SORDERA
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Carencia de audición, por deficiencia natal o por alteración posterior. La atención educativa a sordos, que en consecuencia muchas veces no aprendieron a hablar aunque tuvieran los órganos fonadores perfectos, fue muy atendida por multitud de iniciativas desde tiempos antiguos.
Figuras como la del Benedictino de Oña, Pedro Ponce de León (1520-1584) que inventó el primer método para hacer hablar a los sordos, estuvieron siempre inquietas por este campo pedagógico. Después se multiplicaron los educadores ingeniosos en este terreno: Juan Pablo Bonet y Manuel Ramírez Carrión en España, John Bulwer en Inglaterra, R. van Hermont en Holanda y Conrado Amman y Felipe Nelson en América del Norte. Fueron iniciadores de esta tarea desafiante y nunca terminada del todo.
La sordera total, o anacusia, imposibilita la adquisición normal de la palabra. Sin embargo la parcial, o hipoacusia, imposibilita esa adquisición sólo en la medida de su intensidad y se pueden aprovechar «los restos» con los recursos convenientes. Los medios compensatorios se han multiplicado con el desarrollo de la tecnología. Sin embargo siempre surgen dificultades de comunicación y de aprendizaje, lo que hace a estas personas necesitadas de atención especial.
En el aspecto de la educación religiosa, al igual que en los demás terrenos, las atenciones diferenciadas y adaptadas son imprescindible para conseguir un mínimo de formación. Se cuenta con la superior capacidad intuitiva del sujeto, por la necesidad natural de adaptarse con formas compensatorias de la palabra y con la ayuda de lenguajes de signos y labiales adecuados.
Pero aún así la educación religiosa del sordo y del sordomudo requiere paciente especialización y grandes capacidades de adaptación personal. Si se acepta la teoría de Piaget de la necesaria correlación entre pensamiento y lenguaje, el sordomudo carece de pensamiento deductivo y apenas si puede adquirirlo. Los elementos narrativos y los vínculos lógicos entre figuras no visibles (Dios, Jesús, Iglesia, etc.) y misterios cristianos resultan para él inalcanzables.
Con todo, las claves de la formación religiosa básica (fe, oración, amor al prójimo) así como la práctica sacramental (Eucaristía, arrepentimiento, etc.), no tienen necesariamente que identificarse con conceptos puros expresados en soportes verbales. Dios sabe lo que hay detrás de las intuiciones y asociaciones mentales que formula la inteligencia de quien nunca ha percibido un sonido y hay que ser respetuosos con sus procesos interiores sin juzgar demasiado sobre su insuficiencia o sus interpretaciones.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Privación completa o parcial del sentido del oído. Suele deberse a enfermedad, accidente o ruido fuerte, ya sea intenso y repentino o prolongado. Algunas personas nacen sordas. Otra causa de sordera que se menciona en la Biblia es la posesión demoniaca. (Mr 9:25-29.) La raíz del término hebreo je·résch (†˜sordo†™; Isa 35:5) alude tanto a la sordera del receptor como a que el emisor guarde silencio, por lo que se traduce †˜ser sordo†™ o †œguardar silencio†. (Sl 28:1; 35:22, nota; 50:3, nota; Miq 7:16.)
Jehová, el Creador del oído (Pr 20:12), exigía que su pueblo mostrase consideración a los sordos. Los israelitas no debían burlarse o invocar el mal contra las personas sordas, pues estas no podían defenderse de declaraciones que no podían oír. (Le 19:14; compárese con Sl 38:13, 14.)
Las palabras registradas en Exodo 4:11, donde dice que Jehová es el que †˜asigna al sordo†™, no significan que sea responsable de todos los casos de sordera. Sin embargo, puede hacer que una persona se quede literalmente sorda, muda o ciega por una razón o propósito en particular. El padre de Juan el Bautista se quedó mudo durante un tiempo por no haber creído. (Lu 1:18-22, 62-64.) También pudiera decirse que Dios †œasigna† a ciertas personas para que sean sordas espiritualmente debido a que les permite permanecer en ese estado si ellas así lo deciden. (Compárese con Isa 6:9, 10.)
Jesucristo demostró poderes curativos milagrosos durante su ministerio al restablecer en varias ocasiones el sentido del oído a personas sordas. (Mt 11:5; Mr 7:32-37; Lu 7:22.) Este hecho asegura que bajo su gobierno sobre la Tierra todas las aflicciones, entre ellas la sordera, se eliminarán.
El salmista comparó a los inicuos que no se dejan dirigir a una cobra que se hace sorda a la voz de los encantadores. (Sl 58:3-5.) De manera similar, aunque los israelitas de los días de Isaías tenían oídos, eran sordos debido a su lentitud al escuchar y responder a la palabra de Jehová. (Isa 42:18-20; 43:8.) Sin embargo, después de la predicha vuelta del exilio, el pueblo de Dios dejaría de ser sordo en sentido espiritual. Oiría la palabra de Jehová, es decir, le prestaría atención. (Isa 29:18; 35:5.) Mientras Jesucristo estuvo en la Tierra, abrió muchos oídos al entendimiento, permitiendo que los sanados obrasen en armonía con lo que habían oído. (Mt 13:16, 23.)
Fuente: Diccionario de la Biblia