Biblia

Comentario de Mateo 21:23 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 21:23 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

El llegó al templo, y mientras estaba enseñando, se acercaron a él los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le decían: —¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?

21:23 Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo — un comité o grupo oficial del Sanedrín o Concilio. Ahora empiezan los cinco debates principales entre Jesús y los líderes religiosos.

— se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad — Estos hombres augustos sí tenían autoridad, pues representaban la Corte Suprema del pueblo. Tenían a su cargo el control y regulación de los asuntos del templo. Tenían el derecho de pedir los credenciales de cualquier maestro. Tenían la obligación de probar a los que profesaban ser profetas (Deu 13:1-3; Deu 18:22). ¿Acaso querían estos líderes proteger al pueblo de un falso maestro? Desafiaron a Jesús, pues, que dijera al pueblo con qué autoridad El hacía “estas cosas” (aceptar la alabanza de los que clamaban que El era el Hijo de David, limpiar el templo, sanar gente, enseñar).

Estos líderes reconocían la gran influencia que Jesús tenía con la gente (Mar 11:18; Luc 19:48) y, sin duda, querían convencer al pueblo que Jesús obraba sin autoridad alguna. También, como siempre, le hacían preguntas con la esperanza de que pudieran acusarle de blasfemar.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

cuando vino al templo. Mar 11:27, Mar 11:28; Luc 19:47, Luc 19:48; Luc 20:1, Luc 20:2.

los principales sacerdotes. 1Cr 24:1.

¿Con qué autoridad haces estas cosas? Éxo 2:14; Hch 4:7; Hch 7:27.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

estas cosas se refieren a la entrada triunfal, la purificación del Templo, y la aceptación de la alabanza de los niños. Que los principales sacerdotes y los ancianos se opusieran al Señor Jesús ilustra el unificado antagonismo del Sanedrín. Sacerdotes, ancianos y escribas eran los tres grupos representativos de ese cuerpo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

estas cosas. Es decir, tanto su enseñanza pública como sus milagros. Ellos debieron haber tenido también en mente su acción de la limpieza del templo el día anterior (vea la nota sobre el v. Mat 21:12). ¿y quién te dio esta autoridad? Ellos se vieron obligados a admitir que Jesús tenía alguna fuente de indiscutible autoridad. Sus milagros fueron tan obvios y tan numerosos, que no podían considerarse fraudulentos. Inclusive su enseñanza tenía tal fuerza y claridad, que era obvio para todos que en sus palabras había autoridad (vea la nota sobre Mat 7:29).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

21:23 Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo — un comité o grupo oficial del Sanedrín o Concilio. Ahora empiezan los cinco debates principales entre Jesús y los líderes religiosos.
— se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad – Estos hombres augustos sí tenían autoridad, pues representaban la Corte Suprema del pueblo. Tenían a su cargo el control y regulación de los asuntos del templo. Tenían el derecho de pedir los credenciales de cualquier maestro. Tenían la obligación de probar a los que profesaban ser profetas (Deu 13:1-3; Deu 18:22). ¿Acaso querían estos líderes proteger al pueblo de un falso maestro? Desafiaron a Jesús, pues, que dijera al pueblo con qué autoridad El hacía “estas cosas” (aceptar la alabanza de los que clamaban que El era el Hijo de David, limpiar el templo, sanar gente, enseñar).
Estos líderes reconocían la gran influencia que Jesús tenía con la gente (Mar 11:18; Luc 19:48) y, sin duda, querían convencer al pueblo que Jesús obraba sin autoridad alguna. También, como siempre, le hacían preguntas con la esperanza de que pudieran acusarle de blasfemar.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA IGNORANCIA OPORTUNA

Mateo 21:23-27

Cuando Jesús entró en el recinto del templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se Le acercaron cuando estaba enseñando y Le dijeron:
-¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién es el que Te ha dado esa autoridad?
-Yo también os haré una pregunta -les contestó Jesús-, y si Me la contestáis, Yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas: ¿De dónde procedía el bautismo de Juan? ¿Era del Cielo, o de los hombres?
Ellos se pusieron a discutir entre sí, y se decían: «Si decimos que del Cielo, nos dirá que por qué no le creímos; y si decimos que de los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos consideran a Juan un profeta.» Así es que Le contestaron a Jesús:

No lo sabemos.
Y Jesús también les dijo a ellos:

-Pues tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Cuando pensamos en las cosas extraordinarias que Jesús había estado haciendo, no podemos sorprendernos de que las autoridades judías Le preguntaran qué derecho tenía para hacerlas. En aquel momento, Jesús no estaba dispuesto a darles la respuesta directa de que Su autoridad venía del hecho de ser Hijo de Dios. El hacerlo habría supuesto precipitar el fin. Había obras que todavía tenía que realizar; y enseñanza que tenía que impartir.

A veces requiere más coraje esperar el momento oportuno que lanzarse sobre el enemigo y precipitar el final. Para Jesús todo tenía que suceder en el tiempo de Dios. Y aún no había llegado la hora en que había de producirse el desenlace final de toda Su misión en el mundo.

Así que esquivó la preguntó de. las autoridades judías con otra pregunta propia qué los colocaba en un dilema. Les preguntó si el ministerio de Juan el Bautista era cosa del Cielo o de los hombres; si tenía un origen divino o meramente humano. Los que salieron al Jordán para bautizarse, ¿respondían a un impulso meramente, humano, o estaban de hecho reaccionando a un desafío divino? Ese era el dilema de las autoridades judías. Si decían que el ministerio de Juan procedía de Dios, no tenían más remedio que admitir que Jesús era el Mesías, porque Juan había dado un testimonio claro y terminante de ello. Y, si decían que el ministerio de Juan no procedía de Dios, tendrían que enfrentarse con la ira de la gente, que estaba convencida de que Juan era un mensajero de Dios.
Por un momento, los principales sacerdotes y los ancianos judíos guardaron silenció; y luego salieron con la respuesta más anodina de todas las respuestas posibles. Dijeron :«No lo sabemos.» Era la manera más lastimosa de confesar su falta de autoridad. Tenían la obligación de saber; era parte del deber del sanedrín, del que eran miembros, el distinguir entre los profetas verdaderos y los falsos; y estaban confesándose incapaces de distinguirlos. Su dilema los condujo a una vergonzosa autohumillación.
Aquí tenemos una sombría advertencia. Hay tal cosa como la cobardía de una ignorancia voluntariamente asumida. Si una persona consulta la conveniencia más que el principio, su primera pregunta no será: » ¿Dónde está la verdad?» sino: «¿Qué es lo menos arriesgado decir?» Una y otra vez su sumisión a la conveniencia la conducirá a un silencio cobarde. Dirá torpemente: » No sé la respuesta,» cuando la sabe perfectamente pero tiene miedo de darla. La verdadera pregunta no es: «¿Qué es lo menos peligroso que puedo decir?» sino: «¿Qué es lo que debo decir?»

La ignorancia del miedo de liberadamente asumida, el silencio cobarde de la conveniencia; son cosas vergonzosas. Si uno sabe la verdad, está obligado a decirla, aunque se le caiga el cielo enci1na.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Mat 7:29; Mat 9:6; Mat 28:18.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

“¿Con qué autoridad?” (ver Mar. 11:27-33; Luc. 20:1-8). Después de las acciones de provocación de Jesús, una reacción oficial era inevitable. Esta llegó de los principales sacerdotes y los ancianos, los oficiales responsables del templo, que constituían la mayor parte del Sanedrín. Jesús estaba, implícitamente, atribuyéndose una autoridad que amenazaba la supremacía de ellos y que él tendría que justificar si le fuera posible (cf. las demandas anteriores de tener una “señal”). Sin embargo, nuevamente rehusó involucrarse. Al contestarles con su pregunta acerca de Juan el Bautista los arrinconó muy eficazmente. Pero esto no era una evasiva ingeniosa, ya que infería una continuidad entre la misión de Juan y la de Jesús (como ya se ha indicado en 11:7-19; 17:11-13). Si Juan era verdaderamente el mensajero de Dios, lo que ellos no se atrevían a negar, entonces Jesús no era menos. Jesús continuó (31, 32) señalando los resultados del fracaso de ellos de responder a la misión de Juan, y por lo tanto a la de él.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

d 961 Mar 11:27; Luc 20:1

e 962 Éxo 2:14; Luc 20:2; Jua 2:18; Hch 4:7

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

los principales sacerdotes y ancianos del pueblo. Es decir, el Sanedrín, cuerpo oficial de gobierno de los judíos.

¿Con qué autoridad? La segunda pregunta: ¿quién te dio esta autoridad? , enfatiza la fuente del poder. Los líderes religiosos ponían en duda el derecho de Jesús para hacer esto; es decir, limpiar el templo (vers. 15– 18) y enseñar al pueblo el evangelio del Reino en el área del templo (Mr 11:18; cp. Lc 19:47; 21:37).

Fuente: La Biblia de las Américas

23 (a) vs.23-27: Mar_11:27-33 ; Luc_20:1-8

23 (b) Mat_26:55

23 (c) cfr. Éxo_2:14 ; Hch_4:7

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Esto da comienzo el martes de la Semana Santa.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

En efecto, Jesús rehúsa aceptar la reclamación que ellos hacen del derecho a examinarle.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Contienen estos versículos una conversación que tuvo lugar entre nuestro Señor Jesucristo y los principales sacerdotes y ancianos del pueblo. Esos enemigos encarnizados de todo lo santo habían observado la profunda sensación que se habia seguido á la entrada de Jerusalen y la purificación del templo, y bien luego se agolparon como enjambre de avispas en torno de nuestro Señor y buscaron pretextos para acusarle.
Es de notarse, en primer lugar, cuan dispuestos están los enemigos de la verdad á desconfiar de la autoridad de los que hacen á sus semejantes mayores bienes que ellos. Los príncipes de los sacerdotes no tenían nada que decir acerca de los preceptos de nuestro Señor; ni hicieron cargo alguno contra su conducta ó la de sus discípulos: lo único que disputaron fue su autoridad. »¿Con qué autoridad,» le preguntaron, «haces estas cosas ?.
Repetidas veces se ha hecho la misma acusación contra los siervos de Dios siempre que se han empeñado en contener el progreso de la corrupción eclesiástica. Es el arma de que siempre han echado mano los hijos de este mundo para impedir toda restauración benéfica, toda reforma. Poco les importa que algún humilde obrero de la viña del Señor pueda decir que el Espíritu ha efectuado por su conducta tantas conversiones. Nunca dejan de preguntar: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?.
Es de observarse, en segundo lugar, el tino extraordinario con que nuestro Señor contestó la pregunta que se le hizo. Sabiendo cuál era el intento con que se le hacia, replicó que El también les haría una pregunta, y que si se la contestaban, les diría entonces con qué autoridad hacia las cosas que habían visto. La pregunta era esta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo ó de los hombres?.
No se vaya á creer que esa fue una respuesta evasiva. Nuestro Señor dejó en realidad de ese modo contestada la pregunta de sus adversarios. El sabia que estos no se atreverían á negar que Juan el Bautista era un hombre enviado de Dios; y que una vez que concediesen esa verdad solo tendría que recordarles lo que Juan habia dicho respecto de El, es á saber, que era el Cordero de Dios que quitaba los pecados del mundo. Tan luego como reconociesen que Juan era enviado de Dios, tendrían que reconocer la divinidad de Jesús. Si el bautismo de Juan era del cielo, Jesús era el verdadero Cristo.
Es de observarse, en último lugar, cuan poderosos son los estímulos que Jesús ofrece á los que se arrepienten. Esto se sigue de la parábola de los dos hijos.
Habiéndoseles dicho á estos que fueran á trabajar en la viña del Señor, uno de ellos, á semejanza de los corrompidos publícanos, rehusó obedecer al principio, mas después se arrepintió y fue. El otro, á semejanza de los hipócritas fariseos, fingió que iría de buen grado, mas en realidad no fue. ¿Cuál de los dos,» preguntó nuestro Señor, «hizo la voluntad de su padre?» Aun sus mismos adversarios se vieron obligados á contestar que el primero.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo se complace en recibir á los pecadores. No desfallezcamos, pues, aunque hayamos sido grandes pecadores: si nos arrepentimos y creemos en Jesucristo no tenemos por que perder las esperanzas de la salvación. Animemos también á los demás á que se arrepientan. Jamás dejarán de cumplirse las siguientes palabras: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.» 1Jo 1:9.

Fuente: Los Evangelios Explicados

qué clase… Es decir, ¿mesiánica? ¿profética?; quién… Es decir, ¿Dios? ¿el sumo sacerdote?

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R740 En los vv. 23 y sigs., parece que ποίᾳ retiene su fuerza cualitativa: qué autoridad.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., El

Fuente: La Biblia de las Américas

Es decir, ¿mesiánica? ¿profética?

21.23 Es decir, ¿Dios? ¿el sumo sacerdote?

Fuente: La Biblia Textual III Edición