Biblia

JERONIMO. SAN

JERONIMO. SAN

[924](345-419)

Su nombre latino era Eusebius Hieronymus. Nació en Estridone, en la Dalmacia (hoy Croacia) cercana a la Panonia (hoy Eslovenia).

1. Vida

Era de rica familia y recibió selecta formación literaria alejada del cristianismo. Después de estudiar en Roma, viajó a Tréveris y a Aquilea, donde vivió un tiempo en comunidad con un grupo de jóvenes idealistas en busca de estudio y perfección. Disuelto el grupo, viajó a Antioquí­a. En algunos de los tránsitos recibió en un sueño la insinuación de que hacia mal en preferir ser «ciceroniano antes que cristiano».

En Antioquí­a se convirtió y bautizó, y luego se retiró al desierto para vivir como monje y animado por el eremita Malco. Allí­ estudio durante mucho tiempo las Sagradas Escrituras; y se entretuvo con la rica biblioteca que llegó en su compañí­a. Recogió al mismo tiempo documentos hebreos y griegos.

En el 379 fue ordenado sacerdote. Paso tres años en Constantinopla con San Gregorio de Nacianzo dedicado al estudio de la Biblia y de algunos autores famosos como Orí­genes, algunas de cuyas homilí­as tradujo al latí­n.

En el 382 volvió a Roma, donde trabajó como secretario del papa Dámaso I.

2. La Vulgata
Ante sus conocimientos inmensos y su capacidad sorprendente, el Papa le encargó revisar la antigua traducción de la Biblia (vetus latina) para hacer una versión mejor y definitiva que acabara con las múltiples traducciones que circulaban en diversas Iglesias.

Pronto la hizo, aunque luego habrí­a de ser perfeccionada en Belén. Serí­a la llamada por la Historia «Vulgata», o común, reemplazante de la antigua que se usaba, de la «Vetus latina».

Durarí­a en la Iglesia milenio y medio como Biblia usual y fue la que el Concilio de Trento declaró como oficial, permaneciendo su texto vigente hasta que en el siglo XX se comenzaron a usar nuevas traducciones de los textos griegos y hebreos y los diversos trabajos cientí­ficos sobre el texto sagrado.

3. Las otras obras
Al morir Dámaso el 384, se despertaron múltiples envidias y oposiciones a Jerónimo, por lo que decidió abandonar la ciudad y regresar al Oriente.

Después de pasar por Egipto, se asentó en Belén. Pronto llegaron amigos y admiradores, incluso dirigidos espirituales, pues en Roma habí­a cultivado la amistad y el estudio con cí­rculos de personas selectas. Entre los que llegaron, destacó la rica viuda Paula con su hija Eustoquia. Paula (más tarde santa Paula) fundó cuatro monasterios, tres para monjas y uno para monjes, en el cual se estableció Jerónimo y a cuyos monjes dirigió de manera ascética.

También continuó con sus trabajos literarios de búsqueda de códices y documentos antiguos y de traducción de los libros hebreos y griegos. Se rodeó de valiosos y costosos manuscritos que compraba con donativos y recursos propios, incluso de versiones a otras lenguas sirias y egipcias y entre los cuales él discerní­a con sagacidad los que podí­an ser más auténticos.

Los «Comentarios Bí­blicos» que compuso sobre los textos que manejaba de la Escritura admiraron por su erudición y su piedad. También se entregó a escribir y a polemizar con herejes conocidos, como Joviniano, Vigilantio y los seguidores del pelagianismo.

Incluso fueron conocidas sus polémicas doctrinales con el monje y teólogo Tyrannio Rufino, Y hasta se conservan algunas de las cartas airadas que se cruzó con S. Agustí­n, con el que se estableció cierta amistad y mucha competencia.

Tradujo y continuó la «Crónica» de S. Eusebio y proyectó hacer una Historia de su tiempo, aunque no se sabe que iniciara o realizara el proyecto.

4. Su pedagogí­a
Una de las más famosas cartas de S. Jerónimo, y desde luego la sí­ntesis de su pensamiento pedagógico, es la larga «Carta a Leta», una piadosa matrona romana que habí­a tenido un hijo y para su educación traza el más hermoso programa educativo que se escribió en tiempos patrí­sticos. En el proyecto que S. Jerónimo perfila para esta madre entremezcla las consignas culturales exigentes, convenientes para un hombre de su tiempo, con los más sutiles y elevados objetivos evangélicos
A causa de sus conflictos con los pelagianos tuvo que esconderse durante dos años, en los cuales siguió trabajando de forma infatigable. Murió al poco de volver a Belén, alrededor del 419 o 420, dejando en todos sus allegados el recuerdo de un hombre austero y sereno, profundamente enamorado de los Escritos sagrados y amante de una Iglesia, que él querí­a libre, pero que estaba sometida a intrigas y a intereses tremendamente humanos.

5. Influencias
Sin Jerónimo en el horizonte de la Historia no se explica el gran amor a la Escritura Santa que todos los santos y pensadores antiguos manifestaron. El fue, más que el asceta de la cueva de Belén, que gustaban representar los artistas en el Renacimiento, el cristiano erudito e incansable peregrino de la fe.

Gracia a él la Iglesia dispuso durante muchos siglos de un texto bí­blico depurado y autentificado con su cultura, seguro y limpio de complementos marginales, crí­tico y purificado de multitud de interpolaciones y glosas añadidas por los intereses de cada grupo dueño de cada documento, partido o secta.

El hacer un texto uniforme y válido fue la intuición del gran Papa Dámaso y el servicio eclesial del gran intelectual Jerónimo.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa