Comentario de Mateo 6:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

Mat 6:1-4, NO DAR PARA SER VISTOS DE LOS HOMBRES

Introducción.

A. En el cap 6 Jesús sigue explicando la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Jesús les acusa de hipocresía (Mat 23:1-39) en su servicio a Dios. Debemos escuchar con atención tales advertencias.

B. Mat 6:1-18 se dirige al propósito de servir y adorar a Dios. ¿Qué nos mueve? ¿Por qué servimos a Dios? ¿Para ser vistos de los hombres?

C. Jesús siempre tenía que enseñar sobre la cuestión del propósito de servir a Dios. Continuamente estaba rodeado de multitudes, pero ¿por qué le buscaban? ¿para obtener panes y peces? ¿con propósito político? ¿por curiosidad? ¿Cuántos de los que le seguían eran sinceros? El mismo problema existe hoy en día. ¿Por qué asiste la gente a alguna iglesia? ¿con fines sociales? ¿para divertirse? ¿porque les gusta a ellos los miembros o el predicador? ¿habrá ventajas económicas? ¿para agradar a la familia? ¿para apaciguar la conciencia? ¿para adorar a Dios en espíritu y en verdad?

D. La Biblia no solamente nos enseña lo que debemos hacer, sino también nos enseña los propósitos y las motivaciones con los cuales debemos obedecer. Si no obedecemos con propósito correcto, nuestra obediencia no es aceptable a Dios.

E. Por lo tanto, debemos examinarnos con cuidado (2Co 13:5), porque no basta con ofrecer el servicio y culto a Dios que son correctos en cuanto a forma, sino que también debemos servir y adorar a Dios con corazón limpio (Mat 5:8; Jua 4:24).

I. Mat 6:1, «Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos». «Cuidaos de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos» (LBLA).

A. Mat 5:16, «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Alumbramos nuestra luz cuando hacemos buenas obras. La gente se da cuenta de lo que hacemos, pero el propósito nuestro es para que Dios sea glorificado.

B. Pero el propósito de los hipócritas era distinto. Aunque profesaban ofrecer servicio a Dios, en realidad querían obtener gloria para si mismos, y no para Dios. En esto eran falsos («hipócritas»). Querían llamar la atención de la gente a su acto de dar a los pobres, que la gente se diera cuenta de la generosidad de ellos. Querían ser «alabados» por la gente (que la gente dijera, «¡Qué generosos y piadosos son estos hombres!»). La recompensa que buscaban era el honor, la admiración y la alabanza de la gente.Profesaban servir a Dios, pero no buscaban la aprobación de Dios.

C. Jua 5:44, «¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único». Este texto describe perfectamente la actitud de los «hipócritas» (Mat 6:2).

D. Gál 1:10, Pablo no tenía esa actitud. «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo». Es probable que los oponentes de Pablo le acusaban de querer congraciarse con los hombres, pero Pablo era el esclavo de Cristo. Dijo, «De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús» (Gál 6:17). Como el esclavo llevaba el nombre y el emblema de su dueño grabados en su cuerpo a hierro candente, así también las cicatrices en el cuerpo de Pablo daban evidencia viva de sus sufrimientos por Cristo. Era prueba convincente de que Pablo era el esclavo de Cristo. Siendo tan obviamente el esclavo de Cristo, ¿cómo, pues, podía servir a los hombres y buscar el favor de ellos?

II. Mat 6:2, «Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres». (No solamente querían ser «vistos», sino también «alabados»).

A. La «trompeta» se refiere a cualquier medio de publicidad (ahora sería el periódico, la radio, etc., o el mismo púlpito).

B. Jesús se refiere en Mat 6:1-18 a tres servicios (ayudar al necesitado, orar, y ayunar), pero lo que El dice aquí tiene aplicación en todo nuestro servicio a Dios.

C. Nunca termina este problema, porque hay peligro para todos los que ofrecen servicio a Dios. Por ejemplo, en las publicaciones de los hermanos liberales hay listas de los que contribuyen a sus instituciones, escuelas, asilos para niños o para ancianos, casas de publicación, y a varias iglesias patrocinadoras. Aun tienen categorías de reconocimiento («clubs» de contribuyentes), según la cantidad de las ofrendas. Las escuelas para predicadores contribuyen mucho a este mal. Los egresados llevan títulos (por ejemplo, «Misionero», véase Mat 23:7-8) y «cartones» (diplomas) que los elevan sobre los demás. Ya son predicadores profesionales. Es probable que un día se llamen «Reverendo», como ya se practica entre las denominaciones (1Sa 8:5).

D. Sin embargo, es necesario reconocer que también los que nos oponemos a estas innovaciones estamos en peligro. Hay gran peligro de que los ancianos, diáconos, maestros, directores de cantos como también los miembros que cantan bajo su dirección, y sobre todo, los predicadores caigan en este error. Es fácil caer en la tentación de predicar, orar, cantar, etc. para impresionar a los miembros, y para que nos alaben. Hay miembros de la iglesia que alaban mucho a los directores del culto (al director de los cantos, al predicador, aun al hermano que dirige la oración) y ¿qué hermano rechaza las palabras de alabanza? Hay peligro de que nos engañemos diciendo, «Quiero que me aprecien», cuando en verdad simplemente queremos nuestra «recompensa» (ser alabados por ellos).

III. Mat 6:2, «De cierto os digo que ya tienen su recompensa».

A. La recompensa es una gran motivación para todos. ¿Quién no busca la recompensa? Aunque la salvación es por gracia, Cristo habla mucho de la recompensa que nos espera (Mat 5:1-12; Mat 10:41; Mat 25:34-46, etc.). A muchos «Evangélicos» no les gusta hablar de recompensa. Insisten en que la salvación es por «la gracia sola», y no se sienten cómodos cuando hablan de recompensa. Les parece un poco conflictivo, porque creen que la recompensa tiene que ver con merecer la salvación, pero esto no debe ser ningún problema para los que predican el evangelio verdadero, pues la Biblia enseña que hay castigo para los injustos, y hay recompensa para los justos.

B. Sin embargo, algunos quieren su recompensa ahora; por eso, quieren ser alabados por los hombres. Dice Jesús, «ya tienen su recompensa». Ya son pagados; ya han recibido la totalidad de su pago. No reciben solamente la mitad de su recompensa ahora, para esperar la otra mitad de Dios en el día final, porque no habrá «otra mitad» de recompensa. Compárese Luc 6:24, «Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo!» Como dijo Padre Abraham al rico (Luc 16:25), «Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida», es decir, ya recibió todo.

C. Si profesamos servir a Dios, pero con los ojos puestos en los hombres (para ser alabados por ellos), estamos sirviendo a los hombres, y los hombres tienen que pagarnos. Cuando ellos nos alaban, ya estamos pagados. Si buscamos la alabanza de los hombres, Dios no nos pagará porque no le estamos sirviendo a El. Hacemos burla de Dios si profesamos servirle cuando el corazón está en la recompensa de los hombres. Dios solamente recompensa a los que le sirven a el «en secreto» (es decir, un servicio sincero de corazón singular que es para agradar a Dios y no a los hombres).

D. La recompensa que se recibe de los hombres no se puede comparar con la recompensa de Dios porque la recompensa de los hombres no es confiable. Es muy caprichosa, porque los hombres son inconsecuentes, inconstantes y cambiables. Lo que les agrada hoy no les agrada mañana. Recuérdese el ejemplo de la alabanza que Jesús recibió durante la entrada triunfal (Mat 21:9). Al entrar Jesús en la ciudad algunos decían «Hosanna al Hijo de David! pero durante la misma semana algunos decían «¡Sea crucificado!» (Mat 27:22). Pablo fue alabado (adorado) por los de Listra, pero en poco tiempo fue apedreado por los mismos (Hch 14:11; Hch 14:19). Así es la alabanza de los hombres. Por lo tanto, los que buscan su recompensa ahora, es decir, quieren ser alabados por los hombres, pueden perder su recompensa aun ahora, como también después.

IV. Mat 6:3-4 «Mas cuando tu des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público». (La Biblia de las Américas omite las palabras «en público» en los vers 4, 6, 18. No aparecen en los manuscritos más antiguos y confiables).

A. «Tu izquierda… tu derecha». Recuérdese que Jesús habla del corazón, del propósito de la persona que sirve a Dios. La mano izquierda no tiene su propia mente. Muchas veces Jesús emplea lenguaje figurado para dar más énfasis a cierta enseñanza.

B. No perdemos la recompensa de Dios simplemente porque otros saben de nuestras buenas obras. No hay pecado en que otros sepan de nuestra obediencia a Dios. Por lo contrario, Mat 5:16 dice que cuando otros observan nuestras buenas obras glorifican a Dios. El Nuevo Testamento publica la obediencia de varias personas en Hechos de los Apóstoles, y publica las buenas obras de varias personas: Mar 12:41-44; Hch 9:36-39; Rom 16:1-2; 1Co 16:15-16, etc. Por lo tanto, sabemos que no es malo que otros sepan de nuestras buenas obras. Tampoco es malo que nosotros alabemos las buenas obras de otros. En la iglesia, en el hogar y en otras relaciones y actividades podemos alabarnos los unos a otros sin pecar y sin buscar la gloria el uno del otro. Sin embargo, tanto los que alaban como los que se alaban deben tener mucho cuidado del corazón, para que la gloria sea para Dios. ¿Por qué alabó Pablo a ciertas iglesias e individuos? (1Co 16:15-16; 2Co 8:1; 2Co 8:11). Para estimularnos a imitar las buenas cualidades y buenas obras de los fieles.

C. Pero recuérdese que siempre hay mucho peligro cuando nos alabamos los unos a los otros. Debemos examinarnos constantemente (1Co 11:31; 2Co 13:5) y siempre buscar la aprobación (y recompensa) de Dios en lugar de la recompensa de los hermanos. Debemos preguntarnos con toda sinceridad, «¿Por qué voy a las reuniones de la iglesia? ¿Por qué predico? ¿Por qué quiero dirigir los himnos? etc. Está bien que otros nos alaben, pero ¿cómo nos afecta tal alabanza? Lo importante es que nosotros sirvamos al Señor y no a los hombres. Véanse Efe 6:5-9; Col 3:23-25.

D. El Padre nos recompensará. El lleva las cuentas y sabe todo, aun los pensamientos del corazón. Heb 6:10, «Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra». Ecl 12:14, «Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala».

E. Las bienaventuranzas. Después de cada una de las bienaventuranzas, Jesús promete una bendición («verán a Dios», «vuestro galardón es grande en los cielos», etc.).

F. Rom 2:16, «en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio».

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Guardaos de hacer, o cuidad de no practicar. Mat 16:6; Mar 8:15; Luc 11:35; Luc 12:1, Luc 12:15; Heb 2:1.

vuestra justicia. Deu 24:13; Sal 112:9; Dan 4:27; 2Co 9:9, 2Co 9:10.

para ser vistos de ellos. Mat 6:5, Mat 6:16; Mat 5:16; Mat 23:5, Mat 23:14, Mat 23:28-30; 2Re 10:16, 2Re 10:31; Eze 33:31; Zac 7:5; Zac 13:4; Luc 16:15; Jua 5:44; Jua 12:43; Gál 6:12.

de otra manera no tendréis recompensa. Mat 6:4, Mat 6:6; Mat 5:46; Mat 10:41, Mat 10:42; Mat 16:27; Mat 25:40; 1Co 9:17, 1Co 9:18; Heb 6:10; Heb 11:26; 2Jn 1:8.

de vuestro Padre que está en los cielos. Mat 6:9; Mat 5:48.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús continua su sermón, exhortándoles a no preocuparse por las cosas del mundo, Mat 6:1-32,

sino buscar a Dios, Mat 6:33, Mat 6:34.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

ya tienen su recompensa: El verbo traducido por tienen se usaba en recibos de pago y es similar a «totalmente pagado». La única recompensa que los hipócritas recibirán es la alabanza de los hombres (vv. Mat 5:5Mat 5:16). Compárese con las recompensas celestiales que Cristo da a sus seguidores (2Co 5:10Apo 22:12).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EL SERMÓN DEL MONTE. En los caps. Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29 tenemos lo que comúnmente se llama el sermón del monte pronunciado por Cristo. Contiene una revelación de los principios de justicia de Dios por los cuales todos los creyentes deben vivir mediante la fe en el Hijo de Dios (Gál 2:20) y mediante el poder del Espíritu Santo que mora en ellos (cf. Rom 8:2-14; Gál 5:16-25). Todos los que pertenecen al reino de Dios tienen que manifestar un hambre y una sed intensas de la justicia enseñada en este sermón (véase Mat 5:6, nota).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

VUESTRA JUSTICIA DELANTE DE LOS HOMBRES. El principio establecido en este versículo trata del móvil del creyente para actuar correctamente.

(1) Si cualquier creyente, sea laico o ministro, hace el bien por la admiración de los demás o por razones egoístas, perderá su recompensa y el reconocimiento de parte de Dios. En vez de eso aparecerá como un hipócrita que, bajo la apariencia de dar gloria a Dios, en realidad busca la gloria para sí mismo.

(2) Cristo se refiere a la justicia, es decir, las obras de caridad, en tres esferas: dar (vv. Mat 6:2-4), orar (vv. Mat 6:5-8) y ayunar (v. Mat 6:16-18). Su condenación a la justicia que se hace para ser visto por los demás pone en tela de juicio gran parte de la actividad cristiana contemporánea, incluso la competencia por la pomposidad, la publicidad del éxito personal, el espectáculo y la diversión en la iglesia, y el deseo de ser el primero (véanse 1Co 3:13-15; 1Co 4:5).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Capitulo 6.
E ste capítulo no tiene valor inorgánico con el anterior; continúa la exposición de diversas enseñanzas desde el punto de vista de la perfección de la Ley judía.

Doctrina general sobre la rectitud de intención, 6:1.
1 Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de el hombre para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre, que está en los cielos.

El primer versículo de este capítulo es el leit-motiv del mismo. La enseñanza que hace en él es un alerta muy acusado – “aplicar el ánimo,” “estar atentos” – para evitar hacer la “justicia” con ostentosidad. Este término corresponde al hebreo tseda-yah, justicia, pero que en la época de Cristo, y ya de antes (Eco 3:32; Eco 7:10; Tob 12:3), vino a significar corrientemente limosna. Pero no es aquí éste su sentido, pues es tema general que afecta a diversos temas, y entre los cuales se dedica uno específicamente a la limosna (v.2-4) con su término propio (ελεημοσύνη). Aquí vuestra “justicia” significa la conducta moral general de los discípulos de Cristo. “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos” (Mat 5:20).
Esta, en oposición al fariseísmo, no ha de practicar las buenas obras para ser vistos de los hombres. La virtud se practica por amor a Dios. Sólo así se tendrá “premio,” “recompensa” (μισθός), premio en justicia l. Pues “el que quiere hacer ostentación de su virtud, no trabaja por la virtud, sino por la fama.” 2 Por eso los que así obran “recibieron” ya su recompensa. El Talmud ridiculizaba esto al hablar de los fariseos “de espaldas,” que eran aquellos que sienten sobre sí el peso de sus buenas acciones 3.
En otro pasaje (Mat 5:16) dice que las obras han de hacerse para que los hombres “vean vuestras buenas obras” (y así) glorifiquen “a vuestro Padre.” Aquí se trata del apóstol, cuya obra no es la pereza, sino el lucir para que la obra del reino sea conocida, pero en el v. 1 se trata del espíritu con que han de ser practicadas las virtudes.
El auditorio al que se dirigen las enseñanzas que va a hacer debe de rebasar el simple círculo de los apóstoles y discípulos para dirigirse a las “muchedumbres” (Mat 7:28), al menos en algunos casos.

Modo cristiano de practicar la limosna,Mat 6:2-4.
2 Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en sus sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa.3 Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace la derecha, 4 para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que ve en lo oculto, te premiará.

La limosna es una práctica religiosa especialmente recomendada en el A.T. (Pro 2:27; Pro 19:17; Pro 21:13; Pro 28:27; Tob 4:7, etc.), y hasta tal punto se la considera característica del hombre “justo,” que se llega a llamar a la limosna “justicia” (Eco 3:32; Eco 7:10; Tob 12:3, etc.). En la literatura talmúdica la limosna ocupa un lugar preferente 4 (cf. Deu 15:11).
Pero no basta dar materialmente limosna para que sea un acto religioso. Cristo va a hacer ver el espíritu cristiano que ha de informar la práctica de la misma. Y lo hace ver en contraste con la práctica de los “hipócritas.” Estos son en el contexto los fariseos (Mat 15:17; Mat 22:18; Mat 23:13-15.18) 5. Lc dice de ellos: “Guardaos del fermento de , que es ía” (Col 12:1). Y los cuales son descritos aquí “tocando la trompeta.”. “en las sinagogas y en las calles para ser alabados de los hombres.”
El cuidado de los pobres era carga de la comunidad. En tiempo de Cristo, los sábados se recogían en todas las sinagogas a la salida de las mismas las aportaciones voluntarias. Este sistema era anónimo. Aparte de esta colecta semanal se admitían dones voluntarios. Los fariseos solían dar limosna con gran ostentación a los pobres encontrados en los caminos o reunidos en plazas con motivo de alguna solemnidad. Y hasta parece que para excitar la generosidad se había introducido la costumbre de proclamar los nombres de los donantes, sea en las reuniones sinagogales, sea en las calles o plazas con ocasión de alguna solemnidad especial, ante las gentes reunidas (Eco 31:11). Lo mismo que se los llegaba a honrar ofreciéndoles los primeros puestos en las sinagogas, que eran las sillas que estaban delante y vueltas hacia los fieles, y de cuyos puestos se gloriaban especialmente los fariseos (Mat 23:6) 6.
La frase “ir tocando la trompeta delante de ti” al hacer limosna es una metáfora, ya que es desconocido este uso. Sólo se conoce que el “ministro” de la sinagoga – el hazzan de los escritos rabínicos – convocaba con una trompeta desde un lugar alto de la sinagoga el comienzo del sábado. Este era el modo, en general, de hacer limosna los fariseos. Pero Cristo les dirá duramente que “ya recibieron su recompensa,” el aplauso de los hombres. El término griego aquí empleado (άπεχουσιν) era fórmula corrientemente usada por los helenistas para indicar que la cuenta está saldada 7.
Con el ritmo hebreo antitético positivo dirá cómo el cristiano ha de practicar la limosna. Ha de darse en “oculto.” Es la hipérbole oriental de contraposición a la ostentación y publicidad de la limosna farisaica. Contra la ostentación, buscando el aplauso de los hombres, el cristiano lo ha de hacer sin buscar la publicidad, aunque de hecho se sepa por los hombres, y, contra la ostentación, lo hará “ocultamente.” Y tan oculto – sigue el grafismo hiperbólico oriental -, que “no sepa tu izquierda lo que hace la derecha,” sin duda la mano. Y así sucederá que “el Padre – no los hombres -, que ve en lo oculto, te premiará.” 8
Rabí Eleazar (c.270 d.C.), decía: “Quien da limosna en lo oculto es más grande que nuestro maestro Moisés.” No se trata de la “vida interior” frente a la exterior. Es el “espíritu” de la obra lo que se destaca.
El espíritu cristiano de la enseñanza no exige naturalmente el cumplimiento material del grafismo hiperbólico con que se expresa. No es tanto la materialidad de la realización lo que se censura, sino la intención con que se hace.
En otro pasaje que recoge Mt, Cristo hará ver que el mérito de la limosna no está tanto en la cantidad de ésta cuanto en el espíritu y amor a Dios que en ella se ponga (Mat 12:41-43).

Modo cristiano de hacer oración, el “Pater noster,” 6:5-15 (Luc 11:24).
5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar de pie en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 6 Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo dará. 7 Y orando, no seáis habladores como los gentiles, que piensan ser escuchados por su mucho hablar. 8 No os asemejéis, pues, a ellos, porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis. 9 Así, pues, habéis de orar vosotros: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, 10 venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra. l El pan nuestro de cada día dánosle hoy, 12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, ‘3 y no nos pongas en tentación, mas líbranos del mal.14 Porque, si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. 5 Pero, si no perdonáis a los hombres las faltas suyas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.

Con una factura semejante a la anterior, con el ritmo hebreo negativo-positivo, Cristo censura y expone cuál ha de ser el espíritu cristiano de sus discípulos en la oración.
Todo judío piadoso varón había de orar tres veces al día, sobre las nueve de la mañana, mediodía y sobre las tres de la tarde; prescripción ya muy anterior a la época neotestamentaria. Generalmente se oraba de pie, pero también era frecuente orar de rodillas. Se solía orar tendidos los brazos al cielo, e incluso vueltas las palmas de las manos, como esperando el don que esperaba recibirse 9.
Mas para el fariseo – ”hipócrita” – también la oración era motivo para su vanidad. Les gustaba orar ostentosamente en las “sinagogas,” en el templo – también estaba permitida la oración en cualquier lugar puro – y en los ángulos de las plazas, probablemente para no ser interrumpidos en su exhibicionista oración por los transeúntes y bestias de carga. Jesucristo los describe diciendo el modo con que oran, con una palabra (έστώτες) que se la puede traducir por “estando de pie.” Traducción legítima, pero que pudiera estar fuera de contexto. Porque lo que se censura no es la posición, máxime cuando generalmente se oraba de pie – ”cuando os pusiereis en pie (στηχετε) para orar.” (Mar 11:25) -, sino el modo exhibicionista con que oraban. Por eso se podría traducir esa palabra, mejor que por la “de pie,” por la de pose 10. Con ello ya recibieron su recompensa al ser vistos por los hombres, por quienes lo hicieron.
Pero se señala también en forma positiva esta actitud cristiana de orar. En contraste con el fariseísmo, el cristiano entrará en su “habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre., que ve en lo secreto (y) te dará.” Se proponía el perfil bajo como actitud en la oración.
Se propuso traducir ταμείοv, “habitación,” por granero, rincón o bodega, valor que filológicamente puede tener (Mat 24:26), puesto que las casas de las gentes pobres palestinas sólo tenían una habitación, en donde se desarrollaba, a vista de todos, la vida familiar, y así en ella habían de ser vistos n. Pero el pensamiento de Cristo no va a estas sutiles precisiones.
Se censura la oración público-exhibicionista farisaica, y el contraste se presenta en el retiro privado del hogar. Mucho menos se trata de censurar la oración pública – no es éste su objetivo -, que Cristo mismo recomendó en otras ocasiones (Mat 18:19.20; Mat 11:25; Jua 11:41; Jua 12:28). Se busca a Dios, que está en todas partes, no la exhibición.
Como lo que únicamente aquí se considera es el espíritu que, debe informar la oración, se dice sapiencialmente que el Padre “dará” lo que se pide. Por eso ha de suponerse la conveniencia de lo pedido y las condiciones requeridas para que se conceda, y que Cristo expone en otros pasajes (Mat 15:21-28; Mar 7:24-30; Luc 11:5-13).
Si la oración cristiana exige como una condición la sinceridad y sencillez, se expone la censura de otro aspecto, practicado por los gentiles, que piensan que “serán escuchados por su mucho hablar.” El texto pone una palabra con significado discutido, βατταλογητε, aunque el sentido es claro. Se la hace derivar de battalogeo (códices Alef, B, versiones siro-sinaítícas y siro-palestinense) o battologéo (códice D, versiones latinas, coptas, siro-curetoniana y Peshitta).
Si se deriva de la primera, su significado sería decir cosas vanas, del arameo battaltha’; en el segundo caso significaría, originariamente, tartamudeo y, en sentido derivado, el farfulleo de decir muchas cosas, aquí inútiles 12.
Si el sentido etimológico es discutible, el contexto hace ver claramente su valor fundamental: la “charlatanería” en la oración, sea diciendo cosas vanas o inútiles, sea pretendiendo recitar unas fórmulas largas o calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia mágica ante Dios.
Se decía por algunos rabinos: “Quien multiplica las plegarias será escuchado” 13. Los sacerdotes de Baal aparecen con ciertas prácticas interminables patológicas en la oración (1Re 18:26ss). Igualmente aparecen listas de epítetos en los himnos babilónicos y fórmulas de encantamiento en los papiros mágicos de la edad helenística. Los dioses romanos tenían sus carmina, en los que no se omitía detalle y en los que se ponían todos los títulos y requisitos preventivos para que no fallase la petición. Era una magia o una “mecanización” de la piedad. Séneca habla de aquellas oraciones “que fatigaban a los dioses” 14 (cf. Eco 7:14; 2Ma 1:23-30). En el Eclesiastés se dice: “Sean pocas tus palabras” (2Ma 5:1). Y el Eclesiástico previene contra “la repetición de las palabras” (2Ma 7:14). Pero después de la cautividad, el judaismo, en general, gustaba de prolijas oraciones y, en especial, acumular en ellas títulos a los nombres divinos (cf. 2Ma 1:23-29). Ejemplo clásico judío es la oración Shemone Esré.
No es ésta la actitud cristiana en la oración, pues “vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes de que se las pidáis.” Pero no se excluye la minuciosidad, que no se estima como requisito semimágico, cuando es la sinceridad del corazón. Porque la oración no es locuacidad, sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Cristo con esta enseñanza condenar la oración larga. No es éste el propósito de su enseñanza. La censura va contra la mecanización formulista o semimágica de la oración.
Ni va contra la extensión de la oración. El mismo, en Getsemaní, dio ejemplo de oración larga, al permanecer en la misma “una hora” de oración (Mat 26:39.42.44, par.), lo mismo que al pasarse, en ocasiones, la noche en oración.

El “Pater noster,” 6:9-13 (Luc 11:25-26).
El “Pater noster” está encuadrado lógicamente en este lugar que Mt asigna a la oración y censura defectos en ella: da el modelo de la misma. Pero no es su lugar literario primitivo, pues rompe la estructura de una estilística estereotipada – limosna, oración, ayuno – en la que manifiestamente está incrustado. Cronológicamente está adelantada por Mt, para ponerla en el sermón del Monte. Mc tiene una alusión a esta oración (Mar 11:25.26) en un contexto después de la entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén. En el monte de los Olivos se conmemoró, en la basílica Eleona, la oración del Pater, pero no tiene verdadero fundamento histórico 15. La razón más decisiva es que, según Lc (Mar 11:1), Cristo enseña esta oración a los apóstoles a petición de éstos, como el Bautista enseñaba a orar a sus discípulos. Esto hace suponer una época ya más tardía, no en el comienzo mismo de la vida pública de Cristo.
Lc trae esta oración en forma más breve. Esto ha hecho plantear el problema de la unidad o duplicidad literaria original de fórmulas. Unos piensan que la fórmula original sea la de Lc I6 y que Mt sea una ampliación. Otros piensan que se justifica mejor la omisión por Lc de algunos pasajes de Mt que no viceversa. Los manuscritos de Qumrán han hecho ver que los copistas palestinenses del principio de la era cristiana tenían tendencia a suprimir más que a añadir 17. También se piensa en la posible formulación diversa, según una tradición-fuente, de lo que habría sido la idea o formulación orientadora fundamental dada por Cristo. De ahí las variantes literarias. Sin embargo, no es fácil suponer dependencia de Mt de Lc ni viceversa. Las divergencias son demasiado importantes para suponer esto. Pero el problema sería saber si Cristo dio una simple orientación sobre la forma de la oración cristiana, o si dio una fórmula inmutable. Si Cristo hubiese dado una fórmula fija, ¿no se hubiese conservado íntegra? ¿O acaso es el núcleo lo que aparece en Mt-Lc? Y puesto que Cristo recitó una oración, ¿no es lo más lógico pensar que ésta es fundamentalmente – núcleo – la transmitida? ¿Por qué cambiar el núcleo de lo que Cristo habría dado? Sería más fácil suponer adiciones a ese núcleo primitivo que no un cambio sustancial en esta fórmula de oración de Cristo.
Desde el punto de vista de la estructuración literaria, esta oración encuentra diversos elementos de la misma, más o menos afines, en la literatura judía. Pero la originalidad de la oración dominical radica en dos razones:
a) En que sólo ella estructura de una manera orgánica elementos que sólo se hallan en la literatura judía dispersos y sin la menor relación entre sí.
b) En que estas expresiones tienen vinculado un sentido nuevo y trascendente.
El Pater noster consta de tres partes bien marcadas:
a) Introducción: “Captado benevolentiae” (v.9b).
b) Tres deseos o peticiones relativas a la gloria de Dios (v.9c-10).
c) Tres (o cuatro) peticiones relativas a los hombres (v.ll-13).
San Agustín es el que ha distinguido en el Pater noster una “Introducción” o “captado benevolentiae” (“benevolentia concilianda, ”benevolentia conciliari”), como él la llama en su obra De sermone Domini in monte, y “siete peticiones” 18. Sin embargo, la sentencia hoy ordinaria es que consta de seis peticiones, ya que las dos últimas no son más que doble aspecto de una misma. Lo que también puede decirse de las tres primeras, que, conceptualmente, son una misma: por lo que el Pater vendría a tener realmente cuatro peticiones.

Introducción: “Captatio benevolentiae” (v.9, Luc 11:2).
Toda oración, máxime de petición, debe comenzar dirigiendo a Dios alguna alabanza que le haga grato al que ora. Esta oración, estructurada en el medio ambiente judío, refleja, en esta introducción, la estructura ambiental de otras oraciones judías. Sin embargo, la característica de esta introducción del Pater es la sobriedad y densidad que encierra. No obstante, también otras oraciones rabínicas comienzan con un paralelo con ésta, aunque luego en el desarrollo no sean tan sobrias. Así se lee:
“Padre nuestro, que estás en los cielos, hacednos misericordia por amor de vuestro gran nombre, que es invocado sobre nosotros, y cumplid en nuestro favor, ¡oh Yahvé, nuestro Dios! lo que está escrito. En esos días, yo os conduciré.” 19.
Pero en esta paralela “captado benevolentiae,” lo de Pater lleva un contenido totalmente nuevo y trascendente. En el A.T., Dios aparece llamado varias veces Padre. Unas es Padre del pueblo elegido; otras se le llama Padre de cada uno de los israelitas, que son sus hijos sobre todo después del destierro babilónico; otras es el ser humano “justo,” que aparece como hijo de Dios; otras se lo dice de David y los suyos. Esta denominación, no frecuente en el A.T., vino a encontrar su auge en la Sinagoga, y de aquí pasó al pueblo. En el ambiente judío neotestamentario esta expresión está divulgada. Dios es Padre de Israel20. Sin embargo, este concepto no pasaba de ser metafórico, basado en las relaciones de especial providencia de Dios sobre su pueblo. Pero no pasó a un concepto de verdadera filiación sobrenatural.
Jesucristo, en cambio, cuando habla de “su” Padre, lo hace dirigiéndose a El con una vinculación única. Dios es el Padre de Jesucristo, su Hijo unigénito.
Pero aquí, en esta oración, poniéndose en lugar de los que han de recitarla, no dice “mi Padre,” sino “Padre nuestro,” y cuyo determinativo último omite Lc, acaso por prestarse en su medio a una interpretación de estrecho nacionalismo o por preferencias de una oración que primitivamente comenzaba por sólo “Padre” (Gal 4:6; Rom 8:15; Efe 3:14; Mar 14:36; Luc 22:42).
Mc lo usa una sola vez (Mar 11:25 = “vuestro”). El “nuestro” es característico de Mt, que lo usa 20 veces en su evangelio 21. ¿Cuál es el intento de la expresión “Padre nuestro”? ¿Tiene aquí el verdadero sentido de paternidad y filiación divina de los cristianos? 21
El concepto de “Reino” orienta a esto. En los sinópticos se describe éste en su aspecto exterior, social; en San Juan tiene el sentido de “vida eterna.” Y en éste había de ingresarse y establecérselo mediante el bautismo (Mat 28:11), que confiere la gracia – vida – al “nacer del agua y del Espíritu Santo” (Jua 3:5). Es así como un día se podrá ingresar en la fase celeste del mismo. “Venid, benditos de mi Padre, poseed el Reino que os está preparado desde el principio del mundo” (Mat 25:4).
Por eso, pidiéndose en el Pater el establecimiento del reino y siendo cristianos los usuarios del mismo, y siendo hijos de Dios por participación de la gracia, sería por lo menos improbable que se diese a esta expresión un sentido metafórico, cuando en ella se incluía un sentido tan real 22, sobre todo a la hora de la composición del Evangelio.
Por último se sitúa a Dios “en los cielos.” Lc omite esto; es propio de Mt, que retransmite seguramente la fórmula aramaica primitiva. Que Dios está en todas partes, está abiertamente enseñado en la Escritura (Sal 139:7a-12). En los estadios primitivos de cultura, máxime orientales, imaginativos, se sitúa a la divinidad en espacios y lugares concretos. Así aparece en los primeros libros bíblicos: Dios se pasea en el Edén (Gen 28:16). Pero “fue un gran progreso en el pensamiento religioso nombrar a Dios el Dios del cielo” 23. Situado en el cielo es ya imaginativamente una elevación rica en contenido: era situarlo en una región trascendente y reconocer su alto dominio.
Este concepto y esta ”localización” de Dios en los cielos estaba ya en la voz popular, ya en el siglo I por obra de la literatura rabínica. Al hablar de Dios como “Padre” se le hacía seguir de esta determinación: “que estás en los cielos” 24.

Peticiones relativas a la gloria de Dios (v.9c-10).
Primera petición. – “Santificado sea tu nombre” (v.9c; Luc 11:2). La primera petición es común a Mt y Lc. El texto griego usa por “santificar” un verbo (αγιάζω) que, como los terminados en – azo, es causativo, indica una cierta santificación. Esta es una de las expresiones del Pater que está formulada con una acusada terminología del A.T. y también con las fórmulas rabínicas de la piedad judía.
El “Nombre,” de Dios, es un circunloquio que está por su persona. Es efecto del respeto y escrúpulo judío para no pronunciar el nombre divino. Para ello buscaron otras fórmulas que indirectamente lo representasen. Y una de ellas es precisamente la palabra “nombre” (Deu 12:4v).
Estando así unido Dios a su pueblo, este “nombre” puede ser profanado, sea porque el pueblo obra contra la ley de Yahvé, desobedeciéndole (Jer 34:16), entregándose a idolatrías (Lev 19:21) o de otras maneras. Pero también hay otra forma por la cual puede ser profanado este nombre, y es que, ligado a este pueblo, participa en alguna manera de la suerte del mismo. Humillado o vejado éste, queda también humillado o vejado el “nombre” de Yahvé, que está en él. No castigo a mi pueblo “por mí, por mí lo hago, puesto que, de lo contrario, sería profanado (mi nombre)” (Isa 48:9.11; Eze 20:9, etc.).
En contraposición a esta profanación de su “nombre” está el que éste puede ser “santificado.” Naturalmente, no se refiere a ninguna santificación esencial de Dios, sino a una “santificación” extrínseca. Y ésta aparece en el A.T. en un doble sentido:
1) El pueblo escogido es el que “santifica” el nombre de Yahvé, sea alabándole, al contemplar sus intervenciones maravillosas (Isa 29:23), sea guardando los mandamientos (Lev 22:31-32), sea fiándose totalmente de El (Num 20:20), de su providencia, etc.
2) Dios mismo es el que “santifica” su “nombre,” pero correlativamente a esto, Dios ejerce una acción sobre su pueblo. Un pasaje de Ezequiel expresa muy precisamente este aspecto. Israel ha sido desterrado a Babilonia y allí no se comporta como conviene y “profana” el “nombre” de Yahvé. Pero éste anuncia la “santificación” del mismo al renovar al pueblo en virtud y aparecer así El lleno de grandeza y majestad (Eze 36:20v).
En la evolución del pensamiento judío sobre la “santificación” del nombre de Dios hay un progreso o concreción en la literatura postexílica.
A la vuelta del destierro babilónico y después de pasado un suficiente lapso de tiempo, los judíos vueltos de la cautividad se convencieron de que las profecías de los profetas de la cautividad no iban a tener un cumplimiento inmediato. Mas siendo palabra de Dios, habían de cumplirse. De ahí que proyectasen su cumplimiento para los tiempos escatológicos. Más aún, se concretó que esta plena “santificación” del nombre de Dios estaba reservada al Mesías. Esto es precisamente lo que se ve en las preces rabínicas, que se recitaban en los mismos días de Cristo.
De lo expuesto se ve cuál sea el sentido de esta petición. Se pueden distinguir en ella varios aspectos.
El concepto profético-rabínico general sobre la “santificación” del “nombre” de Dios se refiere a una gran intervención de Dios en el mundo para realizar esta gran obra. Así se lee: “Santificado sea su gran nombre.” “Glorificado y santificado sea el nombre del Señor, que debe renovar el mundo.” “Si vosotros santificáis mi nombre, yo también santificare mi nombre por vuestro medio.” 25
Esta gran intervención de Dios es concretamente su obra mesiánica. En ella se “santifica” por excelencia el “nombre” de Dios.
Como esta oración se inserta en los evangelios, con el reino ya establecido – en su momento histórico se pedía por el establecimiento del reino a venir -, ello no obstante, esta oración tiene una perspectiva recitativa indefinida; su valor en labios ya cristianos pide la constante actualización y difusión del mismo geográfico-temporal, y su mayor penetración en las almas. Es su “adaptación” plenaria.
Conforme a los textos citados en esta petición se incluye la acción de una doble conjunción en la realización y actualización de esta obra: Dios y el ser humano. Cada uno, desde su puesto, contribuye a la santificación “del Nombre” de Dios. Filológicamente “la forma imperativo aoristo pasivo (όφασθητω) expresa la idea de una acción que sólo Dios puede realizar.” 26
Segunda petición. – ”Venga tu reino” (v.l0a = Luc 11:2c). La segunda petición aparece igualmente en Mt-Lc.
Ya el concepto de este “reino,” aunque su naturaleza exacta permaneciese velada, estaba expresado en el A.T. Israel tiene una concepción de su estructura social, teocrática. Yahvé “reina” en su pueblo. Era una concepción análoga a la de los otros pueblos del Oriente bíblico. Pero en la historia de Israel, este concepto del reinado de Dios en su pueblo vino a cobrar una nueva perspectiva. El concepto de este grandioso e ideal reinado, que anunciaron los profetas, al verse, sobre todo al regreso de la Cautividad, que no se cumpliría inmediatamente, pero que, siendo palabra de Dios, había infaliblemente de cumplirse, se lo proyectó para una perspectiva más lejana. Y se lo concretó en la perspectiva escatológica: la era ideal que esperaba Israel. El Mesías sería el que instauraría esta era y este ideal reinado de Dios. Es la concepción que reflejan los escritos rabínicos. Se lee en sus plegarias: “Que el reino de Dios se manifieste o aparezca.” Y en otra: “y vos reinad sobre nosotros.” 27
Sin embargo, la descripción profética de este reinado no llevaba excesivas precisiones sobre su carácter “espiritual.” De ahí el lento proceso sobre su espiritualización, lo mismo que el haber dado lugar a malas interpretaciones, incluidos, antes de Pentecostés, los mismos discípulos (Luc 24:21; Hec 1:6). Esta es la línea de concepción que va del A.T. a la literatura rabínica. Pero es el ν. Τ. el que ha de dar el sentido exacto de esta petición.
El Evangelio no es otra cosa que el establecimiento del reino esperado. El preludio lo tiene el Bautista: “Arrepentios, porque el reino de los cielos llegó o se acerca” (Mat 3:2). Pero en el ν. Τ. hay dos grupos de textos sobre el tiempo en que se establecerá este reino: unos lo ponen como un hecho ya presente: “el reino de Dios está en medio de vosotros” (Luc 17:20.21; Luc 11:20); otros como una realidad futura (Mat 4:17; Mat 10:7; Lc 22.18; Mar 9:1; Mar 11:10). “Esta divergencia tiene una armonización perfecta en la persona de Jesucristo. En diversos pasajes evangélicos se identifica el reino con la persona misma de Jesucristo. En la entrada mesiánica en Jerusalén las multitudes le aclaman con un paralelismo, en el relato de Mc, manifiestamente sinónimo: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de David, nuestro padre!” (Mar 11:9.10). Otros pasajes, en cambio, aunque vienen a identificar el reinado con la persona o la presencia de la misma en determinados acontecimientos, le dan una proyección más distante por buscar, en realidad, una Epifanía que haga ver la realidad del reino instaurado, aunque no sea ella el momento mismo constitutivo.” Hay algunos. que no morirán hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino (Mat 16:28; Mar 9:1; Mt c.24, par.; Mat 26:64, par.).
“Ya esta identificación autoriza para que por el hecho de la presencia de Cristo en el mundo se dé por aparecido también el Reino de Dios. Con todo, si se tienen en cuenta todos los textos, hay que decir que esa aparición no es más que en esperanza, pues la venida terrestre de Jesucristo no era todavía un advenimiento regio y triunfal, y por eso el reino de Dios, encarnado en la persona de Cristo y ligado a su suerte, esperaba la glorificación de Jesucristo para revelarse 28. Esto es lo que significan multitud de textos” 29. Acaso también se pudiera pensar en una interpretación de textos a la hora del kerygma o de la composición del Evangelio, respetando unas “fuentes” el sentido histórico y otras expresando ya, ante los hechos, su realización.
¿Cuál es, pues, aquí el sentido de esta petición del Pater noster? Su valoración es analógica a la de la petición anterior. En su momento histórico se pedía por esa futura “santificación mesiánica del nombre de Dios.” Solamente algún autor propone la posibilidad de que tenga un sentido “escatológico” final. Se pediría en ella que el Reino llegase a su plena consumación (cf. 1Co 15:28). Se tendría por fondo la inminencia de la parusía. Pero ya se está ”desescatologizando” en Mt-Lc esta tensión primitiva. Al pedirse la plena realización del reino, se pediría implícitamente por el “advenimiento” progresivo del mismo – en extensión geográfica y penetración espiritual – en la fase presente. Es la interpretación de la mayor parte de los Padres latinos 30. Los Padres griegos le dan el valor, en su consignación evangélica, de una mayor progresión de actualización en extensión y en los espíritus. Esta última es preferible.
1) En la “escatológica” causa extrañeza que se pida exclusivamente por el fin de lo que ha de ser un establecimiento gradual. Aunque no puede perderse de vista el “marana tha,” sin embargo, ya se indicó, Mt-Lc “desescatologizan” la tensión primitiva parusíaca.
2) El concepto de reino, aunque enriquecido y precisado por Cristo, es el reino anunciado en el A.T. y esperado en los días de Cristo 31. Según la concepción de entonces, se admitía el reinado de Dios sobre el mundo, pero lo que sobre todo se esperaba y pedía era, conforme a los profetas, la universalidad del mismo. Es el sentido de “adaptación” que tiene por su inserción en los evangelios, con el reino ya establecido. Es un desenvolvimiento de contenido implícito en el concepto del reino.
Literariamente la formulación acusa más directamente, como es lógico en esta mentalidad, la acción de Dios (cf. petición siguiente de Mt; cf. Luc 12:32; Isa 6:44; Isa 3:16) en el establecimiento de su reino, que el apoyo del ser humano (Mat 3:2, par.; Mat 7:13; Isa 3:16-21 passim).
Tercera petición. – ”Hágase tu voluntad, como en el cielo, así sobre la tierra” (v.10:6). Petición exclusiva de Mt. Su ausencia en Lc – no dejaría de extrañar la pérdida original de esta petición en los apóstoles y la tradición – hace sospechar que no sea primitiva, sino una “adición” de Mt31. El “hágase tu voluntad” procedería de Getsemaní, y la expresión “cielo-tierra” sería de él, ya que es expresión suya favorita (Mat 5:18.34; Mat 11:25; Mat 16:19; Mat 18:18.19; Mat 23:9, etc.). Se añadiría a esto que el Pater ya comenzaba por esta expresión, lo que atraería la de Getsemaní. Con esta adición se lograría literariamente el número siete, número bíblico y característico de Mt, como se ha indicado en la introducción. Así estructurada, podía resultar más práctica en el uso litúrgico 32. Mas no dejaría de extrañar que una fórmula de Cristo hubiese sido alterada así por Mt. Según algunos, podría ser la fórmula usada en la liturgia y pasada al evangelio de Mt. La misma formulación en sí de un querer abstracto no deja de extrañar. Sólo el contexto puede venir a concretarlo. ¿Acaso la liturgia agrupó a la oración primitiva de Cristo otras peticiones por oportunidad pastoral?
Los elementos que intervienen en esta petición son varios. La “voluntad de Dios,” cuya realización aquí se pide, tiene un doble sentido en el ν. Τ.
1) Los seres humanos en cuanto realizan los preceptos y el plan de Dios (Mat 21:28-31, etc.).
2) Es Dios quien determina el plan que se ha de cumplir como tal. Si los seres humanos entran en él como beneficiarios o ejecutores, esa voluntad tiene un valor previo, inflexible e independiente (Efe 1:6.10.12; Isa 17:1.2; 1Te 4:3, etc.).
En Mt el término usado aquí (γενηθητω) sólo sale cinco veces (1Te 8:13; 1Te 9:29; 1Te 15:28; 1Te 26:42). En todos estos casos el verbo γένομαι indica un hecho, no en cuanto dura, sino en cuanto sobreviene. Es además, el sentido ordinario de este verbo en Mt (Mat 1:22; Mat 21:4; Mat 26:56; cf. 24:6; 5:18; 18:19). También Mt usa otras veces el verbo “hacer” (ποιέω) para indicar la voluntad de Dios en cuanto es realizada por el ser humano (Mat 7:21). Se puede añadir que el sentido moral o “etizante” es enfoque general en la catequesis de Mt (Mat 7:21; Mat 12:50; Mat 18:14; etc.) El profetismo habló de cómo en los días mesiánicos los hombres obedecerán a Yahvé (Isa 61:3). Y en las oraciones judías, como en la Shemá y en la Shemone Esré, se ruega porque los hombres sean fieles al cumplimiento de la Thorah.
Sin embargo, la tercera petición, con su imperativo aoristo pasivo (γενηΟ/ίτω), se dirige a Dios-Padre, sujeto de la petición. “La forma imperativo aoristo pasivo expresa la idea de una acción que sólo Dios puede realizar” (Bonnard).
Este cumplirse la voluntad de Dios “como en el cielo, así sobre la tierra,” aparte de la razón filológica dicha, podría tener dos interpretaciones:
1) Que los seres humanos cumplan la voluntad de Dios en la tierra, con la prontitud y exactitud con que la cumplen los ángeles en el cielo, conforme se lee en la Escritura (Sal 103:19-21).
2) En la literatura apocalíptica se desarrolla con insistencia un tema capital en la misma. El plano terrestre es el plano en el que se desenvuelve temporalmente la historia. Incluso parece como si en ocasiones fuese contrario a la sabiduría divina. Pero luego se considera el plano celeste, que explica perfectamente todo lo que sucede en el terrestre, pues cuanto sucede en éste estaba escrito de antemano en las “tabletas celestes.” Así, v.gr., diversos pasajes del libro de los Jubileos y del de Henoc 33. En este sentido se lee en la Biblia: “Conforme fuere la voluntad de Dios en el cielo, así se hará” (1Ma 3:58-60) en la lucha que iba a emprenderse.
Conforme a cualquiera de estos sentidos podría interpretarse esta petición del Pater, pero parece mucho más probable la última:
a) por su razón de analogía filológica, antes indicada;
b) por su formulación absoluta, máxime comparada con otros pasajes en los que el contexto hace ver que esa voluntad divina se entiende en cuanto ejecutada por los hombres;
c) porque las determinaciones trascendentales dependen definitivamente de la voluntad de Dios, como es en este caso. Pues la forma absoluta de esta voluntad divina ha de ser sobre algo concreto. Y encuadrada en el contexto de las dos anteriores, ha de ser la gran voluntad divina en el establecimiento del reino. Si originariamente tuvo otro contexto, en éste parece ha de interpretársela de la instauración del reino mesiánico 33. Si es insertado por el evangelista o su “fuente,” se pide, como en las otras, con el reino establecido, su extensión y penetración: su valor moral, tan propio de la “etización” de Mt.

Peticiones relativas a los hombres (v. 11-13).
Cuarta petición. – ”El pan nuestro de cada día dánosle hoy” (v.11; Luc 11:3). Esta petición es común a Mt y Lc. ¿Qué significa la forma griega έταούσιον, que, ordinariamente se traduce por “cotidiano”? El sentido de ella depende de la etimología que se le asigne. El adjetivo επιούσιος, que la Vulgata traduce por “super-substantialem” en Mt, y por “quotidianum” en Lc, y las antiguas versiones siriacas, por “necesario” o “permanente,” fuera de ella se conoce un ejemplo, encontrado en un papiro de El Fayum (Egipto), en donde se da una lista de cosas pertenecientes a la comida, y otro en una inscripción griega 34. De este adjetivo se propone una triple etimología. 1) El pan, alimento del día de “mañana,” del día “siguiente.” Se derivará la etimología de έπι y elpu = ir, venir. Así aparece en un papiro egipcio y en una inscripción griega 35. Admitida esta etimología, el sentido de la petición sería: “El pan nuestro del (día) que sobreviene,” es decir, de mañana, del futuro próximo, “dánosle hoy.” Es la interpretación de alguna versión antigua, v.gr., bohírica. San Jerónimo dice que en el Evangelio según los hebreos, se lee: “Dadnos hoy nuestro pan de mañana” 36. Otros le dan una mayor amplitud, v.gr., el del futuro, de todo el tiempo que yo viva (San Atanasio, San Cirilo A., Haussleiter).
La etimología es correcta. Pero en este c.6 de Mt, dice Cristo: “No os inquietéis, pues, por el mañana.” (Mat 6:34). Parecería, pues, una deshomogeneidad, por lo menos literaria, entre esta etimología y este pasaje.
2) Otra versión es: para la “subsistencia” de la vida. Así ya en Orígenes se la deriva de ουσία = sustancia, esencia, vida – ”super-substantialem” (Mt) -. Debrünner ha probado que en la lengua vulgar podía no ser eliminada la yota del epí 37. Es la interpretación de la Peshitta, de la Vulgata en Mt, de San Jerónimo 38 y de San Juan Crisóstomo 39. También en Proverbios hay un pasaje conceptualmente interesante a este propósito (Pro 30:8).
Esta interpretación es filológicamente legítima, y se hace ver que así como perioúsios significa más de lo necesario, epioúsios significa estrictamente lo necesario 40.
3) El “pan del día presente,” el pan “cotidiano.” Se lo deriva de είναι 4I. Sería, elípticamente, equivalente a επί την ουσαν (ήμέραν), es decir, el pan para el (día) presente 42. Es la traducción que de Lc da la Vulgata, al traducirlo por “quotidianum”: para el día presente. Está de acuerdo con el contexto del sermón del Monte: “bástale a cada día su afán” (Mat 6:34). También se lo ha puesto en función del éxodo, donde se lee que el “maná” sólo se lo permitía tomar para “cada día” (Exo 16:4). Sería una confirmación, de fondo mateano, sobre lo mismo.
Se ha hecho notar cómo Lc tiende ha “desescatologizar” los esquemas en que frecuentemente se da el mensaje cristiano. Lo mismo que en esta versión de Mt ya no se acusa la tensión parusíaca de las primeras generaciones tan fuertemente, Lucas parece darle una situación más “ética,” de cotidiana vida cristiana 42.
Este “pan” del que aquí se habla es metafórico, está por un alimento. Pero cabe ante él una doble posición: ¿material o espiritual? Varios Padres lo interpretaron “espiritualmente,” y hasta, concretamente, de la Eucaristía. Tertuliano 43, San Cipriano 44, Jerónimo 45, San Agustín 46. Naturalmente, esta forma concretada no pasa de simple acomodación.
Se piensa en la posibilidad de que, originariamente, esta petición hubiese pedido un “alimento” – ayuda de Dios – para vencer – nutrirse – en esta lucha escatológica entre Cristo y Satán. O incluso participar en el “banquete escatológico.” No sería sino una repetición de las anteriores. Aparte que queda excluida aquí por el “hoy” de Mt y el “cada día” de Lc. Estaría entonces esta petición en línea con las anteriores 47.
Pero en su forma actual es metáfora por el alimento corporal de “cada día” (Lc). La expresión es tan específica que, sin una matización en contrario (Pro 9:5), sólo se la puede interpretar del alimento diario, también don de Dios. Por qué haya de pedirse el pan de cada día, es por la dependencia que el ser humano tiene en todo de Dios. Y la literatura rabínica lo ilustraba con una parábola para indicar el gozo de Dios Padre al recibir la venida cotidiana del hombre, su hijo 48.
Quinta petición. – ”Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (v.12 = Luc 11:4). Petición común a Mt-Lc, con alguna variante.
Mt usa por “pecador” la palabra “deudas” (οφειλή μα τα), mientras que Lc, en el primer hemistiquio, por “deudas” pone “pecados” (αμαρτίας), aunque en el segundo vuelve a usar “deudas”: a todo el que debe” (όφείλοντι). El “a todo” es característico de Le: destacar el aspecto de totalidad (Luc 18:22; Luc 6:30; Luc 5:11-28 comparado con los correspondientes paralelos). En el griego clásico ¿φειλήματα se usaba ordinariamente para indicar “deudas” en sentido propio. Probablemente esto es lo que hace a Lc cambiarlo en el primer hemistiquio, para no desorientar a sus lectores con deudas pecuniarias 49. Llama varias veces a los pecados “deudas” (Luc 7:41; Mat 18:23-25). Lo mismo aparece en la Literatura rabínica 50.
Se pide que nos perdone “como (ως xat) nosotros perdonamos.” No se pide un perdón de igualdad, sentido que puede tener (Mat 20:14), lo que aquí es imposible, sino que Dios nos perdone puesto que también nosotros perdonamos; valor que tiene la expresión en otros pasajes (Mat 18:33). El perdón de Dios sobrepasa siempre al de la criatura.
Hay una diferencia redaccional consistente en que Mt pone “perdonamos” (άφήχαμεν) en aoristo, mientras Lc lo pone en presente (άφίομεν). Lo primero parecería sugerir que se exige primero nuestro perdón para que Dios perdone. Se piensa en posibles matices intencionales. Pero ambos tiempos pueden ser simples traducciones de un participio presente arameo, que pudo ser vertido en dos tiempos distintos sin especiales intentos teológicos.
Que el hombre haya de pedir perdón, perdonando él, no es más que el hombre tiene que amar a Dios, lo que es imitarle. Y el amor a Dios exige amarle como El es y con lo que El determina. Y la norma de la perfección cristiana la expuso El: “Amad a vuestros enemigos.” “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Luc 6:35-36; Mat 5:48; Pro 28:1-5). Esta necesidad del perdón fue ilustrada por Cristo con la parábola del siervo inmisericorde (Mat 18:21-35).
Después de las últimas peticiones, Mt añade un “embolismo” en forma positivo-negativa, reforzando esta petición, enunciada en forma “sapiencial.”
Sexta y séptima petición. – ”Y no nos pongas en tentación” (v.13 = Luc 11:4c), mas líbranos de mal.”
La primera parte es común a Mt-Lc, pero la segunda falta en Lc. Acaso por no estar en su “fuente,” o por considerarla ya incluida en el hemistiquio primero. Esta era ya la opinión de San Agustín 51 y Orígenes 52. También pudo haber sido añadida por Mt, a causa de sus preferencias estructurales por el número siete 53.
El “no nos lleves a la tentación” (introduzcas = ε^σενέγχτ]ς) tiene una forma chocante. Literalmente es que Dios no nos “introduzca.” ¿Dios puede introducirnos en la tentación? Para suavizar esto se buscaron traducciones que la suavizasen. San Agustín decía: “Muchos, cuando rezan, dicen: ‘No permitas que seamos puestos en tentación.” 54 Y San Hilario testifica que se leía en algunos códices: “No nos abandones a una tentación que no podamos soportar.” 55
Sin embargo, la traducción literal es “no nos introduzcas.” El verbo griego usado es un aoristo subjuntivo de εισφέρω = llevar a, inducir. F. Delitzsch le pone por substráete hebraico tebi’enu, del verbo bullevar, lo que supone la misma forma 56. La razón de esta frase chocante es un semitismo. Todo lo que de alguna manera se puede aplicar a Dios, frecuentemente, se lo aplican sin más; no distinguen a este propósito querer permitir, no impedir, consecuencias a seguirse, etc. (Exo 4:31v). Como es el caso de la tentación. Además, ésta aparece en la Escritura con un triple matiz:
a) Tentación mala o pecado. Un grupo de textos la presenta como pecado, o mejor, hacen ver el peligro fulminante a que conducen ciertas tentaciones (Eco 26:41). Tal es el caso de Getsemaní. Cristo manda orar para “no entrar en tentación” (Mat 26:41). Esta no era que su prendimiento no sucediese, sino que ellos tuviesen la fortaleza necesaria para no escandalizarse al ver al Mesías prendido.
b) Tentación “experimento.” Otro grupo de textos presenta la tentación, no como algo malo o peligroso, sino como ocasión de méritos y experimentación de la virtud. Clásico el caso de Abraham: “Dios lo tentó (o probó = nissah).” Y de la prueba salió victorioso y obtuvo la promesa de una descendencia numerosa (Gen 22:1.16v). De ella dice el Eclesiástico: “En la tentación fue hallado fiel” (Eco 44:21). O como se dice a Tobías: “Porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probara” (Tob 12:13.14). En este sentido llama Jesucristo “tentaciones” (Luc 22:28) a sus tribulaciones y a las que compartieron con El sus apóstoles.
c) Sentido “escatológico” de la tentación. También se propone un tercer aspecto posible en la tentación: su aspecto “escatológico.” Con la venida de Cristo al mundo se inaugura este gran período y con él la gran lucha entre Cristo y Satán (Jua 12:31; Jua 16:15; Jua 13:3; Jua 6:70-71; Jua 8:39-44; 1Pe 5:8). La tentación, en este caso, sería la proveniente de Satanás, en esta hora “escatológica,” para boicotear o procurar destruir el reino del Mesías. Muchas veces, cuando Mt habla de “tentación” (πειρασμός) (4,Iss; 1Pe 16:1; 1Pe 19:3; 1Pe 22:18.35; 1Pe 26:41), habla de una prueba diabólica, que procede del exterior.
En los escritos talmúdicos aparece con el sentido amplio de prueba, preferentemente con este sentido 57. Cristo, en esta petición, probablemente se atuvo a esta formulación en curso. Igualmente se atuvo a la formulación semita de atribuir a Dios como causa lo que sólo permite. “Nadie diga en la tentación: ‘Soy tentado por Dios’, porque Dios no tienta a nadie” (Stg 1:13.14).

Tratando de precisar más, se puede decir:
1) Si esta “petición” formó, primitivamente, un todo homogéneo, entonces se pediría a Dios que no permitiese, en esta lucha “escatológica,” estar en el bando de Satán. Lo que tendría más probabilidad si en el segundo hemistiquio se leyese: “Líbranos del Maligno.” Fundamentalmente, la idea no cambiaba; era la perspectiva tan sólo 58 (Mt c.24).
2) Si primitivamente la “petición” se tomó en sentido “moral” individual, entonces no se pide que libre de toda tentación, ya que ésta está en el plan de la economía de Dios sobre el mundo. Sí se puede pedir que libre de tentaciones especialmente graves y, en todo caso, que dé el auxilio para superarlas (1Co 10:13).
En la segunda parte del hemistiquio, aspecto positivo, se pide que nos libre από του πονηρού, que puede ser forma neutra, y se vertería por ser librados “del mal” en general59, o masculino, y se referiría al “Maligno,” Satán (Mat 13:19.39; cf. Mar 4:15; Jua 17:15; cf. 1Jn 5:18.19; 1Te 2:3) 60. Era la traducción ya de Tertuliano: “Erue nos a Maligno.” 61 Ambas traducciones son posibles. Incluso en el Talmud se encuentran pasajes en los que se permutan, indistintamente, ambos términos 62.
El verbo “líbranos” (ρυσαι) significa tanto “preservar” de caer en un mal como “librar” de un mal ya realizado. El sentido aquí es de “prevenir” 62.
La expresión final “Amen” de la Vulgata no está en el texto original griego. Pasó a la Vulgata y a algún otro manuscrito griego por influjo del Pater noster en la liturgia 63.

Modo cristiano de ayunar,1Te 6:16-18.
16 Cuando ayunéis, no aparezcáis tristes, como los hipócritas, que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que recibieron su recompensa. 17 Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, ‘8 para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo concederá.

Otro de los casos en que Cristo habla del espíritu cristiano es a propósito del ayuno, de tanta importancia en el judaísmo y cristianismo.
Los judíos tenían prescrito un ayuno obligatorio para todos en el día de Kippur, día de la gran expiación (Lev 16:29), día del ayuno por excelencia (Hec 27:9). Pero había también otros ayunos supererogatorios, que vinieron a incorporarse a la práctica colectiva de la vida piadosa. Zacarías menciona cuatro en señal de duelo nacional (Zac 8:19) y, aunque él parece abolirlos, su práctica había dado lugar a la introducción de otros. Así el ayuno citado en el libro de Ester (Est 9:31), el ayuno del día 9 del mes de Ab, en recuerdo de la toma de Jerusalén por los caldeos. Otros eran facultativos para la comunidad 64. Había otros prescritos circunstancialmente, v.gr., para obtener lluvia, y que eran impuestos con carácter general por el Sanedrín 65. Además de éstos, las personas piadosas y las más celosas ayunaban dos veces por semana (Luc 18:12) los lunes y jueves – feria segunda y quinta – 66. El interés de la comunidad cristiana se ve por este tema. En la Didaje se lee: “No ayunéis con los hipócritas (fariseos), ellos ayunan los lunes y jueves, vosotros ayunad los miércoles y viernes.” 67 Y hasta algunas personas piadosas (Luc 2:37) y algunos fariseos ayunaban todo el año 68. En los días más severos estaba prohibido saludar, y por eso se caminaba con la cabeza baja y, a veces, velada 69. En otros ayunos secundarios se prohibía trabajar, tomar baños, ungirse con perfumes y llevar calzado 70. En este ambiente, todavía había quienes, deseosos de ser vistos por los hombres y cobrar fama de virtuosos por sus ayunos, querían acusar esto en la cara, ensombreciendo ésta y presentándose “entristecidos.” Este ayuno era total hasta la puesta del sol.
Ante este cuadro exhibicionista farisaico, presenta Cristo el espíritu del ayuno cristiano. Y lo presenta con las hipérboles orientales de contraste.
Cuando ayunen, que se “unjan” (Mat 26:27; Mar 14:3; Luc 7:46), que laven su cara, que se pongan con apariencia de fiesta, para que los hombres no vean que ayunan, y así “reciban su recompensa.” Hecho sólo por Dios, El lo verá y “premiará.” Cristo no quiere decir que, materialmente, lo hagan así, ni que los hombres tampoco lo vean, sino que, con el grafismo hiperbólico usado en todo el sermón del Monte, dice cuál ha de ser el espíritu que ha de informar, en cristiano, la práctica del ayuno.
Cuándo dará Dios esta recompensa, no se dice. Acaso se piense en la escatología final. Aquí está redactado en forma “sapiencial.” Por eso no se dice ni el cuándo ni su posible pérdida por otras actitudes.

La actitud ante las cosas temporales,Luc 6:19-24 (Luc 11:34-36; Luc 12:33-34).
En el esquema literario de Mt, no así en Lc, que los trae todos pero en contextos diferentes, se inserta a continuación, en este capítulo 6, lo mismo que en el siguiente, una serie de temas que no tienen ya por finalidad directa, como lo anterior de este capítulo, el espíritu que debe informar las prácticas religiosas en cristiano, sino evocadas por una cierta semejanza de contenido, se expone una serie de temas preferentemente morales: la actitud del cristiano ante diversas situaciones. Acaso Mt los toma de Lc para insertarlos en este programático sermón.

19 No alleguéis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. 20 Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. 21 Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. 27 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano, todo tu cuerpo estará luminoso; 23 pero, si tu ojo estuviere enfermo, todo tu cuerpo estará en tinieblas; pues si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡qué tales serán las tinieblas! 24 Nadie puede servir a dos señores, pues o bien aborreciendo al uno, menospreciará al otro, o bien adhiriéndose al uno menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

1) v. 19-21. Que los hombres no alleguen tesoros en la tierra. La escena evoca una de aquellas casas de Palestina, y acaso pobres. En cofres y arcones se guardaban telas, trajes, tejidos valiosos; también en lugares más disimulados de la casa, y hasta ocultas en tierra y guardadas en cajas o en jarras, v.gr., como en Qumrán, se guardaban cosas valiosas: monedas, joyas, lo mismo que alimentos y todo tipo de grano. Todo esto guardado con esmero está expuesto a la pérdida o destrucción.
La “polilla” acribilla los tejidos (Luc 12:23). Lo mismo les causa otro elemento que destaca Mt: βρώσις. La Vulgata lo traduce por aerugo, que, ordinariamente, significa “orín” o “herrumbre,” pero que también significa, en Plinio, un gorgojo que roe el grano 71. En Malaquías (Luc 3:11) es la “langosta,” pero aquí no está en situación, a no ser que se la suponga atacando a los graneros y destruyendo alimentos y frutas. Etimológicamente significa “comer,” y derivadamente, corrupción, erosión, destrucción. Si por “paralelismo” a “polilla” pediría otro tipo de gusano destructor, también puede traducirse por “herrumbre,” ya que se puede referir a la destrucción de objetos e hipotéticos tesoros metálicos. Pero ello es cuestión muy secundaria para la enseñanza teológica de Cristo.
Por fuera también todos esos “tesoros” se hallan amenazados. Los ladrones los pueden robar fácilmente, “horadando” las casas palestinas, hechas de argamasa y adobe (Eze 12:5). Claro ejemplo es el paralítico al que descuelgan por el techo, “hecha una abertura” (Mar 2:3.4). Hasta aquí se expone el aspecto antiutilitarista de estos tesoros.
De esta imagen, se eleva el pensamiento a la consideración religiosamente utilitarista de los verdaderos afanes. Para seguridad hay que atesorar valores en el cielo. Se lee en los apócrifos Salmos de Salomón: “El que obra la justicia atesora vida para sí mismo junto a Dios” 72. Y en el apócrifo Testamento de Leví (Mar 13:5) se lee: “Haced justicia, hijos míos, sobre la tierra, para que tengáis un tesoro en el cielo.” El v.21 se une lógicamente con el v.24.
2) v.22-23. Este segundo grupo no tiene una conexión necesaria con lo anterior. En Lc (Mar 11:34-36) tienen un contexto más apto. Posiblemente están fuera del contexto 73. La ausencia de los otros dos grupos en Lc lleva a ello. Tienen aquí el valor de un paréntesis explícito del grupo primera Para atesorar en el cielo hay que tener allí su corazón.
Se ha hecho ver que el logion: “el ojo, lámpara de tu cuerpo,” es sinónimo de corazón 74, como éste lo es en la psicología primitiva de la conducta del hombre 75.
La “lámpara” que alumbra al cuerpo es el ojo. Cuando está “sano,” literalmente “simple” (απλούς), corresponde al hebreo tamim o arameo shelim = perfecto, y, en este caso, “sano,” es decir, cuando el ojo realiza su función, normalmente todo el cuerpo se ve inundado del beneficio de la luz: “Todo tu cuerpo está iluminado.” Pero si está “enfermo,” “malo” (πονηρός), en sentido físico, inutiliza al hombre, todo el cuerpo está en “tinieblas.” Rabí Elie-zer distinguía el camino bueno y malo según que el ojo era bueno o malo, es decir, que el hombre fuese benévolo o envidioso 76. El “ojo malo” se lo usa como sinónimo de ambición, rivalidad, alevosía, egoísmo.
Si la conducta del ser humano está “enferma,” si ese “ojo” que es “la luz que hay en ti,” que debía iluminar con la luz de Cristo la vida moral, es “tiniebla,” el hombre estará situado en tinieblas morales. Y si lo que es “luz” es en él “tinieblas,” ¡cómo será esta moral en él! Llevará al mayor extravío, al hacer poner “el corazón” en lo que no es el verdadero “tesoro” (Rom 1:18ss).
Con este tema de la “simplicidad” y del “ojo” se describe la integridad, en el sentido de su total y exclusiva obediencia a los mandamientos de Dios; con estos elementos aparece extraordinariamente destacada en el Testamento de los Doce Patriarcas (C. Edlund). Parte de estos “testamentos” está dedicada al tema de la “simplicidad”/”integridad.” Hoy se piensa que esta obra es eseniana (M. Philonenko), e incluso obra de un esenio convertido al cristianismo (Daniélou). Así el hombre con esta “simplicidad” permanece en la luz cristiana.
3) v.24. El v.24 se entronca, cerrando el paréntesis, con el v.21: “Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.” Está basado en la psicología del corazón humano y de la legislación oriental judía. La formulación tiene el extremismo oriental. No se habla de ciertas, aunque imperfectas, incompatibilidades, v.gr., una imperfección compatible con un fundamental amor a Dios. Literariamente se presenta un siervo entregándose totalmente a un señor; su voluntad es la de éste. Esto le impedirá servir a otro totalmente. El siervo no tiene más que la voluntad de su amo.
Aún se acusa más el extremismo de incompatibilidades, “amará” a uno y “odiará” al otro. Esta formulación hebraica no significa odio propio, sino no amar o amar menos (Mat 10:36.37; cf. Luc 14:26; Rom 9:12). Y Cristo saca la enseñanza: “No se puede servir a un tiempo – con verdadera servidumbre totalitaria de afanes – a Dios y a Mamona.” Esta aparece así como el injusto y enemigo del hombre.
Esta palabra (heb. = mamón; aram. = mamona’) es precisamente la transcripción de la forma aramea 77 y es la personificación de la riqueza; y en el judaísmo tardío generalmente mal adquirida.
En la literatura rabínica designa los bienes materiales, aunque no el cuerpo humano, objeto del derecho civil 78. No se puede “servir” a Dios y a las riquezas. Ni psicológica ni religiosamente esto es posible. El corazón ha de estar totalizado en Dios.
Los v. 19-21 y el 24 vienen a ser literariamente una “inclusión semita.”

Confianza en la Providencia,Rom 6:25-34 (Luc 12:22-31).
25 Por esto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, sobre qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? 27 ¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su vida un solo codo? 28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan. 29 Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? 31 No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? 32 Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. 33 Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. 34 No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán.

Pasaje común a Mt-Lc, aunque en contextos completamente distintos. Acaso la parábola con que Lc la precede sea primitiva, y Mt lo separó para su tema; si no, procede de otra fuente. En todo caso, en Lc la parábola tiene por tema la avaricia (Luc 12:15ss). En Mt, sugerido por contraste con las riquezas. ¿No ha de haber solicitud por los bienes necesarios de la tierra? Sí, pero sin demasiada solicitud, pues hay Providencia. Literariamente está estructurado con una mezcla de “inclusión semita” alternada: una especie de “construcción envolvente.”
La enseñanza es clara: no es negar la solicitud por las cosas necesarias o convenientes a la vida – alimento, bebida y vestido -, sino lo que se censura es el afán desorbitado por aquellas que impidan atender a las exigencias del reino. No se promete venir, milagrosamente, a proveer de sustento o cubrir así las necesidades de los hombres. La enseñanza se halla encuadrada en la línea de contrastes extremistas, constantemente usados en el sermón de la Montaña. No se contrapone lo más a lo menos, sino una cosa se contrapone a otra en forma rotunda y exclusiva. Esto exige una interpretación justa de esta mentalidad oriental. Y contraprueba de ello son los años de trabajo de Cristo en su vida oculta de Nazaret, lo mismo que, al encontrarse sediento, pide agua a la Samaritana (Jua 4:7). Como también para usos y previsiones del grupo apostólico había una caja común de bienes (Jua 13:29).
Aparte de la enseñanza escueta, hay una argumentación “a fortiori,” uno de los argumentos más usados y estimados en los medios rabínicos 79 para probar lo que implícitamente decía en su enseñanza: que hay Providencia. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Las “aves” no siembran ni guardan, previsoras, alimento en sus graneros, ni los “lirios” hilan ni trabajan para vestirse, ni con “preocupaciones” se prolonga la vida, y, sin embargo, Dios alimenta las aves, viste los lirios y prolonga la vida del hombre. “¿No hará mucho más Dios con vosotros, hombres de poca fe?” El Padre sabe de lo que hay necesidad.
Que se busque primero el reino y se cumplan sus exigencias, y Dios proveerá por mil medios al desarrollo de la vida, pues cuida del hombre. La gran lección, después de “buscar primero el reino y su justicia” es ésta: ¡Hay providencia sobre la vida!
Es lo contrario de los gentiles, que no la conocían, sino al Hado o la Fatalidad, pero no al Dios Padre providente. Ni puede argumentarse que muchos pájaros mueren de inanición o frío, y nosotros no nos podemos estrechar hasta ese término. Este planteamiento son sutilezas al margen del ambiente y argumentación. Pues el tema es la providencia de Dios, que ¡existe! 80, y la formulación es “sapiencial,” y habla del suceder normal y según la naturaleza de las cosas. También en el plan de Dios están las catástrofes humanas, a pesar de las previsiones de los hombres.
Los “lirios” (τα κρίνα) de los que aquí se habla han sido vertidos por la Vulgata por “lilia agri.” Se ha propuesto identificarlos con las “anémonas,” “asfódelos,” con la”lilia cándida,” hasta con el narciso (tazetta) no cultivado, que se encuentra en las llanuras palestinas 81.
El “lirio,” como el hebreo shushan, se aplica a muchas especies. Acaso esté, imprecisamente, por cualquier flor campestre (Mat 6:30; Luc 12:28).
La frase “¿No hará mucho más con vosotros (hombres) de poca fe?” es término en uso. En la literatura talmúdica, a los “hombres de fe” se les contraponen los “pequeños de fe” (qetanne amánah) 82.
Los “gentiles” que no tienen fe se afanan por eso. Citar a un judío la conducta de un gentil, equiparándole a ella, era su mayor censura. Se los cita afanados por todas las cosas de la vida, porque no conocen la providencia de Dios, nuestro Padre.
“¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su ηλικία un solo codo? El “codo” (πήχυς) egipcio, que era el usado probablemente por los hebreos en esta época, equivalía a medio metro. La palabra griega usada para indicar que no se le puede añadir “un codo” pone ”helikía,” que puede tener dos sentidos: “estatura” o “edad.” Las versiones antiguas lo interpretaron de “estatura.” Sin embargo, esto va contra la finalidad de la comparación. Añadir “un codo” – medio metro – a una estatura significa mucho, cuando lo que se quiere decir es que por mucho cavilar no se puede añadir nada apreciable; por tanto, se supone un término de comparación mínimo. De aquí que esta palabra hay que interpretarla de “edad.” Un “codo” de tiempo que se, añadiese a una vida no era, en realidad, nada. Es el sentido que aquí conviene. Es verdad que el “codo” es una medida de longitud y no de tiempo. Pero puede tener valor metafórico, como en el salmista, que dice hablando de la vida del hombre: “Has reducido a palmos (tepahoth) mis días” (Sal 39:6). Y un palmo, como medida metafórica, añadido a la vida de un hombre no sería nada.
En la expresión: “Buscad primero el reino., y todo eso se os dará por añadidura,” el sujeto de “se os dará por añadidura,” conforme al uso rabínico, es Dios 83.
El último versículo de Mt (v.34) es omitido por Lc. Esta omisión, lo mismo que el aspecto de sobrecarga que tiene en Mt-Lc sobre la estructura tan ordenadamente semita de esta perícopa, hace suponer que está desplazado en el mismo Mt. El tema de esta perícopa, aunque con cierta semejanza, desarrolla temas distintos. En ella se trata de los cuidados de la vida, en este versículo se trata de afanes de todo tipo. Su unión con lo anterior por la partícula ουν no tiene más valor que el de una unión literaria.
En el Talmud se lee: “No te preocupes por la inquietud de mañana, porque tú no sabes lo que el día traerá” 84. Acaso la frase evangélica está tomada del medio ambiente como frase proverbial, y usada como un apéndice al pasaje de la Providencia, para indicar la inutilidad de adelantarse a lo incierto, en paralelo con la sentencia del v.27, que indica que, con cavilaciones, no se alarga ni un codo a la vida. Hasta por utilidad, evítese lo inevitable. Pero no por simple “utilitarismo.” Encuadrado el versículo en este pasaje de la Providencia, la sentencia cobra una nueva perspectiva. No te preocupes afanosamente, desorbitadamente, por los cuidados del mañana, que ni conoces y acaso ni puedes evitar; y formulado todo ello “sapiencialmente.” Pero confía en Dios, porque ¡hay Providencia! 85.

1 Zorell, Lexicón col. 847. – 2 Séneca, Epist. 19:4. – 3 Talmud Jer.: Berakot IX 14b; W. Nagel, Gerechtigkeit oder Almosen? (M 6:1): Vig.Christ. (1961) p. 141-145. – 4 Strack-B., Kommentar. IV p.356-358. – 5 Jolon, Hypocrites dans l’évangile: Rev. Se. Relig. (1930) 312-317. – 6 Strack-B., Kommentar. I p.387ss. – 7 Deissmann, Licht vom Osten 2.a ed. p.79. – 8 George, La justice áfaire dam le sécret: Biblia (1959) 590-598. – 9 Fel t en, Storia dei tempi del N.T. (1932) II p.263-264. – 10 Lagrange, évang. s. St. Matth. (1927) p.121. – 11 Joüon, L’évangile. compte tenu du substrat semitique (1930) p.34. – 12 Buzy, évang. s. St. Matth. (1946) p.74-75. – 13 Wunsche, Nene Baitrage. p.82. – 14 Séneca, Epist. 31:5; Mart., Epist. 7:60:3; Horacio, Od. I, 2:23n; Tito Livio. I. 11.2: Aputf.YO. Mtam. X.26. – 15 Perrella, 7 Luoghi Santi (1936) P.218-228. – 16 Votaw, A Dictionary of the Bible t.5 p.32. – 17 J. Carmignac, Recherches sur le “Notre Ptre” (1969) p.22. – 18 O.c.: Mal 34:1285. – 19 Strack-B., O.C., I P.410. – 20 Bonsirven, Le Juda’isme palestinien. (1934) I 138ss. – 21 J. Schmid, El Evang. s. S. Mt. (1973)p.I82ss. – 21 Lagrange, Le Paternité de Dieu dans Γ Anden Testament: Rev. Bibl. (1908) p.481-499. – 22 W. Koester, Der Vaíergott injesu Leben undLehre: Scholastik (1941) 481-495; P. I. Malevez, L’église, Corps de Christ: Recher. Scien. Relig. (1944). – 23 Lagrange, Evang. s. St. Matth. (1927) p.127. – 24 Strack-B., o.c., I p.393ss. – 25 Strack-B., Kommentar. I p.408-410; Bonsirven, Textes. n.188-189. – 26 Bonnard, L’évang. s. St. Matth. (1963) p.83. – 27 Strack-b., o.c., i p.408-410. – 28 Durrwell, La resurrection de Jesús, mystere de Salut p.!75ss. – 29 J. Alonso, El Padre nuestro (1954) p.52; cf. El “Padre nuestro” en el problema general de la escatología: Miscelánea Comillas (1960) 5ss. – 30 Lebreton, La vida y doctrina., vers. del franc. (1942) II 61 nt.43. – 31 Lagrange, Le Messianisme. (1909) 148ss. – 31 G. D. Kirpatrick, The Ongins of the Cospel according to St. Matthew (1946). – 32 Bonnard, o.c., p.84-85. – 33 Bonsirven, Lejuda’isme. (1934) I p.l 89-19 l;Dirf. Bibl. Suppl. I art.”Apoca-lyptique” 334-335. – 34 Jacquenin, La portee de la troixieme demande du “Pater”: étud. Théol. Louv (1943) 61-76. – 34 Zorell, Bíblica (1925) p.321ss. – 35 Fr. Preisigk, Sammelbuch Gnechischer Urkünden aus Aegipten (1915) I 522 n.5224; Zorell, Bíblica (1925) p.321ss; Lexicón graecum N.T. (1931) coL489-490; Bauer, Griechischdeutsches Worterbuch zu. N.T. (1937) col.493-494; Hec 16:11. – 36 Mal 26:43. – 37 Blass-Debrünner, Grammatik des neut. Griechisch (1931)Mal 123:1; Debrünner, Theologische Bláter (1929) p.222ss.249. – 38 Mal 26:43. – 39 MG 67:280. – 40 Cf. Votaw, Dictionary of the Bible V 37. – 41 Blass-Debrünner, Grammatik des neut. Griechisch (1913) 123:1. – 42 Bauer, Griechisch-deutsches Wórterbuch zu. N.T. (1937) col.493-494; Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.490. – 43 J. Alonso, o.c., p.71; J. Coppens, Notes d’exegese. La quatríeme demande du “Pater”: Eph. Theol. Louv. (1930) 292-298. – 43 ML 1:1262-1263. – 44 Mal 4:548. – 45 Mal 26:43. – 46 MG 38:381.389. – 47 J. Alonso, Padre nuestro (1954) p.78-82. – 48 Strack-B., Kommentar. I p.241. – 49 Lebreton, La vida y doctrina. vers. del franc. (1942) II p.64 nt.48. – 50 Chase, The Lord’s Prayer in the Early Church p.54-57. – 51 Enchir. 116. – 52 De Orat. XXX 1. – 53 benoit, L’évang. s. St. Matthieu, en La Sainte Bible de Jérusalem (1950) p.7-12. – 54 De sermone Domini in monte II 9: Mal 30:1282. – 55 san hilario, in Psalm. 118. – 56 J. Heller, Die Sechste Bitt des Vaterunsers: Zeit. Kath. Theol. (1901) 85-93. – 57 Strack-b., o.c., i p.422. – 58 J. Alonso, o.c., p.96.97.99. – 59 2Ti 4:18; cf. Zorell, Lexicón graecum NT. (1931) co 1.1103-1104. – 60 Zorell, Lexicón graecum ν. Τ. 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(1943) 603-605. – 75 Strack-B., o.c., I p.431ss. – 76 Aboth II 9. – 77 Sobre las varias etimologías propuestas, cf. STR.-B., I p.434. – 78 Bonsirven, Texíes rabbiniques. (1955) n. 1839.1865.2004; cf. p.745 pal. “Mammón.” – 79 Bonsirven, Le judatsme. (1934) I p.296ss. – 80 Lebreton, La vida y la doctrina de. (1942) I p. 196-197. – 81 L. Fonck, Streifzüge durch die biblische Flora: Biblis. Stud. (1900) p.35ss; cf. W. Pesch, Zur Exegese von Mt 6 19-21 und Luc 12:33-44 : Bibl. (1960) 106-129. – 82 Strack-B., Kommentar. I p.439. – 83 Strack-B., o.c., I p.443. – 84 Sanhedrin lOOb. – 85 J. B. Griffiths, Wisdom about Tomorrow (Mat 6:34): Harvard Theological Re-view (1960) 219-221.

Fuente: Biblia Comentada

El Sermón del Monte introduce una serie de cinco importantes discursos registrados en Mateo (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos). Este sermón es una exposición maestra de la ley y un potente asalto al legalismo farisaico, cerrando con un llamado a la fe y salvación verdaderas (Mat 7:13-29). Cristo expuso el pleno significado de la ley demostrando que ella demanda lo que era humanamente imposible (cp. Mat 5:48). Este es el uso apropiado de la ley con respecto a la salvación: cierra cualquier posible ruta de méritos humanos que pretendan garantizar la salvación, y deja a los pecadores dependiendo absolutamente de la divina gracia para llegar a ella (cp. Rom 3:19-20; Gál 3:23-24). Cristo llegó hasta lo más profundo de la ley demostrando que la verdadera intención de sus demandas iban más allá del significado superficial de sus palabras (Mat 5:28; Mat 5:39; Mat 5:44) y fijó un estándar que es más elevado que el que habían llegado a alcanzar hasta entonces los más diligentes estudiantes de la ley Mat 5:20). Vea Luc 6:17-49.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Mat 6:1-4, NO DAR PARA SER VISTOS DE LOS HOMBRES
Introducción.
A. En el cap 6 Jesús sigue explicando la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Jesús les acusa de hipocresía (Mat 23:1-39) en su servicio a Dios. Debemos escuchar con atención tales advertencias.
B. Mat 6:1-18 se dirige al propósito de servir y adorar a Dios. ¿Qué nos mueve? ¿Por qué servimos a Dios? ¿Para ser vistos de los hombres?
C. Jesús siempre tenía que enseñar sobre la cuestión del propósito de servir a Dios. Continuamente estaba rodeado de multitudes, pero ¿por qué le buscaban? ¿para obtener panes y peces? ¿con propósito político? ¿por curiosidad? ¿Cuántos de los que le seguían eran sinceros? El mismo problema existe hoy en día. ¿Por qué asiste la gente a alguna iglesia? ¿con fines sociales? ¿para divertirse? ¿porque les gusta a ellos los miembros o el predicador? ¿habrá ventajas económicas? ¿para agradar a la familia? ¿para apaciguar la conciencia? ¿para adorar a Dios en espíritu y en verdad?
D. La Biblia no solamente nos enseña lo que debemos hacer, sino también nos enseña los propósitos y las motivaciones con los cuales debemos obedecer. Si no obedecemos con propósito correcto, nuestra obediencia no es aceptable a Dios.
E. Por lo tanto, debemos examinarnos con cuidado (2Co 13:5), porque no basta con ofrecer el servicio y culto a Dios que son correctos en cuanto a forma, sino que también debemos servir y adorar a Dios con corazón limpio (Mat 5:8; Jua 4:24).
I. Mat 6:1, «Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos». «Cuidaos de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos» (LBLA).
A. Mat 5:16, «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Alumbramos nuestra luz cuando hacemos buenas obras. La gente se da cuenta de lo que hacemos, pero el propósito nuestro es para que Dios sea glorificado.
B. Pero el propósito de los hipócritas era distinto. Aunque profesaban ofrecer servicio a Dios, en realidad querían obtener gloria para si mismos, y no para Dios. En esto eran falsos («hipócritas»). Querían llamar la atención de la gente a su acto de dar a los pobres, que la gente se diera cuenta de la generosidad de ellos. Querían ser «alabados» por la gente (que la gente dijera, «¡Qué generosos y piadosos son estos hombres!»). La recompensa que buscaban era el honor, la admiración y la alabanza de la gente.Profesaban servir a Dios, pero no buscaban la aprobación de Dios.
C. Jua 5:44, «¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único». Este texto describe perfectamente la actitud de los «hipócritas» (Mat 6:2).
D. Gál 1:10, Pablo no tenía esa actitud. «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo». Es probable que los oponentes de Pablo le acusaban de querer congraciarse con los hombres, pero Pablo era el esclavo de Cristo. Dijo, «De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús» (Gál 6:17). Como el esclavo llevaba el nombre y el emblema de su dueño grabados en su cuerpo a hierro candente, así también las cicatrices en el cuerpo de Pablo daban evidencia viva de sus sufrimientos por Cristo. Era prueba convincente de que Pablo era el esclavo de Cristo. Siendo tan obviamente el esclavo de Cristo, ¿cómo, pues, podía servir a los hombres y buscar el favor de ellos?
II. Mat 6:2, «Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres». (No solamente querían ser «vistos», sino también «alabados»).
A. La «trompeta» se refiere a cualquier medio de publicidad (ahora sería el periódico, la radio, etc., o el mismo púlpito).
B. Jesús se refiere en Mat 6:1-18 a tres servicios (ayudar al necesitado, orar, y ayunar), pero lo que El dice aquí tiene aplicación en todo nuestro servicio a Dios.
C. Nunca termina este problema, porque hay peligro para todos los que ofrecen servicio a Dios. Por ejemplo, en las publicaciones de los hermanos liberales hay listas de los que contribuyen a sus instituciones, escuelas, asilos para niños o para ancianos, casas de publicación, y a varias iglesias patrocinadoras. Aun tienen categorías de reconocimiento («clubs» de contribuyentes), según la cantidad de las ofrendas. Las escuelas para predicadores contribuyen mucho a este mal. Los egresados llevan títulos (por ejemplo, «Misionero», véase Mat 23:7-8) y «cartones» (diplomas) que los elevan sobre los demás. Ya son predicadores profesionales. Es probable que un día se llamen «Reverendo», como ya se practica entre las denominaciones (1Sa 8:5).
D. Sin embargo, es necesario reconocer que también los que nos oponemos a estas innovaciones estamos en peligro. Hay gran peligro de que los ancianos, diáconos, maestros, directores de cantos como también los miembros que cantan bajo su dirección, y sobre todo, los predicadores caigan en este error. Es fácil caer en la tentación de predicar, orar, cantar, etc. para impresionar a los miembros, y para que nos alaben. Hay miembros de la iglesia que alaban mucho a los directores del culto (al director de los cantos, al predicador, aun al hermano que dirige la oración) y ¿qué hermano rechaza las palabras de alabanza? Hay peligro de que nos engañemos diciendo, «Quiero que me aprecien», cuando en verdad simplemente queremos nuestra «recompensa» (ser alabados por ellos).
III. Mat 6:2, «De cierto os digo que ya tienen su recompensa».
A. La recompensa es una gran motivación para todos. ¿Quién no busca la recompensa? Aunque la salvación es por gracia, Cristo habla mucho de la recompensa que nos espera (Mat 5:1-12; Mat 10:41; Mat 25:34-46, etc.). A muchos «Evangélicos» no les gusta hablar de recompensa. Insisten en que la salvación es por «la gracia sola», y no se sienten cómodos cuando hablan de recompensa. Les parece un poco conflictivo, porque creen que la recompensa tiene que ver con merecer la salvación, pero esto no debe ser ningún problema para los que predican el evangelio verdadero, pues la Biblia enseña que hay castigo para los injustos, y hay recompensa para los justos.
B. Sin embargo, algunos quieren su recompensa ahora; por eso, quieren ser alabados por los hombres. Dice Jesús, «ya tienen su recompensa». Ya son pagados; ya han recibido la totalidad de su pago. No reciben solamente la mitad de su recompensa ahora, para esperar la otra mitad de Dios en el día final, porque no habrá «otra mitad» de recompensa. Compárese Luc 6:24, «Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo!» Como dijo Padre Abraham al rico (Luc 16:25), «Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida», es decir, ya recibió todo.
C. Si profesamos servir a Dios, pero con los ojos puestos en los hombres (para ser alabados por ellos), estamos sirviendo a los hombres, y los hombres tienen que pagarnos. Cuando ellos nos alaban, ya estamos pagados. Si buscamos la alabanza de los hombres, Dios no nos pagará porque no le estamos sirviendo a El. Hacemos burla de Dios si profesamos servirle cuando el corazón está en la recompensa de los hombres. Dios solamente recompensa a los que le sirven a el «en secreto» (es decir, un servicio sincero de corazón singular que es para agradar a Dios y no a los hombres).
D. La recompensa que se recibe de los hombres no se puede comparar con la recompensa de Dios porque la recompensa de los hombres no es confiable. Es muy caprichosa, porque los hombres son inconsecuentes, inconstantes y cambiables. Lo que les agrada hoy no les agrada mañana. Recuérdese el ejemplo de la alabanza que Jesús recibió durante la entrada triunfal (Mat 21:9). Al entrar Jesús en la ciudad algunos decían «Hosanna al Hijo de David! pero durante la misma semana algunos decían «¡Sea crucificado!» (Mat 27:22). Pablo fue alabado (adorado) por los de Listra, pero en poco tiempo fue apedreado por los mismos (Hch 14:11; Hch 14:19). Así es la alabanza de los hombres. Por lo tanto, los que buscan su recompensa ahora, es decir, quieren ser alabados por los hombres, pueden perder su recompensa aun ahora, como también después.
IV. Mat 6:3-4 «Mas cuando tu des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público». (La Biblia de las Américas omite las palabras «en público» en los vers 4, 6, 18. No aparecen en los manuscritos más antiguos y confiables).
A. «Tu izquierda… tu derecha». Recuérdese que Jesús habla del corazón, del propósito de la persona que sirve a Dios. La mano izquierda no tiene su propia mente. Muchas veces Jesús emplea lenguaje figurado para dar más énfasis a cierta enseñanza.
B. No perdemos la recompensa de Dios simplemente porque otros saben de nuestras buenas obras. No hay pecado en que otros sepan de nuestra obediencia a Dios. Por lo contrario, Mat 5:16 dice que cuando otros observan nuestras buenas obras glorifican a Dios. El Nuevo Testamento publica la obediencia de varias personas en Hechos de los Apóstoles, y publica las buenas obras de varias personas: Mar 12:41-44; Hch 9:36-39; Rom 16:1-2; 1Co 16:15-16, etc. Por lo tanto, sabemos que no es malo que otros sepan de nuestras buenas obras. Tampoco es malo que nosotros alabemos las buenas obras de otros. En la iglesia, en el hogar y en otras relaciones y actividades podemos alabarnos los unos a otros sin pecar y sin buscar la gloria el uno del otro. Sin embargo, tanto los que alaban como los que se alaban deben tener mucho cuidado del corazón, para que la gloria sea para Dios. ¿Por qué alabó Pablo a ciertas iglesias e individuos? (1Co 16:15-16; 2Co 8:1; 2Co 8:11). Para estimularnos a imitar las buenas cualidades y buenas obras de los fieles.
C. Pero recuérdese que siempre hay mucho peligro cuando nos alabamos los unos a los otros. Debemos examinarnos constantemente (1Co 11:31; 2Co 13:5) y siempre buscar la aprobación (y recompensa) de Dios en lugar de la recompensa de los hermanos. Debemos preguntarnos con toda sinceridad, «¿Por qué voy a las reuniones de la iglesia? ¿Por qué predico? ¿Por qué quiero dirigir los himnos? etc. Está bien que otros nos alaben, pero ¿cómo nos afecta tal alabanza? Lo importante es que nosotros sirvamos al Señor y no a los hombres. Véanse Efe 6:5-9; Col 3:23-25.
D. El Padre nos recompensará. El lleva las cuentas y sabe todo, aun los pensamientos del corazón. Heb 6:10, «Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra». Ecl 12:14, «Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala».
E. Las bienaventuranzas. Después de cada una de las bienaventuranzas, Jesús promete una bendición («verán a Dios», «vuestro galardón es grande en los cielos», etc.).
F. Rom 2:16, «en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio».

Fuente: Notas Reeves-Partain

LO CORRECTO POR UN MOTIVO ERRÓNEO

Mateo 6:1

Guardaos de tratar de demostrarles a los demás lo buenos que sois para que os vean. Si lo hacéis, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Para los judíos, había tres grandes obras cardinales en la vida religiosa, tres grandes pilares sobre los que se asentaba una vida buena: La limosna, la oración y el ayuno. Jesús no lo habría discutido ni por un momento; lo que Le desazonaba era que tan a menudo en la vida humana las cosas más auténticas se hacen por motivos falsos.

Lo que parece extraño es que estas tres grandes buenas obras cardinales se presten tan fácilmente a los motivos erróneos. Jesús advertía que, cuando estas cosas se hacen con la única intención de dar gloria al agente, pierden con mucho la parte más importante de su valor. Puede que una persona dé limosna, no realmente para ayudar a la persona a que se la da, sino simplemente para demostrar su propia generosidad, y para refocilarse al calorcillo del agradecimiento de alguno y de la alabanza de muchos. Puede que una persona haga oración de tal manera que su oración no vaya dirigida realmente a Dios, sino a sus semejantes. El hacer oración era simplemente un intento de demostrar su piedad excepcional de manera que nadie dejara de darse cuenta. Puede que una persona ayune, no realmente para el bien de su alma, ni para humillarse delante de Dios, sino simplemente para mostrarle al mundo lo espléndidamente disciplinada y sacrificada que se es. Puede que una persona haga buenas obras simplemente para ganarse las alabanzas de la gente, para aumentar su propio prestigio y para mostrarle al mundo lo buena que es.

Según lo veía Jesús, no hay duda de que esa clase de cosas reciben una cierta clase de recompensa. Tres veces usa Jesús la frase: » De cierto os digo que ya tienen su recompensa»

(Mateo 6:2, 5, 16). Sería mejor traducirla: «Ya han recibido su paga completa.» La palabra que se usa en el original es el verbo apejein, que era el término técnico comercial y contable para recibir un pago en total. Era la palabra que se usaba en los recibos. Por ejemplo, un hombre firma el recibo que le da a otro: «He recibido (apejó) de ti el pago del alquiler de la almazara.» Un publicano da un recibo que pone: «He recibido (apejó) de ti el impuesto debido.» Un hombre vende un esclavo y da un recibo que dice: «He recibido (apejó) el precio total que se me debía.»

Lo que Jesús está diciendo es lo siguiente: «Si das limosna para hacer gala de tu propia generosidad, recibirás la admiración de la gente -pero eso será todo lo que recibas nunca. Eso será tu paga en total. Si haces oración de tal manera que despliegas tu piedad a la vista de la gente, ganarás una reputación de ser una persona extremadamente devota -pero eso será todo lo que recibas nunca. Si ayunas de tal manera que todo el mundo sepa que estás ayunando, se te conocerá como una persona extremadamente abstemia y ascética – pero eso será todo lo que recibas nunca.» Jesús está diciendo: » Si todo lo que te propones es conseguir las recompensas del mundo, no cabe duda de que las conseguirás -pero no debes esperar las recompensas que sólo Dios puede dar.» Y sería un tipo lastimosamente miope el que se aferrara a las recompensas del tiempo, y dejara escapar las de la eternidad.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

LA MOTIVACIÓN DE LA RECOMPENSA
EN LA VIDA CRISTIANA

Mateo 6:1-18

Cuando estudiamos los versículos iniciales de Mateo 6, nos enfrentamos inmediatamente con una cuestión de lo más importante: ¿Qué lugar tiene la motivación de la recompensa en la vida cristiana? Tres veces en esta sección, Jesús dice que Dios recompensa a los que Le han prestado la clase de servicio que Él desea (Mt_6:4; Mt_6:6; Mt_6:18 ). Esta cuestión es tan importante que haremos bien en detenernos a examinarla antes de iniciar nuestro estudio del capítulo en detalle.

Se afirma muy a menudo que la motivación de la recompensa no tiene absolutamente ningún lugar en la vida cristiana. Se mantiene que debemos ser buenos por ser buenos; que la virtud es su propia recompensa, y que hay que dEsterrar de la vida cristiana la misma idea de la recompensa. Hubo un antiguo santo que solía decir que quería apagar todos los fuegos del infierno con agua, y abrasar todos los gozos del cielo con fuego, para que la gente buscara la bondad solamente por amor a la bondad misma, para que la idea de recompensa y castigo fuera eliminada totalmente de la vida. Algo de esto fue lo que inspiró el gran soneto español:

No me mueve, mi Dios, para quererte el Cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno, tan temido, para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en esa Cruz y escarnecido; muéveme ver Tu cuerpo tan herido, muévenme Tus afrentas y Tu muerte.
Muéveme en fin Tu amor, y en tal manera que aunque no hubiera Cielo yo Te amara, y aunque no hubiera infierno, Te temiera.
No me tienes que dar porque Te quiera; porque, si lo que espero no esperara, lo mismo que Te quiero Te quisiera.

Sin duda esta es la expresión de una gran nobleza espiritual. Sin embargo, Jesús no Se retrajo de hablar de las recompensas de Dios, como ya hemos visto que lo hace por tres veces en este pasaje. El dar limosna, el hacer oración y el ayunar como es debido, Jesús nos asegura que no quedarán sin su recompensa correspondiente.
Tampoco es este un ejemplo aislado de la idea de la recompensa en la enseñanza de Jesús. Dice a los que sufran lealmente la persecución y el insulto sin amargura, que su recompensa será grande en el Cielo (Mt 5:12 ). Dice que el que le dé a uno de Sus pequeñitos un vaso de agua fresca por cuanto es discípulo, no quedará sin su recompensa (Mt 10:42 ). La enseñanza de la Parábola de los Talentos es, por lo menos en parte, que el servicio fiel recibirá la recompensa correspondiente (Mt 25:14-30 ). En la Parábola del Juicio Final, la enseñanza obvia es que hay recompensa y castigo para nuestra reacción a las necesidades de nuestros semejantes (Mt 25:31-46 ). Está suficientemente claro que Jesús no dudó de hablar en términos de recompensa y castigo. Y bien pudiera ser que tendríamos que tener más cuidado con intentar ser más espirituales que el mismo Jesús en esto de las recompensas. Hay ciertos Hechos innegables que no debemos olvidar, y sí debemos tener en cuenta.

(i) Es una regla indiscutible de la vida que cualquier acción que no produce ningún resultado es fútil y sin sentido. Una bondad que no tuviera ningún fruto carecería de sentido. Como se ha dicho muy bien: «A menos que algo sirva para algo, no sirve para nada.» A menos que la vida cristiana tenga un propósito y una meta que valga la pena obtener, se convierte en un despropósito. El que cree en el Evangelio y en sus promesas no puede creer que la bondad no tenga resultados más allá de sí misma.
(ii) El dEsterrar todas las recompensas y castigos de la vida espiritual sería decir que la injusticia tiene la última palabra. No se puede mantener razonablemente que el bueno y el malo acaben igual. Eso sería tanto como decir que a Dios no Le importa si somos buenos o no. Querría decir, para decirlo crudamente, que no tiene sentido ser bueno, y no habría razón para vivir de una manera en vez de otra. El eliminar todas las recompensas y los castigos sería tanto como decir que en Dios no hay ni justicia ni amor.
Las recompensas y los castigos son necesarios para darle sentido a la vida. Si no los hubiera, la lucha -¡y no se diga el sufrimiento!- por el bien, se los llevaría el viento.

(i) El concepto cristiano de la recompensa

Habiendo llegado hasta aquí con la idea de la recompensa en la vida cristiana, hay ciertas cosas acerca de ella que debemos tener claras.
(i) Cuando Jesús hablaba de recompensas, definitivamente no estaba pensando en términos de recompensas materiales. Es indudablemente cierto que, en el Antiguo Testamento, las ideas de bondad y de prosperidad material están íntimamente relacionadas. Si una persona prosperaba, si sus campos eran fértiles y sus cosechas abundantes, si tenía muchos hijos y mucha fortuna, eso se tomaba como una prueba de que era una buena persona.
Ese es precisamente el problema que subyace en el Libro de Job. Job se encuentra en desgracia; sus amigos vienen a convencerle de que esa desgracia tiene que ser el resultado de su pecado, acusación que Job niega vehementemente. «Piensa ahora -le dice Elifaz-: ¿quién, siendo inocente, se ha perdido nunca? ¿Desde cuándo son los rectos los que desaparecen?» (Job 4:7 ). «Si fueras puro y recto -decía Bildad-,seguro que Él velaría por ti, y te recompensaría con una posición justa» (Job 8:6 ). «Porque tú dices: Mi doctrina es ortodoxa, y soy limpio a los ojos de Dios -decía Zofar-. ¡Ojalá que Dios hablara, y te dirigiera la palabra!» (Job 11:4 ). La misma idea que quería contradecir el Libro de Job era la de que la bondad y la prosperidad material van siempre de la mano.

«Joven fui, y he envejecido decía el salmista-, y no he visto a ningún justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan» (Sal 37:25 ). «Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra -decía el salmista-; pero a ti no llegarán. Ciertamente, con tus propios ojos mirarás y verás la retribución de los impíos. Como has dicho al Señor: ¡Tú eres mi esperanza!, y has hecho que el Altísimo sea tu residencia permanente, no te sobrevendrá ningún mal, ni ninguna plaga se acercará a tu morada» (Sal 91:7-10 ). Estas son cosas que Jesús no habría dicho. No era la prosperidad material lo que Jesús prometía a Sus seguidores. De hecho les prometía pruebas y tribulaciones, sufrimiento, persecución y muerte. Seguro que Jesús no estaba pensando en recompensas materiales.

(ii) Lo segundo que tenemos que recordar es que la recompensa más elevada nunca se le da al que la está buscando. Si

uno está siempre buscando una recompensa, siempre contabilizando lo que cree haberse ganado y merecer, se perderá la

recompensa que busca. Y se la perderá porque ve a Dios y la vida equivocadamente. El que siempre está calculando su recompensa, piensa en Dios como un juez, o como un contable, sobre todo piensa en la vicia en términos de ley. Está y

pensando en hacer tanto y ganar tanto. Está pensando en la vida en términos de debe y haber. Está pensando presentarle a

Dios una cuenta, y decirle: «Todo esto he hecho yo. Reclamo mi recompensa.»

El error básico de este punto de vista es que concibe la vida en términos de ley en vez de amor. Si amamos profunda y entrañablemente a una persona, con humildad y sin egoísmo, estaremos completamente seguros de que, aunque le diéramos a esa persona todo el universo, aún estaríamos en deuda; lo último que se le ocurriría pensar sería que se había ganado una recompensa. Si uno tiene el punto de vista legal de la vida, puede que no haga más que pensar en la recompensa que se ha ganado; pero si uno tiene el punto de vista del amor, la idea de la recompensa no se le pasará nunca por la cabeza.

La gran paradoja de la recompensa cristiana es esta: la persona que anda buscando una retribución, y que calcula lo que se le debe, no lo recibe; la persona cuya única motivación es la del amor, y que nunca piensa haber merecido ninguna recompensa, es la que la recibe. Lo curioso es que la recompensa es al mismo tiempo el subproducto y el %n último de la vida cristiana.

(ii) La recompensa cristiana

Ahora debemos pasar a preguntar: ¿Cuales son las recompensas de la vida cristiana?
(i) Empezaremos señalando una verdad básica y general. Ya hemos visto que Jesucristo no piensa en términos de recompensa material en absoluto. Las recompensas de la vida cristiana son recompensas solamente para una persona que tenga mentalidad espiritual. Para una persona de mentalidad materialista no serían recompensas de ninguna clase. Las recompensas cristianas son recompensas sólo para los cristianos.

(ii) La primera de las recompensas cristianas es la propia satisfacción. El hacer lo que es debido, la obediencia a Jesucristo, el seguir Su canino, cualesquiera otras cosas pueda aportar, siempre produce satisfacción. Bien puede ser que, si una persona hace lo que es debido, y obedece a Jesucristo, pierda su fortuna y su posición, acabe en la cárcel o en el patíbulo, y no coseche más que impopularidad, soledad y descrédito; pero todavía poseerá esa íntima satisfacción, que vale más que todo lo demás. A esto no se le puede poner precio; no se puede evaluar en términos de riqueza terrenal, pero no hay nada como ello en todo el mundo. Aporta ese contentamiento que es la corona de la vida.

El poeta George Herbert formaba parte de una pequeña tertulia de amigos que solían reunirse para tocar juntos instrumentos músicos como una pequeña orquesta. Una vez iba de camino a reunirse con el grupo, cuando se encontró con un carretero al que se le había atascado la carreta en el barro de la cuneta. George Herbert dejó a un lado su instrumento y fue a ayudar al hombre. Les llevó mucho tiempo sacar la carreta, y acabó todo lleno de barro. Cuando llegó a la casa de sus amigos, ya era demasiado tarde para la música. Les contó lo que le había detenido en el camino. Uno le dijo: «Te has perdido toda la música.» George Herbert sonrió. «Si -le contestó- pero la escucharé a media noche.» Tenía la satisfacción de haber hecho algo de acuerdo con Cristo.

Godfrey Winn habla de un hombre que era el mejor cirujano plástico de Inglaterra. Durante la guerra, dejó su consulta particular que le reportaba diez mil libras Esterlinas al año, una gran cantidad entonces, para dedicar todo su tiempo a remodelar las caras y los cuerpos de aviadores quemados o mutilados en combate. Godfrey Winn le dijo: «¿Cuál es tu ambición, Mac?» La respuesta que le llegó de rebote fue: «Quiero ser un buen artesano.» Sus ingresos anuales no eran nada comparados con la satisfacción de un trabajo desinteresado bien hecho.
Una señora paró una vez a Dale de Birmingham en la calle. «Que Dios le bendiga, doctor Dale» -4e, dijo. Se negó en redondo a dar su nombre. Sólo le dio las gracias y le bendijo y siguió su camino. Dale había estado muy deprimido en aquel momento. «Pero -se dijo- la niebla se abrió y me llegó la luz del sol; respiré el aire libre de las montañas de Dios.» En cuanto a riqueza material, no tenía un duro más que antes; pero en cuanto a la profunda satisfacción que siente un predicador que descubre que ha ayudado a alguien, había ganado una riqueza indecible.
La primera recompensa cristiana es la satisfacción que no hay dinero en todo el mundo que pueda comprar.
(iii) La segunda recompensa de la vida cristiana es más trabajo todavía que hacer. Una paradoja de la idea cristiana de la recompensa es que una labor bien hecha no trae descanso y comodidad y facilidades; trae todavía mayores demandas y esfuerzos más intensos. En la Parábola de los Talentos, la recompensa de los servidores fieles fue una responsabilidad todavía mayor (Mt 25:14-30 ). Cuando un maestro tiene un estudiante realmente brillante y capaz, no le exime de trabajo; le da más trabajo que a ningún otro. Al joven músico brillante se le dan a dominar piezas de música, no más fáciles, sino más difíciles. Al jugador que ha hecho un buen papel en el segundo equipo, no se le pasa al tercero, donde se podría pasear por el partido sin sudar; se le pasa al primer equipo, donde tiene que poner en juego todo lo que tiene. Los judíos tenían un curioso dicho. Decían que un maestro sabio tratará al alumno «como a un buey joven al que se le aumenta la carga todos los días.» La recompensa cristiana es al revés que la del mundo. La recompensa del mundo sería ponérselo a uno más fácil; la recompensa del cristiano consiste en que Dios le pone sobre los hombros más cosas que hacer por El y por sus semejantes. Cuanto más duro el trabajo que se nos dé, mayor debemos considerar que ha sido la recompensa.

(iv) La tercera y última recompensa cristiana es lo que se ha llamado a través de las edades la visión de Dios. Para una persona mundana, que no Le ha dedicado a Dios ningún pensamiento nunca, el enfrentarse con Dios es un terror y no un gozo. Si uno sigue su propio camino, alejándose cada vez más de Dios, la sima entre él y Dios se va haciendo cada vez mayor, hasta que Dios se convierte en un extraño a Quien se quiere sólo evitar. Pero si una persona ha buscado toda su vida caminar con Dios, si ha buscado obedecer a su Señor, si la bondad ha sido la búsqueda de todos sus días, entonces ha estado acercándose más y más a Dios toda la vida, hasta que por fin pasa a la presencia más íntima de Dios, sin temor y con gozo radiante -y ésa es la mayor recompensa de todas.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 06

3. LA VERDADERA JUSTICIA EN LAS BUENAS OBRAS (6,8).

A continuación también se trata de la verdadera justicia (5,20). Los ejemplos precedentes mostraron cómo la antigua ley debe cumplirse en el nuevo espíritu. Ahora Jesús habla de los tres ejercicios especialmente apreciados de la práctica religiosa: la limosna, la oración. el ayuno. En ellos pueden expresarse la verdadera adoración de Dios y la verdadera justicia, si se hacen con el espíritu adecuado. Pero también puede suceder lo contrario, si se convierten en formas puramente externas o tal vez sirven al egoísmo del hombre. Jesús descubre la conducta hipócrita y señala con claras palabras el camino certero.

1 Tened cuidado de no hacer vuestras buenas obras delante de la gente para que os vean; de lo contrario, no tendréis recompensa ante vuestro Padre que está en los cielos.

Con mirada perspicaz descubre Jesús la oposición entre la verdadera y la falsa práctica de la justicia: ¿Se practica la justicia al hombre o por amor a Dios? Detrás de las obras piadosas se oculta un sentimiento que busca el propio yo. Este sentimiento, en vez de buscar la aprobación de Dios, busca la alabanza de los hombres; en vez de esperar la recompensa sólo de Dios, aguarda la recompensa de los hombres. Lo que quizás puede aparecer como envanecimiento inofensivo o debilidad demasiado humana, pero perdonable, no es en último término culto divino, sino servicio prestado a los hombres. Pero entonces el conjunto se desvaloriza y se vuelve huero. La verdadera adoración de Dios sólo puede estar dirigida al mismo Dios y a la recompensa por él prometida. Cualquier mirada de soslayo a la alabanza o a la censura de los hombres falsea esta pura dirección. No se dice que una buena obra solamente deba hacerse por amor de la recompensa divina, sino que la recompensa se otorga espontáneamente, si se tenía este sentimiento acendrado (Cf. lo que se dice en 5, 12 y 5,46).

a) La limosna (Mt/06/02-04).

2 Por tanto, cuando vayas a dar una limosna, no mandes tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para recibir el aplauso de los hombres; os lo aseguro: ya están pagados. 3 Cuando vayas a dar una limosna, que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que tu limosna quede en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te dará la recompensa.

El que da limosna no se exonera de una apremiante obligación social con un parco donativo. Antes bien sabe que sus propios bienes sólo le han sido confiados y que no le han sido dados en plena propiedad. El necesitado y el pobre son miembros de la comunidad exactamente igual que él, y tienen los mismos derechos que cualquier otra persona. La solicitud por los pobres es piedra de toque para una adecuada orientación social. Así lo han machacado infatigablemente los profetas en sus conciudadanos. Pero en último término esta solicitud por el indigente no debe provenir tan sólo de una compasión humana y de la responsabilidad social, sino que debe estar dirigida a Dios. Porque él es el padre de todos los hombres. Su voluntad es que nadie continúe en la penuria, sino que sea recibido con misericordia por los hermanos, porque Dios también se compadece de todo el pueblo.

Pero incluso cuando el hombre da limosnas por amor de Dios, no queda exento de peligros. Precisamente entonces está al acecho el peligro del egoísmo. Jesús tiene ante su vista personas que se jactan y hacen alarde de su gasto, publican en voz alta el importe del dinero o el valor de un donativo. Quieren granjearse la alabanza de los hombres y ser elogiados como bienhechores. Su nombre debe divulgarse en voz baja de boca en boca: Ved cuánto bien hace.

Jesús no acepta el camino agradable: lo que haces, debe quedar en secreto. Si nadie lo llega a conocer, tú mismo en cierto modo no lo sabes o lo olvidas en seguida («no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha»), entonces tienes seguridad de que tu obra fue hecha por Dios. No te preocupes de que tu obra sea olvidada o no encuentre ningún reconocimiento. Dios también contempla lo oculto; para él no hay ninguna zona inaccesible, conoce los deseos más íntimos de tu corazón. Conoce exactamente tu sentimiento y según él pesa el valor de tus actos. El que busca la alabanza de los hombres, ya ha recibido su recompensa, una recompensa escuálida, terrena, y ya no tiene que esperar ninguna otra. Ya «ha liquidado». Recibe recompensa el que obra el bien por amor de Dios con sencillez y sin ser advertido.

b) La oración (Mt/06/05-15).

El próximo ejemplo es la oración. Primero Jesús habla de la oración de la misma manera que de la limosna: la oración hipócrita, hecha ante los hombres, y la oración con espíritu de verdadera justicia (6,5-6). Siguen unos versículos sobre la locuacidad verbosa en la oración (6,7-8). Se explica el verdadero espíritu de la oración con el ejemplo y modelo que el mismo Jesús ha enseñado: el padrenuestro (6,9-13). A la petición de que su perdone la culpa, el evangelista finalmente añade unas palabras sobre el perdón recíproco de los hombres, las cuales para san Mateo tienen una particular importancia (6,14-15).

5 Y cuando os pongáis a orar, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente. Os lo aseguro: ya están pagados. 6 Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te dará la recompensa.

En la oración, el hombre reconoce a Dios y le manifiesta su sumisión. El que ora, confiesa que Dios es el Señor de su vida. No es propiamente un «ejercicio piadoso», que también forme parte de la vida, y deba hacerse acá y allá. En la oración el hombre se vuelve expresamente a su origen. En esta acción tan excelsa, de la que el hombre es capaz, puede introducirse furtivamente el veneno del egoísmo. Sucede como en las limosnas: por medio del resabio de la vanidad y del afán de alabanzas no sólo se disminuye el valor, sino que se trastorna el conjunto. La dirección hacia Dios se desvía y se vuelve al hombre. Es un trastorno interno de lo que propiamente se intentaba. En vez de buscar a Dios se busca al hombre. Jesús no hace una caricatura, cuando describe así a los que tienen esta intención: Gustan de orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente.

Jesús indica un camino seguro, que preserva de la ilusión y de la vanidad: Entra en tu aposento y cierra la puerta. Allí donde no mira ningún ojo humano, puedes mostrar que sólo buscas a Dios. Jesús no quiere decir que en el aposento, en la habitación familiar, tranquila, Dios esté más cerca que en cualquier otra parte, por ejemplo en el mercado, entre la gente o en la asamblea del culto divino. Dios está presente en todas partes y en todas ellas debe ser encontrado. Aquí solamente se trata de que la oración esté exenta de toda mezcla de egoísmo. El que ha aprendido a hacer así la verdadera oración «en el aposento», está seguramente en condiciones de permanecer en oración fuera, en las calles y en la agitación de la vida cotidiana. También asiste al culto divino con la conveniente actitud. No ha de temer que los demás interpreten su piedad como hipocresía. Dios también contempla lo que está oculto, conoce la verdadera intención y tiene preparada la recompensa para el que no la ha buscado…

7 Cuando estéis orando, no ensartéis palabras y palabras, como los gentiles; porque se imaginan que a fuerza de palabras van a ser oídos. 8 No os parezcáis, pues, a ellos, que bien sabe vuestro Padre lo que os hace falta antes que se lo pidáis.

Estos dos versículos contienen pocas palabras, pero están escogidas con acierto y van dirigidas al blanco. A fuerza de palabras, prodigando discursos, es una expresión acertada para la oración a los dioses en el ambiente pagano. Entre los gentiles también hay oración auténtica y profunda, impregnada de puro fervor religioso. Pero la apariencia exterior predominante es un torrente de palabras. No se invoca a los dioses sólo con un nombre, sino con innumerables nombres y títulos, antes de exponer lo que se desea. No es raro que se empleen unos 50 nombres y títulos. Tras ellos está lo que Jesús observa de una forma concisa: creen que son oídos más rápida y seguramente, si prodigan palabras. Se pretende persuadir a los dioses, atraer su atención a gritos; más aún, llegar a cansarlos y obligarlos. Para Jesús esta manera de orar merece el calificativo de pagana. Dios quiere poseer el corazón y todo el hombre, y eso no se puede comprar con una piadosa verborrea. Su precepto es muy sencillo: No os parezcáis, pues, a ellos. Tras este precepto resplandece la imagen de Dios de una forma llana y conmovedora: vuestro padre sabe lo que os es preciso, antes que se lo pidáis. Pero no con la mirada fría y crítica de un filósofo o de un investigador de la naturaleza o tal vez con la exactitud inexorable de un microscopio. Dios nos contempla como Padre, con mirada de amor. Sabe exactamente lo que nos falta. No es menester que lo expongamos prodigando palabras, para atraernos su atención. Y viceversa: estos conocimientos de Dios no hacen que nuestra oración sea superflua. Queda en poder del individuo darse cuenta de su necesidad ante Dios, y pedir lo necesario. Pero cordial y brevemente, con leal entrega y pura confianza. Con un ejemplo, que siempre será nuestra más valiosa y rica oración. Jesús nos muestra cómo se hace esta petición.

EL PADRE NUESTRO (6,9-13).

9 Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Después de lo ya expuesto, entendemos más fácilmente lo que quiere decir en labios de Jesús la salutación «Padre nuestro». Este es, de forma especial, su Dios, el Dios que Jesús anuncia. Sin duda también es el Dios de Israel, el Dios «de Abraham, de Isaac y de Jacob», pero revelado de un modo nuevo como Padre. El padre es el origen y al mismo tiempo el protector solícito. Al padre se dirigen la confianza filial y el profundo y humilde respeto. Es autoridad, pero nunca sin amor. Jesús distingue del padre terreno a Dios añadiendo: Que estás en los cielos. Es una metáfora decir que Dios mora en el cielo. ¿Dónde deberíamos buscar este cielo en nuestro concepto del mundo? El sentido de la metáfora es que Dios está por encima de todas las cosas terrenas, más allá de nuestro mundo visible y ante él. El mundo no es una parte de Dios, pues Dios es un ser completamente distinto. La proximidad filial al padre nunca pierde el profundo respeto. Y el Dios santo, que es completamente distinto, se nos acerca de tal modo, que le podemos llamar Padre.

La próxima locución: Santificado sea tu nombre, hay que entenderla uniéndola con la salutación. Es la primera frase que se presenta al que ora, la frase de la alabanza del glorioso nombre de Dios.

10 venga tu reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra.

Ahora empezamos los ruegos que con pocas palabras denotan lo que realmente es necesario. En primer lugar: Venga tu reino. Este es el gran ruego del discípulo. El reino de Dios debe manifestarse, Dios debe ser realmente EL Señor del mundo y debe producir y perfeccionar lo que Jesús ha empezado. El ruego está encaminado al fin, a la última perfección del mundo después del gran juicio. La primera y más urgente solicitud del discípulo es que Dios sea rey. Nuestro anhelo se dirige a este objetivo. Se tiene que vivir profundamente en Dios, se tiene que haber penetrado con la mirada a través del estado actual del mundo En toda su grandeza y hermosura. La petición sobre el reino se refiere al tiempo presente mediante la próxima frase. Si rogamos que la voluntad de Dios se realice en la tierra, como ya se lleva a cabo en el cielo, luego también debe suceder algo en nuestro tiempo. Dios mismo puede cuidar de que su voluntad sea llevada a término y sea cumplida. Los hombres hemos de abrazar esta voluntad reclamante que procede de Dios, y hemos de identificarla con nuestra propia voluntad. O bien, cuando queremos lo que Dios quiere, entonces ya se realiza el reino de Dios aquí en la tierra. El primero y el principal que actúa es Dios, ya que la introducción del reino es asunto propio de Dios. Pero el hombre no está descartado ni es tan sólo un espectador pasivo. Las facultades propias del hombre son invitadas a hacer la voluntad de Dios, y convertir así a Dios en el Señor de su propia vida…

11 Danos hoy nuestro pan cotidiano; …

Dios sabe lo que nos es preciso antes que se lo pidamos (cf. 6,8). Por tanto basta la sencilla petición del pan suficiente para este día. No pedimos riqueza ni propiedades, ni la abundancia de bienes terrenos, con los que nos podríamos asegurar el tiempo futuro; pedimos lo que necesitamos, lo que nos es indispensable para vivir, para la familia. Una mirada al mundo muestra cuán realista y necesaria es esta petición, ya que son innumerables los que ni siquiera tienen lo más perentorio. La petición es sobre todo necesaria para el discípulo, que se ha dedicado por completo al servicio del reino. Su primera preocupación es la causa de Dios, y así confía en que Dios también le dará lo necesario para la vida.

12 y perdónanos nuestras deudas, como ya nosotros perdonamos a nuestros deudores.

La próxima frase de la oración pide el perdón de nuestras deudas, propiamente -en la imagen fácil de retener- el perdón de las «deudas» pecuniarias. Sólo que aquí esta petición está condicionada. Jesús presupone que hemos ejercitado el perdón mutuo y que nos hemos perdonado nuestras recíprocas faltas. Lo que para Jesús parece evidente y la oración sólo puede ser dirigida a Dios a partir de esta certidumbre, aquí explícitamente expresada, que nos acucia en nuestra propia carne. Dios no nos lo otorga todo gratuitamente, ni reparte su gracia por así decir sin orden ni concierto. Solamente está dispuesto a tomar la carga de lo que le debemos si hemos hecho lo mismo entre nosotros. Pero entonces también sucede de hecho que podemos esperar el perdón con seguridad. Lo que en este ruego se pide a Dios, quizás es lo mayor, en cuanto se refiere a nuestra vida privada. Porque el pecado es el lastre más gravoso de nuestra vida. Así nos lo enseña nuestra propia experiencia. Sobre todo el hombre sabe que por sí solo no puede liberarse de esta carga. Necesita del médico, que es superior a él y le cuida la llaga con mano suave, sin que pueda pagar los honorarios. Sólo Dios es este médico, que no se cansa de estar dispuesto a purificarnos y curar nuestras enfermedades. En último término esta petición dirige la mirada al fin: entonces se corrobora una vez más que estamos diariamente, a través de toda nuestra vida, como culpables ante Dios. Allí esperamos la gran misericordia de Dios, que todo lo abarca, incluso los pecados que nos son desconocidos, nuestros vínculos inconscientes con la culpa, los escándalos que hemos dado a otros involuntariamente, toda la deuda de la confusa historia, de nuestros padres y pueblos. ¿Qué sería de nosotros sin esta esperanza?

13 y no nos lleves a la tentación, sino líbranos del mal.

La cuarta petición es doble. La segunda frase continúa la primera y la aclara. Rogamos a Dios que no nos lleve a la tentación, al peligro de pecar. Difícilmente se concibe que pueda pedirse que seamos preservados de las tentaciones del mundo en el sentido usual. Esta preservación es imposible, ya que vivimos en medio del mundo. Tampoco nos conviene, ya que por medio de las tentaciones debemos ser confirmados. Aquí se trata de una tentación muy determinada. Es la misma, para la que Jesús fue llevado al desierto: la tentación de la apostasía, de la recusación de Dios, es decir, en último término la de reconocer la soberanía de Satán en vez de la soberanía de Dios. Jesús ha salido airoso de esta tentación, y ha sido probado en ella. Pero ya para los apóstoles Jesús tiene que rogar que no entren en la tentación en la hora amarga del huerto de los olivos (26,41). Aquí se trata del conjunto. Nuestra petición de ser protegidos contra esta gran tentación tiene que ser apremiante y sincera. Con todo ignoramos si podemos resistir a la tentación y si somos capaces de hacer frente a la embestida del adversario. Si todavía nos mantenemos firmes en la gracia de Dios, puede ser debido a que ha vuelto a atender nuestro ruego manifestado muy a menudo.

Sino líbranos del mal. Este ruego concluye la oración y la resume, y con él se completa el ruego de la venida del reino. Porque este reino todavía no llegó o no ha seguido adelantando, porque se le opone el poder del mal. Y el reino permanecerá así, hasta que este poder sea definitivamente quebrantado. Está muy por encima de nuestras posibilidades ser liberados de este poder. Sólo Dios puede liberarnos. Se va extinguiendo en la obscuridad la oración que empieza de una forma tan familiar y luminosa. Cada palabra tiene su peso, cada petición su necesidad especial. Se tienen que ponderar en el corazón a menudo estas palabras y hacer que su espíritu penetre profundamente. Pero también se deberían medir con la oración del Señor nuestras restantes súplicas y ruegos. Preguntarse si los deseos expresados por Jesús también figuran en nuestras otras oraciones. Preguntemos también si nuestra oración está impregnada por el mismo amplio espíritu. Aquí se da la medida.

14 Porque, si perdonáis a los hombres sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial; 15 pero, si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras faltas.

Aquí se formula como una ley lo mismo que antes se había manifestado en la tercera petición. El lenguaje es el que se usa en las leyes. Los pensamientos están ensamblados con rigor y se excluyen unos a otros. Primero se presenta el caso positivo, luego el negativo: «Si perdonáis a los hombres… si no perdonáis a los hombres.» Las dos veces se hace depender la acción de Dios de la nuestra. No hay ningún hueco ni ninguna excepción. La parábola del siervo despiadado explica estas palabras de una manera impresionante (18,23-35). Los labios de Jesús pronunciaron pocas palabras tan inflexibles y terminantes como éstas. Una comunidad no puede vivir de forma realmente cristiana, si esta ley no está profundamente grabada en el corazón de ella y si no determina su acción. No podemos abrir la boca para pedir perdón a Dios, si todavía estamos endurecidos con otra persona y no nos hemos reconciliado con ella.

c) El ayuno (Mt/06/16-18).

16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que adrede se desfiguran el rostro, para hacer ver a la gente que están ayunando; os lo aseguro: ya están pagados. 17 Tú, en cambio, cuando estés ayunando, úngete la cabeza y lávate la cara, 18 para que la gente no se dé cuenta que estás ayunando, sino tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te dará la recompensa.

En el tiempo antiguo el ayuno era para todo el pueblo. Los pecados que se han hecho en Israel, no sólo son faltas personales de individuos, sino culpa que grava todo el pueblo. Todos deben ayunar para dolerse de los pecados y hacer penitencia. Hay ciudades prontas para la penitencia, que aceptaron el llamamiento y se convirtieron, como incluso la ciudad pagana de Nínive por la predicación del profeta Jonás (cf. Jon 3). La caída de Jerusalén, asaltada por el ejército babilónico es un castigo del pueblo que se ha negado a hacer penitencia. El individuo también podía ayunar privadamente por sus propios pecados o en representación del pueblo por los pecados del mismo. El primer sentido de nuestra cuaresma es que todo el pueblo de Dios ayuna para hacer penitencia, como señal de arrepentimiento y en representación de los demás. Los fariseos tenían un alta estima del ayuno voluntario, y lo practicaban con diligencia. Pero por otra parte ¡qué trastorno del verdadero sentido del ayuno! Quieren hacer penitencia ante Dios y mostrarle su disposición a convertirse. Pero lo que debe dirigirse solamente a Dios se convierte en espectáculo ante la gente. Todos deben ver cómo se consumen de pena y se contristan. Ponen una cara de santurrón y desfiguran el rostro, cubren de ceniza la cabeza, van dando vueltas con vestidos gastados: una exhibición que no puede ser más ridícula. Puesto que esperan la alabanza de la gente, han recibido ya su recompensa y no tienen que esperar ninguna otra. Jesús no reprueba el ayuno, ni tampoco el que se practica voluntariamente. Puede ser expresión auténtica del deseo de hacer penitencia. Pero el que ayuna debe ungirse la cabeza y lavarse la cara. La gente no debe notar lo que él hace. Exteriormente debe aparecer con un aspecto normal, con un exterior aseado y con semblante alegre. Entonces está garantizado que la dirección hacia Dios no está desbaratada por la dirección hacia los hombres. Lo que así permanece oculto, será visto y recompensado por Dios, porque Dios también contempla lo que está escondido, conoce los deseos del corazón, la pureza de intención y la renuncia a la ostentación externa. Estos versículos sobre el ayuno valen para el tiempo en que Jesús, el esposo, está separado de nosotros. Mientras vive con los discípulos y lleva a término la obra de Dios en la tierra, es tiempo de alegría, ya que «el esposo está con ellos. Tiempo llegará en que les quiten al esposo y entonces ayunarán» (/Mt/09/15). Entonces empezará un nuevo ayuno, con la esperanza del regreso del esposo: Es tiempo de tristeza por la separación, pero también es tiempo para prepararse, tiempo de reparación por los pecados propios y por todos los pecados del mundo, tiempo de la espera vigilante y del humilde servicio del esclavo, hasta que de hecho se celebren las bodas del Cordero con su esposa, la Iglesia (Rev 22:3 ss). Nuestro ayuno conoce formas distintas de las que eran usuales entre los judíos de aquel tiempo, entre los antiguos cristianos y también en la edad media. La índole adecuada al tiempo, de nuestro ayuno, también debe medirse con esta instrucción de Jesús. También aquí está al acecho, precisamente entre los «piadosos», el peligro de la hipocresía y de servir a los hombres. Solamente podemos estar seguros de ayunar ante Dios, si evitamos cualquier mirada de soslayo al prójimo y nos gusta quedar ocultos.

4. LA VERDADERA JUSTICIA EN EL SERVICIO DE DIOS SIN RESERVAS (,12).

Se continúa el gran tema de la verdadera justicia. Las secciones precedentes más largas eran interiormente unitarias y estaban claramente divididas. Ahora encontramos instrucciones particulares de Jesús de diversa índole. Todas están consideradas desde un punto de vista, que antes hemos encontrado: la verdadera justicia ha de estar totalmente orientada hacia Dios. Dios es el centro y el objetivo. Esto debe repercutir en todas las cuestiones y ambientes particulares de nuestra vida.

a) El verdadero tesoro (Mt/06/19-21).

19 No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los destruyen, y donde los ladrones perforan las paredes y roban. 20 Atesorad, en cambio, tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre los destruyen, y donde los ladrones no perforan las paredes ni roban; 21 porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

El afán de poseer es propio de nuestra naturaleza. El hombre dirige su pensamiento y su acción a producir bienes, a adquirirlos y aumentarlos. Pero aquí no se habla solamente de bienes, de cualquier clase de propiedad, sino de tesoros. Con esta palabra se alude a una grande y valiosa propiedad, a extensas fincas, a casas bien construidas, a preciosos ornamentos y a la acumulación de dinero. Por muy seguro y estable que pueda parecer todo eso ¡cómo está amenazado y cuán huera es su supuesta estabilidad! Minúsculos animales pueden destrozar el más rico valor. La polilla roe el precioso vestido de seda, y la carcoma ahueca el armario de excelente madera. Hay quienes se vuelven envidiosos y ávidos, y buscan medios para adueñarse de tales bienes: los ladrones perforan las paredes y roban. Como se gana, así se pierde. Jesús se refiere sobriamente a esta experiencia, que cualquiera puede sufrir. ¡Cuán inútil y sin valor es este afán, cómo se despilfarran las fuerzas por causa de bienes sumamente inciertos e inestables…! Os muestro otro objetivo que es digno del empeño de todas las fuerzas y asegura la estabilidad del valor: Atesorad tesoros en el cielo. Allí se colocan los valores en lugar seguro, ni los insectos destructores ni los ladrones perniciosos pueden hacerles nada. «En el cielo» quiere decir en Dios. Lo que es invertido en Dios, retiene su valor duradero. ¿Qué clase de tesoros son? Ciertamente en primer término la entrega del corazón a Dios. Pero luego también todo lo que el discípulo hace con la intención de servir realmente a Dios. Las «buenas obras» (Rev 5:16), la justicia sobreabundante hasta llegar al amor del enemigo (Rev 5:21-48), también los «ejercicios piadosos» (Rev 6:8), todo eso puede convertirse en el tesoro, si se hace con el debido espíritu. La frase final de nuevo es de una sencillez estupenda: Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Jesús conoce este profundamente arraigado afán de riqueza y valor, en los cuales se busca la felicidad. El corazón, el hombre interior, siempre está interesado en ellos. Si el corazón se queda con los tesoros terrenos y es absorbido por ellos, entonces corre el mismo riesgo de ser destruido que las cosas terrenas. Pero si pasa a los tesoros celestiales y vive con ellos, entonces tiene la perspectiva de estar a salvo con Dios para siempre. Parece casi natural, parece una consecuencia lógica; pero cuán poco natural es pensar y proceder así.

b) El ojo, lámpara del cuerpo (Mt/06/22-23).

22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado; 23 pero, si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo quedará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti son tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas!

Jesús vuelve a partir de una experiencia. El ojo sano o enfermo (incluso ciego) hace que todo el cuerpo resplandezca o esté en tinieblas. Ahora bien, las dos expresiones se matizan mutuamente: el ojo (del corazón) sano es, al mismo tiempo, el ojo bueno, y el ojo enfermo es, al mismo tiempo, el ojo perverso. El ojo corporal es una imagen del corazón, hay que pensar en los dos simultáneamente. En el ojo se refleja todo el hombre, sus pensamientos y reflexiones, la pureza o corrupción de su vida. El ojo es la lámpara del cuerpo, el espejo infalible del alma. Si esta lámpara es luminosa y nítida, entonces también lo es el cuerpo y todo el hombre. Pero si el ojo es malo, corrompido y perverso, si mira con astucia y concupiscencia. entonces todo el cuerpo está en tinieblas. Es un lenguaje en imágenes, que requiere una explicación. Jesús la da en la última frase: Y si la luz que hay en ti son tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas! ¿Qué significa esta frase? El corazón debe estar enteramente dirigido a Dios, vivir en los tesoros del cielo. Entonces todo el hombre está sano. Si el corazón se ha disipado en los bienes terrenos, se ha vuelto espiritualmente ciego, y todo el hombre está en tinieblas. No ve el verdadero bien y anda a tientas. Pero Dios es la luz, hace resplandecer al hombre, que debe brillar ante los ojos de Dios. El hombre enteramente dedicado a Dios, y que es limpio de corazón, ahora ya es un reflejo de la divina claridad. En su tiempo «verá a Dios» (cf. 5,8) con el ojo del cuerpo alumbrado por el amor y la pureza. «Todos vosotros sois hijos de la luz» (1Te 5:5), hijos de Dios, que «os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz» (1Pe 2:9).

c) Verdadero servicio de Dios (Mt/06/24).

24 Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No podéis servir a Dios y a Mammón.

El contraste siempre varía y se llama al discípulo para que tome siempre la misma decisión: tesoros en la tierra, tesoros en el cielo; tinieblas, luz; riqueza, Dios. También aquí penetra una experiencia natural en el ámbito del espíritu. Cada uno en realidad sólo puede servir con todas sus fuerzas a un señor. Pero esto con pleno sentido sólo puede decirse de Dios, que pide todo el hombre y no tolera ningún compromiso. Solamente en Dios tiene validez la alternativa en el pleno sentido; el hombre sabe que sólo Dios puede darnos la salvación…

En todas partes en que se pone en discusión el derecho señorial de Dios, se oculta el maligno. El demonio conoce múltiples formas de oposición y enemistad. De una forma especialmente alevosa se escuda detrás de Mammón. éste representa la propiedad terrena, la acumulación de bienes y tesoros, y de toda clase de posesiones. Pero también conocemos por la experiencia el disimulado poder del oro, el brillo fascinante y la magnificencia cautivadora de los objetos terrenales de gran valor. Para Jesús la riqueza siempre es «injusta», un poder casi demoníaco, que gana el corazón y lo tiene encadenado. El que es víctima de la riqueza, también lo es del diablo. Solamente se puede servir de veras a uno: a Dios, que es la luz de nuestra vida, y en quien están bien guardados los verdaderos tesoros y nuestro corazón.

d) Confianza en Dios (Mt/06/25-34).

25 Por eso os digo: No os afanéis por vuestra vida: qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo: con qué lo vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

El que vive confiando plenamente en Dios, como lo han mostrado los tres versículos precedentes, ya no se preocupa por su vida terrena. El siguiente largo pasaje sólo tiene un tema: mostrar la superfluidad de la preocupación terrena a la vista del gran Padre. Esta preocupación se refiere sobre todo a dos necesidades del hombre: la nutrición para mantener la vida y el vestido para proteger el cuerpo. La nutrición, el vestido y el trabajo por conseguirlos no deben ser privados de su valor, como podría suponer un visionario. Lo que aquí se reprueba es la solicitud excesiva por las cosas terrenas, el esfuerzo febril y el celo angustioso, el afán egoísta, en los que Dios no desempeña ningún papel ni es tenido en consideración. Tanto el pobre como el rico pueden ser víctimas de tal preocupación. En primer lugar dice Jesús una frase general: ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Si Dios os ha hecho donación de lo más valioso, de la vida y del cuerpo, ¿no se cuidará también de lo menos valioso? En muchos hombres se produce la impresión de que el sentido de su vida se agota en la consecución de aquellos bienes. Piensan que son dichosos asegurándose la manutención y satisfaciendo estas necesidades: Olvidan que no vivimos «de solo pan».

26 Mirad las aves del cielo: no siembran ni siegan ni recogen en graneros; sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Quién de vosotros, por mucho que se afane, puede añadir una sola hora a su existencia?

Aquí se trata de la primera necesidad, o sea, el alimento, y de la preocupación por el mismo. Es magnífico el ejemplo de la naturaleza, en el que puede comprobarse el gobierno del Padre. Para quien tiene a Dios presente en todas partes y lo ve en acción, la nutrición de las aves no es solamente un hecho de la naturaleza sino un milagro de solicitud paternal. No se cansan en almacenar para tener asegurado el alimento para el tiempo futuro, sino que viven al día: vuestro Padre celestial las alimenta. Si esto ya es verdad en criaturas tan pequeñas, ¿cuánto más en el hombre, cuya vida es incomparablemente más valiosa y está mucho más cercana al corazón del Padre? Dios sabe lo que nos hace falta, antes de que se lo pidamos (cf. 6,8). Nos contempla constantemente, atiende a lo que necesitamos para vivir. Pensar de otra manera no tiene ninguna razón de ser. Dios ha establecido la duración de nuestra vida. Ni siquiera el que se fatiga a porfía y mantiene una actividad febril es capaz de prolongar su propia vida. Debemos poner atención a lo que aquí se nos dice y dejar sin respuesta las cuestiones que no hacen al caso: ¿No hay también animales que construyen depósitos en previsión del futuro? Ciertamente, pero no lo hacen las aves que aquí se toman como ejemplo. ¿Y no se puede alargar la vida viviendo de un modo ordenado y con el auxilio de la medicina? Eso también es verdad, pero no es lo que aquí se considera. Aquí se pretende poner en claro que el que se entrega a la confianza en Dios, sin descuidar lo necesario para sí o su familia, logra el lapso de vida que Dios le ha señalado. Se trata de subrayar la conformidad con el plan de Dios y no de las ventajas puramente terrenales, que nada tienen que ver con él, aunque se trate de una febril prolongación de la vida. ¡Cuántas veces hemos experimentado la verdad de estas palabras! ¿Es igualmente operante esta verdad cuando vivimos en medio del bienestar y la seguridad?

28 Y acerca del vestido, ¿por qué os afanáis? Observad los lirios del campo, cómo crecen; ni se atarean ni hilan. 29 Pero yo os digo: ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy existe y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?

Viene ahora, en segundo lugar, la preocupación por el vestido. Jesús hace que la mirada del discípulo se dirija de nuevo a la naturaleza, al delicioso jardín de Dios. Dios ha colmado de hermosura incluso plantas silvestres más humildes, como los lirios que crecen en el campo. No solamente las rosas o las dalias de vistosos colores están vestidas bellamente, también las flores del campo, que crecen entre la hierba y están destinadas al pasto o incluso a ser consumidas por el fuego. El prototipo de la brillante suntuosidad y del disfrute cortesano de la vida, el rey Salomón, es un pobre hombre ante esta sencilla belleza. Ciertamente es efímera, es quemada con la hierba, aunque Dios la haya adornado de una forma tan exquisita. El mismo Padre, que gobierna con una solicitud tan pródiga, ¿no tendrá también cuidado de vosotros, para que podáis vestiros decentemente? Sólo habéis de tener la fe, la íntima confianza de que Dios se cuida de veras de esta necesidad del vestido. No seáis hombres de poca fe, que sólo raras veces utilizan su confianza, y la escatiman, que confían poco en Dios, continuamente se le echan en brazos conservando su propia inquietud…

31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué vamos a comer, o qué vamos a beber, o con qué nos vamos a vestir? 32 Pues todas estas cosas las buscan ansiosamente los paganos; porque bien sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todas ellas. 33 Buscad primero el reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.

Estas palabras resumen lo antedicho. En primer lugar los recelosos «hombres de poca fe» preguntan continuamente: ¿Qué debemos comer y beber? ¿Con qué debemos vestirnos? Procede como los paganos quien hace estas preguntas, y espera lograr la seguridad de su vida con el propio esfuerzo. No sabe nada de Dios y de su providencia paternal, y por eso está completamente abandonado a sus propias fuerzas. Pero vosotros conocéis a Dios, él es vuestro Padre celestial. Si lo creéis de veras, entonces también sabéis que él conoce todas vuestras necesidades. Aquí queda completamente claro que Jesús no pretende apartarnos del trabajo para sustentar la existencia terrenal. Sólo nos dice lo que propiamente importa, lo principal en la vida del discípulo: buscad primero el reino (de Dios), lo cual significa aquí prácticamente: buscad a Dios antes que a todas las demás cosas. El que aspira al reino de Dios, se somete enteramente a la majestad soberana de Dios y a su bondad paternal. Pero se añade: Y su justicia. Es la misma justicia, que ya hemos hallado reiteradas veces (Cf. 1, 19; 3, 15; 5, 6; 5, 20), a saber, la justicia que Dios espera de nosotros y que debemos ofrecerle. Es la perfección del Padre celestial, que debe manifestarse en nosotros. La justicia que nos hace aptos para el reino, ya ahora y sobre todo al final. Esto quiere decir que lo más importante no son nuestros propios esfuerzos, sino ser conformados y enardecidos por Dios y su voluntad. En ello deben consistir nuestros anhelos, nuestro pensar y nuestro sentir. Solamente en esto pondrá de manifiesto nuestra propia obra. Entonces no solamente se disminuye la preocupación por nuestras necesidades corporales, sino que Dios ya nos da por sí mismo todo lo necesario. El que está lleno de la única aspiración importante, ya no ambiciona nada para sí. También trabaja, gana dinero, compra; pero para él estas actividades son servicios que presta a Dios. En último término su corazón no vive en dichas actividades… Deberíamos adquirir el valor que se requiere para esta empresa. Los grandes santos, como Francisco de Asís o Juan Bosco, experimentaron reiteradamente que se puede confiar en la palabra de Dios.

34 No os afanéis, pues, por el día de mañana; que el día de mañana traerá su propio afán. Bástele a cada día su propia angustia.

Este versículo está al final como un suplemento, un discreto remate de las graves declaraciones precedentes. No es una excelsa enseñanza sobre Dios, sino un fragmento de sabiduría casera de la vida. Cada día trae consigo una dosis determinada de angustia y fatiga; no deberíamos aumentarla con la preocupación por el día de mañana. A pesar de esta sencillez el versículo muestra que permanecemos en el terreno de la realidad. La renuncia a la preocupación en el sentido indicado por Jesús no significa que seamos sustraídos al esfuerzo y al fatigoso trabajo de cada día, a las mil prácticas siempre iguales, a la monotonía fastidiosa de la vida cotidiana. Todo eso permanece como está. Lo nuevo son los sentimientos del discípulo: su íntima aspiración no está ligada, sino dirigida hacia Dios. Entonces todos los pequeños quehaceres se vuelven ligeros, y son iluminados desde arriba.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Mat 6:5; Mat 6:16; Mat 23:5.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

— hacer el bien: Así parece correcto traducir en este contexto la expresión griega que una vez más utiliza el término dikaiosine y que en el pasado ha solido traducirse por practicar la justicia. Ver, al respecto, nota a Mat 3:15.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La religión y sus recompensas. El resumen general del v. 1 es seguido por tres ilustraciones paralelas de lo errado y de lo correcto en cuanto a prácticas religiosas. Las dádivas a los pobres, las oraciones y los ayunos eran elementos centrales en la religión judía, y se asume que todos sean válidos para los discípulos de Jesús. El asunto no es si se deben practicar, sino cómo y por qué. El enfo que está en el asunto de la recompensa; la recompensa para una religión de ostentación es el reconocimiento humano que se busca; pero ahí termina (ellos ya tienen su recompensa). La religión intima, por otro lado, que se hace para Dios y no para la aprobación humana, puede esperar una recompensa celestial. Nótese que no hay turbación en la idea de recompensa.

La simetría prolija de las tres ilustraciones (2-4; 5, 6; 16-18) se interrumpe con una discusión extensa sobre la oración, lo que aclara la manera incorrecta (7, 8) y la manera correcta (9-15). El Padre Nuestro aparece no como una forma litúrgica prescrita, sino como un modelo de lo que la verdadera oración debiera ser.

Notas. 1 Véase arriba sobre 5:16. 3 ¡Esta no es una recomendación de dar al azar! 6 Habitación se refiere a un lugar de almacenaje, probablemente sin ventanas, y el único cuarto que puede cerrarse con llave; representa el lugar menos público. 7 Por su palabrería traduce una “palabra sin sentido” desconocida en el idioma gr., sugiriendo lo que nosotros conocemos como “jerigonza”. El enfoque no está sobre la “repetición” (según algunas versiones sugieren), sino en lo que no tiene significado alguno y en ruido, sobre la actitud de oración que piensa que Dios tiene que ser amenazado para tomar nota. La verdadera oración no es una técnica ni un desempeño, sino una relación. 9-13 La versión de Mat. del Padrenuestro es más larga que la de Luc. 11:2-4. Nuestra versión común es aun más larga, pero la doxología familiar sólo ocurre en mss. posteriores de Mat. 14, 15 Estos versículos parecerían sugerir que el perdón es algo que se gana por perdonar nosotros a otros. Sin embargo, véase 18:21-35 donde se aclara el eslabón entre el perdonar y el ser perdonado. La palabra deudas en el v. 12 nos hace recordar esa parábola.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

6.2 El término hipócrita, según se usa aquí, se refiere a la persona que hace buenas obras solo por apariencia, no por compasión ni ningún otro motivo bueno. Sus acciones pueden ser buenas pero sus motivos son malos. Esos actos vacíos son su recompensa, mientras que Dios premiará a los que son sinceros en su fe.6.3 Cuando Jesús dice «no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha», quiere significar que nuestros motivos para dar deben ser puros. Es fácil dar con motivos mixtos, hacer algo en favor de alguien si nos va a beneficiar en alguna manera. Los creyentes debieran evitar todo artificio y dar solo por la satisfacción de dar y así responder al amor de Dios. ¿Cuál es su motivación al dar? 6.3, 4 Es muy fácil dar por reconocimiento y alabanza. Para asegurarnos de que nuestros motivos no son egoístas debiéramos realizar nuestras buenas obras quieta y silenciosamente, sin esperar recompensa. Jesús dice que debemos revisar nuestros motivos en cuanto a generosidad (6.4), oración (6.6) y ayuno (6.18). Estas obras no deben ser egocéntricas, sino teocéntricas, y no para hacernos lucir bien, sino para hacer a Dios lucir bien. La recompensa que Dios promete no es material y nunca es dada a los que la buscan. Hacer algo solo para nosotros no es un sacrificio de amor. Cuando tenga la oportunidad de hacer una buena obra, pregúntese: «¿Haría esto aunque nadie lo supiera?»6.5, 6 Algunas personas, especialmente los líderes religiosos, querían que los vieran como «santos», y la oración pública era una de las maneras que empleaban para lograrlo. Jesús vio más allá de sus actos de justicia propia y enseñó que la esencia de la oración no radica en lo que se dice (ni cómo ni dónde), sino en la comunicación con Dios. Es válido orar en público, pero orar solo donde vamos a ser vistos es una indicación de que nuestra audiencia verdadera no es Dios.6.7, 8 Algunas personas piensan que repetir las mismas palabras una y otra vez, como un encantamiento, hará que Dios les oiga. No es erróneo acercarnos a Dios con la misma petición; Jesús nos anima a que elevemos oraciones persistentes. Pero condena las repeticiones triviales que no se elevan con un corazón sincero. Nunca se ora demasiado si nuestras oraciones son sinceras.6.9 Esta oración puede ser un modelo para nuestras oraciones. Debemos alabar a Dios, orar por su obra en el mundo, orar por nuestras necesidades cotidianas y orar solicitando su ayuda en nuestros conflictos diarios.6.9 La frase «Padre nuestro que estás en los cielos» indica que Dios no solo es majestuoso y santo, sino también personal y amoroso. El primer renglón de esta oración modelo es una declaración de alabanza y dedicación a honrar el nombre santo de Dios. Honramos el nombre de Dios al usarlo con respeto. Si usamos el nombre de Dios ligeramente, no tomamos en cuenta la santidad de Dios.6.10 La frase «Venga tu reino» es una referencia al reino espiritual de Dios, no a que Israel fuera liberada del yugo de Roma. El Reino de Dios fue anunciado en el pacto con Abraham (8.11; Luk 13:28), está presente en el reinado de Cristo en el corazón de cada creyente (Luk 17:21), y será completado cuando la maldad sea destruida y El establezca nuevos cielos y tierra (Rev 21:1).6.10 Cuando oramos «Hágase tu voluntad», no estamos abandonándonos a la suerte, sino que estamos orando que el propósito perfecto de Dios se cumpla en este mundo como en el más allá.6.11 Cuando oramos «El pan nuestro de cada día dánoslo hoy» reconocemos que Dios es nuestro sustentador y proveedor. Es un 2 pensar que dependemos de nosotros mismos. Confiamos en que Dios cada día ha de proporcionarnos lo que sabe que necesitamos.6.13 Jesús no está sugiriendo que Dios nos guía hacia la tentación. Simplemente está pidiendo que seamos librados de Satanás y sus engaños. Todos los cristianos enfrentamos tentaciones. Algunas veces es tan sutil que inclusive no sabemos qué nos está pasando. Dios nos ha prometido que no permitirá que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar (1Co 10:13). Pídale a Dios que le permita reconocer la tentación, que le dé fuerzas suficientes para enfrentarla y que pueda seguir la senda de Dios. Para mayor información acerca de la tentación, véanse las notas de 4.1.6.14, 15 Jesús nos pone en alerta en cuanto al perdón se refiere: si no queremos perdonar a los demás, tampoco Dios nos perdonará. ¿Por qué? Porque cuando no perdonamos a otros estamos negando lo que tenemos en común como pecadores necesitados del perdón de Dios. El perdón de Dios no es el resultado directo de nuestro acto perdonador hacia otros, sino que está basado en nuestro entendimiento del significado del perdón (véase Eph 4:32). Es fácil pedir a Dios su perdón, pero es difícil darlo a otros. Cuando pidamos a Dios que nos perdone, debemos preguntarnos: «¿He perdonado a las personas que me han herido o agraviado?»6.16 Ayunar, no tomar alimentos con el propósito de emplear el tiempo en oración, es noble y dificultoso. Nos da tiempo para orar, nos enseña autodisciplina, nos recuerda que podemos vivir con mucho menos y nos ayuda a apreciar los dones de Dios. Jesús no estaba condenando el ayuno sino la hipocresía de ayunar con el fin de ganar la aprobación de la gente. El ayuno era obligatorio para los judíos una vez al año, en el Día de la Expiación (Lev 23:32). Los fariseos ayunaban voluntariamente dos veces a la semana para impresionar a la gente con su «santidad». Jesús recomendó actos de autosacrificio hechos en silencio y con sinceridad. Buscó personas que lo sirvieran con buenos motivos, no para satisfacer ansias de alabanza.6.17 El aceite de oliva se usaba como un cosmético similar a una loción. Jesús está diciendo: «Cuando ayunes haz todo lo demás de forma normal. No hagas del ayuno un espectáculo».6.20 Hacer tesoros en el cielo no es solo pagar el diezmo, sino que se logra también con cualquier acto de obediencia a Dios. Hay cierto sentido en que al dar a la obra de Dios estamos invirtiendo en el cielo, pero nuestra intención debería ser buscar el cumplimiento de los propósitos de Dios en todo lo que hacemos, no solo en lo que hacemos con nuestro dinero.6.22, 23 Visión espiritual es nuestra capacidad de ver con claridad lo que Dios quiere hacer en nosotros y ver el mundo a través de sus ojos. Pero este discernimiento espiritual puede ser fácilmente opacado. Los deseos, intereses y metas egoístas bloquean esa visión. Servir a Dios es la mejor manera de restaurarla. El «buen» ojo es el que se fija en Cristo.6.24 Jesús dice que podemos servir solo a un señor. Vivimos en una sociedad materialista donde muchas personas sirven al dinero. Emplean sus vidas en ganar y atesorar, solo para morir y tener que dejarlo todo. Su anhelo de tener dinero y lo que pueden adquirir con él llega a tener mayor preponderancia que su entrega a Dios y que los asuntos espirituales. Lo que atesore le absorberá tiempo y energías para pensar en ello. No caiga en la trampa del materialismo porque «el amor al dinero es la raíz de todos los males» (1Ti 6:10). ¿Podría asegurar, con toda sinceridad, que Dios es su Señor y no el dinero? Una manera de examinarnos es preguntándonos qué ocupa mayormente mis pensamientos, tiempo y esfuerzos.6.24 Jesús contrastó los valores celestiales con los terrenales cuando afirmó que debemos dedicar nuestra lealtad prioritaria a las cosas que no se marchitan, que nadie puede robar y que no envejecen. No debiéramos llegar al extremo de fascinarnos tanto por nuestras posesiones al grado que seamos sus esclavos. Esto significa que debiéramos hacer algunos recortes en caso de que nuestras posesiones estuvieran convirtiéndose en demasiado importantes para nosotros. Jesús está llamando a tomar una decisión que nos permita vivir tranquilamente con lo que tengamos porque hemos elegido lo que es eterno y duradero.6.25 Debido a sus efectos insalubres, nos sugiere no preocuparnos por aquellas cosas que Dios promete suplir. La preocupación puede (1) dañar su salud, (2) dar lugar a que el objeto de su angustia consuma sus pensamientos, (3) mermar su productividad, (4) afectar negativamente la forma en que usted trata a otros, y (5) reducir su capacidad de confiar en Dios. Aquí está la diferencia entre la angustia y la preocupación genuina: la angustia inmoviliza pero la preocupación nos mueve a la acción.6.33 «Buscar el reino de Dios y su justicia» significa buscar su ayuda en primer lugar, saturar nuestros pensamientos con sus deseos, tomar su carácter como modelo y servirle y obedecerle en todo. ¿Qué es lo más importante para usted? Habrá personas, objetos, metas y otros deseos que compitan en cuanto a prioridad. Cualquiera de estos puede sacar a Dios del primer lugar si usted no decide enfáticamente darle el primer lugar en todos los aspectos de su vida.6.34 Planear para el mañana es tiempo bien invertido; afanarse por el mañana es tiempo perdido. Algunas veces es dificultoso notar la diferencia. Planear es pensar con antelación en metas, pasos y fechas, y confiar en la dirección de Dios. Cuando se hace bien, el afán disminuye. El que se afana, en cambio, se ve asaltado por el temor y se le hace difícil confiar en Dios. El que se afana deja que sus planes interfieran en su relación con Dios. No permita que su afán por el mañana afecte sus relaciones con Dios.JESUS Y LAS LEYES DEL ANTIGUO TESTAMENTOReferencias y ejemplos de misericordia en el Antiguo Testamento :Lev 19:18 : «No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová».Pro 24:28-29 : «No seas sin causa testigo contra tu prójimo, y no lisonjees con tus labios. No digas: Como me hizo, así le haré; daré el pago al hombre según su obra».Pro 25:21-22 : «Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan. Y si tuviere sed, dale de beber agua; porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, y Jehová te lo pagará».Lam 3:27-31 : «Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas. Porque el Señor no desecha para siempre».Lo que parece que Jesús contradice de las leyes del Antiguo Testamento es digno de un cuidadoso análisis. Es muy fácil pasar por alto la gran misericordia con que se escribieron las leyes del Antiguo Testamento. Acabamos de dar varios ejemplos. El sistema de justicia con misericordia que Dios creó se distorsionó con el paso de los años y se convirtió en justificación para la venganza. Lo que Jesús atacó fue la mala aplicación de la Ley.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 238 Mat 5:20; Mat 23:5

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

justicia. Este término abarca la actitud del creyente en cuanto a la limosna, la oración y el ayuno. Los fariseos hacían estas cosas para recibir reconocimiento público.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) La cuarta sección de la promulgación del Rey en el monte, los vs. 1-18, tiene que ver con las obras justas del pueblo del reino.

1 (2) Aquí la justicia denota las obras justas, tales como dar limosna (vs. 2-4), orar (vs. 5-15) y ayunar (vs. 16-18).

1 (3) La carne del hombre, procurando glorificarse a sí misma, siempre quiere hacer buenas obras delante de los hombres para conseguir la alabanza de ellos. Pero a las personas del reino, quienes viven en un espíritu despojado y humillado, y andan bajo el gobierno celestial del reino con un corazón puro y sencillo, no les es permitido hacer nada en la carne para obtener la alabanza de los hombres; más bien deben hacerlo todo en el espíritu para agradar a su Padre celestial.

1 (4) Para el pueblo del reino, Dios no sólo es su Dios, sino también su Padre; ellos no sólo fueron creados por Dios, sino también regenerados por el Padre. No sólo tienen la vida humana natural y creada, sino también la vida divina espiritual e increada. Así que, la nueva ley del reino, promulgada en el monte por el Rey, les es dada con la intención de que la guarden, no por su vida humana caída, sino por la vida eterna y divina del Padre, no con miras a obtener gloria de los hombres, sino a recibir la recompensa del Padre.

1 (a) Mat_6:5 , Mat_6:16 ; Mat_23:5

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

37 (D) Reforma de las obras de piedad (6,1-18).
(a) Limosna (6,1-4). Los w. 1-18 tratan de tres obras de piedad: la limosna, la oración y el ayuno. Afectan a nuestras relaciones con Dios y constituyen una reforma de las actitu­des convencionales. Es una lista típicamente judía, aunque no hay en ella ninguna referen­cia al templo; puede inspirarse en Dt 6,5. Tras el versículo introductorio, siguen tres unida­des de estructura muy similar 2-4, 5-6, 16-18, que carecen de paralelos entre los sinópticos. Este modelo se quiebra por la inserción de un material más antiguo en los w. 7-15, que in­cluye la oración del Señor. Desde el punto de vista formal, se parece a un catecismo. 1. tened cuidado en no cumplir vuestra justicia delante de la gente: Dikaiosyne, «rectitud», «justicia», al tiempo que es una palabra temática del evangelio, conduce, inteligentemente, al tema de la limosna, pues su equivalente arameo sedaqá llegó a significar «dar limosna», como pasó con la palabra «caridad» en español. Re­compensa: cf. comentario sobre 5,46. Cf. m’Abot 1,13; Séneca, Ep. 19.4.32: «Quien da publi­cidad a su virtud, lo hace no a favor de la virtud, sino para su propia gloria». Todo el texto está interesado en que las relaciones con Dios sean auténticas y personales. 2. dar limosna: Era una acción que estaba bien organizada en el judaís­mo antiguo (cf. Moore, Judaism 2.162-79) y se le reconocía un importante valor; cf. m’Abot 2,7; mPe’a 1,1. hipócritas: Se trata de un énfasis específicamente mateano en el conjunto de los evangelios, que se convierte en núcleo temático en este texto y en el cap. 23, donde se aplica a los escribas y los fariseos. Originalmente, el griego hypokrités era un término del ámbito teatral, que significaba «actor»; Mt 23 lo aplica a los falsos intérpretes de la Escritura, es decir, a los maestros religiosos que no cumplen con su responsabilidad.

38 (b) Oración (6,5-15). Jesús enseña en los vv. 5-8 que la oración debería ser una sin­cera comunión personal con Dios, y que debe­ría ser breve, puesto que es para nuestro bene­ficio y no para el de Dios, dado que Él ya sabe lo que necesitamos. Esta enseñanza no me­nosprecia el culto público en cuanto tal, pues el mismo Jesús participaba en el culto sinagogal (Mc 1,21), y lo incorpora en la oración del Señor, aunque también oraba en privado.

39 9-13. Estos versículos ofrecen un ejemplo de una oración breve, similar a las 18 bendiciones y al qaddish de la liturgia sinagogal, a la que se añade la referencia a Dios co­mo Padre (característico de Jesús) y la nota del perdón (cf. Eclo 28,2). Probablemente, Mateo añadió a la forma más primitiva, que se encuentra en Lc 11,2-4 las palabras «nuestro… que estás en los cielos», puesto que veía peli­groso el término Abba por sus connotaciones excesivamente familiares. Mateo explica que el reino significa la voluntad de Dios en la tie­rra, y completa la última petición con una so­licitud positiva de salvación. 9. Padre nuestro en los cielos: Véase comentario sobre 5,16. Es­te título desplaza al de Yahvé del AT como mo­do específico neotestamentario de dirigirse a Dios, connotando la confianza del niño, la in­timidad y la facilidad de acceso; cf. Rom 5,2; Ef 2,18; 3,12; Heb 10,17-20. 10.venga tu reino: Esta petición está en estricto paralelismo con «hágase tu voluntad». La voluntad de Dios es la paz y la justicia (Rom 14,17). La oración presupone que el reino no está presente en su plenitud, e implica, de este modo, una escato­logía de futuro, como en el cielo así en la tierra: La oración espera una realización terrena e histórica de la voluntad de Dios. Presupone una cierta analogía entre la tierra y el cielo, que se encuentra tanto en la filosofía griega (mito de la caverna de Platón) como en el Pró­ximo Oriente antiguo (los conceptos babilóni­cos del templo y zigurat; Ex 25,9.40). Puesto que es el Hijo de hombre el que trae el reino, encontramos en esta frase una cristología im­plícita. reino: Véase comentario sobre 4,17. 11. pan: Puede referirse a las necesidades coti­dianas, al banquete mesiánico, o, como en la primitiva interpretación cristiana, a la euca­ristía en cuanto anticipación del banquete me­siánico. de cada día: Epiousion es una rara pa­labra griega sobre cuyo exacto significado y etimología no hay acuerdo entre los especia­listas. Las cuatro posibles traducciones son: «del mañana», «de cada día», «necesario» o «futuro». Estas cuatro traducciones pueden combinarse entre sí: «el pan es el pan terreno, el pan del pobre y necesitado, y, al mismo tiempo, por la hora escatológica en la que se pide y se come, es el pan del futuro para hoy, el pan de los elegidos y bienaventurados» (Lohmeyer). 12. perdona nuestras deudas: Véa­se Mc 11,25. Las deudas es un eufemismo arameo que se refiere a los pecados, como noso­tros perdonamos: Esta oración presupone reciprocidad y establece cierta relación entre el trato mutuo y el de Dios con nosotros, pero no afirma una exacta proporcionalidad. Dios es mucho más misericordioso y generoso que nosotros; cf. 18,21-35; 20,1-16. Tenemos la res­ponsabilidad de imitar a Dios, de seguir su iniciativa en el perdón. El perdón es una nece­sidad social si la sociedad no quiere verse pa­ralizada por una acumulación de agravios de unos contra otros. Tradicionalmente se obtie­ne mediante el sacrificio, pero la sexta de las 18 bendiciones es una oración de perdón. 13. no nos induzcas: Probablemente significa «no nos permitas sucumbir en la prueba del tiem­po final» o «no permitas que caigamos cuando somos tentados», malo: Casi con toda certeza se refiere al Maligno, al diablo, al mal perso­nificado. El Padrenuestro es la base de todos los tratados patrísticos sobre la oración. La oración, por consiguiente, no es difícil, puesto que cualquiera puede decir esta plegaria. Ter­tuliano la denomina el resumen de todo el Evangelio.
(Jeremías, J., The Prayers of Jesús [Londres1967] . Lohmeyer, E., Our Father [Nueva York 1966]. Petuchowski, J. y M. Brocke, The Lord’s Prayer and Jewish Liturgy [Nueva York 1979].)

40 (c) Ayuno (6,16-18). El ayuno es una práctica religiosa común y puede ser tanto pú­blica como privada. El sermón presupone su legitimidad. Mc 2,18-20 (= Mt 9,14-15) dice que los discípulos no están obligados a ayunar durante la vida de Jesús, pero afirma su legiti­midad posterior. Los judíos no tienen un tiem­po especial para el ayuno como la cuaresma, pero sí tienen algunos días especiales de ayu­no comunitario, especialmente el Yóm Kippür, el día de la expiación, y el día 9 del mes de ab. Según la Did 8,1, los judíos practicaban ayu­nos privados los lunes y jueves, mientras que los cristianos eligieron los miércoles y viernes (este último en memoria del sufrimiento de Jesús). El ayuno era entendido como expre­sión de la propia humillación ante Dios (Is 58,3-9), como intensificación de la oración (Tob 12,8; 2 Cr 20,3), como práctica relacio­nada con la limosna («El mérito del ayuno es­tá en proporción con la caridad dispensada», bBer. 6b), y como expresión de duelo (Mt 9,14-15). 16. cubren sus caras: Hay un juego de pa­labras entre los términos griegos aphanizousin, «cubrirse», y phanósin, «ser visto». 17. lávate la cara: Este versículo está construido de forma quiástica; parece estar en contradic­ción con mYoma 8,1, que afirma que nadie puede lavarse o perfumarse en el día de la ex­piación. 18. no ser visto: Los detalles no son importantes, sino lo esencial, es decir, que el ayuno está dirigido a Dios, no a los seres hu­manos. Exige la fe (cf. Moore, Judaism 2.55-69.257-66; TDNT 4.924-35).

41 (E) Instrucciones complementarias (6,19-7,12). Esta sección del sermón contiene instrucciones complementarias sobre cómo amar a Dios con todo el corazón (v. 21), los dos yésárím (v. 24), el alma (es decir, la vida, v.25), y la fuerza (riqueza, vv. 19-34); cf. Dt 6,5. Puede también entenderse como una lista de acciones de benevolencia (m’Abot 1,2), o como comentario sobre la segunda parte de la ora­ción del Señor: pan (6,19-34), perdón (7,1-12), tentación (7,13-20), liberación del mal (7,21-27) (así Grundmann, Bornkamm, Lambrecht). Las dos primeras unidades más breves, vv. 19-
21 y vv. 22-23, contienen una enseñanza sa­piencial sobre los auténticos valores, expresa­da mediante dos imágenes.

42 (a) TESORO EN EL CIELO (6,19-21). Se trata de un dicho de Q, altamente reelaborado con relación a la forma preservada en Lc 12,33-34. Formalmente, la unidad consiste en dos mandatos, uno positivo y otro negativo, seguidos por un proverbio que justifica los mandatos. El conjunto está organizado quiásticamente. 19. tesoro: Un tema que interesa es­pecialmente a Mateo; cf. 13,44. En estos vv. 19-20 se establece una oposición entre tesoros corruptibles y tesoros incorruptibles. No debe­ríamos espiritualizar excesivamente esta ense­ñanza en un sentido platónico, como si se re­firiera exclusivamente al otro mundo. Es mucho mejor comprenderla como alusión a los tesoros que ya se han experimentado en es­ta vida, pero cuyo valor continúa en la eterni­dad. Cf. mPe’a 1,1: «Son cosas cuyo beneficio se disfruta en este mundo, mientras que las ganancias son acumuladas para el mundo ve­nidero: honrar al padre y a la madre, realizar acciones bondadosas, construir la paz entre un hombre y su compañero, y el estudio de la ley, conducen a ello». Cf. Eclo 20,30; 41,14.

43 (b) EL OJO SENCILLO (6,22-23). Proce­dente de Q, esta forma es más breve y, tal vez, más original que Lc 11,34-36. Presenta una es­tructura que consta de cuatro partes: una defi­nición a la que siguen dos oraciones condicio­nales en paralelismo antitético, y, después, una oración condicional final que termina con una ominosa cuestión abierta. Sobre el trasfondo del AT, véase Prov 22,3; Eclo 13,25s; 14,8.10; también T. Benj. 4; en m’Abot 2,8-9 leemos: «R. Yojanán ben Zakkai dijo a sus cin­co discípulos: «Id a ver cuál es el mejor cami­no al que un hombre debería adherirse”. R. Eliezer decía: “el ojo bueno”… R. Eleazar de­cía: “el corazón bueno”». Eleazar es quien ga­na. El dicho de Mateo y Abot, aunque usando una terminología diferente, están de acuerdo en lo principal: el fundamento de la propia existencia debe ser sólido. Si la orientación bá­sica de tu vida, tu opción fundamental, es sóli­da, los resultados, en su totalidad, serán posi­tivos. Esta enseñanza puede prestarse al abuso, pero usada de modo correcto puede ahorrar al creyente escrúpulos falsos e innece­sarios. si tu ojo es simple: El término griego «simple» podría traducirse por «sencillo», «fir­me», «indiviso», «perfecto» (cf. 5,48). Apunta hacia la idea de resolución firme, pureza de corazón (5,8) y lealtad integra. Pero a menudo tenemos una doble intención (Sant 1,7-8). De­bemos recibir esta integridad y armonía del al­ma como un don. (Sobre el trasfondo helenís­tico, cf. H. D. Betz, Essays on the Sermón on the Mount [Filadelfia 1985] 71-87.)

44 (c) DIOS y Mamón (6,24). Es otro dicho Q (cf. Lc 16,13). Enseña de nuevo la imposibi­lidad de servir a Dios con un corazón dividido, o, positivamente, la necesidad de tomar una decisión fundamental de amar a Dios sobre to­das las cosas, y todo lo demás sólo en cuanto ayuda a este amor fundamental. El «señor» ri­val puede ser cualquier cosa o cualquier per­sona, pero al final del versículo se nos da un ejemplo, «mamón», un término semítico que significa dinero o riqueza. Este versículo ofre­ce un comentario sobre Dt 6,5; cf. Mt 19,22.23; mGit. 4,5.
45 (d) SOBRE PREOCUPACIONES Y ANSIEDA­DES (6,25-34). Esta sección está formada con material que procede de Q, excepto el v. 34 y unos pocos toques redaccionales. La enseñan­za presupone una situación de prosperidad en Galilea y sería impertinente en lugares o situa­ciones de indigencia. Tal vez refleje el interés de un joven por descubrir los límites de la exis­tencia humana, las necesidades reales y los verdaderos valores de la vida. Trata de las ne­cesidades humanas básicas, comer, beber, ves­tir (no la vivienda, que en el Próximo Oriente no era tan apremiante), en tanto en cuanto pueden convertirse en ídolos o fetiches. (Calvino definió como ídolo todo cuanto se sitúa en­tre Dios y nosotros; en este sentido, la mente humana es una fábrica de ídolos). Un término clave en todo el conjunto es merimnad, «estar ansioso». Según N. Baumert (Ehelosigkeit und Ehe im Herm [FB 47, Wurzburgo 1984] 479-504), este término no significa «estar ansioso», sino «considerar», «pensar sobre», en el senti­do de «preocuparse» o «estar absorto». Los vv. 25 y 34 forman una inclusión. H. D. Betz pien­sa que todo el pasaje es una apología de la pro­videncia divina como respuesta a una crisis de fe en ella. El pasaje es el resultado de una com­binación de teología sapiencial y escatología. El orden natural es bueno, pero esta perspec­tiva no se basa tanto en Gn 1 cuanto en la ex­periencia cotidiana. No se idealiza romántica­mente la naturaleza, pues en ella hay peligros evidentes, como la lluvia, el diluvio y la tor­menta. Pero la paternidad de Dios hace que el mundo siga adelante y ofrece la posibilidad de convertirse de la locura y el pecado humano. La fe en la providencia se enraíza en una rela­ción especial con Dios, siendo realmente hijos e hijas del Padre celestial. La conducta ética consiste en aprender el modo y la manera me­diante los que Dios ama y preserva su crea­ción. 28. no se afanan ni hilan: Tal vez estos dos verbos reflejen la labor del campo realiza­da por los hombres y las tareas domésticas propias de las mujeres. Aunque no es tan ob­vio que se hiciera esta distinción en el Próxi­mo Oriente, el texto trata de forma igualitaria ambos tipos de trabajo. 33. buscad primero el reino de Dios y su justicia: Con este versículo llegamos al clímax de todo el capítulo. El últi­mo objetivo de toda nuestra actividad debe ser el valor más alto, el reino de Dios, que aquí se define como justicia (cf. Rom 14,17 y Mt 6,10). La función literaria del versículo es soldar los w. 19-34 en el resto del sermón, una función similar a la realizada por 5,20 y 6,1; «En Ma­teo, la búsqueda del reino y de la justicia no son búsquedas diferentes; lo que él quiere de­cir es que no hay auténtica búsqueda del reino sino en aquella cuyo objetivo inmediato sea la justicia» (Dupont, Béatitudes 3.297). Esta jus­ticia no es sólo la justicia de Dios, sino tam­bién la que nosotros mismos tenemos que rea­lizar en la tierra.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

En esta parte del sermón en el monte nuestro Señor trata de dos asuntos: las limosnas y la oración. Tanto al uno como al otro los judíos daban grande importancia, y tanto el uno como el otro merecen seria atención de parte de los cristianos.
Nótese que nuestro Señor presupone, que todos los que se llaman discípulos suyos dan limosnas. Por lo tanto, el único punto á que se refiere es á la manera de desempeñar ese deber. Esto es en gran manera instructivo, y condena la parsimonia exagerada de los que se niegan á socorrer á los menesterosos. ¡Cuántos hay que son ricos á sus propios ojos, mas pobres á los ojos de Dios! ¡Cuántos hay que no contribuyen ni un centavo para aliviar los cuerpos ó las almas de sus semejantes! ¿Merecen tales hombres titularse cristianos? Es muy dudoso: un Salvador dadivoso debe tener discípulos también dadivosos.
Obsérvese, en seguida, que nuestro Señor presupone, que todos los que se llaman discípulos suyos hacen oración. En consecuencia, solo se contrae á explicar de que manera se debe orar. Esta es otra circunstancia que bien merece tenerse presente, por cuanto nos enseña que los que no oran no son cristianos verdaderos. No es suficiente tomar parte los domingos en las oraciones de la congregación ó durante la semana en las de la familia: es preciso orar también en secreto. Sin nacer esto podemos ser miembros de la iglesia visible; pero no de la invisible.
Más ¿cuáles son las reglas que Jesús prescribió para dar limosna y para orar? Ellas son pocas y sencillas, pero dan lugar á profundas reflexiones.
En la práctica de la beneficencia debe evitarse y detestarse toda ostentación. No debemos dar como para que el mundo vea cuan generosos y caritativos somos, y como si solicitaremos la alabanza de nuestros semejantes. Nuestro deber es dar sigilosamente y no hacer alarde ninguno de nuestra caridad, procurando, en cuanto sea posible, conformarnos al espíritu de la siguiente máxima: «Cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha..
Al orar, debe procurarse, ante todo, él estar solo con Dios. Sí, hemos de buscar un lugar donde estemos al abrigo de todas las miradas humanas, y donde podamos abrir nuestros corazones con la seguridad de que nadie nos está observando, excepto Dios. Para muchas personas es en extremo difícil conformarse á esta regla: para los pobres y los sirvientes es casi imposible estar por algunos momentos completamente solos. Más todos debemos esforzarnos en seguir dicha regla. La necesidad, en tales casos, es la madre de la invención.
En la práctica de todos nuestros deberes, bien sea que demos limosna ó bien que oremos, la gran verdad que debemos tener siempre presente es, que el Dios á quien servimos sabe todas las cosas y escudriña iodos los corazones. La ostentación, la afectación y las meras exterioridades son abominables á los ojos de Dios. Ese Ser justo no toma en cuenta la cantidad de dinero que damos, ó el número de palabras que pronunciamos: lo que El toma en cuenta es el estado de nuestro corazón y las razones que nos mueven. «Nuestro Padre ve en lo secreto..
He aquí un escollo contra el cual se estrellan muchos hombres. Se lisonjean con la idea de que sus almas están en salvo si practican cierto número de deberes religiosos. Olvídense de que Dios no toma en cuenta la cantidad sino la calidad de nuestras obras. No pueden comprarse sus mercedes, como algunos se imaginan, por medio de una repetición maquinal de cierto número de palabras, ó por medio del traslado de una suma de dinero á un instituto de beneficencia.
¿Qué sentimientos abrigan nuestros corazones? ¿Hacemos todo para ser visto de Dios y no de los hombres? ¿Somos sinceros en la ejecución de nuestras acciones? He aquí las cuestiones de que debemos ocuparnos constantemente.

Fuente: Los Evangelios Explicados

ser vistos…Mat 23:5.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R1003 Πρὸς τό con el infinitivo expresa aquí la idea de propósito (para ser vistos por ellos -M140).

R1172 Μήγε es un intensivo compuesto negativo (γε aparece aquí simplemente para fortalecer las otras palabras -M164).

H471 En los vv. 1 y sigs., δικαιοσύνην ποιεῖν significa: dar limosna (semítico).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

g 23.5.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

De qué manera se debe hacer la limosna. De la oración y del ayuno. Que no se ha de atesorar en la tierra, sino en el cielo; ni servir a dos señores. Que no nos hemos de acongojar demasiado por lo que mira a la comida y al vestido, puesto que nuestro Padre celestial tiene tomado sobre sí este cuidado.

1 a. Esto es, vuestras buenas obras. El Griego: eleemosúnen humón (vuestra limosna).

b. El Griego: ouk éjete (no tenéis). El Señor, que al principio de este sermón había dicho a sus Apóstoles: Vuestra luz brille de tal manera delante de los hombres que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen por ellas a vuestro Padre, que está en los cielos (Mt 5,16), en este lugar condena solamente el fin perverso que se proponen los hipócritas y hombres vanos, cuando exponiendo sus obras a la vista de los hombres, sólo buscan en esto sus alabanzas, y no la gloria de Dios, como debieran.

2 c. Los fariseos hacían tocar una trompeta para juntar los pobres, y ganarse la reputación de hombres caritativos. El Señor, condenando esta hipocresía, nos manda hacer limosna; pero de tal manera que, si es posible, no lo sepan las mismas manos de que nos servimos para hacerla. San Juan Crisóstomo. in Matth. homil. XIX.

d. El Griego: apéjousi (reciben), y lo mismo en los vv. 5. 16.

3 e. Manera proverbial, para significar un secreto muy estrecho.

4 f. El Griego: en tó faneró (en lo público); y lo mismo en los vv. 6. 18. En la luz clara de la resurrección de los justos (Lc 14,14).

5 g. Confirma el Señor la doctrina precedente, condenando las prácticas de los fariseos, y enseñándonos la manera de tener oración.

6 h. El Griego: tó en tó kruptó (que está en lo escondido). Quiere el Señor, que para orar nos retiremos a nuestros aposentos, y cerremos la puerta para evitar ser vistos de los hombres; lo cual pudiera entonces sernos motivo de tentación; o como lo explican San Hilario y San Agustín, quiere que entremos dentro de nosotros mismos, y que cerremos bien la puerta para orar al Padre celestial en lo secreto. Esto es, que nuestra oración debe hacerse en la presencia de Dios, y en el olvido de todas las cosas exteriores, cerrando la puerta, para no dar entrada a otros pensamientos que los que nos hagan conocer la bondad inmensa de Dios, nuestras miserias, el precio infinito de los bienes que pedimos, etc. Y así en el texto Griego en vez de orar que usa la Vulgata, se lee el verbo proséujomai, que significa orar con instancia, expresando el sumo respeto, recogimiento y fervor con que nos hemos de poner en la presencia de Dios, para dirigirle nuestros ruegos y oraciones.

7 i. El Griego: mé battologésete (no habléis inútil o superfluamente). Este era un error de los gentiles, creer, que así como los jueces se dejan persuadir a fuerza de discursos adornados y elegantes, podrían ellos del mismo modo ganar a Dios a fuerza de palabras.

9 j. Esta oración, dice San Agustín, es tan perfecta y tan fecunda, que comprende en pocas palabras todo lo que se puede pedir a Dios, para adquirir los bienes, para evitar los males, y para conseguir el perdón de los pecados.

k. ¡Qué consuelo tan grande para los verdaderos hijos de Dios, el poderle llamar Padre a boca llena! Se dice nuestro, y no mío, porque la oración de los cristianos es en general por todo el cuerpo de la Iglesia.

l. Porque aunque está Dios en todas partes, es el cielo en donde ha fijado el trono de su gloria.

m. La perfección de un cristiano, dice San Juan Crisóstomo, consiste en ser irreprensible en todas sus acciones; por manera, que los que las vean den a Dios la gloria que le es debida.

10 n. Pedimos a Dios que reine generalmente en todo el mundo; y por consiguiente, que sea exterminado el reino del demonio. Debemos también, según el pensamiento de San Cipriano, pedir sin cesar a Dios en nuestras oraciones, que no seamos excluidos del reino celestial, como lo fueron los judíos.

o. Como la voluntad de Dios se cumple perfectamente en el cielo, donde los ángeles y bienaventurados con la mayor sumisión y fervor están siempre rendidos ante el trono del Señor de la majestad; de la misma manera pedimos a Dios, que nos conceda la gracia de hacer su voluntad, no en parte, sino de cumplirla enteramente y de todo corazón.

11 p. Todos los Padres han entendido por este pan, el alimento que cada día necesitamos para sustentar nuestro cuerpo, y el divino de la Eucaristía, sin el cual no puede vivir nuestro espíritu. En este lugar, y en Lc 11,2, en que se anuncia esta oración, se lee constantemente en los originales griegos: tón árton hemón tón epióusion. Pero el texto latino en San Mateo, dice supersubstantialem, sobresustancial, y San Lucas traslada la misma palabra quotidianum, de cada día. Por tanto, la Iglesia recibe los dos sentidos que contiene la voz griega epióusion. Porque si esta palabra viene de la raíz éimi, éo, significa el pan cotidiano, el de mañana, el que basta para hoy, y sucede de día en día. Pero si se deriva de óusia, sustancia, quiere decir sobresustancial, sobre todas las sustancias; esto es, sobrenatural y divino, lo que comprende el pan de la Eucaristía, y también el pan de la Gracia, que es la vida del alma. Los que trasladan el pan venidero, y el pan después del presente, no van fuera de camino, si no se oponen a la traslación que se halla en este lugar de San Mateo, la que ya expresó el primer poeta cristiano, nuestro Juvenco en este modo: Vitalisque hodie sancti substantia panis proveniat nobis. Lib. I, Hist. Evang. Decimos nuestro, porque ha de ser pan ganado con el sudor de nuestro rostro, y no fruto de alguna injusticia; y le pedimos para cada día, porque sería contradecirnos en cierta manera, pensar vivir largo tiempo en el siglo, y pedir a Dios que su reino venga prontamente.

12 q. Un juicio, dice San Cipriano, pronunciamos contra nosotros mismos siempre que pedimos a Dios que nos perdone, como perdonamos a los otros, si no queremos perdonar a los que nos han ofendido.

13 r. En el texto Griego se hallan las siguientes palabras: hóti sóu estin he basileia, kái he dúnamis, kái he dóxa eis tóus aionas; amén (Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por los siglos. Amén): que se creen no ser del texto, sino introducidas en él. Ninguno puede ser tentado sin ser probado, dice San Agustín, y la tentación es la que produce la prueba, y la prueba nos pone en ocasión de esperar en la divina misericordia. Y así no pedimos a Dios en esta oración, que no seamos tentados; sino que no nos abandone y entregue a la tentación por un efecto de su cólera e indignación contra nosotros.
Este mal, dice San Cipriano, comprende todo aquello que nuestro enemigo hace contra nosotros para perdernos; y no podremos librarnos de él, si Dios no nos libra, concediendo a nuestros ruegos su asistencia. San Juan Crisóstomo explica estas palabras: apó tóu poneróu (del malo, o del maligno): esto es, del demonio, y de todas sus asechanzas y tiros.

s. Así sea. Palabra hebrea, para manifestar el ardiente deseo de conseguir lo que se pide; o la sinceridad y verdad con que se habla.

14 t. Las injurias y ofensas que os hicieren. Esto se refiere al v. 12.

16 u. A la limosna y a la oración, de que el Señor ha hablado antes, junta ahora el ayuno, que, según el Evangelio (Mc 9,18) es una de las armas más poderosas que tenemos para vencer al demonio. Y prosigue condenando la hipocresía de los fariseos, que con sus exterioridades solamente buscaban las alabanzas de los hombres.

17 v. No se ha de entender esto a la letra, como lo observa San Juan Crisóstomo. El sentido verdadero de estas palabras es, que así como los antiguos se perfumaban, y lavaban la cara en los días de alegría y de festejo, de la misma manera debemos hacer brillar en nuestro rostro una santa alegría el día que ayunamos, para esconder nuestro tesoro, y estorbar que la vanidad nos arrebate el mérito de nuestro ayuno.

18 w. El Griego: en tó faneró (en lo público); añade el texto Griego.

21 x. Un corazón apegado a las cosas y riquezas de acá abajo, dice San Juan Crisóstomo, es incapaz de entender las verdades que tocan al reino de los cielos: está sordo a las voces del Señor, que declara que son bienaventurados los pobres de corazón y de espíritu. Lo que se dice de las riquezas, se debe entender de todas las otras cosas, cuyo amor señorea el corazón de los hombres; porque todas ellas están comprendidas bajo de este nombre de tesoro, en donde está nuestro corazón.

23 y. Tu ojo es, respecto de tu cuerpo, como una lámpara que lo alumbra. Si este ojo es sencillo, esto es, está limpio y sano, todo tu cuerpo será alumbrado, esto es, tu ojo servirá de luz a todos los miembros de tu cuerpo; pero si es malo, esto es, defectuoso, y que no puede ver, todo tu cuerpo estará en tinieblas, y expuesto a mil caídas. Y si la luz que hay en ti, si este ojo, que debe ser como la luz, se oscurece, y se hace tenebroso, ¡cuán grandes serán aquellas tinieblas! esto es, ¡en cuánta oscuridad y en qué peligro de golpearse estará todo el resto de tu cuerpo, que por sí mismo no es sino tinieblas, habiendo perdido toda su luz! San Juan Crisóstomo. Así como en el cuerpo, prosigue el Santo, cuando se apaga la luz de los ojos, los otros miembros quedan privados del mayor socorro que tenían para sus operaciones; del mismo modo, cuando queda oscurecida la luz del alma, se halla necesariamente sumergida en una infinidad de males. De estas palabras del Salvador debemos aprender, dice San Agustín, que nuestras obras son puras y agradables a Dios, cuando se hacen con un corazón sencillo. Por este ojo entiende el Santo la rectitud y pureza de intención, que debe acompañar todas nuestras obras.

24 z. El uno de estos señores, dice San Juan Crisóstomo, te manda que robes los bienes ajenos: el otro que des los tuyos. El uno quiere que seas casto; y el otro que te entregues a la disolución. El uno te conduce a la glotonería; y el otro te ordena la abstinencia. El uno te inspira el amor de las cosas presentes; y el otro te manda que las desprecies. ¿Cómo podrás unir dos cosas tan opuestas?

a. MS. E á mammona. Es palabra siríaca.

25 b. El Griego: kái tí píete? (¿y qué beberéis?). Alma en este lugar y en otros muchos se toma por la vida.

26 c. MS. Tenet mientes a las uolatilias del cielo.

d. Con este ejemplo de las aves, no nos prohibe el Señor que sembremos y que seguemos; sino que quiere que lo hagamos sin desconfianza, sin inquietud y sin turbación. Lo contrario procede de nuestra poca fe. Dios nos puso este trabajo, como pena del pecado; y que puede servirnos de satisfacción y de penitencia; pero no quiere que convirtamos en ponzoña lo que ha destinado para que sea remedio de nuestros pecados. San Juan Crisóstomo.

27 e. Vosotros, dice el Salvador, por mas que lo procureis, no podréis hacer que crezca o se aumente vuestro cuerpo; pues del mismo modo con todas vuestras inquietudes no podéis asegurar vuestras cosechas, ni vuestro alimento; de donde se ve, añade el mismo Crisóstomo, que no son nuestros cuidados particulares, sino la providencia de Dios la que hace todas las cosas, aun aquellas en que parece que nosotros hemos puesto mayor atención y diligencia. El Griego merimnón, significa, por más que lo solicite y medite con el mayor cuidado.

29 f. Se entiende lirios, o demás flores del campo.

30 g. Toda esta doctrina y la que se sigue, en la que el Señor nos manda buscar principalmente el Reino de los Cielos, y ejercitarnos en obras de justicia y santidad, es confirmación de la que precede. Dejad, nos dice el Señor, a los gentiles el afán y amor de las cosas de este siglo: buscadme a mí primeramente, que todo esto se os dará por añadidura; esto es, no como un bien en quien debáis fijar vuestra atención, sino como un medio por el que podáis llegar al sumo y verdadero bien. S. August. ut sup. cap. XVII, num. 56.

34 h. Como si dijera: Basta esperar el día de mañana para pensar en él. Cada día trae al hombre bastante trabajo y afán, sin que anticipe los días con sus inquietudes y cuidados inútiles. Era locución proverbial entre los hebreos.

Fuente: Notas Bíblicas

[2] Referencia del Shem Tov Hebreo.

[3] Referencia del Shem Tov Hebreo.

[4] La palabra Aramea de la Peshitta es sh’bikta/no divorciado.

[5] Ver notas en Mat 19:9.

[6] Sabios de la Torah.

[7] De acuerdo a la Torah en tales lugares como Lev 19:12 y en Deu 10:20, los Israelitas deben de hacer todos sus juramentos solamente haciéndolos firmes En el Nombre de YHWH y nunca en el nombre de otras deidades. Yahshua afirma este principio como obligatorios sobre sus discípulos también. En oposición a lo que la religión nos advierte en contra de tal juramento, Yahshua renueva este mandamiento a Su pueblo. Obedecer este mandamiento particular es una de las marcas identificadoras del pueblo de Israel. La manera correcta de hacer estos juramentos en firme es con las palabras “vive YHWH”, como lo vemos en tales textos como Jer 16:11-12 y Rut 3:13.

[8] El Hebreo de Shem Tov de Mateo lee correctamente. La correcta interpretación es falsa. Yahshua enseña que el jurar falsamente con o sin el Nombre de YHWH nunca está permitido. Jurar falsamente sin usar el Nombre de YHWH es doble pecado, porque todavía sigue siendo una mentira, mientras que hace su nombre nulo. Los líderes Judíos de ese tiempo y aún hasta este día, piensan que a través de no mencionar el Nombre de YHWH, se pueden escapar con juramentos falsos, haciendo juramentos falsos, o usando otras cosas, u otros objetos para hacer sus juramentos de cumplimiento obligatorio. Sin embargo, aquí Yahshua enseña que todo falso juramento, y aún un juramento verdadero en ningún otro que no sea el nombre de YHWH, es un juramento falso.

[9] Nosotros como Israelitas Nazarenos debemos de limpiarnos de nuestros miedos de jurar y empezar a jurar solamente de acuerdo con la Torah, no sea que descuidemos uno de nuestras obligaciones basadas en la Torah. Por otra parte, hacer juramento no debe de convertirse en un hábito sino solamente hacer uso de ello cuando es absolutamente necesario, para establecer una inocencia, o dignidad de confianza en nuestro carácter y acciones. Los juramentos según la Torah en el nombre de YHWH nunca deben de ser usados como un hábito, o por obligación, sino deben de hacerse voluntariamente, sólo en circunstancias muy necesarias, con gran cuidado y discreción.

[10] Esta es la manera correcta de llevar acabo el mandamiento. En el Nombre de YHWH, sellado con las palabras “Vive YHWH” con un simple si o no unido.

[1] Perfecto; o teleo la misma palabra mal traducida como “fin” de la Torah en Rom 10:4.

[2] Referencia Shem Tov.

[3] Yahshua ve a todo creyente como parte de Israel, y no como paganos.

[4] Toda oración apartada y aceptable tiene que reconocer y reverenciar Su verdadero Nombre. Eso es lo que hizo Yahushua.

[5] Roñoso/tacaño cuando se trata de compartir o distribuir las riquezas de YHWH de la verdad y amor eterno.

[1] Los Israelitas tienen asuntos más apremiantes y espirituales y eternos por los cuales preocuparse.

[2] Una perspectiva correcta y un anhelo de servir a YHWH para la restauración de Israel, deja poco tiempo para buscar otras actividades.

[3] Si tú tienes el mensaje correcto, tú tienes Sus promesas de abundancia. Si falta la abundancia es posible que tú tengas el Eloah correcto pero el mensaje equivocado.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[9] Luc 11, 2.

Fuente: Notas Torres Amat