Comentario de Mateo 2:3 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó, y toda Jerusalén con él.
2:3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, (porque creía que el que había nacido «rey de los judíos» sería rival de su dinastía) y toda Jerusalén con él. — «Los familiarizados con la historia de Herodes el Grande en Josefo pueden comprender muy bien el sentido de estas palabras. En su cólera acerca de las rivalidades y celos en su familia hizo dar muerte a los dos hijos que había tenido con Mariamne… a la misma Mariamne, y a Antipater, otro hijo, y que había sido además su heredero, así como al hermano y a la madre de Mariamne… y al abuelo de Mariamne Juan Hircano» (ATR). El pueblo no se turbó por temor de que otro rey hubiera nacido, sino porque Herodes se turbó, pues sabían de sus crueldades cuando estaba agitado.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
se turbó. Mat 8:29; Mat 23:37; 1Re 18:17, 1Re 18:18; Jua 11:47, Jua 11:48; Hch 4:2, Hch 4:24-27; Hch 5:24-28; Hch 16:20, Hch 16:21; Hch 17:6, Hch 17:7.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
2:3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, (porque creía que el que había nacido «rey de los judíos» sería rival de su dinastía) y toda Jerusalén con él. — «Los familiarizados con la historia de Herodes el Grande en Josefo pueden comprender muy bien el sentido de estas palabras. En su cólera acerca de las rivalidades y celos en su familia hizo dar muerte a los dos hijos que había tenido con Mariamne… a la misma Mariamne, y a Antipater, otro hijo, y que había sido además su heredero, así como al hermano y a la madre de Mariamne… y al abuelo de Mariamne Juan Hircano» (ATR).
El pueblo no se turbó por temor de que otro rey hubiera nacido, sino porque Herodes se turbó, pues sabían de sus crueldades cuando estaba agitado.
Dios pudo haber enviado a los magos directamente a Belén, pero esto habría dejado a Jerusalén sin noticia del nacimiento de Jesús. Este anuncio sirvió para despertar el interés de la ciudad en el nuevo Rey nacido en Judea (HF).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL REY ASTUTO
Mateo 2:3-9
Cuando el rey Herodes se enteró de la noticia, se quedó muy preocupado, y lo mismo toda Jerusalén. Así es que convocó a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, y les preguntó dónde había de nacer el Ungido de Dios. Y ellos le dijeron:
-En Belén de Judasa, porque así está escrito en los profetas: «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos el menor entre los jefes de Judá; porque de ti saldrá un Pastor que apacentará a Mi pueblo Israel.»
Entonces Herodes citó en secreto a los sabios y los interrogó astutamente acerca de cuándo había aparecido la estrella. Luego los envió a Belén, diciéndoles:
-Id vosotros allá; y haced todo lo posible por descubrir lo que sea de ese Niño. Y cuando Le encontréis, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarle.
Después de esta entrevista con el rey, los sabios siguieron su camino.
Llegó a los oídos de Herodes la noticia de que habían llegado de Oriente unos sabios, y que estaban buscando a un Niño que había nacido para ser el Rey de los judíos. Cualquier rey se habría preocupado de la noticia de que había nacido un niño que iba a ocupar su trono. Pero Herodes se preocupó por partida doble.
Herodes era medio judío y medio edomita. Tenía sangre edomita en las venas. Se había hecho útil a los Romanos en las guerras y en los levantamientos de Palestina, y confiaban en él. Le habían nombrado gobernador en el año 47 a.C.; el 40 a.C. había recibido el título de rey; y su reinado se prolongó hasta el 4 a.C. Había ejercido el poder mucho tiempo. Se le llamaba Herodes el Grande, y en muchos sentidos merecía ese título. Fue el único gobernador de Palestina que consiguió mantener la paz e imponer el orden. Fue un gran constructor; fue el que construyó el templo de Jerusalén. Sabía ser generoso. En los tiempos difíciles reducía los impuestos para hacerle las cosas más fáciles al pueblo; y en el hambre del año 25 a.C. llegó hasta fundir su propia vajilla de oro para comprar trigo para el pueblo hambriento.
Pero había un fallo terrible en el carácter de Herodes. Era suspicaz hasta casi la locura. Siempre había sido suspicaz; y cuanto más viejo se hacía, también se hacía más suspicaz hasta que, en su vejez, era, como dijo alguien, » un viejo asesino.» Si sospechaba que alguien pudiera ser su rival en el poder, eliminaba a esa persona a toda prisa. Asesinó a su esposa Mariamne y a su madre Alejandra. Su hijo mayor, Antípater, y otros dos de sus hijos, Alejandro y Aristóbulo, también fueron asesinados por orden suya. Augusto, el emperador romano, había dicho amargamente que estaba más a salvo un cerdo de Herodes que un hijo de Herodes. (Este dicho resulta todavía más epigramático en griego, porque hus es la palabra para cerdo, y hyiós es la palabra para hijo). Algo de la naturaleza salvaje, amargada y retorcida de Herodes se puede ver en los preparativos que hizo cuando veía cerca la muerte. Cuando tenía setenta años, sabía que se iba a morir. Se retiró a Jericó, la más encantadora de todas sus ciudades. Dio órdenes para que se hiciera una recolección de los ciudadanos más distinguidos de Jerusalén, que los arrestaran con acusaciones amañadas y los metieran en la cárcel. Y dio orden de que en el momento en que él muriera, los mataran a todos. Dijo sarcásticamente que se daba cuenta de que nadie lloraría su muerte, y estaba decidido a que se derramaran lágrimas cuando él muriera.
Está claro lo que un hombre así sentiría cuando le llegó la noticia de que había nacido un Niño que estaba destinado a ser Rey. Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él porque Jerusalén sabía muy bien los pasos que daría Herodes para comprobar esa noticia y eliminar a ese chico. Jerusalén conocía a Herodes y temblaba esperando su inevitable reacción.
Herodes convocó a los principales sacerdotes y los escribas. Los escribas eran los expertos en las Escrituras y en la Ley. Los principales sacerdotes formaban un grupo que consistía en dos clases de personas. Por una parte, los ex-sumo-sacerdotes. El sumo-sacerdocio estaba confinado a muy pocas familias. Eran la aristocracia sacerdotal, y los miembros de estas familias selectas se llamaban los principales sacerdotes. Así que Herodes convocó a la aristocracia religiosa y a los principales teólogos de su tiempo, y les preguntó dónde, según las Escrituras, había de nacer el Ungido de Dios. Ellos le citaron el texto de Mi 5:2 . Herodes mandó buscar a los sabios, y los envió por delante para que hicieran una investigación diligente acerca del Niño que había nacido. Dijo que él igualmente quería ir y adorar al Niño; pero su único deseo era matarle.
Tan pronto como nació Jesús vemos a los hombres agrupándose en los tres partidos que aparecerán siempre en relación con Jesucristo. Consideremos sus tres reacciones.
(i) Tenemos la reacción de Herodes, la reacción del odio y la hostilidad. Herodes tenía miedo de que este Niño pudiera interferir en su vida, su posición, su poder, su influencia; y por tanto, su primer instinto fue destruirle.
Todavía hay personas que destruirían de buena gana a Jesucristo, porque ven en El al Que interfiere en sus vidas. Quieren hacer lo que les plazca, y Cristo no les dejará; así que querrían matarle. La persona cuyo único deseo es hacer lo que le venga en gana no necesita para nada a Jesucristo. El cristiano es el que ha dejado de hacer lo que quiere para dedicar su vida a hacer lo que Cristo quiere.
(ii) Tenemos la reacción de los principales sacerdotes y los escribas, la reacción de una indiferencia total. No les importaba lo más mínimo. Estaban tan inmersos en el ritual de su templo y en sus discusiones legales que pasaban completamente de Jesús. No les decía nada.
Todavía hay personas que están tan interesadas en sus propios asuntos que Jesucristo no les dice nada. Todavía se puede hacer la entrañable pregunta del profeta: «¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino?» (Lm 1:12 ).
(iii) Tenemos la reacción de los sabios, la reacción de piadoso servicio, el deseo de poner a los pies de Jesucristo los dones mas nobles que pudieran aportar.
Sin duda, cuando uno se da cuenta del amor de Dios en Jesucristo, también se pierde como ellos en admiración, alabanza y adoración.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Herodes, se turbó. Herodes tenía miedo de que Jesús lo reemplazara como rey. El era tan celoso de su trono que mató aun a tres de sus hijos por miedo a que lo destronaran.
Fuente: La Biblia de las Américas
B439 El participio ἀκούσας tiene un sentido causal: porque el rey Herodes oyó esto.