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Comentario de Mateo 28:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 28:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María para ver el sepulcro.

28:1 Pasado el día de reposo (después del sábado, FL), al amanecer del primer día de la semana,

Luc 24:1; Luc 24:13; Luc 24:21; Jua 20:1; Hch 20:7.

— vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. — Mar 16:2; Luc 24:1. Estas mujeres observaban la crucifixión: 27, “55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, 56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”; también vieron la sepultura: v 61, “Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro”; ahora llegaron para “ver el sepulcro”. Mar 16:1-20, “2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el Cnt 3:1-11 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? 4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande”.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

pasado el día de reposo. la palabra hebrea Shabat de la cual se deriva nuestra palabra inglesa, significa descanso, y se aplica a todas las fiestas solemnes, igualmente con ese día de cada semana dedicado a la adoración de Dios; Eze 20:21, «contaminaron mis sábados». Tres evangelistas dicen que la transacción registrada en este versículo ocurrió el primer día de la semana, temprano en la mañana, sobre el amanecer, y Juan dice que aún estaba oscuro. Οψε [G3796], �������� [G4521], no significa «en la noche del sábado», sino «sábados». Por lo tanto, habiendo concluido la gran fiesta, el término «fin de los sábados» denota el tiempo muy claramente. De nuevo, se puede observar que los judíos, hablando de su pascua, a veces hablan de acuerdo con su cálculo civil, en el que midieron sus días desde el amanecer hasta el amanecer. A veces de acuerdo con su cálculo sagrado, que fue desde el sol hasta el atardecer. Esto reconcilia Núm 28:18, que parece hacer el decimocuarto día del primer mes, el primer día de pan sin levadura. Mar 16:1-2; Luc 23:56, Luc 24:1, Luc 24:22; Jua 20:1-10

María Magdalena. Mat 27:56, Mat 27:61.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús resucitado, Mat 28:1-8.

Él mismo aparece a ellos, Mat 28:9, Mat 28:10.

Los principales sacerdotes dan dinero a los soldados para que dijesen que fue robado de su sepulcro, Mat 28:11-15.

Jesús se aparece a sus discípulos, Mat 28:16, Mat 28:17,

y los envía a bautizar y a enseñar a todas las naciones, Mat 28:18-20.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Aunque es breve en su discusión de la resurrección de Cristo, Mateo la defiende cuidadosamente. La resurrección tuvo varios testigos, incluidos un ángel, varios soldados y las mujeres en la tumba (vv. Mat 28:1-8). La tumba con el cuerpo de Jesús fue sellada (Mat 27:66), pero después no se encontró el cuerpo (vv. Mat 28:6Mat 28:8). La excusa de los soldados era ilógica (vv. Mat 28:11-15). Ningún soldado romano reconocería haberse dormido en el trabajo, porque el castigo era la muerte. Finalmente, Jesús mismo apareció a muchos de sus discípulos, proveyendo nuevos testigos de su resurrección (vv. Mat 28:16-20). Mateo presenta la evidencia para la resurrección de Jesús con precisión, porque la doctrina es esencial para la fe cristiana. La resurrección es una señal de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (Mat 12:38Mat 12:39) y la resurrección valida las profecías del mismo Señor (Mat 16:21Mat 17:22Mat 17:23Mat 20:17-19). En 1Co 15:12-19, Pablo enfatiza la importancia de la resurrección enumerando una serie de consecuencias si se niega la doctrina.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Pasado el día de reposo: El día de reposo finalizaba a la caída del sol del día sábado. Los eventos de este versículo ocurrieron la mañana del día domingo. Las dos Marías se identifican en Mat 27:56, Mat 27:61.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 28.

La visita de las mujeres al sepulcro, 28:1-7 (Mar 16:1-11; Luc 24:1-11; Jua 20:1-2).
1 Pasado el sábado, ya para alborear el día primero de la semana, vino María Magdalena, con la otra María, a ver el sepulcro. 2 Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. 3 Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. 4 De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos. 5 El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. 6 No está aquí, ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. 7 Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí lo veréis. Es lo que tenía que deciros.

La escena descrita por el evangelista tiene ya en su comienzo una dificultad clásica. En su texto griego, el capítulo 28 de Mt comienza con la palabra opsé (όψέ). Dice “Opsé del sábado (σαββάτων). El plural que pone (σαβράτων) «designa el día del sábado considerado en todas sus horas y ceremonias,” al alumbrarse el primer día de la semana.”
La Vulgata, los códices latinos y las versiones siríacas y coptas traducen el opsé por vespere, la víspera, el atardecer. De aquí resultaría que la visita de las mujeres al sepulcro sería en el “atardecer” del final de la semana del sábado.
Pero esta versión tiene serios inconvenientes:
1) Va contra lo que dicen los otros evangelistas, que ponen la ida de las mujeres “pasado” el sábado, cuando ya había salido el sol (Mar 16:2; Jua 20:1; Luc 24:1).
2) Va contra la profecía de Cristo de que estaría tres días en el sepulcro. Cuando las mujeres van, ya Cristo resucitó. Pero, si van en la “tarde” del sábado, es que resucitó entonces. Pero, enterrado el día antes, viernes, antes de la puesta del sol – cómputo judío del día -, sólo estaría Cristo en el sepulcro un poco del viernes y lo que iba del sábado.
3) El segundo miembro de la frase de Mt estaría en oposición con la primera. Pues en aquél se dice que esto sucedía “en el lucir del primer día de la semana.” Este término, normalmente, significa la aurora. En Lc (Luc 23:54), al sepultar a Cristo, se dice que “era el día de la Parasceve, y estaba para lucir el sábado.” En Lc, el contexto exige “lucir,” y alude con ello, probablemente, a la costumbre judía de encender abundantes lámparas en la tarde comienzo del sábado.
Pero si “en la aurora del primer día de la semana” vienen las mujeres al sepulcro, la primera parte del versículo no puede ser traducida por la víspera (o en el atardecer) del sábado, puesto que ellas no van al sepulcro el sábado, último día de la semana que terminaba, sino en la aurora del primer día de la semana que comenzaba. La traducción, pues, ha de ser otra.
‘Οψέ no sólo significa “víspera” o “tarde,” sino que significa también “después” ! Y no sólo significa “después,” sino que puede significar después de bastante o de mucho tiempo 2. San Gregorio Niseno, buen conocedor del griego, asegura que, en las fórmulas de este tipo, opsé no significa “tarde,” sino “después de un largo tiempo” 3. Y éste es el sentido que aquí le conviene. Por eso, su traducción es: “Después del sábado, al alborear del primer día de la semana.,” vienen las mujeres al sepulcro.
¿Cuál es la finalidad de la visita de estas mujeres al sepulcro? Según Mt, vinieron “para verlo.” Esto mismo confirma la interpretación anterior, pues esto exigía que no viniesen de noche.
Pero esta imprecisión de Mt es aclarada por Mc (Luc 16:1) y Lc (Luc 24:1): venían “trayendo aromas que habían preparado” (Lc) para “ungirlo” (Mc). La rapidez con que se había embalsamado el viernes el cuerpo del Señor debió de ser un poco precipitada y provisional. Precisamente aquella misma tarde, las mujeres “habían preparado aromas y mirra” (Luc 23:56) para volver, pasado el reposo sabático pascual, a terminar aquella obra de amor a su Maestro.
Esta divergencia es debida a elementos redaccionales. Acaso Mt pensó en la inutilidad, por lo antes dicho, de volver al sepulcro para un reembalsamamiento, y lo redactó de otra manera: vienen a “ver” el sepulcro por afecto o para orar y llorar ante él. Sin embargo, esto crea un problema. Cf. Comentario a Jua 19:39.
¿Quiénes son las mujeres que vienen al sepulcro? Mt cita a “María Magdalena y la otra María,” la misma fórmula con que las describió y dejó “sentadas frente al sepulcro” (Jua 27:61), precisamente preparando introducirlas nuevamente en escena aquí. Pero esta “otra María” es, sin duda, la que él describe poco antes, en compañía de Magdalena, llamándola “María, la madre de Santiago y José” (Mat 27:56).
Mc deja junto al sepulcro de Cristo a “María Magdalena y María la de José,” mirando dónde se ponía el cuerpo del Señor, para venir luego a ungirlo. Y así, pasado el sábado, pone en escena a “María Magdalena, y María la de Santiago, y Salomé,” que es la madre de los hijos del Zebedeo.
Jn sólo considera en esta venida, explícitamente, a “María Magdalena” (Jua 20:1). Pero, implícitamente, reconoce que con ella misma venían más. Ya que, después que ve la piedra descorrida, vuelve corriendo a Pedro y le dice: “Han tomado al Señor del monumento y no sabemos (ούχ οιδαμεν) dónde le han puesto” (Jua 20:2). Este pronombre personal “nosotras no sabemos,” no tiene manifiestamente aquí el carácter de un plural mayestático; es la confirmación implícita de que con la Magdalena habían ido a visitar el sepulcro otras mujeres.
Es Lc el que completa la relación. Las nombra al hablar de la vuelta de la visita al sepulcro: “Eran María la Magdalena, Juana y María la de Santiago, y las demás que estaban con ellas” (Luc 24:10). Versículo que hay que poner en función de otro del mismo Lc, cuando, describiendo los conocidos que asistían al Calvario, cita a “todos sus conocidos y a las mujeres que lo habían seguido de Galilea” (Luc 23:49).
Aún en otro pasaje Lc da nuevos datos sobre este grupo. Juana, aquí citada, es “Juana mujer de Juza, administrador de Herodes (Antipas)” (Luc 8:3; cf. Lc 8:l.3). Era un grupo de piadosas mujeres que “habían sido curadas” y que lo “servían con sus bienes” (Lc 8:l.3).
¿A qué hora hacen su venida? La forma de expresarlo los evangelistas aparece como una cita usual, aproximativa.
Mt dice que era al “alborear el día.” Mc-Lc, que “muy de mañana”; pero Mc añade que ya “salido el sol” (άνατειλαντος του ήλιου). Jn, en cambio, parece precisarlo más. Magdalena viene a visitar el sepulcro “de mañana,” pero “cuando había tinieblas.”
No hay en todo ello más que un modo usual y, por tanto, un poco amplio de citar estos momentos.
Si Mc añade “salido ya el sol,” no hay que forzar la frase suponiendo una elipsis, como algún autor propuso, distinguiendo que “muy de mañana” salieron de casa y llegaron “salido el sol,” dado que la aurora es muy corta en Jerusalén. “Salido el sol” no exige ser interpretado en una frase usual, popular, que el sol está sobre el horizonte; puede ser sinónimo del comienzo de la aparición de la aurora 4.
“Al comienzo de abril el sol se levanta (en Jerusalén) antes de las seis de la mañana” 5. Es el momento aproximadamente indicado. Mc añadirá que era “muy de mañana.”
Las mujeres ignoran la guardia puesta en el sepulcro, pues, de lo contrario, no tendrían la pretensión de ir con aromas para el cadáver. De ahí su preocupación en “rodar” la gran piedra circular – golel – con que había sido cerrado el sepulcro. Se necesitaban hierros, o un grupo de hombres para removerla.
El mensaje del ángel a las mujeres. – Mc y Lc ponen el efecto que causó en las mujeres cuando vieron que la piedra “había sido rodada del sepulcro” (Lc-Mt).
Pero al ver así removida la piedra, Magdalena, que está entre ellas, no investiga más. Supone que hubo un robo. ¿Ignoraban el anuncio de la resurrección, al menos para el tercer día? ¿Qué forma tuvo el anuncio profético de Cristo? Pero de esta incredulidad participan todavía los apóstoles (Luc 21:10.11; Jua 20:8.9). Y Magdalena, más ardorosa, se da a correr para ver a “Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba” y decirles que “han tomado al Señor del monumento y no sabemos dónde lo han puesto” (Jua 20:2).
La tradición del cuarto evangelio no recoge la aparición del ángel a las mujeres. Magdalena, al ver desde cierta distancia la piedra removida, se dio a correr para comunicarlo a los apóstoles. Pero las otras mujeres se acercaron. Mt deja esta escena de una manera imprecisa; quita matices. Pero son Lc y Mc los que van a precisar este detalle.
Las mujeres, en una primera fase, “entraron” (Lc-Mc). Y, al no hallar el cuerpo del Señor, “quedaron perplejas” (Lc). Y “es tanto ellas perplejas solo esto, se presentaron dos hombres vestidos con vestiduras resplandecientes” (Lc). Si Lc pone dos ángeles en lugar de uno, es que así está en la fuente de su tradición. Así también habla de un solo endemoniado (Jua 8:27) y de un solo ciego (Jua 18:35), en lugar de dos, como hace Mt en estos mismos lugares paralelos.
Es lo que Mc presenta en una perspectiva más desdibujada. Pues:
a) Sólo presenta a “un joven”; b) que “está sentado a la derecha,” sobre el sepulcro que estaba excavado a la derecha de la cámara funeraria. No es el de Mt, que está a la entrada y sentado sobre el ”golel”; c) vestido con una “túnica blanca”; d) en conformidad con Lc, lo “vieron” después que entraron.” ¿Por qué no lo vieron si estaba “sentado” sobre la piedra rodada de entrada? (Mt).
Mt presenta un solo ángel, pero con dos características muy bíblicas:
a) Es “un ángel del Señor” (άγγελος Κυρίου).
b) El aspecto del ángel era “como de relámpago,” y su “ropaje, blanco como la nieve.”
Al describir Mt a este ángel como un “ángel del Señor,” está conectando y evocando la misión del “ángel de Yahvé” en el A. Τ. 6
Pero, al describir la figura del ángel, Mt, frente a la descripción sobria que del mismo hacen los otros evangelistas, lo describe aquí con rasgos apocalípticos, que le van a prestar a él plastificar más acusadamente, en su forma literaria, el terror que su vista va a producir en la guardia de la custodia. Dice de él que “su aspecto era como el relámpago, y su vestidura, blanca como la nieve.” Ambas expresiones se encuentran en el libro de Daniel para describir apocalípticamente un ángel que se le apareció como “un varón vestido de lino” (Dan 10:1-17), o el apocalíptico anciano de días. Así, del ángel que se aparece en forma de “varón” dice que “su rostro era como la visión (fulgor) del relámpago” (Dan 10:6). Y del anciano de días dice que “sus vestiduras eran blancas como la nieve” (Dan 7:9).
La tradición está muy oscilante sobre su número, situación, aspecto y vestido. Es tema que se estudiará en ”excursus” después del c. 20 de Jn.
Mt pone, para dejar preparada la escena, que, cuando las mujeres vienen al sepulcro, un ángel bajó del cielo y removió la piedra del sepulcro, dejando éste abierto. No se trata en el texto de un terremoto ordinario, que puede abrir sepulcros, pues lo presenta como un hecho sobrenatural. El ángel, luego, se “sentó” sobre la piedra volcada, en señal de triunfo y en espera de las mujeres. La apertura del sepulcro no es para que salga el cuerpo glorioso de Cristo resucitado, sino para que entren las mujeres, y se pueda ver y comprobar que el cuerpo del Señor no está allí. Clon la vista de este ángel aterrador y con el sepulcro abierto, el piquete de guardia huye y va a justificarse. Ante este cuadro quedaron “aterrados.” ¿Quién, sino una acción sobrenatural, habría abierto un sepulcro, y aquel sepulcro?
No habiendo sido presenciado por nadie el ángel que remueve la piedra, esta afirmación – el hecho de una acción sobrenatural para ello – es una deducción y redacción teológica.
¿Cuándo fue la resurrección del Señor? Su hora no se sabe. No se puede estrechar la vinculación de la acción del ángel con la ida de las mujeres al sepulcro. En todo caso, debió de ser en la noche, a juzgar por las descripciones horarias evangélicas de la ida de las mujeres al sepulcro, y ésta ya había sido antes de su llegada.
Enterrado Cristo el viernes, permaneció en el sepulcro todo el sábado y resucitó el domingo. Los tres días de su anuncio se cumplieron. No había que tomarlos por días de veinticuatro horas. Tres días y tres noches era una expresión ya hecha para designar tres días, sin que requiriese esto el que fuesen días completos. Era un principio corriente que un día comenzado, o parte de un día, contaba para ciertas cosas como un día entero. Así se lee en la literatura rabínica que rabí Eleazar (sobre el año 100 d.C.) decía: “Un día y una noche hacen una kona (aquí veinticuatro horas); pero una Ona comenzada vale como una kona entera.” Y también decían: “Una fracción de día vale por un día entero.” Y estos aforismos se aplican también al mes y al año 7.
El “ángel,” o los ángeles, tiene un discurso a las mujeres. Las invita a deponer el “terror,” reacción natural ante lo sobrenatural y descripción frecuente en las angelofanías bíblicas (Luc 1:13.30; Luc 2:10, etc.). En Lc las mujeres están “con la vista en el suelo, sea en señal de reverencia, sea por el fulgor de la luz de sus vestidos (Lagrange). Puede que haya en la descripción algunos elementos tradicionales. Benoit lo enfoca como un signo erróneo en ellas: deben de mirar al cielo, donde Cristo resucitado está, no ya a la tierra. En la ascensión es a la inversa: están mirando al cielo, y el ángel les dice que no miren más al cielo; Cristo partió y no volverá hasta la parusía 7.
El ángel les anuncia abiertamente la resurrección y les hace ver que es el cumplimiento de lo que les había dicho en varias ocasiones. El ángel entona el gran Kerygma de la resurrección del Crucificado.
Luego las invita a la confirmación de ello, con la fórmula en uso, “Venid y ved” 8 el sepulcro vacío. Pero había un mensaje para los discípulos: ellas deben transmitirlo. Cristo les “precede” (προάγει) ο “conduce.” Allí lo verán. Mc añade, en un tono de deferencia y perdón, “a los discípulos y a Pedro,” o a éste como a jefe del grupo. Esta predicción de “precederles a Galilea” la hizo en el Cenáculo cuando les anunció que aquella noche se escandalizarían todos de El, pero “después de resucitado os precederé a Galilea” (Mat 26:32; Mar 14:28). Y a continuación Pedro protestó su lealtad y recibió la profecía de su negación.
En Lc, el ángel les recuerda lo que Cristo les dijo “estando en Galilea.” Se refiere a la triple predicción que les hizo sobre su muerte y resurrección (Mat 16:21; Mat 17:22.23; Mat 20:17ss y par.). Acaso se deba esto a que Lc orienta su evangelio hacia Jerusalén, lo mismo que cuenta todas las apariciones en Judea.
La ida a Galilea tenía por fin separarlos de aquel ambiente hostil y prepararlos más sobre el reino de Dios (Hec 1:3).
Si en el mensaje del ángel, lo mismo que luego Cristo en su aparición a las mujeres, no les habla ni alude a sus próximas apariciones en Jerusalén a los apóstoles, en lo literario se debe a que a la catequesis primitiva le interesó desde el principio destacar el cumplimiento de la promesa de Cristo, camino de Getsemaní, sobre la cita que les hizo, precediendo El, en Galilea. ¿Por qué?

La aparición de Cristo resucitado a las mujeres,Hec 28:8-10 (Mar 16:8; Luc 24:9).
8 Partieron ligeras del monumento, llenas de temor y de gran gozo, corriendo a comunicarlo a los discípulos. 9 Jesús les salió al encuentro, diciéndoles: La paz con vosotras. Ellas, acercándose, le abrazaron los pies y se postraron ante El. 10 Dijoles entonces Jesús: No temáis, id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea y que allí me verán.

Los procedimientos redaccionales de los tres sinópticos presentan la marcha de las mujeres del sepulcro de modo distinto. En Mt van “llenas de temor y gran gozo.” 9.
Cristo les “sale al encuentro” y las saluda: Jaírete, “alegraos,” pero probablemente es la traducción idiomática del saludo hebreo: “shalom,” “paz.”
Esta narración de Mt de la aparición de Cristo resucitado a estas santas mujeres, ¿cuándo tiene lugar? ¿Asiste a ella Magdalena? ¿El relato de Mc (Luc 16:9-11) y Jn (Luc 20:11-18) se refiere a este mismo relato de Mt? Son una serie de preguntas que plantean una dificultad ya clásica, y con respuesta muy diversa, según los autores. Su solución es global a los tres problemas, dependiendo de la posición que se tome.
Si no existiese más que el evangelio de Mt, parecería que “María Magdalena y la otra María” habían ido solas por la mañana a visitar el sepulcro y que se habían vuelto a comunicar la noticia a los apóstoles, y que en el camino se les había aparecido Jesucristo. No sería más que un efecto de perspectiva literaria, por efecto del procedimiento sintético de Mt. Pero se sabe: a) que habían ido con estas dos Marías otras varias mujeres (Luc 24:10; Jua 20:2); b) que Magdalena, si fue con ellas al sepulcro, no entró ni tuvo conocimiento del anuncio del ángel sobre la resurrección del Señor, sino que, tan pronto vio la piedra removida, pensó en un robo del cadáver y se volvió corriendo a comunicarlo a Pedro (Jua 20:1.2); c) por el evangelio de Mc y Jn se sabe también que ¿Magdalena vio sola al Señor resucitado. Y hasta tal punto se dice esto, que la aparición del Señor resucitado a Magdalena, tanto en el evangelio de Juan como en el final deuterocanónico de Mc, se narra esta aparición como algo personal, destacado y exclusivo de ella. Mc llega a decir de las apariciones jerosolimitanas del Señor que “se apareció primero resucitado a María Magdalena” (Mar 16:9).
Por otra parte, la narración de Mt sobre la aparición del Señor a “Magdalena y a la otra María” no fue en el camino, a la vuelta del sepulcro, como parecería en una lectura superficial del texto. Y esto no sólo se deduce de lo que dice Jn (Mar 20:1.2), sino también porque las mujeres, a la vuelta del sepulcro, saben, después del anuncio del ángel, que el Señor ha resucitado. Y conforme a la orden del ángel, así lo manifestaron a los discípulos, aunque éstos no lo creyeron (Luc 24:10.11). Mas no dicen que hayan visto al Señor.
Pero Magdalena, no habiendo asistido al anuncio del ángel en el sepulcro, ignoraba la resurrección del Señor; tanto que, al llegar ella a “Pedro y al otro discípulo,” piensa que han robado el cuerpo (Jua 20:1.2).
También se sabe que, cuando las mujeres vienen del sepulcro a anunciar esto a los discípulos, no estaban con ellos Pedro y el otro discípulo, pues éstos salieron en seguida (Jua 20:4) camino del sepulcro tan pronto como Magdalena les comunicó que habían robado el cuerpo del Señor.
A esto no se opone lo que se lee en Lc (Jua 24:12), el cual, después de relatar que las mujeres, entre las que cita la primera a Magdalena, “vuelven del sepulcro,” añade que “dijeron esto a los apóstoles” (la resurrección y el anuncio del ángel), y a continuación narra cómo Pedro fue “corriendo” al monumento.
Lc sabía, aunque él explícita mente no lo relata, lo que había sido un tema muy destacado en la primera tradición cristiana: la aparición del Señor resucitado, privilegiadamente, a Magdalena. Y así la incluye globalmente en el grupo de las mujeres a las que se les comunicó la resurrección del Señor.
Más aún, según el mismo Lc, cuando las mujeres fueron a comunicar la resurrección del Señor a los apóstoles no estaba entre ellas Magdalena. Pues los apóstoles dicen a los discípulos de Emaús que “nos asustaron ciertas mujeres de las nuestras que, yendo de madrugada al monumento, no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía” (Luc 24:22.23). Pero Magdalena no estaba con ellas durante esta aparición, como se ha dicho.
Por tanto, si Magdalena vio “la primera” (Mc) al Señor resucitado; y si las mujeres tuvieron también una aparición del Señor resucitado, que, en el contexto de Mt, fue muy de mañana, pues la sitúan a la vuelta del sepulcro, del cual volvieron en seguida, y cuando fueron era “muy de madrugada”; esta coincidencia de horas y de otros rasgos literarios entre los relatos de Mt y de Jn hacen ver que este relato de Magdalena está íntimamente relacionado en los dos evangelistas.
Para resolver esta dificultad de la aparición del Señor en el camino a las mujeres sin la presencia literaria de Magdalena, varios autores han supuesto un segundo viaje de las mujeres al sepulcro, y en el cual tiene lugar esta aparición de Jesucristo 10.
Así se salvaría que, en la primera vuelta del sepulcro para anunciar la resurrección del Señor a los apóstoles, Magdalena no podía estar entre ellas, pues lo ignoraba; y, como es citada expresamente en el contexto de Mt, se explicaría que, estando citada y no habiendo visto a Jesucristo, esta aparición no pudo ser en la primera vuelta del sepulcro, sino en otra.
Pero en esta otra segunda visita, para excluir de ella a Magdalena, que tiene su aparición sola y peculiar junto al sepulcro (Jn-Mc), se supone que las mujeres, después de transmitir el mensaje a los apóstoles, vuelven pronto de nuevo al sepulcro, mientras Magdalena ya estaba allí con Pedro.
Y en este intervalo, en este segundo viaje, pero ya de vuelta las mujeres ‘el sepulcro, sería cuando tuvo lugar esta aparición del Señor y el mensaje a todas, incluida ya Magdalena, anunciando a los apóstoles la resurrección del Señor.
Esta solución, basada en un segundo viaje al sepulcro, aparte que no está dicho ni insinuado en el texto, no se ve, para justificarlo, ni necesidad exegética ni tiene tampoco una satisfactoria explicación psicológica. Supone muchas cosas y parece todo ello muy artificioso. De hecho:
1) No explica psicológicamente a qué van estas mujeres al sepulcro cuando ya sabían que el Señor había resucitado.
2) No explica los rasgos afines que hay entre el relato “colectivo” de Mt y el “personal” de Magdalena de Jn-Mc.
3) Caben otras explicaciones sin recurrir forzosamente a ese segundo viaje.
La solución hoy más seguida por los autores consiste en identificar la aparición “personal” de Jn (Luc 20:11-18) y Mc (Luc 16:9-11) con la aparición “colectiva” que Mt refiere de las mujeres a la vuelta del sepulcro (Mat 28:9.10).
El primero que propone esta teoría en el siglo XVII es Lighfoot, en su Horae Hebraicae, al comentar Mat 28:9. Hoy lo siguen autores de gran nota 11.
Los fundamentos principales en que se basan para sostener esta identificación son:
1) Magdalena, según Mt, como se ha notado (Mat 28:19), vio a Jesucristo resucitado.
2) Según Mc, Magdalena fue la primera que vio al Señor resucitado (Mar 16:9), y “ella fue quien lo anunció” a los apóstoles, pero “oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron” (Mar 16:10.11).
3) En el evangelio de Jn, cuando Magdalena va al sepulcro con las otras mujeres y vuelve ella antes de la aparición de los ángeles, dice a Pedro que “no sabemos” dónde han puesto el cuerpo. Es decir, se incluye ella con otras.
4) Es conocido, y muy usado en el evangelio de Mt, el “plural de categoría,” por lo que se atribuye a un grupo o colectividad, por algún motivo real o literario, lo que sólo corresponde a una persona 12. Por lo que parece que Mt haya utilizado aquí este procedimiento literario, en cuyo caso la aparición que pone de Jesucristo a las mujeres a la vuelta del sepulcro sería un “plural de categoría.” De hecho, él sólo cita a “María Magdalena y a la otra María” (Mt 28:Mat 1:8-10), con lo que intentaría referir la aparición hecha sólo a Magdalena, de tan gran resonancia en la primitiva tradición y catequesis cristiana, aunque expresado por la categoría de aparición a mujeres.
5) Los rasgos afines que se hallan entre la narración de Mt y la de Jn-Mc:
a) María Magdalena es la misma protagonista en ambas escenas.
b) Cristo saluda en ambas apariciones, aunque en Mt es un saludo vago y genérico (Χαίρετε) y en Jn es un saludo concreto y personal (Μαρία).
c) En ambas narraciones, Magdalena abraza los pies del Señor. El “Noli me tangere” de Jn es en griego un imperativo presente negativo con μ,ή, y significa, no que no comience una acción, sino que se interrumpa una acción ya comenzada 13. Por eso no hay oposición ninguna entre el pasaje de Juan: “No me abraces,” y el de Mt cuando dice que las mujeres “abrazaron” los pies del Señor. Pues el texto de Juan supone que Magdalena le abrazó los pies, pero que Cristo le manda después que se retire.
d) En ambas narraciones, Cristo da el mismo encargo a las que lo escuchan: que vayan a los discípulos a transmitir un mensaje. Mt destaca la aparición en Galilea; Jn, la próxima ascensión o vuelta al Padre, que tan acentuadamente está en el cuarto evangelio.
Así, puede concluirse: que Mat 28:9.10 no tiene nada irreductible a Jua 20:11-18.
Por eso ambas apariciones deben de ser la misma. El texto de Mt (v.9.10) no exige que la aparición de Cristo a las mujeres se realice en el camino, ya que puede ser muy bien una redacción “paraláctica.” 11

Los sanedrítas se enteran de la resurrección de Cristo,Jua 28:11-15.
11 Mientras iban ellas, algunos de los guardias vinieron a la Ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. 12 Reunidos éstos en consejo con los ancianos, tomaron bastante dinero y se lo dieron a los soldados diciéndoles: 13 Decid que, “viniendo los discípulos de noche, lo robaron mientras nosotros dormíamos.” M Y si llegase la cosa a oídos del procurador, nosotros lo aplacaremos y estaréis sin cuidado. 15 Ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había dicho. Esta noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy.

Según el relato, la guardia romana puesta en el sepulcro huye, ante el hecho del ángel aterrador y el sepulcro abierto, a comunicar la noticia y justificarse. Había que dar una explicación de alguna manera de aquel suceso. Hay una reunión de gentes sanedritas – Josefo habla del papel de estas reuniones de jefes judíos en esta época y de sus repercusiones – y se apela al dinero. Aquella soldadesca mercenaria aceptaba fácilmente aquella propuesta: mientras dormían, habían robado el cuerpo. Mas a quien lo pensase, no le parecería verosímil: ¿cómo dormir en una custodia, que era gravemente punible en el código militar? ¿Cómo atreverse nadie ante la tropa, máxime sus discípulos, a intentar violar un sepulcro? ¿Cómo no despertar ante el ruido de gentes y de instrumentos y del rodaje de la piedra sepulcral? Alguna explicación había de darse. Las gentes sanedritas se comprometían a apaciguar al procurador si la noticia llegaba a él. Si a ellos no les interesaba el asunto, menos había de preocuparle aquel enojoso asunto a Pilato. La “noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy” (Mt). Se está reflejando el hecho polémico de judeo-cristianos, en la iglesia mateana, en la época de la composición del evangelio.
San Justino (t c.165), en su Diálogo con el judío Trifón, le dice:
“Vosotros, apenas supisteis que (Jesucristo) había resucitado de entre los muertos, no sólo no hicisteis penitencia, sino, como antes dije, escogisteis a hombres especiales y los enviasteis por toda la tierra que fueran repitiendo a voz de pregón que una secta sin Dios y sin ley se había levantado en nombre de un Jesús de Galilea, que fue un impostor. “Nosotros – decíais – le crucificamos; pero sus discípulos, habiéndole robado del sepulcro en que, desclavado de la cruz, fue colocado, engañan ahora al pueblo diciendo que ha resucitado de entre los muertos y subido al cielo.” 15
La afirmación de San Justino procede de una fuente distinta del evangelio de Mateo. La calumnia no sólo corrió por Palestina, sino por la Diáspora 16.

Aparición de Cristo resucitado en Galilea,Jua 28:16-20 (Mar 16:15-18).
16 Los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, l7 y, viéndolo, se postraron; algunos vacilaron. 18 Y, acercándose Jesús, les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; 19 id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,20 enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del siglo.

Fuera de Jn, que dedica su capítulo 21 a las apariciones del Señor en Galilea, sólo Mt habla explícitamente de apariciones en Galilea, y Mc en la parte “deuterocanónica.”
Los “Once” discípulos, cumpliendo la orden del Señor que les transmitió mediante el ángel y las mujeres, van a Galilea. No se indica el tiempo. Pero, sin duda, fue después de las apariciones en Jerusalén. Seguramente que se hicieron indicaciones más precisas, pues los discípulos se dirigieron, en Galilea, “a la montaña que Jesús les había mandado” 17. Acaso estas indicaciones precisas, con la reiteración de la orden de ir a Galilea, les hubiesen sido hechas por el mismo Cristo en algunas apariciones jerosolimitanas, si no fue en el Cenáculo, al decirles que les “precedería” a Galilea.
¿Qué montaña era ésta? No se dice. Algunos pensaron en el Tabor. Acaso fuese una de las que rodean el Lago 18.
Allí se les apareció el Señor. Pero el versículo que expresa esto ofrece una dificultad especial. El texto de Mt dice así: “Y viéndolo (a Jesús), se postraron; algunos (οι δε) dudaron (¿δίστασαν).”
Mt sólo habla de los apóstoles que van. Son los únicos a quienes Jesús prometió “precederles” en Galilea después de resucitado. Son los únicos a quienes se dirige el mensaje expresamente del ángel a las mujeres, lo mismo que el mensaje de Jesucristo a las “mujeres.” Por eso la conclusión que se deduce de esto es que los Once apóstoles, estando en Galilea, “vieron” al Señor, y, al verlo, se “postraron” (προσεχύνησαν) en señal de profunda reverencia y acatamiento. Pero la dificultad se plantea con lo que a continuación dice Mt: “algunos (oí δε) dudaron (¿δίστασαν).”
Pero ¿es creíble que los “discípulos” que ya habían visto varias veces al Señor resucitado, y con pruebas, tales como mostrarles sus “manos y pies” agujereados por los clavos, hacer que “palpasen” su carne y “comer” con ellos (Luc 24:36-43; Jua 20:27-29), pudiesen ahora dudar de él en Galilea? ¿O se pueden suponer estas apariciones jerosolimitanas posteriores a ésta? Esto es lo que ha hecho proponer diversas soluciones al problema. Son las siguientes:
1) Los que dudan no son los “discípulos,” sino otros que estaban con ellos cuando la aparición del Señor. Concretamente se cita a San Pablo, quien, entre los testigos de la resurrección del Señor, cita a algunos que no cuentan los evangelios. Ciertamente éstos no recogen todas las apariciones.
Así cita una aparición del Señor ya resucitado ante “más de quinientos hermanos en una sola vez” (1Co 15:6), o también que estuviesen con ellos algunos de los 70 discípulos que tenía para el apostolado en Galilea (1Co 15:7ss).
2) La forma verbal con que se dice que “dudaron” es ¿δίστασαν, pero que puede ser traducido por un pluscuamperfecto. En cuyo caso, la traducción sería que los “discípulos” lo vieron y se prosternaron ante él; pero “los mismos (οι δε) habían dudado” antes, en Jerusalén, de las apariciones del Señor. Tal lo cuentan Lc y Jn 19. “Acaso alude el evangelista a las pasadas dudas de los discípulos (v.gr., Tomás), de las cuales él todavía no había hecho mención.” 20
Sin embargo, la presencia de otros grupos, junto con los apóstoles, en las apariciones del Señor en Galilea, no consta positivamente. Y se apela a ello para resolver esta dificultad.
La solución de traducir el aoristo por un pluscuamperfecto, gramáticamente, es posible. Sin embargo, ¿a qué vendría aquí cuando ellos se “postran” ante El, porque creen que es El, decir que ellos – o algunos de ellos – antes (en Jerusalén) habían dudado?
No parece, pues, que ésta sea la solución de esta dificultad.
Como matiz de esto se hace notar que Mt no contó las apariciones jerosolimitanas, y las dudas que allí hubo por algunos, y que ahora, en la única aparición a los discípulos que él cuenta, hace una “síntesis en la que él indica todo.” 20
No sería imposible dados los procedimientos redaccionales de Mt, como acaba de verse en el caso de la aparición de Cristo a las mujeres. No es, sin embargo, un caso claro; se presta a la confusión, más que el caso anterior.
Por otra parte, limitar el sujeto “ellos” (oí δε) a ser equivalente, no a todos, sino sólo alguno de ellos, resolvería satisfactoriamente la cuestión. Pero los Once (oí δε ένδεκα). son los que “dudan” (οι δε.). Pero si esto es filológicamente posible, aun limitada la duda a algunos de los apóstoles presentes, no hace más que dejar la misma dificultad reducida a algunos apóstoles. Otros creen se refieren a otros discípulos que no habían creído en la resurrección (Alien).
Lo que se impone en este contexto es que los mismos que ven al Señor resucitado en esta montaña de Galilea, esos mismos dudaron. Es el sentido más lógico del texto. Y el cual puede explicarse manteniendo este sentido de “duda.”
Naturalmente, la duda no podía ser ya en los apóstoles duda de la resurrección de Jesucristo. De esto ya estaban convencidos. Pero la duda podía afectarles en el sentido de no saber, en un primer momento, aunque tenían la promesa y sabían que verían al Señor en Galilea, si aquella persona que veían, acaso por presentárseles viniendo hacia ellos, era el Señor o no. Esto mismo les sucedió en vida y también varias veces después de resucitado.
Así, después de la multiplicación de los panes, cuando a la noche estaban remando en el lago, vino el Señor “a ellos andando sobre el mar.” Pero ellos, “viéndolo andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma.” “Y después que El les dijo quién era, todavía Pedro le dijo: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas” (Mat 14:26-28 y par.); y lo relata también Mt.
Y después de resucitado, presentándoseles en formas diferentes, podían en un primer momento dudar. Como, hasta que El se descubrió quién era, lo ignoró Magdalena, viéndolo en forma de “hortelano” (Jua 20:15), y los que iban a Emaús, al verlo en forma de “peregrino” (Luc 24:15). Y en el mismo lago de Genesaret, mientras estaban pescando, se les apareció el Señor y los llamó, pero “los discípulos no se dieron cuenta que era Jesús” (Jua 21:4) hasta posteriormente, y sólo Juan fue el primero en caer en la cuenta (Jua 21:7).
Algo análogo pudo ser la “duda” que debió de afectar a los “discípulos” o a algunos de ellos, y expresado en forma global, como es frecuente en Mt. En un primer momento dudaron. Pero la prueba de que luego todos lo reconocieron como tal es que, “viéndolo,” todos “se postraron” ante El21.
Se propone también que esta “duda” se refiere a todos los apóstoles. Se “postran,” pero no estaban exentos de una cierta duda. Esto lo abonaría el ambiente del ν. Τ. sobre las cristofanías, que no se realizan con una objetividad tal, que quiten inmediatamente toda duda sobre las mismas (Jua 20:25; Mar 16:8; Luc 24:11-25-37) (Lohmeyer).
Pero no se explicaría aquí la “adoración” (προσεκυνησαν) y la “duda.” Aparte que las citas alegadas de Jn, Mc y Lc son obstáculo. Sólo podría tener un cierto valor Luc 24:37 cuando, al aparecérseles Cristo resucitado, los apóstoles, “aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.” Y luego de demostrarles su realidad, se dice que “no creían aún a fuerza del gozo y la admiración” (Luc 24:41). ¿Por qué no lo reconocieron en su aparición? ¿Es que había tomado forma distinta»? ¿Fue por el estado de ansiedad y el temor – trepidación psicológica – en que se encontraban? La redacción de Lc acusa preferentemente una alteración o predisposición psicológica, que no les da la serenidad suficiente para valorar la realidad objetiva de un muerto gloriosamente resucitado. Ambas cosas se acusan en los v.37 y 41. En cuyo caso, no es la cristofanía lo que lo impide, sino la prealterada psicología.
“Y acercándose Jesús, les dijo.” Parecía que esta frase vendría a corroborar alguna de las posiciones expuestas. Pero es un modo usual de hablar e introducir escenas Mt.

Cuatro enseñanzas de Cristo (v. 16-20).
A continuación, Mt pone cuatro enseñanzas de Cristo de gran portada teológica.
1) La “potestad” que Cristo tiene (v.18). Cristo alega aquí, sintéticamente, pues ya está desarrollado este tema a través de su evangelio, la “potestad” (εξουσία) que tiene para ello. Esta le fue “dada” (εδόθη) por Dios, por el Padre. Le dio plenitud de poder (πασά εξουσία). Evoca el pasaje daniélico (Dan 7:14). Estos términos son claros y, sobre todo, están casi encuadrados en la teología de Jn (Jua 13:3; Jua 17:2ss). Este “poder” – ”todo poder” – se lo dio el Padre “en el cielo y en la tierra.” Jn dirá que el “Padre. le dio poder sobre toda carne, para que (a todos los que Tú le diste) les dé la vida eterna” (Jua 17:2). El poder “en el cielo” es sobre toda potestad celestial, y “en la tierra,” sobre toda la humanidad, y acaso sobre todo lo creado. Ejerce poderes divinos, pues tiene el poder de Dios. En Mt terminará (c.25) como Juez de toda la humanidad.
¿Cuándo recibió este poder? No se dice aquí; solamente se lo reconoce y promulga (cf. Mt 729; Jua 9:6; Jua 21:23; etc.). Si el entrar en el ejercicio pleno de sus poderes es después de la resurrección (Jua 17:1-5; Flp 2:6-11; Hec 2:36; Hec 10:42; Rom 1:4), la plenitud ontológica la tiene desde la encarnación. Si Mt, por el sesgo de su “cursus,” no lo trata exprofeso, era la fe de la Iglesia, en cuya fe se mueve y proclama. Es Cristo, Dios encarnado, el que tiene toda esta potestad sobre todo lo creado (v.18) y que terminará ejerciéndola en el juicio final (Mt c.25).
2) Necesidad del Evangelio (v.19a; 20a). De lo anterior hay una consecuencia (ουν) por derivación. Es la lógica exigencia de Cristo: la predicación del Evangelio en el aspecto de “enseñanza” (διδάσκοντες) precisamente para que sea “observancia” (τηρεΤν) de “todo el mundo.” No se trata de un simple kérigma, sino de la misión de que los oyentes se hagan “discípulos” (μαθητεύσατε). Υ esto con carácter universal, pues es “para todas las gentes (πάντα τα έθνη).” Es el cumplimiento profetice ya abierto y bien acusado en Hechos de los Apóstoles y a través de los evangelios de la “universalidad” de la salvación. Ya está el cristianismo en actividad universal. Si Cristo se hubiese expresado con esta claridad sobre estos puntos – fórmulas y universalismo – no se explicarían, fácilmente, algunos problemas planteados, v.gr., en el concilio de Jerusalén (Act c.15) y otros lugares del ν. Τ.
3) Necesidad del bautismo (v.19b). Otro elemento esencial, aceptado el Evangelio, es el “bautismo” cristiano. El término “bautizar” (βαπτίζω) no significa exclusivamente “sumergir,” sino también “lavar,” “purificar” (Luc 11:38; Mar 7:14). El bautismo cristiano hace “nacer del agua y del Espíritu” y sin él “no se puede entrar en el reino de los cielos” ( Jua 3:3.5.6.7), y San Pablo enseña que el bautismo hace “convivir” con Cristo (Rom 6:4; Rom 6:1-11).
Pero se añade que este “lavado,” esta “purificación,” tiene que ser hecha explícitamente en nombre de las tres personas de la Trinidad (v. 19b). Críticamente esta lección es genuina. Conybeare quiso negarle autenticidad, basándose en Eusebio de Cesárea, que cita este pasaje, y pone en boca de Cristo el predicar y bautizar sólo “en mi Nombre.” Pero Eusebio en otros pasajes ha abreviado y sintetizado pasajes evangélicos 22, para destacar precisamente la predicación en nombre de Cristo. También los Hechos de los Apóstoles (Rom 2:38; Rom 8:16; Rom 10:48; Rom 19:5) han hecho pensar si no se habría conferido así, primitivamente, el bautismo – al menos en ciertos medios eclesiales – sin la fórmula trinitaria: sólo en el nombre de Cristo. Se puede admitir su validez, por dispensación divina, en orden a hacer ver la necesidad de venerar el honor del Nombre humillado de Cristo 23. De suyo, la expresión “en nombre de Jesús,” podría ser una forma de contraponer su bautismo al del Bautista (Hec 19:2-5), a otros bautismos, o simplemente para manifestar la necesidad de recibir el bautismo “cristiano” (Hec 2:38; Hec 8:16; Hec 10:48).
La fórmula trinitaria aparece en todos los códices y en los primeros escritos eclesiásticos 24. Aparece, v.gr., en estos términos en la Didaje (Hec 7:1.3). Pero no se sigue que esta obra lo tome de Mt, sino que era conocida en la Iglesia a fines del siglo i, y en círculos próximos a Mt. Por otra parte, los elementos de la fórmula trinitaria estaban en germen, al menos en Pablo (2Co 13:13; 1Co 12:4-6) 25. Y si se “lee la fórmula trinitaria a la luz del ν. Τ., se reconocerá, bajo una forma sistematizada, un pensamiento muy frecuentemente expresado en los escritos apostólicos, en donde las fórmulas trinitarias sobreabundan.” 26 Mc (1Co 16:16) ¿la omite por desconocerla, o, deliberadamente, por presuponerla por la praxis? ¿Es Mt el que la recoge del ambiente? ¿Influye en esta formulación la práctica litúrgica? Pero ésta, a su vez, ¿de dónde sale? ¿Quién la impuso? Esto hacía pensar a Lagrange que un precepto tan “riguroso” y “universal” vendría de Cristo 27. Pero no habría inconveniente en que la fórmula trinitaria, salida del kérigma y la tradición, hubiese sido formulada por la Iglesia. En los escritos cristianos primitivos aparece usado el bautismo bajo esta doble fórmula. Hubo, pues, un momento en el que fue aceptada – unificada – oficialmente en/o por la liturgia y el Magisterio.
Mas parece que no es fórmula originaria de Cristo. ¿Quién la hubiese inmutado? Por otra parte, el misterio trinitario se fue percibiendo lentamente (Jua 14:9). Seguramente que la fórmula es posterior a la iluminación pentecostal. A la hora – tardía – de la composición de los evangelios ya el problema está resuelto. Acaso no se refleje más por ser conocido de sobra por la praxis cristiana. En cambio, puede compararse contrastándose, con las fórmulas eucarísticas, donde a las fórmulas sacramentales de Cristo se le añadieron algunos aditamentos explicativos.
La fórmula griega del bautismo εις το όνομα, podría significar el bautizar en nombre de (Hec 2:38; Hec 40:48), indicando autoridad, potestad de la Trinidad con la que se hace, o al o para el nombre, en el sentido de consagración del fiel a la Trinidad. En la koine estas partículas pueden tener indistintamente ambos sentidos. Y siendo el evangelio de Mt traducción del arameo, el substractum que supone la partícula le (leshem) puede tener la ambivalencia de sentidos 28.
4) Constante “asistencia” de Cristo a los suyos (v.20b). La última enseñanza de Cristo es su “asistencia” a los suyos “hasta la consumación del siglo.” Esta promesa ¿es directamente a los Once? ¿O hay una paralasis, y la promesa se extiende también a esos otros “discípulos” – Mt lo extendería por la misma naturaleza de los hechos a los fieles de su iglesia – que habían vacilado?
¿Qué significado tiene esta “asistencia” de Cristo? En el vocabulario del A.T. (Exo 3:12; Jos 1:5.9; Isa 41:10; Isa 43:5; etc.) tiene el sentido de asistencia y protección a alguien, para su “misión.” Este es, fundamentalmente aquí, el sentido de esta promesa de Cristo. La garantía para su apostolado es firme, es constante – como constante ha de ser su misión -, y es universal; y todo hasta la “consumación del siglo.” 29

1 Bauer, Griechich-deustches Wórterbuch zu. ΛΓ. Τ. (1937) col.1001; Zorf.1.L. Lexicón graecum N.T. (1931) col.969. – 2 Plutarco, Num – 3 Citado por Bl’ZY en évang, s. St. Matth. (1946) p.351J: J. Ihtox 1., troisieme jour”: Bíblica (1959) 724-761. – 4 Holzmeister, Numquid relationes de resurrecíione Domini sibi contradicunt?: Verb. Dom. (1927) 119-123; Check, The Historicity of íhe Markan Resurrection Narra-tive: Journ. of Bible and Relig. (1959) 191-201; Martixi, // problema storico della risurrezione negli studi recenti (1959); A. Descames, La structure des recits évangeliques de la re’surrection: Bíblica (1959) 726-741. – 5 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.444; F. M. Montagnini, Valde mane una sabbatorum veniunt ad monwnentum: La Scuola L,att. (1957) 111-120. – 6 L’angf de Jahve: Rev. Bib. (1901) 200ss. – 7 Strack-B., Kommentar. I p.649. – 7 Benoit, Passion et. (1966) p.281. – 8 Strack-B., Kommentar. II p.371; cf. Jua 1:46; Jua 2:43; Sal 46:9. – 9 Aen. I 513ss: “Sacudido a un mismo tiempo de alegría y miedo” (Simulpercusus Achates laetitia metuque). – 10 Leal, San Mateo y la aparición de Cristo a Magdalena: Estudios Bíblicos (1948) 17-21, donde se exponen los diversos autores de esta teoría. – 11 O. c., p.23-23. – 12 Sobre el “plural de categoría,” cf. Holzmeister, en Bíblica (1933) 68-95. – 13 Blass-Debrünner, Gramatik des neut. Griechisch (1931) § 335. – 14 J. Leal, San Mateo ν la aparición a la Magdalena: Estudios Bíblicos (1948) 24- – 15 MG 6:728; 6:5 Iss. – 16 K. smyth, The Guará on the Tomb (1961) p. 157-179; M. Cumoxt, Un rescrit imperial sur la violation de sépuliure: Rev. Historique (1930). – 17 Abel, Rev. Bibl. (1930) 567-571. – 18 Vlncent-Aeel, Jerusalem Nouvelle p.376-412; Meisterman, La montagne de la Galilea (1901); Perrella, / luoghi santi (1936) p.441-442; Allo, Le lieu des appari-tions du Christ: Judée ou Galilee?: Mélang. Podechard 1-9; cf. Evans, / wiü go before you into Galilee: Journ. of Theol. Stud. (1954) 3-18. – 19 Levesque, Quelques procedes lütéraires de S. Matthieu: Rev. Bib. (1919) 17-22; Les quatre évangiles (1932) p.328.336-347. – 20 Cf. Simón-Dorado, Praekctiones biblicae N.T. (1947) p.1022. – 20 Βενόιτ, Passion et Resurrection du Seigneur (1966) p.377. – 21 S. Del Páramo, Un problema de exegesis neotestamentaña: Mat 28:17 : Est. Bíblicos (1955) 281-296. – 22 G. Marcell, Theol. Eccl. III,5; Efiíst. ad Caes., citada por Sócrates en su Hist. eccl. 1:8. – 23 ST. Thomas, Summa Theol. 3 q.66 a.6 ad 1. – 24 G. Ongaro, L’autenticitd e integritá del domma trinitario en Mat 28:19 : Bíblica (1938) 267-279; Lebreton, Dogme de la Trinite (1927), nota E, p.599-610; J. Alonso, ¿Hasta que’ punto los elementos del rito bautismal cristiano γ su profundización teológica en el N.T. ¿¿penden de Jesús?: Est. Bíbl. (1965) p.321-347. – 25 K. L. Schmid, en R. H. Ph. R. (1938) p.!32ss. – 26 F. J. Leenhardt, Le bapteme chrétien. – 27 Lagrange, évangile s. S. Matth. (1927) p.545; cf. ED. Massaux, Influence de Vévang. de Sí. Matth. (1950) p.639; cf. S. Justino, Apol. I (Mat 61:3). – 28 Strack-B., Komm. I, p.1054-1055. – 29 R. H. Fuller, The Resurrection of Jesús Christ: Bibl. Research (1960) p.8-24; F. Morrison, Who Moved the Stone? The Evidence for the Resurrection (1962); G. E. Lado, The Resurrection and History: Reí. Life (1963) p. 147-256; R. Prenter, La tes-íimonianza bíblica della resurrezione di Gesú et la critica storica moderna: Protest. (1963) p.65-74.

Fuente: Biblia Comentada

al amanecer del primer día de la semana. El sabbat terminaba oficialmente con el atardecer del día sábado. En aquel momento las mujeres podían comprar y preparar las especias (Luc 24:1). El suceso aquí descrito ocurrió a la mañana siguiente, al amanecer del domingo, el primer día de la semana. la otra María. La madre de Jacobo el menor (vea la nota sobre Mat 27:56).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

28:1 Pasado el día de reposo (después del sábado, FL), al amanecer del primer día de la semana, — Luc 24:1; Luc 24:13; Luc 24:21; Jua 20:1; Hch 20:7.
— vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. – Mar 16:2; Luc 24:1. Estas mujeres observaban la crucifixión: 27, “55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, 56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”; también vieron la sepultura: v 61, “Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro”; ahora llegaron para “ver el sepulcro”. Mar 16:1-20, “2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el Cnt 3:1-11 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? 4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande”.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL GRAN DESCUBRIMIENTO

Mateo 28:1-10

EL sábado, ya tarde, cuando el primer día de la semana estaba empezando a amanecer; María de Magdalena y la otra María vinieron a ver la tumba. Y, fijaos: Hubo un gran terremoto; porque el ángel del Señor descendió del Cielo, y llegó, e hizo rodar la piedra, y se sentó sobre ella. Su apariencia era como un relámpago, y sus vestiduras, tan blancas como la nieve. Los que estaban vigilando tuvieron tal sacudida de miedo que se quedaron como muertos. Pero el ángel les dijo a las mujeres:
-No tengáis miedo; porque sé que buscáis al Jesús Que fue crucificado. Él ya n4 está aquí, porque ha resucitado, como os lo anunció. Acercaos a ver el lugar donde pusieron al Señor. Daos prisa, e id a decirles a Sus discípulos: «Él ha resucitado de entre los muertos;
y fijaos: El va por delante de vosotros a Galilea; allí Le veréis. » Fijaos bien en lo que os he dicho.

Ellas se marcharon a toda prisa de la tumba con temor y con un gozo inmenso, corriendo para darles la noticia a Sus discípulos. Y fijaos: ¡Jesús les salió al encuentro!

-¡Saludos! -les dijo.

Ellas se Le acercaron, y Le abrazaron los pies, adorándole. Entonces Jesús les dijo:
-¡No tengáis miedo! Id a decirles a Mis hermanos que se marchen a Galilea, y allí Me verán.

En el relato de Mateo de la tumba vacía hay algo que encaja característicamente, y es el hecho de que María Magdalena y la otra María fueran las primeras en recibir la noticia del Señor Resucitado y en encontrarse con Él. Ellas habían estado presentes en el Gólgota; habían estado cuando se Le puso en la tumba, y ahora recibían la recompensa del amor: ellas fueron las primeras que experimentaron el gozo de la Resurrección.
Al leer esta historia de las primeras dos personas del mundo que se encontraron con el hecho de la tumba vacía y el Cristo Resucitado, tres imperativos parecen descollar.
(i) Se las desafió a creer. Aquello era tan alucinante que podría resultarles increíble. Demasiado bueno para ser verdad. El ángel les recordó la promesa de Jesús, y las colocó ante la realidad indudable de la tumba vacía. Cada una de sus palabras era una llamada a creer. Todavía sigue siendo un hecho que hay muchos que creen que las promesas de Cristo son demasiado buenas para ser verdad. Esa vacilación solo se puede disipar creyendo en Su palabra.

(ii) Se las desafió a compartir. Una vez que ellas habían descubierto por sí mismas el hecho del Cristo Resucitado, su obligación suprema era proclamarlo y compartirlo con otros. «¡Id a decirlo!», es el primer mandamiento que recibe todo aquel que ha descubierto la maravilla del Jesucristo Que ha vencido a la muerte.

(iii) Se las desafió a regocijarse. El saludo del Cristo Resucitado fue: Jaírete; esa era la palabra normal de saludo; pero su sentido literal es » ¡Regocijaos!» La persona que ha encontrado al Señor Resucitado recibe el privilegio de vivir para siempre en el gozo de Su presencia, de la que ya nada la puede separar.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 28

IV. GLORIFICACIÓN DEL MESÍAS (Mt 28, 00).

1. RESURRECCIÓN DE JESÚS (Mt/28/01-10).

1 Pasado ya el sábado, cuando despuntaba el alba del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a mirar el sepulcro. 2 De pronto se produjo un gran terremoto; porque un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. 3 Su aspecto era como el de un relámpago; y su vestido, blanco como la nieve. 4 Los centinelas temblaron de miedo ante él y quedaron como muertos. 5 Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: Vosotras no tengáis ya miedo; pues bien sé que buscáis a Jesús, el crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado, como dijo. Venid y ved el sitio donde yacía. 7 Ahora id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos, y mirad que va antes que vosotros a Galilea; allí le veréis. Ya os lo he dicho. 8 Ellas se alejaron de prisa del sepulcro, con miedo, pero con gran alegría, y fueron corriendo a llevar la noticia a sus discípulos.

Después del día del sábado, en que debía guardarse descanso general, se ponen de nuevo en camino las mismas mujeres que estuvieron presentes en la sepultura. Solamente se hace la indicación general de que querían mirar el sepulcro. En cambio san Marcos dice que querían ungir el cadáver (Mc 16,1). A primera hora de la mañana, encuentran en el sepulcro al mensajero divino y escuchan su mensaje. Antes se describe la bajada de este ángel. Simultáneamente, con un sacudimiento de la tierra, irrumpe el ángel desde el mundo de Dios y hace rodar la piedra hacia un lado. Su aspecto es glorioso y refulgente, como el aspecto de Jesús transfigurado en el monte. Nadie pudo ser testigo de la bajada del ángel, ni siquiera los centinelas, ya que se estremecieron de temor y quedaron reducidos a la impotencia. Menos aún hubo nadie que fuera testigo de la resurrección. El acontecimiento forma parte de los actos ocultos de Dios, que no se concede contemplar a ningún hombre. Nuestro relato tampoco dice nada sobre este particular, sino que solamente menciona que se hizo rodar la piedra. Basta que la fe de los discípulos y del evangelista sepa que también participaron los mensajeros celestes en el grandioso acontecimiento. Fueron ángeles los que dieron a José la noticia del Mesías niño, y el Hijo del hombre, cuando venga como juez, será acompañado por ángeles. Fueron ángeles los que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto, y los que intervinieron en la salida gloriosa del sepulcro. En su arresto Jesús no ha solicitado ayuda de espíritus celestiales, ahora éstos son enviados después de la obediencia perfecta.

El ángel anuncia a las mujeres lo que dice sin palabras el sepulcro vacío con la piedra que se ha hecho rodar. Es un lenguaje y una promesa divinas. A los hombres se dice de parte de Dios: Ha resucitado. Buscáis al crucificado, pero ya no se puede encontrar a un crucificado. La muerte fue devorada por la victoria. Dios no ha dejado que su santo contemplara la putrefacción. En la muerte de Jesús las señales ya han dicho que ha empezado el tiempo final. Así lo hacen estos signos con voz todavía más alta en la madrugada del primer día. La tierra se estremece, y se abre la cámara de la muerte. Allí un centurión de este mundo ha confesado que Jesús realmente era el Hijo de Dios. Ahora el ángel de arriba anuncia y confirma con seguridad que Jesús dijo la verdad. El nuevo tiempo ha despuntado como último tiempo. La noche se vuelve luminosa como el día, alumbrada por la gloria celestial. La sentencia que Dios hizo caer sobre el pecado en la muerte de Jesús, se convierte en sentencia liberadora de gracia y de vida para todos los que creen.

La segunda parte del mensaje del ángel contiene la orden que se da a los discípulos. éstos están dispersos y se deben congregar. Su fe está quebrantada. Debe ser restablecida con la gran noticia: Ha resucitado de entre los muertos. Otra vez deben peregrinar a la región de donde habían marchado, a Galilea. Jesús ha sido muerto en Jerusalén, en Galilea se aparecerá glorificado a los discípulos. Los que no le vieron muerto, porque habían huido, le contemplarán vivo, cuando hayan regresado a él. Las mujeres escuchan las palabras y se apresuran. Se ha apoderado de ellas el miedo por la aparición del poderoso ángel, el miedo por la irrupción de la divina majestad. Pero además las llena una gran alegría, ya que todo ha tomado otro rumbo. El sepulcro para ellas no vino a ser el paraje de la tristeza y del llanto fúnebre, sino de la alegría y la glorificación jubilosa.

9 Y de pronto, Jesús les salió al encuentro y las saludó: ¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. 10 Entonces les dice Jesús: No tengáis ya miedo. Id a llevar la noticia a mis hermanos, para que vayan a Galilea; allí me verán.

Después del encuentro con el ángel, Jesús sale al encuentro de las mujeres. En el camino de regreso del sepulcro, Jesús se les presenta. Las tradiciones de los Evangelios sobre las apariciones de Cristo resucitado son extraordinariamente múltiples y muy variadas. San Mateo halló esta breve escena y le dio cabida en su Evangelio. El saludo de Jesús es la sencilla salutación cotidiana y no es una solemne bendición. Pero ellas le reconocen y se echan a sus pies para adorarle. Así hicieron ya los sabios ante el niño en Belén. Jesús dice una vez más lo mismo que había encargado el ángel como mensaje para los discípulos. Debían ir a Galilea para contemplarle allí. Jesús habla de sus hermanos con un tono más confidencial que el ángel, que habló de «sus discípulos». Jesús considera de nuevo a los discípulos como hermanos, a pesar del escándalo que habían sufrido por causa suya. La peregrinación a Galilea también los juntará interiormente y luego los unirá por completo con él. Jesús estará entre ellos como Señor viviente, aunque sólo se congreguen dos o tres en su nombre (18,20).

2. LOS CENTINELAS SOBORNADOS (Mt/28/11-15).

11 Mientras ellas se iban, algunos de la guardia llegaron a la ciudad y refirieron a los sumos sacerdotes todo lo sucedido. 12 Pero éstos, en unión con los ancianos, después de acordado en consejo, dieron a los soldados bastante dinero, 13 con esta consigna: Decid: Mientras nosotros dormíamos, vinieron de noche sus discípulos y lo robaron. 14 Y si esto llega a oídos del procurador, nosotros lo convenceremos y conseguiremos que no os pase nada. 15 Ellos recibieron el dinero y procedieron de acuerdo con estas instrucciones. Y esta versión ha corrido entre los judíos hasta el día de hoy.

Este relato resulta todavía más confuso que el de la disposici6n de la guardia (27,62-66). Todo parece estar pensado y calculado con suma prudencia. Apenas el acontecimiento ha cundido y ya lo desautorizan con mentiras. Pero ¡cuántas inconsistencias apuntan! En efecto ¿cómo van a confesar los centinelas que se habían quedado dormidos? Y si Pilato llega a tener noticia de lo ocurrido, ¿cómo podía pasar simplemente por alto esta falta de los centinelas? Además ¿qué interés podían tener los soldados en difundir toda esta historia urdida con tanto esmero? Sin embargo, el infundio persistió durante décadas entre los judíos. ¿Cómo puede producir fruto una semilla que se siembra en un terreno previamente apisonado? El mensaje de los apóstoles sobre lo que ellos mismos habían visto y oído ¿cómo pudo encontrar corazones dispuestos, si antes ya quedaron endurecidos hasta el extremo? Es cierto que se habla en primer término de los jefes del pueblo; los que habían desencadenado el proceso, y han enhebrado y organizado todas las acciones hasta llegar a ésta. Pero la mentira se difunde y envenena al pueblo. ¡Cuán difícil será dar fe a la noticia de la resurrección del Mesías! Satán puede seguir actuando, aunque despunta el tiempo nuevo de Dios.

3. MISIÓN DE LOS DlSCÍPULOS (Mt/28/16-20).

16 Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. 17 Y cuando lo vieron, lo adoraron, aunque algunos quedaron indecisos. 18 Y acercándose Jesús a ellos, les habló así: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Y mirad: yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos.

En Galilea el encuentro otra vez ocurre en un monte. Está tan indeterminado como todos los montes de que antes se habló. En un monte se había proclamado la doctrina de la verdadera justicia (5,1). Por otra parte, desde un monte se publica la orden de Jesús resucitado para el tiempo que ha de durar hasta el fin del mundo. Como Jesús lo ha predicho, están otra vez reunidos todos (26,32), menos el que le entregó. Los once discípulos se hallan alrededor del Maestro, están de nuevo reunidos el pastor y el pequeño rebaño. Miran y se postran en actitud de adorar.

En otra ocasión ya lo habían hecho, cuando por la noche en el lago se les había manifestado Jesús como Señor de los elementos. Se habían postrado en la barca y habían confesado. «¡Realmente, eres Hijo de Dios!» (14,33). Ahora saben con precisión a quién vieron entonces, y saben que Jesús recibió legalmente su confesión. El que ahora está entre ellos, no sólo es el Señor de los elementos, sino también su Señor y el Señor del universo. Se le ha transmitido todo poder en el cielo y en la tierra. El Padre ha recompensado ubérrimamente la obediencia del Hijo. No sólo le han sido confiados distintos poderes, como el de perdonar pecados (9,6), el de enseñar (21,23), poder sobre las enfermedades y demonios, sino toda clase de poder y todo el poder en el sentido ilimitado. En este poder también se incluye su cargo como Hijo del hombre que regresa, y como juez del fin de los tiempos. Esta es la gloriosa confirmación del mesianismo de Jesús, mesianismo que Dios le otorgó y que el mismo Dios puede manifestar.

Lo fundamental de lo que dice Jesús es el encargo que confía a los discípulos de hacer asimismo discípulos a todos los pueblos. Ahora debe estar abierto a todos aquello para lo que fueron elegidos. No se exceptúa ningún pueblo, ni siquiera el obstinado pueblo de Israel. Eso debe suceder de una doble manera, por medio del bautismo y de la enseñanza. Es raro que no se nombren a la inversa estas dos maneras. Para poder bautizarse primero se tiene que creer. Pero aquí debe decirse que el bautismo solo no basta, aunque sea fundamental para la vida del discípulo. El bautismo tiene que acreditarse en la vida según la enseñanza del Maestro. Las dos cosas juntas producirán discípulos que merezcan este nombre.

El bautismo debe efectuarse en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. No será un bautismo penitencial para perdón de los pecados, como el de Juan el Bautista (3,6.11). Tampoco será el bautismo de muerte, al que Jesús tenía que someterse en representación de la humanidad (Mc 10,38s). Este bautismo será un bautismo para la vida con Dios. Se invoca sobre el bautizado el nombre del Padre y por consiguiente este nombre ya realiza de antemano aquello de lo que se hace definitiva donación al fin del mundo, es decir, el obsequio de la filiación de Dios: «Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios» (5,9). En el bautismo deben llegar a ser hijos del Padre, y deben vivir como hijos, tal como lo quiere el Padre. «Así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, el cual hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos» (5,45). Y resumiendo: «Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial» (5,48). Sobre el bautizado se invoca el nombre del Hijo y se establece la unidad de vida con el Hijo. Desde este día en adelante tendrá validez que el que hace una obra buena a uno de sus hermanos más pequeños, lo hace al mismo Jesús. Porque el más pequeño también es hermano entre los hermanos en el mismo Hijo Jesucristo. Especialmente de los apóstoles se podrá decir: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me envió» (10,40). En el juicio Jesús se declarará en favor de los que se han declarado en favor de él, y negará a los que le han negado (cf. 10,32s). El que por amor ha alimentado a un hambriento, ha dado de beber a un sediento, ha vestido a un desnudo, ha visitado a un enfermo o preso, en el juicio experimentará que todo eso fue hecho a Jesús (25,40). Porque Jesús se hizo hermano de todos, y todos han participado en su filiación… (cf. Ga 4, 6s).

Sobre el bautizado se invoca el nombre del Espíritu Santo y se establece la unidad de vida con él. Con el Espíritu de Dios el Mesías empezó su obra, ya que este Espíritu le condujo al desierto (4,1). Con el Espíritu de Dios expulsó a los demonios y así hizo venir el reino de Dios (12,28). Si los discípulos están ante el tribunal por causa del Evangelio, no tendrán que hablar guiándose por la propia prudencia, sino que será «el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros» (10,20). Pero con este Espíritu de Dios podrán recorrer el camino de la imitación, aunque conduzca a la verificación de la entrega de la vida. Entonces ante sus ojos estará Cristo que se ha ofrecido a sí mismo como sacrificio expiatorio en el Espíritu Santo (cf. Heb 9,14).

La instrucción de los bautizados debe contener todo lo que les ha encargado Jesús. Está escrito en este Evangelio, especialmente en los grandes discursos. Son indicaciones del Maestro, enseñanza acerca de los verdaderos discípulos y camino que conduce a la voluntad real de Dios. Contienen el «camino de la justicia» (21,32). Nada de todo eso puede suprimirse, nada se puede añadir ni interpretar en otro sentido, nada puede ser debilitado. El Kyrios resucitado lo confirma solemnemente. La gigantesca obra de llevar la luz a todos los pueblos, no será efecto humano. Sobre todo los discípulos no están abandonados a su propia capacidad ni dependen de sus débiles fuerzas. Muchas veces se mostró en el Evangelio cuán poco pueden hacer los discípulos, cuando se necesita «un poco de fe». Los discípulos tienen en Jesús un poderoso protector. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos. La mirada está dirigida a la amplitud y lejanía de un largo tiempo. Solamente tiene su horizonte allí donde la era actual queda relevada por la venidera. Antes que el Hijo del hombre se manifieste como juez, estará con sus discípulos y sostendrá su actuación. Jesús está presente entre ellos de un modo espiritual y eficiente. No solamente cuando están reunidos alrededor de la mesa y piensan en la muerte de Jesús y comen el santo manjar, sino siempre y en todas partes. La nueva comunidad de la salvación no solamente se declara por doquier partidaria del único Señor, sino que lo tiene en medio de ella.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Mat 27:56; Mat 27:61.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— el primer día de la semana. Es el día que muy pronto se convertirá entre la inmensa mayoría de los cristianos en el día del Señor -el día en que resucitó el Señor-, y que sustituirá como fiesta semanal al sábado judío (ver Apo 1:10). Como primer día de la semana se menciona todavía en Hch 20:7 y 1Co 16:1-24; 1Co 2:1-16 (además de los textos de Mar 16:2; Mar 16:9; Luc 24:1; Jua 20:1; Jua 20:9).

— la otra María: Ver nota a Mat 27:61.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La tumba vacía y el Señor resucitado (cf. Mar. 16:1-8; Luc. 24:1-11). Este no es un relato de cómo resucitó Jesús de los muertos, sino de cómo se supo de su resurrección. La remoción milagrosa de la piedra no fue con el fin de dejar salir a Jesús, sino para dejar entrar a las mujeres para ver la tumba vacía. Cada uno de los Evangelios presenta un relato diferente acerca de cómo se supo del asunto, pero ninguno de estos describe el evento propiamente.

En contraste con los dirigentes judíos, las mujeres habían descansado correctamente el sábado. Ahora podían volver a ver el sepulcro; Mateo no menciona ninguna intención de entrar. Pero la aparición de un ángel del Señor (descrito en lenguaje apropiado para Dios mismo; Dan. 7:9; 10:6) cambió todo. El ángel había llegado para mostrarles que Jesús ya había resucitado, y para ese fin él había removido la piedra y les había mostrado el interior de ese ambiente vacío donde estaba puesto. Las mujeres no debían haberse asombrado, dado que esto era exactamente así como dijo, y el ángel prosiguió recordándoles (7) de una promesa más específica de Jesús, de encontrarse con los discípulos nuevamente en Galilea (26:32). La reacción de las mujeres, con temor y gran gozo, es con toda seguridad una reacción muy natural. El ángel mismo era aterrador (4), y la ausencia del cuerpo era desconcertante. Pero, por menos que ellas lo entendieran, aquí veían esperanza en lugar de desesperación y la promesa de volver a ver a Jesús.

Sus discípulos tendrían que esperar hasta Galilea para ver a Jesús, pero no así ellas. Sólo Mateo menciona su encuentro con el Jesús resucitado en los vv. 9, 10 (abrazaron sus pies, y el mensaje a mis hermanos nos recuerda de María Magdalena en Juan 20:17). En una sociedad en la que las mujeres eran ciudadanas de segunda clase, su prominencia en los relatos de la resurrección de Jesús es notable. Jesús repitió lo que el ángel había dicho, pero con la bella frase agregada de mis hermanos: después del fracaso de los discípulos en 26:56, esto habría comunicado un mensaje vital de reafirmación.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

28.1 La otra María no era la madre de Jesús. Pudo haber sido la esposa de Cleofas (Joh 19:25) o, si se trataba de la madre de Santiago y Juan (Mat 27:56), la tía de Jesús.28.2 La piedra no fue removida para que Jesús saliera, sino para que pudieran ver que había resucitado, tal como lo había prometido.28.5-7 El ángel que anunció las buenas nuevas de la resurrección a las mujeres les dio cuatro mensajes: (1) «No temáis». La realidad de la resurrección trae gozo, no temor. Cuando sienta miedo, recuerde la tumba vacía. (2) «No está aquí». Jesús no está muerto y uno no debe buscarlo entre los muertos. Está vivo y con su pueblo. (3) «Venid ved». Las mujeres pudieron ver la evidencia. La tumba estaba vacía en ese entonces, y lo está también hoy. La resurrección es un hecho histórico. (4) «Id pronto y decid». Tuvieron el encargo de esparcir el gozo de la resurrección. Nosotros también tenemos la responsabilidad de esparcir las buenas nuevas de que Jesús ha resucitado.28.6 La resurrección de Jesús es lo fundamental en la fe cristiana. ¿Por qué? (1) «Como dijo», Jesús resucitó de la muerte. Podemos tener la más absoluta seguridad de que cumplirá sus promesas. (2) La resurrección corporal de Jesús demuestra que el Cristo viviente es soberano en el reino eterno de Dios, no un falso profeta ni un impostor. (3) Podemos estar seguros de nuestra resurrección porque El resucitó. La muerte no es el final: hay una vida futura. (4) El poder que hizo volver a la vida a Jesús está a nuestro alcance para dar vida a nuestra espiritualidad muerta. (5) La resurrección es la base del testimonio de la Iglesia al mundo. Jesús es más que un líder humano: El es el Hijo de Dios.28.10 Por «mis hermanos» Jesús se refería a sus discípulos. Esto mostraba que les había perdonado, a pesar de que le habían negado y abandonado. Su relación llegaría a ser aún más estrecha que antes.28.10 Jesús dijo a las mujeres que dieran un mensaje a los discípulos, que se reuniría con ellos en Galilea, como les había dicho antes (Mar 14:28). Pero los discípulos, temerosos de los líderes religiosos, permanecieron tras puertas cerradas en Jerusalén (Joh 20:19). De modo que Jesús se reunió con ellos primero allí (Luk 24:36) y más tarde en Galilea (Juan 21).28.11-15 La resurrección de Jesús ya estaba causando gran conmoción en Jerusalén. Un grupo de mujeres corría por las calles buscando a los discípulos para darles la noticia maravillosa de que Jesús había resucitado. Al mismo tiempo, un grupo de líderes religiosos estaba maquinando cómo ocultar la resurrección. Hoy se nota todavía una gran conmoción por causa de la resurrección, y hay todavía dos opciones: creer que Jesús resucitó de la muerte, o cerrarse a la verdad negándola, obviándola o suprimiéndola.28.18-20 Cuando alguna persona está muriendo o a punto de partir, sus últimas palabras son importantes. Jesús dejó a sus discípulos estas últimas instrucciones: estaban bajo su autoridad, debían hacer más discípulos, bautizarlos y enseñarles que hay que obedecerlo a El; El estaría con ellos siempre. En misiones previas Jesús había dicho a sus discípulos que fueran sólo a los judíos (10.5, 6, ). A partir de ese momento su misión tendría alcances mundiales. Jesús es Señor de la tierra y murió por los pecados de toda la humanidad.Debemos salir -sea a la próxima puerta o a otro país- y hacer discípulos. Esta no es una opción sino un mandato para todos los que consideran a Jesús como «Señor». No todos somos evangelistas, en el sentido formal, pero todos hemos recibido dones que podemos usar para el cumplimiento de la Gran Comisión. Al obedecer somos confortados en el conocimiento que Jesús siempre está con nosotros.28.19 Las palabras de Jesús afirman la realidad de la Trinidad. Algunas personas acusan a los teólogos de inventar el concepto de la Trinidad. Como vemos aquí, el concepto viene directamente de Jesús. No dijo que debíamos bautizar en los nombres sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La palabra Trinidad no está en las Escrituras pero describe muy bien la naturaleza tres en uno del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.28.19 Los discípulos debían bautizar personas porque el bautismo une al creyente con Jesús en su muerte por el pecado y su resurrección a una vida nueva. El bautismo muestra sumisión a Cristo y disposición a vivir en la forma que Dios quiere.28.20 ¿De qué manera está Jesús entre nosotros? Con los discípulos estuvo cara a cara hasta que ascendió al cielo, y luego por medio del Espíritu Santo (Act 1:4). El Espíritu Santo vendría a ser la presencia de Jesús que nunca los abandonaría (Joh 14:26). Jesús continúa estando con nosotros hoy por medio del Espíritu Santo.28.20 Las profecías y genealogías del Antiguo Testamento en el libro de Mateo presentan las credenciales de Jesús como Rey del mundo; no como el líder político o militar que los discípulos inicialmente esperaban, sino como un Rey espiritual que puede vencer toda maldad y reinar en el corazón de cada persona. Si rechazamos servirle fielmente como Rey, somos súbditos desleales, dignos de ser desterrados del Reino. Debemos dar a Jesús el lugar de Rey en nuestra vida y adorarle como nuestro Señor, Rey y Salvador.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Después”, J17,18,21,22. Para una consideración de “Después del sábado”, véase Ap. 7C.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 1464 Mar 16:1; Luc 24:1; Luc 24:10; Jua 20:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

al amanecer. Era el amanecer del domingo.

la otra María. Era la mujer de Cleofas y madre de Jacobo (Mr 16:1; Lc 24:10; Jn 19:25).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) La misma palabra griega se usa en Luc_23:54 .

1 (2) Cristo resucitó en el primer día de la semana, lo cual significa que Su resurrección trajo consigo un nuevo comienzo con una nueva era para el reino de los cielos. Véase la nota 1 (1) de Jn 20.

1 (a) vs.1-8: Mar_16:1-8 ; Luc_24:1-10 ; Jua_20:1

1 (b) Lev_23:11 , Lev_23:15

1 (C) Mat_27:56 , Mat_27:61

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Pasado el día de reposo. Era ahora domingo por la mañana, y ya podía llevarse a cabo la tarea de preparar el cuerpo de Cristo para una sepultura permanente.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

166 (B) La resurrección y el gran en­cargo (28,1-20).
(a) LA RESURRECCIÓN DE JESÚS (28,1-10). Cf. Mc 16,1-8; Lc 24,1-12; Jn 20,1-10. Tras la vindicación general anticipada en 27,51-54, viene la vindicación personal de Jesús me­diante su resurrección, realizada por Dios, de la muerte corporal. Este acontecimiento, acce­sible solamente a través de la fe, no es todavía la plenitud del reino en la tierra, pero apunta al reino permanente en el cielo. La presenta­ción de Mateo está caracterizada por un incre­mento de la dignidad y el esplendor que superan la fuente marcana. 1. hacia el amanecer. El acontecimiento luminoso comienza en la os­curidad previa al alba. De nuevo, Mateo elimi­na la compra (de aromas, esta vez) como tam­bién la unción, puesto que los guardias se hubieran opuesto a ella. Las mujeres (dos, pa­ra armonizar con 27,61, no tres como en Mar­cos) vienen a mirar y a llorar. 2. gran terremo­to’. Nos recuerda 27,51-54. un ángel: El joven de Marcos se ha convertido en un ángel, hizo rodar la piedra: La piedra que bloqueaba la tumba era el monumento de la victoria de la muerte. Al rodarla y sentarse el ángel sobre ella, se convierte en símbolo de la victoria so­bre la muerte. Como la misma concepción vir­ginal, es un insignificante signo externo de una realidad invisible mucho más grande. 3. blanco: La apariencia del ángel nos recuerda la de Cristo transfigurado (17,2). 4. Cf. 27,54. El temor y el pavor son temas que aparecen en los vv. 5.8. 5. yo sé: Mateo subraya el conoci­miento del ángel; en este aspecto se parece a un buen discípulo (13,51). 6. como él había di­cho: cf. comentario sobre 27,63. Mateo añade la nota del cumplimiento profético, uno de sus intereses fundamentales (cf. 12,40; 16,21; 17,23; 20,19; 26,32). 7. ha resucitado de entre los muertos: Mateo añade esta fórmula del cre­do para hacer explícito el mensaje de la resu­rrección. Omite la mención de Pedro, tal vez porque ya había tratado de él en 16,17-19, pe­ro también porque pretende dirigirse a todos los discípulos como grupo en los vv. 16-20. El hecho de que verían al Señor resucitado en Galilea sugiere: (a) que se les ha perdonado su traición; y (b) que Galilea es el lugar de la vi­sión y de la gracia. 8. corrieron: Mateo acelera el tempo, pero mezcla el temor de las mujeres con una «enorme alegría» (en lugar del éxtasis que hallamos en Marcos). La incoherencia psi­cológica que se manifiesta en la simultaneidad de los sentimientos del temor y de la alegría se ha relacionado con las emociones de quienes están a punto de casarse. Las mujeres se con­vierten en apóstoles de los apóstoles, y su tes­timonio, precisamente por su devaluación en la ley rabínica, llega a ser históricamente creí­ble. 9. Jesús les salió al encuentro: La tradición de una cristofanía o aparición de Cristo resu­citado a las mujeres era bastante conocida en todo el cristianismo primitivo (Jn 20,11-18), pero Mateo añade el v. 10. El gesto de las mu­jeres expresa la adoración, pero también ates­tigua la realidad del cuerpo resucitado (cf. 1 Cor 15,44). 10. El mensaje es un duplicado de los vv. 5.7, pero en esta ocasión Jesús llama a sus seguidores «hermanos», como en Jn 20,17; Mt 12,46-50. En esta alocución está implícito el perdón. El descubrimiento de la tumba va­cía no es absolutamente esencial para la fe cristiana (no se menciona en los credos ni en el kerigma primitivo, p.ej., 1 Cor 15,3-5), pero es un apoyo externo para esta fe. En estricta lógica, la tumba vacía y la resurrección no se exigen mutuamente; Jesús podía haber resuci­tado y su cuerpo seguir en la tumba; Jesús po­dría no haber resucitado y la tumba estar va­cía (se podría haber robado el cadaver). Pero los dos están en armonía y son afirmados por los evangelistas.
(Fuller, R. H., The Formation of the Resurrection Narratives [Filadelfia 1980], Perkins, P., Resurrection [Garden City 1984].)
167 (b) EL INFORME DE LA GUARDIA (28,11-15). Esta sección propiamente mateana reto­ma el hilo de 27,62-66; 28,4, y, junto con ellos, reflejan la apologética y la polémica de los años 80 y 90 d.C., tal como sugiere el v. 15, aunque los encubrimientos administrativos y la compra del silencio con dinero son hechos comunes que se producen en muchos períodos históricos. 11. algunos de la guardia: Los emi­sarios están en contraste con las mujeres evan­gelistas, lo que pone de manifiesto que el mis­mo mensaje puede ser recibido por unos como alegre noticia y por otros como algo desastro­so. 12. buena suma de dinero: cf. 27,3-10. 13. decid a la gente: No contentos con sobornar a los soldados, los dirigentes les piden que mientan y den una excusa por la dejación de sus obligaciones, que podría acarrearles gran­des castigos. Hay un irónico contraste con 27,64. 14. y si llega a oídos del procurador: La planificación escrupulosamente elaborada pa­ra el caso de que no funcionara lo anterior ma­nifiesta las dificultades que presentaba la en­marañada operación. 15. hicieron lo que les habían dicho: Los dirigentes se han convertido en maestros del pecado. La decadencia espiri­tual trata de cubrir su vacío con la fuerza del dinero, entre judíos hasta el día de hoy: La fal­ta del artículo delante del sustantivo «judíos» podría significar «algunos judíos», puesto que este término aparece siempre con artículo en el evangelio. Algunos miembros de la comuni­dad de Mateo aún se sentirían judíos (10,6;15,24), aunque eran judíos que seguían a Jesús en lugar de seguir la halaká de los fariseos y creían en la reunificación del pueblo renovado de Dios con vistas al reino; pero los judíos que seguían a los rabinos de Yamnia estaban obli­gados a rechazar sus pretensiones. La Iglesia de Mateo ya había sido excomulgada por la si­nagoga de Yamnia, pero seguía polemizando con ella. Además, hay un indicio en este ver­sículo de que ya se utilizaban algunos libros tardíos del NT (Hch y Jn) en los que se pre­sentaba a los cristianos como un cuerpo con­trario a los judíos, en lugar de entenderse co­mo un movimiento de renovación dentro del judaismo. Todo el pasaje ofrece un testimonio negativo del peligroso poder de la resurrec­ción: algunos sentían que tenía que suprimir­se a toda costa.

168 (c) EL GRAN ENCARGO (28,16-20). Cf. Mc 16,14-18; Lc 24,36-39; Jn 20,19-23; Hch 1,9-11. Este breve final es tan rico que sería verdaderamente difícil decir más y tanto con el mismo número de palabras. Se ha denomi­nado como una parusía anticipada, un cum­plimiento parcial de la visión que tuvo Daniel del Hijo del hombre. Su género combina ele­mentos de un modelo de entronización del AT con un encargo apostólico. 16. los once discí­pulos: El número alude al terrible final de Ju­das. la montaña en la que Jesús los había cita­do: Es la montaña de la revelación (17,1), donde Jesús los tocó (17,7). 17. vieron: Los discípulos tienen una aparición de Jesús resu­citado, pero más que su aspecto son las pala­bras las que tienen importancia. No se men­ciona la ascensión, porque ha coincidido con la resurrección. Su adoración muestra su fe, que está mezclada con la duda, una experien­cia psicológica común que da esperanza a los hombres de nuestro tiempo. 18-20. Las pala­bras de despedida de Jesús pueden dividirse en tres partes, atendiendo al pasado, al pre­sente y al futuro. 18. toda autoridad… me ha sido dada: Notemos el tiempo pasado y el pa­sivo teológico; es Dios quien ha concedido la autoridad divina a Jesús como Hijo del hom­bre. Esta autoridad es la del reino de Dios (cf. Dn 7,14; 2 Cr 36,23; Mt 6,10). 19. id por tan­to…: El gran encargo misionero afecta al pre­sente. Contiene un mandato general de salir y hacer discípulos, y dos oraciones subordina­das que explican cómo debe realizarse, todas las naciones: La llamada universal se aplica a todos los pueblos incluyendo sus culturas, e incluso a los miembros del pueblo judío que todavía no son discípulos. Tras el particularis­mo de 10,6; 15,24, este mandato nos llega a sorprender, aunque la misión a los gentiles ya se había preludiado en 2,1-12; 4,15.16.23-25; 8,5-13; 10,18; 15,21-28; 22,1-10; 24,14; 25,32; 26,13. Padre… Hijo… Espíritu Santo: Esta fór­mula triádica puede tener sus raíces en el AT, concretamente, en la tríada apocalíptica de Dios, Hijo del hombre o Elegido, y el Angel, que se encuentra en Dn 7, Ez 1 (cf. 1 Hen 14). No se menciona la circuncisión, probable­mente por las razones que encontramos en Hch 15,1-29. 20. enseñándoles a guardar todo cuanto yo os he mandado: Los discípulos de­ben continuar el ministerio de enseñanza de Jesús, estableciendo así el fundamento de la educación cristiana, la teología y cualquier ac­tividad intelectual. La materia de su enseñan­za se encuentra en los grandes discursos del evangelio de Mateo, pero, sobre todo, en el sermón de la montaña, que interpreta todo el AT. Se trata de una tarea tan enorme que el úl­timo versículo tiene que ofrecer una promesa de auxilio futuro. Yo estoy con vosotros: E.d., estoy y seguiré estando. La fórmula de la alianza forma una inclusión con 1,23; cf. 18,20. Jesús es el Emmanuel, la presencia di­vina (shekinah) en medio de su pueblo, para tomar decisiones, estudiar, orar, predicar, bau­tizar y enseñar. El don del Espíritu no se men­ciona explícitamente, en contraste con Jn 20,22; Hch 2,1-4, pero, según Pablo, el Espíri­tu es la presencia de Jesús en medio de noso­tros (2 Cor 3,17). hasta el final del mundo: Se refiere a la llegada del reino de Dios en su ple­nitud.
(Hubbard, B. J., The Matthean Redaction of a Pri­mitiva Apostolic Commissioning [SBLDS 19, Mis­soula 1974], Lange, J., Das Erscheinen des Auferstandenen [Wurzburgo 1973]. Schaberg, J., The Father, the Son and the Holy Spirit [SBLDS 61, Chi­co 1982].)
[Traducido por José Pérez Escobar]

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

La resurrección de nuestro Señor, tema principal de estos versículos ha sido descrita circunstanciadamente por todos los cuatro evangelistas.
Y no debemos sorprendernos de que se dé tanta importancia á ese acontecimiento, puesto que es la prueba más concluyente de que el Cristo satisfizo la deuda que se propuso pagar por nosotros; que libró la batalla que había de librarnos del infierno; y que ha sido aceptado como Sustituto nuestro por el Padre celestial. Si nunca hubiera salido del sepulcro frió, ¿qué seguridad tendríamos de que se habría pagado nuestro rescate? 1Co 15:17. Si nunca se hubiera levantado después del conflicto con el postrer enemigo, ¿qué certeza tendríamos de que había vencido á la muerte y al demonio? Heb 2:14. Pero, á Dios gracias, no se nos ha dejado en duda. Los creyentes pueden con confianza decir como Pablo: » ¿Quién es el que nos condena? Cristo es el que murió: antes el que también resucitó.» Rom 8:34. Muy agradecidos debemos sentirnos de que esta sublime verdad de nuestra religión haya sido probada con tanta claridad.
Es una circunstancia harto notable que de todos los hechos relacionados con la vida de Jesús ninguno es tan innegable bajo todo punto como el de la resurrección. Las pruebas de su verificación son, para todo hombre imparcial, incontestables. Imposible seria convencer de cosa alguna en el mundo al que rehusase creer que Jesús resucitó.
Notemos en estos versículos con cuanta gloria y majestad resucitó Jesús de entre los muertos. Se nos dice que hubo un gran terremoto, y que el ángel del Señor descendiendo del cielo, había quitado la piedra de la puerta del sepulcro y se había sentado sobre ella. Por supuesto que nuestro Señor no necesitaba de la ayuda de ningún ángel para salir del sepulcro; pero Dios quiso que la resurrección fuese acompañada de señales y maravillas. Era conveniente que la tierra se sacudiese y un ángel glorioso apareciese cuando el Hijo de Dios se levantase victorioso.
La resurrección de nuestro Señor es un tipo, á la vez que garantía, de la resurrección de los creyentes. El sepulcro no pudo detenerlo á El después del tiempo señalado, y lo mismo sucederá con ellos. Un ángel fue el testigo de su resurrección, y los ángeles serán los mensajeros que reunirán á los creyentes cuando resuciten. El se levantó con un cuerpo glorificado, y sin embargo real y material, y de la misma manera sus discípulos resucitarán con cuerpos gloriosos, aunque físicos.
Notemos, en seguida, las palabras de consuelo que el ángel dirigió á las mujeres que habían ido al sepulcro. Les dijo: «No temáis vosotras; porque sé que buscáis á Jesús, el que fue crucificado..
Estas palabras tienen un significado profundo: han sido trasmitidas con el objeto de recordarnos que los verdaderos cristianos no tienen porqué alarmarse, cualesquiera que sean los sucesos que en el mundo se verifiquen. Revestidos de la justicia de Cristo, serán hallados sin culpa y sin mancha. Estando á salvo en la única arca, no les sucederá daño alguno cuando el diluvio de la ira de Dios se desencadene sobre la tierra. Entonces se cumplirán las siguientes palabras de nuestro Señor: «Cuando estas cosas comenzaren á hacerse, mirad y levantad vuestras cabezas; porque vuestra redención está cerca.» Luk 21:28.
Observemos, finalmente, el benigno mensaje que el Señor envió á sus discípulos después de la resurrección. Habiéndose aparecido en persona á las mujeres que habían ido á tributar honras á su cuerpo, lo primero de que pensó fue de su pequeño rebaño. Les recomendó á aquellas que fuesen á contar á los hermanos lo que había sucedido. «Id,» les dijo, «dad las nuevas á mis hermanos..
Hay algo muy conmovedor en esas palabras, «mis hermanos.» Débiles, frágiles y pecadores como eran los discípulos, Jesús los llamó » hermanos.» Les consoló como José lo hizo con los hermanos que lo habían vendido, diciéndoles: «Soy José vuestro hermano.» Aunque estaba rodeado de gloria, aunque acababa de Vencer á la muerte, el infierno y el sepulcro, el Hijo del hombre era aún «manso y humilde de corazón..

Fuente: Los Evangelios Explicados

sábados… Gr. sabbáton → §300; semana… Gr. sabbáton → §300.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R646 Ὀψὲ σαββάτων puede significar: tarde el día de reposo, o después del día de reposo (comp. M86; de acuerdo con lo que sigue, y en vista del pasaje paralelo que se halla en Marcos, significa: después del día de reposo -BD164[4]; comp. H471).

T27 Σαββάτων se usa como un plural idiomático que significa: el día de reposo.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Es decir, acabada la semana.

28.1 Lit. del día uno de los sábados. El NTG no registra ordinal sino cardinal, prob. relacionado con g Gén_1:5 nota.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Resurrección gloriosa de Jesucristo. Los ángeles la anuncian a las mujeres que venían a visitar el sepulcro. Aparece el Señor a estas, y les manda que den la nueva a los discípulos. Los mismos guardas dan testimonio de la resurrección del Señor, y los sacerdotes los sobornan para que digan lo contrario. El Señor se muestra a sus discípulos en Galilea, y los envía por todo el mundo a predicar el Evangelio.

1 a. El Evangelista cuenta aquí el día natural de veinte y cuatro horas, desde que el sol sale, hasta que otra vez vuelve a salir, como lo contaban los romanos. Los hebreos lo hacían desde puesto el sol, hasta que otro día se volvía a poner. Y así lo que esto quiere decir es, que se acababa el último día de la semana, y comenzaba el primero de la otra. Jesucristo resucitó la mañana del domingo, como lo cree la Iglesia. San Jerónimo, San Gregorio Niseno, San Agustín y Santo Tomás se han aplicado particularmente a hacer ver, que vespere sabbati se debe explicar pasada la semana, o la noche del mismo sábado; y las otras palabras: quae lucescit in prima sabbati señalan la declinación de esta misma noche, que era el principio y como el rayar de la aurora del siguiente día; esto es, del domingo primer día de la semana siguiente.

2 b. El cual probablemente no se extendería mucho más allá del sitio del jardín, en donde estaba enterrado el cuerpo de Jesucristo. El adverbio idóu, ecce, aunque significa en el mismo tiempo, o de improviso, aquí se debe tomar como partícula afirmativa, y el pretérito como plusquam perfecto, como lo usan los hebreos, porque todo esto que aquí se refiere, no aconteció luego que llegaron las mujeres, sino que había ya sucedido durante la noche; y aunque no se sabe la hora, fue al amanecer o por la mañana, cuando resucitó el Señor, como lo dice expresamente San Marcos (16,9), y se infiere cotejado con Mc 16,2; Lc 24; Jn 20.

c. El Griego: apó tés thúras, de la entrada, o de la puerta.

3 d. El Griego: leukón, blancos.

5 e. San Lucas y San Juan hablan de dos ángeles, que unos quieren que fuesen diferentes de este; y otros, que hablando de uno solo San Mateo y San Marcos, entienden el que de los dos habló a las mujeres. Pero parece más probable lo primero, porque este se nos representa sentado sobre la piedra que cubría la entrada del sepulcro, y los otros dos dentro de él, uno sentado a la cabecera, y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo del Señor (Jn 20,12; véase Mc 16,5).

f. Estas palabras son enfáticas: No temáis vosotras; como si dijera: Teman y queden aterrados los que pretenden oscurecer la gloria de la resurrección de mi Señor; mas vosotras no tenéis por qué asustaros, ni por qué temer. Sé, que ansiosas de manifestarle vuestro amor, venís aquí buscando al que ha sido crucificado, para ungir su cuerpo, y embalsamarlo. San Jerónimo.

6 g. El Griego: ékeito, en donde yacía.

7 h. El Griego: apó tón nekrón, de entre los muertos.

i. Obligándolos así a salir cuanto antes de Jerusalén, y pasar a Galilea para que estuviesen más distantes de todos aquellos que les pudiesen hacer algún daño. San Juan Crisóstomo, Santo Tomás.

8 j. MS. Ayna.

k. El Griego: hós dé eporéuonto apangéilai tois mathetáis autóu, y cuando iban a dar la nueva a sus discípulos. Todo esto no se lee en la Vulgata. Estas mujeres salieron del sepulcro, esto es, de la gruta en que estaba el sepulcro de Jesucristo, y a donde habían entrado por orden del ángel. Este disipó las tinieblas de aquel lugar oscuro, con la luz y resplandor que arrojaba de sí mismo, como observa San Jerónimo. El temor que tuvieron, nacía de la vista del ángel, y del peligro en que se creían estar, porque dudaban de la verdad de las cosas que se les decían. Mas este temor iba mezclado de una extraordinaria alegría por la novedad de la resurrección milagrosa del Salvador, que les parecía increíble. Esto mismo experimentamos muchas veces, cuando deseamos con ansia una cosa, pues apenas la creemos, aun cuando la estamos viendo y tocando.

10 l. ¡Qué palabra tan llena de consuelo y de aliento para aquellos que con tanta cobardía volvieron las espaldas al Señor al tiempo de su muerte!

12 m. El Griego: argúria hikaná, bastante dinero.

13 n. ¿Cómo pueden estos dar testimonio de lo que pasó, si estaban durmiendo? Los dormidos fuisteis vosotros, dice admirablemente San Agustín, enderezando su discurso a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos; porque recurriendo a un artificio tan poco verosímil, descubristeis vosotros mismos la impostura.

17 o. No de su resurrección, sino de si era verdaderamente su Señor, el que entonces se les aparecía.

18 p. Por su muerte, y por haber resucitado triunfando de la muerte, le fue dada por su Padre toda potestad en el cielo para estar sentado a su derecha, y para ser reconocido rey de todos los ángeles; y en la tierra para fundar su Iglesia, componiéndola de todas las naciones, reuniendo en un solo cuerpo todos sus miembros, y reinando soberanamente sobre todas las criaturas.

19 q. Estas palabras, dice San Agustín, De Bapt. lib. VI, cap. XXV, n. 47, son evangélicas, y sin ellas no se puede conferir el Bautismo.

20 r. Después de la instrucción en las cosas de la fe, manda el Señor a sus Apóstoles que enseñen a todos las reglas de las costumbres; porque la vida de un hombre, que esta bautizado, debe formarse sobre las reglas que Jesucristo ordenó a sus discípulos en su Evangelio, y no sobre alguna solamente, sino sobre todas. Porque el que quebranta uno de los preceptos, se hace reo, como si los hubiera quebrantado todos (Stgo 2,10). Y así no basta tener la fe, ni haber recibido el Bautismo, sino que es necesario observar exactamente todo lo que el Hijo de Dios nos ha ordenado por la boca de los Apóstoles, que fueron los ministros de su palabra y los intérpretes de su voluntad. San Jerónimo.

s. El Griego, amén. Sobre la firmeza e inmovilidad de esta palabra descansa la Iglesia, y está asegurada, que ni las potestades del infierno, ni todas las de la tierra podrán prevalecer jamás contra la verdad de su creencia.

Fuente: Notas Bíblicas

[1] Alrededor de havdalah, o a las 6 de la tarde.

[2] El Griego de Strong G4521 puede significar siete días completos de la semana. Aunque mia sabbaton en este caso significa “una semana”, (significando “completa”, no “parcial”) o una de las semanas completas durante la cuenta del omer. También puede significar uno de los Shabbats semanales. Poniendo los dos significados juntos, podemos obtener la siguiente sincronización de la hora de Su resurrección: Después del Shabát entre las las 6 y las 7 de la tarde siendo oficialmente el primer día de la semana, al final del Shabát semanal de los siete Shabbats semanales. (Que ocurre) entre los primeros frutos y la Fiesta de las Semanas. En otros evangélios, el término mia sabbaton significa sólo uno de los Shabbats semanales.

[3] Referencia Shem Tov. De Su Padre YHWH.

[4] Un fascinante conocimiento sobre lo que verdaderamente fue dicho.

[5] Referencia Shem Tov.

[6] Referencia Shem Tov.

[7] Todas las naciones Israelitas de los últimos-días.

[8] La lectura original sin lugar a duda no tenía la añadidura más tardía Trinitaria.

[9] La Torah.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[17] Sobre la realidad del cuerpo.[19] Los santos padres deducen de estas palabras una prueba de la Trinidad de las Personas Divinas y de la unidad de su naturaleza.

Fuente: Notas Torres Amat