“Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Mat 5:10-12, Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. LOS QUE PADECEN PERSECUCIÓNFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
los que padecen persecución. Mat 10:23; Sal 37:12; Mar 10:30; Luc 6:22; Luc 21:12; Jua 15:20; Hch 5:40; Hch 8:1; Rom 8:35-39; 1Co 4:9-13; 2Co 4:8-12, 2Co 4:17; Flp 1:28; 2Ti 2:12; 2Ti 3:11; Stg 1:2-5; 1Pe 3:13, 1Pe 3:14; 1Pe 4:12-16; 1Jn 3:12; Apo 2:10.
porque de ellos es el reino de los cielos. Mat 5:3; 2Ts 1:4-7; Stg 1:12.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Bienaventurados los que padecen persecución: La promesa de la bendición de Jesús por causa de la persecución parece ser la más difícil de aceptar; también promete la más grande de las recompensas (la primera de muchas promesas como estas en el NT. que se consumarán con Apo 22:12). En efecto, parece extraño. Cuando vemos gente padeciendo este tipo de persecución, ¿pensamos que son «bienaventurados»? ¡Difícilmente! ¿Por qué? Porque no estamos realmente orientados al Reino de Dios. Si en verdad creyéramos lo que Jesús está diciendo aquí se revolucionaría nuestra actitud hacia las pruebas. Lo cierto es que las posiciones de servicio y dimensiones de gloria que disfrutaremos en el Reino se determinan actualmente por la manera en que manejamos las experiencias de esta vida. Es más, esto parece contrario al pacto las promesas de bendición material para una vida recta sobre las que los fariseos construyeron su punto de vista materialista de la vida (Deu 7:12-16; Sal 84:11). Jesús remacha su punto de vista apelando a la persecución de los profetas (Hch 11:22-30). Por primera vez el Señor cambia de la tercera persona «ellos», a la segunda persona: «vosotros». Quizás está diciendo que si las bienaventuranzas se cumplen durante la vida, los seguidores del Señor pueden esperar persecución. La persecución no es poco usual. ¡Es la respuesta característica! Las bienaventuranzas hacen hincapié en el carácter. El Señor comienza este sermón con este énfasis para mostrar que el ser precede al hacer. A veces, se dice que el carácter de una persona no debería estar en discusión, sino sólo sus ideas, puntos de vista o acciones. Las bienaventuranzas desmienten dicha perspectiva. El carácter está detrás de cada uno de nuestros pensamientos y creencias.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
LOS QUE PADECEN PERSECUCIÓN POR CAUSA DE LA JUSTICIA. A todos los que procuran vivir en armonía con la Palabra de Dios por causa de la justicia les espera la persecución.
(1) Los que sostienen los principios divinos de verdad, justicia y pureza, y que al mismo tiempo se niegan a acomodarse a la malvada sociedad de su tiempo o al estilo de vida de los creyentes tibios (Apo 2:1-29; Apo 3:1-4; Apo 3:14-22), serán impopulares y sufrirán el rechazo y la crítica. Experimentarán la persecución y la oposición del mundo (Mat 10:22; Mat 24:9; Jua 15:19) y a veces de los que están en la iglesia profesante (Hch 20:28-31; 2Co 11:3-15; 2Ti 1:15; 2Ti 3:8-14; 2Ti 4:16). Cuando experimenten ese sufrimiento, los creyentes se han de alegrar (Mat 5:12), porque a los que sufren más Dios les da las mayores bendiciones (2Co 1:5; 2Ti 2:12; 1Pe 1:7; 1Pe 4:13).
(2) Los creyentes deben estar conscientes de la tentación a comprometer la voluntad de Dios a fin de evitar la vergüenza, el ridículo, el desconcierto o la pérdida (Mat 10:33; Mar 8:38; Luc 9:26; 2Ti 2:12). Nunca cambian los principios del reino de Dios: «… todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2Ti 3:12). Se les promete el reino y las recompensas celestiales a los que sufren y soportan persecución por causa de la justicia.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
los que padecen persecución. Cp. Stg 5:10-11; 1Pe 4:12-14. Vea la nota sobre Luc 6:22.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Mat 5:10-12, Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
LOS QUE PADECEN PERSECUCIÓN
Introducción.
A. Jesús no engaña a nadie, sino que explica con toda franqueza que el discipulado cuesta, que sus discípulos serán maltrados. El seguirle significa llevar una cruz (Mat 16:24; Luc 9:23). No debe haber sorpresas para los que obedecen al evangelio; deben esperar la oposición y el sufrimiento porque es ineludible (1Ts 3:3; 2Ti 3:12). Léase el libro de Hechos para observar que en todo lugar cuando el evangelio fue predicado, se levantó toda clase de persecución contra los mensajeros de Cristo. Fueron azotados, encarcelados, apedreados, y degollados.
B. Las primeras siete bienaventuranzas presentan rasgos de carácter, condiciones de corazón y de disposición. En los ver 10-12 Jesús habla de las pruebas de ese carácter. Los que optan por imitar a Cristo serán probados, siendo «perseguidos». ¡Qué pensamiento ilógico! Los animales y los criminales son «perseguidos», pero los discípulos de Jesús no deben ser perseguidos. Sin embargo, si los hombres aborrecieron y persiguieron a Jesucristo, entonces harán lo mismo con sus seguidores.
C. La oposición que sufre el discípulo de Jesús es evidencia de que los discípulos de Jesús no son pasivos, sino activos y militantes.
D. Los discípulos perseguidos son discípulos bendecidos. Es interesante observar que la maldición del hombre y la bendición de Cristo se encuentran en las mismas personas.
I. ¿Por qué padecen persecución los discípulos de Cristo?
A. ¿Cómo es posible que gente buena sea perseguida y maltratada? (1). Por Cristo, por justicia. Mat 5:10, «por causa de la justicia»; 5:11, «por mi causa»; Jua 15:21, «por causa de mi nombre». Jua 15:20, «El siervo no es mayor que su señor», nos persiguen, porque persiguieron a Cristo y somos sus seguidores. Somos como El. (2). No somos del mundo. Jua 15:19-21, «Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo… por eso el mundo os aborrece». Los miembros de la iglesia que son mundanos son amados por el mundo. «¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!» Luc 6:26.
B. El buen ejemplo ofende al mundo. A los mundanos no les gusta la «luz» (el buen ejemplo) de los cristianos. Compárese Dan 6:1-17. ¿Por qué aborrecieron a Daniel? También Heb 11:7, con el ejemplo de obediencia Noé condenó al mundo de desobedientes. Los malvados persiguen a los hijos de Dios, porque el buen ejemplo de éstos sirve como conciencia para aquéllos, y la quieren callar. Les molesta, les irrita, y no quieren ser estorbados.
C. No quieren ser enseñados y reprendidos. Nos persiguen porque les enseñamos, les exhortamos y les reprendemos, Jua 3:19-21, y no les gusta. No es placentero que los pecados sean expuestos y reprendidos. Mat 14:4; Mat 14:10-11, Juan dijo a Herodes, «No te es lícito tenerla… y ordenó decapitar a Juan en la cárcel». Jesús fue crucificado por reprender la hipocresía de los judíos, Mat 23:1-39. Jesús amaba a todos, pero no dejó de reprender el pecado en todos. Esteban fue apedreado por reprender a los judíos, Hch 7:51-60. Desde luego, los del mundo no nos perseguirán si no les exhortamos.
II. Hay varias clases de persecución.
A. La persecución física. Mat 10:17; Mat 10:28; Hch 5:40; Hch 7:58; Hch 12:2; Hch 14:19.
B. Los insultos, las calumnias, etc. Mat 5:11, «Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo». Luc 6:22, «Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre». Luc 6:26, «¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas». La palabra «vituperar» significa insultar, afrentar, deshonrar, burlar (Heb 11:36, el inglés dice «burlas»). ¿Por qué nos vituperan? 1Pe 4:4, «A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan (insultar, injuriar de palabra)». ¿Qué decían de Jesús? Jua 8:48, «eres samaritano, y que tienes demonio». Jua 10:20, «Demonio tiene, y está fuera de sí, ¿por qué le oís»? Mat 11:19, «un hombre comilón, y bebedor de vino». Mat 27:39-44, falsa acusación. Hch 17:18, decían que Pablo era «palabrero»; 2Co 10:10, decían que «las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable». Los evangélicos nos llaman “legalistas” porque enseñamos que es necesario ser bautizados para ser salvos (Mar 16:16; Hch 2:38). Los hermanos liberales nos aplican el epíteto, «antis», término de desprecio, simplemente porque nos oponemos a sus prácticas que carecen de autoridad bíblica. Los humanistas que destronan a Dios y exaltan al hombre nos llaman «fanáticos», «radicales», «derechistas», etc., porque defendemos la moralidad bíblica, la santidad del matrimonio, la disciplina de los hijos, etc., y porque condenamos el aborto, toda clase de inmoralidad sexual (incluyendo la homosexualidad), el uso de drogas, el suicidio, la eutanasia, etc. Tales incrédulos nos dicen, “No impongan su moralidad sobre nosotros”, pero por todo lodo ellos imponen su inmoralidad sobre otros.
C. Heb 10:34, «y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo».
D. Mat 10:34-39, problemas y disensiones en la propia familia.
E. Stg 5:1-5, «¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?»
III. Bienaventurados sois, gozaos y alegraos.
A. No somos bienaventurados por sufrir por el mal. 1Pe 2:20, «Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios».1Pe 4:15, «Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno».
B. Sino por sufrir como cristiano. 1Pe 4:16, «pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello».
C. Una recompensa triple. En este texto (Mat 5:10; Mat 5:12) Jesús habla de tres grandes bendiciones para los que padecen por El: Mat 5:10, «porque de ellos es el reino de los cielos». Los que sufren por causa de la justicia (por Cristo) dan evidencia segura de pertenecer al reino de los cielos. Mat 5:12, «vuestro galardón es grande en los cielos». Luc 6:23, «Alegraos en ese día, y saltad de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo» (LBLA). ¿Cuántas veces hemos saltado de gozo por haber sido perseguidos? (Hch 5:41, «Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre». Véase el ver. anterior, «después de azotarlos»). Mat 5:12 b, «porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros». Recuérdense los ejemplos de Elías (1Re 19:2); de Jeremías (Jer 20:2); de Zacarías (2Cr 24:21). Véase también Stg 5:10-11. ¡Qué gozo de ser identificados con los profetas fieles, con Cristo y con los apóstoles al sufrir por la causa de justicia!
D. Por lo tanto, el pensamiento de sufrir por el nombre de Cristo (o por la causa de justicia) debe llenar el corazón de gozo. Véanse Hch 5:41; Hch 16:25; Heb 10:34; 1Pe 4:16.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA BIENAVENTURANZA DE SUFRIR POR CRISTO
Mateo 5:10-12
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros.
Una de las cualidades sobresalientes de Jesús era su honradez diáfana. Nunca dejó a nadie en duda en cuanto a lo que le sucedería si escogía seguirle. Estaba seguro de que había venido » No para hacer la vida fácil, sino para hacer a la gente grande.»
Nos cuesta darnos cuenta de lo que tuvieron que sufrir los primeros cristianos. Todos los compartimientos de su vida se desquiciaron.
(i) Su cristianismo descabalaría su trabajo. Supongamos que uno era mampostero. Esa parece una profesión bastante inofensiva. Pero supongamos que su empresa tenía un contrato para construir un templo de uno de los dioses paganos. ¿Qué haría ese hombre? Supongamos que un cristiano era sastre, y que encargaban en su taller túnicas para los sacerdotes paganos. ¿Qué haría ese hombre? En una situación semejante en la que los primeros cristianos se encontrarían, apenas existiría algún trabajo en el que un cristiano no tuviera conflicto entre sus intereses comerciales y su lealtad a Jesucristo.
La Iglesia estaría sin duda donde estaba la obligación de la persona. Más de cien años después de esto, un hombre le fue a Tertuliano con este mismo problema. Le hablo de sus dificultades comerciales. Acabó diciendo: «¿Qué puedo hacer? ¡Tengo que vivir!» «¿Estás seguro?», dijo Tertuliano. Si había que escoger entre la lealtad y la vida, un verdadero cristiano no dudaba nunca en escoger la lealtad.
(ii) Su cristianismo descabalaría sin duda su vida social. En el mundo antiguo, la mayor parte de las fiestas se celebraban en el templo de algún dios. En muy pocos sacrificios se quemaba todo el animal en el altar. A veces no se quemaban más que unos pelillos de la cabeza de la bestia como un sacrificio simbólico. Los sacerdotes recibían como gajes de su oficio parte de la carne, y otra parte se le devolvía al adorador. Con su parte, hacía una fiesta con sus parientes y amigos. Uno de los dioses más comentes era Serapis. Cuando la fiesta se celebraba en su templo, las invitaciones decían algo así: » Te invito a cenar conmigo a la mesa de nuestro señor Serapis.»
¿Podría un cristiano participar en una fiesta que se celebraba en un templo pagano? Hasta las comidas ordinarias en las casas empezaban con una libación, una copa de vino que se derramaba en honor de los dioses. Era como nuestro dar gracias a Dios por la comida. ¿Podía un cristiano participar en un gesto de culto pagano así? De nuevo vemos que la respuesta cristiana era clara. Un cristiano tenía que desconectarse de sus compañeros antes que prestar su aprobación a tales cosas con su presencia. Uno tenía que estar dispuesto a quedarse solo para ser cristiano.
(iii) Lo peor de todo: su cristianismo podía llegar a traerle problemas en su vida familiar. Sucedía una y otra vez el que un miembro de la familia se hacía cristiano y los otros no. Una mujer se podía hacer cristiana y su marido no. Lo mismo podía suceder con un hijo o una hija. Inmediatamente surgía una división en la familia. A menudo se le cerraba la puerta en la cara para siempre al que había aceptado a Cristo.
El cristianismo traía a menudo, no paz, sino una espada que dividía las familias. Era literalmente cierto que una persona tenía que amar a Cristo más que a su padre, madre, esposa, hermano o hermana. El cristianismo suponía a menudo escoger entre las personas más queridas y Jesucristo. Además, los castigos que tenía que sufrir un cristiano eran terribles más allá de toda descripción. Todo el mundo sabe de los cristianos que se les echaban a los leones o se quemaban en el patíbulo; pero éstas eran muertes piadosas. Nerón envolvía a los cristianos en betún y les prendía fuego para usarlos como antorchas vivientes en sus jardines. Los cubría con pieles de animales salvajes y les lanzaba perros de caza para que los descuartizaran. Eran torturados en el potro; les arrancaban la piel con garfios; les echaban por encima plomo derretido; les fijaban planchas de bronce al rojo vivo en las partes más sensibles del cuerpo; les vaciaban los ojos; les cortaban partes del cuerpo y las asaban ante sus ojos; les abrasaban las manos y los pies mientras les echaban agua fría para prolongar su agonía. No es agradable pensar en estas cosas; pero uno tenía que estar dispuesto a sufrirlas si estaba de parte de Cristo. Podríamos muy bien preguntarnos por qué perseguían los Romanos a los cristianos. Parece algo extraordinario el que una persona que viviera la vida cristiana se considerara una víctima apropiada para la persecución y la muerte. Había dos razones.
(i) Se habían extendido algunas calumnias acerca de los cristianos, de las cuales los judíos eran responsables en no poca medida.
(a) Se acusaba a los cristianos de canibalismo. Las palabras de la última Cena -«Esto es Mi cuerpo» «Esta copa es el nuevo Testamento en Mi sangre»- se tomaban y tergiversaban para hacer creer que los cristianos sacrificaban a un niño para comérselo.
(b) Se acusaba a los cristianos de prácticas inmorales, y se decía que sus reuniones eran orgías indecentes. La reunión semanal de los cristianos se llamaba Agapé, la Fiesta del Amor; y ese nombre se interpretaba maliciosamente. Los cristianos se saludaban con el beso de la paz; y también esto se usó para construir acusaciones calumniosas.
(c) Se acusaba a los cristianos de ser incendiarios. Es verdad que hablaban del próximo fin del mundo, y revestían su mensaje con cuadros apocalípticos del mundo en llamas. Sus calumniadores tomaban esas palabras y las interpretaban como amenazas de terrorismo político y revolucionario.
(d) Se acusaba a los cristianos de deshacer los vínculos familiares. De hecho, por causa del Cristianismo se producían divisiones en las familias, como ya hemos visto; así que el Cristianismo se representaba como algo que causaba división entre marido y mujer, y que desarticulaba el hogar. Había suficientes calumnias inventadas por gente maliciosa.
(ii) Pero el mayor campo de persecución era, de hecho, el político. Pensemos en la situación. El imperio romano abarcaba a casi todo el mundo conocido, desde las Islas Británicas hasta el Éufrates, y desde Alemania hasta el Norte de África. ¿Cómo podía amasarse hasta cierto punto una amalgama tan vasta de pueblos? ¿Qué principio unificador se podía encontrar? En un principio se encontró en el culto de la diosa Roma, el espíritu de Roma. Este era un culto que los pueblos de las provincias daban de buena voluntad, porque Roma les había traído paz y buen gobierno, orden y justicia. Se limpiaron las carreteras de bandidos y los mares de piratas; los déspotas y tiranos fueron dEsterrados por la imparcial justicia romana. La gente de las provincias estaba muy dispuesta a ofrecer sacrificios al espíritu del Imperio que había hecho tanto por ella.
Pero del culto de Roma se pasó a otro objeto. Había un hombre que era la personificación del imperio romano, en quien podría decirse que Roma se encarnaba, y ese hombre era el emperador; así es que llegó a considerársele un dios, y se le empezaron a dar honores divinos y a levantarse templos a su divinidad. No fue el gobierno romano el que inició este culto; de hecho, en su principio, hizo todo lo posible para desanimarlo. El emperador Claudio, decía que lamentaba que se le dieran honores divinos a cualquier ser humano. Pero, con el paso de los años, el gobierno romano vio en el culto al emperador la única práctica que podía unificar el vasto imperio romano; ahí había un centro en el que se podían reunir todos sus habitantes. Así es que acabó por, no sólo aceptar, sino imponer el culto al emperador. Una vez al año, todas las personas tenían que presentarse y quemar una pizca de incienso a la divinidad del césar y decir: «César es señor.» Y eso era precisamente lo que los cristianos se negaban a hacer. Para ellos, Jesucristo era el único Señor, y no le darían a ningún ser humano ese título que pertenecía exclusivamente a Cristo.
Está claro que el culto al césar era una prueba de lealtad política más que ninguna otra cosa. De hecho, cuando un hombre había quemado su pizquita de incienso y repetido la fórmula, recibía un certificado, un libellus, de que lo había hecho, y luego podía ir y dar culto a cualquier dios, siempre que no fuera contra la decencia y el orden público. Los cristianos se negaron a someterse. Al enfrentarse con el dilema «César o Cristo» no vacilaban en su elección: sólo Cristo. Se negaban en redondo a una componenda. El resultado era que, por muy bueno que fuera el hombre, aunque fuera un ciudadano excelente, quedaba fuera de la ley automáticamente. En el vasto imperio romano no se podían tolerar bloques de desafectos, y eso era exactamente lo que las autoridades romanas consideraban ser las congregaciones cristianas. Un poeta ha hablado de «El agobiado, acurrucado rebañito cuyo crimen era Cristo.»
El único crimen de los cristianos era que colocaban a Cristo por encima del césar; y por esa suprema lealtad murieron los cristianos a millares y arrostraron la tortura por causa de la exclusiva supremacía de Jesucristo.
LA BIENAVENTURANZA
DEL SENDERO ENSANGRENTADO
Mateo 5:10-12 (conclusión)
Cuando vemos cómo surgió la persecución, estamos en posición de ver la verdadera gloria del sendero de los mártires. Puede que nos parezca extraordinario el hablar de la bienaventuranza de los perseguidos; pero para los que tengan ojos para ver más allá del presente inmediato, y una mente capaz de comprender la grandeza de las cuestiones implicadas, tiene que haber habido gloria en el sendero ensangrentado.
(i) El tener que sufrir persecución era una oportunidad de demostrar la fidelidad a Jesucristo. Uno de los mártires más famosos fue Policarpo, el anciano obispo de Esmirna. El populacho le arrastró al tribunal del magistrado romano. Se le presentó la disyuntiva de costumbre: ofrecer sacrificio a la divinidad del césar o morir. «Ochenta y seis años -fue su respuesta inmortal- he servido a Cristo, y jamás me ha hecho ningún mal. ¿Cómo voy a blasfemar a mi Rey, Que me salvó?» Así es que le llevaron al patíbulo, donde él hizo su última oración: «¡Oh Señor Dios todopoderoso, Padre de Tu muy amado y siempre bendito Hijo, por medio de Quien hemos recibido Tu conocimiento… Te doy gracias por considerarme digno en Tu gracia de este día y hora.» Se le había concedido la oportunidad suprema de demostrar su lealtad a Jesucristo.
En la 1 Guerra Mundial, el poeta Rupert Brooke fue uno de los que murieron demasiado jóvenes. Antes de salir al combate, escribió:
«Gloria sea a Dios, que nos ha tenido por dignos de esta hora.»
Muchos de nosotros puede que no hayamos hecho nunca en nuestra vida nada que pudiera considerarse un verdadero sacrificio por Jesucristo. El momento en que parece probable que el Cristianismo nos cueste algo es el momento cuando tenemos la posibilidad de demostrar nuestra lealtad a Jesucristo de una manera que otros puedan ver.
El tener que sufrir persecución es, como dijo el mismo Jesús, recorrer el mismo camino que recorrieron los profetas, y los santos, y los mártires. El sufrir por lo justo es ganarse un puesto en una gran sucesión. La persona que tiene que sufrir algo por su fe puede levantar bien alta la cabeza y decir
» Hermanos, vamos marchando por la senda que abrieron los santos.»
(iii) Tener que sufrir persecución es participar en una gran ocasión. Siempre resulta emocionante aunque sólo sea estar presente en las grandes ocasiones, el estar allí cuando algo memorable y crucial está teniendo lugar. Pero hay una emoción todavía mayor en tomar parte, aunque sea pequeña, en el acontecimiento. Ese era el sentimiento acerca del cual escribió Shakespeare un pasaje inolvidable de su Enrique V, en las palabra que puso en boca del rey antes de la batalla de Agincourt:
«EL que viva este día y llegue a la vejez festejará a los suyos de este día la víspera, porque dirá: «Mañana es día de san Crispín.» Mostrará remangado todas sus cicatrices, y dirá: «Estas heridas obtuve en san Crispín.»
Caballeros ingleses que ahora están en la cama se tendrán por malditos porque aquí no estuvieron, y los tendrán por menos siempre que alguno hable que luchó con nosotros el día de san Crispín.»
Cuando uno es llamado a sufrir algo por el Evangelio, ese es siempre un momento crucial. Es la gran ocasión; es la colisión entre el mundo y Cristo; es un momento del drama de la eternidad. Tener un papel en tal escena no es un castigo, sino una gloria. «Alegraos de ese momento -dice Jesús- y estad contentos.» La palabra para estar contentos es el verbo griego agal.liasthai, que procede de dos palabras que quieren decir dar un salto extraordinario. Es un gozo como para saltar de alegría. Como se ha dicho acertadamente, es el gozo del escalador que ha alcanzado la cima, y que salta de alegría porque ha conquistado la montaña.
(iv) Sufrir persecución es ponérselo más fácil a los que vendrán detrás: Hoy disfrutamos la bendición de la libertad gracias a las personas que estuvieron dispuestas a pagar por ella sangre, sudor y lágrimas. Nos lo pusieron más fácil; y mediante un firme e inalterable testimonio de Cristo nosotros también se lo pondremos más fácil a los que vengan detrás.
En la construcción del gran pantano de Hoover en América hubo hombres que perdieron la vida en aquel proyecto que había de volver una región polvorienta en tierra fértil. Cuando se completaron las obras, se pusieron los nombres de los que habían muerto en la empresa en una lápida que se colocó en el gran muro del pantano, con esta inscripción: «Estos murieron para que el desierto se regocijara y floreciera como la rosa.»
El que pelea la batalla por Cristo siempre hará las cosas más fáciles para los que vengan detrás. Para ellos habrá un obstáculo menos que superar en el camino.
(v) Además, otra cosa: no hay nadie que sufra persecución en solitario. Si un cristiano es llamado a sufrir pérdidas materiales, el fallo de los amigos, calumnia, soledad, hasta la muerte por amor, por sus principios… no se encontrará solo. Cristo estará más cerca de él que en ninguna otra situación de su vida.
La antigua historia del libro de Daniel nos cuenta que echaron en el horno, ardiente siete veces más de lo corriente, a Sadrac, Mesac y Abednego por no ceder en su lealtad a Dios. Los consejeros observaban. «¿No echaron al fuego a tres hombres atados? -preguntó el rey; y exclamó:- ¡Pues yo veo a cuatro, desatados, paseándose en medio del fuego, y no les ha pasado nada; y el aspecto del cuarto es de hijo de los dioses!» (Dn 3:19-25 ).
Como dice Browning en Christmas Eve and Easter Day -Nochebuena y el Día de Resurrección-, poniendo estar palabras en boca de un mártir cristiano de las catacumbas:
Nací débil, y no teniendo nada, un pobre esclavo; pero la miseria no podía guardarnos de la envidia del César a los que Dios había dado en Su gracia la perla de gran precio.
Por tanto, con las fieras en el circo luché dos veces, y otras tres sus leyes crueles sobre mis hijos se ensañaron.
Pero, por fin, mi libertad obtuve, aunque tardaron en quemarme vivo. Entonces una Mano descendió, y sacando mi alma de las llamas la condujo de Cristo a la presencia, a Quien ahora veo en plena gloria. Mi hermano Sergio es el que ha escrito en la pared este mi testimonio. En cuanto a mí, ya lo he olvidado todo.
Cuando un cristiano tiene que sufrir algo por su fe, es entonces cuando se encuentra en la más íntima compañía posible con Cristo.
Sólo nos queda por hacer una pregunta: ¿Por qué es esta persecución tan inevitable? Lo es porque la Iglesia, cuando es realmente la Iglesia, no tiene más remedio que ser la conciencia de la nación y de la sociedad. La Iglesia debe alabar lo bueno; pero debe igualmente condenar lo malo, y se hará todo lo posible para silenciar la molesta voz de la conciencia. No es el deber del cristiano individual el descubrir las faltas, criticar y condenar; pero bien puede ser que su misma actitud y conducta sea una condena tácita de las vidas de los no cristianos, y él no podrá escapar a su odio.
No es probable que nos espere la muerte por nuestra lealtad a la fe cristiana; pero los insultos le esperan siempre al que es fiel al honor cristiano. Las burlas le esperan al que practica el amor y el perdón cristiano. Puede que al cristiano le espere una persecución real en la industria si insiste en cumplir fielmente con su trabajo diario. Cristo sigue necesitando Sus testigos; Necesita personas que estén dispuestas, no sólo a morir por Él, sino también a vivir por Él. La contienda cristiana y la gloria cristiana siguen existiendo como entonces.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Mat 10:17-22; 1Pe 3:14; 1Pe 4:13-14.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— por cumplir la voluntad de Dios: Ver nota a Mat 5:6.
— el reino de los cielos: Ver nota a Mat 3:2.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
m 170 Mar 10:30; 1Pe 3:14
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
10 (1) El mundo entero está bajo el maligno ( 1Jn_5:19) y lleno de injusticia. Si tenemos hambre y sed de justicia, padeceremos persecución por causa de la justicia. Por causa del reino de los cielos, necesitamos pagar cierto precio por la justicia que buscamos.
10 (2) Si pagamos un precio por buscar la justicia, el reino de los cielos llega a ser nuestro; hoy estamos en su realidad, y en la era venidera seremos recompensados con su manifestación.
10 (a) 1Pe_3:14
10 (b) Mat_5:6 , Mat_5:20
10 (c) Mat_5:3
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
justicia… → 1Pe 3:14.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
T85 El tiempo perfecto se usa en οἱ δεδιωγμένοι por la tendencia a conectar una acción pasada con sus consecuencias en el presente: quienes son perseguidos.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
g 1Pe 3:14.