Biblia

VOCACION CRISTIANA

VOCACION CRISTIANA

Todos son llamados a la santidad y a la misión

Cristo llama a «cambiar» de vida y de mentalidad, para «creer en el Evangelio» (Mc 1,15). Esta llamada incluye un «seguimiento» a modo de relación personal con él, con disponibilidad de «renuncia» a todo cuanto pueda impedir la fidelidad al evangelio (Mt 16,24). Cuando envió a los Apóstoles a proclamar el mensaje cristiano a toda la humanidad, la llamada a aceptar la fe incluí­a la recepción del bautismo (Mt 28,19-20).

La llamada de Jesús es para vivir su mensaje de las «bienaventuranzas» (Mt 5) y del mandato del amor (Jn 13,34-35), es decir, para vivir con sus mismas actitudes de donación según los planes salví­ficos de Dios. «Bautizarse» en Cristo equivale a comprometerse a tener sus criterios, su escala de valores y sus actitudes, para ser «hijos en el Hijo» (GS 22; cfr. Ef 1,5). La pauta de toda vocación cristiana sigue siendo la llamada a los Apóstoles «Llamó a los que quiso (por iniciativa suya), para estar con él (relación y seguimiento) y para enviarlos a predicar (misión)» (Mc 3,13-14).

Esta llamada es una elección gratuita de Dios en Cristo «desde antes de la creación del mundo» (Ef 1,4), para participar en su misma filiación divina por la vida nueva en el Espí­ritu (cfr. Gal 4,4-7). La llamada incluye la invitación a formar parte de la comunidad «convocada» por Jesús, su «Iglesia» (Mt 16,18).

Esta vocación es una llamada a la santidad y misión, para ser «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5,13-16). La «prenda» del Espí­ritu, recibido en el bautismo, hace posible el «plan» de Dios sobre una vida «santa» y sobre el compromiso de «recapitular todas las cosas en Cristo» (Ef 1,6-14).

El encuentro con Cristo por una fe relacional (de adhesión y de conocimiento vivido), se hace seguimiento permanente, en comunión de hermanos, para la misión. Las llamadas evangélicas recuerdan, aunque con la novedad cristiana, otras llamadas del Antiguo Testamento a Abraham (Gen 12,1-9), Moisés (Ex 3,10-16), Samuel (Sam 3), Amós (Am 7,15), Isaí­as (Is 6,9), Jeremí­as (Jer 1,7), Ezequiel (Ez 3,1-4), etc.

Respuesta y diversidad vocacional

La vocación cristiana es siempre don de Dios e iniciativa suya (Jn 15,16), que requiere una cooperación generosa y que capacita para ella. La respuesta debe ser personalizada también con la ayuda la comunidad eclesial. La personalidad humana y cristiana se realiza y desarrolla en la fidelidad generosa a la vocación. Entonces se encuentra y vive la identidad, como armoní­a de criterios, escala de valores y actitudes respecto a la propia vocación.

Aunque todos los cristianos están «llamados a la perfección de la caridad» (LG 40) y a colaborar en la evangelización, como «deber fundamental del Pueblo de Dios» (AG 35; cfr. LG 17), hay que reconocer la diversidad de vocaciones y carismas para «formar un solo cuerpo» (Col 3,15; cfr. Rom 12; 1Cor 12). Ordinariamente se concreta esta diversidad en tres estados de vida (laical, sacerdotal, vida consagrada), con aplicaciones diferenciadas o «carismas», tanto en el camino de la santidad (matices en la oración, virtudes, fraternidad), como en el campo de los servicios o ministerios (proféticos, cultuales y diaconales o de servicios de caridad).

Discernimiento, fidelidad y formación

Toda vocación necesita un proceso de discernimiento, para garantizar su existencia y para recorrer las etapas de su maduración y afianzamiento, especialmente durante el perí­odo de formación inicial. Se discierne la vocación ordinariamente por «los signos que cotidianamente dan a conocer a los cristianos prudentes la voluntad de Dios» (PO 11). Son los signos de la intención recta (convicciones y motivaciones evangélicas), la voluntad libre (decisiones permanentes e incondicionadas), la idoneidad o cualidades necesarias (humanas, espirituales, intelectuales, pastorales). La comunidad eclesial o sus representantes garantizan un recto discernimiento y también la autenticidad en el momento decisivo de la elección.

La fidelidad generosa se expresará en el gozo de la decisión y de la donación, y en la convicción de saberse realizado en la identidad de la propia vocación. Equivale al gozo de saberse amado por Cristo y capacitado para amarle y hacerle amar. Toda vocación cristiana concreta su fidelidad en la relación personal con Cristo, en el compartir su misma vida, en la vida fraterna y en la disponibilidad evangelizadora. El proceso de formación vocacional tiende principalmente a conseguir esta fidelidad generosa en el campo de la santificación y de la misión.

Referencias Bautismo, elección divina, fe, filiación divina participada, formación vocacional, laicado, pastoral vocacional, santidad, seguimiento, sacerdocio, vida consagrada, vocación misionera.

Lectura de documentos OT 2; CEC 1699-1729, 2012-2013, 2028-2029.

Bibliografí­a AA.VV., Vocación común y vocaciones especí­ficas (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1984); M. BELLET, Vocación y libertad (Madrid, FAX, 1966); R. BERZOSA, El camino de la vocación cristiana (Estella, Verbo Divino, 1991); J.M. CORDOBES, Vocación, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Madrid, Paulinas, 1991) 1928-1936; J.F. DE RAYMOND, Le dynamisme de la vocation (Paris, Beauchesne, 1974); J. ESQUERDA BIFET, Compartir la vida con Cristo, dinamismo de la vocación cristiana (Barcelona, Balmes, 1988); J. GARCIA TREPIELLO, Servir a la mejor causa. Llamada divina y respuesta humana (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1987); J. LUZARRAGA, Espiritualidad bí­blica de la vocación (Madrid, Paulinas, 1984); C.M. MARTINI, A. VANHOYE, La llamada en la Biblia (Madrid, Soc. Educación Atenas, 1983); A. PIGNA, La vocación. Teologí­a y discernimiento (Madrid, Soc. Educación Atenas, 1983); L.M. RULLA, Psicologí­a profunda y vocación (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1985-86).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización