PROVOCACION EVANGELICA
Hay religiones que no provocan ni denuncian, sino que dejan que la sociedad siga su marcha, mientras los fieles o iluminados crean y cultivan un tipo de interioridad particular, de tipo puramente contemplativo o evasivo. En esa línea se sitúan algunos tipos de budismo y, en general, las religiones del lejano í“riente. (a) Denuncia profética, provocación evangélica. Por el contrario, en la línea de la denuncia profética (que condena duramente los pecados del pueblo), el evangelio de Jesús implica un tipo de provocación social, porque critica (tiende a destruir) un tipo de familia patriarcal (judía, romana) basada en estructuras de poder y porque quie re vincular en libertad a todos los hombres, superando las instituciones que actualmente se imponen en el mundo. Así lo muestran los dos textos que siguen, unidos en Mt, aunque distintos en su origen (cf. versión de Le). Así reza el primero: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada: he venido a enfrentar al hombre con su padre y a la hija con su madre y a la nuera con su suegra. Y los enemigos de un hombre serán los de su propia casa» (Mt 10,3436; cf. Lc 12,51-53). Superando la vieja familia sacral (que protege a los suyos) ha elevado Jesús su experiencia de comunidad abierta a todos, y de un modo especial a quienes carecen de familia. Ciertamente, reconoce el valor de la casa-familia y la incluye en su proyecto misionero (Mt 10,12-13; cf. Mc 6,10); pero, al mismo tiempo, rompe el orden de la «buena» casa-familia. Por eso, su mensaje de concordia universal, que él empieza ofreciendo a los marginados de Israel, se vuelve fuente de discordia: introduce una espada de división en la carne del pueblo, incluso dentro de las «buenas» familias (Lc 14,16-24; cf. Lc 2,35; Mc 13,8). Posiblemente, esta palabra (¡no he venido a traer paz, sino espada!) proviene de un profeta eclesial que habla en nombre de Jesús, en contexto de conflicto misionero, pero expresa el poder del Evangelio, (b) La gratuidad, principio de ruptura creadora. La gratuidad mesiánica, que vincula en amor universal a los humanos, rompe los lazos más sagrados (padre-hijo, madre-hija, nuera-suegra), volviéndose riesgo social: no sacraliza el orden existente, ni sanciona sus poderes, sino que sitúa a los hombres y mujeres ante un camino de solidaridad universal, empezando por los pobres. Por eso: «Quien ame a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, y quien ame a su hijo o hija más que a mí no es digno de mí, quien no tome su cruz y me siga no es digno de mí» (Mt 10,37-38; Lc 14,2527). Mateo ha formulado este pasaje de forma comparativa (quien ame más…); Lucas de forma excluyente: quien no odie… Pero el tema es el mismo: Jesús aparece en ambos casos como amor supremo, autoridad y comunión. Ciertamente, hay otras relaciones familiares, pero todas acaban siendo secundarias: Jesús ha establecido por encima de ellas el vínculo del Reino, definido a través de su persona. No ha venido a cambiar unas ideas sobre Dios ni unos aspectos sacrales del entorno, sino a promover en su persona el amor del Reino sobre todos los restantes amores (de padre o madre, hijo o hija). Es evidente que su gesto y palabra supone una gran provocación dentro de un mundo marcado por estructuras de poder familiar y social. Resulta lógico que ciertos poderes del sistema, que sólo pueden mantenerse por medio de un tipo de imposición, le hayan criticado y condenado.
Cf. C. J. Gil Arbiol, LOS Valores Negados. Ensayo de exe’gesis socio-científica sobre la autoestigmatización en el movimiento de Jesús, Verbo Divino, Estella 2003; S. Guijarro, Fidelidades en conflicto. La ruptura con la familia por causa del discipidado y de la misión en la tradición sinóptica. Universidad Pontificia, Salamanca 1998; X. Pikaza, Sistema, libertad, iglesia. Las instituciones del Nuevo Testamento, Trotta, Madrid 2001.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra