(Salmo de David. Para conmemorar) Oh Jehovah, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira.
(Título) Se supone que este Salmo de profunda penitencia fue compuesto por David bajo alguna grave aflicción, física o mental, o ambas, después de relación ilícita con Betsabé.
Para recordar. Sal 70:1.
no me reprendas en tu furor. Sal 6:1; Sal 88:7, Sal 88:15, Sal 88:16; Isa 27:8; Isa 54:8; Jer 10:24; Jer 30:11; Hab 3:2; Heb 12:5-11.
ni me castigues en tu ira. Deu 9:19.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
David pide a Dios que tenga compasión de su lamentable caso, Sal 38:1-22.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
es un salmo de lamentación, específicamente un salmo de penitencia. En él, David ruega encarecidamente por la misericordia de Dios aún cuando siente la disciplina de Dios. Todos los creyentes enfrentan épocas de momentos de angustia, algunos como resultado del pecado. Los salmos de penitencia son un modelo de nuestras propias plegarias de confesión y una advertencia contra el tipo de conducta que llevará a la corrección de Dios. La estructura del salmo es la siguiente:
(1) un ruego para que Dios deje de reprender (vv. Sal 38:1-5);
(2) una descripción de los sufrimientos de David (vv. Sal 38:6-8);
(3) un segundo ruego basado en los actos de los amigos y enemigos de David (vv. Sal 38:9-12);
(4) un compromiso de David a confiar solamente en el Señor aún en el momento de su ira (vv. Sal 38:13-16);
(5) un tercer ruego de liberación basado en el estado de debilidad de David (vv. Sal 38:17-20);
(6) un ruego final basado en la certeza de David de que sólo hay salvación en el Señor (vv. Sal 38:21, Sal 38:22).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Como en Sal 6:1, David tiene preocupaciones. Su primera preocupación es la dolorosa angustia que siente durante el momento de la disciplina de Dios en su vida (Sal 32:4). La segunda preocupación de David es que Dios podía estar poniendo con ira su pesada mano sobre él como lo hace con los malos (Sal 37:22).
mis iniquidades se han agravado: David usa un lenguaje expresivo para describir su pérdida de control; no se puede librar del pecado (Sal 69:5). Esto es similar a cuando Pablo habla de sí mismo como el «jefe» de los pecadores (1Ti 1:15).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
NO ME REPRENDAS. Este salmo es una angustiada petición de que Dios aparte el castigo por el pecado. David está consumido por una sensación de la desaprobación de Dios (vv. Sal 38:1-2). Su cuerpo está agobiado por la enfermedad y le faltan las fuerzas (vv. Sal 38:3-10), y sabe que su sufrimiento es el resultado de su propio pecado necio (vv. Sal 38:3-5, Sal 38:18). Acepta su castigo, confiesa su pecado y acude a Dios en busca de ayuda y salvación (vv. Sal 38:18, Sal 38:21-22). Pueden usar esta oración todos los que han pecado y están sufriendo la culpa y el remordimiento, y el juicio de Dios.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Salmo 38 (Vg 37): Oración de un Pecador Arrepentido.
E l salmista, apesadumbrado por sus pecados, angustiado profundamente por dolores morales, incomprendido de sus amigos, que se alejan de él, pide a Yahvé ayuda. No se concreta en qué consiste el castigo que pesa sobre él como consecuencia de sus pecados; el contexto parece sugerir la lepra, pues sus enemigos se apartan de él. Por su contenido, el salmo se parece bastante a los salmos 6 y 39. El mejor paralelo del salmo es, en realidad, el poema didáctico del libro de Job, aunque las expresiones moderadas del salmista contrastan con las explosiones radicales del varón de Hus, injustamente castigado – a su parecer – por la mano de Dios.
En la liturgia, este salmo forma parte de la serie de los siete penitenciales. Por su forma literaria externa se le puede considerar corno “alefatizado,” aunque no acróstico; es decir, sus estrofas se distribuyen conforme al número de las letras del alefato. Podemos distinguir dos partes por su contenido: a) descripción de los sufrimientos provenientes directamente del mismo Dios (1-11); b) los provenientes de los hombres, amigos o enemigos (12-23). Abundan las frases estereotipadas tomadas de otras obras literarias o de fórmulas usuales de lamentaciones en los duelos.
En el título se atribuye la composición al propio David, que ciertamente manifestó públicamente su arrepentimiento por sus pecados. Con todo, los críticos modernos, aunque encuentran frases de sabor arcaico, creen que es posterior a la era davídica, ya que abundan las dependencias literarias de otros escritos viejotes-tamentarios.
El salmista, víctima de la justicia de Dios (1-11).
1 Salmo de David. Para la memoria. 2 No me reprendas, Yahvé, en tu furor, ni me corrijas en tu ira. 3 Pues tus saetas han penetrado en mí y pesa sobre mi tu mano. 4 Nada hay sano en mi carne a causa de tu ira; nada íntegro en mis huesos a causa de mis pecados. 5 Pues mis iniquidades pasan sobre mi cabeza, pesan sobre mí como pesada carga. 6 Mis llagas son fétidas y purulentas a causa de mi locura. 7 Estoy encorvado y en gran manera abatido, en luto camino todo el día. 8 Pues mis lomos están llenos de ardores y no hay en mi carne parte sana. 9 Estoy desfallecido y sobremanera acabado y doy rugidos por la conmoción de mi corazón. 10 Señor, ante ti están todos mis deseos y no se te ocultan mis gemidos. 11 Mi corazón palpita, me abandona mi fuerza, y hasta la luz de mis ojos no está conmigo.
El salmista, consciente de su culpabilidad, pide a Yahvé que no le castigue con furor, sino con moderación, aliviando sus sufrimientos físicos y morales. La invocación inicial (no me reprendas en tu furor…) es idéntica a la de Sal 6:1. Quiere que Dios se manifieste más como Padre que como Juez airado 2. En realidad, los sufrimientos ya han dejado mella en su cuerpo, pues han penetrado en él como saetas (v.3). Las enfermedades y juicios punitivos de Dios son como saetas punzantes que ponen al vivo la naturaleza del paciente 3. Es la mano justiciera de Yahvé, que descarga para castigar los pecados de los hombres 4. El salmista siente su cuerpo macerado y purulento de heridas en todas sus partes 5. Conforme a la mentalidad del A.T., ve en sus enfermedades y achaques el castigo por sus pecados; el orden moral y el físico están íntimamente unidos en su mente. Este es consecuencia de aquél; de este modo se daba razón teológica de la existencia del mal. El autor del libro de Job se plantea este problema, y rechaza esta opinión tradicional como injusta, pues muchas veces gentes totalmente inocentes sufren en su cuerpo y en su alma. El salmista, pues, participa de la tesis tradicional entre la ecuación del sufrimiento y el pecado; sus iniquidades pasan sobre su cabeza como un diluvio que todo lo anega 6 y como una carga que le aplasta 7.
Después describe su enfermedad con detalles que indican una enfermedad de la piel; quizá se trata del terrible azote de la lepra que hacía estragos en Oriente en la antigüedad. Humildemente reconoce que esta enfermedad le ha venido por su locura o culpabilidad moral, ya que el pecado es en el fondo una locura, pues es salirse de los caminos protectores de la Providencia 8. Como consecuencia de su debilidad física, se halla como encorvado y abatido, triste y macilento como el que cumple un rito de luto (v.7). A sus desgarramientos en la piel se junta la fiebre general que invade su cuerpo: mis lomos están llenos de ardores. Es como un fuego interior que consume y devora al enfermo 9. En su desfallecimiento, sus gemidos son desgarradores, como rugidos de león, que salen de un corazón que, desesperado, lucha por existir 10.
En realidad, Dios no ignora esta situación, y conoce bien sus deseos de salvación y sus ansias de supervivencia, manifestadas en sus gemidos lacerantes H; se halla a punto de expirar porque le falla el corazón, que palpita dando los últimos estertores, mientras que le abandona el vigor físico y se nublan los ojos, lánguidos por el sufrimiento 12.
El abandono de los amigos y la persecución de los. enemigos (12-21)
12 Mis amigos y mis compañeros se estacionan lejos de mis llagas, mis allegados se mantienen lejos. 13 Tiéndenme lazos los que buscan mi vida, y los que buscan mi mal dicen desventuras; todo el día están maquinando engaños. 14 Pero yo, como sordo, no oigo, y soy como mudo, que no abre la boca. 15 Soy como hombre que no oye, y en cuya boca no hay respuesta. 16 Porque es en ti, Yahvé, en quien confío, y Tú, Señor, Dios mío, serás quien responde. 17 Porque digo: “Qué no se gocen de mi (mal) ni se engrían contra mí cuando resbale mi pie.” 18 Pues yo estoy para caer, y mi dolor está constantemente ante mí. 19 Porque confieso mi culpa y estoy acongojado por mi pecado. 20 Y mis enemigos vivientes son poderosos 13, y se multiplican los que injustamente me odian. 21 Y los que vuelven mal por bien me hostigan por seguir el bien.
Los amigos del salmista desventurado se apartan de él, porque le consideran como maldito de Dios, quizá huyendo de su enfermedad, la lepra, que se consideraba como el grave castigo que enviaba Dios al hombre 14. Sus mismos allegados no se atreven a acercarse. Por otra parte, los enemigos declarados maquinan contra su vida, y, reunidos en conciliábulos, dicen contra él desventuras o calumnias. Se le considera culpable y quieren quitarle la vida 15; prueba de su culpabilidad es la enfermedad humillante que le devora. Pero el salmista, consciente de su inocencia, calla y deja correr el tiempo para que Dios hable en su favor, curándole y confundiendo a sus enemigos. Por ello se hace sistemáticamente el sordo y el mudo ante los insultos y juicios desfavorables que sobre él emiten. Es inútil hablarles, y por eso encomienda su causa a Yahvé, en quien confía, esperando que al fin responda debidamente a tantas injurias e injusticias.
Los enemigos se alegran de los sufrimientos del salmista, viendo en ellos el castigo divino por sus pecados. Este desamparo de Dios les causa una satisfacción maligna, y el salmista pide a su Dios que intervenga salvándole, para que no canten victoria sobre él (v.1y) 16. Por otra parte, está a punto de sucumbir bajo el peso del dolor, y, en consecuencia, urge la intervención divina; de lo contrario, su ruina será definitiva. Humildemente y compungido, confiesa que sus sufrimientos provienen de sus pecados; por ello confiesa su culpabilidad, esperando ser rehabilitado en su salud quebrantada. El pensamiento de sus pecados le tiene apesadumbrado sobremanera. En su mentalidad viejotestamentaria, escruta su pasado para ver las causas de su enfermedad, y por todas partes ve caídas y transgresiones.
Ante sus ojos mortecinos y a punto de expirar aparecen sus enemigos, fuertes y poderosos, haciéndole frente y olvidando los beneficios que les ha otorgado en otro tiempo. En su maldad devuelven mal por bien. Contrasta el vigor de sus adversarios y su debilidad, a pesar de que aquéllos son más pecadores que él17.
Súplica final (22-23).
22 ¡No me abandones, oh Yahvé; Dios mío, no estés alejado de mí! 23 ¡Corre en mi auxilio, Señor mío, mi salvación!
Como en otros salmos en que se describe la angustia del justo lacerado, también éste se cierra con una súplica de salvación, pues únicamente Yahvé puede salvar al salmista enfermo y hostigado por los enemigos, que se alegran de su situación penosa y casi desesperada 18. Las composiciones salmódicas se distinguen por esta nota de confianza ciega en el Todopoderoso. Los salmistas son gentes piadosas, yahvistas íntegros, que procuran vivir vinculados a su Dios en medio de una sociedad corrompida y olvidada de sus deberes religiosos. Son los continuadores de los profetas, que mantenían la antorcha de la fe en medio de una sociedad semipaganizada.
1 En hebreo, lo que traducimos para la memoria se dice lehazkír: “para hacer recordar.” Generalmente se ve aquí una indicación litúrgica alusiva a la ‘azkaráh o “memorial,” término técnico del ritual levítico para ciertas ofrendas de harina con aceite quemadas con incienso sobre el altar (Lev 2:2) y para el incienso colocado en los panes de la proposición (Lev 24:7). Véase Biblia comentada I ad locum. – 2 Cf. Jer 10:24; Sal 25:18; Sal 31:10; Sal 39:10s; Sal 40:12. – 3 Cf. Sal 7:12; Deu 32:23; Job 6:4; Job 16:12; Lam 2:12. – 4 Cf. Sal 32:4; Sal 39:11. – 5 Cf. Isa 1:6. – 6 Cf. Sal 69:2-3; 24:4- – 7 Cf. Gen 4:13. – 8 Cf. Sal 69:6; Sal 107:17. – 9 Cf. Sal 39:4; Sal 102:4; Job 30:30. – 10 Cf. Sal 22:1; Sal 32:3; Job 3:24- – 11 Cf. Sal 10:17; Mat 6:8. – 12 Cf. Sal 6:7; Sal 13:23; Sal 31:9; Job 17:7; Lam 2:1. – 13 Muchos autores, en vez de jayim (vivientes) del TM, leen jinndm (sin motivo). Así s, Podechard, NP y Bib, de }ér. – 14 Cf. Isa 53:40; Lev 13:3; Sal 31:11-13; Sal 69:8; Job 88:18; Job 19:133. – 15 Cf. Sal 41:6-9; Sal 35:4.26. – 16 La frase resbalar el pie significa tener una desgracia en cualquier orden (cf. Sal 13:4). – 17 Cf. Sal 35:12-13. – 18 Cf. Sal 22:1; Sal 10:1; Sal 35:22; Sal 71:12; ; Sal 71:12; Sal 141:1.
Fuente: Biblia Comentada
Cp. Sal 6:1; Sal 39:11; Jer 31:18.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
:Título. para recordar. Lit. «Para hacer recordar» (cp. el título del Sal 70:1-5). El salmista bien 1) recuerda a Dios su apuro para que Él actúe, o 2) se recuerda a sí mismo y a la comunidad su apuro histórico para que tanto él como ellos oren fervientemente en semejantes contextos de agudo sufrimiento.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Las oraciones rodean un núcleo de intenso lamento (vv. Sal 38:2-20). En muchas maneras, los lamentos de David están en paralelo con los de Job. La perspectiva de David es que su penoso apuro se debe, en parte al menos, a su propio pecado. Estructuralmente, las oraciones inicial y final de David en el Sal 38:1-22 se relacionan con dos ataques procedentes de enemigos.
I. Oración introductoria (Sal 38:1-2)
II. Primer ataque: El enemigo interior (Sal 38:3-10)
III. Segundo ataque: Enemigos exteriores (Sal 38:11-20)
IV. Oraciones finales (Sal 38:21-22)
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Salmo 38 (37): Salmo de súplica de una persona enferma que, abandonada por todos y acosada por sus enemigos, reconoce ante Dios su pecado y pide con confianza su intervención salvadora. En la tradición cristiana es el tercero de los salmos penitenciales (ver Sal 6:1-10).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Jer 10:24.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Salmo 38. Ira Divina, Salvacion Divina
El primer versículo y los dos últimos resumen el tema y la maravilla de este Salmo. Cuando el Señor está ofendido, y se avecinan su furor (furia explosiva) y su ira (enojo ardiente) (1) y sus flechas empiezan a volar (2), es al mismo Señor a quien apelamos pidiendo su presencia, su cercanía (21), su socorro y salvación (22). Sólo la aprobación del Señor puede salvarnos de su desaprobación. Si hubo alguna vez un Salmo diseñado para prevenirnos del pecado exponiendo sus consecuencias, es éste. El pecado ofende al Señor y pone una carga sobre el pecador, reemplaza el bienestar por heridas, induce la depresión, dolores físicos y agitación del corazón (1-8). Entristece y debilita, nos aísla de nuestros amigos e incita enemistad (9-12); nos deja sin excusa (13, 14). Pero no cierra la puerta a la oración ni nos excluye del arrepentimiento (15-18).
1-12 El camino hacia abajo. David se hunde más y más bajo el peso del pecado. El Señor es su enemigo (1, 2); David está sin fuerzas (5-10) y sin amigos (11). Sus enemigos traman contra él (12). 1-4 Los síntomas de la enfermedad (3, cf. 5-8, 10, 17) pueden ser la manera en que David describe sus arrolladores sentimientos de culpa, pero los detalles son tan vívidos y el sentido de dolor físico tan agudo que es mejor entender que en este caso recibió una auténtica enfermedad como castigo por su pecado. 1 Furor … ira, ver el comentario anterior. 2 Los mensajeros del furor de Dios (flechas) -enfermedad, dolor, abandono (11), oposición (12)- y oposición divina personal (mano) “caen” en igual medida sobre David. Penetrado, “se han dejado caer”. 3 Ira, “indignación”, el sentido de haber sido agraviado. Sana, “estar entero”. Paz, “bienestar”. Pecado, actos específicos de maldad. 4 Iniquidades, “culpas”, la deformación y corrupción interior de nuestra naturaleza. Agobian, “me llega más arriba de la cabeza”, como cuando alguien se ahoga.
5-8 Esta descripción del cuerpo atormentado es una elaboración del v. 3. No toda enfermedad es un castigo por el pecado, pero algunas lo son. Cada caso de enfermedad es momento de examinarse uno mismo. En este caso, la conexión es aparentemente indudable. La descripción alterna entre síntomas físicos y mentales. 5 Hieden y supuran, “de mal olor … séptico”. Locura, “necedad”. El sustantivo correspondiente significa “rotundamente tonto”. 6 Encorvado, “convulsionado” (por el dolor). 8 Debilitado, “entumecido”. Gimo, “rugido” (como un león enfurecido). Conmoción, “inquietud, preocupación”.
9-12 Los vv. 1-4 se concentran en la enfermedad como evidencia de la hostilidad divina; el sujeto es ahora la deserción humana y el peligro que esta enfermedad ha causado. A la vez, aunque la oración no se articula, hay un volverse al Señor. 9 Señor, “El Soberano”, como en 15, 22. El Señor “declara su poder soberano más principalmente mostrando misericordia y compasión” (Libro de Oración Común). 10 Más síntomas de enfermedad: Palpitaciones, pérdida de vitalidad y problemas con la vista. 11 Un vívido detalle. A veces las cosas que proclaman la necesidad de un amigo comprensivo hacen que la gente se aparte. No sabemos qué hacer o decir y nuestra preocupación por nuestra propia reacción anula nuestra preocupación por los necesitados. Pero la persona afligida no necesita discursos largos; sólo la presión de una mano amiga, la compañía de un corazón comprensivo. Amigos, “mis amados” una relación más cercana que la de los compañeros, “semejantes”. Parientes, cercanos (cf. 34:18), los que tienen derecho de hacer suyos los problemas de un familiar. 12 Existen, tristemente, los que están al acecho de oportunidades para demostrar rencor, anticipan lo peor y hacen sus planes con intención de engañar.
13-22 El camino hacia arriba. Se repite el mismo patrón que en los vv. 1-12 pero el Salmo se desplaza progresivamente a un nuevo campo. La apelación contra el furor divino (1, 2) se convirtió en la apelación no articulada del v. 9. Pero ahora, aunque la situación no ha cambiado, empieza a dominar un tono positivo: uno de espera confiada en una respuesta (15), confesión auténtica de (no sólo gemir por haber pecado) pecado (18) y un ruego pidiendo ayuda salvadora (22).
13-16 No responde a todas las habladurías en su contra (12-14), en cambio habla solamente a Dios (15, 16). Le cuenta a Jehovah (15, “Yahweh”, el Dios del amor del pacto, del poder salvador y juzgador) sobre sus silencios (13, 14) y sobre su firme esperanza (15); sabe que Jehovah (“El Soberano”) quien es Dios mío, responderá (cf. Lam. 3:19-33). 14 La decisión de guardar silencio ha sido tomada libremente. 15 Pues: puede ser mejor “Porque” al principio de este versículo. Ha optado por guardar silencio (14) “porque” ha tomado el camino de la fe, seguridad y oración (15, 16). Ha esperado, o sea con segura esperanza.
17-20 La oración que aparece en el v. 16 es urgente “porque es seguro que tropezaré … ” (17). Primero es urgente porque no puede aguantar mucho más y, segundo, por su constante “dolor/tristeza” (17, la palabra combina ambos significados). Esto, a su vez (por eso, v. 18), es constantemente su experiencia porque “sigue confesando” y “estando con ansiedad debido a” su iniquidad (ver 4) y pecado (ver 3). El propio hecho de traer todo esto al Señor mantiene vivo su sentido de opresión. Además, hay oposición fuerte, odio injusto y calumnia inmerecida (19). Pero al mismo tiempo no aparece la gran preocupación por sí mismo de los vv. 5-8; todo se ve con mayor claridad, seguramente porque ha llegado al momento de la confesión.
21, 22 El nombre del Señor del pacto (21, cf. 1, 15), el Dios personal (21, cf. 15) y el Señor soberano (22, cf. 9, 15) se juntan en esta apelación final. El Señor que se presentó en Egipto porque sabía del dolor y tristeza de su pueblo (Exo. 3:7, la misma palabra que en el v. 17) no ha cambiado: El Dios que se dejó conocer y poseer personalmente nunca será desleal a esa relación; el Dios soberano salvará.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
38.1 Así como un niño llora ante su padre, David también lo hizo ante Dios. David no decía: «No me castigues», sino: «No me castigues mientras estés enojado». Reconoció que merecía el castigo, pero pidió que Dios moderara su disciplina con misericordia. Como hijos, somos libres de pedir misericordia, pero no debemos negar que merecemos el castigo.38.1ss Este salmo se llama penitencial porque David expresó verdadero arrepentimiento por su pecado (38.18). Declaró que su pecado lo llevó a tener problemas de salud (38.1-8) y que lo separó de Dios y de los demás, causándole una soledad extrema (38.9-14). Luego confesó su pecado y se arrepintió (38.15-22).38.2-4 David vio su angustia como juicio de Dios por sus pecados. Si bien Dios no siempre envía una enfermedad física para castigarnos por el pecado, este versículo y otros de las Escrituras (Act 12:21-23; 1Co 11:30-32) indican que lo hizo en algunas circunstancias. Nuestro pecado puede causar efectos secundarios mentales o físicos que nos ocasionen un sufrimiento mayor. Algunas veces Dios tiene que castigar a sus hijos para que vuelvan a El (Heb 12:5-11). Cuando nos arrepentimos de nuestro pecado, Dios promete perdonarnos, aun cuando no promete deshacer las consecuencias directas del pecado.38.13, 14 Una de las tareas más difíciles en la vida es guardar silencio mientras otros nos despedazan porque queremos proteger nuestra reputación. Se nos dificulta no actuar cuando nos roban algo que consideramos muy preciado. Pero no necesitamos estallar en venganza ni justificar nuestra posición, podemos confiar en que Dios protegerá hasta nuestra reputación. Jesús se mantuvo en silencio ante sus acusadores (Luk 23:9-10); dejó su caso en manos de Dios (1Pe 2:21-24). ¡Ese es un buen lugar para dejar nuestro caso también!
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 1253 Sal 6:1; Heb 12:6
b 1254 Deu 9:19; Jer 10:24
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Salmo 38 En este Salmo penitencial, el salmista pide a Dios que deje de disciplinarlo por su pecado, y que lo libre de sus enemigos que explotan su aflicción y lo amenazan con la muerte. En la primera estrofa (vers. 1-4) él atribuye su aflicción a la ira de Dios contra el pecado y le pide que cese de disciplinarlo. La segunda estrofa (vers. 5-8) describe sus aflicciones: llagas, encorvado, abatido, sombrío, lomos inflamados de fiebre, entumecido y abatido, gimo y agotamiento. La tercera estrofa (vers. 9-12) describe sus relaciones: Dios conoce su situación (vers. 9), su fortaleza se ha ido (vers. 10), sus amigos se han apartado (vers. 11) y sus enemigos maquinan explotar su enfermedad para derrocarlo (vers. 12). La cuarta estrofa (vers. 13-16) afirma su completa dependencia de Dios, sin intentar defenderse. La quinta estrofa (vers. 17-20) propone motivar a Dios para que intervenga: el rey parece a punto de caer (vers. 17), reconoce su iniquidad (vers. 18); sus injustos enemigos son fuertes (vers. 19, 20). La sexta estrofa (vers. 21, 22) pide a Dios que no le abandone (vers. 21), sino que lo libre (vers. 22).
Fuente: La Biblia de las Américas
Este salmo consta de tres partes, cada una de las cuales comienza dirigiéndose a Dios. La primera (vv. Sal 38:1-8) describe los sufrimientos que resultan del pecado; la segunda (vv. Sal 38:9-14), la soledad del pecado; y la tercera (vv. Sal 38:15-22), la confesión del pecado. Igual que otros salmos penitenciales (véase nota en el Sal 6:1-10), esta lamentación enfoca el pecado de David y la corrección de Dios como la causa de la angustia.
Para recordar (en la sobreescritura). Véase nota en Sal 70:1-5.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
para hacer recordar… Heb. lehazkir → Sal 70:1. A la luz de la terminología de Lev 2:2; Lev 24:7-8 y 1Cr 16:4, parece indicar un cántico especial para recordar con gratitud, durante las ofrendas vegetales.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Tit. Heb. lehazkir. Expresión que también aparece en el Sal 70:1. Si se considera a la luz de la terminología de Lev 2:2; Lev 24:7, Lev 24:8 y 1Cr 16:4, parece indicar un cántico especial para recordar ante YHVH, con gratitud, durante las ofrendas vegetales.