Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Mat 6:12, PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, COMO TAMBIÉN PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORESFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
y perdónanos. Éxo 34:7; 1Re 8:30, 1Re 8:34, 1Re 8:39, 1Re 8:50; Sal 32:1; Sal 130:4; Isa 1:18; Dan 9:19; Hch 13:38; Efe 1:7; 1Jn 1:7-9.
nuestras deudas. Mat 18:21-27, Mat 18:34; Luc 7:40-48; Luc 11:4.
como también nosotros perdonamos. Mat 6:14, Mat 6:15; Mat 18:21, Mat 18:22, Mat 18:28-35; Neh 5:12, Neh 5:13; Mar 11:25, Mar 11:26; Luc 6:37; Luc 17:3-5; Efe 4:32; Col 3:13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Esta petición, explicada en los vv. Mat 6:14 y Mat 6:15, no le dice a las personas cómo justificarse (cf. con Rom 3:21-26; Efe 2:8-10); sino cómo la persona justificada camina cada día con Dios. No es un perdón posicional o judicial (legal), sino una comunión familiar que ha de mantenerse (1Jn 1:9).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
PERDÓNANOS… COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS. Se debe orar con respecto a los pecados con la disposición de perdonar las ofensas de los demás (vv. Mat 14:1-36; Mat 15:1-39; Heb 9:14; 1Jn 1:9).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
perdónanos nuestras deudas. El pasaje paralelo (Luc 11:4) usa una palabra que significa «pecados», por lo que en el contexto se habla de las deudas espirituales. Los pecadores están en deuda con Dios por haber violado sus leyes (vea la nota sobre Mat 18:23-27). Esta petición es el núcleo central de la oración; es lo que Jesús enfatiza en las palabras que siguen inmediatamente a la oración (vv. Mat 6:14, Mat 6:15; cp. Mar 11:25).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Mat 6:12, PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS,
COMO TAMBIÉN PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES
I. ¿Qué son estas «deudas»?
A. Son pecados, Luc 11:4 (texto paralelo), «Y perdónanos nuestros pecados», porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben».
B. Mat 18:23-35 habla de deudas pero en la aplicación tiene que ver con nuestros pecados. Los pecados son deudas morales y espirituales que serán castigadas a menos que sean perdonadas. Lamentablemente muchos están interesados en tener el pan de cada día, pero no les interesa el perdón de sus pecados. El pan de cada día nos engorda para la matanza (Stg 5:5) si no obtenemos el perdón de pecados. Nuestros pecados nos han dejado en bancarrota espiritual, arruinados y sin esperanza de sacarnos de la ruina.
C 10,000 talentos. Nuestra condición espiritual se ilustra en la parábola de Mat 18:23-35 por aquel que fue perdonado una deuda de 10,000 talentos. Para ilustrar esta cantidad: los impuestos anuales pagados por Judea, Galilea, Idumea, Samaria y Perea sumaban como 800 talentos. Un esclavo, joven y fuerte, valía un talento. Dice 2Cr 25:6 que Amasías «tomó a sueldo por cien talentos de plata, a cien mil hombres valientes». Todo el oro en el arca del pacto valía menos de 30 talentos (Éxo 38:24). El punto es que era una cantidad que jamás podía pagar. Así es la deuda que el hombre debe a Dios. Es una «cantidad» que simplemente no podía y no puede pagar. Su única esperanza es que Dios le perdone la deuda.
D. Toda persona se ha vendido a la esclavitud del pecado. Bajo la ley de Moisés, se podía vender a un hombre adeudado para pagar sus deudas (Éxo 22:3; Lev 25:39; 2Re 4:1). Los pecadores son esclavos (Jua 8:34). Se han vendido a sí mismos al cruel maestro llamado «pecado». Judas se vendió a sí mismo por treinta piezas de plata por traicionar a Jesús (quería vender a Jesús, pero se vendió a sí mismo a Satanás). No hemos pecado solamente una que otra vez. Los pecados «se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza» (Sal 40:12). ¿Cuántas veces pecamos durante un año? ¿Cuántos años hemos vivido? ¿Qué tan grande es nuestra deuda? ¡10,000 talentos! Una cantidad que no podemos pagar. ¡Piénselo! Dios quiere cancelar esta deuda, y luego espera que cancelemos las deudas de los que nos han ofendido.
II. ¿Qué significa la palabra, «perdonar»? » APHIEMI, primariamente, enviar afuera, despedir… denota remitir o perdonar (a) deudas, Mat 6:12; Mat 18:27; Mat 18:32, quedando éstas totalmente canceladas; (b) pecados, p.e., Mat 9:2; Mat 9:5-6; Mat 12:31-32; etc…. significa en primer lugar la remisión del castigo debido a una conducta pecaminosa…» (WEV).
A. Por eso, cuando perdonamos a otro, despedimos, remitimos (enviamos afuera) el pecado, cancelamos la deuda, para siempre.
B. El hijo pródigo salió de su casa diciendo «dame» (cosas materiales), pero «cuando todo lo hubo malgastado» y fue reducido a la vergüenza, volvió al padre diciendo «perdóname».
III. «Perdónanos… como perdonamos a nuestros deudores».
A. ¡Qué peligroso es hacer esta petición si no hemos perdonado de corazón a otros sus ofensas contra nosotros! No dice «Perdónanos como pensamos perdonar a otros», sino «como también perdonamos» a otros. Se presupone que al decir, «perdónanos», ya hemos perdonado a otros. Dice La Biblia de las Américas, «como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores».
B. Con este espíritu perdonador cumplimos con uno de los requisitos nombrados por Dios para recibir su perdón. Si pedimos perdón con algo de rencor en el corazón o con espíritu vengativo, estamos pidiendo que Dios no nos perdone. Mejor que ni oremos.
C. Cuando alguno se arrepiente y pide perdón: Mat 18:15, «si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano». Las palabras «si te oyere» indica que él reconoce su pecado y se arrepiente. No es posible perdonar a la persona que se niega a reconocer su pecado y a arrepentirse. Luc 17:3, «Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale». Por lo tanto, debemos estar dispuestos a perdonar, pero no es posible perdonar a la persona que no quiere ser perdonada. Luc 23:34, Jesús dijo, «Padre, perdónalos», pero primero ellos tenían que arrepentirse. Mat 18:26, el primer siervo pidió perdón; también el segundo. Muchas suponen que confiesan pecados con decir, «si tiene algo contra mí» o «si le he ofendido», pero eso no es confesión de nada. Si yo sé que he pecado, debo reconocerlo. Si alguien me convence que he pecado, debo admitirlo. Pero no vale nada decir, «si eso o si aquello».
D. ¿ Cuántas veces debo perdonar? Estúdiese bien Mat 18:23-35. Esta parábola no deja en duda lo serio de esta cuestión. ¿Cuántas veces debemos perdonar a otros? Es precisamente la pregunta hecha por Pedro (Mat 18:21) que ocasionó la parábola. «¿Hasta siete?» «Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete». ¿Por qué perdonar tantas veces? para que Dios perdone a nosotros muchas veces. ¿Queremos poner límite a la misericordia de Dios para con nosotros? Si no, entonces que no pongamos límite a nuestra misericordia hacia otros, «porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Luc 6:37). Enfáticamente Jesús dice, «perdonad, y seréis perdonados» (Luc 6:37). Mat 6:14-15, Jesús repite este punto, expresándolo en su forma positiva («si perdonáis… os perdonará») y en su forma negativa («mas si no perdonáis… tampoco vuestro Padre os perdonará»).
E. ¿Quiere decir que el perdonar a otros es la única condición para que Dios nos perdone? Desde luego que no, pero tal vez sea la condición más crítica por ser la mas descuidada. ¿Cuántos miembros de la iglesia han cerrado la puerta del cielo contra sí mismos por no perdonar a otros sus ofensas?
F. Dicen algunos: «le perdono pero jamás me olvidaré». Esto no es perdonar. La persona que guarda rencor y sigue resentida simplemente no perdona. Heb 8:13 «Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades». El hijo pródigo no fue restaurado «a medias». Luc 15:22, «Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies» como prueba de su restauración como hijo. No fue recibido como siervo. No se aceptó provisionalmente. No se sometió a seis meses de disciplina. ¡Se recibió porque se arrepintió y volvió! El no perdonar es como rehusar curar el cáncer o la gangrena, porque la amargura es veneno que perjudica el cuerpo, los nervios, la mente, y sobre todo el alma. Muchas personas urgentemente necesitan la sencilla terapia de limpiar su corazón de resentimientos, odio y malicia. El individuo que no quiere perdonar destruye el puente sobre el cual él mismo tiene que pasar. Flp 3:13-14 dice, «pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta».
IV. Seamos como Dios en su misericordia y clemencia.
A. Textos: Éxo 34:6-7 «¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado». Sal 130:7, «Espere Israel a Jehová, Porque en Jehová hay misericordia, y abundante redención con él». Isa 1:18, «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana». Luc 6:35-36, «él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso». Efe 4:32, «Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo». Col 3:12-13, «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros».
B. Es indispensable que tengamos la disposición que Dios tiene para perdonar. Esta disposición se describe en Gál 5:22-23 como el fruto del Espíritu. Los que no quieren perdonar no llevan el fruto del Espíritu, porque todavía son carnales (Gál 5:19-21). No tienen la mente de Cristo (Flp 2:5). No han desarrollado el carácter espiritual. Cristo no está formado en ellos (Gál 4:19). No han sido transformados en la semejanza de El (Rom 8:29; 2Co 3:18).
C. Hay personas que no obedecen al evangelio porque no quieren perdonar a los que les han ofendido. Hay personas en las penitenciarías porque no querían perdonar, sino más bien querían vengarse.
D. Abraham Lincoln, destacado y recordado presidente de los Estados Unidos tuvo un oponente llamado Edward Stanton. El Sr. Stanton dijo que Lincoln era un «payaso» y el «gorila original», pero a pesar de tales insultos Lincoln le escogió a Stanton para servir en su gabinete como Secretario de Guerra. Cuando Lincoln fue asesinado, Stanton dijo, «Aquí yace el líder más grande que este país ha conocido».
Fuente: Notas Reeves-Partain
PERDÓN, HUMANO Y DIVINO
Mateo 6:12,14,15
Perdónanos nuestras deudas como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores.
Porque, si les perdonáis a vuestros semejantes sus ofensas, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros las vuestras; pero si no les perdonáis a vuestros semejantes sus ofensas, tampoco os perdonará las vuestras vuestro Padre.
Antes que uno pueda hacer suya honradamente esta petición de la Oración Dominical, debe darse cuenta de que necesita hacerla. Es decir: Antes de que una persona puede hacer esta petición debe tener sentimiento de pecado. El pecado no es una palabra popular hoy en día. A los hombres y a las mujeres más bien les fastidia que los llamen, o que los traten como pecadores que merecen el infierno.
Lo malo es que casi todo el mundo tiene una idea equivocada del pecado. Están de acuerdo en que un ladrón, un borracho, un asesino, un adúltero, un blasfemo, son pecadores; pero ellos no son culpables de ninguno de estos pecados; viven una vida decente, normal y corriente, respetable y nunca han estado en peligro de que los llevaran a juicio, o a la cárcel. Por tanto creen que eso del pecado no tiene nada que ver con ellos.
El Nuevo Testamento usa cinco palabras diferentes para pecado.
(i) La palabra más corriente es hamartía. Ésta era en su origen una palabra relacionada con el tiro, y quiere decir no dar en el blanco. Hamartía era fallar el tiro. Por tanto, pecado es fallar en ser lo que nos habría sido posible y teníamos capacidad para llegar a ser.
Charles Lamb nos presenta un personaje llamado Samuel le Grice. Le Grice era un joven brillante que nunca llegó a ser lo que prometía. Lamb dice que hubo tres etapas en su carrera. Hubo un tiempo cuando la gente decía: «Éste hará algo.» Hubo un tiempo en que la gente decía: «Podría hacer algo si quisiera.» Hubo un tiempo en que la gente decía: «Podría haber hecho algo, si hubiera querido.» Edwin Muir dice en su Autobiografía: «Al llegar a una cierta edad, todos nosotros,. buenos y malos, estamos apesadumbrados a causa de poderes que había en nosotros que nunca se han hecho realidad; porque, en otras palabras, no somos lo que debiéramos.»
Eso es exactamente hamartía; y ésa es precisamente la situación en que todos nos encontramos. ¿Somos tan buenos maridos o esposas como podríamos ser? ¿Somos tan buenos hijos o hijas como podríamos ser? ¿Somos tan buenos trabajadores o empresarios como podríamos ser? ¿Hay alguien que pretenda ser todo lo que hubiera podido ser, o haber hecho todo lo que hubiera podido hacer? Cuando nos damos cuenta de que pecado quiere decir errar el blanco, fracasar en la empresa de ser todo lo que nos habría sido posible y teníamos capacidad para llegar a ser, entonces está claro que cada uno de nosotros es un pecador.
(ii) La segunda palabra para pecado es parábasis, que quiere decir literalmente traspasar. El pecado es pasarse de la raya que separa el bien y el mal.
¿Estamos siempre del lado debido de la línea que divide la honestidad de la deshonestidad? ¿No ha habido nunca en nuestras vidas ningún detalle deshonesto?
¿Estamos siempre del lado debido de la línea que divide la verdad de la falsedad? ¿Es que no hemos tergiversado o evadido o distorsionado nunca la verdad, con nuestra palabra o actitud o silencio o inhibición?
¿Estamos siempre del lado debido de la línea que divide la amabilidad y la cortesía del egoísmo y la aspereza? ¿Es que no ha habido nunca en nuestras vidas ninguna acción o palabra desamable o descortés?
Cuando pensamos en estos términos, no hay ninguno que pueda pretender haberse mantenido siempre del lado debido de la línea divisoria.
(iii) La tercera palabra para pecado es paraptóma, que quiere decir deslizarse al otro lado. Es lo que le pasa a uno en un suelo resbaladizo o helado. No es tan deliberado como parábasis, pero sin duda es algo que todos hemos experimentado. Una y otra vez decimos que se nos ha escapado una frase, o un gesto; una y otra vez hay algo que nos hace perder el equilibrio, un impulso o una pasión que se ha apoderado de nosotros momentáneamente haciéndonos perder el control. Los mejores de nosotros pueden deslizarse así al pecado cuando una situación nos sorprende con la guardia baja.
(iv) La cuarta palabra para pecado es anomía, que quiere decir ilegalidad. Anomía es el pecado de la persona que sabe lo que debe hacer, y sin embargo no lo hace o hace lo contrario; el pecado de la persona que conoce la ley, pero que la quebranta. El primero de todos los instintos humanos es el de hacer lo que nos gusta; y por tanto llegan a la vida de cualquier persona momentos cuando querría saltarse las normas y desafiar las leyes y hacer o tomar lo prohibido. En Mandalay, Kipling hace decir al viejo soldado:
Mándame adonde sea al Este de Suez donde los mejores son como los peores, donde no existen los Diez Mandamientos y uno puede provocar una hambruna.
Aunque haya algunos que puedan decir que no han quebrantado nunca los Diez Mandamientos, no hay nadie que pueda decir que no ha querido quebrantar ninguno de ellos.
(v) La quinta palabra para pecado es ofeiléma, que es la que se usa en el cuerpo de la Oración Dominical; y que quiere decir deuda. Quiere decir faltar al pago de lo que se debe, dejar de hacer lo que es debido. No puede haber ninguna persona que se atreva nunca a pretender haber cumplido plenamente su deber para con Dios y para con sus semejantes: No existe tal perfección en la humanidad.
Cuando llegamos a ver lo que es realmente el pecado, nos damos cuenta de que es una enfermedad universal que padecemos todas las personas. La respetabilidad externa a la vista de los demás, y la pecaminosidad interna a la vista de Dios puede que vayan mano a mano. Ésta, de hecho, es una petición de la Oración Dominical que todo ser humano necesita hacer.
PERDÓN, HUMANO Y DIVINO
Mateo 6: 12, 14, 15 (conclusión)
Uno no sólo tiene que darse cuenta de que necesita hacer esta petición de la Oración Dominical; también necesita darse cuenta de lo que está haciendo cuando la hace. De todas las peticiones de la Oración Dominical, ésta es la más aterradora.
«Perdónanos nuestra deudas como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores.» El sentido literal es: «Perdónanos nuestros pecados en la misma proporción en que nosotros perdonamos a los que han pecado contra nosotros.» En los versículos 14 y 15, Jesús dice de la manera más clara posible que si perdonamos a otros, Dios nos perdonará; pero si nos negamos a perdonar a otros, Dios se negará a perdonarnos. Por tanto, está totalmente claro que, si hacemos esta petición con una grieta abierta con una desavenencia sin zanjar en nuestra vida, le estamos pidiendo a Dios que no nos perdone.
Si decimos: «No le perdonaré nunca a Fulano lo que me ha hecho;» si decimos: «No perdonaré nunca lo que Fulano me ha hecho,» y pasamos a tomar esta petición en nuestros labios, estamos deliberadamente pidiéndole a Dios que no nos perdone. Como ha dicho alguien: «El perdón, como la paz, es uno e indivisible.» El perdón humano y el divino están inseparablemente intercomunicados. Nuestro perdón a nuestros semejantes y el perdón de Dios a nosotros no se pueden separar; están intervinculados y son interdependientes. Si pensáramos en lo que estamos diciendo cuando hacemos esta petición habría veces que no nos atreveríamos a hacerla.
Cuando Robert Louis Stevenson vivía en las Islas del Mar del Sur solía hacer el culto familiar por las mañanas. Siempre terminaba con la Oración Dominical. Una mañana, en medio de la Oración Dominical, se puso en pie -había estado de rodillas- y salió de la habitación. Su salud era siempre muy precaria, y su mujer salió detrás de él pensando que podría sentirse mal. «¿Te pasaba algo?» -Le dijo. «Sólo una cosa -dijo Stevenson-: Que no estoy en condiciones de hacer la Oración Dominical hoy.» Nadie está en condiciones de hacer la Oración Dominical cuando su corazón esté dominado por un espíritu de resentimiento. Si uno no ha arreglado las cosas con sus semejantes, tampoco las puede arreglar con Dios.
Si ha de haber este perdón cristiano en nuestra vida, son necesarias tres cosas.
(i) Debemos aprender a comprender. Siempre hay una razón para que alguien haga algo. Si está antipático o descortés o de mal genio, a lo mejor es porque está preocupado o angustiado. Si nos trata con suspicacia o desagrado, a lo mejor es que ha entendido mal o le han informado mal acerca de algo que hemos dicho o hecho. Puede que sea víctima de su entorno o de su herencia. Puede que tenga tal temperamento que la vida le resulte difícil, y las relaciones humanas le sean un problema. El perdón nos sería mucho más fácil si hiciéramos un esfuerzo por comprender, antes de permitirnos condenar.
(ii) Debemos aprender a olvidar. Mientras sigamos dándole vueltas al desprecio o a la ofensa, no hay esperanza de que lleguemos a perdonar. Decimos a menudo: «No puedo olvidar lo que me hizo Fulano;» o: «No me olvidaré nunca de cómo me trató Mengano,» o «se me trató en tal lugar.» Son dichos peligrosos, porque podemos llegar a hacer que nos sea humanamente imposible el perdonar. Podemos imprimirlo indeleblemente en nuestra memoria.
Una vez, el famoso hombre de letras escocés Andrew Lang escribió y publicó algo muy amable acerca de un libro de un autor novel, que se lo pagó con un ataque de insultos y calumnias. Como tres años después, Andrew Lang estaba parando con el poeta laureado Robert Bridges. Robert vio que Andrew leía un cierto libro, y le dijo: «Ese es otro libro de aquel cachorro desagradecido que se portó tan vergonzosamente contigo.» Pero, para su sorpresa, descubrió que a Andrew Lang ni siquiera le sonaba el asunto. Se había olvidado completamente de aquel ataque insultante y calumnioso. El perdonar, dijo Bridges, era la señal de un gran hombre; pero el olvidar era sublime. Solo el espíritu purificador de Cristo puede quitar de entre nuestros recuerdos las viejas amarguras que debemos olvidar.
(iii) Debemos aprender a aMarcos Ya hemos visto que el amor cristiano, agapé, es esa benevolencia inconquistable, esa buena voluntad invencible que no buscará nunca nada más que el bien supremo de la persona amada, sin tener en cuenta cómo nos trata ni lo que nos hace. Ese amor puede venir a nosotros solamente cuando Cristo, Que es ese amor, viene a morar en nuestro corazón -y no vendrá si no Le invitamos.
Para ser perdonados tenemos que perdonar, y esa es una condición que sólo el poder de Cristo nos puede ayudar a cumplir.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Mat 5:7; Mat 6:14-15; Mat 18:24-35; Mar 11:25.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— el mal que hacemos… nos hacen mal. Lit. nuestras deudas… nos deben algo. Los términos “deuda” y “deudores” aplicados a las relaciones entre Dios y sus criaturas tenían con frecuencia, entre los judíos, el sentido de ofensa, culpa, pecado.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
NOTAS
(1) Lit.: “deja irse”.
REFERENCIAS CRUZADAS
q 255 Mat 18:21; Mar 11:25; Luc 11:4
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
como…hemos perdonado. Este vers. y su paralelo en Lucas 11:4 no enseña que obtenemos el perdón de Dios al perdonar a otros. Sin embargo, el arrepentimiento es requisito para recibir el perdón del pecado, y el no perdonar a otros es evidencia de una actitud sin arrepentimiento (cp. vers. 14– 15).
Fuente: La Biblia de las Américas
12 (1) Esta oración modelo en tercer lugar toma en cuenta los fracasos sufridos por el pueblo del reino delante de Dios y la relación que tiene con los demás. Las personas del reino deben pedir al Padre que les perdone sus deudas, sus fracasos, sus delitos, como ellas perdonan a sus deudores, para mantener la paz.
12 (a) Mat_18:21-35
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
deudas. Estas son obligaciones contraídas; i.e., pecados de omisión y comisión. El perdón significa la cancelación de estas deudas y obligaciones.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
T37 El pronombre ἡμεῖς tiene aquí un hincapié definido.
BD453(2) Ὡς tiene un sentido causal (comp. R963): como, o porque.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
I.e., deudas morales, o, pecados