Comentario de Mateo 6:24 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

ninguno puede servir a dos señores. Mat 4:10; Jos 24:15, Jos 24:19, Jos 24:20; 1Sa 7:3; 1Re 18:21; 2Re 17:33, 2Re 17:34, 2Re 17:41; Eze 20:39; Sof 1:5; Luc 16:13; Rom 6:16-22; Gál 1:10; 2Ti 4:10; Stg 4:4; 1Jn 2:15, 1Jn 2:16.

No podéis servir a Dios y a las riquezas. Luc 16:9, Luc 16:11, Luc 16:13; 1Ti 6:9, 1Ti 6:10, 1Ti 6:17.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Las riquezas se refiere al dinero o la propiedad. Nadie puede servir a dos señores porque llegará el momento cuando harán demandas opuestas. Jesús nos aconseja invertir en nuestro futuro con Él, dando de nosotros mismos. Las riquezas o mamón nos incentivan a acumular objetos materiales para nuestro deleite presente.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LAS RIQUEZAS.

(1) Servir a las riquezas es darle tanto valor al dinero que

(a) se ponga en él la confianza y la fe,

(b) se considere como la máxima seguridad y felicidad,

(c) se espere que garantice el futuro, y

(d) se le desee más que la justicia y el reino de Dios.

(2) La acumulación de riquezas pronto domina la mente y la vida de uno de manera que la gloria de Dios ya no es primordial (véanse Luc 16:13, nota, y el ARTÍCULO LAS RIQUEZAS Y LA POBREZA, P. 1428. [Luc 18:24-25]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

riquezas. En términos terrenales. Tesoros materiales, especialmente dinero. Vea la nota sobre Luc 16:13.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

EL SERVICIO EXCLUSIVO

Mateo 6:24

Nadie puede ser esclavo de dos amos; porque, o aborrecerá a uno y querrá al otro, o se pondrá de parte de uno y despreciará al otro. No se puede ser esclavo de Dios y de las cosas materiales.

Para los que vivían en el mundo antiguo, este dicho era todavía más gráfico que para nosotros. La Reina-Valera lo traduce: «Ninguno puede servir a dos señores.» Pero eso no se acerca a la fuerza del original. La palabra que traduce servir es duleuein; dulos es un esclavo; y duleuein quiere decir ser esclavo de alguien. La palabra que la R-V traduce señores es kyrios, y kyrios es la palabra que denota absoluta propiedad. Comprendemos mejor el sentido si lo traducimos: «Nadié puede ser esclavo de dos amos.»

Para entender todo lo que esto quiere decir e implica debemos recordar dos cosas sobre los esclavos en el mundo antiguo. Primero, un esclavo no era una persona, sino una cosa, a los ojos de la ley. No tenía absolutamente ningunos derechos; su amo podía hacer con él lo que le diera la gana. A los ojos de la ley, el esclavo era una herramienta viva. Su amo le podía vender, apalear, expulsar y hasta matar. Su amo era su propietario tan totalmente que poseía todo lo que fuera o tuviera. Segundo, en el mundo antiguo un esclavo no tenía literalmente nada de tiempo para sí mismo. Cada momento de su vida pertenecía a su amo. En las condiciones actuales de vida, una persona tiene ciertas horas para trabajar y, fuera de esas horas de trabajo, las restantes son suyas. De hecho es posible a menudo el que una persona encuentre los intereses reales de su vida fuera de las horas de su trabajo. Puede que trabaje en una oficina durante el día, y que toque el violín en una orquesta por la noche; y puede que sea en su música donde encuentre su vida real. O puede que trabaje en una mina o en una fábrica durante el día y dirija un club de jóvenes por la noche, y que sea en esto último donde encuentre más compensaciones y la expresión verdadera de su personalidad. Pero esto no le era posible a un esclavo. El esclavo no tenía ni un momento de tiempo que le perteneciera. Todos sus momentos pertenecían a su amo, y toda su persona estaba siempre a disposición de su amo.

Esta es, pues, nuestra relación con Dios. En relación con Dios no tenemos derechos propios; Dios debe ser el dueño indiscutible de nuestras vidas. No podemos preguntarnos nunca: «¿Qué quiero yo hacer ahora?» Siempre debemos preguntarnos: «¿Qué quiere Dios que haga ahora?» No tenemos tiempo que sea exclusivamente nuestro. No podemos decir unas veces: «Haré lo que Dios quiera que haga,» y otras: «Haré lo que yo quiera.» El cristiano no tiene un tiempo en que no es cristiano; no hay ningún momento en que puede bajarse el listón o estar fuera de servicio. Un servicio de Dios a tiempo parcial o intermitente no basta. Ser cristiano tiene que ser a pleno tiempo. En ningún otro sitio de la Biblia se nos presenta más claramente el servicio exclusivo que Dios demanda.
Jesús continúa diciendo: «No podéis servir a Dios y a mamoná» (R-V.95, nota). Esta era la palabra hebrea para las posesiones materiales. En su origen no era una palabra mala. Los rabinos, por ejemplo, tenían un dicho: «Que el mamoná de tu prójimo te sea tan digno de respeto como el tuyo propio.» Es decir: uno debería considerar las posesiones materiales de su prójimo como algo tan sagrado como las suyas. Pero la palabra mamoná tuvo una historia de lo más curiosa y reveladora. Procede de una raíz que quiere decir confiar un depósito; y mamoná era lo que uno le confiaba al banquero o a la empresa de seguridad que fuera para que se lo guardara de todo riesgo. Pero, conforme fueron pasando los años, mamoná llegó a significar, no lo que uno confía, sino aquello en lo que uno confía. Así pues, mamoná acabó escribiéndose con mayúscula Mamoná- y a considerarse como nada menos que un dios.

La historia de esta palabra muestra bien a las claras que las posesiones materiales pueden llegar a usurpar un lugar en la vida que no estaba programado que ocuparan. En principio, las posesiones materiales de una persona eran las cosas que se confiaban a otra persona para que las tuviera a salvo; por último, llegaron a ser las cosas en las que la persona ponía su confianza.
No se puede describir mejor el dios de una persona que diciendo que es el poder en el que confía; y cuando se pone la confianza en las cosas materiales, estas se han convertido, no en su apoyo, sino en su dios.

LUGAR DE LAS POSESIONES MATERIALES

Mateo 6:24 (continuación)

Este dicho de Jesús nos obliga a plantearnos el lugar que deben ocupar en nuestra vida las posesiones materiales. La enseñanza de Jesús descansa sobre tres grandes principios.
(i) En último análisis, todas las cosas pertenecen a Dios. La Escritura lo deja bien claro. » Del Señor es la Tierra y todo lo que hay en ella; el mundo, y todos los que lo habitan» (Sal 24:1 ). «Porque Mías son todas las bestias del bosque, y el ganado de un millar de collados… Si Yo tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque el mundo y todos los seres que habitan en él son Míos» (Sal 50:10; Sal 50:12 ).

En las parábolas de Jesús, es el amo el que les confía sus talentos a sus siervos (Mt 25:15 ), y el propietario el que les confía su viña a sus campesinos (Mt 21:33 ). Este principio tiene consecuencias incalculables. Las personas pueden comprar y vender cosas; hasta cierto punto pueden cambiarlas y organizarlas, pero no crearlas. El propietario indiscutible de todas las cosas es Dios. No hay nada en el mundo que uno pueda decir: «Esto es mío,» sino solamente: «Esto pertenece a Dios, Que me permite usarlo.»

De aquí surge un gran principio de la vida. No hay nada en el mundo de lo que nadie pueda decir: «Esto es mío, y hago con ello lo que me da la gana.» Por el contrario, lo que debe decir es: «Esto es de Dios, y debo usarlo como quiere su Propietario.» Se cuenta de una niña de la ciudad a la que llevó su maestra un día al campo. No había visto nunca tantas flores juntas. Se volvió a su maestra, y le dijo: «¿Cree usted que a Dios Le molestará que coja algunas de Sus flores?» Esa es la actitud correcta con la vida y todo lo que hay en el mundo.

(ii) El segundo principio básico es que las personas son siempre más importantes que las cosas. Si se adquieres las posesiones, si se amasa el capital, si se acumula la riqueza a costa de tratar a las personas como cosas, entonces todas esas riquezas son malas. Siempre y cuando se olvide ese principio, o no se tenga en cuenta, o se viole, se producirá irremisiblemente un desastre a gran escala.

En muchos países industrializados, en el día de hoy estamos sufriendo en el mundo de las relaciones industriales las consecuencias de haber tratado a las personas como cosas en los días de la revolución industrial. Sir Arthur Bryant cuenta en su English Saga algunas de las cosas que sucedían entonces. Se empleaban niños de siete y ocho años -y hasta hay un caso de uno de tres años- para trabajar en las minas. Algunos de ellos arrastraban carretillas por aquellas galerías andando a gatas; otros bombeaban el agua metidos en ella hasta las rodillas doce horas al día; otros, a los que llamaban «los tramperos,» abrían y cerraban las puertas para la ventilación, encerrados en cámaras hasta dieciséis horas al día. En 1815 los niños trabajaban en los molinos desde las 5 de la mañana hasta las 8 de la noche sin ni siquiera medio día libre los sábados, y con nada más que media hora para el desayuno y otra media para la comida. En 1833 había 84,000 niños menores de 14 años en las fábricas. Hasta se conoce el caso de niños que ya no se necesitaban, que los echaban a la deriva. Los empresarios objetaban a la expresión «echar a la deriva,» y decían que los niños habían sido puestos en libertad. Reconocían que los niños lo podían tener crudo. «Tendrían que intentar sobrevivir pidiendo limosna o algo así.» En 1842, a los tejedores de Bumley les pagaban siete peniques y medio al día, y a los mineros de Staffordshire dos chelines y medio. Hubo algunos que reconocieron la locura criminal de aquella sociedad. Carlyle tronaba: «Si la industria del algodón está fundada sobre los cuerpos de niños escuálidos, debe desaparecer; si el diablo se apodera de tus fábricas de algodón, ciérralas.» Se pretendía que la mano de obra barata era necesaria para mantener los precios bajos. Coleridge contestaba: «Habláis de hacer este artículo más barato reduciendo su precio en el mercado de 8 peniques a 6. Pero daos cuenta de que al hacerlo habéis debilitado a vuestro país frente a los enemigos extranjeros; daos cuenta de que habéis desmoralizado a miles de vuestros compatriotas, y habéis sembrado el descontento entre una y otra clases de la sociedad. Vuestro artículo sale intolerablemente caro por lo que yo veo.»

Es indudable que las cosas han cambiado considerablemente desde entonces; pero hay tal cosa como la memoria de la raza. En lo hondo de la memoria inconsciente de la gente quedó grabada indeleblemente la impresión de aquellos días. Siempre que se trata a las personas como cosas, como máquinas, como instrumentos de producción y de enriquecimiento de los que los emplean, el desastre será la consecuencia de esa situación tan naturalmente como al día sigue la noche. Una nación solo olvida a su riesgo el hecho fundamental de que las personas son siempre más importantes que las cosas.
(iii) El tercer principio es que la riqueza material es siempre un bien subordinado. La Biblia no dice que «el dinero es la causa de todos los males;» pero sí dice que «el amor al dinero es la raíz de todos los males» (1 Timoteo 6:10 ). Es muy posible encontrar en las cosas materiales lo que ha llamado alguien «una salvación rival.» Una persona puede que crea que, porque es rica, puede comprarlo todo, y salir airosa de cualquier situación. La riqueza se puede convertir en su vara de medir; puede llegar a ser un único deseo, la única arma para enfrentarse con la vida. Si se desean los bienes materiales para tener una independencia honrosa, para ayudar a la familia y hacer algo por los semejantes, eso está bien; pero si se desean simplemente para amontonar placeres, y para multiplicar el lujo; si la riqueza se ha convertido en el fin principal del hombre, por y para lo que uno vive, ha dejado de ser un bien subordinado, y ha usurpado el lugar que sólo Dios debe ocupar en la vida.

Una cosa surge de todo esto: el poseer riqueza, dinero, cosas materiales, no es un pecado, pero sí una tremenda responsabilidad. Si uno posee muchas cosas materiales, no es algo por lo que se le deba felicitar, sino por lo que se deba orar, para que las use como Dios manda y quiere.

DOS GRANDES CUESTIONES
ACERCA DE LAS POSESIONES

Mateo 6:24 (conclusión)

Las posesiones nos plantean dos cuestiones importantes, y todo dependerá de las respuestas que demos a esas cuestiones.

(i) ¿Cómo obtuvo una persona sus posesiones? ¿De una manera que le gustaría que Jesucristo pudiera ver, o de una manera que querría ocultarle a Jesucristo?

Una persona puede obtener sus posesiones a expensas de su honradez y honor. George Macdonald nos cuenta la historia de un tendero de aldea que se hizo muy rico. Siempre que medía tela, la medía con los dos dedos gordos dentro de la medida, así que siempre medía de menos. George Macdonald dice de él: «Se lo restaba a su alma, y se lo sumaba a su bolsa.» Uno puede enriquecer su cuenta corriente a expensas de empobrecer su alma.

Una persona puede obtener sus posesiones aplastando intencionadamente a algún rival más débil. El éxito de muchos está basado en el fracaso de otros. La prosperidad de muchos se ha conseguido a base de echar a la cuneta a otros. Es imposible comprender cómo una persona que prospera así puede dormir por la noche.

Una persona puede obtener sus posesiones a expensas de obligaciones más elevadas. Robertson Nicoll, el gran editor, nació en una casa pastoral del Nordeste de Escocia. Su padre tenía una sola pasión: Comprar y leer libros. Era pastor y nunca ganaba más de doscientas libras al año; pero se hizo con la biblioteca privada más grande de Escocia, llegando a los 17.000 libros. No los usaba para sus sermones; sencillamente estaba loco por poseerlos y leerlos. Cuando tenía cuarenta años se casó con una chica de veinticuatro. A los ocho años, ella murió de tuberculosis; de una familia de cinco, sólo dos pasaron de los veinte años. El crecimiento canceroso de los libros llenaba todas las habitaciones y pasillos de la casa pastoral. Puede que fuera la delicia del poseedor de los libros, pero mató a su mujer y a su familia.

Hay posesiones que se adquieren a un precio demasiado elevado. Uno se debe preguntar: «¿Cómo adquiero yo las cosas que poseo?»

(ii) ¿Cómo usa una persona sus posesiones? Una persona puede que use las cosas que ha adquirido de varias maneras.

Puede que no las use en absoluto. Puede que padezca la manía avarienta que se deleita sencillamente en poseer. Sus posesiones puede que sean totalmente inútiles -y la inutilidad siempre invita al desastre.

Puede que las use de una manera totalmente egoísta. Puede que una persona quiera tener más sueldo simplemente para tener un coche más grande, un aparato nuevo de televisión, y unas vacaciones más caras. Puede que piense en sus posesiones sencilla y únicamente en términos de lo que pueden hacer por él.

Puede que las use malvadamente. Uno puede usar sus posesiones para persuadir a algún otro a hacer las cosas que no tiene derecho a hacer, o vender lo que no tiene derecho a vender. Se ha sobornado o seducido al pecado a muchos jóvenes con el dinero de algún otro. La riqueza da poder, y una persona corrompida puede usar sus posesiones para corromper a otros -y eso es un pecado muy terrible a los ojos de Dios.

Una persona puede que use sus posesiones para su propia independencia y para la felicidad de otros. No se necesita una gran fortuna para hacer eso, porque una persona puede ser lo mismo de generosa con cien pesetas como con un millón. Uno no puede equivocarse mucho si usa sus posesiones para ver cuánta felicidad puede llevar a otros. Pablo recuerda un dicho de Jesús que se habría olvidado a no ser por él: «Es más bienaventurado el dar que el recibir» (Hch 20:35 ). Es una característica de Dios el dar; y, si en nuestras vidas apreciamos el dar por encima del recibir, usaremos lo que poseamos como es debido, sea mucho o poco.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— al dinero: El término griego utilizado por el evangelista sugiere considerar el dinero como una especie de poder personificado, en confrontación con Dios.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

NOTAS

(1) O: “Mammón”. Gr.: ma·mo·nái, dativo; J17,18,22(heb.): ham·ma·móhn, “el mammón”.

REFERENCIAS CRUZADAS

f 270 Luc 16:13; Rom 6:16; Stg 4:4

g 271 Mat 13:22; Luc 16:9

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

riquezas. Aquí Jesús se refiere a que el ir en busca de riquezas es una forma de esclavitud que no deja tiempo para adorar a Dios.

Fuente: La Biblia de las Américas

24 (1) Lit.,. servir, como esclavo.

24 (2) En el griego, ser fiel al uno y menospreciar al otro significa ser devoto de uno y estar en contra del otro.

24 (3) Lit. Mammon. Una palabra aramea que significa abundancia, riquezas. Mammon se opone a Dios, lo cual indica que la abundancia, o las riquezas, es el adversario de Dios, e impide que el pueblo de Dios le sirva a El.

24 (a) Luc 16:3

24 (b) Luc 16:9, Luc 16:11, Luc 16:13

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

riquezas. La palabra hebrea es «mamón», el dios del dinero.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

servir… Gr. douleúo = servir como o hacer oficio de esclavo → §273; Mamón… Personificación del poder de las riquezas → §156.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R573 El verbo compuesto ἀνθέξεται tiene un significado interesante: adherirse a, aferrarse a, agarrarse uno mismo de frente con.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Gr., mamonás

Fuente: La Biblia de las Américas

Gr. Mamona = dios del dinero. Personificación del poder de las riquezas g §156.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

§ Literalmente, “Mammón,” una transliteración de la palabra aramea que se usa para referirse al dios sirio del dinero y la riqueza.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento

»Nadie puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas.4

4. Gr. Mamón.

Fuente: Notas de la Biblia