Comentario de Mateo 3:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él.
3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. — Jesús enseñó que el bautismo de Juan era del cielo (21:25, 32), y que era según «los designios» («los propósitos» LBLA) de Dios (Luc 7:29-30). Jesús vino de Galilea, campo principal de su ministerio. Según Luc 3:21 «Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba (era bautizado, LBLA), también Jesús fue bautizado». Esto indica que Jesús no vino al bautismo de Juan durante la primera parte del ministerio de Juan, sino cuando «todo el pueblo era bautizado».Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Mat 2:22; Mar 1:9; Luc 3:21.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
JESÚS… BAUTIZADO. Jesús fue bautizado por Juan por las razones siguientes:
(1) A fin de cumplir toda justicia (v. Mat 3:15; cf. Luc 16:4; Gál 4:4-5). Mediante el bautismo Cristo se consagró públicamente a Dios y a su reino, y de esa manera cumplió el requisito de justicia de Dios.
(2) Para identificarse con los pecadores, aunque Jesús mismo no necesitaba arrepentirse de pecado (2Co 5:21; 1Pe 2:24).
(3) Para asociarse con el nuevo movimiento de Dios que estaba llamando a todos al arrepentimiento; nótese el mensaje de Juan el Bautista como el precursor del Mesías (Jua 1:23; Jua 1:32-33)
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. — Jesús enseñó que el bautismo de Juan era del cielo (21:25, 32), y que era según «los designios» («los propósitos» LBLA) de Dios (Luc 7:29-30).
Jesús vino de Galilea, campo principal de su ministerio. Según Luc 3:21 «Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba (era bautizado, LBLA), también Jesús fue bautizado». Esto indica que Jesús no vino al bautismo de Juan durante la primera parte del ministerio de Juan, sino cuando «todo el pueblo era bautizado».
Fuente: Notas Reeves-Partain
JESÚS Y SU BAUTISMO
Mateo 3:13-17
Entonces Jesús vino desde Galilea al Jordán, a Juan, para que Le bautizara. Pero Juan intentó impedírselo.
-Soy yo -Le dijo- el que necesita ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?
Déjalo por ahora -le contestó Jesús-, porque esta es la manera en que nos corresponde cumplir toda justicia.
Entonces dejó que Jesús fuera bautizado.
Inmediatamente después de ser bautizado, salía Jesús del agua, y en ese mismo momento se abrieron los cielos a Juan, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y posarse sobre Jesús. Y, fijaos, llegó una voz desde el Cielo que decía:
-Este es Mi Hijo, el Amado, en Quien encuentro plena satisfacción.
Cuando vino Jesús a Juan para que Le bautizara, Juan se quedó perplejo y no quería bautizarle. Juan estaba convencido de que era él mismo el que necesitaba lo que Jesús tuviera para él, y no Jesús el Que necesitara nada de Juan.
Desde que se empezó a pensar en el relato evangélico, el bautismo de Jesús ha resultado difícil de entender. El bautismo de Juan era una llamada al arrepentimiento, con el fin de obtener el perdón de los pecados; pero, si Jesús era el Que creemos que era, no tenía necesidad de arrepentirse, ni necesitaba por tanto que Dios Le perdonara. El bautismo de Juan era para los pecadores que reconocieran su pecado, y por tanto no parecía aplicable a Jesús en absoluto.
Un escritor del principio de la Iglesia sugirió que Jesús vino a bautizarse solamente para complacer a Su Madre y a Sus hermanos, y que fue la insistencia de ellos lo que casi Le obligó a someterse a aquello. El Evangelio según los Hebreos, que fue uno de los evangelios que no fueron incluidos en el Nuevo Testamento, tiene un pasaje sobre esto: » He aquí que la Madre del Señor y Sus hermanos Le dijeron: «Juan el Bautista está bautizando para la remisión de los pecados; vayamos a ser bautizados por él.» Pero Él les dijo: «¿Qué pecado he cometido Yo para tener que ir a que Me bautice? Salvo, tal vez, que esto que acabo de decir sea ignorancia.»»
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, los pensadores estaban perplejos con el hecho de que Jesús Se sometiera al bautismo. Pero había razones, y buenas razones, para que lo hiciera.
(i) Jesús había estado esperando treinta años en Nazaret, cumpliendo fielmente los deberes normales del hogar y del taller de carpintería. Todo ese tiempo sabía que había un mundo que Le estaba esperando. Todo ese tiempo fue haciéndose más y más consciente de Su expectativa. El éxito de cualquier empresa viene determinado por la sabiduría con que se elige el momento de embarcarse en ella. Jesús tiene que haber estado esperando que llegara Su momento, que sonara Su hora. Y cuando surgió Juan, Jesús reconoció que Su hora había llegado.
(ii) ¿Por qué había de ser así? Había una razón muy sencilla y vital. Es un hecho que nunca en toda la historia antes de este hecha había tenido que bautizarse ningún judío. Los judíos conocían y usaban el bautismo, pero solamente para los prosélitos que llegaban al judaísmo de otra o de ninguna religión. Era natural que fueran bautizados los prosélitos, que estaban manchados por el pecado y contaminados; pero ningún judío había concebido jamás que él, un miembro del pueblo elegido, un hijo de Abraham, seguro de la salvación de Dios, pudiera nunca necesitar ser bautizado. El bautismo era para los pecadores, y ningún judío se consideraba pecador y excluido de Dios. Entonces, por primera vez en toda su historia nacional, los judíos reconocían su propio pecado y su perentoria necesidad de Dios. Nunca antes había habido un movimiento así de arrepentimiento y búsqueda de Dios.
Ese era el mismísimo momento que Jesús había estado esperando. El pueblo era consciente de su pecado y de su necesidad de Dios como nunca antes. Esta era Su oportunidad; y en Su bautismo Se identificó con todas las personas que había venido a salvar, en el momento del nuevo despertar de su conciencia y de su búsqueda de Dios.
La voz que oyó Jesús en Su bautismo es de suprema importancia. «Este es Mi Hijo amado -dijo-, en Quien encuentro plena satisfacción.» La frase está formada por dos citas: «Este es Mi Hijo amado» es una cita del Sal 2:7 . Todos los judíos creían que ese Salmo era una descripción del Mesías, el poderoso Rey Que había de venir de Dios. » En Quien Mi alma tiene contentamiento» se encuentra en Isa 42:1 , que es una descripción del Siervo Doliente, una descripción que culmina en Isaías 53.
Así es que, en Su bautismo, Jesús recibió dos confirmaciones: la seguridad de que Él era sin duda el Escogido de Dios, y la seguridad de que el camino que tenía delante conducía a la Cruz. En ese momento supo Jesús sin la menor duda que Su trono había de ser la Cruz. En ese momento supo que estaba destinado a ser conquistador, pero que Su conquista habría de lograrse con la sola arma del poder del amor doliente. En ese momento se Le pusieron delante tanto Su misión como la única manera en que habría de cumplirla.
EL TIEMPO DE LA PRUEBA
Mateo desarrolla la vida de Jesús paso a paso. Empieza mostrándonos como nació Jesús en este mundo. Sigue mostrándonos, al menos por implicación, que Jesús tuvo que cumplir fielmente Sus obligaciones para con Su hogar antes de cumplir Su deber para con el mundo, que Jesús tenía que mostrarse fiel en las pequeñas tareas antes de que Dios Le confiara la tarea más importante del mundo y de la Historia.
Ahora pasa a mostrarnos cómo, al surgir en la escena Juan el Bautista, Jesús supo que había sonado Su hora y Le había llegado el momento de asumir Su obra. Juan nos muestra a Jesús identificándose con un pueblo que buscaba a Dios como nunca antes. En ese momento nos muestra a Jesús dándose cuenta de que Él era sin duda el Escogido de Dios, pero que el camino de la victoria había de pasar por la Cruz.
Cuando una persona tiene una visión, su problema inmediato es cómo hacerla realidad; tiene que encontrar la manera de convertir el sueño en un hecho. Ese era el problema con que se enfrentaba Jesús. Había venido a conducir a la humanidad de vuelta a Dios. ¿Cómo habría de hacerlo? ¿Qué método tendría que adoptar: el del conquistador poderoso, o el del amor doliente y sacrificial? Ese era el problema con que se enfrentaba Jesús en Sus tentaciones. Se Le había encomendado una labor. ¿Qué método habría de escoger para cumplir la tarea que Dios Le había encargado llevar a cabo?
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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Jua 1:19-34.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Jesús es bautizado (ver Mar. 1:9-11; Luc. 3:21, 22). En vista del v. 11, el titubeo de Juan era natural. La explicación de Jesús (15) es críptica, pero se relaciona con la necesidad del cumplimiento de su misión, la que involucraba su identificación con el pueblo renovado de Dios. (La justicia puede ser un eco de Isa. 53:11, donde la palabra “justo” se repite en forma llamativa.) La revelación siguiente (16, 17) remarcó a Jesús como el Mesías, ungido por el Espíritu, según lo predicho en Isa. 11:2; 42:1 y 61:1, mientras que la declaración de los cielos emplea el idioma del Sal. 2:7 e Isa. 42:1. De esta manera Jesús fue comisionado como el rey mesiánico, y su condición de Hijo de Dios fue declarada sobre la base de una autoridad no menos que la de Dios mismo.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
b 104 Mar 1:9
c 105 Luc 3:21
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
para ser bautizado. Este evento marca el principio del ministerio público de Jesús cuando tenía unos 30 años de edad (Hch 1:22; Lc 3:23). En la descripción del bautismo (vers. 16, 17; cp. Mr 1:10, 11; Lc 3:22) la Trinidad se presenta como tres personas distintas en perfecta armonía (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Fuente: La Biblia de las Américas
13 (1) Como hombre, el Señor Jesús vino a Juan el Bautista para ser bautizado conforme a la manera neotestamentaria de Dios. De los cuatro evangelios, sólo el de Juan no da constancia del bautismo del Señor, porque Juan testifica que el Señor es Dios.
13 (a) Mat_2:22
13 (b) vs.13-17: Mar_1:9-11 ; Luc_3:21-22 ; Jua_1:31-34
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Tenéis aquí la narrativa del bautismo de nuestro Señor Jesucristo. Este fue su primer paso al comenzar su ministerio. Cuando los sacerdotes judíos habiendo cumplido treinta años principiaban a ejercer sus funciones, eran lavados con agua. Cuando nuestro Sumo Sacerdote principia la gran obra que vino a cumplir en el mundo, es bautizado públicamente.
Aprendemos en estos versículos a mirar el bautismo con reverencia. Un rito de que el mismo Jesús participó no debe ser estimado en poco. Un rito al cual la gran Cabeza de la iglesia se sometió, debe ser siempre honroso a los ojos de los que profesan el cristianismo.
Hay pocas materias en religión sobre las cuales se hayan originado mayores errores, que acerca de la del bautismo. Para evitar cualquier equivocación en este asunto armémonos de dos precauciones generales.
Guardémonos por una parte, de no atribuir una importancia supersticiosa al bautismo. No debemos esperar que el agua obre como un hechizo, ni suponer que todas las personas bautizadas, como consecuencia necesaria, reciben la gracia de Dios, en el instante que son bautizadas. Decir que todos los que vienen a bautizarse obtienen semejante o igual beneficio y que no importa que vengan con fe y oración, o con absoluta indiferencia decir tales cosas es contradecir las clarísimas doctrinas de la Escritura.
Guardémonos por otra parte, de no desacreditar la institución del bautismo. Es desacreditarlo, si se administra en privado, y sin que la congregación jamás presencie su administración. Una institución ordenada por el mismo Cristo no debe ser tratada de tal modo. La admisión da cada nuevo miembro en las filas de la iglesia visible, ya sea joven o anciano, es un hecho que debe excitar vivo interés en una reunión cristiana. Es un suceso que debe motivar fervorosas oraciones de parte de los creyentes. Cuanto más íntimamente estemos convencidos de que el bautismo y la gracia no están ligados inseparablemente, tanto más obligados estamos a unirnos en oración para obtener la bendición de Dios, cada vez que alguno es bautizado.
Al bautismo de nuestro Señor Jesucristo ocurrieron circunstancias de señalada solemnidad. Otro bautismo semejante jamás se volverá a celebrar, mientras que el mundo subsista.
Se nos habla en aquella ocasión de la presencia de la Santísima Trinidad. Dios el Hijo, manifiesto en la carne, es bautizado. Dios el Espíritu desciende como paloma y viendo sobre El. Dios el Padre habla desde el cielo y su voz es oída. En una palabra, allí estuvieron manifiestamente presentes el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. con certeza podemos considerar esto como una declaración pública de que la obra de Cristo fue el resultado de las eterna determinaciones de todos los tres Personas. Fue también toda la Trinidad, la que al principio de la creación dijo, «Hagamos al hombre». Y también fue toda la Trinidad, la que al principio del Evangelio pareció decir, «Salvemos al hombre».
Se nos dice que «una voz del cielo» se oyó en el bautismo de nuestro Señor.
Esta fue un circunstancia de solemnidad singular. Nos recuerda la voz divina que se oyó en el monte Sinaí al darse los mandamientos del Decálogo. Ambas ocasiones fueron de ganadísima importancia. Por esta causa pareció bien a nuestro Padre celestial señalarlas con especiales manifestaciones. ¡Cuán admirables y profundamente instructivas son las palabras del Padre, «¡Este es mi amado Hijo, en quien estoy muy complacido!». Declara con estas palabras, que Jesús es el divino Salvador elegido desde la eternidad para llevar a cabo la obra de la redención. Proclama que lo acepta como mediador entre Dios y el hombre. Parece anunciar al mundo, que está satisfecho de El como la Propiciación, el Sustituto, el Rescatador de la familia perdida de Adán y la Cabeza del pueblo redimido. En El ve su santa ley magnificada y honrada.
Por su medio El es justo y justificador «de aquel que tiene fe en Jesús». Rom. 3.26. ¡Ojalá! Meditemos bien estas palabras.
Están llenas de profundos pensamientos para la reflexión: repletas de paz, gozo, alivio y consuelo, para todos los que han buscado refugio en Jesucristo, y encomendándole sus almas para que las salve. Pueden regocijarse considerando, que aunque en sí mismos pecadores, no obstante, a los ojos de Dios son tratados como justos. El Padre los mira como discípulos de su amado Hijo, y por su amor está «muy complacido» Efesios 1.6
Fuente: Los Evangelios Explicados
T141 Τοῦ con el infinitivo denota la idea de propósito: para ser bautizado.