PRESTAMO Y PERDON SABATICO
(Dt 15,7-11) (-> jubileo, deudas). Tras la ley utópica, en la que se afirmaba que «no habrá pobres en la tierra» (Dt 15,4), porque el perdón y bendición de Dios garantizan la abundancia para todos en el pueblo (año sabático* 2), el Deuteronomio añade una parénesis realista e insistente, que se funda en la certeza de que «no faltarán pobres en la tierra» (Dt 15,11). Por eso, el mismo Deuteronomio añade una ley de préstamos: «Cuando uno de tus hermanos esté necesitado en alguna de tus ciudades, en la tierra que Yahvé tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano necesitado. Lc abrirás tu mano con liberalidad, y sin falta le prestarás lo que necesite. Cuida que no haya en tu corazón pensamiento perverso, para decir: Está cerca el año séptimo, el año de la Remisión, de tal forma que mires malévolamente a tu hermano necesitado para no darle nada. Porque él clamará contra ti a Yahvé y tú serás hallado culpable. Sin falta le darás; y no tenga dolor tu corazón por hacerlo, porque así te bendecirá Yahvé tu Dios en todas tus obras y en todo lo que emprenda tu mano. Porque no faltarán pobres en medio de la tierra; por eso, yo te mando diciendo: Abrirás tu mano ampliamente a tu hermano, al que es pobre y al que es necesitado en tu tierra» (Dt 15,7-11). Tomado de un modo legalista, el año sabático podría convertirse en freno para el trabajo y la generosidad, pues si cada siete años se deben perdonar las deudas, ¿qué sentido tiene el prestar? Si al fin todo se debe compartir, ¿por qué esforzarse en producir? La misma ley de los bienes compartidos puede convertirse en justificación del egoísmo. Por eso, en el fondo de esa ley, descubre y proclama nuestro texto un principio más alto de generosidad, que lleva a prestar los bienes a los necesitados, incluso cuando no van a recuperarse. Quien sabe que el año séptimo quedan perdonadas las deudas y, sin embargo, sigue prestando dinero a los necesitados ha de hacerlo por generosidad: porque la vida es un regalo y ella puede comenzar de nuevo, cada siete años, en comunión humana de concordia, de diálogo de iguales. Por encima de la Ley que rige en los tiempos normales (seis años de trabajos y afanes del pueblo), se eleva y triunfa así esta experiencia de perdón, vinculada al Sábado de Dios. Este perdón de las deudas pertenece al nivel de la gratuidad fundadora. No va contra la ley, pero supera su nivel y nos conduce hasta el principio gratuito de la creación. Sobre esa base han de entenderse los textos básicos del Sermón de la Montaña, donde no sólo se favorece el préstamo, sino que, en el fondo, se pasa del préstamo a la donación y comunicación gratuita de todos los bienes: «Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses» (Mt 5,42). «Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos» (Lc 6,33-35). Prestar significa así en el fondo lo mismo que dar: «Dad y se os dará… una medida buena, rebosante» (Lc 6,38). Así pasamos del principio de ley, en clave de talión, de justicia distributiva y de salario, al plano de la vida entendida como gracia, donación compartida (amor*).
Cf. R. WESTBROOK, Property artd the Family in Bíblical Law, JSOT SuppSer 113, Sheffield 1991; M. ZAPELLA (ed.), Lc origini degli anni giubilari, Piemme, Casale Monferrato 1998.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra