INTEGRISMO
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Se alude con el término a la actitud intelectual y afectiva opuesta a la flexibilidad y a la tolerancia en terrenos políticos, sociales o religiosos. Los integristas se sitúan en actitudes radicalmente cerradas para cualquier variación. Y resuelven por la agresividad los enfrentamientos o simplemente la diversidad de pensamiento que otros pueden manifestar.
Religiosamente conduce al fanatismo violento, a la intransigencia y ocasiones al terrorismo intelectual y más de una vez material. Ni el Evangelio, ni el Corán ni el Talmud justifican actitudes integristas, pues la naturaleza de un mensaje religioso es siempre compatible con la oferta y nunca, al menos en los tiempos modernos, es compatible con la violencia y la imposición. Lo que acontece es que abundan los líderes religiosos en todas las confesiones que abusan de la ignorancia de sus adeptos, para instrumentalizar las creencias y hacer de los mensajes religiosos instrumentos de poder político o económico y no de salvación.
Este aspecto del integrismo debe ser muy atendido en los tiempos actuales. Unas veces, como suceden en determinados grupos cristianos, es una reacción violenta ante los movimientos secularistas y laicistas. Otras, como acontece en ambientes mahometanos o judaicos, es una reacción de defensa ante la pobreza o ante la persecución. Ni una ni otra postura son religiosas, sino tristemente patológicas, sea quien sea el que la promueve o autoriza.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
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El término «integrista» se aplicó a los que se consideraban a sí mismos «católicos integrales», por oposición a los católicos liberales y modernistas. El integrismo, estrictamente hablando, es un movimiento que surge como respuesta a la encíclica Pascendi (1907) de Pío X contra el modernismo. El Papa urgía en ella a los obispos a permanecer alerta frente a los errores doctrinales enseñados por los sacerdotes y en los seminarios, exhortándolos a establecer consejos de vigilancia en sus diócesis.
El integrismo, que había sido una tendencia en los años finales del siglo XIX, se organizó en tiempos de Pío X. Un sacerdote italiano, Umberto Benigni, más tarde vinculado a la Secretaría de Estado, fundó el Sodalitium Pianum (en Francia, La Sapiniére), que fue muy pequeño pero enormemente influyente. Llevó a cabo ataques, no siempre con honradez intelectual, contra quienes decidía que eran modernistas. Algunos de los eruditos más capaces de Francia e Italia, varios cardenales y muchos obispos fueron objeto de sus denuncias. La organización se disgregó durante algún tiempo tras la muerte de Pío X (1914); luego volvió a aparecer y fue suprimida por el Santo Oficio en 1921.
Los integristas tuvieron pocos teólogos destacados, aparte de E. Barbier, que hizo campaña en contra de León XIII y cuya obra publicada fue muy amplia. Colaboraron con el movimiento político Action française, alineado en el ala derecha del realismo francés y liderado por un agnóstico, Charles Maurras, que apoyó las actitudes antimodernistas de Pío X.
Aunque, hablando en rigor, pertenece a la época del modernismo, el integrismo como tendencia subyace en afirmaciones y actos de algunos que pretenden proteger a la Iglesia.
Se manifiesta este en una visión petrificada de la tradición, considerando el pensamiento y la investigación modernas una amenaza potencial de la que las autoridades de la Iglesia o avisados guardianes de la ortodoxia deberían proteger a los católicos. No faltaron aspiraciones integristas en la época de la encíclica Humani generis (1950) y de las reformas posteriores al Vaticano II, especialmente en el ámbito de la liturgia. Actitudes integristas pueden encontrarse también en algunos de los que, abierta o veladamente, apoyaron las ideas del arzobispo >Lefébvre.
Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987
Fuente: Diccionario de Eclesiología
Se llama i. a la tendencia más o menos manifiesta que pretende orientar la actividad creyente de la Iglesia y de cada uno de los fieles en este mundo exclusivamente o al menos en principio de acuerdo con los criterios de la fe. Responde esta tendencia a la convicción de que a la autoridad eclesiástica le compete el poder fundamental y exclusivo de enseñar y regir en lo que respecta a las relaciones del mundo con la Iglesia, de la inmanencia con la transcendencia, y de que, consecuentemente, la configuración del mundo sólo puede darse por encargo directo o indirecto de la misma (-> Iglesia y Estado). En esta concepción se entiende que la Iglesia es autónoma en todos los sectores que tienen alguna relación con la fe y la moral; de manera que tales sectores, de acuerdo con las leyes que Dios les ha señalado, sólo se ordenan adecuadamente teniendo en cuenta la fe expuesta por la Iglesia como norma positiva. Por tanto, el i. consiste en el intento de explicar y dominar la realidad sólo a partir de la fe, en lugar de considerar a ésta como lave para entender o dominar el mundo, cosas que la fe hace posibles sin realizarlas por sí misma. El i. trata de entender la fe y su práctica desde un sistema doctrinal ahistórico e inmutable, en lugar de explicar el edificio dogmático desde la Iglesia regida por el Espíritu Santo; o bien, trata ante todo de asegurar la posición de la Iglesia en el poder político y social, para anunciar así el evangelio, en lugar de influir en la configuración de la sociedad mediante una predicación del evangelio sin armas terrenas. En el i. se trata, pues, de un problema no sólo teológico, sino también sociológico: la integración de la predicación eclesiástica en la sociedad correspondiente. El i. intenta resolver este problema unilateralmente, de manera estática y metafísica, en lugar de hacerlo también de una forma dinámica e histórica.
En la historia de la Iglesia esa tendencia se manifestó especialmente al alborear la edad media en conexión con la -> reforma gregoriana: los esfuerzos legítimos por liberar la vida eclesiástica de las intromisiones temporales se apoyaban en las ideas relativas al dominio de la Iglesia sobre el mundo y de la jerarquía dentro de la Iglesia. Entre otras cosas, ese clima mental se manifiesta en los siguientes pensamientos: filosofía como criada de la teología; potestad directa o indirecta del papa sobre el poder temporal, de modo que su tarea es la aplicación de las instrucciones eclesiásticas o de los principios teológicos al ámbito de la soberanía temporal; -> obediencia ciega como expresión de la virtud, más alta, etc. Del pensamiento integrista proceden igualmente la interpretación de la Escritura que pretende descalificar afirmaciones científicas en virtud de argumentos bíblicos, así como las ideas teológicas que adoptan una postura semejante frente a las realidades económicas, políticas y culturales. El problema del i. se halla también presente en la discusión actual acerca del alcance de la autoridad eclesiástica en cuestiones del -> derecho natural, acerca de la relativa autonomía de las cosas terrenas respecto a la fe, y acerca de la misión independiente del laico en la Iglesia y el mundo.
A comienzos del s. xx el término i. se lo aplicaron los representantes de la orientación «integrista» en su enfrentamiento con el -> modernismo, -> liberalismo, -> laicismo e -> indiferentismo; entre otros se contaba monseñor Umberto Benigni, que tuvo gran influencia bajo el pontificado de Pío x y que convirtió en una intransigente organización del i. el Sodalitium Pianum (así llamado en honor de Pío v), dirigido por él y aprobado por el papa. El primer plano de las discusiones lo ocupaban los esfuerzos por la creación y organización de asociaciones, partidos y gremios supraconfesionales y preterepiscopales, dirigidos por laicos; así, en Alemania, la disputa en torno al centro, el movimiento sindical cristiano y el Volksverein für das katholische Deutschland; en Francia, el movimiento cristiano-demócrata del Sillon, la Action franí‡aise de tipo nacionalista; en Italia, la «acción social» de Romulo Murri; y, en Estados Unidos, el ->. americanismo. Pronto la lucha adquirió tales formas y proporciones que Pío x se vio obligado en su encíclica Singulari quadam (24-9-1912) a aceptar expresamente «la colaboración con los no católicos para lograr el bien común»; y que Benedicto xv disolvió el Sodalitium Pianum, el cual había llegado a ser una especie de sociedad secreta.
Sobre la base de las nuevas ideas acerca de la sociedad (-> pluralismo), de una interpretación más reflexiva del conocimiento científico (-> ciencia) y del desarrollo de la teología de las realidades terrenas, la cual ha encontrado su expresión oficial eclesiástica en la constitución pastoral Gaudium et spes del Vaticano u, el i. en cuanto tendencia teórica del pensamiento teológico puede considerarse como ya superado. Con todo, todavía se encuentra presente en los sectores donde los datos de la revelación se consideran suficientes para explicar la realidad, con un abuso ideológico de los mismos (-> ideología, -> Iglesia y mundo). Este i. se puede manifestar tanto en el pensamiento triunfalista (la Iglesia puede resolver todos los problemas) como, negativamente, en el pensamiento derrotista (la Iglesia no es capaz de cumplir su tarea de resolver todos los problemas). Como actitud práctica el i. se manifiesta además en la tendencia a retirarse a la vida «que procede sólo de la fe», en el ámbito exclusivo de la comunidad edesial, en lugar de la disposición a aceptar con fe la acción temporal en este mundo y a actualizar la propia profesión con una responsabilidad creyente de cara a las exigencias de integración (en medio de la autonomía y libertad) entre fe y razón, Iglesia y sociedad. Tal integración sólo puede alcanzarse de una manera imperfecta a causa de la limitación y debilidad del hombre, y a causa de su vinculación a la realidad categorial y a cada situación histórica. Pero el i. se da también cuando una determinada configuración de la fe en una forma específica del catolicismo, la cual está necesariamente condicionada por las personas y tiempo, y en consecuencia es unilateral, se considera injustamente como la característica del catolicismo creyente. En tal caso se desconoce la referencia de la fe a la experiencia como realidad que no se puede derivar de aquélla; y se menosprecia la referencia del ministerio al carisma, que no sólo actúa en unión con el oficio, o la referencia de la sociedad a la insustituible iniciativa del individuo.
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Waldemar Molinski
K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica