Comentario de Romanos 16:12 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales han trabajado arduamente en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, quien ha trabajado mucho en el Señor.
16:12 — Se nombran tres hermanas en Cristo que en particular se destacaron en su obra en el Señor.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
las cuales trabajan en el Señor. Mat 9:38; 1Co 15:10, 1Co 15:58; 1Co 16:16; Col 1:29; Col 4:12; 1Ts 1:3; 1Ts 5:12, 1Ts 5:13; 1Ti 4:10; 1Ti 5:17, 1Ti 5:18; Heb 6:10, Heb 6:11.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor: Trifena y Trifosa eran probablemente hermanas y quizás gemelas. Era una práctica común que los nombres de los gemelos tuvieran como raíz la misma palabra. El nombre significa aquellas que viven voluptuosamente. Aunque estos nombres derivan del paganismo, de la raíz Anatolia, Pablo, sin embargo, las asocia con la labor del Señor.
Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor: A Pérsida (el nombre significa mujer persa) se le llama amada, pero como es una mujer Pablo evita delicadamente usar la frase «mi amada». Su nombre aparece en inscripciones en griego y en latín como el de una esclava o liberta.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
a Trifena y a Trifosa. Tal vez fueron hermanas mellizas, sus nombres significan «delicada» y «refinada». Pérsida. Nombrada en honor de Persia, su lugar de origen. Como su labor se menciona en tiempo verbal pasado, es probable que fuera mucho mayor que las demás mujeres mencionadas en este versículo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
16:12– Se nombran tres hermanas en Cristo que en particular se destacaron en su obra en el Señor.
Fuente: Notas Reeves-Partain
SAGAS QUE SE RECUPERAN
Romanos 16:12-16
Dadle mis saludos a Trifena y a Trifosa, que trabajan mucho en el Señor. Dadle mis saludos a la querida Pérsida, que ha trabajado mucho en el Señor. Dadle mis saludos a Rufo, escogido del Señor, y a su madre, que me trató como a un hijo. Dadles mis saludos a Asíncrito, Flegonte, Hermas, Patrobas, Hermes, y a los hermanos que están con ellos. Dadles mis saludos a Filólogo, Julia, Nereo y su hermana, Olimpas, y todos los consagrados que están con ellos. Saludaos unos a otros dándoos unos a otros de mi parte el beso de los consagrados a Dios. Todas las iglesias cristianas os mandan recuerdos.
No cabe duda que todos estos nombres encerrarán sagas; pero sólo podemos aventurarnos a recuperar las de unos pocos.
(i) Cuando Pablo manda saludos para Trifena y Trifosa -que es probable que fueran mellizas, por la semejanza de sus nombres-, lo hace con una sonrisa; porque la forma en que lo dice suena a una graciosa contradicción en términos. En esta lista de saludos Pablo usa tres veces una cierta palabra griega refiriéndose al trabajo cristiano. La usa de María (versículo 6), y de Trifena y Trifosa y de Pérsida en este pasaje. Es el verbo kopian, que quiere decir ajetrearse hasta el agotamiento, matarse a trabajar. Eso es lo que Pablo dice que Trifena y Trifosa tenían costumbre de hacer; y lo curioso es que Trifena y Trifosa quieren decir respectivamente melindrosa y melosa. Es como si dijera: «Vosotras dos os llamáis melindrosa y melosa; ¡pero dais un mentís a vuestros nombres trabajando como negras en la causa de Cristo!» Podemos figurarnos a Pablo guiñándole el ojo a su amanuense al dictarle este saludo.
(ii) Una de las sagas más gloriosas ocultas en el Nuevo Testamento se encierra en el nombre de Rufo, y su madre, que se portó como una madre con Pablo. Está claro que Rufo era conocido y apreciado por su simpatía y santidad en la iglesia de Roma; y también está claro que Pablo reconocía una deuda de gratitud que tenía con la madre de Rufo por la amabilidad y los cuidados que le había deparado. ¿Quién era Rufo?
Vayamos a Mr 15:21 . Allí leemos que los soldados Romanos que iban conduciendo a Jesús al Calvario obligaron a un cierto Simón Cireneo a llevar la cruz; y se le describe como el padre de Alejandro y Rufo. Ahora bien: si a ese hombre se le identifica por los nombres de sus hijos, está claro que, aunque a él no se le conociera en aquella comunidad a la que se está contando aquello, sus hijos sí eran conocidos. ¿A qué iglesia dedicó Marcos su Evangelio? A la de Roma; y daba por sentado que allí sabían quiénes eran Alejandro y Rufo. Es casi seguro que el Rufo que se menciona aquí era el hijo de aquel Simón Cireneo que llevó la cruz de Jesús.
Aquel habría sido un día terrible para Simón. Era judío, natural de Cirene, en el Norte de África. Es probable que se hubiera pasado media vida ahorrando para poder ir alguna vez a celebrar la Pascua en Jerusalén. Cuando por fin lo pudo hacer, cuando estaba a punto de entrar en la ciudad con el corazón emocionado por la solemnidad de la fiesta, de pronto un soldado romano le puso la espada plana en el hombro, que era la señal de que se le confiscaba para un servicio… y se encontró llevando la cruz de un criminal. ¡Cómo se cambiaría su elevada emoción espiritual por el resentimiento que le causaba aquella indigna humillación! ¡Haber venido de Cirene para esto! ¡Él, que pensaba solamente en participar de la gloria de la Pascua, y tenía que hacer algo tan terrible y vergonzoso! ¿Tiraría la cruz al suelo con rabia al llegar al Calvario, y se marcharía con odio en el corazón?
Algo como lo que intuyó y nos contó Gabriel Miró en sus Figuras de la Pasión del Señor debe de haber sucedido. En el camino del Calvario, el encanto sobrenatural de la figura quebrantada de Jesús habrá ido echando sus zarcillos alrededor del corazón del Cireneo. Probablemente se quedaría para ver más, y la figura del Crucificado le atrajo a Sí para siempre. Aquel encuentro «casual» en el camino del Calvario cambió la vida de Simón. Había ido a Jerusalén para participar allí de la Pascua, ¡y cómo cumplió Dios su deseo! Allí y entonces conoció al Que había venido para hacer realidad todo lo que la Pascua anunciaba y representaba, al Cordero de Dios Que quita el pecado del mundo, Cristo, nuestra Pascua. Volvería a casa, y compartiría su experiencia con su mujer e hijos de tal manera que también ellos creerían.
Podemos entretejer toda clase de especulaciones. Fueron hombres de Chipre y de Cirene los que fueron a Antioquía y anunciaron el Evangelio por primera vez a los gentiles (Hch 11:20 ). ¿Era Simón uno de los de Cirene? ¿Estaba Rufo con él entre los que dieron aquel gigantesco paso de fe de hacer que el Cristianismo ofreciera la Salvación a toda la humanidad? ¿Estaban ellos entre los que soltaron las amarras del Cristianismo del muelle de Israel? ¿Será posible que los gentiles debamos el ser cristianos hoy al extraño episodio del hombre de Cirene al que oblijaron a llevar una cruz al Calvario?
Vayamos ahora a Efeso en aquel día en que produjeron un tremendo disturbio los industriales que tenían montado un muy próspero negocio en torno a la diosa Diana de los Efesios, cuando la multitud habría linchado a Pablo si le hubiera echado mano. ¿Quién salió a enfrentarse con aquel gentío enfurecido? Uno que se llamaba Alejandro (Hch 19:33 ). ¿Sería el otro hermano, arrostrándolo todo por Jesús con Pablo?
Y en cuanto a la madre, no cabe duda de que en momentos de necesidad debe de haber brindado a Pablo la ayuda y la hospitalidad que su propia familia le rehusó desde el día que creyó que el Crucificado era el Mesías. Puede que nos estemos pasando en algunos detalles, porque Alejandro y Rufo eran nombres bastante corrientes; pero no nos podemos pasar al suponer que aquel encuentro » casual» en el camino del Calvario produjo consecuencias maravillosas, de las que seguimos beneficiándonos.
(iii) Todavía nos queda otro nombre que tal vez encierre una historia todavía más sorprendente, el de Nereo. El año 95 d C. tuvo lugar un suceso que escandalizó a toda Roma. Dos de las personas más distinguidas de la ciudad fueron condenadas a muerte por ser cristianas. Eran Flavio Clemente, que había sido cónsul de Roma, y su esposa Domitila, que era de sangre real. Era nieta del emperador Vespasiano, y sobrina del actual emperador, Domiciano. De hecho, los dos hijos de Flavio Clemente y Domitila habían sido designados como sucesores de Domiciano en el poder imperial. Flavio fue ejecutado, y Domitila fue desterrada a la isla de Pontia, donde unos años después Paula vio la cueva en la que «Domitila arrastró su largo martirio por el nombre de Cristo.»
Lo curioso del caso es que el mayordomo de Flavio y Domitila se llamaba Nereo. Es posible que el esclavo Nereo fue el instrumento para que el ex cónsul Flavio Clemente y la princesa de sangre real Domitila se convirtieran al Cristia- nismo. Nereo era un nombre bastante corriente, pero la suposición es posible.
Hay otro hecho de interés que añadir a esta historia. Flavio Clemente era hijo de Flavio Sabino, que era el prefecto de Roma cuando Nerón persiguió sádicamente a los cristianos después de acusarlos de haber provocado el terrible incendio de Roma del año 64 d C. Como prefecto de la ciudad, Flavio Sabino tiene que haber sido el oficial encargado de la persecución. Fue entonces cuando Nerón ordenó que se cubriera de brea a los cristianos y se les prendiera fuego para servir de antorchas vivas en sus jardines, o que se los cubriera de pieles de animales y se les lanzaran los salvajes perros entrenados para la caza mayor, o que los encerraran en navíos que luego se hundían en las aguas del Tíber. Es posible que, treinta años antes de morir por Cristo, el joven Flavio Clemente presenciara el valor inquebrantable de los mártires, y se preguntara qué los hacía arrostrar así las muertes más horribles.
¡Cinco versículos de saludos y nombres que nos revelan sagas que alucinan el corazón!
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Lit., en el