Comentario de Mateo 18:21 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Entonces Pedro se acercó y le dijo: —Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo le perdonaré? ¿Hasta siete veces?
18:21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? — Los rabinos dijeron “hasta tres”, y Pedro creía que él era muy generoso diciendo “hasta siete”. Sin embargo, Jesús enseña que sus discípulos deben estar siempre dispuestos a perdonar (5:7; 43-48; 6:12, 14).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
¿hasta siete? Mat 18:15; Luc 17:3, Luc 17:4.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La pregunta de Pedro era un resultado lógico de las enseñanzas de los versículos Mat 18:15-20. Pedro estaba siendo muy generoso en su buena voluntad para perdonar hasta siete. El límite tradicional eran tres veces, posiblemente debido a lo referido en Amó 1:3, Amó 1:6, Amó 1:9, Amó 1:11, Amó 1:13; Amó 2:1, Amó 2:4, Amó 2:6.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
¿Hasta siete? Pedro pensó que estaba siendo magnánimo. Los rabinos, citando varios versículos de Amó 1:3; Amó 1:6; Amó 1:9; Amó 1:11; Amó 1:13, pensaban que dado que Dios había perdonado tres veces a los enemigos de Israel, resultaba presuntuoso e innecesario perdonar a alguien más de tres veces.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
18:21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? — Los rabinos dijeron “hasta tres”, y Pedro creía que él era muy generoso diciendo “hasta siete”. Sin embargo, Jesús enseña que sus discípulos deben estar siempre dispuestos a perdonar (5:7; 43-48; 6:12, 14).
Fuente: Notas Reeves-Partain
COMO PERDONAR
Mateo 18:21-35
Entonces se Le acercó Pedro, y Le dijo:
-Señor, ¿cuántas veces le tengo que perdonar a mi hermano el que peque contra mí? ¿Hasta siete veces?
No te digo que hasta siete veces -le contestó Jesús-, sino hasta setenta veces siete. Por eso es por lo que el Reino del Cielo se puede comparar con lo que le pasó a un rey que quería hacer cuentas con sus siervos. Cuando empezó a revisar las cuentas, le trajeron a un deudor que le debía 500,000,000 de pesetas. Como no tenía posibilidad de pagarle, su amo mandó que le vendieran, juntamente con su mujer e hijos y todo lo que tuviera, para saldar la deuda. El siervo se postró rostro a tierra y le suplicó: «Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» Al amo del siervo le dio pena de él, y le dejó en libertad, perdonándole la deuda. Pero cuando salió el siervo, se encontró con un consiervo suyo que le debía 1,000 pesetas. Le echó mano, y le agarró por el cuello: «¡Paga lo que debes!» -le dijo. El consiervo se postró y le suplicó: «Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.» Pero el otro no quiso tener paciencia; sino que fue y le metió en la cárcel hasta que pagara lo que le debía. Así que, cuando sus consiervos vieron lo que había pasado, se disgustaron mucho, y fueron a informar al amo de lo que había sucedido. Entonces el amo citó a su siervo y le dijo: «¡Siervo malvado! Yo te perdoné toda esa deuda solo porque tú me lo pediste. ¿No debías tú tener piedad de tu consiervo como yo la tuve de ti?» Y el amo se enfadó tanto con él que le entregó a los carceleros hasta que pagara todo lo que debía. Eso será lo que haga con vosotros Mi Padre celestial si no perdonáis cada uno a vuestro hermano de todo corazón.
Le debemos mucho al hecho de que Pedro tuviera la lengua tan dispuesta. Una y otra vez se precipitó a decir algo de tal manera que su impetuosidad dio motivo a que Jesús impartiera enseñanzas que son inmortales. En esta ocasión, Pedro se creía que estaba siendo muy generoso. Le preguntó a Jesús hasta cuándo tenía que perdonarle a su hermano el que le ofendiera, respondiendo a su propia pregunta con la sugerencia de que podría llegar hasta siete veces.
Pedro no estaba tan despistado con su pregunta. La enseñanza rabínica era que uno debía perdonar a su prójimo tres veces. Rabí Yosé ben Janina decía: » El que le pide perdón a su prójimo no debe repetirlo más de tres veces.» Rabí Yosé ben Yahuda decía: » Si uno comete una ofensa una vez, se le perdona; si comete una ofensa una segunda vez, se le perdona; si comete una ofensa una tercera vez, se le perdona; pero la cuarta vez, ya no se le perdona.» La prueba bíblica de que eso era lo correcto se tomaba de Amós. En los primeros capítulos de Amós hay una serie de condenaciones de las diferentes naciones por tres transgresiones y por cuatro (Am_1:3; Am_1:6; Am_1:9; Am_1:11; Am_1:13 ; Am_2:1; Am_2:4; Am_2:6 ). De ahí se deducía que el perdón de Dios se extendía hasta tres ofensas, y que Él visita a un pecador con un castigo a la cuarta. Una persona no podía ser más tolerante que Dios, así que el perdón se limitaba a tres veces.
Pedro creía que llegaba demasiado lejos, porque tomaba las tres veces de los rabinos, las multiplicaba por dos y les añadía una de propina, y sugería, convencido de su generosidad, que sería suficiente si perdonara siete veces. Pedro esperaba que se le alabara; pero la respuesta de Jesús fue que el cristiano debe perdonar setenta veces siete. En otras palabras: que el perdón no tiene un límite computable.
Jesús contó entonces la historia del siervo al que se había perdonado una gran deuda, y que, tan pronto como se vio libre, trató despiadadamente a un consiervo que le debía una deuda que era una fracción infinitesimal de lo que él le había debido a su amo, y que fue totalmente condenado sin remedio por su actitud. Esta parábola enseña ciertas lecciones que Jesús no se cansaba nunca de enseñar.
(i) Enseña la lección que se presenta en todo el Nuevo Testamento de que es imprescindible perdonar para ser perdonado. El que no esté dispuesto a perdonar a sus semejantes, no puede esperar que Dios le perdone a él. » Bienaventurados los misericordiosos -dijo Jesús -, porque ellos obtendrán misericordia» (Mt 5:7 ). Inmediatamente después de enseñar a Sus hombres Su oración, Jesús pasó a exponer y explicar una de sus peticiones: » Porque si perdonáis a los demás sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará; pero si no perdonáis a los demás sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará las vuestras» (Mt 6:14 s). Como dice Santiago: «Porque se hará juicio inmisericorde al que no haya mostrado misericordia» (Stg 2:13 ). El perdón divino y el humano van de la mano.
¿Por qué debe ser así? Uno de los grandes detalles de esta parábola es el contraste entre las dos deudas.
El primer siervo le debía a su amo 10,000 talentos, es decir, 60,000,000 de denarios; el denario hemos puesto en algún otro lugar que equivalía a 10 pesetas, que era el sueldo diario de un jornalero; por tanto, 10,000 talentos serían 600,000,000 de pesetas. Esa era una deuda increíble. Sería superior al presupuesto de una provincia. Los ingresos totales de la provincia que incluía a Idumea, Judasa y Samaria no eran más que 600 talentos; la renta total de aun una provincia rica como Galilea era solamente 300 talentos. Aquí tenemos una deuda que era superior al rescate de un rey. Eso fue lo que se le perdonó al primer siervo.
Por otra parte, lo que le debía a ese siervo su consiervo era una cantidad insignificante; solamente 100 denariu; un denarius valía unas 10 pesetas; y por tanto la deuda era de 1,000 pesetas. Era aproximadamente un seiscientos mil avo de su propia deuda.
A. R. S. Kennedy hace una comparación para que comprendamos la diferencia cuantitativa que había entre las dos deudas. Supongamos que esas cantidades se reunieran en monedas de 25 pesetas. La deuda de 100 denarios se podría llevar en un bolsillo. 100 denarios = 1,000 pesetas. Los 10.000 talentos requerirían para llevarlos un ejército de unos 8,000 cargueros, cada uno con un saco de 50 kilos; y la fila de los portadores ocuparía, yendo a un. metro de distancia el uno del otro, 8 kilómetros. El contraste entre las dos deudas es alucinante. La lección es que nada que los hombres puedan hacernos se puede comparar ni remotamente con lo que nosotros hemos hecho a Dios; y si Dios nos ha perdonado la deuda que teníamos con Él, nosotros también debemos perdonar a nuestros semejantes las deudas que tengan con nosotros. Nada que nosotros tengamos que perdonar se podría comparar ni remotamente con lo que se nos ha perdonado a nosotros.
Se nos ha perdonado una deuda que no podríamos haber pagado jamás -porque nuestros pecados causaron la muerte del Hijo de Dios-; y por eso, debemos perdonar a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros, o no podremos esperar ser tratados con misericordia.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Ver Luc 17:4.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Sobre el perdonar a otros (cf. Luc. 17:4). El enfoque aquí avanza a cómo deben responder los discípulos ante un condiscípulo cuando éste comete algún pecado que les afecta personalmente. Se presupone que la respuesta es el perdón; la única pregunta que queda es si habrá algún límite. La oferta de Pedro de siete veces parece generosa (¡una discusión rabínica posterior sugiere que tres veces es razonable!), pero Jesús descartó tales cálculos. Nuestro deseo de perdonar tendría que ser sin límite y tan extravagante como la venganza de la cual se jactaba Lamec (Gén. 4:24 hace eco deliberado en las cifras de siete y setenta y siete).
Esta exigencia se explica y se hace memorable en la parábola que sigue en los vv. 23-34. Perdonamos porque hemos sido perdonados por Dios, y ninguna ofensa en contra de nosotros puede compararse remotamente con la cantidad incalculable de perdón con que hemos sido perdonados. Diez mil talentos combina el número gr. más grande con la unidad de moneda más grande. Aun un solo talento era una pequeña fortuna; diez mil estaban fuera del alcance de los sueños más locos de las personas ordinarias. Cien denarios no es una cantidad insignificante (el pago de 100 días laborables), pero es una pequeña fracción, ¡uno en 600.000 de la primera suma! Por lo tanto, a la luz de la incalculable gracia de Dios hacia nosotros, es absurdo, tanto como malvado, el que rehusemos perdonar a otros. La amenaza implícita del v. 34 se hace explícita en el v. 35; Dios no tratará livianamente a la persona que no perdona. Este fue el mensaje de 6:14, 15 y esa parábola nos recuerda de la manera que los pecados eran descritos como “deudas” en el Padrenuestro.
Nota. 22 Setenta y siete veces es una traducción más natural del gr. que setenta veces siete (490 veces) y es un significado más claro del heb. en Gén. 4:24.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
c 838 Pro 19:11
d 839 Mat 6:12
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
siete veces. Probablemente Pedro estaba pensando en las ofrendas por el pecado o de la purificación donde el sacerdote tenía que rociar la sangre siete veces (Lv 14:7; 16:14, 19) o el aceite siete veces (Lv 14:16).
Fuente: La Biblia de las Américas
Jesús enseña que no debe haber límite en perdonar (vers. 21, 22). El amor de Dios para el pecador es infinito y gratuito (vers. 10– 14), y esta es la clase de amor que El espera de los que han sido perdonados (vers. 35; cp 6:12).
Fuente: La Biblia de las Américas
21 (a) Mat_18:15
21 (b) Mat_6:14 ; Luc_6:37 ; Col_3:13
21 (c) Luc_17:4 ; cfr. Gén_4:24
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
¿Hasta siete veces? Los rabinos hablaban de perdonar 3 veces; así que Pedro pensó ser excepcionalmente generoso al sugerir 7 veces.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
En estos versículos nuestro Señor trata de un asunto de alta trascendencia: el perdón de las injurias. Viviendo como vivimos en un mundo de maldad, no es de esperarse que estemos siempre a cubierto de todo agravio, por bien que nos conduzcamos. Es de grande importancia para el bien de nuestras almas saber qué debemos hacer cuando se nos ofenda.
Nuestro Señor estableció la regla general que debemos perdonar á los demos hasta lo sumo. «No te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete..
Compréndese desde luego que es preciso interpretar esa regla con aquellas limitaciones que sugiere la sana razón. Nuestro Señor no quiso decir que se disimulasen las ofensas que se cometen contra las leyes civiles y contra el orden social, ni que se dejase impune el hurto y la violencia. Lo que quiso decir fue, que en las relaciones con nuestros hermanos, hemos de procurar ser benignos é indulgentes, haciendo á un lado la malevolencia, el encono y la venganza, sobrellevando y tolerando muchas sinrazones á fin de evitar querellas.
¡Qué feliz no seria este mundo si esta regla fuera más universalmente conocida y practicada! ¡Cuántas desgracias no ocasionan á la humanidad las disputas, las contiendas, los pleitos, y ese celo exagerado por lo que los hombres llaman sus derechos! ¡Cuántos males no podrían evitarse si los hombres estuvieran más prontos á perdonar y á trabajar por la paz! Un proverbio ingles dice que se necesita siempre de dos personas, á lo menos, para que haya un altercado.
Hagamos firme resolución de que, mediante la gracia de Dios, ninguno de nosotros ayudará á formar el número requerido. Hagamos firme resolución de volver bien por mal, bendiciones por maldiciones; de ese modo venceremos todo enojo, y tornaremos á nuestros adversarios en amigos. Rom. 12.20.
Para estimularnos en el ejercicio del perdón nuestro Señor presenta dos incentivos poderosos. Cuéntanos que había un hombre que debía una enorme suma á su señor y no tenia con qué pagar. Sin embargo, cuando se llegó el tiempo de ajustar las cuentas su señor se compadeció de él y le perdonó todo. Se nos dice también que ese mismo hombre rehusó perdonar á un compañero una insignificante suma, llegando hasta el extremo de arrojarlo en la cárcel, sin ceder en nada de lo que exigía; y como fue castigado ese hombre malo, que después de haber sido tratado con clemencia debió tratar á los demás de la misma manera.
La parábola concluye en estos términos: » Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno á su hermano sus ofensas..
Es claro, pues, que una de las razones por las cuales debemos perdonar á los demás nace de la convicción que tenemos, ó debemos tener, de que necesitamos el perdón de Dios. Día tras día cometemos muchas faltas, «dejando de hacer lo que debiéramos hacer, y haciendo lo que no debiéramos hacer.»Mal puede correspondemos á nosotros, miserables pecadores, el notar con demasiado escrúpulo los extravíos de nuestros hermanos y el ser tardos para perdonarlos..
Otra razón por la cual debiéramos perdonar á nuestros hermanos surge del conocimiento que tenemos de que habrá un juicio final, y de que seremos juzgados de acuerdo con reglas muy estrictas. En ese día no habrá perdón para los que no hayan perdonado. El alma rencorosa es incapaz de gozar del cielo, morada donde la misericordia es la única divisa, y el único tema de los cánticos eternales.
Penetrémonos bien de estas verdades. Es un hecho doloroso que de los deberes cristianos el que menos se práctica es el de perdonar las injurias. Y sin embargo, no hay ningún deber cuya práctica se recomiende tanto en el Nuevo Testamento, y ninguno cuya omisión cierre al hombre tan eficazmente las puertas del cielo.
Fuente: Los Evangelios Explicados
R889 En la declaración interrogativa, el verbo futuro ἁμαρτήσει tiene un sentido duradero.