Biblia

AMBROSIO DE MILAN

AMBROSIO DE MILAN

Vida: Nació en Tréveris el 337 ó 339, siendo su padre prefecto de las Galias. Es posible que perteneciera a la †œgens Aurelia† (a favor, Delehaye; en contra, Amati y v. Campenhausen). Tras la muerte de su padre, se trasladó a Roma donde ya estaba el 353. Estudió retórica y ejerció la abogací­a el 368 en la prefectura de Sirmio. El 370 fue nombrado consular de Liguria y Emilia con residencia en Milán. Siendo catecúmeno en esta última ciudad, tuvo que intervenir en la disputa entre arrí­anos y católicos ocasionada por la muerte del obispo arriano Auxencio, y en el curso de su intervención fue aclamado como obispo por ambos bandos. En el momento de su consagración entregó a la Iglesia y a los pobres todo el oro y la plata que tení­a y traspasó la propiedad de sus haciendas a la Iglesia (reservando a su hermana el usufructo). Aunque, por prudencia, no procedió a la destitución del clero arriano, sí­ manifestó su oposición a esta herejí­a. En el 376 y 377 se enfrentó con la agitación provocada por el sacerdote arriano Juliano. En el 378 se entrevistó con Graciano, que habí­a pedido del obispo el ser instruido en la fe contra el arrianismo. En honor del emperador, Ambrosio compone el tratado Acerca de Noé, donde compara al monarca con el patriarca, comparación excesiva pero que pudo influir en la postura de Graciano cada vez más favorable a los católicos. De hecho, son varios los autores que atribuyen a Ambrosio la autorí­a del edicto de Graciano de 22 de abril del 380 (Cod. Theod. XVI 5, 5.4) en virtud del cual se endurecí­a la polí­tica imperial contra los herejes. Al año siguiente Ambrosio interviene de nuevo con ocasión del concilio de Aquileya cerca de Graciano para impulsarle a continuar con la estrategia anti-herética. Sin duda esta postura religiosa del emperador, que se hizo extensiva a los paganos, contribuyó al asesinato de Graciano en el 383 seguido por la usurpación de su territorio por Máximo. Con todo, Valentiniano II se negó a reconocer los privilegios de los paganos abolidos por Graciano. En el 386, el obispo arriano Auxencio pide para los suyos la asignación de una basí­lica, hecho al que se niega Ambrosio, que ocupa, acompañado de sus fí­eles, la basí­lica Porcí­ana. Según Agustí­n fue entonces cuando nació el canto ambrosiano. La invención de los cuerpos de los mártires Gervasio y Protasio apaciguaron, no obstante, los encontrados ánimos. Por esa fecha, Máximo es excomulgado por decretar la muerte de Prisciliano, y Ambrosio se suma a la condena Con todo, tampoco tuvo buenas relaciones en esa época Ambrosio con Valentiniano II. No será hasta después de la derrota y muerte de Máximo, en el 388, cuando las relaciones con Valentiniano II — que habí­a regresado con Teodosio — mejoren. La ley de 14 de junio del 388 (Cod. Theod. XVI 5, 15), en la que Teodosio colocaba en pésima situación a los herejes, le granjeó la amistad de Ambrosio. Este conseguirí­a impedir ese mismo año la reconstrucción de una sinagoga y la abrogación de los decretos de Graciano, pero Teodosio intentó compensar tales triunfos con la adopción de una serie de medidas menos favorables para la Iglesia (Co. Theod. XII 1, 21; XVI 2, 27). Esta situación de tirantez entre el emperador y el obispo llegó a su punto máximo con el episodio de la matanza de Tesalónica, en el verano del 390, que provoca finalmente la sumisión del emperador a la penitencia pública reconciliándose, la Navidad de ese año, con Ambrosio. No consiguió Ambrosio que el cisma de Antioquí­a concluyera a su gusto, pero sí­ logró la condena de Bonoso como hereje así­ como la de Joviniano, esta vez en el concilio de Milán del 393. A la muerte de Valentiniano, asesinado en mayo del 392, mantendrí­a una postura ambivalente ante su sucesor, el católico Eugenio, al que reconoce pero del que se mantiene apartado. Recuperada la confianza de Teodosio tras este episodio, Ambrosio mantendrá buenas relaciones con él hasta la muerte de aquél, en el 395. Las relaciones con Estilicen, sucesor de Honorio, fueron de escasa importancia y denotan la influencia decreciente de Ambrosio. Al regresar de un viaje a Paví­a, en el 397, cayó enfermo, falleciendo en ese mismo año.

Obras: Ambrosio fue de una fecundidad considerable en lo relativo a su producción literaria. Defensor de la existencia en la Escritura de un triple sentido (literal, moral y alegórico-mí­stico) escribió, según tenemos noticia, una veintena de obras exegéticas aunque no nos han llegado todas (Hexaemeron, Acerca del paraí­so, Acerca de Caí­n y Abel, Acerca de Noé, dos libros Acerca de Abraham, Acerca de Isaac y del alma, Acerca de Jacob y de la vida feliz, Acerca de José, etc.). De la misma manera nos dejó obras morales (Acerca de los oficios de los ministros, Acerca de las ví­rgenes, Acerca de las viudas, etc.) y dogmáticas (Acerca de la fe, dedicado a Graciano, Acerca del Espí­ritu Santo, Explicación del sí­mbolo a los iniciandos, Exposición de la fe, Acerca de los misterios, Acerca de los sacramentos, etc.). También han llegado hasta nosotros discursos, cartas, algunas composiciones poéticas e himnos. En relación con esta última parte de su producción literaria ya hemos visto el momento de nacimiento de la himnologí­a ambrosiana. Esta alternaba el rezo de un salmo con el canto de un himno relacionado con la festividad del dí­a, la conmemoración de los mártires, etc.

Teologí­a: La labor de Ambrosio fue más de tipo pastoral que teológico-especulativo y eso explica su escasa aportación a este último terreno. Debe recordarse asimismo que su elección como obispo le privó de poder realizar unos estudios teológicos sistematizados, y aunque algunos testimonios, como el de Agustí­n de Hipona, indican que intentó superar esa traba, no parece que llegara a conseguirlo. Es por ello que Ambrosio es tributario de los Padres anteriores, a los que recurre en la práctica totalidad de las ocasiones. Su cristologí­a distingue en Cristo dos naturalezas y dos voluntades. En relación con la redención, aunque se centra en una lectura de la misma que gira en torno a los conceptos de redención y expiación, también recibe de Orí­genes e Ireneo la tesis de que la muerte de Cristo fue un pago entregado al diablo por la salvación de los hombres. Sacramentalmente se muestra partidario de que la penitencia se conceda sólo una vez, por pecados muy graves, y que sea practicada en público. Mariológicamente parece que consideró a Marí­a exenta de pecado durante su vida, pero no defiende la tesis de que estuviera libre del pecado original.

VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrí­stica, Verbo Divino, Madrid, 1992

Fuente: Diccionario de Patrística