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Comentario de Mateo 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea

3:1 En aquellos días vino Juan — Mateo no dice nada de la familia de Juan, pero según Luc 1:36 Elisabet, madre de Juan, era parienta de María, la madre de Jesús, pero no se puede afirmar que Juan y Jesús eran primos hermanos. Mateo empieza su relato hablando de la predicación de Juan.

— el Bautista (11:11; 14:2, 8; 16:14; 17:13; Mar 6:24; Mar 8:28; Luc 7:20; Luc 7:33) — No conviene escribir la palabra «bautista» con mayúscula, porque no es un título, sino una explicación de lo que Juan hacía: dice Mar 6:24, «Juan el bautista» (BAPTISTOU, el que bautiza). Es correcto decir bautizador (compárese «Simón el curtidor» (Hch 10:6). Se llamaba bautista porque era el primero que recibió el mandamiento de Dios de bautizar a los hombres. Muchos afirman que los judíos bautizaban a los prosélitos, pero no lo pueden probar o confirmar. Esta práctica aparece en la literatura de los judíos años después. Marcos (7:4) habla acerca de «los lavamientos (bautismos) de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos», pero no habla del bautismo de los prosélitos. Heb 9:10 habla de «diversas abluciones (bautismos), (lavamientos rituales, LBLA). Los bautismos de Heb 6:2 se incluyen en «los rudimentos de la doctrina de Cristo» (p. ej., el bautismo de Juan, el bautismo de la Gran Comisión, el bautismo con el Espíritu Santo).

— predicando (KERRUSON, Juan, heraldo del Rey, proclamaba el mensaje de que el reino se había acercado)en el desierto de Judea, — «por toda la región contigua al Jordán» (Luc 3:3). El primer capítulo del evangelio según Lucas nos dice acerca de la predicción del nacimiento de Juan y de los detalles de su nacimiento. Mateo, Marcos y Lucas describen su ministerio. El apóstol Juan enfatiza el testimonio de Juan acerca de Jesús (1:19-34; 3:26-30). Juan fue el último de los grandes profetas del Antiguo Testamento. De él Jesús dijo, «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor que él» (Luc 7:24-28). «El es aquel Elías que había de venir» (Mat 11:14).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

en aquellos días. Luc 3:1, Luc 3:2.

Juan el bautista. Mat 11:11; Mat 14:2-12; Mat 16:14; Mat 17:12, Mat 17:13; Mat 21:25-27, Mat 21:32; Mar 1:4, Mar 1:15; Mar 6:16-29; Luc 1:13-17, Luc 1:76; Luc 3:2-20; Jua 1:6-8, Jua 1:15-36; Jua 3:27-36; Hch 1:22; Hch 13:24, Hch 13:25; Hch 19:3, Hch 19:4.

predicando. Isa 40:3-6; Mar 1:7; Luc 1:17.

en el desierto de Judea. Mat 11:7; Jos 14:10; Jos 15:61, Jos 15:62; Luc 7:24.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Juan predica: su oficio, vida, y bautismo, Mat 3:1-6.

Reprende a los fariseos, Mat 3:7-12,

y bautiza a Jesús en el Jordán, Mat 3:13-17.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Como precursor de Cristo, Juan el Bautista precedió al Señor Jesús en su nacimiento, ministerio y muerte. Lucas describe el nacimiento de Juan (Luc 1:1-80), pero Mateo va directamente a la narración de la proclamación de Juan sobre la venida del Reino de los cielos. Juan es llamado el Bautista orque bautizaba a la gente. A diferencia de la práctica común de los prosélitos y judíos de administrarse limpieza ceremonial a sí mismos, Juan bautizaba a quienes venían a él profesando arrepentimiento e identificándose con su mensaje.

 EN PROFUNDIDAD

Jesús el nazareno

Los políticos de los días de Jesús forzaron a José a mudarse con su familia. Escaparon de Belén a Egipto. Regresaron a Israel pasando por las afueras de Judea, para finalmente reinstalarse en la relativamente pacífica región de Galilea, en el pueblo de Nazaret. Mateo ve la providencia de Dios en estas mudanzas. Miq 5:2 había profetizado que el Mesías vendría de Belén (Mat 2:6), y Mateo citó otra profecía, Él «habría de ser llamado nazareno», lo que se cumplió con la mudanza de José a Nazaret (Mat 2:23). Una búsqueda exhaustiva en las Escrituras revela que las palabras específicas de esta profecía no se encuentran en ningún profeta del AT.

Existen dos grandes explicaciones para este misterio bíblico. Algunos le han seguido la pista al origen de la palabra nazareno hasta la palabra hebrea que se usa para «rama» o «renuevo». Los profetas usan la palabra rama para hablar de la venida del Mesías. Por ejemplo, Isa 11:1 afirma que el Mesías saldría de la «raíz» de Isaí, como un «renuevo» (Isa 53:2). Como un árbol que ha sido cortado, la línea genealógica real de David se destruyó en la cautividad de Babilonia; sin embargo, una ramita brotaría del tocón. Este es Jesús, un descendiente de David y Rey de reyes. Otros apuntan al plural «profetas» en Mat 2:23 como una indicación de que Mateo no se estaba refiriendo a una profecía específica sino a un concepto que aparece en diversas profecías concernientes al Mesías.

El pueblo de Nazaret albergó a la guarnición romana en la parte norte de Galilea. La aversión que tenían los judíos por los romanos era tan extrema que la mayoría de los judíos evitaba cualquier asociación con Nazaret. En efecto, se pensaba que el pueblo judío que vivía en Nazaret estaba «asociándose con el enemigo». En ese tiempo, llamar a alguien «nazareno» indicaba un absoluto desprecio por esa persona.

Por haber venido de Nazaret, Jesús era menospreciado a los ojos de muchos judíos. Incluso los discípulos de Jesús albergaron malos sentimientos con respecto a la gente de Nazaret. Cuando Natanael oyó que Jesús era de Nazaret, se mofó diciendo: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jua 1:46.) El hecho que Jesús fuera menospreciado debido a su trasfondo nazareno se ajusta apropiadamente con diversas profecías del AT. acerca del carácter humilde del Mesías (Sal 22:6-8; Isa 42:1-4; Miq 5:2).

Ya sea que la palabra nazareno esté asociada con las profecías del Mesías como la «rama», o con las profecías generales del carácter humilde del Mesías, la audiencia de Mateo, aparentemente judía en su mayoría, tiene que haber visto claramente la asociación. De lo contrario, Mateo hubiera dado más explicaciones.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 3.

La predicación del Bautista preparando a Israel a la recepción del Mesías.
3:1-12 (Mar 1:1-8; Luc 3:1-18; Jua 1:19-36).
I En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2 diciendo: Arrepentios, porque el reino de los cielos está cerca. 3 Este es aquel de quien habló el profeta Isaías cuando dijo: “Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas.” 4 Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a la cintura y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 5 Venían a él de Jerusalén y de toda Judea y de toda la región del Jordán, 6 y eran por él bautizados en el río Jordán y confesaban sus pecados. 7 Como viera a muchos saduceos y fariseos venir a su bautismo, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza? 8 Haced frutos dignos de penitencia, 9 y no os forjéis ilusiones diciéndoos: Tenemos a Abraham por padre. Porque yo os digo que Dios puede hacer de estas piedras hijos de Abraham. 10 Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto será cortado y arrojado al fuego. II Yo, cierto, os bautizo en agua para penitencia; pero detrás de mí viene otro más fuerte que yo, a quien no soy digno de llevar las sandalias; él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. 12 Tiene ya el bieldo en su mano y limpiará su era y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.

Con este capítulo comienza la vida “pública” de Cristo.
La aparición de Juan predicando es un momento de importancia capital y que destacan los cuatro evangelistas. Lucas lo pone “morando en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” (Luc 1:80). Allí se preparó en la austeridad y penitencia para su misión sobrenatural. Una moción especial le hizo comprender que el momento de su actuación había llegado.

El Escenario.
Juan actúa en el “desierto de Judea.” Es una zona abrupta, pedregosa y estéril, de 80 kilómetros de largo, 20 de ancho y 1.700 kilómetros cuadrados de superficie l. Como a este lugar difícilmente podrían ir a buscarle las multitudes de que habla el evangelio, Lucas da la explicación. “Vino – dice – por toda la región del Jordán, predicando el bautismo de penitencia” (Luc 3:3). En ella abundan los poblados. Juan era un predicador “volante.”
En la elección del “desierto” para esta preparación influyó una razón de tipo ambiental. Los documentos de Qumrán han hecho ver que esta comunidad se había retirado al desierto precisamente para esperar allí la hora mesiánica. Dice la Regla de la comunidad: “De acuerdo con estas determinaciones, se alejarán de los hombres impíos para ir al desierto y preparar allí el camino de El (Dios), como está escrito: ‘En el desierto, preparad el camino de Yahvé., allanad en la estepa el sendero a nuestro Dios” 2. Es probable que Juan hubiese tenido algún contacto con estas comunidades también por el ansia de expectación de ambos por el inminente mesianismo. Muchos pensaban que del desierto vendría el Mesías (Josefo). Era la evocación del Israel del desierto. Aunque los esenios/ Qumrán y el Bautista tienen actividades distintas, es muy posible que el Bautista hubiese tenido contacto con ellos en su niñez/juventud. ¿Qué iba a hacer solo “en los desiertos” (Lc) donde moraba? Los esenios… «adoptan niños de otros en una edad bastante tierna, para que reciban sus enseñanzas…» Pudo haber sido una especie de “postulante,” pues en los esenios podían salirse (Josefo, Vita 2). Los “bautismos” de Juan; las “langostas silvestres”; el Documento de Damasco (Luc 14:15) dice como han de tomarse; lo mismo que el no tomar licor fermentado. Los esenios tomaban tirosh – jugo de uva dulce. En Qumrán se dice que las “purificaciones” eran un rito externo que no quitaba la culpa moral2. Todos éstos son datos comunes.
Juan, sin embargo, ejercía su actividad “por toda la región del Jordán, predicando el bautismo de penitencia para el perdón de los pecados” (Luc 3:3). Esto provocó un gran movimiento de masas, pues “venían a él de Jerusalén, y de toda la Judea, y de toda la región del Jordán” (Mat 3:5; Mar 1:5). Y el cuarto evangelista añade que llegó hasta Betania, en TransJordania (Jua 1:28) y Ainon (Jua 3:23), en Cisjordania, identificada por Eusebio, a fines del siglo IV, en su Onomasticón 3, a 12 kilómetros al sur de Beisán (Escitópolis). Eran razones de apostolado y de conveniencia para ejercer el bautismo en determinados lugares. Posiblemente las crecidas del Jordán le llevaban a determinados vados, que se prestaban mejor para ejercer estos bautismos de inmersión, como en el caso de Ainón, “donde había mucha agua y venían a bautizarse” (Jua 3:23).
Los tres sinópticos al presentar al Bautista evocan este pasaje de Isaías, aunque a Mateo le baste para su idea citar tan sólo el primer versículo:

“Una voz grita:
Abrid camino a Yahvé en el desierto,
allanad en la soledad el camino de nuestro Dios.
Que se rellenen todos los valles
y se rebajen todos los montes y collados;
que se allanen las cuestas y se nivelen los declives.
Porque se va a mostrar la gloria de Yahvé,
y la verá toda la carne a una” (Isa 40:3-5).

Alude el pasaje a la vuelta de la cautividad de Babilonia. Yahvé los conduce. Por eso habrán de preparar el camino por donde van a pasar. Yahvé, que se identifica aquí con Cristo, volvía de nuevo a reinar en Israel. El Bautista era su precursor, que anunciaba la inminente llegada del Reino, por lo que la preparación debía ser más bien de las vías morales. Sin embargo, se adapta el texto a la situación geográfica del Bautista al decir: “Voz del que clama en el desierto.” 4 Qumrán, antes se citó, utiliza el texto a este propósito.

Descripción del Bautista.
La entrada en escena es abrupta, al estilo de Elias, al que se lo asimila (1Re 17:1).
Mateo y Marcos, al describirlo, dicen que aparecía con un vestido tejido de “pelos de camello.” Es un tejido áspero y duro, como lo usan aún los actuales beduinos palestinos. Y usaba, además, “un ceñidor de cuero.” Flavio Josefo, unos veinticinco años después de esta escena, se retiró a hacer vida con un ermitaño llamado Banno, que vivía “en el desierto” y vestía de lo que “producían los árboles.” 5 Todo ello era reflejo de un sentido de austeridad profética y que recuerda a Elias: “Era un hombre vestido con pieles y con un cinturón de cuero a la cintura” (Rev 1:8; cf. Zac 13:4). Es, además, un intento evocador deliberado: presentarlo como el profeta (Luc 1:76) Elias, que habría de presentar al Mesías. Es la manera de evocar en el Bautista su realidad y signo “escatológico.”
Su alimento eran las langostas o “saltamontes” (άχρίδες) y la miel silvestre. Los primeros eran conocidos en la antigüedad como comida. El Levítico (Luc 11:22) los cita como animales no inmundos, y también la Mishna, donde se hace una más precisa distinción entre langostas inmundas y no inmundas 6. San Jerónimo dirá que eran, en sus días, el alimento de los pobres y, sobre todo, de la gente nómada y beduina 7. Los comerciantes “las rociaban con vino para darles un aspecto más atrayente.” 8 Aún hoy día los árabes las comen. o también las secan para conservarlas 9. El “Documento de Damasco” (Luc 12:14) señala, como alimento de la secta, las “langostas.”
La miel silvestre, que aparece citada varias veces en la Escritura, pudiera ser bien la que las abejas dejan libremente en las cavidades de las rocas o la de exudaciones de ciertos árboles I0. Hipócrates cita a las de los cedros y Flavio Josefo la de las palmeras de Jericó 11. Ninguna de éstas es la aquí referida, ya que a orillas del Jordán ni hay rocas ni flores, por lo que no sería un alimento vulgar 12. Sin embargo, a la transpiracion de un arbusto, la Tamarix mannifera, se la llama también miel silvestre 13, y estando los bordes del Jordán cubiertos de ella, “pensamos que son estos arbustos los que proporcionaban a Juan una comida insípida.” 14 Del ermitaño Banno, con el que Josefo hizo temporalmente vida de retiro, dice que se alimentaba sólo de las “cosas que se producían espontáneamente.” 15
Por Lucas (Luc 1:15; Luc 7:33) se completa esta figura de austeridad. Dice que “no comía pan ni bebía vino ni licores embriagantes.” Era una vida de austeridad consagrada a Dios. Evoca al”nazir.”

El oficio del Bautista.
Juan tenía un triple oficio:
a) Exhortar a la penitencia, “porque llega el reino de los cielos.” Penitencia que no se refiere propiamente a los actos penitenciales o ascéticos, sino a un cambio de mentalidad, de ser (μετάνοιαν) (ν. 11) que responde al verbo hebreo shub, volverse, con el que los profetas exhortaban al pueblo a volverse a Dios, a “convertirse.”
b) Administrar el bautismo. Fue esto tan característico en él, que los evangelistas le llaman el Bautista. Y también Josefo 16. Su bautismo era de agua y se realizaba por inmersión, como sugiere la misma palabra bautizar y como se ve en el bautismo de Cristo, quien, “después de bautizado, subió del agua.”
Estos ritos purificatorios eran normales en la Escritura (Eze 36:25; cf. Zac 13:1) y en el ambiente de entonces. Los esenios tenían sus purificaciones diarias 17, y por los descubrimientos de Qumrán se sabe que los miembros de la comunidad tenían “purificaciones rituales” 18, conociéndose también el “bautismo de los prosélitos,” de los gentiles que querían pasar al judaísmo, y en el cual se les cubría de agua hasta la cintura 19.
Juan no necesita copiar su bautismo de elementos extraños, pues “vivía y se movía en la esfera del A.T., y su bautismo se inspiraba ciertamente en las profecías del mismo” 20. Pero el elemento absolutamente diferencial era un bautismo de renovación moral en orden a recibir al Mesías.
c) Confesión de los pecados por parte de los bautizados. Confesiones públicas y oficiales se conocen ya en la Ley, como la de la fiesta de la Expiación, en la que el sumo sacerdote confesaba públicamente “todas las culpas, todas las iniquidades de Israel” y otras (Jue 10:10; 1Sa 7:6; 1Re 8:47; Esd 9:6-7; Jer 3:25). También las había personales y de pecados concretos (Num 5:7; Eco 4:31; Hec 19:18). En el bautismo de Juan debieron de ser muy varias, aunque individuales. Al borde ya de la era cristiana, en el día de la Expiación, los particulares estaban invitados a confesar sus pecados propios, sobre todo los que fueron en perjuicio del prójimo; lo mismo que el condenado a muerte y otros 21. Un ejemplo de lo que pudieron ser estas confesiones colectivas puede darlo la confesión que hacía un rabino del siglo III (d.C.): “Señor, yo pequé y obré mal; perseveré en el mal y anduve por caminos de extravío. Pero ya no quiero volver a hacer lo que hice hasta ahora. Perdóname, ¡oh Yahvé, Dios mío! todas mis culpas y pecados.” 22
Este bautismo, tan sólo de agua, excitaba a “convertirse”; Cristo, que viene detrás de él, lo hará “en Espíritu Santo y fuego.” Flavio Josefo, hablando del bautismo de Juan, dice: “No se lo usaba para expiación de los pecados, sino como limpieza del cuerpo, cuando las mentes habían sido purificadas antes por la justicia.” 23 En Mc (Hec 1:4) se habla de un bautismo en el que “confesaban sus pecados” (αμαρτιών); en Mt (Hec 3:11) se habla de un cambio de mente (εις μετάνο(αν). No deben ser conceptos distintos.

La Predicación “Escatológica” del Bautista.
Esta sección es omitida por Me; en cambio, la traen con gran paralelismo Mt y Lc. Procede de la fuente Q. Lc las dirige a todos.
Como viese a muchos saduceos y fariseos venir a su bautismo, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza?” Les llama así, pues, a semejanza de la víbora, que es pequeña y parece inofensiva y su mordedura muy venenosa, ellos, con su doctrina, esterilizan la Ley de Dios hasta llegar a “traspasar el precepto de Dios” por sus tradiciones y doctrinas de hombres (Mat 15:3).
Los fariseos. – En la época de Cristo, los fariseos aparecen bien definidos. Josefo dice que eran unos seis mil24. No eran un partido político ni propiamente una secta religiosa, como si tuviesen creencias distintas que las del pueblo judío, sino gentes especialmente celosas del concepto teocrático de Israel y de la Ley. Y con objeto de mantener ésta en su estricto valor, recogieron de la tradición y prescribieron una serie de reglas a las que había que atenerse para el perfecto cumplimiento de la Ley. Esto los venía a aislar moral y, hasta en ocasiones, materialmente – vestidos, filacterias, modos de orar, etc. – del resto de la comunidad judía. De aquí que, primero, los llamasen “separados” (pherishim), y luego ellos lo tomasen por denominación honorífica del grupo. Para ellos la religión era, sobre todo, la práctica material de la Ley y de sus innumerables prescripciones, y despreciaban a los que no se dedicaban al estudio de la misma; considerándose por ello como los únicos que amaban a Dios, vinieron a caer en un orgullo desmedido.
Sin embargo, como externamente se conducían escrupulosamente conforme a ella y su conducta con el pueblo era más benévola que la de los saduceos 25, incluso por su mayor clemencia como jueces, gozaban de gran prestigio ante el pueblo, siguiéndolos éste en las cosas religiosas, y tal era el favor que les dispensaban que se les creía sin más, aun “cuando dijesen algo contra el rey o el sumo sacerdote.” 26
Con esta mentalidad es natural la guerra que desde el comienzo hicieron a Cristo, que traía la religión “del espíritu y de la verdad,” de la negación y de la humildad. Como también se comprende su actitud ante el Bautista: recibían su bautismo para aparecer celosos de la virtud, pero al mismo tiempo con las malas disposiciones interiores, por no ser cosa que hubiesen establecido ellos ni por pensar cambiar ni recibir la penitencia que predicaba él, puesto que sólo ellos estaban en las vías de la verdad y de la santidad 27.
Los saduceos. – Es oscuro su origen y su mismo nombre. Se supone que, al menos nominalmente, proceden de Sadok, sumo sacerdote. De él se habría prolongado una poderosa familia “sadokita” o saducea, con influencia política y agrupada en partido. Sin embargo, hay autores que niegan el origen de este Sadok o de otro personaje o fundador que diese origen a la secta 28. En la época de Cristo aparecen como partido político. Consta que admitían los libros de la Escritura, aunque hay autores que afirman que sólo admitían el Pentateuco 29. Sin embargo, negaban la existencia de los ángeles, la inmortalidad del alma, la resurrección de los cuerpos y, en consecuencia, las sanciones de la otra vida. Y negaban también algo muy importante para los fariseos, que eran las “tradiciones de los padres” 30
Con esta concepción religiosa procuraban aprovecharse lo más posible de esta vida. Por ello se aliaban con la autoridad imperante que les facilitase los puestos de mando y los negocios. En la época del ν. Τ., el cargo de sumo sacerdote casi siempre lo ocupaba un saduceo. Esta “secta” tuvo muy pocos adheridos, pero a ella pertenecían los personajes más notables y los más ricos. Por ello solían tener muchos puestos, y de gran influencia, en el Sanedrín31. Desde los puestos oficiales solían aceptar en su práctica externa las opiniones de los fariseos, puesto que, de lo contrarío, el pueblo no los hubiese tolerado 32. Por ello, tenían ante él muy poco ascendiente y poco influjo. Sin embargo, cuando ven las pretensiones me-siánicas que reclama Cristo y la posible restauración del trono davídico – por interpretación errónea del mesianismo espiritual que trae -, lo mismo que por temor a las intervenciones romanas y a pérdidas de sus puestos y situaciones privilegiadas, se aliaron con los fariseos para dar muerte al Señor 33.
Este “materialismo” de creencias, superficial y externo, que había llegado al extremo de hacerles creer que por ser descendientes de Abraham no podían ir al infierno 34, explica el discurso de Juan, que traía un cambio de pensamiento y de ser. Para nada cuenta el ser hijo de Abraham. Si así fuera, Dios podría sacar de las piedras hijos de Abraham, grafismo hiperbólico para expresar un contraste muy fuerte, una imposibilidad. La imagen pudo incluso haber sido sugerida entre banim, hijos, y abanim, piedras 35.
Ya se aplicó – anuncia y amenaza Juan – el hacha a la raíz de los árboles; el árbol que no produzca buen fruto va a ser cortado y arrojado al fuego. Será extirpado todo él, y esto va a afectar a todos – judíos vulgares o fariseos -. Entrañaba esto una predicación “escatológica.”
Era creencia en Israel, anunciada por los profetas (Joe 3:1-16; Sof 1:14-18; Mal 3:1-3), que a la instauración mesiánica precedería un terrible juicio. De él se hacen eco los “apocalípticos” 36, lo mismo que los escritos rabínicos 37. Si el concepto de este juicio era oscuro, viéndose que precedería a los días mesiánicos, se hizo centro del mismo al Mesías. Todo lo cual vino a cuajar en la frase: “Los dolores (para la manifestación) del Mesías.” 38 Este juicio se va a realizar ante su venida. Los que no hagan penitencia (μετάνοια) de transformación y rectitud moral y se orienten así hacia El, perecerán al no ingresar, culpablemente, en su reino. El castigo, sin precisiones, se anuncia con la metáfora de “fuego,” siguiendo el cursus de la parábola de los árboles y los frutos. El hacha puesta a la “raíz” indica que va a afectar la prueba o castigo a todo el sujeto.
Se propone también una interpretación eclesial. El E.S. = purificación; el “fuego” = castigo premesiánico. El bautismo aquí tendría un cariz eclesiológico, y escatológico relativo. Cristo va a realizar un juicio inmediato a la instauración del Reino. Con esta penitencia/purificación se tendrá fuerza para superar ese juicio-castigo. Mt tiende a establecer aquí los principios por los que ha de regirse el que desee obtener la verdadera justicia. Esta, en Mt, sólo puede lograrse superando un doble juicio: 1) al realizarse el primero se abren las puertas de la Iglesia (Mensaje del Bautista); 2) con el segundo, al fin de los tiempos, se abren las puertas del cielo (Mensaje de Cristo) 38.

El bautista proclama la excelsa dignidad del Mesías sobre él.
Lucas es quien da la razón de esta confesión del Bautista (Mal 3:15). Se había producido en torno suyo un gran movimiento de masas que acudían de Jerusalén, Judea y de toda la región del Jordán. Josefo mismo lo acusa, hasta el punto, dice, que” Herodes (Antipas) temió que la gran autoridad de aquel hombre le pudiese traer una defección en sus súbditos.” 39 Hacía tiempo que no había en Israel profetas, y las gentes llegaron a pensar si Juan no sería el Mesías (Jua 1:20-25), pues, además de todo lo grande que rodeaba a su persona, decía que “ya llegó el reino de los cielos.”
Ante esta expectación del pueblo, Juan confiesa quién es él y quién es Cristo. Se siente en todo ello la apologética – historia – de la Iglesia primitiva sobre la inferioridad de Juan ante Cristo, a causa del prestigio del Bautista. Lo hace con triple confesión:
a) El bautiza sólo con “agua.” Era superficial, excitante a la penitencia, pero sin eficacia sacramental santificadora 40. El de Cristo es en “Espíritu Santo y fuego.” La lectura es, sin duda, primitiva. “Fuego,” la gran purificación ritual y profunda en la Ley. “En Espíritu Santo” es, seguramente, una adición explicativa del Mtg. “El os bautizará en Espíritu Santo, que es un fuego devorador, santificador, capaz de consumir todas las impurezas y de santificar las almas purificadas.” 41 Era el bautismo de los días mesiánicos según la profecía de Joel (Jua 2:28-30; cf. Hec 2:16.21-33). Cristo, que bautizará así, es el Mesías. Pero, además, Yahvé (Dios) es en el A.T. quien derrama el Espíritu Santo 42 (Isa 44:3; Joe 2:28; Zac 12:10); por eso Cristo, al ejercer las funciones reservadas a Dios, es nueva sugerencia de su divinidad.
b) En la segunda confesión, Juan se proclama servidor y “esclavo” de Cristo. El llevar las “sandalias” o “desatar sus correas” es función de esclavos, como se lee en los escritos rabínicos 43. La razón es que tras él, viene “uno más fuerte” (ó ισχυρός). Aquí, en función de Mc (Zac 3:27) y Lc (Zac 11:12) se expresa al Juez escatológico – Mt también lo describe así – y al gran Liberador. Se está en el comienzo “escatológico.”
c) En la tercera, con esa alegoría tomada de la vida real palestina y usada por los profetas (Amo 9:9) 44, Juan señala que Cristo es el Señor, el Juez que criba y juzga las conductas de los hombres, bien de Israel, bien de todo el mundo. Poderes que en el A.T. se atribuyen a Yahvé (Dios), con lo que Juan coloca a Cristo en una esfera totalmente superior a la suya y trascendente. El juicio a que se refiere debe de ser el “juicio final” 45, pues el castigo será con “fuego inextinguible” (v.12c).

El bautismo de Cristo por el Bautista,
3:13-17 (Mar 1:9-11; Luc 3:21-22; Jua 1:32-34).
13 Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. 14 Juan se oponía diciendo: Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes tú a mí? 15 Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia. Entonces Juan condescendió. 16 Bautizado Jesús, salió luego del agua. Y he aquí que vio abrírsele los cielos y al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre El, 1? mientras una voz del cielo decía: “Este es mi Hijo el amado, en quien tengo mis complacencias.”

El hecho del bautismo.
La vida oculta de Cristo se desarrolló normalmente en Galilea, y la mayor parte seguramente en Nazaret. Y es interesante notar que lo que era una simple creencia de ambientes más o menos amplios rabínicos y populares, sobre que el Mesías estaría “oculto” hasta el momento de su aparición oficial, se cumple también en Cristo, y de cuya creencia judía se hacen eco también los evangelios (Jua 7:27) 46. Lo mismo que era ambiental su aparición en el “desierto.”
El sitio en que tuvo lugar el bautismo de Cristo es señalado desde el siglo IV, por el “Peregrino de Burdeos” (a.333), en la ribera occidental del Jordán, lo mismo que en el siglo VI lo señala la Carta de Madaba. Corresponde al lugar que hoy se señala, cerca de Jericó, no lejos del convento ortodoxo de San Juan Bautista o Pródromos, y al que los árabes llaman Qasr el-Yehud. Esta localización no es, sin embargo, un hecho arqueológicamente incontrovertido 47.
El bautismo de Cristo por Juan es un hecho histórico que entraña un profundo misterio. En los tres sinópticos se habla del bautismo de Juan con matices especiales: en él “se confesaban los pecados” (Mar 1:5); “eran bautizados en el río Jordán, confesando sus pecados” (τάς αμαρτίας αυτών) (Mat 3:6); vino Juan “predicando el bautismo de renovación (μετανοι’ας) para el perdón de los pecados” (εις αφεσιν αμαρτιών) (Luc 3:3) ¿Cómo es posible que Cristo se acerque a este “bautismo” que, aunque de suyo no perdonaba los pecados, y es lo que sugiere el mismo texto, al decir que el Bautista sólo bautizaba con “agua” pero Cristo bautizaba “en Espíritu Santo y fuego” (Mat 3:11), estaba encuadrado en un ambiente de arrepentimiento de pecados? San Ignacio de Antioquía decía que lo hacía para “purificar el agua bautismal.” 48 Si pudo subir a la cruz, vicariamente por los hombres pecadores, haciéndose “maldición por nosotros” (Gal 3:13), algo parecido podía hacer al comenzar su vida pública de Redentor, con valor “vicario,” autorizando el bautismo de Juan, y conectando con su predicación “preparatoria,” precisamente para que el pueblo recibiese al Mesías. Así se acercó a él para comenzar su vida “oficial.” Por otra parte, acaso no fuese necesario a las gentes el confesar concretamente sus pecados – que Cristo no tenía -, sino hacer simples confesiones genéricas, y que él podía, incluso, recitar en forma “vicaria.”
A esto obedece seguramente el “diálogo” entre Cristo y Juan que aparece, solamente en Mt: eran preocupaciones de la Iglesia primitiva, que no se explicaba a Cristo yendo a este bautismo de “penitencia.” Una visión superficial podía hacer ver a Cristo como un “pecador” más que, acaso, se bautizaba para librarse de los castigos anunciados por el Bautista (Mat 3:7) a causa del pecado; y hasta podían pensar, por ello, que se disponía a recibir “al más fuerte” – que no sería él – que anunciaba Juan que venía tras él 49. Y en el “diálogo” se explicaba el porqué de todo esto: “era cumplir toda justicia-plan-de Dios.” El “diálogo” es probablemente una respuesta de la catequesis primitiva a esta objeción, al traducir el contenido real de aquel hecho histórico.
También es interesante destacar que, en él, el Bautista conoce a Cristo-Mesías, pero en Jn (l,29ss) es la “paloma” la que será el “signo” para que Juan lo conozca. Buzy quiso resolver esto con un doble conocimiento aquí expresado: en Mt, el familiar, y en Jn, el oficial50. No deja de ser esto extraño. Una vez retirado el Bautista, de niño, a “los desiertos” (Lc), ¿se habrían vuelto a ver y conocer? Se pensaría en encuentros familiares en las “peregrinaciones” a Jerusalén. Pero si el Bautista estaba aislado en vida de anacoreta, v.g. en Qumrán, podrían no conocerse. De ser esto así, orientaría a la misión que desde la cárcel le envía el Bautista, preguntándose “si él es el que ha de venir o si se espera a otro.” (Mat 11:2ss). No obstante, tendría en contra el relato de Jn, en el que el Bautista lo señala a sus “discípulos.” Sin embargo, no se puede negar, sin más, el que no pueda haber algún artificio literario en el desarrollo de estas “vocaciones.” Se verá en el Comentario a Jn (Mat 50:35ss). En este caso, el problema del “conocimiento” y “desconocimiento” aquí, de Cristo y el Bautista, desaparecería, teniendo en cuenta que este “diálogo” era un modo con el que la catequesis primitiva explicaba la extrañeza de ir Cristo al bautismo de Juan, y el profundo contenido encerrado en él. En todo caso, histórico o literario, su valor didáctico es el mismo.
Pero si el Bautista “conoce” ya a Cristo Mesías, ¿por qué “duda” en la cárcel?; y, sobre, todo, siendo su misión preparar al pueblo a recibir al Mesías, ¿por qué no se pasa él y sus discípulos a los seguidores de Cristo, y, por el contrario, sigue bautizando el y sus discípulos contra el bautismo de los discípulos de Cristo, que lo hacen en su presencia? (Jua 3:22ss). Y esto hace ver retroactivamente el valor de midrash del anuncio del nacimiento del Bautista a su padre Zacarías y de todas las epifanías concomitantes ( Luc 1:5-25; 57-80). De haber sido histórico todo esto, el Bautista tenía que saber que Cristo, su familiar, era el Mesías.

El modo descriptivo del mismo.
Siendo el hecho del bautismo de Cristo un hecho indiscutible, y no una ficción del cristianismo primitivo para justificar el bautismo cristiano – si no hubiese sido un hecho histórico el bautismo de Cristo ¿para qué crear una escena increíble, y que sólo plantearía problemas tan graves a la santidad de Cristo, y a la misma Iglesia? -, cabe analizar el modo descriptivo del mismo, para valorar el género literario a que pertenece, y lograr, en consecuencia, el verdadero intento de los evangelistas con los elementos concretos que utilizan. El bautismo de Cristo fue por “inmersión,” pues aparte que Mt-Mc dicen que “salió,” “subió” (άνέβη) del agua, supone lo mismo el hecho de bautizarse en el Jordán.

Los elementos de los relatos.
Lo primero que se nota son divergencias en los relatos del bautismo, algunas de importancia.
La voz del Padre que baja del cielo para proclamar a Cristo, en Mt se dirige al “pueblo,” en cambio, en Mc-Lc se dirige a él (Cristo), mientras que en Juan esta voz no aparece ni se dirige a nadie; solamente se da el descenso de la “paloma” como “contraseña” a Juan de que Cristo es el Mesías.
Todos los elementos “maravillosistas” que van a aparecer en la narración, u otros semejantes, aparecen como elementos bastante ordinarios en la literatura rabínica: targúmica y apocalíptica. Es en este ambiente, aparte de las divergencias apuntadas, donde se ha de buscar el núcleo histórico y los valores didácticos que lo expresan.
El “abrirse los cielos” (Mt) o “rasgarse” (Mc) es un elemento escenográfico para dar lugar, plásticamente, al paso de la “paloma” y a la “voz” del Padre. Parece inspirarse en Isaías (Jua 64:1): se localiza a Dios en el cielo y se pide que se rasguen los cielos y baje. Se añoraban los antiguos profetas, pero se esperaba una nueva intervención de Dios en la historia. Por eso, al abrirse los cielos, en el contexto penitencial del Bautista, indica que Dios baja para iniciar el tiempo salvador prometido. (Cf. Hec 10:9-11; Ap 4:l; Henoc 71:1).
El Bautista “vio.” Es término técnico para hacerse – recibirse – la descripción de visiones apocalípticas.
El descenso del Espíritu sobre él. – En el A.T., el Espíritu de Yahvé descendía, a veces, móvilmente a profetas, reyes, jueces, Moisés (Isa 63:11), al Mesías (Isa 11:2), al “Siervo de Yahvé” (Isa 42:1). Y hasta se esperaba una efusión escatológica del Espíritu (=acción) (Isa 44:3; Eze 36:25; Joe 2:28ss; Test. Lev. 18:6).
Como (ως) una paloma. Esta forma dé “como” aparece en los tres sinópticos e incluso en Jn (1:32). Pero es característico del estilo apocalíptico el uso de partículas comparativas para indicar la inadecuación entre la realidad y el elemento sensible – visual o auditivo – con que se describe.
La paloma aparece en la literatura bíblica y extrabíblica simbolizando diversas cosas. Pero sugerido por el pasaje de Génesis en el que el Espíritu de Dios se “cernía” sobre las aguas, la paloma vino a ser símbolo del Espíritu Santo. Los rabinos establecen comparaciones entre ella y el Espíritu Santo 51.
Según varias concepciones heréticas, éste sería el momento en que el Verbo se posesiona de Cristo, o que éste adquiere conciencia mesiánica, o de su filiación divina 52.
La voz del Padre. Esta proclama a Cristo “mi Hijo, el Amado” (ó αγαπητός) añadiendo: “en él me complací” (εύδόχησα). La frase la traen los tres sinópticos. Se dice que ese Hijo es “el Amado” (b αγαπητός) por excelencia. Los LXX traducen, ordinariamente, por esta expresión la forma hebrea “Yahid,” el “único.” “El Amado no indica que Jesús sea el primero entre los iguales, sino que indica una ternura especial; en el A.T. – dice Lagrange siguiendo a Welhausen – no hay gran diferencia entre “amado” y “único” 53. Es muy probable que aquí “el Amado” pueda ser equivalente del “único,” o mejor, del “Unigénito,” puesto que habla el Padre. En el ν. Τ. es término que se reserva al Mesías. En cualquier caso, en la perspectiva literaria de los evangelios, máxime a la hora de la composición de éstos, y por la comprensión de los lectores a quienes van destinados, se habla de la filiación divina del Hijo.
El “en quien me complací” (εύδόχησα), probablemente corresponde al perfecto estático semita, que, a su vez, puede corresponder al tiempo presente. Por eso puede traducirse por el “en él me complazco.” Es el gozo del Padre en su Hijo encarnado, en su Mesías y en su obra, conforme a su inspiración literaria de Isaías (42:1), en que toca el tema del “Siervo de Yhavé,” y que confirma abiertamente, más adelante, Mt (12:18) en su evangelio, aunque modificando “siervo” por “hijo.”
Estos elementos, para su valoración interpretativa, vinieron a reforzarse con las aportaciones de los “targumím.” Estos estudios son los que llevaron a F. Lentzen-Deis54 a proponer lo que se sospechaba: que en estas narraciones bautismales de Cristo no se trata, fuera del hecho histórico de su bautismo, de relatar hechos objetivos, ni siquiera los relatos de una “experiencia interna” de Cristo, que sólo él percibe, ni que sean una “teofanía” exterior, ni una “epifanía” ni una “visión de vocación.” Es lo que él llama una Deute-Vision, o sea, una “Visión de interpretación.” Ante la preocupación cristiana primitiva por el hecho y las objeciones que se le planteaban de ir Cristo a un bautismo “de penitencia,” la catequesis cristiana “presenta” lo que es Cristo: no va como pecador, sino, como Mt explícita en el “diálogo,” va para cumplir “toda justicia”: el plan de Dios.
Si a todos estos elementos expuestos, aditivos al hecho fundamental, se le unen los resultados de las investigaciones sobre los “targumím,” la valoración exegética de este episodio se clarea. Los judíos habían perdido en el destierro su lengua, y aprendieron allí y usaban el arameo. Pero en las lecturas sacras de la liturgia sinagogal se leían los Libros Sagrados en hebreo, pero se traducían al arameo, ya que se había perdido la comprensión del hebreo. Mas estas traducciones no eran estrictas, se amplificaban y plastificaban para la mejor comprensión del texto sagrado. Se da un ejemplo, entre otros muchos, de la citada obra de Lentzen-Deis. Es Génesis (22:10). Isaac pide a su padre que le ate bien para el sacrificio, no sea que por miedo se impida o desvirtúe el sacrificio. Es así como se logra centrar el tema en el sacrificio voluntario de Isaac, simultáneamente con el heroísmo de su padre. Luego se describe una “visión”: Isaac levanta los ojos y “ve” ángeles. “Entonces se adelantaron los ángeles del cielo y dijeron entre sí: Venid y vez estos dos justos, únicos en el mundo: uno sacrifica y el otro es sacrificado; el que sacrifica no vacila y el que es sacrificado ofrece su cuello” (o. c., p.203ss). En el targúm Neofiti, en vez de poner que los ángeles hablan entre sí, se dice sobre este pasaje: Entonces salió una voz del cielo y dijo: Venid y vez a estos dos justos” (o. c., p.205) 55.
Otro ejemplo de estas concepciones está en el “Testamento de Leví” (18:6), compuesto entre 109/108 a.C. Dice así:
“Entonces el Señor alzará un nuevo sacerdote, a quien revelará todas las palabras del Señor. Los cielos se abrirán y desde el templo de su gloria vendrá sobre él la santidad, con voz paterna, como de Abraham, el padre de Isaac. Y la gloria del Altísimo será proclamada sobre él, y el Espíritu de inteligencia y de santificación descansarán sobre él.” 56
“Tenemos, pues, en ésta y otras ampliaciones targúmicas, todos los elementos del género literario visión, tal como aparece en el A.T. y en la literatura apocalíptica. Pero una visión que no trata de describir ni una teofanía, ni una epifanía, ni una experiencia interna que Dios hubiera comunicado a Isaac en aquel momento. Es una amplificación del texto bíblico, que tanto el intérprete targúmico como los oyentes, que conocen el texto original, saben que no se encuentra en la Biblia. Esta visión es un género literario para presentar e interpretar a los oyentes de la sinagoga la figura de Isaac, en ese momento importante de su vida. La interpretación no se hace con conceptos abstractos (modo occidental), sino con el recurso literario de la visión (modo oriental), colocada al comienzo de su actividad.” 57
Si éste era el medio ambiente literario en el que se movía el judaismo religioso, no se puede olvidar que a los hoy evangelistas, catequistas, escribas cristianos y pueblo, les había sido normal apelar y oír estos recursos literarios y didácticos, que ellos comprendían igualmente. Por eso, el kérigma primitivo había, lógicamente, de usarlos. De la misma manera que los primeros cristianos judíos retuvieron muchas costumbres judías y otras que las impregnaban de cristianismo; no se olvide lo que significó esto en el orden doctrinal en el caso de los “judaizantes.”
Por lo cual, si todo esto ha de suponerse, hay que preguntarse, ¿cuál era el intento didáctico de todos estos elementos en los que se encuadra la escena histórica del bautismo de Cristo? Algunos ya se indicaron. Pero los dos fundamentales, que se complementan, son el “descenso de la paloma,” que es “el Espíritu de Dios” (Mt), o “el Espíritu Santo” (Lc) o simplemente “el Espíritu” (Mc) y si Mc dice que el Espíritu “descendiendo a él (εις αυτόν) (aunque hay la variante μένον) (Mt-Lc), destacan que “estaba sobre él” (έπ’ αυτόν). Este es el primer aspecto de estos elementos targúmico-apocalípticos: “la visión.” Y al mismo tiempo – segundo aspecto – se oye “una voz del cielo,” que por el contexto es la del Padre, que dice: “Este – o Tú (Mc-Lc) – es mi Hijo, el Amado; en él me complazco.”
Estos dos aspectos son, conforme al estilo, convergentes y complementarios, orientan la interpretación. Llevan a presentar a Cristo, no sólo como el verdadero Hijo de Dios, por filiación divina, sino también a resolver – también incluido en ello – que él es el auténtico Mesías, el de la espiritualidad y el dolor, y no el Mesías nacionalista y de triunfalismo político, que estaba esperado en el medio ambiente rabínico y popular 58. Era el Mesías anunciado por el profeta Isaías (42:1-4), como “Siervo de Yahvé.” Dice así el profeta:
“He aquí a mi Siervo, a quien sostengo yo; mí Elegido (LXX = b εκλεχτός) en quien se complace (LXX = προσεδέξατο) mi alma. He puesto mi espíritu sobre el (LXX = έπ αυτόν), el dará el derecho a las naciones.”
Todos estos elementos están en función de este pasaje de Isaías. A los elementos “plásticos” de tipo haggádico descritos primero, viene la voz del Padre a completarlo y valorarlo. Cristo es presentado, no ya como el simple “Siervo” de Yahvé, ni como el Elegido del profeta, sino como verdadero Hijo suyo.
Toda su obra, pues, está “sostenida” y movida por Dios. Por eso ha “puesto” su Espíritu (Santo) sobre él, “para que dé, sabiamente, la ley a las naciones.” Por eso estará habilitado con los diversos “espíritus” correspondientes, v.g. de sabiduría, inteligencía, consejo (Isa 11:1-2), para realizar su obra mesiánica – aunque resulte un mesianismo extraño – en perfecta justicia. La narración evangélica evoca con esto a Isaías. La obra, pues, de aquel judío que, humildemente, se bautizaba por Juan, era el mismo Mesías-Hijo de Dios. Esta era la presentación y proclamación de Cristo bautizado, por el kérigma, y los evangelios.
El medio ambiente en que surge, puede ser tanto por extrañeza de judíos convertidos o catecúmenos, cuanto de polémicas judeo-cristianas en diversos medios eclesiales, y concretamente en el de los evangelios.
El ponerse este cuadro y esta “proclamación” de Cristo al comienzo de su vida evangélica, es debido al motivo histórico-cronológico de su bautismo, y para presentar sus credenciales ante la lectura de su obra, ya conocidas por la historia y la fe, de lo que era Cristo.

1 Abel, Géograph. de la Palest. (1933) I 104ss; cf. ib. 436. – 2 Vermes, Les manuscrits du Desert de Juda (1953) 149-147; Brownlee,/o/m the Baptist in New Light of Ancient Scrolls: Scrolls. p.36-41; E. F. Sutcliffe, Baptisme and Baptisme Rites at Qumrán?: Heytrop Journal (1960) p. 182; Η . Η . Rowley, The Baptism of John and the Qumrán Sect: New Testament Essays (1959) p.218-229; T. Slmedrea, an Baptiste a la lumiere des decouvertes de Qumrám: Studi Theologice (Bu-carest 1958) p.139-161. – 2 Josefo, B.I. II, 120; IOS 3:4-9; 5:13; T. A.T. Robinson: Harv. T. R. (1957) p.175-179. – 3 Abel, Exploration de la vallée du Jourdan (1913) 220-223.. – 4 Holzmeister, Párate viam Domino: VD (1921) 366-368. – 5 Josefo, Vita 2. – 6 Hullin, 3:7; strack-b., Kommentar. I p.98-100; Bonsirven Textes n.2062.2171. – 7 Adv. lovin.: Mal 23:308. – 8 Willam, La vida de Jesús. (1940) 250. – 9 Jaussen, Coutumes des árabes au pays de Moab (1903) 250; H. Grégoire, Les sauterelles de St. Jean Baptiste: Byzantion (1929-30) 109-128 – 10 Josefo, BI IV 8:3. – 11 Diodoro Síc., XIX 94:10. – 12 Lagrange, Evang. s. Sí. Matth. (1927) 49. – 13 San Epifanip, Raer. XXX 13. – 14 lagrange,’évang. s. St. Matth. 49. – 15 josefo, Vita 2. – 16 Antíq. XVIII 5:2. – 17 Cerfaux, Le baptóme des Esseniens: Rech. Se. Relig. (1929) 248-265; Josefo, BI II 8:13. – 18 Regla de la Comunidad VI 16, en Vermes, p.146. – 19 J. Kosnetter, Die Taufe Jesu. Exegetische una religiongeschichliche Studie (1936) p.57-66; J. Delorme, La practique du BaptZme dans le Juda’isme contemporain des origines chrétiennes: Sum Vie (1956) p. 165-204; J. Thomas, Le mouvement baptisteen Paks-tine et Syrie (1935). – 20 J. F. Talbot, Baptism with the Spirit and Fire: The Theologian (1958) p.133-138; E. Best, Spirit-Baptism: Nov. Test. (Lciden 1960) p.236-243; J. Alonso Díaz, El bautismo de fuego anunciado por el Bautista y su relación con la profecía de Μ alaquias: Mise. Comill. (1962) p.121-133. – 21 Bonsirven, Le Juda’isme palestinien. (1935) 99-100. – 22 Strack-B., Kommentar. I p.113. – 23 Josefo, Antíq. XVIII 5:2. – 24 Antiq. XVII 2:4. – 25 Antiq. XVIII 1:3; BI II 8:14; Antiq. XVIII 10:5; XIII 10:5. – 26 Josefo, BI II 8:14. – 27 L. Finkelstein, The Pharisees, their Origin and their Philosophism: Harward Theol. Review (1929) 185-261; T. Herford, The Pharisees (1924); DB, art. Phari-siens; Felten, Storia Dei tempi delN.T. (1932) II 119-131; Vosté, De sectis iudaeorum tempore Christi (1929). – 28 Strack-B., Kommentar. I p.340; Schürer, Geschichte. II 478ss. – 29 MG 11:754; Mal 2:61; Mal 26:171. – 30 J. Klausner, Jesús de Nazareth (1933) 321; Mat 22:23, par.; Josefo, Antiq. XVIII 1:2; BI II 8:14; Contra Ap. I 8; Antiq. XIII 10:6; XVIII 1:14. Antiq. XX 9:1; Hec 4:1; Hec 4:23, lss; Antiq. XVIII 1:4. Antiq. XIII 10:6. – Lesétre, Sadduceens: DB V 1337-1345; Eaton, Pharisees, en Hastings Dict. of the Biblie III 821-829; STR.-B., IV 1 p.334-352; Vosté, De sectis iudaeorum tempore Christi (1929). – 31 Antiq. XX 9:1 – 32 Antiq. XIII 10:6. – 33 Lesetre Saducees: DB V 1337-1345. – 34 Bonsirven, Le Judaisme. (1934) I 72-82.322-340.486-541. – 35 Plummer, A critkal and exegetical Commentary on the Cospel according to S. Luke (1901) h.l. – 36 Henoc XC 18; XCI 7; Salmos de Salomón V 20, etc. – 37 Bonsirven, Le Judaísme. I 399-404. – 38 Lagrange, Le Messianisme. (1909) 186-189. A. SALAS, El mensaje del Bautista. Redacción y teología en Mat 3:7-12 : Est. Bibl. – 39 Josefo, Antiq. XVIII 5:2. – 40 Antiq. XVIII 5:2. – 41 Num 31:23; Zac 13:9; Mal 3:2; Is 6,G7; STR.-B., I p.122; Van Imschoot, Baptéme d’eau et baptóme d’Esprü Sainte: Ephem. Theol. Lov. (1936) 653-666; Ceup-Pens, artículo Baptéme: DBS I 854ss; Turrado, El bautismo “In Spiritu S. et igni”: Est. Teol. 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(1973) p.138. – 58 Dict. Théol. Cath. I 1184; cf. Hec 10:38; M. Dutheil, Le bapteme de Jesús: Elemente d’interpretation: Stud. Franc. Líber Annus (1956) p.85-124; W. Trilling, Die Taufertradition be i Matthaus: Biblische Zeitschrift (1959) p. 271-2 89; M. A. Chevalier, L’Esprit et le Message dans le bas judatsme et le N.T. (1958); I. De La Potterie, L’onction du Christ: Nouv. Rev. Théol. (1958) p.226-239; A. Feuillet, Le symbolisme de la colombe dans les récits evange’liques du Bapteme: Rev. Scienc. Relig. (1958) p.524-544; A. Legault, Le bapteme de Jesús: Se. Eccle. (1961) p.147-166; A. Nlsin, Histoire de Jesús (1961) p. 129-138; M. Sabré, Le bapteme de Jesús: De Jesús aux évangiles: Bibl. Ephem. Théol. Lovan. p.l84-211; A. Vógtle, Exegetische érwagungen über das Wis-sen und Selbstbewusstsein Jesu: Gott in Welt. (1964) p.608 667; R. Pesch, Anfang des Evangliums Jesu Christi. Eine Studie Zum Prolog der Markus evangelium (Mar 1:1-5), 1970) p. 108-144; R. Trevijano, Comienzo del Evangelio. Estudio sobre el Prólogo de S. Marcos (1971); J. M. Robinson, The Problem ofHistory in Mark (1957); D. S. Russel, The Method and Message ofjewish Apocafyptic (1971); D. E. Nlneham, The Cospel ofSt. Mark (1963) .

Fuente: Biblia Comentada

Juan el Bautista. Cp. Mar 1:12-14; Luc 1:5-25; Luc 1:57-80; Luc 3:3-20; Jua 1:6-8; Jua 1:19-39. el desierto de Judea. La región inmediata al del Mar Muerto, un desierto absolutamente estéril. La secta judía de los esenios tenía comunidades importantes en la región. Sin embargo, no existe evidencia bíblica que sugiera que Juan estuvo conectado de algún modo con esta secta. Según parece, Juan predicó cerca del límite N de esta región, muy cerca de donde el río Jordán fluye hacia el Mar Muerto (v. Mat 3:6). Tomaba todo un día llegar allí desde Jerusalén y parece un lugar impropio para anunciar la llegada de un rey. Sin embargo, es completamente compatible con los planes de Dios (1Co 1:26-29).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

3:1 En aquellos días vino Juan — Mateo no dice nada de la familia de Juan, pero según Luc 1:36 Elisabet, madre de Juan, era parienta de María, la madre de Jesús, pero no se puede afirmar que Juan y Jesús eran primos hermanos. Mateo empieza su relato hablando de la predicación de Juan.
— el Bautista (11:11; 14:2, 8; 16:14; 17:13; Mar 6:24; Mar 8:28; Luc 7:20; Luc 7:33) — No conviene escribir la palabra «bautista» con mayúscula, porque no es un título, sino una explicación de lo que Juan hacía: dice Mar 6:24, «Juan el bautista» (BAPTISTOU, el que bautiza). Es correcto decir bautizador (compárese «Simón el curtidor» (Hch 10:6). Se llamaba bautista porque era el primero que recibió el mandamiento de Dios de bautizar a los hombres. Muchos afirman que los judíos bautizaban a los prosélitos, pero no lo pueden probar o confirmar. Esta práctica aparece en la literatura de los judíos años después. Marcos (7:4) habla acerca de «los lavamientos (bautismos) de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos», pero no habla del bautismo de los prosélitos. Heb 9:10 habla de «diversas abluciones (bautismos), (lavamientos rituales, LBLA). Los bautismos de Heb 6:2 se incluyen en «los rudimentos de la doctrina de Cristo» (p. ej., el bautismo de Juan, el bautismo de la Gran Comisión, el bautismo con el Espíritu Santo).
— predicando (KERRUSON, Juan, heraldo del Rey, proclamaba el mensaje de que el reino se había acercado)en el desierto de Judea, — «por toda la región contigua al Jordán» (Luc 3:3). El primer capítulo del evangelio según Lucas nos dice acerca de la predicción del nacimiento de Juan y de los detalles de su nacimiento. Mateo, Marcos y Lucas describen su ministerio. El apóstol Juan enfatiza el testimonio de Juan acerca de Jesús (1:19-34; 3:26-30). Juan fue el último de los grandes profetas del Antiguo Testamento. De él Jesús dijo, «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor que él» (Luc 7:24-28). «El es aquel Elías que había de venir» (Mat 11:14).

Fuente: Notas Reeves-Partain

SURGIMIENTO DE JUAN EL BAUTISTA

Mateo 3:1-6

Por aquel tiempo apareció en escena Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judasa:

-¡Arrepentíos, que el Reino del Cielo está cerca!

Fue de este hombre del que hablaba el profeta Isaías cuando dijo: » La voz de uno de clama en el desierto: «¡Preparad el camino por donde ha de venir el Señor, y enderezad las sendas por donde ha de viajar!»»

El mismo Juan llevaba una ropa hecha de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura; y su comida consistía en langostas y miel silvestre. Entonces la gente de Jerusalén y Judasa y todos los distritos de alrededor del Jordán salía a su encuentro, y él los bautizaba en el río Jordán mientras ellos confesaban sus pecados.

El surgimiento de Juan fue como el repentino resonar de la. voz de Dios. En aquel tiempo los judíos habían aceptado tristemente el hecho de que la voz profética ya no se dejaba oír. Decían que hacía cuatrocientos años que no había profetas. Como ellos mismos decían, «no se escuchaba la voz, y no había nadie que respondiera.» Pero en Juan volvió a resonar la voz. Ahora debemos preguntarnos cuáles eran las características de Juan y de su mensaje.
(i) Denunciaba intrépidamente el mal cuando y dondequiera que lo encontraba. Si era el mismo rey Herodes el que pecaba contrayendo un matrimonio malvado e ilegal, Juan le reprendía. Si los escribas y los fariseos, los líderes del judaísmo ortodoxo, los jerarcas de la iglesia de aquellos tiempos, estaban inmersos en un formalismo ritualista, Juan no dudaba en declararlo. Si la gente corriente vivía volviéndole las espaldas a Dios, Juan se lo decía.
Siempre que Juan veía el mal -en el estado, en la iglesia, en la sociedad-, lo denunciaba. Era como una luz que iluminaba los lugares tenebrosos; era como el viento de Dios que barría todo el país. Se decía de un famoso periodista que era grande, pero que nunca cumplió plenamente la obra que hubiera podido llevar a cabo, que «no se indignaba lo suficiente.» Hay siempre un lugar en el mensaje cristiano para la advertencia y para la denuncia. «La verdad -decía Diógenes- es como la luz para los ojos irritados.» «El que no ofende nunca a nadie -decía- nunca le hace ningún bien a nadie.»
Puede que haya habido tiempos en los que la Iglesia ha tenido demasiado cuidado de no ofender; pero hay situaciones en las que ya ha pasado la hora de la cortés suavidad, y ha llegado la de la reprensión terminante.
(ii) Convocaba urgentemente a la gente a la justicia. El mensaje de Juan no era una mera denuncia negativa; era una positiva presentación de las exigencias morales de Dios. No sólo denunciaba el mal que se hacía; también emplazaba al bien que se debía hacer. No sólo condenaba a los hombres por cómo eran; también los desafiaba a ser como podían ser. Era como una voz que convocaba a cosas más elevadas. No sólo reprendía el mal, sino también presentaba el bien.
Puede que haya habido tiempos en los que la Iglesia estaba demasiado ocupada en decirle a la gente lo que no tenía que hacer, y demasiado poco en presentarle la cima del ideal cristiano.
(iii) Juan venía de Dios. Procedía del desierto. Llegó hasta los hombres después de años de solitaria preparación con Dios. Como decía Alexander Maclaren, «fue como si Juan saltara a la palestra plenamente desarrollado y armado.» Y traía, no algunas opiniones personales suyas, sino un mensaje de Dios. Antes de hablar a los hombres había estado largo tiempo en comunión con Dios.
El predicador, el maestro de voz profética, deben siempre venir a presentarse ante los hombres de la presencia de Dios.
(iv) Juan señalaba más allá de sí mismo. Era no solamente una luz que iluminaba el mal, una voz que reprendía el pecado; era también un indicador hacia Dios. No era a sí mismo al que quería que miraran, sino quería prepararlos para que reconocieran al Que había de venir.
Los judíos creían que Elías volvería antes de que llegara el Mesías, y que sería el heraldo del Rey en Su venida. «Yo os envío al profeta Elías antes que llegue el día grande y terrible del Señor» (Mal 4:5 ). Juan llevaba una ropa de pelo de camello, sujeta con un cinturón de cuero a la cintura. Esa era la descripción de cómo había ido vestido Elías (2R 1:8 ).

Mateo le conecta con una profecía de Isaías (40:3). En los tiempos antiguos en Oriente, las carreteras eran muy malas. Había un proverbio oriental que decía: «Hay tres situaciones miserables: la enfermedad, el hambre y el viajar.» Antes de ponerse en camino para un largo viaje, se aconsejaba: «Pagar las deudas, proveer para la familia, hacer regalos de despedida, devolver todos los depósitos y hacer acopio de dinero y de buen humor para el viaje; y, por último, decir adiós a todos.» Las carreteras ordinarias no eran más que senderos. No estaban en absoluto pavimentadas, porque el suelo de Palestina es duro, y soporta el tráfico de mulas, borricos, bueyes y carretas. Un viaje por esas carreteras era toda una aventura, y, por supuesto, algo que no se hacía nada más que cuando no se tenía más remedio.
Había algunas carreteras pavimentadas y construidas artificialmente. Josefo, por ejemplo, nos refiere que Salomón cubrió las calzadas que iban a Jerusalén de basalto negro para facilitarles el viaje a los peregrinos y «para hacer alarde del buen estado de la economía de su gobierno.» Todas las carreteras trazadas y pavimentadas las construían los reyes y para el uso de los reyes. De ahí que se las llamara «calzadas reales.» Se mantenían en buen estado de conservación sólo si el rey las necesitaba para sus viajes. Antes de que llegara el rey a una zona, se pregonaba un mensaje para que la gente tuviera la carretera real en orden para la visita del rey.
Juan estaba preparándole el camino al Rey. El predicador y el maestro de voz profética no llaman la atención a sí mismos, sino a Dios. Lo que se proponen no es que la gente se fije en su propia inteligencia, sino en la majestad de Dios. El verdadero predicador se hace invisible en su mensaje.
La gente reconocía a Juan como profeta, aun cuando hacía muchos años que no se escuchaba la voz profética, porque era una luz que alumbraba las cosas malas, una voz que convocaba a la justicia, un indicador que señalaba hacia Dios; y porque tenía en sí esa autoridad incontestable que irradian los que vienen de la presencia de Dios a presentarse ante los hombres.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 03

Parte segunda

ACTIVIDAD DEL MESÍAS EN GALILEA Capítulos 3-18

I. LA SALIDA (3,1-4,22).

1. JUAN EL BAUTISTA (32).

Juan el Bautista está en el centro del primer pasaje de la actividad pública de Jesús. En primer lugar se describe su presentación (3,1-6), luego siguen su exhortación a convertirse (2,7-10) y el anuncio del Mesías (3,12). El punto culminante de su actuación es el bautismo de Jesús (3,13-17), con el que se pasa a la actividad de Jesús.

a) Presentación del Bautista (Mt/03/01-06). Súbitamente, de la historia de la infancia del Mesías se salta a su actuación como persona adulta. Esta nueva sección se introduce de manera aparentemente descuidada: En aquellos días… No sabemos qué edad tiene Jesús. San Mateo parece tener poco interés por los datos biográficos e históricos (cf. Luc 3:1-6). Esto se puede ver aquí y en todo el libro. En esto tenemos una indicación para leer este Evangelio con la debida orientación. A san Mateo siempre le interesa ante todo el asunto; no los pormenores históricos ni el colorido polícromo de los acontecimientos, sino su significado interno, su sentido y su declaración acerca de Dios y de Jesucristo. El evangelista en primer lugar los anuncia para la fe de sus oyentes. Todo lo que leemos es en primer lugar testimonio de la fe, nacido de la fe y dispuesto para nuestra fe.

1 En aquellos días se presenta Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea. 2 Decía: Convertíos. porque el reino de los cielos está cerca.

La primera frase se dirige rápidamente a su objetivo: el mensaje del Bautista en el v. 2. Sólo nos enteramos de unos pocos pormenores de esta hora trascendental. Se presenta Juan el Bautista. Aquí se le menciona por primera vez, pero se hace esta mención como si se tratara de una persona conocida desde hace mucho tiempo. En los antecedentes históricos san Mateo no cuenta nada de él, a diferencia de san Lucas (cf. Luc 1:5-25; 39-80). En este pasaje san Mateo tampoco da ninguna información de lo que nos gustaría saber: los padres de Juan, el lugar y el día de su nacimiento, su formación y su vocación. Aquí solamente se indica el nombre propio y se añade «el Bautista» como un sobrenombre invariable. Todos saben quién es él; su presentación ha conmovido profundamente el tiempo; su figura es como una roca prominente en la historia. Pero no nos podemos detener, sino que nos dejamos mover por la siguiente frase concisa.

Predicando en el desierto de Judea. Por tanto lo principal es su palabra. Juan proclamaba, pregonaba, anunciaba…, porque la palabra griega alude a la proclamación de un mensaje por medio del heraldo. En el desierto de Judea, o sea en la región pedregosa de los montes de Judea hasta la hondonada del Jordán con el mar Muerto, en la roca descolorida, desmirriada. El llamamiento del heraldo viene desde fuera. No se mezcla con el ruido y las habladurías de las calles y plazas verbosas. Suena desde lejos como un clarín solitario y aislado. El desierto es el espacio de la pureza y de la vacuidad. Nada obstruye la mirada hacia el cielo: ningún árbol, ninguna casa, ningún muro. Nada hay que ataje el paso hacia Dios ni impida la percepción de su palabra. El tiempo de la peregrinación por el desierto es el tiempo ejemplar de la salvación: «Como uvas en el desierto tomé yo a Israel; como a brevas de higuera, así miré a sus padres» (Ose 9:10). La salvación vendrá del desierto: «Heos aquí que las haré yo nuevas, y ahora saldrán a luz, y vosotros las presenciaréis: Abriré un camino en el desierto, y manantiales de agua en país yermo» (Isa 43:19; cf. 41,18-20). En tiempo de Jesús se esperaba del desierto al Mesías: Si os dicen, pues: Mirad que está en el desierto… (Mat 24:26). El mensaje es lo más conciso y grande que es posible. Contiene dos frases: la primera de las cuales es «Convertíos». La palabra original griega (metanoeite) también podría traducirse por «arrepentíos» o «haced penitencia». En esta llamada se reconoce al profeta. «Volveos», «convertíos», es la llamada (que siempre se repite y que es retransmitida de un profeta a otro, como si fuera una antorcha) para retornar a Dios. En Ezequiel esta llamada llega a su apogeo, unida con la promesa de la vida. Se reclama un completo cambio de la manera de pensar y vivir: «Volveos y convertíos de todas vuestras transgresiones… Arrojad lejos de vosotros todas vuestras prevaricaciones que habéis cometido y formaos un corazón nuevo y un nuevo espíritu. ¿Por qué has de morir, casa de Israel, puesto que yo no deseo la muerte del pecador, dice el Señor Dios, convertíos y viviréis» (Eze 18:30-32). La peregrinación que conduce a la muerte, debe desembocar en la vida. Los pecados que gravan sobre el corazón, deben ser arrojados fuera, y en su lugar debe formarse un nuevo corazón, perfectamente entregado a Dios, y un nuevo espíritu, que anime y estimule a este corazón.

Con este amplio sentido hay que oir el llamamiento del Bautista. Se trata de la vida o la muerte, la ruina o la salvación. Entonces y siempre. Ningún profeta había antes añadido a esta llamada una razón semejante: «Porque el reino de Dios está cerca». Los profetas amenazaban con el juicio de Dios, con el arrebato de la ira de Dios y con la represalia, con el terrible «día de Yahveh»: «Por ventura aquel día del Señor no será día de tinieblas, y no de luz» (Amo 5:20). Amós está bajo el peso y la cercanía apremiante de este día, lo que da una fuerza irresistible a su llamada para hacer penitencia. El acontecimiento a que se refiere el Bautista, ¿es este día sombrío, en que se descarga el ardor acumulado de la ira de Dios sobre Israel y las naciones? Si se escucha la predicación del Bautista sobre la penitencia (Amo 3:7-10), se tiene que dar una respuesta afirmativa a esta pregunta. Pero esto es imposible aquí, al principio, cuando el Bautista emplea la expresión «reino de los cielos». Esta locución resuena con viveza e infunde alegres esperanzas. Alude al establecimiento del reino de Dios en todo el mundo y para todo el tiempo, al triunfo brillante de Dios al fin de la historia, a la bienaventuranza y alegría de todos los que pertenecen a Dios. Este reino ahora ha llegado, está tan cerca delante de la puerta, que Juan puede decir: «Ahora realmente viene, lo proclamo. Era una hora emocionante…»

Llama la atención que las primeras palabras de la predicación de Jesús en el relato de san Mateo sean exactamente iguales a éstas de Juan (Amo 4:17). ¿Es que el Bautista sólo ha anunciado lo que Jesús? Como precursor de Jesús ¿no tiene que ser más sobrio en palabras, hablar solamente de la penitencia y de la conversión, y en cambio dejar el anuncio de la gran alegría al que viene después de él? Ciertamente que sí, como veremos con claridad en el pasaje siguiente. Pero Mateo quiere decir que Juan Bautista ya pertenece al tiempo nuevo. Está al otro lado de la frontera que separa el tiempo antiguo y el tiempo nuevo. Con él ya empieza a realizarse el reino de Dios. De este modo también se dice algo más: en último término su exhortación a la penitencia tan severa y tan penetrada por el temor del «día de Yahveh», está al servicio del alegre acontecimiento, de la buena nueva, de la incipiente salvación. La palabra de Juan no debe sofocar al hombre, sino levantarlo. Juan el Bautista exige una conversión estricta, pero por un objetivo glorioso, es decir por el mayor que podemos conocer y pensar, el reino de Dios…

3 Juan es el anunciado por el profeta Isaías cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas».

Después del prólogo majestuoso, ya se nos da a conocer a Juan con más pormenor. De nuevo es significativo que primero oigamos hablar de su rango en el plan de Dios, y luego de los pormenores de su aparición. Isaías había designado de antemano su cargo, cuando daba voces a los cansados proscritos en Babilonia, diciendo: «Una voz grita: Preparad en el desierto un camino para el Señor. Enderezad en la soledad las sendas de nuestro Dios. Todo valle ha de ser alzado, y todo monte y cerro abatido; y los caminos torcidos se harán rectos, y los ásperos, llanos. Entonces se manifestará la gloria del Señor y toda carne la verá, pues la boca del Señor ha hablado» (Isa 40:3-5). Isaías vio una magnífica procesión que a través del desierto se dirigía a la patria (Isa 40:9-11), y oyó el llamamiento a preparar la ruta y allanarla para que pase el Señor. En este paso Dios avanzará con el pueblo jubilante.

La Iglesia y el evangelista oyen de nuevo estas palabras con gran audacia, y las entienden como referidas a Juan. él es quien entonces ha exclamado, quien ahora exclama: Preparad el camino del Señor. Isaías no podía indicar quién profiere esta llamada, pero nosotros lo sabemos. Dios debía avanzar con el pueblo en el desfile triunfal, pero ahora viene corporalmente el que tiene por nombre «Dios con nosotros». Por toda la escena la mirada de la fe reconoce a las dos figuras: El heraldo mensajero es Juan, y el Señor es el Mesías. Se acerca la liberación de la servidumbre.

4 Juan llevaba un vestido de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura: su alimento consistía en langostas y miel silvestre. 5 Jerusalén, Judea entera y toda la región del Jordán acudían a él.

La vida externa del Bautista es austera. Lleva un vestido de pelo de camello sujeto tan sólo con un cinturón de cuero. Se alimenta del escaso alimento producido por el monte yermo: langostas y miel silvestre. Con pocos rasgos, se traza la figura de un hombre, cuya vida puede atestiguar lo que él exige a los demás. No se desoye la llamada. Repercute en Jerusalén, Judea entera y toda la región del Jordán. Empieza una gran peregrinación, pero no es la que vio el profeta de un pueblo liberado por el camino que conduce a la patria; aquí, a la inversa, el pueblo sale al encuentro del solitario pregonero del desierto, del hombre de Dios; no en busca de sensaciones, sino para renovar la vida. Aunque las expresiones pueden ser exageradas, lo cierto es que una profunda conmoción embarga al pueblo de Judá y le hace salir hasta el lugar donde se encuentra Juan. Un charlatán o un flautista de Hamelin puede congregar también un público entusiasta y desencadenar reacciones emotivas en el pueblo, pero cuando resuena la voz de Dios, no se reduce todo a humo de pajas. Allí no hubo ninguna sugestión de masas. Se conmueve el corazón del individuo, y éste es llamado a tomar una decisión personal…

6 y él los bautizaba en el río Jordán al confesar ellos sus pecados.

Juan bautizaba a todos los que venían a él. Juan había instituido un rito especial para disponerse a la conversión: el bautismo. Había llegado a ser tan significativo para él, que recibió el sobrenombre de «el Bautista». En el Jordán, probablemente no lejos de la desembocadura en el mar Muerto, Juan bautiza por inmersión a todos los que se le presentan. Se debe lavar simbólicamente el pecado. Es cierto que en tiempos de Juan se hacían abluciones y baños en el judaísmo oficial y en las comunidades de las sectas. Eran una de las ocupaciones cotidianas, una parte constitutiva de la vida legal. El bautismo de Juan es distinto de todas estas abluciones y baños, era una señal de que el hombre se convierte, se renueva, se dispone para la salvación que se acerca, es un indicador del fin de los tiempos, en el sentido del profeta: «Lavaos, purificaos, apartad de mis ojos la malignidad de vuestros pensamientos, cesad de obrar mal, aprended a hacer el bien» (Isa 1:16 s). El que así era sumergido en las aguas del río, debía vivir en adelante como un hombre nuevo, orientado por completo hacia lo venidero.

b) Exhortación a convertirse (Mt/03/07-10).

7 Pero al ver que venían al bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir del inminente castigo? 8 ¡A ver si dais frutos propios de conversión!

Entre los romeros no había solamente gente sencilla, sino también comerciantes y soldados, piadosos fariseos y miembros del sanedrín de Jerusalén. No es, pues, de maravillar que entre la multitud Juan también viera a «muchos fariseos y saduceos», que querían bautizarse, y por tanto estaban dispuestos a convertirse. No obstante llama la atención que el único fragmento detallado de la predicación, que encontramos en el Evangelio, va dirigido solamente a aquel grupo.

Probablemente lo que san Mateo quiere decir es que el tratamiento incisivo y áspero de raza de víboras se ajusta a los que así se descubren en el curso del Evangelio (cf. 12,34; 23,33). Pero no puede haber ninguna duda de que este fragmento contiene en términos muy generales pensamientos básicos de la predicación del Bautista. Explica la primera palabra del programa: «Convertíos.» Después del denuesto «¡raza de víboras!» retumba como un trueno la siguiente pregunta: «¿Quién os ha enseñado a huir del inminente castigo?» Es el acontecimiento amenazador, contra el que previnieron los profetas antes de Juan, como ya hemos visto. El día de la catástrofe y de la aniquilación, el día de Yahveh, que no es luz, sino tinieblas; este día está ante la puerta, se acerca con tal ímpetu y rapidez, que nadie puede huir de él. Quizás resonaron en Juan palabras como las que Amós ha pronunciado acerca de la imposibilidad de evitar el día del Señor: «Como un hombre que huyendo de la vista de un león diere con un oso o entrando en su casa, al apoyarse con su mano en la pared, fuese mordido de una culebra» (Amo 5:19). Nadie puede huir. El que crea estar seguro, es cogido antes; al que busca la huida, el escondrijo le resulta fatal. También a vosotros os sobreviene este día, a nadie le deja el camino libre para huir. «Porque es grande y muy terrible el día del Señor. ¿Y quién podrá soportarlo?» (/Jl/02/11). Con todo hay una huida, un camino, que no preserva del acontecimiento, pero que ayuda a soportarlo. Es cierto que el día viene, pero no como juicio e ira, si os convertís: ¡A ver si dais frutos propios de conversión! La penitencia es lo único que puede salvaros: abandonar el camino falso y recorrer el camino de la justicia; permutar la ruta que conduce a la muerte con la que lleva a la vida; arrojar fuera el pecado y elegir a Dios. La conversión ha de acreditarse con obras, una nueva vida debe corresponder a la plena conversión a Dios. Hay que notar algo sobre este particular. No es suficiente una mudanza en la manera de pensar, un cambio del alma y del espíritu. Tiene que transformarse toda la vida, tiene que haber «frutos propios de la conversión».

9 Y no os hagáis ilusiones diciendo en vuestro interior: ¡Tenemos por padre a Abraham! Porque os aseguro que poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abraham. 10 Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles. Y todo árbol que no da fruto bueno será cortado y arrojado al fuego.

¿Qué valor tienen las seguridades, nuestras garantías? ¿No somos el pueblo elegido, agraciado con copiosas promesas y privilegios? ¿No somos hijos del «padre» Abraham? A través del mismo linaje ¿no participamos también de su promesa? ¿No se nos atribuye también su mérito, de tal forma que no tengamos que temer por nuestra salvación? ¿No se detiene el alud del juicio ante los hijos de la elección? Dice Juan: «No os hagáis ilusiones diciendo en vuestro interior: Tenemos por padre a Abraham. Porque os aseguro que poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abraham.» Esto es inaudito, es una herejía. ¿Dios no respeta los privilegios? Sí, los respeta, pero no le compran la conversión insistiendo celosamente en las prerrogativas. Ante Dios no tiene valor la certeza de salvarse sin la propia conversión. Mirad las toscas piedras que están alrededor. Dios no necesita vástagos, Dios quiere tener verdaderos hijos. Si vosotros no los sois, rehusando hacer penitencia, entonces Dios de estas piedras formará un nuevo linaje de Abraham. Esto tuvo que poner a todos en movimiento, y sacar de quicio a los judíos que estaban seguros de sí mismos, a los que creen se acreedores de Dios, a los versados en la Escritura. Dios ha determinado un orden de la salvación, y cumple lo que promete, incluso con respecto al pueblo elegido. Pero no por eso puede nadie conseguir por astucia convertirse, salvarse y obtener la vida. Eso tiene que hacerlo cada uno con su propio esfuerzo, incluso en la Iglesia, incluso hoy día…

Aquí ya se adivina cómo se hace saltar el antiguo armazón y se descubre en el horizonte otro Israel, que no se encubre con la comunidad nacional del judaísmo: san Pablo llamará a Abraham el «padre de todos los creyentes, aunque no circuncidados» y también le llamará «padre de los circuncidados», aunque solamente de aquellos que le siguen en la fe (Rom 4:11 s). Juan solamente quiere sacudir la seguridad que confía en la propia justicia, aún no debía pensar en un Israel de los gentiles. Pero los caminos están trazados, y san Pablo es el primero que anda por ellos. ¡Qué trastorno se anuncia! Esto es realmente «preparar el camino» y «hacer rectas las sendas»…

El tiempo apremia y no se puede demorar la conversión: Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles. Unos pocos golpes más y los árboles se hienden y quiebran. Conviene darse prisa, no vaciléis un momento. Ahora unas imágenes se intercalan en otras: los árboles, los frutos de los árboles, el hacha para talar. El hacha está a punto y seguro que dará en el blanco; semejantemente nadie puede huir del día del enojo. Se tala, pero no se quema el árbol del que se ha convertido. Puede subsistir en el fuego de la destrucción. Todos los demás árboles están destinados al fuego: se corta y se arroja al fuego todo árbol que no lleve buen fruto. El fuego es el fuego de la sentencia de aniquilación. Ya está encendido y se abre camino trabajosamente, ávido de alimento. Son roídos por el fuego todos los que no se han convertido…

c) El anuncio del Mesías (Mt/03/12).

11 Yo os bautizo con agua para la conversión. Pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y ni siquiera soy digno de llevarle las sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Juan no sólo está bajo la impresión del «día de Yahvéh». sino bajo los efectos de otra luz, proyectada poderosamente sobre él. Su misión no es solamente pregonar la catástrofe, sino anunciar un personaje; no sólo notificar la proximidad del juicio, sino la proximidad de una persona. Se le ha concedido decir lo que ningún profeta antes de él pudo decir: El que viene detrás de mí es más fuerte que yo. No se dice su nombre, es «el que viene» por antonomasia. Por una parte es el esperado, cuya llegada se espera y en quien se ha esperado, por otra parte es el que ahora ya está cerca y por así decir está delante de la puerta. Este nombre, «el que viene», manifiesta su aparición, que está ya muy próxima. Cada adviento hace experimentar intensamente a la Iglesia la proximidad del «que llega»…

Juan muestra con dos metáforas que este otro es más poderoso que él. La primera metáfora habla del bautismo. Su propio bautismo se llevaba a cabo con agua para la conversión. Su bautismo tenía por finalidad la conversión y la expresaba. El bautizado era bañado con agua, lo cual reclamaba una nueva vida. La actividad de Juan era una selladura externa y una confirmación de esta voluntad, la realización de un signo, cuyo contenido debía cumplir en el individuo. Pero ahora viene el que es más fuerte; también él administrará un bautismo, pero de una índole completamente distinta: él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. En primer lugar sin agua, que solamente moja la superficie, sino con el Espíritu viviente de Dios, que transforma los corazones. Es creado de nuevo con toda certeza aquello de lo que echa mano el Espíritu de Dios. «El que es más fuerte» es capaz de dar este don. El Espíritu de Santo de Dios es un don del tiempo final. Isaías ve el país desguarnecido y devastado «hasta tanto que desde lo alto se derrame sobre nosotros el espíritu del Señor. Entonces el desierto se convertirá en un vergel…» (Isa 32:15). Isaías oye el anuncio de Dios: «Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, y la bendición mía sobre tus descendientes» (Isa 44:3). Entre los acontecimientos del fin Joel también nombra la efusión del Espíritu, que Pedro ve cumplido en pentecostés: «Y después de esto derramaré yo mi espíritu sobre toda clase de hombres; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos tendrán sueños, y tendrán visiones vuestros jóvenes. Y aun también sobre los siervos y siervas derramaré en aquellos días mi espíritu» (Joe 3:1 s). Esta fuerza verdaderamente divina tiene que haber sido dada al «que es más fuerte…» Además: también bautizará con fuego. Juan habló del fuego del juicio (Joe 3:10). Eso también es una imagen antigua del día de Yahveh: «Porque he aquí que llegará aquel día semejante a un horno encendido, y todos los soberbios, y todos los impíos serán como rastrojo, y aquel día que debe venir los abrasará, dice el Señor de los ejércitos, sin dejar de ellos raíz ni renuevo alguno» (Mal 4:1; cf. Joe 2:1-5). La llama abatirá al que no se ha convertido, el Espíritu se derramará sobre los convertidos. En esto consiste el doble bautismo. Pero el primero está en el primer plano, como muestra el versículo siguiente.

12 Tiene el bieldo en la mano y limpiará su era; recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga.

Esta otra metáfora procede de la vida del campesino: la mies. Se reúne el grano y se aventa en la era. Allí la paja se separa del trigo; la paja vuela impulsada por el viento, el grano por su peso cae al suelo. Se quema la paja, y el trigo se almacena en el granero. Eso es lo que ahora va a suceder. «EI más fuerte» ya ha cogido la pala. La separación empezará dentro de pocos momentos. Pero ¿no es propio de Dios, no es privilegio suyo celebrar el juicio? ¿No lo indica así el hecho de que se hable de «su trigo», con el cual solamente se puede aludir a las personas adictas a Dios, a los que se han convertido? Y la paja no se quema en la era, como en realidad se hace, sino que es arrojada a un fuego que no se apaga, que solamente puede ser el fuego de la gehenna, del infierno. Juan sólo conoce un juicio, que es el juicio de Dios. Cuando habla del juicio, tiene que decir todo lo que los profetas han anunciado antes que él sobre el juicio. Pero el que lo lleva a término no es Dios, sino «el más fuerte», que es el Mesías. De él se afirma lo que hasta esta hora era privilegio santo de Dios. La imagen del Mesías ya al principio tiene unas dimensiones que ningún judío hubiese podido imaginar: Señor y juez del tiempo final. Realmente es «el más fuerte», ante el que Juan se postra, y no se siente capaz de prestarle el menor servicio de un esclavo, a saber, de llevar tras él las sandalias. El que está enviado a ir delante de él, no se encuentra en condiciones de correr detrás de él como servidor. San Mateo escribe pocas frases sobre la presentación y predicación del Bautista. Sin embargo estas frases dan un concepto grandioso del hombre a quien Jesús designa como el «mayor entre los nacidos de mujer» (11,11). Si Juan está por encima de todos los demás y por otra parte ve que es tan grande la distancia entre él y el Mesías, ¿qué diremos nosotros, si nos comparamos con el Mesías? En el mensaje de Juan predominan los colores obscuros. Le hace estremecer, es el día del juicio de Dios, y su anuncio del Mesías está también bajo la impresión de esta tormenta amenazadora. Según parece, Juan sólo puede ver al Mesías como ejecutor del enojo divino. Pero el hecho de que se anuncie el Mesías, ya es una buena nueva, la primera luz que difunde el llamamiento: «El reino de los cielos está cerca». Y el Mesías no sólo viene para el espantoso juicio, sino que también trae el espíritu vivificante para un pueblo nuevo…

2. BAUTISMO DE JESÚS (Mt/03/13-17). J/BAU

13 Entonces Jesús llega de Galilea al Jordán, y se presenta a Juan para que lo bautice. 14 Pero Juan quería impedírselo, diciendo: Soy yo quien debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? 15 Pero Jesús le contestó: Permítelo por ahora; porque es conveniente que así cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió.

Jesús viene como uno de tantos, y con la intención expresamente mencionada de ser bautizado. Esto no se había dicho tan claramente de los fariseos y saduceos (3,7), es bastante singular, e inmediatamente suscita la pregunta: ¿Cómo puede humillarse entre los más débiles el que fue designado como «el que es más fuerte» y a quien se han atribuido tales facultades? ¿Cómo es posible que el juez de los demás aquí juzgue, al parecer, su propia vida? El que debía bautizar con el Espíritu Santo ¿se deja ahora lavar con agua? Tales preguntas probablemente se han formulado muy pronto en el tiempo misional de la primitiva Iglesia, cuando se informaba del bautismo de Jesús. Los demás evangelistas pasan por alto la dificultad y no le dan ninguna respuesta. En san Mateo, el Bautista y Jesús dan ya la respuesta en su encuentro. Juan debió de reconocer en seguida a Jesús. La escena no se describe con pormenores, como en el Evangelio de san Juan (Jua 1:29-37). El Bautista tampoco lo da a conocer al pueblo. Procura disuadirle de su propósito con la pregunta desconcertada: Soy yo quien debería ser bautizado por ti, ¿y tu vienes a mí? Juan aún no ha sido bautizado con el bautismo del espíritu, que acaba de anunciar, y pide a Jesús este bautismo, que una vez más se describe como superior, como la revelación de su propio bautismo, y de este modo el tiempo antiguo es separado del nuevo. La línea divisoria queda trazada, por así decir, a través de la figura de Juan. Es verdad que entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que él, pero también se dice que «el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él» (Mat 11:11). Su pregunta no es ante todo una señal de humildad personal o del deseo de la propia salvación, sino que es la consecuencia de su predicación: ahora viene el tiempo del «más fuerte»; el que bautiza con Espíritu y fuego no tiene nada que ver con mi bautismo de penitencia. Jesús le contesta: Permitemelo por ahora. No te opongas y deja que ocurra lo que es necesario. Porque es conveniente que así cumplamos toda justicia. Es curioso que Jesús se solidarice con el Bautista y use la primera persona del plural «cumplamos». Los que tienen un rango tan desigual (Juan no se siente capaz de prestar el más insignificante servicio de esclavo) están unidos en un respecto: ahora nos está encomendado a nosotros dos algo a lo que no podemos sustraernos. Se trata de «toda justicia». ¿Qué significa esto? ¿No es la justicia una conducta personal dentro del ámbito de la perfección, como fue atribuida a José? Aquí también se hace referencia a esta conducta: en todo tenemos que hacer dócilmente lo que Dios ahora quiere. Los dos estamos subordinados a una orden superior. Es el «camino de la justicia», el camino que conduce a la verdadera vida, por el cual vino Juan (Mat 21:32). El Mesías toma el mismo camino, el cual le conducirá por la obediencia a la muerte. El Mesías ya desde el principio indica a todos los imitadores lo que es la «justicia» que debe aventajar mucho la de los escribas y fariseos (d. 5,20): mortificar la propia voluntad, identificarse profunda e interiormente con la voluntad de Dios…

16 Apenas bautizado Jesús, salió en seguida del agua, y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender, como una paloma, y venir sobre él, 17 mientras de los cielos salió una voz que decía: éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido.

Esta escena casi parece una respuesta a la dicción «toda justicia». Jesús sale del agua, el cielo se hiende y Jesús ve al Espíritu de Dios descender, como una paloma, y venir sobre él. San Mateo describe el acontecimiento como una experiencia personal del Señor; el gran público parece que no nota nada (Así también Mar 1:10; de otra manera hablan Lc 3.21s, y Jua 1:3, que no menciona el bautismo). Es algo que ocurre entre el Padre y él, es un misterio dentro de la esfera divina. De nuevo se habla del «Espíritu de Dios», el cual ya actuó en la concepción milagrosa en el seno de la virgen (1,18.20). Es obra del Espíritu el principio de la vida, y también lo es el comienzo de la actividad. Cuando el Espíritu desciende «sobre él», toma posesión de él. Así también hablaban los hombres de Dios en el Antiguo Testamento, y sobre todo Isaías anuncia acerca del Mesías: «Está sobre mí el espíritu del Señor; porque el Señor me ha ungido, y me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres» (Isa 61:1). Toda misión procede de Dios nuestro Señor, pero la realización es llevada a cabo e impulsada por su Espíritu Santo. Así también sucede en el Mesías… A la señal silenciosa del Espíritu que desciende, sobreviene la palabra del Padre, que resuena desde el cielo: éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido. He aquí una revelación que quita el aliento. Dios muestra su predilección por este hombre, que está a la orilla del Jordán como un hombre del pueblo, discreto e inadvertido. A este hombre Dios le llama su «Hijo amado». El adjetivo tiene el significado de «el único», pero aquí también resuena la viveza y la proximidad del amor, que experimentamos en primer lugar. En la antigua alianza también se habla de los «hijos de Dios». Especialmente los reyes de Israel son designados así. Están particularmente cerca de Dios, ya que representan su dominio y su gloria en la tierra. Pero antes Dios a nadie había llamado nunca «mi hijo amado». Se denota un misterio nuevo e incomparable, conocido por Jesús, ignorado entonces por los circunstantes, proclamado más tarde jubilosamente por la fe de la Iglesia. El Padre no designa a Jesús como su Hijo, para presentarlo al mundo o para revelarse a él personalmente, sino para mostrar su predilección por él. «En quien me he complacido» quiere decir: me complace en todo lo que dice y hace, en su vida y en sus sufrimientos. La actividad, que pronto ha de empezar, lleva expresamente y desde un principio el sello del divino reconocimiento. Ya de antemano está resuelto lo que Dios hará con la resurrección del crucificado. Principio y fin se corresponden mutuamente como dos pilares, en los que descansa el presente…

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— desierto de Judea: Región mencionada por Mt únicamente en este lugar. Se encuentra al sudeste de Jerusalén y se extiende hasta la ribera occidental del Mar Muerto. Por aquel entonces estaba prácticamente despoblada aunque precisamente en la zona limítrofe con el Mar Muerto es donde, a partir de 1947, han tenido lugar los descubrimientos de Qumrán.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La proclamación de Juan (ver Mar. 1:2-8; Luc. 3:1-18). Juan el Bautista era el líder de un significativo movimiento religioso. Su llamamiento al arrepentimiento a la luz del juicio que se avecinaba era un llamado claro de que Israel, como había sucedido tantas veces en tiempos anteriores, no llevaba una conducta conforme a su llamado como pueblo de Dios. Sus palabras acerca de ser hijos de Abraham (9) señalan que sólo el ser judíos no era una protección suficiente en contra del juicio. Su práctica de bautizar a aquellos que respondían, tal como los gentiles que querían unirse a Israel tenían que bautizarse, los marcó como el “remanente” que representaba al verdadero pueblo de Dios.

Mateo se esfuerza por demostrar la continuidad entre la misión de Juan y la de Jesús. La proclamación de Juan en el v. 2 es la misma que la de Jesús en 4:17 (y la de sus discípulos en 10:7). Ecos de las palabras de Juan ocurren más adelante en la enseñanza de Jesús (véase 7:16, 19; 12:34; 13:30; 23:33), mientras que 8:10-12 respalda la palabra de precaución de Juan de no apoyarse en los orígenes raciales judíos solamente. Juan no fue sólo uno que descorría el telón para la llegada de Jesús; él ya estaba lanzando la misión que Jesús desarrollaría. (Cf. 11:7-19; 21:23-32 para más detalles de esta íntima conexión.)

Juan, sin embargo, sólo era el precursor, como la cita de Isa. 40:3 (v. 3) lo indica y como sus propias palabras acerca del venidero que es más poderoso lo confirman. El contraste entre el agua y el Espíritu Santo (11) sin lugar a duda la verdadera renovación espiritual se hallaría en el ministerio de Jesús.

Notas. 1 El desierto de Judea es el área no habitada cerca del Jordán. Pasajes como Isa. 40:3; Jer. 2:2, 3 y Oseas 2:14, 15 señalan el desierto como un lugar de los nuevos comienzos. 2 El reino de los cielos es la versión de Mateo del “reino de Dios” en los otros Evangelios. Significa el gobierno eficaz de Dios sobre la tierra. Se ha acercado es virtualmente un anuncio de su llegada. 4 El ropaje de Juan lo marcan como un segundo Elías (véase 2 Rey. 1:8), como 11:14 y 17:10-13 explicarán.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

3.1, 2 Habían pasado casi treinta años desde el hecho narrado en el capítulo 2. Ahora Juan el Bautista aparece en la escena. Su tema era: «Arrepentíos de vuestros pecados y volveos a Dios». Quería decir que debemos hacer un giro de 180 grados, del yo centralizado que conduce a acciones erróneas como las de mentir, chismear, robar, calumniar, vengarse, abusar y cometer actos sexuales inmorales, hasta situarnos en la senda que Dios describe en su Palabra. El primer paso para volvernos hacia Dios es confesar nuestros pecados, como Juan nos urge a que hagamos. Luego Dios nos recibirá y nos ayudará a vivir la vida que quiere que vivamos. Recuerde que solo Dios puede librarnos del pecado. El no espera que nos limpiemos nuestras vidas antes de acudir a El.3.2 El reino de los cielos empieza cuando Dios entra en la historia humana como hombre. Hoy Jesús reina en el corazón de los creyentes, pero el reino de los cielos no será una realidad hasta que la maldad que hay en el mundo sea juzgada y removida. La primera vez Cristo vino a la tierra como un siervo sufriente; cuando regrese vendrá como Rey y juzgará en la tierra como vencedor. HERODESLa Biblia narra la historia. Ha demostrado ser un preciso y fidedigno registro de personas, hechos y lugares. Hay narraciones históricas independientes que verifican las descripciones y datos de muchas vidas famosas que ofrece la Biblia. Una de estas fue el padre de la familia herodiana, Herodes el Grande.A Herodes se le recuerda como constructor de ciudades y gran reconstructor del templo de Jerusalén. Pero también destruyó personas. Mostró poca grandeza aun en sus acciones personales y en su carácter. Fue despótico al gobernar su territorio. Sus constantes celos lo llevaron a ser el asesino de muchos niños y de su esposa Mariamne.El título de Herodes, rey de los judíos, se lo concedió Roma, pero el pueblo nunca lo aceptó. No era del linaje de David, y era sólo medio judío. A pesar de que Israel se benefició de los enormes esfuerzos de Herodes al reparar el templo de Jerusalén, no se le perdonó que refaccionara también templos paganos. Su costoso intento por ganar la lealtad de la gente fracasó porque era superficial. Su lealtad era para sí mismo.Porque su título real no era legítimo, Herodes siempre estuvo preocupado y temeroso de perder su cargo. Sus acciones, cuando oyó de los magos que buscaban al nuevo rey, respaldan todo lo que sabemos en relación con él. Enseguida quiso localizar y matar al niño antes de que le causara problema. La matanza de niños inocentes que ordenó es una lección trágica de lo que puede suceder cuando las acciones están motivadas por el egoísmo. La suspicacia de Herodes afectó aun a su familia. Se autodestruyó.Puntos fuertes y logros :– Recibió de los romanos el título de rey de los judíos– Se mantuvo en el poder por más de treinta años– Fue un gobernante efectivo, aunque tiránico– Auspició la construcción de numerosos edificios importantesDebilidades y errores :– Tuvo la tendencia de tratar a los que lo rodeaban con temor, suspicacia y celos– Tuvo varios hijos y al final mandó matar a su esposa– Ordenó la muerte de los niños de Belén– A pesar de proclamarse adorador de Dios, participaba en muchas formas de paganismoLecciones de su vida :– El gran poder no ofrece paz ni seguridad– Nadie puede impedir llevar a cabo los planes de Dios– La lealtad superficial no impresiona a la gente o a DiosDatos generales :– Ocupación: Rey de Judea de 37 a 4 a.C.– Familiares: Padre: Antípater. Hijos: Arquelao, Antípater, Antipas, Felipe y otros.Esposas: Doris, Mariamne y otras– Contemporáneos: Zacarías, Elisabet, María, José, Marco Antonio, AugustoHay notas acerca de Herodes el Grande en Mat 2:1-22 y Luk 1:5. 3.3 El profeta aludido es Isaías (40.3), uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento y uno de los más mencionados en el Nuevo. Como Isaías, Juan fue un profeta que urgió a que la gente confesara sus pecados y viviera para Dios. Ambos profetas enseñaron que el mensaje del arrepentimiento es de buenas nuevas a aquellos que escuchan y buscan el perdón sanador del amor de Dios, pero es mensaje terrible a aquellos que rehúsan oír y cortan su única fuente de esperanza eterna.3.3 Juan el Bautista preparó el camino de Jesús. A las personas que no conocen a Jesús hay que prepararlas para encontrarse con El. Podemos prepararlos explicándoles que necesitan perdón, mostrando en nuestras vidas las enseñanzas de Jesús, y diciéndoles cómo Cristo puede dar sentido a sus vidas. Podemos rectificar la senda corrigiendo concepctos errados que pueden estar impidiéndoles acercarse a Cristo. Alguna persona que usted conoce puede estar abierta a establecer una relación con Cristo. ¿Qué puede hacer para prepararle la senda a esa persona?3.4 Juan era bien distinto a los demás líderes de su época. Mientras muchos eran avaros, egoístas y dedicados mayormente a ganar la alabanza de la gente, Juan se preocupaba solo en alabar a Dios. Habiéndose apartado de la maldad e hipocresía de sus días, vivió en forma diferente para mostrar que su mensaje era nuevo. Juan no solo predicaba la Ley de Dios, sino que la vivía.3.4-6 ¡Juan tiene que haber tenido un aspecto extraño! Mucha gente iba a oír a aquel predicador que vestía ropa excéntrica y se alimentaba con comida poco común. Algunos iban, probablemente, movidos por la curiosidad y terminaron arrepintiéndose de sus pecados al oír su mensaje poderoso. La gente puede hallar rara nuestra forma de vivir y valorar las cosas. Podemos aprovechar esa curiosidad para hablar de cómo Cristo transformó nuestra vida.JESUS EMPIEZA SU MINISTERIO : Jesús abandonó Nazaret, el pueblo donde se crió, para empezar su ministerio terrenal. Después que Juan el Bautista lo bautizara en el río Jordán y que Satanás lo tentara en el desierto, regresó a Galilea. Entre la tentación y su traslado a Capernaum (4.12, 13) ministró en Judea, Samaria y Galilea (véase Juan 1-4).3.5 ¿Por qué Juan atraía tanta gente? Era el primer profeta verdadero en el lapso de unos 400 años. Enfrentó al rey Herodes y a los líderes religiosos, lo que no solo era peligroso sino fascinante para la gente común. Pero Juan también tenía palabras duras para con ellos: ellos también eran pecadores y necesitaban arrepentirse. Su mensaje era poderoso y real. La gente estaba esperando a un profeta como Elías (Mal 4:5) y ¡Juan parecía serlo!3.6 Cuando usted se lava las manos, los resultados enseguida se notan. Pero el arrepentimiento tiene lugar en lo interior con una limpieza que no es vista en forma inmediata. De manera que Juan se valió de acto simbólico que la gente podía ver: el bautismo. El bautismo lo usaban los judíos para iniciar a los convertidos al judaísmo. De modo que la audiencia de Juan conocía bien el rito. El bautismo era señal de arrepentimiento y perdón. Arrepentirse es «cambiar de actitud», e incluye un cambio de conducta. Es dar vuelta del pecado hacia Dios. ¿Usted se ha arrepentido del pecado en su vida? ¿Pueden ver otros la diferencia en usted? Una vida cambiada con una conducta nueva y diferente hace del arrepentimiento algo real y visible.3.6 El río Jordán tiene unos 110 km de largo, en lo que sería la parte más importante, esto es, entre el Mar de Galilea y el Mar Muerto. Jerusalén se halla unos 30 km al oeste del río. Era el límite de Israel en la parte este y muchos acontecimientos significativos en la historia de la nación tuvieron lugar allí. En el río Jordán los israelitas renovaron su pacto con Dios (Josué 1, 2). En ese mismo lugar Juan el Bautista los invitó a hacer lo mismo, esta vez a través del bautismo.3.7 Los líderes religiosos judíos estaban divididos en grupos diferentes. Dos de los más prominentes eran los fariseos y los saduceos. Los fariseos se separaban de todo lo que no fuera judío y seguían escrupulosamente tanto las leyes del Antiguo Testamento como las tradiciones orales que les había llegado a través de los siglos. Los saduceos creían que solo el Pentateuco era la Palabra de Dios (de Génesis a Deuteronomio). Mayormente eran descendientes de la nobleza sacerdotal, mientras que los fariseos venían de todos los niveles sociales. Ambos grupos se rechazaban mutuamente, pero en forma conjunta se opusieron a Jesús. Juan el Bautista criticó a los fariseos por ser legalistas e hipócritas que seguían al pie de la letra la Ley mientras pasaban por alto su verdadera intención. Criticó a los saduceos por usar la religión para favorecer su posición política. Para más información sobre estos dos grupos véase el cuadro de Marcos 2.3.8 Juan el Bautista exhortaba a la gente a ir más allá de las palabras y los ritos: debían cambiar de conducta. Dios mira más allá de nuestras palabras y actividades religiosas para ver si nuestras palabras respaldan nuestras vidas y juzga nuestras palabras por las acciones que las acompañan. ¿Están de acuerdo sus palabras con sus acciones?3.9, 10 Así como se espera que un árbol frutal dé frutos, el pueblo de Dios debiera producir una cosecha de buenos actos. Dios no usa al que dice ser cristiano pero no hace nada para demostrarlo. Como mucha gente en los días de Juan que eran pueblo de Dios solo de nombre, no hay valor alguno en nosotros si simplemente somos cristianos de nombre. Si los demás no pueden ver nuestra fe en la forma en que vivimos, quizás no somos miembros del pueblo de Dios.3.10 El mensaje de Dios no ha experimentado cambios desde el Antiguo Testamento: las personas serán juzgadas por sus vidas improductivas. Dios espera que seamos activos en nuestra obediencia. Juan compara a las personas que dicen creer en Dios y que no viven para Dios con «árboles improductivos» que serán talados. Para ser productivos para Dios, debemos obedecer sus enseñanzas, resistir la tentación, servir y ayudar activamente a nuestro prójimo y predicar de nuestra fe. ¿Cuán productivo es usted para Dios?3.11 Juan bautizaba a las personas como señal de que habían pedido a Dios el perdón de sus pecados y se habían decidido a vivir como El quería que lo hicieran. El bautismo es una señal exterior. Pero la señal incuestionable del arrepentimiento es la vida cambiada para bien. No es el agua del bautismo lo que cambia vidas, sino la actitud del corazón. Juan dijo que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo y fuego. Esto predecía el Pentecostés (Hechos 2), cuando Jesús enviaría al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego a dotar de poder a sus seguidores para que predicaran el evangelio. También simboliza la obra del Espíritu Santo trayendo juicio de Dios sobre aquellos que rehúsan arrepentirse. Todos serán bautizados un día: ahora por el Espíritu Santo o más tarde por el fuego del juicio.3.12 El grano es la parte de la planta que es utilizable; la paja es la cáscara exterior sin valor. Por ser inútil, la paja se quema; el grano, en cambio, se guarda en el granero. Las personas que no se hayan arrepentido serán juzgadas y desechadas porque no tienen valor en la obra de Dios; los que se arrepientan y crean serán salvos y Dios los usará.3.13-15 Juan estaba explicando que el bautismo de Jesús sería mucho más valioso que el suyo, ¡cuando sorpresivamente Jesús se presentó para ser bautizado! Juan no se sentía calificado. Mas bien quería que Jesús lo bautizara. ¿Por qué se bautizó Jesús? No tenía de qué arrepentirse porque no había pecado. Jesús se bautizó porque (1) estaba confesando personalmente el pecado de la nación, como Nehemías, Esdras, Moisés y Daniel lo hicieron; (2) apoyaba lo que Juan estaba haciendo; (3) estaba inaugurando su ministerio público; (4) se estaba identificando con la gente del pueblo, no con los fariseos criticones que no hacían más que vigilarlo; (5) estaba describiendo su ministerio venidero de muerte y resurrección. Jesús, el hombre perfecto, no tenía que bautizarse, pero aceptó el bautismo en servicio obediente al Padre, y Dios le manifestó aprobación.3.15 Póngase en los zapatos de Juan. Su labor va bien, la gente está reaccionando positivamente, su ministerio está floreciente. Pero usted sabe que el propósito de su trabajo es preparar los corazones de la gente para la llegada de Jesús (Joh 1:35-37). Jesús llega, y su llegada pone a prueba su integridad. ¿Podrá dirigir a sus seguidores hacia El? Juan pasó la prueba al bautizar públicamente a Jesús. Muy pronto iba e decir: «Es necesario que El crezca, pero que yo mengüe» (Joh 3:30). ¿Podemos, a semejanza de Juan, poner nuestro ego y labor fecunda a un lado a fin de encaminar a otros hacia Jesús? ¿Estamos dispuestos a perder nuestra posición para que los demás se beneficien?3.16, 17 Según la doctrina de la Trinidad, Dios es tres personas aunque es uno en esencia. En este pasaje, las tres personas de la Trinidad están presentes y activas. Dios el Padre habló; Dios el Hijo se bautizó; Dios el Espíritu Santo descendió sobre Jesús. Dios es uno, pero a la vez es tres personas. Este es uno de los misterios incomprensibles de Dios. Otras referencias bíblicas que hablan del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo son Mat 28:19; Joh 15:26; 1Co 12:4-13; 2Co 13:14; Eph 2:18; 1Th 1:2-5 y 1Pe 1:2.LOS FARISEOS Y SADUCEOSLos fariseos y saduceos eran los dos grupos religiosos más importantes en Israel en el tiempo de Jesús. Los fariseos tenían una mentalidad más religiosa, mientras que los saduceos se destacaban por ser más políticos. Ambos grupos no se aceptaban ni confiaban mutuamente, sin embargo, se aliaron en su enemistad hacia Jesús.Nombre FARISEOS

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Juan.” Gr.: I·o·á·nes; J1-14,16-18,22(heb.): Yoh·ja·nán, “Johanán”, que significa: “Jehová Ha Mostrado Favor; Jehová Ha Sido Benévolo”.

(2) O: “el Sumergidor; el Zambullidor”. Gr.: ho Ba·pti·stés; J17,22(heb.): ham·Mat·bíl.

(3) O: “anunciando; pregonando”. Gr.: ke·rýs·son; lat.: praé·di·cans.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 76 Mar 1:4; Jua 1:6

b 77 Mat 11:7

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Juan el Bautista. El A.T. predijo que el ministerio de Juan había de preparar el camino para la venida del Mesías (3:3; Mr 1:2– 3; cp. Is 40:3; Mal 3:1). Los judíos consideraban a Juan como un profeta y lo tenían en alta estima (14:5). Su predicación profética señaló el principio del ministerio público de Jesús en cada uno de los evangelios. El nombre Bautista se deriva del verbo « bautizar» cuyo significado en griego es « sumergir» . En aquella época el bautismo por inmersión era una ceremonia común que representaba « limpieza» entre los judíos y se requería de los convertidos al judaísmo. El bautismo de Juan señalaba a Cristo como el más grande y poderoso que bautizaría con el Espíritu Santo, como Juan había bautizado con agua (vers. 11; cp. Juan 1:6– 9, 29– 34).

en el desierto. Como lugar del peregrinaje del pueblo de Dios después del éxodo, de la entrega de la ley, y de la preparación espiritual para el pueblo, para Juan el Bautista y para Jesús, el desierto tiene en las Escrituras una notable asociación religiosa y mesiánica (cp. Is 40:3; Os 2:14).

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) La venida de Juan el Bautista puso fin a la dispensación de la ley (11:13; Luc_16:16). La predicación del evangelio de paz empezó después del bautismo proclamado por Juan ( Hch_10:36-37). La predicación de Juan fue el comienzo del evangelio ( Mar_1:1-5). Por lo tanto, la dispensación de la gracia empezó con Juan.

1 (2) La predicación de Juan el Bautista fue el inicio de la economía neotestamentaria de Dios. Juan no predicaba en el templo santo dentro de la ciudad santa, donde el pueblo religioso y culto adoraba a Dios según las ordenanzas bíblicas, sino en el desierto, de una manera «rústica», sin guardar ningún precepto viejo. Esto indica que la vieja manera de adorar a Dios según el Antiguo Testamento había sido rechazada, y que una nueva manera estaba a punto de iniciarse. Aquí la palabra desierto indica que él nuevo camino de la economía neotestamentaria de Dios es contrario a la religión y a la cultura. Además, indica que nada viejo quedó y que algo nuevo iba a ser edificado.

1 (a) Mar_1:4 ; Luc_3:2-3 ; Jua_1:6-7 , Jua_1:28 ; Jua_10:40

1 (b) Jue_1:16

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

el desierto de Judea. Un terreno baldío e improductivo que se extiende por la orilla occidental del mar Muerto.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

17 (G) La predicación de Juan Bautista (3,1-12). De forma un tanto abrupta, Mateo se desplaza desde la infancia de Jesús al comien­zo de su ministerio público. En este punto, Mateo se une al relato de Marcos añadiéndole frases y dichos de Q (los w. 7-12, parte del v. 11 y todo el v. 12), con lo que se complica la si­tuación literaria. Mateo comienza con la acti­vidad de Juan Bautista. 1. en aquellos días: So­bre el año 26 d.C. Juan el Bautista: Predicador judío del arrepentimiento, Juan procede de un ambiente sacerdotal esenio y se le conoce en fuentes extrabíblicas (Josefo, Ant. 18.5.2 § 116-19). Mateo lo introduce porque así aparecía en sus tradiciones y porque, a pesar de las dife­rencias entre ambos, Juan y Jesús eran consi­derados por los primeros cristianos como figuras relacionadas por su predicación pro­fética, seriedad religiosa, práctica del bau­tismo y expectación escatológica. Algunos de los discípulos del Bautista desarrollaron su movimiento en rivalidad contra el cristianis­mo (Mt 11,2); pero, por su martirio y por el respeto que Jesús le tenía, los cristianos co­menzaron a considerarlo como precursor de Jesús. Mateo va más allá que cualquier otro evangelista al hacer de Juan un «pequeño Jesús» poniendo en sus labios su mismo men­saje central (compárese el v. 2 con 4,17) e iden­tificándolo con Elías (11,14; 17,10-13). 2. arre­pentios: El griego metanoein connota la idea de un «cambio de mentalidad»; el término hebreo süb significa «volver» (apartándose del pecado y dirigiéndose hacia Dios), un tema fundamental en los profetas del AT (sobre lo que los rabinos pensaban acerca del arrepenti­miento, cf. mYoma 8,8-9; G. F. Moore, Judaism [Cambridge, MA, 1927] 1.507-34; E. E. Urbach, The Sages [2 vols., Jerusalén 1975] 426-71; J. Behm, TDNT 4.975-1008; sobre las ana­logías clásicas de la predicación del Bautista con la diatriba estoico-cínica, cf. S. K. Stowers, The Diatribe [SBLD 57, Chico 1981]). El reino de los cielos: Cf. comentario sobre 4,17. A diferencia de los otros sinópticos, Mateo pos­pone el tema del perdón de los pecados a 26,28. 3. Se cita Is 40,3 según la versión de los LXX y se transfieren a Jesús las referencias atribuidas a Yahvé. Ésta es la primera cita del Déutero-Isaías, el profeta de la consoladora buena nueva de la liberación y del regreso del exilio. El Dt-Is es muy importante para el NT: lo interpreta como una especie de protoevangelio, pero lo desnacionaliza y elimina de él la nota de venganza. Este pasaje tenía también relevancia para los esenios (1QS 8,14). 4. pelo de camello: La vestidura propia de un profeta (1 Re 1,8; Zac 13,4), especialmente de Elías. saltamontes y miel silvestre: Su dieta sugiere que se alimentaba de lo que recogía del cam­po. En la tradición posterior, el Bautista se convirtió en modelo para los monjes, que no podían comer carne; puesto que los saltamon­tes eran un tipo de carne, se reinterpretaron como vainas de algarrobas. 5. la región del Jor­dán: Podría incluir no sólo Galilea, sino tam­bién Transjordania y las fuentes de Ainón (cf. Jn 1,28; 3,23), una zona bastante amplia. 6. bautizaba: El término griego baptizein signifi­ca «bañar» o «sumergir», o, quizá también, «derramar» en sentido ritual. En este contex­to, el bautismo es un rito religioso de limpieza o purificación que tiene analogías con los la­vatorios que según el AT tenían que hacer los sacerdotes, o con aquellos que practicaban los fariseos y los esenios; ahora bien, no es el mis­mo penitente quien lo realizaba, sino Juan. confesaban sus pecados: El sentido de la culpa moral estaba ampliamente extendido, como también la necesidad de confesar, pero las for­mas que ésta adquiría eran muy variadas. No está claro cómo se realizaba en este caso, pe­ro, tal vez, podríamos pensar en el día de la ex­piación, cuando, por todas partes, se emitían lamentaciones por las promesas incumplidas.
7. La fuente Q comienza en este punto. Mateo reduce los destinatarios a fariseos y saduceos (cf. Lc 3,7). ¿Por qué trata tan severamente a estos dos grupos? Según Josefo (Bell. 2.8.2-14 § 119-66), había tres sectas principales en el judaismo de este tiempo: fariseos, saduceos y esenios; la existencia de un cuarto grupo se ha relacionado frecuentemente con los zelotas que surgieron posteriormente. Aunque los fa­riseos no fueron siempre hostiles a Jesús (Lc 13,31) y, según Marcos, no intervinieron en el proceso que condujo a su muerte, Jesús se sin­tió obligado a criticarlos severamente (p.ej., cap. 23 par.) por la importancia que tenían co­mo líderes religiosos. Aunque en sus orígenes (período macabeo) el movimiento había ayu­dado a salvar el judaismo, en esta época se ha­bía convertido en algo peligrosamente rígido y exclusivista. Ya en tiempos de Mateo, sus he­rederos, los rabinos, se habían convertido en los principales adversarios judíos del cristia­nismo, y el evangelista estaba decidido a mos­trar que éste representaba el verdadero Israel. Los saduceos constituían el partido sacerdotal que estaba estrechamente relacionado con el templo y, por tanto, estuvieron más directa­mente implicados en la muerte de Jesús (26,3-4). raza de víboras: Esta frase se repite en 12,34; cf. Ap 12,9; Jn 8,44. ira venidera: Aun­que la idea fundamental es tan antigua como la predicación de los profetas (→ Pensamiento del AT, 77:99-102), hay una nueva nota de ur­gencia escatológica en la llamada al arrepenti­miento; el juicio de Dios está próximo. 8. fru­tos: Las obras de Dios que van más allá del arrepentimiento son las que se «llevan hasta el final». 9. descendientes de Abrahán: La salva­ción no es hereditaria. Esta idea remite a un tema básico de Mateo: Los gentiles pueden salvarse. Cf. Am 3,2. Dios no manifiesta nin­guna parcialidad étnica ni social (Dt 1,17; 16,19; 2 Cr 19,17; Hch 10,34; Rom 2,11; Gál 2,6; Ef 6,4; Col 3,25). 10. ya ahora: La situa­ción es política y espiritualmente tensa y ur­gente. hacha: Is 10,34; Jr 46,22. árbol: Mt 7,19.
II. no soy digno de llevarle las sandalias: Ma­teo difiere de los otros evangelios y Hch 13,25, leyendo «llevar» en lugar de «desatar». Puede reflejar un refinamiento rabínico posterior, cuya enseñanza decía que un discípulo tenía que hacer por su maestro cualquier cosa que hiciese un esclavo, menos quitarle las sanda­lias (bKetub. 96a). con fuego: Debemos distin­guir entre lo que dijo probablemente Juan Bautista y las adiciones cristianas posteriores. Si consideramos estas palabras como una adi­ción posterior, entonces el Bautista se refiere al juicio mismo de Dios. 12. trigo… paja: El motivo de la cosecha provee la imagen de la separación que se realizará el día del juicio. fuego: cf. Is 48,10; 6,24; Jr 7,20; etc.
18 (H) El bautismo de Jesús (3,13-17). El bautismo de Jesús por el Bautista en el Jor­dán es tan importante teológicamente que lo narran los cuatro evangelistas, pero cada uno a su manera. Marcos presenta un relato sucin­to (1,9-11), teológicamente ingenuo y sin com­plicaciones. Pero, tras su redacción, el relato se hizo rápidamente problemático para la Igle­sia primitiva, pues se pensaba que no era muy correcto que el impecable Jesús fuera bautiza­do por sus pecados. Por esto, Mateo omite la referencia de Mc 1,4 al perdón de los pecados y añade los w. 14 y 15. 15. deja eso ahora: Es­te versículo expresa una limitación temporal, implicando un cambio tras la cruz y la resu­rrección o tras la muerte del Bautista, justicia: «Justicia» y «rectitud» son dos traducciones de la misma palabra griega dikaiosyné. La jus­ticia es el segundo gran tema teológico de Mateo, tras el reino de Dios, con el que está estrechamente relacionado (6,33). En este ver­sículo, como en otras partes del evangelio, se refiere a la justicia ética o la rectitud de vida. cumplir toda justicia: Significa hacer perfecta­mente todo lo que es justo y hace justo, porque se es obediente a la voluntad de Dios. El cum­plimiento o la plenitud es también un énfasis propio de Mateo. (Aquí, como en otras partes, Jesús se identifica con la gente, al igual que en las comidas con pecadores muestra su solida­ridad con ellos.) Lc 3,21-22 desplaza el bautis­mo a una oración subordinada, añade su ple­garia característica y coloca en el centro el descenso del Espíritu Santo; el acontecimien­to se convierte en un pequeño pentecostés. Jn 1,29-34 siente que el bautismo constituye un problema tan embarazoso que no llega a men­cionarlo. En su lugar, el Bautista saluda a Je­sús como el Cordero de Dios. La obvia conclu­sión de esta historia de la tradición es que Jesús fue ciertamente bautizado por Juan en el Jordán. La Iglesia primitiva preservó el epi­sodio aunque le resultaba problemático. Pero la parte siguiente del texto, w. 16 y 17, presen­ta un elemento más sobrenatural, que la anti­gua crítica de las formas clasificaba como mi­to. Sin embargo, ahora parece más correcto considerarlo como una visión interpretativa (Deutevision), tal como encontramos en los targumes de Gn 22,10; 28,12 (así opina LentzenDeis), que comenta el significado del aconte­cimiento. 16. habiendo sido bautizado Jesús: Mateo menciona el bautismo en participio y relata la apertura de los cielos y el mensaje de la voz celestial de forma pública, objetiva, aunque el descenso del Espíritu de Dios (ex­presión veterotestamentaria) se describe como una experiencia privada que tuvo el mismo Je­sús («él vio»), al igual que Marcos (cf. Le), pa­loma: Véase Gn 1,2. El descenso del Espíritu significa que Jesús es ungido como Mesías (Hch 10,37-38), es decir, que ha recibido el po­der, la sabiduría y la santidad para desempe­ñar esta función. 17. una voz: Esto es lo que los rabinos llamaban una bat-qól (lit., «la hija de la voz», es decir, una vocecilla o susurro); para algunos, un agente de revelación, pero para los rabinos posteriores no era considera­da válida en asuntos legales (bPesah 1114a; bYebam 102a). Cf. Mt 17,5. Éste es mi hijo ama­do: Estas palabras son una alusión a Is 42,1, pero con alguna referencia a Gn 22,2 y Sal 2,7. Significan que Jesús tiene que ser el Siervo sufriente de Dios y, sólo en este sentido hu­milde, el Mesías. El siervo es una figura mis­teriosa que, aunque es inocente, sufre por su pueblo. Él es el sujeto de los cuatro cánticos del Dt-Is (42,1-4; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12). El hebreo lee «siervo», no «hijo». El desplaza­miento se hizo posible filológicamente por la palabra griega pais, que los LXX utilizan algu­nas veces para traducir el término hebreo ebed, «siervo», pero que también tenía el sig­nificado de «chico», «niño». Desde este sentido hasta hijo había solamente un pequeño paso. No obstante, el cambio pudo hacerse delibera­damente, debido a la comprensión de la filia­ción única de Jesús como servidumbre. M. D. Hooker objeta que en esta época no se enten­día que el siervo fuera una determinada per­sona, pero esta objeción no es determinante, pues había una continua reinterpretación, fu­sión y transformación de las ideas mesiánicas del AT y judías que prosiguió en el NT. Jesús se convierte en un imán de los títulos salvífícos. En la tradición cristiana posterior, el bautismo fue considerado como la primera revelación neotestamentaria de la Trinidad económica, puesto que el Padre, Hijo y Espíritu Santo apa­recen conjuntamente en esta escena (Jeróni­mo), y el bautismo de Jesús se convirtió en el modelo del bautismo cristiano.
(Cullmann, O., Baptism in the New Testament [Naperville 1950], Hooker, M. D., Jesús and the Servant [Londres 1959], Lentzen-Deis, F., Die Taufe Je­su [Francfort 1970]. Wink, W,,John the Baptist in the Gospel Tradition [Cambridge 1969].)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Estos versículos describen el ministerio de Juan Bautista, el precursor de Nuevo Testamento Señor Jesucristo. Es un ministerio que merece atención detenida.
Pocos predicadores han producido iguales resultados. «Salían hacia el Jerusalén y toda la Judea y todo el país alrededor del Jordán». Ninguno ha recibido igual alabanza de la Cabeza de la iglesia. Jesús le llama, «lámpara que arde y resplandece». El mismo gran Obispo de las almas declara, «que no se ha levantado entre los nacidos de mujeres uno mayor que Juan el Bautista». Estudiemos pues los principales rangos de su ministerio.
Juan el Bautista habló claramente sobre el pecado. Enseñó la absoluta necesidad del «arrepentimiento;» predicó que el arrepentimiento se debía probar por sus «frutos»; amonestó a los hombres que no se apoyaran en privilegios externos, ni en la unión visible con la iglesia.
Este es precisamente la enseñanza que todos necesitamos. Estamos muertos en el pecado y ciegos e indiferentes acerca de las cosas espirituales. Estamos propensos a contentarnos con una mera religión de forma, y halagarnos con la idea de que si vamos a la iglesia nos salvaremos. Necesitamos se nos diga, que si no nos «arrepentimos y nos convertimos» pereceremos.
Juan el Bautista habló claramente sobre Nuevo Testamento Señor Jesucristo. Enseñó al pueblo que uno mucho más poderoso que el estaba por venir. El no era más que un siervo: el que estaba para venir era Rey. El, Juan, solo podía «bautizar con agua»: el que estaba para venir bautizaría con Espíritu Santo, salvaría a su pueblo del pecado, y un día juzgaría al mundo. Esta es la verdadera enseñanza que requiere la naturaleza humana. Necesitamos ser encaminados directamente hacia Cristo. Todos estamos inclinados a detenernos antes de llegar a ese punto. Queremos contentarnos con nuestra unión a la iglesia. Con un participar de la santa Cena del Señor, y con asistir al culto establecido. Se necesita que se enseñe la absoluta necesidad de nuestra unión con Cristo mismo por la fe. El es el manantial de misericordia, vida y paz. Todos debemos comunicarnos con Ela cerca de nuestras almas ¿Qué sabemos acerca de Jesús? ¿Qué hemos recibido de El? preguntas son estas relacionadas con el bien de nuestras almas.
Juan el Bautista habló claramente tocante al Espíritu Santo. Predicaba que había bautismo del Espíritu Santo, y enseñaba que administrarlo era función especial de nuestro Salvador.
Preciso es que nos inculque que el perdón de los pecados no es la única cosa necesaria: que también se necesita el bautismo del Espíritu Santo. Debe haber no solamente la obra de Cristo por nosotros, sino también la operación el Espíritu Santo en nosotros. Debe haber no solo un título para el cielo por la sangre de Cristo, sino también una preparación para ese lugar operada en nosotros por el Espíritu Santo. No descansemos mientras no reconozcamos por experiencia algo del bautismo del Espíritu Santo en nuestras almas. El bautismo de agua es un gran privilegio. Pero debemos recibir también el bautismo del Espíritu Santo. Sin este bautismo ningún hijo de Adán entrará en el seno de Dios, según consta en el Evangelio de S. Juan, capítulo tercero.
Juan el Bautista habló claramente sobre el terrible peligro en que está el impenitente e incrédulo. El habló a sus oyentes de la ira que «estaba cerca» y predicó de un «fuego inextinguible», en el cual la paja sería quemada algún día.
Este es también un punto sumamente importante. Necesitamos ser amonestados estrictamente, que no es acto de poca entidad el de arrepentirnos. Necesitamos se nos recuerde, que hay un infierno así como también un cielo, y un castigo eterno para el impío, así como también una vida sempiterna para el cristiano.
Estamos sobre manera inclinados a olvidar esto. Hablamos del amor y de la misericordia de Dios y no nos acordamos bastante de Su justicia y santidad.
Seamos muy cuidadosos acerca de este punto. No es cariño verdadero ocultar los terrores del Señor. Es de suma importancia que se le enseñe al incrédulo su peligro, que está al borde de un abismo y que si muriere sin convertirse pasará la eternidad en el infierno. Es verdadera caridad advertir el peligro a un ciego que está al precipitarse. Es mayor caridad advertir al alma incrédula, a la cual le falta la vista espiritual, la fe cristiana, el infierno a que avanza y suplicarle que se convierta al amorosísimos Jesús, para que por los méritos de su preciosa sangre reciba el perdón y la salvación y al fin de la entrada feliz en el cielo donde está la plenitud de la gracia eterna.
Finalmente, Juan el Bautista habló con precisión sobre la completa seguridad de los verdaderos creyentes. Enseñó, que había un «granero» para todos los que eran trigo de Cristo y que allí serían recogidos el día de Su venida. Esta también es una doctrina que requiere mucho la humanidad. Los mejores creyentes necesitan que se les infunda ánimo, pues están todavía revestidos de la carne; viven en el mundo malvado; son tentadas frecuentemente por el demonio. Debe recordárseles a menudo que Jesús jamás los dejará, ni abandonará y enseñarles que nadie puede arrebatar Sus ovejas de Sus manos. El los guiará felizmente a través de esta vida y al fin les dará la Gloria eterna.
Serán puestos a cubierto el día de la ira; estarán seguros como Noé en el arca. Que penetren estas cosas profundamente en nuestros corazones. Vivimos en tiempos en que se enseñan muchos errores. Nunca olvidemos las cualidades distintivas del ministro que es fiel. Bien hubiera sido para la iglesia de Cristo, que todos sus ministros hubieran sido más semejantes a Juan el Bautista.

Fuente: Los Evangelios Explicados

días… Figurativamente, período de tiempo (época) designado para un propósito especial, tal como el de salvación2Co 6:2; o juicioHch 17:31.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

San Juan Bautista, precursor de Jesucristo, predica penitencia en el desierto, conforme a lo que habían vaticinado los profetas. Reprende a los fariseosfariseos y saduceos. Bautiza a Cristo, sobre el cual desciende el Espíritu Santo; y se oye del cielo la voz del Padre.

1 a. Veinte años pasaron desde que volvió Jesús de Egipto a Nazaret, hasta la predicación de San Juan; de la que se habla en este capítulo. Así que estas palabras en aquellos días, no quieren decir que esto sucedió luego que volvieron de Egipto, sino en general, en aquel tiempo que vivieron en Nazaret.

b. Se le dio este sobrenombre, en atención al ministerio que ejercía. Este era dar un Bautismo de preparación y penitencia a los que querían disponerse para recibir el de Jesucristo. Este Bautismo que recibían, no quitaba por sí mismo los pecados, sino sólo en cuanto miraba al verdadero Bautismo del Mesías, que era el que los había de purificar perfectamente.

3 c. Porque de Juan es de quien dijo el profeta Isaías: Se ha oído la voz: o Esta es la voz (Is 40,3). La letra del texto de Isaías mira a la libertad de los judíos del cautiverio de Babilonia. Y aquella figuraba la que el Salvador había de dar al hombre.

4 d. Un vestido áspero tejido de pelos de camello, apretado y ajustado con un ceñidor de cuero.

e. MS. E su vianda era de lagosta, e demiel salvagina. Por el traje y vianda se muestra que hacía una vida austera y penitente. Para que no parezca extraño que el Bautista se pudiese alimentar con langostas, véanse las notas sobre Lev 11,22.

6 f. MS. E baptizábalos. En otros muchos lugares más frecuentemente se lee batear.

7 g. Los fariseos y los saduceos eran dos sectas célebres entre los judíos. Los primeros afectaban mayor regularidad en su vida, y se habían adquirido un grande concepto entre el pueblo; por manera, que eran mirados como los maestros de la piedad, aunque estuviesen llenos de soberbia y de hipocresía. Los saduceos negaban la resurrección de los muertos, y tenían otros muchos sentimientos contrarios a los de los judíos; y así muchos de ellos venían al Bautismo de Juan llenos de orgullo, y por una especie de política y curiosidad. Dios descubrió al santo Precursor el fondo de sus corazones; y por esto los llama linaje o raza de víboras; esto es, hombres llenos de veneno y de malicia, y dignos hijos de sus padres: hijos del diablo que en muchos lugares es llamado vibora, porque su veneno es el más nocivo de todos (Jn 8,44).

9 h. No os lisonjeéis diciendo: A Abraham tenemos, etc.

i. Este lugar se puede entender literalmente, porque para Dios no hay cosa imposible. San Jerónimo in Matth. y otros intérpretes. Puede también entenderse en sentido metafórico, como lo explican otros Padres, significando que Dios podía hacer hijos dignos de Abraham a los que tenían corazones tan duros como las piedras: esto es, a los mismos gentiles; lo que en efecto declaraba su conversión a la fe de Jesucristo. Abrahae está en dativo, como se reconoce en el texto Griego, tó.

10 j. Texto Griego: ekkóptetai, etc., bálletai; es cortado, etc., es arrojado. Como si dijera: El que viene en pos de mí va a destruir con sus obras toda vuestra falsa gloria, y toda esa vana confianza que tenéis en la nobleza de vuestro origen. Él os cortará, como árboles infructuosos, para arrojaros al fuego eterno, si no procuráis llevar buenos frutos por medio de la penitencia, y si no os hacéis hijos dignos de Abraham, no según la carne, sino según la fe. Porque la dignidad de nuestro origen consiste en imitar los ejemplos de virtud que nos dejaron nuestros padres; y la gloria de nuestros antepasados no llega hasta nosotros, sino cuando va acompañada de su fe y de sus virtudes. S. Hilar. in Matth. Canon. II.

11 k. El Griego: erjómenos, el que viene.

l. Otros trasladan: Cuyo calzado no soy yo digno de servirle, o de llevar.

m. En Espíritu Santo; que como fuego alumbrará, encenderá y purificará vuestros corazones.

12 n. Su bieldo en su mano, para separar el trigo de la paja. El trigo, que son los buenos frutos y obras, de los que son sus fieles servidores, lo recogerá para ponerlo en sus eternos graneros; pero la paja de vuestra vanidad y ligereza servirá de alimento al fuego eterno del infierno. El templo destruido, la república arruinada, la nación esparcida por toda la tierra, son un monumento eterno de la venganza de Dios contra los que quitaron la vida a su Hijo.
MS. El aventadero.

13 o. Después de haber exhortado San Juan a los judíos a hacer penitencia, preparándolos para recibir el Mesías, este Señor, que hasta entonces había estado oculto, viviendo una vida común con la Virgen su madre, y con San José en Nazaret, ciudad de Galilea, pasó al lugar donde bautizaba San Juan; esto es, a la ribera del Jordán. Treinta años de una vida oculta de un Dios hecho hombre, y el silencio del Verbo y de la voz del Padre eterno en todo este tiempo, confunden de una manera asombrosa la vana precipitación de aquellos hombres inquietos que se presentan en público sin especial vocación de Dios, para hacer brillar a los ojos de los pueblos sus talentos, sirviendo más bien para su propia confusión delante de Dios, que para la salud y aprovechamiento de los prójimos.

14 p. San Juan lleno de espanto, viendo venir a su Bautismo, y acercarse a ser bautizado con los pecadores, a aquel mismo de quien acababa de dar un testimonio tan auténtico, se resistía a bautizar al Señor; pero se humilló y obedeció, luego que le oyó decir que era necesario cumplir todas las órdenes del Padre eterno. Estas pedían que el Señor se anonadase, por decirlo así, bajo la forma de hombre, para reparar el ultraje que el hombre había hecho a Dios, elevándole su orgullo más allá de lo que era.

15 q. Le dejó hacer lo que quería; esto es, no se resistió más a bautizar al Señor. La Vulgata antigua: Entonces le bautizó.

16 r. No solamente el Señor, sino también San Juan y todos los judíos que le acompañaban vieron la figura de una paloma, bajo la cual el Espíritu Santo descendió del cielo, y descansó sobre la cabeza de Jesucristo. El Espíritu Santo apareció en esta forma; porque, como dice San Juan Crisóstomo, siendo la paloma dulce y pura, quiso aquel divino Espíritu, que lo es de dulzura, de pureza y de paz, elegir esta figura, que representaba en alguna manera lo que él es, y lo que deben ser aquellos en quienes desciende por el Bautismo. El misterio de la Trinidad, como observa San Jerónimo, se descubre en el bautismo de Jesucristo. El Hijo que es el mismo bautizado; el Espíritu Santo, que desciende sobre él en figura de paloma, y la voz del Padre, que da un ilustre testimonio de la persona de su Hijo.

17 s. MS. Con que a mi plogo.

Fuente: Notas Bíblicas

[4] En la Peshitta Aramea se lee “profeta” no profetas, como lo hace la Griega. Esto es un cumplimiento de Isa 11:1-2, Donde el Moshiach es llamado el Natzer, o Vara del plantel de YHWH. Así que en lo natural El vino y habitó en la ciudad llamada Natzeret, de la raíz de la palabra Hebrea para vástago- Natzer, o Netzer dependiendo de la pronunciación.

[5] El tan esperado Rey Celestial, y Su solución al exilio de Israel y de la división de las dos casas.

[6] Keruvah en Hebreo significa «ofrecido,» como en hacerse muy cercano.

[7] Referencia del Hebreo del Shem Tov.

[1] Mashiaj vendrá para refinar las dos casas en una, a través de quitar todos los malos frutos.

[2] Referencia del Shem Tov.

[3] Una clara referencia a Israel.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[2] Dan 7, 14.[3] Is 40, 3.[11] El que se manifestará después de mí.

Fuente: Notas Torres Amat