Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque cómo debiéramos orar, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles.
8:26 — “Y de igual manera.” Como la esperanza que produce la paciencia nos ayuda, de igual manera nos ayuda el Espíritu Santo. Es otra ayuda adicional. — “nuestra debilidad” es la incapacidad de saber qué pedirle a Dios como conviene.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
el Espíritu nos ayuda en debilidad. Rom 15:1; 2Co 12:5-10; Heb 4:15; Heb 5:2.
qué hemos de pedir. Mat 20:22; Luc 11:1; Stg 4:3.
el Espíritu mismo intercede por nosotros. Rom 8:15; Sal 10:17; Zac 12:10; Mat 10:20; Gál 4:6; Efe 2:18; Efe 6:18; Jud 1:20, Jud 1:21.
con gemidos indecibles. Rom 7:24; Sal 6:3, Sal 6:9; Sal 42:1-5; Sal 55:1, Sal 55:2; Sal 69:3; Sal 77:1-3; Sal 88:1-3; Sal 102:5, Sal 102:20; Sal 119:81; Sal 119:82; Sal 143:4-7; Luc 22:44; 2Co 5:2, 2Co 5:4; 2Co 12:8.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
No obstante, se puede estar envuelto en el concepto de debilidad, la primera referencia aquí es para la ignorancia mental. El contraste que ofrece Pablo en este versículo está entre nuestra incapacidad para saber cómo orar y las oraciones efectivas del Espíritu. El énfasis indica que el mismo Espíritu ora por nosotros cuando somos incapaces de orar. Él intercede en nuestro favor ante el trono de Dios (Jua 2:1). Pero su intercesión es con gemidos indecibles, lo que quiere decir que «no se puede expresar, no es hablada». No se explica un lenguaje aquí, solamente los gemidos del Espíritu.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
EL ESPÍRITU MISMO INTERCEDE POR NOSOTROS CON GEMIDOS. Respecto a la ayuda que el Espíritu Santo le brinda al creyente en la oración, hay tres observaciones importantes:
(1) El hijo de Dios tiene dos intercesores divinos. Cristo intercede por los creyentes en el cielo (v. Rom 8:34; véanse Heb 7:25, nota; 1Jn 2:1) y el Espíritu Santo intercede dentro de ellos en la tierra (véase el ARTÍCULO LA INTERCESIÓN, P. 1156. [Dan 9:3]).
(2) Es probable que «con gemidos» indique la intercesión del Espíritu con los gemidos de los creyentes. Esos gemidos se originan en el corazón de ellos.
(3) Los anhelos y deseos espirituales de los creyentes tienen por fuente el Espíritu Santo, que vive en su corazón. El Espíritu mismo suspira, gime y sufre dentro de ellos, esperando ansiosamente el día final de redención (vv. Rom 8:23-25). Él apela al Padre en favor de las necesidades de sus hijos «conforme a la voluntad de Dios» (v. Rom 8:27).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
de igual manera. Así como la creación (v. Rom 8:22) y los creyentes (v. Rom 8:23) gimen unánimes por esa restauración definitiva, el Espíritu también lo hace. gemidos indecibles. Expresiones al interior de la Trinidad que no pueden articularse en palabras pero que hacen llamados profundos por el bienestar de cada creyente (cp. 1Co 2:11). Esta obra del Espíritu Santo va paralela a la obra de intercesión del Señor Jesús como sumo sacerdote a favor de los creyentes (vea Heb 2:17-18; Heb 4:14-16; Heb 7:24-26).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
8:26– “Y de igual manera.” Como la esperanza que produce la paciencia nos ayuda, de igual manera nos ayuda el Espíritu Santo. Es otra ayuda adicional.
–“nuestra debilidad” es la incapacidad de saber qué pedirle a Dios como conviene.
–“gemidos indecibles.” (Véase versículo 23). El cristiano sincero tiene sentimientos de anhelos y hondas necesidades que no sabe expresar en su lucha contra el pecado y en su esfuerzo por alcanzar la vida eterna. El Espíritu Santo le ayuda, intercediendo, o suplicando y declarando a Dios cuáles son estos gemidos indecibles que tiene el cristiano en su lucha (1Co 9:26) con la cosas mundanas (1Jn 2:15-17).
Fuente: Notas Reeves-Partain
TODO ES DE DIOS
Romanos 8:26-30
A todo esto, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos qué es lo que debemos pedir, si hemos de pedir como debemos. Pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que trascienden el lenguaje humano; y el Que escudriña los corazones sabe lo que quiere decir el Espíritu, porque intercede de acuerdo con la voluntad de Dios por aquellos cuyas vidas Le están consagradas. Sabemos que Dios dirige todas las cosas para el bien de los que Le aman, es decir, de los que son llamados conforme a Su propósito. Porque aquellos a los que ha conocido desde siempre, también hace mucho los designó para que llegaran a ser semejantes a da imagen de Su Hijo, para que Éste sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que hace mucho designó para este fin, a esos también los llamó; y a los que llamó, también los puso en buena relación con Él; y a los que puso en la debida relación con Él, también los glorificó.
Los primeros dos versículos forman uno de los pasajes más importantes que encontramos en el Nuevo Testamento acerca de la oración. Pablo dice que, por nuestra debilidad, no sabemos qué es lo que debemos pedir; pero que las oraciones que nosotros deberíamos hacer las hace por nosotros el Espíritu Santo. C. H. Dodd definía la oración de esta manera: «La oración es lo divino en nosotros apelando a lo Divino sobre nosotros.»
Hay dos razones muy obvias por las que no podemos orar como debiéramos. La primera es porque no podemos predecir el futuro. No podemos ver el año que viene, ni siquiera la hora que viene; y por tanto, puede que pidamos ser librados de cosas que serían para nuestro bien, y que se nos concedan otras que nos causarían la ruina. Y en segundo lugar, no podemos orar como es debido porque, en una situación dada, no sabemos qué es lo que más nos conviene. Muchas veces estamos en la situación del niño que quiere algo que le podría traer muchos males; y Dios está muchas veces en el lugar del padre que tiene que negarle al hijo lo que le pide, y mandarle hacer lo que no quiere; porque sabe mejor que el niño lo que le conviene.
Los griegos ya sabían eso. Pitágoras les prohibía a sus discípulos pedir para sí mismos porque, decía, no podían saber lo que les convenía a causa de su ignorancia. Jenofonte nos cuenta que Sócrates enseñaba a sus discípulos a orar sencillamente por cosas buenas, sin especificarlas, sino dejándole a Dios decidir qué cosas eran buenas para ellos. C. H. Dodd lo expresa diciendo que no podemos saber cuáles son nuestras verdaderas necesidades, ni abarcar con nuestras mentes finitas todo el plan de Dios; en última instancia, todo lo que podemos dirigir a Dios es un suspiro inarticulado que el Espíritu Santo Le traducirá por nosotros.
Pablo veía que la oración, como todo lo demás, es cosa de Dios. Pablo veía que al hombre no le es posible justificarse por su propio esfuerzo; y también sabía que no puede el hombre, por mucho que quiera forzar su inteligencia, saber lo que tiene que pedirle a Dios. En última instancia, la oración perfecta es decir sencillamente: » Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu. Hágase Tu voluntad y no la mía.»
Pero Pablo sigue adelante. Dice que los que aman a Dios, y que han sido llamados conforme a Su propósito, saben muy bien que Dios combina todas las cosas para su bien. Es la experiencia del cristiano que todas las cosas cooperan a su bien. No tenemos que ser muy viejos para mirar atrás y ver que las cosas que considerábamos desastrosas resultaron a nuestro favor; y las que nos causaron una desilusión luego resultaron una bendición.
Pero tenemos que advertir que esa experiencia no les sucede más que a los que aman a Dios. Los estoicos tenían una gran idea que puede que Pablo tuviera en mente al escribir este pasaje. Una de sus grandes concepciones era el Logos de Dios, que era Su mente o razón. Los estoicos creían que el Logos estaba inherente en la creación, y le daba sentido al mundo. Era el Logos el que mantenía las estrellas en sus cursos y los planetas en sus derroteros señalados. Era el Logos el que controlaba la sucesión ordenada de los días y las noches y de las estaciones del año. El Logos era la razón y la mente de Dios en el universo, haciendo que fuera un orden y no un caos.
Pero los estoicos iban más lejos. Creían que el Logos no sólo tenía un orden establecido para el universo sino también un plan y un propósito para cada ser humano. Para decirlo de otra manera, creían que a una persona no le podía suceder nada que no viniera de Dios y que no fuera parte del plan de Dios para ella. Epicteto escribió: «Ten valor para elevar la mirada a Dios y decirle: «Trátame como Tú quieras desde ahora en adelante. Soy uno contigo; soy tuyo; no me resisto a nada que Tú consideres bueno. Guíame adonde Tú quieras; vísteme como Tú quieras. ¿Quieres que me encargue de algo o que lo rechace, que me quede o que me retire, que sea rico o pobre? Por esto Te defenderé ante los hombres.»» Los estoicos enseñaban que el deber de todo hombre era la aceptación. El que aceptaba las cosas que Dios le enviaba experimentaba la paz.
Si las resistía, estaba machacándose la cabeza inútilmente contra el propósito ineludible de Dios.
Pablo tiene la misma idea. Dice que todas las cosas colaboran para el bien, pero sólo de los que aman a Dios. Si una persona ama y confía y acepta a Dios, si está convencida de que Dios es el Padre infinitamente sabio y amoroso, entonces puede aceptar todo lo que le manda Dios. Uno puede ir al médico, que le prescribe un tratamiento que al principio es desagradable y hasta doloroso; pero si confía en el médico, acepta lo que le prescribe. Así nos sucede a nosotros si amamos a Dios. Pero si uno no ama a Dios ni confía en Él, se quejará de lo que le sucede y peleará contra la voluntad de Dios. Sólo al que ama a Dios y confía en Él todas las cosas ayudan para bien, porque para él vienen de un Padre que siempre obra bien y con sabiduría, amor y poder que son perfectos.
Pablo va más lejos; pasa a hablar de la experiencia espiritual de cada cristiano. La versión Reina-Valera lo expresa de una manera inolvidable: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen Hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.» Este es un pasaje que desgraciadamente se ha usado mal. Si hemos de llegar a entenderlo, tenemos que reconocer el sencillo hecho de que Pablo nunca se propuso que fuera una formulación teológica o filosófica; lo que quería era que fuera una expresión casi lírica de la experiencia cristiana. Si lo tomamos como filosofía o teología y le aplicamos las leyes de la fría lógica, querrá decir que Dios escogió a unos y no a otros. Y no es eso lo que quiere decir.
Piensa en la experiencia cristiana. Cuanto más la considera un cristiano más se convence de que él no tuvo nada que ver con ello y que todo es cosa de Dios. Jesucristo vino a este mundo, vivió, fue a la Cruz, resucitó. Nosotros no hicimos nada para que todo eso sucediera; es la Obra de Dios. Nosotros oímos la historia de este amor maravilloso. No la hicimos;
solamente la recibimos. El amor despertó en nuestros corazones; vino la convicción de pecado, y con ella la experiencia del perdón y de la salvación. No lo realizamos nosotros; todo es de Dios. Eso es lo que Pablo está pensando aquí.
El Antiguo Testamento usa la palabra conocer de una manera iluminadora. «Yo te conocí en el desierto», le dijo Dios a Oseas acerca de Su pueblo Israel (Os 13:5 ). «A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la Tierra», le dijo Dios a Amós (Am 3:2 ). Cuando la Biblia dice que Dios conoce a un hombre, quiere decir que tiene un propósito y un plan y una tarea para él. Y cuando miramos hacia atrás y pensamos en nuestra experiencia cristiana, todo lo que podemos decir es: «Yo no lo hice; jamás hubiera podido hacerlo; Dios es el Que lo hizo todo.» Y sabemos muy bien que eso no es negar nuestra libertad. Dios conocía a Israel; pero llegó el día cuando Israel rechazó el destino que Dios le había asignado. La dirección invisible de Dios está en nuestra vida; pero en cualquier momento podemos rechazarla y seguir nuestro propio camino.
Es la profunda experiencia de todo cristiano que todo es de Dios; que él no hizo nada, y que Dios lo hizo todo. Eso es lo que Pablo quiere decir aquí: que Dios nos ha elegido para la salvación desde el principio del tiempo; que a su debido tiempo nos dirigió Su llamada; pero el orgullo del corazón humano puede estropear el plan de Dios, y la desobediencia de la voluntad del hombre puede rechazar la invitación de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
NOTAS
(1) O: “que no pueden ser expresados”.
REFERENCIAS CRUZADAS
e 516 Jua 15:26; 1Co 2:12
f 517 Jua 14:16; Jua 16:7
g 518 Luc 11:1
h 519 2Sa 23:2
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
con gemidos indecibles. El Espíritu no necesita usar palabras para expresar su labor de intercesión por el creyente.
Fuente: La Biblia de las Américas
26 (1) De igual manera indica que antes de la ayuda del Espíritu que se menciona en este versículo, ya había otra ayuda del Espíritu, la cual debe de ser la ayuda que nos da el Espíritu como las primicias, según se menciona en el v. 23. Esto es confirmado por el hecho de que tanto el v.23 como este versículo hablan de nuestro gemir.
26 (2) La debilidad aquí es nuestra ignorancia con respecto a cómo debemos orar. No sabemos qué clase de oración quiere Dios, y no entendemos claramente cómo orar, conforme a la carga que sentimos, para ser conformados a la imagen del Hijo de Dios; así que gemimos (v.23). Al gemir nosotros, el Espíritu también gime intercediendo por nosotros. El intercede en nuestro favor principalmente para que tengamos la experiencia de ser transformados en vida con miras a crecer hasta la madurez, la filiación, a fin de ser totalmente conformados a la imagen del Hijo de Dios.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
El Espíritu Santo ayuda nuestra debilidad (nuestra incapacidad para orar inteligentemente acerca de algunas situaciones) intercediendo con inefables gemidos (I.e., suspiros). Tal intercesión es de acuerdo con la voluntad de Dios (v. Rom 8:27).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
orar… Lit. oráramos.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
intercede… TR añade por nosotros.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R573 En el verbo compuesto συναντιλαμβάνεται el significado fundamental es obvio. El Espíritu Santo agarra nuestra debilidad junto con nosotros (σύν) y lleva su parte de la carga al frente de nosotros (ἀντί), como si dos hombres estuvieran llevando un tronco, uno en cada extremo.
R629 La idea de defensa, a favor de, inclinándose para proteger, aparece en ὑπερεντυγχάνω.
R766 El artículo τό aclara más la idea sustantival de la pregunta indirecta y su relación con la cláusula principal (es posible que sea una pura idiosincrasia de Pablo -M111).
T268 En los vv. 26 y sigs., κατά significa: de acuerdo con (comp. M59).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit. qué oráramos.
8.26 El TR añade por nosotros.