Comentario de Santiago 1:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Nadie diga cuando sea tentado: “Soy tentado por Dios”; porque Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie.
1:13 — «Cuando alguno es tentado». En este versículo y en el siguiente la «tentación» tratada no es la de «prueba», sino de incitación a pecar, solicitación al mal, o seducción. Satanás es el tentador (1Ts 3:5), ¡no Dios! Véanse Mar 1:13, Luc 22:31. — «no diga… de Dios». Cuando uno se rinde a la tentación, tiende a inculpar a Dios, o a otro, de su caída. Adán inculpó indirectamente a Dios (Gén 3:12). Siguen los hombres haciendo lo mismo hasta la fecha.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
no diga que es tentado de Dios. Stg 1:2, Stg 1:12; Gén 3:12; Isa 63:17; Hab 2:12, Hab 2:13; Rom 9:19, Rom 9:20.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El enfoque del capítulo se traslada desde las pruebas (vv. Stg 1:2-12) a la tentación (vv. Stg 1:13-18).
ni él tienta a nadie: La tentación para pecar no viene de parte de Dios. Dios jamás llevará deliberadamente a una persona a cometer pecado, porque no sólo iría contra su naturaleza, sino sería opuesto a su propósito de moldear su creación a su imagen santa. No obstante, a veces Dios introduce a su pueblo en circunstancias adversas con el propósito de construir un carácter piadoso (Gén 22:1, Gén 22:12). Esas recompensas serán nuestras respectivas capacidades o posiciones de privilegio y servicio para la gloria de Cristo en su Reino venidero (Apo 4:10; Apo 5:10).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
TENTADO. Ninguna persona que peca puede eludir la culpa acusando a Dios. Dios puede probar a los creyentes a fin de fortalecer su fe, pero nunca con la intención de llevarlos al pecado. La naturaleza de Dios demuestra que Él no puede ser fuente de tentación a pecar (véase el ARTÍCULO LOS ATRIBUTOS DE DIOS, P. 823. [Sal 139:7-8]).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
La misma palabra griega que se traduce «pruebas» (vv. Stg 1:2-12) también se traduce «tentación» aquí. El punto de Santiago es que toda circunstancia difícil que entra a la vida de un creyente puede fortalecerlo si obedece a Dios y permanece confiado en su cuidado, o convertirse en una proposición constante para hacer el mal si el creyente opta por dudar de Dios y desobedecer su Palabra. Dios no puede ser tentado. En su naturaleza santa, Dios no tiene capacidad alguna para hacer el mal y tampoco es vulnerable a él (Hab 1:13; cp. Lev 19:2; Isa 6:3; 1Pe 1:16). ni él tienta a nadie. Dios dispone que las pruebas ocurran y en medio de ellas permite que se dé la tentación, pero Él ha prometido que no la permitirá en mayor grado de lo que puedan soportar los creyentes y que nunca los dejará sin salida (1Co 10:13). A ellos les corresponde elegir entre aprovechar la salida provista por Dios o ceder a la tentación (vea la nota sobre el v.Stg 1:14; cp. 2Sa 24:1; 1Cr 21:1).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:13 — «Cuando alguno es tentado». En este versículo y en el siguiente la «tentación» tratada no es la de «prueba», sino de incitación a pecar, solicitación al mal, o seducción. Satanás es el tentador (1Ts 3:5), ¡no Dios! Véanse Mar 1:13, Luc 22:31.
–«no diga… de Dios». Cuando uno se rinde a la tentación, tiende a inculpar a Dios, o a otro, de su caída. Adán inculpó indirectamente a Dios (Gén 3:12). Siguen los hombres haciendo lo mismo hasta la fecha.
–«de Dios» dice el texto griego, y no «por Dios». «De Dios» es hacernos nacer de nuevo (versículo 18), ¡pero no hacernos pecar! Gén 22:1 no contradice esta verdad. Dios no «tentó» a Abraham (es decir, no le sedujo); le «probó». Le dio un mandamiento duro para probar su fe.
–«porque Dios… por el mal». Dice la Versión Moderna, «de cosas malas». Es incapaz de ser seducido a pecar. La tentación, o solicitación a pecar, no tiene nada que ver con Dios. En esta verdad hay gran consolación para él que cree en El.
–«ni él tienta a nadie». Disciplina, sí (Hebreos 12:5-11), pero no tienta. No hay verdad bíblica más explícita. Sin embargo, muchos persisten en implicar a Dios en los males cometidos por el hombre, si acaso no llegan a acusarle directamente. El que no es tentado de cosas malas, no puede ser el autor de tentación para sus criaturas.
Fuente: Notas Reeves-Partain
ECHARLE LAS CULPAS A DIOS
Santiago 1:13-15
Que nadie diga cuando es tentado: «¡Esta tentación es cosa de Dios!» Porque a Dios no Le puede tentar el mal, ni Él tienta a nadie. La tentación ataca a las personas cuando sus propios deseos les tienden la trampa y las seducen; luego el deseo concibe y da a luz el pecado, y cuando el pecado ha llegado a su pleno desarrollo genera la muerte.
Tras este pasaje se encuentra una idea judía a la que somos propensos todos en cierta medida. Santiago está corrigiendo aquí a los que Le echan las culpas de la tentación a Dios.
La teología hebrea se debatía ante la división interior que se da en todas las personas. Era el problema que acechaba a Pablo: » Me encanta la Ley de Dios en lo más íntimo de mi ser, pero descubro otra ley en mis miembros que le hace la guerra a la ley de mi mente y que me lleva cautivo a la ley del pecado que habita en mis miembros» (Rm 7:22 s). Hay dos fuerzas que tiran de la persona en sentidos opuestos. Simplemente como una interpretación de su experiencia personal, los judíos llegaron ala doctrina de las dos tendencias. Las llamaban yétser ha-tób y yétser ha-rá; la tendencia al bien y la tendencia al mal. Era una manera de plantear el problema, pero no de resolverlo. En particular, no decía de dónde procedía la tendencia al mal; así es que el pensamiento judío se propuso explicarlo.
El autor del Eclesiástico estaba profundamente impresionado con la confusión que crea la tendencia al mal. » ¿Oh, Yétser ha-Rál, ¿por qué se te permitió llenar la Tierra con tus engaños?» (Eclesiástico 37:3). Según su punto de vista, la tendencia al mal venía de Satanás, y la defensa del hombre era su propia razón. «Dios hizo al hombre en el principio, y le entregó en manos del que le hizo su presa. Le dejó en poder de su albedrío. Si es tu voluntad, observarás los mandamientos, y la fidelidad depende de lo que tú quieras» (Eclesiástico 15:14s).
Había autores judíos que remontaban esta tendencia al mal al Jardín del Edén. En el libro apócrifo Vida de Adán y Eva se cuenta así la historia: Satanás tomó la forma de un ángel y, hablando por medio de la serpiente, puso en Eva el deseo del fruto prohibido y la hizo jurar que también le daría el fruto a Adán. » Cuando me hizo jurarlo -decía Eva- se subió al árbol. Pero en el fruto que me dio a comer puso el veneno de su malicia, es decir, de su concupiscencia. Porque la concupiscencia es el principio de todo pecado. E inclinó la rama hacia la tierra, .y yo tomé el fruto y lo comí.» Aquí fue el mismo Satanás el que consiguió introducir la tendencia al mal en el hombre, que se identifica con la concupiscencia de la carne. Un desarrollo posterior de la historia fue que el principio de todo pecado fue el deseo que Satanás tenía de Eva.
El Libro de Enoc tiene dos teorías. Una es que los ángeles
caídos fueron los responsables del pecado (85). La otra, que el responsable fue el mismo hombre. «El pecado no se envió a la Tierra, sino que el mismo hombre lo creó» (98:4).
Pero todas esas teorías simplemente empujan el problema otro paso más atrás. Satanás puede que pusiera la tendencia al mal en la persona humana; o lo hicieron los ángeles caídos; o puede haber sido el mismo ser humano el que se lo introdujo. Pero, ¿de dónde procede en última instancia?
Para resolver este problema, algunos rabinos dieron un paso atrevido y peligroso. Arguyeron que, como Dios había creado todas las cosas, tiene que haber creado también la tendencia al mal. De ahí los dichos rabínicos «Dios dijo: «Me arrepiento de haber creado la tendencia al mal en el hombre; porque, si no lo hubiera hecho, no se habría rebelado contra Mí. Yo creé la tendencia al mal, creé la Ley como un remedio. Si te ocupas de la Ley, no caerás en su poder. Dios colocó la tendencia al bien en la mano derecha del hombre, y la tendencia al mal en su izquierda.» El peligro es obvio. Quiere decir que en último análisis el hombre puede echarle las culpas a Dios por su propio
pecado. Puede decir, como dijo Pablo: » Ya no soy yo el que ló hace, sino el pecado que habita en uní» (Rm 7:15-24 ). De todas las doctrinas extrañas, la más extraña es la que hace a Dios responsable del pecado en última instancia.
LA EVASIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
Santiago 1:13-15 (conclusión)
Desde el principio del tiempo, el instinto del hombre lea sido echarle las culpas de su pecado a otro. El antiguo autor que escribió la historia del primer pecado en el Jardín del Edén era un psicólogo estupendo con un conocimiento profundo del corazón humano. Cuando Dios enfrentó a Adán con su primer pecado, la respuesta de Adán fue: «La mujer que me diste para que estuviera conmigo me dio del árbol, y por eso lo comí.» Y cuando Dios enfrentó a la mujer con su acción, Le contestó: «Fue la serpiente la que me engañó para que comiera.» Adán dijo: «Yo no tengo la culpa. Fue Eva.» Y Eva dijo: «Yo no tengo la culpa. Fue la serpiente» (Ge 3:12 s).
Los humanos siempre hemos sido expertos en el arte de la evasión. Les echamos las culpas a las circunstancias, a los demás, hasta a nuestro propio temperamento, por el pecado del que somos culpables.
Santiago reprende firmemente ese .punto de vista. Para él, lo único que es responsable del pecado son los malos deseos de cada uno. El pecado sería inoperante si no hubiera nada en la persona a lo que apelara. El deseo es siempre algo que se puede alentar o rechazar. Se puede controlar y hasta, por la gracia de Dios; elinúnar, si no se deja para mañana. Pero si dejamos que los pensamientos se nos vayan por ciertos senderos, y los pasos nos lleven a ciertos lugares, y los ojos se fijen en ciertas cosas… fomentamos el deseo. Uno siempre puede entregarse a Cristo y ocuparse de cosas buenas tan totalmente que no le quede ni tiempo ni sitio para los malos pensamientos. Es para los desocupados para los que Satanás encuentra faenas que hacer. Son la mente indisciplinada y el corazón no comprometido los que son vulnerables. Si se alienta el deseo suficientemente, segur=o que traerá consecuencias. El deseo engendra la acción.
Además, la enseñanza judía decía que el pecado produce la muerte. La vida de Adán y Eva cuenta qué, en cuanto Eva comió el fruto, percibió un atisbo de la muerte. La palabra que usa Santiago en el versículo 15, y que la versión Reina-Valera traduce engendra (1909) o da a luz la muerte (1960) es la palabra que se usa con los animales cuando desovan o paren. Dominado por el deseo, el hombre se rebaja al nivel de la creación irracional.
El gran valor de este pasaje está en que atribuye al hombre su verdadera responsabilidad por el pecado. Ninguno nacemos libres de deseos por cosas prohibidas; y, si animamos y alimentamos esos deseos hasta que llegan a ser grandes y monstruosamente fuertes, desembocarán inevitablemente en acciones que son pecado -y ese es el camino que conduce a la muerte. Esta idea -y toda la experiencia humana admite que es verdad- debe lanzarnos a los brazos de la gracia de Dios, que es lo único que nos puede hacer y mantener limpios, y que está al alcance de todos.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Sir 15:11-20.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
y 25 Heb 2:18; Heb 4:15
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
tentado. Aunque la misma palabra en griego es usada en el vers. 2 para referirse a pruebas o dificultades, aquí la palabra es usada como tentación a pecar (cp. mal, vers. 13; pasión, vers. 14; pecado, vers. 15). Dios nunca es el autor del pecado; la gente peca porque son tentados por su propia concupiscencia (vers. 14; cp. Ro. 7:14– 25).
Fuente: La Biblia de las Américas
13 (1) O, probado. La palabra griega traducida pruebas y prueba en los vs.2 y 12 es el sustantivo de la palabra tentado usada aquí y en el v. 14. Las dos palabras son muy parecidas en cuanto a la raíz y ambas se refieren a ser probado. Ser probado por él sufrimiento externo causado por el entorno es una prueba (v.2). Ser probado por la seducción interna de la concupiscencia es una tentación (v.14). En los vs.2-12 se habla de la prueba; en los vs. 13-21 se habla de la tentación. En cuanto a la prueba, debemos soportarla amando al Señor para obtener la bendición, que es la corona de vida. En cuanto a la tentación, debemos resistirla recibiendo la palabra implantada para obtener la salvación, es decir, la salvación de nuestras almas (v.21).
13 (2) La palabra griega significa tanto no probado como no susceptible de ser probado por tanto, no susceptible a tentación, que no puede ni ha de ser tentado.
13 (3) El diablo es el tentador, y no Dios ( Mat_4:3 1Ts_3:5) .
tentado. Tentar es poner a prueba o solicitar al mal. En los vv. Stg 1:2 y Stg 1:12, se usa la misma palabra griega para significar las pruebas que están destinadas a examinar la calidad del carácter de una persona. En el presente versículo, el vocablo significa «solicitación al mal», y esto, dice Santiago, no proviene de Dios, sino de la propia concupiscencia interior del hombre (v. Stg 1:14). Todo intento por excusarse está basado en la ignorancia, tanto de Dios como de la naturaleza de la tentación.
R579 En la expresión ἀπὸ θεοῦ πειράζομαι, tentado por Dios, la tentación es presentada como algo que viene de Dios (la preposición ἀπό se usó en lugar de ὑπό, para denotar el agente después del verbo pasivo -T258). M41 Ἀπείραστος puede significar: no tentado por.
M8 Hay varios ejemplos de aoristos gnómicos en Stg 1:13-15 (se refiere a algo bien conocido).
BD182(3) Parece que κακῶν se usa como un genitivo de separación, que significa: no sujeto a tentación, no experimentado en el mal, extraño al mal.
Lit., de
Lit., de cosas malas
M i omiten la figura del dialogismo.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
[Editor. Generalmente en el N.T., cuando ἀπό aparece con un verbo pasivo, tiene un sentido similar a ὑπό (comp. Mat 16:21; Hch 2:22 y Hch 4:36; note especialmente el uso de ὑπό en el siguiente versículo).]
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Fuente: La Biblia de las Américas
Fuente: La Biblia Textual III Edición