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Comentario de Mateo 25:31 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 25:31 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria;

25:31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, — Habla con toda confianza de su triunfo final. Los eventos finales. Cuando Cristo venga (Hch 1:9-11), la tierra ser quemada (2Pe 3:10; Apo 20:11, «Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos»); los muertos serán resucitados; y los vivos serán transformados (Jua 5:28-29; 1Co 15:50-52; 1Ts 4:16-17); entonces todos comparecerán ante el tribunal de Cristo (2Co 5:10). No cabe en ninguno de estos textos la teoría de un reino terrenal de mil años.

Este texto no es una parábola. No es cierto, como dicen algunos comentaristas (por ejemplo, Barclay), que este texto es otra parábola, porque habla claramente del Hijo del Hombre (Cristo) y del juicio final. Hay contraste entre su humillación terrenal y su gloria celestial («gloria de su Padre», 16:27). Véase este contraste explicado en Flp 2:5-11. Muchos hombres y mujeres

— judíos y romanos — vieron a Jesús cuando le clavaron a una cruz romana como si fuera un criminal (lo crucificaron entre dos criminales para indicar que Jesús era un criminal). Fue una escena de gran humillación. En Aquel Día Final todos lo verán en su gloria suprema.

Los apóstoles Pedro, Juan y Jacobo vieron la transfiguración de Jesús: «se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz» (Mat 17:2). Vieron, pues, una demostración de la gloria celestial de Jesús. Compárese el Hijo del Hombre como Juan lo vio en la isla de Patmos (Apo 1:13-16), ¡el Cristo Dinámico!

— y todos los santos ángeles con él. LBLA omite la palabra «santos» porque no aparece en los manuscritos más antiguos. Compárese 13:41, 42, «Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino (el mundo, ver 37) a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes»; también 16:27, «Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras».

— entonces se sentará en su trono de gloria — «el gran trono blanco» (Apo 20:11). Los judíos esperaban que el Mesías ocupara un trono literal en Jerusalén para dar libertad política a Israel y para castigar a los romanos. En Mat 19:28 Jesús habla de ocupar su trono, pero no tenía nada que ver con el concepto de los judíos. Mat 19:28 no es paralelo con Mat 25:31, porque en aquel texto Jesús se refiere al trono que El ocupó cuando ascendió al cielo después de su resurrección (Hch 2:30; Hch 2:33), y en éste se refiere al juicio final. Cuando Jesús ocupó su trono después de su resurrección, los apóstoles también ocuparon tronos como los embajadores de Cristo, por lo cual la iglesia persevera en su doctrina (Hch 2:32) y sigue su ejemplo (Hch 14:23; Hch 20:7; 1Co 4:16-17; Flp 4:9).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

el Hijo del Hombre. Mat 25:6; Mat 16:27; Mat 19:28; Mat 26:64; Dan 7:13, Dan 7:14; Zac 14:5; Mar 8:38; Mar 14:62; Luc 9:26; Luc 22:69; Jua 1:51; Jua 5:27-29; Hch 1:11; 1Ts 4:16; 2Ts 1:7, 2Ts 1:8; Heb 1:8; Jud 1:14; Apo 1:7.

entonces se sentará sobre el trono. Sal 9:7; Apo 3:21; Apo 20:11.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La sección final de este discurso involucra juicio. Mateo ha sido llamado «el Evangelio de juicio» porque el tema ocurre a menudo (Mat 3:12; Mat 6:2, Mat 6:5, Mat 6:16; Mat 7:24-27; Mat 13:30, Mat 13:48, Mat 13:49; Mat 18:23-34; Mat 20:1-16; Mat 21:33-41; Mat 22:1-14; Mat 24:45-51; Mat 25:1-12, Mat 25:14-46). Esto era de esperar puesto que Mateo hace énfasis en la venida del Reino y por lo tanto, al juicio que lo acompaña. En las dos parábolas previas, Jesús había hablado del juicio contra los israelitas que no estaban preparados para la venida del Mesías. En la última parábola de este discurso, Jesús centra su atención sobre todas las naciones de la tierra.

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria recalca las palabras de Dan 7:13, Dan 7:14, Dan 7:27 y anuncia el futuro Reino de Cristo (Apo 5:9, Apo 5:10; Apo 19:11-18; Apo 20:4-6).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

se sentará en su trono de gloria. Esto se refiere al reino terrenal de Cristo descrito en Apo 20:4-6. El juicio descrito aquí en los vv. Mat 25:32-46 es diferente del juicio ante el gran trono blanco de Apo 20:11-15. Este juicio precede al reino milenario de Cristo, y los sujetos parecen ser solamente aquellos que estén vivos para el momento de su venida. Este es referido algunas veces como el juicio de las naciones, pero sus veredictos se dirigen a los individuos de esas naciones y no a las naciones como un todo (cp. v. Mat 25:46).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

25:31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, — Habla con toda confianza de su triunfo final. Los eventos finales. Cuando Cristo venga (Hch 1:9-11), la tierra ser quemada (2Pe 3:10; Apo 20:11, «Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos»); los muertos serán resucitados; y los vivos serán transformados (Jua 5:28-29; 1Co 15:50-52; 1Ts 4:16-17); entonces todos comparecerán ante el tribunal de Cristo (2Co 5:10). No cabe en ninguno de estos textos la teoría de un reino terrenal de mil años.
Este texto no es una parábola. No es cierto, como dicen algunos comentaristas (por ejemplo, Barclay), que este texto es otra parábola, porque habla claramente del Hijo del Hombre (Cristo) y del juicio final. Hay contraste entre su humillación terrenal y su gloria celestial («gloria de su Padre», 16:27). Véase este contraste explicado en Flp 2:5-11. Muchos hombres y mujeres — judíos y romanos — vieron a Jesús cuando le clavaron a una cruz romana como si fuera un criminal (lo crucificaron entre dos criminales para indicar que Jesús era un criminal). Fue una escena de gran humillación. En Aquel Día Final todos lo verán en su gloria suprema.
Los apóstoles Pedro, Juan y Jacobo vieron la transfiguración de Jesús: «se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz» (Mat 17:2). Vieron, pues, una demostración de la gloria celestial de Jesús. Compárese el Hijo del Hombre como Juan lo vio en la isla de Patmos (Apo 1:13-16), ¡el Cristo Dinámico!
— y todos los santos ángeles con él. LBLA omite la palabra «santos» porque no aparece en los manuscritos más antiguos. Compárese 13:41, 42, «Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino (el mundo, ver 37) a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes»; también 16:27, «Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras».
— entonces se sentará en su trono de gloria — «el gran trono blanco» (Apo 20:11). Los judíos esperaban que el Mesías ocupara un trono literal en Jerusalén para dar libertad política a Israel y para castigar a los romanos. En Mat 19:28 Jesús habla de ocupar su trono, pero no tenía nada que ver con el concepto de los judíos. Mat 19:28 no es paralelo con Mat 25:31, porque en aquel texto Jesús se refiere al trono que El ocupó cuando ascendió al cielo después de su resurrección (Hch 2:30; Hch 2:33), y en éste se refiere al juicio final. Cuando Jesús ocupó su trono después de su resurrección, los apóstoles también ocuparon tronos como los embajadores de Cristo, por lo cual la iglesia persevera en su doctrina (Hch 2:32) y sigue su ejemplo (Hch 14:23; Hch 20:7; 1Co 4:16-17; Flp 4:9).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL BAREMO DE DIOS

Mateo 25:31-46

-Cuando venga el Hijo del Hombre con todos Sus ángeles, ocupará Su puesto en Su trono glorioso, y todas das naciones se reunirán delante de Él; y Él separará a unos de otros como separa un pastor las ovejas de las cabras, colocando las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces el Rey les dirá a los de Su mano derecha: «Venid, vosotros a quienes ha bendecido Mi Padre, entrad en posesión del Reino que se os ha preparado desde la creación del mundo! Porque cuando Yo estaba hambriento Me disteis de comer; cuando estaba sediento, Me disteis de beber; cuando era un forastero, Me recibisteis; cuando estaba desnudo, Me vestisteis; cuando estaba enfermo, vinisteis a visitarme; cuando estaba en la cárcel, vinisteis a verme.» Entonces los íntegros Le contestarán: «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, y Te dimos de comer; o sediento, y Te dimos de beber; ó cuando Te vimos forastero, y Te recibimos en nuestras casas; o desnudo, y Te vestimos? ¿Cuándo Te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a verte?» Y entonces el Rey les contestará: «Os digo la pura verdad: En tanto en cuanto se lo hicisteis a uno de los más pequeñitos de estos Mis hermanos, Me lo hicisteis a Mí:» Entonces les dirá a los de Su izquierda: «¡Alejaos de Mí, malditos, al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles! Porque estuve hambriento, y no Me disteis de comer; sediento, y no Me disteis de beber; fui forastero, y no Me recibisteis entre vosotros; desnuda, y no Me vestisteis, enfermo y en la cárcel, y no vinisteis a visitarme.» Entonces esos también Le contestarán: «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no Te prestamos ningún servicio?» Entonces Él les responderá: «Os digo la pura verdad: En tanto en cuanto no se lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos, no Me lo hicisteis a Mí.» Y estos se retirarán al castigo eterno, y los íntegros irán a la vida eterna.

Esta es una de las parábolas más gráficas que Jesús dijo nunca, y su lección está clara como el agua: Que Dios nos juzgará de acuerdo con nuestra reacción a las necesidades humanas. Su juicio no será en función de los conocimientos que hayamos amasado, o de la fama que hayamos adquirido, o de la fortuna que hayamos ganado, sino de la ayuda que hayamos restado.
Hay ciertas cosas que esta parábola nos enseña acerca de la ayuda que debemos prestar a otros.
(i) Debe ser la ayuda en cosas sencillas. Las cosas que Jesús escoge mencionar -dar una comida a un hambriento, o algo de beber a un sediento, recibir a un forastero, animar a un enfermo, visitar a un preso son cosas que cualquiera puede hacer. No se trata de dar millones de pesetas, ni de escribir nuestros nombres en los anales de la Historia; sino de prestar una sencilla ayuda a personas que nos encontramos todos los días. No hay ninguna otra parábola que le abra el camino de la gloria de tal manera a la gente sencilla.
(ii) Debe ser una ayuda desinteresada. Los que la prestaron no lo hicieron pensando que estaban ayudando a Cristo o haciendo méritos para la eternidad; ayudaban porque no podían por menos. Era la reacción natural, instintiva, totalmente desinteresada, del corazón amante. Mientras que, por la otra parte, la actitud de los que dejaron de ayudar era: » Si hubiéramos sabido que eras Tú, Te habríamos ayudado con mil amores; pero creímos que era simplemente una persona corriente que no valía la pena ayudar.» Sigue siendo verdad que hay algunos que ayudarían si hubieran de recibir por ello alabanzas y gracias y publicidad; pero ayudar de esa manera no es ayudar; es apilarse méritos. No es prestar por generosidad, sino por egoísmo disfrazado. La ayuda que obtiene la aprobación de Dios es la que se da nada más que para ayudar.
(iii) Jesús nos coloca cara a cara con la maravillosa verdad de que toda ayuda de esta clase que prestemos a nuestros semejantes se Le da a Él, y toda la ayuda que se niega, se Le niega a Él. ¿Cómo puede ser esto? Si de veras queremos alegrar el corazón de un padre, si de veras queremos moverle a gratitud, la mejor manera de hacerlo es ayudando a uno de sus hijos. Dios es el gran Padre; y la manera de alegrar el corazón de Dios es ayudando a Sus hijos, nuestros semejantes.
Hubo dos hombres que encontraron esta parábola benditamente cierta. Uno fue Francisco de Asís; era rico y de elevado nacimiento y clase, pero no era feliz, porque tenía el sentimiento de que la vida era incompleta. Un buen día iba dándose un paseo a caballo, y se encontró con un leproso, horrible y repulsivo por la fealdad de su enfermedad. Algo movió a Francisco a bajar del caballo y abrazar a aquel miserable doliente; y en sus brazos el rostro del leproso se transformó en el rostro de Cristo.

El otro fue Martín de Tours. Era soldado romano, y cristiano. Un frío día de invierno, cuando entraba en una ciudad, le paró un mendigo para pedirle limosna. Martín no tenía dinero; pero el mendigo estaba azul y tiritando de frío, y Martín le dio lo que tenía. Se quitó su capa militar, usada y desgastada como estaba, la cortó en dos y le dio la mitad al mendigo.

Aquella noche tuvo un sueño. En él vio los lugares celestiales, y a todos los ángeles, y a Jesús en medio de ellos; y Jesús llevaba puesta la media capa de un soldado romano. Uno de los ángeles Le preguntó: » Maestro, ¿por qué llevas esa capa vieja y desgastada? ¿Quién Te la ha dado?» Y Jesús le contestó suavemente: «Me la ha dado Mi siervo Martín.»

Cuando aprendemos la generosidad que ayuda sin interés a las personas en las cosas más sencillas, nosotros también experimentamos el gozo de ayudar a Jesucristo mismo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— el Hijo del hombre: Ver nota a Mat 8:20.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Mat 10:23; Mat 13:41; Mat 19:28; Mat 24:42; Mat 24:44; Zac 14:5; Jud 1:14; Apo 3:21; Apo 20:11.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El juicio final. Como el juicio ha sido el tema a través de este discurso, concluye apropiadamente con esta magnífica descripción del Hijo del Hombre entronizado en gloria, juzgando a todas las naciones. Aunque con frecuencia se describe como una parábola, no es un relato ilustrativo, sino una visión del futuro. El único elemento que contiene como “parábola” es el símil como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos en los vv. 32, 33.

El lenguaje acerca de la llegada del Hijo del Hombre, su gloria, los ángeles, el trono para juzgar, se deriva de Dan. 7:9-14. Esta es la realización final de su majestad real y su autoridad que dicha profecía vislumbraba del Hijo del Hombre, y a la que Jesús ya había aludido en varias oportunidades (10:23; 16:28; 19:28; 24:30). Todas las naciones serán reunidas delante de él para juicio hace recordar la visión en Joel 3:2; pero allí Dios mismo es el juez. Todo el pasaje sencillamente atribuye a Jesús la autoridad y realeza que en el AT sólo pertenecen a Dios.

Con frecuencia se entiende que este pasaje enseña que la salvación final se basa sobre actos de bondad solamente, de modo que no queda nada particularmente cristiano acerca de los criterios del juicio. Pero eso sería ignorar la descripción importante de los recipientes de esta bondad como mis hermanos más pequeños (40; cf. v. 45). Esta expresión sugiere que no son solamente algunos que hayan sido ayudados por los justos e ignorados por los demás; son, en realidad, los discípulos necesitados. La expresión más pequeños nos recuerda a “los pequeñitos” en 10:42; 18:6, 10, 14, y más arriba hemos visto que este es un término para designar a los discípulos de Jesús. Cuando Jesús dice que al ayudarles a ellos a mí me lo hicisteis, dicha identificación de Jesús con sus “hermanos” hace recordar el principio en 10:40-42, donde el recibir a los discípulos es recibir a Jesús, y es un vaso de agua dado a “uno de estos pequeños por ser mi discípulo” que será recompensado. En ese caso, el criterio del juicio no es mera filantropía (a pesar de lo bueno que sea), sino la respuesta de la gente al reino de los cielos como lo han conocido en la persona de los “hermanos” de Jesús.

Notas. 34 El reino que ha sido preparado para vosotros puede referirse, sencillamente, a la entrada al reino de Jesús, pero el término heredad sugiere, más bien, que ellos mismos comparten la condición de reyes (como en 19:28), tal como una porción de la autoridad del maestro fue dada a los siervos fieles de los vv. 21, 23. 41, 46 Eterno puede significar “que dura para siempre”, pero más generalmente significa “de la era venidera”; es una declaración de calidad en vez de duración. Estos versículos, por lo tanto, no resuelven la disputa entre aquellos que comprenden el infierno como un tormento consciente que no tiene fin, y aquellos que lo ven como aniquilamiento o la pérdida de la existencia.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

i 1224 Dan 7:13; Mat 16:27; Hch 1:11; Rev 1:7

j 1225 Zac 14:5; Mat 13:41; Mat 19:28

k 1226 Rev 3:21

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Hijo del Hombre. Véase coment. en 8:20.

se sentará…trono de su gloria. En su segunda venida, Cristo establecerá el reino milenario profetizado en el A.T. (2 S 7:16; Is 9:6– 7; 11:1– 10) y prometido a María cuando Jesús nació (Lc 1:31– 33).

Fuente: La Biblia de las Américas

31 (1) Pero indica que los vs. 31-46 forman otra sección, la que trata de los gentiles.

31 (2) Hijo del Hombre es el título de Cristo en relación con Su reino, el reino mesiánico (13:41). Su juicio aquí es una preparación para ese reino.

31 (3) Este es el aspecto visible de la venida del Señor. (Véanse las notas 27 (1) y 37 (1) del cap.24.) Será la continuación de Su venida, mencionada en 24:30.

31 (4) La gloria del Señor consta de la gloria de Su divinidad ( Jua_17:22 , Jua_17:24), la gloria de Su humanidad ( Sal_45:3), la gloria de Su resurrección ( Jua_7:39 ; Hch_3:13-15), y la gloria de Su ascensión ( Heb_2:9).

31 (5) El trono de David ( Luc_1:32-33), el cual estará en Jerusalén (19:28; Jer_3:17).

31 (a) Mat_8:20

31 (b) Mat_16:27 ; Zac_14:5 ; Jud_1:14

31 (c) Mat_19:28 ; Luc_1:32-33 Jer_3:17

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Este pasaje contiene una descripción que nuestro Señor hizo del juicio final.
Notemos primero quién será el Juez. Lo será el Hijo del hombre, ó sea Jesús mismo. Que los creyentes piensen en esto y se consuelen. Aquel que se sentará en el trono en el día grande y terrible será su Salvador, su Pastor, su Sumo Sacerdote, su Hermano, su Protector. Cuando lo vean no tendrán por qué alarmarse.
Que los impenitentes piensen en esto y teman. Su Juez será aquel mismo Jesucristo cuyo Evangelio desprecian ahora y cuyas exhortaciones rehúsan oír. ¡Cuan grande no será al fin su turbación si continúan en la incredulidad y mueren sin arrepentirse! Notemos, en segundo lugar, quiénes serán juzgados. Se nos dice que ante Jesucristo se congregarán todas las naciones.
Todos tendrán que obedecer el llamamiento del Rey y presentarse á recibir la sentencia. Los que no quisieron adorar á Jesucristo en la tierra tendrán que comparecer ante su tribunal cuando venga á juzgar al mundo.
Todos los que fueren juzgados serán divididos en dos grandes clases. No habrá ya distinciones entre reyes y súbditos, entre amos y criados, entre católicos romanos y protestantes. La conversión ó la impenitencia, la fe ó la carencia de ella serán los únicos distintivos en el último día. Los que hubieren confiado en Jesucristo serán colocados con las ovejas, á su diestra; los que no hubieren confiado en El serán colocados con los cabritos, á su siniestra.
Notemos, en tercer lugar, qué procedimiento se seguirá en el juicio final. Los pormenores que incluye la descripción son varios.
Se procederá con arreglo á las pruebas del caso. Las obras, y sobre todo las de caridad, serán los testigos. Lo que se indagará no será meramente lo que hubiéremos dicho, sino lo que hubiéremos hecho; no solamente lo que hubiéremos profesado, sino lo que hubiéremos practicado. Es cierto que nuestras obras no pueden justificarnos, puesto que somos justificados por la fe sin las obras de la ley. Mas nuestra conducta será la prueba de la sinceridad de nuestra fe. «La fe si no tuviere obras es muerta por sí misma.» Jam 2:11.
El juicio final será motivo de gozo para los verdaderos creyentes. Á sus oídos llegarán estas dulces palabras: » Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino.»Ellos serán reconocidos por su Maestro ante el Padre y ante los santos ángeles.
Ese mismo acontecimiento será motivo de turbación para los impenitentes. Á sus oídos llegarán esas terribles palabras: «Idos de mí, malditos, al fuego eterno.» Serán desechados por el Jefe de la iglesia ante el mundo congregado. Como sembraron en la carne, de la carne segarán corrupción.
En el juicio final se revelarán de una manera muy prominente los caracteres de los justos, y los de los condenados. Los de la derecha estarán aún revestidos de humildad, y se maravillarán de que se mencionen y se encomien sus obras. Los de la izquierda permanecerán en la ceguedad y vanagloria espirituales. No tendrán conciencia de haber rechazado á Jesucristo. «Señor,» dirán ellos, «¿cuándo te vimos hambriento, ó sediento, etc., y no te servimos?.
Notemos, por último, cuáles serán los resultados ulteriores del día del juicio. Se nos ha revelado esto en palabras que no debiéramos olvidar jamás: » E irán estos (los malos) al suplicio eterno, y los justos á la vida eterna..
El estado de los hombres después del juicio es inmutable y eterno. Ni los sufrimientos de los condenados ni la bienaventuranza de los justos tendrán fin. Esta verdad ha sido claramente revelada en la sagrada Escritura. La eternidad de Dios, del cielo y del infierno descansa sobre la misma base. Tan cierto es que habrá en el cielo un día sin término, y en el infierno una noche de infinita duración, como que Dios es eterno.
¿Quién podrá describir la felicidad de la vida eterna? El hombre no alcanza á concebirla. Solo se puede medirla por medio del contraste y de la comparación.
Un descanso eterno después de combates y conflictos; la sociedad eterna de los santos después de pugnar con un mundo perverso: un cuerpo glorioso y sin dolor después de luchar con enfermedades y flaquezas; la contemplación del rostro de Jesús después de haber vivido por la fe: todo esto es dicha, en verdad.
¿Quién podrá describir los horrores de las penas eternas? Son indescriptibles, porque son inconcebibles. El padecer sin tregua del cuerpo; el aguijón constante de una conciencia culpable; la sociedad eterna de los malos, del demonio y sus ángeles; el recuerdo indeleble de haber hecho escarnio del Salvador y de no haber aprovechado muchas oportunidades; la expectativa interminable de penas sin interrupción, de porvenir sin esperanza.
Al terminar el capítulo hagámonos esta seria pregunta: «¿En qué lado es probable que estemos en el día postrero–en el derecho ó en el izquierdo?.

Fuente: Los Evangelios Explicados

ángeles… M↓ santos ángelesMat 16:27; Mat 19:28.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M i añaden santos.

25.31 g 16.27.

25.31 g 19.28.

Fuente: La Biblia Textual III Edición