Comentario de Mateo 23:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres. Pues vosotros no entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.

23:13 — Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. — En su comentario sobre Mat 23:13-29 el Sr. Matthew Henry pone los ocho ayes en contraste con las ocho bienaventuranzas de Mat 5:1-48, y agrega que los ayes son como los truenos y relámpagos del Monte Sinaí. En Mat 23:1-39 Jesús expone la falsedad de aquellos que siempre insisten en la «predicación positiva». Desde luego, tales hermanos son en realidad muy negativos, porque denuncian fuertemente a los que son negativos. Debaten mucho con otros afirmando que no se debe debatir, critican mucho a otros diciendo que no se debe criticar, etcétera. ¡Nadie es tolerante! Los más intolerantes son los que profesan ser tolerantes, porque éstos son muy intolerantes de los que tildan de intolerantes. Lo importante es que tengamos la intolerancia de Jesús. El decía la verdad y al concluir expresó tristeza sobre la condición de estos líderes judíos (23:37-29).

La condición lamentable de la iglesia en muchas partes se debe en gran parte a la falta de no condenar el pecado y el error. La iglesia está absorbiendo la filosofía de la sociedad general en ser cada vez más tolerante del crimen, la homosexualidad, el divorcio y nuevas nupcias, el aborto, las drogas y toda clase de maldad.

La palabra «ay» es «una interjección, se usa (a) en denuncia, Mat 11:21; Mat 18:7 (dos veces); ocho veces en el cap 23; 26:24…» (WEV). Dice Larousse, «Denota admiración, aflicción o dolor», y así es en Apo 18:10; Apo 18:16; Apo 18:19 (WEV), pero en Mateo significa una denuncia solemne del juicio. Implica que grandes calamidades les esperan a los culpables. Jesús pone «ayes» en contraste con «bienaventuranzas», Luc 6:20-26.

El conocimiento de la verdad es la puerta por la cual se entra en el reino, y los escribas y fariseos se oponían a la verdad. Hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Jesús. Estos no podían literalmente cerrar el reino, porque solamente Dios tiene esta autoridad, pero éstos eran los líderes del pueblo y, en un sentido figurado, cerraron el reino al enseñar error acerca del Mesías y al negar a Jesús y contradecir sus enseñanzas (Mat 12:24; Jua 9:13-41; Jua 12:42; 1Ts 2:14-16). Cerraron el reino con la fuerza de su ejemplo (Jua 7:48) y por su autoridad (Luc 6:22; Jua 7:13; Jua 7:45-52; Jua 9:22; Jua 9:34). Luc 11:52, «¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis». Estos maestros no enseñaban la ley de Dios, sino sus tradiciones; aun invalidaron la ley de Dios con ellas (Mat 15:1-9). Quitaron la llave del conocimiento del Antiguo Testamento (la ley, los profetas y los salmos) porque no explicaron la naturaleza típica de los sacrificios y otras cosas de la ley, ni tampoco las muchas profecías que apuntaban hacia Cristo (su nacimiento, su ministerio, su muerte, resurrección, ascensión y coronación).

«¡Qué descripción tan viva del clero romanista, quienes son los sucesores legítimos de aquellos escribas!» (JFB), pero no solamente el clero romano, sino los mormones, los testigos, los adventistas, los carismáticos y otros evangélicos hacen todo lo posible por evitar que la gente escuche y obedezca al evangelio puro. Hacen lo mismo muchos hermanos liberales al representar mal a los que se oponen a su liberalismo.

Muchos padres rehúsan entrar en el reino e impiden a sus propios hijos. También muchos esposos incrédulos hacen todo lo posible por evitar que sus esposas e hijos asistan a los servicios. Recuérdese Mat 18:6-7.

Sin embargo, es necesario enfatizar que todo el mundo es responsable delante de Dios y debe aprender la verdad y obedecerla. Nadie puede decir a Dios, «Yo soy inocente porque otros cerraron el reino y yo no podía entrar». En el día de juicio no solamente todos los falsos maestros darán cuenta a Dios, sino también todos los seguidores (15:14).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Mat 23:14, Mat 23:15, Mat 23:27, Mat 23:29; Isa 9:14, Isa 9:15; Isa 33:14; Zac 11:17; Luc 11:43, Luc 11:44.

porque cerráis el reino de los cielos. Mat 21:31, Mat 21:32; Luc 11:52; Jua 7:46-52; Jua 9:22, Jua 9:24, Jua 9:34; Hch 4:17, Hch 4:18; Hch 5:28, Hch 5:40; Hch 8:1; Hch 13:8; 1Ts 2:15, 1Ts 2:16; 2Ti 3:8; 2Ti 4:15.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús proclamó los ayes sobre los escribas y fariseos debido a su directa oposición a la verdad.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

¡AY DE VOSOTROS… FARISEOS! Las palabras de Jesús en el cap. Mat 23:1-39 constituyen su más severa denuncia. Iban dirigidas contra los dirigentes religiosos y los falsos maestros que habían rechazado por lo menos una parte de la Palabra de Dios y la habían reemplazado con sus propias ideas e interpretaciones (vv. Mat 22:23; Mat 22:28; Mat 15:3; Mat 15:6-9; Mar 7:6-9).

(1) Debe notarse el espíritu de Jesús. No es el espíritu tolerante, condescendiente y acomodaticio de alguien que no se interesa por la fidelidad a Dios y a su Palabra. Cristo no fue un predicador débil que toleraba el pecado. Él se enojó con el mal (cf. Mat 21:12-17; Jua 2:13-16) y denunció el pecado y la corrupción de los que ocupaban altas posiciones (vv. Mat 23:23; Mat 23:25) debido a que era fiel a su llamamiento.

(2) El amor de Jesús por las Escrituras inspiradas de su Padre, así como su interés por los que eran destruidos por la distorsión de ellas (véanse Mat 15:2-3; Mat 18:6-7; Mat 23:13; Mat 23:15), era tan grande que hicieron que Él empleara palabras como «hipócritas » (v. Mat 23:15), «hijo del infierno » (v. Mat 23:15), «guías ciegos » (v. Mat 23:16), «insensatos » (v. Mat 23:17), «robo » e «injusticia » (v. Mat 23:25), «sepulcros blanqueados » (v. Mat 23:27), «inmundicia » (v. Mat 23:27), «llenos de… iniquidad » (v. Mat 23:28), «serpientes, » «generación de víboras » (v. Mat 23:33) y asesinos (v. Mat 23:34). Esas palabras, aunque severas y condenatorias, las pronunció con un corazón quebrantado (v. Mat 23:37) Aquel que murió por aquellos a quienes las dirigió (cf. Jua 3:16; Rom 5:6; Rom 5:8).

(3) Jesús describe el carácter de los predicadores y maestros falsos como el de ministros que procuran ser populares e importantes, y «ser vistos por los hombres » (v. Mat 23:5). Les encantan los honores (v. Mat 23:6) y los títulos (v. Mat 23:7), y le cierran la puerta del cielo a la gente con su evangelio torcido (v. Mat 23:13; véase el ARTÍCULO FALSOS MAESTROS, P. 1374. [Mar 13:22]). Son religiosos profesionales que parecen espirituales y piadosos, que en realidad son injustos (vv. Mat 23:14; Mat 23:25-27). Hablan bien de los dirigentes espirituales piadosos del pasado, pero no siguen sus costumbres ni su consagración a Dios, a su Palabra y a su justicia (vv. Mat 23:29-30).

(4) La Biblia les ordena a los creyentes que se cuiden de esos falsos dirigentes religiosos (Mat 7:15; Mat 24:11), que los consideren incrédulos (véase Gál 1:9, nota), y se nieguen a respaldar su ministerio o a tener comunión con ellos (2Jn 1:9-11).

(5) Los miembros de la iglesia que, en nombre del amor, de la tolerancia o de la unidad, se niegan a manifestar el espíritu y la actitud de Jesucristo hacia los que tuercen la enseñanza original de Cristo y las Escrituras (Mat 7:15; Gál 1:6-7; 2Jn 1:9), participan de las obras malas de los profetas y maestros falsos (2Jn 1:10-11).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

ni dejáis. Los fariseos, habiéndose apartado de la rectitud de Dios, buscaron la forma de crear una rectitud por sí mismos (Rom 10:3), enseñando a otros a hacer lo mismo. Su legalismo y excesiva religiosidad efectivamente oscurecieron la puerta estrecha a través de la cual hay que entrar para acceder al reino (vea las notas sobre Mat 7:13-14).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

23:13 — Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. – En su comentario sobre Mat 23:13-29 el Sr. Matthew Henry pone los ocho ayes en contraste con las ocho bienaventuranzas de Mat 5:1-48, y agrega que los ayes son como los truenos y relámpagos del Monte Sinaí. En Mat 23:1-39 Jesús expone la falsedad de aquellos que siempre insisten en la «predicación positiva». Desde luego, tales hermanos son en realidad muy negativos, porque denuncian fuertemente a los que son negativos. Debaten mucho con otros afirmando que no se debe debatir, critican mucho a otros diciendo que no se debe criticar, etcétera. ¡Nadie es tolerante! Los más intolerantes son los que profesan ser tolerantes, porque éstos son muy intolerantes de los que tildan de intolerantes. Lo importante es que tengamos la intolerancia de Jesús. El decía la verdad y al concluir expresó tristeza sobre la condición de estos líderes judíos (23:37-29).
La condición lamentable de la iglesia en muchas partes se debe en gran parte a la falta de no condenar el pecado y el error. La iglesia está absorbiendo la filosofía de la sociedad general en ser cada vez más tolerante del crimen, la homosexualidad, el divorcio y nuevas nupcias, el aborto, las drogas y toda clase de maldad.
La palabra «ay» es «una interjección, se usa (a) en denuncia, Mat 11:21; Mat 18:7 (dos veces); ocho veces en el cap 23; 26:24…» (WEV). Dice Larousse, «Denota admiración, aflicción o dolor», y así es en Apo 18:10; Apo 18:16; Apo 18:19 (WEV), pero en Mateo significa una denuncia solemne del juicio. Implica que grandes calamidades les esperan a los culpables. Jesús pone «ayes» en contraste con «bienaventuranzas», Luc 6:20-26.
El conocimiento de la verdad es la puerta por la cual se entra en el reino, y los escribas y fariseos se oponían a la verdad. Hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Jesús. Estos no podían literalmente cerrar el reino, porque solamente Dios tiene esta autoridad, pero éstos eran los líderes del pueblo y, en un sentido figurado, cerraron el reino al enseñar error acerca del Mesías y al negar a Jesús y contradecir sus enseñanzas (Mat 12:24; Jua 9:13-41; Jua 12:42; 1Ts 2:14-16). Cerraron el reino con la fuerza de su ejemplo (Jua 7:48) y por su autoridad (Luc 6:22; Jua 7:13; Jua 7:45-52; Jua 9:22; Jua 9:34). Luc 11:52, «¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis». Estos maestros no enseñaban la ley de Dios, sino sus tradiciones; aun invalidaron la ley de Dios con ellas (Mat 15:1-9). Quitaron la llave del conocimiento del Antiguo Testamento (la ley, los profetas y los salmos) porque no explicaron la naturaleza típica de los sacrificios y otras cosas de la ley, ni tampoco las muchas profecías que apuntaban hacia Cristo (su nacimiento, su ministerio, su muerte, resurrección, ascensión y coronación).
«¡Qué descripción tan viva del clero romanista, quienes son los sucesores legítimos de aquellos escribas!» (JFB), pero no solamente el clero romano, sino los mormones, los testigos, los adventistas, los carismáticos y otros evangélicos hacen todo lo posible por evitar que la gente escuche y obedezca al evangelio puro. Hacen lo mismo muchos hermanos liberales al representar mal a los que se oponen a su liberalismo.
Muchos padres rehúsan entrar en el reino e impiden a sus propios hijos. También muchos esposos incrédulos hacen todo lo posible por evitar que sus esposas e hijos asistan a los servicios. Recuérdese Mat 18:6-7.
Sin embargo, es necesario enfatizar que todo el mundo es responsable delante de Dios y debe aprender la verdad y obedecerla. Nadie puede decir a Dios, «Yo soy inocente porque otros cerraron el reino y yo no podía entrar». En el día de juicio no solamente todos los falsos maestros darán cuenta a Dios, sino también todos los seguidores (15:14).

Fuente: Notas Reeves-Partain

CERRANDO LA PUERTA A OTROS

Mateo 23:13

-¡Pobres de vosotros, escribas y fariseos farsantes, porque les cerráis la puerta del Reino del Cielo en la cara a los demás! Vosotros mismos no entráis, pero tampoco les dejáis entrar a los que lo intentan.

Los versículos 13 al 26 forman la denuncia más terrible y explícita que encontramos en el Nuevo Testamento. Como Plummer escribía, » estos ayes son como un trueno por su incontestable severidad, y como un relámpago por su exposición indiscriminada… Iluminan al mismo tiempo que hieren.»

Aquí Jesús dirige una serie de siete ayes contra los escribas y fariseos hipócritas. La versión Reina-Valera empieza cada uno de ellos con la exclamación «¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!» La palabra griega para ay es uai. Es difícil de traducir, porque incluye no solo ira sino también lástima. Hay aquí justa indignación; pero es la indignación del corazón de amor, quebrantado por la ceguera testaruda de las personas. Hay aquí, no solamente un aire de denuncia manifiesta; también hay una atmósfera de tragedia lamentable. La palabra hipócrita sale aquí una y otra vez. La palabra griega hypokrités quería decir en un principio uno que contesta; y luego llegó a usarse especialmente para designar al que tomaba parte en un diálogo en la escena; es la palabra griega normal para actor. De ahí pasó a significar un actor en el peor sentido de .la palabra, un farsante, uno que representa un papel, que se pone una máscara, para ocultar sus verdaderas intenciones, que representa un personaje ficticio mientras interiormente sus pensamientos y sentimientos son muy diferentes. Para Jesús; los escribas y fariseos eran hombres que estaban representando un papel. Lo que quería decir era que su idea de la religión consistía en gestos externos, ponerse filacterias y flecos elaborados, la meticulosa representación de reglas y normas de la Ley. Pero en el corazón no tenían más que amargura y envidia y orgullo y arrogancia. Para Jesús, estos escribas y fariseos eran hombres que, bajo una máscara de piedad elaborada, ocultaban corazones en los que dominaban sentimientos y emociones que nada agradaban a Dios. Y esa acusación sigue aplicándose en mayor o ,menor grado a cualquier persona que lleva una vida con la suposición de que la religión consiste en observancias y actos externos.

Hay un supuesto dicho de Jesús que no figura en los evangelios: «La llave del Reino han escondido.» Su condenación de aquellos escribas y fariseos era porque, no solo no entraban en el Reino ellos mismos, sino porque le cerraban la puerta en la cara a los que procuraban entrar. ¿Qué quería decir Jesús con esta acusación?
Ya hemos visto (Mt 6:10 ) que la mejor manera de entender el Reino es como una sociedad en la Tierra en la que la voluntad de Dios se hace tan perfectamente como en el Cielo: Ser un ciudadano del Reino del Cielo, y hacer la voluntad de Dios, son una y la misma cosa. Los fariseos creían que hacer la voluntad de Dios era observar sus millares de reglas y normas insignificantes; y nada podía estar más lejos de ese Reino cuyo componente.:básico es el amor. Cuando la gente trataba de encontrar la manera de entrar en el Reino del Cielo, los fariseos les presentaban estas reglas y normas, lo que equivalía realmente a cerrarles la puerta en la cara.

Los fariseos preferían sus ideas de la religión a la de Dios. Habían olvidado la verdad fundamental de que, si uno quiere enseñar a otros, debe primero escuchar a Dios. El peligro más grave que acecha a cualquier maestro o predicador es el de elevar sus propios prejuicios a la categoría de principios universales, y sustituir la verdad de Dios por sus propias ideas. Cuando hace eso, ya no es un guía, sino una barrera que impide la entrada al Reino; porque descarriado él, descarría también a otros.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Mat 5:20; Mat 6:2; Mat 6:7; Mat 7:5; Mat 15:7.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— reino de los cielos: Ver nota a Mat 3:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Los escribas y fariseos son denunciados (cf. Luc. 11:39-52). Los versículos anteriores iban dirigidos a las multitudes y a los discípulos. Jesús siguió hablando a los escribas y fariseos directamente con siete “ayes”, que van en aumento hacia un clímax de repudio en contra de su liderazgo. Así se establece el escenario para la predicción del desastre de Jerusalén, con lo que finaliza el capítulo.

El primer “ay” (13) describe su acercamiento a la religión como un impedimento para aquellos que verdaderamente querían agradar a Dios. Sin embargo, el segundo (15) reconoce que ellos con marcado interés querían hacer prosélitos (al judaísmo). El problema era que su sistema religioso hacía que la gente fuera peor en vez de mejor (hijo del infierno significa uno que pertenece allí; cf. “hijos del reino”, 8:12). El resto de los ayes dan ejemplos de lo perversos que eran sus valores religiosos.

Los juramentos (16-22) daban suficiente espacio para las diferencias legalistas y eran objeto de mucha discusión rabínica. Jesús ya les había demostrado que tales discusiones no hacían falta para nada (5:33-37). Aquí agregó que los esfuerzos para distinguir entre juramentos más o menos “serios” era fútil, ya que a la postre todos vuelven a Dios cuyo nombre se invoca.

El cuarto “ay” (23, 24) no condena sus prácticas en cuanto al diezmo como tales (sin omitir aquéllas), pero señala la proporción absurda (¡ … coláis el mosquito, pero tragáis el camello!) al meterse en detalles meticulosos acerca del diezmo de las hierbas alimenticias, olvidando el juicio, la misericordia y la fe. Los profetas, con frecuencia, habían protestado en contra de una religión que se enfocaba en lo ritual y se olvidaba de las cosas que verdaderamente importaban (cf. Miq. 6:6-8).

Los “ayes” cinco y seis (25, 26, 27, 28) en forma similar tratan con la prioridad de la pureza interior en contraste con la limpieza exterior. Este es el tema que Jesús ya había tratado en 15:11, 17-20 en relación con el ritual del lavado de las manos. La referencia en el v. 27 puede aludir a osarios, pequeños cofres donde se coleccionaban los huesos humanos, y que con frecuencia recibían una mano de cal para cubrirlos para que se vieran hermosos.

El séptimo “ay” (29-31) conduce a un párrafo devastador que declara que la rebelión de Israel contra Dios ahora ha llegado a su culminación en esta generación (cf. el comentario sobre 12:38-45), al grado que el juicio, que por tanto tiempo había es-tado germinando, ahora al fin tendría que caer sobre ellos. Era fácil, con el correr del tiempo, que el pueblo se distanciara de la forma en que sus padres habían tratado a los profetas y a los justos, y levantaran monumentos en su honor, pero en la realidad nada había cambiado. Seguían siendo hijos de sus antepasados, tanto en actitud como en genealogía, como lo mostraba el tratamiento que daban a los mensajeros de Dios en su propio día (34). Así que mientras ellos colmaban la medida de los pecados de Israel, el clímax había llegado, y la sangre justa de todos los portavoces de Dios de antaño recaería sobre la generación de ellos (cf. 27:25 para ver esta manera de expresar la responsabilidad por la muerte y propensión al castigo).

Notas. 34 Los profetas, sabios y escribas fueron los portavoces de Dios en los tiempos del AT. Jesús describió a sus propios discípulos en términos similares; ellos no podían esperar una suerte mejor que la de su maestro. 35 Abel y Zacarías fueron el primero y el último de los mártires mencionados en el AT (ya que 2 Crón. es el último libro del canon heb.), y en ambos relatos se demanda explícitamente que esas muertes sean vengadas (Gén. 4:10; 2 Crón. 24:22). El Zacarías de 2 Crón. 24 se describe como el hijo de Joyada, mientras que Berequías era el padre de un Zacarías diferente (Zac. 1:1). En ninguno de los casos tenemos suficiente información sobre las familias para dar una explicación de confianza ante la confusión (que ocurre en otras partes en los escritos judíos).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

t 1060 Mat 16:19

u 1061 Luc 11:52

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

¡ay. Esta interjección introduce un inminente juicio de Dios (cp. Nm 21:29; Is 5:8, 11, 18; Jer 4:13; Hab 2:6; Ap 8:13). Es una fuerte expresión de dolor y pesar, usualmente por el castigo que los pecadores traen sobre sí.

hipócritas. Aquí la hipocresía incluye: 1) inconsistencia entre lo que se enseña y lo que se practica (vers. 3– 4, 27– 28); 2) deseo de prestigio y poder (vers. 5– 7, 8– 12); 3) abuso de autoridad por medio de enseñanza falsa (vers. 13, 15, 16– 28); 4) una preocupación por los mínimos detalles insignificantes (vers. 23– 28).

cerráis el reino. Por medio de su enseñanza falsa y corrupción, los escribas y fariseos evitaban que otros escucharan y creyeran la verdad acerca de Jesús (cp. 9:32– 34; 11:12, 16– 19; 12:22– 37; 15:1– 14; 21:15).

Fuente: La Biblia de las Américas

13 (1) Véase la nota 1 (1) del cap.6. Así también en todo este capítulo.

13 (2) En el cristianismo de hoy algunas personas se comportan de la misma manera.

13 (a) cfr. Mat_16:19

13 (b) Luc_11:52

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Este pasaje es llamado con frecuencia «los siete ayes», comenzando cada uno con la misma frase (hay 8 si el v. Mat 23:14, omitido en muchos mss., se incluye también).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Las inculpaciones que nuestro Señor hizo á los maestros judíos y que están contenidas en este pasaje alcanzan á ocho. De pié dentro del recinto del templo y rodeado de un atento concurso, el Salvador atacó en términos muy fuertes los errores de los escribas y fariseos. Ocho veces dijo á estos » ay de vosotros;» siete veces los llamó «hipócritas,» dos, «guías ciegos,» é «insensatos y ciegos;» y una, «serpientes, generación de víboras.» Semejantes expresiones demuestran cuan abominable á los ojos de Dios es el espíritu farisaico, cualquiera que sea el lugar ó época en que se manifieste.
Daremos una rápida ojeada á las ocho inculpaciones, y luego apuntaremos las inferencias que de ellas se desprenden.
El primer » ¡ay!» fue motivado por la oposición sistemática que los escribas y fariseos hacían al Evangelio, cerrando así el reino de los cielos delante de los hombres. No creían en el Evangelio, y hacían todo lo posible para impedir que los demás creyesen en él.
El segundo » ¡ay!» fue arrancado por la avaricia y el egoísmo de los escribas y fariseos, quienes devoraban las casas de las viudas con color de largas oraciones. Abusaban hasta tal extremo de la credulidad de mujeres endebles y desamparadas, que ya habían llegado á ser considerados por ellas como sus guías espirituales, El tercer «¡ay!» fue lanzado contra el celo que los escribas y fariseos desplegaban por adquirir adeptos. «Rodeaban la mar y la tierra por hacer un prosélito.
Incesantemente trabajaban para persuadir á los hombres á que se unieran á su secta; y eso no los animara el deseo de mejorar el estado de sus almas, ó atraerlos hacia Dios: era solo que querían engrosar sus filas, y de ese modo adquirir celebridad.
El cuarto «¡ay!» fue pronunciado en contra de las doctrinas falsas acerca de los juramentos. Los escribas y fariseos hacían distinciones artificiosas entre las diversas clases de juramentos; y llenaban, como lo han hecho más tarde los jesuitas, que algunos juramentos eran de obligatorio cumplimiento, y otros no.
Para ellos eran más sagrados los juramentos hechos por el oro del templo mismo. Distinción fue esa que redundó en mengua del tercer mandamiento y en provecho de sus autores, puesto que se daba importancia indebida á las limosnas y oblaciones. La costumbre de hacer poco caso de los juramentos era bien conocida en el mundo pagano como distintiva de los Judíos. Marcial, el poeta romano, hace alusión á ella: » Ecce negas, jurasque mihi per templa Tonantlis; Non credo: jura, verpe, per Anciualum,» marcial, IX. 94.) El quinto «¡ay!» hizo alusión á la práctica de ensalzar en religión las cosas de poca entidad con perjuicio de las de más importancia.
El sexto y el sétimo «¡ay!» son tan análogos que deben considerarse juntos. ‘Con ellos atacó nuestro Señor un defecto de que adolecía, en general, la religión de los escribas y fariseos, quienes daban atención más al decoro exterior que á la pureza y santidad de corazón. Exteriormente estaban llenos de hipocresía y de iniquidad.
El último «¡ay!» fue lanzado contra la veneración que los fariseos fingían tener por los profetas que habían finado. Edificaban los sepulcros de los profetas, y adornaban los monumentos de los justos; y sin embargo su conducta estaba demostrando que eran del mismo modo de pensar de los que habían muerto á los profetas, y que, de los santos, más les gustaban los difuntos que los vivos. Relativamente a esto justo hay un pasaje en la Biblia Berlenberger que merece trascribirse.
«Si preguntabais en tiempo de Moisés quienes eran los hombres buenos, os dirían que Abran, Isaac y Jacob, pero no Moisés, que este debía ser apedreado. Si preguntabais en tiempo de Samuel, os dirían que Moisés y Josué, pero no Samuel. Si preguntáis en los días de Cristo os responderán que Samuel y loa profetas, pero no Cristo y sus apóstoles.» He ahí el triste bosquejo que nuestro Señor hizo de los maestros judíos. Desgraciadamente el natural de ese bosquejo ha aparecido repetidas veces en la historia de la iglesia de Cristo. No hay rasgo del carácter de los fariseos que no hayan imitado algunos de los que se han llamado cristianos.
Cuan deplorable debió de ser el estado en que se encontraba la nación judía en la época en que nuestro Señor estuvo en la tierra. Si los maestros eran tales, cuan grande no seria la ignorancia de los discípulos. La iniquidad de Israel estaba al desbordarse: era ya tiempo que apareciese el Sol de Justicia y se predicase el Evangelio.
La posición del ministro infiel es en extremo peligrosa. El ser ciego es tan gran desgracia; pero mayor lo es el ser guía ciego de los demás. De todos los hombres ninguno es tan responsable de sus iniquidades como el ministro no convertido, y ninguno será juzgado con tanta severidad. A semejanza del piloto bisoño, él no es el único que sufre las fatales consecuencias de sus errores.
Del contenido de este pasaje no debe inferirse que lo más acertado en la materia religiosa es abstenerse de hacer profesión de fe. De que algunos son hipócritas no se sigue necesariamente que no haya verdadera profesión de fe, así como del hecho de que haya moneda falsa no se sigue que todo el dinero sea malo. Que la hipocresía no nos impida, pues, de hacer profesión de fe, ó seguir adelante con firmeza si ya la hubiéremos hecho.

Fuente: Los Evangelios Explicados

T81 El participio de presente τοὺς εἰσερχομένους se refiere a una acción que sucede antes que la del verbo principal: a los que estaban entrando (tratando de -R1116).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

* El versículo Mat 23:14 no aparece en los primeros manuscritos más auténticos.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento