Cuando, pues, hagas obras de misericordia, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. De cierto os digo que ellos ya tienen su recompensa.
cuando pues, des limosna. Job 31:16-20; Sal 37:21; Sal 112:9; Pro 19:17; Ecl 11:2; Isa 58:7, Isa 58:10-12; Luc 11:41; Luc 12:33; Jua 13:29; Hch 9:36; Hch 10:2, Hch 10:4, Hch 10:31; Hch 11:29; Hch 24:17; Rom 12:8; 2Co 9:6-15; Gál 2:10; Efe 4:28; 1Ti 6:18; Flm 1:7; Heb 13:16; Stg 2:15, Stg 2:16; 1Pe 4:11; 1Jn 3:17-19.
no hagas tocar una trompeta. Pro 20:6; Ose 8:1.
como hacen los hipócritas. Mat 6:5; Mat 7:5; Mat 15:7; Mat 16:3; Mat 22:18; Mat 23:13-29; Mat 24:51; Isa 9:17; Isa 10:6; Mar 7:6; Luc 6:42; Luc 12:56; Luc 13:15.
en las sinagogas. Mat 6:5; Mat 23:6; Mar 12:39; Luc 11:43; Luc 20:46.
para ser alabados. 1Sa 15:30; Jua 5:41, Jua 5:44; Jua 7:18; 1Ts 2:6.
de cierto os digo. Mat 6:5, Mat 6:16; Mat 5:18.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
hipócritas. Esta palabra tiene su origen en el teatro griego, describiendo al personaje que vestía una máscara. El término, como es usado en el NT, normalmente describe a una persona no regenerada que se engaña a sí misma. tienen su recompensa. Cp. los vv. Mat 6:5, Mat 6:16. Su recompensa fue haber sido vistos por los hombres, nada más. Dios no recompensa la hipocresía, pero sí la castiga (cp. Mat 23:13-23).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
CÓMO NO DAR
Mateo 6:2-4
Así que, cuando des limosna, no lo proclames a toque de trompeta como hacen los hipócritas en la sinagoga y por la calle para que los alaben. Os digo la pura verdad: ¡Ya tienen su paga completa! Pero tú, cuando des limosna, no dejes que se entere tu mano izquierda de lo que hace tu derecha, para que la limosna sea algo que haces en secreto; y tu Padre, que ve lo que pasa en secreto, será el que te dé tu recompensa en total.
Para los judíos, el dar limosna era el más sagrado de todos los deberes religiosos. Hasta qué punto era sagrado se ve por el hecho de que los judíos usaban la misma palabra tsedaqátanto para justicia como para limosna. El dar limosna y el ser justo eran una y la misma cosa. El dar limosna era ganar méritos a la vista de Dios, y era hasta ganar la propiciación y el perdón de pecados pasados. «Es mejor dar limosna que amontonar oro; la limosna libra de la muerte, y purga todo pecado» (Tobías 12:8).
La limosna que se le da a un padre no se borrará, y como restitución por pecados arraigará firmemente. En el día de la aflicción se tendrá presente en tu crédito. Borrará tus iniquidades como el calor la escarcha.
(Eclesiástico 3:14s).
Había un dicho rabínico: «Mayor es el que da limosna que el que ofrece todos los sacrificios.» La limosna está a la cabeza en el catálogo de buenas obras.
Así es que era natural e inevitable el que una persona que quisiera ser buena se concentrara en dar limosna. La enseñanza más elevada de los rabinos era exactamente la misma que la de Jesús. También ellos prohibían dar limosna ostentosamente. «El que da limosna en secreto -decían- es mayor que Moisés.» El dar limosna que salva de la muerte es «cuando el recipiente no sabe de quién lo recibe, y cuando el dador no sabe a quién lo da.» Hubo un rabino que, cuando quería dar limosna, dejaba caer monedas a su paso para no ver quién las recogía. «Es mejor decían- no darle a un mendigo nada, antes que darle algo avergonzándole.» Había una costumbre especialmente encantadora conectada con el templo de Jerusalén. En el templo había una habitación que se llamaba La Cámara del Silencio. Los que querían hacer expiación por algún pecado ponían dinero allí; y personas pobres de buena familia que habían venido a menos en el mundo recibían ayuda de estas contribuciones.
Pero como en tantas otras cosas, la práctica se quedaba muy por debajo del precepto. Demasiado a menudo el dador daba de forma que todo el mundo pudiera ver lo que daba, y daba mucho más para glorificarse a sí mismo que para ayudar a otro. Durante los cultos de la sinagoga se hacían ofrendas para los pobres, y había algunos que se cuidaban muy bien de que los otros vieran lo que daban. J. J. Wetstein cita una costumbre oriental de los tiempos antiguos: «En Oriente, el agua es tan escasa que algunas veces había que comprarla. Cuando una persona quería hacer una buena obra, y traer bendición sobre su familia, se dirigía al aguador y en voz bien alta le encargaba: «¡Dale un trago a los sedientos!» El aguador llenaba el pellejo e iba al mercado. «¡Oh, sedientos -gritaba- venid a beber de gracia!» Y el generoso estaba a su lado y decía: «Bendíceme, porque soy yo el que te ofrezco este trago.»» Esa es precisamente la clase de cosa que Jesús condena. Llama hipócritas a los que hacen tales cosas. La palabra hypokrités quiere decir actor en griego. Esa clase de gente son realmente farsantes que hacen su papel para que los aplaudan.
RAZONES PARA DAR
Mateo 6:2-4 (conclusión)
Veamos ahora algunas de las razones que hay detrás del acto de dar.
(i) Puede que uno dé por sentimiento del deber. Puede que dé, no porque quiere dar, sino porque piensa que es un deber del que uno no se puede evadir. Puede que hasta una persona llegue a considerar -tal vez inconscientemente- que los pobres están en el mundo para permitirle a él .cumplir con ese deber y adquirir así méritos a ojos de Dios.
Catherine Carswell, en su autobiografía Lying Awake, cuenta sus años mozos en Glasgow: «Los pobres, uno podría decir, eran nuestros animales de compañía. Decididamente, siempre estaban con nosotros. En nuestra arca particular se nos enseñaba a amar, honrar y atender a los pobres.» La nota clave, como ella misma advertía, era de superioridad y condescendencia. El dar se consideraba como un deber;, pero a menudo iba acompañado de un sermón que producía un placer cursi al que lo daba. En aquellos días, Glasgow estaba lleno de borrachos la noche del sábado. Ella escribe: «Todos los domingos por la tarde, durante años, mi padre hacía la ronda de las celdas de las estaciones de policía, pagando fianzas de medias coronas para que soltaran a los borrachos del fin de semana, para que no perdieran el trabajo el lunes por la mañana. Les hacía firmar a cada uno el compromiso de devolverle la media corona del sueldo de la semana siguiente.» No cabe duda de que aquello estaba muy bien; pero él le daba un cierto aire de respetabilidad, e incluía un sermón. Estaba claro que él se sentía de una categoría moral completamente diferente de aquellos a los que daba. Se dijo de un gran hombre, pero superior: «Con todo lo que da, nunca se da a sí mismo.» Cuando se da, como si dijéramos, desde un pedestal; cuando se da siempre con un cierto cálculo; cuando se da por sentimiento del deber -hasta por un sentimiento cristiano del deber-, se puede ser generoso con las cosas, pero lo único que uno no da nunca es a sí mismo, y por tanto ese tipo de dar es incompleto.
(ii) Puede que uno dé por razones de prestigio. Puede que dé para recibir la gloria de dar. Lo más probable es que si nadie lo supiera, o si no se le diera ninguna publicidad, no daría nada. Si no se le dan las gracias y se le reconoce y alaba y honra, se da por ofendido. Da, no para la gloria de Dios , sino para la suya propia. Da, no exclusivamente para Dios a una persona necesitada, sino para gratificar su propia (vanidad Y su , propio sentido de poder.
(iii) Puede que uno dé sencillamente porque tiene que hacerlo. Porque el amor y la amabilidad que fluyen de su corazón no le dejarán hacer otra cosa. Puede que dé porque, por mucho que lo intente, no puede por menos de sentirse obligado a ayudar al necesitado.
El doctor Johnson difundía una atmósfera de amabilidad. Había una pobre criatura que se llamaba Robert Levett, que había sido en tiempos camarero en París y médico en las partes más pobres de Londres. Tenía una apariencia y unos modales, como decía Johnson, que asqueaban a los ricos y aterraban a los pobres. Fuera como fuera llegó a formar parte de la casa de Johnson. Boswell estaba alucinado con todo el asunto, pero Goldsmith conocía mejor a Johnson. Decía de Levett: «Es pobre y honrado, lo que ya es suficiente recomendación para Johnson. Ahora ya es pobre de solemnidad, y eso le asegura la protección de Johnson.» La indigencia era el pasaporte al corazón de Johnson.
Boswell cuenta esta anécdota de Johnson: » Cuando volvía una vez tarde a casa se encontró a una pobre mujer tirada en el suelo, tan agotada que no podía ni hablar. Se la echó a la espalda y la llevó a su casa, donde descubrió que era una de esas pobres mujeres que han caído hasta lo más bajo del vicio, de la pobreza y de la enfermedad. En vez de echárselo en cara con dureza, hizo que se tuviera cuidado de ella largo tiempo con toda ternura por un precio considerable hasta que recuperó la salud, e hizo lo posible para ponerla en una manera virtuosa de vida.» Todo lo que Johnson sacó de aquello fueron suspicacias indignas acerca de su propio carácter; pero había sido su corazón el que le había obligado a ayudar.
Una de las páginas más preciosas de la historia de la literatura es la que nos presenta a Johnson, en los días de su pobreza, volviendo a casa de madrugada y, a medida que iba pasando por el Strand, dejando peniques en las manos de los pobres y vagabundos que dormían en los portales porque no tenían otro sitio. Hawkins nos cuenta que alguien le preguntó cómo podía tener la casa llena de «vagos y de gente de mal vivir.» Johnson le contestó: «Si yo no los ayudo, nadie lo hará; y no se deben perder de necesidad.» Ahí tenemos el dar como es debido, que surge del amor de un corazón humano, que es lo que rebosa del amor de Dios.
Tenemos el dechado de este perfecto dar en Jesucristo mismo. Pablo escribió a sus amigos de Corinto: «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, Que, aunque era rico, por causa de vosotros Se hizo pobre para enriqueceros con Su pobreza» (2Co 8:9 ). Nuestro dar no debe ser nunca el hosco y superior resultado del sentimiento del deber; y menos todavía hemos de hacerlo para ensalzar nuestra gloria y prestigio entre la gente; debe ser el fluir instintivo de un corazón amante; debemos dar a otros como Jesucristo Se nos ha dado a Sí mismo a nosotros.
CÓMO NO ORAR
Mateo 6:5-8 (continuación)
(ii) Además, la liturgia judía proveía oraciones fijas para todas las ocasiones. Sería difícil encontrar un suceso o una situación de la vida que no tuviera su fórmula de oración particular. Había oraciones para antes y después de cada comida; en relación con la luz, el fuego, el rayo; al ver la luna nueva, cometas, lluvia, tempestad, el mar, lagos, ríos; al recibir buenas noticias, al estrenar nuevos muebles, al entrar o salir de una ciudad, etc., etc. Todo tenía su oración. Está claro que aquí hay algo infinitamente precioso. Revela la intención de que todo lo que suceda en la vida se traiga a la presencia de Dios. Pero, precisamente porque las oraciones se prescribían tan meticulosa y literalmente, todo el sistema se prestaba al formulismo, y el peligro era que se musitaran las oraciones dándoles muy poco sentido. La tendencia era repetir rutinariamente la oración correcta en el momento correcto. Los grandes rabinos lo reconocían y trataban de evitarlo. «Si una persona -enseñaban- dice sus oraciones para salir del paso, eso no es orar.» «No consideres la oración un deber formal, sino un acto de humildad para obtener la misericordia de Dios.» Rabí Eliezer estaba tan preocupado con el peligro del formulismo que tenía la costumbre de componer una oración nueva todos los días, para que fuera siempre algo fresco. Está muy claro que esta clase de peligro no está confinada a la religión judía. Hasta los que empiezan siendo momentos devocionales pueden acabar en el formalismo de un punto rígido y ritualista del horario.
(iii) Y además, el devoto judío tenía horas fijas de oración. Eran la tercia, la sexta y la nona, es decir, las nueve de la mañana, las doce del mediodía y las tres de la tarde. Se encontrara donde se encontrara estaba obligado a orar. Podría ser, sin duda, que se acordara de Dios genuinamente; pero también podría ser que estuviera cumpliendo con un formalismo habitual. Los musulmanes tienen la misma costumbre. Se cuenta que un musulmán iba persiguiendo a un enemigo con la daga desenvainada para matarle. El almuédano hizo la llamada; el hombre se paró, desenrolló su Esterilla de oración, se arrodilló y rezó todo lo deprisa que pudo; luego se levantó y siguió con su persecución asesina. Es precioso esto de acordarse de Dios por lo menos tres veces al día; pero existe el peligro muy real de que se haga esto tres veces al día hasta sin pensar en Dios.
(iv) Existía la tendencia a relacionar la oración con ciertos lugares, y especialmente con la sinagoGálatasGa. Es innegablemente cierto que hay algunos lugares en los que se siente a Dios más cerca; pero había algunos rabinos que llegaban hasta a decir que la oración no era eficaz a menos que se ofreciera en el templo o en la sinagoGálatasGa. Así se produjo la costumbre de ir al templo a las horas de oración. En los primeros días de la Iglesia Cristina, hasta los discípulos de Jesús pensaban en estos términos, porque leemos que Pedro y Juan se dirigían al templo a la hora de la oración (Hch 3:1 ).
Aquí también había un peligro: el de pensar que Dios estaba confinado a ciertos lugares sagrados, y olvidar que toda la Tierra es el templo de Dios. Los más sabios de los rabinos vieron este peligro. Decían: «Dios le dice a Israel: Orad en la sinagoga de vuestra ciudad; si no podéis, orad en el campo; si no podéis, orad en vuestra casa; si no podéis, orad en la cama; si no podéis, meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y guardad silencio.»
El problema de cualquier sistema no está en el sistema, sino en los que lo usan. Uno puede hacer de cualquier sistema de oración un medio de devoción o un puro formulismo, practicándolo rutinaria e inconscientemente.
(v) Los judíos tenían una tendencia indudable a alargar las oraciones. Esa tendencia tampoco es exclusiva de los judíos. En los cultos escoceses del siglo XVIII, la longitud se interpretaba como devoción. En aquellos cultos escoceses había una lectura bíblica versículo por versículo que duraba una hora, y un sermón que duraba otra hora. Las oraciones eran largas e improvisadas. El doctor W. D. Maxwell escribe: «La eficacia de la oración se medía por el ardor y la fluidez, y no menos por su férvida longitud.» El rabí Leví decía: «El que hace oraciones largas es oído.» Otra máxima era: «Cuando los justos hacen oraciones largas, sus oraciones son oídas.»
Había -y todavía hay- una especie de idea inconsciente de que si aporreamos suficientemente la puerta de Dios, contestará; que se Le puede hablar, y hasta dar la lata a Dios, hasta que nos haga caso. Los rabinos más sabios eran conscientes de este peligro. Uno de ellos decía: «Está prohibido alargar innecesariamente la alabanza del Santo. Se nos dice en los Salmos: «¿Quién puede expresar las poderosas obras del Señor, o proclamar toda su alabanza?» (Sal 106:2 ). Según esto, sólo el que puede puede alargarse y mostrar su alabanza pero nadie puede.» «Sean siempre pocas las palabras de un hombre delante de Dios, como se dice: «No te precipites con tu boca ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras» (Ec 5:2 ).» «La mejor adoración consiste en guardar silencio.» Es fácil confundir la verborrea con la piedad, y la labia con la devoción; y en ese error caían muchos judíos, y otros.
CÓMO NO ORAR
Mateo 6:5-8 (conclusión)
(vi) Había otras formas de repetición que los judíos, como otros pueblos orientales, eran propensos a usar y abusar. Los pueblos orientales tenían la costumbre de autohipnotizarse mediante la incesante repetición de una frase o hasta de una palabra. En 1R 18:26 leemos que los profetas de Baal se pasaron medio día gritando: «¡Baal respóndenos!» En Hch 19:34 leemos que el gentío efesio estuvo dos horas gritando:
«¡Grande es la Artemisa de los Efesios!» Algunos musulmanes se pasan horas y horas repitiendo una palabra sagrada, corriendo en círculos hasta que se provocan un éxtasis, y caen por último inconscientes y agotados. Los judíos lo hacían con la Semá `. Es como sustituir la oración por el autohipnotismo.
Había otra forma en que la oración judía caía en las repeticiones. Se apilaban todos los títulos y adjetivos imaginables cuando se Le dirigía una oración a Dios. Una de las más famosas empieza:
¡Bendito, alabado y glorificado, exaltado, ensalzado y honrado, magnificado y laudado sea el nombre del Santo!
Hay una oración judía que empieza con dieciséis adjetivos diferentes que se aplican al nombre de Dios. Existía una clase de intoxicación con las palabras. Cuando uno empieza a pensar más que en qué decir en cómo decirlo, se le muere la oración en los labios.
(vii) El último fallo que Jesús les encontraba a algunos de los judíos era que hacían las oraciones para que la gente los viera. El método judío de la oración facilitaba el que se cayera en la ostentación. Los judíos oraban de pie, con los brazos extendidos, las palmas de las manos hacia arriba y la cabeza inclinada. Había que hacer oración a las 9 de la mañana, a las 12 del mediodía y a las 3 de la tarde. Había que hacerla donde uno se encontrará, y le era fácil al que quisiera el asegurarse de que a esas hora estaría en alguna esquina despejada, o en alguna plaza abarrotada de gente, para que todo el mundo viera lo piadoso que era orando. Le era fácil a uno detenerse en los peldaños de la entrada de la sinagoga, y hacer allí su oración larga y elocuentemente para que todo el mundo se admirara de su excepcional piedad. Era fácil representar una escena de oración a la vista del público.
Los más sabios de los rabinos judíos comprendían plenamente y condenaban incansablemente esta actitud. «Una persona hipócrita atrae la ira de Dios sobre el mundo, y su oración no es escuchada.» «Cuatro clases de personas no perciben el resplandor de la gloria de Dios: los burladores, los hipócritas, los mentirosos y los calumniadores.» Los rabinos decían que nadie puede orar de veras a menos que tenga el corazón sintonizado para ello. Establecían que para la perfecta oración se necesitaba antes una hora de preparación personal, y una hora de meditación después. Pero el sistema judío de oración se prestaba a la ostentación si había orgullo en el corazón de un hombre.
Jesús establece dos grandes reglas de la oración.
(i) Insiste en que toda verdadera oración se ha de dirigir a Dios. El fallo verdadero de los que Jesús criticaba era que le ofrecían la oración a la galería, y no a Dios. Cierto gran predicador describió una vez una oración elaborada y adornada que se hizo en una iglesia de Boston como «la oración más elocuente que se ofreciera jamás a una audiencia de Boston.» El «orador» se había preocupado más de impresionar a la congregación que de establecer contacto con Dios. Tanto en la oración privada como en la pública, no debemos albergar ningún pensamiento en la mente ni deseo en el corazón aparte de Dios.
(ii) Insiste en que debemos tener presente que el Dios a Quien oramos es un Dios de amor, Que está más dispuesto a contestar de lo que nosotros estamos a pedir. No tenemos que sacarle los dones o la gracia como si no estuviera dispuesto a concedérnoslos. No acudimos a un Dios al Que hay que engatusar, o dar la lata, o bombardear para que conteste a nuestras oraciones, sino a Uno Cuyo único deseo es dar. Cuando recordamos eso, no hay duda de que es suficiente acudir a Dios con un suspiro de deseo en el corazón, y en los labios las palabras: «Hágase Tu voluntad.»
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
REFERENCIAS CRUZADAS
b 239 Hch 9:36; Hch 10:2; 1Co 13:3
c 240 Luc 18:12
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
2 (1) Ciertamente el espíritu del pueblo del reino, un espíritu gobernado por el cielo, los restringe y les impide tal jactancia.
2 (2) Un actor de teatro, un imitador. Los actores griegos y romanos acostumbraban llevar máscaras grandes provistas de aparatos mecánicos que aumentaban la fuerza de su voz. Por tanto, un simulador. Así también en los versículos siguientes.
2 (3) Véase la nota 23 (1) del cap.4. Así también en todo el libro.
2 (a) Deu_15:7-8 ; Sal_112:9 ; Rom_12:8 ; 2Co_9:9
2 (b) Mat_6:5 ; Mat_7:5 ; Mat_23:13 , Mat_23:14 , Mat_23:15 , Mat_23:25 , Mat_23:26 , Mat_23:27 , Mat_23:29
2 (c) Jua_5:41 , Jua_5:44 ; Jua_12:43 ; 1Ts_2:6
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
R687 En este versículo se usa σοῦ en vez de un pronombre reflexivo (comp. T42): delante de ti.
R853 La prohibición en aoristo μὴ σαλπίσῃς significa: no comiences a tocar (por ningún motivo toques una trompeta delante de ti cuando des limosna -TGr32).
R866 En los vv. 2, 5 y 16, la combinación del presente con sentido de aoristo y el uso perfectivo de ἀπό (en ἀπέχουσι) hace muy viviente la descripción: los hipócritas.
MT186 El tiempo presente en ὅταν ποιῇς ἐλεημοσύνην tiene un sentido duradero: cuando estés dando limosnas.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, hagas una obra de caridad
Fuente: La Biblia de las Américas
* Esta es una palabra tomada del griego que literalmente significa “actuación.”