Comentario de Mateo 21:12 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,
21:12 Y entró Jesús en el templo de Dios, — No entró en el lugar santo. El templo (santuario) no era sitio donde la gente se congregara para adorar como lo hace la iglesia ahora. Solamente entraban en el lugar santo los sacerdotes; Jesús no entró porque no era sacerdote según el orden de Aarón, (era de la tribu de Judá). Tampoco entró Jesús en el lugar santísimo (solamente el sumo sacerdote entraba, y éste solamente una vez por año). En el templo había varios atrios, pero la palabra templo (HIERON) incluía los atrios y cámaras, etc., todo lo que estaba encerrado dentro de la muralla del templo. En el atrio de los israelitas solamente entraban varones israelitas. Había también atrio de las mujeres, y el atrio de los gentiles. El atrio de los gentiles era el sitio ocupado por los vendedores. En este atrio entraba cualquiera. Por lo tanto, los gentiles estaban completamente despreciados por el negocio escandaloso de los judíos avaros. Mar 11:16, Jesús “no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno; esto indica que esta parte del templo había llegado a ser una vía pública para cargar utensilios de aceite, vino, etc. ¿Qué esperanza había de que los gentiles creyentes (p. ej., Cornelio) pudieran adorar a Dios? — y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; — Lev 14:22; Luc 2:24, sacrificio ofrecido por los pobres. Esta práctica comenzó como una práctica inocente de beneficio para los que venían de lejos al templo, y no era práctico traer animales y palomas, pero abrió la puerta para los avaros y llegó a ser una condición escandalosa como descrita aquí. Ahora en lugar de recibir beneficio, los pobres eran víctimas de la avaricia de los vendedores. El impuesto del templo era medio ciclo y los peregrinos tenían que cambiar su dinero para pagarlo.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
y entró Jesús en el templo. Mal 3:1, Mal 3:2; Mar 11:11.
y echó fuera a todos. Mar 11:15; Luc 19:45, Luc 19:46; Jua 2:14-17.
los que vendían y compraban. Deu 14:24-26.
los que vendían palomas. Lev 1:14; Lev 5:7, Lev 5:11; Lev 12:6, Lev 12:8; Lev 14:22, Lev 14:30; Lev 15:14, Lev 15:29; Luc 2:24.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Dos purificaciones del Templo están registradas en los Evangelios: una en Jua 2:14-17 en el comienzo del ministerio de Jesús y otra en los Evangelios sinópticos al final de su ministerio (Mar 11:15-17; Luc 19:45, Luc 19:46).
vendían y compraban: Una corrupción financiera se hacía notar en los atrios exteriores del Templo. Algunas de las ganancias que eran obtenidas probablemente iban a la familia de los sacerdotes. Algunas iglesias hoy en día no permiten que se venda nada dentro de la iglesia basados en este episodio. Por último, dos cosas están malas en este razonamiento. Primero, Jesús no estaba condenando la venta de animales para sacrificio o el cambio de dinero. Lo que Él estaba condenando era el engaño, la extorsión y la corrupción comercial. Segundo, la construcción como tal no es el templo de Dios hoy; son los creyentes. Dios mora en la gente, no en el edificio.
los cambistas cambiaban las monedas con símbolos paganos sobre ellas como monedas aceptadas para ser usadas en el Templo. Ellos imponían un cargo suplementario por este «servicio». Aquellos que vendían palomas lo hacían a altos precios.
EN PROFUNDIDAD
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Parábolas: Más que historias
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Aun cuando Jesús vivía contando historias a la gente, su aproximación a la enseñanza era poco común. Sus historias eran memorables, pero ellas no eran transparentes. El pueblo las escuchaba pero no necesariamente las comprendía. Ellas son más claras para nosotros debido a los escritos de Pablo, pero pocos de aquellos que escucharon las parábolas las comprendieron. En un momento los discípulos preguntaron de frustración, «¿por qué les hablabas(al pueblo) por parábolas?» (Mat 13:10.) Los discípulos no entendieron las historias más que la multitud.
La respuesta de Jesús a los discípulos revela mucho sobre los propósitos de sus enseñanzas. Él citó Isa 6:9, Isa 6:10 para demostrar que aquello visto y oído físicamente no siempre puede percibir las verdades que se les presentan. Para Isaías, la dureza (Mat 13:15) del corazón humano directamente afecta la intuición y comprensión espiritual. El pueblo necesita reblandecer su corazón, hacerse humildes ante Dios y honestamente buscar la verdad para encontrar esto.
Las historias de Jesús están cubiertas de dones. El envoltorio de la historia puede tanto distraer o cautivar. Pero a menos que el envoltorio sea abierto, el don permanece oculto. Asimismo, a menos que uno busque el corazón de la parábola —su verdad y aplicación— la lección permanecerá escondida. Pero cuando la lección es descubierta es extremadamente valorada. El testimonio de millones de cambios de vida a través de dos mil años atestiguan esto.
Las historias de Jesús incluyen múltiples aplicaciones poderosas. La misma parábola puede afectar a la gente de diferentes maneras. Por ejemplo, la parábola de los suelos (Mat 13:1-23) puede ser «oída» a lo menos por cuatro distintas personas y todo dependerá de su identificación con uno de los suelos. La parábola del hijo perdido (Luc 15:11-32) afectará a un padre diferentemente ya sea si este tiene un hijo rebelde o tiene un hermano celoso.
Cuando Jesús enseñó en Jerusalén durante su última semana, sus parábolas se centraron en aceptarlo o rechazarlo. En ese instante hasta los sacerdotes y fariseos «percibieron que él estaba hablando de ellos» (Mat 21:45). Ellos estaban molestos por las parábolas de Jesús, y deseaban vengarse de Él y su mensaje. Pero involuntariamente estaban cediendo a su soberbia, aprendiendo a los pies de Jesús y buscando el perdón que ellos tan desesperadamente necesitaban. Sentían que no apreciarían lo que ellos encontraron si descubrían las parábolas, entonces rechazaron buscar la verdad. Al hacer esto, ellos perfectamente conformaron la descripción de Isaías de un pueblo con corazón rebelde, duros para oír y de ojos cerrados. Los líderes religiosos que deberían haber guiado al pueblo a la verdad eran los más ciegos de todos.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
JESÚS… VOLCÓ LAS MESAS. Esta es la segunda vez que Jesús entró en el templo y lo purificó de la injusticia (para la purificación del templo al principio de su ministerio, véanse Luc 19:45, nota, y Jua 2:13-22). Los que llevan el nombre de Cristo deben saber que la hipocresía, la avaricia, el interés egoísta, la inmoralidad y la irreverencia en la casa de Dios traerán el juicio y la justa indignación de Dios. Cristo es Señor de su iglesia y exige que sea «casa de oración» (v. Mat 18:13).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
echó fuera. Esta fue la segunda vez que Jesús limpió el templo. Jua 2:14-16 describe un incidente similar a comienzos del ministerio público de Jesús. Hay, sin embargo, algunas diferencias entre ambos sucesos. En la primera limpieza, los oficiales del templo confrontaron a Jesús inmediatamente después (vea la nota sobre el v.Mat 21:23; cp.Jua 2:18). Sin embargo, ninguno de los relatos sobre la segunda limpieza mencionan ninguna confrontación similar. Por el contrario, la sinopsis describe cómo Jesús recriminó a todos los presentes (v. Mat 21:13) e incluso hizo del incidente una ocasión para enseñarles algo (Mar 11:17; Luc 19:46-47). los que vendían y compraban. Él considera tanto a los vendedores como a los compradores culpables de profanar el templo. Entre los artículos que eran comprados y vendidos estaban también las «palomas» y otros animales para el sacrificio (cp. Jua 2:14). los cambistas. Agentes especializados en intercambio de monedas se presentaban en manadas donde fueran requeridos, ya que las monedas romanas y otras extranjeras no eran admitidas para las ofrendas del templo. Evidentemente, tanto los mercaderes como los cambistas incrementaron los precios tan excesivamente que el mercado del templo se hizo similar a una cueva de ladrones (v. Mat 21:13). Este tipo de comercio tenía lugar en el patio de los gentiles, un área de gran extensión en el monte del templo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
21:12 Y entró Jesús en el templo de Dios, — No entró en el lugar santo. El templo (santuario) no era sitio donde la gente se congregara para adorar como lo hace la iglesia ahora. Solamente entraban en el lugar santo los sacerdotes; Jesús no entró porque no era sacerdote según el orden de Aarón, (era de la tribu de Judá). Tampoco entró Jesús en el lugar santísimo (solamente el sumo sacerdote entraba, y éste solamente una vez por año). En el templo había varios atrios, pero la palabra templo (HIERON) incluía los atrios y cámaras, etc., todo lo que estaba encerrado dentro de la muralla del templo. En el atrio de los israelitas solamente entraban varones israelitas. Había también atrio de las mujeres, y el atrio de los gentiles. El atrio de los gentiles era el sitio ocupado por los vendedores. En este atrio entraba cualquiera. Por lo tanto, los gentiles estaban completamente despreciados por el negocio escandaloso de los judíos avaros. Mar 11:16, Jesús “no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno; esto indica que esta parte del templo había llegado a ser una vía pública para cargar utensilios de aceite, vino, etc. ¿Qué esperanza había de que los gentiles creyentes (p. ej., Cornelio) pudieran adorar a Dios?
— y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; — Lev 14:22; Luc 2:24, sacrificio ofrecido por los pobres. Esta práctica comenzó como una práctica inocente de beneficio para los que venían de lejos al templo, y no era práctico traer animales y palomas, pero abrió la puerta para los avaros y llegó a ser una condición escandalosa como descrita aquí. Ahora en lugar de recibir beneficio, los pobres eran víctimas de la avaricia de los vendedores. El impuesto del templo era medio ciclo y los peregrinos tenían que cambiar su dinero para pagarlo.
¿Por qué los echó fuera? ¿Por qué volcó las mesas de los cambistas? Porque eran hombres fraudulentos (ladrones) que cobraban doble o triple por las palomas. ¿Por qué no las compraban en otra parte? Porque tenían que ser sin defecto, y los “inspectores” rechazaban las palomas que se compraban en otra parte, de esta manera obligándoles a comprar en el templo. Tenían que ofrecer sacrificios “autorizados” por los ladrones. Todos (los sacerdotes, oficiales del templo, comerciantes) estaban involucrados en la conspiración de robar la gente. Fue un verdadero monopolio.
Jesús entró, pues, en su propia casa y la limpió. Era la pascua y El quitaba la vieja levadura (1Co 5:8). En esto vemos el poder y autoridad de Jesús. Cf. Jua 18:6. Habló con voz de autoridad, voz de mando.
¿Por qué no lo resistieron? Jesús tuvo el derecho de hacerlo; la conciencia de los culpables les condenaba (si es que todavía tenía conciencia). También la gente apoyaba a Jesús (esto ocurrió después de la entrada triunfal), porque sabían que Jesús era, por lo menos, un profeta y creían que un profeta tenía mucha autoridad.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA IRA Y EL AMOR
Mateo 21:12-14 (conclusión)
Sería difícil encontrar otra historia evangélica en la que tuviéramos que hacer un esfuerzo tan deliberado y consciente para ser honrados con un pasaje. Es fácil usar este como base para una condenación global de todo el culto del templo. Hay que decir dos cosas.
Había muchos comerciantes y buhoneros en el atrio del templo, pero también había muchos que buscaban a Dios de corazón. Como había dicho Aristóteles mucho antes, una persona y una institución han de juzgarse por sus mejores, no por sus peores resultados.
La otra cosa que debe decirse es sencillamente esta: Que la persona o la iglesia que no tenga pecado arroje la primera piedra. Los vendedores no eran todos explotadores, y hasta los que aprovechaban la oportunidad para obtener un rápido provecho no eran sencillamente buitres de dinero. El gran investigador judío Israel Abrahams hace un comentario sobre la explicación tradicional cristiana más corriente de este pasaje: «Cuando Jesús trastornó las mesas de los cambistas y echó a los vendedores de palomas del templo hizo un gran servicio al judaísmo… Pero, -¿eran los cambistas y los vendedores de palomas las únicas personas que había en el templo? ¿Y eran todos los que compraban o vendían una paloma meros ritualistas? La Semana Santa pasada estuve en Jerusalén, y por toda la fachada de la Iglesia del Santo Sepulcro vi los puestos de los vendedores de reliquias, de cuenquecitas pintadas, de cintas grabadas, de velas de colores, de crucifijos dorados, de botellas de agua del Jordán. Allí, los cristianos pregonaban y discutían y regateaban, una multitud de vendedores y compradores delante de la iglesia consagrada a la memoria de Jesús. ¡Como me habría gustado que Jesús viniera otra vez a trastornar y echar a esos falsos siervos Suyos, de la misma manera que lo hizo a Sus falsos hermanos en Israel hace mucho!» Y en España, entre otros, debemos un juicio parecido a José María Gironella en su El escándalo de la Tierra Santa.
Este incidente nos muestra ciertas cosas acerca de Jesús.
(i) Nos muestra la más violenta manifestación de Su ira dirigida contra los que explotaban a sus semejantes, y especialmente contra los que los explotaban en el nombre de la religión. Fue Jeremías el que dijo que hay quienes convierten el templo en una cueva de ladrones (Jer 7:11 ). Jesús no podía soportar el ver cómo se explotaba a la gente sencilla.
La Iglesia ha guardado silencio demasiadas veces en situaciones semejantes; tiene el deber de proteger a los que no se pueden proteger a sí mismos en situaciones económicas altamente competitoivas.
(ii) Nos muestra que Su ira se dirigía especialmente contra los que les hacen imposible a las personas sencillas dar culto a Dios en la Casa de Dios. Fue Isaías el que dijo que la Casa de Dios era una casa de oración para todos los pueblos (Isa 56:7 ). El Atrio de los Gentiles era de hecho la única parte del templo donde podían entrar los gentiles. No tenemos por qué pensar que los gentiles que fueran allí serian solo turistas. Algunos por lo menos deben de haber ido con un profundo anhelo en sus almas de orar y de adorar a Dios. Pero en medio de ese rugido de comprar y vender y regatear y ofertar, la oración era imposible. Se les impedía entrar a la presencia de Dios a los que la buscaban en la Casa de Dios.
Dios no daré nunca por inocentes a los que les hacen imposible a otros adorarle. Puede suceder todavía. Un espíritu de amargura, de discusión, de rivalidad, se puede introducir en la iglesia haciendo imposible la oración y el culto. Los miembros y los responsables pueden llegar a estar tan preocupados con sus derechos y sus siniestros, con sus dignidades y sus prestigios, con la práctica y el procedimiento, que al final nadie puede adorar a Dios en el ambiente que se ha creado. Hasta los ministros de Dios pueden estar más interesados en imponerle a la congregación sus maneras de hacer las cosas que en predicar el Evangelio, y lo que se produce es un culto con un ambiente que hace imposible la verdadera adoración. El culto de Dios y las discusiones de los hombres no pueden desarrollarse juntos. Tengamos siempre presente la ira, de Jesús contra lo que les bloqueaban a sus semejantes el acceso a Dios.
(iii) Aún nos queda otra cosa que notar. Nuestro pasaje termina diciéndonos que Jesús sanaba a los ciegos y a los cojos en el atrio del templo. Todavía estaban allí; Jesús no echó del templo a todo el mundo. Solamente los que tenían conciencias culpables huyeron ante Su mirada airada. Los que necesitaban a Jesús, se quedaron.
Jesucristo nunca despide a la necesidad con las manos vacías. La ira de Jesús nunca fue meramente negativa; nunca se quedó en el ataque a lo que estaba mal; siempre pasó a ayudar positivamente a los que estaban en necesidad. En una Persona verdaderamente grande, la ira y el amor pueden ir mano a mano. La ira se enfrentó con los que explotaban a los sencillos y cerraban el paso a los buscadores; pero el amor recibió a los que tenían una gran necesidad. La fuerza destructiva de la ira debe ir de la mano del poder sanador del amor.
LA ESCENA DEL TEMPLO
Mateo 21:12-14
Seguidamente Jesús entró en el recinto del templo de Dios, y echó de allí a todos los que estaban vendiendo y comprando, y trastornó las mesas de los cambistas y de los que vendían palomas. Y les dijo:
-Escrito está: «Mi Casa se conocerá como una casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.»
Y los ciegos y los cojos acudían a Él en el templo, y Él los sanaba.
Si la entrada en Jerusalén había constituido un desafío, aquí tenemos otro desafío que se añadió al anterior. Para contemplar la escena que se desarrolla ante nuestros ojos tenemos que visualizar la forma del templo.
En el Nuevo Testamento griego hay dos palabras que se traducen por templo. Y con propiedad. Pero hay una clara diferencia entre ellas. El templo mismo se llama el naós. Era un edificio relativamente pequeño, que contenía el Lugar Santo, y el Lugar Santísimo en el que solamente entraba el sumo sacerdote una vez al año el solemne Día de la Expiación: Pero. el naós mismo estaba rodeado de un amplio espacio que ocupaban los atrios de manera sucesiva y ascendente. En primer lugar desde fuera estaba el Atrio de los Gentiles, en el que podía entrar cualquiera, pero más allá del cual no podían pasar los gentiles bajo pena de muerte. A continuación estaba el Atrio de las Mujeres, al que se entraba por .la Puerta Hermosa del templo, en el .que podían entrar todos los israelitas. Después estaba el Atrio de los Israelitas, al que se entraba por la llamada Puerta de Nicanor, una gran. puerta de bronce corintio para abrir y cerrar la cual se necesitaban veinte hombres. Era en este atrio donde se reunían los varones para los cultos del templo. Por último estaba el Atrio de los Sacerdotes; al que solo los sacerdotes podían entrar. En él se encontraban el gran altar de los holocaustos, el altar del incienso, el candelabro de los siete brazos, la mesa de los panes de la proposición y el gran estanque de bronce; y en la parte posterior de este atrio se encontraba el naós propiamente dicho. Toda esta área, incluyendo todos los atrios, también se llama en las traducciones de la Biblia templo; la palabra griega es hierón. Sería mejor conservar la diferencia del original, y retener la palabra templo para el templo propiamente dicho, es decir, el naos, y usar la expresión el recinto del templo para toda el área, es decir, el hierón.
El escenario de este incidente fue el Atrio de los Gentiles, en el que cualquiera podía entrar. Siempre había gente y actividad en él; pero en la Pascua estaba abarrotado a más no poder de peregrinos de todo el mundo. Habría allí, en cualquier época, muchos gentiles, porque el templo de Jerusalén era famoso en todo el mundo, hasta tal punto que hasta los escritores latinos lo describían como uno de los edificios más maravillosos del mundo.
En este Atrio de loa Gentiles se llevaban a cabo dos clases de transacciones. Una era el cambio de dinero. Todos los judíos tenían que pagar el impuesto del templo de medio siclo, y ese ir1puesto se pagaba poco antes de la Pascua. Un mes antes, se instalaban puestos en todos los pueblos y aldeas; donde se podía pagar en dinero; pero después de una cierta fecha solo se podía pagar en el templo mismo; y sería allí donde lo pagaría la inmensa mayoría de los peregrinos judíos de otras tierras:
Este impuesto tenía que pagarse en cierta moneda en curso, aunque para los propósitos generales se usaba en Palestina toda clase de monedas. No se podía pagar en lingotes de plata, sino en moneda en curso; no se podía pagar en monedas de aleaciones inferiores o que estuvieran deformadas, sino solo en monedas de plata pura. Se podía pagar en los siclos: del santuario, en los medios siclos galileos y especialmente en la moneda tiria, que era de calidad reconocida.
La función de los cambistas era cambiar la moneda no aceptable por otra aceptable. Esa parecía ser a todas luces una función necesaria; pero el problema era que estos cambistas cargaban el equivalente de 2 pesetas por hacer el cambio; y, si la moneda era de más valor que el medio siclo, cargaban otras dos pesetas por devolver el cambio. Es decir: muchos peregrinos tenían que pagar, no solamente su medio siclo -que sería el equivalente de unas 15 pesetas-, sino otras 4 pesetas de comisión; y esto hay que compararlo con el salario de un trabajador que sería de unas 10 pesetas al día.
Esta comisión se llamaba el qolbón. No todo se lo embolsaban los cambistas. Una parte se consideraban ofrendas voluntarias; parte de ello se dedicaba a mantener las carreteras en buen estado; parte se dedicaba a la compra de planchas de oro con las que había la intención de cubrir totalmente la techumbre del templo propiamente dicho, y parte de ello se ingresaba en el tesoro del templo. El asunto no era necesariamente un abuso en su totalidad; pero el problema era que se prestaba al abuso. Se prestaba a la explotación de los peregrinos que habían venido a adorar a Dios, y no cabe duda de que los cambistas obtenían grandes beneficios.
La venta de palomas era peor. Para la mayor parte de los visitantes del templo alguna clase de ofrenda era esencial. Las palomas, por ejemplo, se necesitaban cuando una mujer venía a purificarse después de tener un hijo, o cuando un leproso venía a que se le diera el certificado de curación (Lv 12:8 ; Lv 14:22 ; Lv 15:14; Lv 15:29 ). Era fácil comprar animales para el sacrificio fuera del templo; pero los animales que se ofrecieran tenían que ser sin defecto. Había inspectores oficiales de animales, y era de temer que, por lo que fuera, rechazarían los animales comprados fuera, y dirigirían a la persona a los puestos del templo.
Eso no tendría por qué causar un gran perjuicio si los precios hubieran sido iguales dentro y fuera del templo; pero un par de palomas podía costar 8 pesetas fuera del templo, y tanto como 150 dentro. Este era un abuso antiguo. Un cierto rabino, Simón Ben Gamaliel, era recordado con gratitud porque » había hecho que se vendieran palomas por monedas de plata en lugar de oro.» Está claro que había atacado un abuso. Además, estos puestos donde se vendían las víctimas se llamaban los bazares de Anás, porque eran propiedad privada de la familia del sumo sacerdote de ese nombre.
Aquí tampoco había por qué cometer abusos. Tiene que haber habido muchos comerciantes honrados y comprensivos. Pero los abusos se introdujeron rápida y fácilmente. Burkitt decía que «el templo se había convertido en el lugar de reunión de los mangantes,» la peor clase de monopolio comercial e intereses económicos. Sir George Adam Smith escribía: «En aquellos días, cada sacerdote tiene que haber sido un comerciante.» Por todas partes acechaban a los pobres y humildes peregrinos toda clase de peligros de explotación desvergonzada y fue esa explotación lo que puso al rojo vivo la indignación de Jesús.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
— entró en el Templo: No en el recinto interior del Templo, sino en uno de sus patios exteriores, al que tenían acceso también los no judíos.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Demostración en el templo (ver Mar. 11:11, 15-17; Luc. 19:45, 46). La naturaleza provocativa de la llegada de Jesús a la ciudad hizo paralelo con su llegada a la zona del templo. Era un lugar abierto enorme de 13.5 hectáreas, dentro de las cuales estaba el templo propiamente y sus edificios contiguos. En los pórticos que rodeaban esta área (pero no en el templo mismo) estaban los puestos de los que cambiaban el dinero para las ofrendas del templo y donde se vendían los animales para los sacrificios (incluyendo palomas). Estaban allí con el permiso de las autoridades sacerdotales y rendían un servicio útil, y aun necesario, para los peregrinos que llegaban de lejos. Sin embargo, todo este asunto se había salido de toda proporción, y el culto y la oración estaban siendo marginados por el comercialismo. El ataque violento de Jesús contra todos los involucrados (tanto compradores como vendedores) expresaba la convicción de Jesús de que el templo ya no cumplía el propósito para el cual había sido edificado.
Los observadores conocedores de las Escrituras hubieran recordado Mal. 3:1-4, y posiblemente Zac. 14:21. El Mesías estaba purificando el culto de la población en preparación del gran día del Señor. Esto, junto a la sanidad de ciegos y cojos, no sólo sirvió para provocar la aclamación popular, sino también el resentimiento oficial. Pero Jesús no ofreció ninguna disculpa y empeoró la situación justificando la gritería de la niñez que lo aclamaba como el Hijo de David citando el Sal. 8:2, ¡que trata de la alabanza de Dios!
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
ñ 945 Mar 11:15; Luc 19:45; Jua 2:15
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
el templo. Se refiere a un área muy extensa que incluía el santuario y distintos atrios. El incidente de expulsar a los mercaderes ocurre en el atrio de los gentiles.
cambistas. Estos hombres hacían grandes ganancias en el cambio del dinero extranjero al dinero aceptado en el templo. La crítica de Jesús no es del cambio en sí, sino de la excesiva cantidad que cobraban y la comercialización abusiva que profanaba la santidad del templo.
Fuente: La Biblia de las Américas
12 (a) vs.12-16: Mar_11:15-18 ; Luc_19:45-47 ; cfr. Jua_2:14-17
12 (b) Deu_14:25-26
12 (c) Lev_1:14 ; Lev_5:7 ; Lev_12:8
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
cambistas. La moneda corriente tenia que ser cambiada por el antiguo siclo hebreo o tirio, que era de un determinado peso y sin tacha, como ofrenda a Dios.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
En estos versículos se nos refieren dos acontecimientos de nuestro Señor que tienen un significado típico y figurado.
El primero es la visita da nuestro Señor en el templo. La casa de su Padre se encontraba en un estado que revelaba fielmente el estado de la iglesia judaica–todo en desorden, en confusión. El atrio de ese sagrado edificio era vergonzosamente profanado con especulaciones humanas. En su recinto se compraba y se vendía. Allí unos negociantes estaban prontos á suministrar á los judíos que venían de los países distantes las víctimas que necesitasen para sus sacrificios. Allá un cambista se sentaba y se mantenía listo para cambiar toda clase de dinero extranjero por la moneda corriente del país. Se tenían de venta becerros, carneros, chivos y palomas, como si el lugar fuese plaza de mercado. Se dejaba oír constantemente el retintín de las monedas, como si ese santo lugar fuese un banco ó una bolsa. He ahí el espectáculo que se presentó á las miradas de nuestro Señor. El lo contempló todo con santa indignación; «echó fuera todos los que vendían y compraban;» y «trastornó las mesas de los cambiadores.» No se le hizo resistencia alguna, porque todos sabían que tenía razón; ni se le hizo siquiera una objeción, porque todos tenían la convicción de que lo que estaba haciendo era reformar un abuso que se había permitido por el vil lucro. Qué mucho que dijera á los negociantes cuando salían del templo: «Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho..
Lo que nuestro Señor hizo entonces prefiguró lo que hará en su segundo advenimiento. Entonces purificará la iglesia visible á la manera que purificó el templo. Sí, la limpiará de toda cosa inmunda y perversa, y echará de su seno á los falsos discípulos. Las siguientes palabras de Malaquías merecen que se las mediten con frecuencia: «¿Y quién podrá sufrir el tiempo de su venida? O, ¿quién podrá estar cuando él se mostrará? Porque él será como fuego purgante y como jabón de lavadores.» Mal 3:2.
El otro suceso que llama la atención en estos ver sículos se refiere á la maldición que nuestro Señor pronunció contra la higuera. Se nos cuenta que, habiendo sentido hambre, se acercó á una higuera que había al lado del camino, más no encontró en ella nada sino hojas, y por esto le dijo que nunca jamas produjera fruto, cuya predicción se cumplió fielmente, pues luego la higuera se seco. Á este suceso no hay otro análogo en los Evangelios. Es casi la única vez que Jesús destruyó una de sus obras para enseñar una lección espiritual. Esa higuera marchita predicaba un sermón á los transeúntes.
Por una parte, era emblema de la iglesia judaica, tal cual existía cuando nuestro Señor estuvo en la tierra. Tenia su templo, sus sacerdotes, sus oficios diarios, sus fiestas anuales, sus Escrituras. Más debajo de tan verdinas hojas, no tenía fruto ninguno. No tenia ni fe, ni amor, ni humildad, ni espiritualidad, ni santidad, ni voluntad de recibir al Mesías. Joh 1:11. Por lo tanto, la iglesia judaica iba á marchitarse á semejanza de la higuera. Iba á ser despojada de todo su esplendor, y sus miembros serian esparcidos por toda la tierra. Jerusalén seria destruida; el templo seria quemado; los sacrificios diarios serian suprimidos. El árbol se marchitaría hasta la raíz. Y así sucedió en efecto.
Y ¿es esto solo lo que simboliza? ¿No están todas las ramas estériles de la iglesia de Cristo en peligro de marchitarse? Sin duda que sí. En tanto que el hombre se contente con lo que puede llamarse las hojas de la religión, es decir, con las meras exterioridades, su alma se halla en gran peligro. Los frutos, los frutos del Espíritu, son la única prueba de que estamos verdaderamente vinculados á Jesucristo y de que nos hallamos en el camino del cielo.
Fuente: Los Evangelios Explicados
→ Mal 3:1.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
g Mal 3:1.
21.12 Esta acción es distinta de Jua 2:13 ss.