Biblia

Comentario de Mateo 27:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 27:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Al amanecer, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte.

27:1 Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. — Los sacerdotes aborrecían a Jesús porque El daba más importancia a la obediencia que al sacrificio y los ancianos le aborrecían porque El enseñaba que las tradiciones humanas tenían que ser medidas por la ley de Dios.

«Muy de mañana» (Mar 15:1). El día era viernes, el día 15 de Nisán, entre las tres y las seis. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el «juicio» de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba (26:5). Esta acción era de «todo el concilio» (Mar 15:1); es decir, tomaron acción oficial.

Ya habían decidido que Jesús era digno de muerte por causa de la blasfemia (26:57-66), y le castigaron severamente (vers 67, 68). La hora de venganza había llegado y el concilio tenía el propósito de decidir cómo matarle. Los líderes de los judíos tenían un problema: le habían acusado de blasfemar, pero deseaban que los romanos lo ejecutaran y sabían que Pilato, un idólatra, no tomaría en serio tal acusación, porque era totalmente indiferente hacia la religión de los judíos. Tenían que acusar a Jesús de algo que los romanos tomarían en cuenta. (Es cierto que después, Jua 19:7, hicieron la acusación de blasfemia, pero por lo pronto hacen otras acusaciones). ¿Con qué acusación podían convencer a Pilato que él debería crucificarlo? Jesucristo decía que El era el Mesías y los judíos decidieron representarle mal diciendo que eso significaba que El quería ser un rey político, implicando que quería usurpar a César. Desde luego, en esto se ve otro acto de hipocresía, porque ellos aborrecían a los romanos y se habrían regocijado grandemente si Jesucristo hubiera usurpado a los romanos. Eso fue su sueño dorado. Al hacer esta acusación insultaban la inteligencia de Pilato, porque éste conocía muy bien a los judíos y por eso sabía que ellos no habrían insistido en castigar a nadie por este motivo. Pilato sabía que por envidia le entregaron (Mat 27:18).

Por lo tanto, le preguntan (Luc 22:67), «¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis». Jesús sabía que no hicieron esta pregunta para hacer una investigación sincera, sino solamente para hacer acusación contra El (compárense Jua 8:59; Jua 10:31); «y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis» (véase Mat 22:46).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

venida la mañana. Jue 16:2; 1Sa 19:11; Pro 4:16-18; Miq 2:1; Luc 22:66; Hch 5:21.

todos los principales sacerdotes. Mat 23:13; Mat 26:3, Mat 26:4; Sal 2:2; Mar 15:1; Luc 23:1, Luc 23:2; Jua 18:28; Hch 4:24-28.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús, atado, es entregado a Pilato, Mat 27:1, Mat 27:2.

Judas se ahorca, Mat 27:3-18.

Pilato, es amonestado por su esposa, Mat 27:19,

y siendo presionado por la multitud, lava sus manos, y suelta a Barrabás, Mat 27:20-26.

Jesús es burlado y coronado con espinas, Mat 27:27-32;

crucificado, Mat 27:33-38;

insultado, Mat 27:39-49;

muere, y es sepultado, Mat 27:50-61;

su sepulcro es sellado y vigilado, Mat 27:62-66.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Este fue el tercer juicio judío. Los primeros dos eran ilegales porque se tuvieron en la noche. Esta tercera reunión fue Venida la mañana y fue simplemente un «sello» de lo descrito en el capítulo Mat 26:57-68.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 27.

Cristo es conducido a Pilato, 27:1-2 (Mar 15:1; Luc 22:66-71; Luc 23:1; Jua 18:28).
1 Llegada la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron consejo contra Jesús para quitarle la vida, 2 y atado le llevaron al procurador Pilato.

Mt-Mc, después de narrar la sesión “nocturna” del proceso judío contra Cristo, dicen que a la “mañana” los sanedritas tuvieron consejo para condenar a Cristo. Y Lc narra en la mañana esta condena, aunque suponiendo implícitamente otra sesión nocturna (Luc 22:54). Esto ha creado una serie de hipótesis de solución 1. La solución que se presenta más viable parece ser la siguiente: las dos sesiones son históricas y distintas, como se ve por la afirmación de los tres sinópticos. Ambas redacciones reflejan, literariamente, un mismo contenido. Sin embargo, hay en ellas un desplazamiento. El relato de Lc está situado en una perspectiva jurídica más verosímil: interrogatorio con la condena. El proceso “nocturno” que relatan Mt-Mc no debió de ser el proceso oficial, sino una reunión previa, de urgencia y “oficiosa,” de un grupo más o menos numeroso de sanedritas, expectantes o convocados con urgencia, ante la imprevista prisión de Cristo, para examinar, en casa de Caifas, al reo y preparar los motivos que jurídicamente se alegarían en el proceso oficioso, en la mañana y cuando estuviesen todos convocados.
Mt-Mc, acaso por ignorar su “fuente” el detalle de aquel proceso preparatorio, traspasan, por un procedimiento literario conocido, el esquema de la condena tenido en la sesión de la “mañana,” a la sesión “nocturna.” Este adelantamiento del proceso “matutino” llevaba aneja la descripción del mismo con las líneas fundamentales de Lc, que eran las históricas. Pero su adelantar el proceso era sintetizar, en esta sesión, la condena oficial, de la cual la “nocturna” no era más que la preparación de la “matutina”; pero, en realidad, ya tan condenatoria como esta última. De ahí que por esta identidad de condenas se forme, literariamente, aunque adelantada, la “nocturna” con las líneas de la “matutina.” Por eso, una vez “adelantada” por Mt-Mc, les basta a éstos aludir, para el proceso histórico, a la sesión de la mañana, como justificación del traspaso jurídico de su condena al tribunal de Pilato, único que podía autorizar la ejecución de la condena a muerte 2.

Final desastroso de Judas,Luc 27:3-10 (Hec 1:18-19).
3 Viendo entonces Judas, el que le había entregado, cómo era condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y ancianos, 4 diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Dijeron ellos: ¿A nosotros qué? Viéraslo tú. 5 Y, arrojando las monedas de plata en el templo, se retiró, fue y se ahorcó. 6 Los príncipes de los sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: No es lícito echarlas al tesoro, pues son precio de sangre. 7 Y resolvieron en consejo comprar con ellas el campo del Alfarero para sepultura de peregrinos. 8 Por eso aquel campo se llamó “Campo de Sangre” hasta el día de hoy. 9 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: “Y tomaron treinta piezas de plata, el precio en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los hijos de Israel, 10 y las dieron por el campo del alfarero, como el Señor me lo había ordenado.”

Solamente Mt, de los evangelistas, narra este episodio. Y lo intercala aquí, probablemente por un procedimiento de “eliminación,” para seguir después mejor el “cursus” del proceso y muerte de Cristo. La misma fórmula introductoria “entonces,” de usual vaga ligazón en Mt, lo indica.
Este proceso de cambio en Judas sucedió cuando Cristo fue “condenado.” El texto pone que se “arrepintió” (μεταμεληθεις), se le mudó el ánimo. No podría negarse que Judas, en un primer momento, pudiese tener un verdadero arrepentimiento, pues el verbo puede expresarlo. Pero el arrepentimiento verdadero da otros frutos. Es muy frecuente en los criminales apercibirse de su crimen después de consumado éste.
Como un primer fruto de este arrepentimiento, tomó los 30 siclos, y, yendo al templo, se dirigió “a los príncipes de los sacerdotes y ancianos.” Acaso se dirigió a un grupo de estos sanedritas. Este hecho de protestar la inocencia de Cristo y luego arrojar los 30 siclos sugiere fuertemente que Judas quiere deshacer la ejecución del mismo. Pero no encontró en aquéllos más que el mayor sarcasmo, echándole la culpa a él: “¿A nosotros qué? Viéraslo tú.” Fórmula usual de rechazo. El contraste de esta respuesta, en que no se hace aprecio de la venta traidora que se hizo de Cristo, para repararla, resalta más fuertemente al compararlo con la legislación ideal judía, que para protección y garantía de los reos establecía la protesta o apelación hasta en el mismo camino del suplicio.
Entonces Judas, desesperado, arrojó en el pavimento del templo aquellos 30 siclos. Esto fue en el lugar donde se encontró con ellos, y como una protesta, plástica y auténtica, del contrato de la venta de Cristo.
Mt narra, en su forma sintética, que, saliendo de allí, se “ahorcó.” Pudo ser en aquel momento de desesperación, o días después, en un “crescendo” de remordimiento. En los Hechos de los Apóstoles (cf. Sab 4:19) se hace una pintura colorista y deliberadamente trágica de su muerte, para acusar así la infamia de su acción (Hec 1:18) 2.
Los príncipes de los sacerdotes hicieron recoger aquellas monedas. Pero no se podían poner en el tesoro (qorbana’) del templo, donde se guardaban las ofrendas. El motivo es que eran “precio de sangre.” Y acordaron en consejo comprar con ellas “el campo del Alfarero para sepultura de los peregrinos.” Estos peregrinos son indudablemente, para los judíos, los de la diáspora, ya que para los gentiles era la autoridad romana la que tenía que ocuparse de ello.
El evangelio dice que por eso se llamó aquel campo “Campo de la Sangre” (haqel = campo; dema’ = sangre). Parecería que lo hubiese sido por ahorcarse allí Judas. Pero en los Hechos de los Apóstoles se da otra razón: Judas “adquirió un campo con el precio de su iniquidad.” Lo fue, pues, por haberse comprado con el precio de la venta de Cristo, que era “precio de sangre.” El hecho de la compra así de este cementerio tuvo gran divulgación en las primeras comunidades cristianas. San Jerónimo, en el Onomasticon, lo sitúa en la orilla derecha del Wuadi-er-Rababy, algo encima de su confluencia con el Cedrón 3.
Con ello se ve el cumplimiento de una profecía. Los rabinos veían sentidos múltiples en la Escritura. Así, este cumplimiento está hecho en este sentido amplio.
El texto es una mixtificación de dos, uno de Jeremías (Hec 32:6-15) y otro de Zacarías (Hec 11:12-13).
De estas profecías, lo que se quiere destacar es: a) la compra de un campo (Jer); b) a un alfarero (Zac); c) se destaca el precio rumboso en que te han apreciado (Zac), que era el precio de un esclavo (Exo 22:32); d) y se precisa la coincidencia: 30 siclos de plata (Zac); e) posiblemente se puede ver también algún intento de Mt, al aludir a este pasaje de Zacarías, aunque aquí no lo dice explícitamente, el hecho de que esos siclos se “los tire.”
Sin embargo, ambas citas proféticas vienen puestas bajo el solo nombre del profeta Jeremías. Las explicaciones que de esto se dieron son las siguientes: a) por faltar la palabra Jeremías en algunos códices, piensan que primitivamente sólo figuraba la palabra profeta, y que el nombre sería añadido posteriormente por algún copista. Pero no explican su presencia en la masa de códices; b) Jeremías tenía el lugar principal entre los profetas; por eso, sus profecías venían al principio de los libros proféticos. Así, citar a Jeremías era citar, bajo el nombre más representativo, el grupo canónico de los profetas; c) por estar redactado a manera del procedimiento rabínico. Cuando usaban varios textos de diversos libros sagrados, los citaban bajo el autor más conocido de esos textos, que aquí es Jeremías 3.

Proceso ante Piloto,Exo 27:11-26 (Mar 15:2.-15; Luc 23:2-25; Jua 18:28-40).
11 Jesús fue presentado ante el procurador, que le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondió Jesús: Tú lo dices. 12 Pero a las acusaciones hechas por los príncipes de los sacerdotes y ancianos nada respondía. n Díjole entonces Pilato: ¿No oyes todo lo que dicen contra ti? ‘4 Pero El no respondía a nada, de suerte que el procurador se maravilló sobremanera. 5 Era costumbre que el procurador, con ocasión de la fiesta, diese a la muchedumbre la libertad de un preso, el que pidieran. ‘6 Había entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17 Estando, pues, reunidos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo? 18 Pues sabía que por envidia se lo habían entregado. 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, envió su mujer a decirle: No te metas con ese justo, pues he padecido mucho hoy en sueños por causa de él. 20 Pero los príncipes de los sacerdotes y ancianos persuadieron a la muchedumbre que pidieran a Barrabás e hicieran perecer a Jesús. 21 Tomando la palabra el procurador, les dijo: ¿A quién de los dos queréis que os dé por libre? Ellos respondieron: A Barrabás. 22 Díjoles Pilato: Entonces, ¿qué queréis que haga con Jesús, el llamado Cristo? Todos dijeron: ¡Sea crucificado! 23 Dijo el procurador: ¿Y qué mal ha hecho? Ellos gritaron más diciendo: ¡Sea crucificado! 24 Viendo, pues, Pilato que nada conseguía, sino que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre, diciendo: Yo soy inocente de esta sangre; vosotros veréis. 25 Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. 26 Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, se lo entregó para que le crucificaran.

Mt-Mc siguen en este proceso un relato muy paralelo; Lc da algún detalle de interés (Jua 23:2), más la escena del envío de Cristo a Antipas. Juan no sólo da detalles que matizan las narraciones sinópticas, sino que trae parte de la conversación de Cristo con Pilato sobre el sentido espiritual de su reino, la escena del “Ecce Homo” y la tercera escena del juicio de Pilato sobre Cristo, y sobre su filiación divina. El relato de Mt es bastante esquemático, y, como es ordinario, va a la sustancia del hecho.
Sobre el problema de la localización del pretorio se verá en Jua 18:28.
Los tribunales romanos se abrían muy de mañana: “prima luce” 4. Podría suponerse el comienzo de este proceso sobre las seis o siete de la mañana. Mt introduce sin más el proceso, yendo, como es su estilo, a la sustancia de los hechos, preguntándosele si es el “Rey de los judíos.” Esto supone el conocimiento que de esta acusación tenía Pilato, ya que el acusado tenía que haber sido presentado al procurador con una notificación oral o escrita de su acusación s. Mt pone la respuesta afirmativa de Cristo: “Tú lo dices.” La fórmula no era ordinaria, pero su uso revestía solemnidad 6. Jn destacará bien el sentido teológico de esta interrogación de Pilato y la precisión de la respuesta de Cristo 7.
Pero hubo otras “acusaciones” de los príncipes de los sacerdotes y ancianos. En Lc, estas acusaciones eran todas convergentes en llevar la acusación al terreno político de su realeza, lo que era una competición contra Roma. Cristo no se presentaba como un “zelote” exigiendo la libertad política, sino corno el mismo Rey Mesías profetizado.
A la pasión de estas “acusaciones,” Cristo no respondió nada. Era el silencio de la inocencia y de la dignidad ante la pasión y la falsedad. Pilato mismo, que le invitó a defenderse, se “maravilló” ante aquel silencio. No sería improbable que en el evangelio de Mt, con tantas conexiones mesiánicas con el A.T., se quiera resaltar en este silencio el cumplimiento del “silencio,” una vez más, del “Siervo de Yahvé” (Isa 53:7)8.
Este relato tan esquemático de Mt está suponiendo el más explícito de Lc, a cuyo momento, y tras la inquisición de la acusación y sus motivos, se reconoce al instante la inocencia de Cristo. No es una realeza temporal a la que aspira, como lo demuestra su enseñanza y el ser su conducta social tan distinta de los agitadores políticos y pseudomesías que por entonces aparecían.
Pero dar una negativa rotunda a la petición del sanedrín y con el pueblo delante, excitado y fanatizado en los días pascuales, era de temer una revuelta.
Lc cuenta la salida de Pilato, remitiendo, hábilmente, el proceso a Antipas, a cuya jurisdicción pertenecía Cristo, aunque en lo judío caía bajo la jurisdicción del Gran Sanedrín, ya que Roma solía respetar su administración y leyes. Cf. Comentario a Luc 23:6-12.
Ceso de Antipas, a cuya jurisdicción pertenecía Cristo, aunque en lo judío caía bajo la jurisdicción del gran Sanedrín, ya que Roma solía respetar su administración y leyes. Se estudia en Luc 23:6-12.
Fracasándole esta salida de remitir Cristo a Herodes, hizo conocer a los príncipes de los sacerdotes y al pueblo, reforzado por el juicio de Antipas, la inocencia de Cristo. Pero, temiendo revueltas y queriendo complacer a los judíos y salvar a Cristo, y acaso para no ceder ante la imposición judía, anuncia que lo “corregirá,” que era la “flagelación” (Jn-Lc), y que luego lo soltará.
Psicológicamente se ve a Pilato con el pleito perdido por torpeza. Entró en diálogo con el pueblo, y las exigencias de éste, bien adoctrinado por sus jefes religiosos, y las exigencias de ellos, están ya respaldadas por el temor de la revuelta. Y en vista del fracaso de la “flagelación” y la “escena de burla” que relata Jn, apela a otro expediente: soltarles a un preso “famoso,” pero planteándoles el dilema de él o Cristo.
Existía entre los judíos la “costumbre” de liberar a un encarcelado por la “fiesta,” que era la Pascua (Jua 18:39). Esta “costumbre” acaso estaba establecida en memoria de la liberación de Egipto. Roma la respetó, como respetaba tantos usos de sus pueblos sometidos. En un papiro greco-egipcio, aproximadamente del año 88-89 después de Cristo, se lee que el prefecto de Egipto C. Séptimo Vegeto recibe la petición que le hace una parte litigante contra un tal Phibion; y, reconociendo el prefecto que es digno de la “flagelación,” dice que lo perdona en gracia al pueblo (χαρίζομαι τοις οχλοΤς)9.
Apelando a esta “costumbre,” Pilato quiere utilizarla como un expediente de liberación de Cristo y de su misma humillación ante aquellas exigencias, lo que está en pleno acuerdo con lo que se sabe de él por los datos de Josefo y Filón. Máxime conociendo que se lo habían entregado “por envidia” (Mt-Mc).
Les propone el dilema de soltarles a Cristo o Barrabás. En aquella época, las turbulencias sociales se sucedían fácilmente I0. Barrabás era “ladrón” (Jn), había sido encarcelado por cierta “sedición que hubo en la ciudad,” y en la que había tomado parte en un “homicidio” (Mc). Además, debió de ser un cabecilla temible, pues era un “preso famoso” (Mt).
No obstante este dilema, “los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la muchedumbre que pidiesen a Barrabás.” Se comprende fácilmente este cambio en la psicología de la multitud. Eran sus dirigentes religiosos los que ejercían – sobre’ todo los fariseos – un influjo totalmente fanático sobre las gentes. El gran profeta, el Mesías, por ellos deformadamente presentado, estaba preso por orden de sus dirigentes religiosos, y, no bastando esto, ahora les exigían pedir su muerte. Es lo que tumultuosamente van a hacer, como se ve en el relato de los evangelios.
Pero, en este intervalo de indecisiones, Mateo es el único que cuenta la escena del aviso que la mujer de Pilato le envía al “tribunal,” para que no se comprometa con la condena de ese “justo,” pues ha “padecido mucho en sueños esta noche a causa de él.”
Los sueños tenían en la antigüedad importancia y superstición. Sobre todo para un romano, pesaba el sueño de Calpurnia, la mujer de Cesar, que, por haberlo soñado la víspera de su muerte bañado en sangre, no quería dejarlo salir de casa n. No hace falta pensar en una gracia sobrenatural que se enviase así a Pilato, que estaba proclamando la inocencia de Cristo. Pues la hora de la redención estaba a punto. Todo se puede explicar bien naturalmente. La mujer del procurador de Roma había oído hablar de Cristo, de sus milagros, y probabilísimamente aquella noche los servicios secretos de Pilato debían haber traído sus informes sobre Cristo y sobre lo que contra El se tramaba. Mujer sensible y justa – hasta se la quiere hacer “prosélita” del judaísmo 12 -, manifiesta en aquella hora trágica su sentir sobre aquel “justo,” para evitar a su marido aquella condena.
Ciertamente un magistrado no podía atenerse en la administración de la justicia a sueños de mujeres. En todo caso, una coincidencia providencial no es para hacerle decidir, pero sí para hacerle pensar. La tradición la llama Claudia Prócula 13.
Se ha querido dudar de la historicidad de este dato de Mt; acaso podría pertenecer a una tradición tardía. Además, se dice, la mujer que intercede ante su marido por un prisionero pertenece al folklore, y se encuentra entre los rabinos de Babilonia 13. “Los detalles históricos que Mateo él solo trae no están absolutamente garantizados, y acaso se trate de una tradición tardía. Y se pudo introducir en el relato de Mt por algún influjo extranjero” (Benoit, o.c., p.161). Para otros, en cambio, “no es inverosímil” (Bonnard, o.c., p.397), pues se sabe su presencia allí; contra la prohibición de Tiberio, los procuradores llevaron a sus mujeres, pero había caído en desuso; lo mismo que se sabe por Josefo la intervención de las mujeres en la política local e imperial de entonces 14.
El diálogo, o la táctica inhábil de Pilato con el pueblo, amaestrado astutamente allí por sus dirigentes, condujo a la catástrofe de su claudicación. El peligro a perturbaciones sociales, en la sobreexcitación pascual, le hizo temer. Sobre todo, el peligro de delaciones a Roma, donde ya tenía otras que le valieron el aviso de su corrección; delación que sería ahora de no velar por la autoridad de Roma ante un competidor rey. Y esto Tiberio lo castigaba “atrocísima” 14.
Por eso Pilato, viendo “que el tumulto crecía cada vez más,” da la demencia de crucifixión de Cristo. Pero antes protestó su inocencia, lavándose en público sus manos.
El uso de lavarse las manos para protestar inocencia es conocido tanto de los greco-romanos 15 como de los judíos 16.
Pero a este gesto y a esta protesta hubo una respuesta terrible: que cayese su sangre sobre ellos y sobre sus hijos. Acaso primero lo dijeron los sanedritas, y luego “el pueblo” se le unió con la fórmula usual: “Amén.” Sobre su significado en la literatura rabínica se ha escrito: “Estas palabras significaban que la responsabilidad y la falla vienen a nosotros y a nuestros hijos. Ejemplo: si alguno bebe, lleva su sangre sobre su cabeza (es decir, la responsabilidad de su falta).” 17 Sin embargo, en los judíos que lo pronuncian era, para ellos, una prueba de su inocencia y de la culpabilidad de Cristo.
A Mlg, escribiendo para judeo-cristianos, le interesaba resaltar con la expresión rotunda ”todo el pueblo,” cuando allí de hecho sólo debería haber una multitud, una responsabilidad moral amplia, por vinculación con el sanedrín, de Israel.
Hecho lo cual, Pilato dio la sentencia de muerte. Esta había de darse sentado en la “silla curul” puesta sobre el ”bema” o estrado. La fórmula posiblemente fue el Ibis ad crucem: “Irás a la cruz,” u otra semejante. Y soltó a Barrabás.

Flagelación y escena de burla, 27:27-31 (Mar 15:15; Mar 16:1-20; Luc 23:32; Jua 19:1-3).
27 Entonces los soldados del procurador, tomando a Jesús, lo condujeron al pretorio ante toda la cohorte, 28 y, despojándole de sus vestiduras, le echaron encima una capa de púrpura roja, 29 y, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en la mano una caña; y doblando ante El la rodilla, se burlaban diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! 30 Y, escupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza. 3 Después de haberse divertido con El, le quitaron la capa, le pusieron sus vestidos y le llevaron a crucificar.

Excepto Lc, los otros tres evangelistas traen estas dos escenas distintas.
1) Flagelación. – La “flagelación” judía se daba a los reos con un fuste que tenía aladas correas, y no se podían dar más de 40 azotes; de hecho, por prevención para no traspasar la Ley, no se pasaba de los 39. Pero la flagelación de Cristo es aplicada por la autoridad romana y cambia su valoración.
Esta se daba con el flagellum, que podía revestir dos formas. El simple “flagellum” era un fuste que tenía unidas una o varias correas (loris). Pero frecuentemente, con los esclavos y en los casos más graves, se usaba el flagellum en su forma de flagrum. Este tenía dos tipos: 1) Scorpiones, que era un fuste con correas al que se unían en sus extremidades trozos de hueso o puntas; y 2)plumbata, que era un fuste con correas o cadenas, que tenía adheridas a las correas trozos de hueso, y que terminaban en pequeñas bolas de plomo.
Para flagelar se desnudaba al reo en su mayor parte 18. Se le ataba fuertemente a una columna 19. Solían azotar al reo dos, cuatro o seis verdugos 20. La jurisprudencia romana no señalaba número de golpes; quedaba a discreción del juez que lo determinase. Los golpes no sólo caían en las espaldas, sino que habrían de caer en otras partes del cuerpo, incluso por abuso de los jueces o sayones, como se citan casos.
Los efectos que producía este tormento los describen los historiadores romanos con los calificativos siguientes:
El flagellum: “cederé” (herir), “secare” (cortar), “scindere” (desgarrar).
Y flagrum: ”rumpere” (romper),” pinsere” (machacar),”forare” (agujerear), “fodere” (excavar).
Josefo cuenta que él mismo mandó azotar a un enemigo, en Tariquea, hasta que se le “vieron los huesos.” De esta flagelación hasta la “denudación de los huesos” se conocen documentalmente más datos extrabíblicos 2l.
Se sabe que el atormentado quedaba frecuentemente tendido en tierra, sin sentido y bañado en sangre, o retorciéndose por el dolor, y, no raramente, muriendo allí mismo 22.
La flagelación de Cristo fue dentro del pretorio (Jua 19:1), y hecha por los “milites” del procurador (Mat 27:26-27; Mar 15:15; Jua 19:1-2) 23. No se sabe el número de azotes recibidos. Las cifras “clisé” de 5.000 y más azotes de ciertas revelaciones privadas están al margen de lo científico 24.
¿Cuándo fue la “flagelación” de Cristo? Mt-Mc dicen que a Cristo, “después” de haberlo hecho “flagelar,” se lo entregó para que lo crucificaran.” Luego “incrustan” la “escena de burlas,” y terminada ésta, dicen, sin más, “que lo condujeron a crucificar.” Lc omite la “escena de burlas,” y sólo presenta a Pilato dos veces anunciando ante el pueblo que lo “corregirá” (= flagelará), y que “después lo soltará.” Pero después de soltar a Barrabás, Lc, sin mentar ya la “flagelación,” dice que a Cristo “lo entregó a la voluntad de ellos,” para crucificar. Jn, después de decir que soltó a Barrabás, añade que a él “lo mandó azotar.” Y luego narra la “escena de burlas,” el ”Ecce Homo,” más interrogatorios, y así lo entrega para crucificar. Pero un hombre así acabado de “flagelar,” ¿podía estar en condiciones para todo lo que se dice en estos relatos?
Por eso, teniendo en cuenta todo esto y los procedimientos redaccionales, las dos “flagelaciones” prometidas por Pilato en Lc, como tales, no tuvieron lugar. Por el procedimiento de “cierre” literario o “eliminación,” Mt-Mc y Jn ponen el hecho de la “flagelación,” pero “incrustando” luego las otras escenas. Por eso, la “flagelación” no fue más que una, y fue la que precedió a la Vía dolorosa, después de haberse dado la condena, que era lo jurídico.
Si no, habría que suponer dos “flagelaciones,” una a título independiente, para liberarlo (Jn-Lc); o que Mt-Mc juntaron la independiente con la jurídica, que era después de la condena y antes de la crucifixión; o ¿se podría suponer que después de la primera “flagelación” – la independiente – se suprimió la segunda – la jurídica -, dándose, antijurídicamente, por válida la primera? Dos “flagelaciones” no son admisibles ni humanamente – porque no se resisten -, ni jurídicamente ante la legislación romana 24.
2) Escena de burla por los soldados. – Lucas omite esto, probablemente por pensar que fue hecho por tropas romanas o auxiliares de ellas.
La escena tiene lugar dentro del pretorio (Mt v.27; Jua 19:4). Para ello se convoca a “toda la cohorte.” La palabra “cohorte” (σπείρα) no hay que urgiría; sobre esta época constaba de 500 soldados. Pero también se llamaba con este nombre al “manípulo,” de unos 170 2S. Se trata posiblemente de los soldados que suben de escolta con Pilato, sobre todo si el pretorio estaba en el palacio de Herodes. Está en la naturaleza de las cosas que se trata de una brutal bufonada, por la que se convoca a todos los soldados disponibles y a mano en aquella hora. No es una orden militar. Es el odio y escarnio feroz de los soldados romanos contra un judío, al que oyeron que le acusaban de ser el Rey de los judíos.
Para ello le “despojaron” de sus vestidos. Esta es la túnica o manto, pues luego va a salir así presentado por Pilato al pueblo, y es increíble que lo llevase en una casi desnudez, aunque luego le pongan encima la capa.
Encima le ponen una “capa roja” (Mt). Era ésta un manto basto de lana, teñida de rojo, y que los soldados usaban sobre la armadura. Después de esto, seguramente lo sentaron en un trono o piedra algo elevada para simular el trono real.
Y, ya sentado, le “tejieron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza.” Era otro signo de la dignidad real. Debió de ser del tipo de espinas llamadas en hebreo sirah, frecuentísimas en Jerusalén y almacenadas y usadas por las gentes de la ciudad para el fuego doméstico 26. Pero no ha de suponerse una corona esmeradamente tejida, que ni les interesaba ni les era fácil hacer. Fue seguramente tomar un zarzal de espinas y formar un casquete que pusieron sobre su cabeza, acabando de darle forma al encajarla sobre ella 27. Para continuar el escarnio, le pusieron “una caña en la mano derecha” (Mt). Precisamente los profetas comparan la inconsistencia del cetro real de Egipto a un bastón de caña.
Y cuando ya lo tenían así entronizado, se “arrodillaban” grotescamente ante El. Mc lo precisa mejor: “Se arrodillaban y lo adoraban.” Era la proskynesis, señal de reverencia y adoración a los emperadores. Probablemente fue hecha conforme a la forma romana. Generalmente se hacía con una leve inclinación de cuerpo hacia adelante, con las piernas medio dobladas, mientras que con la mano derecha se tocaba el objeto reverenciado; también había la forma de elevar la mano izquierda hacia la boca, besándola y agitándola hacia el objeto que se quería reverenciar 28. Esto explica bien la transformación del rito en bofetadas. Y mientras hacían esto, lo saludaban burlescamente con el “Salve (χαίρε), Rey de los judíos.” Es un remedo de la ceremonia militar del saludo al emperador: “Ave, Caesar Auguste.” 29
Y “tomando la caña,” que le pusieron por cetro, le “golpearon la cabeza.” No era cetro de gobierno, sino de burla. Uniéndose a la injuria moral el dolor físico, al hacer más hirientes las espinas de la cabeza.
Y le “escupieron.” Seguramente fue en el rostro. Aparte de todo lo que tiene de soez y repugnancia física, era considerado por la ley judía como injuria gravísima 30.
No se dice el tiempo empleado en esta escena brutal. Mt corta la escena, deliberadamente separada de lo anterior, diciendo, sin más, que, “después de haberse divertido con El, le quitaron la “clámide,” y le pusieron sus vestidos, y lo llevaron a crucificar.” Este ponerle sus vestidos, hace ver que le tuvieron que quitar aquel caparazón de espinas, por lo que es seguro, aparte de ser una burla improvisada y una irregularidad jurídica, que no se la volvieron a poner 31.
La escena complementaria de este relato es la de Jn en su evangelio (Jua 19:1-12).
También se propone otra solución. Separadas las escenas, literariamente contiguas, de la flagelación y la escena de burlas, ésta se empalmaría, complementándose, por los soldados de Pilato, con Cristo que viene, vestido burlescamente, de la escena que Lc relata de Antipas. Sobre la relación sobre este tema Mt-Lc, se verá en el Comentario a Luc 23:7-11.

Vía Doloroso y crucifixión,Luc 27:32-44 (Mar 15:21-32; Luc 23:26-43; Jua 19:16-24).
32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene, de nombre Simón, al cual requisaron para que llevase la cruz. 33 Llegando al sitio llamado Gol gota, que quiere decir lugar de la calavera, 34 diéronle a beber vino mezclado con hiél; mas, en cuanto lo gustó, no quiso beberlo. 35 Así que lo crucificaron, se dividieron sus vestidos, echándolos a suertes, 36 y, sentados, hacían la guardia allí. 3? Sobre su cabeza pusieron escrita su causa: Este es Jesús, el Rey de los judíos. 38 Entonces fueron crucificados con El dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban lo injuriaban moviendo la cabeza 40 y diciendo: Tú, que destruías el templo y lo reedificabas en tres días, sálvate ahora a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de esa cruz. 41 E igualmente los príncipes de los sacerdotes, con los escribas y ancianos, se burlaban y decían: 42 Salvó a otros, y a sí mismo no puede salvarse. Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en El. 43 Ha puesto su confianza en Dios; que El lo libre ahora, si es que lo quiere, puesto que ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44 Asimismo, los bandidos que con El estaban crucificados lo ultrajaban.

El condenado a muerte de cruz – ”cruciarius” – debía llevar la cruz al lugar del suplicio.
La cruz constaba de dos travesanos: uno vertical, llamado “supes” o “palus,” y otro horizontal, llamado “patibulum.” Generalmente, el reo sólo llevaba el “patibulum”; el “stipes” estaba ordinariamente empotrado en el suelo, en el lugar del suplicio. Plauto escribe en Carbonaria 2: “Patibulum ferat per urbem.” 32
El “patibulum” lo llevaba el reo simplemente sobre un hombro o haciéndoselo pasar por detrás del cuello y atándole a él las manos 33.
Iba encuadrado entre cuatro “milites” al mando de un centurión, cuya misión era llevarlo al lugar del suplicio y custodiarlo hasta la muerte 34.
El “cruciarius” debía llevar una tablilla – ”titulus” – en la que iba escrita la causa de su muerte. Unas veces la llevaba delante de él en una pancarta, otras la llevaba colgada del cuello o de una mano 35. Esta tablilla, en ocasiones, se la blanqueaba para destacar más los caracteres. Este “titulus,” resumen del proceso, que luego debía ser colocado en la cruz, “según las reglas en vigor en la época imperial, debía ser redactado por escrito y después leído en alta voz. Eran considerados nulos los juicios proclamados sin ser escritos.” 36
También solía ir delante un heraldo proclamando los motivos de la condena 37. Al “cruciarius” se lo llevaba por los lugares más transitados, para ejemplaridad de la pena 38. Generalmente se solía crucificar, incluso en Roma, fuera de la ciudad 39. Y frecuentemente los sayones los azotaban por el camino 40.
Estos datos de la historia extrabíblica permiten valorar el relato evangélico. Mt sólo da algunos detalles de este caminar por la Vía Dolorosa.
Al salir va a tener el encuentro con el Cireneo. Esta “salida” no se refiere al pretorio, pues supone que Cristo ya ha caminado, y no resiste físicamente con el peso de la cruz. Es al salir de la ciudad amurallada, hacia el campo, camino del Calvario.
Allí “encontraron a un hombre de Cirene”; se llamaba Simón, y era “padre de Alejandro y Rufo” (Mc). La colonia cirenaica en Jerusalén era numerosa, pues tenían una sinagoga propia (Hec 6:9). A la hora de este encuentro “venía del campo” (Mc). El centurión se dirigió a él y lo “requisó” para que llevase la cruz de Cristo. La voz usada es de origen persa (άγγοφεύω) y, lo mismo que su contenido, había pasado al uso de Roma. La autoridad podía “requisar” a alguien para que prestase un servicio público 4I.
Al ver el centurión encargado de la custodia el agotamiento de Cristo, temiendo que no pudiese cumplir su condena por desfallecimiento, “requisó” a Simón de Cirene, pensando que se trataba de un servicio público, para que llevase la cruz de Cristo.
Se ha querido valuar el peso de ésta. A título normativo se han dado estas cifras verosímiles:
“Stipes”: largo, 4 ó 4:50 m.; ”patibulum”: largo, 2:30 ó 2:60 m.
Peso total: 100 kilos. De donde el peso del ”patibulum” podría ser una tercera parte, sobre unos 33 kilos 42.
Y Simón de Cirene cargó él solo con la cruz, seguramente sólo el “patibulum,” yendo “detrás de Cristo” (Lc).
Posiblemente, según costumbre, después de llevarlo con rodeos, para ejemplaridad, llegaron al Calvario. La topografía de este lugar es segura 43.
Su nombre, que Mt traduce para sus lectores, corresponde al latino de Calva o Calvaría, y éste corresponde al hebreo gulgoléth, lo mismo que al aramaico gulgoltha’, de la raíz galal, circular, rodar, de donde cosa redonda, redondeada, craneal. Su nombre se debe a la prominencia de la colina, que, dentro del terreno en que estaba enclavada, le daba este aspecto craneal. Son innumerables los lugares que en Oriente, por su prominencia geográfica, se llaman er-rash, la cabeza 44.
Mt no describe detalles de la crucifixión. Sólo destaca que le dieron entonces a “beber vino mezclado con hiél.” La palabra “hiel” que usa, o tiene un sentido genérico de cosa amarga, redactado así por influjo del Sal 69:22, o el traductor habrá vertido la palabra mora’, mirra, que estaría en el original aramaico, por la más usual y fonéticamente semejante de merorah o mererah, hiél 45. Es el “vino mirrado” que pone Mc.
A los condenados a muerte se les ofrecía vino mezclado con fuerte cantidad de mirra, por creérselo narcotizante. En Jerusalén procuraban este brebaje a los ajusticiados las familias principales, y en su defecto era la comunidad la que se encargaba de procurarlo 46.
Pero Cristo, “en cuanto lo gustó,” no quiso beberlo. Tenía que beber el cáliz de la redención sin perder una gota de dolor. Esta escena tiene lugar antes de comenzar a clavarlo.
La forma de la cruz solía ser de dos tipos: la “cruz immissa” o “capitata,” que era cuando, al cruzarse el “patibulum” con el ”stipes,” éste sobresalía algún tanto; o la “cruz commisa” o “patibulata,” que era cuando no sobresalía este exceso, rematando la parte superior el “patibulum.”
Las cruces solían tener una especie de clavija o pequeño travesano a la altura del torso, sobre el cual se ponía a horcajadas al reo, descargando sobre él su peso. Se lo llamaba “cornu” o “sedile.” 47
La crucifixión con clavos era más rara que el atarlos, si se juzga por las referencias conservadas 48. Pero también, en ocasiones, además de clavarlos, se los ataba 49.
Lo que no existió en la antigüedad es el “suppedaneum” que se pone bajo los pies de Cristo, pues no tendría razón que lo justificase, y es en el siglo VI cuando se hace la primera mención de él 50.
De los datos evangélicos se deduce, o que la cruz de Cristo fue la “immissa,” o que de hecho vino a cobrar este aspecto al ponerse “sobre ella” el ”titulus”; y que fue sujeto con clavos, pues como tal muestra sus heridas en la resurrección (Luc 24:39-40; Jua 20:20).
También su cruz debió de tener una altura mayor de lo ordinario, ya que el soldado, para darle a beber, pone la esponja en una jabalina. Las cruces eran bajas; los ajusticiados casi solían tocar el suelo 51. Se buscaba que no sólo las aves, sino los perros y chacales pudiesen devorarlos.
Una vez que le crucificaron, “sortearon sus vestidos.” Estos debían de ser: manto, cinto, sandalias y acaso una especie de turbante o “kuffí,” con que se cubrían la cabeza. Pues la túnica “inconsútil” la sortean aparte 52. El emperador Adriano reglamentó el derecho de los despojos de los condenados a muerte, refiriéndose explícitamente al “vestido” 53.
Luego se sentaron para hacer la custodia hasta su muerte, ya que era una de las finalidades del “tetrádion” 54. Pues en ocasiones los descolgaban, viniendo algunos a vivir, por no interesarse partes vitales 55.
Sobre su cabeza, es decir, “sobre la cruz” (Jn), pusieron el “titulus” con el motivo de la condena, según costumbre 56. Este “titulus” debía ser conservado por escrito y leído luego en voz alta. Se buscaba que la sentencia no pudiese ser arbitrariamente modificada, siendo además “remitida por instrumento a la provincia”; es decir, se supone el juicio dado por el procónsul en su capital 57. Este “titulus” que está sobre la cruz y trajo el reo, es un simple extracto del motivo fundamental de la condena. Por eso se dirá que había sido “escrito” (dictado) por Pilato (Jua 19:19). En los cuatro evangelistas, con pequeñas variantes refacciónales, es el mismo. Jn notará que estaba escrito en latín, griego y hebreo (arameo). Esto hace ver el desfile de gente que se esperaba. En las cercanías de Roma existen lápidas sepulcrales judías escritas en estas tres lenguas 58. Pilato, que condena a Cristo por temor a delaciones de un competidor de Roma, utiliza la misma acusación y motivo de la condena para burlarse de los judíos al crucificar a su Rey. Lo crucifica con dos ladrones. Los llevaron por la Vía Dolorosa a crucificar con El (Lc), y los pusieron uno a cada lado; y “El en medio,” resaltará Juan. Eran “malhechores” (Lc), y Mt-Mc los presentan como “salteadores.” Era aquella época turbulenta de agitaciones sociales y bandidaje, como Josefo refleja en sus escritos 59.
La ley judía prohibía ejecutar a dos personas el mismo día 60, pero la ejecución era romana, donde las ejecuciones múltiples eran ordinarias en el mismo Oriente 61.
Y en Pilato aquella triple crucifixión pudo ser razón de comodidad, pero más parece que de sarcasmo para crucificar a
Cristo como “Rey de los judíos,” conforme a la “tablilla” que él dictó, en medio de dos ladrones; lo que corresponde al carácter de Pilato.
Mt resalta luego no sólo el desfile del pueblo ante Cristo crucificado, sino que pone una triple clase de injurias que se le dirigían: por los que “pasaban,” “moviendo su cabeza,” gran desprecio oriental (Job 16:4; Isa 37:22, etc.); por “los príncipes de los sacerdotes, con los escribas y ancianos,” que acaso formaban grupos ostentosos, hablando en voz alta para que se los oyese bien (Mc), si no es que algunos le dirigían abiertamente los insultos como saetas envenenadas; y también los “bandidos,” aunque éste era uno solo 62; y Lc añade también una cuarta categoría: los “soldados.”
La injuria era eco de la confesión ante el sanedrín la noche anterior; prueba de la rapidez con que la divulgaron. Era la errónea acusación hecha, que no valió para la condena, de destruir y reedificar el templo, y el proclamarse Hijo de Dios. Si podía lo primero, que se salvase ahora del tormento de la cruz. Y si era Hijo de Dios, Dios le ha de librar de sus enemigos, según se leía, en un sentido “sapiencial,” en el libro de la Sabiduría (Isa 2:18).
Pero era la hora de la redención, y por eso no podía bajar de la cruz.

La Muerte de Cristo,Isa 27:45-56 (Mar 15:37-41; Luc 23:44-49; Jua 19:28-30).
45 Desde la hora de sexta se extendieron las tinieblas sobre la tierra hasta la hora de nona. 46 Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: “Eli, Eli lema sabachtaní!” Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” 47 Algunos de los que allí estaban, oyéndolo, decían: A Elías llama éste, 48 Luego, corriendo, uno de ellos tomó una esponja, la empapó en vinagre, la fijó en una caña y se la dio a beber. 49 Otros decían: Deja, veamos si viene Elías a salvarlo. 50 Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 51 La cortina del templo se rasgó de arriba abajo en dos partes, 52 la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos, que habían muerto, resucitaron, 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de El, vinieron a la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. 54 El centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobremanera y se decían: Verdaderamente, éste era Hijo de Dios. 55 Había allí, mirándolo desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle; 56 entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos del Zebedeo.

Los tres sinópticos destacan estas tinieblas que se extendieron sobre “toda la tierra” desde la hora de sexta (mediodía) hasta la hora de nona (tres de la tarde).
Los judíos dividían, en el uso vulgar, el día en cuatro partes, cuya divisoria era la hora de sexta (mediodía), siendo las otras horas prima y tercia, desde el amanecer hasta las nueve y desde esta hora hasta el mediodía. Pero todo ello valorado con el sentido empírico de anchura y aproximación según las estaciones. Estas tinieblas están presentes precisamente el tiempo que Cristo está en la cruz. La expresión “toda la tierra” es una hipérbole; se refiere seguramente al horizonte que se divisaba desde el Calvario, o, a lo más, a Palestina.
Sin embargo, Mt, cuando hace uso de la palabra “tierra” (Jua 5:18; Jua 6:10; Jua 9:6; i 1:25; etc.), se refiere a la tierra en general; y, cuando habla de un país particular, acompaña la palabra “tierra” de un determinativo (Mat 2:6.20; Mat 10:15; Mat 9:26). No obstante, la excepción cabe, acaso por el redactor.
Las tinieblas aparecen en los profetas como signo de la venganza divina (Amo 8:9; Joe 2:10-31, etc.). Significaban aquí la protesta divina por el deicidio que comete Israel. Algunos autores han negado realidad histórica a este hecho. Tendría un valor simbólico. “El cielo es siempre sombra para el alma desolada” (Loisy). Sin embargo, los evangelistas presentan el hecho con una precisión cronológica que no tiene en los profetas. Y en Jerusalén, por esta época, se da el fenómeno de los “sirocos negros,” que es un cierto oscurecimiento de la atmósfera por efecto de la gran cantidad de arena y polvo mezclado con la misma. “Se puede suponer que aquel fenómeno tuvo aquel día una intensidad milagrosa.” 63
Las descripciones de los evangelistas no tratan de precisar la naturaleza del fenómeno; hablan según las “apariencias sensibles.” En todo caso, no pudo ser por efecto de un eclipse, ya que éste no puede darse durante el plenilunio, como era aquel 15 del mes de Nisán, a punto de empezar.
Hacia la hora de nona (tres de la tarde), Cristo, dando una “gran voz,” dijo en arameo lo que Mtg traduce: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado”? Estas palabras con que Cristo pronuncia su cuarta “palabra,” momentos antes de su muerte, como se ve por el cotejo con las demás “palabras,” están tomadas del Sal 22:2, mesiánico. Pero como en el segundo hemistiquio del mismo se dice: “Lejos de mi salud las palabras de mis pecados” (texto latino), viéndose que esto no se podía decir literalmente de Cristo, se vino a querer solucionarlo con diversas explicaciones simbolistas 64. Pero ello está fundado en un error en la versión. El texto hebreo pone: “Lejos de mi salud (Dios) las palabras de mi rugido,” o clamor. Fue una confusión de traducir la palabra sha’ag, clamor, por shagah, pecado.
El sentido es semejante al dolor de Getsemaní: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado” (shabaq) a estos tormentos? Era la naturaleza humana de Cristo (voluntas ut natura) que dejaba expresar la terrible angustia que sentía 65. ¿Acaso Cristo recitaba todo o parte de aquel salmo de su Pasión? Al conectar con él, la profecía se cumplía.
Al oír estas palabras de Eli, Eli., “algunos de los que allí estaban” pensaron que llamaba a Elías el profeta, que, según la concepción judía, presentaría al Mesías a Israel, y aquí piensan que es, sin duda, para salvarlo (v.49) 66 y presentarlo.
Posiblemente esto se refiera a alguno de los espectadores judíos, que se lo explican a los “milites” de la custodia, y entonces “uno de ellos,” que por el contexto está junto a El, cosa que sólo podían hacer los soldados de la custodia, y que usa jabalina (Jn) 6? tomó una esponja – que seguramente llevaban para lavarse de la sangre que les saltase de las crucificaciones -, la amarró a una “caña,” la empapó en “vinagre,” que era la usual “poska” 68, agua refrescante mezclada con vinagre, y a veces con otros ingredientes, y que usaban las tropas de la custodia, y se la dio a beber (Sal 69:22). Pero Cristo, al percibir aquel refresco, renunció a él (Jn), y, dando “de nuevo un gran grito, expiró.”
Este tipo de gritos en agonizantes es conocido. Pero, como los cuatro evangelistas no usan para expresar la muerte de Cristo la palabra morir, que la usan en otros casos, parecería que quieren acusar la libertad de su muerte. No sería improbable, pues, que a la hora de la composición de los evangelios, bien penetrados de lo que era Cristo, hayan querido acusar esta libertad con esas expresiones. Así Jn dice que, “inclinando la cabeza, depuso el espíritu,” cuando lo más natural sería decir que, a causa de morir, por inercia, inclinó su cabeza. Mt dice que “entregó (άφήχεν) el espíritu.”
Mt es el evangelista que presenta un cuadro bien estructurado de fenómenos que tienen lugar a la muerte de Cristo, proclamando su grandeza.
1) Se rasga el velo del templo. – Lc lo narra antes de la muerte; Mt-Mc, después. El templo tenía dos riquísimos velos “en artístico tejido de Babilonia.” Uno separaba el atrio de los sacerdotes del Sancta, llamado Masak, y otro que separaba el Sancta del Sancta sanctorum, llamado Paroketh 69. Los evangelios no dicen a cuál se refieren. Se pensaría, conjeturablemente, que al interior, para indicar que “lo santo” quedaba abierto a toda mirada, hecho profano.
Otros piensan, en cambio, en el exterior, que era el que podía ser visto por más personas. No obstante, el significado es el mismo 70. El desgarramiento del velo no pudo ser debido al terremoto que se cita, ya que esto supondría haberse caído el cuadro de piedra en que estaba enmarcado, y hubiese tenido un mayor reflejo histórico-simbólico en la tradición. “Desde los primeros siglos consta que el desgarramiento del velo es considerado como un hecho real.” 71
2) El temblor de tierra. – Sólo lo narra Mt. Son conocidos diversos temblores de tierra en Judea en la antigüedad. Los temblores de tierra son otro de los elementos con los que en el A.T. se muestra la grandeza de Dios. Con temblor de tierra pintan los profetas el gran “día de Yahvé.” Es elemento frecuente en las teofanías. Conforme a su uso en los profetas, el sentido de este temblor de tierra, sincronizado con su muerte, manifiesta la ira divina por el crimen de Israel. San Cirilo Jerosolimitano señalaba ya una gran hendidura en la roca del Calvario, que aún se conserva, como efecto – decía – de este terremoto 72.
3) Resurrección de muertos. – También esto es relatado solamente por Mt. Pone esta resurrección con motivo de la muerte de Cristo, dejándoles paso franco al “abrirse los monumentos”; pero es un “adelantamiento,” pues añade que “después de la resurrección de El (Cristo) vinieron a la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos.” En la perspectiva real de Mt, la resurrección de estos muertos tiene lugar en la resurrección de Cristo, pero se narra con ocasión de abrirse los sepulcros. Los problemas que este hecho plantea son muchos y graves. Pero su sentido doctrinal es claro: “Su interpretación es difícil, y por esto objeto de varias opiniones. Lo indudable es que esa resurrección, cualquiera y como quiera que sea, es señal de la victoria de Jesús sobre la muerte.” 73
¿Son absolutamente históricos estos hechos lo mismo que el “oscurecimiento”? En absoluto podrían serlo. La duda que puede surgir es que son hechos, sobre todo alguno, que son conocidos como un “género literario.” ¿Podrá haberse usado aquí? En el Talmud palestinense se lee, v.gr.: “Cuando murió Rabí Acha, las estrellas se hicieron visibles en pleno mediodía. Cuando murió R. Hanina, el mar de Tiberíades se hundió. Cuando murió R. Ishaq, setenta umbrales de casas se rompieron en Galilea. Cuando murió R. Shemuel, los cedros se salieron de cuajo en Israel,” etc. 73
4) El testimonio del centurión. – Lo relatan los tres sinópticos. Este centurión era el que tenía la responsabilidad militar de la custodia y muerte de Cristo. Pero junto con él van a prorrumpir en esta “glorificación” (Lc) “los que con él guardaban a Jesús,” que son el ”tetrádion,” y acaso los otros soldados que guardaban a los ladrones crucificados. El motivo es que, al “ver el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobremanera, y decían.” Esto que vieron era la majestad y perdón de Cristo, sus siete “palabras,” la rapidez de su muerte, su gran voz en la agonía y las “tinieblas” sobre el Calvario. Pero las palabras son transmitidas diversamente por Mt-Mc y Lc.
El centurión en Mt-Mc y los soldados decían: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios,” mientras que en Lc lo proclaman: “Era justo” (δί’χαιος).
Las interpretaciones pueden ser varias. Le podía, para gentiles, destacar la inocencia ante la condena judía. Las palabras del centurión y los suyos pueden referirse a la acusación del Sanedrín y de los que venían a insultarlo al Calvario, diciéndole que se había hecho “Hijo de Dios,” reconociendo ellos que era verdad lo que los sanedritas y el populacho decían que era mentira, pues lo probaban los hechos; o también, si eran tropas no judías, que pensasen, sugerido por lo que oyeron, que se tratase, al modo de su mitología, del hijo de algún dios. Pero también cabe que la lectura primitiva sea la de Lc, y que Mt-Mc, a la hora de la composición de sus evangelios, pongan en boca del centurión una mayor plenitud de contenido, al hacerlo confesar la divinidad de Cristo 74.
En una nota breve dice Mt que había allí, pero mirándolo “desde lejos,” muchas mujeres que lo habían seguido en sus correrías apostólicas para “servirle,” con ayuda de sus “bienes” (Luc 8:3). Varias de ellas habían sido curadas por Cristo (Luc 8:2). Este proceder era normal en Oriente 75. Entre ellas cita explícitamente a algunas.

Sepultura de Cristo,Luc 27:57-66 (Mar 15:42-47; Luc 23:50-56; Jua 19:31-42).
57 Llegada la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, de nombre José, discípulo de Jesús. 58 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entonces ordenó que le fuese entregado. 59 El, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo depositó en su propio sepulcro, del todo nuevo, que había sido excavado en la peña, y, corriendo una gran piedra ala puerta del sepulcro, se fue. 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro. 62 Al otro día, que era el siguiente a la Parasceve, fueron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos a Pilato 63 y le dijeron: Señor, recordamos que ese impostor, vivo aún, dijo: Después de tres días resucitaré. 64 Manda, pues, guardar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos. Y será la última impostura peor que la primera. 65 Díjoles Pilato: Ahí tenéis la guardia; id y guardadlo como vosotros sabéis. 66 Ellos fueron y pusieron guardia al sepulcro después de haber sellado la piedra.

Al ponerse el sol, comenzaba la Pascua judía, y los cuerpos de los ajusticiados, según las costumbres judías, tenían que estar enterrados. Pilato también condesciende con estos usos. Los tribunales judíos tenían dos fosas para enterrar a los ajusticiados, ya que no los permitían sepultar en los sepulcros familiares, hasta que, corrompidos, se les pudiesen entregar los huesos. La razón era evitar contactos deshonrosos con sus familiares 76. Pero aquí iba a ser enterrado en un sepulcro en el cual no había sido sepultado nadie (Jn).
Muerto Cristo sobre las tres de la tarde, y poniéndose el sol en Jerusalén en esos días sobre las seis, urgía activar todo para enterrar el cuerpo de Cristo.
José de Arimatea, discípulo oculto del Señor (Jn), o gran simpatizante, pero hombre digno, como lo presentan con varios títulos los evangelistas, tuvo la “valentía” de ir a Pilato, acaso por intermediarios palaciegos, para pedirle el cuerpo de Cristo. Tenía para su acceso un título especial: “era miembro del sanedrín” (Mc-Lc), destacando, naturalmente, los evangelistas que no había consentido en la condena de Cristo.
En el uso romano se permitía enterrar los cuerpos de los ajusticiados a petición de sus familiares; y sobre todo, según Filón, en “las fiestas,” esto era “costumbre” 77. Pilato autorizó. Varios motivos lo impulsaron: la costumbre romana, la petición de un sanedrita, lo que abonaba su tesis de que lo habían entregado por “envidia,” y hasta, posiblemente, el herir así, de alguna manera, las costumbres sanedritas sobre los enterramientos de los ajusticiados. Mc hará ver que Pilato se extrañó de la muerte tan pronta de Cristo, ya que podían estar los ajusticiados varios días en la cruz, y llamó, para cerciorarse, al centurión de la custodia.
Mt, en redacción sintética, pone en escena a José de Arimatea como si él mismo, pero solo, actuase en aquel acto funeral. También se sabe que intervino Nicodemo (Jn), y la naturaleza de las cosas exige la intervención de otros individuos: sean discípulos o amigos.
Pero Mt resaltará que lo envolvió en una “sábana limpia” (Mc-Lc), probablemente para destacar el aspecto del cuerpo sagrado que iba a recibir; Mc dirá que la “había comprado.” ¿Por qué no traer una de su casa? Es por la misión sagrada que iba a tener. Pero la interpretación de Mc puede ser otra 78, coincidente con ésta.
Mt omite las unciones, y, sin duda, según la costumbre, el lavado del cadáver 79. Pero resaltará que se lo puso en su propio sepulcro, del todo nuevo, excavado en la peña. Todo esto tiende a garantizar la absoluta seguridad de la resurrección al faltar el cuerpo allí depositado.
Y corrió una piedra grande a la puerta del sepulcro. Era el tipo ordinario de los sepulcros. Tallados en la roca, tenían su entrada por una boca, hecha a ras del suelo, y se cerraban con una gran piedra giratoria 11 amad a “golel,” colocada en una ranura, sobre la que se movía.
María Magdalena y la “otra María,” que es la madre de José (Mc), dada la angostura de la cámara sepulcral, estaban “sentadas frente al sepulcro.” Pero Mc da la finalidad: “miraban dónde lo ponían.” Estas mujeres, probablemente, en un momento determinado entraron dentro, pues querían saber, si había varios “loculi,” dónde lo ponían, para cuando viniesen después del sábado a completar los perfumes mortuorios no sufrir confusión alguna. También este tema tiene dificultad. Las mujeres en Mt-Mc van a ir al sepulcro para verlo; en Le llevan “aromas.” ¿Qué pretendían con ello? Si se piensa en “ungirle” al modo judío, como lo dice Mc (16:1), ya lo había hecho Nicodemo (Jua 19:39.40). Si se piensa en completar aquella unción precipitada, ¿cómo entrar en un sepulcro que ya estaba cerrado? (Mar 16:3). Seguramente hay algunos elementos redaccionales para organizar mejor la escena en orden a su finalidad.
Mt es el único evangelista que cuenta la guardia puesta por los sanedritas al sepulcro. Con ello tiende a hacer ver la verdad de la resurrección. Siendo sepulcro de piedra, excavado en la roca, con sola la boca de entrada custodiada por tropa, nadie puede robar el cadáver. El anuncio de Cristo que resucitaría al tercer día llegó a oídos de los sanedritas, y quisieron impedir esto. Para ello pusieron un piquete de tropa pedido a Pilato, sea de las tropas de la fortaleza Antonia, o del pretorio, o de las guardias que, según costumbre, estaban destacadas a las puertas del templo para mantener el orden los días de Pascua 80, ya que, de ser tropa sanedrita, la hubiesen puesto por su cuenta. Se siente la respuesta irónica de Pilato, ordenando guardar a un muerto, pero que no quiere conflictos con las gentes fanatizadas ni delaciones a Roma. Ellos tomaron el piquete, lo pusieron ante el sepulcro, y, según costumbre, lo sellaron 81. Ya que no era insólito el robo de cadáveres, como se ve por el “Rescripto del Cesar,” esculpido en una estela procedente de Nazaret, y cuya violación llevaba aneja la pena de muerte 82.
Sin embargo, diversos autores suelen poner objeciones a la historicidad de esta escena.
No es verosímil que los judíos esperen al día siguiente de la sepultura para poner la guardia. Se lo podrían haber “robado” en el intervalo. Al día siguiente, con reposo sabático, personas “piadosas,” ¿lo habrían hecho? Y al otro día ya resucita. Además, ¿pensarían los fariseos en la “resurrección” cuando los mismos discípulos casi no lo pensaban? A esto se une el “silencio” de Mc-Lc-Jn sobre esta guardia. Por eso se pretende que sea una escena apologética. Reflejaría una escena polémica. Los judíos achacaban esto a un robo por los discípulos (Mat 28:13-15). Parece que Mt respondería a esta querella entre judíos y cristianos treinta o cuarenta años después con esta escena plastificada 83.
Las razones alegadas son de interés. Sin embargo, el texto de San Justino, que se cita en el capítulo siguiente, como confirmación del pasaje evangélico, tiene su valor. La frase de Mt que “corrió hasta el día de hoy” hace ver que la objeción judía estaba en la calle, y ¿se desharía, ante los judíos y demás, con este hipotético “cuento,” que podrían constatar no ser histórico?
Por eso, el protestante Bonnard escribe a este propósito: “En sí mismo, este relato no tiene nada de inverosímil.” Las dificultades que ven es el que los príncipes de los sacerdotes y fariseos aparecen al corriente de su anunciada resurrección, lo mismo que se va a pedir la tropa el día de sábado. Pero reconoce que el pasaje – Pilato, estilo y vocabulario – no son posteriores al conjunto del evangelio 84 (M’Neile).

1 Para una exposición de las mismas, cf. M. De Tuya, Del Cenáculo al Calvario (1962) p.388-393. – 2 Cf, o.c., p.394-395; para la apreciación “jurídica” del proceso de Cristo ante la jurisprudencia judía, cf. Del Cenáculo al Calvario (1962) p.396-405; cf. Comentario a Lev 2:66-71. – 2 Benoit, La morí de Judas: Exégése et Théologie (1961) I 340-359; J. Du-Pont, La destinée de Judas prophetisée par David (Hec 1:16-20): The Cathol. Bibl. Quart. (1961) 41-51. – 3 Vincent-Abel, Jerusalem II p.864-866; Hendersohn, Akeldama, en Has-Ting’s, Dict. ofthe Bible I 59. – 3 E. F. Sutcliffe, en Journ. Theol. Stud. (1952) p.227ss. – 4 Séneca, De ira II 7. – 5 Weiss, Das atieste Evang. (1903) p.317. – 6 JOüON, L’évangile. compte tenu du substrat sémitique (1930) p.162; Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p.346. – 7 El proceso romano, como en otros casos, debió de ser traducido por un intérprete. Josefo, BI V 9:2; VI 2:1, etc. – 8 Holzmann, Das N.T. (1926) p.71. – 9 Vitelli, Papiri Fiorentini (1906) p.USss: Deismaxn, Licht ron Osten (1923) p.229-230. 10 JOSEFO, Antiq. XVIII 1:1. – 11 Apiano, Bell. civ. II 115. – 12 Tlschendorf, Pilati circa Christum indicio quid lucís afferatur ex actis Pilan (1855) p.!6ss. – 13 Nicéforo, Hist. ecc. I 30. – 13 Strack-B., Kommentar. I p.1032; Benoit, Passion et Resurrection du Seig-neur (1966) p.161. – 14 J. Blinzler, El proceso de Jesús (1959) p.276 nota 31 p.277 y notas 32-33. – 14 Suet., Tiberio LVIII; TáC.,Ann. III 38. – 15 Herod., I 35; Viro., Aen. II 719, etc. – 16 Deu 26:1-8; Sal 26:6; Sal 73:13; Hec 20:26; Bonsirven, Textes. n.1473. – 17 Strack-B., Kommentar. I p.1033. – 18 Cicerón, ln Verrem II 1. – 19 Plauto, Bach. IV 7:24. – 20 Cicerón, In Verrem IV 2:24. – 21 BI II 21:5; 5:3: Eusebio De C., H. E., IV, 15:4; Filón, In Flaccum 10:75. – 22 Cicerón, ln Verrem V 54; PLUT., Cor. 24; Cicerón, In Verrem III 29; IV 39: Filón, In Flacc.; SUET, Ñero 49; Dig. XVIII 19:8:3. – 23 Posiblemente por tropas sirias y samaritanas, de fidelidad a Roma y odio cía sico a los judíos. SCHÜRER, Geschich’te. I p.459. – 24 Cf. M. De Tuya, Del Cenáculo al Calvario (1962) p.451-452; véase en esta obra una amplia exposición de estos temas. – 24 Cf. M. De Tuya, Estudio sobre el tormento de la “flagelación” en /.-M. (1976) p.220-221. – 25 Zorell, Lexicón. col. 1221. – 26 Rev. Bib. (1933) p.230-234; Holzmeister, Chrístus Dominus spinis coronatur: Verb. Dom. (1937) p.65-69. – 27 H. ST. J. Hart, Journ. of Theol. St (1952) p.66-75 (cf. M. DE TUYA, Del Cenáculo al Calvario), en que sostiene que el tipo de corona es “radiada,” por querer ponerle corona real, y conocer éstas los soldados en las monedas que circulaban. – 28 Rlch, Dic. des antiq. rom. et grecs, pal. “Adorado.” – 29 Mart., Epist. XIV 71:2. – 30 Num 12:14; Deu 25:9. – 31 Bonner, Crown of Thorns: Harward Theol. Review (1953) 47ss.; Benoit. Passion et Résurrection du Seigneur (1966) 171-172. – 32 Holzmeister, o.c., p.l7ss. – 33 Plauto, Cab. 2; Miles II 4:7; Dion. H., VII 69; Josefo, Antiq. XX 6:3. – 34 Hec 12:4; Mat 12:4; Jua 19:23; Schürer, Geschichte I p.470-473. – 35 E. DE C., Hist. eccl. V 1:144; Suet., Calig.; DlóN CASIO, LIV 3. – 36 Mommsen, Le droit penal romain, vers. franc. (1931) II p.129-130. – 37 E. De C, Hist. eccl. V 1:144. – 38 Quint., Decla m. 275; Josefo, Antiq. X 6:3; BI IV 6:1. – 39 Loiseleur, Des peines p.91. – 40 Plauto, Mil. 359; Mostell. 56ss; ?LUT.,De sera num. vindicta 9; Mommsen, Le drott penal romain, vers. franc. (1931) p.526-527; Strack-B., Kommentar. I p.587. – 41 Zorell. Lexicón. col.8. – 42 Buzy, Evang. s. St. Math. (1946) p.371. – 43 Vincent-Abel, Jérusalém Nouvelle p.99; L’authenticité des Lieux Samts (1932) p.54-92; F. Truyols, Problemas de topografía paléstinense (1936) p. 172-180; Perrel-La, / Luoghi santi (1936) p.345-393. – 44 Vincent, L’authenticité des Lieux Saints (1932) h.l. – 45 Wellhausen, Das Evang. Matth. (1904) p.147. – 46 Sanhedrin 43a; Strack-B., Kommentar. I p. 1037-1038. – 47 Plinio, Hist. Nat XXVIII 4; Lugano, Fars. VI 543-543; San Ireneo, Adv. haer. Ii 24:4; San Justino, Dial. 91; Tert., Ad nat. I 12. – 48 Herwitt, Harward Theol. Review (1932) p.21-45. – 49 Lugano, Fars. VI 543ss; Plinio, Hist. Nat. XVIII 4:11. – 50 Mal 71:711. – 51 Suetonio, Ñero 49. – 52 Cf. Comentario a Jua 19:23-24. – 53 Leclercq, art. “Bourreau,” en Dict. Archéol. Chre’t. et Liturg. t.2 p.HHss. – 54 Schürer, Geschichte. I p.470-473. – 55 Josefo, Vita 75. – 56 E. Dec., Hist. eccl V 1: Suet., Calígula 38; Domiciano 10. – 57 Mommsen, Le droit., vers. franc. (1931) II p.129-130. – 58 Blinzler, o.c., p.318 nota 37; Lesetre, Titre de la Croix, en Dict. Bibl. t.5 col.2253-2255. – 59 Antiq. VI 10,8; XX 8:10; BI II. – 60 Sanhedrín VI 4. – 61 Josefo, BI II 12:6; 13; 14:9; Antiq. XX 5:2. – 62 Cf. Comentario a Lev 23:39-49. – 63 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929)p.432. – 64 Cf. Del Cenáculo al Calvario (1962) p.539-561. – 65 Matthieu, L’abandon du Chnst sur la croix: Rev. Se. Relig. (1943) p.209; Pe-Laia, L’abbandono di Gesü in croce: La Redenzione (Conferenze Bibliche) (1934) p.89-118; Kenneally, Eli, Eli, lamma sabachtani?: Cath. Bibl. Quart. (1946) 124-134. – 66 Guillaume, Mat 27:46 in the light of the Dead Sea Scrolls of haiah: Palestine Exposition Quarterly (1955) p.78-80; H. Bierkelan, Finales en a dans les pronoms et les formes verbales du grana manuscrit d’Isate de Qúmran, en Interpretationes ad V. T. pertinentes S. Mowinkel septuagenario missae (1955) p.24-25. – 67 Cf. Comentario a Jua 19:29. – 68 Rich, Dic. des antiq. grec. et rom., vers. franc. (1861) p.503. – 69 Josefo, BI V 5:54; Bonsirven, Textes rabbiniques. n.969. – 70 Pelletier, La tradition synoptique du “Voüe déchiré” á la lumúre des réalités ar-cheologiques: Rev. Se. Relig. (1958). – 71 Pelletier, O.C., p.161. – 72Ma_9 33:819. – 73 Nácar-Colunga, Sagrada Biblia (1949) p.1306 nota 52; Loisy, Les évangües Sinoptiques (1908) II p.689-690; Plummer, An exegetical Commentary on the Cospel according to St. Matthew (1911) p.402; Taylor, The Cospel according to Sí. Marc (1952) p.956-957; Lagrange, Evang. s. St. Math. (1927) p.532; Bonnard, o.c., p.407. – 73 Talmud pal. Aboda Zara 3:42 c.l. – 74 Mann, The centurión at th cross, l-‘.xp. Times (19(KS-1909) p.563-5t.i-t – 75 1Co 9:5 : Alio,Premiareepít. auf (.orinth. (1955) p.212-213; San Jerónimo Mal 27:22-23; cf. Comentario a Lc. v.21. – 76 Bonsirven, Textes. m.510 y 1887; ü,L’enterrementdescriminéis d’aprés le Talmud et le Midrash: Rev. étud. Juifs (1903) p.4. – 77 Filón, In Place. 10:79:299; Digestum XLVIII 24. – 78 Cf. Comentario a Mar 15:46. – 79 Hec 9:37; Bonsirven, Textes. n.700; F. M. Üravn,LasepulturedeJesús: Rev. Bib. (1963) p.34-52.184-200.346-363; J. S. Kennard, en The Burial of Jesús, Journ. of Bibl. Literar. and Exeg. (1955) p.227-238; E. Dhanis, L’ensevelissement de Jesús et la visite au tombeau dans Mc 15:40-16:8: Gregor. (1958) 367-410. – 80 Josefo, Antiq. XX 5:3. – 81 Sobre la forma de estos sellos, cf. Verb. Dom. (1941) 81. – 82 C.Lmont, l’u ri’scrit imperial sur la violation de sepultare: Rev. Hist. (1930) 1uxoit. K. S.Myth, The Guara on the Tomb (Mt – 83 (15; 28:14): Heuhrop Journ. (1961) 157-179. – 84 Bonnard, L’evangof. selon St. Matth. (19Γ>3) 410.

Fuente: Biblia Comentada

Venida la mañana. El sanedrín esperó hasta el amanecer para presentar su veredicto oficial (cp. Mat 26:66), posiblemente para evitar la regla que prohibía los juicios criminales nocturnos (vea la nota sobre Mat 26:57).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

27:1 Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte. – Los sacerdotes aborrecían a Jesús porque El daba más importancia a la obediencia que al sacrificio y los ancianos le aborrecían porque El enseñaba que las tradiciones humanas tenían que ser medidas por la ley de Dios.
«Muy de mañana» (Mar 15:1). El día era viernes, el día 15 de Nisán, entre las tres y las seis. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el «juicio» de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba (26:5). Esta acción era de «todo el concilio» (Mar 15:1); es decir, tomaron acción oficial.
Ya habían decidido que Jesús era digno de muerte por causa de la blasfemia (26:57-66), y le castigaron severamente (vers 67, 68). La hora de venganza había llegado y el concilio tenía el propósito de decidir cómo matarle. Los líderes de los judíos tenían un problema: le habían acusado de blasfemar, pero deseaban que los romanos lo ejecutaran y sabían que Pilato, un idólatra, no tomaría en serio tal acusación, porque era totalmente indiferente hacia la religión de los judíos. Tenían que acusar a Jesús de algo que los romanos tomarían en cuenta. (Es cierto que después, Jua 19:7, hicieron la acusación de blasfemia, pero por lo pronto hacen otras acusaciones). ¿Con qué acusación podían convencer a Pilato que él debería crucificarlo? Jesucristo decía que El era el Mesías y los judíos decidieron representarle mal diciendo que eso significaba que El quería ser un rey político, implicando que quería usurpar a César. Desde luego, en esto se ve otro acto de hipocresía, porque ellos aborrecían a los romanos y se habrían regocijado grandemente si Jesucristo hubiera usurpado a los romanos. Eso fue su sueño dorado. Al hacer esta acusación insultaban la inteligencia de Pilato, porque éste conocía muy bien a los judíos y por eso sabía que ellos no habrían insistido en castigar a nadie por este motivo. Pilato sabía que por envidia le entregaron (Mat 27:18).
Por lo tanto, le preguntan (Luc 22:67), «¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis». Jesús sabía que no hicieron esta pregunta para hacer una investigación sincera, sino solamente para hacer acusación contra El (compárense Jua 8:59; Jua 10:31); «y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis» (véase Mat 22:46).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL HOMBRE QUE CONDENÓ A MUERTE

A JESÚS

Mateo 27:1-2, 11-26

Cuando se hizo de día, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron una consulta para condenar a muerte a Jesús; así es que Le ataron y Le llevaron para entregársele al gobernador Pilato.

Jesús estaba de. pie ante. el gobernador, y este Le preguntó directamente:

-¿Eres Tú el Rey de los judíos?
-Tú eres el que lo has dicho -le contestó Jesús.
Mientras los principales sacerdotes y los ancianos Le

estaban acusando, Jesús no daba respuesta. Entonces Pilato Le preguntó:

-¿Es que no oyes la evidencia que estos están presentando contra Ti?
Jesús no contestó ni una sola palabra, lo que sorprendió mucho al gobernador.

Por el tiempo de la fiesta de la Pascua, el gobernador tenía costumbre de soltarle al pueblo a un preso, el que ellos quisieran. Por aquel entonces estaba detenido un preso muy conocido que se llamaba Barrabás. Así que, cuando estaban reunidos, les preguntó Pilato:
-¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús al que llaman el Cristo?
Porque se daba perfecta cuenta de que le había entregado a Jesús maliciosamente. Mientras Pilato estaba sentado en el sillón del juicio, su mujer le envió un mensaje:

No te dejes enredar en nada que tenga que ver con este Justo -le decía ella-, porque hoy he tenido una experiencia extraordinaria en sueños en relación con Él.

Los principales sacerdotes y los ancianos convencieron al gentío que pidiera la liberación de Barrabás y la condena a muerte de Jesús.
-¿Cuál de los dos -dijo el gobernador- os tengo que soltar?

-¡Barrabás! -gritaron.

Entonces -les dijo Pilato-, ¿qué voy a hacer con Jesús, al que llaman el Cristo?

-¡Que Le crucifiquen! -dijeron todos.

-¿Qué crimen ha cometido? preguntó Pilato. Y la gente siguió gritando cada vez más:

-¡Que Le crucifiquen!

Cuando Pilato vio que no se podía hacer nada, y que había peligro de que se produjera un desorden, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la gente.

-Vosotros veréis lo que hacéis.

-¡Que la responsabilidad de Su sangre recaiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! -contestó todo el pueblo.

Entonces Pilato les soltó a Barrabás, e hizo que azotaran a Jesús, y después Le entregó para que Le crucificaran.

Los dos primeros versículos de este pasaje describen lo que debe de haber -sido una reunión muy breve. del sanedrín,. celebrada de -madrugada con: la finalidad de formular una acusación oficial contra Jesús. Eso =era necesario debido al hecho de que, aunque los judíos podían juzgar casos ordinarios, no podían imponer la pena: de muerte. Esa sentencia solo la podía pronunciar el gobernador romano, y solo podían ejecutarla las autoridades romanas. El sanedrín, por tanto, tenía que formular una acusación con la que pudieran dirigirse a Pilato y solicitar la pena de muerte para Jesús.
Mateo no -nos dice cuál fue la acusación;.pero Lucas sí. En el sanedrín, la acusación que se había aceptado contra Jesús era la de blasfemia (Mt 26:65 s). Pero nadie sabía mejor que las autoridades judías que eso no era una acusación válida ante Pilato. Les diría que se marcharan y zanjaran solos sus desavenencias religiosas. Así que, como nos dice Lucas, se presentaron delante de Pilato con una triple acusación, cada una de cuyas partes era una mentira, y una mentira deliberada. Acusaron a Jesús, en primer lugar, de ser un revolucionario; en segundo, de incitar al pueblo a no pagar los impuestos, y en tercero, de presentarse como un rey (Lc 23:2 ). Pergeñaron tres acusaciones políticas, mentiras conscientes, porque sabían que esas eran las únicas que podían obligar a Pilato a actuar.

Así que todo dependía de la actitud de Pilato. ¿Qué clase de hombre era el gobernador romano?
Pilato era oficialmente el procurador de la provincia; y era responsable directamente, no. al senado romano, sino al mismo emperador. Tendría por lo menos treinta y siete años, porque esa era la edad mínima para hacerse cargo del puesto de procurador. Debe de haber sido un hombre de experiencia considerable; porque había toda una escala de cargos, incluyendo los de mando militar, por los que se tenía que ascender para poder llegar a ser gobernador. Pilato tiene que -haber sido un soldado y administrador probado y . cualificado. Llegó a ser procurador de Judasa en él año 26 d:C., y se mantuvo en oficio durante diez años, al final de los cuales fue depuesto.
Cuando Pilato llegó a Judasa, encontró problemas en abundancia, y otros muchos se los buscó él mismo. Su principal dificultad era que no les tenía absolutamente ninguna simpatía a los judíos. Por, el contrario, trataba despectivamente lo que consideraba prejuicios irracionales y fanáticos de sus súbditos, que. eran lo que ellos consideraban sus principios. Los Romanos conocían la intensidad de la religión judía, y el carácter irrompible de la fe judía, y muy sabiamente siempre habían tratado a los judíos con guante, blanco. Pilato propuso arrogantemente usar el guantelete.
Empezó con un problema. El cuartel general romano estaba en Cesarea. Los estandartes Romanos no eran simplemente banderas; eran palos largos con el águila romana o la imagen del emperador en el extremo. Por consideración con el odio judío a las imágenes, todos los anteriores gobernadores habían quitado las águilas y las imágenes de las banderas antes de entrar en Jerusalén para la visita oficial. Pilato se negó a quitarlas. El resultado fue una oposición y una intransigencia tales que Pilato tuvo que acabar por ceder; porque no era posible ni detener ni matar a toda una nación.

Más adelante, Pilato decidió que Jerusalén necesitaba un mejor sistema de conducción de agua una sabia decisión. Para ese fin construyó un nuevo acueducto =pero tomó dinero del tesoro del templo para pagarlo.

Filón, el gran filósofo Judasoalejandrino, hace un estudio psicológico de Pilato. Y Filón, recordemos, no era cristiano, sino que hablaba desde el punto de vista judío. Los judíos, nos dice Filón; habían amenazado con hacer uso de su derecho de delatar a Pilato al emperador por sus fechorías. Esta amenaza «exasperó a Pilato hasta lo sumo, porque se temía que enviaran una embajada al .emperador, que le. hicieran iniciar una investigación con respecto a otros detalles de su gobierno -su corrupción, sus actos de insolencia, su rapiña, su hábito de insultar al pueblo, su crueldad, sus constantes asesinatos de personas sin juicio ni condena y -su inhumanidad interminablemente gratuita y sádica.» La reputación de Pilato con los judíos apestaba; y el que pudieran delatarle le dejaba en una posición totalmente insegura.
Podemos seguir la carrera de Pilato hasta el final. Acabaron por llamarle a Roma para que rindiera cuentas de su brutalidad en un incidente de Samaria. Cierto impostor había citado al pueblo en el monte Gerizín pretendiendo que les mostraría las vasijas sagradas que Moisés había ocultado allí. Desgraciadamente, muchos de los asistentes vinieron armados, y se reunieron en una aldea llamada Tirabata. Pilato se lanzó sobre ellos y los masacró con un salvajismo totalmente innecesario, porque. se trataba de un movimiento inofensivo. Los samaritanos presentaron una queja a Vitelio; el legado de Siria, que era el superior inmediato de Pilato, y Vitelio le ordenó ir a Roma para responder de su conducta.

Cuando Pilato iba de camino a Roma, murió el emperador Tiberio; y parece ser que Pilato no tuvo que presentarse a juicio. Una leyenda dice que acabó cometiendo suicidio; su cuerpo se arrojó al Tíber, pero los espíritus malos revolvían las aguas de tal manera que los Romanos se llevaron el cuerpo de Pilato a Galia y lo tiraron al Ródano. La supuesta tumba de Pilato se enseña todavía en Vienne. Lo mismo sucedió allí, y el cuerpo se llevó por último a un lugar cerca de Lausana, y fue sepultado en un pozo de las montañas. Enfrente de Lucerna hay una colina que se llama el monte de Pilato. Originalmente se llamaba Pileatus, que quiere. decir con la cabeza cubierta de nubes; pero, como se conectó con Pilato, el nombre se cambió por el de Pilatus.

Más tarde, la leyenda cristiana mostró cierta compasión con Pilato, y acabó por echarle toda la culpa de la muerte de Jesús a los judíos. Naturalmente en cierto modo, la leyenda llegó a mantener que la mujer de Pilato, que se dice que era prosélita del judaísmo y que se llamaba Claudia Prócula, se convirtió al Cristianismo. También se llegó a decir que el mismo Pilato también se había hecho cristiano; y hasta el día de hoy la iglesia copta incluye a Pilato y a su mujer en el número de los santo:

Concluimos nuestros estudio de Pilato con un documento muy interesante. Pilato debe de haber enviado a Roma un informe del juicio y ejecución de Jesús; eso sería una parte normal de la administración. Un libro apócrifo llamado Los Hechos de Pilato y Pablo contiene una supuesta copia de ese informe. Ese informe lo citan también Tertuliano y Justino Mártir y Eusebio. El informe que ha llegado hasta nosotros no es probable que sea genuino, pero es interesante leerlo:

Poncio Pilato a Claudio: ¡Saludos!

Sucedió últimamente un asunto en el que yo mismo hice el juicio; porque los judíos, por envidia, se han castigado a sí mismos y a su posteridad con juicios terribles por su propia culpa; porque, aunque sus padres habían prometido que su Dios les enviaría del Cielo a Su Santo, Que debería ser Rey por derecho propio, y prometió que Él Le mandaría a la Tierra en nacimiento virginal; entonces vino cuando yo era gobernador de Judasa, y los judíos Le vieron dar vista a los ciegos, limpiar a los leprosos, sanar a los paralíticos, expulsar a los demonios, resucitar a los muertos, reprender a los vientos, andar sobre las olas del mar a pie enjuto y hacer muchas otras maravillas, y aunque todo el pueblo de los judíos Le llamaba Hijo de Dios, los principales sacerdotes, movidos por envidia contra Él, Le apresaron y me Le presentaron haciendo toda clase de falsas acusaciones una tras otra, diciendo que era hechicero y que hacía muchas cosas en contra de su ley.
Pero yo, creyendo que estas cosas eran ciertas, después de azotarle, Le entregué a su voluntad, y ellos Le crucificaron; y cuando Le enterraron pusieron una guardia al cuidado de la tumba. Pero mientras los soldados vigilaban, Él se levantó de nuevo al tercer día; sin embargo, hasta tal punto se inflamó la malicia de los judíos que les dieron dinero a los soldados diciéndoles: Vosotros decid que Sus discípulos robaron Su cuerpo. Pero ellos, aunque tomaron el dinero, no fueron capaces de guardar silencio acerca de lo que había sucedido, porque ellos también han testificado que Le vieron resucitado, y que recibieron, dinero de los judíos. Y de estas cosas he informado a vuestra alteza por esta causa, no sea que algún otro os mienta, y consideréis que debéis creer los falsos cuentos de los judíos.

Aunque ese informe no es más que una leyenda, Pilato sabía de cierto que Jesús era inocente; pero sus errores pasados pusieron en las manos de los judíos una palanca con la que le obligaron a hacer la voluntad de ellos contra los propios deseos y sentido de la justicia de él.

PILATO PIERDE LA CONTIENDA

Mateo 27:1-2, 11-26 (conclusión)

Todo este pasaje nos da la impresión de que Pilato estaba peleando una batalla perdida. Está claro que Pilato no quería condenar a Jesús. Ciertas verdades surgen de aquí.
(i) A Pilato le impresionó vivamente Jesús. Está claro que no tomó muy en serio que pretendiera ser el Rey de los judíos. Pilato reconocía a un revolucionario a primera vista, y Jesús no lo era. Su silencio digno hizo que Pilato sintiera que no era Jesús el que estaba en tela de juicio, sino él mismo, Pilato. Pilato fue un hombre que sintió el poder de Jesús -y tuvo miedo de someterse a El. Hay todavía personas que tienen miedo de ser tan cristianos como saben que deben serlo.
(ii) Pilato buscó la manera de evadir su responsabilidad. Parece que era costumbre soltar a un preso para la Pascua. En la cárcel había un cierto Barrabás. No era ningún ladronzuelo. Lo más probable es que fuera, o un bandolero, o un revolucionario político.
Se han hecho dos especulaciones interesantes acerca de él. Su nombre Bar-Abbás quiere decir Hijo del Padre. Padre era el título que se asignaba a los más respetados rabinos. Bien puede ser que Barrabás fuera hijo de una antigua familia distinguida, que se había salido del cauce tradicional y embarcado en una carrera de crímenes por todo lo alto. Un hombre así haría del crimen algo romántico, y tendría de su parte a una buena parte del pueblo.

Aún más interesante es la casi seguridad de que Barrabás también se llamara Jesús. Algunas de las más antiguas traducciones del Nuevo Testamento -por ejemplo, las antiguas versiones siríaca y armenia le llaman Jesús Barrabás; y tanto Orígenes como Jerónimo tenían noticia de esa variante y creían que podía ser correcta. Es curioso que por dos veces Pilato especifica que Jesús, al Que llaman el Cristo (versículos 17 y 22), como para distinguirle de algún otro Jesús. Jesús era un nombre corriente. Es el mismo que Josué en hebreo, y el grito frenético de la multitud es probable que fuera: » ¡No Jesús el Cristo, sino Jesús Barrabás!»

Pilato buscaba una salida de emergencia, pero la multitud eligió al criminal violento y rechazó al tierno Jesús. Prefirieron al hombre de violencia al Hombre de Amor.

(iii) Pilato trató de zafarse de la responsabilidad de condenar a Jesús. Se conserva esa extraña y trágica ceremonia de Pilato lavándose las manos. Esa era una costumbre judía. Hay una extraña regla en Dt 21:1-9 . Si se encontraba un cadáver, y no se sabía quién lo había matado, se medía la proximidad del lugar con los pueblos cercanos, y los ancianos del pueblo más próximo tenían que sacrificar una becerra y lavarse las manos con su sangre para quedar libres de culpa. Pilato fue advertido por su sentido de la justicia, y por su conciencia, y por el sueño de su angustiada mujer; pero Pilato no podía resistir a la multitud; y Pilato recurrió al gesto estéril de lavarse las manos. La leyenda dice que hasta el día de hoy hay veces que la sombra de Pilato surge de su tumba y repite la ceremonia de lavarse las manos una vez más.

Hay algo de lo que una persona no puede librarse nunca -y es la responsabilidad. No es nunca posible ni para Pilato ni para ninguna otra persona el decir: «Me lavo las manos de toda responsabilidad.» Porque eso es algo que nadie ni nada puede borrar.
Esta imagen de Pilato inspira en nuestras mentes más bien piedad que condenación; porque aquí tenemos a un hombre tan inmerso en su pasado y tan incapacitado por él que fue incapaz de mantenerse firme en su debida posición. Pilato es una figura de tragedia más que de villanía.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 27

3. JESUS ENTREGADO A PILATO (Mt/27/01-02).

1 Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, en consejo contra Jesús, tomaron el acuerdo de hacerle morir; 2 lo ataron, y lo llevaron y entregaron al procurador Pilato.

La sesión del sanedrín ha durado hasta el amanecer. La autoridad judía estaba capacitada para dictar una sentencia de muerte, pero no para hacerla ejecutar (Jua 18:31). La sentencia de muerte está confirmada, ahora el procurador romano tiene que ser inducido a ejecutar la sentencia. Jesús es atado y conducido a la residencia del procurador. Aunque Pilato es procurador de toda la provincia de Siria y normalmente residía en Cesarea de Palestina (junto al mar), ahora se encuentra en Jerusalén. Esto no era de extrañar en la fiesta de pascua, por el gran número de peregrinos que con frecuencia era causa de inquietud para la potencia ocupante. Judíos y gentiles están envueltos en este proceso. No solamente se mostrará cuán mal administra Pilato la acreditada justicia romana, sino también cómo falla Pilato como hombre.

4. FIN DE JUDAS (Mt/27/03-10).

3 Entonces, Judas, el que lo había entregado, al ver que lo habían condenado, presa de remordimientos, devolvió a los sumos sacerdotes y a los ancianos las treinta monedas de plata, 4 diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos contestaron: Y a nosotros ¿qué? ¡Allá tú! 5 Y arrojando en el templo las monedas de plata, se retiró; luego fue y se ahorcó. 6 Los sumos sacerdotes recogieron las monedas de plata y dijeron. No se deben echar en el tesoro del templo, porque son precio de sangre. 7 Pero, después de acordarlo en consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los forasteros. 8 Por eso aquel campo se llamó, y se llama hasta hoy, campo de sangre. 9 Entonces se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías cuando dijo: Y tomaron las treinta monedas de plata, precio en que fue tasado aquel a quien tasaron los hijos de Israel, 10 y las dieron por el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.

Después de la detención de Jesús es evidente que Judas no ha encontrado ningún sosiego. Tenía que enterarse de lo que le acontecía a Jesús. Cuando se entera de la condena, hacen presa de él los remordimientos. Sabe que ha entregado «sangre inocente» por una miserable recompensa. Con la misma expresión protestará después Pilato de su inocencia: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!» (27,24). Lo mismo dicen los sacerdotes con cínica frialdad: ¡Allá tú! En el pecado no hay solidaridad, ya que cada uno está solo. Judas se queda solo, como Jesús está abandonado por todos sus seguidores. Judas está en el aislamiento del pecado, Jesús está en el desamparo del amor. Esta soledad sólo encuentra el camino que conduce a la muerte escogida por sí mismo. Judas se ahorca. Es el primer difunto de esta historia de la pasión y la última victima del gran poder del pecado antes de que este poder sea superado por Jesús. En esta muerte se muestra una vez más que la muerte es consecuencia y confirmación del pecado (cf. Rom 5:12). La muerte de Jesús será el precio de la vida «A fin de que, así como el pecado reinó para la muerte, así también la gracia, mediante la justicia, reine para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor» (Rom 5:21). Judas arroja el dinero al templo. Pero los sacerdotes, que lo encuentran allí, no lo pueden dejar en el templo. El dinero no es apto para el servicio de Dios, porque fue empleado para dar muerte a un hombre. Con él se compra un campo como sitio para sepultar a los forasteros, que en Jerusalén no tienen ninguna tumba propia familiar. En todo esto el evangelista ve una alusión a lo que aconteció al profeta Zacarías (*). Fue contratado como pastor por unos malos pastores (traficantes de ganado) y fracasó en su misión. Harto de hacer advertencias infructuosas y de la obstinación de estos pastores, dijo lo que sigue: «No quiero ser más vuestro pastor: lo que muriere, muérase; y lo que mataren, mátenlo…» (Zac ll,9). El profeta hace una última prueba exhortando a pagarle como pastor su salario para examinar así cómo le han evaluado a él y a su trabajo: «Yo, empero, les dije a ellos: Si os parece justo, dadme mi salario, y si no, dejadlo estar. Y ellos me pesaron treinta siclos de plata por el salario mío. Y díjome el Señor: Entrega al tesoro ese magnífico precio en que te han apreciado. Tomé, pues, los treinta siclos de plata, y los eché en la casa del Señor, en el tesoro» (Zac 11:12 s). El profeta Zacarías y su trabajo son pagados con el precio que tenía que pagarse como indemnización de un esclavo o de una esclava muertas por un buey (cf. Exo 21:32). Jesús es vendido por el mismo «magnífico» precio. Este es el salario que paga Jerusalén por la vida de un esclavo.

…………..

* En el texto se cita el nombre de Jeremías, pero se reproduce libremente un texto del profeta Zac 11:12 s. El nombre de Jeremías hace aquí al caso en cuanto que en su vida también desempeñan un papel el taller de un alfarero (Jer 18:1 ss) y la compra del campo de su primo hermano (Jer 32:1 ss). Puesto que en Mt se habla del campo del alfarero, pero no en Zacarías, se ha expresado solamente la relación con Jeremías. El texto original de Zacarías dice así: «Tomé, pues, los treinta siclos de plata, y los eché en la casa del Señor, en el tesoro» (Zac 11:13b). Hay antiguas traducciones que en vez de «en la casa del Señor, en el tesoro» dicen «al alfarero».

……………………

5. JUICIO ANTE PILATO (Mt/27/11-26).

11 Jesús, pues, compareció ante el procurador, y el procurador lo interrogó diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió: Tú lo has dicho. 12 Pero, por más que lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, él nada respondía. 13 Entonces le dice Pilato: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Pero él no le contestó ni una sola palabra, de forma que el procurador se quedó muy maravillado.

También en el juicio ante Pilato es la narración muy breve. El lector tiene que complementar la mayoría de los pormenores, porque sólo se dan a conocer los detalles más importantes. En primer lugar, la pregunta directa que formula el romano de si es el rey de los judíos. Jesús nunca se ha designado como Mesías, y mucho menos como rey. También tiene que saber que el romano enlaza con este título una idea política, y además peligrosa para Roma. No obstante Jesús contesta afirmativamente. Ante los judíos, Jesús había dicho abiertamente que era el Mesías. Ante el procurador también reconoce que es el rey de los judíos. Su condición de Mesías, sin embargo, es de índole distinta de la que el sanedrín conoce y puede comprender. Análogamente su realeza es de índole distinta de la que puede el procurador conocer. En ambos casos chocan entre sí la manera de pensar de arriba y la de abajo. En el Evangelio de san Juan, el mismo Jesús afirma: «Mi reino no es de este mundo» (Jua 18:36). No obstante Jesús contesta afirmativamente la pregunta, porque el título de rey de los judíos también anuncia al Mesías, al regio hijo de David. Después de esta declaración Jesús ya no dará ninguna respuesta. No se defiende ni tampoco acusa. No busca testigos para su descargo y deja libre curso a los testigos que cita la parte contraria. Los miembros del sanedrín no se cansan de hacerle cargos ante el procurador. Incluido a éste le causa sorpresa el silencio de Jesús. «No abrió su boca, como un cordero conducido al matadero, como una oveja, muda ante el que la esquila» (Isa 53:7).

15 En cada fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que ellos quisieran. 16 Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17 Cuando ya estaban reunidos, les preguntó Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman el Mesías? 18 Pues bien sabía él que se lo habían entregado por envidia. 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: No te metas con ese justo; que hoy, en sueños, he sufrido mucho por causa suya. 20 Los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a las turbas para que reclamaran a Barrabás y se diera muerte a Jesús. 21 Tomó la palabra el procurador y les preguntó: ¿A cual de los dos queréis que os suelte? Ellos respondieron: A Barrabás. 22 Pilato les dice: ¿Pues qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías? Responden todos: ¡Que sea crucificado! 23 él insistía. ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: ¡Qué sea crucificado! 24 Viendo Pilato que todo era inútil, sino que, al contrario, iba aumentando el tumulto, mandó traer agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo: Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! 25 y todo el pueblo respondió: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! 26 Entonces les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de mandarlo azotar, para que lo crucificaran.

La escena que se desarrolla ante Pilato constituye, según el relato de san Mateo, la parte principal del proceso. Esta escena no tiene lugar tras los muros del edificio oficial, sino públicamente delante del pueblo. Llega a su culminación dramática, al quedar enfrentado un agitador de mala fama con Jesús y entablar Pilato su diálogo con la multitud. Aunque aquí no se relata propiamente el curso del proceso según lo prescrito por la ley, el evangelista interpreta como sentencia condenatoria el clamor del pueblo cuando exclama: «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (27,25). De este modo se ensancha el círculo, formando un segundo anillo. Primero el sanedrín condena a Jesús; ahora le condena el pueblo judío. Así pues, el proceso ante Pilato es la continuación lógica del juicio nocturno ante el sanedrín. Poco destaca la figura de Pilato. Hablando con propiedad, desde el principio solamente desempeña el papel de comparsa. Tiene que considerarse como poco hábil la primera pregunta de cuál de los dos ha de dejar libre para complacer al pueblo. Con ella, Pilato sólo consigue que los miembros del sanedrín solivianten con más facilidad a las masas. No es menos inhábil la otra pregunta acerca de lo que debe hacer con Jesús, lo cual contribuye a excitar el deseo de dar muerte a Jesús. Finalmente, la acción de lavarse las manos delante de la muchedumbre sólo puede ser designada como un ademán huero.

Cabe, desde luego, aplicar estas observaciones al curso de los acontecimientos, tal como aquí se describen. Pero, al mismo tiempo, muestran que el relato tiene una finalidad distinta de la de registrar históricamente unos hechos. La culpa de los judíos en la muerte de Jesús se debe hacer evidente, de modo que no deje lugar a dudas (*). Por ello también Mateo apostilla expresamente dos veces el nombre de Jesús, añadiendo «al que llaman el Mesías» (27,17.22).

La sentencia condenatoria se dicta con claro conocimiento y plena conciencia. Pilato protesta que es inocente de esta sangre. Recusa la responsabilidad por la sentencia de muerte y se absuelve de ella. El clamor del pueblo forma contraste con las palabras del procurador romano. Mateo recalca que clamó todo el pueblo. No sólo los dirigentes, el sanedrín, los escribas y fariseos, sino también el pueblo en su totalidad lo rechaza. Todos pronuncian la sentencia cuando se halla en poder de ellos.

El clamor: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! no tiene la resonancia terrible, con que de ordinario suena en nuestros oídos. Deriva de una expresión en el Antiguo Testamento, usada para expresar la responsabilidad por un hecho culpable y sus consecuencias. La expresión no indica que la sangre derramada inocentemente, deba ser vengada sobre ellos y sobre su descendencia, sino que el pueblo asume plena responsabilidad para sí mismo y sus descendientes. No es, por tanto, un grito alocado de una masa instigada que pierde los estribos, ni tampoco una maldición que la multitud profiere sobre sí misma, sino una simple sentencia condenatoria cuya responsabilidad alcanza a los descendientes en cuanto cada uno de ellos individualmente la reitere (condenando a Jesús y sus testigos de descargo), y no en tanto colectivamente pudieran quedar afectados por las consecuencias de un tremendo error judicial, cometido por sus antepasados.

En las primeras persecuciones de los cristianos promovidas por el judaísmo farisaico los cristianos lo experimentaron en su propia carne. Pero el rescate satisfecho en favor del género humano también lo ha sido en favor de los judíos. La sangre de la nueva alianza no fue derramada para la venganza, sino para el perdón de los pecados (cf. 26,28).

…………..

* No hay duda de que el relato del proceso en san Mateo tiene esta tendencia de modo unilateral. Hay otros relatos en los Evangelios y otras voces en el Nuevo Testamento que colocan los acentos de otra manera y también emiten juicios distintos. Solo abarcando el conjunto, se puede intentar acercarse a la verdad histórica. El relato de san Mateo representa una actitud extrema, que se ha de explicar por la situación hostil, en que después del año 70 d.C. se encontraba la Iglesia de san Mateo ante el judaísmo.

…………..

6. ESCARNIO DEL REY DE LOS JUDíOS (Mt/27/27-31).

27 Entonces los soldados del procurador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él toda la cohorte. 28 Lo desnudaron, y le pusieron un manto de púrpura; 29 luego, le pusieron en la cabeza una corona que habían entretejido con espinas, y en la mano derecha, una caña, y doblando ante él la rodilla, se burlaban, diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! 30 Y escupiéndole encima, le quitaron la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. 31 Cuando acabaron de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos, y se lo llevaron a crucificarlo.

Ante el sanedrín Jesús había confirmado en forma solemne que era el Mesías. Los servidores hicieron mofa de él como Mesías. Ante Pilato, Jesús contesta afirmativamente la pregunta de si era el rey de los judíos. Los soldados del procurador se burlan de él como rey. Se reúne toda la cohorte para disfrutar con esta diversión. Se le envuelve con un viejo manto a modo de púrpura regia. Su corona es una diadema de espinas puntiagudas, y como cetro le dan una caña, con la que en otras ocasiones solía castigarse a los desobedientes. Como ante la majestad del César, se hincan de rodillas ante Jesús y con cínico descaro le rinden homenaje como a un rey. En esta escena se descubre la maldad del corazón humano, pero también el verdadero carácter del reino de Jesús, que no es un reino de este mundo.

Jesús experimenta en su persona la caricatura de un reino de este mundo. En realidad Jesús es rey, porque también soporta esta humillación en silencio y ejerce su soberanía sirviendo. Su deseo de servir es tan radical que llega a tomar sobre sí las humillantes burlas de que le hacen objeto. Por nuestro amor soporta Jesús el escarnio y todas las afrentas. Para «muchos» sufre el dolor causado por las heridas de la corona de espinas y el tormento de la flagelación. El pecado de todos se manifiesta en su cuerpo. «Ha crecido ante nosotros como una humilde planta, como una raíz en tierra árida; no tiene apariencia ni belleza; le hemos visto, y nada hay que atraiga nuestros ojos; despreciado y el desecho de los hombres, varón de dolores, y que sabe lo que es padecer; como a un hombre ante quien nos cubrimos el rostro lo desestimamos y no hicimos ningún caso de él. Pero él mismo tomó sobre sí nuestras penalidades; aunque nosotros le reputamos como un leproso, y como un hombre herido por Dios y humillado. Por causa de nuestras iniquidades fue él llagado, y despedazado por nuestras maldades; el castigo de que debía nacer nuestra paz descargó sobre él, y con sus cardenales fuimos nosotros curados. Como ovejas descarriadas éramos todos nosotros: cada cual se desvió para seguir su propio camino, y a él, el Señor le ha cargado sobre las espaldas la iniquidad de todos nosotros, Fue maltratado, pero él se humilló, y no abrió su boca, como un cordero conducido al matadero, como una oveja, muda ante el que la esquila» (Isa 53:2-7). El destino del siervo de Dios de que habla Isaias, ahora pasa a ser realidad, y puede ser contemplado en él, que es rey de los judíos.

III. MUERTE Y SEPULTURA DE JESÚS (27,32-66).

1. LA CRUCIFIXIÓN (Mt/27/32-38).

32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, que se llamaba Simón, a quien obligaron a llevarle la cruz. 33 Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, es decir, lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. 35 Después de crucificarlo, se repartieron sus vestidos echando suertes; 36 Y. sentados, lo custodiaban allí. 37 Encima de su cabeza pusieron escrita su causa: éste es Jesús, rey de los judíos. 38 Al mismo tiempo fueron crucificados con él dos ladrones: uno a la derecha y otro a la izquierda.

Evidentemente Jesús está demasiado débil para llevar por sí mismo la cruz. Los soldados son demasiado holgazanes para resignarse a llevarla. Un hombre que cruza por el camino, es forzado a cargar con la cruz. Se ha conservado su nombre en la tradición; al parecer, sus hijos, Alejandro y Rufo, son conocidos en la comunidad cristiana posterior, según informa san Marcos (Mar 15:21). No está presente ningún discípulo ni uno de los doce. Jesús les había dicho que seguirle a él era un seguimiento con la cruz: «El que quiera venir en pos de mí… cargue con su cruz» (Mar 16:24). Todos ellos habían afirmado solemnemente que estaban dispuestos a ir con él a la muerte (Mar 26:35). Ahora ni siquiera hay uno para llevar el madero al monte. Lo tiene que hacer un extraño. Antes de la ejecución se acostumbraba a dar una bebida para refrescar y fortalecer al que estaba agotado. San Marcos menciona esta bebida aromatizada, que Jesús no acepta (Mar 15:23). No quiere mitigar los dolores artificialmente con una poción amortiguante; quiere apurar hasta las heces el cáliz que le presenta el Padre (Mar 26:39b). San Mateo tiene ante la vista lo que dice uno de los salmos: «El corazón quebróme tanto ultraje y desfallezco, esperé quien de mí tuviera lástima y no le hubo, quienes me consolaran, sin hallarlos. Y mezcláronme hiel en la comida, y en mi sed me abrevaron con vinagre» (Sal 69:21 s). Para él la bebida es otro ultraje y un acrecentamiento de la tortura. La bebida que se le ofrece, está mezclada con hiel, con veneno.

Se describe la crucifixión con una exactitud propia casi de un protocolo notarial. Los soldados llevan a cabo su obra habitual de modo expeditivo y sin alterarse, reparten entre sí los escasos bienes del ejecutado -sólo son un par de vestidos-, después del trabajo se sientan y vigilan. Tuvo que fijarse en el madero un rótulo con el nombre y la causa de la ejecución. Al mismo tiempo son ejecutados dos delincuentes, a la derecha y a la izquierda de Jesús. Aunque Pilato no encontró nada malo en Jesús y tampoco había admitido la acusación de los judíos, con todo había tomado muy en serio la afirmación de que Jesús era rey de los judíos, y ahora este título está en la cruz como causa de su muerte. De la confusa información judicial ante el juez romano se podía sacar un solo título que incluso desde el punto de vista de la potencia ocupante pudiera tener validez como causa digna de muerte. Aquí el relato estricto, llano y de una concisión difícilmente superable solamente menciona los hechos.

El dictamen del incrédulo se separa del dictamen del creyente al determinar lo que significan estos hechos. La crucifixión era la manera más cruel y afrentosa de ejecutar, que conoció la antigüedad. No podía aplicarse a los ciudadanos romanos. Ser crucificado era lo más ignominioso que podía ocurrir a un hombre. Los seguidores de Jesús ¿deben anunciar a un crucificado como Mesías? En esto consiste el mayor escándalo, una provocación para todos los que deben creer en Jesús. Así lo ha experimentado san Pablo en sí mismo y lo ha expresado de un modo insuperable, cuando habían reconocido la sabiduría de Dios en la necedad de la cruz: «Realmente, la palabra de la cruz es una necedad para los que están en vías de perdición; mas para los que están en vías de salvación, para nosotros, es poder de Dios. Porque escrito está: Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la inteligencia de los inteligentes (Isa 29:14). ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el filósofo de las cosas de este mundo? ¿No convirtió Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y porque el mundo, mediante su sabiduría, no conoció a Dios en la sabiduría de Dios, quiso Dios, por la necedad del mensaje de la predicación, salvar a los que tienen fe. Ahí están, por una parte, los judíos pidiendo señales, y los griegos, por otra, buscando sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos; necedad para los gentiles; mas, para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios» (1Co 1:18-24).

2. BURLAS CONTRA EL CRUCIFICADO (Mt/27/39-44).

39 Los que pasaban por allí lo insultaban, moviendo la cabeza 40 y diciendo: Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes: sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz. 41 Igualmente también, los sumos sacerdotes se burlaban de él, juntamente con los escribas y los ancianos, diciendo: 42 Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Es rey de Israel: que baje ahora mismo de la cruz, y creeremos en él. 43 Tiene puesta su confianza en Dios: que Dios lo libre ahora, si tanto lo quiere, puesto que dijo: Soy Hijo de Dios. 44 De la misma manera, también los ladrones que habían sido crucificados con él lo insultaban.

La solidaridad del mal aquí acumulada se patentiza también en que Jesús, en su desamparo, no oye ninguna palabra buena. No hubo nadie que sufriera con él ni que procurara aliviar su suerte, ya fuese con un pequeño ademán, ya con una palabra compasiva. En vez de ello, surge el escarnio colectivo. Participan todos los que de algún modo son testigos inmediatos o casualmente pasan cerca. Los soldados romanos ya habían satisfecho su deseo de burlarse (27,27-31).

Ahora se nombran otros tres grupos: los que van de paso por allí, los miembros del sanedrín, los delincuentes que estaban crucificados con Jesús. Incluso los que recibieron idéntico destino que Jesús, le dejan solo y se adhieren a las voces insultantes. Puesto que ellos son malos, no saben sacar ventaja de la unión con el otro que es bueno. Las acusaciones que fueron proferidas en el proceso, ahora reaparecen como denuestos malignos. El testimonio dado libremente de ser el Mesías y por tanto el Hijo de Dios y el rey de los judíos, ahora resulta ser -así ellos podrían haber pensado- huera presunción.

Si todos estos títulos fueran verdaderos, Jesús no podría terminar impotentemente en esta deplorable situación. Serían palabras vacías y una pretensión petulante. Si viéramos únicamente estos motivos de escarnio, nuestro modo de pensar se basaría sólo en la psicología humana. Las verdaderas razones son más profundas. Los adversarios ya quisieron antes ver señales, según su deseo, y de la manera y en la hora que ellos quisieran determinar. Así también sucede ahora, pero sin seriedad y de un modo desfigurado por burlas llenas de odio. No han hecho caso de Moisés, tampoco harán caso de uno que regrese después de la muerte (cf. Luc 16:31). Los adversarios no han creído en las señales de Jesús, tampoco creerán si Jesús desciende de la cruz.

La señal que les sorprenderá, es la señal de Jonás con la doble significación que el evangelista ha conservado: como Jonás estuvo tres días en el vientre del monstruo marino, así también el Mesías estará solamente tres días y tres noches en el seno de la tierra (cf. 12,40). Y como Jonás fue enviado a la ciudad de Nínive como señal de su destrucción, así también el Hijo del hombre aparecerá para esta generación como señal del juicio (cf. 16,4; 24,30).

3. MUERTE DE JESÚS (Mt/27/45-56).

45 Desde la hora sexta quedó en tinieblas toda aquella tierra hasta la hora nona. 46 Hacia la hora nona, exclamó Jesús con voz potente: Elí, Eli, lemà sabakhthaní? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? 47 Algunos de los que estaban allí, decían al oírlo: éste está llamando a Elías. 48 Y uno de ellos corrió en seguida a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le daba de beber. 49 Pero los demás dijeron: ¡Déjalo! Vamos a ver si viene Elías a salvarlo. 50 Entonces Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

Jesús ha sido dejado solo por los hombres y entregado a la burla de todos. Pero ha permanecido la unidad con el Padre. De ella ha vivido Jesús y por ella ha efectuado su obra. Jesús ha renovado esta unidad en las horas nocturnas de la oración. Le ha conducido la voluntad del Padre. Jesús ha abrazado esta voluntad con amor y la ha convertido en su voluntad. Con estos conocimientos y con esta voluntad Jesús fue a la pasión. Ahora también parece que se rompa esta unidad entre el Padre y el Hijo. ¿Le ha abandonado el Padre en manos de los hombres y le ha retirado su amor? La obscuridad que invade la tierra durante tres horas, ¿ha envuelto también el alma de Jesús? De esta obscuridad surge en alta voz el grito de la doliente plegaria: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? (/Sal/021/02).

En las palabras del salmo tenemos una idea del aislamiento de un hombre de quien Dios se retira de repente. El hombre creyente puede soportar toda indigencia y enfermedad, desprecio y separación, con tal que tenga a Dios. Así se expresan muchas oraciones en el libro de los salmos. Pero si Dios se oculta, sólo queda la pura nada. Jesús fue herido por esta dolorosísima experiencia de la vida humana en su límite inferior… Y, sin embargo, esta plegaria es una oración de confianza y no de desesperación. En el trance más extremo el orante del salmo 22 pide el único consuelo y apoyo: «Mas yo soy un gusano y no un hombre, el baldón de los hombres y desecho de la plebe, todos los que me ven de mí se mofan, hacen muecas con los labios y menean la cabeza. Confía en el Señor, pues que él lo libre: que él lo salve, si es cierto que lo ama… No estés lejos de mí, que estoy atribulado; no te alejes de mí, pues no tengo quien me ayude» (Sal 22:7-9.12). Ha llegado la tribulación, que se expresa en un gemido angustioso. Pero en un gemido que sabe a quién se dirige y que sólo en Dios se puede encontrar ayuda: «Oh Dios mío, yo te llamo de día y no me oyes, de noche y no me atiendes. Pero tú habitas en el santuario, tú, gloria de Israel. En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste. A ti clamaron y se vieron salvos, en ti esperaron y no fueron confundidos» (Sal 22:3-6).

Jesús muere dando un grito con voz potente. Para esta última voz de su boca no hay otras palabras que le sean adecuadas. ¿Es el clamor de la más profunda necesidad, el cual se dirige a Dios, que puede salvarle (cf. Heb 5:7)? ¿Es el grito de horror de la criatura triturada, que solamente puede manifestarse con este medio y ya no es capaz de proferir palabras? ¿O es el grito del vencedor, que ha concluido su obra, que le había sido encomendada? ¿Es un clamor que quiere decir que esta vida no se va extinguiendo apaciblemente ni fluye despacio, sino que una vez más se concentra y consuma en un grito tremendo? Los evangelistas sólo nos han informado del hecho.

Según san Lucas Jesús con voz potente pronunció las siguientes palabras de súplica: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Luc 23:46). Y el evangelista san Juan: «¡Todo se ha cumplido!» (Jua 19:30). No sabemos nada más sobre los hechos. Pero también conviene que esta muerte quede así envuelta por el misterio. Por medios humanos es muy poco lo que se puede comprender de la muerte, así como de la resurrección de Jesús para la vida. Ambos acontecimientos están sumergidos en el misterio de Dios y sólo pueden ser aceptados con obediencia silenciosa.

51 Y al momento, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló y las rocas se hendieron; 52 los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de los santos ya muertos resucitaron; 53 y saliendo de los sepulcros después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. 54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús sintieron el terremoto y lo que pasaba, quedaron sobrecogidos de espanto y decían: Realmente éste era Hijo de Dios.

El velo del templo separaba del santuario el lugar santísimo. El lugar del encuentro con Dios se deja abierto a las miradas de todos. El velo se rasga en dos. El antiguo orden se quiebra, puesto que en la muerte de Jesús se fundó la nueva alianza (Jua 26:28). El que es más que el templo, lo ha relevado. La rasgadura del velo es una señal de que, de hecho, se derribó el templo y su orden de salvación. Las piedras todavía están una encima de la otra, pero el papel decisivo de aquella mansión se ha desvanecido. Ahora todos tienen libre acceso a Dios y a su reconciliación en la sangre de Jesús (cf. Heb 10,l9s). Con una audaz previsión el evangelista aún ve más. Esta muerte será el portal de la vida. El fin carece de gloria, pero el nuevo principio es muy glorioso. Así como la muerte fue en beneficio de los hombres, así también se obtendrá la vida en la resurrecci6n para los hombres. Algunos difuntos salen de las tumbas y se aparecen en la ciudad santa. Testifican que ya han sido alcanzados por la nueva vida y trasladados al tiempo nuevo. La resurrección de los muertos es como un signo de que empieza el tiempo final. «El día del Señor será día de tinieblas y no de luz» (Amo 5:18). Así tuvo que anunciarlo el profeta de la antigua alianza. Estas tinieblas ahora invaden la tierra, y la luz de los astros se va extinguiendo (Luc 23:45). El enojo de Dios se manifiesta, tiene lugar el juicio sobre el gran poder del pecado: «A su llegada se estremece la tierra, tiemblan los cielos, se obscurecen el sol y la luna, y las estrellas retiran su resplandor» (Joe 2:10). Estas son las tinieblas del día de la ira, que aquí ya es equivalente al día del juicio. En este día el profeta solamente vio tinieblas, en cambio el evangelista también ve luz. Aquí también se tiene el juicio, pero simultáneamente se proclama la sentencia absolutoria que deja libre acceso a la vida. Algunos difuntos salen de los sepulcros. Son los testigos visibles del tiempo final como tiempo de salvación. De la desventura de la muerte, brota la salvación de la vida. Lo que sin palabras acontece, se manifiesta en lo que confiesa el centurión. Anteriormente un centurión había encontrado la fe en Jesús ante los hijos de Israel. Este centurión pudo oír las notables palabras: «Os lo aseguro: En Israel, en nadie encontré una fe tan grande» (8,10). De nuevo es un centurión y un gentil el que pronuncia las palabras de la fe. Todos los demás han blasfemado, él sólo da gloria a Dios. Su confesión procede del temor, pero contiene la verdad. Así resplandece la luz de la esperanza sobre el fracaso, la promesa para los gentiles sobre la condena de Israel, condena que Israel se ha dictado hasta la última hora. Se convoca a los gentiles para formar un nuevo pueblo, a ellos se les confía el reino de Dios (cf. 21, 34).

55 Había también allí muchas mujeres que miraban desde lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Ahora se mencionan algunas de las que acompañaban a Jesús, después de narrar su fallecimiento. Estaban lejos y desde allí miraban. Al Maestro no le han dado el consuelo de su cercanía (*). Le han servido durante su vida de viajero y así formaron parte de los que querían imitar a Jesús. Pero este servicio terminó ante la cruz, allí también le dejaron solo. Se mencionan nominalmente algunas a quienes después se pudo invocar como testigos. Llama la atención que se enumere la madre de los hijos de Zebedeo. Ella había hecho en favor de sus dos hijos la pregunta por los sitios de honor, en el reino del Mesías. A la derecha y a la izquierda de Jesús fueron ejecutados dos delincuentes. Estos eran entonces los sitios de honor. Los hijos habían afirmado solemnemente que podían beber el cáliz que el mismo Jesús tenía que beber (20,22s). No sabían lo que entonces decían. Porque en su lugar a la hora de la humillación se podía ver a los dos ladrones. Solamente se otorga la recompensa de la gloria a los que han compartido la bajeza de Jesús.

…………..

* El evangelio de san Juan conoce la tradición según la cual María y el apóstol Juan estaban al pie de la cruz (Jn 19,Z5-27). Los tres Evangelios sinópticos, en cambio, no aluden a esta tradición; las dos tradiciones coexistieron sin llegar a fundirse. Cada evangelista adoptó la que mejor conviniere a la finalidad teológica que perseguía.

4. SEPULTURA DE JESÚS (Mt/27/57-66).

a) El entierro (Jua 27:57-61).

57 Llegada la tarde, vino un hombre rico, de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús. 58 éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se lo entregaran. 59 Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 60 y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había excavado en la roca; y después que hizo rodar una gran piedra a la puerta del sepulcro, se fue. 61 Pero María Magdalena y la otra María estaban allí sentadas frente al sepulcro.

Ni siquiera después de la muerte se puede ver a alguno de los doce. Como antes se mencionan mujeres que formaban parte de la comitiva de Jesús y un cierto José, que también le había seguido. Ahora sale de su escondrijo y hace una obra importante. El cadáver de Jesús no debe quedar expuesto, sino que debe ser sepultado debidamente. José pone a disposición su propio sepulcro. En este acto se muestra que había llegado a ser un verdadero discípulo de Jesús. En el pequeño servicio se ha evidenciado un gran amor, como en la mujer que había ungido de antemano el cuerpo de Jesús para su sepultura (Jua 26:12). Aquí el amor ya no pudo encontrar otro camino, sólo quedaba el servicio al cuerpo sin vida. Pero el espíritu de discípulo se ha hecho patente en encontrar y recorrer este camino. Se informa por extenso de cuán esmeradamente se pone en lugar seguro y se entierra el precioso cuerpo. El Mesías debe recibir una sepultura digna. La tumba está excavada en la roca, como otras muchas que pertenecían a gente rica en los alrededores de Jerusalén. Una gran piedra tiene que colocarse delante de la entrada, para que la tumba esté asegurada contra animales o ladrones. Aún no había nadie en la cámara sepulcral, que se había dispuesto para varios enterramientos. En esta cámara se hace descansar el cadáver de Jesús como primicias de los que están muertos. La tumba es nueva, y nueva será la luz que brote de ella.

b) Los centinelas del sepulcro (27,62-66).

62 Al día siguiente, el que viene después de la parasceve, se reunieron los sumos sacerdotes y los fariseos ante Pilato, 63 y le dijeron: Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor, cuando todavía vivía, dijo: A los tres días resucitaré. 64 Manda, pues, que el sepulcro quede bien asegurado hasta el día tercero, no sea que vayan los discípulos a robarlo y luego digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos, y este último engaño sería peor que el primero. 65 Pilato les respondió: Aquí tenéis una guardia; id y aseguradlo bien, como ya sabéis. 66 Ellos fueron y, después de sellar la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.

La hostilidad de los pontífices y fariseos llega más allá de la muerte. Ya se ha logrado la finalidad de haberle vencido, pero hay que asegurar esta victoria. Se han enterado dónde se ha sepultado el cadáver de Jesús y temen que sus partidarios con su celo obcecado hagan una tentativa fraudulenta. ¡Qué pensamiento tan infantil! Los que sin excepción le han abandonado y se han dispersado como las ovejas de un rebaño, ahora, cuando Jesús ha muerto, creen de repente en él. Y no solamente eso. Se les cree capaces de robar sigilosamente el cadáver y de contar al pueblo la mentira de que Jesús ha regresado de la muerte. Por más infantil que pueda parecer esta consideración, Pilato la acepta, y concede la guardia que se había solicitado. Solamente así puede explicarse la calumnia que pronto se divulgó, es decir, que los discípulos habían robado el cadáver. Así se hubiese tenido una razón evidente para hacer creíble su resurrección. ¡Los discípulos debieron arriesgar su vida por esta maniobra fraudulenta! Aquí ya se fundamenta la enemistad contra los misioneros, cuando se transfiere de Jesús a ellos.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Mat 12:14; Mar 3:6; Luc 22:66.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Jesús llevado ante el gobernador romano (ver Mar. 15:1; Luc. 23:1). El veredicto ya decidido (26:65, 66) fue confirmado en sesión plenaria, pero sólo podría llevarse a cabo por autoridad del gobernador romano, Poncio Pilato. Este ya tenía una mala trayectoria de gobierno insensible y más adelante sería quitado del cargo por provocaciones innecesarias y brutales de sus súbditos. Para poder persuadir a tal persona, los dirigentes judíos tendrían que tener una acusación más substancial que una disputa teológica sobre “blasfemia”. Sin duda esta consulta temprana por la mañana fue dedicada a la preparación de su caso.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

27.1, 2 Los líderes religiosos tenían que persuadir a los gobernantes romanos a que sentenciaran a Jesús a muerte porque ellos no tenían la autoridad para hacerlo. Los romanos habían quitado a los líderes religiosos la autoridad para aplicar la pena capital. Políticamente, esto les parecía mejor a los líderes religiosos a pesar de todo, más aún tratándose de responsabilizarse de la muerte de Jesús. Querían que la responsabilidad recayera sobre los romanos de manera que la gente no les echara la culpa a ellos. Habían arrestado a Jesús basándose en el terreno teológico: blasfemia; pero tomando en cuenta que este cargo no tendría validez en el tribunal romano, tenían que buscar una razón política para dar muerte a Jesús. Su estrategia tendría que consistir en presentar a Jesús como rebelde, aquel que pretendía ser Dios y más importante que el César.27.2 Pilato era el gobernante romano para la región de Samaria y Judea a partir del 26-36 d.C. Jerusalén estaba localizada en Judea. Pilato halló sumo placer al demostrar a los judíos su autoridad al hacer cosas como tomar el dinero del templo para construir un acueducto. No era popular pero los líderes religiosos no tenían otro camino para quitarse a Jesús de encima, tenían que ir necesariamente a Pilato. Qué ironía, cuando Jesús, un judío, vino ante Pilato para ser enjuiciado, este lo halló inocente. No pudo hallar ni una falta en Jesús, tampoco pudo inventarla.27.3, 4 El acusador formal de Jesús (véase la nota en 26.48) quiso retirar los cargos, pero los líderes religiosos no quisieron detener el juicio. Cuando traicionó a Jesús, Judas quizá estaba tratando de forzarlo a encabezar una revuelta contra Roma. Esto, por supuesto no resultó. Cualquiera que haya sido la razón, Judas cambió de opinión, pero muy tarde. Los planes que ponemos en acción muchas veces no podemos detenerlos. Es mejor pensar primero en las consecuencias potenciales que después tener que lamentarse.27.4 La tarea de los sacerdotes era enseñar acerca de Dios y servir de intercesores, ayudando con los sacrificios que se ofrecían para cubrir los pecados. Judas se enfrentó a los sacerdotes y exclamó que había pecado. En lugar de ayudarlo a que hallara perdón, los sacerdotes le dijeron: «Eso es problema tuyo». No sólo habían rechazado al Mesías, sino que también habían rechazado su función como sacerdotes.27.5 En este pasaje dice que Judas «fue y se ahorcó». Act 1:18, sin embargo, dice que «cayendo de cabeza, se reventó por la mitad y todas sus entrañas se derramaron». La mejor explicación es que la rama del árbol de la que colgaba se rompió y como resultado cayó y se reventó. PEDROLas primeras palabras de Jesús a Simón Pedro fueron «Venid en pos de mí» (Mar 1:17). Las últimas: «Sígueme tú» (Joh 21:22).Entre esos dos desafíos, nunca falló en cuanto a seguirlo en cada paso del camino, aun cuando con mucha frecuencia tropezaba.Cuando Jesús llegó a la vida de Pedro, este simple pescador se transformó en una nueva persona con nuevas metas y prioridades. No llegó a ser una persona perfecta, pero nunca dejó de ser Simón Pedro. Nos podemos preguntar: ¿Qué vio Jesús en Simón que lo llevó a saludar a este nuevo discípulo en potencia con un nuevo nombre: la «roca»? Pedro, el impulsivo, no actuaba como una roca la mayor parte del tiempo. Pero cuando Jesús escogió a sus seguidores no buscaba modelos, buscaba gente real. Personas que su amor podía cambiar y luego enviarlas para comunicar que su aceptación estaba al alcance de cualquiera, aun de los que fallaban a menudo.Podríamos preguntarnos qué ve Jesús en nosotros que nos llama a seguirle. Pero sabemos que El aceptó a Pedro a pesar de sus fracasos. Pedro siguió adelante haciendo mayores cosas para Dios. ¿Está usted dispuesto a seguir a Jesús, aun cuando a veces falla?Puntos fuertes y logros :– Se convirtió entre los líderes reconocidos de los discípulos de Jesús, uno del grupo más íntimo de tres– Fue la primera y gran voz del evangelio durante y después de Pentecostés– Tal vez conoció a Marcos y le dio información para el Evangelio de Marcos– Escribió 1 y 2 PedroDebilidades y errores :– A menudo habló sin pensar, era rudo e impulsivo– Durante el juicio de Jesús negó tres veces haberlo conocido– Más tarde le resultó difícil tratar a los cristianos gentiles como igualesLecciones de su vida :– El entusiasmo tiene que respaldarse con fe y comprensión, si no, fracasa– La fidelidad de Dios puede compensar nuestra infidelidad más grande– Es mejor ser un seguidor que fracasa que uno que fracasa al seguirDatos generales :– Ocupaciones: Pescador, discípulo– Familiares: Padre: Juan. Hermano: Andrés– Contemporáneos: Jesús, Pilato, HerodesVersículo clave :»Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mat 16:18).La historia de Pedro se narra en los Evangelios y en el libro de Hechos. También se menciona en Gal 1:18 y 2.7-14. Además de las dos epístolas que escribió. 27.6 A los principales sacerdotes no les daba nada el haber dado dinero a Judas para que traicionara a un inocente, pero cuando Judas devolvió el dinero no quisieron aceptarlo porque estaba prohibido recibir dinero de manos de un homicida. Su odio por Jesús les había hecho perder todo sentido de justicia.27.9, 10 Esta profecía se halla en Zec 11:12-13, pero pudo también haberse tomado de Jer 17:2-3; Jer 18:1-4; Jer 19:1-11 ó 32.6-15. Jeremías se consideró, en los tiempos del Antiguo Testamento, un compilador de algunas de las profecías escritas, tal vez por eso su nombre se cita más que el de Zacarías.27.12 Delante de Pilato, los líderes religiosos acusaron a Jesús de delitos diferentes. Lo habían arrestado por blasfemia (afirmar ser Dios), pero para los romanos esa acusación no hubiera significado nada. Los líderes religiosos tuvieron que acusarlo de delitos que afectaran a los romanos, como instar a la gente a no pagar los impuestos, proclamarse rey y dar lugar a motines. Eran acusaciones falsas, pero aquellos religiosos se habían propuesto que mataran a Jesús, y para lograrlo quebrantaron varios mandamientos.27.14 El silencio de Jesús cumplía una profecía (Isa 53:7). Pilato estaba sorprendido de que Jesús no tratara de defenderse. Se daba cuenta de que obviamente había una conjura contra Jesús y quiso soltarlo, pero estaba bajo presión de Roma en cuanto a mantener la paz en su territorio. Lo menos que le hacía falta era una rebelión originada por aquel hombre callado y aparentemente insignificante.27.15, 16 Barrabás había tomado parte en una rebelión contra el gobierno romano (Mar 15:7). Era enemigo de Roma, pero para los judíos era como un héroe. Es interesante que Barrabás sí había cometido el delito por el que acusaban a Jesús. Barrabás quiere decir «hijo del padre», lo que era Jesús en relación con Dios.27.19 Aunque tenía el deber de hacer justicia, Pilato demostró estar más interesado en la política que en la justicia. Tuvo varias oportunidades de tomar la decisión correcta. La conciencia le decía que Jesús era inocente; la ley romana decía que un inocente no debía morir; y su esposa había tenido un sueño perturbador. Pilato no tenía excusa para condenar a Jesús, pero temía a la turba.27.21 Las multitudes son volubles. Si aclamaron a Jesús el domingo fue porque pensaban que iba a establecer su Reino y sin pestañear lo despreciaron el viernes cuando su poder pareció desmoronarse. Frente al levantamiento de las masas contra Jesús, sus amigos temieron darse a conocer.27.21 La gente prefirió a Barrabás, un homicida y revolucionario, antes que a Jesús, el Hijo de Dios. La gente de hoy día sigue escogiendo a Barrabás. Prefieren la fuerza tangible del poder humano antes que la salvación que ofrece el Hijo de Dios.27.24 Al comienzo Pilato dudó en dar permiso a los líderes religiosos para que crucificaran a Jesús. Comprendió que estaban celosos de un maestro que era más popular que ellos. Pero cuando los judíos amenazaron con informar al César de su actitud (Joh 19:12), se atemorizó. Los anales indican que los judíos ya habían amenazado con presentar una queja contra Pilato por su terco desprecio de sus tradiciones, y dicha queja podría originar que Roma lo despidiera. Su puesto estaba en peligro. Los gobernantes romanos no estaban en condiciones de desplegar un gran número de tropas en todas las regiones que estaban bajo su dominio, de modo que una de las tareas principales de Pilato era hacer lo necesario por mantener la paz.27.24 Al no tomar una decisión, Pilato estaba tomando la decisión de dejar que la turba crucificara a Jesús. A pesar de haberse lavado las manos, es culpable. El que nos lavemos las manos en una situación difícil no nos libra de culpa, aunque ofrezca una falsa sensación de paz. No busque excusas. Acepte la responsabilidad de las decisiones que tome.27.27 Una compañía romana la componían unos doscientos hombres.27.29 La gente todavía se burla de los cristianos por su fe. Pero los cristianos deben animarse porque Cristo mismo fue objeto de mofa y aún en mayor grado que cualquiera. La mofa puede herir nuestros sentimientos, pero debemos evitar que afecte nuestra fe (véase 5.11, 12).LA VIA DE LA CRUZ : Los soldados romanos llevaron a Jesús al pretorio y se burlaron de El, vistiéndolo con una túnica escarlata y poniéndole una corona de espinas. Luego lo llevaron al lugar en que sería crucificado, fuera de la ciudad. Se hallaba muy debilitado por los latigazos recibidos y no pudo llevar su cruz. A uno de Cirene lo obligaron para que la llevara hasta el Gólgota.27.32 Los condenados tenían que llevar sus propias cruces al sitio de la ejecución. Jesús, debilitado por los golpes que había recibido, se hallaba físicamente imposibilitado de dar un paso más con su cruz. Por eso obligaron a Simón a que lo hiciera. Simón era de Cirene, al norte de Africa, y tal vez era uno de los tantos judíos que visitaban Jerusalén durante las Pascuas.27.33 El Gólgota era un lugar de ejecución en un sitio público prominente en las afueras de la ciudad. Las ejecuciones efectuadas allí tenían como finalidad disuadir a los criminales en potencia.27.34 A Jesús se le ofreció vinagre mezclado con hiel para amortiguar su dolor. Pero lo rechazó. Se entendía que la hiel actuaba como narcótico y se usaba para calmar el dolor de los moribundos. Jesús habría de sufrir totalmente consciente y con mente lúcida.27.35 La costumbre era que los soldados tomaran las vestimentas de los que eran crucificados. Estos soldados echaron suerte y se repartieron las vestimentas de Jesús, cumpliendo así la profecía de David. Mucho del Salmo 22 es un paralelo de la crucifixión.27.44 Más tarde uno de los ladrones se arrepintió. Jesús le prometió que se le uniría en el paraíso (Luk 23:39-43).27.45 No sabemos cómo tuvo lugar esta oscuridad, pero es claro que provino de Dios. La naturaleza testificaba de la gravedad de la muerte de Jesús, mientras los amigos y los enemigos de Jesús por igual permanecían en silencio en la oscuridad. Las tinieblas ese viernes por la tarde fueron físicas y espirituales.27.46 Jesús no estaba cuestionando a Dios; estaba recitando la primera línea del Salmo 22, que expresaba la profunda angustia que sintió cuando tomó sobre sí los pecados del mundo y el Padre lo tuvo que abandonar. Esto fue lo que temió Jesús cuando oró a Dios en el jardín diciendo que se apartara de El esa copa (26.39). La agonía física fue horrible pero fue mucho más el período de separación espiritual de Dios. Jesús sufrió esta muerte doble de modo que nosotros nunca tuviéramos que experimentar la separación eterna de Dios.27.47 Los espectadores no entendieron las palabras de Jesús y pensaron que llamaba a Elías. Como Elías ascendió al cielo sin morir (2Ki 2:11), pensaban que regresaría para rescatarlos de gran tribulación (Mal 4:5). En su cena anual de Pascua, cada familia dejaba un lugar extra para Elías en señal de que esperaban su regreso.27.51 El templo tenía tres lugares principales: los atrios, el Lugar Santo (donde sólo los sacerdotes podían entrar) y el Lugar Santísimo (donde sólo el sumo sacerdote podía entrar, y una sola vez al año, para expiar los pecados de la nación; Lev 16:1-35). La cortina que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo se rompió en dos en el momento en que Cristo murió, simbolizando que la barrera entre Dios y el hombre había sido quitada. Ahora todos tenemos la libertad de acercarnos a Dios, gracias al sacrificio de Cristo por nuestros pecados en la cruz (véanse Heb 9:1-14; Heb 10:19-22).27.52, 53 La muerte de Cristo estuvo acompañada de por lo menos cuatro acontecimientos milagrosos: la oscuridad, la división de la cortina en el templo, el terremoto y la resurrección de varias personas. La muerte de Jesús no pasó desapercibida. Todos notaron que algo significativo estaba teniendo lugar.27.57, 58 José de Arimatea era un seguidor secreto de Jesús. Era dirigente religioso, miembro distinguido del Sanedrín (Mar 15:43). En el pasado, José había temido hablar contra los líderes religiosos que se oponían a Jesús; ahora con valentía e intrepidez pedía tomar de la cruz el cuerpo de Jesús para darle sepultura. Los discípulos que lo habían seguido públicamente habían huido, pero este líder judío, que siguiera a Jesús en secreto, pasó al frente e hizo lo que era correcto.27.60 La tumba en que pusieron a Jesús probablemente fue una cueva labrada en una de las muchas colinas del área. En estas cuevas por lo general se podía caminar.27.64 Los líderes religiosos tomaron la resurrección de Jesús con mayor seriedad que los discípulos. Los discípulos no recordaban las enseñanzas de Jesús acerca de su resurrección (20.17-19), pero los líderes religiosos sí. Por eso casi temían más a Jesús después de muerto que cuando vivía, y tomaron todas las precauciones para que su cuerpo permaneciera en l27.66 Los fariseos estaban tan temerosos de las predicciones de Jesús relacionadas con su resurrección que se aseguraron de que sellaran la tumba y la custodiaran. Debido a que la tumba estaba labrada en la roca en un lado de la colina, había una sola entrada. Para sellarla, pasaron una cuerda sobre la piedra que cerraba la entrada, y sellaron con arcilla los extremos de la cuerda. Pero los líderes religiosos tomaron una precaución mayor: solicitaron que hubiera guardias en la entrada de la tumba. Con estas precauciones, la única forma en que la tumba podía quedar vacía era que Jesús resucitara. Lo que los fariseos no entendían era que ni la roca, ni el sello, ni los guardias, ni todo el ejército romano podrían impedir que el Hijo de Dios resucitara.POR QUE EL JUICIO DE JESUS FUE ILEGAL1. Aun antes de que el juicio empezara, ya se había determinado que Jesús sería muerto (Joh 11:50; Mar 14:1). No hubo «inocente, antes de que probaran su culpabilidad».2. Se buscaron testigos falsos para que testificaran en contra de El (Mat 26:59). Usualmente los líderes religiosos seguían un sistema elaborado de escrutinio para escoger testigos a fin de asegurar justicia.3. No se buscó o permitió ninguna defensa para El (Luk 22:67-71).4. El juicio se realizó en la noche (Mar 14:53-65; Mar 15:1) lo que era ilegal desde el punto de vista de las leyes que defendían los líderes religiosos.5. El sumo sacerdote puso a Jesús bajo juramento pero luego lo incriminó por lo que dijo (Mat 26:63-66).6. Casos que incluían cargos tan serios debían ser juzgados solo en el Sanedrín, en el lugar de reuniones regulares, no en el palacio del sumo sacerdote (Mar 14:53-65).Los líderes religiosos no estaban interesados en someter a Jesús a un juicio imparcial. En sus mentes, Jesús tenía que morir. Esta obsesión ciega los guió a pervertir la justicia, sin tomar en cuenta que habían sido elegidos para protegerla. Aquí tenemos varios ejemplos de las acciones que se tomaron y que fueron ilegales a la luz de sus propias leyes.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1379 Sal 2:2; Mar 15:1; Luc 22:66; Jua 18:28

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Cuando llegó la mañana. Como puede notarse, el juicio se había llevado a cabo durante la noche, lo cual era contrario a la ley.

principales sacerdotes y…ancianos. Es decir, el concilio (llamado también Sanedrín).

celebraron consejo. Esta fue la tercera y última fase del juicio religioso (v. coment. en 26:57). Como la acusación de blasfemia (26:65– 66) no significaría nada para un juez romano, idearon acusaciones de carácter político para justificar su muerte. Las leyes romanas prohibían que los judíos impusieran la pena de muerte (v. Jn 18:31), por eso le llevaron ante Pilato (vers. 2).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (a) vs.1-2: Mar_15:1 ; Luc_23:1 ; Jua_18:28

1 (b) Mat_26:4

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

157 (k) JESÚS CONDUCIDO ANTE PILATO (27,1-2). Cf. Mc 15,1; Lc 23,1-2; Jn 18,28-32. Mateo ha compuesto este puente redaccional con gran cuidado. De nuevo omite a los escribas de la lista de los que toman la decisión, hace explícito su contenido, «matar a Jesús» (cf. 26,59), y da la imprensión de que la audiencia de 27,57-68 se ha desarrollado durante toda la noche. 2. Pilato: Se le menciona aquí por por primera vez acompañado del título genérico de «gobernador» (- Historia, 75:168).

158 (l) LA MUERTE DE JUDAS (27,3-10). Cf. Hch 1,18-19. Esta compleja perícopa es propia de Mateo. Comenzó probablemente como le­yenda etiológica que explicaba el cambio del nombre «Campo del alfarero» por el de «Cam­po de sangre». Se basa en tradiciones orales lo­cales y comparte con la versión de Hechos el dato de que Judas sufrió una muerte violenta y de que había una conexión entre su muerte y el Campo de sangre. Las dos versiones difieren en la forma de la muerte: según Mateo, Judás se ahorcó; mientras que en Hechos se tiró por un barranco y se reventó contra el suelo. Ma­teo ha introducido el relato en este punto para hacer explícito el cumplimiento de la profecía de 26,43. 3. treinta monedas: cf. comentario so­bre 26,15: cf. 27,9. 4. sangre inocente: cf. 27,24. 5. se ahorcó: El suicidio de Judas puede com­prenderse como un caso de anomia, una pér­dida de la orientación moral una vez que ha traicionado su centro de significado (cf. E. Durkheim, El suicidio [Madrid 2004]; y 2 Sm 17,23). 7. lugar de sepultura para los extranje­ros: Este lugar se utilizaba también para ente­rrar a las víctimas de las epidemias, los crimi­nales y los pobres. 9. Ésta es la última de las once citas de cumplimiento (-7 supra). En ella se mezclan de forma compleja los textos de Zac 11,12.13; Éx 9,12; Jr 32,6-15, especial­mente, v. 7; 18,2; 19,1-2; 7,30-34. Aunque se alude a Jeremías de pasada, se menciona en la introducción porque era el hombre de las des­gracias, el profeta del juicio y la condenación.
(Benoit, P., Jesús and the Gospel [Nueva York 1973] 1.189-207. Sénior. D. R, Pasión Narrative [-147 supra] 343-97.)

159 (m) JESÚS INTERROGADO POR PILATO (27,11-14). Cf. Mc 15,2-5; Lc 23,3-5; Jn 18,33-38. 11. Mateo introduce el proceso romano de forma jurídica, ¿eres tú el rey de los ju­díos?: La pregunta de Pilato es propia de un magistrado gentil y contrasta con la pregun­ta del sumo sacerdote: «¿Eres tú el Cristo?» (26,63). Pero este título reaparece en los vv.17 y 22. Sobre «rey de los judíos», cf. 2,22; 27,29.37.42-43. Jesús responde a medias, co­mo en 26,25.64. De hecho, dice a Pilato: has respondido a tu propia pregunta. 12. Si nadie presenta cargos concretos, no puede haber proceso; solamente Lc 23,2 ofrece una lista concreta (cf. Jn 11,48).

160 (n) JESÚS SENTENCIADO A MUERTE (27,15-26). Cf. Mc 15,6-15; Lc 23,13-25; Jn 18,39-19,16. 15. liberar a un preso. El llamado privilegium paschale o costumbre de amnistiar a un prisionero por Pascua no está atestiguado fuera de los evangelios, aunque no era extraño que se promulgaran amnistías en ocasiones es­peciales. El Papyrus Florentinus 61.59.64, pro­cedente de Egipto, puede contener un paralelo parcial. Mateo ha ido más lejos que Marcos al convertirlo en una costumbre. 16. Barrabás: Unos pocos manuscritos antiguos leen «Jesús Barrabás». Barrabás significa «hijo del padre». De este modo, encontramos un contraste entre Jesús Barrabás y Jesús el Cristo. En lugar de «Jesús llamado el Cristo», Marcos dice «rey de los judíos» (Mc 15,9). 18. por envidia: Este mo­tivo innoble por parte de las autoridades ju­días conduce a Mateo a desarrollar un con­traste en el siguiente versículo. 19. su esposa: El sueño de la mujer de Pilato es una inserción redaccional. En el evangelio de Mateo, los sue­ños proporcionan la guía divina. El mensaje de que Jesús es «justo» sugiere que debería ser t liberado (cf. v. 24). 20. las turbas: Por primera’ vez aparecen implicadas en el extravío de la justicia que culminará en el grito del v. 25. Ma­teo hace explícita la alternativa entre soltar a Barrabás o condenar a muerte a Jesús. 21. ¿cuál de los dos?: La redacción mateana subra­ya la libre elección de las turbas. 22. Mateo cambia el marcano «rey de los judíos» por «Je­sús… el Cristo», crucifícalo: Éste es el primero de los tres gritos a favor de la pena de muerte (cf. vv. 23.25). 23. ¿pero qué mal ha hecho?: Es una afirmación indirecta de la inocencia de Jesús. El segundo grito de muerte se hace más culpable, puesto que se ha sugerido su inocen­cia. 24-25. Estos versículos representan la principal intervención redaccional de Mateo en la escena. 24. se lavó sus manos: Este gesto en un proceso no es costumbre romana sino veterotestamentaria: Dt 21,6-9; Sal 26,6; 73,13. Tanto por su gesto como por su palabra, Pila­to declara su inocencia ante Dios, aunque esta declaración no llega a convencemos dada la conformidad que manifiesta en el v. 26. vedlo vosotros mismos: cf. v. 4. 25. todo el pueblo: In­cluye a los sacerdotes, los ancianos laicos y las turbas, caiga su sangre sobre nosotros: cf. 2 Sm 1,16; Jr 26,15; 51,35; 1 Re 2,33. Mateo estable­ce un contraste entre la declaración de ino­cencia que hace Pilato y la afirmación de cul­pabilidad que hace la gente. La maldición de la sangre no contiene la proposición «para siempre», a diferencia de 1 Re 2,33. El amargo y terrible carácter del versículo puede única­mente entenderse como el resultado de la po­lémica contemporánea y a la luz de la pers­pectiva histórica de Mateo (cf. comentario sobre 21,43). Se trata de la palabra de un ser humano, no de Dios ni de Jesús; 26,28 presen­ta la palabra de Jesús sobre el sentido de su sangre. 26. lo azotaron: Los prisioneros eran torturados hasta debilitarlos para que se abre­viase la dura agonía en la cruz, lo soltaron: Pi­lato queda como último y concreto responsa­ble, a pesar de los esfuerzos redaccionales de Mateo.
(Kampling, R., Das Blut Christi und die Juden [NTAbh 16, Münster 1984], Mora, V., Lc Refus d’Israél [LD 124, París 1986].)

161 (o) LOS SOLDADOS SE BURLAN DE JESÚS (27,27-31). Mc 15,16-20; Jn 19,2-3. La burla que hacen de Jesús como rey es un gesto del caos moral momentáneo que tiene afinidades con las saturnales romanas y las burlas de los reyes que se remontan a la antigua Babilonia. Jesús ya había sido objeto de una burla gro­tesca en 26,67-68. Mateo ordena el íter marcano: primero, desnudan a Jesús (aunque ya te­nían que haberlo desnudado para la paliza que se nos cuenta en el v. 26); después, lo visten con el manto escarlata; a continuación, lo vuelven a dejar desnudo; y, finalmente, lo vis­ten con sus ropas normales. 28. manto escar­lata: Era ganado por los soldados, por lo que, históricamente, es más probable que el manto de color púrpura que encontramos en el rela­to de Marcos. 29. una caña: Mateo la añade como cetro para aumentar el carácter grotes­co de la situación.

162 (p) LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS (27,32-34). Cf. Mc 15,21-32; Lc 23,26-43; Jn 19,17-27. Mateo sigue a Marcos estrechamente, pero in­tensifica las referencias a los Sal 22 y 69. Tres son los grupos que se mofan de Jesús: los tran­seúntes, las autoridades y los ladrones. La eje­cución humillante e ignominiosa en la cruz rompe cualquier tendencia mitificante de la vi­da de Jesús. Una muerte de esclavo en la cruz no es poesía, sino realidad histórica amarga. La redacción mateana introducirá algunos ele­mentos míticos en los vv. 51-53, para interpre­tar la cruz, pero la cruz por sí misma perma­nece como realidad firmemente histórica. 32. Simón: Mateo omite los nombres de los hijos de este hombre de Cirene (cf. Mc 15,21). para llevar su cruz: En Jn 19,17, es Jesús quien car­ga con su cruz. 33. Gólgota: Una colina rocosa pequeña que se hallaba fuera de los muros de la ciudad, cerca de una cantera abandonada. 34. Mateo ofrece una cercana alusión al Sal 69,22, omitiendo así la droga, para evitar el atroz sufrimiento, que hallamos en Marcos. Cf. la referencia en el v. 48. 35. Cf. Sal 22,19. 36. Mateo intensifica la vigilancia de los guar­dias, como en 27,62-66; 28,11-15. 37. Éste es Jesús: Mateo añade estas palabras a la forma marcana del título sobre la cruz, que exponía las razones legales de su ejecución, rey de los judíos: Este título sería interpretado de forma diferente por judíos y romanos; los primeros verían en él una reivindicación de mesianismo, mientras que los segundos lo interpreta­rían como una señal de rebelión contra el em­perador. 39. Cf. Sal 22,8; 109,25; cf. Lam 2,15. 40. si eres el Hijo de Dios: Mateo añade estas palabras para elevar el nivel teológico de la burla; cf. las tentaciones del diablo en 4,3.6. 41. Mateo ofrece un listado completo de todos los dirigentes responsables de la muerte de Je­sús; cf. comentario sobre 16,21. 42. Desde el punto de vista de la fe cristiana, Jesús es el sal­vador no por evitar la cruz, sino por resistirla. 43. Cf. Sal 22,9. 44. ladrones: Mateo clarifica las injurias mediante una referencia explícita a las del v. 38.
(Hengel, M., Crucifixión [Filadelfia 1977], Kuhn,H. -W., «Die Kreuzesstrafe», ANRW 11/25.1.648-793: «Stauros, ou», EWNT 3.639-49.)

163 (q) LA MUERTE DE JESÚS (27,45-46). Cf. Mc 15,33-41; Lc 22,44-49; Jn 19,28-30. 45. la oscuridad: Cf. Gn 1,2; Éx 10,22; Am 8,9. Según Mc 15,25.33-34, Jesús sufrió en la cruz duran­te seis horas. Mateo omite la primera referen­cia temporal. 46. Eli, Eli: El grito delirante de Jesús procede del Sal 22,1. Mateo lo cita en he­breo, excepto la última palabra, sébaq, «dejar», «abandonar», que se encuentra en arameo. Las palabras expresan el sentimiento de aban­dono de Jesús, pero no la desesperación, pues se trata de una oración dirigida a Dios. 47. es­tá llamando a Elías: Hay un juego de palabras entre ‘Eli, «mi Dios», y ’Eliyyá, «Elías». 48. Cf. Sal 69,22 y el v. 34 anterior. 49. salvar: Mateo cambia el marcano «descolgarlo» por «salvar­lo», que es más apropiado desde el punto de vista teológico. 50. Cf. v. 46. exhaló su espíritu: El vocabulario de Mateo acentúa el carácter de la muerte de Jesús. 51. el velo del templo: La ruptura del velo simboliza la irrupción de una nueva era en la historia de la salvación, en la que el templo ya no sería un edificio. 51b-53. Estos versículos constituyen una glosa midrásica mateana elaborada en estilo paratáctico. Sobre un similar portento cósmico, cf. 2,2. El trasfondo apocalíptico del AT se encuentra en Jl 2,10; Ez 37,12; Is 26,19; Nah 1,5-6; Dn 12,2. 54. el centurión: Mateo integra la confesión de este hombre (idéntica a la de los discípulos en 14,33) en su propia perspectiva al fundamen­tarla en los acontecimientos narrados en los vv. 51-53 y convertirla en una expresión coral a la que se asocian otras voces. 55. muchas mujeres: Mateo pone en orden el texto marcano colocando la afirmación general antes que la particular, y añade una referencia a la ma­dre de Santiago y José, y a la madre de los hi­jos de Zebedeo (cf. comentario sobre 20,20). La presencia de estas mujeres fieles y valientes contrasta con la ausencia de los Doce y mani­fiesta el poder del amor.
(Sénior, D. P., «The Death of Jesys and the Resurrection of the Holy Ones (Mt 27,51-53)», CBQ 38 [1976] 312-29.)

164 (r) EL ENTIERRO DE JESÚS (27,57-61). Cf. Mc 15,42-47; Lc 23,50-56; Jn 19,38-42. Ade­más de abreviarla, Mateo cambia ligeramente su fuente marcana. Reduce el carácter judío de los detalles, haciéndolos más cristianos, e in­tensifica la dignidad y grandeza de las accio­nes. En general, el entierro sirve para subrayar la realidad de la muerte de Jesús (contra los gnósticos y otros adversarios) y preparar el re­lato de la resurrección. 57. tarde: Mateo des­plaza la referencia marcana del sábado al v. 62, e incluso allí lo menciona indirectamente. José de Arimatea: De la localidad de Ramataim, si­tuada al norte de Lod; no se dice que formara parte del sanedrín, que era, después de todo, el responsable de la muerte de Jesús, sino, más bien, que era un «discípulo de Jesús» (cf. Lc 23,51), un modo más específicamente cristia­no de esperar el reino de Dios (Marcos). Se di­ce que era «rico» para explicar que la tumba era especial. 58. fue a Pilato: Mateo omite la in­terrogación de Pilato al centurión, que halla­mos en Mc 15,44, porque utilizará al ejército en los vv. 62-66; cf. 28,11-15 para una finalidad diferente. 59. sudario: El comentario marcano, más bien vulgar, de que el sudario fue compra­do se sustituye por el detalle más digno de que se trataba de un sudario «puro». 60. tumba: La tumba es nueva (en contraste con Mc 15,46) y estaba destinada para el mismo José, que es quien la había excavado; y la piedra con la que se tapa es ahora «grande» (un detalle que pro­cede de Mc 16,4). Estos detalles exagerados ca­recen de verosimilitud, puesto que, según las recientes excavaciones, la tumba se encontra­ba en una cantera abandonada, es decir, no se hallaba en un lugar espléndido (- Arqueología bíblica, 74:150). El relato más modesto de Marcos presenta la mejor candidatura para la ubicación. Los criminales tenían que ser enterrados el mismo día de su ejecución (Dt 21,22-23). 61. Las fíeles mujeres están presentes co­mo testigos del lugar correcto, no solamente como plañideras. Puesto que el testimonio de las mujeres tenía poco valor en la ley judía, es­te detalle es digno de credibilidad histórica.
(Coüasnon, C., The Church of the Holy Sepulchre in Jerusalem [Oxford 1974], Parrot, A., Golgotha and the Holy Sepulchre [Londres 1957]. Smith, R. H., «Holy Sepulcher, Church of the», IDBSup 413-15.)

165 (s) LA GUARDIA EN LA TUMBA (27,62-66). Este relato y su compañero (28,11-15) son pasajes peculiares de Mateo, que tienen su origen en la apologética posterior. Mateo ya había mencionado a unos guardias (vv. 36.54). Aquí las palabras fundamentales son «asegurar» (tres veces), «fraude» (dos veces) y el sorprendente latinismo custodia, «guardia» (dos veces). 62. tras el día de la preparación: Algunos intérpretes piensan que la visita a Pi­lato habría sido una violación del sabbath, pero esto no es cierto ni tampoco lo indica el texto. A partir de Mc 15,42.44.45, Mateo de­sarrolla la referencia temporal y la mención de los soldados. Reaparecen los fariseos (la última vez que se les mencionó fue en 23,26), tal vez como indicio de la situación polémica que se vivía en los días de Mateo. 63. Cf. 16,21; 17,23; 20,19; cf. también 12,40; 26,61;27,40. 66. El sello de la tumba puede aludir a la escena de Daniel en la cueva de los leones (Dn 6,17).

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

En el principio del capítulo veinte y siete se refiere el acto por el cual entregaron á nuestro Señor en manos de los gentiles. Los príncipes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos lo condujeron ante Poncio Pilato el gobernador romano. En ese acontecimiento se percibe el dedo de Dios. En su divina providencia ordenó que los gentiles, así como los judíos, tomasen parte en la muerte de Jesús; y que los sacerdotes tuviesen que confesar públicamente que «el cetro había partido de Judá,» puesto que no podían ejecutar á nadie sin acudir á los Romanos.
El asunto de que tratan principalmente los versículos arriba trascritos es el triste fin del apóstol traidor, Judas Iscariote. Es un asunto muy instructivo. Pasemos á examinarlo.
En el fin de Judas se deja ver una prueba muy clara de la inocencia de nuestro Señor. Si existía algún testigo que pudiese rendir testimonio contra nuestro Señor, Judas Iscariote era ese testigo. Habiendo sido su apóstol, habiéndolo acompañado en sus viajes y oído sus preceptos, tanto en público como en privado, él debía saber si su Maestro había hecho mal alguno de palabra ó de hecho. Además, desertor como era del círculo de discípulos y traicionado como había á su Señor, le convenía, á fin de salvar su reputación, el probar que Aquel á quien había entregado era culpable.
¿Por qué, pues, no se presentó Judas Iscariote? ¿Por qué no compareció ante el concilio judío á hacer una delación circunstanciada, si era que algo le constaba? ¿Por qué no osó acompañar á los príncipes de los sacerdotes al tribunal de Pilato para probarles á los Romanos que Jesús era un malhechor? La única contestación que puede darse es que Judas no se presentó como testigo, porque su conciencia no se lo permitió. Aunque era perverso no dejaba de saber que su Maestro era santo, inocente, sin mancha, puro y veraz.
El fin de Judas nos enseña también, que hay un arrepentimiento que tiene lugar demasiado tarde. Se nos dice claramente que Judas se arrepintió y que se presentó ante los sacerdotes y les dijo que había pecado. Sin embargo, es evidente que el suyo no fue el arrepentimiento que salva.
Es este un punto que merece atención especial. Es muy común el decir que «jamás es demasiado tarde para arrepentirse.» El dicho es cierto en cuanto al verdadero arrepentimiento; más desgraciadamente los que tienen lugar tarde son muchas veces falsos. Puede suceder que un hombre tenga conciencia de haber pecado y sienta pesar por ello; que tenga convicción íntima de su maldad y sienta remordimientos; que su conciencia lo acuse y se alarme, y que no obstante todo eso no se arrepienta de corazón. Algún peligro inminente ó el temor de la muerte pueden haber sido la causa de esas emociones.
Enséñasenos, además, con la muerte de Judas, cuan pequeño es el consuelo que la impiedad acarrea en los últimos momentos. Se nos dice que arrojó las treinta monedas de plata, por las cuales había vendido á su Maestro, en el templo, y se fue lleno de amargura. Ese dinero había sido caramente adquirido. No le proporcionó placer alguno aun cuando lo tuvo en su poder. «Los tesoros de maldad no serán de provecho.» Pro 10:2.
El pecado es, á la verdad, el más cruel de todos los amos. A los que le sirven se les hacen promesas muy halagüeñas, pero casi nada se les cumple. Los placeres que ofrece son efímeros. Los gajes que da son el pesar, el remordimiento, la convicción de la culpabilidad y muy á menudo la muerte. Los que para la carne siembran, siegan corrupción.
La historia de Judas nos enseña finalmente, cuan triste es el fin que tiene el hombre que goza de grandes privilegios y no hace debido uso de ellos. Se nos dice que ese hombre desdichado se fue y se ahorcó. ¡Qué muerte tan horrible! Un apóstol de Jesucristo, un predicador del Evangelio, un compañero de Pedro y Juan comete suicidio, y apresura así ante la presencia de Dios sin haberse preparado y sin haber sido perdonado.
No olvidemos jamás que ningunos pecadores son tan malos como los que pecan á despecho de sus luces y de su conocimiento.
No hay duda de que es difícil explicar la circunstancia de que las palabras citadas en el versículo 9 como de Jeremías no se encuentran en ninguno de los escritos que de ese profeta poseemos, y que se encuentran en la profecía de Zacarías. De las varias explicaciones que se han hecho mencionaremos aquí las siguientes: 1. Que la profecía citada por Mateo fue realmente pronunciada por Jeremías, pero escrita por Zacarías. A favor de esta opinión puede alegarse que en los Actos 20:35 se cita un dicho de nuestro Señor que no se encuentra en los Evangelios.
2. Que San Mateo escribió en el original »el profeta » sin mencionar nombre alguno, y que algún copista ignorante insertó la palabra Jeremías. A favor de este concepto puede alegarse que en la versión Siriaca, que es una de las más antiguas, solo dice «el profeta..
3. Que Mateo escribió en el original las palabras «el profeta Zacarías» y algún copista ignorante cambió el nombre en Jeremías. En los manuscritos frecuentemente se escribían los nombres en abreviatura, y iou y zou no son muy diferentes.
Como Bunyan ha dicho, ningunos caen tan hondamente en el abismo como los que caen de espaldas. Y en el libro de los Proverbios está escrito: » El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado: ni habrá para él medicina.» Pro 29:1.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R1029 Ὥστε con el infinitivo se usa aquí para expresar propósito (comp. M140, T136 y MT207; se usa para expresar resultado intencional similar a propósito -BD391[3]; esta construcción está en aposición definitiva con συμβούλιον, para definir el contenido del plan, en vez de expresar el propósito por el cual se hace -B371). [Editor. Συμβούλιον ἔλαβον aparentemente no significa: acoger un plan, sino reunirse para una consulta. La ley exigía dos reuniones de esta clase en casos criminales que eran graves; en consecuencia, ὥστε con el infinitivo denota el propósito de esta consulta contra Jesús (comp. Mat 10:1).]

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Arrepentimiento y desesperación de Judas. El Señor es presentado a Pilato. El pueblo pide la libertad de Barrabás, y la muerte de Jesucristo. Pilato le condena contra el testimonio de su propia conciencia; y el pueblo toma sobre sí, y sobre toda su posteridad, la culpa de aquella sentencia. Después de haber sido azotado el Señor, y sentenciado a muerte, le toman los soldados, y le escarnecen en diversas maneras; le crucifican entre dos ladrones, y reparten sus ropas, y aun en la cruz le llenan de oprobios. En su muerte se oscurece el sol, resucitan los muertos, etc. José de Arimatea le baja de la cruz, y le da honrosa sepultura.

2 a. MS. Á Pilato el merino. Poncio Pilato no era propiamente sino un procurador de Judea. Así llamaban los romanos a los que estaban encargados de recoger las rentas del imperio. Dio. Cassius, I. LIII; Tácito, Annal. I. XV. Los que eran enviados a provincias grandes gobernadas por un presidente, solamente tenían la superintendencia de las rentas; pero cuando las provincias eran pequeñas, ejercían también la autoridad de gobernadores, y de esta clase era Pilato. Los romanos habían quitado a los judíos la potestad de condenar a algún reo a pena capital; y por esta razón, aunque Caifás declaró a Jesucristo reo de muerte, no dio contra él la sentencia, sino que lo remitió al gobernador de la provincia.

3 b. Judas, viendo que el furor de los judíos, después de haberle declarado reo de muerte, no descansaría hasta verle crucificado, abrió los ojos para conocer y condenar su delito. Mas este arrepentimiento fue estéril e inútil, y así añadiendo otro nuevo y mayor pecado de desesperación, se ahorcó. No consta si la infeliz muerte de este miserable fue antes o después de la muerte de Jesucristo. Es opinión común, que el desdichado discípulo ató el lazo con que se ahorcó de un árbol; y aun el poeta Juveneo determina en particular la higuera: ficus de vertice. San León. Suele el demonio, después de haber cegado a muchos para que se precipiten en la mayores abominaciones y delitos, abrirles por último los ojos, para que considerando la atrocidad de sus maldades, y oprimidos de su peso, caigan en desesperación, y por esta en el infierno.

6 c. Corbona, o como llama San Marcos (7,3), Corban, es palabra hebrea, que significa ofrenda hecha a Dios o a su templo, del verbo karab o kerib, presentar, ofrecer: y así quiere decir tesoro sagrado. San Jerónimo. Los príncipes de los sacerdotes, hipócritas como siempre, después de haberse tragado un camello, hicieron escrúpulo de pasar un mosquito; y así fundados en algunas tradiciones de sus antiguos, no quisieron poner de nuevo en el tesoro común aquel dinero, que había sido precio de la sangre de Jesucristo; sino que teniéndolo por profano, le aplicaron a beneficio de los pobres y peregrinos.

7 d. Que pertenecía a un ollero, o en donde hacía sus ollas y vasijas de tierra.

e. MS. Para cimiterio. De los que no pertenecían al pueblo de Dios, de los cuales los judíos querían estar separados, aun después de la muerte.

8 f. La voz haceldama es siríaca, del hebreo dan, o más bien del caldeo dama, sangre. Fue tan señalado este campo, que desde aquel tiempo no fue conocido por otro nombre, permitiéndolo así Dios, para que fuese una prueba y un monumento eterno de la injusticia de los judíos.

9 g. Parte de esta profecía se halla en Jeremías (32,7-9) y parte en Zacarías (11,12-13). La compra del campo está en Jeremías, y el precio de las treinta monedas se lee en Zacarías; y San Mateo añade las últimas palabras del aprecio de los hijos de Israel. David Kimchi en el prefacio a Jeremías dice, que Jeremías antiguamente ocupaba el primer lugar en el Libro de los profetas; y de aquí la mención que de él hace San Mateo (16,14), más bien que de los otros profetas, parece ser, porque era el primero, cuyo nombre se leía en dicho libro. Y lo mismo debe entenderse aquí, esto es, que cita el Libro de los profetas, nombrando a Jeremías. A este modo dijo también el Salvador (Lc 24,44): Se ha de cumplir todo lo que hay escrito acerca de mí en la ley, en los profetas, y en los salmos; esto es, en los libros de los Escritores sagrados, en los cuales tenía el primer lugar el de los salmos. San Agustín.

h. Puede también trasladarse: Que pusieron en precio los hijos de Israel. El texto Griego: apó huión israél, en donde se puede suplir hoi óntes, los israelitas, los sumos sacerdotes, etc., dando por la vida de un verdadero israelita el mismo precio que se daba según la ley (Éx 21, 32) por el rescate de la de un esclavo.

15 i. De la Pascua. Costumbre introducida por los judíos en memoria de haber sido librados por Dios de la esclavitud de Egipto, y que conservaron, según se ve en este lugar, los romanos señores de la provincia.

17 j. Causa verdaderamente asombro, que acostumbrando pedir los judíos en esta fiesta solemne de Pascua la libertad y absolución de un reo, fuese Pilato el que pidió por el Justo de los justos, y no pudo conseguir su libertad. San Juan Crisóstomo. Pilato, que conocía la inocencia del Señor, y que deseaba sacarle de las manos de los judíos, escogió expresamente a Barrabás para ponerle en comparación del Salvador, no dudando que el pueblo, a quien Jesús había colmado de beneficios, le preferiría a un ladrón, asesino y sedicioso. Mas se engañó; porque el pueblo instigado por los príncipes de los sacerdotes, y por sus ancianos o magistrados, pidió la libertad del facineroso, y condenó a ser crucificado al que era la misma inocencia. ¡Oh cuántas veces hacemos, los cristianos, el mismo cambio que hicieron los judíos!

19 k. El autor de la carta ad Philip. n. 4, atribuida a San Ignacio obispo de Antioquía, y algunos otros autores han creído que fue el demonio el que envió este sueño a la mujer de Pilato, con el fin de estorbar, cuanto le era posible, la muerte de Jesucristo. Porque comenzando a reconocer la divinidad del Señor, y a penetrar los misterios de su muerte, conocía muy bien los grandes efectos que produciría a favor de los hombres. Pero todos los otros Padres han creído que fue un sueño enviado por Dios, para justificar en el concepto del presidente a aquel que los judíos querían que él mismo condenase.

24 l. MS. Qne nol tenia pro ninguno.

m. Mandaba Dios en Dt 21,6, que cuando se encontrase el cuerpo de un hombre muerto, sin haberse descubierto el matador, se lavasen todos las manos en testimonio de su inocencia. Pilato, o conformándose con esta práctica de los judíos, o porque esta costumbre fuese también común a las otras naciones, creyó que con esta ceremonia exterior de lavarse las manos, podía condenar sin ningún remordimiento al que reconocía y publicaba inocente, solamente por satisfacer a los judíos. Mas no es el agua la que purifica el corazón; y el delito que se contrae por un consentimiento injusto del alma, no se limpia con una exterior ablución del cuerpo. San León.

25 n. ¡Terrible imprecación! Su funesto efecto ha sido, es, y será siempre bien visible. El estado a que fue reducida la nación de los judíos, llegando a ser el oprobio de todos los pueblos, ha sido el cumplimiento de esta maldición que pronunciaron contra sí; y este mismo cumplimiento debería abrirles al presente los ojos, para que viesen una luz que podía disipar las tinieblas de muerte en que voluntaria y pertinazmente se hallan sepultados. ¡Nuestro Juvenco expresa al vivo esta horrible imprecación!
Hoc magis inclamant: Nos, nos cruor iste sequatur,
Et genus in nostrum scelus hoc et culpa redundet.

26 o. Los romanos acostumbraban hacer azotar a los que condenaban a ser crucificados, antes de ponerlos en la cruz. San Jerónimo. Pero por el Evangelio de San Juan (cap. 19), se ve que Pilato había hecho azotar a Jesús con el designio de suavizar el corazón de sus enemigos, creyendo que movidos de compasión, y satisfecho su furor, desistirían de pedir su muerte. Pero fue encender más la sed que tenían de verle crucificado. Y así, como perros rabiosos gritaban cada vez más, hasta que vieron cumplidos sus deseos. San Mateo no sigue aquí el orden preciso del tiempo en la narración de todas estas circunstancias. San Agustín.

27 p. El pretorio era la sala en que el gobernador daba audiencia, y oía en justicia.

q. La cohorte; esto es, los soldados romanos que la componían, y eran de seiscientos veinte y cinco, cuando estaba completa.

28 r. Chlamys, en latín paludamentum, significa propiamente un manto que usaban los reyes, y también los generales del ejército.

29 s. La corona en su origen fue símbolo del sol. Los reyes se la apropiaron después. Con esto parece que quisieron significar, que ellos eran para sus pueblos lo que el sol para el universo. Asimismo tomaron el cetro, emblema de la autoridad real, a ejemplo de los pastores, cuyo nombre igualmente se aplicaron: Homer. Iliad. lib. II, pues estos usan del cayado, para conducir y defender a sus ganados.

t. Como los judíos le habían acusado de que había querido usurpar el reino, los soldados le llenaron de ultrajes, tratándole como a rey de burlas, y con el mayor desprecio.

32 u. San Juan dice expresamente (19,17) que Jesús salió cargado con la cruz. Debe entenderse de la casa del gobernador, y que la llevó por toda la ciudad hasta salir de ella. Pero allí agobiado de su peso, y sin aliento por la mucha sangre que había derramado, le faltaron las fuerzas para continuar llevándola hasta el lugar mismo del suplicio.
Sus enemigos, viéndole en aquel estado, temiendo que se les moriría antes de llegar, y que no tendrían la satisfacción de verle crucificado, obligaron a cargar con la cruz de Jesucristo a un hombre que encontraron al salir de la ciudad. Era este natural u oriundo de la provincia de Cirene en África, y se llamaba Simón. San Agustín cree, que Simón llevó sólo la cruz desde este sitio, como el Señor la había traído hasta allí desde la casa de Pilato. Otros creen, que solamente ayudó a Jesús a llevarla. El verbo latino angario viene del griego angaréuein, que es alquilar u obligar por fuerza a alguno para algún trabajo o servicio del público.

33 v. Gólgota: se llamaba así este monte vecino a Jerusalén, o por su figura redonda a manera de cabeza, por la cual, aun en nuestros escritos y autores antiguos se llamaba cabezos las cimas de los montes, y los collados pequeños y redondos, y se deriva de una palabra siria o caldea, que los hebreos, corrompiéndola, pronunciaban gulgolelh, y significa cabeza, o según San Jerónimo, por las muchas calaveras o cráneos que allí había de los que eran ajusticiados, siendo aquel monte el lugar destinado para ello. Muchos Padres, como son Orígenes, San Atanasio, San Ambrosio, San Basilio, San Epifanio, San Juan Crisóstomo y otros, apoyados en una antigua tradición, sienten, que se llamó así por haberse encontrado en él la calavera de Adán, que fue enterrado allí por particular disposición del Señor, y que el segundo Adán eligió, para sufrir la muerte y rescatar a todo el género humano, el lugar mismo en donde reposaba el primero, que había sido el principio de la muerte de todos los hombres. Y aunque San Jerónimo desecha esta tradición, nos debe bastar la autoridad de tantos y tan graves Padres, para no dejar de referirla.

34 w. San Marcos dice vinum myrrathum, vino con mirra. Era costumbre dar a los que iban a sufrir el último suplicio, para confortarlos (a manera de lo que se practica hoy día entre nosotros), vino generoso, que tal vez esto significa figuradamente el adjetivo myrrathum, o mezclado efectivamente con mirra, como usaban por regalo los antiguos. Y para guardar aquellos crueles verdugos esta costumbre con Jesucristo, pero con desprecio y nuevo tormento, en vez de mirra lo mezclaron con hiel, como dice San Mateo; lo que San Marcos llama myrrathum, porque se dio en lugar de mirra. Véase Baronio. El Griego le llama vinagre, como que con la hiel se corrompió, e hizo tan desabrido o mas que él.

35 x. Los soldados dividieron en cuatro partes las ropas exteriores del Señor, y las sortearon entre sí; y del mismo modo sortearon la túnica, que era sin costura tejida toda de arriba abajo. Circunstancia, que con particularidad había profetizado el rey David (Sal 20,19), diciendo: Diviserunt sibi, etc. Partiéronse, etc.

38 y. La conversión de uno de ellos fue el primer fruto de la preciosísima sangre del Salvador.

41 z. El Griego: kái farisáion, y fariseos.

42 a. El Griego: kái pistéusomen, y le creeremos.

43 b. El Griego: pépoithen, es pretérito perfecto: y por tanto lo es también sin duda el latino confidit, confió, o ha confiado.

c. Puesto que se gloriaba de ser el Hijo de Dios.

44 d. San Mateo usa aquí de una expresión figurada, poniendo el plural por el singular. Pues San Lucas dice expresamente, que fue uno solo el que le empezó a zaherir; y en otro lugar escribe, que los soldados le presentaron vinagre, habiendo sido uno solo, como consta de los otros evangelistas. San Juan Crisóstomo con algunos otros Padres creyó, que al principio lo cargaron de injurias los dos ladrones; mas que el uno le adoró después como a Dios, mientras que el otro le blasfemaba; y que esto lo permitió así el Señor para dar una muestra más brillante de la eficacia de su gracia. La primera opinión, que es de San Agustín, es la que se sigue comúnmente.

45 e. Estas tinieblas no fueron efecto de algún eclipse natural; porque este sucede en el novilunio o conjunción del sol y de la luna, y entonces era el plenilunio u oposición. Fuera de esto, el eclipse natural, aunque sea total o central, no se extiende a toda la tierra, sino a una parte de ella; y estas tinieblas nos dice el Evangelio que ocuparon toda la tierra por espacio de tres horas, que fue el tiempo que estuvo el Señor en la cruz, hasta que expiró. Este solo milagro, siendo tan grande por sí mismo, y habiendo sucedido en el tiempo en que se vio, debía bastar para convertir a todos los judíos. San Juan Crisóstomo.

46 f. Palabras tomadas del Salmo 21,1, y pronunciadas parte en hebreo, parte en siríaco. Este clamor, según San Juan Crisóstomo, manifiesta el poder supremo y absoluto que tenía el Señor de dejar su vida, o de volverla a tomar, cuando quisiera; porque no parece natural, que un hombre acabado con tanto padecer, y después de haber derramado tanta sangre, pudiese clamar con tan grande esfuerzo algunos momentos antes de expirar. Se debe tener presente lo que dejamos advertido en la nota a 26,30, para no extrañar esta que parece queja del abandono, en que le había dejado su Padre eterno; pero que manifestaba el estado espantoso a que le había reducido la malicia de los hombres, el horror que Dios mostraba al pecado cometido contra su divina Majestad, y que solamente un hombre Dios podía expiar por el mérito infinito de su muerte, y últimamente su amor inefable a los mismos hombres, puesto que abandonó de esta suerte a su propio Hijo para salvarnos por su muerte. San León.

47 g. Es probable, y San Jerónimo lo dice expresamente, que estos fueron los soldados romanos, los cuales no entendiendo la lengua hebrea, ni lo que significaban las palabras Eli, Eli, se persuadieron que llamaba en su socorro al profeta Elías.

50 h. El verbo emitto. y lo mismo el original Griego, afíemi significa acción voluntaria, para que se vea siempre cumplida la profecía de Isaías (53,7).

51 i. Orígenes y San Jerónimo creyeron, que este fue el velo exterior que cubría aquella parte del templo, a donde sólo entraban los sacerdotes; pero otros Padres entienden esto del velo interior, que cubría inmediatamente el santuario. Fuese cualquiera de los dos, se representaba por esto, que por la muerte del Salvador se rasgaba el velo de la antigua alianza, se nos descubrían todos los misterios, cumplidas ya todas las figuras; y que quedaba abierto el camino para entrar en el santuario de la Divinidad por el conocimiento de las más grandes verdades, y por la posesión del mismo Dios. San Juan Crisóstomo, Santo Tomás.

j. Movióse la tierra, o hubo terremoto y temblor de tierra.

53 k. Aunque parece por la manera con que habla el Evangelista, que los sepulcros se abrieron en el momento mismo en que expiró el Salvador; esto no obstante, parece cierto que los muertos no resucitaron sino después de la resurrección del Señor, pues se nota que no fueron vistos de muchos hasta este tiempo. Estos muertos, habiendo salido de los sepulcros que estaban fuera de la ciudad, vinieron a Jerusalén, y permitió Dios que fuesen vistos de muchas personas, para que este milagro teniendo muchos testigos entre los mismos judíos, sirviese de prueba para la resurrección de Jesucristo. Algunos creen, que no resucitaron sino por algún tiempo, y que murieron de nuevo. Y San Agustín parece haber encontrado grandes dificultades en admitir la opinión contraria; pero San Hilario, San Epifanio, Santo Tomás y otros autores antiguos y modernos no pueden inclinarse a creer que Jesucristo haya resucitado a estos santos para hacerlos volver al sepulcro; y han considerado su resurrección como el principio de su vida inmortal y bienaventurada.

55 l. El Griego: theoróusai, mirando.

m. MS. É que pensauan dél.

57 n. Esto es, pasada ya la hora en que el Señor expiró. Jesucristo murió a la hora de nona, o tres horas después de mediodía, cuando comenzaban las primeras vísperas, que duraban hasta ponerse el sol, en que daban principio las segundas, que continuaban hasta la noche. Esta distinción se observa en Mt 14,15, en donde se habla de las primeras; y después en el v. 25, que se debe entender de las segundas. Arimatea era un pueblo que distaba de Jerusalén cinco o seis leguas a la parte del Norte.

59 o. Los judíos lavaban los cadáveres, y cuando eran de personas ricas y de cualidad, los embalsamaban, no quitándoles las entrañas, como hacían los egipcios, y se practicó después en Occidente; sino empapándolas de un licor espeso de mirra, aloes, y otras drogas aromáticas: después los vendaban desde la cabeza hasta los pies con vendas anchas de lienzo, empapadas también del mismo licor. Y envolviéndolos después con una sábana nueva y muy blanca, los recostaban de esta suerte en el sepulcro sobre pequeños lechos. La cabeza y el rostro los cubrían con un lienzo, que llamaban sudario. Y así parece que fue enterrado el Señor. Véase Calmet. Disert. sobre los funerales y sepultura de los hebreos.

60 p. Esto lo dispuso así el Señor, para que los judíos no pudiesen calumniar ni decir, que era otro el que había resucitado. Al mismo tiempo debe reflexionar el cristiano con la mayor atención, cuánta es la pureza de corazón que se requiere para llegar a recibir en su pecho el adorable cuerpo del Señor, que no quiso ser depositado después de muerto en lugar en donde hubiese habitado la corrupción.

62 q. Este día de la Parasceve, o preparación era, según San Lucas (23,54), el que precedía al sábado; esto es, el viernes en que murió Jesucristo. Se llamaba día de preparación, porque en él se preparaba todo lo que era necesario para el mismo sábado; por cuanto este era día de descanso y del Señor, y no se podía trabajar en él. Y así fue la mañana del mismo sábado cuando acudieron a Pilato los príncipes de los sacerdotes y los fariseos.

63 r. El Griego: egéiromai, resucitó.

64 s. El Griego: nuktós, de noche.

t. Llaman error, engaño, la opinión que se tenía de que Jesús fuese el Cristo, o Hijo de Dios. Y así dicen, que este segundo engaño sería peor que el primero: puesto que por este medio se haría más creíble aquella opinión, y tomaría nuevo y mayor cuerpo.

65 u. Tenían los judíos una compañía de soldados para la guarda del templo: y Dios permitió, según la reflexión de San Juan Crisóstomo, que Pilato no quisiese que fuesen sus soldados los que guardasen el sepulcro; porque en este caso los judíos hubieran dicho, que se había concertado con los discípulos del Salvador, y que les habían entregado su cuerpo. Ellos mismos tomaron sobre sí este cuidado, y no omitieron medio alguno para evitar este robo, que temían de los discípulos. Mas ellos mismos se taparon la boca, para que no pudiesen culpar a ninguno, y se pusieron en la necesidad inevitable de reconocer en lo sucesivo, que aquel a quien habían tratado de impostor, había verdaderamente resucitado, como lo había dicho.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] No-Israelitas.

[2] Referencia Shem Tov y Peshitta.

[3] Referencia Shem Tov.

[4] Desde un punto de vista positivo y no anti Semita, pueda YHWH contestar esta oración que la sangre de Moshiaj sea sobre toda Judah para Su amorosa redención.

[5] Referencia Shem Tov.

[6] Monte de los Olivos.

[1] YHWH – Yahshua Hanotzrei Wemelej HaYahudim.

[2] Ciertamente un cuadro de los dos hijos de YHWH, Judah y Efrayím.

[3] Referencia Shem Tov.

[4] Encaja con el Arameo pero no con el Griego. En el Arameo Yahshua está principalmente cuestionando el porque el sufrimiento dura tanto. El no está acusando a YHWH de haberlo olvidado, ni tampoco está confundido en pensando en que El haya sido olvidado, ya que El es YHWH y conoce los planes de El Padre. El Mismo, que declaró que podía llamar a 12 legiones de angeles para que Lo liberaran, y El Mismo, que dicho que El Padre nunca Lo dejaría sólo aún cuando todos los discípulos lo hicieron, El nunca sostendría el haber sido abandonado. Puesto que no puede significar abandonado, la palabra shabakthani ya que puede también signficar guardarme, o preservarme. En este contexto, ésto es el significado obvio. Puesto que Yahshua nunca acusaría, o creería que YHWH Lo había abandonado, Salmo 22 puede ser visto todavía como una narrativa de El Siervo Sufriente, pero las palabras literales del Sal 22:1-2 nunca saldrían de la boca de Yahshua. En este caso, la evidencia del significado Arameo es claramente superior a la del Griego, y sostiene que la petición de Yahshua es una impronta de Su sufrimiento (en Sus seis horas), en oposición a una acusación contra El haber sido olvidado por YHWH.

[5] Mar 15:34.

[6] Puesto que Eli-Yahu-Weh suena como Eli-Yahu.

[7] El velo al Lugar Apartado (Lugar Santo), no el velo del Lugar más Apartado (Lugar Santísimo).

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[9] Profecía tomada de Jeremías y Zacarías. Jer 32, 7; Zac 11, 12.[32] Ayudándole a llevarla.[33] Gólgota es voz hebrea-siríaca, que significa el lugar de la Calavera o lugar donde ajusticiaban a los reos.[34] No por su amargura, sino porque era un calmante que se daba a los ajusticiados.

Fuente: Notas Torres Amat