RELIGIONES
Una Providencia universal de un mismo Dios
La diversidad de religiones es debida a las diversas perspectivas de enfocar la relación del hombre con Dios, especialmente debido a las manifestaciones culturales condicionadas a la psicología, historia y sociología. En realidad toda religión busca la verdad, el bien y la belleza, para dar sentido a la vida, aunque con las luces no faltan sombras, limitaciones, defectos y errores. El modo peculiar de relacionarse con Dios o la trascendencia repercutirá en los conceptos sobre el hombre y la creación. Esos mismos conceptos o intuiciones originarán otros tantos modos de concebir y practicar la religión.
Las diversas religiones han ido naciendo en los diversos pueblos y culturas bajo la acción providencial del mismo Dios, a veces por medio de personas dotadas de una fuerte experiencia religiosa. «Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días se encuen¬tra en los diversos pueblos una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana y a veces también el reconocimiento de la Suma Divinidad e incluso del Padre. Esta percepción y conocimiento penetra toda su vida con íntimo sentido religioso. Las religiones, al tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nocio¬nes más precisas y con un lenguaje más elaborado» (NAe 2).
También las religiones no cristianas son «expresión viviente del alma de vastos grupos humanos. Llevan en sí mismas el eco de milenios a la búsqueda de Dios; búsqueda incompleta pero hecho frecuentemente con sinceridad y rectitud de corazón. Poseen un impresionante patrimonio de textos profundamente religiosos. Han enseñado a generaciones de personas a orar» (EN 53). De ellas se puede decir que contienen «semillas del Verbo»» y constituyen una auténtica «preparación evangélica» (cfr. AG 11,18; RMi 28).
Encuentro actual entre las religiones
En encuentro entre todas las religiones es un fenómeno de nuestro tiempo, debido a las migraciones, relaciones sociales, medios de comunicación, etc. Se vislumbra una sociedad mundial concentrada en grandes ciudades cosmopolitas, interreligiosas, interculturales, interraciales e interlingüísticas (cfr. RMi 37). En esta situación, todo creyente debería estar preparado para afirmar y vivir su propia fe, apreciando, al mismo tiempo, los valores religiosos de los demás, que también proceden del mismo y único Dios.
El encuentro con el cristianismo es también un cuestionamiento de la vida de los creyentes, puesto que están llamados a presentar la novedad cristiana del Hijo de Dios hecho hombre, que no ha venido para abolir, sino para llevar todo a su «cumplimiento» (Mt 5,17). Por esto, la actitud cristiana de anuncio y diálogo «no rechaza nada de lo que en estas reli-giones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constante¬¬mente a Cristo, que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas» (NAe 2).
Jesucristo y las religiones
En Jesucristo, el Verbo Encarnado, Dios se manifiesta de modo definitivo, trascendiendo culturas y épocas diversas, asumiendo la preparación evangélica que ya existe en la humanidad desde la primera revelación hecha por Dios a Adán, Noé, Abrahán, Moisés. El cristianismo aporta la respuesta definitiva a las religiones monoteístas y proféticas (hebraísmo, islam, etc.), que quieren encontrar a Dios en los acontecimientos, interpretándolos con la palabra divina (la «revelación»). Y es también la respuesta a las religiones «místicas», que buscan a Dios (o al Absoluto) en el fondo del corazón humano. «Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, querien¬do abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio…. En su tiempo llamó a Abrahán para hacerlo padre de una gran pueblo, al que luego instruyó por los Patriarcas, por Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio» (DV 3).
Referencias Budismo, diálogo interreligioso, hebraísmo, hinduísmo, inculturación, islam, religión, religiones tradicionales, semillas del Verbo, sintoísmo, etc.
Lectura de documentos NAe; LG 16; AG 12, 26; EN 53; CEC 839-845.
Bibliografía AA.VV. (P. POUPARD), Grande diccionario de las Religiones (Barcelona, Herder, 1987); AA.VV., El mundo de las Religiones (Estella, Verbo Divino, 1985); AA.VV., Religión y religiones, en Vaticano II, Balance y perspectivas (Salamanca, Sígueme, 1989) 903-1019; C.J. BLEEKER, G. WIDENGREN, Manual de historia de las religiones (Madrid, Cristiandad, 1973); (Comisión Teológica Internacional), El cristianismo y las religiones (Roma 1997); H. DESROCHES, El hombre y sus religiones. Ciencias humanas y conciencia religiosa (Estella, Verbo Divino, 1975); M. DHAVAMONY, Teologia delle religioni (Cinisello Balsamo, San Paolo, 1997); J. DUPUIS, Jesucristo al encuentro de las religiones (Madrid, Paulinas, 1991); M. ELIADE, Historia de las creencias y de las ideas religiosas (Madrid, 1978-1980); J. ESQUERDA BIFET, El cristianismo y las religiones de los pueblos ( BAC, Madrid, 1997); V. HERNANDEZ CATALA, La expresión de lo divino en las religiones no cristianas ( BAC, Madrid, 1972); F. KÖNIG, Cristo y las religiones de la tierra. Manual de historia de la religión ( BAC, Madrid, 1960-1961); J. MARTIN VELASCO, Dios en la historia de las religiones (Madrid 1987); P. MEINHOLD, Manuale delle Religioni (Brescia, Queriniana, 1986); H.Ch. PUECH, Historia de las religiones (Madrid, Siglo XXI, 1978-1981); P. RODRIGUEZ PANIZO, La religión y las religiones una aproximación fenomonológica Revista Española de Teología 54 (1994) 389-412; A. SAMUEL, Para comprender las religiones de nuestro tiempo (Estella, Verbo Divino, 1994); P. TACCHI VENTURI, Historia de las religiones (Barcelona, G. Gili, 1967); A. TORRES, El diálogo de las religiones (Santander, Sal Terrae, 1992); G. WIDENGREN, Fenomenología de la religión (Madrid, Cristiandad, 1976); X. ZUBIRI, El problema filosófico de la historia de las religiones (Madrid 1993).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
Las religiones son una extraordinaria fuerza de paz. Cuando apuran su experiencia genuina, se revelan capaces de diálogo, de escucha mutua, capaces de favorecer la fraternidad entre los hombres y de contribuir a la superación de las barreras que los separan. Como muestra la Sagrada Escritura en la historia de José, cuando los hijos de Jacob fueron encontrados y reconocidos como hermanos por aquel que habían pretendido matar, ya no quedaba sitio para el odio, sino para el arrepentimiento y el perdón. Cuando se toma verdaderamente conciencia de un Padre común, se ponen las premisas para un abrazo fraternal. En los procesos de pacificación que están actualmente en marcha en distintas partes del mundo, las grandes religiones pueden y deben llevar a cabo una importante tarea: la de tender puentes entre las personas y entre los pueblos. Su fuerza es débil, no tiene nada que ver con la fuerza de las armas o de los sistemas económicos. Es una fuerza que transforma al hombre desde dentro para convertirlo en imitador de Dios, justo y misericordioso. Una fuerza que no procede de los hombres, sino que viene de lo alto. Las religiones, en su pobreza, tienen la riqueza de una aspiración universal. Precisamente por ser débiles, no tienen que inspirar miedo a nadie, sino poder hablar a todos con rostro y corazón de amigo. Su fuerza consiste en que ellas, si son fieles a su vocación original y a sus fundadores, están exentas de los grandes intereses que dominan las sociedades humanas. Su fuerza no viene del hombre, sino de Dios. La tierra de los hombres, en la que vivimos, está llena de sufrimientos, injusticias, abusos. Es un espacio geográfico disputado, en el que las dificultades para la convivencia son muchas: políticas, étnicas, religiosas. Es un planeta que se está estropeando, cuyo equilibrio se ve cada vez más comprometido por el derroche de los recursos naturales y la contaminación. La tierra de los hombres es pesada, y parece velar la visión del cielo. Ahora bien, es desde esta tierra envuelta en la niebla, de donde suben las invocaciones a Dios, y hacia ella baja un haz de luz procedente de lo alto. Las religiones son estos haces de luz. Las religiones purifican la tierra, la hacen ser más ligera, más dulce, más habitable, proporcionan a los que tenían la cara marcada por la angustia, la neurosis y el luto, la fuerza de mirar hacia arriba y de esperar.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual