Comentario de Romanos 3:27 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
¿Dónde, pues, está la jactancia? Está excluida. ¿Por qué clase de ley? ¿Por la de las obras? ¡Jamás! Más bien, por la ley de la fe.
3:27 — Si el hombre no es salvado como hombre justo, sino como criminal perdonado, ¿de qué puede jactarse? ¡De nada! — “Por la de las obras? No.” La ley de las obras tiende a producir jactancia porque dice, “haz esto y vivirás.” Pero nadie guarda la ley en sentido absoluto, y por eso se anula toda jactancia.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
¿Dónde, pues, está la jactancia? Rom 3:19; Rom 2:17, Rom 2:23; Rom 4:2; Eze 16:62, Eze 16:63; Eze 36:31, Eze 36:32; Sof 3:11; Luc 18:9-14; 1Co 1:29-31; 1Co 4:7; Efe 2:8-10.
¿por la de las obras? Rom 9:11, Rom 9:32; Rom 10:5; Rom 11:6; Gál 2:16.
No, sino por la ley de la fe. Rom 7:21, Rom 7:23, Rom 7:25; Rom 8:2; Mar 16:16; Jua 3:36; Gál 3:22; 1Jn 5:11, 1Jn 5:12.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
ley de la fe: Pablo usa en esta frase un juego de palabras. La «ley», o norma de Dios, se asocia comúnmente con las «obras». Pero aquí Pablo dice que una persona puede sólo jactarse en la norma de Dios que excluye «obras» humanas. Esta «ley» es la fe (Jua 6:28, Jua 6:29). De este modo, Pablo calló a los judíos que estaban jactándose de sus conocimientos y adherencias a la Ley (Rom 2:17, Rom 2:23). La Ley podría únicamente condenarlos, pero Dios era el único que podía salvarlos. Por lo tanto, deberían gloriarse sólo en Él.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
¿Dónde, pues, está la jactancia? Cp. Rom 4:1-2; 1Co 1:26-29.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
3:27– Si el hombre no es salvado como hombre justo, sino como criminal perdonado, ¿de qué puede jactarse? ¡De nada!
–“Por la de las obras? No.” La ley de las obras tiende a producir jactancia porque dice, “haz esto y vivirás.” Pero nadie guarda la ley en sentido absoluto, y por eso se anula toda jactancia.
–“la ley de la fe” es el plan o arreglo que requiere fe en Jesucristo, quien murió por nosotros. ¡Es el evangelio! ¿Qué es la naturaleza de esta ley de la fe? ¿Exige obras para la justificación? No; exige fe en Cristo Jesús, una fe que le obedece.
En cuanto a “ley” y el evangelio, véanse mis comentarios sobre 6:14 y 8:2.
El evangelio es la potencia de Dios para salvación, basado en la gracia de Dios y la muerte de Cristo, ofrecido gratuitamente, y aceptado por el creyente obediente sin pagar por ello. Por eso el evangelio excluye toda jactancia humana.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL FINAL DEL CAMINO
DE LOS LOGROS HUMANOS
Romanos 3:27-31
¿Dónde queda entonces la base de nuestra jactancia? Ha quedado completamente descartada. ¿Por qué clase de ley? ¿La que nos mandaba hacer obras para agradar a Dios? No, sino por medio de la ley que nos invita a poner nuestra fe en Jesucristo. Así es que, entonces, nos damos cuenta de que llegamos a la perfecta relación con Dios mediante la fe, y completamente aparte de las obras que mandaba la Ley. Porque, ¿es que Dios es sólo el Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? ¡Pues claro que sí! Si, como es en verdad, no hay más que un Dios, Él es el Dios que traerá a los que están circuncidados a la perfecta relación con Él mediante la fe, y a los que no sabían nada de la circuncisión también mediante la fe. ¿Cancelamos entonces completamente toda ley mediante la fe? ¡De ninguna manera!, sino que confirmamos la Ley.
Pablo desarrolla aquí tres puntos.
(i) Si el camino a Dios es el de la fe y la aceptación, queda descartada toda presunción por méritos humanos. Había cierto tipo de religiosidad judía que pretendía llevar una cuenta de debe y haber con Dios, y el que la llevaba -naturalmente, el hombre- llegaba al convencimiento de que Dios estaba en deuda con él. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a estar en paz con Dios; por tanto, no hay la menor base para estar satisfecho o presumir de ningún mérito propio. Y después de conocer a Cristo, «todo lo bueno que haya podido hacer no he sido yo sino la Gracia de Dios obrando en mí» (1Co 15:10 ).
(ii) Pero un judío podría objetar: «Eso está muy bien para un gentil que no conoce la Ley; pero no para un judío que la conoce.» A eso Pablo contestaría con la frase que es la base del credo de Israel y con la que empiezan todas sus devociones privadas y públicas: «Oye, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el Unico Dios» Dt 6:4 ). No hay un Dios para los judíos y otros para los gentiles. Dios no hay más que Uno. El camino a Dios es el mismo para judíos y gentiles; y no es el de los méritos humanos, sino el de la confianza y la aceptación creyente.
(iii) «Pero -podría decir el judío-, ¿quiere eso decir que la Ley no cuenta para nada?» Y podríamos esperar que Pablo contestara que sí; pero contesta: «No.» Dice que, por el contrario, lo que hace es dar más valor a la Ley. Lo que Pablo quiere decir es que, hasta ahora, los judíos han procurado ser buenos y cumplir los mandamientos porque le tenían miedo a Dios y les aterraba el castigo que les reportaría el quebrantar la Ley. Pero esa actitud ya no tiene la menor justificación, porque lo único que tiene ahora suprema importancia es el amor de Dios.
Debemos esforzarnos por ser buenos y cumplir la Ley de Dios, pero no ya porque tenemos miedo al castigo de Dios, sino porque nos damos cuenta de que debemos hacer todo lo posible para ser dignos de ese amor tan maravilloso. El esforzarnos por ser buenos no viene de tenerle miedo a Dios, sino de tenerle amor. Ahora sabemos que el pecado no es quebrantar la Ley, sino quebrantar el corazón de Dios; y es, por tanto, mucho más terrible.
Comparemos esto con lo que pasa en el nivel humano. Muchas personas se enfrentan con la tentación de hacer algo que no está bien; y no lo hacen, no porque tienen miedo a las consecuencias legales -una multa, o la cárcel-,sino porque no podrían enfrentarse con el dolor o la tristeza en los ojos de algún ser querido o varios. No es la ley del temor, sino la ley del amor la que les ha evitado dar el mal paso.
Esa debe ser nuestra actitud con Dios. Hemos sido liberados de la esclavitud de la ley del miedo, pero eso no justifica el que vivamos de cualquier manera. Ya no podemos hacer las cosas buscando sólo nuestro gusto e interés material, porque lo que ahora nos mueve a la bondad es la ley del amor, a la que nos sentimos más obligados que antes a la ley del miedo.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Solamente por la fe: declaración inicial. En el estilo de discusión que tanto utiliza en Rom., Pablo avanza en su argumentación con otra pregunta: ¿Dónde, pues, está la jactancia? Pablo probablemente formula esta pregunta pensando particularmente en los judíos. Tal como señala en otras partes, los judíos tenían una tendencia a descansar en sus obras como el fundamento de su relación con Dios (9:30-10:3; cf. Fil. 3:2-9). La provisión de la justicia de Dios “sin las obras de la ley” y a través de la fe en Jesucristo (21, 22) revela la necedad de tal jactancia en el logro. Está excluida, afirma Pablo, a través de la ley de la fe. El término ley traduce al gr. nomos, y muchos estudiosos consideran que aquí, como generalmente sucede en los escritos de Pablo, nomos se refiere a la ley mosaica. Lo que Pablo entonces estaría queriendo enseñar es que la jactancia queda excluida cuando uno ve en la ley mosaica no simplemente una demanda de obras (observar la ley), sino también el reclamo de fe que subyace. Pero el hecho de que el v. 28, el cual parece ser la elaboración de Pablo sobre el v. 27, contrasta “obras de la ley” y “fe”, hace poco probable esta interpretación. Traduciendo nomos como “principio” (como hace la Nueva Versión Internacional) es posible, y da más sentido al contexto: la jactancia del judío es el producto de su preocupación con respecto a la ley mosaica con su demanda de obras, y quedará excluida cuando se reconozca la verdad de que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley (gr. ergon nomou) (28) (ver comentario sobre 3:20).
En los vv. 29, 30 Pablo cita las enseñanzas judías fundamentales de la unicidad de Dios (Deut. 6:4) como una argumentación adicional en favor de la exclusividad de la fe. Porque si Dios verdaderamente ha de ser el Dios de toda la humanidad, entonces todos los seres humanos deben tener igual acceso a él, y por el mismo medio. Ya no puede la ley de Moisés, la Torah, estar como una “pared divisoria” entre judíos y gentiles (Ef. 2:11-22). Dios justifica tanto a los de la circuncisión (el judío) como a los de la incircuncisión (el gentil), por la fe. (El texto gr. dice que Dios justifica al judío “por” -(o a partir de la)- [ek] fe y al gentil “mediante” [dia] fe, pero probablemente no hay diferencia alguna.)
El último versículo de este párrafo (31) revela una vez más el deseo de Pablo de evitar que sus lectores saquen conclusiones demasiado extremas respecto de su argumentación contra la ley. El rechazo liso y llano que hace Pablo de cualquier función de la ley en la justificación, favoreciendo así a la fe (20, 21, 27, 28), no significa que busque de esta manera invalidar la ley. Por el contrario, Pablo insiste en que confirmamos la ley. Lamentablemente, Pablo no explica aquí de qué manera su predicación confirma (o “establece”, gr. histemi) la ley. Quizá quiera decir que su doctrina de la justificación por la fe está en total armonía con la enseñanza del Pentateuco (“la ley”), tal como claramente establece en el cap. 4. No obstante, debido a que su centro de atención en los vv. 27, 28 se ha fijado en las demandas de la ley, es más probable que él esté enseñando que la fe en sí misma hace provisión para la satisfacción total de sus demandas. Tal como Pablo habrá de expresarlo en 8:4, la justa exigencia de la ley se halla plenamente cumplida en el creyente lleno del Espíritu Santo.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
c 230 1Co 1:29
d 231 Hch 13:39
e 232 Efe 2:9
f 233 Jer 31:33; Rom 1:17; Rom 8:2
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
R498 Πίστεως se usa como el genitivo de definición (la ley de la fe).