Comentario de Romanos 13:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas.
RESUMEN: Este capítulo se divide en tres secciones: la primera trata de nuestros deberes hacia las autoridades civiles (gobiernos) (versículos 1-7), la segunda del deber de amar al prójimo, que cumple la ley (versículos 8-10), y la tercera de una exhortación de cómo andar en esta vida (versículos 11-14). 13:1 — “las autoridades superiores,” o sea gobiernos civiles, no importando la forma de gobierno que sea (dictaduraFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Sométase toda persona. Deu 17:12; Efe 5:21; Tit 3:1; 1Pe 2:13-17; 2Pe 2:10, 2Pe 2:11; Jud 1:8.
porque no hay autoridad sino de parte de Dios. 1Sa 2:8; 1Cr 28:4, 1Cr 28:5; Sal 62:11; Pro 8:15, Pro 8:16; Jer 27:5-8; Dan 2:21; Dan 4:32; Dan 5:18-23; Mat 6:13; Jua 19:11; Apo 1:5; Apo 17:14; Apo 19:16.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Debemos sujetarnos, además de otros deberes, a las autoridades, Rom 13:1-7.
El amor es el cumplimiento de la ley, Rom 13:8-10.
las glotonerías y borracheras, y otras obras de las tinieblas, están fuera de lugar en la era del Evangelio, Rom 13:11-14.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La transformación hecha por Dios en el espíritu del creyente debe expresarse en la vida diaria. Las instrucciones prácticas en los capítulos Rom 12:1-21; Rom 13:1-14; Rom 14:1-23; Rom 15:1-13 se basan en la doctrina de la enseñanza de Pablo en Rom 1:18-32; Rom 2:1-29; Rom 3:1-31; Rom 4:1-25; Rom 5:1-21; Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39; Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36. La doctrina cristiana debe guiarse hacia la ética cristiana. En Rom 12:1, Rom 12:2 está el mandamiento básico que se requiere del cristiano a la luz de todo lo que Dios ha hecho. El resto de esta sección describe cómo este mandamiento se lleva a cabo en las diferentes situaciones de la vida diaria.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Dios, el Soberano supremo, estableció (v. Rom 13:2) que hubieran autoridades superiores.
toda persona creyente debe someterse a estas muchas autoridades, aun si son malvadas como Nerón (54-68 d.C el emperador de Roma que cruelmente persiguió a los cristianos. Cuando Pablo escribió esta carta, Nerón estaba en el poder, sin embargo, Pablo exhortó a los creyentes romanos a que se sometieran a la autoridad de Nerón, porque esa autoridad estaba ordenada por Dios mismo, a pesar de que Dios no apruebe todos los actos que un gobierno o líder pueda hacer.
EN COMPARACIÓN
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Expresiones claves de la salvación
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Pablo, en la epístola a los Romanos, intenta describir el plan de salvación de Dios de una manera concisa y clara. Al hacer eso, usa palabras griegas cuyos significados no son ampliamente conocidos hoy. Aquí hay un breve glosario de los términos claves de la salvación en este libro:
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Español
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Griego
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Referencias
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Significado
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Fe
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pistis
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(Rom 1:17; Rom 4:9; Rom 12:6)
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«creencia, confianza»; la fe es el medio por el cual los pecadores pueden experimentar y disfrutar de todas las bendiciones de la salvación. Es la confianza completa en Jesús, para salvación del pecado y del juicio venidero.
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Evangelio
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euangelion
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(Rom 1:16; Rom 11:28)
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«buenas nuevas»; Pablo usa esta palabra para referirse al mensaje maravilloso de perdón y vida eterna en Cristo.
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Gracia
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caris
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(Rom 1:5; Rom 5:2; Rom 12:3)
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«el inmerecido favor de Dios»; este término se refiere a la inexplicable dádiva de Dios de las buenas cosas (especialmente la salvación) para los hombres indignos, que nunca podrían ganarlas. La salvación es la dádiva gratuita hecha posible por la muerte de Cristo en nuestro favor.
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Justificación
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dikaíosis
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(Rom 4:25; Rom 5:18)
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«el acto de ser declarado justo»; un término legal que usa Pablo para describir la transacción espiritual por medio de la cual Dios (el Juez) declara aceptados delante de Él a aquellos que confían en Cristo y en lo que hizo por ellos en la cruz. Tal veredicto es posible sólo porque Cristo ha pagado todas las demandas de la Ley contra los pecadores.
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Ley
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nomos
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(Rom 2:12; Rom 4:13; Rom 7:12; Rom 10:4; Rom 13:8)
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«los mandamientos dados por Dios»; Pablo enfatiza tanto el carácter santo de la Ley como la incapacidad del hombre pecador para vivir conforme a ella. La Ley se convierte en una carga y una maldición, hasta que la dejamos descansar en Cristo, quien cumple perfectamente todos sus requerimientos.
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Propiciación
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jilastérion
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(Rom 3:25)
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«la satisfacción de la santa ira de Dios contra el pecado»; la rebelión contra Dios resulta en la ira de Dios y debe ser enfrentada con juicio. Al morir en nuestro lugar y tomar nuestros pecados sobre Él mismo, Jesús satisfizo la ira justa de Dios contra todos los que creen.
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Redención
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apolutrosis
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(Rom 3:24; Rom 8:23)
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«el acto de liberar a alguien por pagar un precio»; Pablo usa este término económico en un sentido teológico para describir cómo Cristo pagó el castigo requerido por Dios por nuestros pecados (es decir, la muerte) al dar su propia vida en la cruz. Cuando creemos, Jesús nos libera del pecado.
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Justicia
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dikaiosune
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(Rom 3:5; Rom 5:17; Rom 9:30)
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«el nivel de pureza de Dios» o «la veracidad y fidelidad propia de Dios»; Dios es santo, por lo tanto no puede tolerar el pecado. Es a través de Jesucristo que podemos hallar la justicia que es agradable a Dios. Cristo no sólo se lleva nuestro pecado, sino que Él nos otorga su perfecta pureza.
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Salvación
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sotería
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(Rom 1:16; Rom 10:10)
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«liberación»; esta palabra suele usarse en la Biblia para describir a alguien que es rescatado del daño físico. Pablo usa la palabra mayormente para denotar la liberación del pecado y sus consecuencias mortales.
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Pecado
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jamartia; jamartema
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(Rom 3:9; Rom 5:12; Rom 7:11; Rom 8:2; Rom 14:23)
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«perder el objetivo» o «desobedecer la ley de Dios»; Pablo suele usar variadas y diferentes palabras griegas para describir la tendencia de los humanos para rebelarnos contra Dios. El pecado puede ser ampliamente definido como cualquier actitud o acción que se opone al carácter o voluntad de Dios. El pecado es lo que trae muerte; es decir, la separación de Dios.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
SOMÉTASE TODA PERSONA A LAS AUTORIDADES SUPERIORES. Dios ordena a los creyentes a obedecer al gobierno, porque el gobierno como institución ha sido ordenado y establecido y por Dios. Dios lo ha instituido porque es este mundo pecaminoso se necesitan ciertas restricciones para proteger del caos y de la iniquidad que son consecuencia natural del pecado.
(1) El gobierno civil, como toda la vida, permanece bajo la ley de Dios.
(2) Dios ha dispuesto que el estado sea agente de justicia, para restringir el mal mediante el castigo del malhechor, y para proteger el bien que hay es la sociedad (vv. Rom 13:3-4; 1Pe 2:13-17).
(3) Pablo describe el gobierno como este debe ser. Cuando el gobierno descuida su debida función, deja de ser de Dios y de concordar con su propósito. Por ejemplo, cuando el gobierno exige algo contrario a la Palabra de Dios, los creyentes deben «obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5:29; cf. Dan 3:16-18; Dan 6:6-10).
(4) Es el deber de todo creyente orar por los que están en autoridad (1Ti 2:1-2).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Obediencia a los poderes públicos, 13:1-7.
1 Todos habéis de estar sometidos a las autoridades superiores, que no hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas, 2 de suerte que quien resiste a la autoridad resiste a la disposición de Dios, y los que la resisten se atraen sobre sí la condenación. 3 Porque los magistrados no son de temer para los que obran bien, sino para los que obran mal. ¿Quieres vivir sin temor a la autoridad? Haz el bien y tendrás su aprobación, 4 porque es ministro de Dios para el bien. Pero si haces el mal, teme, que no en vano lleva la espada. Es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra el mal. 5 Por eso es preciso someterse, no sólo por temor del castigo, sino por conciencia. 6 Pagadles, pues, los tributos, que son ministros de Dios constantemente ocupados en eso. 7 Pagad a todos lo que debáis, a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor.
Anteriormente San Pablo se ha referido a las relaciones entre los cristianos y los no cristianos (cf. 12:14-21); ahora, puesto que escribe a los fieles de Roma, capital política entonces del mundo, cree oportuno añadir algunos avisos concretos sobre relaciones con los poderes públicos. Su doctrina, no obstante que esté pensando en las circunstancias concretas de los destinatarios de la carta, es de carácter general y abarca todos los tiempos (v.1-7).
De modo parecido a San Pablo se expresa también San Pedro en una de sus cartas (cf. 1Pe 2:13-14).
La idea fundamental de la exposición del Apóstol está en los v.1-2, al afirmar que todos los seress humanos, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues toda autoridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a Dios. San Pablo no determina en qué sentido toda autoridad viene de Dios, idea por lo demás muy bíblica (cf. Sab 6:3-4; Jn 19-11) pero podemos suponer que es en el sentido de que Dios es el autor del hombre creado para vivir en sociedad y, por lo mismo, autor de la sociedad y de la autoridad, que es la forma de la sociedad misma. Esta doctrina es totalmente opuesta a la que, por aquellas mismas fechas, sostenían sus compatriotas zelotes en Palestina, que luchaban contra la dominación romana y defendían que someterse a cualquier autoridad humana, y más si pagana, era una especie de apostasía religiosa (cf. Hec 5:37). San Pablo, al contrario, lleva hasta Dios el origen de los Estados, pues es El quien ha determinado que existan organismos civiles, compuestos por quienes mandan y por quienes obedecen. Tanto es así, que resistir a las autoridades humanas es “resistir a la disposición de Dios.. y atraerse sobre sí la condenación” (v.2). Esta “condenación” (κρίμα) es, en el pensamiento de San Pablo, la justa sanción civil en castigo de la desobediencia, sanción que no excluye otra de tipo más elevado, dado que se trata de rebeldía contra la disposición de Dios.
Como vemos, la doctrina expuesta aquí por el Apóstol es de muy graves consecuencias, impregnando de profundo sentido religioso las relaciones del naciente cristianismo con el Estado, aunque éste sea pagano, como era el caso de entonces. Una observación importante queremos hacer, y es que San Pablo se fija en las autoridades constituidas de hecho, sin aludir al modo como llegaron al poder. Es cuestión que no considera. Tampoco considera el caso en que esas autoridades manden cosas injustas; más bien supone que el Estado se mantiene dentro de sus límites, aprobando el bien y reprimiendo el mal (v.3-4), y es sólo en esa hipótesis como tiene aplicación su doctrina, incluso en la cuestión de impuestos a que alude en los v.6-7. Para el caso de injusticia y abuso de poder, tenemos la respuesta tajante de San Pedro ante una orden del sanedrín: “Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hec 5:29).
De nuevo el precepto de la caridad,Hec 13:8-10.
8 No estéis en deuda con nadie, si no es en la del amor mutuo; porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. 9 Pues aquello de “no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás” y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: “Amarás al prójimo como a ti mismo.” 10 La caridad no obra el mal del prójimo. Es, pues, la caridad la plenitud de la Ley.
Terminado lo referente a los deberes para con el Estado, de nuevo vuelve San Pablo al tema de la caridad con todos los seres humanos. La entrada en materia es tan ingeniosa como delicada, presentando la caridad como una deuda que debemos pagar al prójimo, pero una deuda que es única, pues, al contrario de las otras, ésta nunca podremos acabar de saldarla (v.8).
Son de notar las expresiones con que San Pablo hace resaltar la importancia de la caridad, diciendo que es la “plenitud (πλήρωμα) de la Ley” (v.10) y que quien ama al prójimo “ha cumplido (πεττλή-ρωκεν) la Ley” (v.8) y que los preceptos de ésta “se resumen” (άνακε-φαλαιοΰνται) en el de la caridad hacia el prójimo (v.9). Creemos que todas estas expresiones vienen a significar prácticamente lo mismo; es, a saber, que con la práctica de la caridad llevamos la Ley hasta su plenitud o, lo que es igual, hasta donde Dios intentaba llevarla. Late aquí una idea muy profunda, que conviene señalar, y que, antes que San Pablo, expresó ya Jesucristo en el sermón del monte, al decir que no había venido a abrogar la Ley, sino a “consumarla” (cf. Mat 5:17). Y notemos que, no obstante esta afirmación, el mismo Jesucristo añadirá poco después repetida y solemnemente: “Oísteis que se dijo a los antiguos.., pero yo os digo..”; y a veces, como en el caso del libelo de repudio, en abierta oposición con el precepto mosaico (cf. Mat 5:31.38).
Para darnos cuenta de lo que esto significa, tengamos presente que en la antigua Ley se han de distinguir claramente dos cosas: la idea o verdad divina que Dios intentaba inculcar y los preceptos mismos materiales en los que quedaba como “encarnada” y aprisionada esa idea. Estos preceptos, muchos de los cuales estaban ya en vigor entre el pueblo antes de Moisés, no eran sino el ropaje o involucrum del que Dios se valía, en consonancia con la capacidad del pueblo y las circunstancias históricas de entonces, sin que estuvieran destinados a perdurar en el reino mesiánico; no así la idea o verdad divina que esos preceptos encerraban, que era de valor perpetuo. Esta idea, como expresamente dice San Pablo (v.9; cf. Gal 5:14), no era otra que la idea de caridad. Lo mismo dice Jesucristo (cf. Mat 12:29-31; Luc 10:27-28), poniendo bien en claro a través de la parábola del samaritano (cf. Luc 10:30-37) que ese amor no ha de limitarse a los miembros del mismo pueblo o asimilados, como solían interpretar los judíos el término “prójimo” (cf. Lev 19:18.34; Mat 5:43), sino a todos los seres humanos, incluso enemigos. Es esa chispa de caridad, latente en todos los preceptos de la Ley, la que los pone en contacto con el Evangelio. Si, por la ley del tallón, por ejemplo, se limitaba la venganza a los términos de la injuria, era moderando la pasión humana, que no suele con-t tentarse con dar lo que recibió, preparando así el camino a la mansedumbre del Evangelio; y si, por la ley del libelo de repudio, se permitía despedir a la mujer, era no para introducir el divorcio, que se supone ya establecido, sino para coartar algo esa libertad y salir en defensa de la mujer, cuya situación, con ese documento, no era ya tan desesperada. Esa chispa de caridad es la que permanecerá en el reino mesiánico y será sacada a plena luz, mientras que el involucrum o elemento material sólo durará “hasta Juan”(cf. Mat 11:13; Gal 5:2). Ahí está precisamente la gran diferencia entre la interpretación de Jesucristo (y de Pablo) y la de los escribas y fariseos; mientras que éstos sólo atendían al aspecto externo y jurídico de la Ley, considerando todos sus preceptos como de valor permanente en el reino mesiánico, Jesucristo va hasta la misma raíz del precepto, poniendo en claro el sentido moral del mismo (cf. Mat 5:21-48), siendo precisamente ese sentido más profundo el que hace que sean armónicos y no antagónicos ambos Testamentos.
Exhortación a la vigilancia,Mat 13:11-14.
11 Y esto, ya que conocéis en qué tiempo estamos, porque es hora de levantaros del sueño, pues nuestra salud está ahora más cercana que cuando creímos. 12 La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas, y vistamos las armas de la luz. 13 Andemos decentemente, y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y libertinaje, no en querellas y envidias, 14 antes vestios del Señor Jesucristo, y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Estos versículos vienen a ser como conclusión a las recomendaciones que preceden, sea para todas en general a partir Deu 12:1, como opinan muchos, sea más concretamente para las relativas a la caridad (v.8-10), como parece insinuar el comienzo de la perícopa: “Y esto..” Su finalidad es la de combatir la pereza y el dejar hacer, a lo que, pasados los primeros entusiasmos, están expuestos todos los hombres, incluso los mejores.
La idea del conjunto del pasaje es muy parecida a la de 1Te 5:1-10, y también 1Co 7:29-31. En sustancia, lo que San Pablo viene a decir, lo mismo en éste que en esos otros dos lugares, es que conviene vivir vigilantes, sin dejarnos arrastrar por las tendencias de la carne y los espejismos del mundo, pues el tiempo es breve y la salud se acerca. Pero ¿de qué “tiempo” y de qué “salud” se trata? Es esto lo que puede dar lugar a equivocaciones.
Hay autores que creen que San Pablo está aludiendo a la vida de cada uno sobre la tierra, tiempo realmente muy corto, al que seguirá la “salud” definitiva en los cielos; sería, pues, pensando en la brevedad de la vida de cada uno y en la gloria que nos espera después de la muerte como haría estas exhortaciones. La respuesta no puede ser más sencilla y, desde luego, evitaría muchas dificultades a que puede dar lugar el texto del Apóstol si se prescinde de esa interpretación. Sin embargo, no parece que esta respuesta esté en consonancia con el contexto y con las expresiones usadas por el mismo San Pablo (cf. v.11-12). Más bien creemos que el Apóstol está refiriéndose a la “bendición” o glorificación final que tendrá lugar en la venida de Cristo en la parusía (cf. 1Te 4:13-18). Ese “tiempo” en que estamos (v.11), con “la noche ya muy avanzada” (v.12), es el tiempo intermedio entre las dos venidas de Jesucristo, tiempo de la Iglesia militante. Y la “salud” que se acerca (v.11) es la misma de que ha venido hablando desde el principio de la carta (cf. 1:16); pero no meramente incoada como la que tenemos ahora (cf. 3:21-26; 5:1; 8:1), sino en su consumación final definitiva, por la que todavía suspiramos (cf. 5:2-n; 8:18-25). De una parte, pertenecemos ya al mundo de la luz y debemos obrar en consecuencia (v.12-14; cf. 6:11-14; Efe 5:8-21; 1Te 5:5-8); de otra, estamos aún rodeados de tinieblas, con peligro de que nos envuelvan, esperando el pleno día de esa luz que ya esclarece el horizonte y cuyos rayos llegan hasta nosotros (v. 11-12).
Ni debe extrañarnos esta manera de hablar del Apóstol, insistiendo tanto en la parusía o segunda venida de Jesucristo. Lo hará infinidad de veces a lo largo de sus cartas (cf, 1Te 2:19; 1Te 3:13; 1Te 4:16-17; 1Te 5:23; 2Te 1:7; 1Ti 6:14; 2Ti 1:12; 2Ti 4:8; Tit 2:13). Es una concepción algo distinta de la nuestra actualmente. Mientras nosotros referimos simplemente nuestra esperanza a la consecución de los bienes del cielo, y esta esperanza nos anima y alienta en medio de los trabajos y tribulaciones presentes, para la primitiva comunidad cristiana esa esperanza estaba como centrada en un punto: el retorno glorioso de Jesús. Los mismos ángeles, consolando a los apóstoles en el momento de verse separados de Cristo en la ascensión, tienen ya ese mismo lenguaje: “¿Qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús.. vendrá así, como lo habéis visto ir al cielo” (Hec 1:11). Desde entonces esa esperanza está alentando y sosteniendo a los apóstoles en sus trabajos, y lo mismo a las primitivas comunidades cristianas (cf. 1Co 16:22; Rev 22:21). Por eso, en uno de sus discursos a los judíos, San Pedro los exhorta y anima a la conversión con la vista puesta en los tiempos de “refrigerio” y “restauración de todas las cosas,” que seguirán a la parusía (cf. Hec 3:20-21). Y en su segunda carta escribirá: “No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia.. Viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprensibles delante de El” (2Pe 3:8-14). Es también la recomendación de San Pablo (cf. Flp 4:5; 1Te 3:13; 2Ts 2:15-16; 1Ti 6:14). Eso no quiere decir que los apóstoles estuviesen convencidos de la inminencia de la parusía, cosa que, puesto que no se realizó, hubiese supuesto error en ellos. Parece, sí, que la desean e incluso juzgan posible que esté próxima (cf. 1Co 16:22; 2Co 5:2-4; 1Pe 4:7), pero a base siempre de la ignorancia anunciada por Jesucristo (cf. Mat 24:36; Hec 1:7), y que San Pablo manifiesta explícitamente (cf. 2Co 5:3; 1Te 5:1-3). Si con tanta frecuencia la recuerdan en sus exhortaciones morales, ello tiene un claro sentido pedagógico en apoyo de su predicación. Algo parecido a lo que dijimos de la esperanza mesiánica en el Antiguo Testamento, en nuestro comentario a Hec 15:16-17. Mas, a pesar de esos deseos y de esa expectativa, en caso de que les sobrevenga la muerte, no por eso se consideran perjudicados, como parece deducían algunos fieles de Tesalónica (cf. 1Te 4:13), sino que aceptan esa muerte complacidamente, en la seguridad de que la promesa de la glorificación final no quedaba frustrada y de que, ya desde un principio, se reunirían con el Señor, a quien fielmente habían servido (cf. 2Co 5:2-10; Flp 1:21-23; Hec 7:59-60).
Fuente: Biblia Comentada
Sométase. Esta palabra griega se empleaba con frecuencia para aludir a la obediencia absoluta de un soldado a sus superiores. Las Escrituras hacen una excepción a este mandato en caso de que requiera la desobediencia a la Palabra de Dios (Éxo 1:17; Dan 3:16-18; Dan 6:7; Dan 6:10; vea la nota sobre Hch 4:19). autoridades superiores. Todos los funcionarios de la autoridad civil sin considerar su competencia, moralidad, sensatez o cualquier otra condición (1Ts 4:11-12; 1Ti 2:1-2; Tit 3:1-2). no hay autoridad sino de parte de Dios. Puesto que Él es el único gobernador soberano del universo (Sal 62:11; Sal 103:19; 1Ti 6:15), ha instituido cuatro autoridades en la tierra: 1) el gobierno sobre todos los ciudadanos, 2) la iglesia sobre todos los creyentes, 3) los padres sobre todos los hijos y 4) los jefes sobre todos los empleados. establecidas. La autoridad del gobierno humano se deriva de Dios y es definida por Él. Su propósito al instituir el gobierno humano fue recompensar el bien y restringir el pecado en un mundo malo y caído.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En estos últimos cinco capítulos, Pablo explica en gran detalle cómo los creyentes deben vivir en la práctica las verdades teológicas profundas de los primeros once capítulos. En su gracia, Dios ha dado tanto a los creyentes que Pablo los exhorta a responder con agradecimiento en obediencia.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
RESUMEN: Este capítulo se divide en tres secciones: la primera trata de nuestros deberes hacia las autoridades civiles (gobiernos) (versículos 1-7), la segunda del deber de amar al prójimo, que cumple la ley (versículos 8-10), y la tercera de una exhortación de cómo andar en esta vida (versículos 11-14).
13:1– “las autoridades superiores,” o sea gobiernos civiles, no importando la forma de gobierno que sea (dictadura–como en el caso de Roma, siglo primero–, república, democracia, monarquía, etcétera). El cristiano tiene que estar sujeto al gobierno bajo el cual viva (Mat 22:21, Tit 3:1; 1Pe 2:13-15). Sin gobiernos en la tierra, no habría ninguna seguridad de vida y de propiedad. El salvajismo dominaría. El propósito de todo gobierno es proteger a sus ciudadanos y castigar a los malhechores. Esto Dios lo ha ordenado. Todo lo que Pablo en este pasaje dice, concerniente a nuestra sujeción a los gobiernos, se basa en la suposición de que los gobiernos estén llevando a cabo este propósito divino. A veces los gobiernos ignoran este propósito y abusan de los inocentes (persecución, etcétera) y protegen a los malhechores. En caso de que demanden al cristiano hacer algo que como cristiano no puede hacer, el cristiano tiene que desobedecer en lugar de estar en sujeción (Hch 4:19; Hch 5:28-29; Dan 6:7-10).
–“porque no hay autoridad… establecidas.” Dios levanta a gobiernos humanos y los quita. 0bra en los asuntos de los hombres. En otras palabras, hace uso de gobiernos humanos para alcanzar sus fines (de castigar o bendecir, etcétera). (Véanse Dan 4:17; Dan 4:32; Isa 10:5; Jer 25:12-14; Hab 1:6-12; Zac 14:2-3; Rom 9:17; Jua 19:11).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL CRISTIANO Y EL ESTADO
Romanos 13:1-7
Que cada cual preste la debida obediencia a dos que están en puestos de autoridad, porque no hay autoridad a la que Dios no le haya asignado su esfera; porque ha sido Dios Quien ha colocado en su sitio a las autoridades que existen. Esto quiere decir que el que se opone a una autoridad realmente se está oponiendo al orden de cosas que Dios ha establecido. Los que se oponen a la autoridad se acarrean un merecido castigo. Porque, el que vive honradamente no es el que tiene que tenerles miedo a los gobernantes, sino el que hace lo que no debe. ¿Quieres no tener que temer a la autoridad? Pues vive como es debido, y las autoridades no podrán decir de ti nada más que cosas buenas, porque los que están al servicio de Dios están para tu bien. Si haces lo que no debes, entonces sí que debes tener miedo; porque no en vano tiene poder para dictar sentencia de muerte el que está en autoridad, ya que está al servicio de Dios, y su misión es aplicar ira y venganza al que lleva mala vida. Por eso es por lo que debes someterte, no sólo por temor a la ira, sino por causa de la conciencia.
Por esta misma razón debes también pagar los impuestos; porque los que están en autoridad son siervos de Dios y esa es su misión. Dale a cada uno lo que le es debido: al que se le deba pagar tributo, págaselo; a los que impuestos, lo mismo; al que se deba tener respeto, trátale con respeto. Al que se le deba mostrar honor, muéstraselo.
La primera impresión que nos hace este pasaje es muy extraña. Parece aconsejar al cristiano una sumisión total al poder civil. Pero, de hecho, este es un mandamiento que aparece en todo el Nuevo Testamento. En 1 Timoteo 2:1 s leemos: «Insisto en que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en posiciones de autoridad, para que vivamos tranquilamente y en paz, piadosamente y con respeto en todos los sentidos.» En Tit 1:3 , el consejo al predicador es: «Recuérdales que sean sumisos a los gobernantes y a las autoridades, que sean obedientes, que estén siempre dispuestos a hacer las cosas honradamente.» En 1Pe 2:13-17 leemos: «Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al emperador como jefe supremo, o a los gobernantes que aquél envía para castigar a los que obran mal y recompensar a los que bien. Porque la voluntad de Dios es que, viviendo honradamente, hagáis callar la ignorancia de algunos tontos… Tened respeto a todos los hombres. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al emperador.»
Puede que nos dé la tentación de suponer que estos pasajes provienen de un tiempo cuando el gobierno romano no había empezado a perseguir a los cristianos. Sabemos, por ejemplo, que en el Libro de los Hechos, como hizo notar Gibbon, el tribunal de los magistrados paganos fue a menudo el refugio más seguro contra la furia del populacho judío. Una y otra vez vemos a Pablo recibiendo protección de manos de la justicia imperial romana. Pero lo interesante y significativo es que muchos años y hasta siglos después, cuando la persecución había empezado a rugir y se consideraba a los cristianos fuera de la ley, los líderes cristianos seguían diciendo exactamente lo mismo.
Justino Mártir (Apología 1:17) escribe: «En todas partes nosotros estamos más dispuestos que nadie y nos esforzamos por pagar a los funcionarios que asignáis los impuestos ordinarios y extraordinarios, como Jesús nos ha enseñado. No damos culto nada más que a Dios, pero en otros respectos os servimos de buena gana, reconociéndoos como reyes y gobernantes, y orando para que, con vuestro poder real, se os conceda también sano juicio.» Atenágoras, suplicando la paz de los cristianos, escribe (capítulo 37): «Merecemos consideración porque oramos por vuestro gobierno, para que podáis recibir el reino de la manera más justa, el hijo del padre, y que vuestro imperio aumente y se acreciente hasta que toda la humanidad os esté sujeta.» Tertuliano (Apología 30) escribe extensamente: «Ofrecemos oración por la salud de nuestros príncipes a nuestro Dios eterno, verdadero y vivo, cuyo favor ellos deben desear más que ninguna otra cosa… Sin cesar, por todos nuestros emperadores ofrecemos oración. Oramos para que se les prolongue la vida; para que haya seguridad en el imperio; por protección para la casa imperial; por ejércitos valerosos, por un senado fiel, por un pueblo virtuoso, por la paz del mundo -por todo, en fin, lo que el emperador pueda desear, como hombre o como César.» Y sigue diciendo que el cristiano no puede por menos de apreciar al emperador, porque «es llamado por nuestro Señor para ejercer su cargo.» Y concluye diciendo que «el César es más nuestro que vuestro, porque nuestro Dios es el que le ha nombrado.» Arnobio (4:36) declara que en las reuniones de los cristianos «se pide la paz y el perdón para todos los que están en autoridad.»
Era la constante y reconocida enseñanza de la Iglesia Cristiana que había que obedecer y orar por el poder civil, aunque estuviera personificado en un Nerón.
¿Qué pensamiento y creencia hay detrás de todo esto?
(i) En el caso de Pablo había una razón inmediata para que hiciera hincapié en la obediencia civil. Los judíos eran notorios como rebeldes. Palestina, y especialmente Galilea, estaba bullendo constantemente de insurrección. Sobre todo, estaban los celotas, que estaban convencidos de que no debía haber más rey para los judíos que Dios, y que no se debía pagar tributo a nadie más que a Dios. Tampoco se conformaban con una resistencia pasiva. Creían que Dios no los ayudaría más que si se embarcaban en acción violenta para ayudarse a sí mismos. Su intención era hacer cualquier gobierno civil imposible. Se los conocía como los «dagados». Eran nacionalistas fanáticos conjurados para usar métodos terroristas, no sólo contra los Romanos, sino hasta el punto de destruir las casas, quemar las cosechas y hasta asesinar a las familias de sus compatriotas judíos que pagaran tributo al Imperio Romano.
Pablo no le encontraba ningún sentido a una actitud así. Esa era la negación más absoluta de la conducta cristiana. Y sin embargo, por lo menos para una parte de la nación judía, eso era lo normal. Puede que Pablo estuviera escribiendo aquí tan claramente porque quería disociar el Cristianismo de cualquier insurreccionismo judío, y dejar totalmente claro que los cristianos eran buenos ciudadanos.
(ii) Pero hay algo más que una situación coyuntural en la relación entre los cristianos y el estado. Puede ser verdad que Pablo tuviera en mente las circunstancias que causaban las insurrecciones judías, pero tenía otras cosas también. Lo primero y principal es que nadie puede ni debe disociarse totalmente de la sociedad en la que vive. Nadie puede, en conciencia, optar por desligarse de la nación. Como parte de ella, disfruta de ciertos beneficios que no podría tener si viviera aislado; pero no puede reclamar los privilegios y evitar las obligaciones. De la misma manera que forma parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, también forma parte del cuerpo de la nación; no hay tal cosa en el mundo como individualismo aislacionista. La persona tiene deberes para con el estado, que debe cumplir aunque el que esté en el trono sea Nerón.
(iii) El ciudadano debe al estado la protección. Era una de las ideas platónicas que el estado existe para garantizar la justicia y la seguridad, y para proteger al hombre de las bestias y de «los» bestias, es decir, de la gente salvaje, dentro y fuera del país. «La gente -se ha dicho- se reunía como un rebaño detrás de un muro para sentirse a salvo.» Un estado es esencialmente un cuerpo de personas que se han aliado para mantener ciertas relaciones mutuas mediante el cumplimiento de ciertas leyes. Sin esas leyes y el consentimiento general de cumplirlas, el malvado fuerte y egoísta se haría con el poder; el más débil estaría indefenso; la vida no tendría más ley que la de la selva. Todas las personas ordinarias deben su seguridad al estado, y tienen por tanto una responsabilidad para con él.
(iv) La gente ordinaria debe al estado una gran gama de servicios que viviendo individualmente no podría disfrutar. Sería imposible que todos tuviéramos agua corriente, alcantarillado, electricidad, transporte y un largo etcétera. Todo esto sólo es posible cuando se está de acuerdo en vivir en sociedad. No estaría bien que uno disfrutara de todo lo que provee el estado sin cumplir sus obligaciones. Esa es una razón que obliga al cristiano a ser un buen ciudadano y cumplir todos sus deberes como tal.
(v) Pero la principal razón que veía Pablo era que el Imperio Romano era el instrumento divinamente ordenado para salvar al mundo del caos. Quitad el imperio, y el mundo se desintegraría en pavesas. Fue en realidad la pax romana lo que hizo posible la expansión misionera del Cristianismo. Idealmente las personas deben estar unidas por el amor cristiano; pero no lo están; y el cemento que las mantiene unidas es el estado.
Pablo vio en el estado un instrumento en las manos de Dios para preservar al mundo del caos. Los administradores del estado estaban cumpliendo un papel importante en una gran tarea. Lo supieran o no, estaban haciendo un trabajo ordenado por Dios, y el deber del cristiano es ayudar y no dificultar.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 13
4. ACTITUD FRENTE AL PODER DEL ESTADO (Rm/13/01-07)
1 Sométanse todos a las autoridades que ejercen el poder. Porque no hay autoridad sino por Dios, y las que existen, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien resiste a la autoridad, contra el orden establecido por Dios se rebela, y los que se rebelan, acarrearán sobre sí mismos su condena. 3 Porque los gobernantes no son motivo de temor para la buena conducta, sino para la mala. ¿Quieres vivir sin temer a la autoridad? Haz el bien, y recibirás de ella elogio; 4 pues está al servicio de Dios para conducirte al bien. Pero, si haces el mal, teme; pues no en vano lleva la espada, ya que está al servicio de Dios como vengadora de la ira divina contra el que practica el mal. 5 Por lo tanto, es necesario someterse, no sólo por miedo al castigo, sino también por deber de conciencia. 6 Y por eso mismo pagadles también tributos; pues son funcionarios de Dios para dedicarse asiduamente a este oficio. 7 Dad a cada uno lo debido: a quien el tributo, el tributo; a quien el impuesto, el impuesto; a quien el respeto, el respeto; a quien el honor, el honor.
¿Pretende Pablo en esta sección hablar de modo particular sobre la conducta del cristiano en el mundo y frente al mundo? Planteada así la cuestión, difícilmente haríamos justicia al texto. Porque, según el pensamiento de Pablo, no podemos limitar el concepto de «mundo» en el sentido de la tradición occidental a la realidad estatal como contrapuesta a la Iglesia. Para Pablo «mundo» es siempre toda la realidad mundana, y especialmente el universo de las relaciones humanas, en su cualidad de ser creado, aunque al propio tiempo como creación que en muchos aspectos renuncia de su Creador. Desde Cristo y por Cristo, este mundo es el mundo viejo en el que ya ha irrumpido la nueva creación. Esta tensa existencia de la nueva creación en el viejo siglo que pasa la representa el cristiano en su conducta, en cuanto que se deja condicionar constantemente por la nueva realidad dada en Cristo. Conviene reflexionar también aquí sobre este punto preliminar para no hablar de la conducta de los cristianos en el mundo, con demasiada precipitación y facilidad en estos versículos.
La exhortación a comportarse de una forma adecuada frente al poder estatal no hay que separarla de las numerosas exhortaciones precedentes. Por lo demás, Pablo otorga al tema una especialísima atención, tal vez movido por alguna circunstancia concreta.
También por lo que se refiere a su actitud frente al poder estatal vale para los cristianos el «que nadie tenga de sí mismo estimación superior a la que debe tener» (v. 12,3). Los cristianos no han sido arrancados, por el mero hecho de serlo, del ordenamiento estatal y social en el que estaban insertos, sino que deben realizar su ser de cristianos dentro de la realidad dada. Ahora bien ¿significa esto un reconocimiento de cualquier autoridad estatal, independientemente de cuál sea el tipo de Estado en cada caso concreto? El principio que Pablo formula en el v. 1b no deja la menor duda de que para él las autoridades existentes proceden de Dios. Pablo no se pregunta hasta dónde se considera el poder estatal como establecido por Dios, ni si de hecho realiza y representa, en todo o en parte, un determinado orden de cosas impuesto por Dios, sino que -pese a todas las posibles y hasta probables incongruencias del ejercicio del poder- cuenta con autoridades superiores que descansan en el «orden establecido por Dios».
De esta realidad tienen que partir también los cristianos, aun cuando en cada caso concreto les incumba la obligación de discernir cuál es aquí y ahora la voluntad de Dios (12,2). Mas lo que preocupa a Pablo por encima de todo es precaver contra un entusiasmo que, partiendo de una falsa interpretación del don de Dios, cree que puede dejar de lado el estado de cosas existente. Pablo es ciertamente un predicador «ferviente» en el espíritu (v. 12,11); pero no es un hombre fantasioso ni exaltado. De ahí que requiera de todos los cristianos que soporten y no aligeren la tensión entre lo que aún persiste del mundo y la participación ya lograda de la creación nueva.
Con una lealtad al Estado, casi burguesa, exhorta a proseguir haciendo el bien. Si obras el bien, hasta el poder estatal puede ayudarte en esa empresa, en otro caso tendrás que temer a esa autoridad. Pero en ambas funciones en el reconocimiento y alabanza del bien como en el castigo del mal, el poder del Estado es un funcionario o ministro de Dios. Por ello, es necesario someterse al mismo. Pero en su conducta frente al poder estatal el cristiano no solamente considera una fuerza a la que no puede oponerse, sino que obra lo que debe obrar en libertad, y eso es lo que significa el «por deber de conciencia» (v. 5). En realidad, Pablo no exige nada extraordinario ni nuevo, cuando exhorta a los cristianos a que se muestren obedientes frente a la autoridad estatal. Pero es precisamente lo que en la vida cotidiana acontece como algo ordinario y natural, por ejemplo, los tributos en favor del Estado (v. 6s), lo que el cristiano debe aceptar con la misma naturalidad que cualquier otro ciudadano. Es evidente que aquí no se dice todo lo que habría que decir sobre la conducta del cristiano en general frente al Estado. Así, por ejemplo, Pablo no roza para nada si la obediencia al poder estatal tiene algunas limitaciones y cuándo, ni alude tampoco a la justificación de tales cuestiones. En principio esa limitaciones vendrían impuestas para Pablo en aquellos casos en que el cristiano se viere forzado a renegar de las exigencias del Evangelio.
5. EL AMOR ES EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY (Rm/13/08-10)
8 Con nadie tengáis deudas, excepto la de amaros mutuamente; pues quien ama al prójimo, ha cumplido ya la ley. 9 Porque aquello de «No cometerás adulterio; No matarás: No robarás; No codiciarás» (Deu 5:17-21), y los demás mandamientos, en esta expresión se resumen «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19:18). 10 El amor no hace mal alguno al prójimo. Por tanto, el amor es cumplimiento de la ley.
Aunque en su vida cotidiana el cristiano hace lo que tiene que hacer con una cierta naturalidad, dentro de la escrupulosidad religiosa de su servicio sigue habiendo siempre una obligación que no es fácil eliminar: el amor mutuo. El amor es su tarea permanente, y desde luego como «cumplimiento de la ley». El hombre no cumple la ley, y eso quiere decir que el amor como cumplimiento de esa misma ley es y seguirá siendo un deber del hombre y también del cristiano. Las exigencias de la ley, tal como se expresan en cada uno de los mandamientos, se concentran y concretan para el cristiano en una nueva forma del precepto del amor. El amarse unos a otros es la nueva posibilidad cristiana, aunque con ello no se pida nada nuevo respecto de lo que ya pedía Lev 19:18. Por lo que hace al contenido, con este mandamiento se ponen en práctica las mismas realizaciones que ya requería la ley del Antiguo Testamento. Sólo que la verdadera intención de ese mandamiento del amor, conocido ya en su tenor literal, vuelve ahora a definirse de nuevo desde el acto de Cristo. El amor, que Jesucristo nos ha demostrado con la entrega de su vida «por mí» (Gal 2:20), permite reconocer nuestro amor como la nueva posibilidad que Dios nos otorga. El mandamiento del amor, revigorizado con el acto de Cristo, pone al cristiano en relación con el prójimo, es decir, con el hombre que se encuentra en este mundo. El amor es, por lo mismo, la forma con que los cristianos dan testimonio ante el mundo del acto de Cristo. En ese amor se cumple la ofrenda del propio cuerpo a que Pablo exhorta ya en la introducción (Gal 12:1). Aunque ante todo sólo muestre la forma íntima con la que no se «hace mal alguno al prójimo» (v. 10), por lo que hace al «cumplimiento de la ley», al amor se le abren en la vida cotidiana posibilidades siempre nuevas de una forma de culto práctica.
6. EL PRECEPTO DEL TIEMPO (Rm/13/11-14)
11 Y esto, tanto más cuanto que bien sabéis en qué tiempo vivimos: que ya es hora de que os despertéis del sueño, pues la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. 12 La noche está muy avanzada, el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. 13 Como en pleno día, caminemos con decencia: no en orgías ni borracheras; no en fornicaciones ni lujurias; no en discordia ni envidias. 14 Al contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no pongáis vuestro afán en la carne para satisfacer sus deseos.
Para concluir el Apóstol fundamenta sus exhortaciones en la urgencia de la última hora. Los cristianos conocen el «tiempo» y saben que ha sonado la hora. El tiempo, en el que ahora se encuentran, está condicionado por el acontecimiento de Cristo y, en consecuencia, por el momento en que alcanzaron la fe. Pues bien, ese tiempo no permite el sueño despreocupado ni el permanecer inactivo confiado en los méritos de Jesucristo, sino que exige permanecer vigilante en espera del día que aportará la plenitud de nuestra salvación. La pronta llegada de Cristo como consumador del acontecimiento salvífico, a cuya disposición está al presente Pablo como su mensajero, es el fundamento y razón últimos de la vida cristiana. De ahí que la conducta cristiana deba reconocerse por las «obras» correspondientes al día y no las que corresponden a la noche. Las «obras de las tinieblas» no pueden ya conciliarse con el día al que tienden las miradas de los cristianos y cuya proximidad resulta tan evidente que ya no cabe la menor duda acerca de su aparición; más aún, al presente ya ha empezado a alborear y a poner en tela de juicio todo el poder de las tinieblas que aún ejercen su soberanía.
Con ello Pablo no fomenta veleidades apocalípticas, sino que exhorta a portarse bien en la hora presente: Importa mucho conocer el tiempo en que vivimos. Pero sólo se le puede reconocer en Jesucristo, en cuanto redentor del mundo que ya ha venido por nosotros, aunque todavía tiene que venir en el futuro. Ahora bien, que su venida no hay que posponerla hasta un futuro lejano e indeterminado, sino que hay que experimentarla más bien como un futuro que se inserta constantemente en el tiempo presente, es lo que testimonian los cristianos cuando caminan «como en pleno día».
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Mat 22:16-21; 1Ti 2:1-2; Tit 3:1; 2Pe 2:13-17; Pro 8:15.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La responsabilidad del cristiano frente a las autoridades
Pablo no conecta en forma explícita esta sección con la que la precede, y esto ha llevado a algunos eruditos a pensar que es un agregado posterior, quizá pospaulino, al texto de Rom. Pero no hay evidencia textual que apoye una interpretación tan drástica. El pasaje encaja perfectamente bien dentro del contexto: la sumisión a las autoridades es parte de esa “voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (12:2b) que Pablo ha estado bosquejando, y también es un ejemplo específico de hacer “lo bueno delante de todos los hombres” (12:17b). Pablo quizá haya sabido que los cristianos romanos necesitaban particularmente ese consejo, ya que hay evidencias de que en la capital, en esta época, varios grupos, incluyendo a los judíos, estaban haciendo una campaña en contra del pago de impuestos (Tácito, An. 15:50 ss.). Pablo, por lo tanto, aconseja a los cristianos de Roma que paguen sus impuestos (6, 7) como parte de su obligación general de someterse a las autoridades del Estado (1a, 5a). Argumenta que esta sumisión es requerida porque las autoridades del gobierno están puestas por Dios para servir a sus propósitos de premiar el bien y castigar el mal (1b-4, 5b).
Las autoridades (gr. exousiai) se refiere claramente a quienes están en puestos de autoridad en el gobierno secular; en la época de Pablo, por supuesto, los funcionarios provinciales e imperiales de Roma. Someterse a tales autoridades significa reconocer su lugar por “sobre” el creyente en el “orden” que existe en el mundo. Este “orden” incluye tanto a las instituciones seculares que no cuentan con la sanción de Dios (p. ej. la esclavitud, Tito 2:9; 1 Ped. 2:18) como a las instituciones ordenadas por Dios para el bien de su pueblo (p. ej. el matrimonio, Ef. 5:22; Col. 3:18; Tito 2:5; 1 Ped. 3:1, 5; la familia, Luc. 2:51; el liderazgo de la iglesia, 1 Cor. 16:16; 1 Ped. 5:5; Ef. 5:21 probablemente incluye matrimonio, familia y esclavitud). El gobierno humano, aclara Pablo en los vv. 1b-4, cae claramente dentro de la segunda categoría. Haciéndose eco de enseñanzas correspondientes en el AT (Prov. 8:15, 16; Isa. 40:15, 23, 24; Dan. 2:21; 4:17, 25, 32; 5:21) y judías (Sabiduría de Salomón 6:3; Eclesiástico 10:4; 17:17), Pablo nos recuerda que las autoridades han sido constituidas (tetagmenai) por Dios y, por lo tanto, el gobernante es un servidor de Dios, aunque sea indirecta o inconscientemente (4, 6). Los gobernantes sirven a Dios reconociendo al que hace lo bueno (3b, 4a) y castigando al que hace lo malo (3a, 4b). Por lo tanto, los cristianos como todos los demás (cf. v. 1) debemos hacer lo que las autoridades que gobiernan nos ordenan hacer; y no sólo por temor al castigo, sino porque reconocemos que Dios está detrás del gobierno y queremos evitar hacer aquello que violaría nuestras conciencias (5b).
La enseñanza de Pablo en esta sección parece ser muy directa y, en verdad, cuenta con pasajes paralelos en otros libros del NT (ver especialmente 1 Ped. 2:13-17). No obstante, el mandato aparentemente absoluto de hacer lo que nos dicen nuestros gobernantes crea problemas para la mayoría de los creyentes en Cristo. Estos problemas no sólo son creados por las experiencias que vivimos -muchos creyentes deben vivir bajo regímenes dictatoriales o ferozmente anticristianos- sino por el NT mismo, que en otros lugares considera la desobediencia a los gobernantes como algo digno de ser alabado (Hech. 4:19, 20; Apoc.). El problema creado por 13:1-7 puede ser resuelto de varias formas. Algunos argumentan que Pablo ordena obedecer al gobierno sólo cuando el mismo está cumpliendo las funciones dadas por Dios, de premiar el bien y castigar el mal. Aunque puede haber cierta verdad en esto, Pablo no hace que la obediencia del cristiano dependa del comportamiento del gobierno. Otros creen que Pablo sólo se está limitando a la situación inmediata de la comunidad romana; pero el lenguaje universal del texto (v. 1, toda persona, no hay autoridad que no provenga … ) lo hace improbable. Una alternativa más atrayente es que la demanda que Pablo presenta de que los cristianos se sometan al gobierno significa simplemente que reconozcan el justo lugar que éste ocupa dentro de la jerarquía de relaciones establecidas por Dios, una jerarquía cuya cima es Dios. Por consiguiente, cuando el gobierno usurpa su lugar, y nos ordena hacer algo contrario a nuestro Dios supremo, somos libres para -en realidad, estamos obligados a- desobedecer. Este punto de vista, sin embargo, puede debilitar indebidamente el significado de “someterse”. Quizá la mejor solución, entonces, sea considerar a 13:1-7 como una declaración general sobre cómo el cristiano debería relacionarse con el gobierno, y cuyas excepciones implícitas no se detallan aquí.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
13.1 ¿Hay momentos en los que uno tiene que desobedecer a las autoridades? No debemos permitir que los gobernantes nos obliguen a desobedecer a Dios. Jesús y sus apóstoles nunca desobedecieron a las autoridades por razones personales; cuando lo hicieron fue por ser leales a Dios. Su desobediencia les costó caro: los amenazaron, los golpearon, los pusieron en prisión, los torturaron y los ejecutaron por sus convicciones. Como ellos, si nos vemos obligados a desobedecer, debemos estar dispuestos a sufrir las consecuencias.13.1ss Los cristianos interpretan Romanos 13 de diferentes maneras. Todos los cristianos estamos de acuerdo en que debemos vivir en paz con el estado, siempre y cuando este nos permita obrar de acuerdo a nuestras convicciones religiosas. Por cientos de años, sin embargo, ha habido al menos tres interpretaciones de cómo debemos hacerlo.(1) Algunos cristianos creen que el estado es demasiado corrupto y que por lo tanto deben relacionarse con él lo menos posible. Aunque deben ser buenos ciudadanos mientras puedan sin comprometer sus creencias, los cristianos no deben trabajar para el gobierno, ni votar en las elecciones, ni servir en el ejército.(2) Otros creen que Dios ha dado al estado autoridad en ciertos asuntos y a la iglesia en otros. Los cristianos pueden ser leales a ambos y pueden trabajar para cualquiera de los dos. Sin embargo, no deben confundirlos a los dos. La iglesia y el estado tienen intereses en esferas totalmente diferentes, la espiritual y la física, que se complementan pero no actúan juntas.(3) Otros creyentes piensan que los cristianos tienen la responsabilidad de lograr que el estado mejore. Lo pueden hacer desde el campo político, eligiendo cristianos u otros líderes con altos principios. También lo pueden hacer en lo moral, sirviendo de influencia positiva en la sociedad. Según este punto de vista, idealmente la iglesia y el estado han de trabajar juntos para el bien de todos.Ninguno de estos puntos de vista defiende la rebelión ni rechaza la obediencia a las leyes o regulaciones establecidas por las autoridades, a menos que estas demanden con claridad que se violen normas morales reveladas por Dios. Dondequiera que nos hallemos, debemos actuar como ciudadanos y cristianos responsables.13.3, 4 Cuando las autoridades civiles son injustas, las personas honestas temen. En este versículo, Pablo se refiere a los magistrados que cumplen con su tarea. Cuando son justos, los que actúan con honestidad no tienen nada que temer.13.8 ¿Por qué el amor a otros se considera una deuda? Estamos permanentemente en deuda con Cristo por su amor sin límites derramado a nuestro favor. La única forma en que podemos empezar a pagar la deuda es amando a otros. Ya que el amor de Cristo siempre será infinitamente superior al nuestro, tenemos la obligación de amar a nuestro prójimo.13.9 A veces tenemos la idea de que amarse uno mismo es malo. Pero si este fuera el caso, sería vano amar al prójimo como a nosotros mismos. Pablo explica lo que significa amarse. A pesar de que usted quizás tenga un bajo concepto de sí mismo, dudo que vaya a estar dispuesto a dejar de comer. Se viste razonablemente bien. Procura que exista un techo sobre su cabeza. Trata de que no lo defrauden ni injurien. Y se enfurece si alguien trata de arruinar su matrimonio. Este es el tipo de amor que debemos brindar a nuestro prójimo. ¿Se preocupa usted de que otros se alimenten, tengan ropa y vivienda? ¿Nos preocupan los asuntos relacionados con la justicia social? Amar a otros como a nosotros mismos significa participar activamente en que las necesidades de otros se suplan. Es interesante, pero es muy raro que entre los que se preocupan por otros antes que por ellos mismos se hallen personas que sufran de una baja autoestima.13.10 Los cristianos deben someterse a la ley del amor, que reemplaza a las leyes religiosas y civiles. ¡Cuán fácil es disculpar nuestra indiferencia hacia otros alegando no tener obligación legal de ayudarles, e incluso justificar el daño que les causamos si lo que les hacemos es técnicamente legal! Pero Jesús no deja brechas en la ley del amor. Cuando el amor lo demande, debemos estar dispuestos a ir aún más allá de los requisitos legales e imitar al Dios de amor. Si desea más información sobre la ley del amor, véanse Jam 2:8-9; Jam 4:11 y 1Pe 2:16-17.13.12-14 La noche se refiere al tiempo presente de maldad. El día alude al regreso de Cristo. Algunas personas se sorprenden de que Pablo incluya contiendas y envidias en la lista en que están los crasos y obvios pecados de glotonería, borrachera y lascivia. Como Jesús en su Sermón del Monte (Mateo 5-7), Pablo considera que las actitudes son tan importantes como las acciones. Así como el odio lleva al asesinato, el celo conduce a la contienda y la lascivia al adulterio. Cuando Cristo vuelva, quiere hallar a su pueblo limpio por dentro y por fuera.13.14 ¿Cómo nos vestimos del Señor Jesucristo? Primero, nos identificamos con El mediante el bautismo (Gal 3:27). Esto demuestra nuestra solidaridad con otros cristianos y con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Segundo, demostramos las cualidades que Jesús reveló mientras estuvo en la tierra: amor, humildad, verdad, servicio. Nos preguntamos qué haría Jesús en nuestro lugar (véanse Eph 4:24-32; Col 3:10-17). Tampoco debemos dar a nuestros deseos ninguna oportunidad de llevarnos a pecar. Evite las situaciones que abran la puerta a satisfacer deseos pecaminosos.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) O: “Toda persona viviente”. Véase Ap. 4A.
(2) “Están colocadas […] en sus posiciones relativas.” Lit.: “habiendo sido puestas en orden están”.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 799 Tit 3:1
b 800 1Pe 2:13
c 801 Luc 4:6; Rev 13:4
d 802 Jua 19:11
e 803 Deu 32:8; Hch 17:26
f 804 Mat 22:21; Hch 5:29; 1Co 11:3
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Habiendo enseñado antes las obligaciones morales, Pablo ahora se refiere a las relaciones del cristiano con el estado.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) La transformación mencionada en 12:2 también gobierna la vida cristiana acerca de la cual se da instrucciones en este capítulo. El carácter natural del hombre es rebelde, pero un carácter transformado es sumiso. La sujeción a la autoridad requiere transformación, la cual resulta del crecimiento en vida.
1 (2) Lit, alma.
1 (3) Lit, por Dios. Después de la caída del hombre, Dios autorizó al hombre a actuar como Su autoridad delegada en el asunto de reinar sobre el hombre ( Gén_9:6). Someterse a las autoridades es reconocer la autoridad de Dios y respetar Su gobierno sobre el hombre. Lo dicho por Pablo aquí implica que él reconoció aun a los oficiales designados por César como gobernantes establecidos por Dios para ser autoridades delegadas de Dios.
1 (4) Dios establece las autoridades sobre el hombre a fin de mantener la paz y seguridad en la sociedad humana de modo que haya tiempo y oportunidad para que El pueda predicar el evangelio, salvar pecadores y edificar a la iglesia para la extensión de Su reino.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Sométase. Del mismo verbo griego usado por Pablo en Tit 3:1 y por Pedro en 1Pe 2:13, donde se expresa esencialmente el mismo punto de vista acerca de la debida actitud del individuo hacia el Estado.
no hay autoridad sino de parte de Dios. Esto no significa que sólo ciertas formas de gobierno están ordenadas por Dios. Dios establece y mantiene el principio del gobierno, aun cuando algunos gobiernos no cumplan los deseos de Dios.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
118 13,1-7. Obligaciones de los cristianos respecto a las autoridades civiles. Pablo, al escribir a la Iglesia romana, es sabedor de que esta comunidad era más consciente que otras de la autoridad imperial. Hasta el momento en que Pablo escribe Rom, no había habido persecución oficial del cristianismo en Roma, pero las luchas intestinas de la comunidad judía de esa ciudad (probablemente entre judíos y judeocristianos; – Pablo, 79:10) se zanjaron con la expulsión de los judíos de Roma decretada por Claudio (Hch 18,2). Pablo lo sabía, aunque su análisis de las obligaciones de los cristianos respecto a las autoridades civiles se queda en el plano de los principios generales. Como ciudadanos de otro mundo (Flp 3,20), los cristianos podrían sentirse inclinados a cuestionar su relación respecto a las autoridades civiles, especialmente cuando éstas eran paganas. La solución que Pablo da al problema está relacionada con los principios de Prov 8,15 y Mt 22,16-21.
119 1. toda persona: Lit., «toda alma», hebraísmo (véase el comentario a 2,9). El mandato no queda restringido a los cristianos. En algunos mss. (P46, D, G) y la LA, se omite «alma» y hay un simple impv.: «obedeced a las autoridades superiores», autoridades superiores: Lit., «autoridades que gobiernan, en altos cargos» (BAGD 841). El sustantivo pl. exousiai se aplica comúnmente a las «autoridades» humanas en el griego profano y en el NT (Lc 12,11) . O. Cullmann, sin embargo, ha sostenido que exousiai tiene otro significado, «los poderes angélicos invisibles que están detrás del gobierno del Estado», o incluso un doble significado, «el Estado empírico y los poderes angélicos» (The State in the New Testament [Nueva York 1956] [trad. esp. del or. al.: El estado en el Nuevo Testamento (Madrid 1966)]); cf. 1 Cor 2,8; 1 Pe 3,22. Sin embargo, no es muy probable que Pablo se refiera a nada así; habla de las ordinarias autoridades civiles humanas, de las que los cristianos dependen y a las que deben obedecer, no hay autoridad que no provenga de Dios: Incluso la autoridad imperial de Roma procede de Dios, aunque Roma pueda mostrarse reacia a admitirlo. Indirectamente, Pablo reconoce al Padre como la fuente de todo el bienestar y la paz traídos por el dominio imperial romano. 2. quien se resiste a la autoridad se opone a lo que Dios ha ordenado: De lo precedente se deduce un principio general. La obediencia a las autoridades civiles es una forma de obediencia a Dios mismo, pues la relación de los seres humanos con Dios no está limitada a la esfera religiosa o cultual. La suposición que está presente a lo largo de los vv. 1 -7 es que las autoridades se conducen correctamente y buscan el bien de la sociedad. No se plantea la hipotética posibilidad, ni de un gobierno tiránico, ni de otro incapaz de hacer frente a una situación en la que los justos derechos de los ciudadanos individuales o de un grupo minoritario sean desatendidos o vulnerados. Pablo insiste simplemente en un aspecto de la cuestión: la obligación de los súbditos respecto a la autoridad legítima. En este pasaje no analiza las obligaciones de las autoridades civiles. 4. pues son representantes de Dios que trabajan para (tu) bien: Se trata de una nueva formulación del v. 1, en la que se subraya el carácter delegado de la autoridad civil; sólo plantea la hipótesis de un gobierno civil que desempeña correctamente sus funciones. La expresión eis to agathón, «para el bien», expresa el finis de la actividad civil, no en vano llevan la espada: La espada se introduce como símbolo de autoridad penal, del poder legítimamente poseído por las autoridades civiles para coaccionar a los ciudadanos recalcitrantes en su esfuerzo por mantener el orden e intentar alcanzar la meta común, representante de Dios para ejecutar (su) ira sobre los malhechores: El contexto demuestra que esa ira es divina, como en 12,19; de otro modo, tales autoridades no serían representantes de Dios. 5. por la conciencia: Se introduce otro motivo para la obediencia; Pablo se da cuenta de que el temor al castigo no disuadirá siempre a los ciudadanos de quebrantar las reglamentaciones civiles. Su llamamiento a la conciencia indica una obligación moral (y no simplemente legal o penal) de obedecer las leyes civiles. Vincula la reacción humana ante los gobernantes civiles con el origen divino de la autoridad civil misma. 6. por eso pagáis también impuestos: Pablo da por supuesto que los cristianos de Roma han pagado impuestos. Por tercera vez subraya la naturaleza delegada de la autoridad civil (13,1.4), en este caso en materia de impuestos. 7. Cf. Mc 12,17.
(Bruce, F. F., «Paul and “the Powers That Be’’», BJRL 66 [1983-84] 78-96. Dyck, H. J„ «The Christian and the Authorities in Romans 13,1-7», Direction 14 [1985] 44-50. Hultgren, A. J., «Reflections on Romans 13:1-7: Submissíon to Governing Authorities», Dialog 15 [1976] 263-69. Hutchinson, S., «The Political Implications of Romans 13:1-7», Biblical Theology 21 [1971] 49-59.)
120 8-10. Del deber cristiano respecto a las autoridades civiles, Pablo pasa a la obligación de la caridad que, en la nueva dispensación, compendia la ley mosaica entera. 8. a nadie debáis nada, salvo el amor mutuo: En esto encuentran su recapitulación todas las obligaciones de la vida cristiana. Pablo no está haciendo del amor o la caridad una especie de deber adeudado a alguien; lo expresa así para subrayar su papel en toda la conducta cristiana; no está restringido sólo al ámbito intracristiano. ha cumplido plenamente la ley: Como en otros lugares de Rom (véase el comentario a 2,12), se habla de la ley mosaica, como dejan patente las citas que siguen. 9. mandamientos: Pablo cita frases del Decálogo (Éx 20,13-17; Dt 5,17-21). El orden de las distintas prohibiciones difiere del encontrado en el TM, pero es el mismo que el de los LXX en Dt 5,17-18 (ms. B); cf. Lc 18,20; Sant 2,11; Filón, De dec. 120, 132. se resumen en esta fórmula: «Amarás…»: Tal vez Pablo se esté haciendo eco de un dicho de Jesús (Mc 12,28-34) que resume la ley mosaica con Dt 6,4-5 y Lv 19,18. Otros judíos también solían compendiar la ley de maneras parecidas (véase Str-B 1.907-08), pues consideraban las normas concretas (los 613 mandatos y prohibiciones de la Torá) como desarrollos de esos pasajes del AT. En Lv 19,18, sin embargo, «prójimo» significa los otros judíos; el sentido en que lo usa Pablo tiene, no obstante, una extensión mayor. 10. el amor es el cumplimiento de la ley: Aunque pueda parecer sólo una formulación abstracta de lo anterior, con esto Pablo enuncia su principio básico propio. Si Cristo es la «meta de la ley» (10,4), se puede decir que el «amor», que animaba toda su existencia y su actividad soteriológica (8,35), es el cumplimiento de la ley. Se convierte en la norma para la conducta cristiana y, cuando se aplica adecuadamente, alcanza todo aquello que la ley representaba. Véase A. L. Bencze, NTS 20 (1973-74) 90-92.
121 11-14. Exhortación escatológica dirigida a los cristianos de Roma: deben caer en la cuenta de que ya están viviendo en el eschaton, pues las dos eras se han encontrado (1 Cor10,11) . 11. momento crítico: El período de la existencia cristiana es kairos, un tiempo en que los cristianos están llamados a manifestar con sus actos que lo son y a comportarse como corresponde. En otros lugares, Pablo utiliza en las exhortaciones morales una motivación escatológica (1 Tes 5,6; 1 Cor 7,26.28-30); cf. Col 4,5; Ef 5,16. Aun cuando lo que Pablo dice en 11,25 acerca de la conversión de Israel podría dar a entender que la fase definitiva de la salvación es algo todavía perteneciente al futuro, el kairos ha empezado (con la muerte y resurrección de Cristo). Ahora es el momento de que los cristianos se apropien mediante su fe, «que se manifiesta mediante el amor» (Gál 5,6) , los efectos de cuanto en otro tiempo consiguió para todos Cristo Jesús, despertéis del sueño: Véanse 1 Tes 5,6; 1 Cor 15,34; cf. Ef 5,14. la salvación está más cerca: La liberación escatológica de los cristianos como cumplimiento de la prenda (2 Cor 1,22) o las primicias (Rom 8,23) ha sido garantizada por el Espíritu que habita en ellos. Ahora está más cerca que cuando empezaron a creer en Cristo. 12. la noche está muy avanzada: Pablo da a entender que el tiempo que separa a los cristianos de su destino escatológico no es demasiado largo, despojémonos de las obras de las tinieblas: El contraste de día y noche, de luz y tinieblas, simboliza el bien y el mal, lo mismo que en 1 Tes 5,5-8 (cf. Ef 5,8-11). Estos pares se utilizan habitualmente en los escritos apocalípticos judíos de la época, esp. en la LQ esenia (1QS 2,7; 3,20-4,1; lQM 15,9, «en las tinieblas están todas sus obras», es decir, las obras de los hijos de las tinieblas que están dominados por el príncipe de los demonios, Belial). pongámonos la armadura de la luz: Los cristianos no pueden permitirse permanecer en la indefensión de quienes duermen ligeros de ropa en un momento en que la situación requiere «armadura». Dicha armadura no se describe en este pasaje, pero sí en 1 Tes 5,8, como fe, caridad y esperanza; cf. Ef 6,15-17. 13. Lista de vicios que constituyen las «obras de las tinieblas» (véase el comentario a 1,28; – Teología paulina, 82:142). 14. revestios del Señor Jesucristo: Que Cristo sea vuestra armadura. Mediante el bautismo, el cristiano ya se ha «revestido» de Cristo (Gál 3,27). Pero esa identificación ontológica del cristiano con Cristo debe fructificar en la vida consciente de cada cual; a medida que uno se va haciendo cada vez más consciente de la identidad cristiana, ha de retirarse cada vez más del pecado. Tal actitud psicológica, una vez cultivada, dominará todos los deseos del Ego sometido al Pecado. Véase E. Lóvestam, Spiritual Wakefulness in the New Testament (Lund 1963).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Lit., alma
Lit., por
Fuente: La Biblia de las Américas
[1] No que no tengamos que hacer los mandamientos sino más bien que la actitud de un cumplidor de la Torah debería manifestarse como amor, sumisión y perdón.
[2] Es resumidamente entendido como amor, pero es un resumen resumen descriptivo, no libertad de no obedecer toda la Torah.
[3] La verdadera armadura de YHWH, como se describe en Efesios 6. Ver notas en y sobre Efesios 6.
[9] Lev 19, 18; Mat 22, 29.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat