Comentario de Romanos 12:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

RESUMEN: El capítulo 11 termina la sección argumentativa de esta epístola. El tema es la salvación por la fe en el evangelio de Cristo (1:16,17) y la conclusión es que los que la buscan de esta manera la hallan y los que de otra manera, fallan (9:30-33). En vista de lo presentado en los primeros 11 capítulos, ahora comienza Pablo el 12 diciendo, “Así que…,” y siguen muchas lecciones prácticas basadas en la gran conclusión de lo anterior. Si Dios nos ha redimido, nos toca dedicarnos totalmente a El en sacrificio completo.

Los primeros 8 versículos tratan de deberes en particular, exhortando a los que tenían dones espirituales. Los demás versículos tratan de deberes generales.

12:1 — “os ruego por las misericordias de Dios.” La palabra “misericordias” se refiere a todo cuanto Dios ha hecho para el pecador por el evangelio. Cuando el hombre contempla lo que Dios ha hecho para él, debe querer entregarse a Dios en plena obediencia. La misericordia de Dios fue el tema central de Pablo en los capítulos anteriores.

— “presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo…” (Véanse 1Co 6:13; 1Co 6:19-20; Rom 6:13; Rom 6:19; Rom 8:11, comentario). Debe el cristiano usar su cuerpo en las cosas de la justicia, apartándose de la injusticia (pues “santo” quiere decir apartado para ser consagrado o dedicado a un uso especial). Compárese Efe 5:2.

— “vuestro culto racional.” (griego, latreia logike). La primera de las dos palabras significa “servicio” o “adoración,” y la segunda significa lo que es según la razón o alma, y de esto “espiritual.” Se encuentra logikos solamente aquí y en 1Pe 2:2 (logikon gala), la leche que alimenta al alma, y de esto “leche espiritual”). Pablo no está diciendo que, en vista de lo que ha hecho Dios para mí, ahora es razonable (aceptable) que yo le rinda culto. Dios es espíritu y le adoramos en espíritu y en verdad (Jua 4:24)). Presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio viva, etcétera, es un servicio o adoración espiritual. Es del corazón, del alma, de la mente.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

hermanos, os ruego. Rom 15:30; 1Co 1:10; 2Co 5:20; 2Co 6:1; 2Co 10:1; Efe 4:1; 1Ts 4:1, 1Ts 4:10; 1Ts 5:12; Heb 13:22.

por las misericordias de Dios. Rom 2:4; Rom 9:23; Rom 11:30, Rom 11:31; Sal 116:12; Luc 7:47; 2Co 4:1; 2Co 5:14, 2Co 5:15; Efe 2:4-10; Flp 2:1-5; Tit 3:4-8; 1Pe 2:10-12.

que presentéis vuestros cuerpos. Rom 6:13, Rom 6:16, Rom 6:19; Sal 50:13, Sal 50:14; 1Co 6:13-20; Flp 1:20; Heb 10:22.

en sacrificio vivo. Sal 69:30, Sal 69:31; Ose 14:2; 1Co 5:7, 1Co 5:8; 2Co 4:16; Flp 2:17; Heb 10:20-22; Heb 13:15, Heb 13:16; 1Pe 2:5.

santo y agradable a Dios. Rom 12:2; Rom 15:16; Sal 19:14; Isa 56:7; Jer 6:20; Efe 5:10; Flp 4:18; 1Ti 2:3; 1Ti 5:4; 1Pe 2:5, 1Pe 2:20.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Dios, Rom 12:1, Rom 12:2.

Ninguna persona debe pensar desmedidamente de sí mismo, Rom 12:3-5;

cada uno debe responder al llamado que ha recibido, Rom 12:6-8.

se requiere de nosotros amor y muchas otras cosas, Rom 12:9-18.

la venganza está enfáticamente prohibida, Rom 12:19-21.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La transformación hecha por Dios en el espíritu del creyente debe expresarse en la vida diaria. Las instrucciones prácticas en los capítulos Rom 12:1-21; Rom 13:1-14; Rom 14:1-23; Rom 15:1-13 se basan en la doctrina de la enseñanza de Pablo en Rom 1:18-32; Rom 2:1-29; Rom 3:1-31; Rom 4:1-25; Rom 5:1-21; Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39; Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36. La doctrina cristiana debe guiarse hacia la ética cristiana. En Rom 12:1Rom 12:2 está el mandamiento básico que se requiere del cristiano a la luz de todo lo que Dios ha hecho. El resto de esta sección describe cómo este mandamiento se lleva a cabo en las diferentes situaciones de la vida diaria.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Basado en la misericordia de Dios (Rom 9:11, Rom 9:15, Rom 9:16, Rom 9:18, Rom 9:23; Rom 11:30-32), Pablo suplica a los creyentes que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo; esto quiere decir que deben usar sus cuerpos para servir y obedecer a Dios (Rom 6:13). Tal entrega a Dios es más que un contraste con el sacrificio de un animal muerto, quiere decir una «vida nueva» (Rom 6:4).

santo significa apartado para el uso del Señor; agradable significa aceptable ante Él; racional indica que tal dádiva es la única reacción racional por todas las cosas buenas que Dios nos ha dado.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

VUESTROS CUERPOS EN SACRIFICIO VIVO. Los creyentes deben tener un deseo intenso de agradar a Dios con amor, devoción, adoración y santidad, y de ofrecer el cuerpo a su servicio.

(1) El mayor deseo de ellos debe ser el de llevar una vida de santidad y ser aceptados por Dios. Eso requiere que se separen del mundo y se acerquen más a Dios (v. Rom 12:2). Deben vivir para Dios, adorarlo, obedecerle, oponerse al pecado y abogar por la justicia, resistir y aborrecer el mal, hacer obras de caridad, imitar a Cristo, seguirlo, servirle, vivir según el Espíritu y ser llenos del Espíritu.

(2) Deben presentar el cuerpo a Dios como muertos al pecado y como templo del Espíritu Santo (véase la nota que sigue; cf. 1Co 6:15; 1Co 6:19).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

II. Exigencias Morales de la Justificación, 12:1-15:13.

Lo que debe ser la vida del cristiano, 12:1-2.
1 Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, éste es vuestro culto racional. 2 Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que es agradable, lo que es perfecto.

Comienza aquí la parte moral o exhortatoria de la carta, con una serie de consejos y avisos para los cristianos de Roma en su vida diaria. Es de notar el enlace con la anterior parte dogmática mediante la partícula viva “pues” (oüv), dato importante que conviene hacer resaltar, pues ello es prueba de que para San Pablo, lo mismo que para Santiago (cf. Stg 2:14-17), la fe de que tanto ha venido hablando (cf. 1:16-17; 3:22; 4:5; 5:1; 9:30; 10:4) no es una fe muerta, sino una fe que está exigiendo las obras de las virtudes cristianas. También es de notar la expresión “por la misericordia de Dios” (v.1) como dando a entender que las exhortaciones que van a seguir son como una respuesta a la misericordia divina, que se ha manifestado en el Evangelio.
Esta primera perícopa (v.1-2) es todo un programa de vida espiritual. El Apóstol trata de inculcarnos que nuestro culto a Dios no ha de consistir en ofrecerle sacrificios de animales, como en la Ley mosaica y también entre los paganos, sino en “ofrecerle nuestros cuerpos como hostia viva y santa,” viviendo, no conforme a los criterios del mundo, sino renovados interiormente, a fin de discernir la voluntad de Dios sobre nosotros, es a saber, lo que es bueno (το ayaóv), lo que le agrada (ευάρεστον), lo que es perfecto (τέ-λειον). Hace, pues, una como interpretación litúrgica de nuestros deberes de cristianos.
Sería una interpretación demasiado restringida considerar ese “ofrecer a Dios nuestros cuerpos” simplemente como una exhortación a la pureza, igual que en 1Co 6:13; se trata de algo mucho más general, y su interpretación nos la da el v.2, con esa exigencia de “renovación de la mente,” que viene a equivaler a un despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo, vivificados por la vida misma de Cristo y de su Espíritu (cf. 6:2-13; 8:1-8). Con eso nos convertimos en hostia viva, santa y agradable, términos escogidos al trasluz de los sacrificios mosaicos (cf. Lev 22:19-24; Mal 1:8), cuyas condiciones deben cumplirse de modo mucho más perfecto en este nuevo culto cristiano, consistente en una vida de acciones buenas y santas. A este culto llama San Pablo “culto racional” (λογική λατρεία), quizás porque es un culto que atañe a la razón, es decir, no reducido a ceremonias externas, sino conforme lo pide la naturaleza racional del ser humano y conforme Dios había manifestado que lo quería (cf. Isa 1:11-17; ! Sam 15.22; Ose 6:6; Miq 6:6-8; Jer 7:21-23; Sal 40:7-9; Pro 21:3). La idea, pues, de considerar la vida auténticamente religiosa como un culto espiritual no es una innovación de San Pablo, pues vemos que es lo que principalmente pide ya Dios en el Antiguo Testamento. De nada valen los sacrificios y culto externo si falla eso.

Cada cristiano debe sentir modestamente de sí, contentándose con la función que le haya sido asignada en la comunidad,Pro 12:3-8.
3 Por la gracia que me ha sido dada, os encargo a cada uno de vosotros no sentir de sí por encima de lo que conviene sentir, sino sentir modestamente, cada uno según la medida de fe que Dios le repartió. 4 Pues a la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. 6 Pues tenemos dones diferentes, según la gracia que nos fue dada: ya sea la profecía, según la medida de la fe; 7 ya sea el ministerio para servir; el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, para exhortar; el que da, con sencillez; quien preside, presida con solicitud; quien practica la misericordia, hágalo con alegría.

Doctrina de gran importancia en la vida práctica esta que aquí inculca San Pablo a los cristianos de Roma, Es como la primera aplicación de esa “renovación de la mente,” a que aludió en la perícopa anterior (cf. v.2). La idea central está indicada en el v.3, encargando a todos, uno por uno, que ninguno se tenga en más de lo que se debe tener, sino que sienta modestamente de sí, según la medida de fe que Dios le ha concedido. En el texto griego original hay un hermoso juego de palabras imposible de traducir: μη ύπερφρονεΐν παρ’ δ δει φρονεϊν, αλλά φρονεΐν εις το σωφρονεΐν. Y para dar más autoridad a su amonestación, San Pablo invoca su condición de apóstol, diciendo que les hace ese encargo en virtud de “la gracia que le ha sido dada” (cf,Pro 15:15; 1Co 3:10; Gal 2:9). Es posible que el recuerdo de los recientes disturbios de la iglesia de Corinto (cf. 1Co 3:3; 1Co 14:12-40), lugar desde donde escribe la carta a los Romanos, esté todavía bullendo en su mente y sea como el motivo u ocasión próxima de que comience por esta recomendación. Con la expresión “medida de fe” no alude el Apóstol a la fe como tal, en cuanto asentimiento a la verdad divina, sino a las consecuencias o fruto de esa fe, es decir, a los dones o carismas que Dios reparte de modo vario a los fieles junto con la fe, mirando a la determinada función que cada uno debe desempeñar en la Iglesia (cf. v.6; Efe 4:7). Dicho de otra manera: aunque la fe por razón de su principio es la misma en todos y en todos transforma la orientación de su vida, cada uno está llamado a prolongar la acción de Cristo en la medida que le conviene y que depende a la vez de sus aptitudes personales y del bien del grupo de que hace parte.
En los v.4-8 no hace sino aclarar más y recalcar la anterior recomendación. Comienza valiéndose de una imagen sumamente expresiva, es a saber, la imagen del cuerpo humano que, siendo uno solo, tiene gran variedad de miembros, cada uno con su función, y todos al servicio unos de otros. Mas notemos bien que San Pablo no considera esto como pura imagen de lo que debe suceder entre los cristianos, pues no dice simplemente que debemos comportarnos a la manera de los miembros de un cuerpo, sino que dice: .”. así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo.” Se trata, pues, de algo que es profunda realidad, aunque tenga cierta analogía con lo que sucede en el cuerpo humano. Esa profunda realidad, aquí brevemente aludida y que sirve de base a la recomendación del Apóstol, no es otra cosa que la doctrina de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, de que habla también en otras de sus cartas, particularmente en las de la cautividad 121.
Concretando más, San Pablo hace referencia a diversas funciones o actividades dentro de la Iglesia, para cuyo fiel desempeño Dios reparte libremente sus “dones” (χαρίσματα) entre los fieles, mirando al bien de la comunidad (v.6-8). Estos dones o carismas, de que el Apóstol habla también en otras ocasiones (cf. 1Co 12:8-10; 1Co 12:28-30; Efe 4:11), no deben concebirse como algo extraordinario y pasajero, propio de los comienzos de la Iglesia, conforme ha sido opinión bastante corriente, sino como algo estable que durará mientras dure la Iglesia. Sobre la naturaleza y función de esos “carismas” hablaremos luego más en detalle en la introducción a la carta primera a los Corintios.
Qué se haya de entender por cada uno de los carismas señalados por el Apóstol, no es fácil de determinar. En este pasaje de la carta a los Romanos da siete nombres; dos abstractos: “profecía-ministerio,” y cinco concretos: “el que enseña-exhortada-preside-practica misericordia.” En los lugares poco ha indicados de Corintios y Efesios, junto a nombres coincidentes con éstos de Romanos, hay otros que difieren. Ello prueba que en ninguno de los pasajes San Pablo intenta darnos una lista completa de carismas, sino que señala algunos principales que más interesaban a su propósito. Por lo que atañe concretamente a estos siete nombres de la carta a los Romanos, he aquí su significación más probable: profecía, don en orden a la predicación del mensaje evangélico, bajo el impulso e iluminación del Espíritu (cf. Hec 13:1; 1Co 14:24-25); ministerio, don de significado difícil de precisar, pero que probablemente es de carácter genérico (cf. 11:13; 15:31), englobando las cinco funciones o servicios que se enumeran a continuación: ministerio de la enseñanza, don para instruir convenientemente en las verdades de la fe, oficio propio del “doctor,” que suele venir a continuación de “apóstoles” y “profetas” (cf. Hec 13:1; 1Co 12:29); ministerio de la exhortación, don para llegar fácilmente al corazón de los demás con palabras apropiadas, aun teniendo menos instrucción que el “profeta” y el “doctor”; ministerio de la limosna, don que estimula a dar de los propios bienes y hacerlo con sencillez, buscando ayudar al prójimo y no otros motivos inconfesables, v.gr., el figurar en las listas de suscripciones; ministerio de gobierno, don para que los que están al frente de las varias obras de la comunidad lo hagan con celo y diligencia; ministerio de la práctica de la misericordia, don para atender con suavidad y buenas maneras al cuidado de enfermos, peregrinos, esclavos, etc.

Consejos de vida cristiana, centrados en la práctica de la caridad,1Co 12:9-21.
9 Vuestra caridad sea sincera, aborreciendo el mal, adhiriéndoos al bien,10 amándoos los unos a los otros con amor fraternal, honrándoos a porfía unos a otros. n Sed diligentes sin flojedad, fervorosos de espíritu, como quienes sirven al Señor. 12 Vivid alegres con la esperanza, pacientes en la tribulación, perseverantes en la oración; 13 subvenid a las necesidades de los santos, sed solícitos en la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis. 15 Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. 16 Sed unánimes entre vosotros, no seáis altivos, mas allanaos a los humildes. No seáis prudentes a vuestros propios ojos. 17 No volváis mal por mal, procurad lo bueno a los ojos de todos los hombres. 18 A ser posible y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos. 19 No os toméis la justicia por vosotros mismos, amadísimos, antes dad lugar a la ira (de Dios); pues escrito está: “A mí la venganza, yo haré justicia, dice el Señor.” 20 Por lo contrario, “si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; que haciendo así amontonáis carbones encendidos sobre su cabeza.” 21 No te dejes vencer del mal, antes vence al mal con el bien.

Con esta larga serie de avisos de carácter moral, centrados en la caridad, San Pablo nos da claramente a entender el gran papel de esta virtud en la vida cristiana (cf. 1Co 13:1-13). Los avisos se suceden rápidamente y, a lo que parece, sin un orden lógico determinado; quizás podamos hacer distinción entre los v.9-13, aludiendo al ejercicio de la caridad entre los cristianos, y los v.14-21, extendiendo ese horizonte a todos los hombres, incluso a los enemigos y perseguidores.
Comienza San Pablo con una recomendación de carácter general, manifestando que la caridad (ή αγάπη) debe ser sincera (ανυπόκριτος), es decir, sin simulación ni fingimiento, cual suelen hacer los actores en escena (v.9; cf. 1Jn 3:16-18). Insiste luego en varios aspectos particulares, entre los que podemos destacar el de fraternidad, como hijos de un mismo Padre celestial y miembros de un mismo Cuerpo místico; el de alegría, con la esperanza del cielo (cf. 5:2; 8:18), y el de hospitalidad, recibiendo solícitamente a todos los “santos” (cf. 1:17) que necesiten refugio (v. 10-13).
A continuación, aunque entremezclando otros, insiste sobre todo en el concepto del amor a los enemigos (v. 14-21), cosa que había hecho ya claramente también Jesucristo (cf. Mat 5:39.44). Con razón se ha hecho notar, comentando este pasaje, la actitud tan diferente de los judíos, quienes pocos años más tarde, a fines del siglo i, introducen en su plegaria oficial Semoné esré estas palabras de maldición contra los cristianos: “Que no haya esperanza para los apóstatas.., que los nazarenos perezcan prontamente y los herejes sean borrados del libro de los vivos.” San Pablo, a fin de recalcar más la idea de que no busquemos por nosotros mismos la justicia contra las injurias, sino que lo dejemos en manos del Señor, que la hará a su tiempo, busca apoyo en la Sagrada Escritura, citando (v. 19-20) una frase de Deu 32:35 y otra de Pro 25:21-22. La expresión “amontonar carbones encendidos sobre la cabeza del enemigo” no es clara. Su sentido, como pide el v.21, parece ser el de que, perdonando sus injurias y devolviendo bien por mal, produciremos en él sentimientos de vergüenza y remordimiento, que le obligarán a cambiar de conducta. La imagen quizás esté tomada de los asedios de ciudades, cuando se arrojaban sobre los asaltantes fuego y aceite hirviendo. Lo que aquí dice San Pablo, de que el cristiano no debe tomar la justicia por sí mismo, sino dejarla a Dios (v.19), ha de entenderse del cristiano como persona privada, no del cristiano constituido en autoridad, que tiene el deber de reprimir el mal (cf. 13:4). Ese aspecto San Pablo aquí no lo considera. E incluso como persona privada, el cristiano puede, y a veces convendrá hacerlo, apelar y defenderse ante los tribunales; pero lo que nunca le será lícito es hacerlo con espíritu de venganza personal, secundando la reacción de la “carne.” Es lo que directamente quiere decir San Pablo.

Fuente: Biblia Comentada

Así que. Esto se refiere a la última frase de su doxología de alabanza en Rom 11:36. Puesto que todas las cosas son para su gloria, debemos responder con el ofrecimiento de nosotros mismos para tal fin supremo. os ruego. Esta palabra griega se deriva de una raíz que puede significar «ponerse al lado para ayudar». Jesús empleó una palabra relacionada que se traduce con frecuencia «Consolador», en referencia al Espíritu Santo (Jua 14:16; Jua 14:26; Jua 15:26; Jua 16:7). Este grupo de palabras similares llegó a connotar todo lo relacionado con exhortar, animar o aconsejar. Pablo hablaba como un consejero a sus lectores, pero su consejo tenía todo el peso de su autoridad apostólica. misericordias de Dios. Las gracias divinas gratuitas y extravagantes que Pablo expuso en los primeros once capítulos, que incluyen el amor de Dios (Rom 1:7; cp. Rom 5:5; Rom 8:35; Rom 8:39), su gracia (Rom 1:6-7; Rom 3:24; Rom 5:2; Rom 5:20-21; Rom 6:15), su justicia (Rom 1:17; Rom 3:21-22; Rom 4:5-6; Rom 4:22-24; Rom 5:17; Rom 5:19) y el don de la fe (Rom 1:5; Rom 1:17; Rom 3:22; Rom 3:26; Rom 4:5; Rom 4:13; Rom 5:1; Rom 10:17; Rom 12:3). presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo. Bajo el antiguo pacto, Dios aceptó los sacrificios de animales muertos, pero a causa del sacrificio supremo de Cristo, los sacrificios del AT carecen de efecto en absoluto (Heb 9:11-12). Para quienes están en Cristo, el único culto aceptable de adoración consiste en ofrecerse a sí mismos por completo al Señor. Bajo el control de Dios, el cuerpo del creyente que todavía no ha sido redimido (vea la nota sobre Rom 6:6 ; Rom 6:12 ; Rom 7:5; cp. Rom 8:11; Rom 8:23) puede y debe ser entregado a Él como un instrumento de justicia y rectitud (Rom 6:12-13; cp. Rom 8:11-13). culto racional. «Racional» se deriva de la palabra griega que significa «lógica». A la luz de todas las riquezas espirituales que disfruta el creyente como fruto de las misericordias abundantes de Dios (Rom 11:33; Rom 11:36), la conclusión lógica es que ellos deben a Dios su servicio más consagrado y abnegado. Aquí se da a entender la idea de un servicio sacerdotal y espiritual que era parte integral de la adoración en el AT.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

En estos últimos cinco capítulos, Pablo explica en gran detalle cómo los creyentes deben vivir en la práctica las verdades teológicas profundas de los primeros once capítulos. En su gracia, Dios ha dado tanto a los creyentes que Pablo los exhorta a responder con agradecimiento en obediencia.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

RESUMEN: El capítulo 11 termina la sección argumentativa de esta epístola. El tema es la salvación por la fe en el evangelio de Cristo (1:16,17) y la conclusión es que los que la buscan de esta manera la hallan y los que de otra manera, fallan (9:30-33). En vista de lo presentado en los primeros 11 capítulos, ahora comienza Pablo el 12 diciendo, “Así que…,” y siguen muchas lecciones prácticas basadas en la gran conclusión de lo anterior. Si Dios nos ha redimido, nos toca dedicarnos totalmente a El en sacrificio completo.
Los primeros 8 versículos tratan de deberes en particular, exhortando a los que tenían dones espirituales. Los demás versículos tratan de deberes generales.

12:1– “os ruego por las misericordias de Dios.” La palabra “misericordias” se refiere a todo cuanto Dios ha hecho para el pecador por el evangelio. Cuando el hombre contempla lo que Dios ha hecho para él, debe querer entregarse a Dios en plena obediencia. La misericordia de Dios fue el tema central de Pablo en los capítulos anteriores.
–“presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo…” (Véanse 1Co 6:13; 1Co 6:19-20; Rom 6:13; Rom 6:19; Rom 8:11, comentario). Debe el cristiano usar su cuerpo en las cosas de la justicia, apartándose de la injusticia (pues “santo” quiere decir apartado para ser consagrado o dedicado a un uso especial). Compárese Efe 5:2.
–“vuestro culto racional.” (griego, latreia logike). La primera de las dos palabras significa “servicio” o “adoración,” y la segunda significa lo que es según la razón o alma, y de esto “espiritual.” Se encuentra logikos solamente aquí y en 1Pe 2:2 (logikon gala), la leche que alimenta al alma, y de esto “leche espiritual”). Pablo no está diciendo que, en vista de lo que ha hecho Dios para mí, ahora es razonable (aceptable) que yo le rinda culto. Dios es espíritu y le adoramos en espíritu y en verdad (Jua 4:24)). Presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio viva, etcétera, es un servicio o adoración espiritual. Es del corazón, del alma, de la mente.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL CULTO VERDADERO Y EL CAMBIO ESENCIAL

Romanos 12:1, 2

Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que Le presentéis vuestro cuerpo como un sacrificio vivo y santo que Le sea agradable; porque esta es la única clase de culto que es verdaderamente espiritual. Y que no amoldéis vuestra vida alas caprichosas modas de este mundo; sino transformaos independientemente de él; es decir, por medio de la renovación de vuestra mentalidad, hasta que experimentéis una verdadera transformación en la misma esencia de vuestro ser; para que, en vuestra propia vida, comprobéis que la voluntad de Dios es buena, y agradable, y perfecta.

Aquí tenemos a Pablo siguiendo su esquema habitual de escribir a sus amigos: siempre termina sus cartas con consejos prácticos. Su mente se zambulle en el infinito, pero nunca se pierde en él; siempre termina con los pies firmemente plantados en la tierra. Puede debatirse con los problemas más profundos de la teología; pero siempre acaba con las demandas éticas que gobiernan la vida de todo el mundo.
«Presentadle a Dios vuestro cuerpo» -dice. No hay exigencia más característicamente cristiana. Ya hemos visto que eso es lo que nunca diría un griego. Para él, lo que importaba era el espíritu; el cuerpo no era más que una prisión, algo despreciable y vergonzoso. Pero el cristiano sabe que su cuerpo pertenece a Dios tanto como su alma, y que puede servir a Dios tanto con su cuerpo como con su mente o su espíritu.

El cuerpo es el templo del Espíritu Santo y el instrumento con el que hace Su obra. Después de todo, el gran hecho de la Encarnación quiere decir básicamente que Dios no desdeñó asumir un cuerpo humano, vivir en él y obrar por medio de él. Tomad el caso de una iglesia o catedral: se construye para dar culto a Dios; pero tiene que diseñarla la mente de un arquitecto; tienen que construirla obreros y artesanos, y sólo entonces llega a ser un templo en el que la gente se reúne para dar culto a Dios. Es un producto de la mente y del cuerpo y del espíritu del hombre.

Dice Pablo: «Tomad todas las tareas que tenéis que hacer todos los días: el trabajo ordinario de la tienda, la fábrica, los astilleros, la mina… y ofrecédselo a Dios como un acto de culto.» La palabra del versículo 1 que hemos traducido por culto con la versión Reina-Valera tiene una historia interesante. Es latreía, el nombre correspondiente al verbo latréuein. En su origen, latréuein quería decir trabajar por la paga o el sueldo. Era la palabra que se usaba para un trabajador que daba su tiempo y esfuerzo a un contratista a cambio de un salario. No era el trabajo de un esclavo, sino una actividad voluntaria. De ahí pasó a significar servir en general; pero también aquello a lo que una persona dedica toda su vida. Por ejemplo: de un artista se decía que estaba latréuein kallei, que quiere decir dedicar la vida al servicio de la belleza. En ese sentido ya se acercaba al de dedicarse o dedicar la vida. Por último, llegó a ser la palabra característica del servicio de los dioses. En la Biblia siempre se refiere al servicio y al culto a Dios.

Aquí tenemos un hecho muy significativo: el verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestro cuerpo y todo lo que hacemos con él todos los días. El verdadero culto a Dios no es ofrecerle una liturgia, por muy noble que sea, o un ritual, ni siquiera el más solemne. El verdadero culto es ofrecerle a Dios nuestra vida cotidiana; no algo que hay que hacer en la iglesia, sino algo que ve todo el mundo, porque somos el templo del Dios vivo. Uno puede que diga: «Voy a la iglesia a dar culto a Dios»; pero debería también decir: «Voy a la fábrica, la tienda, la oficina, la escuela, el garaje, la mina, el astillero, el campo, el jardín o la cocina, a dar culto a Dios.» Esto no quiere decir precisamente estar cantando himnos o pensando en Dios o » dando testimonio» mientras se trabaja, lo cual tal vez nos restaría concentración en lo que estamos haciendo; sino hacer lo que se espera de nosotros lo mejor posible, como si fuera -¡como que es!- para la gloria de Dios.

Esto, sigue diciendo Pablo, exige un cambio radical. No debemos adoptar las formas del mundo; sino transformarnos, es decir, adquirir una nueva manera de vivir. Para expresar esta verdad Pablo usa dos palabras griegas casi intraducibles, que requieren frases para transmitir su sentido. La palabra que usa para amoldarnos al mundo es sysjématízesthai, de la raíz sjéma -de donde viene la palabra española y casi internacional esquema-, que quiere decir forma exterior que cambia de año en año y casi de día en día. El sjéma de una persona no es el mismo cuando tiene 17 años que cuando tiene 70; ni cuando sale del trabajo que cuando está de fiesta. Está cambiando constantemente. Por eso dice Pablo: «No tratéis de estar siempre a tono con todas las modas de este mundo; no seáis «camaleones», tomando siempre el color del ambiente.»

La palabra que usa para transformaos de una manera distinta a la del mundo es metamorfústhai, de la raíz morfé, que quiere decir la naturaleza esencial e inalterable de algo. Una persona no tiene el mismo sjéma a los 17 que a los 70 años, pero sí la misma morfé; con el mono no tiene el mismo sjéma que vestido de ceremonia, pero tiene la misma morfé; cambia su aspecto exterior, pero sigue siendo la misma persona. Así, dice Pablo, para dar culto y servir a Dios tenemos que experimentar un cambio, no de aspecto, sino de personalidad. ¿En qué consiste ese cambio? Pablo diría que, por nosotros mismos, vivimos kata sarka, dominados por la naturaleza humana en su nivel más bajo; en Cristo vivimos kata Jriston o kata Pneuma, bajo el control de Cristo o del Espíritu. El cristiano es una persona que ha cambiado en su esencia: ahora vive, no una vida egocéntrica, sino Cristocéntrica.

Esto debe ocurrir, dice Pablo, por la renovación de la men- talidad. La palabra que usa para renovación es anakainósis. En griego hay dos palabras para nuevo: neós y kainós. Neós se refiere al tiempo, y kainós al carácter y la naturaleza. Un lápiz recién fabricado es neós; pero una persona que era antes pecadora y ahora está llegando a ser santa es kainós. Cuando Cristo entra en la vida de un hombre, éste es un nuevo hombre; tiene una mentalidad diferente, porque tiene la mente de Cristo.

Cuando Cristo llega a ser el centro de nuestra vida es cuando podemos presentarle a Dios el culto verdadero, que consiste en ofrecerle cada momento y cada acción.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 12

Parte cuarta

LA CONDUCTA CRISTIANA 12,1-15,13

La última parte de la carta a los romanos, conocida como parte parenética, expone con indicaciones concretas las exigencias que la justicia revelada de Dios plantea a los creyentes. Tampoco aquí se olvida el tema central de la carta. No se puede vivir como un justificado por Dios, si no se practica la caridad. La práctica cristiana del amor, que define todos los campos individuales y sociales de la vida, es por lo mismo algo irrenunciable de parte de la fe que justifica. Dentro de las exigencias siempre cambiantes de la vida humana, ese amor llega incluso a convertirse en una demostración externa y palpable del poder de Dios. Los problemas éticos concretos, que Pablo trata en estos capítulos, están integrados en conjunto en este amplio contexto de una práctica del amor ordenada por la escatología. Especialmente en los capítulos 14 y 15 las cuestiones concretas de la vida comunitaria de los distintos miembros ocupan el primer plano en la única Iglesia de Cristo.

I. LA VIDA CRISTIANA COMO SERVICIO (12,1-13,14)

1. EL VERDADERO SERVICIO DE DIOS (Rm/12/01-02)

1 Por lo tanto, hermanos, os exhorto por la misericordia de Dios a que ofrezcáis vuestros propios cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; sea éste vuestro culto espiritual. 2 No os amoldéis a las normas del mundo presente, sino procurad transformaros por la renovación de la mente, a fin de que logréis discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto.

Estos dos versículos son como una especie de epígrafe a la parte que sigue (c. 12-15). Dan la orientación en la que hay que entender y valorar las exhortaciones concretas que siguen. En ellas se expresan los dos elementos fundamentales para la realización de la existencia cristiana:

1º. la existencia cristiana tiene que cumplirse en el ofrecimiento de los «cuerpos» como «sacrificio viviente» y como «culto espiritual» de Dios;

2º. la existencia cristiana tiene que contar con el «mundo presente»; lo que quiere decir que el cristiano debe guardarse de cualquier acomodación al «esquema» de este mundo que pasa.

Por otra parte, esto significa que debe transformarse en un proceso continuo de la renovación del espíritu, con lo que será capaz de conocer la voluntad de Dios. Si bien se mira, el doble contenido parcial de esta primera exhortación introductoria, está relacionado con el mundo. La exhortación del Apóstol es algo muy distinto del encarecimiento moral y apremiante en unas determinadas normas y reglas de conducta. Como Apóstol, exhorta «por las misericordias de Dios». Por lo que en sus palabras es Dios mismo quien habla con su misericordia. De ahí que la amonestación del Apóstol tenga un carácter de Evangelio; es consuelo, edificación y aliento para los cristianos, al tiempo que una exigencia obligatoria para los mismos.

Pablo clama por un culto-corporal. El cuerpo no es aquí sólo la parte física del hombre, como contrapuesta al alma, sino el campo material en un sentido amplio dentro del cual presta el hombre su servicio. La existencia cristiana se realiza así en una existencia para Dios y en una existencia para los otros, aspecto este último que está esencialmente inserto en el primero. La realización de sí mismo por parte del cristiano acontece paradójicamente en la enajenación en el servicio, entendido este servicio en un sentido profundo y radical. Tal es la perspectiva en la que puede hablarse de un «sacrificio» de los cristianos. Aquí no se trata en realidad de un nuevo culto que ocupe el puesto del viejo culto anticuado. Pablo se sirve de las expresiones e imágenes de la tradición cúltica del Antiguo Testamento para exponer con ellas algo realmente nuevo como es el tema del Evangelio.

Este culto corpóreo de la vida cristiana se caracteriza por ser, al mismo tiempo un «culto espiritual». Lo que esta expresión entraña debe entenderse a partir de la crítica, que, en su tiempo, ejercían los judíos helenistas cultos sobre la práctica litúrgica externa y proyectada al exterior, que contemplaban por igual en el judaísmo y en la gentilidad. Pero, en este pasaje, Pablo no introduce, en la expresión que emplea, el mismo tipo de interiorización y espiritualización que correspondería a un culto divino descubierto antes. Para él el auténtico «culto espiritual» consiste precisamente en la ofrenda de los cuerpos, lo cual suponer en resumen, que el cristiano, en una forma adecuada y «agradable a Dios», se sirve del mundo en que como «cuerpo» se halla.

Si en el v. 1 el objeto de la exhortación lo constituye la entrega total del hombre a Dios, y las relaciones cristianas del hombre con el mundo, anejas a dicha entrega, en el v. 2 cobra mayor relieve el tono de la exhortación. Los cristianos no deben amoldarse «a las normas del presente». En cuanto justificado, el cristiano ha sido arrancado de raíz al «mundo presente», es decir, al viejo mundo sometido a la soberanía del pecado. Pese a lo cual, debe precaverse contra el mundo. Esta es una idea que resuena ya en los capítulos 6-8. Pero sería peligroso definir la conducta mundana del cristiano sólo desde el punto de vista de esta amonestación. El propio Pablo deja entrever en estos versículos un enfoque distinto. La vida cristiana no se realiza con abstenerse «del mundo presente», con una tendencia puramente negativa, sino con la transformación positiva de uno mismo, con la «renovación de la mente».

La renovación de la mente no sólo se cumple en el conocimiento cristiano de sí mismo, realizado aquí y allá, una y otra vez, sino en la escucha y atención tensa y constante a la novedad que Cristo ha puesto en marcha como una nueva creación 44; en una escucha que me capacita ahora para aprobar y juzgar lo que es la voluntad de Dios en el desarrollo concreto de la vida, en el que siempre tiene que cumplirse lo que es «bueno» y «perfecto». Pero el bien que debe hacerse no se deja conocer y valorar por una norma establecida, sino que mi acción y mi conducta se demuestra justamente como buena cuando con la «renovación» de mi espíritu comprendo aquí y ahora la voluntad de Dios y respondo a ella con la obediencia.

Aquí se echa de ver con singular claridad que esa obediencia de vida en la que nos acomodamos a la voluntad de Dios y no a los deseos «del mundo presente» no se realiza al margen del mundo, sino justamente en este mundo y a través del mundo. Eso, a su vez, pone de relieve que el cristiano todavía no ha alcanzado plenamente el mundo de Dios de modo que deba postergar las condiciones concretas de vida que encuentra en este mundo, sino que debe aceptar este mundo concreto -lo que forma parte de su obediencia de vida-, y que se halla en un tránsito constante, que en medio de este mundo y junto con este mundo le conduce a la nueva creación, la cual ya le ha sido otorgada como gracia en Cristo. El Apóstol no clama por una salida del mundo, sino por un tránsito escatológico a través de este mundo hasta el mundo de Dios, en el que siempre hay lugar para la creación llamada a la salvación, que hemos de llevar con nosotros y que personalmente hemos de representar en medio de dicho tránsito.

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44. Ga 6.15; 2Co 5:17.

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2. DIVERSIDAD DE DONES Y DIVERSIDAD DE SERVICIOS (Rm/12/03-08)

3 En virtud de la gracia que me ha sido otorgada, digo, pues, a cada uno de vosotros que nadie tenga de sí mismo estimación superior a la que debe tener, sino que se estime con moderación, según la medida de fe que Dios concedió a cada uno.

Las exhortaciones que el Apóstol ha de hacer en los versículos siguientes, las hace en virtud de la gracia que le ha sido otorgada. El exhortar a las comunidades es algo que pertenece a su ministerio apostólico. De ahí que cuanto dice a la comunidad con vistas a su conducta práctica tenga carácter oficial; su obligatoriedad deriva de la gracia de Dios que llama y por la que Pablo se ha dejado captar para el servicio. Es la gracia con la que Dios se vuelve misericordiosamente hacia los hombres (cf. v. 1) y que ahora, mediante la exhortación del Apóstol a la comunidad, alcanza su efecto.

Se amonesta a la comunidad a no tener de sí mismo estimación superior a la que se debe, lo que -en una formulación positiva- equivale a estimarse con moderación, a pensar de un modo sensato. Mas ¿hacia dónde apunta en definitiva esa moderación a que se exhorta? Hay que reconocer evidentemente que Pablo repite y utiliza aquí una palabra clave con un estilo retórico. Por lo que hace al contenido, esta amonestación introductoria logrará todo su alcance en los versículos siguientes. Como quiera que sea, en el v. 3, menciona la «medida» de la fe que Dios «concedió» a cada uno. Pero ¿hasta qué punto se mide y se concede la fe? O ¿hay que hablar aquí más bien de una medida aplicada a los dones de la gracia, cuya aplicación está condicionada por la fe? En favor de esta última interpretación hablan los versículos siguientes. Pero lo que Pablo quiere poner especialmente de relieve es la moderación de la fe frente a todos los peligros de los entusiasmos espiritualistas y de la sobrestima de los cristianos.

4 Porque, así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero ninguno de éstos tiene idéntica función, 5 así nosotros, aun siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero, por lo que a cada uno respecta, los unos somos miembros de los otros.

Al exhortar a la moderación se trata de las relaciones de los «miembros» entre sí. La imagen de un solo cuerpo con muchos miembros la ha utilizado ya Pablo en un contexto parecido, en el capítulo 12 de la primera carta a los Corintios. Era una imagen a la que recurría espontáneamente cuanto quería hablar de la comunidad y de la vinculación de sus miembros entre sí. Por lo demás, dentro de la misma imagen puede cargar el acento en distintos puntos de vista. Mientras que en la comunidad de Corinto le interesaba sobre todo subrayar la unidad de la Iglesia en medio de la multiplicidad de los carismas, aquí quiere evidentemente poner de relieve la moderación de los miembros de la comunidad. Ahí apunta ya la exhortación del v. 3 a la modestia. Aun reconociendo los dones de gracia que cada uno tiene dentro de la comunidad y en favor de la misma, lo que cuenta es que tales carismas no se utilicen en forma desmedida. Lo que importa, pues, es salir al encuentro del peligro que supone la espiritual y espiritualista complacencia en sí mismos de los miembros de la comunidad. Y es que tal conducta no estaría realmente influida por la fe en Jesucristo.

6 Y teniendo como tenemos dones que difieren según la gracia que nos ha sido otorgada, si uno tiene el don de profecía, ejercítelo de acuerdo con la fe; 7 si el de servir, que sirva; si el de enseñar, que enseñe; 8 si el de exhortar, que exhorte; el que da, que dé con sencillez; el que preside, que lo haga con solicitud; el que practica la misericordia, que la practique con alegría.

Los dones de gracia o carismas, que Pablo enumera aquí a modo de ejemplo, permiten conocer de modo particular su carácter de servicio. La profecía (cf. 1Co 12:1o) no es aquí solamente la palabra de vaticinio, sino cualquier palabra de los cristianos inspirada por Dios, por medio de la cual se descubre la verdad de las cosas. Esto acontece en la instrucción cristiana, en la exhortación y en la corrección. El lenguaje profético implica siempre una postura crítica frente al presente estado de cosas, y desde luego no en razón del propio punto de vista y menos aún por principio -la crítica por la crítica-, sino en virtud de la revelación divina y del conocimiento consiguiente de la voluntad de Dios. De ahí que el lenguaje cristiano (= la profecía) deba ejercitarse «de acuerdo con la fe», fe en que el cristiano se deja dirigir constantemente por Jesucristo.

Los otros carismas mencionados -«servir» o diaconía, «enseñar», «exhortar», caridad, presidir, obras de misericordia- no permiten reconocer en su enumeración un ordenamiento determinado. Ni siquiera se evitan las repeticiones e interferencias de las distintas funciones. Lo que a Pablo le interesa aquí no es un sistema perfectamente organizado de servicios y competencias dentro de la misma comunidad, sino que todo se desarrolle a su debido tiempo y lugar, aunque siempre con desinterés y sencillez para edificación de la comunidad. Porque, sólo así, consigue Dios con sus dones hacerse valer y alcanzar su objetivo que no es otro que la salvación de sus criaturas.

3. INSTRUCCIONES PARA TODOS (Rm/12/09-21)

9 Sea el amor sin fingimiento. Aborreced lo malo. Estad firmemente adheridos a lo bueno. 10 Con el cálido afecto de hermanos amaos cordialmente los unos a los otros. En cuanto a la estimación, tened por más dignos a los demás. 11 En vuestro celo no seáis negligentes. En el espíritu, manteneos fervientes. Servid (al precepto) del tiempo. 12 Vivid gozosos en la esperanza, firmes en la tribulación, constantes en la oración. 13 Socorred las necesidades de los hermanos en la fe. Practicad la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecidlos, y no los maldigáis. 15 Alegraos con los que se alegran. Llorad con los que lloran. 16 Tened unos con otros el mismo sentir no abrigando sentimientos de grandeza, sino dejándoos llevar al trato con los humildes. «No os tengáis por sabios ante vosotros mismos» (Pro 3:7). 17 A nadie devolváis mal por mal. «Procurad hacer el bien aun delante de todos los hombres» (Pro 3:4). 18 Si es posible, y en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis personalmente, queridos míos, sino dad lugar a la ira (de Dios). Porque escrito está «A mí me corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor» (Deu 32:35). 20 Antes bien: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Porque, haciendo esto, ascuas ardientes acumularás sobre su cabeza» (Pro 25:21 s). 21 No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien.

El Apóstol da una serie de instrucciones para una conducta ordenada. En este catálogo de exhortaciones no resulta posible descubrir un tema constante o un determinado ordenamiento de cada una de las amonestaciones. De todos modos, aparece en primer término y por encima de las demás la exhortación al amor. Un amor que debe ser «sin fingimiento». Y se insiste especialmente en el amor a los hermanos (v. 10). El amor es el fundamento último de la conducta cristiana; así lo demuestran con singular relieve una vez más las instrucciones de 13,8-10. En esta sección de 12,9-21 la posición incomparable del amor queda un poco velada por venir dentro de una lista de numerosas exhortaciones, bien que ocupe el primer lugar; concretamente el amor a los hermanos aparece como una exhortación más entre otras varias.

Si se pregunta cuál es el distintivo cristiano entre las actitudes que aquí se mencionan, no sería fácil responder de forma satisfactoria cuál de todas estas virtudes es la primera y más específica de cuantas han de practicar los cristianos. Cabría referirse ante todo tanto al fervor de espíritu que se nos ha dado (v. 11), como a la esperanza que nos alegra (v. 12). Las afirmaciones que aquí se hacen sobre el espíritu y la esperanza, como fuerzas condicionantes de la conducta cristiana, sin duda que Pablo no las entiende en un sentido diverso del que les otorga en otros pasajes (véase especialmente el capitulo 8). Pero en conjunto Pablo no presenta aquí unas posturas específicamente cristianas, sino más bien unas actitudes que también puede adoptar el no cristiano por otros motivos racionales. Que se haya de aborrecer el mal y tender al bien (v. 9) es un principio ético de validez universal, que aún vuelve a repetirse un par de veces dentro de esta misma sección (v. 17 y 21). Pablo se apropia aquí en parte puntos de vista y preceptos morales de la ética helenística y judía de su tiempo. Tampoco hay que pasar por alto el empleo de citas sapienciales del Antiguo Testamento y del judaísmo y sus exhortaciones: v. 16.17 y 20. Pero lo específicamente cristiano de las amonestaciones paulinas no hemos de buscarlo en cada uno de los contenidos concretos, sino más bien en el hecho de que a través de todo eso se realiza la ofrenda del propio cuerpo de los cristianos (cf. 12,1).

En su conducta moral los cristianos pueden hacer las mismas cosas que quienes no lo son y obran de acuerdo con su recta conciencia; sin embargo, no se trata de la misma realidad. Pues el cristiano puede llevar a efecto múltiples obras buenas, en las que pone su esfuerzo, como exigidas por Dios, y desde luego como preceptos que es preciso observar en la hora presente, sin que por lo mismo realice todavía un acto sagrado propiamente dicho. Esto es lo que pondría especialmente de relieve el v. 11 que manda «servir al precepto del tiempo»45. Según el v. 2 pertenece al cristiano el juzgar rectamente «cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto». Ahora bien, esto acontece precisamente cuando me esfuerzo por comprender cuál es la voluntad de Dios ahora, en este nuestro tiempo, en este nuestro momento. Reconozco la voluntad de Dios cuando tomo en serio este mi tiempo y en él descubro la presencia divina. El cristiano procura responder a esa voluntad.

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45. En el v. 11b la mayor parte de }os manuscritos antiguos lee, en lugar del texto que nosotros hemos preferido. «Servid al Señor», pues las dos palabras griegas kairo ( = tiempo) y Kyrio ( = Señor) eran muy parecidas, especialmente en las abreviaturas. Se echa de ver fácilmente que en la trasmisión del texto resultaba más fácil corregir kairo por kyrio que no al revés.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— auténtico culto: Otras traducciones: a) el culto que ustedes deben rendir en cuanto criaturas racionales; b) su culto espiritual; c) su culto razonable. El adjetivo utilizado en este pasaje por el texto griego -logikós- lo han empleado con frecuencia autores tanto judíos como griegos para designar el verdadero culto, el culto que compromete a todo el ser humano, en oposición a un culto meramente exterior y formalista; (para la idea ver Ose 6:6; para el término mismo, ver 1Pe 2:2).

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Rom 12:6; Rom 12:11; Rom 12:13; Rom 12:19; 1Pe 2:5.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El corazón del asunto: una mente renovada

El ruego de Pablo de que transformemos nuestras vidas no viene de la nada. Es sólo en vista de las misericordias de Dios que su ruego se vuelve relevante y que nuestra obediencia a él es posible. Cuando reconocemos todo lo que Dios ha hecho por nosotros en su Hijo, a lo que Pablo se ha referido en los caps. 1-11, nos damos cuenta de que ofrecernos nosotros mismos a Dios como sacrificio vivo es, verdaderamente, un acto de culto racional (logiken). La palabra vivo nos recuerda lo que Dios nos ha hecho: somos personas que ahora estamos vivas “para Dios en Cristo Jesús” (6:11). Pablo nos anima a ver toda nuestra vida cristiana como un acto de adoración. No es sólo lo que se hace el domingo dentro del edificio de una iglesia lo que “rinde honor” a Dios, sino lo que Dios y el mundo ven en nosotros todos los días y a cada momento de la semana.

El v. 2, aunque gramaticalmente es paralelo al 1, en realidad explica con más detalle cómo debe realizarse esta entrega de nosotros mismos en sacrificio. Lo que se requiere es nada menos que una transformación total de nuestra cosmovisión. Ya no debemos ver la vida en términos de este mundo, el reino del pecado y de la muerte del cual hemos sido transferidos por el poder de Dios (ver 5:12-21), sino en términos del nuevo reino al que pertenecemos, el reino regido por la justicia, la vida y el Espíritu. Aunque estamos viviendo en el mundo, ya no somos “del mundo” (Juan 17:15, 16). La esencia del éxito en la vida cristiana es la renovación de nuestra mente para que podamos comprobar cuál sea la voluntad de Dios, es decir, reconocer y poner en práctica la voluntad de Dios para cada situación que enfrentemos. Dios no nos ha dado a los creyentes en Cristo un complejo conjunto de reglas para guiarnos. Nos ha dado su Espíritu quien está trabajando para cambiar nuestros corazones y nuestras mentes desde adentro, para que nuestra obediencia a Dios sea natural y espontánea (ver 7:6; 8:5-9; Jer. 31:31-34; 2 Cor. 3:6, 7; Ef. 4:22-24).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

12.1 Cuando se sacrificaba un animal de acuerdo a la Ley de Dios, el sacerdote daba muerte al animal, lo cortaba en pedazos y lo ponía sobre el altar. El sacrificio era importante, pero aun en el Antiguo Testamento Dios aclara que la obediencia de corazón es mucho más importante (véanse 1Sa 15:22; Psa 40:8; Amo 5:21-24). Dios desea que nos ofrezcamos a nosotros mismos en sacrificio vivo, no animales. Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle, poniendo todas nuestras energías y recursos a su disposición y confiando en su dirección. Lo hacemos en gratitud porque nuestros pecados han sido perdonados.12.1, 2 Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. El quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio.12.2 Los cristianos tenemos este llamado: «No os conforméis a este siglo». No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes: «Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento». Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados (véase 8.5).12.3 Es importante tener una buena autoestima porque algunos nos tenemos muy en poco; por otro lado, algunos nos sobreestimamos. La clave de una evaluación honesta y fiel es conocer las bases de nuestra valía: nuestra nueva identidad en Cristo. Separados de El, no somos muy competentes según las normas eternas. En El, somos valiosos y capaces de un servicio digno. Cuando uno se evalúa con las normas mundanas del logros y el éxito puede dar demasiada importancia al valor que tiene ante los ojos de los demás y perder su verdadero valor ante los ojos de Dios.12.4, 5 Pablo usa el concepto del cuerpo humano para enseñar cómo los cristianos deben vivir y trabajar juntos. Así como las diferentes partes del cuerpo actúan bajo la dirección del cerebro, los cristianos deben hacerlo bajo la autoridad y mandato de Jesucristo (véanse 1Co 12:12-31; Eph 4:1-16).12.4-8 Dios nos ha dado dones a fin de que podamos edificar la iglesia. Para usarlos con eficacia, debemos: (1) tener en cuenta que todos los dones y habilidades vienen de Dios; (2) comprender que no todos tienen el mismo don; (3) saber quiénes somos y qué hacemos mejor; (4) dedicar nuestros dones al servicio de Dios y no a nuestro éxito personal; (5) estar dispuestos a ponerlos al servicio de Dios con generosidad y sin exclusión.12.6 Los dones de Dios difieren en naturaleza, poder y eficacia de acuerdo con su sabiduría y gracia, no de acuerdo con nuestra fe. La «medida de fe» (12.3) o la proporción de fe significa que Dios le dará el poder espiritual adecuado y necesario para llevar a cabo cada responsabilidad. No podemos por voluntad o esfuerzo propio producir más fe y llegar a ser maestros o siervos más competentes. Dios es el que da dones a su iglesia y otorga fe y poder de acuerdo con su voluntad. Nuestra función es ser fieles y buscar la manera de servir a otros con lo que Cristo nos ha dado.12.6 El don de profecía en las Escrituras no significa siempre predecir el futuro. A menudo denota predicar el mensaje de Dios (1Co 14:1-3).12.6-8 Mire esta lista de dones e imagine los tipos de personas que podrían poseerlos. Los profetas poseen, por lo general, denuedo y oratoria. Los que sirven (los que ministran) son fieles y leales. Los que enseñan son pensadores claros. Los que exhortan saben cómo motivar a otros. Los que reparten son generosos y confiables. Los que presiden son buenos organizadores y directores. Los que tienen misericordia son amorosos y se sienten muy felices cuando dan su tiempo a otros. Sería muy difícil que una sola persona acaparara todos estos dones. Un profeta positivo quizás no sea necesariamente un buen consejero y uno que reparte a lo mejor falla como administrador. Cuanto usted identifica sus dones (y esta lista está lejos de ser completa), pregúntese cómo puede utilizarlos para edificar la familia de Dios. Al mismo tiempo, acepte que sus dones no pueden llevar a cabo todo el trabajo de la iglesia. Sea agradecido con quienes tengan dones diferentes a los suyos. Procure que sus puntos fuertes equilibren las debilidades que otros tengan y agradezca que las habilidades de ellos le ayuden a superar sus deficiencias. Juntos pueden edificar la Iglesia de Cristo.12.9 La mayoría hemos aprendido a fingir que amamos a los demás. Sabemos cómo hablar con bondad, evitando herir sentimientos y aparentando interés en los demás. Podemos aun fingir que nos llenamos de compasión cuando oímos de las necesidades de otros o de indignación cuando nos enteramos de alguna injusticia. Pero Dios nos llama a sentir el verdadero amor que va más allá de las emociones y conducta superficiales. El amor sincero requiere concentración y esfuerzo. Incluye hacer algo para que otros sean mejores. Demanda tiempo, dinero y participación personal. Ninguna persona tiene los recursos necesarios para amar a toda una comunidad; pero una iglesia, el cuerpo de Cristo en su ciudad, lo puede hacer. Piense en personas que necesitan su amor en acción y considere los medios que usted y los demás miembros pueden usar para unirse y mostrar amor por su comunidad en el nombre de Cristo.12.10 Podemos honrar a los demás de dos maneras. Una encierra motivos ocultos. Honramos a nuestros jefes a fin de que después nos recompensen, a nuestros empleados para que trabajen más, a los ricos para que contribuyan a nuestra causa, a los poderosos para que utilicen su poder a nuestro favor y no en nuestra contra. La otra manera de Dios encierra amor. Como cristianos, honramos a las personas porque fueron creadas a la imagen de Dios, porque son nuestros hermanos en Cristo, porque estamos agradecidos por la forma en que contribuyen a la edificación del cuerpo de Cristo. ¿Le parece demasiado difícil para su naturaleza competitiva la manera en que Dios honra a los demáss? ¿Por qué no intentar superarnos mutuamente en cuanto a honrar a los demás? ¡Ponga a otros en primer lugar!12.13 Ofrecer hospitalidad cristiana no es lo mismo que recibir visitas. Cuando se recibe visitas, el foco de atención es la familia anfitriona: el hogar debe estar impecable, los alimentos deben estar bien preparados y abundantes, los de la casa deben parecer descansados y de buen humor. La hospitalidad, en cambio, se concentra en los visitantes. Sus necesidades tienen prioridad: hay que darles un lugar donde estar, alimentos nutritivos, oído atento o aceptación. La hospitalidad puede brindarse en un hogar desordenado. Puede brindarse alrededor de una mesa en la que el plato principal sea una sopa. Hasta puede ser que el anfitrión y los visitantes realicen tareas en conjunto. No tema ofrecer hospitalidad porque está demasiado cansado, ocupado o pobre para atender adecuadamente a los visitantes.12.17-21 Estos versículos resumen el meollo de la vida cristiana. Si amamos a alguien de la misma manera que Cristo nos ama, estaremos dispuestos a perdonar. Si hemos experimentado la gracia de Dios, anhelaremos que otros también la disfruten. Y recuerde, la gracia es un favor inmerecido. Cuando damos de beber a un enemigo, no excusamos sus errores. Los reconocemos, los perdonamos y amamos a la persona a pesar de sus errores, tal como Cristo lo hizo con nosotros.12.19-21 En estos días de constantes pleitos e incesantes demandas en busca de derechos legales, el mandato de Pablo suena casi imposible de aceptar. Cuando alguna persona nos hiere profundamente, en lugar de reaccionar como merece, Pablo dice que hay que ser amistoso. ¿Por qué nos dice Pablo que debemos perdonar a nuestros enemigos? (1) El perdón puede romper un ciclo de represalias y guiar a una mutua reconciliación. (2) Puede lograr que el enemigo se avergüence y cambie de conducta. (3) Por contraste, devolver mal por mal nos hiere tanto a nosotros como a nuestro enemigo. Aunque su enemigo nunca se arrepienta, al perdonarlo usted se sentirá libre del gran peso de la amargura.12.19-21 El perdón incluye tanto actitudes como acción. Si considera difícil que la persona que lo hirió le pida perdón, procure responder con acciones bondadosas. Si es apropiado, dígale que le agradaría mejorar sus relaciones. Bríndele ayuda. Envíele un regalo. Sonríale. Muchas veces descubrirá que las buenas acciones conducen a sentimientos sinceros.12.20 ¿Qué significa «ascuas de fuego» sobre la cabeza de alguien? Esto quizás se refiera a una tradición egipcia de llevar un recipiente de carbón encendido sobre la cabeza en señal de arrepentimiento público. En alusión a este proverbio, Pablo dice que deberíamos tratar a nuestros enemigos con amabilidad para que se avergüencen y se vuelvan de sus pecados. La mejor manera de eliminar al enemigo es convertirlos en amigos.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

NOTAS

(1) “Un servicio sagrado.” Gr.: la·tréi·an; J17(heb.): ‛avoh·dhath·kjém, “su servicio (adoración)”. Véase Éxo 12:25, n.

REFERENCIAS CRUZADAS

a 742 Sal 110:3; 1Co 6:20

b 743 Heb 13:13

c 744 Rom 6:13

d 745 2Co 7:1; 1Pe 1:15

e 746 Lev 22:19

f 747 Flp 3:3; Heb 9:14

g 748 2Ti 1:7

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Por consiguiente. Los cap. 12– 15 instruyen a los creyentes sobre cómo poner en práctica su vida cristiana. La conducta correcta es el resultado lógico de la salvación y de que el creyente entiende su posición en Cristo.

las misericordias de Dios que presentéis. A causa de la compasión demostrada en la salvación ofrecida por medio de Cristo (caps. 1– 11), el creyente debe entregarse a Dios haciéndole así dueño de su cuerpo y de toda su existencia.

sacrificio vivo y santo. Es vivo porque a diferencia del sacrificio de animales muertos, el creyente se ofrece en vida y en novedad de vida por haber muerto al pecado y resucitado en Cristo (6:4, 11, 13). Es santo, pues es dedicado y separado por y para Dios (v. coment. en 1:7 y 6:19).

vuestro culto racional. El presentarse a Dios como sacrificio vivo es un acto racional porque involucra la mente e implica comprender el mensaje del evangelio y decidir conscientemente adorar a Dios .

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Después de la palabra parentética que explica en detalle la elección de Dios, este libro, continuando lo expresado en el cap.8, trata de la segunda parte de la salvación completa de Dios en Cristo, en la cual los que disfrutan de la primera parte de esta salvación son miembros los unos de los otros como Cuerpo de Cristo (v.5). Además, ellos tienen el vivir del Cuerpo de Cristo en la tierra para expresar a Cristo en varias localidades (tales como las enumeradas en el cap.16), a fin de que el Dios Triuno sea expresado en tal vivir. Esto concuerda con lo enseñado en los cinco capítulos de la Palabra santa que constituyen esta sección relacionada con los varios aspectos de este vivir. La primera parte de la salvación completa de Dios, revelada en los caps.1-8, es el procedimiento por el cual Dios logra Su propósito; la segunda parte de esta salvación, revelada en los caps.12-16, es el propósito mismo de la salvación completa de Dios.

1 (2) O, ruego.

1 (3) Véase la nota 15 (2) del cap.9. En el griego las compasiones mencionadas aquí están en plural. Dios ha mostrado varias clases de compasión para con nosotros al elegirnos, llamarnos, salvarnos e introducirnos en Su vida para que disfrutemos Sus riquezas y lleguemos a ser Su expresión. Mediante estas numerosas compasiones como medio y poder motivador, el apóstol nos exhortó a presentar nuestros cuerpos a Dios para el cumplimiento del propósito de Dios.

1 (4) Todo nuestro ser es necesario para que se realice la vida de la iglesia, es decir, la vida del Cuerpo de Cristo. Así que, este capítulo habla de nuestro cuerpo (v.1), nuestra alma (v.2) y nuestro espíritu (v.11). Nuestro cuerpo debe ser presentado a Dios para el Cuerpo de Cristo.

1 (5) En el cap.6 los miembros de nuestro cuerpo han de ser presentados como armas de justicia (6:13) para la guerra y para el servicio. Sin embargo, en este capítulo nuestros cuerpos deben ser presentados como sacrificio vivo para la vida de la iglesia. Este es un sacrificio vivo porque tiene vida mediante la resurrección; no es como los sacrificios del Antiguo Testamento, que eran inmolados. Este sacrificio también es santo porque, en su posición, ha sido apartado para Dios por medio de la sangre de Cristo, separado del mundo y de todas las personas, asuntos y cosas profanas; y también debido a que, en su carácter, la vida natural y la vieja creación han sido santificadas y transformadas por el Espíritu Santo, con la vida de Dios y la naturaleza santa de Dios, para Su satisfacción. Así que, este sacrificio es agradable a Dios. En el griego, la palabra cuerpos aquí usada está en plural y la palabra sacrificio está en singular. Esto indica que, aunque muchos cuerpos son presentados, hay un solo sacrificio, lo cual implica que, aunque somos muchos, nuestro servicio en el Cuerpo de Cristo no debe constar de muchos servicios individuales, servicios separados y sin relación. Todo nuestro servicio debe constituir un solo servicio completo, y este servicio debe ser único porque es el servicio del único Cuerpo de Cristo.

1 (6) Servicio en adoración a Dios. Véase la nota 9 (1) del cap.1. Antes de este capítulo, tal servicio sólo se menciona con respecto al apóstol, y no a los demás creyentes. Esto indica que el servicio de los creyentes es un resultado del crecimiento en vida que se describe en los capítulos anteriores. Indica además que este servicio debe prestarse en el Cuerpo, la iglesia. Esto corresponde a lo tipificado en Exodo y Levítico, los cuales muestran que el servicio que el sacerdocio prestaba a Dios no fue establecido sino hasta que se edificó la tienda de reunión.

1 (7) O, inteligente, lógico, razonable, en armonía con el modo de pensar más elevado.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

por las misericordias de Dios, que han sido descritas en los capítulos precedentes.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

112 (III) Segunda parte: sección parenética las exigencias de una vida recta en Cristo (12,1-15,13). En este momento, Pablo añade a la sección doctrinal una exhortación dirigida a la Iglesia romana, aun cuando ésta es prácticamente desconocida para él. Rom 12-13 constituye una unidad catequética, bas­tante parecida a 1 Tes 4-5. Refleja la tendencia presente en la Iglesia primitiva a unir la paré­nesis con una exposición kerigmática o doctri­nal. Esta sección parenética no es exactamen­te un tratado ético, pues resulta muy poco sistemática y algo divagadora. Tal como se en­cuentra en Rom, da a entender que, aun cuan­do las prescripciones legales mosaicas ya no pueden ser la norma para la conducta cristia­na, hay exigencias que pesan sobre los cristia­nos, y el principio activo en todas ellas es el amor o caridad. Muchos de los temas presen­tes en esta sección son generalidades y reflejan problemas con los que Pablo tuvo que vérselas en el pasado en otras Iglesias fundadas por él, quizá incluso en Corinto, desde donde envía esta carta. Aunque los temas no están estre­chamente relacionados entre sí, en líneas ge­nerales atañen a la relación de los cristianos justificados con la sociedad en que viven.

113 (A) La vida cristiana debe ser un culto dado a Dios en el Espíritu (12,1-13,14).
La unidad de la comunidad cristiana requiere que los individuos se esfuercen por vencer el mal con el bien. La búsqueda común del bien es obligación de quienes son miembros del cuerpo de Cristo, cuyas vidas han de ser un sacrificio ofrecido a Dios. 1. os exhorto: Pablo habla co­mo un apóstol autorizado (1,5; 11,13). por la misericordia de Dios: Lit., «misericordias», pl. que da a entender las múltiples manifesta­ciones de la misericordia que se acaban de des­cribir en los caps. 9-11, esp. en 11,30-32. a que os ofrezcáis a vosotros mismos: Lit., «vuestros cuerpos» (-Teología paulina, 82:102). El vb. no sólo significa poner algo a disposición de otro, sino que tiene el matiz de «ofrecer», «presen­tar» algo en un marco sacrificial (BAGD 628). como un sacrificio vivo: Los cristianos que se esfuerzan por hacer lo que está bien dan un sentido cultual a sus vidas. Pablo los compara implícitamente con los animales sacrificados en el culto judío o en los paganos, pero añade una nota distintiva: su ofrenda de sí mismos es­tá «viva», no se realiza con animales muertos. culto espiritual: Este está guiado por el logos, «razón», y es apropiado para un ser humano. 2. no os acomodéis a este mundo: «Este mundo» es pasajero e imperfecto (1 Cor 7,31). Pablo alude a la distinción judía entre «este mundo/era» y el «mundo/era venidero», distinción que fue adoptada por la Iglesia primitiva dándole un matiz cristiano. Pablo mismo piensa que el «mundo/era venidero» ya ha comenzado; am­bas «eras» se encontraron al comienzo de la dispensación cristiana (1 Cor 10,11). Por eso el cristiano, aunque está en «este mundo», debe vivir para Dios y no acomodarse a ningún otro criterio, transformaos: Véase 2 Cor 3,18. La me­tamorfosis no es exterior, sino interior, entraña la renovación del nous humano y es efectuada por la presencia del Espíritu de Dios que habi­ta en el hombre.

114 3-13. El culto que se ha de dar a Dios debe manifestarse concretamente en una vida en sociedad basada en la humildad y la caridad. Exige un uso adecuado y desinteresado de los dones espirituales recibidos. Como fundador apostólico de Iglesias cristianas, Pablo se daba perfecta cuenta del peligro que suponían para la comunidad los elementos de ésta que sobrestimaban su valía. 3. la gracia que me fue dada: Véanse 1,5; 15,15. según el criterio de la fe: Lit., «la medida de la fe». La norma del juicio propio ha de ser la pistis. Esta no es la «fe» carismática de 1 Cor 13,2, puesto que la exhortación va dirigida a todos los cristianos, pero puede ser, bien la respuesta activa del creyente (fides qua creditur) o, mejor, el objeto en que se cree (fides quae), que concretamente es Jesucristo. En vez de tener una idea demasiado elevada de sí mis­mo, cada cual debe medirse con el criterio de aquello en lo que cree (véase Cranfield, NTS 8 [1961-62] 345-51). 5. somos un solo cuerpo en Cristo: En cartas anteriores, Pablo hizo referen­cia a la unión de los cristianos con Cristo, y a su mutua unidad en él, mediante el tropo del cuer­po de Cristo (1 Cor 6,15-20; 10,16-17; 12,12-31). Como en 1 Cor 12,12-31, la expresión «un solo cuerpo» probablemente no indica nada más que una unión moral de los miembros que con­curren al bien común del todo, como en la so­ciedad organizada. Más matices de su pensa­miento sobre este tema hemos de buscarlos en otro lugar (-Teología paulina, 82:122). Nótese que en este texto Pablo no dice que somos «el cuerpo de Cristo», ni habla del «único cuerpo» en conexión con la Iglesia. Somos «un solo cuerpo» porque estamos «en Cristo». Conviene mantener los matices de su pensamiento en los diversos pasajes.

115 6. tenemos dones: Los diferentes do­nes de gracia que los cristianos reciben del Es­píritu a consecuencia de la fe están destinados al provecho de la comunidad. Cada uno debe caer en la cuenta del carácter social de los ta­lentos o dones que Dios le ha otorgado, y ha­cer uso de ellos para el bien común sin envi­dias ni celos. Pablo enumera siete de esos dones, al principio en términos abstractos, más tarde con sustantivos referidos a perso­nas. predicación inspirada: Lit., «profecía», en­tendida en el sentido que se le da en el NT (1 Cor 12,10; 13,2; 14,3-6.24; 1 Tes 5,20). en pro­porción a (nuestra) fe: El término gr. analogia significa «relación correcta», «proporción» (BAGD 56) y en este caso no crea práctica­mente problemas. La palabra pistis es más problemática; véase el comentario al v. 3 supra. El mejor modo de entenderla en esta ocasión es como fides quae, el cuerpo de la fe cristiana. 7. servicio: El segundo don es la diakonia, que probablemente hace referencia a la administración de la ayuda material o a la dis­tribución de las limosnas de la comunidad (véanse 1 Cor 16,15; Hch 6,1). Nada en este contexto lo relaciona con una clase bien dife­renciada de personas (= «diáconos»), si uno es maestro: El tercer don es la enseñanza de la doctrina cristiana, tarea distinta de la predica­ción y el servicio mencionados anteriormente (véase también 1 Cor 12,28; cf. Ef 4,11). 8. si uno exhorta: El cuarto don es poseído por el «padre espiritual» de la comunidad, si uno ayuda: El quinto don es poseído por quien «comparte» su riqueza particular por medio de limosnas; tales filántropos deben ejercitar ese don «con generosa sencillez» (véanse 2 Cor 9,11.13 y el comentario a 2 Cor 8,2). si uno es dirigente: El sexto don pertenece a ho proistamenos, «el que está a la cabeza» de la comuni­dad, un encargado o administrador (véase 1 Tes 5,12). Si el orden de los dones es significa­tivo, el puesto del «dirigente» dentro de la lis­ta no destaca. A veces se utiliza otra trad., «el que ayuda» (RSV, cf. BAGD 707); pero enton­ces resulta difícil distinguir este don del se­gundo o el quinto, con diligencia: La atención diligente debe caracterizar el gobierno del que dirige, quien practica la misericordia: El sépti­mo don pertenece a quien realiza actos de mi­sericordia; tales personas deben hacerlos con jovialidad. El espíritu con que se hacen es más importante que los actos en sí.
(Ellis, E. E., «‘‘Spiritual’’ Gifts in the Pauline Communitv», NTS 20 [1973-74] 128. Kasemann, E., ENTT 63-94.)

116 9. que el amor sea auténtico: El amor sin farsa ni hipocresía se explica mediante una serie de instrucciones o máximas acerca de los actos caritativos. 10. con afecto fraternal: Se debe mostrar verdadera caridad sobre todo a los miembros de la comunidad cristiana. Pa­blo utiliza philadelphia para distinguirla de la obligación más amplia de la agapé. ansiosos de honraros unos a otros: El sentido de esta frase es objeto de discusión; la trad. utilizada aquí sigue la de varias versiones antiguas. Sin em­bargo, podría ser: «En lo que concierne al ho­nor, que cada uno estime en más a los otros» (véase BDF 150). 11. servid al Señor: Ésta es la motivación de toda conducta cristiana. En lu­gar de kyrió, algunos mss. (D, G) leen kairó, «servid a la hora». Si esto fuera correcto, los cristianos estarían invitados a satisfacer las exigencias del tiempo en que viven (véase O. Cullmann, Christ and Time [Filadelfia 1950] 42). 13. las necesidades de los santos: ¿Está in­sinuando Pablo a los cristianos de Roma que también ellos debieran pensar en ayudar con limosnas a la comunidad cristiana de Jerusa­lén (véase 15,25)?

117 14-21. En estos versículos, Pablo re­comienda la caridad con todos, incluso con los enemigos. 14. bendecid a vuestros perseguido­res: Este consejo se hace eco de las palabras de Jesús (Mt 5,44; Lc 6,27-28). Algunos mss. im­portantes (P46 B, 1739) omiten «vuestros», con lo que el sentido sería más general: «Bendecid a (todos los) perseguidores». No hay razón pa­ra pensar que Pablo sepa de alguna persecu­ción oficial de los cristianos en Roma por aquel entonces. 16. tened la misma considera­ción unos por otros: Recomendación de mutua estima para la concordia de la comunidad (véase 15,5); es también una advertencia con­tra cualquier autoestima falsa, relacionaos con los sencillos: Esta trad. entiende el término gr. tapeinois como mase., pero, a la vista del man­dato anterior (no poner las miras en cosas ele­vadas), podría significar: «Entregaos a tareas humildes» (neut.). no seáis engreídos: Véase Prov 3,7, citado libremente. 17. no mal por mal: La advertencia de Pablo tal vez se haga eco de las palabras de Jesús (Mt 5,39.43-44). procurad lo que es honorable: Prov 3,4 adapta­do (cf. 2 Cor 4,2; 8,21). 19. no busquéis ven­ganza: Tanto el deseo de venganza contra los enemigos (de fuera) como su búsqueda están excluidas de una conducta cristiana. El dere­cho a vengarse no forma parte de la derrota del mal, pese a lo que pudiera parecer a pri­mera vista. La caridad debe reinar en todo, de­jad lugar a la ira: Dejad libertad de acción a la ira (escatológica) de Dios, que se manifestará contra el pecado. Pablo cita inmediatamente Dt 32,35 (en una forma próxima al TM). La ci­ta hace segura la referencia a la ira de Dios. El cristiano debe dejar a Dios el castigo del mal y buscar sólo el bien. 20. Pablo cita Prov 25,21-22 (LXX, ms. B), haciendo suya la recomen­dación ahí contenida, amontonando carbones encendidos sobre su cabeza: El significado de esta frase del AT es oscuro. Al seguir a los LXX, Pablo habla claramente de amontonar carbones «sobre» la «cabeza» (pese a M. Dahood, CBQ 17 [1955] 19-23; L. Ramaroson, Bib 51 [1970] 230-34). Del tropo utilizado se dan varias explicaciones: (1) Para el Ambrosiaster, Agustín y Jerónimo, los carbones eran símbolos de las vehementes punzadas de la vergüenza. La bondad movería al enemigo a vergüenza y arrepentimiento, que arderían so­bre su cabeza como carbones abrasadores. Pe­ro tal significado simbólico no está testimo­niado en ningún otro lugar. (2) Para S. Morenz (TLZ 78 [1953] 187-92) los carbones son sím­bolo de arrepentimiento. Este significado sim­bólico procede de una alusión remota a un ri­tual egipcio descrito en un texto demótico del s. III a.C., según el cual un penitente lleva sobre la cabeza un plato de carbón vegetal ardiendo para expresar dicho arrepentimiento por haber sido injusto con alguien. Así, la amabilidad con un enemigo haría a éste ex­presar su arrepentimiento ante Dios (cf. W. Klassen, NTS 9 [1962-63] 337-50, para un uso matizado de la explicación de Morenz). (3) Al­gunos Padres gr. (Orígenes, Crisóstomo) en­tendieron los carbones como símbolo de un ti­po más noble de venganza: si uno alimenta a su enemigo y éste permanece hostil, lo hace merecedor de un castigo más serio por parte de Dios; así amontona uno carbones de casti­go divino sobre la cabeza del enemigo. Este significado simbólico tampoco está testimo­niado en ningún otro lugar. (4) K. Stendahl (HTR 55 [1962] 343-55) modificó esta última interpretación comparando el principio gene­ral de Pablo con afirmaciones de la LQ que abogan por no tomar represalias ante el mal hecho por los enemigos, y aplazar el castigo hasta el día de la venganza de Dios (véanse lQS 10,17-20; 9,21-22; 1,9-11). El uso que Pa­blo hace de Dt 32 y Prov 25 indicaría, pues, una manera idónea de aumentar la medida de los pecados de un enemigo.
(Cranfield, C. E. B., A Commentary on Romans 12-13 [Edimburgo 1965], Culpepper, R. A., «God’s Righteousness in the Life of His People: Romans 12-15», RevExp 73 [1976] 451-63. Schelke, K.-H., «Der Christ in der Gemeinde: Eine Auslegung vom Rom 12», BK 28 [1973] 74-81.)

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

adoración… Gr. latreía; verdadera… Gr. logikós. Otra traducción posible: razonableJua 4:20-24; §260.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R1205 La expresión τὴν λογικὴν λατρείαν ὑμῶν está en aposición con la cláusula introducida por el infinitivo παραστῆσαι … (significa: les ruego, por tanto, … que se presenten … que es su servicio espiritual -M35 y sig.; comp. Rom 8:3).

M58 La frase prepositiva διὰ τῶν … significa (la compañía es similar al instrumento): en el nombre de las misericordias de Dios (por -T267).

T28 El plural οἰκτριμῶν se usa para expresar una idea abstracta: misericordia.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

O, agradable

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. las misericordias.

12.1 La palabra latreía = servicio g Jua 16:2 es una terminología análoga al tiempo del apóstol, quien describe este sacrificio como un logiké latreía = servicio racional a Dios por medio de la razón humana. Debe diferenciarse de treskeía = culto g Col 2:18-23.

12.1 O razonable.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

[6] Judah y Efrayím deben verse así mismos como iguales herederos de la salvación, con ninguna casa pensando que una es más importante, o más especial ante YHWH.

[7] Una expresión idiomática Hebrea que significa: “Llenarás su mente con amor.”

[8] YHWH está diciendo, en esencia, “sé Israel,” al pagar bien por por mal. Ese fruto espiritual es una manifestación del verdadero y completo Israelita.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[19] Eclo 28, 1-2; Mat 5, 39.

Fuente: Notas Torres Amat

* O “misericordia”.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento