Y cualquiera que en mi nombre reciba a un niño como éste, a mí me recibe.
18: 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Mat 10:40-42; Mat 25:34-40. Recuérdese que el niño es el tipo del discípulo. Jesús se refiere a sus discípulos, porque son humildes como niños. Hch 21:1-40, “17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo”; Rom 14:1-23, “1 Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones”; Hch 28:1-31, “14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, 15 de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento”; Gál 4:1-31, “14 y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús”; Col 4:1-18, “Marcos el sobrino de Bernabé, acerca del cual habéis recibido mandamientos; si fuere a vosotros, recibidle”. Estos textos son ejemplos de recibir a los discípulos de Cristo.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
cualquiera que recibiere en mi nombre. Mat 10:40-42; Mat 25:40, Mat 25:45; Mar 9:41; Luc 9:48; Luc 17:1, Luc 17:2.
a mi me recibe. Mar 9:37; Jua 13:20; Gál 4:14.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
cualquiera que reciba. Vea la nota sobre Mat 10:41. a un niño como este. Esto no se refiere a un niño en sentido literal, sino en el descrito en los vv. Mat 18:3, Mat 18:4 (todos los que se han hecho a sí mismos como niños), es decir, verdaderos creyentes (v. Mat 18:6). Vea las notas sobre Mat 10:42 ; Mat 19:14.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
18: 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Mat 10:40-42; Mat 25:34-40. Recuérdese que el niño es el tipo del discípulo. Jesús se refiere a sus discípulos, porque son humildes como niños. Hch 21:1-40, “17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo”; Rom 14:1-23, “1 Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones”; Hch 28:1-31, “14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, 15 de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento”; Gál 4:1-31, “14 y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús”; Col 4:1-18, “Marcos el sobrino de Bernabé, acerca del cual habéis recibido mandamientos; si fuere a vosotros, recibidle”. Estos textos son ejemplos de recibir a los discípulos de Cristo.
Fuente: Notas Reeves-Partain
CRISTO Y EL NIÑO
Mateo 18:5-7, 10
-Todo el que reciba a un niño así en Mi nombre, Me recibe a Mí. Pero todo el que le ponga una piedra de tropiezo en el camino a uno de estos pequeños que creen en Mí, mejor le fuera que se le colgara una piedra de molino al cuello y se le hundiera en lo más profundo del Marcos ¡Pobre del mundo por culpa de los tropiezos! Los tropiezos se tienen que producir; pero, ¡ay de la persona que los produce!
Guardaos .muy, mucho .de despreciar a uno de estos pequeños; porque os aseguro que sus ángeles en el Cielo contemplan el rostro de Mi Padre Que está en el Cielo.
Hay una cierta dificultad de interpretación en este pasaje que debemos tener en mente. Como hemos visto a menudo, Mateo tiene la costumbre de reunir la enseñanza de Jesús bajo ciertos grandes epígrafes; la coloca sistemáticamente. En la primera parte de este capítulo, está agrupando la enseñanza de Jesús acerca de los niños; y debemos tener presente que los judíos usaban la palabra niño en dos sentidos. La usaban literalmente de personas de muy poca edad; pero a los discípulos de un maestro se los llamaba corrientemente sus hijos o sus niños. Por tanto, un niño también quiere decir un principiante en la fe, uno que acaba de empezar a creer, uno que no es todavía maduro ni experimentado en la fe, uno que acaba de empezar en el buen camino y que todavía puede que se aparte. En este pasaje, el niño representa muy a menudo al de poca edad, y al principiante en el camino cristiano.
Jesús dice que todo el que reciba a un niño así en Su nombre, Le recibe a Él. La frase en Mi nombre puede querer decir una de dos cosas. (i) Puede que quiera decir por amor de Mí. El cuidado de los niños es algo que se lleva a cabo solamente por amor a Jesucristo. Enseñar a un niño, educar a un niño en el camino que debe seguir, es algo que se hace, no solamente por amor al niño, sino por amor a Jesucristo mismo. (ii) Puede querer decir con una bendición. Puede querer decir recibir al niño y, como si dijéramos, invocar el nombre de Jesús sobre él. El que trae a Jesús y la bendición de Jesús a un niño está haciendo algo conforme al. carácter de Cristo.
Recibir al niño es también una frase que puede tener más de un sentido. (i) Puede que quiera decir, no tanto recibir a un niño como recibir a una persona que tenga esta cualidad infantil de la humildad. En este mundo altamente competitoivo es muy fácil prestar la máxima atención a una persona que es luchadora, agresiva y llena confianza en sí misma. Es fácil prestar la máxima atención á la persona que, en el sentido terrenal del término, ha tenido éxito en la vida. Bien puede ser que Jesús estuviera diciendo que la gente más importante no son los que avanzan a empellones y alcanzan la cima arrollando o echando a la cuneta a todos los demás, sino las personas tranquilas, humildes y sencillas que tienen un corazón de niño.
(ii) Puede que quiera decir sencillamente recibir a un niño, darle el cuidado y el amor y la enseñanza que necesita para llegar a ser una persona cabal. El ayudar a un niño a vivir bien y a conocer mejor a Dios es ayudar a Jesucristo.
(iii) Pero esta frase puede que tenga otro sentido muy maravilloso. Puede querer decir ver a Cristo en el niño. El enseñar a niños inquietos, desobedientes y rebeldes, puede ser una tarea agotadora. El satisfacer las necesidades físicas de un niño, lavarle la ropa, vendarle las heridas y hacerle las comidas puede parecer a menudo una tarea nada romántica; la cocina y la pila y la cesta de la ropa no tienen nada de ideales; pero no hay nadie en todo el mundo que ayude a Jesucristo más que el maestro de los párvulos y la madre agotada y oprimida en el hogar. Los tales encontrarán una gloria en la tarea si a veces intuyen en el niño a nada menos que al mismo Jesús.
LA TERRIBLE RESPONSABILIDAD
Mateo 18:5-7, 10 (conclusión)
Pero la clave principal de este pasaje está en el terrible peso de responsabilidad que nos deja a cada uno de nosotros.
(i) Subraya el terror de enseñarle a otro a pecar. Es cierto que nadie peca sin que se le invite; y el portador de la invitación es a menudo un semejante. Una persona siempre tiene que enfrentarse con la primera tentación al pecado; siempre tiene que recibir la primera invitación a hacer lo que no debe; siempre tiene que experimentar el primer empujón hacia el camino de las cosas prohibidas. Los judíos tenían el punto de vista de que el más imperdonable de todos los pecados es enseñar a pecar a otro; y por esta razón: porque los pecados de una persona se le pueden perdonar, porque en cierto sentido tienen consecuencias limitadas; pero si enseñamos a otro a pecar, él puede enseñar a otro a su vez, y el tren del pecado se pone en movimiento hacia una meta imprevisible.
No hay nada en este mundo más terrible que destruir la inocencia de alguien. Y, si a uno le queda algo de conciencia, no hay nada que le pueda remorder más.. Alguien cuenta lo que le sucedió a un viejo que estaba muriendo; estaba claro que algo le turbaba profundamente. Por último, consiguieron que dijera qué. «Jugando con otros chicos -dijo-, un día cambiamos la posición de un indicador de direcciones en una encrucijada de manera que señalara en sentido contrario, y no he dejado de preguntarme a cuántas personas haría que tomaran una dirección equivocada.» El pecado más grave de todos es enseñar a otro a pecar.
(ii) Subraya el terror del castigo de los que enseñan a otro a pecar. Si una persona enseña a otra a pecar, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino y la arrojaran a lo más profundo del Marcos
La piedra de molino que se menciona aquí es una mylos onikós. Los judíos molían el grano entre dos piedras circulares. Esto se hacía en las casas; y en cualquier cabaña se podía ver un molino así. La piedra superior, que giraba encima de la inferior, estaba equipada con una manilla, y era corrientemente de un tamaño que permitía que el ama de casa la manejara, porque era ella la que molía los cereales para el uso del hogar. Pero una mylos onikós era una piedra de molino de tal tamaño que tenía que moverla un burro (onos es la palabra griega para asno, y mydos es la palabra griega para piedra de molino). El mismo tamaño de la piedra de molino muestra lo terrible de la condenación.
Además, en griego se dice, no tanto que sería mejor para la persona hundirse en las profundidades del mar, sino que sería mejor que le tiraran a uno al fondo en alta Marcos Los judíos temían al Marcos Para ellos el Cielo era un lugar en el que ya no habría mar (Ap 21:1 ). El que enseñaba a otro a pecar estaría mejor si le hundieran en alta mar en el lugar más solitario de todos. Más aún: La misma imagen de sumergir producía horror a los judíos. Sumergir era a veces un castigo romano, pero nunca judío. Para un judío era el símbolo de la destrucción total. Cuando los rabinos enseñaban que había que destruir completamente los objetos paganos y gentiles decían que había que «tirarlos a la mar salada.» Josefo (Antigüedades de los judíos 14.15.10) tiene un relato terrible de un levantamiento en el que los galileos apresaron a los partidarios de Herodes y los echaron al mar de Galilea. La misma frase contendría para los judíos un cuadro de destrucción total. Las palabras de Jesús estaban cuidadosamente escogidas para mostrar el fin que aguardaba al que enseña a otro a pecar.
(iii) Contiene una advertencia que silencia toda evasión: Este es un mundo infectado de pecado y un mundo tentador; nadie puede pasar por él sin encontrarse las seducciones del pecado. Esto es especialmente cierto cuando se sale de un hogar protegido, en el que no se ha estado expuesto a ninguna mala influencia. Jesús dice: «Eso es absolutamente cierto; este mundo está lleno de tentaciones; son inevitables en un mundo en el que ha entrado el pecado; pero eso no disminuye la responsabilidad de la persona que es la causa de que haya una piedra de tropiezo en el camino de un joven o de un principiante en la fe.»
Sabemos que este es un mundo tentador; es por tanto el deber del cristiano quitar las piedras de tropiezo, nunca ser el causante de que aparezcan en el camino. de nadie. Esto quiere decir que no es solo un pecado poner una piedra de tropiezo en el camino de otro; también es pecado llevar a otra persona a una situación o circunstancia o ambiente en el que pueda encontrar una piedra de tropiezo. Ningún cristiano puede darse por satisfecho y en letargo en una civilización en la que las condiciones de vida y de hogar en que viven los jóvenes no les dejan posibilidad de escapar a las seducciones del pecado.
(iv) Por último, subraya la suprema importancia del niño:
«Sus ángeles -dice Jesús- contemplan siempre el rostro de Mi Padre Que está en el Cielo.» En tiempos de Jesús, los judíos tenían uña angelología sumamente desarrollada. Cada nación tenía su ángel; cada fuerza natural, tal como el viento y el trueno y el rayo y la lluvia, tenía su ángel. Hasta llegaban a decir, muy poéticamente, que todas las hojas de hierba tenían su ángel. Así que creían que cada niño tenía su ángel de la guarda.
Decir que esos ángeles contemplaban el rostro de Dios en el Cielo quiere decir que siempre tenían el derecho de acceso directo a Dios. Se representa el Cielo como una gran corte real en la que solo los más favorecidos cortesanos y ministros y oficiales tienen acceso directo al Rey. A los ojos de Dios, los niños son tan importantes que sus ángeles de la guarda siempre tienen derecho de acceso directo a la presencia íntima de Dios.
Para nosotros, el gran valor de un niño depende siempre de las posibilidades que encierra. Todo depende de cómo se le enseñe y prepare. Las posibilidades puede que no se hagan realidad nunca; puede que se reduzcan o supriman; que lo que se podría haber usado para el bien se desvíe a los propósitos del mal; o que se desaten de tal manera que inunde la Tierra una nueva marea de poder.
Allá por el siglo XI, el duque Roberto de Burgundia era uno de los grandes guerreros y de las grandes figuras caballerescas. Estaba a punto de emprender una campaña. Tenía un hijo que era su heredero; y, antes de partir, hizo que sus barones y nobles vinieran a jurar fidelidad al pequeño infante, en caso de que a él le sucediera algo. Llegaron con sus plumas ondulantes y el estruendo de sus cabalgaduras, y se arrodillaron ante el niño. Un gran barón se sonrió, y el duque Roberto le preguntó por qué, Él le contestó: «¡El niño es tan pequeñito!» «Sí -dijo el duque Roberto-, es pequeño, pero crecerá.» ¡Y vaya si creció! Porque aquel bebé llegó a ser Guillermo el Conquistador de Inglaterra.
En todo niño hay posibilidades ilimitadas para el bien o para el mala Es la suprema responsabilidad de los padres, de los maestros, de la Iglesia Cristiana, ver que se hagan realidad sus posibilidades dinámicas para el bien. Ahogarlas, dejarlas sin explorar, tergiversarlas al servicio del mal, es pecado.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Mat 10:40; Jua 13:20.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
g 815 Mar 9:37
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
5 (1) Lit., sobre; es decir, basado en, de acuerdo con.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Lit., a un tal niño
Fuente: La Biblia de las Américas
Biblia Peshitta 2006 Notas:
[32] 18.5 En este caso, el mensaje del Señor es la exhortación a tomar la actitud confiada de los niños de aceptar o recibir todo lo que se les dice, entendiendo que lo que viene de Él es bueno para nuestras vidas. En el texto griego dice que al recibir a un niño, estamos recibiendo al Señor, lo cual es muy diferente.
Fuente: Peshitta en Español