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Compromiso que se establecen entre dos esposos y que les vincula durante toda la vida.
Los esponsales cristianos piden por naturaleza fidelidad, unicidad, indisolubilidad y sobre todo amor. (Ver Matrimonio)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Con la voz » esponsales'» se entiende la primera de las dos fases de que constaba en la antiguedad, entre todos los pueblos, y por tanto también entre los judíos y los cristianos, la celebración matrimonial.
La primera fase (esponsales) consistía en un acuerdo o pacto entre dos familias en orden a la convivencia matrimonial de dos de sus miembros. La segunda fase (bodas) tenía lugar regularmente después de algunos meses y consistía en una fiesta solemne, de carácter público y religioso, con la que comenzaba la cohabitación. Pot eso, la fase esponsal no era una simple «promesa» (como nuestro noviazgo), sino un compromiso formal estipulado entre las dos familias con vistas a la convivencia matrimonial, todavía futura.
De la Biblia se deduce que los dos interesados (llamados kallah, la mujer y hatah, el hombre) se consideraban va agregados a la familia del otro (cf. Tob 10,11.13). Aunque no convivían todavía, la mujer estaba obligada a ser fiel al que va se consideraba como marido suyo (Cf. Dt 22,23-24). Algo parecido sucedía en la legislación romana, para la que los sponsi se equiparaban ya en varios aspectos a los coniuges.
La tradición cristiana, que tomó elementos de las costumbres judías y romanas, conservó largo tiempo la separación de los dos momentos del matrimonio. Pero a partir del siglo XII se empezó a reunir en una sola celebración litúrgica los esponsales (ya «ritualizados») y el rito solemne de la boda, De esta manera el primitivo acuerdo entre las dos familias quedó «vaciado,» de su verdadera naturaleza, reduciéndose a una simple «promesa» de matrimonio entre los dos interesados solamente; equivale prácticamente a nuestro «noviazgo»‘, que carece de importancia jurídica y – religiosa.
G. Cappelli
Bibl.: S. Cipriani, Matrimonio, en NDTB, 1157-1170; P. Grelot, La evolución del matrimonio como institución en el Antiguo Testamento, en Concilium 55 (1970) 198204; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo testamento, Herder, Barcelona 1985, 49101; j. Goody Evolución de la familia y del matrimonio en Enropa, Herder. Barcelona 1986.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
Promesa mutua de casamiento. En el pueblo hebreo las negociaciones concomitantes solían ser responsabilidad de los padres de la pareja, en especial del padre. (Gé 24:1-4; 38:6; 21:21.) Sin embargo, era frecuente tomar en cuenta las preferencias del joven. (Jue 14:2.) Las muchachas que heredaban la propiedad ancestral por haber muerto su padre sin dejar descendencia masculina podían casarse con quien deseasen, siempre y cuando fuese alguien de su propia tribu. (Nú 36:6.) En el caso de Isaac, fue el mismo Jehová quien escogió su pareja. (Gé 24:50, 51.) Después de la selección de la novia y la proposición de matrimonio, que por lo general efectuaban los padres (o solo el padre) del novio, venían los desposorios o esponsales. Este era un procedimiento formal que dirigían los padres de la novia y, a menudo, un amigo o representante legal del novio. (Gé 24:1-4; Jn 3:29.)
Un rasgo importante de los esponsales era el mó·har, la dote que se pagaba por la novia. El término mó·har aparece tres veces en la Biblia. (Gé 34:12; Ex 22:16, 17; 1Sa 18:25.) Esta dote solía pagarse a los padres. En el caso de Rebeca, el siervo de Abrahán dio †œcosas selectas† a su madre y a su hermano Labán, que fue quien llevó la delantera en las negociaciones. (Gé 24:53.) El mó·har también podía pagarse rindiendo servicios. (Gé 29:15-30; Jos 15:16.) En Exodo 22:16, 17 se muestra que también se había de pagar el mó·har al padre de una muchacha seducida como indemnización por la ofensa cometida, aun cuando este rehusara darla en matrimonio. En algunas ocasiones, el padre de la novia le daba a ella un †œregalo de despedida†, y a veces, como en el caso de Rebeca, recibía regalos cuando se celebraba el compromiso. (1Re 9:16; Jos 15:17-19; Gé 24:53.)
Los hebreos veían a una pareja comprometida como si estuviera casada, aunque la cohabitación no tenía lugar hasta que se terminaban las formalidades de la boda. (Gé 19:8, 14; Jue 14:15, 16, 20.)
Para los judíos los desposorios creaban tal grado de obligación, que en el caso de no celebrarse el matrimonio debido a un cambio de opinión del novio o por alguna razón justificada, la joven no podía casarse con otro hasta recibir un certificado legal de divorcio que la librara de su compromiso. (Mt 1:19.) Si la muchacha cometía fornicación con otro hombre estando ya comprometida con su novio, se la juzgaba como adúltera y se la sentenciaba a muerte. (Dt 22:23, 24.) Incluso si un hombre tenía relaciones con una muchacha esclava que estaba †œdesignada para otro hombre†, pero que todavía no había sido redimida o liberada, a ambos se les consideraba culpables y se les castigaba. Sin embargo, no se les daba muerte, porque no había sido puesta en libertad. (Le 19:20-22.)
Por otra parte, al hombre comprometido se le eximía de las obligaciones militares. (Dt 20:7.)
La Biblia no especifica a qué edad celebraban los hebreos los esponsales. Hoy día, en algunos países del Oriente Medio la boda se celebra después que la novia alcanza los dieciséis años, y solo en raras ocasiones antes de esa edad. El Talmud prohíbe el matrimonio en el caso del varón que tiene menos de trece años y un día, y en el caso de la mujer que tiene menos de doce años y un día.
Por lo general no transcurría mucho tiempo entre el compromiso y el matrimonio, aunque en ocasiones podían pasar varios años para que el novio pagase el precio estipulado o rindiese el servicio deseado. En el caso de Jacob, el período de esponsales duró siete años, durante los que tuvo que servir para poder conseguir a Raquel, aunque luego se le entregó a Lea. Luego tuvo que esperar una semana más antes de recibir a Raquel, si bien continuó sirviendo a Labán otros siete años por ella. (Gé 29:20-28.)
El cristiano debe considerar su palabra con la misma seriedad, y en el caso de un compromiso para casarse, ha de seguir el principio que expresó Jesús: †œSimplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No; porque lo que excede de esto proviene del inicuo† (Mt 5:37), y que luego recordó Santiago: †œPero que su Sí signifique Sí, y su No, No, para que no caigan bajo juicio†. (Snt 5:12.)
La novia de Cristo. Jesucristo está desposado con una novia, la congregación cristiana, que es su cuerpo. (Ef 1:22, 23.) En el Pentecostés de 33 E.C. los primeros miembros de la †œnovia† recibieron el espíritu santo con su don milagroso de lenguas. Esto equivalía a los regalos de los esponsales, y para la novia espiritual de Cristo constituyó †œuna prenda por anticipado de [su] herencia, con el propósito de poner en libertad por rescate la propia posesión de Dios, para su gloriosa alabanza†. (Ef 1:13, 14.) Pablo dijo que los que él había introducido en la verdad de Cristo y habían llegado a ser cristianos estaban prometidos en matrimonio a un solo esposo, y los animó a que se mantuviesen limpios para presentarse como una virgen casta al Cristo. (2Co 11:2, 3.) Mientras están en la Tierra, a los que han sido prometidos al Cristo se les considera invitados a la cena de las bodas del Cordero. (Rev 19:9.)
Fuente: Diccionario de la Biblia