre ellos el diminuto ser que nada dice. El signo no está destinado a confundir a los que habían preguntado. Más bien es un anuncio real. La escena representa el orden en el reino de Dios. Esta relación entre la imagen y la palabra responde a una tradición profética. El signo efectuado aquí por Jesús con la máxima sencillez es un signo profético. Las palabras empiezan con énfasis profético: «Os aseguro». Además se dice con tono profético, en la conclusión de estos dos versículos: «… no entraréis en el reino de los cielos». La parte intermedia la condición a la que se vincula la entrada, consta de dos miembros y nombra dos sucesos «convertirse» y «hacerse como niño».

Convertirse designa un acontecimiento revolucionario. Toda la marcha de la vida debe interrumpirse y cambiar de dirección como una persona que durante mucho tiempo ha adelantado por un camino, y que se detiene y se vuelve atrás. En conexión con la señal profética el signo todavía dice más. El hombre debe volverse y en cierto modo desandar el trayecto ya recorrido del sendero, debe retroceder. El objetivo de este sendero es hacerse niño. Así como el niño resulta pequeño e insignificante entre los adultos, también designa el punto final de la conversión. Este cambio no quiere decir que hayamos de hacernos niños en sentido literal, no significa una regresión del ser adulto a la edad infantil. Se menciona un hecho de la vida espiritual representado en el niño entre los adultos. No está ante Dios como un hombre prudente, superior, consolidado en la autonomía, maduro, sino como un hombre deficiente y necesitado de ayuda, que se ha puesto bajo el amparo y dirección de Dios. Con esto queda indicado lo que significa hacerse como niños. No es que el niño sea modesto, por naturaleza, humilde o sin pretensiones. En las palabras de Jesús el punto de comparación no son estos sentimientos, sino la relación entre grande y pequeño, adulto y no desarrollado. Lo más típico en el niño es su actitud receptiva. EL niño depende de la ayuda ajena, por eso también la recibe. EL Señor reclama del discípulo esta manera de ser del niño cuando el discípulo está delante de Dios y pregunta por su relación con él. La conversión está necesariamente antepuesta a este cambio ulterior. Las exigencias están colocadas una después de la otra con estricta lógica: la primera es la conversión, el cambio radical; la segunda el objetivo de hacerse como niños. Ambas son condiciones indispensables para entrar en el reino de Dios.

4 Por consiguiente, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.

Este versículo está en otro plano. Se suaviza el rigor áspero del signo y de la palabra proféticos. Se prosigue la comunicación profética por medio de una llamada, de orden ético, a los sentimientos. Es similar a la sentencia: «El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (23,12). Estas dos frases están unidas por la misma idea de un cambio de valores. Sólo recibirá la recompensa escatológica de ser ensalzado el que antes se haya hecho pequeño y se haya humillado. Este humillarse explica lo anterior, o sea hacerse como niños. El v. 3 indica que a la decisión espiritual debe añadirse la reforma del corazón y de la manera de pensar. El acto de la conversión debe concretarse en el pensamiento y en la voluntad. Quien así lo hace, verdaderamente es bajo, pequeño y, por tanto, humilde. éste es, pues, el mayor en el reino de los cielos. En el orden del reino de Dios está en vigor esta ley: el grande es pequeño. y el pequeño es grande. El Señor Jesús es el ideal en que esta ley ha tomado forma corporalmente. Jesús ha proclamado y explicado el reino de Dios. Este peculiar cambio en la manera natural de pensar ha sido introducido por el hecho de la existencia de Jesús, que dice de sí mismo que es «humilde de corazón», es decir humilde en el ámbito de sus más íntimos sentimientos (11,29).

A partir de esta representación ideal ya no queda posibilidad de invertir aquel orden, que se ha implantado en oposición al orden humano «normal». Esta ley puede ser comprobada en el mismo Jesús, y este orden debe ser vivido en los sentimientos y en la vida de sus discípulos. Con lo dicho está también contestada la pregunta de quién es el mayor entre ellos y no solamente delante de Dios. Sólo puede ser mayor que otro el que se hace inferior. Sólo el ínfimo de todos puede ser absolutamente el mayor. San Mateo no ha aducido aquí las palabras del Señor, que expresan esta norma de los discípulos. Pero las presenta en otros textos destacados, por ejemplo: «El que quiera entre vosotros ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser primero, sea vuestro esclavo» (20,26s). Y «el mayor de vosotros sea servidor vuestro. Pues el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (23,11s).

5 Y quien acoge en mi nombre a un niño como éste, es a mí a quien acoge.

El último versículo sobre este tema no está estrictamente concadenado con la anterior serie de pensamientos. Habla de la acogida hospitalaria y afectuosa de los niños. Están desamparados y por tanto expuestos a especiales peligros y necesitados de asistencia, sobre todo si se piensa en los huérfanos. El que recibe en su casa o adopta uno de estos niños faltos de protección y guía, no sólo hace una buena obra, como ya la alababan y recomendaban los rabinos; si se procede en nombre de Jesús, es decir por el espíritu propio de los discípulos y por el espíritu de fraternidad, entonces el que acoge al niño, verdaderamente acoge al mismo Jesús. Porque este niño representa al inferior y pequeño. Acoge al niño como señal, como representación simbólica del orden de Dios. Porque «lo que para el mundo es débil, lo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte» (1Co 1:27). El niño es santo en su desamparo; atrae la bondad y misericordia de Dios. Al mismo tiempo en estas palabras resuena el pensamiento que se acaba de manifestar (1Co 18:3 s): lo diminuto es lo grande; el hecho en apariencia insignificante es, en realidad, lo que importa; muestra el espíritu de conversión y seguimiento el que así se inclina hacia el niño. El mismo Jesús se oculta en el más pequeño, y en él hay que encontrarlo. Dice Jesús: «Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como quien sirve» (Luc 22:27). Al evangelista le interesa especialmente esta ley fundamental del reino de Dios. Dios y su Iglesia tienen ante sí un frente judío consolidado en el fariseísmo y en el rabinato. Allí los títulos y los tratamientos honoríficos ocupan un sitio importante, ya que había una ambiciosa aspiración de dignidad y rango, se disputaba con viveza sobre la relación entre grandes y pequeños. «Por eso ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame rabí» (Luc 23:5b-7).

A este modo de proceder se contrapone la nueva manera de pensar. Los responsables, los dirigentes y los que ejercen cargos en la comunidad, son los primeros que han de cumplir esta ley: «Pero vosotros no dejéis que os llamen rabí; porque uno solo es vuestro maestro, mientras todos vosotros sois hermanos. A nadie en la tierra llaméis padre vuestro; porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni dejéis que os llamen consejeros; que uno solo es vuestro consejero: Cristo. El mayor de vosotros sea servidor vuestro» (Luc 23:8-11). La ley permanece en vigor hasta la decisión definitiva en el gran juicio. Los ínfimos y más insignificantes entre los hombres pasan a ser el motivo determinante de la sentencia del tribunal. Han representado al maestro como el niño. El bien que se haya obrado con uno de éstos, se obró con Cristo (cf. 25,40-45). Por tanto se trata de una ley fundamental de la Iglesia de Cristo, que la Iglesia nunca puede borrar de la conciencia. En la comunidad los diminutos son los grandes. Hacerse como niños es lo que se ha puesto ante nosotros como objetivo y como norma imponiéndonos una obligación y al mismo tiempo causando escándalo. La única posibilidad es que este objetivo solamente sea alcanzado por el amargo camino de la conversión, un cambio que constantemente debe ser pretendido y llevado a término. Cuando así sucede, la comunidad de Jesucristo puede ser presentada como pura y genuina. Entonces también se establece la relación del individuo con Dios y con el hermano en el sentido de Cristo. Puede entrar en el reino de Dios el que se hace como niño ante Dios y como servidor ante el hermano.

2. LA SOLICITUD POR LOS «PEQUEÑOS» (18,6-14).

a) Prevención contra el escándalo (Mt/18/06-09).

6 Si uno escandaliza a cualquiera de estos pequeños que cree en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una rueda de molino de las que mueven los asnos, y lo sumergieran en el fondo del mar.

¿Quiénes son los pequeños? Por lo precedente se podría intentar ver también en ellos a los niños. Pero las palabras griegas son diferentes, el concepto de los «pequeños» está particularmente caracterizado. Ya en san Marcos está la adición explicatoria «que creen» (Mar 9:42). Así pues, son personas que han cumplido la principal reclamación del Señor, o sea, creer. Sólo san Mateo dice claramente que se trata de la fe estricta en Cristo: que creen en mí. Por consiguiente son discípulos que tienen la fe en común con todos, pero que son diferentes de algunos por ser pequeños. ¿Son personas que tienen una fe «pequeña», los hombres de «poca fe», concepto que sólo se encuentra a menudo en el Evangelio de san Mateo? (Mt 6.30; Mar 8:26; Mar 14:31; Mar 16:8). ¿O bien son los que en la relación con sus hermanos son insignificantes y están menos dotados, y los que están a la sombra de los mayores? Nada de esto parece que dé en el blanco con precisión. Las primeras palabras de la predicación, las bienaventuranzas del sermón de la montaña, iban dirigidas a los pobres, a los hambrientos e indigentes, a los desposeídos de los bienes, a los pequeños despreciados (Cf. 5,3s; Luc 6:20 s.). Esta capa social del pueblo fue para la actividad de Jesús la primera tierra laborable para la semilla celestial, y así ha permanecido hasta el fin. Los pobres e insignificantes han sido buscados y amados fervientemente por Jesús. Son los pretendientes del reino por excelencia. Este pueblo sencillo, pero dispuesto para oír y creer, parece que haya sido designado ya en una de las primeras etapas con el nombre colectivo de los «pequeños». Si éstos se abren paso hasta llegar a la fe en Jesús, entonces el reino de Dios echa firmes raíces. Su fe es el comienzo cierto de la gran obra. Pero esta fe tiene también un sentido simbólico en cuanto está realizada precisamente por los que, al parecer, son los menos llamados a ello. Únicamente a partir de esto se ve la dureza de las palabras sobre el escándalo. La fe de los pequeños puede perderse por culpa de los discípulos. El medio para esta pérdida es el escándalo que tiene un aliento diabólico. Se experimenta la sensación de que el escándalo es como un poder personal que sale del fondo del abismo de lo demoníaco. Cuando uno de los hermanos viene a ser un escándalo para otro, hay algo demoníaco en acción. Las traducciones castellanas «escandalizar», «inducir a pecado», «causar escándalo» apenas están en condiciones de reproducir este sentido precisa y acertadamente. A la obscura introducción del tema corresponde la amenaza del castigo. éste sólo es nombrado como posibilidad («más le valdría»); sin embargo, esta posibilidad deja que la mirada penetre en la profundidad del misterio. El seductor debería ser sumergido en el fondo del mar con una rueda de molino al cuello. Lo que se sumerge en la profundidad del océano, para los antiguos desaparece para siempre, sin que pueda salvarse. El abismo es negro y sin fondo.

7 ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque es inevitable que los haya; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el escándalo!

El «ay» pertenece al lenguaje profético. Amenaza con la desventura a todo el mundo, o sea el mundo de los hombres vivos, el orbe habitado. El cosmos humano está perturbado por los escándalos. Infestan la tierra y estropean el primitivo orden de Dios. Es una necesidad interna inevitable que haya escándalos y que siempre actúen destruyendo. Mientras Satán ejerza su dominio, el mal tiene fuerza y poder. Se prepara el fin de este poder para el tiempo en que termine el mundo. Entonces «enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y quitarán de su reino todos los escándalos y a cuantos obran la maldad. Y los arrojarán en el horno del fuego» (13,41s). Los escándalos, que proceden del espíritu maligno, serán exterminados con los hombres que se han entregado al demonio y «obran la maldad». Hasta que llegue este día perdura la eficiencia de los escándalos y por eso son necesarios. El «ay» dirigido a todo el mundo, adquiere mayor precisión cuando se dice: ¡Ay de aquel hombre que se abre al escándalo y se convierte en su instrumento! Los poderes del espíritu que actúan de una forma invisible, necesitan del medio visible de un hombre que deje seducir su espíritu. Por tanto el castigo que se anuncia contra los escándalos, también alcanza a los hombres que se han entregado a ellos. Desde lejos resuenan las sombrías palabras dirigidas a Judas: El Hijo del hombre se va, conforme está escrito de él; pero ¡ay de ese hombre por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a tal hombre no haber nacido» (26,24).

8 Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtatelo y arrójalo lejos de ti; mejor es para ti entrar manco o cojo en la vida, que no ser arrojado al fuego eterno, conservando las dos manos o los dos pies. 9 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti; mejor es para ti entrar tuerto en la vida que, conservando los dos ojos, ser arrojado a la «gehenna» del fuego.

(Mateo ya había presentado esta doble sentencia en el sermón de la montaña con una redacción algo distinta: 5,29s.).

Se prosigue el tema que antes se ha iniciado. Una vez más se reduce la zona de acción del escándalo. éste se sirve de los miembros del propio cuerpo, de la mano, del pie, de los ojos para confundir al discípulo y para hacerle descender a la baja esfera del escándalo. Aquí no se trata del escándalo que los hermanos dan a otros hermanos suyos, sino del escándalo que, para uno mismo, puede provenir de los miembros del cuerpo. Como en el primer caso, también aquí se manifiesta el peligro mortal de esta tentación. Aquí como allí se trata de la vida y la muerte, de la gloria eterna o de la perdición permanente. Los escándalos revelan así el gran riesgo que amenaza a los discípulos. Contienen toda la maldad enemiga de Dios, la cual se opone a la voluntad de Dios. La raíz siempre es la misma, las formas son variadas. Lo que está en peligro es la fe. éste es el fundamento de la nueva vida fundada en Cristo. Además de la aparición de falsos profetas, de la traición y el odio mutuos, de la seducción y del enfriamiento del amor forma parte de los indicios del fin el escándalo (24,10-12). Es significativo que aquí se nombre el escándalo como primera señal, de la que parecen derivar todas las demás. Por eso la comunidad ahora tiene que hacer lo posible por precaver el escándalo de otros (cf. 17,27), sobre todo entre los creyentes (18,6).

b) Dios tiene en gran aprecio a los pequeños (Mt/18/10) (El versículo 11 dice así: «Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que se había perdido.» Este versículo falta en la mayor parte de los manuscritos más antiguos y podría haberse introducido aquí a partir de Luc 19:10, por razón de la semejanza con la siguiente parábola).

10 Cuidado con despreciar a uno solo de estos pequeños; porque os aseguro que sus ángeles en los cielos están viendo constantemente el rostro de mi Padre celestial.

La primera frase es una advertencia, la segunda apoya la advertencia precedente con un profundo pensamiento, que Jesús manifiesta sólo aquí. Estos pequeños no deben ser despreciados. Están expuestos al desdén, precisamente porque son insignificantes y valen poco según el criterio de los hombres. Ni siquiera uno de ellos debe ser olvidado ni desatendido. Cada uno es portador del magnífico tesoro de la fe, y por esta razón ya es un «grande». Como motivo de este gran aprecio de los pequeños, Jesús menciona el hecho de que sus ángeles están viendo constantemente el rostro de Dios. Tienen mensajeros divinos, que están dedicados a cada uno de ellos. Sólo por esta causa los pequeños están tratados con distinción y son muy estimados por Dios. Y eso no es todo. Sus ángeles cuidan continuamente del servicio del trono ante la divina majestad: éste es el sentido de la expresión «están viendo el rostro». La más excelsa prestación de servicio ante Dios es contemplar su rostro. Servir y contemplar forman una unidad, la visión inspira el espíritu de servir, y el servicio se cumple en la visión. Así lo ha vislumbrado el Antiguo Testamento (Cf. Tob 12:15), y así lo revela de nuevo Jesús, el Mesías. Los ángeles contemplan temblando el rostro del Padre. No es el rostro de un ser inquietante y lejano, sino el rostro del que sabe cuándo cae un gorrión del tejado y tiene contados los cabellos de nuestra cabeza. Los mensajeros representan a los pequeños ante la faz del Padre. En los mensajeros están siempre presentes los pequeños. La fe de los pequeños ahora ya participa en la visión beatífica mediante el servicio de los ángeles. La vida terrena y la consumación celestial ya están de acuerdo, aunque los portadores todavía estén separados. Con la mirada de gloria y de amor, con la que el Padre contempla al mensajero, también ve al que está representado por el ángel. Tal es el valor de los pequeños a los ojos de Dios, tan grande es la estima que Dios tiene de ellos. ¿Cómo pueden los hermanos atreverse a despreciarlos?

c) La salvación de los extraviados (Mt/18/12-14).

17 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en los montes, para irse a buscar la extraviada? 13 Y cuando llega a encontrarla, os aseguro que se alegra por ella más que por las noventa y nueve que no se extraviaron. 14 De la misma manera, no quiere vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno solo de estos pequeños. (Un lugar paralelo a la parábola se encuentra en /Lc/15/03-07).

En esta corta parábola se distingue entre «estar perdido» y «estar extraviado». En los escritos del Antiguo Testamento y del Nuevo no es fácil distinguir si se habla de una oveja del rebaño en realidad o con lenguaje figurado. Piérdase la oveja o se extravíe es indistinto. Otro caso es el de los discípulos, porque se puede distinguir entre un miembro que se ha extraviado, pero que se le puede ir a buscar por el interés de los hermanos, y otro miembro, que está en peligro de perderse, quizás para siempre. En la narración siempre se dice «extraviada», y en cambio en la aplicación siempre se dice «se pierda» (Tob 18:14).

El que se extravía, está en peligro de perderse por completo. El texto está ya configurado con vistas al quehacer de los pastores de almas. El pastor apacienta un rebaño numeroso, que no le pertenece, pero que le ha sido confiado; tiene que dar cuenta de cada una de las ovejas. Si una de ellas ha ido a pastar a suelos rocosos o se ha encaramado al saliente de una roca, el pastor se siente llamado por su honradez profesional. Se marcha y va en busca de la oveja, hasta que es puesta felizmente a salvo. Entonces la alegría del pastor es inmensa. Con esta oveja recuperada se familiariza con una intimidad creciente, mayor que la que tiene con las otras ovejas. El pastor ha salvado la vida de esta oveja. Todas las demás también pueden tener mucho valor para él como buen pastor, pero con todo la oveja recuperada se convierte en motivo de alegría especial. Por consiguiente en este caso concreto su alegría es mayor que en todos los demás. Esta escena cotidiana que se contempla en la vida se convierte en ocasión para hacer una advertencia. Dios también piensa como este pastor. Su mirada también está dirigida a todos, no se ha olvidado de nadie y se cuida de cada uno. Cuando alguien se aparta de la comunidad, esta desviación a Dios no le es indiferente. Dios quiere la salvación de cada uno con voluntad fuerte y sana. El más insignificante para él no lo es en grado suficiente para no ofrecerle el obsequio de su amor. Todo el pasaje es una invitación a los discípulos para que tengan esta solicitud. No se indica si el «extravío» se debe al propio descuido, negligencia o a culpa ajena, por ejemplo un escándalo. Basta el hecho solo. Con todo en el último versículo (Tob 18:14) se dice claramente que también aquí se trata de los «pequeños». A ellos debe dirigirse la solicitud del pastor. No ha de parecer que los pequeños sean demasiado insignificantes para no justificar este interés. Dios, para quien tanto valen los pequeños, quiere expresamente que ni siquiera uno solo de ellos sea desatendido. Por su misma sencillez, podrían estar quizás en un especial peligro. El pastor podría perderlos de vista y olvidarlos, porque están en la sombra y en segundo plano.

Dios se compromete especialmente con ellos y espera lo mismo de los hermanos. El Evangelio de san Mateo contiene otro texto que desarrolla más el tema de los pequeños: «Quien recibe a un profeta como profeta, recompensa de profeta tendrá, y quien recibe a un justo como justo, recompensa de justo tendrá. Y quien da de beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, sólo por ser discípulo, os aseguro que no se quedará sin recompensa» (Tob 10:41 s). Aquí los pequeños están coordinados con dos muy apreciados grupos de «grandes», y en cierto modo están equiparados a ellos: los profetas y los justos. No se olvida ni siquiera la ínfima acción de amor dedicada a estos hombres. Las dos palabras «os aseguro» dan peso al versículo, deben grabarse profundamente en la comunidad. ¿Que se ha prescrito en nuestras comunidades acerca de los «pequeños»? Con respecto a ellos ¿tenemos la delicadeza de sentimientos y la conciencia despierta para evitar el escándalo? ¿Nos esforzamos por tener el alto aprecio que Dios les muestra? ¿Se dirige todo nuestro interés al único que yerra, o sólo a las otras noventa y nueve? Ciertamente, no se trata ante todo de reglas pastorales prácticas, sino de una manera general de pensar. Pero la manera de pensar del discípulo (que está contenida en la exigencia fundamental de 18,1-5), en ninguna parte se expresa de una forma tan pura como en la forma de tratar a los «pequeños» dentro de la comunidad. No sólo los pastores designados, sino toda la comunidad debería estar animada por estos sentimientos y proceder de acuerdo con ellos.

3. LA CORRECCION-FRATERNA (Mt/18/15-20)

15 Si tu hermano comete un pecado, ve y repréndelo a solas tú con él. Si te escucha, ya ganaste a tu hermano; 16 pero, si no te escucha, toma todavía contigo a uno o dos, para que todo asunto se decida a base de dos o tres testigos, 17 y si no les hace caso, dilo a la Iglesia, y si tampoco a la Iglesia hace caso, sea para ti como un gentil o un publicano.

El tercer tema del discurso podría titularse el pecado en la comunidad. Ya se habló de este tema al tratar de la solicitud por los pequeños. Con todo no se fija la mirada en este caso de una manera accesoria, sino directa. No parece que se diga que el hermano haya faltado contra mí, como dicen algunas traducciones («si pecare tu hermano contra ti») (*). En primer lugar se trata del hecho del pecado como tal. Puede atemorizar que se cuente con esta posibilidad. ¿No debería bastar para siempre la conversión que se ha efectuado y ha conducido a la fe? Aquí se fijan los ojos de una manera realista en la posibilidad del pecado. La Iglesia no es una comunidad de puros y santos.

El hermano que se da cuenta de la caída del prójimo debe dar el primer paso. Tiene que «acercarse» y reprender al pecador. En la ley del Antiguo Testamento se da la siguiente orden: «No aborrezcas en tu corazón a tu hermano, sino corrígele abiertamente, para no caer en pecado por su causa. No procures la venganza, ni conserves la memoria de la injuria de tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor» (Lev 19:17 s). En este texto como en el de san Mateo debe nombrarse sin rodeos la culpa. El pecador debe llegar a comprender. El derecho de corregir es propio del hermano, porque es hermano. En la antigua alianza era el prójimo, que estaba ligado con los lazos de la sangre y de la patria común; ahora es el hermano, que está unido con la misma fe y religión. El primer paso debe darse a solas, para que la culpa permanezca lo más escondida posible y, así, se proteja el honor del prójimo. Sería magnífico que este primer paso ya condujera al éxito. Si el prójimo abre su oído, no rehúsa comprender y acepta el servicio de su hermano, entonces se ha logrado todo lo que se pretendía. Ha sido ganado. Se dice del que se ha corregido que su acción fue el fundamento del éxito. Se ha recuperado al que había caído en pecado, está de nuevo en la comunidad y es hermano como antes. A la inversa se puede concluir que el pecador antes se había colocado al margen de la comunidad. La falta tiene que haber sido grave, ya que un extravío insignificante no hubiese causado esta separación. Pero si el prójimo cierra su oído, debe hacerse una segunda tentativa. Según una antigua disposición de la ley, sólo se considera como válido un testimonio que es confirmado por dos o tres de la misma manera. «No bastará para nadie un solo testigo, cualquiera que sea el pecado y el crimen, sino que todo caso se decidirá por deposición de dos o tres testigos» (Deu 19:15).

Aquí se aplica esta disposición del procedimiento judicial para vigorizar la advertencia y evitar el último paso. Dos o tres juntos deben testificar las circunstancias del delito y hacer regresar al que yerra. Si esta tentativa tampoco tiene éxito, el caso debe presentarse a la Iglesia. Aquí la palabra ekklesia designa la comunidad de los fieles congregada en el lugar. La comunidad debe repetir la advertencia con todo el peso de su autoridad. Ante ella, el caso se hace ahora público. La comunidad ofrece el último retorno posible, después ya no habría otra oportunidad. Por otra parte, es difícil decir de qué manera hay que hablar con la comunidad y de qué modo ésta puede ser efectiva. ¿Es el presidente (¿el obispo?) o un colegio de ancianos (presbíteros) el que decide convocar una asamblea plenaria de toda la comunidad o una comisión determinada, prevista para tales casos? Estas preguntas han de quedar en suspenso, ya que el texto no ofrece ningún punto de apoyo para contestarlas. Lo único que puede decirse con seguridad es que el veredicto que se pronuncia de una u otra forma, contiene el dictamen de toda la Iglesia (local). La misma Iglesia decide, y aquí lo hace como suprema y última instancia. Aquí también se tiene en cuenta la posibilidad de que el pecador rechace la advertencia. La actitud que entonces adopta, se reviste con una expresión proverbial. Sea para ti como un gentil o un publicano. Aquí todavía no se dice que la Iglesia pronuncie y ponga en ejecución una sentencia formal (sin embargo, cf. 18,18). La idea más bien parece ser que sin este requisito ya sólo por ser pecador está fuera de la fraternidad y ahora se le considera y designa expresamente como tal. Lo que primero ha efectuado por delito propio personal, ahora también vale por parte de la colectividad. Se ha desmembrado, y luego la comunidad confirma este estado del pecador por la sola causa de que ha repelido la mano que se le ofrecía para la conversión.

Según la manera de pensar del Antiguo Testamento el gentil no pertenece al pueblo escogido de Dios. El publicano está fuera de la colectividad de hijos honorables de Israel, ya que según la apreciación general ejerce un oficio inmundo y vive del pacto con el poder pagano de ocupación. Ninguno de los dos es, en sentido pleno, hijo del pueblo santo. Los judíos los consideran como personas que están fuera. Así como la comunidad de Israel mira a estos dos grupos de hombres, así también debe suceder en la Iglesia. Esta relegación del hermano pecador resulta dura. Pero la dureza queda justificada en cierto modo si se considera la solicitud pastoral que alienta en esta medida. Estas palabras dan a entender la magnitud de la exigencia y la elevada conciencia de sí misma habida por la comunidad cristiana. El miembro que se entrega al pecado y persevera en esta sujeción, ha roto el puente y ha salido de la familia. Sólo cuando los hermanos han hecho todo lo que está en su poder, puede cortarse el vínculo. Únicamente teniendo en cuenta el versículo siguiente puede contestarse si la sentencia debe estar en vigor perpetuamente o sólo hasta un retorno que se espera en un tiempo posterior. En este pasaje, se expresa con cuánta severidad se enjuicia el pecado.

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* En muchos manuscritos importantes se dice «contra ti», expresión que no se encuentra en otra serie de manuscritos. A la luz de la crítica textual, no hay dificultades en admitirla como perteneciente al texto original. La otra lectura es más difícil; este aditamento pudo haberse deslizado por paralelismo con Mat 18:21 y Luc 17:4. Si se prescinde de esta añadidura, el texto resulta más radical.

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18 Os lo aseguro: todo lo que atéis en la tierra, atado será en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, desatado será en el cielo.

Estas palabras hacen que lo precedente aparezca a una nueva luz. Apoyándose en ellas, cabe afirmar que la Iglesia como tal puede dictar sentencia en virtud de la que el pecador queda privado de su comunidad con ella. La coherencia con lo precedente es tan estrecha y la conexión de la sentencia (Luc 18:18) tan íntima, que resulta forzoso admitir una transposici6n a este lugar para dar remate a los v. 15-17. Sin ella hubiese quedado aislada la sentencia y difícilmente conectable. Estas palabras tienen su paralelo en las de la promesa dirigidas a Pedro. «Te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra, atado será en los cielos, y todo lo que desates en la tierra, desatado será en los cielos» (Mat 16:19). La diferencia entre los dos textos consiste en que la facultad de atar y desatar aquí se otorga a Pedro y allí a la Iglesia. Detrás está la unidad en la materia tratada. Las dos facultades proceden de Jesucristo. La Iglesia, incluso la «comunidad» reunida en el lugar, está autorizada para decidir sobre la vinculación de sus miembros. Esta decisión es de suma eficacia. La toman los hombres «en la tierra» y produce un efecto inmediato «en el cielo». La sentencia terrena es completamente igual a la del cielo, la humana es enteramente igual a la divina. No sólo de forma que una sentencia dictada por la Iglesia, posteriormente sea puesta en vigor por Dios, sino de un modo todavía mucho más inmediato: en la sentencia terrena se cumple la sentencia divina. La decisión de la Iglesia tiene autoridad divina, lo cual vale para los dos actos: declarar la vinculación de los miembros y la pérdida de la categoría de miembro. No sólo hay que atar (excomulgar) sino también desatar. De aquí se puede concluir que la exclusión del pecador no ha de ser definitiva, sino que ha de dejar abierta la posibilidad de convertirse y de reanudar las relaciones precedentes. Así, incluso en la forma más dura de la corrección, se percibe la solicitud por la salvación del hermano y el anhelo de que se convierta. ¡Cuán estrechamente enlazadas entre sí están en este texto el delito personal del individuo y la vida de toda la comunidad! El delito no queda supeditado solamente a la Iglesia «oficial», es decir, al actual sacramento de la penitencia, sino a la responsabilidad de todos los miembros. Esta responsabilidad está en primer lugar dividida y se expresa en una actividad distribuida. Primero se obliga al individuo a la corrección fraterna, luego otros deben prestar ayuda y sólo al fin se debe apelar a la última instancia. La actuación extrasacramental y la sacramental están, pues, relacionadas entre sí, pero las dos juntas se encaminan a la salvación del pecador. Para reavivar la práctica del sacramento de la penitencia se habría ganado mucho, si esta diversidad coordinada penetrara con más vigor en nuestra conciencia.

19 Os aseguro que si dos de vosotros unen sus voces en la tierra para pedir cualquier cosa, la conseguirán de mi Padre que está en los cielos.

Aquí propiamente no se habla de la oración en el nombre de Jesús. El peso recae en lo comunitario. Los hermanos deben convenir entre sí y llegar a un acuerdo sobre lo que deben pedir. El número más reducido de la comunidad, o sea dos hermanos solos ya bastan para garantizar la promesa. Entre el cielo y la tierra existe una inmediata acción recíproca. Lo que aquí se resuelve y es sostenido en común delante de Dios, podemos estar seguros de que será escuchado. Con ello no se dice que la oración privada del individuo no tenga esta seguridad, sino solamente que hay una garantía absoluta de que el Padre celestial atiende el ruego común. El que así ruega, conoce y desempeña su papel como «niño». No confía en sí, sino en la inteligencia de los hermanos en la elección de lo que piden, y en la virtud del ruego común, y juntamente con ellos confía en el poder de Dios. No se nombra lo que se pide en la oración. «Cualquier cosa» es una expresión general. Ciertamente se supone que sólo puede pedirse lo que, con espíritu de fe y de solidaridad con Dios y con Jesucristo, se conoce como importante y como digno de ser escuchado. Mediante esta práctica comunitaria resulta mayor la garantía de que se trata de una cosa digna de ser atendida. Pero aquí hay que fijarse en la conexión entre el procedimiento correccional y la oración de la comunidad. Están mutuamente conectadas la solicitud por el pecador y la oración. Las súplicas de la Iglesia por el hermano que se aparta del camino, también forman parte de lo que pide la Iglesia en la oración. Están sostenidos por la oración común todos los actos de corregir y amonestar, de hacer venir los testigos y de pronunciar la sentencia, de excluir de la comunidad y de readmitir en la misma.

20 Porque donde están dos o tres congregados por razón de mi nombre, allí estoy yo entre ellos.

El pequeño grupo que se reúne para orar, está asistido por la presencia del Señor. Jesús está presente entre ellos, si están juntos por razón de su nombre. Eso quiere decir que la comunidad entre ellos se funda en la común confesión de Jesús, el Mesías. Este es el plano en que ellos están, la fuerza aglutinante que los junta. Con el nombre se alude a toda la existencia y ser del que se nombra. Si están congregados por razón del nombre, la efectividad y el poder del Señor, entonces Jesús está presente de una forma verdadera y real. La confesión común, en cierto modo le fuerza a estar presente. Aquí también se piensa en el grupo más pequeño posible, bastan «dos o tres» para hacer patente aquí y en este momento la gloria del Señor.

SEKINA/QUE-ES: En la recopilación de los proverbios de los padres, que es una parte notable de la tradición rabínica, hay una frase que manifiesta el mismo pensamiento aplicado a la ley del pueblo de Dios: «Pero si dos están sentados juntos y se ocupan de las palabras de la torah, la shekina está entre ellos (Abot 3,2). Shekina significa «la habitación», «la presencia». En la literatura rabínica, shekina es la denominación de Dios en cuanto habita en medio de su pueblo» (H. HAAG, Diccionario de la Biblia. Herder, Barcelona, 4, 1967 col. 1812). La meditación comunitaria de las palabras de la ley, que contienen la voluntad de Dios, hacen que esté presente el mismo Dios. Ahora es el mismo Señor glorificado el que está entre los discípulos. Jesús a quien se llama la «imagen del Dios invisible» (cf. Col 1:15), que vino por mandato del Padre, de cuya voluntad dio perfecto testimonio y que «puso su morada» (cf. Jua 1:14) mucho más cerca de Yahveh que ningún otro, puede ser llamado en un sentido muy profundo shekina, la habitación de Dios en la tierra. En él está Dios presente por completo. Vive como Señor glorificado en medio de su grupo fiel, vive tan cerca, como antes vivía siendo un hombre entre los hombres. Si se mira todo el texto en conjunto (18,15-20), resplandece en él una profunda imagen de la Iglesia. ésta tiene su firmeza en la común confesión del nombre de Jesús, del nombre sólo por medio del cual tenemos la salvación (cf. Hec 4:12). En esta confesión el mismo Jesús se hace presente. Con él Dios mora entre los hombres, él es la habitación de Dios. Mediante la presencia de Jesús se encauza la oración comunitaria y se le da seguridad de ser atendida. Mediante esta presencia un veredicto de la comunidad logra también la garantía de la validez divina. Esta promesa es el motivo de la inquebrantable conciencia que la Iglesia tiene de sí misma, y de su indestructible gozo aquí en la tierra.

4. EL PERDÓN DE LAS OFENSAS (Mt/18/21-35).

a) Regla del perdón (Hec 18:22).

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano, si peca contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 Respóndele Jesús: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Al principio del capítulo los discípulos preguntan juntos (Hec 18:1), al fin sólo pregunta Pedro. él es el apóstol que ha sido tratado con distinción sobre todos mediante la transmisión del poder de las llaves para el reino de los cielos y del poder de atar y desatar (Hec 16:18 s). En otros pasajes del Evangelio de san Mateo, Pedro habla y obra en nombre de los discípulos (Mat 14:28; Mat 15:15; Mat 17:4.24; Mat 19:27). Además es el apóstol que cayó y fue perdonado por el Señor (Mat 26:69 ss). De una forma significativa Pedro dirige la palabra a Jesús llamándole Señor. El que está ante él no sólo es el instructor y Maestro, sino también el Señor dotado de poder y lleno de la gloria de Dios, el Señor que ordena. Este pasaje está enlazado can el precedente (Mat 18:15-20) por el hecho del pecado. Pero aquí se dice claramente que se trata de un delito contra el propio hermano, lo cual hasta entonces no se había dicho. No se indica la clase y gravedad del delito, pero parece natural pensar en la amplia zona de las infracciones del mandamiento del amor. La pregunta se dirige a la medida del perdón. ¿Se puede esperar de un discípulo que se ejercite siempre en perdonar sin ninguna compensación? ¿Hay una norma con que se pueda medir la obligación de reconciliarse? El número siete que nombra Pedro, se dice de una forma tan típica como el siguiente número setenta veces siete. Siete es un número sagrado y ya alude a algo perfecto y total. Hasta siete veces significaría que estoy dispuesto a seguir también perdonando más allá de la única vez que ciertamente exige la obligación del amor. Aunque se repita regularmente la falta, estoy dispuesto a perdonar. Siete veces ya se dice como tope máximo. La respuesta de Jesús aún es más asombrosa que la medida por la que ya se ha preguntado. Pedro no sólo debe perdonar hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Este es un número, que alude a una ilimitada disposición para perdonar. Aquí no se da la medida que Pedro deseaba conocer. La parábola siguiente explica el porqué del trastorno de los principios de una conducta «razonable». Aunque el hermano no mejore en modo alguno y siempre recaiga en el pecado, el otro nunca debe desistir de ejercitarse en el perdón. Ni siquiera se dice, como en san Lucas, que el hermano se convierta, que lo diga expresamente y con ello solicite el perdón (Luc 17:4).

Aunque no se llegue al acto externo de reconciliarse, a la declaración oral de arrepentimiento, en el interior nunca deben tolerarse los sentimientos de enemistad y endurecimiento. El ofendido en principio con respecto al ofensor está en una situación semejante a la del deudor con respecto a su acreedor. Esto es tan sorprendente y pasmoso que se requiere necesariamente la parábola como explicación. En el libro del Génesis se transmite un antiguo canto, que Lamec, uno de los descendientes de Caín, cantó antiguamente ante sus mujeres: Ada y Sela, oíd mi voz; mujeres de Lamec dad oídos a mis palabras: Por una herida mataré a un hombre, y a un joven, por un cardenal. Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta veces siete (Gen 4:23 s).

Aquí están los dos números. Caín disfrutó de la especial protección de Yahveh, obtuvo una señal para que no pudiera matarle nadie que le encontrase (/Gn/04/15). Pero si sucediera que alguien lo matara, entonces Caín sería vengado siete veces, es decir con un castigo muchísimo más grave. En su arrogante canto triunfal Lamec intenta sobrepujar a Caín. Si a Caín le corresponde una represalia séptuple, entonces a él, a Lamec, hay que vengarle de un modo feroz y desmedido. Dios se había reservado la venganza de Caín, pero ahora el mismo Lamec la reclama. Este texto está al principio del gran desorden en la creación. Poco después que la primera pareja humana fue expulsada del paraíso, Caín mató a su hermano Abel. Unas líneas más abajo, leemos aquella perversión que lo inunda todo, consistente en la desmesura en la venganza y en la sangre. El mal se reproduce de mil formas y un pecado siempre origina otros. Jesús da su orden contra esta temible destrucción del mundo de Dios. Fundándose en este texto de Lamec se da la primera explicación del ilimitado deber de reconciliarse. Puesto que el pecado en el mundo presenta mil maneras diferentes, sólo puede ser detenido, si se le contrapone una medida igualmente grande en el bien. Puesto que el perdón siempre debe seguir siendo la última palabra, que nunca debe pronunciar el ofensor, en todos los casos el bien alcanza la victoria. Solamente así parece posible detener la marea ascendente del pecado y superarla mediante el amor libremente dispensado. San Pablo dirá: «No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien» (Rom 12:21).

b) Parábola del siervo despiadado (Rom 18:23-35).

23 A propósito de esto: el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Cuando comenzó a ajustarlas, le presentaron a uno que le debía diez mil talentos. 25 Pero, como éste no tenía con qué pagar, mandó el señor que lo vendieran, con su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que así se liquidara la deuda. 26 El siervo se echó entonces a sus pies y, postrado ante él, le suplicaba ¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo! 27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, lo dejó en libertad, y además le perdonó la deuda. 28 Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien denarios; y, agarrándolo por el cuello, casi lo ahogaba mientras le decía: ¡Paga lo que debes! 29 El compañero se echó a sus pies y le suplicaba: ¡Ten paciencia conmigo, que te pagaré! 30 Pero él no consintió, sino que fue y lo metió en la cárcel, hasta que pagara lo que debía. 31 Al ver, pues, sus compañeros lo que había sucedido, se disgustaron mucho y fueron a contárselo todo a su señor. 32 El señor, entonces, lo mandó llamar a su presencia y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné, porque me lo suplicaste. 33. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti? 34 Y el señor, enfurecido, lo entregó a los torturadores, hasta que pagara todo lo que le debía. 35. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáIs de corazón cada uno a vuestro hermano.

Toda la historia parece muy inverosímil. Aunque no se cuente entre los siervos a ningún sirviente bajo, sino a altos funcionarios, resulta difícil de concebir que uno de ellos pudiera haber acumulado una deuda tan enorme (10000 talentos = unos 10 millones de dólares). Aunque se hubiese vendido al funcionario derrochador con su mujer y sus hijos, difícilmente se podría esperar que esta venta hubiese aportado tan ingente suma. El siervo, movido por la angustia, pide su libertad, y promete la devolución de la deuda. El rey por esta mera súplica se deja inducir a condonarle simplemente toda la deuda. Ni siquiera le exige una insignificante señal de buena voluntad. Además, cuando el siervo se enfrenta sin piedad con su compañero, hace que lo encierren inmediatamente en la cárcel hasta que haya reunido su exigua deuda (100 denarios = 17,5 dólares). Y finalmente el rey enojado entrega al siervo a los torturadores «hasta que pague todo lo que le debe», lo cual también excede todo lo que nos podamos imaginar. La historia ya contiene en su diseño la declaración de su sentido interno. Toda la parábola es transparente y hace que se trasluzca la majestad y misericordia de Dios.

Todo lo que se cuenta, sólo puede decirse razonablemente de Dios. No se puede decir que a todos los pormenores de la narración resulte posible atribuirles en seguida un significado religioso, pero sí puede afirmarse que, a lo largo de toda la historia, la mirada está dirigida a Dios y a su modo de proceder. En la Sagrada Escritura se tiende a representar la relación entre Dios y el hombre con la metáfora del Señor y del siervo. Sólo Dios puede perdonar una deuda tan colosal, sólo él puede pronunciar una sentencia tan terrible. El siervo que es entregado a los torturadores, tiene que pagar toda su deuda. Puesto que la deuda era inmensa y había alcanzado cifras enormes, el siervo tendrá que expiar para siempre. El pánico de la eterna reprobación relampaguea tras las palabras que nos indican el castigo. La primera enseñanza de la parábola es la advertencia contra la dureza de corazón. Si los hermanos no se perdonan mutuamente, está en peligro su eterno destino.

El Padre que está en los cielos procederá como el rey de la parábola, si alguien no perdona de todo corazón (18,35). El cuarto tema de nuestro capítulo y todo el discurso concluyen con estas palabras amenazadoras. En ellas recae la definitiva decisión sobre la vida humana. Sólo tiene perspectiva de que sea condonada su deuda el que antes hizo lo mismo con sus hermanos (cf. 6,15). Tan grande como la medida del castigo es la medida del perdón de Dios. él es el rey que perdona la enorme deuda sólo por la simple súplica. Su clemencia es sin medida, el perdón de la culpa sobrepasa todo limite humano. Dios demuestra su omnipotencia y majestad en la grandeza de la misericordia. Pero no es esto sólo. Cada uno de los hermanos sabe que él también está obligado a tenerla si quiere subsistir ante Dios. Cada uno va acumulando pecados y se parece de algún modo al primer siervo. Si Dios le condona la deuda, está de nuevo ante Dios como siervo que vive enteramente de la munificencia y de la misericordia de su Señor. Solamente así resulta inteligible que la obligación con el hermano haya de tener validez sin limitaciones. El que recibe la misericordia con exceso, no puede encerrarla y endurecer su corazón. Para quien desempeña el papel de deudor, no hay nadie más que también pueda ser deudor con respecto a él.

La medida con que Dios nos mide es la misma con que nosotros debemos medir. La relación con los demás hermanos se regula con nuestra relación con Dios. De aquí nace la orden de estar dispuestos sin restricciones a reconciliarnos. Solamente así se mantiene la perspectiva de ser salvado al rendir cuentas en el juicio. De este modo se ha elevado a un nuevo plano la relación de los hermanos entre sí. Todos ellos están relacionados como personas que viven de la misericordia del mismo Señor. Lo que se les ha encargado es obsequiarse también entre sí con esta misericordia, que se les ha concedido con exceso. En la historia se revela la conducta de Dios con el hombre con la misma profundidad que la conducta de los hombres entre sí. El que no busca su propia gloria, sino que constantemente se da poca importancia y perdona desinteresadamente, éste es el mayor en el reino de los cielos.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— reino de los cielos. Ver nota a Mat 3:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— En aquella ocasión: Comienza aquí el cuarto de los cinco grandes discursos contenidos en el primer evangelio. Suele denominarse “discurso eclesiológico” y se alarga hasta Mat 18:35. Ver notas a Mat 7:28; Mat 10:1; Mat 13:1 e Introducción al evangelio.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Luc 22:24; (ver Mat 20:26-27).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Verdadera grandeza (ver Mar. 9:33-37; Luc. 9:46-48). Toda sociedad humana se interesa en establecer “la ley del más fuerte”, y los Evangelios registran varias disputas entre los discípulos sobre este asunto. En contraposición a todas las ideas convencionales de importancia y posición Jesús ofreció el modelo del niño pequeño (cf. 19:14). La idea no era alguna supuesta calidad de inocencia o generosidad, sino la condición del niño a lo último de la ley del más fuerte, sujeto a la autoridad de una persona mayor, dependiente y sin fuerza. La capacidad de aceptar el más inferior de los rangos (o sea humillarse a sí mismo) es ser grande, y el tratar al menos prominente como el más importante es hacer eco de la actitud de Jesús (5). Dicha actitud no es natural; requiere un cambio radical (lit., “un giro de media vuelta”, una conversión).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

18.1-4 Jesús tomó a un niño para ayudar a sus egocéntricos discípulos a captar la idea. No necesitamos ser infantiles (como los discípulos, que discutían asuntos insignificantes) sino más bien como niños de corazón humilde y sincero. ¿Es usted infantil o como niño?18.3, 4 Los discípulos estaban tan preocupados con la organización del reino terrenal de Jesús que perdieron la visión de su propósito divino. En lugar de buscar cómo servir mejor, discutían en cuanto a puestos. Cuán fácil es perder nuestra perspectiva eterna y competir por puestos en la iglesia. Cuán difícil es identificarnos con los «niños», gente débil y dependiente sin posición social ni influencia.18.6 Los niños confían por naturaleza. Confían en los adultos, y al hacerlo estos crecen en su capacidad de confiar en Dios. Por la influencia que tienen en los niños, los padres y los adultos darán cuenta a Dios de la forma en que afecten la capacidad de confiar de estos pequeños. Jesús advierte que cualquiera que aparte de la fe a algún niño recibirá un severo castigo.18.7ss Jesús advirtió a los discípulos que hay tres diferentes maneras de causar pérdida de fe en los «niños»: por tentación (18.7-9), por menosprecio y por degradación (18.10-14). Como líderes, debemos ayudar a los creyentes jóvenes o nuevos a evitar cualquier cosa o cualquier persona que podría causarles daño en su fe y conducirlos al pecado. Nunca debiéramos tomar superficialmente la educación y protección espiritual de los niños en edad y de los niños en la fe.18.8, 9 Debemos quitar las piedras de tropiezo que originan en nosotros pecado. Esto no significa que debemos mutilarnos el cuerpo, sino que toda persona, programa o enseñanza en la iglesia que amenace el crecimiento espiritual del cuerpo debe eliminarse. Jesús dice que es mejor ir al cielo con una mano que al infierno con dos. El pecado, sin embargo, afecta no sólo nuestras manos; afecta también nuestro corazón.18.10 Nuestro interés en los niños debe ser paralelo al trato que Dios les da. Ciertos ángeles tienen la tarea de velar por los niños y tienen acceso directo a Dios. Estas palabras deben escucharse bien en las culturas donde no se le da importancia al niño, se le maltrata o se aborta. Si sus ángeles tienen acceso directo y constante a Dios, lo menos que podemos hacer es permitir que los niños se acerquen a nosotros en lugar de mantenerlos alejados por causa de nuestras ocupaciones.18.14 Así como un pastor se ocupa de una oveja perdida al grado que va por las colinas a buscarla, Dios se ocupa de cada ser humano que ha creado. («No quiere que nadie se pierda», 2Pe 3:9.) Estamos en contacto con niños que necesitan a Cristo en casa, en el colegio, en la iglesia y en el vecindario. Hay que guiarlos hacia El con nuestro ejemplo, palabras y actos de bondad.18.15-17 Estas son instrucciones de Jesús para enfrentarnos con los que pecan en contra nuestra. Tienen que ver con (1) cristianos, no con los que no lo son, (2) con pecados cometidos contra usted, no contra otros y (3) con la resolución de conflictos que surgen en el contexto de la iglesia, no en toda la comunidad. Las palabras de Jesús no son una licencia para un ataque frontal a cada persona que nos hiere o margina. No son una licencia para iniciar una campaña destructiva de chismes o pleito de iglesia. Tienen como objetivo reconciliar a los que están en desacuerdo, de modo que todos los cristianos puedan vivir en armonía.Cuando alguna persona nos ofende, con frecuencia optamos por lo opuesto de lo que Jesús recomendó. Respondemos con resentimiento u odio, buscamos venganza o chismeamos. Sin embargo, debiéramos ir a esa persona primero, por difícil que nos sea. Luego debemos perdonarla tantas veces como se necesite (18.21, 22).18.18 Las palabras atar y desatar se refieren a la decisión de la iglesia en los conflictos. Entre los cristianos no hay corte de apelación fuera de la iglesia. Lo ideal es que las decisiones sean tomadas bajo la dirección de Dios y basadas en el discernimiento de su Palabra. Los creyentes, por tanto, tendrían la obligación de llevar sus problemas a la iglesia y esta, a su vez, de buscar la dirección de Dios para resolver los conflictos. El enfrentar los problemas dentro del método de Dios tendrá impacto ahora y por la eternidad.18.19, 20 Jesús tiene en mente el día en que estará presente no en cuerpo sino por medio del Espíritu Santo. En el cuerpo de creyentes (la iglesia), el acuerdo sincero de dos personas es más poderoso que el acuerdo superficial de miles, porque el Espíritu Santo de Cristo está con ellos. Dos o más creyentes, llenos del Espíritu Santo, orarán de acuerdo a la voluntad de Dios, no de acuerdo a la suya, y sus peticiones serán concedidas.18.22 Los rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro, procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el número «perfecto». Pero Jesús le contestó: «Setenta veces siete». Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la cuenta de las veces que perdonamos a alguien. Debiéramos perdonar siempre a los que se arrepienten de verdad, no importa las veces.18.30 En los tiempos bíblicos, serias consecuencias esperaban a los que no podían pagar sus deudas. El prestamista podía forzar al deudor y su familia a trabajar hasta que la deuda fuera cancelada. El deudor también podía ir a la cárcel, o su familia podía ser vendida en calidad de esclavos para ayudar a pagar la deuda. Se esperaba que el deudor, mientras estaba en prisión, pudiera vender sus propiedades o que sus familiares pagaran la deuda. Si no, permanecía en prisión el resto de su vida.18.35 Por el hecho de que Dios ha perdonado todos nuestros pecados, no debiéramos negarle el perdón a nadie. Cuando no perdonamos, nos estamos poniendo al margen y por encima de la ley de amor de Cristo.JESUS VIAJA A JERUSALEN : Jesús dejó Galilea por última vez para enfrentar su muerte en Jerusalén. Volvió a cruzar el Jordán, pasando un tiempo en Perea antes de llegar a Jericó.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 809 Mar 9:34; Luc 9:46; Luc 22:24

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

el reino de los cielos. Véase coment. en 3:2.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Este capítulo nos muestra cómo debemos vivir y actuar en el reino de los cielos: (1) ser como niños (vs.2-4); (2) no hacer tropezar a otros ni ser causa de tropiezo (vs.5-9); (3) no menospreciar a ningún creyente por muy pequeño que sea(vs.10-14); (4) escuchar a la iglesia para no ser condes nados por ella (vs. 15-20); y (5) perdonar sin límite al hermano (vs; 21-35). Todo esto indica que para entrar en el reino de los cielos debemos ser humildes, y no menospreciar a ningún creyente, y debemos amar a nuestro hermano y perdonarlo.

1 (a) vs.1-5: Mar_9:33-37 ; Luc_9:46-48

1 (b) Mat_20:26 ; Mat_23:11

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

111 (VIII) Discurso sobre la comunidad (18,1-35). El cap. 18 contiene cuatro grandes discursos, dirigidos a Pedro y a los otros discí­pulos dirigentes, y trata de las relaciones comu­nitarias. Establece las normas para la familia de Dios hasta la llegada del reino. Las diferen­tes secciones del discurso tratan de las relacio­nes con los de fuera, a los que son destinados y con todos los que forman la comunidad.
(Thompson, W. G., Matthew’s Advice to a Divided Community [AnBib 44, Roma 1970].)

112 (A) La verdadera importancia (18,1-5). Cf. Mc 9,33-37; Lc 9,46-48; Mt 20,20-28. Esta unidad relaciona la situación en la co­munidad actual con el destino final de la vida en el reino (vv. 1.3.4). 1. los discípulos: Los es­pecialistas se dividen con respecto a su identi­ficación: podría referirse a toda la comunidad o, bien, a los dirigentes de la Iglesia. Notemos la presencia de los «pequeños» en los vv.6.10.14, que establece un contraste entre los discípulos dirigentes y aquellos que son dirigi­dos. No existe una «jerarquía» en la Iglesia de Mateo, pero sí había dirigentes con autoridad (23,24). El contraste continúa hasta el v. 21, donde se produce un deslizamiento hacia el término «hermano», sugiriendo que, con res­pecto al perdón todos estaban en el mismo ni­vel. Así que las dos opiniones tienen funda­mento en el texto. 2. un niño: Un niño real sirve como símbolo de humildad, no porque los niños sean humildes por naturaleza, sino porque son dependientes. 3. si no os volvéis: Es una expresión idiomática semítica que signifi­ca cambio, conversión (cf. Mt 19,14). 4. quien se humille: Esta es la respuesta completa a la pregunta del v. 1. Humillarse a sí mismo es autoimponerse un límite; el autocontrol evita la tendencia a la arrogancia que surge en quienes detentan el poder. Esta solución no siempre funciona, y por eso estallan en ocasiones va­rias formas de rebelión. 5. Cf. 10,40-42.

113 (B) Dirigentes que hacen pecar a los pequeños (18,6-9). Cf. Mc 9,42-48; Lc 9,49-50; 17,1-2. Mateo entrelaza sus fuentes en esta unidad y omite la recomendación a la to­lerancia. 6. que creen en mí: Mateo refuerza el objeto cristológico de la fe añadiendo «en mí» a su fuente, lo arrojarán a la parte más profun­da del mar: Modificando un poco el vocabula­rio, Mateo intensifica el tono de ira, refinando al mismo tiempo el lenguaje. 7. es necesario: El evangelista ha reconfigurado cuidadosa­mente su fuente Q, estructurando la sección central con dos ayes que forman una inclu­sión. ¿Por qué es necesario que se produzcan los pecados? Porque Dios creó a los seres hu­manos con libertad moral y capacidad para la lucha moral y la mutua influencia, y ellos, co­mo demuestra la experiencia, la han usado pa­ra pecar. La necesidad no es metafísica, como puede verse en el v. 14. 8-9. Cf. 5,29-30. vida: Término que se refiere a la plenitud de la vida en el reino de Dios.

114 (C) La parábola de la oveja perdi­da (18,10-14). Cf. Lc 15,3-7. 10. guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños: Los «pe­queños» son los miembros menos importantes de la comunidad, y la advertencia va dirigida contra la arrogancia de los dirigentes, sus án­geles: Los pequeños tienen poderosas conexio­nes, con los ángeles y con Dios. Mateo indivi­dualiza en este caso la idea de los ángeles de las naciones (Dn 10,13.20-21). Cf. Gn 48,16; Hch 12,15. contemplan el rostro: Una expre­sión tomada del ceremonial de las cortes orientales, que designa la presencia de los cor­tesanos ante el soberano a quien sirven (cf. 2 Sm 14,24; 2 Re 25,19; Tob 12,15). 12. se le des­carría: En Mateo la oveja no está pérdida, co­mo en Lucas, sino que vaga lejos del rebaño, un signo de su carácter aventurero, ¿no deja­rá…?: Parece una insensata falta de prudencia pastoral poner en riesgo a todas por una. En la vida real, el perro, las otras ovejas o la innata condición de la otra oveja las mantendría uni­das, pero no es éste el caso. El riesgo es aquí la cuestión central, en las montañas: cf. Ez 34,12-16. buscará la descarriada: La parábola de Ma­teo es un ejemplo de la correcta preocupación de la comunidad por un miembro que se ha descarriado, mientras que en Lucas responde a la pregunta de cómo era posible que Jesús se juntara con los pecadores. 13. las noventa y nueve no descarriadas: En algunas ocasiones, se hace pastoralmente necesario arriesgar la suerte de los miembros que no buscan la aven­tura por una persona de alma grande, que, una vez ganada, puede ganar o guardar a otros. 14. vuestro Padre en el cielo: Mateo ha enmarcado la breve parábola de los vv. 12.13 con su propia terminología favorita: Padre ce­lestial, ángeles, pequeños.

115 (D) Procedimientos judiciales (18,15-20). Sobre la base de la breve reco­mendación a la corrección fraterna de Q (Lc 17,3), Mateo construye en los vv. 15-17 todo un procedimiento para disciplinar al hermano obstinado que consta de tres fases. En los vv. 18-20 ofrece un respaldo divino a las decisio­nes judiciales, moviéndose desde la ley hacia la teología. 15. La primera fase consiste en una confrontación y una reprensión privada. habrás ganado a tu hermano: El verbo «ganar» es un término técnico que los rabinos aplica­ban a la conversión obtenida mediante la mi­sión (Lv 19,17.18). 16. dos o tres testigos: Es una cita del Dt 19,15. Los esenios de Qumrán (1QS 5,26-6,1; CD 9,2-4,17-22) y los rabinos (mMak. 1,6-9) debatían el problema de qué pa­saría si solamente hubiese un testigo. Nuestro texto responde que incluso uno es ya suficien­te, una diferencia legal con las otras tradicio­nes. 17. díselo a la Iglesia: El término «Iglesia» tiene aquí el sentido de comunidad local, deja que sea para ti como gentil o publicano: Es un modo de decir que se le excomulgue, es decir, que se le excluya de la comunidad, un paso drástico que debe tomarse solamente en aque­llos casos donde esté en peligro el bienestar de la comunidad. Jesús acogía a los publícanos, pero sólo cuando mostraban fe y se arrepen­tían de sus pecados (9,9-13). Cf. Gál 6,1; Tit 3,10, Sant 5,19-20. 18. será atado: Pasivo teo­lógico (ZBG § 236); será Dios quien ate. A los discípulos dirigentes se les da el mismo poder de atar y desatar que se le dio a Pedro, pero no el poder de las llaves. Sobre la expresión «atar y desatar», cf. comentario a 16,19. 19. si dos… se ponen de acuerdo… relativo a cualquier cosa que quieran pedir, será ratificado: Esta traduc­ción acentúa el sentido legal de los términos tal como serían usados en un proceso judicial o fuera del tribunal mediante un mutuo acuer­do. El verbo symphónein, «concordar», «estar de acuerdo», sugiere una armonía de voces. 20. donde dos o tres están reunidos en mi nom­bre: Esta reunión puede ser para la oración, el estudio o, como en nuestro contexto, para to­mar una decisión (cf. Jn 15,7). En vísta de los paralelos que se encuentran en m’Abot 3,2.6; 4,11, este versículo identifica a Jesús tanto con la Torá como con la presencia divina (1,23;28,20).
(Caba, J., «El poder de la petición comunitaria (Mt 18,19-20)», Greg 54 [1973] 609-54. Derret, J. D. M., «»Where Two of Three Are Convened in My Ña­me”», ExpTim 91 [1979] 83-86. Forkmann, G., The Limits of the Religious Community [ConBNT 5, Lund 1972], Galot, J., «sirofenicia», NRT 96 [1974] 1009-30. Murphy-O’Connor, J., «Sin and Commu­nity in the New Testament», Sin and Repentance [ed.D. O’Callaghan, Dublín 1967] 18-50. Neusner, J., «»By the Testimony of Two Wítnesses’’», RevQ 8 [1972-75] 197-217.)

116 (E) La parábola del siervo que no perdonó (18,21-35). Cf. Lc 17,4. Mateo con­vierte una instrucción de Jesús, que procedía de Q, en un diálogo entre él y Pedro, en el que se le da la vuelta a la fanfarronada sedienta de sangre de Lamech (Gn 4,15.24); cf. comenta­rio sobre el pecado contra el Espíritu Santo en Mt 12,31. La parábola que sigue en los vv. 23-35 está poco soldada con la enseñanza. Espe­cíficamente, se trata de un midrás homilético sobre la instrucción de Mt 6,12.14.15, que, probablemente, fue compuesto por el mismo evangelista para hacer más viva a su comuni­dad parte de la oración del Señor. 23. Es una parábola del reino, siervos: Modo veterotestamentario de referirse no sólo a los esclavos, si­no también, como es nuestro caso, a los ofi­ciales de la corte o a los ministros. En la parábola, los siervos pueden identificarse con los cobradores de impuestos o con los minis­tros de economía. 24. uno que debía diez mil talentos: Lit., «una miríada de talentos». Pues­to que el talento de plata tenía un valor supe­rior a unos 1.000 euros, lo que quiere decirse, por consiguiente, es que se trataba de una su­ma inmensamente grande. 26-27. Comproba­mos que la parábola trata de evitar el abuso de la paciencia y la misericordia divina. 28. La parábola se desarrolla en tres actos: el prime­ro, entre el rey y su ministro; el segundo, entre los mismos ministros; el tercero retorna al rey y su ministro. 34-35. La paciencia divina no es infinita. La parábola enseña la necesidad de imitar la misericordia divina (cf. B. B. Scott, JBL 104 [1985] 429-42).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Lo primero que en estos versículos se nos enseña es lo necesario de la conversión, y de esa conversión que se manifiesta en la humildad infantil. Cuando los discípulos, llenos acaso de orgullosas esperanzas, preguntaron á nuestro Señor quién seria mayor en el reino de Dios, El les dio una contestación que debió desilusionarlos, una contestación que encarna una de las verdades fundamentales del Cristianismo. Es esta: «Si no os convirtiereis, y os hiciereis como niños, no entrareis en el reino de los cielos..
Sin la conversión no puede haber salvación. Todos los hombres necesitamos de un cambio completo de naturaleza. En nuestro estado natural no tenemos ni fe, ni amor, ni temor para con Dios. Es preciso que nazcamos de nuevo. Y esto es cierto de todos los hombres, cualquiera que sea su raza ó su posición social.
Todos hemos nacido en el pecado y estamos expuestos á la ira divina, y por lo tanto necesitamos que se nos purifique el corazón y se nos dé un nuevo espíritu.
Y ¿cómo se sabe si uno ha sido convertido en realidad? ¿Qué prueba hay de la verificación de ese cambio? La señal más inequívoca de la conversión verdadera es la humildad. Si hemos recibido el Espíritu Santo, en nuestra conducta se revelará una sencillez infantil. A semejanza de los niños, tendremos opiniones modestas de nuestra aptitud y sabiduría espirituales, y reconoceremos nuestra dependencia de nuestro Padre celestial. Á semejanza de los niños no ambicionaremos las grandezas de este mundo; y si tuviéremos el alimento y el vestido además del amor de Dios, estaremos satisfechos. Es fácil convertirse de un partido á otro, de una secta á otra, de un sistema de principios á otro sistema. Mas esas conversiones no producen la salvación de ninguna alma. Lo que necesitamos es convertirnos del orgullo á la humildad–de la presunción espiritual á la modestia, del engreimiento á la contrición, del espíritu del fariseo al espíritu del publicano.
Lo segundo que en estos versículos se nos enseña es, lo grave del pecado de poner ocasión de tropiezo delante de los creyentes. «!Ay del mundo por los escándalos!» «¡Ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!.
Ponemos » ocasión de tropiezo » ó motivo de escándalo delante de los hombres siempre que hacemos algo que los aleje de Cristo ó los haga desviar del camino de la salvación. Hacemos esto directamente cuando perseguimos, ridiculizamos, contradecimos ó disuadimos á los que se proponen hacerse discípulos del Redentor; é indirectamente cuando vivimos de una manera que no se aviene con nuestra profesión de fe, y cuando por medio de nuestra conducta hacemos la religión desagradable y aborrecible.
No basta que deseemos hacer bien en este mundo: es preciso que evitemos hacer mal. Bien que no persigamos abiertamente á los siervos de Cristo; más ¿tenemos seguridad de que no estamos perjudicando á nadie por medio de nuestros hábitos y de nuestro ejemplo? Mucho es el daño que uno que se titula cristiano puede hacer por medio de sus inconsecuencias religiosas. Al incrédulo le ofrece un blanco contra el cual pueda lanzar sus proyectiles; al hombre del mundo le da cómo excusar su indecisión; al investigador de la verdad religiosa lo detiene; á los verdaderos creyentes les infunde desmayo.
Lo último que en estos versículos se nos enseña es lo real de las penas futuras. Acerca de este punto nuestro Señor hizo uso de dos expresiones: «Ser echado al fuego eterno» y » ser echado al fuego del infierno..
El significado de esas palabras es bien claro. Hay en el otro mundo un lugar de sufrimientos indecibles, al cual tendrán que ir todos los que muriesen fuera de la fe y del arrepentimiento. La misma palabra infalible que ofrece el cielo á todos los que se arrepientan y se conviertan, dice de una manera muy explícita que hay un infierno para los impíos.
Que ningún hombre nos engañe con vanas palabras sobre esta grave cuestión. El Dios del amor y de la misericordia es también un Dios de justicia. El diluvio universal y la destrucción de Sodoma deben servirnos de escarmiento. Que existe un infierno, Jesucristo lo expresó con tanta claridad como ninguno.
Lo último que en estos versículos se nos enseña es que Dios estima en mucho aun al más pequeño y humilde de los creyentes. «No es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños..
Pronunció el Señor estas palabras para consuelo de todos los cristianos y no de los niños solamente. Que esto es así se infiere de la relación que tienen en el pasaje á la parábola de la oveja perdida. Nuestro Señor es un Pastor fiel que vela con benignidad de cada oveja que se le ha encomendado á su cuidado. El más tierno y flaco de sus corderillos le es tan querido como el más grande y fuerte. Aquellas palabras que en otra ocasión pronunció se cumplirán al pié de la letra: » De los que me diste, ninguno de ellos perdí.» Juan 18.9.

Fuente: Los Evangelios Explicados

mayor…Luc 22:24.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

T29 En los vv. 1 y 4, el adjetivo comparativo μείζων probablemente tiene un sentido superlativo, el mayor (o posiblemente un sentido intensivo: muy grande). [Editor. La traducción superlativa cuadra mejor con el contexto.]

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., aquella hora

Fuente: La Biblia de las Américas

g Luc 22:24.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Enseña el Señor que la humildad es la llave para entrar en el reino de los cielos. Explica cuán grande mal es, y qué castigo tan recio merece el pecado de escándalo. Propone la parábola del buen Pastor, que dejando las noventa y nueve ovejas, va en busca de una sola que se había descarriado. Dice el orden que se ha de guardar en la corrección fraterna. Da a entender a San Pedro, que hemos de perdonar siempre al que nos injuriare; lo cual amplifica con una excelente parábola.

1 a. Como los Apóstoles habían oído decir al Señor, que dentro de poco tiempo sería entregado a la muerte, y después resucitaría, se habían figurado de una manera carnal y grosera, que establecería luego su reino, como los otros príncipes de la tierra, para darles las primeras dignidades. Por esto se movió entre ellos una disputa sobre esta preferencia que cada uno apetecía para sí, y les obligó a hacer al Señor esta pregunta. Por Reino de los Cielos entendían el reino de Mesías, el cual aunque creían que sería divino y celestial, lo esperaban en la tierra.

2 b. No solamente le tomó, sino que le estrechó entre sus brazos; dando a entender con esto, cuán agradable le era su inocencia.

3 c. El Señor les habla de su reino verdadero que es todo celestial; y para reprimir su orgullo, les pone delante un niño inocente, diciéndoles, que si querían entrar en el Reino de los Cielos, habían de ser por voluntad lo que los niños eran por la edad. San Jerónimo. Estos no tienen otro apego que a su padre y a su madre: son incapaces de odio: no se cuidan de honores ni de riquezas: se ve en ellos una total inocencia por lo que mira a los vicios, y principalmente al orgullo que es el mayor de todos. San Hilario.

4 d. El Griego: ho méizon, el mayor; en donde no está ocioso el artículo ho, que le da fuerza de superlativo, como lo usan frecuentemente los griegos.

5 e. Esto es; el que imitare la inocencia y humildad de un niño semejante a éste que tenéis aquí presente, etc.

6 f. Siéndoles ocasión de ruina, de pecar o de perderse. La voz scandalum, de que usa frecuentemente el intérprete latino en las sagradas Escrituras, se explica en el Griego, por skólon, y próskomma. El primero viene de skázo, que significa cojear; y el segundo de proskóptein, que significa tropezar. En el Hebreo corresponde a estas dicciones michscól, moquésc, de que ordinariamente usan los LXX, y San Jerónimo traslada scandalum, aunque más propiamente significa lazo. iaqásc, le puso lazo, o le enredó. Y así scandalum propiamente significa lo que impide caminar, o lo que es ocasión de caer en el camino. Mas así como ruina, y caída se trasladan a significar la pérdida de la vida corporal y también la del alma; del mismo modo scandalum se traslada para significar uno y otro. El escándalo activo es la ocasión de ruina que se da al prójimo. El pasivo, la misma ruina que se ocasiona. El farisaico, cuando por pura malicia, y por un corazón corrompido se tuercen las obras buenas del prójimo, y se interpretan en mal sentido, tomando de ello escándalo, o haciéndolo tomar a los prójimos, como lo hacían frecuentemente los fariseos con las obras y palabras del Señor, y por esto se llama escándalo de fariseos. Escándalo de pequeños, es cuando los que son buenos, por imperfectos aun en la virtud, se mueven fácilmente a escándalo, o por los dichos y hechos de los malos, o por lo que hacen y dicen lícitamente los buenos, por no entender ni alcanzar la razón, o el fin por que lo hacen. Todo esto hemos querido notar, para que se pueda entender el verdadero sentido de esta palabra, cuando se hallare en las Escrituras.

g. Gruesa, como son las que mueven los asnos o caballos en una tahona. MS. una muela de acenna.

h. Este género de pena se daba en la Judea, según San Jerónimo, y en la Siria, según otros intérpretes, para castigar los mayores delitos.

7 i. No absolutamente, sino atendida la malicia del demonio y la flaqueza de los hombres, y su natural inclinación a toda suerte de mal, y la corrupción general que reina en todo.

8 j. Te fuere ocasión de caer.

9 k. Todo esto es un modo de hablar alegórico, por el cual nos enseña el Señor, que cuando nos son ocasión de ruina aun aquellas cosas que más amamos, las debemos apartar y separar de nosotros; y que nos será más útil entrar solos ó con pocos amigos en el cielo, que ir al infierno muy acompañados. Por salvar todo el cuerpo, nos dejamos cortar un pie, una mano, y sacar un ojo.

10 l. Guardaos de creer que por ser pequeñitos importa poco el escandalizarlos.

m. Tienen estos pequeñitos sus ángeles que los guardan y defienden, y que acusarán en el tribunal de Dios a aquellos que los hubieren injuriado o dado ocasión de pecar.

11 n. Esto es, al hombre perdido. En lo que no hay diferencia de pobre ni de rico. Que es otra razón por la cual deben ser honrados los pobres (véase Stgo 2,5).

13 o. MS. Que no se radiaron.

15 p. El Señor había hablado contra los que escandalizaban a otros; y ahora se vuelve a dar reglas a los que reciben el escándalo, de cómo se han de portar en este caso, enseñándonos el orden que hemos de guardar en la corrección de nuestro hermano, cuando pecare contra nosotros, haciéndonos alguna injuria, o contra Dios, en presencia nuestra o con noticia nuestra. Esta corrección se entiende de los escándalos y pecados secretos o particulares (Lc 17,3); porque la corrección de los públicos pertenece a los prelados o magistrados.

17 q. Esto es, a los prelados o superiores que son cabeza de la Iglesia.

r. MS. Ennico,

s. Como incorregible, como incurable, como un hombre separado de la Iglesia, como un pecador público. Santo Tomás.

20 t. Por alguna causa que me toque a mí. Esta unión debe ser formada por el Espíritu Santo, y por su amor; y por consiguiente lo que se pida ha de ser también conforme a los deseos de este mismo Espíritu divino.

21 u. Esto es; si pecare mi hermano contra mí, ¿hasta cuántas veces le perdonaré? ¿Lo haré hasta siete veces?

22 v. Son cuatrocientas y noventa veces, tomando un número determinado por el indeterminado, para enseñarnos que jamás nos hemos de cansar de perdonar a los que nos ofenden.

24 w. Una suma muy considerable que equivale como a unos doscientos sesenta y dos millones y medio de reales de nuestra moneda, según el cómputo más fundado.

28 x. Equivalen a unos ciento veinte reales.

34 y. Con las penas establecidas por derecho.

35 z. El Griego: tá paratómata autón, sus caídas, deslices. Estas palabras no se hallan en nuestra Vulgata. El mismo Señor explica el verdadero sentido de esta parábola que propone. Vosotros, dice, tenéis contraídas infinitas deudas con mi Padre celestial, que a manos llenas os ha colmado de todas sus gracias y beneficios, a que habéis correspondido siempre con la mayor ingratitud; y os pide solamente que perdonéis de corazón a vuestros hermanos las pequeñas injurias y ofensas que os hicieren. Si con este conocimiento no queréis obedecerle, y no perdonáis a vuestros prójimos, ¿cómo esperáis que os tratará en el día terrible de la cuenta? Terrible sentencia, exclama San Jerónimo; pero ella debe estimularnos a que depongamos todo resentimiento y memoria de las ofensas que nos hicieren.

Fuente: Notas Bíblicas

[7] La voluntad de YHWH para los matrimonios y para las dos casas restauradas de Israel. Ver Efe 5:31-32.

[8] Referencia Shem Tov.

[9] La Peshitta Aramea usa la palabra “shbikta” que significa no divorciada, o que no ha sido repudiada todavía. Esto está más en línea con la Torah que las versiones Griegas del Pacto Renovado, que parece prohibir toda clase de recasmiento- (segundas nupcias) . La versión Aramea permite el recasamiento-(segundas nupcias), como lo hace también la Torah, pero no es hasta que un divorcio legal y total de todo casamiento anterior se haya efectuado. Esto impide el recasamiento-(segundas nupcias) antes que el matrimonio anterior haya sido disuelto. Ver Mat 5:32.

[1] Referencia Shem Tov.

[2] Yahshua no está negando el ser YHWH en la carne. El simplemente está diciendo al Israelita, que al usar el término “bueno”, ¿Está realmente consciente de lo que dice? Pues solamente la Torah define lo que es bueno.

[3] El guardar la Torah solamente no nos salva. Lo que Yahshua está diciendo en esencia es: “¿Eres tu realmente perfecto, o tan perfecto como tu te crees?

[4] Obviamente los otros son tan importantes (como el resto de los mandamientos). La enseñanza rabínica incluye la cita de ciertos pasajes claves como un punto de partida, y esperan que el estudiante, o el seguidor conozca el resto de los versículos de memoria. Eso es lo que está ocurriendo aquí.

[5] Referencia Shem Tov.

[6] Véase nota sobre Mar 10:25.

[7] Porque la comprensión Hebrea de las riquezas es una señal del favor YHWH.

[8] Olam haba; las edades por venir.

[9] Yahshua claramente habla del renacimiento de Israel y no una una entidad separada aparte de Israel la cual ha sido edificada usando variantes falsas de Su Nombre y de Su plan.

[10] Para el único Nombre verdadero. .

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[25] Esta era la costumbre de los judíos. 2 Rey 4, 4.

Fuente: Notas Torres Amat