PASTORES DABO VOBIS

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Exhortación Apostólica de Juan Pablo II del 25 de Marzo de 1992, en la que expone las lí­neas del Sí­nodo de 1990, que versó sobre la misión, formación y animación de los sacerdotes.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. espiritualidad sacerdotal, Magisterio, formación permanente, sacerdocio ministerial)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Se trata de una exhortación apostólica publicada por el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de 1992, como fruto del Sí­nodo de Obispos de 1990.

Lleva por tí­tulo «sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual», y consta de seis capí­tulos: en el primero se describen los desafí­os del final del segundo milenio en relación a la formación; en el segundo, se recuerda la naturaleza y misión del sacerdocio ministerial; un tercer capí­tulo hace referencia a la formación espiritual del sacerdote; el capí­tulo cuarto habla de la pastoral; el quinto, de la formación de los candidatos al sacerdocio, y el sexto capí­tulo, de la formación permanente de los presbí­teros.

Nos detenemos en el tercer capí­tulo, que engloba en cierta manera el resto.

Nos recuerda, primero, cómo el presbí­tero, como el resto del pueblo de Dios está expresamente llamado a la santidad (nn. 19-20), aunque bien es cierto, siguiendo al Concilio Vaticano II, que los presbí­teros, por el sacramento recibido, están especialmente configurados con Cristo cabeza y pastor y capacitados y comprometidos para ser «instrumentos vivos de Cristo Sacerdote eterno», actuando «in persona Christi» y llamados a testimoniar de manera original el radicalismo evangélico (nn. 21-22).

El principio interior, la virtud que anima y guí­a la vida espiritual del presbí­tero en cuanto configurado con Cristo cabeza y pastor es la «caridad pastoral» o participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo. Esta caridad es un don gratuito y, al mismo tiempo, deber y llamada, y supone la donación total de sí­ mismo a la Iglesia. Esta caridad pastoral que tiene su fuente especí­fica en el sacramento del orden, encuentra su expresión plena y alimento supremo en la Eucaristí­a (n. 23).

Esta caridad pastoral constituye el principio interior y dinámico capaz de unificar las múltiples y diversas actividades del sacerdote. Bajo la guí­a del Espí­ritu tiene que tomar conciencia cada vez mayor de ser ministro de Jesucristo (nn. 24-25). Ministro de la Palabra, de la celebración de los sacramentos y guí­a de la comunidad (n. 26).

El sacerdote debe vivir el radicalismo evangélico mediante la «obediencia apostólica» en cuanto que reconoce, ama y sirve a la Iglesia en su estructura jerárquica. Esta obediencia presenta, además, una «exigencia comunitaria», insertada en el presbiterio y en la comunidad a la que sirve (nn. 27-28). También debe vivir la radicalidad evangélica mediante la virginidad y castidad que configura al presbí­tero con Cristo Esposo y es signo escatológico y de total entrega a Jesucristo y a los demás (n. 29). Debe vivir también la pobreza como sumisión de todos los bienes al bien supremo de Dios y de su reino (n. 30).

La pobreza tiene una connotación «pastoral». La dimensión eclesial de la espiritualidad sacerdotal viene dada por su inserción en la Iglesia particular donde se concreta su misión (nn. 31-32). Todo ello sin olvidar que es el Espí­ritu Santo el que crea el corazón nuevo, anima y guí­a nuestra misión pastoral y es el alma de la caridad pastoral para el desarrollo de la verdadera vida espiritual (n. 33). Los frutos sacerdotales del ministerio, desde la santificación personal, deben traducirse en fervor en la oración, coherencia de vida y verdadera caridad pastoral.

BIBL. -JUAN PABLO II, Pastores dabo vobis, Paulinas, Madrid 1992.

Raúl Berzosa Martí­nez

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización