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Comentario de Mateo 5:33 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Mateo 5:33 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“Además, habéis oído que fue dicho a los antiguos: No jurarás falsamente; sino que cumplirás al Señor tus juramentos.

Mat 5:33-37, Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

LOS JURAMENTOS

Introducción.

A. Hay dos lecciones básicas en este texto:

1. No mentir. Efe 4:25, «Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo». El discípulo de Jesucristo es veraz. Dice la verdad. No miente. No engaña, sino que cumple su promesa.

2. Que nuestro «sí» sea «sí» y que nuestro «no» sea «no». La palabra del cristiano vale porque es apoyada, no por juramentos, sino por su buen carácter. No necesita de juramentos para apoyar (confirmar, reforzar) lo que dice.

B. ¿Cómo se relaciona este texto con el resto del sermón? El que obedece este texto: (1). Es de «limpio corazón», Mat 5:8. (2). Su justicia es mayor que la de los escribas y fariseos, Mat 5:20. (3). Entra por la puerta estrecha, y anda en el camino angosto, Mat 7:13-14. (4). Es el hombre prudente que edifica su casa sobre la roca Mat 7:24-27.

I. «No perjurarás (no jurarás falsamente), sino cumplirás al Señor tus juramentos», Mat 5:33.

A. Lev 19:12, «Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová». Núm 30:2, «Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca». Véase también Deu 23:21-22. Jesús dice que sus oyentes habían oído esta enseñanza, y El no quita nada de ella. No minimiza tal enseñanza. Bajo la ley de Cristo no se debe jurar falsamente, y se debe cumplir la palabra.

B. Debemos siempre decir la verdad (Efe 4:25; Apo 21:8) y no tomar el nombre de Dios en vano. Hay perfecta armonía entre la enseñanza de las dos leyes sobre estos puntos.

C. No quebrantar la palabra. Ecl 5:4, Ecl 5:5, «Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas». El Nuevo Testamento está en perfecta armonía con esta enseñanza.

D. Sin embargo, Jesús tenía mucho más que enseñar sobre el asunto por causa de los grandes abusos del jurar y la hipocresía en general con respecto al tema.

II. «Pero yo os digo: no juréis en ninguna manera».

A. Jesús explica la expresión, «en ninguna manera», agregando las palabras calificativas, «ni por el cielo… ni por la tierra… etc.»; es decir, no dice, «No juréis en ninguna manera» ¡punto!

Compárese Luc 9:3, no dice, «No toméis nada para el camino» ¡punto!, sino que agrega «ni bordón, ni alforja, ni pan, etc.» Mat 10:9-11 explica el asunto aun mejor. La palabra «nada» tiene que explicarse a la luz de las cosas excluidas. Así también la prohibición de jurar se explica a la luz de las cosas prohibidas. (Aun en Mat 5:21, la prohibición, «No matarás», tiene que entenderse a la luz de otros textos, por ejemplo, Rom 13:4). La expresión, «en ninguna manera», introduce los ejemplos de jurar a la ligera o jurar con hipocresía. Esto es lo que Jesús condena en este texto y en Mat 23:16-22 (véase también Stg 5:12). Es necesario «usar bien» la palabra (2Ti 2:15).

B. Jesús no condena el juramento serio y necesario. Heb 6:13, «juró por sí mismo»; 7:21, «Juró el Señor». Mat 26:63, «Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho» (respuesta afirmativa). Jesús testificó bajo juramento 2Co 1:23, «Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma». En este texto y en otros (Gál 1:20; Flp 1:8, etc.) Pablo juró. Desde luego, Pablo no desobedeció a Cristo; no hay conflicto alguno entre los juramentos de Pablo y la enseñanza de Jesús. Había gran solemnidad en lo que Pablo escribió (y, desde luego, lo que escribió fue inspirado por el Espíritu Santo), y era necesario jurar para confirmar lo que dijo.

C. Es correcto dar testimonio bajo juramento ante el tribunal civil, para defender los derechos del inocente y para condenar el crimen del culpable. Es verdad que el buen carácter del cristiano hace innecesario el juramento, pero vivimos en un mundo perverso, y el gobierno requiere que el testigo jure para confirmar su testimonio en asuntos judiciales. (1). Mat 22:39, el amor al prójimo lo requiere. Si el prójimo es defraudado y el cristiano es testigo de ello y rehúsa testificar en su favor, no le ama, y no es amigo de la justicia. (2). Mat 7:12 («la regla de oro») lo requiere. Supongamos que algún hermano sea testigo de un accidente, y que sepa que uno de los choferes estaba borracho, ¿no debe el cristiano dar su testimonio para ayudar al inocente y para condenar al culpable? Si el cristiano estuviera en el lugar del inocente, ¿querría que el testigo le ayudara con su testimonio? Es lo que Mat 7:12 enseña. (3). Lev 5:1, «Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado». Es lo que Dios siempre ha pensado acerca del tema, porque es Dios de justicia.

D. ¿Afirmar en lugar de jurar? Hay hermanos que creen que no deben jurar nunca, bajo circunstancia alguna, pero están dispuestos a decir, «Yo afirmo», pero si después de decir «yo afirmo», agregan el nombre de Dios, entonces juran. La palabra jurarsignifica «afirmación o negación que se hace tomando por testigo a Dios».

E. Rom 14:1-23 tiene aplicación aquí. Si la conciencia de algún hermano no le permite jurar, su conciencia debe ser respetada. Nadie debe despreciarle. Sin embargo, tal hermano no debe juzgar al hermano que no comparte su creencia.

III. ¿Por qué jurar por el cielo, por la tierra, por la cabeza, etc.?

A. Es jurar con hipocresía. Los que juran de esta manera saben que su palabra no vale y quieren confirmar y reforzar lo que dicen (alguna afirmación, exclamación, promesa o amenaza). Quieren dar más énfasis al dicho, para poder persuadir o, por lo menos, impresionar al oyente.

B. Par obtener el efecto (resultado) máximo, el hipócrita quiere jurar por el nombre de Dios, pero no quiere comprometerse tanto a Dios. Núm 30:2, el que jura liga «su alma con obligación», y no debe quebrantar su palabra. Su dilema, pues, es cómo jurar y al mismo tiempo no ligar su alma.

C. El remedio, según el hipócrita, es no jurar por Dios, sino por algo relacionado con Dios (el cielo, Jerusalén, etc.). El cree que de esta manera escapa de su dilema, porque cree que su juramento da fuerza a su palabra pero evita el nombre de Dios y, por lo tanto, no liga su alma (no tiene que cumplir lo que dice). Jurar de esta manera es mentir y engañar.

D. Jesús explica que el jurar por el cielo, por Jerusalén, por la tierra, etc. es jurar por Dios, porque tales juramentos no tienen fuerza alguna aparte de Dios. «El que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquel que está sentado en él» (Mat 23:22; Isa 66:1). La tierra es el estrado de Dios. Jerusalén es la ciudad del Gran Rey. La cabeza es la vida dada por Dios. Por lo tanto, jurar por el cielo, la tierra, la cabeza, etc. es jurar por Dios. Véase Mat 23:16-22 para ver lo absurdo de los juramentos de los escribas y fariseos.

E. Muchos toman en vano el nombre de Dios (o de Cristo o del Espíritu Santo) en exclamaciones emocionales, al decir ¡Ay Dios!, ¡Oh Dios!, ¡Dios mío!, ¡Ay Señor! ¡Válgame Dios!, ¡Jesucristo!, etc. ¿Qué quiere decir la exclamación, «¡Cielos!»? «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano», (Deu 5:11). Es precisamente lo que Jesús condena en Mat 5:33-37; Mat 23:16-22.

IV. «Pero sea vuestro hablar: sí, sí; no, no».

A. Stg 5:12, «sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no». Es necesario decir la verdad, y cumplir (no quebrantar) la palabra. El cristiano no necesita de juramentos para confirmar la palabra porque su carácter bueno la apoya.

B. ¿Para qué jurar? Si la palabra vale, no es necesario jurar, y si la palabra no vale, el juramento no la ayuda. Es malo no decir la verdad y no cumplir la promesa; es peor jurar para confirmar una mentira y lo peor de todo es jurar por el cielo o la tierra, etc. para confirmar una mentira.

C. Muchos juramentos son para apoyar dichos insignificantes, es decir, se jura para confirmar cosas que no son importantes y que no necesitan confirmación. Esto indica que tal práctica es un hábito malo que debe ser corregido. Mat 12:36, «Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio».

Conclusión.

A. Jesús no condena el jurar: Dios juró, Cristo juró, Pablo juró. Más bien condena los juramentos necios y frívolos. Condena el jurar a la ligera. Condena la hipocresía que caracterizaba a los escribas y fariseos. Nuestra palabra no debe ser apoyada por juramentos, sino por el carácter bueno y confiable.

B. Es necesario decir la verdad y no quebrantar la palabra.

C. No debemos profanar el nombre de Dios ni el nombre de algún objeto relacionado con Dios.

D. Esto es el camino angosto (7:13); es edificar sobre la roca (7:24). es la justicia mayor que la de los escribas y fariseos (5:20).

E. En cuanto a los juramentos, el verdadero problema es el corazón impuro. Mucha gente jura locamente y maldice por causa de su genio fuerte (carnal). ¿Por qué todavía tienen genio fuerte los hermanos en Cristo? Porque rehusan cambiar. Predican que los vecinos deben arrepentirse pero ellos mismos rehúsan arrepentirse, y siguen causando escándalos y tropiezos en sus propios hogares, como también en la iglesia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

oisteis que fue dicho. Mat 23:16.

No perjurarás. Éxo 20:7; Lev 19:12; Núm 30:2; Deu 5:11; Deu 23:23; Sal 50:14; Sal 76:11; Ecl 5:4-6; Nah 1:15.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

No juréis en ninguna manera no prohíbe los juramentos oficiales, solemnes (Gén 22:16; Sal 110:4; 2Co 1:23), sino sólo los juramentos emitidos en la conversación normal. Tales juramentos sugieren que no se puede confiar en las palabras de una persona normal. La ley de Dios dice: «no juraréis falsamente» (Lev 19:12; Núm 30:2). Jesús le estaba diciendo a sus seguidores que no mintieran bajo ninguna circunstancia. La frase por el Señor podría usarse para encubrir falsedad. Cualquier juramento que incluyera el nombre de Dios comprometía legalmente; sin embargo, un juramento sin el nombre de Dios, no comprometía legalmente. Esto explica el énfasis en los vv. Mat 5:34-37.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

No perjurarás. Esto expresa la enseñanza contenida en Lev 19:12; Núm 30:2; Deu 23:21; Deu 23:23.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Mat 5:33-37, Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos 34 Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey 36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. 37 Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
LOS JURAMENTOS
Introducción.
A. Hay dos lecciones básicas en este texto:
1. No mentir. Efe 4:25, «Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo». El discípulo de Jesucristo es veraz. Dice la verdad. No miente. No engaña, sino que cumple su promesa.
2. Que nuestro «sí» sea «sí» y que nuestro «no» sea «no». La palabra del cristiano vale porque es apoyada, no por juramentos, sino por su buen carácter. No necesita de juramentos para apoyar (confirmar, reforzar) lo que dice.
B. ¿Cómo se relaciona este texto con el resto del sermón? El que obedece este texto: (1). Es de «limpio corazón», Mat 5:8. (2). Su justicia es mayor que la de los escribas y fariseos, Mat 5:20. (3). Entra por la puerta estrecha, y anda en el camino angosto, Mat 7:13-14. (4). Es el hombre prudente que edifica su casa sobre la roca Mat 7:24-27.
I. «No perjurarás (no jurarás falsamente), sino cumplirás al Señor tus juramentos», Mat 5:33.
A. Lev 19:12, «Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová». Núm 30:2, «Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca». Véase también Deu 23:21-22. Jesús dice que sus oyentes habían oído esta enseñanza, y El no quita nada de ella. No minimiza tal enseñanza. Bajo la ley de Cristo no se debe jurar falsamente, y se debe cumplir la palabra.
B. Debemos siempre decir la verdad (Efe 4:25; Apo 21:8) y no tomar el nombre de Dios en vano. Hay perfecta armonía entre la enseñanza de las dos leyes sobre estos puntos.
C. No quebrantar la palabra. Ecl 5:4, Ecl 5:5, «Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas». El Nuevo Testamento está en perfecta armonía con esta enseñanza.
D. Sin embargo, Jesús tenía mucho más que enseñar sobre el asunto por causa de los grandes abusos del jurar y la hipocresía en general con respecto al tema.
II. «Pero yo os digo: no juréis en ninguna manera».
A. Jesús explica la expresión, «en ninguna manera», agregando las palabras calificativas, «ni por el cielo… ni por la tierra… etc.»; es decir, no dice, «No juréis en ninguna manera» ¡punto!
Compárese Luc 9:3, no dice, «No toméis nada para el camino» ¡punto!, sino que agrega «ni bordón, ni alforja, ni pan, etc.» Mat 10:9-11 explica el asunto aun mejor. La palabra «nada» tiene que explicarse a la luz de las cosas excluidas. Así también la prohibición de jurar se explica a la luz de las cosas prohibidas. (Aun en Mat 5:21, la prohibición, «No matarás», tiene que entenderse a la luz de otros textos, por ejemplo, Rom 13:4). La expresión, «en ninguna manera», introduce los ejemplos de jurar a la ligera o jurar con hipocresía. Esto es lo que Jesús condena en este texto y en Mat 23:16-22 (véase también Stg 5:12). Es necesario «usar bien» la palabra (2Ti 2:15).
B. Jesús no condena el juramento serio y necesario. Heb 6:13, «juró por sí mismo»; 7:21, «Juró el Señor». Mat 26:63, «Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho» (respuesta afirmativa). Jesús testificó bajo juramento 2Co 1:23, «Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma». En este texto y en otros (Gál 1:20; Flp 1:8, etc.) Pablo juró. Desde luego, Pablo no desobedeció a Cristo; no hay conflicto alguno entre los juramentos de Pablo y la enseñanza de Jesús. Había gran solemnidad en lo que Pablo escribió (y, desde luego, lo que escribió fue inspirado por el Espíritu Santo), y era necesario jurar para confirmar lo que dijo.
C. Es correcto dar testimonio bajo juramento ante el tribunal civil, para defender los derechos del inocente y para condenar el crimen del culpable. Es verdad que el buen carácter del cristiano hace innecesario el juramento, pero vivimos en un mundo perverso, y el gobierno requiere que el testigo jure para confirmar su testimonio en asuntos judiciales. (1). Mat 22:39, el amor al prójimo lo requiere. Si el prójimo es defraudado y el cristiano es testigo de ello y rehúsa testificar en su favor, no le ama, y no es amigo de la justicia. (2). Mat 7:12 («la regla de oro») lo requiere. Supongamos que algún hermano sea testigo de un accidente, y que sepa que uno de los choferes estaba borracho, ¿no debe el cristiano dar su testimonio para ayudar al inocente y para condenar al culpable? Si el cristiano estuviera en el lugar del inocente, ¿querría que el testigo le ayudara con su testimonio? Es lo que Mat 7:12 enseña. (3). Lev 5:1, «Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevará su pecado». Es lo que Dios siempre ha pensado acerca del tema, porque es Dios de justicia.
D. ¿Afirmar en lugar de jurar? Hay hermanos que creen que no deben jurar nunca, bajo circunstancia alguna, pero están dispuestos a decir, «Yo afirmo», pero si después de decir «yo afirmo», agregan el nombre de Dios, entonces juran. La palabra jurarsignifica «afirmación o negación que se hace tomando por testigo a Dios».
E. Rom 14:1-23 tiene aplicación aquí. Si la conciencia de algún hermano no le permite jurar, su conciencia debe ser respetada. Nadie debe despreciarle. Sin embargo, tal hermano no debe juzgar al hermano que no comparte su creencia.
III. ¿Por qué jurar por el cielo, por la tierra, por la cabeza, etc.?
A. Es jurar con hipocresía. Los que juran de esta manera saben que su palabra no vale y quieren confirmar y reforzar lo que dicen (alguna afirmación, exclamación, promesa o amenaza). Quieren dar más énfasis al dicho, para poder persuadir o, por lo menos, impresionar al oyente.
B. Par obtener el efecto (resultado) máximo, el hipócrita quiere jurar por el nombre de Dios, pero no quiere comprometerse tanto a Dios. Núm 30:2, el que jura liga «su alma con obligación», y no debe quebrantar su palabra. Su dilema, pues, es cómo jurar y al mismo tiempo no ligar su alma.
C. El remedio, según el hipócrita, es no jurar por Dios, sino por algo relacionado con Dios (el cielo, Jerusalén, etc.). El cree que de esta manera escapa de su dilema, porque cree que su juramento da fuerza a su palabra pero evita el nombre de Dios y, por lo tanto, no liga su alma (no tiene que cumplir lo que dice). Jurar de esta manera es mentir y engañar.
D. Jesús explica que el jurar por el cielo, por Jerusalén, por la tierra, etc. es jurar por Dios, porque tales juramentos no tienen fuerza alguna aparte de Dios. «El que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquel que está sentado en él» (Mat 23:22; Isa 66:1). La tierra es el estrado de Dios. Jerusalén es la ciudad del Gran Rey. La cabeza es la vida dada por Dios. Por lo tanto, jurar por el cielo, la tierra, la cabeza, etc. es jurar por Dios. Véase Mat 23:16-22 para ver lo absurdo de los juramentos de los escribas y fariseos.
E. Muchos toman en vano el nombre de Dios (o de Cristo o del Espíritu Santo) en exclamaciones emocionales, al decir ¡Ay Dios!, ¡Oh Dios!, ¡Dios mío!, ¡Ay Señor! ¡Válgame Dios!, ¡Jesucristo!, etc. ¿Qué quiere decir la exclamación, «¡Cielos!»? «No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano», (Deu 5:11). Es precisamente lo que Jesús condena en Mat 5:33-37; Mat 23:16-22.
IV. «Pero sea vuestro hablar: sí, sí; no, no».
A. Stg 5:12, «sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no». Es necesario decir la verdad, y cumplir (no quebrantar) la palabra. El cristiano no necesita de juramentos para confirmar la palabra porque su carácter bueno la apoya.
B. ¿Para qué jurar? Si la palabra vale, no es necesario jurar, y si la palabra no vale, el juramento no la ayuda. Es malo no decir la verdad y no cumplir la promesa; es peor jurar para confirmar una mentira y lo peor de todo es jurar por el cielo o la tierra, etc. para confirmar una mentira.
C. Muchos juramentos son para apoyar dichos insignificantes, es decir, se jura para confirmar cosas que no son importantes y que no necesitan confirmación. Esto indica que tal práctica es un hábito malo que debe ser corregido. Mat 12:36, «Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio».
Conclusión.
A. Jesús no condena el jurar: Dios juró, Cristo juró, Pablo juró. Más bien condena los juramentos necios y frívolos. Condena el jurar a la ligera. Condena la hipocresía que caracterizaba a los escribas y fariseos. Nuestra palabra no debe ser apoyada por juramentos, sino por el carácter bueno y confiable.
B. Es necesario decir la verdad y no quebrantar la palabra.
C. No debemos profanar el nombre de Dios ni el nombre de algún objeto relacionado con Dios.
D. Esto es el camino angosto (7:13); es edificar sobre la roca (7:24). es la justicia mayor que la de los escribas y fariseos (5:20).
E. En cuanto a los juramentos, el verdadero problema es el corazón impuro. Mucha gente jura locamente y maldice por causa de su genio fuerte (carnal). ¿Por qué todavía tienen genio fuerte los hermanos en Cristo? Porque rehusan cambiar. Predican que los vecinos deben arrepentirse pero ellos mismos rehúsan arrepentirse, y siguen causando escándalos y tropiezos en sus propios hogares, como también en la iglesia.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA PALABRA ES UNA PRENDA

Mateo 5:33-37

Además habéis oído que se les dijo a los de la antigüedad: «No hagas un juramento en falso, sino cumple tus juramentos al Señor.» Pero Yo os digo: No juréis nunca, ni por el Cielo porque es el Trono de Dios-, ni por la Tierra porque es el estrado de Sus pies-, ni por Jerusalén porque es la ciudad del Gran Rey-, ni por tu cabeza -¡porque no puedes hacer ni que un pelo tuyo sea negro o blanco! Cuando dices Sí, que sea sí; y cuando dices No, que sea no. Todo lo que se le añada a eso tiene su raíz en el mal.

Una de las cosas que nos extrañan en el Sermón del Monte es el número de ocasiones en que Jesús les recuerda a los judíos cosas que ya sabían. Sus maestros ya les habían insistido en la obligación suprema de decir la verdad. «El mundo se mantiene en pie sobre tres cosas: la justicia, la verdad y la paz.» «Cuatro tipos de personas son excluidas de la presencia de Dios: el burlón, el hipócrita, el mentiroso y el divulgador de calumnias.» «El que ha dado su palabra y luego cambia es tan malo como el idólatra.» La escuela de Sammay estaba tan casada con la verdad que prohibía los cumplimientos -«cumplo y miento», que decía don Juan Fliedner de la sociedad; como, por ejemplo, el decirle a la novia que estaba encantadora cuando la verdad era que estaba corriente, si acaso.
Los maestros judíos insistían todavía más en la verdad si se había reforzado con un juramento. Este principio se establece repetidamente en el Nuevo Testamento. El mandamiento decía: «No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en vano; porque el Señor no dará por inocente al que pronuncie Su nombre en vano» (Ex 20:7 ). Ese mandamiento no se refiere exclusiva ni necesariamente a las blasfemias, sino a jurar que una cosa es verdad cuando no lo es, o cuando se hace algún juramento en falso. (Jurar es » Afirmar o negar una cosa, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas», según el primer sentido que recoge el D.R.A.E.). «Cuando alguien haga un voto al Señor, o haga un juramento ligando su alma con alguna obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca» (Nm 30:2 ). «Cuando hagas voto al Señor tu Dios, no tardes en pagarlo, porque ciertamente te lo demandará el Señor tu Dios, y cargarías con un pecado» (Dt 23:21 ).

Pero en tiempos de Jesús había dos cosas reprobables sobre los juramentos.
La primera era lo que podríamos llamar los juramentos frívolos, el tomar o hacer juramento cuando no era necesario ni adecuado. Se había hecho muy corriente el empezar una aseveración diciendo: «¡Por mi vida!», o «¡Por mi cabeza!», o «¡Que no vea yo el consuelo de Israel si…!» Los rabinos establecían que el usar cualquier fórmula de juramento en una simple aserción era pecado. «El sí de los justos es sí –decUi– y su no es no.»

Es necesario hacer aquí una seria advertencia, y más aún a los hispanohablantes. Demasiado a menudo se usa un lenguaje de lo más sagrado sin la menor necesidad ni sentido. Se pronuncian nombres sagrados sin el menor sentido ni relevancia. Los nombres sagrados deben reservarse para temas sagrados.
La segunda costumbre judía era, en cierto sentido, todavía peor. Se podrían llamar juramentos evasivos. Los judíos dividían los juramentos en dos clases: los que eran absolutamente vinculantes, y los que no. Cualquier juramento que incluía el nombre de Dios era absolutamente vinculante; cualquier juramento que se las ingeniaba para evitar en nombre de Dios, no era vinculante. El resultado era que, si una persona juraba por el nombre de Dios en cualquier forma, estaría obligada a cumplir su juramento; pero, si hacía un juramento por el Cielo, o por la Tierra, o por Jerusalén, o por su cabeza, se sentía perfectamente libre para incumplirlo. En consecuencia, se hacían verdaderas virguerías en este arte de la evasión en los juramentos.

La idea detrás de todo esto era que, si se usaba el nombre de Dios, Dios era parte de la transacción; mientras que si no se Le nombraba, no tenía nada que ver con el asunto.
El principio que Jesús establece está muy claro. En efecto, lo que Jesús dice es que, lejos de tener que hacer a Dios parte en ningún asunto, no se Le puede excluir de ninguno. Dios está en todo. El Cielo es el trono de Dios; la Tierra es el estrado de Sus pies; Jerusalén es la ciudad de Dios; la cabeza de un hombre no le pertenece a él, sino a Dios; su vida pertenece a Dios; no hay nada en el mundo que no pertenezca a Dios; y, por tanto, el que se Le nombre con todas las letras o no, no es esencial; el hecho es que Dios está en todo.
Aquí tenemos una gran verdad eterna. La vida no se puede dividir en compartimientos estancos, en algunos de los cuales está Dios y en otros no. No puede haber una clase de lenguaje en la iglesia, y otra en el mercado, en la fábrica o en la oficina. No puede haber un nivel de conducta en la iglesia y otro en el mundo de los negocios. El hecho es que Dios no necesita que se Le invite a ciertos departamentos de la vida, y se Le impida la entrada en otros. Está en todo; en toda la vida y en todas las actividades. No oye sólo lo que Le decimos en la iglesia dirigiéndonos a Él por nombre. Lo oye todo. No puede haber ciertas expresiones que eviten que esté implicado en una transacción. Consideraremos sagradas todas las promesas si tenemos presente que siempre se hacen en Su presencia.

EL FIN DE LOS JURAMENTOS

Mateo 5:33-37 (conclusión)

Este pasaje concluye con el mandamiento de que, cuando uno tenga que decir que sí, debe decir que sí, y nada más; y cuando tenga que decir que no, que diga que no, y nada más.
El ideal es que una persona no necesite nunca un juramento para reforzar o garantizar la verdad de lo que diGálatasGa. Su carácter debería hacer el juramento totalmente innecesario. Su garantía y su testimonio deberían estar en la clase de persona que es. Sócrates, el gran maestro y orador griego, decía: «Una persona debe llevar una vida que genere más confianza en ella que la que pueda producir nunca un juramento.» Clemente de Alejandría insistía en que los cristianos deberían vivir de tal manera y demostrar tal carácter que a nadie se le ocurriera nunca exigirles un juramento. La sociedad ideal sería una en la que la palabra de una persona no requiriera nunca un juramento que garantizara su veracidad, y ninguna promesa suya necesitara un juramento para asegurar su cumplimiento.
¿Prohíbe entonces esta palabra de Jesús el hacer un juramento en cualquier caso -por ejemplo, como testigo de un juicio? Ha habido dos clases de personas que se negaban rotundamente a hacer un juramento. La primera fueron los esenios, una antigua secta judía. Josefo escribe acerca de ellos: «Son eminentes en su fidelidad, y son ministros de la paz. Lo que quiera que digan es más firme que un juramento. Evitan el jurar, y lo consideran peor que el perjurio. Porque dicen que el que tiene que jurar para que se le crea se autocondena.»
La segunda fueron, y todavía son, los cuáqueros, que se niegan a hacer juramentos en ninguna situación. A lo más que llegaba su fundador George Fox era a usar la palabra bíblica Verily, de cierto. Escribe: «No he defraudado jamás a ningún hombre o ninguna mujer en todo ese tiempo [que trabajó en los negocios]. Cuando hacía ese servicio, usaba en mis contratos la palabra Verily, y todos decían: «Si George Fox dice Verily, no habrá nada que le haga cambiar.»»

En la antigüedad, los esenios no hacían un juramento en ninguna circunstancia, y hasta el día de hoy los cuáqueros hacen lo mismo.
¿Tienen razón en seguir esta línea de conducta? Hubo ocasiones en las que Pablo, por así decirlo, recurrió al juramento. «Invoco a Dios por testigo sobre mi alma -escribe a los corintios-, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto» (2Co 1:23 ). «En esto que os escribo escribe a los GálatasGa.-, ¡os aseguro delante de Dios que no miento!» (Gal 1:20 ). En estas ocasiones, Pablo recurre a un juramento. El mismo Jesús no protestó cuando se Le sometió a juramento. En Su juicio ante el sumo sacerdote, este Le conjuró por Dios mismo: «¡Te conjuro por el Dios viviente -Te increpo con un juramento por Dios mismo- que nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios!» (Mt 26:63 ). ¿Qué hacer en esa situación?

Veamos la última parte del versículo 37, que dice que se debe contestar sencillamente sí o no, porque «todo lo que se le añada a eso tiene su raíz en el mal.» ¿Qué quiere decir esto? una de dos cosas.

(a) Si se le tiene que tomar juramento a una persona, eso proviene del mal que hay en la humanidad. Si no existiera ese mal, no harían falta tomar juramento. Es decir: el hecho de que sea necesario a veces hacer que alguien haga un juramento es una prueba del mal que hay en la criatura humana sin Cristo.

(b) El hecho de que sea necesario tomarle juramento a una persona en algunos casos procede del hecho de que este es un mundo malo. En un mundo ideal, en un mundo que fuera el Reino de Dios, no haría falta recurrir a juramentos. Es necesario porque el mundo es malo.

Lo que Jesús está diciendo es: una persona realmente buena no necesita recurrir a juramentos; la veracidad de sus dichos y la realidad de sus promesas no necesitan más garantía. Pero el hecho de que los juramentos sean a veces necesarios es prueba de que ni las personas ni el mundo son buenos.
Así que este dicho de Jesús nos coloca bajo dos obligaciones. La primera es la de ser tales, que los demás vean en nosotros nuestra bondad transparente y no nos exijan nunca un juramento; y la segunda es la de hacer que este mundo sea tal que la falsedad y la infidelidad sean tan eliminadas en él que se pueda abolir la necesidad de juramentos.

LA LEY ANTIGUA

Mateo 5:38-42

Habéis oído lo que se dijo: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero Yo os digo que no os resistáis al mal; sino, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda; y si alguien quiere obtener sentencia contra ti para quitarte la túnica, dale también la capa; y si alguien te requisa para que recorras una milla de servicio público, ve con él dos millas. Dale al que te pida, y no te despistes del que quiera pedirte prestado.

Pocos pasajes del Nuevo Testamento contienen tanta esencia de la ética cristiana como éste. Aquí tenemos la ética característica de la vida cristiana, y la conducta que debería distinguir a los cristianos de los que no lo son.
Jesús empieza citando la ley más antigua del mundo ojo por ojo, y diente por diente. Esa ley se conoce como la Lex Talionis, y se puede describir como la ley del toma y daca aplicada a las ofensas. Aparece en el código de leyes más antiguo de los que se conocen, el Código de Hammurabi, que reinó en Babilonia de 2.285 a 2.242 a.C. El Código de Hammurabi hace una curiosa distinción entre el caballero y el trabajador: «Si alguien causa la pérdida del ojo de un caballero, perderá un ojo suyo. Si ha dañado el miembro de un caballero, el miembro suyo correspondiente será dañado. Si ha sido la causa de que un pobre perdiera un ojo, o quedara con un miembro dañado, pagará una mina de plata… Si ha causado el que a un hombre que es su igual se le caiga un diente, se le hará caer uno de los suyos. Si ha hecho que se le caiga a un pobre, pagará un tercio de una mina de plata.» El principio está claro y es aparentemente sencillo: Si un hombre ha infligido una injuria a otro, deberá sufrir una injuria igual.

Esa ley llegó a formar parte integrante de la ética del Antiguo Testamento. En él la encontramos establecida no menos de tres veces: «Pero si le causan otro daño, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe» (Ex 21:23-25 ). «El que cause una lesión a su prójimo, según lo hizo, así le sea hecho: Rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que le haya causado al otro, igual se hará con él» (Lv 24:19 s). «No lo compadecerás: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie» (Dt 19:21 ). Estas leyes se citan a menudo entre las más sanguinarias, salvajes y despiadadas del Antiguo Testamento; pero antes de empezar a criticar, deberíamos notar ciertas cosas.

(i) La Lex Talionis, la ley del toma y daca, lejos de ser una ley salvaje y sanguinaria, es de hecho el principio de la misericordia. Su finalidad original era sin duda la limitación de la venganza. En los días más primitivos la venganza de sangre era característica de la sociedad tribal. Si un hombre de una tribu causaba un daño a un hombre de otra tribu, inmediatamente todos los miembros de la tribu del perjudicado salían a vengarse de todos los miembros de la tribu del que había hecho el daño; y la venganza deseada no era nunca menos que la muerte. Esta ley limita deliberadamente la venganza. Establece que solamente el hombre que ha causado el daño debe ser castigado, y su castigo no debe exceder al equivalente del que él mismo ha causado. Vista en el trasfondo de su situación histórica, ésta no es una ley sanguinaria, sino misericordiosa.

(ii) Además, ésta no fue nunca una ley que le diera a la persona individual el derecho a vengarse por sí misma; siempre fue una ley que establecía cómo tenía que estipular el castigo un juez de un tribunal legal (cp. Dt 19:18 ). Esta ley nunca tuvo la finalidad de darle al individuo el derecho a complacerse ni siquiera en la venganza del toma y daca. Siempre se pretendió que fuera una guía para un juez en la estipulación del castigo que debía recibir cualquier obra violenta o injusta.

(iii) Y además, esta ley no se cumplió nunca literalmente, por lo menos en ninguna de las sociedades semi-civilizadas. Los juristas judíos razonaban acertadamente que el cumplirla literalmente podría ser de hecho lo contrario de la justicia, porque obviamente podría suponer el pago de un buen ojo o buen diente con un mal ojo o un mal diente. Y se llegó muy pronto a compensar el daño causado con dinero; y la ley judía establece meticulosamente en el tratado Baba Kamma cómo se ha de valorar el daño. Si una persona ha perjudicado a otra, puede haber sido de una de estas cinco maneras: Con injuria, dolor, tratamiento médico, pérdida de tiempo, e indignidad. En cuanto a la injuria, el injuriado se considera como un esclavo que se pone a la venta en el mercado. Su valor antes y después de la injuria se estipula, y el responsable de la injuria tiene que pagar la diferencia. Había sido responsable de la pérdida de valor de la persona injuriada. En cuanto a dolor, se estimaba cuánto dinero aceptaría una persona por estar dispuesta a sufrir el dolor de la injuria infligida, y el responsable de la injuria tenía que pagar esa suma. En cuanto a tratamiento médico, el causante del mal tenía que pagar todos los gastos del tratamiento médico necesario hasta que se llegara a una cura total. En cuanto a la pérdida del tiempo, el ofensor tenía que pagar la compensación por los salarios perdidos mientras el ofendido estuviera incapacitado para trabajar, y también tenía que pagar compensación si el ofendido había tenido una posición bien pagada, y luego quedaba, a consecuencia del daño, capacitado solamente para un trabajo menos remunerado. En cuanto a la indignidad, el ofensor tenía que pagar los daños por la humillación y la indignidad que la injuria había infligido. En esta práctica legal, el tipo de compensación que establecía la Lex Talionis es sorprendentemente moderna.

(iv) Y lo más importante de todo: Hay que recordar que la Lex Talionis no es ni mucho menos toda la ética del Antiguo Testamento. Hay atisbos y hasta esplendores de misericordia en el Antiguo Testamento. «No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo» (Lv 19:18 ). «Si el que te aborrece tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua» (Pr 25:21 ). » No digas: «Haré con él como el hizo conmigo»» (Pr 24:29 ) «Dé la mejilla al que lo hiere y sea colmado de afrentas» (Lm 3:30 ). Hay abundante misericordia en el Antiguo Testamento.

Así que la ética antigua se basaba en la ley del toma y daca. Es verdad que esa ley era ya misericordiosa; es verdad que era una ley para un juez y no para la persona individual; es verdad que nunca se llevaba a cabo literalmente; es verdad que había acentos de misericordia que se percibían al mismo tiempo. Pero Jesús obliteró el mismo principio de esa ley, porque la venganza, por muy controlada y restringida que esté, no tiene lugar en la vida cristiana.

EL FIN DEL RESENTIMIENTO
Y DE LA VENGANZA

Mateo 5:38-42 (continuación)

Así que para el cristiano, Jesús abole la antigua ley de la venganza limitada e introduce el nuevo espíritu que excluye el resentimiento y la venganza. De ahí pasa a dar tres ejemplos del espíritu cristiano en acción. El tomarlos con un literalismo crudo y obtuso seria perderse totalmente su enseñanza. Por tanto, es muy necesario, comprender lo que Jesús está diciendo.
(i) Dice que si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha debes ofrecerle también la otra. Hay aquí más de lo que parece a simple vista, mucho más que una mera cuestión de bofetadas.
Supongamos que el hombre es diestro, y quiere darle una bofetada al que tiene delante en la mejilla diestra, ¿cómo lo haría? A menos que haga las contorsiones más complicadas, lo cual privaría al golpe de toda su fuerza, no puede dar la bofetada más que de una manera: Con el revés de la mano. Ahora bien, según la ley judía rabínica, el golpear a una persona con el revés de la mano era doblemente insultante que si se le hubiera dado con el derecho de la mano. Así que, lo que Jesús está diciendo es: » Aun en el caso de que un hombre te dirija el insulto más calculado y peor, no debes vengarte de ninguna manera ni guardarle el menor resentimiento.»

No es probable que nos suceda a menudo, ni casi alguna vez, que alguien nos dé una bofetada; pero una y otra vez la vida nos brinda insultos, grandes o pequeños; Jesús está diciendo aquí que el verdadero cristiano ha aprendido a no tener resentimiento ni buscar venganza de ningún insulto o desprecio. A Jesús mismo le llamaban glotón y borracho. Le llamaban amigo de publicanos y de prostitutas, sugiriendo que era como ellos. A los primeros cristianos los llamaron caníbales e incendiarios, y los acusaron de inmoralidad brutal y desvergonzada, porque sus cultos incluían La Fiesta del Amor. Cuando Shaftesbury asumió la causa de los pobres y de los oprimidos le advirtieron de que eso querría decir que «se haría impopular con sus amigos y la gente de su propia clase,» y que «tendría que renunciar a toda esperanza de llegar a ser nunca miembro del parlamento.» Cuando Wilberforce empezó su cruzada para liberar a los esclavos se divulgaron deliberadamente acusaciones calumniosas de ser un cruel marido, de golpear a su esposa, y de que estaba casado con una negra.
Una y otra vez en la iglesia alguien se siente ofendido porque no le han invitado a una fiesta, o han omitido su nombre en el voto de gracias, o no se le dio el puesto o el reconocimiento que merecía. El verdadero cristiano ya no se acuerda de lo que quiere decir que le insulten; ha aprendido de su Maestro a aceptar cualquier insulto sin resentimiento, y sin buscar jamás la venganza.
(ii) Jesús pasa a decir que si alguien trata de quitarnos la túnica en un juicio, no sólo debemos permitírselo sino ofrecerle también la capa. Aquí también hay mucho más de lo que aparece a simple vista.
La túnica, jitón, era la camisa larga interior que se hacía de algodón o de lino. Hasta el más pobre tendría una muda de túnicas. La capa era la pieza de ropa exterior grande, de abrigo que uno se ponía encima de la túnica, y que usaba como manta por la noche. De ésta no tenía un judío corrientemente más que una. Ahora bien, decía expresamente la ley judía que la túnica de un hombre se le podía retener en prenda, pero no la capa: «Si tomas en prenda el vestido (capa) de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás, porque sólo eso es su abrigo, el vestido para cubrir su cuerpo. ¿Con qué dormirá?» (Ex 22:26 s). El detalle es que no era legal retenerle a una persona la capa permanentemente.

Así que, lo que Jesús está diciendo es que: «El cristiano no insiste nunca en sus derechos; nunca discute sus derechos legales; no considera que tiene derechos legales en absoluto.» Hay personas que no hacen más que insistir en sus derechos, que se aferran a sus privilegios y no se los dejarán arrebatar, que irán a los tribunales militantemente antes que sufrir lo que consideren la más ligera infracción de ellos. Las iglesias están trágicamente llenas de personas así: encargados cuyo territorio ha sido invadido, o a los que no se ha asignado el lugar merecido; de juntas que realizan su cometido con el reglamento siempre encima de la mesa, no sea que se le invadan a alguien sus derechos. Esas personas no han ni siquiera empezado a ver lo que es el Cristianismo. El cristiano no piensa en sus derechos sino en sus deberes; no en sus privilegios, sino en sus responsabilidades. El cristiano es una persona que ha olvidado si tiene derechos o no; y el que lucha hasta la muerte legal por sus derechos, dentro o fuera de la iglesia, está lejos del camino cristiano.
(iii) Jesús pasa entonces a hablar de que le obliguen a uno a ir una milla; y dice que en tal caso, el cristiano debe estar dispuesto a ir dos millas.
Aquí tenemos una escena que se refiere a un país ocupado. La palabra que se usa para obligar es el verbo angareuein, que es una palabra con historia. Se deriva del nombre angareus, que era la palabra persa para un correo. Los persas desarrollaron un sistema postal maravilloso. Todas las carreteras estaban divididas en etapas a recorrer en un día. En cada etapa había comida para el correo y agua y pienso para los caballos, y caballos de repuesto. Pero, si algo faltaba por lo que fuera, se podía requisar a cualquier persona, obligándola a dar comida, alojamiento, caballos, ayuda, y hasta a llevar él mismo el mensaje una etapa. La palabra que indicaba esa obligación era angareuein.

Por último esta palabra acabó por usarse para cualquier clase de requisa obligatoria para cualquier servicio en un país ocupado. En tal situación se podía obligar a los ciudadanos a que proveyeran alimentos, o alojamiento, o llevaran el equipaje. Algunas veces el poder imponía su derecho de requisa de la manera más tiránica y desconsiderada. Este peligro siempre pendía sobre las cabezas de los ciudadanos. Palestina era un país ocupado. En cualquier momento un soldado romano podía darle un golpe en el hombro con lo plano de la espada, y ya sabía el ciudadano que estaba obligado a servirle, hasta de la manera más vulgar. Eso fue lo que le pasó a Simón de Cirene cuando le obligaron (angareuein) a llevar la cruz de Jesús.

Así que, lo que Jesús esta diciendo es: «Suponte que tus amos se te presentan y te obligan a actuar de guía o de mozo una milla. No la recorras con un resentimiento amargo y obvio. Está dispuesto a ir dos millas con buena disposición y gracia.» Lo que Jesús está diciendo es: «No estés siempre pensando en tu libertad para hacer lo que te dé la gana; piensa siempre en tu deber y en tu privilegio de ser útil a otros. Cuando se te imponga una tarea, aunque sea injusta y odiosa, no la cumplas de mala gana y con resentimiento; sino como un servicio que se presta de buena gana.»

Hay dos maneras de hacer las cosas. Se puede hacer el mínimo irreductible, y ni una pizca más; se puede hacer de forma que quede bien claro que le asquea el asunto; puede hacerlo con el mínimo de eficacia, y nada más. O se puede hacer con una sonrisa, con simpática cortesía; con el propósito, no sólo de hacer lo que sea, sino de hacerlo bien y con agrado. Puede hacerse, no sólo tan bien como se debe, sino mucho mejor de lo que nadie tenga derecho a esperar de uno. El obrero incompetente, el subordinado resentido, el ayudante obligado, no han empezado ni a hacerse idea de lo que es la vida cristiana. Al cristiano no le corresponde hacer las cosas como quiera, sino simplemente ayudar, aunque la demanda de ayuda sea descortés, irrazonable y tiránica.

Así es que, en este pasaje, bajo la guisa de cuadros orientales gráficos, Jesús establece tres grandes reglas: El cristiano no debe tener resentimiento ni buscar revancha por un insulto, por muy calculado y humillante que sea; el cristiano no debe regirse por sus derechos legales u otros que crea poseer; el cristiano no debe reclamar su derecho a hacer lo que le dé la gana, sino saber que su deber es siempre ser de ayuda. La cuestión es: ¿Cómo se consigue eso?

EL DAR GENEROSO

Mateo 5:38-42 (conclusión)

Por último, Jesús nos demanda dar a todo el que nos pida, y no evadirnos del que quiera que le prestemos algo. En su cima, la ley judía del dar era encantadora. Se basaba en Dt 15:7 -I1:

Cuando haya algún pobre entre tus hermanos en alguna de las ciudades de la tierra que el Señor tu Dios te da, no le endurezcas tu corazón ni le cierres la mano a tu hermano pobre, sino ábresela liberalmente y préstale lo que realmente necesite. Guárdate de albergar en tu corazón este pensamiento perverso: «Está próximo el séptimo año, que es el de la remisión,» para mirar con malos ojos a tu hermano pobre y no darle nada; pues él podría clamar contra ti al Señor, y se te imputaría como un pecado. Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des, porque por ello te bendecirá el Señor tu Dios en todas tus obras y en todo lo que emprendas. Pues nunca faltarán pobres en medio de la tierra; por eso te mando: ¡Ábrele tu mano a tu hermano, al pobre y al menEsteroso de tu tierra!

El detalle del séptimo año es que cada siete años se cancelaban todas las deudas, y el que fuera tacaño y mezquino podría rehusar prestar nada cuando estaba cerca ese año, por si se le cancelaba la deuda y se quedaba sin lo que hubiera prestado.

Era en ese pasaje en el que se basaba la ley judía sobre el dar. Los rabinos establecieron cinco principios que debían gobernar el dar.
(i) No se le puede negar a nadie. «Ten cuidado de no rehusar la caridad, porque a todos los que la rehúsan se los pone en la misma categoría que a los idólatras.» Si una persona se negaba a dar, podría llegar el día que tuviera que pedir limosna, y tal vez de las mismas personas a las que les había negado su ayuda.
(ii) Lo que se da debe corresponder a la persona a la que se le da. La ley del Deuteronomio había dicho que hay que darle a la persona lo que necesite. Es decir, que no se le debe dar lo imprescindible para seguir viviendo, sino lo necesario para retener al menos algo del nivel y comodidad que tuvo un día. Así, se dice que Hill.lel arregló las cosas para que al hijo de una familia noble que había venido a menos se le diera, no simplemente lo necesario para que no se muriera de hambre, sino, además, un caballo para cabalgar y un esclavo para que corriera delante de él; y una vez, cuando no había ningún esclavo disponible, Hil.lel mismo actuó como su esclavo y fue corriendo delante de él. Hay mucho de generosidad y de encanto en la idea de que el dar no debe ser exclusivamente para sobrellevar la pobreza, sino también para aliviar la humillación que conlleva.

(iii) El dar se ha de llevar a cabo privada y secretamente. Nadie tiene que estar presente. Los rabinos hasta llegaron a decir que, en la clase más elevada de dar, el que da no debe saber a quién da, y el que recibe no debe saber de quién lo recibe. Había un cierto lugar en el templo al que iba la gente en secreto para hacer sus ofrendas; y esas ofrendas secretas se usaban en secreto para ayudar a los miembros empobrecidos de familias que habían sido nobles, y para proveer a las hijas de esas familias empobrecidas las dotes sin las cuales no se podrían casar. Los mejores judíos habrían despreciado el dar que se hiciera por prestigio, publicidad o autoglorificación.

(iv) La manera de dar debe estar en consonancia con el carácter y el temperamento del que lo recibe. La regla era que si una persona tenía medios, pero era demasiado tacaña para usarlos, se le debía hacer una donación, pero luego reclamarla de su estado como un préstamo. Pero si la persona era demasiado orgullosa para pedir ayuda, rabí Ismael sugería que el dador debería dirigirse a ella y decirle: «Hijo mío, a lo mejor necesitas un préstamo.» Así se respetaba su dignidad; pero luego no se le reclamaba el préstamo, porque en realidad había sido un regalo. Se llegaba hasta a establecer que, si una persona era incapaz de responder. a una petición de ayuda, su misma negativa debía ser tal que mostrara que, si no podía dar otra cosa, por lo menos contribuía con su simpatía. Hasta una negativa había de hacerse de tal manera que ayudara y no ofendiera. El dar había de llevarse a cabo de forma que la manera como se hiciera ayudara tanto como la aportación. (v) El dar era al mismo tiempo un privilegio y una obligación, porque en realidad era a Dios a Quien en realidad se daba. El darle alguna ayuda a una persona necesitada era algo que uno tal vez no escogía hacer, sino algo que debía hacer; porque, si se negaba, Se lo estaba negando realmente a Dios. «Al Señor presta el que da al pobre; el bien que ha hecho, se lo devolverá»

(Pr 19:17 ). «A todo aquel que tiene misericordia de otras personas se le muestra misericordia desde el Cielo; pero al que no tiene misericordia de los demás, no se le muestra misericordia desde el Cielo.» A los rabinos les encantaba indicar que la misericordia era una de las pocas cosas a las que la Ley no les ponía límite.

¿Quiere esto decir que Jesús impuso a los hombres solamente lo que podría llamarse un dar indiscriminado? No se puede dar una respuesta sin matizaciones. Está claro que el efecto del dar en el que recibe debe tenerse en consideración. El dar nunca debe ser tal que le anime a la persona que lo recibe a la pereza o a la irresponsabilidad, porque entonces sería sólo perjudicial. Pero, al mismo tiempo, hay que recordar que muchas personas que dicen que no darán nada más que a través de canales oficiales, y que se niegan a ayudar directamente en casos personales, están en realidad frecuentemente haciendo una excusa para no dar, y están suprimiendo completamente el elemento personal en el dar. Y hay que tener presente también que es mejor ayudar a una veintena de pedigüeños fraudulentos que correr el riesgo de rechazar a uno que esté verdaderamente necesitado.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Lev 19:12; (ver Núm 30:2; Deu 23:21; Deu 23:23).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

NOTAS

(1) Véase Ap. 1D.

REFERENCIAS CRUZADAS

f 217 Lev 19:12; Núm 30:2

g 218 Deu 23:21; Sal 50:14; Ecl 5:4

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Un juramento era una promesa solemne hecha frecuentemente en el nombre de Dios. Según los fariseos, los juramentos que no mencionaran el nombre de Dios no eran tan obligatorios como los que lo mencionaban. Jesús, sin embargo, demuestra que Dios está relacionado con todas las cosas (los cielos, la tierra, Jerusalén, la cabeza; cp. 23:16– 22), de modo que aun los votos que no mencionan el nombre de Dios quebrantan el mandamiento de Ex 20:7, cuando no se cumplen.

Fuente: La Biblia de las Américas

33 (1) O, No jurarás falsamente.

33 (2) Lit., pagarás. Un juramento incluye un voto que debe pagarse. Así que, pagar el voto que hicimos al Señor es cumplir nuestros juramentos.

33 (a) Lev_19:12 ; Núm_30:2

33 (b) Deu_23:21 ; Ecl_5:4-5

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

perjurarás, o «jurarás en falso». Los juramentos o votos tomados en el nombre del Señor obligaban al que los emitía y se condenaba fuertemente el perjurio en la ley (Éxo 20:7; Lev 19:12; Deu 19:16-19). Cada juramento contenía una afirmación o promesa y una súplica a Dios como el castigador omnisciente de las mentiras, lo que hacía que el juramento fuese obligatorio en su cumplimiento. Por esto, encontramos frases como «porque vive Jehová» (1Sa 14:39). El énfasis en la inviolabilidad de los juramentos llevó a la idea de que las palabras ordinarias no necesitaban ser ciertas ni acarrear compromiso. Sin embargo, Jesús enseñó (Mat 5:3) que debemos decir, y querer decir, sí o no, y nunca usar equívocos.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

juramentos…Lev 19:12; Núm 30:2; Deu 23:21.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

O, No quebrantarás tus votos

Lit., tus votos

Fuente: La Biblia de las Américas

g Lev 19:12.

5.33 g Núm_30:2; Deu 23:21.

Fuente: La Biblia Textual III Edición