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Comentario de Mateo 21:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 21:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,

21:1 Cuando se acercaron a Jerusalén (la última vez; ya empiezan los eventos de la semana final de su ministerio), y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella (este es otro ejemplo de la omnisciencia de Jesús); desatadla, y traédmelos. 3 Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. 4 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga. Zac 9:9, “9 Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” — Jesús no entró en la ciudad como militar para conquistar a los Romanos 6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; 7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. (Mar 11:7, “Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él”).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Cuando se acercaron a Jerusalén. Mar 11:1; Luc 19:28.

Betfagé. Betfagé era una aldea en la declividad del Monte de los Olivos, y un poco más cercana a Jerusalén que Betania. El monte de los Olivos. Mat 24:3; Mat 26:30; Zac 14:4; Luc 19:37; Luc 21:37; Jua 8:1; Hch 1:12.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús entra en Jerusalén montado en una asna, Mat 21:1-11;

echa fuera del templo a los compradores y vendedores, Mat 21:12-16;

maldice a la higuera, Mat 21:17-22.

calla a los sacerdotes y los ancianos, Mat 21:23-27,

y los reprende por su similitud a los dos hijos, Mat 21:28-32,

y a los labradores que mataron a todos los que fueron enviados a ellos, Mat 21:33-46.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El monte de los olivos estaba al este de Jerusalén, al otro lado del profundo barranco del valle de Cedrón.

Betfagé estaba al este de la pendiente del Monte de los Olivos.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 21.

Entrada mesiánica en Jerusalén, 21:1-11 (Mar 11:1-10; Luc 19:29-40;
Jua 12:12-18).
1 Cuando, próximos ya a Jerusalén, llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente, y luego encontraréis una burra atada y con ella el hijo soltadlos y traédmelos, 3 y si algo os dijeren, diréis: El Señor los necesita; y al instante los dejarán. 4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta: 5 “Decid a la Hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de burra.” 6 Fueron los discípulos e hicieron como les había mandado Jesús; 7 y trajeron la burra y el hijo, y pusieron sobre éste los mantos, y encima de ellos montó Jesús. 8 La numerosísima muchedumbre extendía sus mantos por el camino, mientras otros, cortando ramos de árboles, lo alfombraban. 9 La multitud que le precedía y la que le seguía gritaba, diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” 10 Y cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y decía: ¿Quién es éste? 11 Υ la muchedumbre respondía: Este es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.

Esta entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén es relatada por los cuatro evangelistas. El que rechazó tantas veces honores porque aún no era su hora, consciente de que ésta ha llegado, va triunfalmente a la cruz y a la resurrección. No se olviden sus tres “predicciones.”
Cristo con sus discípulos sube camino de Jerusalén en plan de “peregrinación” pascual (Jua 2:12). Llegó en este viaje a Betania “seis días antes de la Pascua” (Jua 12:1). De aquí se va a dirigir, no se dice que el mismo día, a Jerusalén. En su caminar se acercaron a Betania y luego dieron vista a Betfagé, cerca del monte de los Olivos.
El significado del nombre de Betania es incierto. Según el Talmud, significaría “casa de dátiles”; según San Jerónimo “casa de aflicción” o de la “obediencia”; para otros sería una contracción de Beth-Ananía, “casa de Ananías,” expresión con que se la designaría cuando perteneció a la tribu de Benjamín. El nombre de Betfagé significa “casa de higos verdes.” 1
Cuando Jesús con sus discípulos se dirige de Betania a Jerusalén, da vista “a la aldea de enfrente,” que es probablemente la Betfagé que acaba de citar; manda a dos de sus discípulos, cuyos nombres no se dan, que vayan a Betfagé y que en seguida encontrarán una “asna atada y a su hijo, sobre el cual nadie ha montado” (Mc-Lc), para indicar el honor de llevar al Mesías. En el A.T. en algunos sacrificios sólo se podía ofrecer víctimas que no hubiesen llevado yugo (Num 19:2; Deu 21:3). Es probable sea ésta la intención honorífico-mesiánica de Mc-Lc en este detalle. Que los desaten sin más y se los traigan. Y que, si alguno les dijese algo, le respondan sencillamente que “el Señor” los necesita; y “en seguida os lo enviará” (Mt-Mc).
Mt y Jn citan a este propósito un texto profético en el que ven, a la hora de composición de los evangelios, el cumplimiento de lo que se habia profetizado. El valor doctrinal de todo este pasaje se expondrá al final del mismo.
Es un texto tomado, parte del mismo – su principio -, de Isaías: “Decid a la Hija de Sión” (Isa 63:11), es decir, Jerusalén; el resto es una cita abreviada del profeta Zacarías. El profeta habla del Rey-Mesías, que tiene su dominio universal, pero destacándose que El viene a reinar con humildad y mansedumbre, y el profeta cita, por puro “paralelismo” literario semita, que el Mesías hará su entrada sin tropas ni armas, sino montado en “un asno, en un pollino hijo de asna” (Zac 9:9). Los elementos descriptivos del profeta sólo miraban a exponer convencionalmente – género literario – la entrada bondadosa del Mesías en un imperio de paz. Los rabinos decían que, si Israel era puro, entonces el Mesías vendría sobre las nubes, conforme a Daniel (Dan 7:13); pero, si no, sobre un asno, conforme a Zacarías (Zac 9:9) 2. Aquí, en el relato, aparecen como realidad estos dos animales. Naturalmente, no sugiere esto una “adaptación,” sino una no rara realidad. Los discípulos encontraron allí una asna y un pollino. Estaba “atado a una puerta, afuera, en el camino” (Mc). Así, los discípulos lo encontraron todo “como les había dicho” (Lc). Pero, cuando “empiezan a desatarlo,” algunos “de los que había allí” (Mc), que, según Lc, eran los “dueños” de él, les van a llamar la atención por aquello que hacen. Toda la escena es de lo más natural. Los asnos están atados a una de las argollas o salientes de las casas, mientras sus dueños despachan sus asuntos o comercian en las tiendas. Pero algunos de los “dueños” están cerca, y se dan cuenta de la acción de los discípulos. Por eso les preguntan el porqué de aquello. A la respuesta de lo que había dicho Jesús, les dejaron llevarlo. Acaso eran discípulos, simpatizantes, amigos o conocidos, y les era un honor prestar así un servicio al que era maestro y taumaturgo famoso.
La palabra de Jesús a sus discípulos acusa doblemente profecía y señorío. Tal como les describe lo que va a pasar, no es un hallazgo casual ni normal.
Ambos animales son traídos a la presencia del Señor. El asno, en los países orientales de la antigüedad, no tenía sólo el sentido de pobreza que en los occidentales. Servía de cabalgadura a reyes y nobles (Gen 22:3; Exo 4:20; Num 22:21; Jue 5:10; Jue 10:4; 2Sa 17:23; 1Re 2:40; 1Re 13:13, etc.). Los discípulos pusieron “sobre ellos (έπ’αύτών) (Mt)”los mantos.” Y luego montaron a Jesús. El poner sus “mantos” sobre estos animales es señal de honor. Es curiosa la forma de Mt: pusieron sus mantos “sobre ellos,” sobre los dos animales. De seguro que sólo se refiere a aquel sobre el cual se montó Jesús. Es una forma global de decir las cosas. Pues, según el mismo Mt, luego de poner los “mantos” sobre ambos animales, dice que montaron a Jesús también “sobre ellos” (επάνω αυτών). Lo que no es posible. Pero ello mismo refleja esta amplia redacción del evangelista. Si no es que quiere conservar la materialidad del texto profético.
Jn pone aquí un comentario a todo esto que habían hecho los discípulos al traer estos asnos, y la vinculación que tenía todo esto con el pasaje profético de Zacarías. Dice, después de citar el pasaje del profeta: “Esto no lo entendieron entonces sus discípulos, pero cuando fue glorificado Jesús, entonces recordaron que de El estaban escritas estas cosas, que ellos le habían hecho” (Jua 12:16). No comprendieron entonces que estaban dando cumplimiento a una profecía mesiánica y que, con aquello que hacían, estaban también tomando parte en aquel profético acto mesiánico.
Así montado y rodeado de sus discípulos, algunos de los cuales iban seguramente conduciendo de una burra y de su hijo, ya que ésta era la costumbre que tenían los discípulos con los rabinos sus maestros 3, se encamina para entrar en Jerusalén. Con El debió de venir ya desde un principio un cierto cortejo de discípulos. Pero la turba que viene a engrosar este cortejo es la que sale de Jerusalén, al saber que llegaba, por efecto del milagro de la resurrección de Lázaro (Jua 12:18). Y así se formó un gran cortejo delante, y detrás de El otro acompañándole, que le aclamaban con entusiasmo.
Por eso, “cuando estaban cerca (de Jerusalén), en la bajada del monte de los Olivos,” fue cuando comenzó a desbordarse el entusiasmo. Porque a la vista de la ciudad y cuando Jesús bajaba así para entrar en Jerusalén, rodeado de sus discípulos y de la turba que le “seguía” (Mt), se encontraron con otra “gran muchedumbre” que había venido a la Pascua, y “al saber” que Jesús “llegaba a Jerusalén,” salieron gozosamente a su encuentro (Jua 12:12.13),
El entusiasmo se desbordó. Se habían cortado “ramos de los árboles.” Y unos “tomaron ramos de palmeras” (Jn), como se solía hacer en las fiestas importantes (Jdt 15:12 grec.; 2Ma 10:7) para unirse festiva y triunfalmente al cortejo, como el de Simón Macabeo, que entró en Jerusalén “entre gritos de júbilo y ramos de palmas.” (1Ma 13:51), o como lo escribe, en forma más imprecisa, Mc, “cortaron hierbas de los campos y cubrían el camino,” y también “muchos extendían sus mantos sobre el camino” (Mc), al estilo judío, en señal de homenaje 4. Como a Judit y a los Macabeos, así las turbas acompañaban con aclamaciones a Jesús.
Mt, Mc y Jn recogen el clásico “Hosanna.” Esta expresión, perdiendo su sentido etimológico primitivo (Yahvé salva), vino a ser una exclamación de júbilo susceptible de diversos matices. En esta escena de Cristo, el sentido natural del hosanna es nuestro equivalente “¡Viva!”
Aparte de ser muy natural el hosanna en boca de las turbas, también surgía espontáneo al salir a recibir a Jesús con ramos y palmas. Precisamente en la fiesta de los Tabernáculos, todo judío llevaba en sus manos dos ramos – el lulag y el ‘etrong -, el primero era de cedro, y el segundo, una palma, de la cual pendían ramos de mirto y sauce, y los agitaban en la procesión. Este ramo se llamaba también “Hosanna.” Mientras, se cantaban “hosannas” 5. Las aclamaciones llevan toda la estructura, tan tipificada, de un oriental 6.
Las aclamaciones que le dirigen, y que retransmiten los cuatro evangelistas, son mesiánicas. Se transcriben, para valorar mejor, en forma esquemática:
1) “¡Hosanna al Hijo de David!” (Mt).
2) “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mt-Mc-Jn).
3) “¡Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor!”(Lc).
4) “¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Lc-Jn).
5) “¡Bendito el reino, que viene, de David, nuestro padre!” (Mc). Esta frase es mesiánica, sin duda, en su intento. La expresión “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” está tomada del Sal 118:26. El salmo es un canto triunfal a Dios, que da beneficios a Israel. Esta fórmula, que lleva aneja en aposición el “Rey de Israel,” hace ver el valor, ciertamente mesiánico, en que se la utiliza aquí. Ninguna fórmula podía surgir más espontánea en los labios de aquellas turbas que ésta. Pues era el Mesías que llegaba. Así como “El que viene” lo caracterizó el Bautista (Mat 11:3; Luc 7:20).
Las demás fórmulas son la confesión del mesianismo de Jesús. El “Hijo de David” era la fórmula mesiánica más usual 7.
El “Rey de Israel” era el Mesías (Jua 6:14.15) 8.
Un escrito ambiental precristiano que sitúa con toda exactitud estas expresiones, son los “Salmos de Salomón,” en los que se lee:
“Vos, Señor (Dios), haz surgir para ellos su Rey, Hijo de David, en el tiempo que tú has fijado, ¡oh, Dios! para reinar sobre Israel, tu siervo.” 9
La fórmula de Mc en que se bendice el Reino de David, que. viene en Cristo, es evidentemente mesiánica, aunque su redacción sea posterior y posiblemente no judía.
La última expresión, “¡Hosanna en las alturas!” (Mt-Mc), hace llegar el agradecimiento de este beneficio mesiánico a Dios en el cielo. La fórmula paralela que presenta Lc tiene una construcción especial: “Paz en el cielo y gloria en las alturas.” La segunda parte de ella es la equivalente a las de Mt-Mc: la gratitud a Dios en el cielo por esta obra y este día. Pero la primera parte, “Paz en el cielo,” ¿en qué sentido está? Se comprende muy bien el canto de los ángeles en el nacimiento de Cristo: “Gloria a Dios en las alturas,” por esta obra, por lo que viene a los hombres “la paz” (Luc 2:14). Pero aquí es a la inversa. Sin embargo, el pasaje de Lc está construido con un “paralelismo” sinónimo manifiesto. Probablemente la expresión de paz, que tiene un sentido tan amplio entre los semitas 10, haya de interpretarse aquí como sinónimo de gloria, de la “glorificación” que al cielo trae la obra mesiánica que realiza Jesús. En boca de las turbas, salvo que sea una “interpretación” de Lc, no se pueden incluir los altos conceptos de glorificación, “reconciliación,” que enseña San Pablo (Col 1:20). Si procede directamente del culto, su sentido evocaría el valor de la liberación redentiva ya hecha.
En un momento de esta marcha de Jesús, pero que no se precisa, sino sólo se da como indicación, “cuando se acercó, al ver la ciudad,” y que probablemente se debe de interpretar: cuando, acercándose al descenso del monte de los Olivos (Luc 19:37), “vio la ciudad,” entonces “lloró sobre ella” y le predijo la catástrofe de su destrucción, que se avecinaba, por no haber conocido, culpablemente, “el tiempo de tu visitación” (Luc 19:41-44). Sólo Lc trae este episodio. Su exposición se hace en el lugar correspondiente de su evangelio 11.
Mezclados insidiosamente entre las turbas de este cortejo se habían entrometido “algunos fariseos” (Lc). Insidiosamente, acaso más que para deslucir o apagar el prestigio del Maestro, para comprometer a éste si no hacía lo que iban a proponerle, lo que era “tentarle” una vez más, le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos.” Pero la respuesta de Cristo en aquella hora, que era la “hora” del Padre, los desconcertó y censuró, al tiempo que aprovechaba El aquella manifestación y el sentido de la misma. “Si éstos callan, gritarán las piedras” (Lc). Acaso esta expresión fuese un proverbio. Algo semejante se lee en el profeta Habacuc (Luc 2:11). Con esta hipérbole oriental quería decirles Jesús que aquélla era la “hora” del Mesías y que así estaba determinado por Dios, y que nadie en consecuencia podría evitarlo.
Y cuando el cortejo “entró en la ciudad” (Mt), ésta sintió como una fuerte sacudida, pues “Jerusalén se conmovió” como en un seísmo (έσεισθη). La expresión es vista en el Evangelio con un cierto aumento ideal. Y, ante aquel cortejo y aquel entusiasmo, las turbas, sobre todo los peregrinos de la Diáspora que se encontrasen allí aquellos días, o incluso jerosolimitanos, preguntaban extrañados: “¿Quién es éste?” La respuesta que reciben de la muchedumbre es “el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.” En la ciudad se había producido impresión a causa de la resurrección de Lázaro. Por ese motivo había ido a Betania “una gran muchedumbre de judíos” (Jua 12:9; cf. v.17.18; Jua 11:45.48).
Se esperaría la respuesta de ser el “Hijo de David,” el Mesías, u otro equivalente ¿Acaso estén mezclados grupos distintos de personas? ¿O acaso sea una redacción literaria con la que quiera evocarse, con la valoración ambigua que tenía en el ambiente, el Profeta-Mesías? (Jua 6:14; Jua 1:21) l2.
Este cortejo que acompaña a Cristo en esta entrada no requería revestir un volumen desorbitado. Podía pasar por una reunión de caravana de las que entonces estaban subiendo a la fiesta pascual, y a la que salían gozosos a recibir otros peregrinos, ya de antes llegados, sus compaisanos o amigos. Esto justifica la ausencia y falta de intervención en él de la autoridad romana.
El término de esta entrada mesiánica fue el templo (Mar 11:11).
Y a su término “salió de la ciudad (Jerusalén) a Betania, donde pasó la noche.”
Es manifiesto que el intento literario de los cuatro evangelistas es presentar este ingreso de Cristo en Jerusalén como mesiánico. Es el Mesías, que va, consciente de su dignidad y misión, a la consumación de su mesianismo espiritual. Pero ¿en su momento histórico tuvo este sentido? ¿O es una visión posterior de los evangelistas al desentrañar, después de la iluminación de Pentecostés, el “sentido pleno” que esto tuvo en el intento de Cristo y en el plan del Padre? Algunos datos podrían hacer pensar esto.
a) En Mt, las turbas dicen de Cristo, presentándole, que es Jesús “el profeta de Nazaret de Galilea.”
b) De ser una aclamación popular abiertamente mesiánica, ¿no lo habrían alegado luego los judíos en el proceso del sanedrín y no habrían intervenido rápidamente las autoridades romanas ante el peligro de un ambiente mesiánico pascual superexcitado?
c) Después de montar Cristo en un asno para hacer su entrada, Jn dice: “Esto no lo entendieron·., desde luego, los discípulos; pero, cuando fue glorificado Jesús, entonces recordaron que de El estaban escritas estas cosas que ellos le habían hecho” (Jua 12:16).
Sin embargo, estas razones no son decisivas contra el sentido histórico-mesiánico de esta escena. Estas razones tienen explicación.
a) Si en Mt se le llama “el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea,” antes, en la misma escena de Mt, se le aclama con el “¡Hosanna al Hijo de David!” que es el título mesiánico más ordinario. En cambio, la primera pregunta citada, que es la última de la narración, se la da respondiéndose a la pregunta que hacen ciertas personas en la ciudad. Podría ser un modo prudente de responder por gentes galileas o entusiastas, o ser sencillamente el nombre de identificación con el que era conocido por todos el gran taumaturgo (Jua 1:45). “El profeta,” en ocasiones era el Mesías (cf. Comentario a Jua 1:21 b; cf. Jua 6:14). Ni se puede olvidar que en Galilea, la Pascua anterior, las gentes quisieron, entusiasmadas, tomarle para llevarle a Jerusalén y proclamarle Rey-Mesías (Jua 6:15), precisamente en las fiestas pascuales (cf. Jn 1:21-b) y en Mt (12:23) ya se preguntaban las gentes si no sería el Mesías.
b) Tampoco hay problema acerca de las denuncias farisaicas sobre la aclamación mesiánica. Presentarse como Mesías no era delito (cf. Luc 23:1-5). Y si en el proceso ante Pilatos se le presenta como un “revolucionario” que “seducía” la región de Galilea, ni en Mt ni en Mc se dice esto; sólo lo narra Lc. Los otros lo presentan como el Rey de los judíos. Lc narra esta “seducción” galilaica por razón del proceso ante Antipas, que luego va a referir. Fundamentalmente no difieren estas aclamaciones a su ingreso en Jerusalén de las que figuran en el proceso de Cristo y no bastaron como delito. Y cabría que estuviesen englobadas en ellas.
Ni la ausencia de la intervención romana extraña. Es verdad que la vigilancia debía estar alerta ante posibles brotes mesiánicos en aquellos días pascuales propicios a la exaltación; aparte que una intervención imprudente podía ser peligrosa (Mat 21:46; Mat 26:4; par). Además aquello debió de ser una cosa esporádica y por alguna gente a su alrededor. Lo cual, por su brevedad y reducción a su entorno, acaso ni trascendió a la autoridad romana; o por que aquello no tenía peligro.
Todo depende de cómo se conciba este cortejo. Ni hay inconveniente en suponer – es lo lógico – adiciones ideales sobre el volumen de la muchedumbre. No fue un anuncio “protocolado” de la entrada “oficial” del Mesías. Cristo sí la hacía, pues sabía que iba a la muerte redentora, y para eso – pues ya llevaba varios días por allí – pidió el asno. Todo ello no debió de pasar del volumen de una pequeña caravana – acaso a la que para más disimular se unió – de las que estaban llegando a la Pascua. Siendo conocido, seguramente que gentes lo saludaron y hasta vitorearon. ¿Con las mismas expresiones con que aparecen redactadas en los evangelios? ¿Se las recordaría entonces? Lo aclamarían con el título de “Profeta” (Jua 6:14; cf. Mat 21:10-11) y, acaso, en el entusiasmo pudo sonar alguna de estas aclamaciones, por algunos de los que rodeasen aquel pequeño grupo. Pero a la hora de la redacción evangélica – y kérigma -, se sabía que aquélla había sido la entrada “oficial” del Rey-Mesías, y se la describe con la realidad “mesiánica” que tuvo, mediante aclamaciones adecuadas, destacándola y, posiblemente, dramatizándola.
c) Por último, no obsta el citado texto de Jn. Pues éste, después de relatar que Cristo hizo su entrada montado en un asno, dice: “Esto no lo entendieron entonces los discípulos; pero, cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que de El estaban escritas estas cosas que ellos le habían hecho” (Jua 12:16). Jn vincula sólo la comprensión de estas cosas ahora, que ellos no percibieron entonces, a que con aquel montar a Cristo sobre un asno, y con su contribución a ello en el cortejo, se cumplía la profecía de Zacarías sobre el modo de su ingreso jerosolimitano. Pero no que no lo hubiesen aclamado entonces (Zac 9:9), y visto, por lo menos ahora, con la portada mesiánica que tenía.

La purificación del Templo,Zac 21:12-13 (Mar 15:15-19; Luc 19:39; Jua 2:13-22).
Cf. Comentario a Jua 2:13-22.

12 Entró Jesús en el Templo de Dios y arrojó de allí a cuantos vendían y compraban en él, y derribó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas, 13 diciéndoles: Escrito está: “Mi casa será llamada casa de oración”; pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.

La escena de la purificación del Templo por Jesús, expulsando de él a los mercaderes, es relatada por los cuatro evangelistas. Pero con una diferencia fundamental: los tres sinópticos la ponen en la última Pascua de Jesús en Jerusalén, mientras que Jn la pone en la primera. ¿Se repitió la escena? ¿Es un procedimiento literario de desplazamiento? En este caso, ¿quién lo sitúa bien en su momento cronológico: Jn o los sinópticos? La escena es la misma en Jn y en los sinópticos. Y parece que es Jn el que la sitúa bien históricamente, en la primera Pascua. Se estudia este problema y se hace la exégesis de conjunto en el Comentario a Jua 2:13-22. Mt considera el acto como un acto de autoridad profética y mesiánica sobre el Templo.

Curación y aclamaciones en el Templo,Jua 21:14-17.
14 Llegáronse a él ciegos y rengos en el templo y los sanó. 15 Viendo los príncipes de los sacerdotes y los escribas las maravillas que hacía, y a los niños que gritaban en el templo y decían: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Respondióles Jesús: Sí. ¿No habéis oído jamás: “De la boca de los niños y de los que maman han hecho salir la alabanza”? 17 Y dejándolos, salió de la ciudad a Betania, donde pasó la noche.

Sólo Mt pone este episodio vinculado literariamente a la escena de la purificación del templo. Sin embargo, es difícil compaginar, tal como está ordenado, la expulsión de los mercaderes del templo con el revuelo que allí se armaría, y la exigencia de las autoridades, que le piden cuenta de su obrar así, y que a continuación se le presenten aclamaciones en el mismo templo, y que otra vez las autoridades vengan a protestarle. Debe de tratarse de un texto puesto en un contexto lógico, pero que, al percibirse en él un eco de las aclamaciones (v.15) de su entrada mesiánica, debe de suponer un momento histórico próximo a aquellos días.
Era contra los usos, basado en un pasaje de Samuel (2Sa 5:8), que “cojos y ciegos” entrasen en el templo. Posiblemente éstos pedían limosna a la puerta del mismo (Hec 3:2). Acaso estos cojos y ciegos se acercaran a El al llegar al templo y, llevados del entusiasmo de las turbas, entrasen en aquel momento, y El los curó.
También se cita, como en exclusiva, el que los “niños” (παiδας) le aclamaban en el templo con la expresión mesiánica “Hosanna al Hijo de David.” El porqué de esta exclusiva acaso sea debido a la oportunidad de citar, conforme a su método, un salmo (Sal 8:3) o un pasaje del A.T., con el que viene, de alguna manera, a su propósito. El sentido del salmo es que el poder de Dios en la obra de Dios es tan evidente, que hasta los “niños” y los que “maman” se dan cuenta de ello; es una hipérbole, pero sumamente gráfica. Así aquí, hasta los “niños” le aclaman en el mismo templo, donde se esperaba que el profeta Elias lo ungiría 13. La aclamación de estos “niños” parece un eco de las aclamaciones en su entrada triunfal mesiánica. El título de Hijo de David era el más usual de los títulos mesiánicos 14.
Las autoridades – príncipes de los sacerdotes y escribas – se indignaron ante las curaciones – ”maravillas” – que hacía y las aclamaciones de los “niños,” y protestaron, y le reprochan lo que están diciendo de El las aclamaciones. Se buscaba comprometerle con alguna afirmación positiva. Pero les respondió con un salmo que, hábilmente, era confesarlo y acusarlos a ellos de no ver lo que los “niños” veían 15.

La maldición de la higuera,Sal 21:18-20 (Mar 11:12-21).
18 Volviendo a la ciudad muy de mañana, sintió hambre, 19 y, viendo una higuera cerca del camino, se fue a ella; pero no halló en ella más que hojas, y dijo: Qué jamás nazca fruto de ti. Y la higuera se secó al instante. 20 Viendo esto los discípulos, se maravillaron y dijeron: ¡Cómo de repente se ha secado la higuera!

Esta escena es narrada sólo por Mt-Mc, Lc la omite. Acaso por haber narrado él sólo la parábola de la higuera (Mar 13:6-9) y pensar que pudiera ser de contenido equivalente a este relato.
Cristo sale de Betania ”por la mañana” para dirigirse a Jerusalén. En el camino sintió hambre. Desde “lejos” (Mc) vio una higuera plantada “junto al camino” (Mt). Estaba “llena de hojas” (Mc) y fue “por si encontraba en ella algún fruto que comer” (Mc). Pero “no encontró en ella más que hojas” (Mt-Mc). Pero Mc tendrá buen cuidado en resaltar: “porque no era tiempo de higos.” Al verla sin frutos, dirá Cristo: “Que jamás nazca fruto de ti.” Y la higuera se secó “al instante.” Al ver esto los discípulos se maravillaron. En Mc los discípulos se aperciben al día siguiente que la higuera se había secado. Pero acaso en Mt haya un caso de paráfrasis que produzca el espejismo literario de un hecho instantáneo. Lagrange nota que este se secó “en seguida” (παραχρήμα), como en el v.19, “no es por oposición a la duración de un día, sino por oposición a un desecarse natural, que sería progresivo y lento.” 15
¿Cuál es el significado de esta maldición a una higuera? Por algunos críticos se lo enfoca como un caso de “adaptación” o “contusión” de los evangelistas basado en una parábola de Lc (Mar 13:6-9) l6.
Dos son las soluciones principales de este simbolismo.
a) La ordinaria y tradicional es que se trata aquí de una “parábola en acción,” es decir, una acción simbólica. Jesús sabe que en esa época las higueras no producen frutos. Mc tiene buen cuidado de resaltarlo. Luego, si no tienen higos y Jesús va allí por ellos, es que, en realidad, no va a buscar lo que sabe que no hay. Y si se comporta así es que da a su acción un valor simbólico. A esto mismo lleva el maldecir un árbol; primero, que no es responsable de nada, y segundo, por no dar frutos cuando no es época de darlos. Y esta posición se confirma con la parábola de Lc (Mar 13:6), donde la higuera tiene un valor simbólico. En los profetas se encuentran acciones simbólicas muy chocantes (Jer 13:1ss; Jer 19:1ss), en cuya línea se entroncaría muy bien ésta.
Establecido así el valor simbólico de esta acción, se le aplica a Israel. Es el mismo caso de la parábola de Lc (Jer 13:6). Israel, simbolizado en la higuera, fue plantada por Dios en su viña; la cultivó con su revelación y sus sacrificios y sus profetas. Pero, a la hora de dar el fruto de preparación para el Mesías, no dio fruto. Tenía sólo “hojas” de la apariencia. Cristo, con su maldición simbólica, indicaría lo que en otras parábolas (cf. Mat 12:1-12 y par.): que Israel era desechado. Sobre todo en sus jefes, después de su oposición mortal contra él en la escena del templo.
b) Otros autores, por el contrario, dan otro sentido. Sería un hecho prodigioso, y, al mismo tiempo, simbólico, con el cual quería enseñarles de modo bien ostensible el poder y eficacia de la oración, cuya enseñanza aparece vinculada por Mt-Mc a este hecho.
Esta última posición parecería más lógica, por dos razones. Una, porque, según dice Mc, Cristo va a buscar comida en la higuera cuando “no era tiempo de higos.” Por lo que no es la imagen más adecuada para enseñar que Israel debía ya de estar maduro para recibir al Mesías; y segunda, porque Mt-Mc vinculan a continuación el poder de la oración al ejemplo de la higuera que se seca rápidamente. Al menos en su situación literaria lleva a esto 17.
H. W. Bartsch supone que Mat 21:19b (= Mar 11:14ss)”era originariamente una palabra escatológica, que anunciaba la proximidad del fin: “Nadie comerá de tu fruto.” La mala traducción de un imperfecto arameo por el optativo (Mat 11:14) ha sido la ocasión de que se entendiese el logion como una maldición y se le uniese con una expresión correspondiente.” 17
Es muy problemática esta posición, y más aún su armonización con la “ciencia” de Cristo.
No obstante, la escena es chocante, y aún no está definitivamente resuelta, aparte de los retoques literarios.

El poder de la fe,Mat 21:21-22 (Mar 11:21-23).
21 Respondióles Jesús y les dijo: En verdad os digo que, si tuviereis fe y no dudareis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que, si dijereis a este monte: “Quítate y échate en el mar,” se haría, 22 y todo cuanto pidierais en la oración lo recibiríais.

La enseñanza de Cristo, aparte de otros dichos insertados aquí, pero fuera de su contexto histórico (Mat 17:20), es el poder de la fe, de la confianza en Dios al pedir algo, que si ello es conforme a su voluntad (1Jn 5:14), Dios la oye. Son formas “sapienciales” e hiperbólicas. Así se dice en Mc: “Creed que recibiréis y lograréis todas las cosas que pidáis en la oración.” Acaso procedentes también estas frases de otros contextos, pudieran referirse a las cosas necesarias para el apostolado. Pero aquí se parte del caso de la higuera. Mc lo expresa de forma más concreta y colorista. “Os digo que todo el que diga a este monte – que era el de los Olivos -: “Arráncate y échate al mar’ – probablemente al mar Muerto, que desde la cima del monte de los Olivos se distingue en lejanía -, sin dudar en su corazón y creyendo que se hará lo que dice, lo obtendrá” (Mc).
La expresión “trasladar montes” aparece en la literatura rabínica como comparación para indicar cosas que se hacen fuera del modo natural de obrar 18.
Naturalmente que este lenguaje oriental e hiperbólico lleva una enseñanza gráficamente expresada, pero que no supone una realización como está formulada. Dios no da el poder para hacer cosas inútiles o caprichosas 19. ¿Podría traérsela aquí por inquietud en la iglesia de Mt decadente en milagros o fe?
Probablemente el v.21 se trata de una incrustación aquí y es un “duplicado” (Mat 17:20; Mar 11:23; cf. Luc 17:6). Pertenece a un grupo de sentencias “fuera de su contexto” y reunidas en una agrupación de oportunidad.

Los Poderes de Jesús,Luc 27:23-27 (Mar 11:27-33; Luc 20:1-8).
23 Entrando en el Templo, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué poder haces tales cosas? ¿Quién te ha dado tal poder? 24 Respondió Jesús y les dijo: Voy a haceros yo también una pregunta, y si me contestáis, os diré con qué poder hago tales cosas. 2S El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía? ¿Del cielo o de los hombres? Ellos comenzaron a pensar entre sí: Si decimos que del cielo, nos dirá: ¿Pues por qué no habéis creído en él? 26 Si decimos que de los hombres, tememos a la muchedumbre, pues todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondieron a Jesús: No sabemos. Díjoles El a su vez: Pues tampoco os digo yo con qué poder hago estas cosas.

Los tres sinópticos relatan este incidente. En Mc está “paseando” por uno de los pórticos del templo. Lc, aunque con mayor amplitud cronológica, pero la escena es la misma, dice que estaba “enseñando al pueblo en el templo y anunciando la Buena Nueva,” ya que los rabís tenían sus lecciones en el templo, cuando va a ser interrogado por la autoridad religiosa, que los tres sinópticos explicitan: “príncipes de los sacerdotes,” entre los que se contaban los ex sumos sacerdotes y representantes de estas familias, “escribas,” peritos en la Ley, y “ancianos,” representantes de las familias influyentes. Extraña el que intervengan los “príncipes de los sacerdotes”; deben de estar simplemente por el sanedrín. A él competía esta investigación. Se le exige a Cristo que dé cuenta de: “¿Con qué poder haces estas cosas?” todos los acontecimientos desde su entrada mesiánica, y “¿Quién es el que te dio este poder?” Poder de actuar prodigios, y en el templo, y poder de enseñar. ¿Acaso querían comprometerlo con un poder divino? Es lo que parece el dilema que les plantea.
El poder para enseñar oficialmente en Israel requería un largo aprendizaje con algún rabí y luego recibir de él, mediante la “imposición de manos,” este poder. Si no procedía de esta cadena, que se decía se entroncaba con Moisés, su enseñanza no era lícita, oficial ni “ortodoxa.” Así se tiraba la sospecha sobre su doctrina.
Y con relación a los actos mesiánicos en el templo, se buscaba comprometerlo, pues ya tenían de atrás organizada la persecución del mismo. Estaba en el ambiente rabínico que se pedirían o darían “señales” en el Mesías para acreditarse como tal 20.
Pero Cristo les plantea un dilema como condición para contestarles a esto. El prestigio del Bautista en Israel y la conmoción causada fue tal, que hasta el sanedrín le envió una representación para interrogarle si él era el Mesías (Jua 1:19ss). El historiador judío Josefo habla de su prestigio y conmoción en Israel 21.
Pero ellos no respondieron al origen de su bautismo. Pues si era del cielo, eran culpables de no haberlo oído, y reconocer a Cristo Mesías, a quien él preparaba el camino; o si decían que de los hombres, temían al pueblo, por lo que el Bautista representaba para ellos; o como dice Lc con frase redonda, temían que “el pueblo entero les apedrease,” como reaccionaba masivamente en ciertos casos religiosos (Jua 10:31; Hec 7:56-59). Al no responder ellos, Cristo tampoco lo hizo. Varias veces les dijo que si no lo creían a El, que creyesen a sus “obras” que le daba a hacer el Padre, como Nicodemo y otros dijeron (Jua 3:2) 22.

Parábola de los dos hijos,Jua 21:28-32.
28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y, llegándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. 29 El respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. 30 Y llegándose al segundo, le habló del mismo modo, y él respondió: Voy, señor; pero no fue. 31 ¿Cual de los dos hizo la voluntad del padre? Respondiéronle: El primero. Díceles Jesús: En verdad os digo que los publícanos y las meretrices os preceden en el reino de Dios. 32 Porque vino Juan a vosotros por el camino de la justicia, y no habéis creído en él, mientras que los publícanos y las meretrices creyeron en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis arrepentido creyendo en él.

Solamente Mt inserta a continuación la parábola-alegoría de dos hijos que su padre envía a su viña y que tienen actitudes distintas. Esta parábola aparece en dos formas diferentes en la tradición manuscrita; se invierte el orden: en una recensión se pone primero el hijo segundo, con todo lo anejo en la misma, y en la otra, al revés. Una tercera forma mixta no se considera auténtica 23. También los autores de crítica textual se hallan divididos en la reconstrucción de este texto. Si alguna razón de lógica interna pudiese valer, sería el orden, lógicamente puesto, en la aplicación. En cuyo caso tendría la prioridad la que pone primero en escena al hijo menor.
¿Cuál es el sentido de esta parábola? Jesucristo mismo lo da en el v.31. Les dice: “En verdad os digo que los publícanos y las meretrices os preceden a vosotros en el reino de Dios.”
Discuten los autores si el v.32 está bien situado en su contexto histórico o si fue incluido aquí por una cierta analogía con la cita de los “publícanos y meretrices” o por venir a referirse al pasaje anterior, sobre los poderes de Jesús, en el que se citó a Juan Bautista. Hasta se quería ver en él una alusión, en otra forma literaria, de un pasaje de Lc (Jua 7:29-30), en que situaría esta idea en otro contexto. En todo caso, esta parábola queda interpretada, evidentemente, por el v.31.
Los publícanos, gente odiada en Israel, hasta considerarse contaminados con su trato, y las meretrices, la hez de la sociedad, se contraponen aquí a los fariseos, los puros, los que conocen la Ley, los que la “cumplen.” En Mt las “obras” es un tema base. Pero esta aplicación concreta no sólo da la clave central de interpretación de la parábola, sino que la “alegoriza.” Así, su valor doctrinal central y alegórico es el siguiente:
1) El padre dueño de la viña es Dios.
2) La viña es el reino de los cielos, en su escatología terrestre.
3) El hijo primero, que dice que “sí” y luego no cumple la voluntad de su padre, son los fariseos. Como conocedores de la Ley, eran los primeros que debían haber ingresado en el Reino. Teóricamente decían que “sí” para aceptar al Mesías cuando viniese, pero de hecho, ante Cristo-Mesías, dijeron que “no.” Vieron las “señales” que Cristo hacía como garantía de su misión, pero no “supieron,” culpablemente, discernirlas (Mat 3:8.9). Y de ellos dijo el mismo Jesucristo, caracterizando esta hipocresía religiosa: “Dicen y no hacen” (Mat 23:3). Y también les dijo que “no entráis (en el reino de los cielos) ni permitís entrar a los que quieren entrar” (Mat 23:13).
4) El hijo segundo son otros hijos de Israel, los despreciados, los publícanos y las meretrices, que, no ingresando en un principio en el reino, después, al saber la obra de Cristo, se convirtieron e ingresaron. Así, v.gr., el publicano Zaqueo (Luc 19:1-10) y la “mujer pecadora” (Luc 7:37).
El gran comentario a esta parábola son las palabras de Jesucristo que en otro contexto refiere Le: “Todo el pueblo que lo escuchó (al Bautista), que predicaba “el camino de la justicia de Dios” (Mt v.32), semitismo que indica la institución de la doctrina religiosa y moral (Mat 22:16), “y los publícanos reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan; pero los fariseos y los doctores de la Ley anularon el consejo divino, no haciéndose bautizar por él” (Luc 7:29-30) 24, con todo lo que llevaba anejo de με τα να α aquel bautismo.
Lo que los dirigentes “vieron” (v.32c) y no creyeron, fue el arrepentimiento de los pecadores.

Parábola de los viñadores homicidas,Luc 21:32-46 (Mar 12:1-12; Luc 20:9-19).
33 Oíd otra parábola: Un padre de familia plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre y la arrendó a unos viñadores, partiéndose luego a tierras extrañas. 34 Cuando se acercaba el tiempo de los frutos, envió a sus criados a los viñadores para percibir su parte. 3S Pero los viñadores, cogiendo a los siervos, a uno le atormentaron, a otro lo mataron, a otro le apedrearon. 36 De nuevo les envió otros siervos en mayor número que los primeros, e hicieron con ellos lo mismo. 37 Finalmente, les envió a su hijo, diciendo: Respetarán a mi hijo. 38 Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, se dijeron: Es el heredero; ea, a matarle, y tendremos su herencia, 39 Y, tomándole, le sacaron fuera de la viña y le mataron. 40 Cuando venga, pues, el amo de la viña, ¿qué hará con estos viñadores? 41 Le respondieron: Hará perecer de mala muerte a los malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo. 42 Jesús les respondió: ¿No habéis leído alguna vez en las Escrituras: “La piedra que los edificadores habían rechazado, ésa fue hecha cabeza de esquina; del Señor viene esto, y es admirable a nuestros ojos”? 43 Por eso os digo que os será quitado el reino de Dios y será entregado a un pueblo que rinda sus frutos. 44 Y el que cayere sobre esta piedra se quebrantará, y aquel sobre quien cayere será pulverizado. 45 Oyendo los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas entendieron que de ellos hablaba, 46 y, queriendo apoderarse de El, temieron a la muchedumbre, que le tenía por profeta.

Los tres sinópticos ponen esta parábola inmediatamente después de la cuestión de los poderes de Jesús. La descripción de la viña es costumbrista. No era raro en Galilea que ciertos dueños arrendasen sus tierras y ellos se marchasen a vivir a tierras lejanas. La descripción en los tres sinópticos tiene pequeñas variantes literarias, suyas o de la catequesis, que no tienen más que simple valor descriptivo. Ya lo enseñaba San Agustín 25. El auditorio inmediato o, al menos, al que llega esta enseñanza, son “los príncipes de los sacerdotes y los fariseos” (v.45), y a los que se refiere en “sus parábolas,” pudiera ser en general el auditorio jerárquico del v.23. Y en el v.45, “al oír esto los príncipes de los sacerdotes, al oír estas parábolas, entendieron que hablaba de ellos.” Literariamente es un género mixto de parábola y alegoría, prevaleciendo ésta. Los elementos alegóricos que en ella aparecen son los siguientes:
1) El dueño de la viña es Dios.
2) La viña es Israel. Era una de las expresiones más características para simbolizar a Israel desde Isaías (Isa 5:1-7; cf. 27:2-6; Jer 2:21; Jer 12:10; Ez c.17; Ose 10:1; Sal 80:9ss, etc.). En el templo herodiano de Jerusalén, una gran vid de oro macizo y de proporciones colosales, colocada encima de la entrada del santuario, significaba a Israel 26. Los elementos descriptivos de la viña no tienen valor independiente: es sólo el cuadro y el esmero con que Dios la puso.
3) Los viñadores a quienes se arrienda es Israel, destacándose a los dirigentes espirituales, que son los principales “cultivadores” espirituales de la misma.
4) Los siervos que envían a su viña para recoger los frutos de aquella etapa y acelerar la fructificación de esta viña son los profetas (cf. Mat 23:29-38; Luc 11:47-51; cf. 13:34; Hec 51:52; Heb 11:36-37).
Basta recordar a Elías injuriado por Jezabel; Isaías, según la tradición judía, fue aserrado; Jeremías, lapidado en Egipto; Miqueas, aprisionado por Acab; Zacarías, apedreado por orden del rey Joás; el Bautista, decapitado por orden de Antipas; Jesucristo y los apóstoles, perseguidos y martirizados. Los diversos grupos y épocas no tienen un matiz alegórico específico. Son elementos literarios y parabólicos reclamados por el desarrollo del cuadro (2Cr 24:21; Heb 11:37; cf. Mat 23:37; Luc 13:34).
5) El dueño que, después de arrendar la viña, marchó a otro país por mucho tiempo, como se trata de Dios, es una ficción literaria para dar lugar al desarrollo histórico de la alegoría.
6) Los viñadores maltratadores y homicidas es la conducta de Israel con los profetas y enviados de Dios para ver el estado de Israel en que aparecen y fructificarlo en santidad: que diese fruto.
7) El fruto que van a buscar y alentar es la progresiva fructificación religiosa y moral de Israel para irse así preparando a recibir al Mesías.
8) La actitud del dueño que envía, sucesivamente, nuevos mensajeros para ver el rendimiento de su viña es la paciencia de Dios, atenta al desenvolvimiento del plan de su providencia.
9) La conducta deliberativa del dueño en enviar a su “hijo” está expresada antropomórficamente. En forma diversa los tres sinópticos reconocen que es el “heredero” de la viña, es decir, de las promesas mesiánicas (Rom 4:13.14; Rom 8:17; Heb 1:2). Su hijo se lo envía “por último” (ύστερον = Mt; εσχάτου = Me; εσχάτου = Heb 1:2).
10) Se indica veladamente, máxime a la hora de la redacción, que, si es Hijo, es de la misma naturaleza divina de su Padre (cf. Jua 5:18; Flp 2:6; Col 1:15-19).
11) Los viñadores, las autoridades judías y la parte del pueblo seducido acuerdan matarlo (Mat 27:23.25; Hec 3:14.15). Es el propósito de su muerte. Mt-Lc dirán además que, “echándolo fuera de la viña,” lo mataron. Se refiere aquí a Jerusalén. Cristo “padeció” (su muerte) fuera de la puerta (de la ciudad) (Heb 13:12). El Calvario, en los días de Cristo, estaba fuera de los muros de Jerusalén, ya que este muro fue edificado por Agripa I.
12) El castigo que se anuncia a los viñadores, al Israel de esta época histórica, es doble:
a) “Despedirá de mala manera a esos malhechores.” Este anuncio profético de Cristo tuvo un cumplimiento histórico trágico: castigo a Palestina por Vespasiano, que culminó con la destrucción de Jerusalén el año 70 por Tito.
b) “Se arrendará la viña a otros labradores que den los frutos a su tiempo.” El pensamiento es el mismo en los tres sinópticos, aunque está más desarrollado en Mt. El Israel étnico terminó como transmisor de la revelación y de las promesas mesiánicas y pasó al “Israel de Dios” (Gal 6:16), la Iglesia 27.
La continuación que ponen los tres evangelistas ya no pertenece a la alegoría. Es un desarrollo o amplificación, un tema sugerido, por lo que significaba este rechazar de su “viña” al Hijo. Se cita la Escritura como argumento supremo en Israel. Al negar los “príncipes de los sacerdotes” y “los fariseos” que no sucedería esto, les pregunta: “¿Qué significa entonces lo que está escrito: La piedra que rechazaron los que edificaban vino a ser piedra angular?”
Esta cita está tomada del Sal 118:22. El salmo es un canto de triunfo con el que se alaba a Dios por haber hecho triunfar a Israel, conculcado por invasiones y reyes. Y no sólo esto, sino que el Israel despreciado y oprimido por los gentiles vino a ser “piedra angular,” elegida por Dios, para que él sostuviese la esperanza mesiánica. La “piedra angular” es una gran piedra, como aún se ve en ruinas en Palestina, que servía para unir, por su ángulo, dos partes de un edificio. Es expresión muy usual (Jer 51:26), y lo mismo podía estar en el fundamento del edificio (Isa 28:6) que en partes intermedias, o incluso en el remate superior del mismo (Sal 118:22)28. Los judíos ya habían interpretado el salmo en sentido mesiánico, lo que le da un nuevo valor en su aplicación. En Hechos (Sal 4:11) se lo interpreta de la pasión y resurrección de Cristo.
Jesucristo, al aplicarse a sí este pasaje, hace ver que la verdadera “piedra angular” del mesianismo es El, como fundamento y como coronación sustentadora, y eso a pesar de que los “edificadores” de Israel, sus dirigentes religiosos, rechazaban esta “piedra,” que era fundamental de todo el edificio mesiánico. Y aquí también hay una alusión a la resurrección de Cristo, tema esencial en la Iglesia primitiva (Hec 4:11; cf. 1Pe 2:17).
Y Mt y Lc recogen la continuación del texto del salmo: “Obra de Yahvé en esto, admirable a nuestros ojos” (Sal 118:23). Esta “inversión de valores” es un misterio del plan de Dios.
El v.44 es lección críticamente discutida. Sólo la trae Mt. Dice así: “Todo el que caiga sobre esta piedra, se estrellará. Y sobre quien ella caiga, lo aplastará.” 29
Sobre el año 200 después de Jesucristo, decía el rabino Simeón ben José ben Lagonia: “Si la piedra cae sobre la olla, ¡ay de la olla! Pero, si la olla cae sobre la piedra, ¡ay de la olla!” 30
Acaso la estructura fundamental de esto, variando los términos de la comparación, fuese una especie de proverbio popular que Cristo utilizase, y reflejando, posiblemente, influjos literarios para la primera parte, de Isaías (Isa 8:14.15), y para la segunda, de Daniel (Dan 2:34.45ss), se expresa lo que será el efecto de esta “piedra” rechazada por los edificadores judíos. Si ellos chocan contra El – los autores de su muerte -, se estrellarán contra El; y si El, su justicia, tiene que venir contra ellos, entonces los aplastará. Es el pensamiento que acababa de anunciarles: el dueño de la viña “irá (y) matará a los viñadores” homicidas (Mc-Lc).
Se discute si este aspecto final de la “piedra angular” fue dicho por el mismo Cristo o es una adición del evangelista, ya que es un aspecto, se diría, distinto del de la parábola: en ésta se destaca el aspecto mortal de Cristo; en aquélla, el triunfal 31.
Ante estas exposiciones tan claras y abiertas, los “príncipes de los sacerdotes y los fariseos, que oyeron estas palabras (τάς παραβολάς), conocieron que se refería a ellos,” y deseaban prender a Jesús, pero “temiendo al pueblo,” que lo tenía por un “profeta,” lo “dejaron y se marcharon” (Mt).
La confrontación de estructura de esta parábola con el apócrifo Evangelio de Tomás del siglo II, Lc, Mc, Mt, hace ver un manifiesto proceso de alegorización en la misma. Sin embargo, hay que descartar que fuese originariamente una alegoría inventada por la Iglesia primitiva y puesta en boca de Cristo, pues se hubiese destacado claramente el tema central y triunfal de aquella época cristiana: la resurrección de Cristo.
El proceso alegorizante es vario. Sumamente simple en el Evangelio de Tomás. Lc, alegorizando, es más sobrio que Mt. Al principio sólo se trata de un criado el que va repetidamente a la viña. En Mt son “grupos.” En Mc, el “hijo” es muerto dentro de la viña; no se ven rasgos claros alusivos a la pasión, como en Mt-Lc. El hecho de enviar, por último, al hijo pudiera ser un rasgo lógico postulado por el desarrollo de la parábola – como se indicará luego en Mc, de suyo, la alusión es más clara a Cristo al poner unido al “hijo” el calificativo de “amado” (άγαπητόν = Luc 20:13), que conecta con la voz del cielo en el bautismo y transfiguración (Mar 1:11; Mar 9:7; Luc 20:13).
Ante la paciencia asombrosa del propietario, la muerte del hijo y la esperanza de entrar en su herencia los viñadores, cabría pensar si esto no supone una interpretación alegórica en cualquier estadio de esta parábola. Sin embargo, estos datos responden a realidades históricas ambientales.
Los latifundios de Galilea se encontraban en gran parte en manos de gente extranjera, que incluso vivían fuera del país. El odio de los galileos contra estos dueños era bien conocido. Viviendo en el extranjero, se explican, ambientalmente, los cálculos de estos arrendatarios. Se debe tener presente una cláusula de derecho, según la cual una herencia, bajo determinadas condiciones, se considera como bienes sin amo, que cada uno puede tomar, teniendo preferencia el primero que la tome. La presencia del hijo les hace suponer que el dueño ha muerto y que el hijo viene a tomar posesión de la herencia. Muerto éste, piensan en esas determinadas condiciones que les harán legalmente dueños de la viña. Podría, originariamente, la parábola haber terminado aquí y así. ¿Qué significaría entonces? ¿Cuál era su finalidad didáctica?
Sería justificar, una vez más, la bondad de Dios y Cristo ante las críticas farisaicas por admitir al reino a los “pecadores.” Se la justificaría con una comparación parabólica o una sencilla alegorización, diciendo que ellos fueron los primeros llamados, pero que, ante sus reincidencias en el rechazo de aceptar el ingreso en el reino, se dio la “viña” a “otros” (Mc-Lc), que, por analogía con las parábolas del mismo género, serían los “pobres” (πτωχοί)·
Ya en su estadio primitivo había base para una cierta orientación alegórica. La “viña” descrita “es Israel” (Isa 5:7); lo que todos sabían. Por tanto, los “viñadores” eran los jefes religiosos de Israel (Mar 12:12; Luc 20:19).
Pasado el momento histórico, la Iglesia primitiva la alegoriza, matizándola y potencializándola en su contenido cristológico, sin hacerle perder por ello, en su fondo, su probable sentido primitivo 31. Acaso en el v.43 se aluda también a la exigencia que tienen los “discípulos” cristianos de rendir obras de virtud.

1 Sobre la topografía de Betania y Betfagé, cf. Perrella, / liwghi santi (1936) p.197-201.202-205. – 2 Bonsirven, Le Judaisme. (1934) I p.406; Strack-B., Kommentar. I p.842- – 3 Strack-B., Kommentar. I p.527-529. – 4 Targ. Esther 8:15; 2Re 9:13; Josefo, Antiq. II 8:5; cf. Strack-B.,/Comentar. I p.845. – 5 Strack-B., Kommentar. I p.845-850. – 6 Üuzy,’évang. s. St. Matth. (1946) p.272. – 7 Strack-B., Kommentar. I p.640. – 8 Bonsirven, Le Judaisme palestinwn. (1934) I p.360-369. – 9 Sal. de Salomón, sal. 17.21. – 10 Th Vargha, en Verbum Domini (1928) 371. – 11 Comentario a Lev 19:41-43. – 12 P. Van Bergen, L’entrée messianique de Jesús a Jerusalem: Les Quest. Liturg. et Paroiss. (1957) p.9-24; J. Dupont, L’entrée de Jesús a Jerusalem dans le redi de St. Matth. (Lev 21:1-17): Lum. et Vie (1960) p.1-8; Stanley,’£iwde>5 mathéennes: L’entrée messianique h Jerusalem: Scienc. Eccl. (1954); J. Blenkinsopp, The Hidden and His Entry into Jerusalem: Script. (1961) p.51-56.81-88. – 13 Bonsirven, Le Judaüsw palestinien. (1934) p.406-407. – 14 Strack-B., Komnwntar. I p.640. – 15 C. Roth, The Cleansing of the Temple (Mat 21:12 par.) and Zechariah: Xov. Test. (Lciden 1960) p.174-181; I. Buse, The Cleansing of the Temple in the Synoptics and in – John: Expos. Tim. (1958ss) p.22ss; R. B. Moxtgomery, The House’of Prayer, Mar 11:17 : Cilbibq (1959) p.21-27; G. W. Buchanax, Mark 11:15-19; Brígands in the Temple: The Hebrew Union College Annual (1959) 169-177; X. Q. Hamilton, Temple Cleasing and Temple Bank: Journ. of Bibl. Liter. and Exégesis (1964) p.365-372; J. J. De Vault, The Cleansing of the Temple: The Cath. Bibl. Quart. (1961) 470ss; J. W. Doeve, La Purificación du Temple et le Dessechement dufiguier: New Test. Studies (1954) p.297-308. – 15Ll’awg. s. St. Matth. (1927) p.406. – 16 Así Reu”s, citado por Lebreton en su La vie et l’enseignement deJ.-Ch., vers. esp. (1942) II p.134 n.12. – 17 Fonck, / miracoli del Signare nel Vangelo (1914) p.580-611; Buzy, Les Paraboles (1932) p.116ss; Anzalone, II fico maledetto: Pal. Cíe. (1958) p.257-264; H. W. Bartsch, Die “Verfluchung” des Feigenbaumes (Mat 21:18-22 par.): Zeit. Neut. Wissen. (1962) 256-260; A. Robín, The Cursing of the Fig Tree in Mk 11. A Hypothesis: New Test Studies (1961ss) p.276-281; C. W. F. Smith, No Time for Figs (Mar 11:12-14.20-23): Journ. of Bibl. Literat. and Exeg. (1960) p.315-327; G. Münderlein, Die Verfluchung des Feigenbaumes (Mar 11:12-14): New Test. Studies (1963) p.89-104. – 17 H w Bartsch, Die “Verfluchung” des Feigenbaumes: Ζ . Ν . Wissen. (1962) p.256-260; J. Jeremías, Die Gleichnisse Jesu, vers. esp. (1970) p.276 nota 600. – 18 Strack-B., Kommentar. I p.759; cf. 1Co 13:2; Stg 1:6.7. – 19 J. Duplacy, La fot qui déplace les montagnes (Mat 17:20; Mat 21:21 par.): Mém. A. Gelin(1961)p.l73-187. – 20 Strack-B., Kommentar. I p.640-641. – 21 Josefo, Antiq. XVIII 5:20. – 22 J. Coutts, The Authority of Jesús and Twelve in St. Mark’ Gospel:The Journ. of Theolog. Studies (1957) p.111-118. – 23 Vosté, Parabolae sekctae. (1933) I p.332-334. – 24 Vosté, Parabolae selecta. (1931) I p.323-338; Buzy, Les Parábales. (1932) p.346-365; J. Jeremías, Die Glekhnisse Jesu, vers. esp. (1970) p.98-99. – 25 De consensu evang.: Mal 34:1142ss. Sobre las posibles interpretaciones de esta forma, cf. Plrot,’évang. s. St. Marc (1946) p.544. – 26 Josefo, De bello iud. V 5:4; Antiq. XV 11:3. – 27 Vosté, Parabolae selectae. (1933) I p.339-372; Buzy, Les parábales. (1932) p.404ss; J. Jeremías, Die Glekknisse Jesu (1958) 59-64; W. Kümmel, Hommage Go-guel (1950) 120-138. – 28 Rev. Bib. (1920) 488. – 29 Nestlé, N.T. graece et latine (1928) ap. crít. a Mat 21:44; R. Swaeles, L’arriere-fond scripturaire de Mat 21:43 et son lien avec Mat 21:44 : New Test. Studies (1959) p.310-313. – 30 Strack-B., Kommentar. I p.877. – 31 J. D. M. Derrett, Fresh Light on the Parable of the Wicked Vine-dressers (Mat 21:33-46 par.): Rev. Internat. Droits Antiq. (Louvain 1963) 11-41. – 31 E. Bammel, Das Gleichnis von des bosen Winzem (Mar 12:1-9) und das jüdische Erbrecht: Rev. Intern. des Droits de l’Antiq. (1959) p.11-17 (y 14ss); J. Jeremías, Jerusalem zur Zeit Jesu (1962) p.363; Die Gleichnisse Jesu, vers. esp. (1970) p.91-95.

Fuente: Biblia Comentada

Betfagé. Un pequeño poblado cercano a Betania, en el lado SE del Monte de los Olivos. No es mencionado en ninguna otra parte de las Escrituras, excepto en conexión con la entrada triunfal de Cristo (Mar 11:1; Luc 19:29).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

21:1 Cuando se acercaron a Jerusalén (la última vez; ya empiezan los eventos de la semana final de su ministerio), y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella (este es otro ejemplo de la omnisciencia de Jesús); desatadla, y traédmelos. 3 Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. 4 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga. Zac 9:9, “9 Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” – Jesús no entró en la ciudad como militar para conquistar a los Romanos 6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; 7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. (Mar 11:7, “Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él”).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL PRINCIPIO DEL ÚLTIMO ACTO
DEL DRAMA

Mateo 21:1-11

Cuando llegaron cerca de Jerusalén, a la altura de Betfagué, en el Monte de los Olivos, Jesús envió por delante a dos de Sus discípulos y les dijo:
-Entrad en la aldea que tenemos delante, y en seguida os encontraréis una asna atada con su pollino. Soltadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, contestadle: «El Maestro los necesita. Luego los devolverá.»
Esto se hizo para que se cumpliera lo que se dijo por medio del profeta cuando dijo: «Decidle a la Hija de Sión: «Fíjate: Tu Rey viene a ti, benigno y cabalgando en una asna con su asnillo, hijos de animal de yugo. «»
Así que los discípulos fueron, y cumplieron las órdenes de Jesús, y trajeron el asna y el asnillo, pusieron sus túnicas sobre ellos, y Él se montó encima.
El gentío innumerable extendía las túnicas en el camino. Otros cortaban ramas de los árboles y las extendían a Su paso. Y la gente que iba delante y la que iba detrás gritaban:
-¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito en el nombre del Señor sea el Que viene! ¡Hosanna en las alturas!
Cuando entraba en Jerusalén, toda la ciudad se conmocionó.

-¿Quién es Este? -preguntaban; y la gente decía:

-¡Este es el profeta Jesús, que viene de Nazaret de Galilea!

Con este pasaje nos introducimos en el último acto de la vida de Jesús; y aquí tenemos un momento dramático de veras en un doble sentido.
Era el tiempo de la Pascua, y Jerusalén y todo el país de alrededor estaba abarrotado de peregrinos. Treinta años después, un gobernador tuvo que hacer el censo de los corderos que se mataron en Jerusalén para la Pascua, y descubrió que su número se aproximaba al cuarto de millón. La norma de, la Pascua era que tenían que reunirse por lo menos diez: personas para cada cordero, lo que quiere decir que en esa Pascua hubo en Jerusalén más de dos millones y medio de personas. La ley era que todos los varones judíos que vivieran en un radio de cuarenta kilómetros de Jerusalén tenían que venir a la Pascua; pero no solo venían judíos de Palestina, sino de todos los rincones del mundo para estar presentes en la mayor de sus fiestas nacionales. Jesús no podía haber escogido un momento más dramático. Se dirigió a una ciudad abarrotada de gente y cargada de expectaciones religiosas.
No creemos que esta fuera una decisión repentina de Jesús, adoptada casualmente en un momento. Era algo que había preparado de antemano. La impresión que nos hace el relato es que Él estaba llevando a cabo planes que había preparado de antemano. Envió a sus discípulos «a la aldea» para recoger la asna y su asnillo. Mateo menciona Betfagué solamente; pero Marcos menciona también a Betania (Mr 11:1 ). Sin duda se trataba de Betania. Jesús ya había hecho los preparativos para que Le prepararan una asna y su asnillo, porque debe de haber tenido muchos amigos en Betania; y la frase: «El Maestro los necesita» parece haber sido una contraseña convenida para que los amos de los animales supieran que había llegado la hora convenida por Jesús.

Así es que Jesús entró cabalgando en Jerusalén. El hecho de que el asno no se había usado nunca antes es especialmente apropiado para el santo propósito. La becerra roja que se usaba en ceremonias de purificación debía ser un animal «sobre el cual no se había puesto yugo» (Nm 19:2 ; Dt 21:3 ); la carreta en el que se llevaba el arca del Señor había de ser una que no se hubiera usado antes para ningún otro propósito (1S 3:7 ). La especial santidad de la ocasión se subrayaba por el hecho de que en el asna no había cabalgado antes ninguna persona.

La multitud recibió a Jesús como Rey. Extendieron sus túnicas a Su paso. Eso había sido lo que habían hecho los amigos de Jehú cuando le proclamaron rey (2R 9:13 ). Arrancaron ramas de los árboles y ondearon ramas de palmera. Eso es lo que habían hecho cuando entró en Jerusalén Simón Macabeo después de una de sus más notables victorias (1 Macabeos 13:51).

Recibieron a Jesús con el saludo que se daba a los peregrinos que venían ala fiesta: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (Sal 118:26 ).

Gritaban: «¡Hosanna!» Debemos tratar de comprender lo que esto quería decir. Hosanna quiere decir salva ahora, y era la llamada de auxilio que un pueblo en angustia dirigía a su rey o a su Dios. Es realmente una cita del Sal 118:25 : «¡Sálvanos, Te suplicamos, oh Señor!» La frase «¡Hosanna en las alturas!» debe de querer decir: «¡Que hasta los ángeles en lo más alto de las alturas del Cielo griten a nuestro Dios: «¡Salva ahora!»»

Puede que la palabra hosanna hubiera perdido algo de su sentido original, y se hubiera convertido en un grito de bienvenida y aclamación, como «¡Hola!» Pero esencialmente es un grito de un pueblo pidiendo liberación y ayuda en el día de su angustia; es el clamor del pueblo oprimido a su Salvador y Rey.

LA INTENCIÓN DE JESÚS

Mateo 21:1-11 (continuación)

Podemos suponer que las acciones y los gestos de Jesús en este incidente eran programados y deliberados. Estaba siguiendo un método para despertar las conciencias que estaba íntimamente relacionado con los métodos de los profetas. Una y otra vez en la historia religiosa de Israel, cuando un profeta presentía que las palabras no conseguían penetrar la barrera de la indiferencia o la incomprensión, presentaba su mensaje en una acción dramática que la gente no podía por menos de ver y entender. De entre los muchos ejemplos que encontramos en el Antiguo Testamento vamos a escoger dos de los más sobresalientes.
Cuando se vio claro que el reino no podría soportar los excesos y extravagancias de Roboam, y que Jeroboam estaba destinado a representar el nuevo poder, el profeta silonita Ahías eligió una manera dramática para predecir el futuro. Se puso una capa nueva, y salió a encontrar a Jeroboam a solas; tomó la capa nueva, y la rasgó en doce piezas; luego tomó diez de ellas y se las dio a Jeroboam, y se quedó con dos; con esta acción dramática anunció que diez de las doce tribus estaban a punto de rebelarse apoyando a Jeroboam, mientras que solo dos seguirían fieles a Roboam (1R 11:29-32 ). Aquí tenemos el mensaje profético presentado en forma dramática.

Cuando Jeremías se convenció de que Babilonia estaba a punto de conquistar Palestina, a pesar de lo confiado que estaba el pueblo, hizo coyundas y yugos, y los envió a Edom, a Moab, a Amón, a Tiro y a Sidón; y se colocó un yugo al cuello para que todos lo vieran. Mediante esta acción dramática presentó claramente el hecho de que nada sino la esclavitud los esperaba (Jeremías, 27:1-6); y cuando Hananías, el falso profeta con un optimismo equivocado, quiso mostrar que creía que las premoniciones sombrías de Jeremías estaban totalmente equivocadas, tomó el yugo de los hombros de Jeremías y lo rompió (Jer 28:1 Os).

Los profetas tenían la costumbre de expresar su mensaje en forma dramática cuando presentían que las palabras no eran suficientes. Y eso fue lo que hizo Jesús cuando entró en Jerusalén.

Hay dos alegorías tras la acción dramática de Jesús.

(i) Está la visión .de Zac 9:9 , en la que el profeta vio venir al Rey a Jerusalén «humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un Pollino hijo de asna.» En primera instancia, la acción dramática de Jesús era una presentación deliberada como Mesías. Se estaba ofreciendo a Sí mismo al pueblo, en un momento en que Jerusalén estaba hirviendo de judíos de todo el país y de todo el mundo, como el Ungido de Dios. Veremos a continuación lo que Jesús quería decir con Su presentación; pero no hay duda de que eso fue lo que hizo.

(ii) Puede que hubiera otra intención en el gesto de Jesús. Uno de los mayores desastres de la historia judía fue la captura de Jerusalén por Antíoco Epífanes, hacia 175 a C. Antíoco estaba decidido a erradicar el judaísmo y a introducir en Palestina la manera de vivir y la religión griega. Profanó el templo ofreciendo carne de puerco en el altar, y sacrificios al Zeus Olímpico, y hasta convirtiendo las cámaras del templo en prostíbulos públicos. Fue entonces cuando los Macabeos se rebelaron contra él, consiguiendo por último rescatar su tierra. A su debido tiempo Jerusalén fue rescatada y el templo profanado fue restaurado y purificado y rededicado. En 2 Macabeos 10:7 leemos acerca del regocijo de aquel gran día: «Por tanto tomaron ramas, brotes tiernos, y palmas, y cantaron Salmos al Que les había permitido purificar Su santo lugar.» Aquel día la gente llevaba palmas y ramas y cantaba Salmos; es casi la misma descripción de la reacción de la multitud que recibió a Jesús en Jerusalén.

Es por lo menos posible que Jesús conociera aquello, y que entrara en Jerusalén con la intención de purificar la Casa de Dios como lo había hecho Judas Macabeo doscientos años antes. Eso fue exactamente lo que hizo Jesús. Bien puede ser que estuviera diciendo en forma dramática, no solamente que El era el Ungido de Dios, sino también que había venido a limpiar la Casa de Dios de los abusos que profanaban su culto. ¿No había dicho Malaquías que el Señor vendría repentinamente a Su templo? (Mal 3:1 ). Y en su visión de juicio, ¿no había visto Ezequiel que el terrible juicio de Dios empezaría en el santuario? (Ez 9:6 ).

LAS CREDENCIALES DEL REY

Mateo 21:1-11 (conclusión)

Para concluir nuestro estudio de este incidente, observemos a Jesús en el centro de la escena. Nos muestra tres cosas acerca de Él.
(i) Nos muestra Su coraje. Jesús sabía perfectamente bien que estaba entrando en una ciudad hostil. Por muy entusiasmada que se mostrara la multitud, las autoridades Le odiaban y habían jurado eliminarle; y eran ellas las que tenían la última palabra. En tales circunstancias, cualquiera habría considerado que el valor era compatible con la prudencia; y, si Jesús tenía que ir a Jerusalén, bien hubiera podido entrar a cubierto de la noche, y dirigirse a Su refugio por las calles traseras. Pero Jesús entró en Jerusalén de una manera que Le colocaba en el centro del escenario, y atraía todas las miradas. En Sus últimos días hubo en todas Sus acciones un desafío magnífico y sublime; y aquí empieza el último acto al arrojar el guante y desafiar a las autoridades para que llegaran con Él a lo peor de sus planes.

(ii) Nos muestra Sus credenciales. Jesús se presentó con toda claridad como el Mesías de Dios, como el Ungido de Dios. También probablemente mostró Sus credenciales como el Purificador del templo. Si Jesús Se hubiera conformado con proclamarse profeta, lo más seguro es que no Le habrían quitado la vida. Pero Él no podía darse por satisfecho con nada menos que el lugar que Le correspondía. Con Jesús es todo o nada. Hemos de reconocerle como Rey, o no recibirle de ninguna manera.

(iii) Igualmente nos muestra Su invitación. No era sentarse en un trono lo que pretendía, sino ser Rey de los corazones. Vino humildemente y cabalgando sobre un asnillo. Debemos tener cuidado de entender el verdadero sentido de ese gesto. En Occidente, el burro es una acémila despreciable; pero en Oriente el asno se consideraba un animal noble. Era corriente que un rey entrara en una ciudad cabalgando sobre un asno; pero en ese caso era señal de que venía en son de paz. El caballo era la montura para la guerra; el asno era la montura para la paz. Así que cuando Jesús Se presentó como Rey, Se presentó como Rey de Paz. Mostró que había venido, no para destruir, sino para amar; no para condenar, sino para salvar; no por la fuerza de las armas, sino por la del amor.

Así pues, a la misma vez, vemos el coraje de Cristo, las credenciales de Cristo, la invitación de Cristo. Era Su última invitación a que Le abrieran, no las puertas de sus palacios, sino las de sus corazones.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 21

II. ENTRADA EN JERUSALéN (21,2).

1. LLEGADA DE JESÚS A LA CIUDAD SANTA ( Mat 21:01-17).

En el Evangelio de san Mateo, el relato de la entrada corresponde a Mar 11:1-11. San Mateo amplió el pasaje con distintas adiciones realzando sobre todo con más vigor su trascendencia. A diferencia de san Marcos (Mar 11:15-19), inmediatamente añade la purificación del templo, después de la entrada de Jesús en la ciudad (Mar 21:12 s). Mientras que san Marcos solamente dice que Jesús entra en la ciudad y en el templo y que «lo observó todo» (Mar 11:1), san Mateo da mayor realce a la estancia en el templo, haciendo de ella una parte propia e importante. Jesús, después de presentarse, no sólo toma posesión de la ciudad, sino también del templo como Mesías, restablece su pureza, cura enfermos en él, recibe el homenaje mesiánico de labios de los niños (21,14-16). Así pues, el fin propio del relato de Mateo es el templo y la revelaci6n mesiánica realizada en él. Concluye la sección con un hecho del día siguiente, la maldici6n de la higuera y el diálogo sobre la fe, que san Mateo compendia (21,18-22), mientras que en san Marcos estaba separada por medio de la purificaci6n del templo (cf. Mar 11:12-25). Así la descripción de san Mateo resulta más cerrada y efectiva.

a) La entrada del Mesías (Mt/21/01-11).

1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a esa aldea que está frente a vosotros, y en seguida encontraréis una burra atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos. 3 Y si alguien os dice algo, responderéis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá. 4 Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el profeta cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sión: Mira que tu rey viene a ti, lleno de mansedumbre y montado en un asna y en un pollino, hijo de una bestia de carga (Zac 9:9).

Según el relato de los tres primeros evangelistas Jesús aún no habría estado en Jerusalén durante su vida pública. (El Evangelio de san Juan informa de cuatro visitas diferentes a la ciudad santa: Jua 2:13; Jua 5:1; Jua 6:4; Jua 11:55). Así resulta más significativa esta hora. La pequeña comitiva se acerca a la ciudad por el camino habitual de los viajeros y de los peregrinos que iban a celebrar la fiesta de la pascua. Después de la ruta rocosa, solitaria y montañosa, se llega a la altura del monte de los Olivos y se ve enfrente la ciudad única en su género, separada por la profunda grieta del valle del Cedrón. Jesús antes de disponerse para la entrada, manda a dos discípulos que vayan a buscar una cabalgadura para este fin. Eso es muy inusitado, porque de ordinario los peregrinos. que se reúnen en la ciudad para la fiesta de la pascua, van a pie. La entrada será desacostumbrada. Los discípulos deben ir a buscar una burra y un pollino. Podemos ver lo que eso significa por un texto del profeta Zacarías, que san Mateo cita literalmente (Jua 21:5). Los escribas también veían en estas palabras un vaticinio del Mesías. El Mesías no vendrá a la hija de Sión ufano sobre un corcel, después de una batalla victoriosa, sino humilde y apacible, sobre una burra. Hasta ahora Jesús nunca ha dicho en público que él es el Mesías y sólo de los discípulos ha aceptado la explícita confesión, pero ahora prepara conscientemente una pública manifestación mesiánica. En la figura del rabino de Galilea montado en la burra deben reconocer los peregrinos al rey por las palabras del profeta (*). ¿Se concede, pues, a Israel y a la ciudad de Jerusalén una señal, que antes Jesús, por dos veces (12,38 ss; 16,1-4), había rehusado dar? Antes Jesús sólo había anunciado la señal de Jonás, que era la única que podía esperar esta generación. De este modo se hacía alusión al juicio del Hijo del hombre, que ya tendrá lugar en la crucifixión de Jesús y después en su segunda venida. Esta señal que aquí se da solamente está destinada a los creyentes, no a los incrédulos. Esta generación se ha negado a creer y tampoco quedará convencida con esta señal. Pero los que ya pertenecían a él y le habían reconocido, más tarde sabrán con absoluta claridad que realmente era el Mesías el que entró en Jerusalén.

También es desacostumbrado el modo con que Jesús se ha procurado el animal. En virtud de su dignidad ve cerca lo que está lejos y recurre a la facultad de disponer del animal. Si se presentan objeciones, los discípulos deben decir que el Señor necesita los animales. Jesús hasta ahora nunca había usado para sí este nombre de soberanía Kyrios, Señor. Pero ahora también ha llegado la hora de usarlo. Un nuevo rasgo resplandece en la figura del Mesías. Desde un principio aquí todo está determinado, rebosante de soberanía, todo es significativo. Aunque Jesús viene montado en la humilde cabalgadura, él es el Señor. Esta generación ahora no lo reconoce, sino que se enterará el día del juicio de que era el que vino «en el nombre del Señor» y, por tanto, también como el Kyrios.

…………..

* El profeta habla con el paralelismo de un asna y de un animal joven, el pollino. Desde luego no quiere decir dos cabalgaduras, sino una. Pero en san Mateo son dos, «una burra atada, y un pollino con ella». Apenas nos lo podemos imaginar y no corresponde al acontecimiento histórico que se emplearan dos cabalgaduras. Pero se redactó así para indicar el cumplimiento de lo que dice el profeta del modo más literal posible.

………..

6 Fueron, pues, los discípulos e hicieron conforme les había mandado Jesús: 7 trajeron la burra y el pollino, pusieron sobre ellos los mantos, y Jesús se montó encima. 8 El pueblo, en su gran mayoría, extendió por el camino sus mantos, mientras otros cortaban ramas de los árboles para alfombrar el camino. 9 La gente que iba delante, igual que la que iba detrás, gritaba diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

En vez de una silla de montar, los discípulos ponen vestidos sobre los animales, y Jesús se sienta encima de los vestidos. Una numerosa multitud, sobre todo peregrinos de Galilea, que vienen a celebrar la fiesta por el mismo camino y con la misma finalidad, extienden vestidos en el camino, y otros lo cubren con ramas de árboles. Sin palabras ya denotan la importancia de esta entrada. A pesar de la sencillez de las circunstancias parece que comprendan la magnitud del acontecimiento. El que está sentado humildemente en una burra es más que un jefe del ejército que regresa a su casa después del victorioso combate, y es más que un rey que toma posesión de la capital del país subyugado. A éstos en la antigüedad se les preparaba triunfales recibimientos. Pero ¿quién es éste, que por primera vez entra en la ciudad? Las voces de los peregrinos lo hacen saber. Se da la bienvenida al Hijo de David. El Hijo de David es el Mesías, es su título inconfundible. Así lo han llamado los dos ciegos delante de los que veían (9,27; 20,30s), así lo reconoció aquella mujer en país pagano delante de los hijos, las ovejas perdidas de la casa de Israel (15,22), sólo una vez se formuló la pregunta de si lo es o no (12,23). En esta ocasión se pregona en voz alta (*). ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Con este clamor saludaba la ciudad los grupos de peregrinos que iban llegando. Cada uno venía en el nombre de Yahveh, a quien quería adorar en Jerusalén. Pero este peregrino montado en la cabalgadura es bendito sobre todos. Ningún otro ha de ser recibido como Hijo de David con tal expectación y esperanza, porque ningún otro viene como él en el nombre del Señor. En esta hora sonó por primera vez como homenaje tributado a Jesús lo que la comunidad celebrante clama cuando va al encuentro de su Señor, después del prefacio de la celebración eucarística. Pero en cierto modo por medio del que llega, la bendición vuelve a Dios, en cuyo nombre viene Jesús. Por eso se dice: ¡Hosanna en las alturas! «En las alturas» como «en el cielo» es una alusión a Dios (**). Loado sea Dios en el cielo, donde ya cumplen su voluntad (6,10s) las multitudes de los espíritus celestiales. Ante el trono de Dios deben resonar las voces de bienvenida de aquí abajo. Por todos sea Dios alabado por causa de esta hora. El lector está desconcertado ante este acontecimiento. Después de todo lo precedente nunca se podría haber esperado tal cosa. A lo que es posible y probable en el terreno de la historia, le prestamos menos atención que a lo que quiere mostrar el evangelista. En lo que sigue aún aparece con mayor claridad que el Mesías de Dios toma posesión en el nombre de Dios de la ciudad santa y del templo. Tanto si la gente entonces llamaba así a todos, tanto si eran muchos o pocos, tanto si eran entusiastas galileos o fanáticos judíos (que quizás vieron venir la gran subversión), tanto si en general reconocieron como si no reconocieron la importancia de la señal y de la hora, el evangelista sabe que el Mesías vino en el nombre de Dios y se reveló como Hijo de David. El evangelista lo ve correctamente, porque lo ve con la fe. Sólo con la fe puede comprenderse la importancia de una parábola tan poco vistosa como la del grano de mostaza o la de la perla. Lo mismo pasa con los sucesos de la vida de Jesús. En ella los pequeños acontecimientos también adquieren una gran importancia por medio de la persona en que ocurren, y por medio de la hora en que ocurren.

…………..

* Todavía es más largo el texto de la exclamación en san Marcos (Mar 11:9b.10), mientras que san Lucas lo ha asimilado al mensaje de los ángeles en los campos de Belén (Luc 2:14; Luc 19:38). Pero san Mateo habla de la persona que viene, con más claridad que san Marcos, que usa la expresión peculiar y dificultosa del reino que ya llega, de nuestro padre David.

** Hosanna propiamente significa: Dios es propicio. Pero también puede entenderse como exclamación de alegría y de homenaje.

10 Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se puso en movimiento y se preguntaban: ¿Pero quién es éste? 11 Y la gente respondía: éste es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

Jerusalén no permanece en silencio. La manifestación era bastante llamativa para poner en pie a toda la ciudad. Surge la gran pregunta: ¿Pero quién es éste? La respuesta quizás la dan los peregrinos de Galilea que acompañan a Jesús. Parece tan exacta como el texto de un documento de identidad. En ninguna otra parte de todos los Evangelios se encuentra una definición semejante de Jesús. Hace poco fue aclamado como Hijo de David, ahora se le designa como profeta; todavía resonaban los altos títulos, cuando se indica con sobriedad su origen: «Jesús, el de Nazaret». Y finalmente se dice: de Galilea. Un galileo estaba en medio de la metrópoli judía. Esta definición de Jesús es la más sobria que conocemos de los Evangelios. Está en vivo contraste con las solemnes aclamaciones de los que iban entrando. ¿Por qué se da así la respuesta? Los fieles creyentes pueden reconocer y alabar al Mesías, pero la Jerusalén incrédula sólo se entera de unos escuetos datos biográficos. Para Jerusalén, Jesús es profeta, y por cierto profeta de la condenación y ruina de la ciudad (capítulos 23 y 24). Para ésta, Jesús es una persona insignificante que viene del pueblecito de Nazaret y llega a la ciudadela judía de Jerusalén. Jesús es un galileo desconocido. San Mateo antes ya había dado a entender, con una larga cita del profeta Isaías, que el Mesías no era oriundo de Jerusalén, sino de Nazaret; con ello trataba de atenuar lo chocante que tal circunstancia pudiera resultar a oídos de los judíos (Luc 4:1 Ss). Ahora la reiterada declaración al pueblo de Jerusalén, de la procedencia del Mesías, producirá escándalo. El Mesías, a quien se saluda como Hijo de David, es el «profeta de Nazaret», ante quien Jerusalén deberá decidir.

b) Jesús en el templo (Mt/21/12-17).

12 Entró Jesús en el templo y expulsó a todos los que vendían y compraban en él; también volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, 13 mientras decía: Escrito está: Mi casa ha de llamarse casa de oración, pero vosotros la estáis convirtiendo en guarida de ladrones.

En el gran atrio de los gentiles la administración del templo había permitido recaudar la contribución del mismo (cf.17.14-27), y colocar puestos de venta para lo que se necesitaba en los sacrificios. Allí surgió el trajín comercial con todo el ruido y ostentosidad orientales en las compras y ventas. El templo es la casa de Dios, no es un sitio de comerciantes duchos en los negocios. Ante todo debe ser casa de silencio y de oración, no solamente para los piadosos visitantes de Israel, sino también «para todos los pueblos» del futuro. Así lo había contemplado el profeta: «Y a los extranjeros que se unen al Señor para honrarle, y amar su nombre… Yo los conduciré a mi santo monte, y en mi casa de oración los llenaré de alegría: me serán agradables los holocaustos y víctimas que ofrezcan sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos» (Isa 56:6 s).

Aquel ruido y el diligente regateo ¿cómo podía atraer a los pueblos gentiles a adorar allí al Dios verdadero? San Mateo omite el aditamento para todos los pueblos (Mar 11:17). Esto es digno de notarse. ¿Cuenta ya san Mateo con que el templo no pueda seguir cumpliendo esta predicción, ya que se convertirá en escombros y cenizas (Mar 24:2)? ¿Piensa Jesús que el templo ya está relevado por el que ahora lo purifica, ya que en él «hay uno más grande que el templo» (Mar 12:6)? No solamente viene el Señor del templo, sino el que lo reconstruirá espiritualmente después de tres días (Mar 26:61; Jua 2:19-22). Todos los pueblos para adorar a Dios ya no confluirán en el templo de piedra, sino en sus discípulos, puesto que «todos los pueblos» deben ser hechos discípulos (Jua 28:19). Jesús expulsa del atrio a los cambistas y comerciantes. Se emplean expresiones duras. Jesús echa al suelo las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores. «Porque me ha devorado el celo de tu casa» (Sal 68:10; Jua 2:17). El derecho de los hombres a efectuar sus negocios, es un agravio ejercerlo ante Dios, una profanación de su casa. El lugar de su graciosa presencia lo han convertido en una guarida de ladrones. Ya lo dijo antiguamente el profeta Jeremías, cuando puso al descubierto la escisión estridente entre la manera de vivir fuera y el servicio de Dios dentro. La casa de Dios se convierte en una guarida de ladrones, si no coinciden la vida y la fe, si se mata, se hurta, se cometen adulterios y luego se elevan las manos a Dios (cf. Jer 7:1-15). Así también ha sucedido ahora y Jesús sigue las huellas de Jeremías. No solamente acusa como el profeta, sino que obra. No invoca el juicio, sino que lo lleva a término. Porque Jesús procede con el poder y en el nombre del dueño de la casa, y como quien es más que el templo…

14 Luego se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los curó. 15 Cuando los sumos sacerdotes y los escribas vieron los milagros que acababa de hacer, y a los niños gritando en el templo: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron, 16 y le dijeron: ¿Estás oyendo lo que dicen éstos? Pero Jesús les responde: Sí. ¿No habéis leído nunca que «de la boca de párvulos y niños de pecho te has procurado alabanza»? (Sal 8:3). 17 Y volviéndoles la espalda, salió fuera de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.

«Los ciegos ven, los cojos andan.» En esto debe reconocer Juan si Jesús es o no es el que ha de venir (Sal 11:5). Ahora en el santuario los ciegos y cojos son curados, y allí se debe reconocer quién es el que lo hace. También a Jerusalén se conceden milagros mesiánicos. No sólo la entrada sobre una cabalgadura, anunciada por el profeta, no solamente ]a purificación de la casa de Dios profanada, sino también las curaciones milagrosas. Los sumos sacerdotes y los escribas vienen para acusar, los ciegos y cojos vienen para ser curados. Los que son guías de ciegos y están espiritualmente ciegos caerán en el foso (Sal 15:4); los ciegos obtendrán la vista.

Cuando el rey David subió a Jerusalén para rescatarla de los jebuseos y tomarla en posesión, se mencionó a los ciegos y a los cojos para hacer mofa de él. Como castigo mandó el rey que ningún ciego ni cojo entrara en el templo (cf. 2Sa 5:6-8). Ahora viene el «Hijo de David», los ciegos y los cojos no se burlan de él, sino que en él buscan misericordia. No son excluidos, sino aceptados. El pueblo de Jerusalén no sabía quién era el que entraba (21,10). Pero los niños lo saben. Como los ciegos y los cojos forman parte de la gente sencilla, a quienes Dios lo ha revelado (11,25). De nuevo aclaman al Hijo de David, como lo hicieron en la entrada las multitudes que le acompañaban. Con el poder de su dignidad mesiánica ha limpiado Jesús el templo. Se le confirma este poder de boca de los niños. Dios se procura alabanza no de boca de los sabios y entendidos, sino de boca de los párvulos y niños de pecho. Así lo ha experimentado el salmista; ante la grandeza del cielo y el prodigio de la creación, cualquier alabanza sólo es tartamudeo de un párvulo y niño de pecho. Pero mediante este tartamudeo se hace enmudecer a los enemigos de Dios (cf. Sal 8:2 s). Sólo se escogen párvulos para elogiar la grandeza del Mesías, con el fin de hacer que enmudezcan sus enemigos. En todas las partes del Evangelio encontramos el mismo pensamiento. Dios elige lo bajo para confundir lo grande. Dios levanta al pequeño del polvo y derriba a los grandes del trono. Abre la boca de los pequeños y cierra la de los grandes. Jesús acepta a los pobres, enfermos y niños, pero deja estar a los prudentes escribas. Sólo puede recibirse el reino de Dios con la actitud del niño.

2. MALDICIÓN DE LA HIGUERA ESTéRIL (Mt/21/18-22).

18 Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre. 19 Y al ver junto al camino una higuera, se acercó a ella; pero no encontró en ella sino hojas solamente. Y le dice: ¡Nunca jamás brote en ti fruto alguno! Y al punto se secó la higuera. 20 Cuando los discípulos lo vieron, quedaron asombrados, y decían: ¿Cómo es que se ha secado al punto la higuera? 21 Jesús les contestó: Os aseguro que, si tenéis fe y no titubeáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que, si decís a este monte: «Quítate de ahí y échate al mar», así se hará. 22 Y todo cuanto pidáis en la oración con fe, lo obtendréis.

Al día siguiente por la mañana el pequeño grupo vuelve a la ciudad, y Jesús busca en una higuera algo para comer. Pero la higuera sólo tiene hojas y en cambio no ha producido ningún fruto. Jesús la maldice, después de lo cual se seca al instante. En todo el Evangelio no hay ningún pasaje paralelo a este suceso. Hay que compararlo con los prodigios con que se castigaba según las narraciones del Antiguo Testamento, como en el caso de Moisés y Aarón ante el faraón. Pero ¿cómo se explica que se castigue así a un árbol, máxime cuando es concluyente lo que sólo san Marcos observa, es decir que «no era tiempo de higos» (Mar 11:13)? Para nosotros el conjunto no es muy diáfano ni inteligible. ¿Había que dar a los discípulos una señal de que se arranca el árbol de Israel, porque permanecía estéril (cf. 3,10)? Más tarde se dice en la parábola que se quitará la viña a los arrendatarios que no entregaron ningún fruto, y ellos serán exterminados (21,41). Pero son extremos que no se avienen mutuamente, ya que Jesús buscó higos, porque tenía hambre. La escena misteriosa tenemos que dejarla en su obscuridad. No todo lo que se narra en el Evangelio tiene para nosotros claridad meridiana. El evangelista san Mateo toma el acontecimiento como ocasión para instruir a sus discípulos y para ofrecerles una visión intuitiva. Como anteriormente en otra ocasión (17,20) se trata aquí de la fe. La fe no solamente puede conseguir algo semejante a lo que acaban de ver, sino que puede trasladar montañas. Sólo es tan poderosa una fe en que no haya mezcla de duda. Sólo tiene perspectivas de ser escuchada una súplica a Dios, que esté soportada por una fe así. Más aún, incluso puede decirse que se accede con seguridad a cualquier ruego que se haga con esta fe. Así se comprende y explica medianamente la notable maldición del árbol. En él se representa el poder de la fe. Cualquier discípulo tiene este poder mediante su oración. No por la propia capacidad, sino por condescendencia de Dios.

III ULTIMAS CONFRONTACIONES CON LOS ADVERSARIOS (21,23-23,39).

I . POLéMICAS (21,23-22,46).

a) Pregunta sobre la autoridad de Jesús (Mt/21/23-27).

23 Entró en el templo, y, mientras estaba enseñando, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a preguntarle: ¿Con qué autoridad haces tú esas cosas y quién te dio esa autoridad? 24 Jesús les respondió: Yo también os voy a hacer una pregunta; si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25 El bautismo de Juan ¿de dónde era: del cielo o de los hombres? Pero ellos deliberaban entre sí diciendo: Si respondemos: Del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no creisteis en él? 26 Pero, si respondemos: De los hombres, tenemos miedo al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondiendo a Jesús, le dijeron: No lo sabemos. Contestóles también él: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esas cosas.

Después de regresar a la ciudad Jesús va enseguida al templo. El día anterior había purificado enérgicamente el atrio y había curado enfermos, hoy empieza a enseñar en el templo. Se efectuó una señal mesiánica, o sea los milagros; ahora se añade la otra señal, que es la enseñanza autoritativa. No se dice adrede que enseñara con autoridad, pero el lector lo sabe desde 7,29: «Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.» Con esta potestad Jesús había enseñado en Galilea, lo mismo tiene que ocurrir también en la ciudad de Jerusalén. La delegación oficial del sanedrín, «los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo», pide a Jesús una prueba de esta autoridad. Con esta petición no se puede aludir en general al hecho de enseñar, puesto que esta actividad era de la incumbencia de cualquier israelita varón adulto. La pregunta apunta a la autoridad especial a que Jesús tiene derecho. ¿La reclama Jesús por sí mismo en virtud de un nombramiento oficial de rabino o en virtud de qué? Aquí habría ocasión para confesar abiertamente al Mesías. ¿Caerá Jesús en el lazo? Jesús podría ofrecer un motivo oportuno para ser denunciado como seductor mesiánico a la potencia ocupante. Jesús podría dar a la autoridad religiosa un pretexto para que se le hiciera un proceso, ya que seguramente se encontraría en él una teoría que no coincidiera con la doctrina oficial. La respuesta de Jesús se da con otra pregunta. Si ésta es contestada, Jesús está dispuesto a informar. La pregunta va dirigida al bautismo de Juan. La posición de los que preguntan sobre el bautismo del profeta pasa a ser el fiel de la balanza. ¿El bautismo de Juan era una orden de arriba o una presunción de abajo? ¿Procedía de Dios o del hombre? Jesús conoce de antemano la confusión en que su pregunta pondrá a los adversarios. El evangelista la describe detenidamente. Al mismo tiempo Jesús sabe que en la actitud que se adopte con Juan también decide la actitud con respecto a él mismo y a su autoridad.

Los sumos sacerdotes y los ancianos no creían en él porque no han creído en Juan, debido a que son una generación perversa y adúltera (12,39). «Porque llegó Juan, que ni come ni bebe, y dicen: Está endemoniado. Llegó el Hijo del hombre, que come y que bebe, y dicen: Este es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores» (11,18-19a). Juan ya había enseñado la llegada del reino de Dios (3,2), y Jesús había continuado su enseñanza con las mismas palabras (4,17). La autoridad del Bautista para administrar un bautismo de penitencia en el nombre de Dios, se fundaba en su grandioso mensaje. La autoridad de Jesús para enseñar en el templo en el nombre de Dios, se funda en el mismo mensaje del reino de Dios. Los adversarios han recusado al profeta Juan, así lo hacen también con el profeta Jesús. Por la misma razón que en el caso de Juan, también en el de Jesús temen los enemigos al pueblo. La gente tiene gran aprecio de ambos y los considera profetas. Poco después, se dice con respecto a Jesús: «Y aunque intentaban arrestarlo, tuvieron miedo a las multitudes, porque lo tenían por profeta» (21,46).

Así, pues, Jesús no se escuda con el Bautista. No se libra hábilmente del peligro con la pregunta sobre la autoridad de Juan. Antes bien con la pregunta acerca de Juan indirectamente se pone de manifiesto la actitud que adopta de frente a Jesús. Porque en las obras de ambos se reconocía la sabiduría de Dios (cf. 11,19b). Los adversarios no callan porque no sean capaces de hacer frente a la pregunta, sino porque están obstinados. «No lo sabemos» es una solemne mentira. Y con este espíritu mentiroso acusarán a Jesús. Pero Jesús los deja estar y rehúsa dar razón. Porque solamente recibe el obsequio de la verdad el que la busca con solicitud.

b) Parábola de los dos hijos (Mt/21/28-32).En san Marcos, la parábola de los viñadores homicidas había seguido a la discusión sobre la autoridad. San Mateo interpone la parábola de los dos hijos, con su aplicación (21,31b-32). A la parábola de los viñadores san Mateo junta la parábola del banquete de las bodas reales (22,1-14) y reúne así una tríada de parábolas. Estas tres parábolas van dirigidas a los adversarios y contienen un severo ajuste de cuentas. En su distinta dirección se complementan recíprocamente. También puede notarse una gradación. La primera parábola habla de la raíz de la recusación, la incredulidad. La segunda anuncia que los viñadores serán castigados y que se les quitará la viña (sobre todo 21,41). La tercera habla de la reprobación que ya se ha efectuado y del castigo que se llevó a cabo (sobre todo 22,7). En estas parábolas de un modo a duras penas velado se anticipa lo que en el capítulo 23 dice explícitamente el discurso antifarisaico.

28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Acercándose al primero, le dijo: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. 29 él le respondió: Voy, señor; pero no fue. 39 Se acercó luego al segundo y le dijo lo mismo. Este respondió: No quiero; pero después se arrepintió y fue. 31 ¿Cuál de los dos cumplió las voluntad del padre? Responden: El último.

Esta parábola no es una historia desarrollada, sino que propiamente consiste en una doble pregunta. Se contrapone a dos hijos de un padre, de una manera parecida como en la narración del hijo pródigo y del hijo que se había quedado en casa (Luc 15:11-32). Los dos hijos son invitados a ir a trabajar a la viña del padre. El primero se declara dispuesto, pero luego no va. El segundo al principio rehúsa, pero muda de parecer y va a trabajar. Se deja al descubierto el contraste entre lo que se dice y lo que se hace. Lo que importa es «cumplir la voluntad del padre». No deciden las palabras, sino las acciones. Aunque el segundo al principio se negó, con todo ha cumplido la voluntad de su padre. Eso los adversarios también tienen que reconocerlo a Jesús. Por otra parte, san Mateo hace resplandecer en la figura de este padre terreno la del Padre celestial. Dios encarga el trabajo y llama a los hombres para que le sirvan (cf. 20,1-16). Exige que realmente se cumpla su voluntad, con lo cual no se dispensa la confesión con los labios: «No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (7,21). El que oye y no hace, ha construido su casa sobre la arena. Cae la lluvia, los torrentes se precipitan y soplan los vientos y derriban la casa. Ha edificado la casa sobre la roca el que oye y hace, y así está firme en la tempestad del juicio (cf. 7,24-27). Poco después Jesús descubrirá la llaga de la doctrina y de la piedad farisaicas en la desavenencia entre lo que se dice y lo que se obra: «Pero no los imitéis en sus obras; porque dicen y no hacen» (23,3b). En esto se incluye el mayor peligro para servir cordialmente a Dios y a los hombres.

31b Díceles Jesús: Os aseguro que los publicanos y las meretrices llegan antes que vosotros al reino de Dios. 32 Porque se presentó Juan ante vosotros por el camino de la justicia, y no creisteis en él; pero los publicanos y las meretrices en él creyeron. Vosotros, en cambio, aun habiendo visto esto, no os habéis arrepentido para, finalmente, creer en él.

Jesús aplica la breve parábola a los adversarios en un ataque de aspereza inaudita. Los publicanos y las meretrices entrarán en el reino de Dios antes que ellos. Todos ellos oyeron el mismo llamamiento a la conversión y se les ha mostrado el camino de la verdadera justicia. Juan vino a todo el pueblo para llevarlo al Mesías. Pero lo han recusado, no se han convertido y no se han abierto a la fe. En cambio los publicanos lo hicieron (Luc 3:12). Estos no sólo han oído, sino que han preguntado por las obras: «¿Qué tenemos que hacer?» (cf. Luc 3:10-14). Son los mismos que también se abren a Jesús. Como Leví, que siguiendo la mera llamada de Jesús lo deja todo (Luc 9:9), como la pecadora en la casa de Simón, la cual se pone a los pies de Jesús con arrepentimiento y amor exuberantes (Luc 7:36-50). Y así se dijo que Jesús era «amigo de publicanos y pecadores» (Luc 11:19a). Los adversarios lo han visto, pero no lo han reconocido como una señal para ellos. Han percibido la voz, pero no en su calidad de llamada. Se quedaron como espectadores indiferentes. Aunque sus ojos veían, estaban tan ofuscados que no entendían nada (Luc 13:13). El camino acertado hubiese sido ver, convertirse, creer, bautizarse. «Vosotros, en cambio, aun habiendo visto esto, no os habéis arrepentido para, finalmente, creer en él» (Luc 21:32b). Así también lo ha descrito el evangelista san Lucas: «Y al oírlo, todo el pueblo, incluso los publicanos, reconocieron los designios de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los doctores de la ley frustraron el plan de Dios respecto de ellos mismos no recibiendo el bautismo de aquél» (Luc 7:29 s). Los pequeños han entendido, los grandes se han negado… Juan vino por el camino de la justicia, puesto que él pregonaba el reino de Dios (Luc 3:2). Esta fue la señal de la verdadera justicia futura, que Jesús trae en su plenitud. El sermón de la montaña es la doctrina de esta verdadera justicia (capítulos 5-7). Este sermón desde un punto de vista humano es el verdadero camino hacia el reino de Dios. Y desde el punto de vista divino es la revelación de este reino como la revelación de la verdadera justicia. Así lo dice Jesús en la frase: «Buscad primero el reino y (= a saber) su justicia…» (Luc 6:33). Juan y Jesús no han enseñado dos caminos diversos, sino el mismo camino. En la actividad del Bautista y en la de Jesús se ha testificado la misma sabiduría divina (Luc 11:19b). El que no cree en Juan, tampoco creerá en el Mesías. El bautismo con que Jesús tiene que ser bautizado en su pasión (cf. Mar 10:38), no lo querrá recibir para llegar a la vida el que no tomó sobre sí su bautismo como corroboración de su voluntad de convertirse. Para él está interceptado el acceso al reino de Dios, porque no anduvo por el camino de la justicia. Porque solamente hay este único camino, fuera del cual ningún otro conduce al término. Con frecuencia nos sorprendemos de sólo recorrer un trecho, de este camino o de desviarnos por caminos laterales. No podemos aceptar el mensaje del amor y negarnos al mensaje de la pasión. No se puede alabar el amor al enemigo como la senda de la verdadera humanidad sin tener en cuenta la hostilidad a Satán y todo el mal que de él emana.

c) Parábola de los viñadores homicidas (Mt/21/33-46).

33 Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y construyó una torre; luego la arrendó a unos viñadores y se fue lejos de su tierra. 34 Cuando se acercó el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los viñadores, para percibir los frutos que le correspondían. 35 Pero los viñadores echaron mano a los criados, y al uno lo apalearon, al otro lo mataron, y al otro lo apedrearon. 36 Nuevamente envió otros criados más numerosos que los primeros, y con ellos hicieron lo mismo. 37 Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: A mi hijo lo respetarán. 38 Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, se dijeron entre sí: éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedamos con su heredad. 39 Y, echándole mano, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. 40 Cuando vuelva, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores? 41 Y le responden: Exterminará a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen a su tiempo los frutos correspondientes. 42 Díceles Jesús: ¿Nunca habéis leído en las Escrituras: «La piedra que desecharon los constructores, ésa vino a ser piedra angular; esto es obra del Señor, y admirable a nuestros ojos»? (Sal 118:22 s). 43 Por eso os digo: Os quitarán el reino de Dios, y lo darán a un pueblo que produzca los frutos del reino. 45 Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron estas parábolas de Jesús, se dieron cuenta de que se refería a ellos. 46 Y aunque intentaban arrestarlo, tuvieron miedo a las multitudes, porque lo tenían por profeta.

(El v. 44 dice así: «El que caiga sobre esta piedra, se estrellará; y aquel sobre quien ella caiga, quedará aplastado». El texto se halla originariamente en Luc 20:18, y falta en una serie de importantes manuscritos del Evangelio de san Mateo. Difícilmente podría estar en este lugar, ya que cabría esperar este texto a continuación de la cita de 21,42; y el versículo 21,43 no admite en sí ninguna prosecución).

Esta segunda parábola tiene una fuerza insuperable. Sólo a duras penas puede verificarse el marco externo de una narración que sirve de ejemplo. El epílogo que está en el v. 43 saca explícitamente la consecuencia. No sólo pide cuentas de su actuación al incrédulo judaísmo contemporáneo, sino que, extendiéndose mucho más anuncia la sustitución del pueblo de la antigua alianza por un nuevo pueblo de Dios. En un cántico conmovedor, Isaías había comparado a Israel con la viña, que Dios había plantado y cuidado cariñosamente con la esperanza de obtener una buena y rica cosecha. «Y esperó hasta que diese uvas, y las dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén, y vosotros, ¡oh varones de Judá!, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué es lo que debí hacer, y que no haya hecho por mi viña?… Pues ahora os diré claramente lo que voy a hacer con mi viña: le quitaré su cerca, y será talada; derribaré su tapia, y será hollada» (Isa 5:2b.3.4a.5). Las primeras palabras de la parábola están configuradas de acuerdo con el cántico de la viña del profeta. Todos los oyentes fueron inmediatamente trasladados a la sombría atmósfera de este cántico.

Pero éste es sólo un punto de partida, y la historia de Jesús transcurre en otra dirección. No se altera el pensamiento fundamental de ambos textos: Israel es la viña; no ha dado ningún fruto y está maduro para el juicio. Con todo se patentiza la nueva dirección del relato de Jesús en que se arrienda la viña. En Isaías el dueño de la viña (Dios) y la viña (Israel) están fuerte y mutuamente enlazados. Dios planta la viña, se desengaña y amenaza con su destrucción. En esta parábola la viña ya no es Israel, sino el reino de Dios, lo cual se dice claramente en el último versículo: «Por eso os digo: Os quitarán el reino de Dios, y lo darán a un pueblo que produzca los frutos del reino» (21,43).

El reino de Dios fue confiado a los arrendatarios, así ha concebido san Mateo la parábola. Ahora empieza una cruel tragedia entre el dueño y los arrendatarios. En tiempo de la cosecha el señor de la viña envía a sus criados para ir a buscar el rendimiento. Pero los viñadores se portan cínica e indignamente. Se veja a los criados, más aún, se les da muerte. La próxima vez el dueño envía un número mayor para dar más peso a su voluntad e infundir mayor respeto a los arrendatarios. Pero eso tampoco hace ninguna impresión, se les maltrata y asesina del mismo modo. Por fin el señor se decide a mandar a su propio hijo con este encargo, esperando que los viñadores le respetarán. Ahora la malicia de los viñadores alcanza el punto culminante. Cuentan con el futuro, con que el hijo tome posesión de la herencia. Pero eso lo quieren impedir para ser ellos los que disfruten de la finca. Echan mano del hijo, lo arrojan fuera de su heredad y lo matan. Se cuenta una terrible historia de maldad humana, que ya no se puede exceder.

Casi es superfluo preguntar lo que hará el dueño con estos arrendatarios. Jesús hace sacar la consecuencia a los adversarios. Un doble castigo tiene que recaer sobre ellos: el dueño los matará y dará la viña a otros arrendatarios de confianza. La parábola es tan diáfana, que sólo la podemos entender aplicándola al pueblo desleal de Israel. No han obedecido a los mensajeros de Dios, sino que se han obstinado en su corazón. «Pero ellos no me escucharon, ni pusieron atención; sino que se abandonaron a sus apetitos, y a la depravación de su maleado ánimo; y volviéronme la espalda y no el rostro. Desde el día en que salieron sus padres de la tierra de Egipto hasta el día de hoy, yo os envié a vosotros todos mis siervos los profetas: cada día me daba prisa a enviarlos; mas no me escucharon, sino que se hicieron sordos y endurecieron su cerviz, y se portaron peor que sus padres», así es como se queja Dios nuestro Señor al profeta (Jer 7:24-26). Jesús continuará la letanía de la desobediencia (Jer 23:34-36). No han hecho caso de los profetas, tampoco harán caso del Hijo de Dios. Más aún, con él la malicia se vuelve especialmente grande, ya que no solamente echan mano de él y le matan como antes a los criados, sino que le arrojan fuera de la viña como prueba de especial oprobio. Así se trata al «hijo». Pero la sentencia que ellos llevan a término, reincide en ellos (cf. 27,25).

La viña fue entregada a los viñadores, para que produzca los frutos. Las imágenes aquí empiezan a confluir. La expresión de la parábola «pagar los frutos» viene a ser equivalente de «producir los frutos» en la vida. Las uvas de las cepas en la narración son los frutos del reino de Dios en el tema aludido. Los viñadores del relato corresponden al «pueblo» en la aplicaci6n (21,43). Un pueblo ha rehusado, no ha entregado ningún fruto e incluso ha defraudado de mil modos las esperanzas del propietario. Ha sido traspasada la viña, es decir el reino de Dios, al otro pueblo, que no defraudará los deseos de Dios, sino que producirá los frutos de este reino. Pero los frutos son la justicia que debe superar la de los escribas y fariseos (5,20)… Así pues, la parábola sugiere un castigo y una promesa. Los primeros poseedores serán despojados de su cargo y sustituidos por otros. La recusaci6n del antiguo pueblo de la alianza llega a su punto culminante en el asesinato del Hijo. El nuevo pueblo será fundado en la sangre de la alianza de Jesús (26,28). Allí se efectúa el prodigio inconcebible de que la piedra desechada como inútil pasa a ser piedra angular, que mantiene junto el edificio (Sal 118:22 s).

En tiempos del Nuevo Testamento apreció la Iglesia de forma especial estas palabras del salmo. En ellas la Iglesia vio prefigurado el gran prodigio de que el Mesías desechado fuera enaltecido como Señor mediante la resurrecci6n (Cf. Hec 4:11; 1Pe 2:7.). Así pues, ya resplandece sobre el fondo sombrío la luz de la promesa. El plan de Dios de recibir el fruto que le ofrezca el género humano, no se frustra definitivamente por la recusación de Israel. Surgirá un nuevo pueblo, al que se confiará el reino y que producirá los frutos del mismo. Pero este fruto será «fruto del Espíritu» (Gal 5:22)…

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— Betfagé… monte de los Olivos: Betfagé era una pequeña aldea situada en la ladera oriental del llamado monte de los Olivos. Por su parte, este monte era una colina boscosa que flanqueaba a Jerusalén también por el este y estaba separada de la ciudad por el torrente Cedrón (ver nota a Jua 18:1).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La llegada del Rey (ver Mar. 11:1-11; Luc 19:28-38). Entre las multitudes de peregrinos galileos que llegaban a pie a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, Jesús eligió entrar conspicuamente sobre un borriquillo de asna. Dado que no tenemos otro caso de Jesús cabalgando, éste debe haber sido un acto deliberado, con el fin de ser notado. Las instrucciones en los vv. 1-3 sugieren que todo había sido preparado cuidadosamente. Fue, según lo aclara Mateo, una alusión dramatizada de la profecía de Zacarías (Zac. 9:9, 10) de la llegada del Rey mesiánico.

Los discípulos y la multitud galilea reconocieron la alusión, y convirtieron la llegada en una procesión triunfal. Sus gritos en el v. 9 no escondían su creencia de que Jesús era el Mesías largamente esperado, llegando para establecer su reino en la capital de Israel.

La población de Jerusalén, sin embargo, se asombró, y toda la ciudad se conmovió, no con entusiasmo, sino con preocupación: ¿Quién es éste? Para ellos Jesús era un campesino desconocido, algo mejor que un extranjero, proveniente de la remota provincia norteña. Pero las multitudes respondieron aseverando el reclamo de “su” profeta, de Nazaret de Galilea. Con esto vemos la polarización de las actitudes hacia Jesús que durante la semana siguiente contaría con algunos apoyando a Jesús (21:46) mientras que otros gritaban pidiendo su crucifixión (27:20 ss.).

Notas. 2 Sólo Mateo menciona el borriquillo y también el asna. Mientras que el idioma poético del v. 5 no hace alusión a dos animales, Mateo ve en la presencia del borriquillo un eco alusivo a las palabras. 7 El segundo ellos, por supuesto, no significa que Jesús cabalgó sobre ambos animales, sino que se refiere a los mantos.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

21.2-5 Mateo cita a una asna y un pollino, mientras que los otros Evangelios se refieren sólo al pollino. Era el mismo acontecimiento, pero Mateo señala la profecía en Zec 9:9, donde un asno y un pollino son mencionados. Muestra la manera en que las palabras del profeta se cumplieron por medio de las acciones de Jesús, probando que era el Mesías. La llegada de Jesús a Jerusalén en el pollino destaca su realeza mesiánica, como también su humildad.21.8 Este es uno de los pocos lugares en los Evangelios donde la gloria de Jesús es reconocida en la tierra. Jesús audazmente declara ser Rey y la multitud con júbilo lo aclama. Pero esa misma gente cedería a la presión política y lo abandonaría poco después. Este acontecimiento se celebra el Domingo de Ramos. Este día nos debe recordar que debemos guardarnos de aclamar a Cristo en forma superficial.21.12 Esta fue la segunda vez que Jesús despejó el templo (véase Joh 2:13-25). Mercaderes y cambistas tenían sus puestos en el atrio de los gentiles en el templo, y lo llenaban de mercadería en lugar de dejarlo para los gentiles que iban a adorar a Dios. Los mercaderes vendían animales para el sacrificio a precios elevados, aprovechándose de los que habían llegado desde muy lejos. Los cambistas canjeaban la moneda corriente por la del templo, única moneda que los mercaderes aceptaban. Con frecuencia engañaban a los extranjeros que no sabían el tipo de cambio. No sólo los mercaderes y cambistas eran deshonestos, sino que abusaban de los que habían ido a adorar a Dios. Su comercio en la casa de Dios irritaba a los que intentaban adorar. Esto, naturalmente, airó a Jesús. Cualquier práctica que interfiera con la adoración a Dios debiera prohibirse.21.19 ¿Por qué Jesús maldijo a la higuera? No fue un acto apresurado motivado por la ira, sino una parábola escenificada. Jesús estaba expresando su enojo contra una religión sin sustancia. Así como la higuera tenía buen aspecto de lejos pero al examinarla de cerca no tenía frutos, el templo impresionaba a primera vista pero sus sacrificios y otras actividades eran vacíos porque no se ofrecía adoración sincera a Dios (véase 21.43). Si usted sólo aparenta tener fe sin acompañarla de obras, se parece a la higuera que se secó y murió porque no dio frutos. La fe genuina incluye el dar frutos para el Reino de Dios. Si desea más información sobre la higuera, véase la nota en Mar 11:13-26.21.21 A muchos inquietan las afirmaciones de Jesús de que si tenemos fe y no dudamos podemos mover montañas. Jesús, por supuesto, no estaba sugiriendo a sus seguidores que usaran la oración como «magia» para mover montañas a su antojo. Más bien estaba señalando con firmeza la falta de fe de los discípulos y nuestra. ¿Qué clase de montañas enfrenta usted? ¿Se lo ha mencionado a Dios? ¿Cuán firme es su fe?21.22 Esto no garantiza que podemos conseguir todo lo que queramos simplemente por pedírselo a Jesús. Dios no actúa como garante de pedidos que podrían herirnos o que violarían su propia naturaleza o voluntad. La declaración de Jesús no es un cheque en blanco. Nuestra oración debe centrarse en la obra del Reino de Dios. Si creemos, nuestras peticiones estarán supeditadas a la voluntad de Dios, y El se sentirá gustoso de contestarlas.21.23-25 En el mundo de Jesús, así como en el nuestro, la gente buscaba la señal exterior de autoridad: educación, título, posición, conexiones. Pero la autoridad de Jesús provenía de su esencia, de lo que era, y no de ningún adorno exterior o superficial. Como seguidores de Cristo, Dios nos ha dado autoridad: podemos hablar y actuar confiadamente en su nombre porque tenemos su autorización.21.23-27 Los fariseos querían saber de dónde tenía Jesús autoridad. Si decía que de Dios, lo acusaban de blasfemia. Si decía que actuaba en su propia autoridad, la multitud se convencería de que los fariseos tenían una autoridad superior. Pero Jesús les contestó con una pregunta que parecía no tener nada que ver con el asunto, pero que ponía de manifiesto sus verdaderos motivos. Ellos en realidad no querían una respuesta sino atraparlo. Jesús demostró que los fariseos usaban la verdad sólo si esta apoyaba sus puntos de vista y causas.21.25 Si desea más información sobre Juan el Bautista, véase Mateo 3 y el perfil en Juan 1.21.30 El hijo que dijo que obedecería y no lo hizo representa a Israel en los días de Jesús. Decían que querían hacer la voluntad de Dios, pero con frecuencia desobedecían. Es peligroso fingir obedecer a Dios cuando nuestros corazones están lejos de El, porque Dios conoce las intenciones de nuestros corazones. Nuestras palabras deben estar respaldadas por nuestras acciones.21.33ss Los personajes principales en esta parábola son (1) el dueño: Dios, (2) la viña: Israel, (3) los labradores: los líderes religiosos judíos, (4) los agentes: los profetas y sacerdotes que permanecieron fieles a Dios y predicaron a Israel, (5) el hijo: Jesús (21.38), (6) los otros labradores: los gentiles. Jesús estaba poniendo al descubierto el complot asesino de los líderes (21.45).21.37 En su deseo de alcanzarnos con su amor, Dios envió a su Hijo. Su vida perfecta, sus palabras de verdad y su sacrificio de amor fueron para motivarnos a que lo escuchemos y sigamos como Señor. Si rechazamos su gracia, rechazamos a Dios.21.42 Jesús se refiere a sí mismo como la piedra rechazada por los edificadores. A pesar de haber sido rechazado por muchas personas, sería la cabeza del ángulo de su nuevo edificio, la Iglesia (véanse Act 4:11 y 1Pe 2:7).21.44 Con esta metáfora el Señor enseña que una piedra puede afectar a la gente en formas diversas, dependiendo de la manera en que se relacionen con ella (véanse Isa 8:14-15; Isa 28:16; Dan 2:34, Dan 2:44-45). Lo ideal es edificar sobre la piedra, pero muchos pueden tropezar con ella. Y en el juicio final aplastará a los enemigos de Dios. Cristo, «la cabeza del ángulo», al final será la «piedra que desmenuzará». El ofrece ahora misericordia y perdón, pero dice que después ofrecerá. ¡No esperemos para decidir!

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 931 Mar 11:1; Luc 19:29

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Betfagé. Significa « la casa de higos verdes» . Probablemente estaba situada entre Betania y Jerusalén, en la ladera sudeste del monte de los Olivos, a unos 3 km de Jerusalén.

monte de los Olivos. Es la colina al este de Jerusalén y del templo, que forma el lado oriental del valle del torrente Cedrón. La altitud es de unos 900 metros. Era un lugar importante porque se había profetizado que el Mesías descendería allí en su venida (Zac 14:4).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) En 19:1 comenzaron el viaje desde Galilea. En 20:17 estaban en camino, y en 20:29 pasaron por Jericó. Aquí llegaron al monte de los Olivos, cerca de Jerusalén.

1 (a) vs.1-9: Mar_11:1-10 ; Luc_19:29-38

1 (b) Mat_24:3 ; Mat_26:30 ; Hch_1:12 ; Zac_14:4

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Betfagé. Un poblado que estaba a 800 m. al E de Jerusalén, en el lado S del monte de los Olivos.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

124 (H) La entrada triunfal en Jerusa­lén (21,1-11). Cf. Mc 11,1-11; Lc 19,28-38; Jn12,12-19. Mateo sigue el relato de Marcos, pe­ro lo altera totalmente por la inserción de la cita de cumplimiento en los vv. 4.5. El conjun­to describe una alegre procesión festiva con connotaciones mesiánicas. 1. Jerusalén: Capi­tal de Judea, identificada con Sión, era el cen­tro religioso del pueblo porque en ella se en­contraba el templo (-Geografía bíblica, 73:92-94). monte de los Olivos: Se elevaba so­bre la ciudad por el este; no tenía suministro propio de agua, así que solamente se encon­traban unas pocas aldeas, como Betfagé. 2. al pueblo de enfrente: Probablemente Betania. Aparecen dos animales porque Mateo inter­pretó la profecía demasiado literalmente. 3. el Señor: Se acentúa aquí en alto grado la pres­ciencia y señorío de Jesús. Mateo no tiene tiempo para la nimia consideración marcana de la devolución del borrico. Domina la ley re­volucionaria mesiánica, junto con la generosi­dad festiva. 4. decid: Ésta es la primera cita de cumplimiento que nos encontramos desde 13,35, y es la segunda hasta la última (27,9; -7 supra). 5. Mateo mezcla Is 62,11 con Zac 9,9. mira a tu rey: El evangelista elabora la ci­ta para intensificar la humildad y el carácter pacífico del rey. El paralelismo hebreo se refe­ría al mismo animal de dos formas diferentes, «borrica, es decir, un potro», pero Mateo, erró­neamente, nos presenta dos animales. 7. se sentó sobre ellos: Mateo ve a Jesús cabalgando sobre dos animales al mismo tiempo, lo que, ciertamente, resulta difícil de imaginar. La di­ficultad se evitaría si el pronombre «ellos» se refiriera a los mantos. 9. Hosanna al hijo de David: Hosanna significa «te ruego que me ayudes (o salves)». En nuestro texto forma parte de una cita del Sal 118,25.26, donde sim­plemente era una aclamación litúrgica, ¡salve! o ¡bendito! Es un salmo que se utilizaba en la liturgia de las fiestas judías, en las alturas: Puede referirse a Dios. Los dos hosannas for­man una inclusión en torno a la bendición central. Mateo omite la segunda bendición marcana con su mención del reino (cf. Did 10,6). 10. toda la ciudad se conmovió: cf. 2,3. Se plantea la cuestión sobre la verdadera iden­tidad de Jesús. 11. es el profeta Jesús, el de Na­zaret: La gente tiene una cristología baja, lo que da a su opinión una verosimilitud históri­ca (cf. B. A. Mastin, «The Date of the Triumphal Entry», NTS 16 [1969-70] 76-82).

125 (I) La purificación del templo (21,12-17). Cf. Mc 11,15-19; Lc 19,45-48; Jn 2,13-22. 12. echó fuera a todos los que vendían y compraban: Esta acción profética es el único incidente del Evangelio que relaciona a Jesús con la violencia. Mateo omite la descripción marcana del bloqueo del templo para suavizar la nueva imagen de Jesús. El patio de los gen­tiles era una zona bastante amplia; aquí es donde se vendían las palomas y los demás ani­males para los sacrificios y se cambiaba el di­nero devaluado por el «fuerte» shekel tirio. Re­sulta difícil imaginar cómo podría una sola persona controlar toda esta zona. El aconteci­miento permanece en la penumbra histórica en sus detalles, pero expresa el celo de Jesús como reformador religioso y su aversión a un sistema en declive; también expresa el propio juicio de Mateo sobre un templo que ya estaba en ruinas cuando escribía su obra. 13. está es­crito: Las citas del AT deben leerse en su con­texto completo, casa de oración: Procede de Is 56,7, pero cf. 56,3-8. cueva de ladrones: Proce­de de Jr 7,11, pero el gran discurso de Jr 7,1-5 denunciaba la excesiva confianza en el tem­plo. Cf. Zac 14,21. Mateo omite el marcano «para todas las naciones»; cf. 28,19. 14. los cie­gos y cojos se acercaron a él en el templo: Este versículo es la gran contribución de Mateo a la unidad. En su contexto, calma el efecto del versículo precedente. En contra de lo que se dice en Lv 21,16-23 y 2 Sm 5,6-8, muestra las grandes diferencias que Jesús ha realizado en las vidas humanas, su revolución totalmente pacífica, que, sin embargo, incomoda a los di­rigentes en el v. 15. Jesús llama a los margina­dos de Israel a la salvación (9,10-13; 11,5; y a los niños en el v. 15). 15. los jefes de los sacer­dotes y los escribas: Los sacerdotes ven el peli­gro que Jesús implicaba para el status quo, es decir, para su colaboración con los romanos. 16. Jesús cita el Sal 8,3 (LXX), lo que resulta improbable desde un punto de vista histórico. 17. Betania: Una aldea que se encontraba en el monte de los Olivos; allí vivían María, Marta y Lázaro, según Jn 11,1 (- Geografía bíblica, 73:95).

126 (J) La maldición de la higuera (21,18-22). Cf. Mc 11,12-14.20-24. Mateo une las dos partes del sandwich marcano y las abrevia. Lucas omite este relato en su forma hístorizada porque ya lo había contado como parábola en 13,6-9. 19. higuera: El árbol es un símbolo de la vida; el higo, por ser el más dul­ce de los frutos orientales, es el símbolo bíbli­co de la felicidad. En esta perspectiva, la hi­guera estéril es el símbolo de la promesa destruida, del fracaso. Tal vez represente aquí el fracaso de los fariseos y los saduceos en su intento de renovar la vida del pueblo (21,43). Mateo omite el detalle marcano de que no era el tiempo de los higos porque haría poco razo­nable y caprichosa la intervención de Jesús, y así transforma el deseo en una maldición. In­tensifica el aspecto milagroso haciendo que se marchite inmediatamente en lugar de esperar a la noche. 20. Extrañamente omite Mateo el papel de Pedro. 21. sí tenéis fe y no dudáis: Pa­ra Mateo, la fe está siempre mezclada con la duda (14,31; 28,17). 22. pidáis en la oración: La fe lleva a la oración, que es la expresión de la fe.

127 (K) La autoridad de Jesús, cuestio­nada (21,23-37). Cf. Mc 11,27-33; Lc 20,1-8. Mateo sigue a Marcos. La relación de este pa­saje con lo que viene después es la siguiente. En primer lugar, nos encontramos con la dis­puta básica sobre la autoridad divina (vv. 23-27). A continuación, tres duras parábolas de juicio (vv. 28-32; 33-46; 22,1-14). Y, finalmen­te, cuatro diálogos de controversia sobre algu­nas cuestiones particulares: los impuestos, la resurrección, los mandamientos más impor­tantes y el hijo de David (22,15-22.23-33.34-40.41-46). En su conjunto desarrollan el con­flicto entre Jesús y los dirigentes de Jerusalén, que lo conducirá a su muerte en cruz. 23. su­mos sacerdotes y ancianos: Los dirigentes reli­giosos y civiles, respectivamente, con qué au­toridad: La palabra griega exousia significa poder y autoridad. En el ámbito religioso, a un profano le resultaría muy difícil verificarla. Je­sús no era un sacerdote judío de la tribu de Le­ví. Los métodos habituales consistían en recu­rrir directamente a Dios con el respaldo de los milagros, o, bien, a la tradición de los antepa­sados. En el evangelio de Juan, donde la cues­tión se debate extensamente (caps. 5-10), Je­sús recurre a sus obras (10,25.38). haces estas cosas: Se refiere a su ministerio en general, la purificación del templo, las curaciones, su cla­morosa acogida por la muchedumbre y su en­señanza. Siguiendo el estilo rabínico, Jesús responde con una contra pregunta. 25. Juan: Jesús apela a la tradición profética con un ejemplo reciente, Juan el Bautista. Esta tradi­ción es legítima en Israel (y en la Iglesia), pe­ro los dirigentes no pueden certificarla, dado que cae fuera del control de la ley. La ley in­tentó establecer unos criterios de verificación (Dt 13,1-5), pero los debates que hallamos en el libro de Jeremías (p.ej., 29,21.23.31) mues­tran las dificultades que encontró su aplica­ción. 27. no sabemos: Con esta respuesta, los dirigentes confiesan su incapacidad para re­solver estas cuestiones religiosas. Sin embar­go, ello no sería un obstáculo para que toma­ran parte en la muerte de Jesús (cf. Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism 151-57.217-23 [- 76 supra]).

128 (L) La parábola de los dos hijos (21,28-32). Es la primera de una trilogía de parábolas que tratan del juicio. La primera es un producto de la redacción mateana; la se­gunda procede de Marcos, y la tercera de Q. Al tiempo que pone su mirada hacia delante, la primera parábola está también estrechamente relacionada con la disputa precedente. De he­cho, es un comentario midrásico sobre 21,23-27. Posee una función de transición actuando como una bisagra narrativa. Las tres parábo­las se dirigen a los mismos destinatarios, es decir, a los sumos sacerdotes y los ancianos (v.23) . Este pasaje declara que son culpables. 28. tenía dos hijos: ¿Quiénes son los dos hijos? La distinción no recae entre judíos y gentiles, si­no entre dos tipos de judíos, los dirigentes que no creen y los marginados que sí creen (v. 31), es decir, entre el falso y el verdadero Israel. Ahora bien, desde esta perspectiva, también los gentiles pueden incluirse entre los pecado­res creyentes, viña: Cf. comentario sobre 20,1.30. iré, Señor: Cf. 7,21. 31. hizo la voluntad del Padre: La fe obediente es siempre el criterio definitivo para Mateo. Los publicanos y pros­titutas forman parte del ‘am ha-ares judío, pe­cadores ignorantes e impuros. La sorprenden­te paradoja de que ellos precederían a los otros en el reino constituye el núcleo del Evan­gelio; cf. Lc 7,29-30. 32. el camino de justicia: Frase habitual en la literatura sapiencial (Prov 8,20; 12,28; Sal 23,3), por no mencionar la doctrina de los dos caminos de LQ. La refe­rencia al Bautista relaciona el conjunto con 21,23-27. no os arrepentisteis: Esta conclusión contiene un giro irónico. Los pecadores públi­cos (el primer hijo) sabían que necesitaban arrepentirse. Los dirigentes, en cambio, pen­saban que eran justos y que no tenían necesi­dad de arrepentirse. La parábola, como su homóloga más famosa de Lc 15,11-32, el hijo pródigo, expresa una verdad psicológica: el hi­jo que se niega a obedecer resuelve su conflic­to edípico rebelándose primero y obedeciendo después (cf. Dupont, Béatitudes 3.213-25; H. Merkel, NTS 20 [1973-74] 254-61: A. Ogawa, NovT 21 [1979] 121-49).

129 (M) La parábola de la viña y los aparceros malvados (21,33-46). Cf. Mc 12,1-12; Lc 20,9-19. 33. propietario: Una palabra fa­vorita de Mateo, que se refiere a un terrate­niente ausente. Hay una cita implícita de Is 5,1-7. 34. cuando llegó el tiempo de los frutos: Mateo elabora esta oración para hacer que el lector piense en la cercanía del reino de Dios (v.43) . 35. hirieron a uno: Mateo añade el asesi­nato y la lapidación (¿tal vez como alusión a Santiago?). 36-37. Mateo resume a Marcos y omite el adjetivo «amado» aplicado a «hijo». 38. matémoslo: Los aparceros dan un salto a una conclusión poco realista; el propietario si­gue vivo y puede castigarlos. 39. Mateo invier­te el orden de los acontecimientos para ajus­tarlos a la perspectiva de la muerte de Jesús fuera de la ciudad (Jn 19,17; Heb 13,12-13). 40-41. El autor crea un diálogo en el que, irónica­mente, la dura respuesta la dan precisamente los jefes de los sacerdotes que han sido incri­minados por el relato. 42. Se cita el Sal 118,22-23. 43. se os quitará el reino de Dios y se entre­gará a un pueblo que dé a su tiempo los frutos: Ésta es la principal contribución de Mateo a la parábola, que en su forma presente es una ale­goría de la historia de la salvación. Los envia­dos son los profetas que fueron asesinados por el pueblo de Israel, culminando en Jesús como el Hijo. El término «reino» podría significar al­go así como la posesión del favor y la protec­ción de Dios, pero los verbos en futuro pasivo hacen probable que se refiera a la promesa de la plena bendición en el tiempo final. «Pueblo» se refiere a la Iglesia, formada primeramente, para Mateo, por judíos creyentes, pero tam­bién por gentiles convertidos, que juntos for­man el nuevo pueblo de Dios, el verdadero Is­rael. Esta conclusión es más suave que la pará­bola; no se elimina a los aparceros malvados, pero se les quita la promesa.
(Dillon, R. J., «Toward a Tradition-History ot the Parables of the True Israel», Bib 47 [1966] 1-42. Hengel, M., «Das Gleichnis von dem Weingártnern Mc 12, 1-12 im Lichte der Zenonpapyri und rabbinischen Gleichnisse», ZNW 59 [1968] 1-39. Hubaut, M., La parabole des vignerons homicides [París
1976] . Snodgrass, K., The Parable of the Wicked Tenants [WUNT 27, Tubinga 1983].)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

En estos versículos se nos describe la entrada que Jesús hizo en Jerusalén cuando ya se acercaba la hora de su crucifixión.
Hay algo muy singular en ese episodio de la vida de nuestro Señor. Al leerlo más parece que se nos narra la entrada de un rey victorioso. Una gran muchedumbre lo acompaña á manera de séquito triunfal; en torno suyo se oyen ruidosas alabanzas y loores; toda la ciudad está en agitación. Todos los detalles de ese acontecimiento parecen opuestos al curso normal de la vida del Redentor; son muy desemejantes á los hechos de Aquel que «no hizo oír su voz en las plazas, mas se apartó muchas veces de la multitud y encargó á los que sanaba que no contaran á nadie lo que les había hecho.»Y sin embargo no es difícil descubrir y explicar las razones que motivaron dicho suceso. Veamos cuales fueron.
Nuestro Señor sabia bien que la misión que había venido á llenar se acercaba á su fin; que ya había terminado su último viaje y que solo le faltaba ofrecer su cuerpo como sacrificio en el Calvario. Sabiendo esto, le pareció que ya no era necesario obrar en secreto, sino que, por el contrario, había cierta conveniencia en que entrase de una manera señaladamente pública y solemne á la ciudad en donde iba á ser entregado. Era propio que antes de que ofreciera el gran sacrificio por los pecados del mundo, todas las miradas se fijaran en la víctima. He aquí la razón por la cual entró públicamente: he aquí la razón por la cual atrajo hacia sí las miradas de toda una multitud asombrada. Un hecho como ese no debía verificarse en una encrucijada.
Réstanos examinar las lecciones de carácter práctico que de estos versículos se desprenden.
En ellos puede verse un ejemplo de la manera como las profecías acerca del primer advenimiento de nuestro Señor tuvieron su cumplimiento. Se nos dice que Zacarías había profetizado lo siguiente: «He aquí, tu Rey te viene, manso, y sentado sobre una asna y un pollino..
Esa predicción se cumplió al pié de la letra, y no figurada ó místicamente. Como el profeta lo anunció, así sucedió. Quinientos cincuenta años habían trascurrido desde el día en que se hizo dicha predicción, y habiendo llegado el tiempo señalado, el Mesías prometido entró en Sión real y verdaderamente montado en un pollino. Es bien seguro que para los habitantes de Jerusalén esa circunstancia no tuvo nada de trascendental, pues tenían aún vendados los ojos ; pero es no menos seguro que la profecía tuvo su cumplimiento.
Ahora bien, del cumplimiento de la palabra de Dios en el pasado, podemos inferir algo acerca de su cumplimiento en el porvenir.
Fundadamente pues podemos esperar que las profecías con relación al segundo advenimiento del Señor se cumplan tan rigurosamente como las primeras. Si vino realmente en persona la primera vez, vendrá realmente en persona la segunda. Si la primera vez vino en humildad á sufrir, la segunda vendrá en gloria á reinar.
También puede verse en el presente pasaje cuan poco vale la alabanza y buena acogida de los hombres. De todo el gentío que se agolpó al rededor de nuestro Señor á su entrada á Jerusalén, ninguna persona se dignó acompañarlo cuando fue entregado en manos de hombres perversos. Muchos de los que lo saludaron con un Hosanna, gritaron cuatro días después: ¡Crucifícale, crucifícale! Ese hecho, que solo revela fielmente lo que es la naturaleza humana, está demostrando á las claras que es una necedad indisculpable el tener en más estima la alabanza de los hombres que la de Dios. Nada á la verdad es tan efímero é incierto como la popularidad. Es arena movediza, terreno deleznable que hunde todas las esperanzas que sobre ella se funden.
Desdeñémosla y cortejemos la aprobación de aquel Ser que «es el mismo ayer hoy y para siempre.» Heb 12:8.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R834 El verbo en aoristo ἤγγισαν tiene un sentido de ingreso: cuando se acercaron (comp. T72).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Entra Jesús en triunfo en Jerusalén. Echa del templo a los que estaban en él vendiendo, y cura allí cojos y ciegos. Responde a los príncipes de los sacerdotes y doctores de la ley, que se indignaron de oír las aclamaciones que le daban unos niños. Se seca una higuera, a la cual el Señor echó su maldición. Los sumos sacerdotes y el senado de Jerusalén le piden cuenta de sus obras, y poder con que las hacía; y el Señor por medio de una parábola les muestra su rebeldía a Dios con color de santidad; y con otra satisface a su pregunta, dándoles a entender lo que debían ejecutar con él, y el castigo que sobre ellos vendría.

1 a. Esta era una aldea o pueblo que pertenecía a los sacerdotes, situado a pie del monte del Olivar.

3 b. No les mandó decir: Nuestro maestro, o Jesús, sino absolutamente y con el artículo hó kúrios, el que solo y por excelencia es el Señor: el que tiene el dominio de todas las criaturas.

4 c. Profeta en lugar de profetas.

5 d. Anunciad a Jerusalén hija de Sión, nombrada así por el monte de este nombre, la feliz e importante nueva que le traigo.

e. Los hebreos leen aquí, oni, vulgarmente haní, pobre, y escrito con vav hanau, manso: lo que sustancialmente no se diferencia; porque la pobreza, principalmente de espíritu, va siempre acompañada de mansedumbre.

7 f. El Griego: kái epekáthisei, y se sentó.

g. Sobre las ropas o vestidos que habían puesto. Esto era señal de honra, y de reconocimiento de un nuevo rey (2Re 9,13). Otros entienden sobre el asna y sobre el pollino; no al mismo tiempo porque ni esto era posible ni decente, sino sobre uno de ellos, y mas bien sobre el pollino, como le creyó San Jerónimo, y como parece inferirse de los otros Evangelistas, que sólo hablan del pollino (Zac 9,4). Así se dice (Gén 8,4), que el arca reposó sobre los montes de Ararat, esto es, sobre uno de los montes; y en Jue 12,7: Que Jephté fue enterrado en las ciudades de Galaad; quiere decir, en una de las ciudades. En la Vulgata, y aun más expresamente en el Griego: epáno autón, sobre ellos, quiere decir: sobre los dos. La asna, que había estado ya bajo del yugo, figuraba la sinagoga de los judíos, los que ya de largo tiempo vivían bajo del penoso yugo de la ley; y el pollino representaba al pueblo de los gentiles, que había vivido hasta entonces sin yugo. El Señor se sentó sobre los dos, para significar, que los que se le habían de sujetar como a divino Legislador de la nueva alianza, serían tomados de entre los judíos y de entre los gentiles, y que los conduciría a todos a la ciudad santa y pacífica, figurada por Jerusalén, llenándolos de su dulzura, y enseñándoles la verdad de sus caminos. San Jerónimo. San Agustín.

8 h. Los judíos en la fiesta de las Tiendas acostumbraban llevar en las manos ramos verdes, principalmente palmas y olivas, etc. La palma era emblema de la victoria, y el olivo de la paz; gritando al mismo tiempo Hosanna. Esto mismo hicieron entonces aclamando a Jesucristo, por un movimiento interior de veneración y de respeto, que Dios excitó en el corazón de estos pueblos.

9 i. Hosanna, por Hoschigna nah, quiere decir, Salvad, yo os ruego: así la versión de los LXX (Sal 117,24). sóson dé, Hosanna al Hijo de David, quiere decir: O Dios, salvad a este Jesús, que es el Hijo de David, o el Mesías. Vos, Señor, que residís en las alturas, haced prosperar a vuestro Cristo, a vuestro Rey. Bendito sea aquel que viene en el nombre del Señor. ¡Qué gritos tan diferentes son estos! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! y ¡quítale, quítale; crucificale! exclama San Bernardo. ¡Qué cosas tan contrarias! reconocer a Jesucristo por Rey de Israel; y decir después: Nosotros no tenemos otro rey que al César. ¡Qué diferentes son estos ramos y palmas verdes, que llevan ahora en las manos, de las espinas con que pocos días después le coronaron, y de la cruz en que le clavaron! ¡Qué oposición tan grande, entre despojarse ahora de sus propios vestidos, para tenderlos por donde pasaba el Señor, y desnudarle después de los suyos de la manera más ignominiosa! Tal es el caudal que se puede hacer de la estimación de los hombres, y de todos los vanos aplausos de este siglo.

12 j. Para las ofrendas de la gente pobre (Lev 5,7.11; Lc 2,24).

13 k. San Jerónimo dice, que los sacerdotes haciendo un tráfico indigno de su ministerio, vendían al pueblo lo mismo que este les daba, después de haberlo comprado para ofrecerlo al Señor. Otros intérpretes han creído, que solamente alquilaban el atrio del templo; y que este comercio, aunque de cosas que habían de servir para los sacrificios, y para ser ofrecidas al Señor, no se hacía sin injusticia, sin mentiras y sin fraudes. Y que por esto era indigno de la santidad de su ministerio, por la avaricia, mala fe, confusión y alboroto que había en el lugar destinado únicamente para honrar al Señor. Este suceso no se debe mirar como una cosa ordinaria, sino como un efecto de la omnipotencia de aquel Señor, que quiso obrar entonces no como hombre, sino como Dios. Un hombre solo, armado de un azote, arroja del templo una multitud tan grande de personas; echa por tierra las mesas, los bancos, el dinero, y nadie se le opone. No hay quien abra su boca para replicarle una sola palabra. San Jerónimo.

16 l. Jesucristo acomoda estas palabras del Salmo 7 para dar a entender a aquellos doctores soberbios e incrédulos, que el testimonio de aquellos inocentes que no sabían lo que eran lisonja, mentira, malignidad, ni envidia, condenaba su malicia e incredulidad; y que los que eran capaces de recibir las divinas expresiones del Espíritu Santo, se formaban en su boca esta perfecta y cumplida alabanza.

17 m. Aquella noche.

19 n. Este hecho de Jesucristo es todo misterioso, y una imagen del rigor con que tratará a todos aquellos que se parecieren a la higuera, si no encontrare frutos dignos de penitencia, en cualquiera tiempo en que el Señor viniere a visitarlos. San Juan Crisóstomo. Y figura principalmente a la nación judaica, que iba a incurrir en la maldición del Señor.

21 o. El Griego: tó tés oukés; como si dijéramos, lo de la higuera.

23 p. No pudiendo condenar las admirables obras del Señor, le preguntan con qué autoridad las hacía.

25 q. ¿De Dios, o de invención humana?

r. Texto griego: hoi dé dielogízonto. Lo que significa, que no solamente pensaban entre sí; sino que trataban y consultaban unos con otros lo que podrían responder.

26 s. Cuando daba testimonio y declaraba, que yo era el Mesías.

27 t. Puesto que vosotros no os queréis declarar abiertamente, cómo me pedís a mí que yo lo haga; yo tampoco quiero declararos con qué autoridad hago estas cosas. Vuestra malicia hace que yo no os de mayor instrucción sobre este punto.

31 u. Esto es, los que antes fueron publicanos, y se convirtieron.

32 v. Es lo mismo que antes había dicho (cap. 11) que ni comía ni bebía, sino que ayunaba; y que viviendo en el desierto, hacía una áspera penitencia.

w. Con esta parábola les da a entender, que los mayores pecadores recurriendo a la penitencia entrarían en el reino de los cielos, y que ellos se verían excluidos de su entrada con toda su ciencia y justicia aparente, si no se humillaban siguiendo su ejemplo.

33 x. MS. De setura.

35 y. El Griego: édeiran, apékteinan, elithobólesan: el primero significa desollar, o quitar la piel; lo que se entiende del castigo de azotes que usaban. El segundo, de la muerte que se daba por cuchillo; y el tercero a pedradas. A estos tres géneros de castigos y de muertes, si se juntan los de quemar vivo al culpado, o de ahogarle con un lazo, son todos los que estaban en práctica, y se señalan en el Sanhedr. cap. VII, hal. 1.

41 z. La viña del Señor de los ejércitos, dice Isaías (5,7), es la casa de Israel; y los hombres de Judá eran la planta de sus placeres. Yo he esperado que hiciesen acciones justas, y no ha habido sino iniquidad en su conducta. Yo esperaba de ellos frutos de justicia, y no oigo sino clamores contra ellos. La torre, cerca, vallado, y todo lo demás que podía servir para el adorno y seguridad de esta viña, significan la protección, auxilios y milagros con que el Señor convidó particularmente a su pueblo, los llamó y esperó, dándoles todas las cosas necesarias para que produjesen fruto; pero siempre ingratos y rebeldes a sus voces y a las de sus siervos los profetas, de un Isaías, de un Jeremías, de un Ezechiel, de un Zacarías, y de otros muchos que les envió en diversos tiempos: a unos de estos quitaron la vida; a otros maltrataron; a otros apedrearon; y a ninguno creyeron. Después de tantos ultrajes hechos a las personas de los profetas sus siervos, no se vieron jamás brillar con tanto resplandor las riquezas de la bondad, de la paciencia y del largo sufrimiento (Rom 2,4) del Dios de Israel, como cuando les envió por último a su propio Hijo, aquel Hijo único, engendrado de su sustancia, y vestido de nuestra naturaleza, para empeñarlos más fuertemente que nunca a que se reconociesen y volviesen sobre sí. Pero llenando la medida de sus padres, le quitaron la vida, crucificándole con la mayor ignominia y crueldad.

42 a. Esta piedra angular o fundamental es Jesucristo (1Pe 2,7), a quien los sacerdotes, los fariseos y los doctores de la antigua ley desecharon en el edificio de la sinagoga, y de la casa del Señor, de que ellos eran los principales arquitectos; pero que Dios no obstante eligió y puso con honor, habiéndola colocado en Sión, como la piedra fundamental, y como la piedra principal del ángulo, la piedra elegida y preciosa (Is 18,16; 1Cor 3,11). La malicia de los judíos sólo sirvió para hacer brillar más la omnipotencia de la caridad y de la sabiduría de Dios, que por su infinita misericordia supo sacar no tan grande bien de un mal tan crecido.

43 b. A las naciones en quienes la infidelidad de los judíos hizo que se cumpliese el efecto de las antiguas promesas que Israel había recibido; y que produjesen frutos de caridad, de alegría, de paz, de paciencia, de benignidad, de bondad, de fe, de dulzura y de templanza (Gál 5,22). Tales han sido en todo tiempo los frutos de la ley del Señor, y del reino de Dios o de su gracia. Debemos detenernos aquí, para reflexionar no de paso, sino con la mayor atención (Stgo 1,23-25) y de una manera que pueda ser útil para nuestra salud, cuál es la disposición de nuestro corazón, reconociendo en esta imagen de los judíos la de nuestra corrupción y ceguedad, no por lo que mira a la persona de Jesucristo, sino a las verdades de su Evangelio, que fueron también el principal motivo del escándalo de los judíos.

44 c. Se hace aquí alusión a dos maneras que usaban para apedrear a alguno. Sobre lo cual puede verse el Sanhedr. cap. VI, hal. 4. Jesucristo quiso explicar dos géneros de castigos, el uno menor y el otro mayor, por estas dos diferentes expresiones: de la caída de los judíos sobre la piedra, y de la caída de la piedra sobre los judíos. Aquellos caían sobre la piedra, que viviendo aun Jesucristo y conversando en medio de los hombres, se escandalizaban de su pobreza, de su abatimiento exterior, y de su doctrina, estrellándose delante de Dios por su orgullo y por su envidia; pero la piedra, al contrario, caía sobre aquellos, que después de la muerte del Salvador, y de su ascensión a los cielos, obstinadamente se oponían a la verdad de su doctrina y a la virtud de su resurrección; y estos se vieron como reventados, digámoslo así, o reducidos a polvo, bajo del peso del mayor rigor de su justicia. Lo que principalmente se cumplió en el tiempo de la ruina de Jerusalén, desde la cual quedaron envueltos en este cautiverio y horrible miseria en que siempre han vivido y vivirán hasta el fin del mundo.

Fuente: Notas Bíblicas

[3] Shemot 4:22-23. Israel es el hijo nacional de YHWH.

[4] Algunos del Israel-Judío.

[5] Quedándonos en el contexto de los dos hijos del mismo padre, el hijo que trata de colarse en el reino sin la redención de la sangre y la justicia imputada es Judah (Rom 10:1-4).

[6] Referncia de Shem Tov: “Fiel” implica observancia de la Torah.

[1] El Shema de Devarim/Deu 6:4-5.

[2] La Torah no puede ser “quitada del medio” en ninguna manera, Yahshua dicho que la Torah y los profetas descansan sobre estos dos grandes (mandamientos).Esto quiere decir que estos dos grandes (mandamientos) se amplían en detalle, y están contenidos en la Torah y en los profetas. Estos (mandamientos) no reemplazan las 613 Mitzvot (leyes), los cuales son el fundamento de estas Mitzvot (leyes).

[3] MarYah en Arameo una referencia a que Moshiaj es YHWH.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[1] Este monte estaba cerca del de Sión. Entre éste y Jerusalén estaba el valle de Josafat.[4] Is 62, 11; Zac 9, 9.[9] Hosanna, acalamación hebrea que se puede traducirSalud, Salve oViva.[12] En el atrio.[13] Is 41, 7; Jer 7, 11; Luc 19, 46.[16] Sal 8, 3.[42] Sal 116 (117), 22; Hech 4, 11.

Fuente: Notas Torres Amat