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ONTOLOGISMO

ONTOLOGISMO

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Sistema o actitud en Filosofí­a que da la primací­a a la realidad sobre el pensamiento, al descubrimiento real (realismo) o intuitivo (intuicionismo) de los seres sobre cualquier cauce racional (racionalismo) acerca de los mismos.

Determinados filósofos, como Vicente Gioberti (1801-1852) o Antonio Rosmini (1797-1855), pensaban que el único descubrimiento real que podemos hacer de los seres es por una especie de contacto con ellos. Así­ nos pasa con el Ser Supremo, Dios, cuya demostración sólo intuitivamente puede ser formulada. (Ver Dios 5.3)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Este término -introducido en la historia de la filosofí­a probablemente por Gioberti- designa fundamentalmente aquella corriente gnoseológico-metafí­sica según la cual todo conocimiento humano tiene como horizonte constitutivo propio el conocimiento de Dios (alcanzado inmediatamente), por lo que -según la conocida fórmula de Malebranche- «vemos todas las cosas en Dios».

Se considera justamente a Nicolás Malebranche (Parí­s, 1638-1715) como el padre fundador del ontologismo. Su filosofí­a nace de la mezcla de elementos agustinianos-oratorianos (Agustí­n, leí­do a la luz de la interpretación de A.

Martin) y cartesianos, ysegún Hegel se presenta como un piadoso y religioso spinozismo. En esta perspectiva la gnoseologí­a se carga de una fuerte connotación metafí­sica o, mejor dicho, teológico-filosófica, en la que en último análisis la idea o noción de Dios (de quien tenemos un conocimiento inmediato) resulta ser la condición de posibilidad de todo conocimiento humano. A través del cardenal G. S. Gerdil (1 1718-1802), la filosofí­a de Malebranche y en particular su ontologismo ejerce una notable influencia en autores tradicionalistas como De Bonald (1754-1802) y De Maistre (17531821) y en el pensamiento de Gioberti (180 1 – 1 852). Cornoldi (y con él recientemente Fabro), en un famoso libro inspirado directamente por León XIII, enumera entre los ontologistas a Antonio Rosmini (1797-1855), calificando su filosofí­a como sí­ntesis del ontologismo y del panteí­smo. La filosofí­a de P. Carabellese (1877- 1948) es interpretada como una forma laica de ontologismo o también como un » ontologismo crí­tico», caracterizado por la identificación de Dios con la forma misma del pensamiento inmanente al pensamiento, que es la idea del ser.

El ontologismo se vio fuertemente criticado por la filosofí­a neotomista en varias ocasiones. La Congregación del Santo Oficio, en decreto del 18 de septiembre de 1861, condenó siete proposiciones o errores, de tipo ontologista (cf. DS 2841 -2847), sacadas de las obras Theodicea y Logica del profesor de Lovaina Gerardo Casimiro Ubaghs, que se sometió y renunció a la cátedra, Con la condenación de las 40 proposiciones de Rosmini (cf. DS 3201-3241), y en particular de las diez primeras, que muy difí­cilmente pueden interpretarse en sentido tomista, el ontologismo recibió el golpe de gracia por parte de la autoridad eclesiástica.

N. Ciola

Bibl.: A, Fonck, Ontologislne, en DThC, Xl, 1000-1061; Ontologismo, en DF, 11, 330-331 : AA.VV., La filosofí­a cristiana en el pensamiento católico de los siglos XIX y xx, 1, Ed Encuentro, Madrid 1993.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

1. Doctrina
El o. es la teorí­a teológico-filosófica, fundada y denominada por V. Gioberti (1801-1852), según la cual la razón humana aprehende primera e inmediatamente el ser infinito, de manera intuitiva, aunque distinta de la visión de los bienaventurados; no se trata, sin embargo, de una abstracción vací­a e indeterminada, sino de lo más real, que encierra en sí­ todas las determinaciones, aun cuando el conocimiento terreno no es capaz de distinguirlas. Este ser (que Gioberti llama también «el ente»), está constantemente presente en la inteligencia humana, la cual partiendo de él conoce lo existente, que la experiencia sensible se limita a percibir. El conocimiento consiste en una reflexión filosófica sobre la relación presente en el espí­ritu de lo existente con este ente, en virtud del cual existe aquello, no como si fuera parte suya (contra el -> panteí­smo), sino en cuanto ha sido creado por él. Así­, pues, la creación en su origen (el ser como creador), está presente ante la razón humana, la cual contribuye a realizarla cuando en el pensamiento conoce lo existente, que la experiencia de los sentidos percibe simplemente en su existencia. Por eso, el conocimiento puede llamarse también «concreación», y cabe considerar todo juicio del entendimiento como aplicación de un juicio fundamental, que, según Gioberti, ha de verterse en la «fórmula ideal»: «El ente crea lo existente» (L’ente crea l’esistente). De este modo el movimiento del conocimiento humano sigue el orden del ser real: lo primero en el ser (primum ontologicum) es también lo primero en el conocimiento (primum logicum). El o. cree que sólo así­ deja a salvo la validez óntica del conocimiento racional.

2. Historia
Gioberti, influido por ideas hegelianas, desarrolló su teorí­a para defenderse contra la filosofí­a poscartesiana, que él rechazaba como psicologismo (pues arranca del cogito, del sujeto cognoscente, y conduce al – subjetivismo y al -> escepticismo), y le opuso su ontologismo, que parte del ser y así­ garantiza la verdad del conocimiento humano.

Si se mantiene la palabra o. exactamente como la entendió Gioberti, desaparece la posibilidad de incluir bajo este nombre una serie de otras teorí­as que se aproximan a la suya. En tal caso, sólo algunos de sus adeptos o discí­pulos pueden designarse como ontologistas. Gioberti se ve a sí­ mismo, desde luego, con su concepción en una tradición que, pasando por Buenaventura, se remonta a Agustí­n, pero sin duda desconoce la diferencia entre la teorí­a agustiniana de Dios como luz en que son conocidas las rationes aeternae de las cosas creadas y la opinión ontologista, según la cual el ser infinito, Dios, es el primer objeto intuitivamente aprehendido por el pensamiento y todo lo demás sólo se conoce realmente en su procedencia de ese primer objeto conocido.

Malebranche, en cambio, puede ser considerado como precursor del o., pues admite igualmente una visión de todas las cosas en Dios, que para él es incluso el único objeto inmediato del conocimiento humano. Sin embargo, como su punto de partida es totalmente otro que el de Gioberti (negación ocasionalista de la relación cognoscitiva entre criaturas), hay que contarlo a lo sumo entre los ontologistas en sentido lato. Tampoco el contemporáneo de Gioberti, A. Rosmini-Serbati, debe mencionarse entre los representantes del o., pues no entiende el primer ser conocido, presente siempre en el entendimiento humano, como una presencia de Dios, sino que lo distingue de él, considerando a aquél como ser ideal indeterminado (essere ideale indeterminato).

En cambio, las ideas centrales del o. se encuentran en muchos filósofos cristianos, que a mediados del siglo pasado entraron en contacto con el pensamiento de Gioberti, pues por entonces se buscaba un nuevo fundamento para la filosofí­a cristiana, una vez que Kant habí­a dejado la anterior fuera de curso y la Iglesia condenó la insuficiente tentativa de los tradicionalistas. Así­ las ideas de Gioberti encontraron pronto eco favorable primero en Italia (T. MAMIANI DELLA ROVERE, Dell’Ontologia e del Metodo [1841] y en Bélgica, donde Gioberti viví­a desterrado [G.C. UBAGxs, Essai d’idéologie ontologique, 1860]; él fue censurado por sus doctrinas ontologistas en Lovaina desde 1840, y en 1866 renunció a su cátedra). De allí­ se propagó rápidamente hacia mediados de siglo a Francia (L. BRANCHERAU, Praelectiones philosophicae [1849]; F. HUGONIN, Ontologie [1856]; J. FAVRE D’ENVIEU, Déf ense de l’ontologisme [18611), donde representó, hasta su condenación eclesiástica en 1861, la dirección dominante de la filosofí­a cristiana.

3. Condenación eclesiástica
Por verse en el o. un peligro de herejí­a panteí­sta y racionalista, el Santo Oficio condenó en 1861 siete tesis «que no podí­an enseñarse con seguridad» (Dz 1659-1665). Estas tesis afirman: 1.° El conocimiento inmediato de Dios es esencial al entendimiento humano. 2.° Aquel ser sin el cual nada entendemos es el ser divino. 3° Los universales considerados objetivamente no se distinguen realmente de Dios. 4° Implí­citamente en la idea innata de Dios conocemos todos los otros entes. 5° Todas las demás ideas son meras modificaciones de esta idea. 6.° Las cosas creadas están en Dios como partes en el todo… y él saca de sí­ sus cuasipartes sin división ni disminución alguna de sí­ mismo. 7.° Dios crea una criatura determinada por el acto mismo por el que se conoce y quiere como distinto de ella.

Aunque algunos ontologistas hubieron de retractarse expresamente, sin embargo, no se sintieron afectados por esa condenación, pues estas proposiciones sólo reproducí­an, según ellos, una deformación del ontologismo. Por primera vez cuando la encí­clica Aeterni Patris (1879) ayudó al triunfo de la neoscolástica (-> escolástica, G), dejó de defenderse el o. como teorí­a cerrada.

4. Intención
Aunque Buenaventura, a quien no es lí­cito atribuir problemas del siglo xix, dice de modo muy semejante al del o. que el ser divino es «lo primero que ve el entendimiento humano y que, sin él, éste nada puede conocer» (Itinerarium mentis in Deum c. 5), sin embargo, las formulaciones del o. se rechazan con razón en cuanto enseñan una experiencia objetiva de Dios, que le serí­a dada siempre al entendimiento humano. Sin embargo, no puede desconocerse en él la justa intención que expresa la tradición agustiniana, y a la que vuelve de nuevo la actual filosofí­a cristiana, a saber, esclarecer cómo se comporta la inteligencia no refleja del ser, propia de nuestra razón, con el conocimiento de Dios, «el ser mismo subsistente», y si con ello no se da una experiencia no refleja de Dios que precede a todas las pruebas de su existencia y late en ellas.

ONTOLOGISMO: N. Malebranche, De la recherche de la verité (P 1674); 1. Henry, Le Traditionalisme et i’Ontologisme it 1’Université de Louvain (Lv 1924); Y. Gioberti, Opere (R – Mi 1938 ss); L. Stefanini, Gioberti (Mi 1947); A. Bonetti, La realtá come atto creativo (Mi 1960); G. Semerari, Storicismo e ontologismo critico (Bari 1960).

Albert Keller

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica

(de on, ontos, ente, y logos, ciencia)

Ontologismo es un sistema ideológico que afirma que Dios y las ideas divinas son el primer objeto de nuestra inteligencia y la intuición de Dios el primer acto de nuestro conocimiento intelectual.

Contenido

  • 1 Exposición
  • 2 Refutación
  • 3 La condena de la Iglesia al ontologismo
  • 4 Bibliografía

Exposición

Nicolás Malebranche desarrolló su teoría de “la visión de Dios” en diferentes obras, particularmente «Recherche de la vérité», III, bajo la influencia de las filosofías platónicas) y cartesianas, y del malentendido de los principios de San Agustín y Santo Tomás de Aquino sobre el origen y fuente de nuestras ideas. También es en parte como consecuencia de su teoría de causas ocasionales (vea ocasionalismo). Nuestro verdadero conocimiento de las cosas, dice él, es el conocimiento que tenemos de ellas en sus ideas. Las ideas de las cosas están presentes en nuestra mente, dotadas de las características esenciales de universalidad, necesidad y eternidad, y no son el resultado de la elaboración intelectual o representaciones de las cosas como son, sino los arquetipos que las cosas concretas y temporales perciben. Las ideas tienen su fuente y existencia real en Dios; ellas son la esencia Divina en sí mismas, consideradas como el modelo infinito de todas las cosas. “Dios es el locus de nuestras ideas, como el espacio es el locus de los cuerpos.” Entonces Dios está siempre realmente presente en nuestra mente; vemos todas las cosas, aun cosas materiales y concretas, en Él, Quien encierra y manifiesta a nuestra inteligencia su naturaleza y existencia.

Vincenzo Gioberti (1801-52) desarrolló su ontologismo en «Introduzione allo studio della filosofia» (1840), I, III; II, I. Nuestro primer acto de conocimiento intelectual es el juicio intuitivo ens creat existentias (ente crea existencias). Por ese acto, dice él, nuestra mente aprehende directa e inmediatamente en una síntesis intuitiva;

  • Ente, no simplemente en general ni meramente como ideal, sino como necesario y real, a saber, Dios;
  • existencias o entes contingentes;
  • la relación que une a entes y existencias, a saber, el acto creativo.

En este juicio ente es el sujeto, existencias el predicado, el acto creativo, la cópula. Nuestra primera percepción intelectual es, por lo tanto, una intuición de Dios, la primera inteligible, como creando existencias. Esta intuición es finita y se obtiene por medio de expresiones o palabras (la parola). Así la primum philosophicum incluye ambos el primum ontologicum y el primum psychologicum, y el ordo sciendi se identifica con el ordo rerum. Esta fórmula fue aceptada y defendida por Orestes A. Brownson. (Cf. Brownson’s Works, Detroit, 1882; I, «The Existence of God», 267 ss.; «Schools of Philosophy, 296 ss.; «Primitive Elements of Thought», 418 ss. etc.)

Algunos filósofos católicos del siglo XIX defendieron el ontologismo bajo una forma más moderada. Sostenían, contra Malebranche, que nuestros sentidos perciben las cosas materiales concretas, y afirmaban que nuestras ideas universales, dotadas con las características de necesidad y eternidad, y nuestra noción del infinito no pueden existir excepto en Dios; y que por lo tanto ellas no pueden ser conocidas excepto por la intuición de Dios presente en nuestra mente y percibidas por nuestra inteligencia no en su esencia como tal, sino en su esencia como el arquetipo de todas las cosas. Tal es el ontologismo enseñado por Casimir Ubaghs, profesor en Lovaina, en «Essai d’idéologie ontologique» (Lovaina, 1860); por Abbé L. Branchereau en «Prælectiones Philosophicæ»; por Abbé F. Hugonin en «Ontologie ou études des lois de la pensée» (París, 1856-7); por Abbé J. Fabre en «Défense de l’ontologisme»; por Carlo Vercellone, etc.

Encontramos también los principios fundamentales del ontologismo en la filosofía de Rosmini, a pesar de que ha habido muchos intentos de defenderlo contra esta acusación (cf. G. Morando, «Esame critico delle XL proposizione rosminiane condannate dalla S.R.U. inquisizione», Milán, 1905). Según Rosmini, la forma de todos nuestros pensamientos es el ente en su idealidad (l’essere ideale, l’essere iniziale). La idea de ente es innata en nosotros y la percibimos por intuición. Del todo indeterminada, no es ni Dios ni criatura, sino que es una dependencia de Dios, es algo de la Palabra («Teosophia», I, n. 490, II, n. 848, cf. «Rosminianarum propositionum trutina theologica», Roma , 1892). En el origen y el fundamento de todo sistema de ontologismo, hay dos razones principales:

  • 1. tenemos una idea de lo infinito y esta no puede ser obtenida a través de la abstracción a partir de los entes finitos, ya que no está contenida en ellos; debe, por lo tanto , ser innata en nuestra mente y percibida a través de la intuición,
  • 2. nuestros conceptos y juicios fundamentales están dotados con las características de universalidad, eternidad y necesidad, por ejemplo, nuestro concepto del hombre es aplicable a un indefinido número de hombres individuales; nuestro principio de identidad “lo que es, es”, es verdadero en sí mismo, necesariamente y siempre.

Ahora bien, tales conceptos y juicios no se pueden obtener de ninguna consideración de cosas finitas las cuales son particulares, contingentes y temporales. Vincenzo Gioberti insiste también en el hecho de que Dios, al ser solo inteligible por sí mismo, nosotros no podemos tener ningún conocimiento intelectual de cosas finitas independientemente del conocimiento de Dios; que nuestro conocimiento para ser verdaderamente científico debe seguir el orden ontológico, o real, y por lo tanto debe comenzar con el conocimiento de Dios, el primer ente y fuente de todos los entes vivientes. Los ontólogos apelan a la autoridad de los Padres, especialmente San Agustín y Santo Tomás.

Refutación

Desde el punto de vista filosófico, la intuición inmediata de Dios y de sus ideas divinas, según afirman los ontólogos, está por encima del poder natural de la inteligencia humana. No estamos conscientes, incluso por reflexión, de la presencia de Dios en nuestra mente; y, si tuviésemos tal intuición encontraríamos en ella (como señala correctamente Santo Tomás) la plena satisfacción de todas nuestras aspiraciones, ya que conoceríamos a Dios en su esencia (pues la distinción entre Dios y su esencia y Dios como contenedor de las ideas de las cosas, según propuesto por los ontólogos, es arbitraria y no puede ser más que lógico); el error o duda respecto a Dios sería imposible. (Cf. St. Thom. en Lib. Boetii de Trinitate, Q. I, a. 3; de Veritate, Q. XVIII, a. 1.) De nuevo, todos nuestros pensamientos intelectuales, aun los concernientes a Dios, van acompañados por imágenes sensuales; están hechos de elementos que pueden ser aplicados tanto a las criaturas como a Dios mismo; solo en nuestra idea de Dios y de sus atributos, estos elementos son despojados de sus características de imperfección y límite que tienen en las criaturas, y asumir el mayor grado posible de perfección. En una palabra, nuestra idea de Dios no es directa y propia; es analógica (Vea Dios, Analogía). Esto muestra que Dios no es conocido por la intuición.

Las razones presentadas por los ontólogos se basan en confusión y falsas suposiciones. La mente humana tiene una idea de lo infinito; pero esta idea puede ser y de hecho es, obtenida de la noción de lo infinito por los procesos sucesivos de abstracción, eliminación y trascendencia. La noción de lo finito es la función de que el ente tiene una cierta perfección en grado limitado. Al eliminar el elemento de limitación y al concebir la perfección positiva como realizada en su mayor grado posible, llegamos a la noción de lo infinito. Formamos de esta manera, un concepto negativo-positivo, como dicen los escolásticos, de lo infinito. Es verdad también que nuestras ideas tienen las características de necesidad, universalidad y eternidad; pero estas son esencialmente diferentes de los atributos de Dios. Dios existe necesariamente, a saber, Él es absolutamente, y no puede no existir; nuestras ideas son necesarias en el sentido que, cuando un objeto se concibe en su esencia, independientemente de los entes concretos en los que se percibe, es un sujeto de relaciones necesarias: el hombre, si existe, es necesariamente un ente racional. Dios es absolutamente universal en el sentido de que Él posee eminentemente la plenitud real de todas las perfecciones; nuestras ideas son universales en el sentido de que son aplicables a un número indefinido de entes concretos. Dios es eterno en el sentido de que Él existe por sí mismo y siempre idéntico a sí mismo; nuestras ideas son eternas en el sentido de que en su estado de abstracción no están determinadas por ningún lugar especial en el espacio o momento en el tiempo.

Es verdad que solo Dios es perfectamente inteligible en Sí mismo, ya sólo Él tiene en sí mismo la razón de su existencia; los entes finitos son inteligibles en la medida misma en que existen. Al tener una existencia distinta a la de Dios, ellos tienen también una inteligibilidad distinta a Él. Y es precisamente porque son dependientes en su existencia que llegamos a la conclusión de la existencia de Dios, el primer inteligible. La suposición de que el orden del conocimiento debe seguir el orden de las cosas, exige conocimiento perfecto y absoluto, no de todo el conocimiento. Es suficiente que el conocimiento verdadero afirme como real aquello que es verdaderamente real; el orden del conocimiento puede ser diferente del orden de la realidad. La confusión de ciertos ontólogos respecto a la noción de ente abre el camino al panteísmo. Ni San Agustín ni Santo Tomás favorecieron el ontologismo. Es debido a una mala interpretación de sus teorías y de sus expresiones que el ontólogo apela a ellos. (Cf. San Agustín, «De civitate Dei», lib. X, XI; «De utilitate credendi», lib. 83, cap. XVI, Q. XLV, etc.; Sto Tomás, «Summa Theol.», I, Q. II, a. 11; Q. LXXXIV-LXXXVIII; «Qq. disp., de Veritate», Q. XVI, a. 1; Q. XI, «De magistro», a. 3, etc.)

La condena de la Iglesia al ontologismo

El Concilio de Vienne (1311-12) ya había condenado la doctrina de los begardos, quienes sostenían que podemos ver a Dios por nuestra inteligencia natural. El 18 de septiembre de 1861, el Santo Oficio declaró tuto tradi non posse (cf. Denzinger-Bannwart, nn. 1659-65) siete proposiciones de los ontólogos, respecto al conocimiento inmediato e innato de Dios, el ente y la relación de las cosas finitas con Dios. En 1862 la misma congregación pronunció la misma censura contra quince proposiciones del Abbé Banchereau, sujetas a su examen, dos de las cuales (XII y XIII) afirmaban la existencia de una percepción de ideas innata y directa, y la intuición de Dos por la mente humana. En el Concilio Vaticano I, los cardenales Pecci y Sforza presentaron un postulatum para una condena explícita del ontologismo. El 14 de diciembre de 1887 el Santo Oficio reprobó, condenó y proscribió cuarenta proposiciones extraídas de las obras de Rosmini, las cuales contenían los principios del ontologismo (cf. Denzinger-Bannwart, nn. 1891-1930).

Bibliografía

LIBERATORE, Trattato della conoscenza intellettuale (Roma, 1855); ZIGLIARA, Della Luce intellettuale e dell’ Ontologismo (Roma, 1874); LEPIDI, Ezamen philosophico-theologicum de Ontologismo; KLEUTGEN, Die Philosophie der Vorzeit (Innsbruck, 1878); MERCIER, La Psychologie, III (Lovaina, 1899), I, 2-3; BOEDDER, Teología Natural, I (London, 1902), I.

Fuente: Sauvage, George. «Ontologism.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911.
http://www.newadvent.org/cathen/11257a.htm

Traducido por L M H.

Fuente: Enciclopedia Católica