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FORMACION HUMANA

FORMACION HUMANA

Un proceso de madurez humana

Todo el proceso de la formación, en cualquiera de su niveles y en cualquier itinerario vocacional, tiene una base fundamental humana, que pueda quedar siempre sanada y elevada por la gracia. Por esto, se puede hablar de formación humano-cristiana, en vistas a la fidelidad a la propia vocación y al servicio o misión que hay que desempeñar en la Iglesia y en el mundo. La madurez humana «se comprueba, sobre todo, en cierta estabilidad de ánimo, en la facultad de tomar decisiones ponderadas y en el recto modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres» (OT 11).

Es un proceso de madurez en la personalidad. Se aprende a sopesar los criterios, adquirir una recta escala de valores y a saber tomar decisiones coherentes. Es armoní­a entre inteligencia, afectividad y voluntad, aprovechando la experiencia y valiéndose de la imaginación y de la memoria. Es un itinerario de educación en la verdad, el bien y la belleza, para que el ser humano sea plenamente libre, es decir, capaz de realizarse en la verdad de la donación (cfr. VS 85). Se educa para el amor a Dios y a los hermanos.

La formación humana queda integrada en todo el proceso de formación y educación (inicial y permanente, espiritual, intelectual, pastoral y misionera). Supone la toma de conciencia de la propia identidad y un afianzamiento de la propia personalidad, para poder obrar con coherencia y con la libertad de quien busca sinceramente la verdad y el bien. El proceso de formación humana quiere responder a tres preguntas ¿quién soy yo? (identidad), ¿con quién estoy? (relaciones), ¿para qué esto? (misión).

El gozo de la propia identidad

Esta formación a nivel humano tiende a vivir con gozo la propia identidad, en un conocimiento de sí­ mismo que llegue a una valoración equilibrada de la propia realidad. Esta toma de conciencia equilibrada produce confianza y seguridad, capacidad de autocontrol y de decisión, en vistas a desarrollar los dones recibidos. Entonces se vive con gozo la propia vocación. La formación humana llega a todos los ámbitos de la vida trabajo, estudio, descanso, convivencia, aprecio de la salud…

La formación humana tiende a la apertura a los demás, fomentando la actitud interrelacional. La persona se abre a las sanas amistades, para dar y recibir, entrando en sintoní­a con los problemas de los demás, respetando y valorando su realidad en la perspectiva de los planes de Dios. La relación con los otros se expresa en la autenticidad y coherencia, en el modo de pensar, sentir, hablar y obrar. Las virtudes sociales se concretan en el conocimiento mutuo, aprecio del ser de las personas por encima de sus cosas, capacidad de convivir, escuchar (diálogo), cooperar y compartir. Esta formación se traduce en una sana inserción en el ambiente socio-cultural.

Formación humana y gozo de la misión

El ser humano, al vivir con gozo su identidad y las relaciones de fraternidad, se siente realizado y descubre que su vida es fecunda en la misión que debe desempeñar. Entonces el trabajo tiene sentido y se realiza sin dicotomí­as. No existe el sentido de soledad ni el de frustración, sino que se tiende a la serenidad de la donación generosa e incondicional. Existe la máxima actividad en lo que sea verdaderamente donación. El «activismo» serí­a señal de inmadurez y producirí­a la dicotomí­a y el desengaño.

La persona se siente realizada cuando se sabe amada, capacitada para amar y para hacer que los demás sean amados. La formación humano-cristiana transforma los criterios, valores y actitudes, en fe, esperanza y caridad, es decir, en vida en Cristo. Esta seguridad equilibrada está amasada de humildad y de confianza, es decir, de sano realismo, por el hecho de descubrir, a la luz de la fe, que uno es amado por Dios tal como es, y capacitado para desarrollar responsablemente su propio ser como donación.

En el campo de la comunidad eclesial y de la evangelización, la persona se siente gozosamente vocacionada para anunciar a Cristo, amándole del todo y haciéndole conocer y amar de todos. El apóstol necesita expresar su vida en Cristo, a partir de las virtudes teologales y morales, con expresiones de «virtudes humanas» sensibilidad respecto a la justicia, capacidad de iniciativa, admiración y apertura a los nuevos valores, constancia (paciencia, fortaleza), disponibilidad para nuevas empresas, fraternidad, sinceridad, acogida, escucha, colaboración… (cfr. AG 24, OT 11, PO 3).

Referencias Afectividad, conciencia, educación, formación permanente, hombre, ley, libertad, moral, mujer, persona-personalidad, voluntad.

Lectura de documentos AG 24; AA 29; PO 3; OT 11; ChL 60; PDV 43-44, 72; VC 65, 67; Directorio 75.

Bibliografí­a A. CENCINI, A. MANENTI, Psicologia e formazione (Bologna, EDB, 1985); L. CIAN, Cammino verso l’unití  e l’armonia (Torino-Leumann, LDC, 1981); P. GRIEGER, La formazione permanente, 1º Formazione e promozione della persona (Milano, Ancora, 1985); A. JIMENEZ CADENA, Formación permanente de los presbí­teros. Dimensión humana y comunitaria Medellí­n 10 (1984) 508 514; W. KERN, Identidad, en Sacramentum Mundi (Barcelona, Herder, 1972ss) III, 573-581; J. de S. LUCAS, Las dimensiones del hombre, Antropologí­a filosófica (Salamanca, Sí­gueme, 1996); Idem, Crisis de identidad (Madrid, Marova, 1975); M. MACIEL, La formación integral del sacerdote ( BAC, Madrid, 1990); R. NAVARRETE, El crecimiento personal (Madrid, San Pablo, 1997); R. V. NAVARRO, La unificación humano-espiritual del presbí­tero en la situación del mundo actual (México, Lib. Parroquial, 1993; L.M. RULLA, Psicologí­a profunda y vocación (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1985-86).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización