SACERDOCIO MINISTERIAL
Participar en el sacerdocio de Cristo por el sacramento del Orden
El único sacerdocio de Cristo se comunica a toda la Iglesia, según diversos grados y modos de participación por el bautismo-confirmación y por el sacramento del orden. Se llama sacerdocio ministerial al recibido por este último sacramento, el cual se imparte también según tres grados diaconado, presbiterado, episcopado. La palabra «ministerial» indica los «servicios» ejercicios en virtud del sacramento del orden en la predicación, en la celebración eucarística, en el campo de la caridad, dirección y organización. Por ser «ministerial», excluye toda clase de privilegios.
Ordinariamente se llaman «sacerdotes» ministros (desde el siglo III con S. Cipriano, S. Hipólito, etc.) sólo a los presbíteros y obispos, por el hecho de presidir la celebración eucarística y pronunciar las palabras de la consagración «en persona de Cristo». Esta terminología es la usada hasta hoy por la liturgia, el magisterio, la teología. Significa siempre una participación peculiar del único sacerdocio de Cristo, que se prolonga en toda la Iglesia como Pueblo sacerdotal. No disminuye en nada la importancia de la participación sacerdotal de todo bautizado, a la que sirve el sacerdote ministro. Tampoco debe olvidar la importancia del diaconado.
Ser signo personal y sacramental de Cristo
El sacerdocio ministerial (o sacerdocio «ordenado») tiene la particularidad de ser signo personal y sacramental del Buen Pastor, que guía su rebaño y da la vida por él (cfr. Jn 10). Es la misma realidad sacerdotal que recibieron los «Apóstoles» directamente de Cristo. Por esto, el sacerdote ministro participa en la «sucesión apostólica» (PDV 15-16,60) y está llamado a vivir la «vida apostólica» estrictamente dicha, es decir, el «seguimiento evangélico» radical (cfr. Mc 3,13-14; Mt 4,18-22).
Por la ordenación sacerdotal, se participa en el ser o consagración de Cristo, que es «unción del Espíritu» (carácter) y «configuración con Cristo» (PO 2; cfr. PDV 11-18)). De esta consagración deriva el poder prolongar la misma misión de «servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey» (PO 1). De este modo, el ordenado participa del sacerdocio en modo y grado diverso del bautismo, y se convierte en signo personal de Cristo (Sacerdote, Cabeza, Pastor, Esposo, Siervo) para servir a la comunidad eclesial.
La función sacerdotal «ministerial» es la de prolongar a Cristo en su palabra (predicación), en los signos salvíficos (sacramentos), en su donación sacrificial (Eucaristía) y en su pastoreo (o acción pastoral directa, como presidencia de servicio) (cfr. PO 4-6; PDV 16-18, 24-26). Los diversos ministerios apostólicos ya aparecen en los textos evangélicos en el discurso del primer envío (Mt 10,1ss; Mc 6,7ss; Lc 9,1ss; Lc 10,1ss); en la institución de la Eucaristía (Lc 22, 19-20; 1Cor 11,24); en el sacramento del perdón (Jn 20,23); en el envío final (Mt 28,19-20; Mc 16,15-20; Lc 24,45-49).
Servir a la Iglesia sin fronteras
Los sacerdotes ministros son, para Cristo, «los suyos» de modo especial (Jn 13,1), porque participan en su misma misión (Jn 17,18; 20,21). Esta gracia sacerdotal peculiar es para servir a la comunidad eclesial (Mc 10,45; Jn 13,15-16; Hech 2,42), sea en la comunidad encomendada directamente (PO 6,9), sea en la Iglesia particular o en la Iglesia universal (LG 28; PO 10; PDV 16-18, 31-32,74), en comunión con el propio Obispo y con el sucesor de Pedro.
La dimensión misionera del sacerdocio ministerial, también en el grado de presbítero, arranca de la naturaleza del mismo sacerdocio «El don espiritual que recibieron los presbíteros en la ordenación no los dispone sólo para una misión limitada y res¬tringida, sino para una misión amplísima y universal de salva¬ción «hasta los extremos de la tierra» (Hech 1,8)… Porque el sacerdo¬cio de Cristo, de cuya plenitud participan verdaderamente los presbíteros, se dirige por necesidad a todos los pueblos y a todos los tiempos… Recuerden, pues, los presbíteros que deben llevar en el corazón la solicitud de todas las iglesias» (PO 10; cfr. LG 28; OT 20 AG 38-39; EN 68; RMi 63-64,67; PDV 16-17, 31-32). «Los sacerdotes deben tener un corazón y mentalidad misionera», por el hecho de que «la vocación sacerdotal es también misionera» (RMi 67).
Referencias Espiritualidad sacerdotal, ministerios, Presbiterio, sacerdocio, sacerdocio común, sacerdote diocesano, sacramentos (Orden).
Lectura de documentos PO; PDV; Directorio para el ministerio y la vida de los sacerdotes; CEC 611, 1120, 1548-1568.
Bibliografía P.G. ALVES DE SOUSA, El sacerdocio ministerial (Pamplona, Univ. Navarra, 1975); E. BALDUCCI, Siervos inútiles (Salamanca, Sígueme, 1972); J. COLSON, Sacerdotes y pueblo sacerdotal (Bilbao, Mensajero 1970); R. COSTE, El hombre sacerdote (Barcelona, Herder, 1969); J. DELORME, X. LEON DUFOUR, El ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento (Madrid, Cristiandad, 1975); J. ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal ( BAC, Madrid, 1991) V-VI; J. GALOT, Sacerdozio ministeriale (Roma 1990); P. GRELOT, El ministerio de la Nueva Alianza (Barcelona, Herder, 1969); B. JIMENEZ, Testigos del misterio, reflexiones acerca del ministerio sacerdotal (Avila, TAU, 1986); J. LECLERQ, El sacerdocio ante Dios y ante los hombres (Salamanca, Sígueme, 1966); J. LECUYER, El sacerdocio en el misterio de Cristo (Salamanca, Sígueme, 1960); C. ROMANIUK, El sacerdocio en el Nuevo Testamento (Santander, Sal Terrae, 1969).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización