Comentario de Romanos 2:17 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

He aquí, tú tienes nombre de ser judío, te apoyas en la ley y te glorías en Dios.

2:17-20 — En los versículos 17-20 Pablo menciona las cosas en que se gloriaban los judíos. Pero, ¿de qué provecho eran estas cosas si Dios demandaba el hacer su voluntad, y no el tener ciertas cosas? Los privilegios especiales de los judíos, en lugar de hacerles humildes y obedientes, les condujeron a gloriarse vanamente.

— “sobrenombre de judío.” Se gloriaban en un nombre, que de por sí es una base muy pobre para jactancia. El nombre “judío” tuvo su origen en el nombre “Judá,” en los días del reino del sur (las dos tribus, de Judá y de Benjamín). Antes de ser llevada cautiva Judá (el reino del sur), vemos que ya se usaba el nombre “judío” (2Re 16:6; 2Re 25:25 — Versión Valera, 1909; Versión ASV; Versión Septuaginta). Después del cautiverio de setenta años, vemos el nombre en uso común (Est 2:5).

— “apruebas lo mejor.” Véase también Flp 1:10. Literalmente dice, distinguir las cosas que se difieren. Hay cosas diferentes (no “todo es igual”) y tenemos que distinguir entre ellas para poder aprobar lo mejor.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

tienes el sobrenombre de judío. Rom 2:28, Rom 2:29; Rom 9:4-7; Sal 135:4; Isa 48:1, Isa 48:2; Mat 3:9; Mat 8:11, Mat 8:12; Jua 8:33; 2Co 11:22; Gál 2:15; Efe 2:11; Flp 3:3-7; Apo 2:9; Apo 3:1, Apo 3:9.

te apoyas en la ley. Rom 2:23; Rom 9:4, Rom 9:32; Jer 7:4-10; Sof 3:11; Luc 10:28; Jua 5:45; Jua 7:19; Jua 9:28, Jua 9:29.

y te glorías en Dios. Isa 45:25; Isa 48:2; Miq 3:11; Jua 8:41.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Pablo aplica directamente las normas de juicio del Señor a su pueblo escogido. Ellos pidieron que se les instruyera en la voluntad de Dios y por tanto, fueron capaces de distinguir lo bueno de lo malo. Aspiran a enseñar a otros (vv. Rom 2:17-20), sin embargo, su conducta inconsistente contradice su conocimiento (vv. Rom 2:21-24). Su pacto de circuncisión fue inútil por su conducta sin fe (v. Rom 2:25). El gentil incircunciso es hecho aceptable a Dios por su conducta recta (vv. Rom 2:26, Rom 2:27). Dios mira la actitud del corazón de la persona (vv. Rom 2:28, Rom 2:29).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

He aquí, tu tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley: Los israelitas que quedaron en Israel, o los que volvieron tras la cautividad en Babilonia, eran llamados «judíos», aun cuando se incluyeran otras tribus aparte de Judá. Pablo se llama a sí mismo «judío» en Hch 21:39, pero «israelita» en Rom 11:1 y «hebreo» en Flp 3:5. Estos tres nombres se refieren a la misma persona; pero en un sentido técnico «hebreo» es un nombre racial, «Israel» es el nombre nacional, y «judío» es el nombre religioso de los hijos de Jacob. Los judíos descansaron en la Ley porque se describía como «sabiduría y … inteligencia ante los ojos de los pueblos» (Deu 4:6). El judío no tuvo que viajar alrededor del mundo para estudiar en una lejana universidad. No tuvo que confiar en la filosofía de los gentiles. El judío confió que su Ley era todo lo que necesitaba y la mejor educación que pudiera tener. Por lo tanto, se glorió en el Dios que le dio aquella Ley.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

judío. Llamados antes hebreos e israelitas, en el primer siglo «judío» se había convertido en el nombre más usado para referirse a los descendientes de Abraham a través de Isaac. Este gentilicio se deriva del nombre «Judá» (que significa «alabanza»), una de las doce tribus y designación específica de la mitad sureña del reino de Abraham tras su muerte. Desde el tiempo del cautiverio en Babilonia, la raza entera se adjudicó ese título, pero su gran herencia (cp. Gén 12:3) se convirtió en fuente de orgullo y complacencia (cp. Jon 4:2; Miq 3:11-12; Mat 3:7-9; Jua 8:31-34; Jua 8:40-59), lo cual trajo como resultado juicio en lugar de «alabanza».

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Tras demostrar que judíos y gentiles por igual que posean cierta moralidad exterior estarán expuestos a condenación por el juicio perfecto de Dios, Pablo aplica ahora su argumento a los judíos, el pueblo de pacto de Dios. Ni su herencia (v. Rom 2:17 a), ni su conocimiento (vv. Rom 2:17 b Rom 2:24) ni sus ceremonias, en especial la de circuncisión (vv. Rom 2:25-29), los protegerán del juicio justo de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

2:17-20– En los versículos 17-20 Pablo menciona las cosas en que se gloriaban los judíos. Pero, ¿de qué provecho eran estas cosas si Dios demandaba el hacer su voluntad, y no el tener ciertas cosas? Los privilegios especiales de los judíos, en lugar de hacerles humildes y obedientes, les condujeron a gloriarse vanamente.
–“sobrenombre de judío.” Se gloriaban en un nombre, que de por sí es una base muy pobre para jactancia. El nombre “judío” tuvo su origen en el nombre “Judá,” en los días del reino del sur (las dos tribus, de Judá y de Benjamín). Antes de ser llevada cautiva Judá (el reino del sur), vemos que ya se usaba el nombre “judío” (2Re 16:6; 2Re 25:25 — Versión Valera, 1909; Versión ASV; Versión Septuaginta). Después del cautiverio de setenta años, vemos el nombre en uso común (Est 2:5).
–“apruebas lo mejor.” Véase también Flp 1:10. Literalmente dice, distinguir las cosas que se difieren. Hay cosas diferentes (no “todo es igual”) y tenemos que distinguir entre ellas para poder aprobar lo mejor.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL JUDÍO VERDADERO

Romanos 2:17-29

Si a ti se te llama judío, si te apoyas en la Ley, si estás orgulloso de tu Dios y conoces Su voluntad, si apruebas lo que es excelente, si estás instruido en la Ley, si te crees guía de los ciegos, luz en las tinieblas y educador de los insensatos, maestro de los sencillos; si te crees poseedor de la misma forma del conocimiento y de la verdad que se encuentra en la Ley… Entonces, ¿cómo es que tú, que instruyes a otros, no te instruyes a ti mismo? ¿Cómo es que tú, que proclamas a otros que el robar está prohibido, sin embargo robas? ¿Y cómo tú, que prohibes a otros cometer adulterio, lo cometes? ¿Tú, que sientes repugnancia de los ídolos, robas los templos? ¿Tú, que te enorgulleces de la Ley, deshonras a los demás no cumpliéndola? Porque está escrito: «Por vuestra conducta, el Nombre de Dios es vilipendiado entre los gentiles.» La circuncisión es de veras un privilegio si cumples la Ley; pero si la quebrantas, tu circuncisión vale tanto como la incircuncisión. Porque, si los incircuncisos cumplen las leyes morales de la Ley, ¿no se les contará su incircuncisión como equivalente de la circuncisión, y los incircuncisos que cumplen la Ley llegarán a ser tus Jueces por haber tú quebrantado la Ley, aunque tienes la letra de la Ley y el rito de la circuncisión? Porque el verdadero judío no es el que lo es externamente, ni es la verdadera circuncisión la que se hace externamente en la carne; sino que el verdadero judío es el que lo es en su interior, y la circuncisión real es la del corazón, de acuerdo con el espíritu y no al pie de la letra. La alabanza de tal hombre no viene de los hombres, sino de Dios.

Este pasaje tiene que haberle resultado escandaloso a un judío. Estaría seguro de que Dios le consideraba una persona especial sencillamente por pertenecer a la nación de los descendientes de Abraham y porque llevaba en el cuerpo la señal de la circuncisión. Pero Pablo introduce aquí una idea a la que volverá después repetidas veces. El judaísmo, insiste, no es en absoluto una cuestión de raza, y no tiene nada que ver con la circuncisión: depende de la conducta. Si es así, muchos supuestos judíos, que son descendientes directos de Abraham y que llevan en el cuerpo la señal de la circuncisión, en realidad no son judíos; y muchos gentiles que ni siquiera han oído hablar de Abraham ni se les ha pasado por la cabeza el circuncidarse, son judíos en el verdadero sentido de la palabra. A un judío esto le sonaría como la peor herejía, y le pondría furioso.

El último versículo de este pasaje contiene un juego de palabras que es imposible traducir: «La alabanza de tal hombre no viene de los hombres sino de Dios.» La palabra griega para alabanza es épainos. Si retrocedemos al Antiguo Testamento Ge 29:35; Ge 49:8 ), nos encontramos con que el sentido original y tradicional de la palabra Judá es alabanza (épainos). Así es que esta frase quiere decir dos cosas: (a) Que la alabanza de tal hombre no viene de los hombres, sino de Dios. (b) Que el judaísmo de tal hombre no viene de los hombres, sino de Dios. El sentido del pasaje es que las promesas de Dios no son para los de una cierta raza y que llevan una cierta señal en el cuerpo, sino para personas que viven una cierta clase de vida, sean de la raza que sean. El ser un verdadero judío no es cuestión de «pedigrí», sino de carácter; y a menudo uno que no es judío de raza puede que sea mejor judío que el otro.

Pablo dice que hay judíos cuya conducta hace que se hable mal de Dios entre los gentiles. Es un hecho que los judíos han sido muchas veces, y todavía lo son, la gente menos popular del mundo. Veamos lo que los gentiles pensaban de los judíos en los tiempos del Nuevo Testamento.

Consideraban el judaísmo como una «superstición bárbara», a los judíos como «la raza más repelente», y como «la pandilla de esclavos más despreciables.» Se tergiversaban los orígenes de la religión judía con maliciosa ignorancia. Se decía que los judíos habían sido en su origen una compañía de leprosos a los que el rey de Egipto había mandado a trabajar en los campos de arena; y que Moisés había reunido a esa banda de esclavos leprosos y los había guiado a Palestina a través del desierto. Se decía que adoraban una cabeza de burro porque una manada de asnos salvajes los había llevado adonde había agua cuando se estaban muriendo de sed en el desierto. Decían que se abstenían de comer carne de cerdo porque los cerdos suelen tener una enfermedad de la piel, la sarna, que era la que padecían los judíos en Egipto.
Los gentiles se burlaban de algunas de las costumbres judías. El que no comieran carne de cerdo se prestaba a muchos chistes. Plutarco creía que podría ser porque los judíos tenían a un cerdo como dios. Juvenal afirma que la clemencia judía permitía que los cerdos disfrutaran de una buena y larga vida, y que se considerara la carne de cerdo de más valor que la humana. Atribuían a la pereza la costumbre de descansar los sábados.
Algunas cosas de las que disfrutaban los judíos enfurecían a los gentiles. Era incomprensible que, siendo tan impopulares, los judíos tuvieran privilegios extraordinarios del gobierno romano.

(a) Se les permitía aportar a Jerusalén el impuesto del Templo todos los años. Esto revistió tal gravedad en Asia hacia el año 60 a C., que se prohibió la salida de moneda y, según los historiadores, se confiscaron no menos de 20 toneladas de oro de contrabando que los judíos estaban a punto de mandar a Jerusalén.

(b) Se les permitía, por lo menos hasta cierto punto, tener sus propios tribunales y vivir según sus leyes. Se sabe de un decreto del gobernador Lucio Antonio de Asia hacia el año 50 a C., en el que se decía: «Nuestros ciudadanos judíos se dirigieron a mí para informarme de que tenían sus propias asambleas privadas que llevaban a cabo según sus leyes ancestrales, y un lugar propio privado en el que resuelven sus asuntos y pleitos. Cuando pidieron que se les permitiera continuar con sus costumbres, yo dicté sentencia favorable a que se les permitiera conservar este privilegio.» A los gentiles les fastidiaba ver a una raza de gente que vivía como una especie de grupo separado y especialmente privilegiado.

(c) El gobierno romano respetaba la observancia judía del sábado. Estaba establecido que a un judío no se le podía citar para prestar declaración en un juicio en sábado. Y también que si se distribuían ayudas especiales entre la gente en sábado, los judíos podrían reclamar su parte al día siguiente. Y -este era un asunto especialmente molesto para los gentiles- los judíos disfrutaban de astrateía, es decir, exención del servicio militar, que era debida a que su estricta observancia del mandamiento de descansar el sábado les impedía cumplir los deberes militares ese día. Ya se entiende con qué resentimiento vería el resto de la población esta exención de un deber oneroso.

Había dos cosas de las que acusaban a los judíos especialmente:

(a) Los acusaban de ateísmo (atheotés). Al mundo antiguo le resultaba sumamente difícil concebir la posibilidad de una religión que no tuviera imágenes visibles de culto. Plinio llamaba a los judíos » una raza que se distingue por su desprecio de todos los dioses.» Tácito decía: «Los judíos conciben su deidad como una, solamente con la mente… De ahí que no erijan imágenes en sus ciudades, ni siquiera en sus templos. Esta reverencia no se la dan a los reyes, ni a los césares este honor.» Juvenal dijo: «No veneran más que las nubes y la deidad del cielo.» Pero la verdad era que, lo que más hacía que los judíos no les gustaran a los gentiles era no tanto su culto sin imágenes como su frío desprecio hacia todas las demás religiones. Nadie que no sienta hacia los demás más que desprecio puede ser misionero. Esta actitud era una de las cosas en que estaba pensando Pablo cuando decía que los judíos desacreditaban el Nombre de Dios.

(b) Se los acusaba de odio a sus semejantes (misanthrópía) y de total insociabilidad (amixía). Tácito decía que los judíos «manifiestan una honradez a toda prueba y una compasión inaplazable entre ellos; pero hacia todos los demás no muestran más que odio y antagonismo.» En Alejandría se decía que los judíos se habían juramentado para no mostrar nunca ninguna amabilidad a un gentil, y que hasta ofrecían a un griego en sacrificio a su dios todos los años. Tácito decía que lo primero que le enseñaban a los gentiles que se convertían al judaísmo era «despreciar a los dioses, repudiar su nacionalidad, y denigrar a sus padres, hijos y hermanos.» Juvenal aseguraba que si se le preguntaba a un judío cómo se iba a un sitio, se negaba a dar ninguna información, como no fuera a otro judío; y que si uno estaba buscando una fuente donde beber, no le dirigiría a menos que fuera circuncidado. Otra vez nos encontramos con lo mismo: la actitud característica de un judío hacia los que no lo eran era de desprecio, lo que no provocaba sino odio como respuesta.

Era innegable que los judíos producían descrédito al Nombre de Dios; porque se encerraban en una comunidad rígida que excluía a todos los demás, y adoptaban una actitud de desprecio a la religión y de total insensibilidad a las necesidades de los no judíos. La verdadera religión se manifiesta en un corazón y una puerta abiertos; mientras que el judaísmo los tenía cerrados.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

La ley y la circuncisión. En estos vv. Pablo regresa al estilo de diatriba de 2:1-5, al utilizar nuevamente la segunda persona del singular para dirigirse a su “interlocutor”. Por primera vez a este interlocutor se lo identifica explícitamente como un judío (17). Lo que Pablo discute en esta sección es que el judío no puede descansar ni en la ley ni en la circuncisión para que lo protejan del juicio de Dios. Los judíos las consideraban como señales de su condición especial bajo los términos del pacto delante de Dios, y creían que ésta condición garantizaría la salvación para todos los judíos que no la rechazaran deliberadamente: Pablo no niega ni el valor de la ley y la circuncisión, ni la condición especial de los judíos; pero sí niega que esta relación especial le conceda a los judíos automática inmunidad frente al justo juicio de Dios. La palabra de Dios dada a Israel, y su pacto con el pueblo, constituyen grandes privilegios; pero ellos, en sí mismos, no justifican ni salvan. Tal como lo ha hecho repetidamente al desarrollar 2:1-16, Pablo nuevamente asevera que la ley y la circuncisión pueden proteger de juicio al judío únicamente si la ley se obedece verdaderamente. Y, como sugiere Pablo en los vv. 17-24 y afirma en 3:9-18, los judíos no son capaces de obedecer verdaderamente la ley.

El primer párrafo, o sea los vv. 17-24, está compuesto por una larga oración condicional (17-23) y una cita de las Escrituras como cierre (24). En una serie de cláusulas condicionales (que en algunas versiones se inician con “si”), Pablo enumera los privilegios que los judíos afirman tener (17-20). Ellos reclaman para sí el nombre de judío, el título honorario heredado de su antepasado Judá, quien fue el núcleo del pueblo elegido de Dios. Se apoyan en la ley, lo que Pablo denomina en el v. 20 la completa expresión del conocimiento y de la verdad. Los gentiles, tienen acceso a cierto conocimiento limitado acerca de Dios a través de la “revelación natural” (1:18, 19, 25, 28, 32); pero los judíos tienen una revelación muchísimo más clara y completa en la ley mosaica. Debido a que son instruidos por esta ley, los judíos conocen la voluntad de Dios, y pueden aprobar lo que más vale (18). Y, por la misma razón, los judíos pueden legítimamente pretender el derecho de instruir a otras naciones que no han sido bendecidas con una revelación tan clara y divina (19, 20). La función de “enseñanza” que tiene Israel con respecto al resto del mundo está confirmada en el AT; la nación, el “siervo del Señor”, debía ser una “luz para las naciones”, y debía “abrir los ojos a los que están ciegos” (Isa. 42:6, 7; 49:6). (Esta tarea en la cual la nación como tal fracasó, fue finalmente cumplida en el siervo del Señor, Jesucristo.)

En la cláusula condicional precedida por “pues”, Pablo utiliza una serie de preguntas para recordar a los judíos su fracaso en este aspecto (21-23). Lo que resulta sorprendente es que Pablo elija pecados tan rotundos -robo, adulterio, sacrilegio (o “robo de templos”, probablemente refiriéndose al empleo de metales originalmente utilizados para elementos idolátricos; cf. Deut. 7:26)-, como ejemplos del fracaso de los judíos en guardar la ley. Porque, ¿no podría haber respondido la mayoría de los judíos que ellos no habían, de manera alguna, desobedecido estos mandamientos? Quizá la respuesta es que Pablo está asumiendo la proyección radical de la ley que hizo Jesús: “Cuando el robo, el adulterio y el sacrilegio llegan a entenderse en su sentido estricto y radical, no hay hombre que no sea culpable de los tres” (C. K. Barrett, A Commentary on the Epistle to the Romans [Harper & Row, 1957]). Pero nada hay en este contexto que sugiera que Pablo está asumiendo tal perspectiva. Es más probable, quizá, que Pablo haya elegido estos pecados en particular debido al lugar destacado de ellos dentro de la ley mosaica (tomando el sacrilegio o el “robo de templos” como una forma de idolatría). Pablo no está tratando de probar aquí que todos los judíos cometen estos pecados, sino que ellos son indicaciones particularmente claras del contraste entre afirmación y práctica que en verdad satura al judaísmo. Pablo expresa en forma incisiva este contraste en la última de sus preguntas retóricas (23): Tú que te jactas en la ley, ¿deshonras a Dios con la infracción de la ley? Las consecuencias de este contraste entre afirmación y realidad se subrayan con la cita de Isa. 52:5 en el v. 24. Quizá haya un toque de ironía aquí, cuando Pablo transfiere la responsabilidad de la blasfemia del nombre de Dios, de los gentiles (como está en el contexto del AT) al propio pueblo de Israel.

La circuncisión, como la ley de Moisés, era una señal particularmente destacada de la condición especial de los judíos (algunos rabinos afirmaban que “ninguna persona que está circuncidada descenderá al Gehena”). No obstante, Pablo afirma que la circuncisión únicamente tendrá valor si el judío observa la ley. De manera inversa, el judío que quebranta la ley perderá el valor de su circuncisión. Solamente el pertenecer a Israel, simbolizado en la circuncisión, no puede salvar a una persona del justo juicio de Dios. Porque el juicio de Dios sobre una persona es “conforme a sus obras” (2:6), y es únicamente “guardando la ley” que la circuncisión tendrá algún valor. No resulta claro si con esto Pablo quiere decir que la circuncisión tendrá beneficio salvador si está acompañada por un guardar la ley verdaderamente de corazón y motivado por una fe genuina (ver p. ej. Murray, Cranfield), o que la circuncisión nunca puede tener poder salvador, porque ninguno es capaz de cumplir la condición de observar la ley (por ejemplo Calvino, Bruce). Pero esta última parece preferible, dado que el propósito de Pablo en esta parte de la carta, pareciera ser el de negarle todo beneficio salvífico a la circuncisión y a la ley.

Si los judíos que fracasan en cumplir la ley pierden el valor de su circuncisión, ¿no podrá para el gentil su incircuncisión ser considerada como circuncisión, cuando éste cumple los justos preceptos de la ley? (26). Esto se desprende en forma lógica del v. 25. Pablo dice más aun en el v. 27: El que físicamente es incircunciso pero guarda completamente la ley, te juzgará a ti, que con la letra y con la circuncisión eres transgresor de la ley. En otros lugares Pablo utiliza también la palabra letra, del gr. gramma, para referirse a la ley de Moisés (ver v. 29 y Rom. 7:6; 2 Cor. 3:6, 7). La ley demanda de sus receptores una obediencia que en sí misma ella no puede asegurar. Algunas veces se interpretan estos versículos como significando que las personas que nunca han oído el evangelio pueden ser salvas si siguen el dictado de sus conciencias. Pero esto es totalmente contrario a lo que Pablo afirma en otro lugar (3:20). Es más aceptado el punto de vista de que estas personas incircuncisas que guardan la ley son cristianas gentiles (Murray, Cranfield, Godet). ¿Pero habría intentado Pablo enseñar la observancia de la ley como un medio de salvación? Es probable, entonces, que como en 2:7 y 10, Pablo presente este corolario tan sólo como una posibilidad teórica: si un gentil guardara verdaderamente los requerimientos de la ley (lo cual Pablo en otras partes niega), él o ella sería salvo (cf. Calvino, Käsemann, Wilckens).

Los vv. 28, 29 explican por qué la circuncisión no garantiza la salvación y por qué su ausencia no excluye de ella. Porque la circuncisión que en última instancia cuenta delante de Dios es la del corazón, llevada a cabo en espíritu. Lo que Pablo dice aquí, por supuesto, no es nuevo; el AT utilizaba este lenguaje al demandar la transformación interna (p. ej. Deut. 10:16; Jer. 4:4) y, al igual que Pablo, subrayaba que era en última instancia únicamente el Espíritu de Dios quien podía llevar a cabo tal transformación (Jer. 31:31-34; Eze. 36:26, 27). Pero aquello que en los profetas del AT era tema de expectativa se ha convertido en realidad en el nuevo pacto establecido en Jesucristo. El lenguaje de Pablo aquí, entonces, lleva el cap. 2 a un punto culminante al sugerir la verdad de que el pasar a ser un integrante de la familia de Dios no es una cuestión de la condición que proporciona el pacto judío ni de la ley, sino de una nueva creación operada por el Espíritu de Dios.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

p 141 Rom 9:6

q 142 Miq 3:11; Mat 23:23; Luc 11:46

r 143 Isa 45:25; Jua 8:41

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

En 2:1, Pablo menciona a los que juzgan equivocadamente en contraste con el justo juicio de Dios (2:2). Aquí, en 2:17– 20, Pablo menciona a los judíos que se gloriaban por ser judíos, y menciona siete características de las cuales ellos se enorgullecían, diciendo: 1) te apoyas en la ley ; 2) te glorías en Dios ; 3) conoces su voluntad ; 4) apruebas las cosas que son esenciales ; 5) instruido por la ley ; 6) te confías en que eres guía…luz…instructor…maestro ; y 7) que tienes en la ley la expresión misma del conocimiento y de la verdad .

Fuente: La Biblia de las Américas

17 super (1) En esta sección, la cual trata específicamente de la condenación de Dios sobre los religiosos, Pablo primeramente hace mención de la lastimosa condición de los judíos, quienes representan a los religiosos. Ellos sólo tienen la vanidad de sus ritos, letras y conocimiento religiosos; no tienen a Dios como su realidad.

17 super (2) En la religión judía Dios es conocido sólo de modo exterior y objetivo, no de manera interior y subjetiva. Esto muestra la vanidad de la religión humana.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

tú tienes el sobrenombre de judío. El fracaso del judío le hace culpable a causa de los privilegios que tenía en la ley y de las promesas de Dios. Él podía y debía haber sido guía y luz para los que estaban en tinieblas (v. Rom 2:19).

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Pero si… TR inserta He aquí; te apoyas… Lit. descansas.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R796 En los escritos de Pablo en general, cuando νόμος no tiene artículo, se refiere a la ley mosaica, como aquí en νόμῳ; comp. el v. 13.

T39 Pablo se coloca como ejemplo a sí mismo y a su lector de una manera viva (al emplear σύ aquí) para ilustrar un punto, sin hacer el intento de aplicar literalmente lo que se dice a sí mismo ni a su lector.

T115 Aquí la cláusula condicional se refiere a algo que está sucediendo realmente: ya que …

T253 Ἐν con el dativo tiene aquí un sentido causal.

BD467 Es posible transformar lo que parece ser una prótasis sin una apódosis correcta en cláusulas independientes al adoptar la variante ἴδε en vez de εἰ δέ (vv. 17 y sigs. ΙΔΕ – ΕΙΔΕ, son equivalentes; por tanto, difícilmente sería una variante).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

El TR inserta He aquí.

2.17 Lit. descansas.

Fuente: La Biblia Textual III Edición