Comentario de Mateo 23:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos,

23:1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: — Habiendo contestado las preguntas capciosas de sus detractores, exponiendo su ignorancia de las Escrituras que enseñaban (a su modo), y habiéndoles hecho una pregunta sobre el Hijo de David que ellos no podían contestar, ahora delante de todos El comienza a denunciar el carácter depravado de ellos.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Mat 15:10; Mar 7:14; Luc 12:1, Luc 12:57; Luc 20:45.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús exhorta contra el mal ejemplo de los escribas y los fariseos, Mat 23:1-4.

Sus discípulos deben de tener cuidado de su ambición, Mat 23:5-12.

Denuncia la hipocresía y su ceguera de los líderes religiosos, Mat 23:13-33,

Y profetiza de la destrucción de Jerusalén, Mat 23:34-39.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Las sinagogas tenían una silla oficial llamada la cátedra de Moisés (Luc 4:20).

los escribas eran copistas oficiales de las Escrituras y también eran maestros de la Ley (Mat 7:29Mat 8:19).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 23.
M ateo inserta en el capítulo 23 todo un largo discurso de Cristo contra los fariseos. Lebreton dice de él: “Es el discurso más terrible de todo el Evangelio.” 1 Con él comienza el “quinto gran discurso de Cristo” en su Evangelio.
Su situación histórica en el capítulo 23 de Mt corresponde a los últimos días, última semana, de la vida de Cristo.
Después del “cursus” con que Mt fue desarrollando diversas luchas de fariseos contra Cristo, se pone ahora una “respuesta” de Cristo, “sistematizada,” sobre ellos, y que sirve de pórtico a su pasión y muerte, a donde ellos le llevan.
Mc (12:38-40) y Lc (20:46-47) ponen algún pequeño resumen – alguna sentencia – solamente de la primera parte del mismo – de tres y dos versículos, respectivamente -, y en la misma situación histórica lo insertan los tres, inmediatamente después de narrar la cuestión sobre los orígenes del Mesías.
Pero Lc refiere prácticamente este discurso, por contenido y extensión, en otro contexto y en otra situación histórica completamente diferente (Luc 11:37-54).
Manifiestamente hay una “sistematización” de diversos dichos de Cristo contra los fariseos, algunos procedentes de otros momentos de la larga lucha de éstos contra Cristo. Y hasta alguno pudiera estar muy matizado, si no redactado, por el evangelista o su “fuente” (v.10), ausente en los otros sinópticos, aunque conforme al espíritu de la doctrina de Cristo y al estilo de estas afirmaciones. Por otra parte, aunque en momentos distintos, era una necesidad descubrirlos para prevenir así a sus discípulos sobre su obra.
G. Bornkamm, partiendo de los v.1-3, ha hecho notar que este capítulo ha nacido en una iglesia en fuerte discusión con los jefes del judaísmo. Se advierte – en su actual redacción – que responden a una iglesia judeo-cristiana que podría seguir simultáneamente la enseñanza de los catequistas cristianos y la de los escribas. Parece estar a punto la ruptura definitiva entre cristianismo y judaísmo l .
Así explica Mt a su iglesia el porqué de la muerte de Cristo.

Se describe el carácter de los fariseos y se exhorta a huirles,Luc 23:1-12.
1 Entonces Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos, 2 diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3 Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen. 4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con un dedo hacen por moverlas. 5 Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos; 6 gustan de los primeros asientos en los banquetes, y de las primeras sillas en las sinagogas, 7 y de los saludos en las plazas, y de ser llamados por los hombres “rabí.” 8 Pero vosotros no os hagáis llamar “rabí,” porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. 9 Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni os hagáis llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, Cristo. 1l El más grande de vosotros sea vuestro servidor. 12 El que se ensalzare será humillado, y el que se humillare será ensalzado.

Esta primera parte del discurso la dirige Jesús a las turbas que escuchaban y a sus discípulos (v.l).
Una primera enseñanza que Cristo quiere destacar, a pesar de esta censura de los escribas y fariseos, es que éstos “se sentaron en la cátedra de Moisés.” Esta expresión tuvo un doble sentido. Conforme al uso de la expresión rabínica, “estar sentado en la silla de alguno” significa ser sucesor, tener el derecho de enseñar con su poder. En época posterior, la expresión “cátedra de Moisés” vino a significar la sede de mayor honor que había en las sinagogas, destinada al que presidía 2.
Los escribas y muchos de los fariseos dedicados al estudio de la Ley eran los doctores “oficiales” de Israel. Tenían una larga preparación y lograban el título oficial de rabí en una ceremonia no bien conocida y mediante la imposición de manos. Así, ellos se creían llegar por esta cadena ininterrumpida hasta el mismo Moisés, de quien recibieron la tradición, la custodia de la Ley y el poder de enseñar. Considerados como los doctores “oficiales” de Israel, tenían un poder, y éste había que respetarlo. Por eso Jesucristo dirá de ellos, en cuanto transmisores de esta doctrina, no en cuanto alteradores de ella y de sus principios (cf. v.4): “Haced, pues, y guardad lo que os digan,” pues es la doctrina de la Ley, pero “no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen.” Era una de las grandes responsabilidades del fariseísmo: destruir con su mal ejemplo lo que enseñaban con autoridad oficial. De este tipo de personas se dice en la literatura rabínica, en el Midrash sobre el Levítico: “El que enseña y no hace, le valía más no haber nacido.” 3
Pero no sólo no cumplían lo que enseñaban, sino que hacían una obra perniciosa en la guarda o en la precaución por la observancia de la misma Ley en otros. La cargaban de una serie de minuciosidades y reglamentaciones preventivas, que hacían aborrecer la misma Ley: la hacían “insoportable.” Bastaba recordar sus prescripciones, ridículas, sobre las “lociones” de manos, vasos, alimentos, comidas y hasta de los mismos lechos del triclinio; o el “camino del sábado,” o sobre la pureza o impureza, diezmos, etc.; en una palabra, toda la casuística rabínica. La construcción rabínica en torno a la Ley es un cercar y aprisionar la misma Ley; y en lugar de ser preventiva para su cumplimiento, era una legislación casuística que sólo hacía odiarla. Nunca mejor que aquí la sentencia de que la “letra mata.” La casuística rabínica anulaba el mismo espíritu de la Ley.
La perspectiva en que se desenvuelve la primera parte de este pasaje es el “poder” que tenían de doctores; pero no se considera ni aprueba, por tanto, la equivocación en tantas cosas de su exégesis sobre la Escritura.
Reconocido este “poder,” se va a poner al descubierto el espíritu postizo y material que ponían en ciertas obras externas. La descripción de esas exterioridades farisaicas es dura. En cada apartado se dan los lugares “paralelos,” lo mismo que, por razón de homogeneidad, se comentan aquí algunos elementos que no trae Mt.
1) “Ensanchaban sus filacterias (φυλαχτήρια) y alargaban los flecos” (κράσπεδα). Las “filacterias” es traducción griega que significa “custodias,” mientras que en el arameo talmúdico (tephillím) significa “oración,” por el uso de estas “filacterias,” especialmente durante la oración.
En el Pentateuco (Exo 13:9-16) se leía de los preceptos de la Ley: “átatelos a tus manos, para que te sirvan de señal; póntelos en la frente entre tus ojos” (Deu 6:8). Y lo que era una recomendación metafórica, se hizo por los rabinos una realidad material. Se escribían las palabras de la Ley en membranas, se metían en pequeñas cajitas y se las ataban con tiras de cuero al brazo izquierdo, y se sujetaba también esta cajita en la frente. Se las usaba por los piadosos “materialistas” judíos, que las llevaban a veces a todas horas, pero especialmente en las horas de oración 4.
Mas los fariseos, para aparentar ser más piadosos, llevaban estas “filacterias” mucho más “anchas” que los demás judíos, precisamente para llamar la atención sobre ellos y aparentar así ser más religiosos que los demás. Ni parece que fuese ajeno a ello cierto sentido de superstición, al venir a considerárselo con un cierto valor de amuleto 5.
Por esto mismo “alargan los flecos.” Estos flecos, que el texto griego llama κράσπεδα (extremidades), responden al término hebreo tsitsith. Se leía también en la Ley que se pusieran “flecos en los bordes de sus mantos, y aten los flecos de cada borde con un cordón color de jacinto” (Num 15:38), que se pondrían “en las cuatro puntas del vestido” (Deu 22:12), para que les recordase el cumplimiento de todos los mandatos de Yahvé. Esto que se consideraba una práctica piadosa, hacía que los fariseos, por hacer alarde de su piedad, las “alargasen.”
2) Mc (Deu 12:38) y Lc (Deu 20:46), no así Mt, aunque lo supone, destacan en el lugar paralelo otro aspecto de la conducta ostentosa de los escribas. Les “gusta dar vuelta en su paseo vestidos de túnicas largas” y amplias, sin duda para llamar la atención, por su gravedad, en este lento pasear y ser así “saludados en las plazas.” Detalle este último que también recoge Mt (v.7a). Este tipo de plaza o “ágora,” en la antigüedad, no era un lugar aislado, sino que era el centro social de la ciudad; allí iban para recibir los “saludos” de las gentes, que veían en ellos a los estudiosos de la Ley y los sucesores de Moisés. Es lo que recoge Mt; el ser “llamados por los hombres rabí” (Mt v.7b).
El título de rabí – ”maestro mío” – era el título más codiciado por ellos y con el que los judíos solían llamar a sus doctores. Tal era el ansia que tenían de ser saludados con este título, que llegaban a enseñar que los discípulos que no llamaban a su maestro por el título de rabí provocaban la Majestad divina a alejarse de Israel 6. En otra ocasión les dirá Jesucristo: “¿Cómo vais a creer vosotros, que recibís la gloria unos de otros y no buscáis la gloria que procede del único?” (Jua 5:44). Nada era comparable para un escriba como el ser citado por otro rabí como una autoridad que fijase, en su cadena de autoridades, un punto o un elemento más de interpretación de la tradición y la doctrina 7.
3) Otra de las ambiciones de los escribas y fariseos era la de “gustar de los primeros asientos en los banquetes y de los asientos preferentes en las sinagogas” (Mt; cf. Mar 12:39; Luc 20:46). Jesucristo contará en una parábola cómo no se deben buscar en un banquete los primeros puestos – reflejando, sin duda, este medio ambiente -, sino los últimos, no vaya a ser que, ante todos los comensales, sea uno invitado a dejar el puesto a otro más digno (Luc 14:7-11).
Se sabe por textos del siglo ni (d.C.) que en las asambleas se daban los puestos por razón de la edad; pero también por razón de la dignidad del personaje, v.gr., de su sabiduría. Como estos puestos por motivos de dignidad eran mucho menos frecuentes que los que se asignaban por razón de la edad, de ahí que la ostentación y vanidad de los fariseos quisiese que en los banquetes se les asignase a ellos estos primeros puestos.
En las sinagogas se sabe tan sólo que los “ancianos” (zeqaním) estaban sentados cara al pueblo y con su espalda vuelta a la teba o armario que contenía los rollos de la Escritura 8. Y también estos puestos eran reclamados por los fariseos. Era un ansia desmedida, infantil y casi patológica de vanidad y soberbia.
4) Un cuarto síntoma de su vida hipócrita la da el mismo Jesucristo. No lo trae Mt, pero lo recoge Mc (Luc 12:40) y Lc (Luc 20:47b). Este lo describe así: Los escribas, mientras devoraban las casas de las viudas, simulan y hacen ostentación de largas oraciones.
Josefo, fariseo, cuenta que los fariseos tenían un gran ascendiente sobre el sexo femenino porque se les creía muy piadosos 9. Con su conocimiento del derecho y con su astuta piedad, “devoraban” los bienes de las “viudas,” gente, generalmente, sin defensa (Exo 22:22; Deu 10:18; Deu 14:29; Deu 16:11.14; Deu 24:17, etc.). Era algo contra lo que clamaban los profetas. O acaso les “devoraban” los bienes a cambio de promesas de largas oraciones, conque les prometerían abundancia de bienes espirituales, logrados por ellos, que estaban tan cerca de Dios. Y hasta acaso les sugiriesen, con el dicho rabínico, que “largas oraciones dan larga vida.” 10
La “simulación” de sus largas oraciones es un caso concreto de su afectada piedad, de la que se habla ya en el Talmud, haciéndose una clasificación sarcástica de siete tipos de fariseos desde el punto de vista de esta falsa piedad 11.
Toda esta conducta farisaica, demasiado clara en su significado, queda terminantemente estigmatizada por Jesucristo en una frase terrible: “Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres” (Mt v.5a).
Naturalmente, Jesucristo no condena a todos los escribas y fariseos, de los que varios son citados en el mismo Evangelio como personas rectas; se ataca a la corporación, al grupo, y, sobre todo, al espíritu que ordinariamente inspiraba a esta agrupación.
Frente a este orgullo desmedido de ser tenidos en algo, Jesucristo dirá a los suyos que no obren así (Mt). Y toma como ejemplo concreto lo que era para los fariseos su meta suprema: el ser estimados y tenidos como rabís. Los discípulos de Cristo no deben querer ser llamados ni “rabí,” ni “padres,” ni “doctores.” Estas expresiones vienen a ser sinónimas. Su triple repetición es uno de los casos clásicos de “sinonimia” hebrea; al menos los matices diferenciales en ellos son mínimos. Además, el pensamiento está expresado en la forma hiperbólica de los fuertes contrastes semitas, para producir efecto por “acumulación.”
Ante esta ansia farisaica desmedida de hacerse llamar “rabí,” ellos – ¿quiénes? luego se dirá – no deben hacerse llamar “rabí.” ¿Por qué? Porque uno solo es “vuestro Maestro.” Todo magisterio religioso tiene por fuente y maestro absoluto a Dios. Ante este Maestro, todos los demás son iguales: “y todos vosotros sois hermanos.” ¿Por qué esta ansia de diferencia de los otros, que son “hermanos,” que son iguales, frente al único y pleno magisterio, que es de donde lo reciben todos? El “rabí” no es dueño de la doctrina que trasmite. También aquí se ha de cumplir lo que San Pablo dirá de los apóstoles de Cristo: “Es preciso que los hombres vean en vosotros ministros de Dios y dispensadores de los misterios de Dios” (1Co 4:1); y cuando el ministerio y “magisterio” se valora en función de Dios, el hombre no se lo apropia y vuelca sobre sí, como hacían los fariseos. Así decía sobre 180 (d.C.) rabí Ismael bar José: “No te consideres como único juez; uno solo es nuestro juez, Dios” 12. No niega Cristo el magisterio religioso, sino que expresa, con fuerte hipérbole oriental, la actitud de los maestros ante el Maestro.
También les dice que no se hagan llamar “padres.” Es título honorífico que está, fundamentalmente, en la misma línea de “rabí.” En un principio, el título de “padres” quedó reservado a los patriarcas. Pero posteriormente el título de “padre” vino a ser título honorífico reservado a los rabís más distinguidos, e incluso dado a algunos personajes especialmente distinguidos. En el Talmud hay un tratado que se titula precisamente “Sentencias de los padres” (Pirqé Aboth), y que son las decisiones de los grandes maestros. Y se lee en el mismo Talmud lo siguiente: “Cuando el rey Josafat veía un discípulo de los escribas, se levantaba de su trono, lo abrazaba, lo besaba y le decía: “Padre mío, padre mío” (abí, abí), “maestro mío, maestro mío” (rabbí, rabbi), “mi señor, mi señor” (man, man) I3.
Jesucristo dirá que a nadie llamen “padre” sobre la tierra, y con lo cual, evidentemente, no quiere negar el que se dé a los progenitores el nombre de padres (Mat 12:49), porque “uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos.”
En ningún lugar era tan decisiva la autoridad de los “padres” como en Israel. Ellos interpretaban y fijaban, ante las gentes, la doctrina religiosa. Por eso les daban este título, porque les ponía en la línea de los maestros excepcionales de Israel y les acarreaba la suprema estimación. Pero esto mismo es lo que no quiere Cristo que se haga. Pues sólo uno, Dios, es la fuente de toda la verdad religiosa. Otra vez los “padres” tienen que ser sólo “administradores” de los tesoros religiosos.
Por último, les dice que no se hagan llamar “doctores,” porque “uno solo es vuestro doctor, Cristo.”
El sentido de la expresión griega “doctores” (χαθηρηται) es discutido. Para unos significa, etimológicamente, “conductor,” “director,” y habiéndose ya antes expresado el concepto de maestro, o director intelectual, con esta expresión, cuyo equivalente también “existe en el arameo judío,” se indicaría ser “director espiritual de la vida moral y religiosa” 14. Pero esto no es nada probable, pues la repetición es muy del estilo oriental, y, de hecho, el concepto de rabí como director intelectual de Israel en nada se distingue del concepto de “director de la vida moral y religiosa.” Otros consideran como probable que este v.10 no sea otra cosa que un “duplicado” del v.8, puesto que no se ve una palabra aramea que responda propiamente a ésta 15. Algunos la hacen equivalente a “señor.” Precisamente en el texto del Talmud poco antes citado se lee que el rey Josafat se levantaba de su trono para saludar a un discípulo de los fariseos, y le decía: “maestro mío” (rabí), “padre mío” (‘abí) y “señor mío” (marí). No sería nada improbable que esta forma griega responda al título de “señor.”
Por último, Jesucristo dará positivamente la norma general de conducta, la actitud del espíritu que ha de tenerse o que ha de haber en aquellos que tienen puestos de magisterio o jerarquía. Así les da la norma: “El más grande entre vosotros deberá ser como vuestro servidor.” No se niega la jerarquía, pues abiertamente se reconoce cómo debe comportarse “el mayor entre vosotros,” lo que es reconocerla, sino lo que se enseña es cómo ha de conducirse y cuál ha de ser la actitud del espíritu que han de tener los que tienen esos puestos: “Ser como un servidor” (διάχο-νος). Es la gran doctrina de la humildad en los puestos y la jerarquía como “servicio,” ya ampliamente expuesta por Jesucristo en otra ocasión (Mat 20:25-28; Mar 10:42-45).
Advirtiendo, como regla general, que todo ello queda encuadrado en una norma de la providencia de Dios, que es ésta: “El que se ensalce será humillado, y el que se humillare será ensalzado” (Mt). Norma proverbial que los evangelios recogen en varios casos (Luc 14:11; Luc 18:14), y que Jesucristo debió de repetir, como uno de esos temas centrales, en varias ocasiones. Y que siempre era oportuno en las iglesias cristianas a la hora de la composición de los evangelios.

Siete anatemas contra los fariseos,Luc 23:13-33 (Luc 11:44-52).
Esta segunda sección del discurso de Cristo son siete amenazas contra los fariseos y escribas por siete aspectos de su hipocresía. La estructuración de ellas con el número 7, tan del gusto de Mt, hace ver el artificio selectivo de las mismas. Faltan en Mc.
En Lc hay tres contra los “fariseos” y tres contra los “escribas.” Se explicaría mal por una dependencia literaria de un documento común. Debe de tener más interés la consideración de una transmisión oral, junto con los medios de Mt-Lc – iglesias – en que se mueve especialmente Mt.

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros ni permitís entrar a los que querían entrar. l4/15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito, y, luego de hecho, lo hacéis hijo de la gehenna dos veces más que vosotros! 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Si uno jura por el templo, eso no es nada; pero si jura por el oro del templo, queda obligado! 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué vale más, el oro o el templo, que santifica el oro? 18 Y si alguno jura por el altar, eso no es nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre él, ése queda obligado. 19 Ciegos, ¿qué es más, la ofrenda o el altar, que santifica la ofrenda? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él y por lo que está encima de él. 2’ Y el que jura por el templo, jura por él y por quien lo habita. 22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino, y no os cuidáis de lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe! Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto. 24 Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello. 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por defuera la copa y el plato, que por dentro están llenos de rapiñas y codicias. 26 Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato, y limpíalo luego también por fuera. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicias! 28 Así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y adornáis los monumentos a los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido nosotros en tiempos de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas. 31 Ya con esto os dais por hijos de los que dieron muerte a los profetas. 32 Colmad, pues, la medida de vuestros padres. 33 Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna?

1) v.13. Los fariseos, y sobre todo los escribas y doctores de la Ley (Luc 11:52), siendo “oficialmente” los transmisores e intérpretes de la Ley, eran los que tenían la “llave” de la misma (Luc 11:52), y al no reconocer a Cristo como Mesías, al que señalaban las Escrituras, a las que El mismo para reconocerle les remitía (Jua 5:45b-47), lo mismo que a sus milagros (Jua 8:18; Jua 10:25b; Mat 16:3b); y al seguir a los fariseos las turbas, casi ciegamente, como a sus dirigentes religiosos, se seguía naturalmente, el que ellas viniesen a rechazar a Cristo como Mesías, siendo la culpa de ellos, como directores responsables. Con su “llave” cerraban, en lugar de abrir, como era su misión “oficial,” a las turbas su ingreso en el reino mesiánico de Cristo, y hasta le preparó la muerte y movieron a las “turbas” a pedirla (cf. Mat 27:20-25).
El v.14, en que se anatematiza a los fariseos por devorar las casas de las viudas y simular largas oraciones, se considera, casi unánimemente, por los críticos como una interpolación proveniente de Mar 12:40 16.
2) v.15. Es la censura de la obra del apostolado de los fariseos. No sólo impedían el ingreso en el reino mesiánico, sino que ellos se dedicaban a ejercer un apostolado de “prosélitos” fuera del judaísmo. Se sabe cómo, por influjo de un judío palestino llamado Eleázaro, toda la familia real de Adiabene, sobre el 50 de nuestra era, se hizo judía 17, así como otros casos de personas nobles e importantes, tales como el tesorero de la reina de Candace (Hec 8:26ss) y de otros emparentados con Agripa II 18. Los mismos autores paganos acusan, sarcásticamente, al judaísmo de la “diáspora” de su propaganda y coacción 19. En Antioquía de los Seléucidas fue tal el número de los “prosélitos” judíos, que constituían como un apéndice a la comunidad judaica local20. Y en Damasco, la casi totalidad de las mujeres de la ciudad, en una época, pasaron al judaísmo 21. Rabí Isaac bar Nahman cuenta de un hombre que adquirió toda una localidad habitada por esclavos paganos para convertirlos al judaísmo, pero ellos lo rechazaron 22. Y hasta se sabe que en Palestina se coaccionaba más fuertemente que en la ”diáspora” 23. San Pablo en sus viajes encontrará, junto a la comunidad judía, grupos de “prosélitos” (Hec 10:2.22; Hec 13:5.16-Hec 26:43; cf. 16:14; 17:4.7; 18:7) del judaísmo 24, y San Pablo mismo fue un buen ejemplo de esto antes de su conversión (Hec 9:1.2.14, etc.).
Con ese proselitismo, lo que lograban los fariseos era hacer de hecho “hijo de la gehenna” (infierno) al que se incorporaba al judaísmo farisaico. El fariseo que ganaba a un “prosélito” y le infundía su espíritu lo abocaba al infierno al separarlo de Cristo Mesías. Y lo hacía “hijo de la gehenna” aún más que él: “dos veces más que vosotros.” Era la reacción natural del “novicio judío 25; ser aún más celoso de la Ley, y un judío postizo, pero más fanatizado que los mismos judíos. San Justino, en su Diálogo con el judío Trifón, cuenta que un judío “prosélito” blasfema de Cristo el doble que un judío de sangre. Y esto sin tener en cuenta que la mayor parte de los “prosélitos” eran conversiones aparentes, que traían al judaísmo gentes pésimas. El mismo Talmud llega a decir que los “prosélitos” eran una enfermedad en Israel. Y los presenta como un obstáculo a la venida del Mesías 26.
3) v.16. En esta tercera censura llama a los fariseos “guías ciegos.” No en vano la censura va a ellos como jefes y directores espirituales del judaísmo popular.
Esta censura va contra el abuso del “juramento” y sobre las diversas fórmulas acerca del mismo. Se juraba por todo; por Dios, por el cielo, por el Poder (el Todopoderoso), por el templo, por el altar, por el servicio del templo, etc. 27. Esto se prestaba a grandes abusos y a la irrespetuosidad más flagrante. Como con el principio que para ellos regía esta práctica, se metía la praxis de la vida en una red de complicaciones que la hacían imposible, luego para salir de ellas se inventaron un código sutil de dispensas. El Talmud tiene dos tratados sobre toda esta mecánica: el Nedarim sobre los “votos” y el Shebuoth sobre los “juramentos.” Ya Cristo había censurado todo esto en el sermón de la Montaña. Allí se remite para el complemento de este tema. Cf. Comentario a Mat 5:33-37. El abuso que Cristo censura a este propósito era claro.
Se lee: “Si alguno formulaba un voto diciendo: Por la Ley, el objeto sobre que se hizo el voto queda libre de obligación, porque solamente se tuvo en cuenta la santidad de la Ley, que no incluye prohibición; pero si se ha dicho: “Por los preceptos que están escritos en ella (en la Ley),” la prohibición obliga, porque entonces se han tenido en cuenta los sacrificios que en ella se anuncian.” 28
Es en este ambiente y en esta casuística en la que Jesucristo va a censurar a los fariseos por sus métodos y su moral del juramento y de los votos. Se utilizaban como juramentos: “Sea para mí como el cordero (probablemente del sacrificio cotidiano), como las cámaras (del templo), como las maderas (del templo), como los fuegos (de los sacrificios del templo), como el altar 29. Los pasajes de Cristo no aparecen registrados en el Talmud. Puede ser que no se registrasen todos o que Cristo los hubiese libremente fijado para destacar más la falta de moral ante el grafismo de lo sagrado.
Así, el que jurase “por el templo,” o “por el altar” de los holocaustos, o “por el cielo,” no quedaba obligado a nada.
Pero si jura “por el oro del templo,” sí. Por el oro del templo podría entenderse el oro que revestía el “sancta sanctorum,” o el candelabro de oro, o la mesa de oro de los “panes de la proposición,” en cuanto estaba más directamente al servicio de Dios, aunque podrían ser también exvotos dados al templo, en cuanto que eran cosas consagradas directamente a Dios. O si se jura “por la ofrenda que está sobre el altar” de los holocaustos, entonces el voto hecho tenía validez, pues, siendo cosas consagradas a Dios, quedaba incluido en ellas el mismo Dios. Y así la promesa se hacía al mismo Dios.
Todo esto quedaba encuadrado en la casuística rabínica, conforme al pasaje antes citado del tratado Nedarim, del Talmud 30. Es ello el mismo espíritu y la misma ilógica conclusión que se incluye en esta argumentación presentada por Cristo.
Por eso les hará ver el materialismo ritualista y casuista de esta actitud rabínica, que ahoga y va en contra del mismo espíritu del juramento o voto y de la misma ley natural.
Es por lo que son “hipócritas,” porque, si vale el juramento hecho “por el oro del templo” o “por la ofrenda que está en el altar,” tiene que valer el juramento hecho “por el templo” y “por el altar” o “por el cielo,” porque son precisamente el templo y el altar los que hacen ser “santos” a ese oro que decora el templo y a esa ofrenda que se pone sobre el altar, que es, por su misma naturaleza, santo. Lo mismo que el que “jura por el templo, jura por él y por quien lo habita.” Lo mismo que el que jura “por el cielo – que es “el trono de Dios” (Mat 5:34) – jura por el trono de Dios y por el que en él se sienta.”
Hasta esta sutileza de laxismo llegaba la casuística de los escribas y fariseos, quienes así jugaban con el “espíritu” más santo en las cosas sagradas, y podían ejercer ellos, como intérpretes de la casuística por ellos establecida, el monopolio de las conciencias y de su influencia y prestigio. Y tan divulgado estaba, que llegó a trascender, a los paganos, con el consiguiente desprecio para ellos31.
4) v.23.24; cf. Luc 11:42. La cuarta censura que Cristo dirige a los fariseos es por su hipocresía en hacer que se paguen “diezmos” por cosas tan mínimas como la “menta, el anís y el comino,” y no se “cuidan,” en cambio, de “lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe.”
La Ley preceptuaba el pago de los “diezmos” de los animales y de los productos de la tierra (Lev 27:30-33; Deu 14:22ss). Los rabinos llevaban esto con ostentación escrupulosa. Se dice en el Talmud: “Si alguno desgrana una espiga de cebada, puede comer los granos uno a uno sin ‘diezmo’; pero si los recoge en su mano, debe pagar el diezmo”; añadiéndose: “Todo lo que se come, y conserva, y crece en el suelo, está sometido a diezmos” 32. Así pagaban o diezmaban escrupulosamente la “menta,” el “hinojo,” el “comino,” la “ruda” (Lc) y “todas las legumbres” (Lc).
La enseñanza doctrinal de Cristo es clara: ante esta escrupulosidad para cosas tan mínimas, debería ello ser exponente de una escrupulosidad mayor para las cosas fundamentales. Pero no era así en los fariseos. Hacían estas cosas “para ser vistos de los hombres” (Mt v.5). Por eso omitían lo que era esencial, pero que podía pasar más inadvertido a los ojos de los hombres. Y esto era descuidar “lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe” (Mt). Lo cual Lc lo sistematiza en que descuidan “la justicia y el amor de Dios.” La práctica de sus “diezmos” era, pues, pura hipocresía. “Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto” (Mt-Lc). Por eso les refuta otra vez el pensamiento al estilo oriental, variando sólo la forma: “Coláis un mosquito y os tragáis un camello” (Mt). Es una especie de proverbio, ya que el mosquito se tomaba usualmente por término comparativo de las cosas pequeñas, y basado, además, probablemente, en un juego de palabras arameas: qalma’ (mosquito, insecto pequeño) y gamba’ (camello). Comparaciones semejantes se encuentran varias en las escrituras rabínicas. Así decía, sobre el año 90, rabí Eliezer: “Quien en sábado mata un piojo, es como si matase un camello.” 33
5) v.25; cf. Luc 11:39-41. La quinta censura de hipocresía va contra las “purificaciones” que hacían de las “copas y platos.”
Para no contaminarse con alguna impureza legal, los rabinos y los “mayores” habían elaborado un código de prescripciones minucioso e insoportable. Mc recoge una alusión a esto y hace una explicación de estas costumbres. Dice de los “fariseos y judíos” que de “vuelta de la plaza (Mercado), si no se lavan, no comen.: el lavado de las ollas, de las copas, de las bandejas” (Mar 7:2-4). El Talmud recoge todo un verdadero código de prescripciones y minuciosidades sobre estas “purificaciones” 34.
El pensamiento de Cristo se desarrolla en toda una línea armónica de censura a la hipocresía farisaica. Escrupulosamente limpiaban por “fuera” los utensilios para comer, pero no se ocupaban tanto de lo que iban a poner “dentro” del plato. Estos, purificados “por fuera,” iban a estar “por dentro” “llenos de rapiña e intemperancia” (άχρασιας). Esta expresión se usa preferentemente para denominar sensualidades y también un apetito desordenado de las cosas ajenas 35. Es decir, no se preocupaban de comer unas cosas que fuesen producto de sus injusticias – rapiña – o con las que tendían, no ya a alimentarse, sino a mantener su “intemperancia.”
Y lo que Mt aquí formula directamente de los utensilios que se limpian por fuera y los productos reales que se le ponen dentro, pero connotando indirectamente el estado de su vida moral, Lc lo interpreta directamente del estado moral: “Limpiáis la copa y el plato por fuera, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.” Por eso, frente a esta actitud de una moralidad tan doble, les pide que limpien primero lo de dentro de la copa y el vaso, tantas veces proveniente en ellos de aprovechamiento, robo, que es lo que verdaderamente está manchado – por injusticia, lo que supone su devolución o su justificación a quien se lo hayan quitado o aprovechado – y que luego, si quieren por su código de “purificación” artificiosa y farisaica, que “limpien” el plato o copa “por fuera.”
Lucas cambia, en el lugar “paralelo,” esta sentencia. Acaso provenga de una versión aramaica equívoca. Se estudia en el comentario a Luc 11:39-41. En Mt la versión es más lógica.
6) v.26; cf. Luc 11:44. La sexta censura se la dirige Cristo a los fariseos para diagnosticarles su vida moral de hipocresía. Su moral es la de los “sepulcros blanqueados.”
Se leía en el libro de los Números que cualquiera que tocase un muerto, o huesos humanos, o “un sepulcro,” quedaría legalmente “inmundo” por siete días (Num 19:16). De ahí la costumbre preventiva de blanquear los sepulcros antes de las fiestas de “peregrinación,” sobre todo antes de la Pascua, para lo cual se empezaba esto desde el 15 del mes de Adar. El Talmud recoge estos usos antes de la Pascua, que se hacía encalándolos 36. Esta alusión se lleva como censura global a los fariseos. Aquellos “sepulcros blanqueados” estaban llenos de “huesos de muerto y de toda suerte de inmundicias.” Así, los fariseos “aparecen por fuera justos a los hombres,” pero en su auténtica realidad interna estaban llenos de “hipocresía e iniquidad.”
El pensamiento de Lc difiere en su formulación. Pero en el fondo es lo mismo. Debe de ser una citación “quoad sensum.” Se compara a los fariseos “como sepulturas, que no se ven y que los hombres pisan sin saberlo” (v.44). Sepultura que se pisa sin saber que es sepultura, se pisa creyendo que es campo. Así los fariseos. Se los trata, pero no se dan cuenta las gentes que son, en realidad, “sepulturas” por su falta de rectitud moral.
7) v.29-33; cf. Lc 47-48. La última censura, encadenada por la anterior, va sobre los fariseos por homicidas de “profetas” y de “justos.”
“El culto de los sepulcros, tenido en mucho entre los judíos, como lo prueba la veneración que todavía tributan a los sepulcros de Abraham y de Sara, de Isaac y Jacob, en Hebrón; de Raquel, cerca de Belén; de David y de varios antiguos profetas, en Jerusalén; de José, no lejos de Naplusa, ofrecerá también al Salvador ocasión” de otro anatema 37.
Estas tumbas a las que alude Jesucristo podían ser excavadas en las rocas y realizadas en forma de monumentos, al estilo del que hoy se llama tumba de Absalón, en el valle de Josafat. La expresión “los adornáis” se refiere a ciertas representaciones, sea en las fachadas o en los hipogeos 38. La distinción que ha querido verse entre “profetas” y “justos,” entendiendo que por estos últimos se refería a personajes posteriores a los profetas, mientras en los primeros se referían a los profetas antiguos, cuyos sepulcros, en esta época, exigirían una restauración 39, no se ve tenga una base sólida. Es un pensamiento rimado por sinonimia al modo oriental.
Los judíos de otras generaciones mataron a “profetas” y a “justos.” Los escribas y fariseos contemporáneos de Cristo arreglaron estos sepulcros. Pero ellos decían: “Si hubiéramos vivido nosotros en tiempo de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas” (Mt). Pero Jesucristo parece sacar una consecuencia de esto: que por arreglar estos sepulcros son cómplices en la muerte de los que guardan en esos sepulcros (Mt); lo que formula con un gran realismo Le: “Vosotros mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros padres; ellos los mataron, pero vosotros edificáis” (Luc 11:48). Todo esto se basa en el concepto semita de causa y efecto. Todo lo que de alguna manera se puede referir a la causa, se formula literariamente, atribuido a la causa; lo que no quiere decir que tenga una misma valoración psicológica conceptual vinculada a la misma. Es esto lo que quiere decir la formulación de este pasaje en Mt. Por el hecho de arreglar estos sepulcros, “ya con esto os dais por hijos de los que mataron a los profetas” (v.31). ¿Por qué? ¿Cuál es el entroncamiento real de esta vinculación homicida de los escribas y fariseos con sus antecesores asesinos de los profetas? Es lo que va a decirse en la primera parte del juicio divino, que va a expresar a continuación: la persecución a los discípulos – profetas, sabios, escribas – de Cristo.

Predicción del castigo de los escribas y fariseos,Luc 23:32-39 (Luc 13:34-35).
32 Colmad, pues, la medida de vuestros padres. 33 Serpientes, raza de víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de la gehenna? 34 Por esto os envío yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataréis y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,35 para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar. 36 En verdad os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. 37 Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos, a la manera que la gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no quisiste! 38 Vuestra casa quedará desierta, 39 porque en verdad os digo que no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Introducción.
La introducción, o la transición lógica, en su desarrollo conceptual, aparece literariamente más coordinada en Mt que en Lc. Mt recoge esta “introducción” así:
“Colmad la medida de vuestros padres” (v.32). La frase es ambiental. Así, sobre 250 decía rabí Yammuna: “Dios no castiga al hombre antes que su séah (Mcdida) no se llene. Pero cuando se llenó de multitud (de pecados), entonces la necesidad (del castigo) viene sobre él.” 40 Y el contenido teológico es ya bíblicamente conocido (Rev 6:10-11). Son los planes de Dios, que asignan un límite a la obra de su intervención justiciera. El tremendo apóstrofe que Jesucristo dedica a los escribas y fariseos, llamándoles “serpientes, raza de víboras,” es término conocido para caracterizar la maldad venenosa de un grupo, como ya les había caracterizado en otra ocasión diciéndoles: “Raza de víboras, ¿cómo podéis vosotros decir cosas buenas siendo malos?” (Mat 12:34; cf. 3:7). Era metáfora ya usada en el A.T. (Deu 32:33b; Sal 140:4b). Y se les anuncia un castigo: “¿Cómo escaparéis al juicio de la gehenna?” (Mt). ¿A qué castigo se refiere este “huir del juicio de la gehenna”? Normalmente, en las Escrituras el castigo de la gehenna está por el castigo eterno del infierno. Sin embargo, “huir de la gehenna” es usual en los escritos rabínicos, pero no siempre tiene el sentido de castigo eterno 41. Por eso, esta frase en este contexto, a causa de los v.36 y 38, no parece referirse al castigo eterno – predicción profética – de escribas y fariseos, sino que parece referirse al castigo que experimentarían en el asedio y destrucción de Jerusalén a causa de la muerte de Cristo.

El Vaticinio Sobre el Castigo de los Fariseos y de Jerusalén.
Jesucristo se muestra a sí mismo – “Yo os envío” – como dueño que dispone de propios “profetas,” “sabios” y “escribas.” Son términos judíos bien conocidos. Pero aquí estos términos se aplican a los suyos. Estos “profetas,” “sabios” y “escribas” son los apóstoles y misioneros cristianos. Ya los había considerado El como “profetas” anunciadores de su reino (l) y como “escribas” (Mat 13:52). Acaso más que una precisión y catalogación técnica de estas clases en sus apóstoles y discípulos (1Co 12:4-10), se quería decir con ello que también El tiene su cuerpo de gentes sabias, con la sabiduría de Dios, que están capacitados para enseñar la verdad del reino.
Y a éstos, sus delegados, que los envía a Israel a enseñar la verdad del reino, les profetiza la muerte que les aguarda.
Cristo probablemente usó, como ya se dijo a propósito de las profecías de su Pasión, del “género profético,” que tiene sus leyes, amplias, vagas. Por eso, se ve aquí la matización ante hechos cumplidos.
A unos los “mataréis.” Tal Esteban (Hec 7:59), lapidado; Santiago el Mayor, decapitado (Hec 12:2).
“Crucificaréis.” Los judíos no usaban la crucifixión. Este era suplicio romano. Pero ellos, como en el caso de Cristo, con sus denuncias serían causa de crucifixiones. Así sería crucificado Pedro en Roma (Jua 21:18.19) 42. Es término penal romano que está por pena capital.
“Azotaréis en vuestras sinagogas.” No sólo era normal como preludio de crucifixiones, sino que San Pablo da buena cuenta de las flagelaciones recibidas (2Co 11:25), y los apóstoles, todos ellos fueron azotados en Jerusalén (Hec 5:40.41).
“Los perseguiréis de una ciudad a otra.” A la muerte de San Esteban, “aquel día comenzó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, fuera de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría” (Hec 8:1).
Sólo se recogen aquí algunos datos confirmativos de la predicción de Jesús por la historia. Pero la historia de la naciente Iglesia tiene en su haber un buen número de persecuciones.
Toda esta conducta mala y homicida de fariseos y judíos iba a tener una repercusión trágica en ellos. Iban a pagar por “toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el templo y el altar.” Lc, en el lugar paralelo, comienza diciendo que se pedirá cuenta de toda la sangre “de los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel.” La primera parte es una hipérbole oriental, que queda precisada por la alusión bíblica de Abel. Es, en el fondo, el mismo pensamiento que relata Mt.
Ha sido clásica la discusión sobre la identificación de este “Zacarías hijo de Baraquías.”
El profeta Zacarías, “hijo de Baraquías” (Zac 1:1), es el último de los profetas menores, pero nada se sabe de su muerte en la forma que se dice.
Algunos autores propusieron otra solución. Josefo habla de un cierto Zacarías, “hijo de Baruc,” matado por los ”zelotes” el año 69 después de Cristo en el templo 43. Pero esto no es la solución, ya que el nombre del padre no es el mismo que el que aquí se dice; ni la alusión del texto se refiere a un futuro, como aquí, sino al pasado, como se ve por el tiempo verbal pasado que usa: “matasteis,” lo mismo que por el desarrollo conceptual, con el que quiere indicarse todo crimen incluido en el primer libro de la Escritura, Génesis – muerte de Abel -, hasta 2 Crónicas, donde se lee la muerte de Zacarías.
Se conoce a otro Zacarías, “muerto en el atrio de la casa de Yahvé” por orden del rey Joás; pero éste era hijo del que fue sumo sacerdote Yóyada (2Cr 24:21).
Una solución propuesta, más por vía de coacción ante la dificultad, fue suponer una duplicidad de nombres en el padre de este Zacarías: se llamaría Baraquías y Yóyada. Tiene como base sólo una glosa. Probablemente se trata de una glosa explicativa o sustitutiva por confusión del nombre de Yóyada. San Jerónimo decía que en el evangelio apócrifo de los Nazareos se leía, en lugar de Baraquías, “hijo de Yóyada.” 44
A esto se añade que falta el nombre de Baraquías en:
1) El codex sinaiticus; 2) en el lugar paralelo de Lc (2Cr 11:51), donde sólo se cita “la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el templo”; 3) en los escritos rabínicos, en los que, cuando se habla de este Zacarías asesinado, nada se cita de Baraquías 45. Debe de ser, pues, una glosa. Josefo dirá de él que Dios le había elegido para “profetizar” 46. Su recuerdo quedó fuertemente en la memoria de las gentes, y los escritos talmúdicos recogen numerosas leyendas respecto a él 47.
Y se explica esta glosa porque algún copista la hubiese insertado por confusión, o sustituido el nombre de Yóyada por el que se lee en el comienzo del libro del profeta Zacarías, creyendo así darle más autoridad moral o literaria: ”Zacarías, hijo de Baraquías.” (Zac 1:1).
La frase “para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, a quien matasteis” es discutida.
Parece que la muerte del Mesías es el centro de convergencia de toda esta sangre inocente, en cuanto de alguna manera – como “tipos” o ministros – representaban su inocencia. Y como con su muerte vendría el castigo sobre Jerusalén, por lo mismo, y unido a él, vendría el castigo por la sangre inocente de todos sus “mártires,” o “testigos,” de los que aquí se trata.
Las partículas usadas, “para que” (όπως, ίνα), dada la estructura semita, además de la koiné, no exigen necesariamente un sentido de finalidad; pueden ser de simple consecuencia. Con ello sucederá también la vindicación de toda esta sangre inocente, con El de alguna manera relacionada.
Mt incluye aquí, en un contexto completamente natural, un apóstrofe a Jerusalén, que Lc lo sitúa en otro contexto, y que no debe corresponder a su situación histórica, pues hasta está incluido en una sección de su estancia en Galilea (Luc 13:34.35), por su procedimiento de “incrustación.”
Ante el triste vaticinio que Jesucristo hace del castigo por su muerte, abre su corazón sobre Jerusalén. La forma de repetir dos veces el nombre de Jerusalén, si llevaba una intensidad afectiva hacia ella, es tipo de repeticiones familiar a la elocuencia semita 48. Evoca a Jerusalén, los “profetas” que mató y cómo apedrea a los que le son enviados. El mismo, al que tantas veces en Jerusalén y en el templo los fariseos quisieron matar, aunque aguardaron otra hora por temor al pueblo. Ante el deicidio y castigo que se avecina, Jesús deplora ante Jerusalén toda su obra de amor y de atracción de todos hacia El: el Mesías Salvador. Y acusa fuertemente su ansia con la comparación que usa. Como la “gallina (Lc = ave) reúne a sus polluelos bajo sus alas,” así Jesucristo ofreció a Israel el calor protector de su amor (Deu 32:11; Sal 90:4; Isa 31:5, etc.). Pero “¡no quisiste!” Fue la tremenda responsabilidad de Israel ante las obras y milagros que Cristo hizo para acreditar su obra mesiánica. Los dirigentes de Israel desviaron al pueblo, y ellos mismos cerraron culpablemente los ojos a la luz.
Pero el castigo que se anuncia vendrá “sobre esta generación” (Mt v.36). Y se precisa: “Vuestra casa quedará desierta.” (Mt). La “casa,” lo mismo podría entenderse del solar patrio, sobre todo Jerusalén (Jer 12:7), que del templo (Jer 32:34). La terrible destrucción de Jerusalén por Tito el 70, acompañada de deportaciones en masa. Según Josefo, aparte de la cifra excesiva de 1.100.000 muertos en el asedio, fueron 97.000 deportados, y todos los menores de diecisiete años fueron vendidos 49, y luego la hecatombe final bajo Adriano (a. 135), que dejó a Israel sin templo y sin patria de hecho veinte siglos. Si esto es una consecuencia a seguirse, este “abandono,” en el contexto, lo es porque Cristo abandona – en su muerte – a Jerusalén. “Vuestra casa quedará desierta, porque en verdad os digo que no me veréis (desde su muerte) hasta que. digáis.”
Pero en el anuncio del castigo hay un anuncio de esperanza para Israel y un anuncio de una velada “parusía” del Señor.
“En verdad os digo que no me veréis, desde ahora (desde su muerte inminente) hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mt-Lc). ¿Qué perspectiva histórica anuncia el Señor? Los autores se dividen al señalarla. Para unos es la hora de la parusía final y triunfal de Cristo al fin del mundo ( 1Ts 4:13-18); para otros es la hora del ingreso de Israel en la fe después que se cumpla el tiempo de las naciones (Rom 11:12; cf. Luc 21:24b). La primera posición es difícil de admitir. Pues parece que esta aclamación es triunfal y libre. Y en la hora de la parusía final, Cristo será el Juez, y si los reprobos tendrán que reconocer que Cristo-Juez es el Mesías, no lo hacen con una aclamación libremente triunfal. Son los hechos los que se les imponen. Es la segunda posición la que parece más lógica. Pues en todo ello hay, sobre todo a la luz de San Pablo, una profecía sobre una conversión de Israel. Las aclamaciones con que días antes lo habían recibido en Jerusalén sus discípulos y las turbas, el día de Ramos, encontrarán una repetición en otra hora del pueblo de Israel – ¿ingreso paulatino? ¿masivo? – reconociéndolo como verdadero Mesías (Rom c.ll).
¿Acaso la imposición de los hechos vaticinados de la catástrofe del 70?

1 Lebretox, La vie et l’enseignement. ver. esp. (1942) II p. 149: . Beilxer, Christus und die Pharisáer (1959); T. F. Glasox. Anti-Pharisaism in St. Mt: The Te-wish Quarterly Review (1960) p.316-320. – 1 G. Bornkamm, Erderwartung una Kirche. (1960) 18ss; G. D. Kilpatrick, The Oñgins. (1946- 101-123. – 2 Strack-B., Kommeníar. I p.909. – 3 Strack-B., Kommentar. I p.910; J. Bawman, Phylacteries (Mat 23:5): Stud. Evang. (B 1959) 523-538. – 4 Strack-B,. Kommentar. IV p.250ss; J. Bewman, Phylacteries (Mat 23:5): Stud. Evang. (B. 1959) p.523-538. – 5 San Jerónimo, Mal 26:168. – 6 Bab. Berakoth 27:2. Sobre todo esto, cf. Strack-B., Kommentar. I p.914-917. – 7 Lagrange, Le Messianisme. (1909) p.143; Κ . Η . Rengstorf, Die “stolái” der Schriftelehrten. Eine Erlauterung in Mar 12:38 (et Luc 20:46): F. O. Michel (Ld/Kóln 1963) 383-404; J. T. Townsend, Mt 23:9: The Journ. of Theol. Studies (1961) 56-59. – 8 Sobre estos puntos, cf. Strack-B., Kommentar. I p.914-915. – 9 Antiq. XVII 2:4. – 10 Lightfoot, Horae heb. et talm. in Matth. 23:14. – 11 Lagrange,’évang. s. St. Marc (1929) p.329-330. – 12 Strack-B., Kommentar. I p.918. – 13 Strack-B., Kommentar. I p.919. – 14 Joüon, L’évangile. compte tenu du substrat aramaíque (1930) p.141. – 15 Dalman, Die Worte Jesu. (1930) p.179. – 16 Nestlé, Ν . Τ . graece et latine (1928) ap. crít. a Mat 23:14. – 17 Josefo, Antiq. XX 2:4. – 18 Josefo, Antiq. XX 7:1-3. – 19 Horacio, Sat. I 4:142-143. – 20 Josefo, De bello iud. VII 3:3. – 21 Josefo, De bello iud. II 20:2. – 22 Citado por Lagrange en Le Messianisme. p.283. – 23 Josefo, Vita 23. – 24 Sobre este tema cf. Lagraxge, Le Messianisme. (1929) p.273-287; Strack-B., Kommentar. I p.224ss; Ricciotti, // proselitismo giudaico, en Storia d’Israele (1934) II p.231-147. – 25 Strack-B., Kommentar. I p.476. – 26 Bab. Niddoth 13:2. – 27 Strack-B., Kommentar. I p.334-336. – 28 Nedarim I 3. – 29 Nedarim I 3. – 30 Nedarim I 3; I. Jeremías, Heüigengraber injesu Umwelt (Mat 23:19; Lev 11:47). (1958). – 31 Marcial, Epigram. 1:97. – 32 Ma’asseroth IV 5. – 33 Strack-B., Kommentar. I p.929ss. – 34 Strack-B., Kommentar. I p.934-939; Bonsirven, Textes. (1955) n.622.2388.2473.2388.2480. – 35 Joüon, L’évangüe. compte tenu du substrat aramaíque (1930) p.141. – 36 Dalmax, Die Worte Jesu. (1930) p.179. – 37 Fillion, Vie. vers esp. (1942) III p.95. – 38 Rev. Bib. (1910) 113ss. – 39 Joüon, L’évangile. compte tenu du substrat se’mitique (1930) h.l. – 40 Strack-B., Kommentar. I p.939. – 41 Bonsirven, Textes Rabbiniques. (1955) n.1076 y 1930. – 42 Eusebio, Hist. eccl. III 1:2. – 43 Josefo, De bello iud. IV 5:4. – 44 Mal 26:174. – 45 Cf. Strack-B., Kommentar. I p.490-492. – 46 Josefo, Antiq. IX 8:3. – 47 Strack-B., Kommentar. I p.490-492. – 48 Strack-B., Kommentar. – 49 De bello iud. VI 9:2:3.

Fuente: Biblia Comentada

23:1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: — Habiendo contestado las preguntas capciosas de sus detractores, exponiendo su ignorancia de las Escrituras que enseñaban (a su modo), y habiéndoles hecho una pregunta sobre el Hijo de David que ellos no podían contestar, ahora delante de todos El comienza a denunciar el carácter depravado de ellos.

Fuente: Notas Reeves-Partain

HACER DE LA RELIGIÓN UNA CARGA

Mateo 23:1-4

Entonces Jesús les dijo a las multitudes y a Sus discípulos:
-Los escribas y los fariseos ocupan la cátedra de Moisés. Por tanto, haced y cumplid todo lo que os digan, pero no obréis como ellos, porque hablan, pero no ponen por obra. Atan cargas que son pesadas y difíciles de llevar, y se las ponen en los hombros a los demás; pero ellos mismos se niegan a mover ni un dedo para empujarlas.

Aquí vemos que ya empiezan a aparecer los lineamentos de los fariseos. Aquí vemos la convicción judía de la continuidad de la fe. Dios dio la Ley a Moisés; Moisés se la pasó a Josué. Josué se la transmitió a los ancianos; los ancianos se la pasaron a los profetas; y los profetas se la dieron a los escribas ,y fariseos.

No debemos pensar ni por un momento que Jesús está aquí alabando a los escribas y fariseos por todas sus reglas y normas. Lo que está diciendo es esto: » En tanto en cuanto estos escribas y fariseos os han enseñado los grandes principios de la Ley que Moisés recibió de Dios, debéis obedecerlos.» Cuando estábamos estudiando Mt 5:17-20 , vimos lo que eran estos principios. La totalidad de los Diez Mandamientos se basan en dos grandes principios. Se basan en la reverencia, reverencia con Dios, con el nombre de Dios, con el día de Dios, con los padres que Dios nos ha dado. Y se basan en el respeto, respeto a la vida de las personas, a sus posesiones, a su personalidad, a su buen nombre, a ellas mismas. Estos principios son eternos; y, en la medida en que los escribas y los fariseos enseñan la reverencia a Dios y el respeto a los hombres, su enseñanza es eternamente vinculante y válida.

Pero su actitud general acerca de la religión tenía un efecto fundamental. La convertía en una cosa de miles y miles de reglas y normas; y por tanto, la convertía en una carga insoportable. Aquí tenemos la prueba de cualquier presentación de la religión. ¿Es como unas alas que les hacen remontarse a las personas, o como un peso muerto que las hunde cada vez más? ¿Estimula o deprime? ¿Es algo que ayuda a las personas o que las acecha? ¿Es algo que le lleva a uno, o es algo que uno tiene que llevar? Siempre que la religión se convierte en un asunto deprimente de cargas y prohibiciones, deja de ser verdadera religión.

Los fariseos tampoco se permitían el más ligero alivio. El propósito que ellos mismos confesaban era: «Hacer una valla alrededor de la Ley.», No, suavizaban ni relajaban ninguna regla. Siempre que, la religión se convierte en una carga, deja de ser verdadera religión.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 23

2. GRAN DISCURSO CONTRA ESCRIBAS Y FARISEOS ( Mat 23:01-39).

En este pasaje el evangelista san Marcos había insertado un discurso muy conciso contra los escribas (Mar 12:38-40). Pero el estilo de los «ayes» o conminaciones no procede de él, aunque también se encuentran en san Mateo y en san Lucas conminaciones que hallamos en san Marcos. Los «ayes» proceden de la fuente común de los discursos de san Mateo y de san Lucas. Probablemente san Lucas ha conservado la redacción más primitiva de este pasaje, ya que refiere tres ayes contra los fariseos y tres contra los escribas o doctores de la.ley, lo cual también corresponde al contenido de los ayes en conjunto ( Luc 11:39-52). San Mateo adopta la materia global, la llena con la tradición propia, también redacta algunas formulaciones con absoluta independencia y con todo ello forma un gran discurso. En la estructura del evangelio este discurso puede concebirse como un equivalente del sermón de la montaña, que empieza con las bienaventuranzas (capítulos 5-7). Allí se proclama la doctrina de la verdadera justicia, aquí se pone al descubierto la falsa justicia del fariseísmo y de los rabinos. El discurso es de una severidad y vigor insuperables. El reproche central que se repite muchas veces, es el de la hipocresía. De este modo se descubre la llaga de la doctrina deteriorada y de la práctica religiosa.

a) Acusación fundada en principios (/Mt/23/01-07).

1 Entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos: 2 En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3 Seguid, pues, practicando y observando todo lo que os digan, pero no los imitéis en sus obras; porque dicen y no hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos no quieren moverlas siquiera con el dedo. 5 Hacen todas sus obras para que los hombres los vean: por eso ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; 6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7 acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame «rabí».

Moisés es el primer legislador de Israel. Después de él sólo hay la «tradición de los antepasados». En el tiempo de Jesús es de la incumbencia de los escribas o doctores de la ley proteger y proclamar la ley de Moisés junto con la tradición que se desarrolló de esta ley. Así pues, se puede decir que los escribas están sentados en la cátedra de Moisés. Administran la ley y con ella la voluntad de Dios, que encontró su expresión en la ley. Aquí eso se hace constar sin críticas. Desde el principio están juntos los escribas y fariseos, porque Jesús y el evangelista los consideran como grupo unitario.

De hecho la secta de los escribas estaba desde antiguo influida por la manera farisaica de pensar y la mayor parte de los escribas procedía del partido de los fariseos. En lo sucesivo -eso ya se aclara por esta introducción- se trata, pues, de la doctrina, de una polémica de principios con la teología rabínica, no solamente de una agresión contra su sola práctica religiosa, como en 6,1-18. La doctrina debe llegar hasta la medula. La segunda frase (23,3) nombra el segundo objetivo del discurso, o sea dejar al descubierto la falta de unidad entre la enseñanza y las obras. Esta falta de unidad se llama hipocresía. Se debe hacer lo que enseñan, pero no hay que dirigirse por sus propias acciones. Sus instrucciones tienen validez, pero se recusa su ejemplo, ya que está en contradicción con lo que dicen. ¿No se declara aquí válida la doctrina de los fariseos y escribas, y solamente se censura su conducta personal? El desarrollo del discurso sobrepasa ampliamente esta frase y de hecho se dirige contra la doctrina. El contenido del v. 3 ya no se compagina enteramente con el contenido del resto del discurso (*). Pero con todo se tiene que ver que el peso principal de la frase no radica en apoyar la autoridad de los escribas para enseñar, sino en descubrir la discrepancia en su conducta.

Con una imagen gráfica se muestra cómo oprimen a los hombres, pero sin vivir previamente lo que exigen. Se parecen a los traficantes que imponen enormes cargas a sus acémilas o camellos. Pero ellos no hacen el menor esfuerzo para hacerlos adelantar. Hay también en aquéllos este contraste entre lo que reclaman a los demás y lo que se exigen a sí mismos: no hay que guiarse por sus propias acciones, porque no están de acuerdo con su doctrina. La próxima frase (23,5) nombra como ulterior motivo para esta advertencia que todas sus obras son fingidas, porque no las hacen por Dios, que conoce lo oculto, sino por los hombres, a quienes obceca la apariencia de una seria piedad. El reproche de ostentar ante los hombres toda acción piadosa, ya fue antes explicado en tres ejemplos. Cuando dan limosnas, lo publican en las sinagogas y en las calles (6,2). Les gusta orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente (6,5). Cuando ayunan, ponen cara triste y desfiguran el rostro (6,16). Aquí se aportan dos pormenores especialmente ridículos. Ensanchan de una forma peculiar y vistosa las filacterias, en las que se sujetaban pequeñas cápsulas con textos de la ley. En parte se llevaban las filacterias en el brazo, en parte en la frente. Los flecos que se debían llevar en los cuatro extremos de la túnica, los alargan de un modo peculiar, para hacer impresión. Ellos también quieren ser honrados del modo que sea y estar en primer término, ya sea privadamente en la comida, ya sea en el culto divino de la sinagoga o públicamente en las calles y en las plazas. En todas partes sucede lo mismo: se hace una ridícula exhibición, que solamente es fachada huera y descubre un vano afán de prestigio.

En la parte introductoria ya se dice como advertencia «al pueblo y a sus discípulos» (23,1) todo lo que se enumera en particular como directa acusación a partir de 23,13. Se trata de la doctrina teorética y de la realización práctica de la voluntad de Dios, tal como las exponen los escribas y fariseos. Sobre todo, hay que precaverse de su ejemplo. Su vida contradice a su doctrina (23,3). No hacen lo que exigen a los demás (23,4). Y lo que hacen, tiene su origen en la vanidad y en la ambición, y por tanto carece de valor delante de Dios (23,5-7). La introducción, pues, ya delinea una sentencia demoledora, en la que ya está contenido todo lo siguiente. Jesús pone al descubierto toda la vanidad de una «justicia» casi sin límites, presentada de palabra y de obra. No se conserva ningún hilo bueno, todo está trastornado, todo es vanidoso y enfático, engañoso e hipócrita. La contrafigura repudiada de la verdadera «justicia», descrita por Jesús (5,20 ss) y a la que todos nosotros estamos obligados. Esta contrafigura también tiene que servir a los cristianos para control saludable y como advertencia llamada a suscitar un sano temor.

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* El v. 3 procede de la tradición judeocristiana, asequible al Evangelio de san Mateo y está formulado de modo que, por principio, se reconoce la autoridad docente del rabinato. San Mateo ha conservado estas palabras, aunque desde un punto de vista global tiene otra opinión, porque ellas hacen patente la discrepancia entre palabras y acciones y porque el v. 3 pertenecía probablemente a una forma mas antigua del discurso retransmitido por san Mateo. También en otros casos san Mateo refiere palabras sueltas que se habían fusionado con la materia transmitida, pero que ya no corresponden a la manera de ver propia de san Mateo hecha efectiva en otras ocasiones de un modo consecuente: cf. por ejemplo 10,5.23; 16.28.

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b) Reglas para los discípulos (Mt/23/08-12).

8 Pero vosotros no dejéis que os llamen «rabí»; porque uno solo es vuestro maestro, mientras todos vosotros sois hermanos. 9 A nadie en la tierra llaméis padre vuestro; porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 No dejéis que os llamen consejeros; que uno sólo es vuestro consejero: Cristo. 10 El mayor de vosotros sea servidor vuestro.

En este pasaje se intercala en el discurso -una advertencia especial a los discípulos. Ellos también forman parte de los oyentes (23,1). Los tres casos en que se dice cómo nadie debe denominarse en la comunidad cristiana, no son ejemplos tomados sin orden ni concierto, sino que representan un fragmento de la ordenación de la primitiva comunidad. En el ambiente judío los discípulos tenían que evitar todo lo que podía ser confundido con los ejemplares hombres piadosos del otro lado. Estos se hacen llamar respetuosamente rabí (es decir «mi maestro»), pero los discípulos renunciarán conscientemente a este título. Entre aquellos hombres, a los piadosos maestros especialmente conspicuos y venerables se los llama «padre», pero los discípulos evitarán darse este tratamiento. Lo mismo se puede aplicar al título de «consejero». Pero no deben hacerlo por táctica para hacer resaltar su independencia con respecto al judaísmo, sino por el nuevo conocimiento de las verdaderas proporciones. No es el primero, el principal, el superior el que así es considerado en la estima de los hombres.

En el grupo de los discípulos el mayor es el que se hace menor y como un niño. El que verdaderamente domina es el que sirve, y es grande ante Dios el que se vuelve pequeño ante los hombres. Pero aquí aún se dice más. Si los discípulos no abrigan la ambición de recibir dignidades y de usar entre sí los títulos aparejados a ellas muestran que no sólo entendieron la doctrina de Cristo por lo que respecta al orden auténtico de grandezas sino que, por añadidura, captaron rectamente su relación con Dios y con Cristo. Ningún hombre puede llevar el título de padre para expresar su dignidad religiosa, porque sólo hay un Padre, que lo es en un sentido tan incomparable y profundo. En la comunidad, no puede usarse el título de consejero ni maestro, porque solamente hay un consejero incomparable, maestro de los discípulos. Todos se limitan a dar lo que reciben. Nadie tiene nada por sí mismo. Nadie puede defender una tesis propia como un rabino de los judíos, ni puede adherirse a una escuela o fundar una nueva. Cada cristiano está enseñado ante todo por Cristo. Cada dirigente es guiado principalmente por él. Aunque uno no se encariñe con los títulos y dignidades, los versículos en cuestión invitan a reflexionar constantemente en el seno de la Iglesia.

El título de rabino en una comunidad judeocristiana sonaría de modo distinto que hoy; lo mismo una «viuda» en las primitivas comunidades de las cartas pastorales sería algo muy distinto de una viuda en nuestra sociedad. Pero el pensamiento que se contiene en estos versículos ¿está realmente vivo en los discípulos de la Iglesia actual? ¿Dejamos que estas frases nos inquieten y nos empujen a una conversión? Pues no se trataba tan sólo, en su origen, de suprimir títulos honoríficos superfluos o ridículos, sino de ahogar la insensata ambición de poseerlos o exhibirlos…

12 Pues el que se ensalza será humillado, y el que se humille será ensalzado.

Los que se habían ensalzado, como los escribas y fariseos, son humillados en este capítulo por las sentencias de Jesús. Pero son ensalzados todos los que se han hecho servidores de los demás. Eso ya está en vigor ahora, pero sobre todo en el futuro de Dios. El veredicto mira hacia el fin. El tiempo futuro, que aquí se usa, habla del juicio. Entonces para todos quedará al descubierto si han vivido con el espíritu del mundo o con el espíritu de Jesús. Eso saldrá a la luz para los adversarios en tiempo de Jesús y para los fieles en el tiempo de la Iglesia.

c) Las siete conminaciones (Mt/23/13-31).

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Pues vosotros no entráis, ni dejáis que entren los que están para entrar.

(El v. 14 dice así: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las casas de las viudas, mientras fingís entregaros a largos rezos! Por eso recibiréis condenación más severa». El texto corresponde a Mar 12:40 y no pertenece al texto original de san Mateo. Un punto de apoyo de esta opini6n consiste en que el número de los «ayes» del evangelista estaba conscientemente limitado a siete)

Los escribas tienen la llave del reino de los cielos o como se dice en san Lucas, «la llave del saber» (Luc 11:52), porque los escribas están sentados en la cátedra de Moisés. Su oficio es enseñar el camino de la verdad. Esta llave es la llave de la adecuada ciencia y del verdadero conocimiento. Pero en vez de abrir, vosotros cerráis con llave. Vuestra doctrina es falsa y conduce al abismo. Sois guías ciegos, como se dirá dentro de poco (Luc 23:16). No os basta que no podáis tener esperanzas de llegar al reino, ya que ni siquiera dejáis llegar a los que lo desean y a los que no pueden prescindir de vuestra llave. ¿Por quiénes sino por vosotros debe el pueblo sencillo saber lo que la ley exige para su vida y por dónde discurre el recto camino? De todos los reproches del discurso éste es el más duro y el más tremendo. Se recusa y condena la doctrina como falsa. Y para sus maestros se cierra el reino para el cual les ha sido confiada la llave.

Al mal administrador de la llave se le ha de quitar el cargo y se tiene que dar a otro, que lo ejerza mejor. Jesús dice a Pedro: «Te daré las llaves del reino de los cielos…» (Luc 16:19). Así como los arrendatarios de la viña son despojados de su oficio y la viña es confiada a otro pueblo (Luc 21:43), así también se tiene que proveer de nuevo el cargo de guardar la llave. Este ministerio tiene la promesa de la validez incondicionada «en el cielo» y la seguridad de que perdurará, porque en último término aquí también sólo es Cristo el que enseña y guía, el que «ata y desata». El ministerio no será ya sustraído ni tampoco caerá bajo la conminación de un «ay», como el que aquí profiere Jesús.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando ya lo es, hacéis de él un hijo de la gehenna dos veces peor que vosotros!

Era proverbial el celo que los fariseos tenían por las almas. En la presente conminación, no solamente se caricaturiza este celo. sino que se fustiga gravemente. Un prosélito es un adepto ganado personalmente para la propia fe. El resabio de impureza que percibimos es ajeno a estas frases, por lo demás tan usuales en aquella época. Los fariseos cazan al individuo yendo tras él para traerlo a su propia convicción religiosa. En cuanto encuentran a uno, caen sobre él y lo hacen aún más fanático de lo que son ellos mismos. Más aún, hacen de él un hijo de la gehenna, ya que su camino es enteramente opuesto al camino de Dios, y no conduce a la vida, sino a la perdición. Así acusa Jesús a los fariseos.

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: El que jure por el santuario, a nada está obligado; pero el que jure por el oro del santuario, obligado queda! 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Pues qué es más importante, el oro, o el santuario que da al oro carácter sagrado? 18 Como también decís: El que jure por el altar, a nada está obligado; pero el que jure por la ofrenda puesta sobre el altar, obligado queda. 19 ¡Ciegos! ¿Pues qué es más importante la ofrenda o el altar que da a la ofrenda carácter sagrado? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que hay encima, 21 y el que jura por el santuario, jura por él y por quien habita en él, 22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por quien está sentado en él.

No sólo es falsa la piedad farisaica, sino también su doctrina. Así lo dice también este «ay». Ellos creen que pueden distinguir entre fórmulas de jurar obligatorias y no obligatorias, e incurren en un formalismo igual al que Jesús ya había impugnado en el sermón de la montaña (5,34-36). Hacen pasar como única fórmula válida jurar por el oro del santuario; pero el juramento por el santuario es ineficaz. Algo parecido sucede en los otros ejemplos. Truecan lo mayor con lo menor. El santuario es el que santifica el oro incrustado en él, y el altar es el que santifica la ofrenda presentada en él. Este «ay» no nos parece que sea muy contundente. Es una crítica de una distinción sutil, que en todo caso ha de ser valorada de otra manera, por lo cual la cuestión básica del juramento queda en suspenso. Hasta el 20 Jesús no toma posición en este particular. Eso nos sorprende en vista de la objeción que apunta mucho más lejos y que está en el sermón de la montaña. Allí Jesús no solamente censura el juramento irreflexivo, sino que en general prohíbe jurar (5,33.34a.37). Los dos últimos ejemplos pasan adelante. El que jura por el santuario, jura por Dios, e igualmente el que jura por el cielo (23,21s).

Los judíos tenían la costumbre de sustituir el nombre de Dios por otros circunloquios. En este sentido se hace alusión a las fórmulas de juramento «por el santuario» y «por el cielo». Mediante el circunloquio se creía poder debilitar o eludir la inmediata invocación de Dios como testigo. Pero Jesús dice que tales fórmulas también se refieren a Dios personalmente. Son juramentos por Dios perfectamente válidos. No hay que precaverse de usar con ligereza estos juramentos, puesto que Jesús ha prohibido en general el juramento; se debe hablar con franqueza y veracidad, el sí debe ser sí, y el no debe ser no (cf. 5,33-37). Pero la larga conminación sirve aquí para ilustrar la hipocresía, aunque en este caso y sólo en él no aparezca esta expresión. Hay algo que aquí no concuerda. En este pasaje se descubre la discrepancia entre una adoración viviente y personal de Dios, y la práctica formalizada, rígida de la religión. El hombre siempre tiene que tratar con el Dios viviente, con el Padre, a quien no se puede esquivar con sutiles distinciones jurídicas o rituales. Todo servicio ante Dios tiene que ser sincero y fluir de un amor cordial.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os preocupáis por el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, mientras habéis descuidado lo de más peso en la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que practicar y aquello no dejarlo. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

En la ley está ordenado que se cumpla el mandamiento del diezmo. Debe entregarse la décima parte del producto de los cereales, mosto y aceite para el sostenimiento del templo y para el servicio del culto. Los fariseos recargan asimismo esta obligación haciéndola rigurosa y desatinada, al extenderla también a las hortalizas más corrientes. Por una parte tanta minuciosidad, y por otra, tanta laxitud. Hacen la vista gorda en las cosas que propiamente importan. Resuenan las antiguas exigencias de los profetas respecto a la justicia, misericordia, y fidelidad. Para los profetas los deberes de la justicia social y del amor eran más importantes que los deberes del culto. Apoyar a los oprimidos y débiles, no explotar a los pobres, mantener limpio el matrimonio y la familia, ejercitar la justicia social en el trabajo y en los sueldos que se pagan lo recomendaron encarecida e incesantemente. (Entre un número enorme de testimonios, cf. por ejemplo Isa 5:8 ss; Jer 9:23 s; Jer 22:3; Eze 18:1.32).

El profeta Oseas dijo: «Escuchad la palabra del Señor, ¡oh vosotros hijos de Israel!, pues el Señor viene a juzgar a los moradores de esta tierra, porque no hay verdad, ni hay misericordia, no hay conocimiento de Dios en el país. La maldición, la mentira, el homicidio, el robo y el adulterio lo han inundado todo, y un crimen alcanza a otro» (Ose 4:1 s). Veamos todavía otro ejemplo: «Esto es lo que manda el Señor de los ejércitos: Juzgad según la verdad y la justicia, y haced cada uno de vosotros repetidas obras de misericordia para con vuestros hermanos. Guardaos de agraviar a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, y en su corazón nadie piense mal contra el prójimo. Mas ellos no quisieron escuchar, y rebeldes volvieron la espalda, y se taparon sus oídos, para no oir» (Zac 7:9-11). Los fariseos son fieles descendientes de sus antepasados.

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mas por dentro quedan llenos de rapacidad y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro la copa que así quedará limpio también lo de fuera.

Con estas imágenes se trata una vez más del concepto y de la doctrina de la pureza. Se mantienen con gran esmero y se recomiendan encarecidamente las prescripciones sobre la pureza exterior. Pero lo que importa no es el ceremonial externo (la limpieza de copas y platos), sino los sentimientos interiores. Sólo un corazón puro verá a Dios (cf. 5,8). No lo que entra por la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, esto sí que contamina al hombre (15,11.15-20). En el fariseo no cuadran entre sí lo interno y lo externo, la manera interna de pensar y el comportamiento exterior. Y así exponen a la vista su piedad. Pero esta piedad está interiormente hueca, porque no es ejercitada para Dios, sino para el hombre. Son «hijos de la gehennas (23,15) y malos de cabo a rabo (12,34). Si se purificara primero su interior, si se convirtiera su manera de pensar y querer, entonces también sería puro y eficaz el exterior, su actuación y su actitud entre los hombres. Entonces también serían superfluas todas las prescripciones externas de limpieza para su vajilla. Pero así se oculta hipócritamente la maldad con el comportamiento, bienes mal adquiridos e inmoderada ambición.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas. que parecéis sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen vistosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo lo impuro! 28 Así también vosotros: por fuera parecéis justos delante de los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad.

Esta conminación está orientada en el mismo sentido que la precedente: descubrir la discrepancia entre la realidad y la apariencia. De nuevo se ilustra el pensamiento con una comparación de intenso contraste. Los sepulcros de Palestina tenían que ser blanqueados, para que nadie los tocase y viniera a contraer una impureza según los ritos. Podían estar adornados y tener muy buen aspecto, pero todos sabían su contenido. Así sois vosotros. La apariencia de la justicia desde lejos engaña ocultando la maldad que realmente existe. Se finge todo lo que exteriormente se hace patente. En un profundo sentido reina la maldad en los que tienen que administrar la ley. Porque no han reconocido ni han hecho lo que importa en la ley. Mediante un sinnúmero de ocupaciones externas se han exonerado de sus grandes reclamaciones del derecho, de la misericordia y de la fidelidad (23,23). Esta maldad también queda reprobada en la sentencia del juez: «Apartaos de mí, ejecutores de maldad» (7,23). Tan profundamente se puede desacertar la voluntad de Dios, si se procura cumplirla según la letra y no según el espíritu.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros padres, no habríamos sido cómplices de la sangre de los profetas! 31 Y con esto, os estáis declarando a vosotros mismos hijos de aquellos que mataron a los profetas.

Dios ha suscitado en su pueblo un gran número de profetas y justos, y los ha enviado de nuevo a él como mensajeros (cf. 21,33-36; 22,3-6). No fueron oídos, sino rechazados. Los descendientes se glorían de ellos, les erigen tumbas caras y suntuosas. Pero esto no basta. El corazón obstinado es lo que hace que los hijos se parezcan a los padres. A los hijos les parece que son mejores, más juiciosos y justos que los padres, y precisamente son todavía más ciegos y obstinados que ellos. No deberían venerar los sepulcros de los profetas, sino hacer lo que ellos dijeron. Con esta obstinación matan una vez más espiritualmente a los profetas, a quienes sus padres han dado muerte. Aquí de nuevo se descubre la hipocresía. Con la creencia temeraria de ser mejores que los ascendientes, de estar de parte de los justos (23,28), cuyas tumbas son adornadas por ellos. ¡Qué espantoso engaño sobre la verdadera situación! ¿No hay también una ilusión semejante entre los cristianos que miran presuntuosamente los aspectos sombríos de la historia de la Iglesia, y les parece que son mejores que sus padres? La crítica auténtica procede siempre del conocimiento de la propia culpa y del propio pecado.

32 ¡Y ahora vosotros, colmad la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis a la condenación de la gehenna? 34 Por eso, yo os voy a enviar profetas, sabios y escribas: a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, 35 para que así caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. 36 Os lo aseguro: todo esto ha de venir sobre la generación presente.

El discurso en la conclusión va subiendo de tono de modo extraordinario. La parte final empieza invitando a colmar la medida de los padres. Falta muy poco para ello y pronto rebosará. La medida quedará colmada con la muerte del último profeta, con la muerte de Jesús. Como hizo antes Juan, Jesús los trata de serpientes y ralea de víboras, que no tienen esperanza de eludir el castigo (cf. 3, 7). Pero aquí se dice ya cuál será el castigo: la condenación al fuego eterno (la gehenna). Dios antes había enviado mensajeros para exhortar a la conversión. Ya ahora, y sobre todo después de su resurrección, Jesús les envía una vez más mensajeros para llamarlos a la fe en él. Estos mensajeros también serán profetas, sabios y escribas. Sólo se distinguirán de sus predecesores por sus exigencias más altas, ya que anuncian al Mesías y así dan, de una manera irrevocable y única en su género, la ocasión para convertirse y creer. El que crea y se bautice, se salvará (Mar 16:16a). Sólo eso estará ahora en vigor. Pero también sigue siendo válida la ley según la cual los mensajeros han sido llamados: Os perseguirán a vosotros, como también han perseguido a los profetas anteriores a vosotros (cf. 5,11s). Ahora ya es claro lo que sucederá a los enviados del Señor: persecución, flagelación, crucifixión como tuvo que sufrir su Maestro. Los profetas y los justos fueron perseguidos por su propio pueblo. Se derramó sangre inocente que clama venganza, como la de Abel, que humedeció la tierra (Gen 4:10). éste fue el primer asesinato, del que tuvo que dar noticia la Escritura. El del sacerdote Zacarías es el último que nos da a conocer la Biblia. «Por último revistió Dios de su espíritu al sumo sacerdote Zacarías, hijo de Joyada; y presentándose delante del pueblo, les habló de esta manera: Así habla Dios: ¿por que traspasáis los mandamientos del Señor? Nada ganaréis. Habéis abandonado al Señor y él os abandonará también. Mas ellos, aunados contra Zacarías, lo apedrearon por orden del rey, en el atrio del templo del Señor. Y no se acordó el rey Joás de los beneficios que le había hecho Joyada, padre de Zacarías, sino que mató a este hijo suyo; el cual dijo al morir: Véalo el Señor y haga justicia» (2Cr 24:20-22). La sangre inocente en cierto modo se ha congestionado. Con ella se ha llenado casi hasta el borde la medida de los padres, la cual llegará a estar totalmente llena con los atroces crímenes de sus hijos. Y así el castigo vendrá sobre «la generación presente», que es albacea de todas las generaciones precedentes (*).

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* El texto de las persecuciones del v. 34b está claramente armonizado con los otros que están en eI discurso dirigido a los discípulos (2Cr 10:17-22). El texto de san Mateo recurre a las persecuciones de los mensajeros de la fe cristiana y argumenta apoyándose en este amargo conocimiento. De este modo se da una indicación terminante de que el pronombre «yo» en 23,34 se refiere a Jesús, cuyos mensajeros han experimentado estos destinos, con independencia de que, en una anterior redacción de estas palabras, el pronombre «yo» hiciera alusión a Dios (o a la sabiduría divina). San Mateo a Zacarías le llama «hijo de Baraquias», pero según 2Cr 24:20, era «hijo de Joyada». La divergencia se debe a una confusión con el penúltimo de los llamados «profetas menores», Zacarías, que era hijo de Baraquías (Zac 1:17).

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d) Apóstrofe a Jerusalén (Mt/23/37-39).

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que fueron enviados a ella! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus polluelos bajo sus alas! Pero vosotros no quisisteis. 38 Mirad que vuestra casa se quedará para vosotros. 39 Porque yo os digo: Ya no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Sal 118:26).

El discurso conminatorio contra los escribas y fariseos se concluye con un gemido lastimero. Ahora se dirige la palabra a Jerusalén, pero con ella también a todo el pueblo, que tiene su centro en la ciudad santa. El Mesías fue enviado para reunir las ovejas perdidas de la casa de Israel (Sal 15:24). Jesús se había esforzado por ellas día tras día como una madre amorosa, como un pastor solícito y -en la imagen presente- como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas. Nada quedó por intentar, ni en milagros, ni en palabras, con severidad amenazante y con indulgente compasión, en la oración solitaria y en la afluencia sofocante de la multitud, en la ciudad y en el campo, en Galilea y en Judea, con la gente sencilla y con los doctos teólogos. Jesús ha intentado serlo todo para todos. Ha solicitado el corazón de este pueblo como Oseas y ha sufrido por la fe de su pueblo como Jeremías. Pero todo fue en balde. Sólo esta queja puede hacer inteligible la severidad inexorable de las precedentes invectivas. Pero ambas cosas -las palabras conminatorias y el apóstrofe lastimero- para nosotros quedan envueltas en un misterio.

¡Cuán difícil es para nosotros comprender que el Mesías -desde un punto de vista humano- ha fracasado en su misión con la «generación presente»! Es el mismo misterio que reina entre el Padre y él en las horas nocturnas de oración en el monte, y que no se descubre al hombre. El misterio que solamente de vez en cuando centellea, como en el suspiro por la incredulidad de esta generación (Sal 17:17), o en las palabras sobre la entrega de la vida en rescate de muchos (Sal 20:28). Pero el misterio permanece y estas palabras sólo son capaces de declarar veladamente lo que sucede en el corazón del Redentor. Cuando se habla de la «casa», se hace referencia a la ciudad de Jerusalén. Vuestra casa se quedará para vosotros. Ahora dependéis de vosotros y también sois responsables de vosotros mismos. Dios no se esforzará ya más y el Mesías tampoco. Dios se retira de su pueblo, por el cual ha luchado a través de los siglos, por último y con el máximo riesgo en su Hijo (cf. 21,37). He aquí que vuestra casa se quedará para vosotros. ésta era la idea de Dios, cuyo nombre está oculto mediante el verbo. Dios deja sola la ciudad, en la que hizo benignamente que habitara su nombre, y se aleja de ella. Ya no me veréis más, dice de sí mismo el Mesías. Ha concluido su actividad pública y se retira. Ya no se les mostrará más, a no ser en el juicio final. Un día las multitudes clamaron: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (21,9b). La próxima vez resonará este clamor, cuando venga a separar las ovejas de los cabritos. Cuando Jesús entró en Jerusalén, aún se podía preguntar quién era éste (21,10), entonces esto lo sabrán todos. Ahora Jerusalén ha rehusado aceptarle, cuando entraba como Mesías, entonces esta aceptación será inevitable. Ahora sólo algunos partidarios entusiastas le han aclamado, entonces serán todos los hombres. Estas palabras son también una sentencia definitiva, porque ahora el Mesías tiene que abandonar a su propio pueblo. Pero ¿no tienen estas palabras un reverso misericordioso? La «generación presente» aún tiene que comparecer un día ante el tribunal. Entonces se decidirá para siempre y para cada individuo si entra en la vida o en la perdición (*).

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* En el v. 23,28. se ha querido ver con frecuencia una indicación de la conversión final de los judíos. Eso no parece probable, porque en todo el discurso del capítulo 23 y, en general, en el Evangelio de san Mateo, sólo se tiene en cuenta «esta generación», o bien, en sentido más amplio, la generación de Jesús y de los primeros mensajeros de la fe. En suma, pues, no cabe hablar de «los judíos». Además, según el tenor de los v. 38s es inverosímil pensar en una declaración positiva. Por eso, en la salutación «Bendito el que viene», difícilmente se puede rastrear la profecía de que los judíos posteriormente reconocerán al Mesías, si bien podría parecer que se insinúe un aspecto positivo, apuntando al juicio final. De este modo, la parte final del discurso, con su amenaza de castigo (especialmente 23,29-36), adquiere más el carácter de una profecía conminatoria que de una sentencia judicial. El juicio queda tan reservado como lo queda para la Iglesia en 13,40-43 y en 22,12-14. De manera diferente debe juzgarse el importante pasaje de Rom 9:11.

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Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Una advertencia en contra de los escribas y fariseos (cf. Mar. 12:38, 39; Luc. 20:45, 46). Ahora Jesús toma la ofensiva; la palabra “ofensiva” no es demasiado fuerte al ver el idioma que Jesús usa en el cap. 23. Mateo solamente incluye este ataque concentrado contra las autoridades religiosas judías en este momento. Muestra a Jesús como un controversista feroz, dispuesto a hacer enemigos cuando la causa lo demandara. Y la causa era importante, ya que lo que se trataba era el contraste entre los valores del reino de los cielos y la forma superficial de la religión que ya había sido desenmascarada especialmente en 5:17-48 y 15:1-20.

El blanco eran los escribas (una clase de intérpretes de las Escrituras y de la tradición rabínica), y los fariseos, un “partido” religioso al cual pertenecía la mayoría de los escribas, y que se dedicaba a la observancia escrupulosa del ámbito completo de la legislación rabínica. Eran, hablando en general, personas sinceras, morales, y el ataque de Jesús da la impresión de ser áspero e injusto. Pero su interés no era tanto la actuación de éstos como individuos, sino más bien con el sistema de observancias religiosas que sostenían. Al insistir ellos en un enorme y creciente cuerpo de reglas y normas, estaban en peligro de ignorar actitudes y móviles internos y de darle mayor adhesión al sistema que a la voluntad de Dios. Fue esto, en vez de un engaño consciente (aunque el v. 3 los acusa de esto también), lo que los hacía, según una palabra favorita de Mateo, hipócritas.

En los vv. 2-7, sin embargo, el enfoque está en su deseo de dejar una buena impresión (cf. 6:1-6, 16-18) por ostentar su posición y autoridad. No les importaban los problemas que sus enseñanzas creaban para la población término medio que procuraba observarlas (las cargas pesadas del v. 4 aluden a las demandas prácticas que la legislación de los escribas imponía sobre la vida diaria; cf. 11:28-30). En contraste (8-12), los discípulos no deben procurar posición, sino sentirse felices de tomar los lugares más humildes y servir a los demás. Esta última sección reasume el tema de 20:25-28, pero mientras que el contraste allí era con “los dirigentes de los gentiles”, aquí es con los supuestos dirigentes del pueblo de Dios. Un deseo de tener títulos pretenciosos y cargos de influencia puede señalar aun hoy en día que los discípulos se están alejando de los valores del reino de los cielos.

Notas. 2 La cátedra de Moisés representa la autoridad de la enseñanza de los que tenían la responsabilidad de interpretar las leyes de Moisés. 3 Después de 15:1-20 sería sorprendente creer que Jesús, pensaba en serio que todas las cosas en las enseñanzas de los escribas tenían que ser obedecidas. El equilibrio de la frase cae sobre la segunda mitad: “Haced todo lo que os digan, si deseáis, pero no hagáis según sus obras.” 5 Las filacterias (cajitas que contenían porciones de los rollos atadas en la frente y en el antebrazo cuando oraban) y flecos no son condenados en sí (Jesús usaba estos últimos; véase 9:20, donde se usa la misma palabra gr.); pero ¡daban gran amplitud para ostentación y granjeaban una reputación de piedad!

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

23.2 ,3 Las tradiciones de los fariseos y sus interpretaciones y aplicaciones de la ley llegaron a ser tan importantes como la ley misma. Sus leyes no eran tan malas. Algunas eran buenas. El problema surgió cuando los líderes religiosos (1) tomaron las normas hechas por el hombre con tanta seriedad como las leyes de Dios, (2) al decir a la gente que debían obedecerlas, sin incluirse ellos mismos, (3) al obedecer las reglas no para honrar a Dios sino para sobresalir. Jesús no condenó lo que enseñaban, sino lo que eran: hipócritas.23.5 Estas cajas pequeñas de cuero, llamadas filacterias, contenían versículos de la Escritura. Los fariseos las portaban porque Deu 6:8 y Exo 13:9, Exo 13:16 dicen que la gente debe llevar la Palabra de Dios cerca a su corazón y ellos lo interpretaron en forma literal. Pero estas pequeñas cajas que también usaban para orar llegaron a ser más importantes por el nivel social que otorgaban que por la verdad que contenían.23.5-7 Jesús otra vez puso al descubierto la hipocresía de los líderes religiosos. Conocían las Escrituras pero no vivían de acuerdo a las mismas. No se preocupaban por ser santos, sino por verse santos a fin de recibir la admiración de la gente y su alabanza. Hoy, como los fariseos, mucha gente conoce la Biblia pero no le permiten que cambie sus vidas. Dicen que siguen a Cristo pero no viven de acuerdo a sus reglas de amor. Las personas que viven de esta manera son hipócritas. Debemos estar seguros de que nuestras acciones sean coherentes con nuestras creencias.23.11, 12 Jesús desafió las normas de la sociedad. Para El, la verdadera grandeza surge del servicio, es lo que se obtiene cuando uno se entrega para servir a Dios y a los demás. El servicio nos mantiene al tanto de las necesidades de los demás y evita que nos detengamos a mirarnos a nosotros mismos. Jesús vino como siervo. ¿Qué tipo de grandeza busca usted?23.13, 14 Ser un líder religioso en Jerusalén era muy diferente a ser un pastor en una sociedad secular como la de hoy. La historia de la nación, su cultura y la vida cotidiana estaban centradas alrededor de la relación con Dios. Los líderes religiosos eran los más conocidos, poderosos y respetados de todos los líderes. Jesús lanzó su punzante acusación porque el hambre de poder, dinero y posición de aquellos líderes los había llevado a perder de vista a Dios, y su ceguedad se esparcía por toda la nación.23.15 Los convertidos de los fariseos eran atraídos al fariseísmo, no a Dios. Por haberse enfrascado tanto en los detalles de sus leyes tradicionales y regulaciones, habían perdido de vista al que las leyes señalaban: Dios. Como religión de obras al fin, ponían presión en la gente para que superaran a los demás en conocimiento y obra. Un profesor hipócrita lo más probable es que tenga estudiantes aún más hipócritas. Guardémonos de crear fariseos por un énfasis desmedido en la obediencia superficial a expensas de la renovación interior.23.23, 24 Es posible obedecer los detalles de la ley y ser desobedientes en nuestra conducta general. Por ejemplo, podemos ser muy precisos y fieles en dar el diez por ciento de nuestro dinero a Dios, pero podemos rehusarnos a dar un minuto de nuestro tiempo en ayudar a otros. El diezmar es importante, pero el pagar el diezmo no nos libra de cumplir con otras directivas de Dios.23.24 Los fariseos colaban el agua de manera que no pudieran accidentalmente tragarse un mosquito, insecto impuro de acuerdo a la ley. Eran muy meticulosos en cuanto a los detalles del ceremonial de limpieza al grado que perdieron su perspectiva de lo que es la pureza verdadera. Por fuera, limpios en lo ceremonial; por dentro, corruptos en sus corazones.23.25-28 Jesús condenó a los fariseos y a los líderes religiosos por aparentar santidad en lo exterior y mantener en su interior corrupción y codicia. Vivir nuestro cristianismo sólo como un espectáculo para otros es como lavar un vaso sólo por fuera. Cuando estamos limpios por dentro, nuestra limpieza exterior no será fingida.23.34-36 Estos profetas, sabios y escritores que serían enviados quizás fueron los líderes en la iglesia primitiva que fueron heridos, azotados y algunas veces crucificados, como Jesús lo predijo. Los contemporáneos de Jesús dijeron que no actuarían como sus padres, dando muerte a los profetas que Dios les había enviado (23.30), pero estuvieron dispuestos a dar muerte al Mesías y a sus seguidores fieles. Por esta razón todo el juicio a través de los siglos recaería sobre sus cabezas.23.35 Estaba dando un breve resumen de los mártires del Antiguo Testamento. Abel fue el primer mártir (Génesis 4); Zacarías fue el último (porque la Biblia hebrea terminaba con 2 Crónicas). Zacarías fue el clásico ejemplo de un hombre de Dios que moría a manos de los que decían ser el pueblo de Dios (véase 2Ch 24:20).23.37 Jesús quiso juntar a su pueblo así como la gallina protege sus polluelos bajo sus alas, pero no se lo permitieron. Jesús también quiere protegernos si nos acercamos a El. Muchas veces nos herimos y no sabemos a quién recurrir. Rechazamos la ayuda de Cristo porque no creemos que El puede darnos lo que necesitamos. ¿Pero quién conoce mejor nuestras necesidades que nuestro Creador? Los que acudan a Jesús hallarán que El consuela y conforta como nadie más puede hacerlo.23.37 Jerusalén era la capital del pueblo escogido de Dios; la ciudad ancestral de David, el más grande rey de Israel; y el lugar donde estaba el templo, la morada terrenal de Dios. Debía ser el centro de adoración al verdadero Dios y un modelo de justicia para toda la gente, pero Jerusalén llegó a ser una ciudad ciega a Dios e insensible a las necesidades humanas. Aquí podemos ver la profundidad de los sentimientos de Jesús por los perdidos y por su ciudad amada, que muy pronto sería destruida.LAS SIETE CALAMIDADES23.14: No permitir a otros entrar al reino de los cielos y no entrar nosotros mismos23.15: Alejar a la gente de Dios como ustedes mismos23.16-22: Ciegamente permitir que la gente de Dios siga las tradiciones hechas por el hombre en lugar de la Palabra de Dios23.23, 24: Involucrarse en detalles insignificantes pasando por alto lo que realmente es importante: justicia, misericordia y fe23.25, 26: Guardar apariencias mientras que su mundo privado es corrupto23.27, 28: Actividad espiritual para cubrir el pecado23.29-36: Pretender que se ha aprendido de la historia pasada, pero su comportamiento presente muestra que o ha aprendido nadaJesús mencionó siete formas para evitar la ira de Dios, a menudo llamadas «las siete calamidades». Estas siete declaraciones acerca de los líderes religiosos deben haber sido dichas con una mezcla de juicio y tristeza. Eran firmes e inolvidables. Están en vigencia cada vez que nos adentramos tanto en perfeccionar la práctica de la religión que olvidamos que a Dios también le interesan la misericordia, el amor verdadero y el perdón.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1040 Luc 20:45

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 (a) vs.1-7: Mar_12:38-39 ; Luc_20:45-46

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

135 (X) Los ayes y el discurso escatoló­gico (23,1-25,46).
(A) Los ayes contra los escribas y fari­seos (23,1-36). Cf. Mc 12,38-40; Lc 11,37-52; 20,45-47. Este capítulo es una bisagra que concluye la serie de las parábolas de juicio y las controversias con los dirigentes judíos que comenzaron en 21,23, y al mismo tiempo in­troduce el último gran discurso de los caps. 24-25 sobre la parusía. Está compuesto de ma­terial que procede de Marcos, Q, y de la propia fuente de Mateo. Aunque contiene una contro­versia algo desagradable, posee un gran inte­rés histórico, porque nos ayuda a percibir el trasfondo de la crucifixión, y, en un segundo nivel, nos muestra a la comunidad de Mateo en clara polémica con la academia rival de Yamnia. 2. en la cátedra de Moisés se han sen­tado: El tiempo en pasado sugiere que tam­bién su autoridad es algo que ya pertenece al pasado. La cátedra de Moisés es una metáfora que alude a la autoridad de Moisés. Los fari­seos afirmaban que eran sus sucesores (m’A­bot 1,1). La frase puede referirse a su «sede» de Yamnia. 3. haced todo: Muchas de sus en­señanzas eran buenas, al menos en cuanto mostraban un gran celo por Dios y el AT, pero, para Mateo, su praxis no se ajustaba a ellas. A no ser como ironía, este versículo resulta in­comprensible. 4. Cf. 11,28-30. 5. Cf. 6,1.5.16. 6. Cf. Lc 14,7-11. 8. no os dejéis llamar Rabí: Los vv. 8-10 contienen una crítica de los títu­los, cuidadosamente construida por Mateo. Rabbí (lit., «mi grandeza») había entrado sólo recientemente en uso, durante los años 60-80 d.C., como término técnico para tratar a los sabios-maestros judíos que poseían autoridad. Su rechazo forma parte de la disputa que Ma­teo mantenía con aquellos que lo detentaban. 9. Saúl ben Batnith (ca. 80-120 d.C.) fue el pri­mer sabio judío conocido al que se le dio el tí­tulo de Abba, padre. A pesar de esta prohibi­ción, el título se introdujo en el cristianismo a través del movimiento monástico, donde pri­mero sirvió para denominar al director espiri­tual. La propia lista de los títulos preferidos por Mateo se encuentra en el v. 34. 10. maes­tro: Los cristianos tienen solamente un maes­tro, Cristo, en el sentido de que durante toda la vida serán discípulos exclusivamente suyos. Otros maestros juegan un papel transitorio. 11. el más grande: Mateo refuerza la enseñan­za sobre la humildad con referencias a 20,26.27 y el uso de Q (Lc 14,11). 13-33. Aho­ra encontramos una terrible sección de siete ayes, que corresponden a las bienaventuran­zas del cap. 5, y que están modelados según Is 5,8.11.18.20.21.22. 13. ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas: Mateo nivela la oposi­ción a Jesús, que, de hecho, venía de frentes diferentes, y la unifica para hacerla coincidir con los adversarios de su propia Iglesia. Pero estos ayes se dirigen también contra su Iglesia, para advertirle del peligro de la falsa seguri­dad. Con respecto al término «hipócritas», cf. comentario sobre 6,2. En el fondo, Mateo acu­sa a los fariseos de ser maestros falsos porque no aceptan la misión magisterial de Jesús co­mo el Cristo. 15. recorréis mar y tierra: Es un cumplido altamente ambiguo dirigido a los fa­riseos por su misión en la diáspora, sobre cu­yos cimientos construyó Pablo (cf. B. J. Bamberger, Proselytism in the Talmudic Period [Cincinnati 1939]). 16-22. Cf. 5,33-37. 23. Cf. Lv 27,30; Dt 14,22.23; Zac 7,9; Miq 6,8. lo más importante de la ley: Los rabinos se oponían a distinguir entre preceptos ligeros y pesados (m’Abot 2,1; 3,19; 4,2; mHag. 1,8). sin descui­dar aquello: Representa el punto de vista de los judeocristianos de Mateo, defensores de la ob­servancia de toda la Torá, pero tal y como ha­bía sido interpretada por Jesús (5,17-20). 25-26. Estos versículos recogen un debate común en las academias de Hillel y Sammai, y lo con­vierten en un asunto moral; las personas, no las cosas, son lo que realmente importa (J. Neussner, NTS 22 [1975-76] 486-95). 34. por eso, yo os envío profetas, sabios y escribas: Es una lista de dirigentes de la Iglesia de Mateo. Apostelló, «enviar», alude a los apóstoles. Cf. comentario sobre 10,40-42. Los títulos proce­den del AT. 35. Abel: cf. Gn 4,8.10. Zacarías, el hijo de Baraquías: Hay una confusión en esta afirmación. Lleva el nombre del undécimo de los doce profetas menores, al que también se llama «hijo de Idó» (Esd 5,1), pero en ningún lugar se dice que fuera asesinado. Puede que se refiera a Zacarías, hijo de Yehoyadá (2 Cr 24,20-22). Algunos especialistas piensan que se trata de Zacarías, hijo de Baris o Baruch, conocido por Josefo {Bell. 4.5.4 § 334-44).

136 (B) Lamentación sobre Jerusalén (23,37-39). Cf. Lc 13,34-35; 19,41-44. Este pa­saje de Q constituye el intenso clímax del cap. 23. Presenta a Jesús como la personificación de la sabiduría divina que trae un mensaje de salvación de parte de Dios (cf. 11,28-30; Eclo 24,7-12; Lam). Mateo omite el relato del óbolo de la viuda para unir este capítulo con el 24. Jerusalén: La exclamación con doble vocativo es típica del estilo del AT. La muerte violenta de los profetas ya se había convertido en esta época en un tópico clásico (Hch 7,52). cuántas veces: Jesús visitó Jerusalén frecuentemente, aunque Mateo solamente nos informe de una visita. La imagen de la mamá gallina anidan­do a su pollada connota el cuidado, la protec­ción y el amor (cf. Is 31,5; Dt 32,11; Sal 36,7). 38. casa: Alusión a Jr 22,5 y a los aconteci­mientos del 70 d.C. 39. Notemos la inclusión con 21,9, donde se cita también el Sal 118,26. La advertencia profética se dirige hacia la ve­nida del Hijo del hombre para el juicio y el rei­no. Notemos la repetición de la expresión «de ahora en adelante» en 26,29.64,
(Frankemolle, H., Biblische Handlungsanweisungen 133-90. Garland, D. E., The Intention of Matt 23 [NovTSup 52, Leiden 1979]. Stanton, G. N., «The Gospel of Matthew and Judaism», BJRL 66 [1984] 264-88.)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Damos principio á un capítulo que contiene las últimas palabras que nuestro Señor habló dentro de las paredes del templo, que tuvieron por objeto dar á conocer lo que eran los y fariseos, y censurar severamente sus doctrinas y sus enseñanzas. Sabiendo bien que su permanencia en la tierra se acercaba á su fin, nuestro Señor ya no ocultó por más tiempo su opinión acerca de los principales maestros de los judíos. Sabía pronto habría de dejar á sus discípulos solos, como ovejas en medio de lobos, los previno sin ambages contra los falsos maestros que los rodeaban.
Los siguientes son los puntos más notables : 1. Que, en cuanto á los maestros, es importante hacer distinción i las funciones que ejercen y el ejemplo que dan. Los escribas y fariseos se sentaban en la cátedra de Moisés. Bien ó mal desempeñaban entre los Judíos el cargo público de maestros de religión, por indigna que fuese la manera como cumpliesen con sus deberes, la dignidad de que estaban revestidos los hacia acreedores al respeto del pueblo. Empero, si bien había de acatarse su dignidad, no por eso debía imitarse su mala conducta; y aunque sus enseñanzas habían de ser atendidas y practicadas entre tanto que apegasen á las Escrituras, no debían serlo cuando estuviesen en contradicción con ese mismo libro santo. Que eso fue lo que nuestro Señor quiso decir se comprende fácilmente leyendo todo el capítulo. En él se atacan no solo la mala conducta, sino las doctrinas falsas.
Manifiesta el hombre una tendencia constante á irse á los extremos. Si no se mira la dignidad del ministro con una veneración idolátrica, hay riesgo de que se la desprecie sin rebozo. Es preciso precavernos de ambos extremos. Por mucho que desaprobemos la conducta de un ministro del Evangelio, ó por mucho que sus preceptos disuenen con nuestras convicciones, menester es que acatemos su dignidad.
2. Que la inconsecuencia, la ostentación, y el anhelo de enaltecerse, son señaladamente desagradables á Jesucristo. Respecto de la inconsecuencia lo primero que El dijo de los fariseos fue que decían y no Inician: es decir, que exigían que los demás hiciesen lo que ellos mismos no practicaban. En cuanto á la ostentación dijo que hacían todas sus obras para ser mirados de los hombres. Sus filacterias (tiras de pergamino que tenían escritos textos de la Escritura y que los judíos llevaban en el brazo ó en la frente) eran de un tamaño excesivo. Los flecos de sus vestidos (que Moisés había mandado á los Israelitas que usasen en memoria de los mandamientos de Dios) eran de una anchura desmedida. Num 15:38. Y hacían todo eso para llamar la atención, y para que la gente pensara que eran muy santos. Por lo que hace al anhelo de enaltecerse nuestro Señor les dijo á los fariseos que amaban los primeros asientos en los lugares públicos, y que gustaban que se les diesen títulos lisonjeros. Nuestro Señor mencionó todo eso para censurarlo. Por desgracia, los fariseos no han sido los únicos hombres que han impuesto el asceticismo á los demás, y que aparentado santidad en su traje, han cortejado la alabanza de los hombres. Los anales de la iglesia muestran que muchos cristianos han seguido sus huellas.
3. Que los cristianos no deben dar á persona alguna aquellos títulos y honores que solo pertenecen á Dios y al Cristo. No debemos «llamar á nadie Padre en la tierra..
Desde luego se deja comprender que al aplicar esta regla es preciso ceñirse á los límites que la Escritura misma establece. No se nos prohíbe tener en grande estima a los ministros á causa de las funciones que ejercen. 1Th 5:13. Aun Pablo, que fue uno de los creyentes más humildes, llamó á Tito hijo suyo en la fe, y dijo á los Corintios: «En Cristo Jesús yo os engendré por el Evangelio.» 1Co 4:15. Empero, es preciso cuidar de no dar á los eclesiásticos una posición y rango á que realmente no son acreedores. Ellos son hombres que tienen pasiones como las nuestras, y que necesitan de la misma sangre purificadora y el Espíritu Sanador. La carrera que siguen es elevadísima, mas, á pesar de esto, no son sino hombres.
Que la virtud que más debe distinguir al cristiano es la humildad, la aspiración más ardiente ha de ser, no la de regir la iglesia sino servir en ella. Como muy bien ha dicho Baxter, «la gran obligación del eclesiástico consiste en prestar grandes servicios.» El anhelo de los fariseos era recibir honores y ser apellidados maestros el anhelo del cristiano debe ser el consagrarse á sí mismo y todo lo que tiene al servicio de los demás. La meta es á la verdad encumbrada, pero más baja no debiera contentarnos. Tanto el ejemplo de nuestro bendito Salvador, como los preceptos explícitos de las Epístolas, nos exigen que nos revistamos de humildad.

Fuente: Los Evangelios Explicados

Da el Señor en cara con su hipocresía a los fariseos y doctores de la ley, haciéndoles gravísimos cargos, y poniéndoles delante su mala conducta y costumbres corrompidas; por lo cual les amenaza con eternas penas y miserias, que se extenderían también a su ciudad y a toda su nación, por haber seguido su ejemplo.

1 a. Esto es, después de haber confundido a los fariseos; de modo que no volvieron a inquietarle con sus maliciosas preguntas.

2 b. Esto es, tienen, por razón de su dignidad, autoridad legítima para enseñar, y para interpretar la ley. La palabra Scriba significa propiamente escribano; pero se usa para significar un doctor de la ley. Puede ser que diese ocasión para dar este título a los intérpretes de la ley, el que su primera ocupación fuese de escribir los libros de Moisés, y de proveer de ejemplares de ellos a los que los necesitasen. El nombre de fariseo lo era de una secta que pretendía ser la más ilustrada en materia de religión.
Los doctores leían en pie la ley, o los profetas, y se sentaban, cuando los explicaban al pueblo. Se llamaba cátedra de Moisés, porque estaba destinada para enseñar en ella la ley de Moisés.

3 c. Porque siendo legítima su autoridad, debéis obedecerles en todo lo que no fuere contrario a ley de Dios, aunque sean ellos muy perversos; mas no conformaros con sus obras. Ésta es una prueba evidente, de que la autoridad de enseñar y definir los dogmas de la religión puede muy bien estar con la vida perversa y relajada de los pastores, contra lo que afirma Wiclef (véase 16,6-12).

4 d. Ponen sobre los otros un yugo insoportable de preceptos, observancias y tradiciones humanas, y al mismo tiempo siendo consigo mismos muy indulgentes, no quieren aplicar ni siquiera un dedo para aliviárselas a los otros. Otros, atendiendo a que en su exterior mostraban una hipocresía muy refinada, explican esto diciendo, que al paso que eran muy indulgentes por lo que miraba a las leyes divinas, y las obligaciones de una moral ajustada, que procuraban eludir con interpretaciones arbitrarias y con sutiles distinciones, eran inflexibles e inexorables por lo que tocaba a las observancias de su secta, y a las tradiciones de sus antiguos, cuyo cumplimiento exigían sin misericordia, sin dispensar ni disimular jamás en ellas.

5 e. El texto Griego no dice: platúnousi gár, sino dé, y ensanchan; porque ésta no es declaración de la primera sentencia, sino otra razón con que prueba su vanagloria. Había Dios mandado a su pueblo, que llevase atados a la mano los preceptos de la ley, y que los tuviese continuamente delante de los ojos; dándole a entender con esto, que debía tenerlos día y noche delante de los ojos de su corazón, para meditarlos, y seguirlos como regla de su conducta. Mas los fariseos, interpretando groseramente este texto, escribían el Decálogo en cintas o bandas de pergamino que llevaban en forma de corona sobre su frente, y alrededor de los brazos, y creían cumplir así lo que Dios ordenaba. Y para distinguirse de los otros, y parecer más religiosos y observantes las llevaban más anchas. fulaktéria significa conservatorios; porque en dichas listas de pergamino guardaban la ley de Dios para no olvidarla. Del mismo modo había mandado Moisés, que los judíos llevasen en los remates de sus capas unas orlas o franjas de color de jacinto, que los distinguiese de los otros pueblos; y los fariseos afectaban llevarlas más largas que el común de los judíos. Véase a Guarino, Gram. Hebr, tom. II, cap. I, art. I, p. 528.

f. El Griego: tón himatíon autón, de sus vestidos. Estas palabras faltan en la vulgata.

7 g. Rabbí, maestro. En el texto Griego está repetido, rhabbí, rhabbí; repetición que quiere significar maestro muy excelente. No reprende el Señor, que tuviesen los primeros asientos, ni que fuesen saludados con el título de maestros; reprende la solicitud y afecto desordenado con que andaban a caza de semejantes honras, y con que fomentaban su ambición, vanidad y soberbia. El Señor no condena la subordinación, que es necesaria para conservar el orden, tanto en la sociedad civil, como en la eclesiástica. El orden pide que los lugares y las distinciones se den según la dignidad y preeminencia de los empleos y cargos. De lo contrario nacería una confusión inevitable. La humildad cristiana exige, que lejos de ir tras los primeros empleos y dignidades, no las recibamos sino obligados a ello por los superiores, ni las conservemos sino con la mayor modestia, prontos siempre a dejarlas, luego que la paz o la caridad así lo pidan.

8 h. El texto Griego añade, ho jristós, el Cristo. Cuando el Señor prohibe a sus Apóstoles llamarse maestros, doctores, padres, no es por respeto a solos los títulos considerados en sí mismos, sino a los privilegios que por esto se atribuían, y a los derechos que se usurpaban en la Iglesia (véase Mt 11,25; Rom 2,19-20), de interpretar la ley según las tradiciones de sus padres, y de decidir por éstas el sentido de las Escrituras, pretendiendo que sus decisiones fuesen otros tantos oráculos, y arrogándose una especie de infalibilidad, por manera, que el pueblo las debiese admitir con la mayor sumisión, y sin la menor réplica. Jesucristo pues en la persona de sus discípulos no reprueba simplemente los títulos de maestros y de doctores, sino los privilegios que la soberbia de los judíos había vanamente adjudicado a tales títulos. Solamente son infalibles las decisiones y oráculos que vienen de Dios; y por esta razón lo son las de la Iglesia.

12 i. MS. Enalçado.

13 j. Porque impedían a los pueblos que reconociesen al verdadero Mesías; y así ellos no entraban en el reino de los cielos, y al mismo tiempo estorbaban que entrasen otros que lo deseaban.

14 k. El Griego: kái profásei makrá proseujómenoi, fingiendo orar mucho. El Señor reprende su avaricia y la crueldad con que despojaban a las pobres viudas; y al mismo tiempo su hipocresía, amenazándoles por esto con mayor infierno. Como su principal fin era que fuesen tenidos por hombres de piedad, aprovechándose de esta reputación para con personas afligidas, como eran las viudas; éstas, teniéndolos por unos santos, se encomendaban a sus oraciones, creyendo que sus ruegos serían oídos. Y ellos, abusando de esta credulidad, y haciendo un sacrílego tráfico de la piedad, les vendían bien caro el tiempo que empleaban en hacer por ellas largas oraciones, despojándolas de los bienes que tenían.

15 l. Prosélito, es lo mismo, que el latino advena, del verbo griego proseléutho, advenio: en hebreo ger, extranjero. Se llamaban así los idólatras que se convertían a la religión de los judíos. Los fariseos no dejaban piedra por mover a trueque de convertir uno de estos. Pero esto lo hacían llevados de un oculto deseo de que los tuviesen por celosos del culto divino; y movidos de ambición y avaricia, cuidaban más de la ganancia y aumento de los provechos que les resultaban de los sacrificios, que de la salud espiritual de los que convertían.

m. Porque los fariseos con su mal ejemplo y perniciosas tradiciones corrompían la pureza de la ley, y eran causa de que estos nuevos convertidos, o volviesen de nuevo a la idolatría; o si permanecían en la religión judaica, fuesen más corrompidos que los mismos fariseos. Porque un discípulo que tiene un mal maestro, sale peor que su mismo maestro. San Juan Crisóstomo.

16 n. El Griego: en tó naó, en el templo. No era, dice San Jerónimo, el temor de Dios, sino el amor del oro, el que los gobernaba en todas las cosas; y así procuraban inspirar a los pueblos un grande respeto al templo, más por la santidad de las ofrendas, en que ellos tenían su interés, que por la santidad del lugar, que Dios honraba con su presencia.

o. Decís que no está obligado al juramento, siguiendo vuestras corrompidas y erróneas tradiciones.

23 p. MS. La mienta, é el aneldo. Eran muy exactos en pagar el diezmo de todas estas yerbas y cosas de poco valor, al paso que abandonaban lo que había más importante en la ley de Dios. San Jerónimo traslada este lugar de otro modo muy diferente, porque dice: no que pagaban, sino que exigían con el mayor rigor el diezmo, aun de las cosas más despreciables, por un efecto de avaricia y por relación a sus propios intereses, más bien que a la ley de Dios de que cuidaban muy poco. Y esto es propiamente decimatis: exigís los diezmos.

24 q. Los orientales colaban los licores antes de beberlos, por temor de tragarse algún insecto; y de aquí provino este proverbio entre los judíos, con el que el Señor les da a entender, que hacían mucho escrúpulo de cosas de poca importancia, atropellando con las más graves.

25 r. MS. Que escúllades el cáliz. El uso de un vaso, o de un plato no se toma de la parte exterior, sino de la interior; y así ésta es la que principalmente debe estar limpia. Los fariseos cuidaban mucho de exterioridades, al paso que tenían el alma llena de abominaciones; y esto es lo que les da a entender el Señor, comparándolos con los sepulcros, que por defuera están muy blancos y adornados, y dentro no encierran más que corrupción e inmundicia.

s. MS. De rabina.

27 t. MS. De podredura.

29 u. MS. É afeytades.

30 v. Como si les dijera: ¡Ay de vosotros desgraciados! pues cuando hacéis ostentación de estos sepulcros que levantáis a los profetas, y os lisonjeáis de que si hubierais vivido en los días de vuestros padres, no hubierais tenido parte en el delito que cometieron quitándoles la vida; dais claramente a entender, que sois dignos hijos de tales padres, puesto que en el fondo no sois mejores que ellos, habiendo concebido ya en vuestro corazón el designio del más enorme delito, que se ha ejecutado, y se ejecutará en todos los siglos, que es el Deicidio.

31 w. Y así vosotros. Esto es: vosotros mismos dais testimonio, etc., o vosotros contra vosotros mismos, y para vuestra perdición dais testimonio de que sois hijos, etc.

32 x. Haciendo morir al Justo, y al Santo de los santos, y desechando con el mayor desprecio el reino de este hombre Dios, que las Escrituras les prometían después de tantos siglos, como a su verdadero rey y Salvador. Escarmienten los pecadores, y teman llenar la medida; esto es, aquel número de pecados que el Señor tiene determinado sufrir, para descargar después sobre ellos todo el peso y rigor de su justicia.

33 y. Porque, como dice San Jerónimo, así como de las víboras nacen otras víboras; de la misma manera de aquellos padres matadores habían nacido estos hijos homicidas.

z. ¿De una eterna condenación? (véase 5,22).

34 a. Las persecuciones, trabajos, tormentos y muerte que padecieron sus Apóstoles y discípulos.

35 b. San Jerónimo dice, que éste era el santo sacerdote, hijo del pontífice Joíada, por otro nombre Baraquías. Animado del espíritu de Dios reprendió con grande celo a los israelitas la abominación e idolatría que cometían, y por esto le mataron a pedradas entre el altar de los holocaustos y el templo. Otros se persuaden, que es vaticinio de la muerte de Zacarías hijo de Baruc, antes que los romanos tomaran a Jerusalén. Véase Josefo sobre este Baraquías.

37 c. El Griego: prós autén, a ella.

d. Con esta comparación declara el Señor la ternura del amor con que tantas veces los había llamado y abrigado; y su ingratitud y desconocimiento después de tan grande solicitud y paternal afecto. San Hilario. A Dios no conviene la voluntad imperfecta de simple deseo, pues su decreto es inmutable, y sin la menor oposición (Is 46,10; Rom 9,19): así que esto se ha de entender de los medios externos de que se valió para atraerlos, sus exhortaciones, doctrina, milagros, etc., a que ellos por un efecto de su depravada y rebelde voluntad, y por un oculto juicio y permisión de Dios, voluntariamente cerraron los ojos.

38 e. Por el asedio y ruina de Jerusalén, de que ya hemos hablado.

39 f. Hasta que en mi segunda venida os veáis forzados a reconocer la verdad de aquellas palabras que cantaron los pueblos y los niños: ¡Bendito sea, etc.! Esto es, hasta que digáis, que yo soy el Mesías, y el soberano Señor, a quien deben sujetarse todos los judíos y gentiles.

Fuente: Notas Bíblicas

[4] Referencia Shem Tov.

[1] Todas las naciones Israelitas de los últimos días.

[2] El mensaje del reino restaurado y establecido enterenamente es el único y correcto mensaje.

[3] ¿Como los creyentes pueden ver la “abominación desoladora” si no están ya en la tierra? Los creyentes estarán leyendo el Libro de Daniel durante la Gran Tribulación. No hay rapto aquí, porque si lo hubiera, ¿Porqué necesitaríamos el libro de Daniel, u otro libro, si hubiese un rapto pretribucionalista?

[4] Se espera que los creyentes siempre guarden el Shabat y lo estarán haciendo tanto en el tiempo antes como después de la Gran Tribulación.

[5] Los escogidos y elegidos siempre se trata de las mismas personas.

[6] En el Pacto Renovado, la congregación de los redimidos es llamada los elegidos. Nunca son los Judíos no salvos, u otros pueblos no salvos llamados elegidos en ninguna parte del Pacto Renovado, es más ni en ninguna parte del resto de las Escrituras.

[7] Dentro de los “elegidos de la tribulación” que son engañados, engañados, existen los “muy elegidos” que no pueden ser engañados.

[8] Referencia del Shem Tov.

[9] Está claramente especificado cuando es el retorno de Moshaij Moshaij después de la Tribulación.

[10] Todas las naciones, y todas las 12 tribus de Israel. Doble significado.

[11] “Cuatro vientos”, es una expresión idiomática usada unicamente para referir a los lugares de exilio de ambas casas de Israel. Se haya tanto en la Torah como en el Pacto Renovado.

[12] Reunificación de las dos casas de Israel de acuerdo a Isa 1:12.

[13] Observe cuidadosamente. No seas engañado. Creyentes verán estas cosas como el Adon lo dicho aquí.

[14] Peshitta: Esta raza.

[15] Los que fueron quitados del medio en los días de Noe, no salieron volando, sino que fueron quitados del medio a través de las aguas del juicio. De igual manera en la tribulación los perdidos serán quitados del medio, mientras que los salvos serán dejados atrás.

[1] Referencia Shem Tov.

[2] Los Israelitas redimidos serán protegidos y vencerán, mientras que los demás serán quitados del medio.

[3] Referencia Shem Tov.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[9] Los judíos llamabanpadre al rabino o doctor principal de la sinagoga.[26] Sea puro tu corazón y lo serán las acciones.[34] Jesús se refiere a los apóstoles y discípulos que predicarían la Buena Nueva. Hech 7, 57; 12, 2-5; 13, 50.[36] Casi cuarenta años después sucedió la total destrucción de Jerusalén.

Fuente: Notas Torres Amat