Comentario de Mateo 9:27 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Mientras Jesús pasaba de allí, le siguieron dos ciegos clamando a gritos y diciendo: —¡Ten misericordia de nosotros, hijo de David!
9:27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! (título mesiánico, 2Sa 7:12-13; Mat 12:23; Mat 15:22; Mat 20:30; Mat 21:9; Mat 21:15). Los judíos bien sabían que el Mesías sería el hijo de David (22:42), y aun los ciegos se dieron cuenta de que Jesús de Nazaret era el Mesías, y así lo confesaron.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
dos ciegos. Mat 11:5; Mat 12:22; Mat 20:30; Mar 8:22, Mar 8:23; Mar 10:46; Luc 7:21; Jua 9:1.
Hijo de David. Mat 12:23; Mat 15:22; Mat 20:30, Mat 20:31; Mat 21:9, Mat 21:15; Mat 22:41-45; Mar 10:47, Mar 10:48; Mar 11:10; Mar 12:35-37; Luc 18:38, Luc 18:39; Luc 20:41; Jua 7:42; Rom 1:3; Rom 9:5.
Ten misericordia de nosotros. Mat 17:15; Mar 9:22; Luc 17:13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Mirad que nadie lo sepa: Jesús quería disuadir a las masas de venir a Él sólo para sanidad física, porque su propósito principal era la sanidad espiritual. La sanidad física servía simplemente para legitimar su calidad de Mesías prometido.
PERSPECTIVA
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Las plañideras
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En el mundo antiguo, se le pagaba a plañideras profesionales (Mat 9:23), generalmente mujeres, para que ayudaran a las familias en su expresión pública de dolor por la muerte de un ser querido. Estas componían poemas o cantos fúnebres alabando al fallecido, los cuales interpretaban acompañadas de una flauta o de otro instrumento para remover emocionalmente a la audiencia. Usualmente vestían una túnica de arpillera y esparcían polvo en el aire y sobre sus cabezas. Llorando, gimiendo y golpeándose el pecho, ellas creaban un inequívoco ambiente de quebranto. No había negación de la muerte ni un distanciarse de la pérdida.
Quizás Jesús estaba haciendo uso de la imagen de la plañidera profesional cuando habló de los que lloran, en el sermón del monte (Mat 5:4).
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Hijo de David. Cp. Mat 1:1; Mat 12:23; Mat 21:9-15. Un título mesiánico (vea la nota sobre Mat 1:1). Vea Mat 20:29-34 para un relato muy similar pero diferente.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
9:27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! (título mesiánico, 2Sa 7:12-13; Mat 12:23; Mat 15:22; Mat 20:30; Mat 21:9; Mat 21:15). Los judíos bien sabían que el Mesías sería el hijo de David (22:42), y aun los ciegos se dieron cuenta de que Jesús de Nazaret era el Mesías, y así lo confesaron.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA PRUEBA Y LA RECOMPENSA DE LA FE
Mateo 9:27-31
Cuando Jesús ya se iba de allí, dos ciegos Le fueron siguiendo y gritando:
-¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!
Cuando llegó Jesús a la casa, los ciegos se Le acercaron; y Jesús les dijo:
-¿Creéis que Yo puedo hacer esto?
-¡Sí, Señor! -Le contestaron.
Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo:
Que os suceda lo que habéis creído que podría hacer por vosotros.
Y recuperaron la vista.
Jesús les encargó muy en serio:
-Procurad que nadie se entere de esto.
Pero ellos fueron por todo el país hablando de Jesús.
La ceguera era -una dolencia angustiosamente corriente en Palestina. Procedía en parte del deslumbramiento que el sol oriental causaba a ojos sin protección, y en parte porque la gente no sabía nada de la importancia de la limpieza y la higiene. Particularmente las nubes de moscas sucias trasmitían infecciones que conducían a la pérdida de la vista.
El nombre que le dieron estos dos ciegos a Jesús fue Hijo de David. Cuando estudiamos los lugares en que se encuentra ese título en los evangelios encontramos que lo usó casi exclusivamente la multitud o personas que conocían a Jesús solamente, como si dijéramos, a distancia (Mt 15:22 ; Mt 20:30 s; Mr 10:47 ; Mr 12:35 ss). El término Hijo de David describe a Jesús según el concepto popular del Mesías. Los judíos llevaban ya siglos esperando al prometido libertador de la dinastía de David, el líder que no sólo les devolvería la libertad, sino que también los conduciría al poder y la gloria y la grandeza. Así era como estos ciegos consideraban a Jesús; veían en Él al obrador de maravillas que conduciría al pueblo a la libertad y a la conquista. Vinieron a Jesús con una idea muy inadecuada de Quién y de lo que era, y sin embargo Jesús los sanó. La manera como Jesús los trató es iluminadora.
(i) Está claro que no respondió a sus gritos inmediatamente. Jesús quería estar completamente seguro de que eran sinceros y querían en serio lo que Él pudiera darles. Podría muy bien ser que ellos hubieran adoptado un grito popular simplemente porque todos los demás estaban gritando y que, tan pronto como Jesús pasara, Le olvidaran completamente. Quería en primer lugar estar seguro de que la petición de ellos era genuina, y real su sentimiento de necesidad.
Después de todo tiene ventajas eso de ser mendigo; uno se libra de la responsabilidad de trabajar y de ganarse la vida.
Tiene ventajas el ser un inválido.
Hay personas que de hecho no quieren que se les rompan las cadenas. W. B. Yeats nos habla de Lionel Johnson, el poeta e investigador. Johnson era alcohólico. Tenía, como él decía, «un ansia que hacía clamar a cada átomo de su cuerpo.» Pero, cuando se le sugirió que se sometiera a un tratamiento para vencer esa ansia, su franca respuesta fue: » No quiero librarme de esto.»
No son pocos los que en lo más íntimo de su ser no les disgustan sus debilidades; y hay muchos que, si fueran sinceros, tendrían que decir que no quieren perder sus pecados. Jesús tenía que estar seguro antes de nada de que esos hombres deseaban sinceramente y en serio la sanidad que Él podía darles.
(ii) Es interesante observar que Jesús realmente obligó a estas personas a estar con Él a solas. Como no les contestó en las calles, tuvieron que acudir a Él en la casa. Es una ley de la vida espiritual que más tarde o más temprano uno tiene que enfrentarse con Jesús a solas. Está bien eso de hacer una decisión por Cristo en la marea emocional de alguna gran reunión; o en algún grupito cargado de poder espiritual. Pero después de estar con otros uno debe volver a casa y estar solo; después de estar en compañía uno debe volver al aislamiento esencial de toda alma humana; y lo que realmente importa no es lo que uno hace en la multitud, sino lo que hace cuando está a solas con Cristo. Jesús obligó a estos hombres a enfrentarse con Él a solas.
(iii) Jesús les hizo una sola pregunta: «¿Creéis que yo puedo hacer esto?» Lo único esencial para que se produzca un milagro es la fe. Aquí no hay nada misterioso ni teológico. Ningún médico puede curar a un enfermo que acuda a él con una actitud mental de absoluta desconfianza. Ninguna medicina le hará ningún bien a ninguna persona que piense que eso tendrá el mismo efecto que beberse un vaso de agua. El camino al milagro pasa por poner toda la vida de uno en las manos de Jesucristo y decir: «Yo sé que Tú puedes hacerme el que debo ser.»
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
— Hijo de David: Ver segunda nota a Mat 1:1.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Mat 1:1; Mat 12:23; Mat 15:22; Mat 20:30-31 y par.; Mat 21:9; Mat 21:15 y par.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Dos ciegos. Este breve relato tiene paralelo con 20:29-34. La apelación a Jesús como hijo de David, eso es, el Mesías, ocurre frecuentemente en los escritos de sanidad de Mat. Señala una fe que Jesús pone a prueba con su pregunta en el v. 28 y que sirve de base para su sanidad. La orden de mantener en silencio la sanidad (cf. 8:4) era mucho pedir: ¿Cómo se esconde la sanidad de un hombre ciego? Pero, aparentemente, éstos ni siquiera intentaron callarse. Hay una tensión inevitable entre el deseo de Jesús de evitar una publicidad inapropiada y el poderoso testimonio que ofrecían sus milagros acerca de quién era él (cf. 11:2-5).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
m 401 Mat 20:30
n 402 Mat 15:22; Mat 20:33; Heb 2:17
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
¡Hijo de David. Aunque físicamente ciegos, los dos hombres sabían que Jesús en verdad era el Mesías, por tanto tuvieron fe en El.
Fuente: La Biblia de las Américas
27 (1) La ceguera significa falta de visión interior, o sea, incapacidad para ver a Dios y las cosas relacionadas con El ( 2Co_4:4 ; Rev_3:18).
27 (2) En el reino milenario, es decir, en el tabernáculo de David restaurado ( Hch_15:16), el reino mesiánico, los judíos reconocerán a Cristo como Hijo de David, y serán sanados de su ceguera. Esto es tipificado por los dos ciegos que reconocen a Cristo como Hijo de David.
27 (a) vs.27-30:cfr. Mat_20:30-34 ; Mar_10:46-52 ; Luc_18:35-43 ; Jua_9:1-7
27 (b) Mat_1:1
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Al leer este pasaje se nota, en primer lugar, que algunas veces se encuentra fe firme en el Salvador donde menos se espera. ¿Quién hubiera pensado que dos ciegos llamarían al Señor «Hijo de David»? Ellos, por supuesto, no vieron los milagros que hizo, y solo lo conocían por el decir de las gentes. Mas, si bien tenían velados los ojos, la mente les fue iluminada, y así percibieron la verdad que los fariseos no alcanzaron á penetrar: conocieron que Jesús Nazareno era el Mesías, y que podía curarlos.
Ejemplos de esta clase nos demuestran que jamás debemos desconfiar de la salvación de alguna persona porque esté rodeada de circunstancias desfavorables para su alma. La vida religiosa no depende solo de las circunstancias externas. El Espíritu Santo puede conceder fe á los ignorantes, á los pobres y á los que viven privados de casi todos los medios de gracia. Sin el auxilio del Espíritu Santo el pecador puede comprender todas las doctrinas y vivir á la plena luz del Evangelio, mas no podrá sin ese auxilio obtener la salvación.
En el último día se presenciará un espectáculo sorprendente: muchos postreros serán primeros y primeros postreros. Mat 20:16.
Se advierte, en segundo lugar, que nuestro Señor Jesucristo presenció muchas enfermedades y padecimientos. Iba por todas las ciudades y aldeas haciendo obras de misericordia. Fue testigo ocular de todos los achaques á que la carne está sujeta; vio sufrimientos de toda especie, de todo linaje; y se asoció con enfermos do distintos clases. Ninguno era tan asqueroso que El no quisiese cuidarlo y aliviarlo: ninguno tan gravemente enfermo que no pudiese curarlo.
Este hecho es para el cristiano muy consolador. Todos estamos revestidos de cuerpos débiles y delicados. Acaso de un momento á otro se nos llame á velar al lado del lecho de un pariente ó de un amigo, y tendremos que presenciar sus padecimientos y agonías; ó acaso nosotros mismos seamos atacados de una grave enfermedad y tengamos que experimentar agudos dolores. Más cobremos ánimo con la idea de que Jesús es el amigo de los enfermos. Ese Sumo Sacerdote á quien es de nuestro deber acudir por el perdón y la paz, es tierno y compasivo para con los que padecen del cuerpo así como para los que sufren del alma. Los ojos del Rey de reyes muchas veces miraron con ternura á los enfermos. Felices los que confían, en El.
Es de notarse, en tercer lugar, cuan grande era el interés que sentía nuestro Señor por los que carecían de privilegios espirituales. Vio muchedumbres cuando estuvo en la tierra, que estaban dispersas como ovejas sin pastor, y se conmovió profundamente. Viéndolas abandonadas por los que estaban en el deber de instruirlas, y sumidas en la ignorancia, el desamparo y la degradación, apiadóse de ellas. Ese tierno corazón no podía permanecer impasible en presencia de tal espectáculo.
Ahora bien, ¿qué experimentamos nosotros cuando vemos otros semejantes? Hay millones de idólatras y paganos en la tierra; millones de mahometanos ilusos; millones de supersticiosos romanistas; millares de protestantes ignorantes cerca de nuestras puertas. ¿Nos afanamos por la felicidad de sus almas? ¿Los compadecemos por su carencia de privilegios espirituales? ¿Deseamos auxiliarlos? Preguntas son estas de la más seria importancia. El hombre que es indiferente á la conversión de los incrédulos no puede tener el espíritu de Jesucristo. 1 Cor. 2.16.
Es de observarse, por último, que á todos los cristianos que deseen el bien de los no convertidos, les incumbe un deber solemne. Están en el deber de orar que haya más hombres que se dediquen á la obra de convertir las almas. «Bogad pues,»dijo Jesús,» al Señor de la mies, que envíe obreros á su mies..
Si acostumbramos orar cumplamos escrupulosamente este precepto de nuestro Señor. Bueno es trabajar personalmente por el bien de las almas, bueno es también dar dinero; mas es todavía mejor orar, pues por medio de la oración propiciamos aquel Ser sin cuyo auxilio todo esfuerzo y todo gasto es estéril–el Espíritu Santo. Con el dinero se sostiene á los misioneros; las universidades instruyen; las congregaciones eligen; los obispos ordenan; mas tan solo el Espíritu Santo puede crear ministros del Evangelio, y hacer que los legos coadyuven en la cosecha espiritual. No olvidemos, pues, el deber de orar.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Lit. gritando y diciendo.